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1. Psicología Forense.
1.1. Diferencias entre la evaluación psicológica en los ámbitos clínico y forense
1.2. Técnicas de evaluación en psicología forense
2. Evaluación del engaño
3.1. Detección de la simulación
3.2. Credibilidad de los testimonios
3. Evaluación de la imputabilidad
4. Evaluación del riesgo de violencia
5. Valoración del daño a la víctima
6. Valoración de la competencia para ostentar la guarda o custodia de los hijos tras un
proceso de separación o divorcio.
CONTENIDOS PRÁCTICOS
Los alumnos participarán en una demostración de la detección del engaño mediante medidas
psicofisiológicas.
Objetivos
1. Conocer las peculiaridades de la evaluación psicológica forense en comparación con la
clínica.
2. Conocer las pruebas más utilizadas en la detección del engaño en el ámbito forense.
3. Conocer, saber utilizar e interpretar algunos de los instrumentos más empleados en los
diferentes campos de la evaluación forense.
Bibliografía recomendada
VV.AA (2007). Predicción de la violencia. Papeles del Psicólogo, 28, Número monográfico.
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1. Psicología Forense
Hay, por tanto, diversas formas de definir la psicología forense. Una de las
definiciones más aceptadas es la que establece que esta rama de la psicología se preocupa por
el asesoramiento y/o tratamiento de aquellos fenómenos psicológicos, conductuales y
relacionales que inciden en el comportamiento legal de las personas, mediante métodos
propios de la psicología científica y cubriendo por lo tanto distintos ámbitos y niveles de
estudio e intervención.
Tampoco existe consenso sobre cuáles son los ámbitos de aplicación de la psicología
forense y existen varias clasificaciones al respecto. Según el Colegio Oficial de Psicólogos
éstos serían los siguientes:
Los psicólogos deben asesorar al Juez en los procesos de Separación y Divorcio en las
medidas a adoptar respecto a los hijos y en otras situaciones tales como nulidad,
matrimonio de menores; también en los casos sobre acogimientos y adopciones.
El psicólogo del Juzgado de Familia no sólo debe evaluar cómo afecta a los hijos la
separación, sino que también puede diseñar programas que apunten a positivizar
situaciones difíciles que los menores se van a encontrar.
El psicólogo, desde el ámbito privado puede actuar como asesor del juez (actuando como
perito), del abogado que reclama sus servicios y como colaborador del abogado en la
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resolución del procedimiento familiar en todos los momentos del mismo y con un enfoque
interdisciplinar.
En el ámbito del Derecho Laboral el psicólogo suele ser requerido para asesorar a los
Juzgados en materia de secuelas psicológicas en accidentes laborales, simulación, y en
problemas psicofisiológicos que contempla la nueva Ley de Prevención de Riesgos
Laborales.
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Mientras que el etiquetaje diagnóstico puede ser relevante en el ámbito clínico (de cara a
la comunicación con otros profesionales o para la búsqueda de diagnósticos comunes) en
el ámbito forense puede ser contraproducente (no importa tanto saber qué tiene el
evaluado como conocer cómo le afecta ese trastorno desde un punto de vista judicial -
¿sabía lo que hacía? ¿Pudo evitarlo?..- cosas que no son tan relevantes en el ámbito
clínico).
El tiempo sobre el que se evalúa es fundamentalmente el presente en el ámbito clínico,
mientras que lo más importante en el judicial es el pasado (imputabilidad de un hecho
delictivo) y el futuro (riesgo de volver a agredir a alguien).
La relación con el evaluado es mucho más difícil en el ámbito judicial (falta de
colaboración o engaño, mayor índice de analfabetismo o de inmigración y
desconocimiento del idioma, mayor variedad de edad –desde la infancia más temprana en
evaluación de abuso sexual, hasta la vejez más avanzada en casos de incapacitación-,
etc.). Además, a menudo la evaluación forense puede crear una relación de confrontación
entre el psicólogo y el cliente (en lugar de una relación terapéutica).
El secreto profesional está garantizado en el ámbito clínico (el resultado del informe se
dirige al propio sujeto) mientras que en el forense no (el informe va dirigido al juez,
abogado, tribunal…).
Los informes periciales, a diferencia de las evaluaciones clínicas, se van a caracterizar
por la enorme influencia que pueden tener en el futuro de los sujetos evaluados. En el
sistema penal, por ejemplo, la imputabilidad de un acusado, así como la apreciación de
eximentes o atenuantes, dependerá en gran medida de la evaluación forense.
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ratificado ante un tribunal), administrar las técnicas con conocimiento de las mismas y ser
cautelosos en la interpretación de los resultados.
En este sentido es muy habitual que los psicólogos forenses lleven evaluaciones de la
personalidad, de la inteligencia y del estado de ánimo y ansiedad. Para ello resultan útiles y se
aplican con gran frecuencia algunos de los instrumentos que ya se han estudiado en esta
asignatura (MMPI, 16PF, BFQ, WAIS, WISC, BDI, BAI, STAI, etc).
La verdad y la falsedad son conceptos que hacen referencia a la precisión con que una
afirmación refleja la realidad de forma objetiva. Hacer una afirmación falsa no es
necesariamente mentir. Un testimonio puede apartarse de la verdad porque la persona es
incapaz de describir los hechos tal como sucedieron (p.e. debido al estado de shock la persona
puede estar confusa). En este caso no se habla de mentira ni de engaño. Igualmente, hacer una
afirmación verdadera no implica necesariamente no estar mintiendo. Verdades a medias que
inducen a interpretaciones falsas pueden ser auténticas mentiras, aunque en la comunicación
no se haya transmitido ninguna información objetivamente incorrecta. La verdad y la falsedad
pertenecen a una dimensión independiente de la mentira y del engaño.
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2. Exageración y llamadas de atención: Los simuladores de enfermedades mentales
creen, de forma equivocada, que cuanto más extraños parezcan sus síntomas, más
creíbles serán. El auténtico enfermo puede presentar abandono en su cuidado físico
(pelo descuidado, sin afeitar, con las ropas sucias, desaliñado, con abandono de su
higiene personal…); mientras que el que finge exagera este tipo de síntomas alterando
artificialmente su aspecto (se pone ropas extravagantes, la camisa del revés, la bufanda
atada a la cintura…). Por otra parte, suelen llamar la atención sobre su enfermedad, lo
cual contrasta con la conducta de los enfermos reales que a menudo, son reticentes a
hablar de sus síntomas. Los simuladores hablan continuamente de su estado anímico,
de sus dolores de cabeza, de sus mareos… o los muestran en público sin rubor.
3. Desconocimiento: Los simuladores confunden a menudo la sintomatología psicótica
con el retraso mental o con otros trastornos. Así, se muestran intelectualmente
impedidos, con amnesias, delirios y mareos; o dicen padecer alucinaciones y, al
mismo tiempo confunden el año en el que viven. Es común entre los simuladores de
psicosis el “ver” cosas, aunque no tanto el “oír” cosas, cuando en la esquizofrenia real
las alucinaciones son mayoritariamente auditivas y excepcionalmente visuales. Por
ejemplo, en la esquizofrenia suelen fingir delirios y alucinaciones, pero no problemas
atencionales o trastornos en el lenguaje y pensamiento. También se informa de
síntomas severos con aparición repentina o a edades inadecuadas. Por ejemplo, los
simuladores pueden afirmar haber tenido delirios de comienzo repentino, cuando en
realidad los delirios tardan normalmente varias semanas en sistematizarse. Pueden
informar que los síntomas de “locura” comenzaron cuando el imputado tenía 45 años,
poco antes del incidente judicial, pero el clínico sabe que la esquizofrenia tiene un
inicio al rededor de los 20 años de edad. Otro ejemplo común: un simulador que dice
no recordar su nombre o la fecha de nacimiento, pero que es capaz de recordar otros
eventos pasados, como si es alérgico a algún medicamento (cuando los amnésicos
auténticos generalmente recuerdan cosas como su nombre, edad, fecha de nacimiento,
dirección, nombre de la madre, de familiares cercanos y lo que desayunaron hoy; que
es precisamente lo que pretenden olvidar los simuladores). En personas preparadas
académicamente (psicólogos, psiquiatras, médicos, etc.) es más difícil detectar la
simulación de psicopatologías.
4. Falta el componente emocional del síntoma: Suele darse ausencia de correlato
emocional frente a los síntomas que dice padecer el simulador. No hay alteración
afectiva clínicamente asociada con la enfermedad que simula. No muestra ansiedad
ante alucinaciones y delirios peligrosos para él; ni hay temor, rabia o depresión
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asociado a cualquier diagnóstico. Si hay autolesiones, éstas no revisten excesiva
gravedad y si la persona se queja de dolor muy fuerte o insoportable, no se detecta
ningún otro síntoma emocional asociado (irritabilidad, inestabilidad, temor…).
5. Falta el componente fisiológico: Generalmente el simulador desconoce los síntomas
fisiológicos de la enfermedad y por eso no los finge. Si llegara a simularlos, podría ser
descubierto porque no podría generarlos. Por ejemplo, el que dice tener ataques de
pánico no puede generar taquicardias y sequedad en la boca.
6. Discrepancias entre distintas fuentes de datos: Hay incoherencia entre los resultados
de las pruebas y la funcionalidad del evaluado. Así, el simulador puede obtener altas
puntuaciones en depresión y desmotivación absoluta para trabajar en un test, pero
seguir realizando tareas de esparcimiento (disfrutar del teatro, ver TV, jugar a las
cartas, etc.). También puede darse discrepancia entre lo que el sujeto relata y los
archivos médicos: los evaluados afirman haber tenido síntomas graves pero que no
acudieron en busca de tratamiento psicológico, psiquiátrico, medicación u
hospitalización; cuando el perito sabe que la gravedad de los síntomas generalmente se
asocia a una consulta temprana con los expertos y con la existencia de una historia
clínica previa (la busque el propio interesado o lo fuercen los familiares a ello).
7. Ausencia de perseveración: Los síntomas reales suelen ser persistentes en el tiempo y
en las distintas situaciones pero el simulador va acumulando síntomas nuevos mientras
van desapareciendo los “antiguos”. Por otra parte, el simulador actúa de manera
normal cuando no se percata de que está siendo observado, por lo que entrevistar al
personal que tiene oportunidad de observar al evaluado es útil para descubrir su
comportamiento inconsistente. Por otra parte, la simulación es más difícil de mantener
por períodos largos: El hecho de simular exige una extremada concentración y resulta
extenuante por lo cual la persona sana requiere períodos de descanso. Por eso también
hay más oportunidad de descubrir el engaño durante una serie continuada de
entrevistas largas.
8. Evidencia de complicidad: En los casos en los que se alega que el acusado presenta un
determinado tipo de patología mental, se sospechará simulación si hay un cómplice
implicado en el crimen. Obviamente, la mayoría de los cómplices de inteligencia
normal no participarán en delitos planificados y ejecutados con un enfermo mental.
9. Engaños anteriores: Las evidencias de engaños pasados (utilización de alias, huidas de
la prisión, timar en los negocios…) puede tomarse como indicio de un patrón de
comportamiento antisocial engañoso. La posible enfermedad actual no sería sino otra
mentira más de éste patrón.
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El conocimiento y detección de todos estos indicios suponen un entrenamiento
especializado previo y una gran destreza a la hora de llevar la entrevista. Además, se trata de
indicios generales de engaño. Existen otros instrumentos algo más estructurados que ayudan
en la labor del psicólogo forense.
Entre las medidas generales más utilizadas, están las escalas de validez del 16PF, EPQ, BFQ
o, sobre todo las 3 del MMPI-II-RF: las escalas de ausencia de respuesta al contenido, la de
exageración de síntomas y la de minimización de síntomas:
1. Ausencia de respuesta al contenido: sirve para invalidar el cuestionario. O para saber
si el sujeto no está diciendo la verdad. Se divide en:
o Interrogante (?) no es una escala en sí. El sujeto puede responder a cada ítem
del cuestionario SÍ, NO o ? A mayor número de interrogantes, menor
capacidad del test para discriminar. No obstante, algunos expertos opinan que
los simuladores no suelen ser detectados con este índice, pues el simulador
intentará demostrar la enfermedad, y ésta no se mostrará si el sujeto no
responde. Si hay 30 o más interrogantes, el test se invalida. Puede interpretarse
como que el sujeto sufre serios problemas de comprensión (retraso, dislexia,
confusión) o como que muestra una actitud desafiante o de indecisión. Algunas
personas con depresión grave o en estados obsesivos puntúan así. De 11 a 29
interrogantes, se puede dudar de su validez y se interpreta como problemas
leves de lectura, personas inmaduras y faltas de experiencia o muy suspicaz y
legalista. Algunos sujetos con ideación paranoide puntúan así. Con menos de
11 interrogantes, se considera válido el cuestionario.
o Inconsistencia de Respuestas Variables (VRIN-r) e Inconsistencia de
Respuestas de Verdadero (TRIN-r): ambas escalas miden el número de
respuestas inconsistentes o contradictorias entre un par de ítems que miden lo
mismo (VRIN-r) o lo opuesto (TRIN-r). Si se responde de forma incoherente
por encima de 14 veces en cualquiera de las dos subescalas se invalida el
cuestionario por responder al azar (VRIN-r) o por excesiva aquiescencia
(TRIN-r).
2. Exageración de síntomas: En función de las puntuaciones T, las personas que puntúan
alto en estas escalas pueden estar exagerando su sintomatología psicopatológica
(Escala Fp-r) y/o somática (Escala Fs) o incluso presentando una constelación de
síntomas que raramente se dan juntos (Escala FBS-r) o que son muy infrecuentes
(Escala F-r). Suelen ser personas que fingen tener enfermedades o que realmente
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tienen una psicopatología grave (aunque en ese caso no podría pasar desapercibida
hablando con ellos).
3. Minimización de síntomas:
o La escala Validez de ajuste (K-r) es similar a la D del BFQ: una puntuación T
alta indica fingimiento de una buena imagen, una puntuación intermedia indica
validez de las puntuaciones y una puntuación baja, fingir enfermedades
inexistentes.
o La escala Virtudes Inusuales (L-r) es semejante a la escala L del EPQ. A mayor
puntuación, mayor probabilidad de simulación o deseabilidad social.
Estas escalas suelen acompañar a todas las evaluaciones que los psicólogos forenses
realizan en su labor profesional para detectar engaño. Puede inferirse que si la persona
distorsiona sus respuestas en estas escalas, lo hará durante toda la evaluación.
Otras pruebas objetivas de detección de engaño son las que podrían denominarse
“pruebas de ejecución”. Son tareas muy simples en las que se les pide a los sujetos que
realicen unos ejercicios sencillos utilizando superficialmente capacidades básicas como el
reconocimiento de objetos cotidianos, el cálculo simple o la memoria a corto plazo:
Pruebas Identificativas Simples: Consiste en mostrar al sujeto objetos de uso
cotidiano, al identificarlos, el simulador dice que no sabe lo que son o se
equivoca al nombrarlos. Es efectiva si no hay demencias reales.
Prueba de Störring: Se le hace calcular al individuo una operación aritmética.
Los simuladores manifiestan no acordarse de estas operaciones o se equivocan
en un número (efectiva si no hay demencias).
Prueba de los Dígitos: Consiste en pronunciar lentamente 6 u 8 dígitos y pedir
que los repita. El simulador dice no poder recordar ni una sola cifra o falla
siempre siguiendo un mismo patrón (dos cifras situadas en el mismo lugar -2ª y
5ª, por ejemplo-).
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de exageración de síntomas de carácter psicopatológico y neuropsicológico. Permite obtener
una puntuación total que se refiere al perfil de simulación general que presenta el sujeto y
cinco escalas específicas referidas a la simulación de síntomas de distintos trastornos
psicopatológicos y neuropsicológicos:
1. Psicosis (Ps): evalúa el grado en que el sujeto presenta síntomas psicóticos
inusuales o extravagantes que no son típicos de la patología psicótica real.
2. Deterioro Neurológico (Dn): evalúa el grado en que el sujeto presenta síntomas de
tipo neurológico ilógicos o muy atípicos.
3. Trastornos Amnésicos (Am): evalúa el grado en que el sujeto presenta síntomas
relacionados con trastornos de memoria que son inconsistentes con los patrones de deterioro
producidos por disfunción o daño cerebral real.
4. Baja Inteligencia (Bi): evalúa el grado en que el sujeto exagera su déficit intelectual
al fallar preguntas sencillas de conocimiento general.
5. Trastornos Afectivos (Ta): evalúa el grado en que el sujeto informa de síntomas
atípicos de depresión y ansiedad.
El punto de corte es 16 o más puntos entre todas las escalas para considerar que el
sujeto está engañando.
Es necesario valorar la fiabilidad del testimonio tanto de los acusados como de los testigos
presenciales. Se trata, al fin y al cabo, de discriminar si están engañando o no.
Las investigaciones llevadas a cabo para identificar la mentira pueden dividirse en tres tipos:
Ya desde los años 20 del pasado siglo se entendía que la persona que miente genera un
estado de nerviosismo (el hecho de pensar que sus mentiras pueden ser detectadas haría que al
emitirlas se produjera involuntariamente respuestas relacionadas con ansiedad) que puede ser
detectado bien a través de cambios en la tensión arterial, en la respiración, el ritmo cardíaco o
la conductividad eléctrica de la piel. Sin embargo, en esa situación de interrogatorio, también
se dan emociones de ansiedad, miedo, alerta, desconcierto, etc. que pueden asociarse a los
mismos cambios psicofisiológicos y que no significan que la persona mienta. Además, la
mentira no produce un patrón fisiológico específico.
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irrelevantes. Inversamente, se infiere veracidad cuando las respuestas a las preguntas
relevantes no exceden en magnitud o frecuencia a las observadas en las cuestiones
irrelevantes. Las primeras preguntas del protocolo deben ser siempre irrelevantes debido a que
las respuestas fisiológicas a los primeros estímulos suelen tener mayor amplitud simplemente
por ser las primeras y provocar mayores respuestas de orientación.
Existen dos problemas importantes con esta técnica. Por una parte, todos los sujetos
-culpables e inocentes- pueden identificar fácilmente las preguntas relevantes debido a que
tienen mayor valor de señal, lo que puede provocar en todos los sujetos mayor responsividad
ante tales preguntas. Esto haría aumentar el número de errores por falsa identificación de
sujetos inocentes como culpables -falsas alarmas-. Además, la persona inocente que tema ser
declarada culpable puede reaccionar ante las preguntas relevantes con mayor activación
fisiológica que ante las irrelevantes, induciendo a un error de identificación por falso positivo:
decir que es culpable siendo inocente. Por otra parte, en esta técnica los sujetos desconocen
las preguntas que se formulan durante la prueba, lo que implica necesariamente una mayor
incidencia de factores no controlados relacionados con la sorpresa, la novedad, la
incertidumbre respecto a las preguntas, etc., que se sabe afectan a las variables fisiológicas.
Actualmente no suele utilizarse en aplicaciones criminales, su uso se restringe
fundamentalmente a entrevistas de trabajo para la selección de personal, donde las preguntas
relevantes suelen ser generales, no hechos específicos.
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Otra característica distintiva de este test es el ir precedido de una larga entrevista en la
que el experimentador revisa con el sujeto todas las preguntas que se formularán durante la
prueba de forma que no existan ambigüedades sobre su contenido y significado.
Varios estudios de laboratorio con el test de las preguntas de control han encontrado
tasas de aciertos que oscilan entre 82 y 100% en la detección de los sujetos culpables y entre
71 y 95% en la detección de los sujetos inocentes. Estos resultados no incluyen aquellos
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sujetos cuyos datos fisiológicos eran inconsistentes. Los estudios de laboratorio con el test de
conocimiento culpable han encontrado tasas de aciertos del 100% en los sujetos inocentes y
de entre el 80 y 92% en los sujetos culpables.
Contramedidas
Los estudios más actuales utilizan potenciales evocados como indicadores más directos de la
actividad cognitiva y sus resultados sugieren que estos constituyen un método bastante
poderoso para inferir la culpabilidad a través del método del conocimiento culpable (que tiene
una base teórica más firme). Los componentes de los potenciales evocados más estudiados en
este contexto han sido el P300 y el N400.
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El razonamiento utilizado es el siguiente: el P300 representa la manifestación eléctrica
cerebral del reconocimiento y discriminación de estímulos críticos relevantes, es afectado
poco o nada por procesos de selección de respuesta, y es probable que aparezca en contextos
en los que una persona reconoce algo importante pero trata de disimular o no mostrar ese
reconocimiento. De esta forma, el P300 se presentaría en las condiciones de evaluación del
test del conocimiento culpable. Se han realizado experimentos con análogos utilizando sujetos
informados y no informados de los detalles de un crimen. En estos experimentos se emplea
una tarea de oddball modificada. La respuesta P300 variará en función del conocimiento
culpable que tengan los sujetos. Los sujetos "culpables" tratarán los estímulos de prueba de la
misma manera que los estímulos diana generando P300 de amplitud comparable ante los dos
tipos de estímulos, mientras que los sujetos sin conocimiento culpable tratarán los estímulos
de prueba como estímulos irrelevantes, generando P300 de poca o nula amplitud para ambos
estímulos. Los resultados producen una identificación correcta inocente-culpable del 100%, si
excluimos el 12.5% de sujetos en los que los resultados son inconcluyentes, y del 87.5%
incluyendo este último porcentaje. Estudios realizados con sujetos que han cometido algún
delito o falta menor han replicado estos mismos resultados, independientemente del tiempo
transcurrido desde la comisión del delito.
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y cabeza y muchos con las manos y piernas; sudar, parpadear, mantener una mayor distancia
con el receptor, hablar más lento o más rápido de lo normal; mostrar menos fluidez verbal,
hacer más pausas o agudizar el tono de voz; mostrar contradicciones entre la información
verbal y la no verbal… Algunos estudios informan que una expresión facial que dura más de
10 segundos (parecería congelada) o que sea asimétrica (que se acentúe más en un lado de la
cara que en el otro) son falsas.
En general, las claves conductuales del engaño son escasas, no aparecen en todas las
ocasiones y su ocurrencia varía con la motivación del emisor y con la temática de la
declaración. En definitiva, no hay ninguna conducta que por sí misma indique que la persona
está mintiendo.
En las últimas décadas se han desarrollado sistemas de reconocimiento informatizado de
emociones cuya utilidad en la detección de la mentira ha sido investigada. El supuesto básico
es que mentir suele conllevar simular u ocultar emociones. De acuerdo con Ekman, hay una
serie de emociones básicas cuya expresión facial también es universal. La expresión de cada
emoción particular consiste en determinados movimientos de ciertos músculos del rostro.
Algunos de estos movimientos son controlables, pero otros sólo se producen cuando la
persona experimenta la emoción de cuya expresión forman parte. De modo que si uno quiere
ocultar una emoción, sólo podrá suprimir los movimientos voluntarios de la misma, y si
quiere simular otra emoción diferente solo podrá efectuar los movimientos controlables de la
misma. Si intentamos enmascarar una emoción con otra, lo que obtendremos será una mezcla
de los movimientos automáticos de la expresión de la emoción que intentamos ocultar y los
voluntarios de la expresión de la emoción que pretendemos mostrar. En ocasiones, incluso
sucede que la expresión emocional que intentamos ocultar se muestra enteramente, pero
durante un tiempo tan breve que es difícil percibirla a simple vista.
Para examinar con exactitud la expresión de las emociones en el rostro se han elaborado
varios sistemas de codificación de la actividad facial. El que ha recibido mayor
reconocimiento es el Facial Action Coding System (Sistema de Codificación de la Acción
Facial, FACS, Ekman, Friesen y hager, 2002). El FACS permite identificar 46 “unidades de
acción” (AUs), que son los movimientos individuales del rostro y se corresponden con
acciones específicas de músculos determinados a nivel anatómico.
Cada emoción se expresa mediante determinados movimientos faciales. Así, por ejemplo,
una sonrisa verdadera consta de tres acciones de acción: AU6 + 7 +12. Además, al simular
emociones hay movimientos faciales que son difíciles de realizar, por lo que estarán ausentes
si la emoción que se pretende mostrar no es auténtica. Por ejemplo, en las sonrisas simuladas
(que se muestran sin estar alegres) la AU6 estará ausente.
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Aunque el FACS es una herramienta magnífica, presenta dos problemas. Por una parte,
exige un laborioso entrenamiento. Y, por otra, el sistema de codificación debe hacerse
fotograma a fotograma, de forma que el análisis de cada minuto de conducta requiere unos
100 minutos de trabajo. Para superar estas dificultades en los últimos años se está trabajando
en el desarrollo de mecanismos informatizados que utilicen el FACS.
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3. Imputabilidad
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Centrándonos en la imputabilidad psíquica:
- Por anomalía psíquica se refiere el legislador a defectos o disfunciones congénitas o
precozmente adquiridas (retraso mental, trastornos del desarrollo, trastornos de la
personalidad).
Por alteración psíquica se refiere a trastorno mental de nueva aparición, en una mente
previamente sana y bien desarrollada (por ejemplo, demencias).
El Trastorno Mental Transitorio es un concepto jurídico. El Tribunal Supremo exige
para su apreciación:
1- Aparición brusca.
2- Irrupción en la mente del sujeto con pérdida de facultades intelectuales y/o volitivas.
3- Duración breve.
4- Curación sin secuelas.
5- Que no sea autoprovocado para delinquir
La evaluación de la imputabilidad es una de las actuaciones del forense que reviste mayor
complejidad debido a diferentes razones: a) nuestro Código Penal no contiene una definición
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explícita de imputabilidad, lo que general controversias en su operativización y medida; b) la
evaluación de la imputabilidad se realiza de forma retrospectiva, semanas o meses después de
que los hechos tengan lugar, lo que se supone siempre una reconstrucción del estado mental
del denunciado; y c) no existe consenso sobre un protocolo válido y fiable para llevar a cabo
este cometido, sólo se cuenta con algunas recomendaciones.
En cuanto a los instrumentos de evaluación disponibles, hay que señalar que en España no se
ha desarrollado un banco de técnicas específicas de determinación de la imputabilidad. Por
tanto, se recomienda utilizar entrevista, observación y técnicas de evaluación psicológica
clínica seleccionadas por su adecuación para la evaluación de las variables de interés.
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más difíciles de demostrar y estudiar psicológicamente. Un psicólogo forense puede llegar a
relacionar e incluso explicar que la forma de afrontar determinados acontecimientos sean
capaces de generar emociones negativas, que en una persona impulsiva puedan provocar
conductas violentas; sin embargo, esto no significa que en esa ocasión determinada la persona
que está acusada actuase motivada por esas emociones.
En estos casos, la evaluación debe centrarse en la forma en la que el acusado afronta
los acontecimientos (locus de control, creencias irracionales, estrategias de afrontamiento…),
en la reacción emocional que el individuo genera el acontecimiento desencadenante y en la
personalidad del sujeto (control de impulsos, hostilidad, responsabilidad…).
Alteraciones perceptivas
Este concepto es aún más difícil de demostrar que el anterior. Se trata tanto de aquella
persona que bien desde el nacimiento o bien de forma adquirida, tiene alterada la percepción
(y por consiguiente, la consciencia de la realidad), como de quien sin tener ninguna alteración
patológica, en un momento puntual, percibe la realidad de una manera alterada. Para el caso
de una alteración persistente en el tiempo, existen pruebas objetivas como el Test del Marco y
la Varilla, o el de la Figura Enmascarada, a las que podrían añadirse:
- Judgment of Line Orientation (Benton, 1983). Que consiste en solicitarle al sujeto que
clasifique líneas en la misma inclinación que las mostradas por el examinador.
Son 30 item de los que el sujeto debe contestar correctamente 21 o más para
considerarse libre de deterioro. La mala ejecución de este test se ha relacionado
con daño neurológico en el hemisferio derecho (espacial).
- Visual Form Discrimination (Benton, 1983). 16 láminas en las que el sujeto debe
identificar un objeto entre varias opciones
- Hooper Visual Organization Test (Hooper, 1958). Son 30 dibujos troceados en forma
de puzle que el sujeto debe identificar
No existe forma de demostrar errores perceptuales puntuales (errores de percepción, ilusiones,
etc.).
Las alteraciones psicológicas en sentido amplio son una de las principales razones que
el Código Penal español recoge para la aplicación de eximentes o atenuantes según concurran
unas u otras circunstancias. La presencia de un trastorno psicológico tiene indudables
consecuencias e implicaciones legales, pero no son las mismas para todos los trastornos.
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Veamos algunos ejemplos:
- Retraso mental.
Dependiendo del nivel de retraso mental y del tipo de delito, ha sido causa de
inimputabilidad, semiimputabilidad pero también se puede dar la imputabilidad plena.
- Delirium.
A nivel penal es bastante improbable que se dé la comisión de un delito bajo un
delirium, ya que el estado de obnubilación de la consciencia que caracteriza este cuadro no
suele ser compatible con la comisión de un delito (a no ser que sea por omisión o
negligencia).
En ocasiones ha justificado la presencia de un trastorno mental transitorio. El problema es la
dificultad de la exploración retrospectiva.
- Demencias
Son causas de inimputabilidad. Cuando se encuentran en los primeros estadios suelen
apreciarse como enajenación parcial y actúan como atenuantes.
- Trastornos relacionados con sustancias (intoxicación y síndrome de abstinencia)
La dificultad de estas alteraciones en relación con la imputabilidad es determinar si en
el momento del delito el estado de intoxicación o abstinencia incidieron sobre la capacidad de
comprender o actuar. A esta dificultad hay que añadir el elevado índice de simulación y
falseamiento que entre las personas con problemas de adicción existe. Salvadas estas
limitaciones, la intoxicación y el síndrome de abstinencia son motivos de inimputabilidad. Si
se diagnostica un trastorno de adicción grave el pronunciamiento va en la dirección de la
semiimputabilidad. Todo ello dependerá en gran parte de la intensidad de la adicción, tipo de
droga, tiempo de adicción, presencia de embriaguez, y si la conducta delictiva ha sido un
medio para alcanzar la droga o en cambio es la expresión de una personalidad impulsiva o
inestable. En este sentido es importante analizar la posible existencia de una patología
subyacente.
- Trastornos relacionados con el alcohol
Este tipo de alteraciones suele afectar fundamentalmente sobre la capacidad volitiva,
en la medida en que el alcohol es un desinhibidor conductual y social. No obstante, es
recomendable la evaluación neurológica para descartar algún daño colateral derivado del
consumo. Relacionado con el consumo abusivo de alcohol se asocian patologías previas como
la fobia social o algún trastorno de la personalidad, que el perito debe descartar. Es importante
diferenciar si en el momento del delito interfirieron los trastornos por consumo de alcohol,
como dependencia y abuso, o aquellos que han podido ser inducidos por aquél (p.e. delirium,
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demencia…). En cuyo caso, aplicarían los trastornos derivados del alcohol y no los referidos
al consumo.
- Esquizofrenia y trastornos psicóticos
En contra de la opinión popular, las personas que padecen este tipo de alteraciones no
cometen más conductas delictivas que la población general, salvo en estados agudos, no
tratados y sin medidas de control. El perito debe evaluar si en el momento del delito la
persona se encontraba bajo sintomatología activa y la relación causa-efecto entre el contenido
del delirio y el delito. En general, las personas que padecen esta alteración son consideradas
inimputables si su sintomatología se encontraba activa durante el delito y semiimputables en
aquellos casos con sintomatología residual. No obstante, el padecimiento de una alteración
psicótica de carácter crónico termina afectando a toda la personalidad del sujeto y generando
ciertos efectos indirectos sobre su estado mental (p.e. motivación, estado de ánimo,
irritabilidad, dificultades sociales, etc.).
- Trastornos del estado de ánimo
Depresión y manía graves y agudas pueden ser inimputables.
No suelen aparecer sujetos delincuentes por una depresión a no ser por delitos de omisión y
maltrato por negligencia, y en algunos casos homicidios intrafamiliares o suicidios ampliados.
En la fase maníaca los sujetos pueden protagonizar conflictos sociales por insultos, agresiones
y conductas inapropiadas, suplantación de identidad, resistencia a las fuerzas del orden
públicos, agresiones sexuales y comercio sexual, exhibicionismo y estafas. La capacidad de
culpabilidad de estos sujetos queda supeditada a la clase e intensidad de los síntomas
fundamentales, negando la imputabilidad de manera absoluta (aunque comprendan el valor
real de sus actos son incapaces de inhibirlos).
- Trastornos de ansiedad
En general este tipo de alteraciones son imputables. Sin embargo, conviene valorar la
gravedad de cada caso para explorar una posible inimputabilidad o semiimputabilidad (p.e.
ataque de pánico en el momento del delito equiparable a miedo insuperable; o sintomatología
disociativa que altere el estado de la consciencia). En el caso de los trastornos de ansiedad, lo
más frecuente que el TEPT se alegue como lesión psíquica en víctimas.
- Trastornos somatomorfos
Suelen aparecer en la valoración de secuelas y solicitud de indemnizaciones, donde es
fundamental hacer el diagnóstico diferencial con la simulación.
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- Trastorno de identidad disociativo
Este trastorno genera graves problemas jurídicos y legales ya que es invocado con
mucha frecuencia por personas acusadas de delitos graves. Es de hecho, una de las
alegaciones “típicas” en los psicópatas.
La imputabilidad está afectada, dado que el fracaso en la integración de varios aspectos de la
identidad y la consciencia merman sustancialmente las capacidades cognitivas y volitivas.
- Trastornos sexuales
Las parafilias son imputables. En caso de que se determine afectación de la conducta
volitiva pudiera declararse la semiimputabilidad.
- Trastornos de control de impulsos
Trastorno explosivo intermitente, cleptomanía, piromanía o juego patológico. La
subjetividad en la vivencia del autocontrol es difícilmente evaluable, por lo que la
constatación pericial de este tipo de trastornos debe basarse más en los datos sumariales, los
datos biográficos, los perjuicios sociales y familiares, los tratamientos y recaídas, que en la
información que proporcione el interesado sobre la posible falta de control.
En general son inimputables o semiimputables según el grado de afectación. Capacidades
cognitivas conservadas, pero las volitivas se encuentran anuladas. Suelen aparecer
sentimientos de culpa.
- Trastornos de la personalidad
En general se consideran imputables, pero es un tema muy debatido y complejo. Las
capacidades cognitivas no se ven afectadas pero es difícil pronunciarse en relación a las
capacidades volitivas. Hay algunas excepciones según gravedad del trastorno y relación
directa con el delito (semiimputables).
Las personas con trastornos de personalidad suelen verse inmersas en unos u otros delitos
según los rasgos característicos de su diagnóstico:
- Paranoide: litigantes, pueden tener ideas celotípicas o de conspiración, lo cual les
lleva a cometer amenazas, insultos, lesiones por agresión y homicidios.
- Esquizoide: dificultad para conocer y asumir las normas sociales. Estos individuos
tienen a comportamientos extravagantes. Pueden realizar delitos con aparente
frialdad.
- Antisocial: mienten, manipulan, amenazan, no les motivan las normas. Pueden verse
implicados en hurtos, robos, estafas, agresiones físicas y sexuales y homicidios. El
antisocial puede ser psicópata o no, según padezca o no de déficit afectivo.
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- Histriónico: las llamadas de atención y afán de notoriedad características de este
trastorno pueden desembocar en violaciones falsas o reales con el fin de adoptar el
papel de la víctima.
- Dependencia: pueden ejecutar actos delictivos inducidos por otros, al no atreverse a
rebelarse. Como víctimas pueden verse implicadas en delitos de abuso y agresión
sexual.
Independientemente del trastorno en sí, es muy importante el estudio del caso de forma
individual.
Consideraciones
Hay que recordar que a pesar de que la detección de una alteración psicopatológica está
asociada a la exclusión de la responsabilidad criminal o a su disminución, no basta con la
mera presencia de ésta. Además, es necesario evaluar: a) el grado y la intensidad de la
alteración; b) la concurrencia de la alteración psicológica con la conducta delictiva y el grado
en el que existe una relación causal entre ambas; y c) el grado en el que la alteración
psicológica incide sobre la comprensión del hecho y la conducta volitiva.
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Destacaremos aquí además el Cuestionario de 90 Síntomas (SCL-90-R). Este
instrumento permite evaluar la sintomatología en 10 dimensiones (somatización, síntomas
obsesivos, sensibilidad interpersonal, depresión, ansiedad, hostilidad, ansiedad fóbica,
ideación paranoide y psicoticismo), así como en tres medidas globales: GSI (sufrimiento
global de la persona), PSDI (intensidad sintomática) y PST (número de síntomas). Se
considera un caso psiquiátrico cuando la persona obtiene una puntuación GSI mayor o igual a
una puntuación T de 63.
Por otra parte, el trastorno más estudiado en este campo es el Trastorno por Estrés
Post-traumático (TEPT). Existen diversos instrumentos diseñados concretamente para evaluar
este trastorno, entre los que se encuentran:
- La Escala de Gravedad de Síntomas del Trastorno de Estrés Postraumático (EGS). Es una
entrevista estructurada que sirve para evaluar la gravedad e intensidad de los síntomas de este
cuadro clínico en víctimas de diferentes sucesos traumáticos. Esta escala consta de 17 ítems,
de los que 5 hacen referencia a reexperimentación, 7 a evitación y 5 a hiperactivación. La
eficacia diagnóstica de la escala es muy alta.
- La Escala para el Estrés Postraumático Administrada por el Clínico (CAPS). Es un
instrumento que administra el evaluador mediante una entrevista semiestructurada con el
paciente. Consta de 30 ítem (que se puntúan de 0 a 4 en función de la gravedad, frecuencia e
intensidad del síntoma) y evalúa los 17 síntomas que figuran en los criterios del DSM-IV. La
persona que lo administra debe estar previamente entrenada.
- Otro instrumento más sencillo de aplicar e interpretar es la Escala de Trauma de Davidson
(DTS). La DTS es una escala autodministrada y diseñada para evaluar la frecuencia y
gravedad de los síntomas del TEPT así como los resultados del tratamiento. Consta de 17
ítems que se corresponden con los síntomas recogidos en el DSM-IV. Sobre todo se centra en
la intrusión y evitación generadas por el acontecimiento estresante, y en el embotamiento,
aislamiento e hiperactivación mostrados sin tener que relacionarlos directamente con el
acontecimiento estresante. Cada ítem puntúa dos aspectos: la frecuencia de presentación y la
gravedad del síntoma, ambos sobre una escala Likert de 5 puntos que oscila entre 0 (nunca o
gravedad nula) y 4 (diariamente o gravedad extrema). El marco de referencia temporal es la
semana previa. La DTS proporciona una puntuación total y puntuaciones en las dos
subescalas: frecuencia y gravedad. La puntuación total se obtiene sumando la puntuación en
cada ítem y oscila entre 0 y 136. Los autores proponen 40 o más puntos como punto de corte
de la escala.
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6. Valoración de la competencia para ostentar la guarda o custodia de los hijos tras un
proceso de separación o divorcio
En los casos de divorcio o separación, cuando se llega al contencioso judicial es porque las
vías de comunicación y negociación entre los padres/esposos están agotadas. El conflicto que
presentan tiene cuatro aspectos que normalmente son confundidos por los demandantes:
Toda esta información se extraerá básicamente por medio de entrevistas con ambos
progenitores e incluso con otros adultos que sean relevantes en la vida y en el desarrollo del
niño. Además se considera necesario que las entrevistas sean tanto individuales con cada
parte, como conjuntas, incluyendo también a miembros de la familia extensa si se estima
conveniente.
Las técnicas de observación constituyen el segundo método más frecuentemente
utilizado en evaluación de custodias. Su objetivo principal consiste en observar la interacción
entre los diferentes miembros de la familia. Algunos autores consideran también relevante
evaluar la interacción del niño con otros miembros de la familia extensa. Por lo general,
durante estas observaciones se pide a los participantes que lleven a cabo tareas concretas con
los niños, tales como realizar un puzzle, leer un cuento o contar historias.
Pero también puede ser de ayuda administrar pruebas concretas de autoinforme como
el BFQ, 16PF (personalidad de los adultos), BFQ-NA (personalidad de los niños), TAMAI,
BASC, ADIS (evalúan la adaptación, ajuste y patologías de los niños), MMPI, SCL-90,
MINI, STAI, BDI (para las alteraciones de los adultos).
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Asimismo se han desarrollado una serie de instrumentos en el contexto de la
evaluación de la guarda y custodia:
- Escala de Estilos Parentales de Oliva et al. (2007), que contiene de 41 ítem distribuidos en
6 factores (Afecto y comunicación, promoción de la autonomía, control conductual, control
psicológico, revelación y humor).
- Parent Perception Inventory-PPI (Hazzard y cols., 1983). Consta de 18 ítems que hacen
referencia a una lista de comportamientos de los padres respecto de sus hijos. El niño debe
responder para cada uno de sus progenitores, en una escala de cinco puntos, en función de si
dicho comportamiento lo muestra el padre ante él: "nunca", "pocas veces", "algunas veces",
"bastantes veces" o "muchas veces".
- Parent Percepcion of Child Profile-PPCP (Bricklin yElliot, 1991). Evalúa la imagen y el
conocimiento que un padre posee de su hijo, lo que ayuda al evaluador a determinar si la
percepción del progenitor sobre el niño es exacta y si refleja un interés real por el mismo. Al
mismo tiempo, ofrece al padre la oportunidad de expresar cómo conoce al niño en una
variedad de facetas importantes. Los padres pueden contestar por sí mismos al cuestionario, o
bien puede ser aplicado por el evaluador a modo de entrevista estructurada. Las respuestas se
clasifican en ocho categorías: Relaciones interpersonales; Rutina diaria; Antecedentes
médicos; Historia de desarrollo; Antecedentes escolares; Miedos; Higiene personal y Estilo de
comunicación. También contiene igualmente una escala de irritabilidad a la que ambos
progenitores deben responder en un continuo de cinco puntos (0 = no me enfada en absoluto;
1 = me enfada algo pero no levantaría la voz; 2 = me enfada lo suficiente para levantar la voz,
pero no para gritar; 3 = gritaría, pero no le pegaría; 4 = gritaría y le pegaría).
La escala permite comparar las puntuaciones de ambos padres, determinando cuál de los dos
posee un mayor conocimiento sobre cada uno de los aspectos analizados.
- Parent Stress Index-PSI (Abidin, 1990). Se ha desarrollado para valorar en qué medida los
progenitores experimentan estrés en el desempeño del papel de crianza de los hijos. Se aplica
a padres con hijos menores de 12 años. Consta de 101 ítems, que los padres deben contestar
en una escala tipo Likert de 5 puntos, que va desde" extremadamente de acuerdo" hasta
"extremadamente en desacuerdo".
- The Ackerman-Schoendorf Parent Evaluation of Custody Test-ASPECT (Ackerman y
Schoendorf, 1992). Las escalas ASPECT están específicamente diseñadas para indicar qué
padre es el más adecuado para la custodia. Tratan de precisar aquellas características que han
sido identificadas a través de la literatura como determinantes para la idoneidad de la
custodia. Se evalúan fundamentalmente las características de cada progenitor y la relación e
interacción con sus hijos, proporcionando una medida cuantitativa de estas variables, en
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forma de un "índice de custodia parental" (ICP), que sirve como indicador de la efectividad
parental. Este índice puede ser utilizado para comparar un progenitor con el otro y es el que
determina la recomendación de custodia. También es posible realizar análisis de las
diferencias entre ambos progenitores a partir de las subescalas individuales para identificar en
qué áreas difieren en mayor medida.
El ASPECT se divide en tres escalas: la Escala Observacional (EO), la Escala Social
(ES) y la Escala Emocional Cognitiva (EE-C). La EO evalúa la autopresentación del
progenitor durante el proceso de evaluación (apariencia física de los padres, forma en que
interactúan con el examinador, con el niño y con el otro progenitor, comprensión inicial y la
articulación de los efectos del divorcio en el niño, percepción del padre sobre sus habilidades
parentales). La ES refleja las relaciones interpersonales en los aspectos familiares y sociales
(conducta e interacción social de cada progenitor con los otros: con el niño, con el otro
progenitor y con la comunidad). La EE-C mide la afectividad y la capacidad cognitiva del
individuo en relación con la crianza del niño (salud psicológica y la madurez emocional de los
padres: estado psicológico actual, antecedentes psiquiátricos, nivel de estrés y funcionamiento
cognitivo general).
En primer lugar, cada padre completa un "cuestionario para padres", cuyo contenido se
centra en aspectos relacionados con la preferencia de custodia, convivencia y cuidado de los
niños, desarrollo y educación de los hijos, relación entre el padre y los menores. Se incluyen,
además, cuestiones sobre la vida de los padres: existencia de tratamientos psiquiátricos o
psicológicos (pasados o presentes), abuso de sustancias (en el pasado/presente), antecedentes
penales. Finalmente, el examinador completa un cuestionario para cada uno de los padres de
56 ítems que reflejan las variables más significativas en la evaluación de custodia. Doce de
estos ítems son considerados como críticos, por ser indicadores significativos de déficit
parental. Para su cumplimentación, el examinador utiliza información derivada de diferentes
fuentes, siendo las principales: las observaciones y las entrevistas realizadas con los padres
individualmente y con los hijos; los resultados de tests administrados a los padres y a los
niños, y las respuestas de los padres al "cuestionario para padres".
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