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Santo Domingo fue sede del Virreinato de las Indias Occidentales hasta 1537. Pero sobretodo fue frontera imperial abandonada por España desde 1560, cedida a Francia en 1697 y 1795 e independiente del Imperio de Haití en 1844 tras una cuenta guerra que duró hasta 1856.
Santo Domingo fue sede del Virreinato de las Indias Occidentales hasta 1537. Pero sobretodo fue frontera imperial abandonada por España desde 1560, cedida a Francia en 1697 y 1795 e independiente del Imperio de Haití en 1844 tras una cuenta guerra que duró hasta 1856.
Santo Domingo fue sede del Virreinato de las Indias Occidentales hasta 1537. Pero sobretodo fue frontera imperial abandonada por España desde 1560, cedida a Francia en 1697 y 1795 e independiente del Imperio de Haití en 1844 tras una cuenta guerra que duró hasta 1856.
En el Sacro Imperio Romano Germánico los territorios fronterizos se llamaban “Marcas” y tenían a un marqués como regente. Santo Domingo tuvo incluso un Marqués de Las Carreras, que en honor a la verdad fue marqués a la carrera, sin relación de mando con dicho imperio. Juan Bosch se refirió a “El Caribe, frontera imperial” y en este preámbulo aclaro que no trato de abundar en lo escrito por este político que marca aun el presente dominicano. La población europea que inicialmente se asentó en la isla, bajo el Reino de Castilla y el Virreinato de las Indias Occidentales de los Colón, entre 1494 y 1514 y que se quedó hasta el presente, es la que da origen a la Nación Dominicana de hoy día. Sin embargo, prácticamente desde que surge el Reino de España con Carlos I (1516) y éste es elegido emperador bajo el nombre de Carlos Quinto, en 1520, el territorio de la isla La Española comenzó a perder importancia a favor de Cuba y de los virreinatos de México y Perú. En la ciudad de Santo Domingo, se admiran hoy los edificios que dan testimonio de ese lustre, y en el interior de la isla, particularmente el valle de la Vega Real o Cibao se conserva en su habla y tradiciones, los arcaísmos que desde el siglo 18 ya desaparecieron en Hispanoamérica. Desde el siglo 16, la isla comenzó a ser frontera cuyo territorio se disputan los imperios que han convergido en las Antillas del mar Caribe imperial y nos ha sentado mal. Ante la extinción de los indígenas de la isla, la Nación Dominicana origina su identidad cultural y lingüística de los primeros castellanos, andaluces y aragoneses que se instalaron antes de la creación del imperio español. Los canarios vinieron siglos después. El origen racial africano jugó un papel secundario en la evolución cultural de su idiosincrasia, porque la esclavitud en el Santo Domingo español no tuvo la importancia económica que tuvo en otras islas y territorios del Caribe. El desinterés por la isla llevó al abandono y quiebra de sus plantaciones, a la pobreza generalizada y a su despoblación. Los pocos esclavos que inicialmente se importaron se fueron rebelando, creando asentamientos aislados de cimarrones libres durante casi tres siglos, favorecidos por la orografía y las cordilleras, en la parte oriental de la isla que quedó bajo dominio español. Los criollos dominicanos pudieron desarrollarse y mezclarse por más de 300 años desconectados del resto del mundo, en una isla donde el tiempo se congeló en 1514, hasta que en 1804 los negros esclavos de los franceses fundaron su propio estado y trataron de sojuzgarlos como nuevos emperadores. Esto lleva a la creación del Estado Dominicano en 1844. El tercio occidental de la isla, despoblado desde 1603, pasó a dominio francés cuando a cambio de desocupar Cataluña, España lo cede en 1697 en el tratado de Ryswick, Holanda, sellando el final del imperio español en Flandes. El régimen de esclavitud impuesto por Francia en su lado insular, con la importación de más de un millón de esclavos de diversas etnias durante todo el siglo 18, se regía por el “Código Negro” de 1675 del cual se inspiró el apartheid del siglo 20. Santo Domingo, Marca Imperial Santo Domingo y Saint Domingue eran las Marcas donde confluían las fronteras del reino de Francia, del “Rey Sol”, y del Reino de España, en una isla que otrora fue sede de un virreinato castellano. El tratado de Aranjuez oficializa la frontera en 1777. Los eventos que en los siguientes 50 años transformaron el mundo y afectaron la isla, no cambiaron las tradiciones, lengua y costumbres que las poblaciones criollas dominicanas llevaban más de tres siglos madurando, en completa autarcía, o sea, en una economía sin comercio exterior. Las etnias africanas traídas por los franceses a su Saint Domingue a partir de 1650 no tenían nada en común ni lingüística, ni culturalmente, con los escasos descendientes de esclavos que habitaban del lado español de Santo Domingo donde no regía la esclavitud impuesta por Francia. La Revolución Francesa de 1789 fue la causa inmediata de la rebelión de esclavos iniciada en 1791 en Saint Domingue, que buscaban inicialmente decapitar a los nobles dueños ausentes de las plantaciones para instalar al gobierno revolucionario, con blancos y mulatos criollos franceses. El hecho de que Napoleón ocupara el País Vasco español fue lo que movió a España a cederle Santo Domingo a Francia, por el Tratado de Basilea de 1795, para recuperar Guipúzcoa. Napoleón utilizó nuestro territorio para sofocar la rebelión de esclavos del occidente y fue derrotado, dando lugar a la creación del estado haitiano en 1804. Francia no tuvo tiempo para implementar un régimen esclavista en la parte española, pues fueron echados en 1809. La clique negra o mulata que se apoderó del estado haitiano cambió la etiqueta de esclavitud por “corvée” (trabajo forzado) y siguió oprimiendo al 98% de la población en nombre del “Estado”, lo que continúa hasta el siglo 21, sin interrupción, en una esclavitud de facto. El racismo a la inversa de negros contra blancos hizo que Haití, bajo otro emperador, Dessalines, se comportara como imperio degollando a blancos y mulatos dominicanos, en 1805, hasta que Boyer logra anexar la Dominicanie, en 1822, que se libera en 1844, cuando los criollos dominicanos se separan fundando la República Dominicana. Haití volvió a proclamarse imperio de 1849 a 1859 y trató de sojuzgar militarmente a los dominicanos. El emperador Faustino 1°, Soulouque, fue vencido en cada batalla. Un inconsulto caudillo, Pedro Santana, traspasa la Nación Dominicana para que fuera provincia ultramarina del Reino de España, convirtiéndose en Marqués de Las Carreras, sin poder alguno. Con la Restauración, la Nación Dominicana entiende que su destino como pueblo soberano radicaba en los valores positivos que formaron su identidad centenaria de pueblo hispánico y mulato, diferente a los españoles señoriales peninsulares y de los negros francófonos de tradiciones paganas africanas que eran los haitianos. Con el surgimiento de las ambiciones imperiales del coloso del Norte, la débil República Dominicana, al igual que su vecino estado Haití, pierden sus soberanías y son ocupados por los marines en 1915 y 1916, coincidiendo con el desmoronamiento del imperio alemán en la primera guerra mundial, con quienes mantenían relaciones comerciales. Como dato anecdótico, el agente consular de la República Dominicana en Hamburgo, Alemania, en 1906, era el Barón von Richthofen cuyo hijo Manfred es el famoso Barón Rojo, piloto alemán. Santo Domingo, Marca Imperial La ocupación americana de la República Dominicana llevó a la unificación del territorio para una mejor administración del Estado. También reintrodujo los cañaverales en las llanuras costeras, importando mano de obra extranjera de Haití e islas vecinas, incluyendo a Puerto Rico, colonia que acababan de arrebatar a España. Son los americanos quienes, por primera vez en 4 siglos, ocupando la isla completa, introducen braceros haitianos a territorio dominicano a trabajar en condiciones muy cercanas a la esclavitud. Cabe notar que en el Valle del Cibao donde residía la mayoría de los dominicanos, que eran campesinos, no había cañaverales y por tanto no había interacción con los braceros haitianos. Por lo que muchas de las acusaciones de racismo que en el 2019 se les imputan a los dominicanos, son manipulaciones que tratan de atribuir a los dominicanos conductas propias de los dueños americanos o extranjeros de los cañaverales, que no son típicas de los criollos. Trujillo, como soldado formado por los americanos, representó en contubernio con ellos, los intereses azucareros que luego se apropió para sí mismo. Como fiel vasallo del nuevo imperio, Trujillo se adornó de la parafernalia de un Marqués o Mariscal y organizó el estado como su propia Marca feudal. Con el final de la 2da. guerra mundial y el inicio de la guerra fría, nuestra Marca imperial dejó de ser de índole geográfica, como hasta entonces por estar en el patio del imperio, y comenzó a tener ribetes geopolíticos cuando Cuba se convirtió en la niña malcriada del vecindario por sus amoríos con los soviéticos. Esto llevó a la 3ra. ocupación militar del siglo 20, en 1965, donde se impuso la Pax Americana para que no olvidáramos que nuestra soberanía es la de una Marca en un Imperio, sin ideologías. En los últimos 50 años, la Marca de Santo Domingo diversificó el origen de sus inversiones extranjeras con el desarrollo del turismo y una economía de servicios dejando atrás su dependencia en el azúcar, café, cacao y tabaco como sus principales generadores de divisas. Hoy se puede volar a más destinos internacionales desde Punta Cana que desde Miami. El país cuenta con 6 aeropuertos intercontinentales que al igual que puentes y autopistas han agregado plusvalía a la otrora aislada y abandonada isla de Santo Domingo. Sin embargo, si sabemos comportarnos como Marca Imperial y no como república bananera o colonia de ultramar, tenemos la oportunidad de ser como Holanda o Suiza, cuyos territorios son más pequeños que el nuestro, pero que han sabido manejarse a la sombra de emperadores. Pero antes, debemos consolidar nuestra identidad respecto a los intentos de recolonización por la vía de imponernos como solución a los problemas existenciales de Haití, mediante la reescritura de nuestra historia, la implantación masiva de población haitiana sin control alguno, ya que eso aniquilaría la oportunidad que tiene la Nación Dominicana de ser próspera y soberana. Como Marca Imperial, eso no es una imposición de imperio alguno, salvo la de intereses mezquinos locales que solo ven a corto plazo el poder o las ganancias que pueden derivar. Si hemos aprendido de cinco siglos de historia, tenemos todo lo que necesitamos para ser un país que, en 50 años o menos, se convierta en primus inter pares o primero entre iguales.