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1.- Introducción a los aspectos formales del Razonamiento Silogístico.

La teoría del silogismo categórico constituye el núcleo principal de la lógica


tradicional: desde Aristóteles a Kant.

Un SILOGISMO CATEGÓRICO es una inferencia a partir de dos premisas, en la


que tanto esta como la conclusión son proposiciones categóricas. Una PROPOSICIÓN
CATEGÓRICA es un enunciado que establece una relación determinada entre los
elementos pertenecientes a dos conjuntos o categorías de cosas. Existen 4 tipos o
modos de proposiciones categóricas conocidas tradicionalmente según la siguiente
terminología:

 A: UNIVERSAL AFIRMATIVA (todo A es B): todos los elementos del conjunto A


pertenecen al conjunto B.
 E: UNIVERSAL NEGATIVA (ningún A es B): ninguno de los elementos del
conjunto A pertenece al conjunto B.
 I: PARTICULAR AFIRMATIVA (algún A es B): algún elemento del conjunto A
pertenece al conjunto B.
 O: PARTICULAR NEGATIVA (algún no A no es B): algún elemento del conjunto
A no pertenece al conjunto B.

Todo silogismo consta de 3 términos: el término menor, que es sujeto de la


conclusión y figura en una de las 3 premisas (en la premisa menor); el término medio,
que figura en ambas premisas, pero no en la conclusión; y el término mayor, que es
predicado de la conclusión y figura en la otra premisa (en la premisa mayor). Ahora se
presenta un ejemplo para ver esto:
Además, atendiendo a la colocación del término medio en las premisas,
tradicionalmente, se han clasificado todos los silogismos en 4 figuras:

 FIGURA 1: el término medio es sujeto en la premisa mayor y predicado en la


menor.
 FIGURA 2: el término medio es predicado en ambas premisas.
 FIGURA 3: el término medio es sujeto en ambas premisas.
 FIGURA 4: el término medio es predicado en la premisa mayor y sujeto en la
menor.

Atendiendo a la cualidad y cantidad de las premisas y de la conclusión (que


pueden adoptar la forma A, E, I, u O), dan lugar a 64 combinaciones posibles, que,
multiplicados por las cuatro figuras nos da un total de 256 modos silogísticos posibles.
De ellos, solo 24 son modos válidos o lógicamente concluyentes. Un SILOGISMO
VÁLIDO es aquel cuya conclusión se deriva necesariamente de las premisas; es decir, si
las premisas son ciertas, la conclusión también lo es. No debemos confundir verdad
con validez. Un silogismo puede ser válido pero no verdadero.

La logística tradicional nos ha proporcionado un medio para averiguar si un


silogismo es válido o no. Este medio se basa en un análisis de las relaciones
estructurales entre los términos del silogismo. A este medio se le denomina
“distribución de los términos”.

“DISTRIBUCIÓN DE LOS TÉRMINOS”: un término está distribuido en una proposición


categórica cuando supone universalmente, esto es, cuando está tomado en la
totalidad de su extensión, entendiéndose que lo que se afirme o niegue en esa
proposición debe afirmarse o negarse de todos y cada uno de los individuos
contenidos en dicha extensión. Un término no estará distribuido cuando está tomado
tan solo en parte de su extensión (lo que afirme o niegue de él será verdad de alguno
pero no necesariamente de todos los individuos contenidos en dicha extensión).

En el caso de los términos sujeto (la suposición universal o particular es


manifiesta atendiendo a la partícula que los antecede), A y E sí distribuyen sus
términos del sujeto mientras que I e O no distribuyen sus términos del sujeto. Sin
embargo el concepto de distribución no está tan claro para el caso de los predicados.
Los enunciados A e I no distribuyen el predicado ya que "Todo A es B" puede
interpretarse como que hay Bs que no son As y, el mismo razonamiento se puede
aplicar para "Algún A es B". Por el contrario, los
enunciados negativos (E, O) sí distribuyen sus términos
del predicado ya que "Ningún A es B" excluye a todos
los B de ser A y "Algún A no es B" excluye a algunos A
de todos los B. la siguiente tabla se resume la
distribución o no de cada uno de los términos para cada
uno de los términos para los cuatro tipos de
proposición categórica.

Partiendo del concepto de distribución la silogística clásica, establece los


siguientes axiomas que debe cumplir un silogismo para ser válido:
1. Axioma de cantidad:
a. El término medio debe distribuirse al menos una vez.
b. Ningún término puede ser distribuido en la conclusión si no es
distribuido en las premisas.
2. Axioma de calidad:
a. Si ambas premisas son negativas no existirá conclusión válida.
b. Si una premisa es negativa la conclusión, de haberla, será negativa.
c. Si ninguna premisa es negativa la conclusión de, de haberla, será
positiva.
Así, cualquier silogismo que falle aunque sólo sea uno de los 5 axiomas no será
válido en el sentido de que la conclusión no se derivará necesariamente de las
premisas. A continuación se presenta un ejemplo.
2.- Teorías sobre el error en el razonamiento silogístico.
Las primeras teorías sobre razonamiento silogístico surgieron en los años 30 en
el contexto de una visión esencialmente racionalista de la actuación del ser humano en
tareas de razonamiento. Las posturas racionalistas se caracterizan por defender la
“competencia lógica” del ser humano. Partiendo de este punto de vista, y aceptando el
hecho de que los individuos de nuestra cultura comente, independientemente del
nivel cultural y otras variables, errores sistemáticos y clasificables a la hora de
acometer las distintas tareas de razonamiento (más específicamente, de razonamiento
silogístico), no es de extrañar que las primeras teorías al respecto se ocupasen
primordialmente de intentar explicar porque se producen estos.

2.1.- LA TEORÍA DEL “EFECTO ATMÓSFERA” (Woodworth y Sells, 1935).

Esta teoría ha recibido una gran atención desde su formulación original y, aún
hoy, sus predicciones siguen poniéndose a prueba, en ocasiones de forma exitosa. La
atención que ha recibido esta teoría haya sido debida al planteamiento totalmente
revolucionario que subyace a la misma; en un momento en que se suponía de forma
generalizada una “cierta” competencia lógica por parte de los sujetos enfrentados a
tareas de razonamiento, Woodworth y Sells plantean la posibilidad de que los sujetos
no saquen las conclusiones de las premisas de forma razonada y lógica (analizando de
forma exhaustiva las relaciones de inclusión entre los términos del silogismo), sino
basándose en la “atmósfera” creada por las premisas del silogismo (una especie de
impresión global, de “gestalt”, producida por la cantidad –universal o particular- y la
cualidad –afirmativa o negativa- de las premisas). Más explícitamente, la teoría
propuesta por Woodworth y Sells se basa en 3 hipótesis:

1. Algunos de los errores producidos por los sujetos que solucionan silogismos se
deben a la ambigüedad del lenguaje en que se expresa el silogismo.
2. La segunda hipótesis consiste en que, ante un experimento de razonamiento
silogístico, el sujeto mostrará cierta cautela o precaución. Esta cautela se
reflejará en que el sujeto mostrará cierta preferencia por la aceptación de
conclusiones particulares frente a las universales, y negativas frente a positivas.
3. La tercera hipótesis es la de la “atmósfera”, que es la que da nombre a la
propuesta de estos autores. Según esta hipótesis, la cantidad y cualidad de las
premisas crean una atmósfera determinada que puede ser afirmativa o
negativa, universal o particular. Basándose en esta “atmósfera” creada por las
premisas, los sujetos mostrarán una tendencia a escoger o construir una
conclusión que tenga la misma “atmósfera” que las premisas. La hipótesis del
efecto atmósfera se concreta en tres principios muy simples:
o Si ambas premisas son del mismo tipo (AA, EE, II, OO), los sujetos
mostrarán una fuerte tendencia a construir una conclusión correlativa.
o Si al menos una de las dos premisas es particular, encontraremos una
fuerte tendencia a escoger una conclusión particular.
o Si al menos una de las dos premisas es negativa, encontraremos una
fuerte tendencia a escoger una conclusión negativa.

CONCLUSIÓN: la teoría del “efecto atmósfera” representa un duro golpe para


cualquier concepción que defienda, en términos generales, la competencia racional de
los sujetos a la hora de afrontar tareas de razonamiento silogístico. Parece que los
sujetos ante la perspectiva de las múltiples interpretaciones que pueden recibir las
premisas y la multitud de combinaciones posibles entre las mismas, optan por una
solución más parsimoniosa, más “económica”: dejarse guiar por el aspecto global de
las dos premisas como un todo. Esta estrategia da lugar a una correcta interpretación
de gran parte de los silogismos que tienen una conclusión válida, pero los errores que
acarrea quedan de manifiesto cuando no existe ninguna conclusión que se pueda
inferir de forma necesaria de las premisas y, a pesar de ello, los sujetos tienden a dar
una respuesta. Tampoco explica las respuestas correctas a silogismos cuya conclusión
no coincide con la atmósfera de las premisas. Por último, tampoco explica las
fluctuaciones de las respuestas en función del contenido de los silogismos.

2.2.- TEORÍAS BASADAS EN LA CONVERSIÓN ILÍCITA DE LAS PREMISAS.

Podemos identificar esta forma de plantear la cuestión con lo que llamamos


“constructivismo radical” (Henle), esto es, el argumento de que resulta cuando menos
difícil obtener datos sobre la incompetencia lógica de los sujetos debido a que nunca
podemos estar verdaderamente seguros de que éstos están realmente actuando sobre
la misma tarea que les proponemos. En último término, los sujetos pueden haber
trasformado las premisas de forma idiosincrásica tal que la respuesta que nosotros
juzgamos objetivamente como incorrecta no lo sea si consideramos la reconstrucción
de la tarea que hace el sujeto.

La explicación de los errores en tareas silogísticas como fruto de conversiones


no válidas fue propuesta en primer lugar por Chapman y Chapman. Según estos
autores, buena parte de los errores que cometen los sujetos en tareas silogísticas se
explican por la fuerte tendencia existente a aceptar la conversión de las proposiciones
categóricas “A” y “O”. Esto es, los sujetos tienden a pensar que si “Todos los X son Y”,
también es cierto que “Todos los Y son X”, y que si “Algunos X no son Y”, entonces,
“Algunos Y no son X”. Por supuesto, estas conversiones no son lícitas en lógica formal
aunque si lo son las de los otros dos tipos de proposiciones: “E” y “I”. Así, si tenemos
una proposición Particular Afirmativa como “Algún X es Y”, podemos convertirla
lícitamente en “Algún Y es X”, y una proposición Universal Negativa como “Ningún X es
Y” puede ser convertida en “Ningún Y es X”.

Como destacan Chapman y Chapman, esta tendencia a aceptar las conversiones


ilícitas de las proposiciones categóricas “A” y “O”, pueden tener su “justificación
racional” en la experiencia que los sujetos tienen de la realidad. De hecho, con ciertos
contenidos “reales” la conversión de estas proposiciones suele dar como resultado la
obtención de proposiciones verdaderas.

Para poner a prueba su hipótesis los Chapman pidieron a un grupo de sujetos que
escogieran la conclusión correcta a una serie de silogismos como los que se muestran en el
siguiente cuadro:

En el cuadro podemos observar el tanto por ciento de sujetos que escogió cada
una de las conclusiones para cada uno de los silogismos. Lo primero que llama la
atención es que estos resultados coinciden con los predichos por la teoría del efecto
atmósfera1. Así, dos premisas Universales Afirmativas crean una atmósfera Universal
Afirmativa, una Universal Afirmativa y una Particular Afirmativa crea una atmósfera
Particular Afirmativa. Ahora bien, si nos fijamos bien, observamos que podríamos
predecir los mismos resultados si suponemos que, como afirma la teoría de la
conversión, los sujetos convierten ilícitamente la premisa Universal Afirmativa “Todos
los P son M” en la premisa “Todos los M son P”.

CONCLUSIÓN: la teoría de la conversión representa una alternativa racionalista


a la teoría del “efecto atmósfera”. Para esta última, los sujetos intentan ser
consistentes en sus respuestas a tareas silogísticas, pero basan su consistencia en la
impresión global producida por las premisas que es una forma fundamentalmente no
lógica de afrontar dichas tareas. Por el contrario, según la teoría de la conversión los
sujetos afrontan los problemas silogísticos intentando en todo momento extraer las
conclusiones de acuerdo con la lógica; el que no lo logren es debido a errores en la
comprensión de las propias premisas a partir de las cuales deben ser deducidas las
conclusiones.

1
Subrayados en la tabla.
De todas formas, en clase destacamos que los propios Woodworth y Sells
incorporan en su teoría elementos que nos hacen dudar de sus conclusiones sobre la
incompetencia lógica de los sujetos:
 En primer lugar podemos apreciar que los principios que rigen la atmósfera de
los silogismos tienen cierta relación con los axiomas de calidad propuestos por
la lógica tradicional (4º y 5º axiomas).
 En segundo lugar, los principios de ambigüedad del lenguaje y de cautela
reconocen implícitamente que los sujetos se enfrentan a los silogismos con una
cierta lógica.
 En tercer lugar, no puede dejar de sorprendernos el comprobar que los sujetos
basándose exclusivamente en los principios del efecto atmósfera acertarían un
gran porcentaje de las conclusiones correctas de aquellos silogismos con
conclusión válida.
 Por último, no podemos esperar que sujetos no entrenados específicamente en
estas tareas dominen el lenguaje altamente técnico de la silogística y las
complejas relaciones de distribución de los términos en dicha tarea.

2.3.- LA INFLUENCIA DEL CONTENIDO EN EL RAZONAMIENTO SILOGÍSTICO:


CONOCIMIENTOS PREVIOS, CREENCIAS Y ACTITUDES.

Una variable cuya relevancia sobre la acción de los sujetos en tareas de


razonamiento deductivo ha sido ampliamente discutida es la del contenido del
silogismo. Hay cada vez más pruebas en apoyo de que la resolución de silogismos
categóricos no es ajena en absoluto al tipo de contenido que lo forma.

La introducción de contenidos temáticos (por oposición a los abstractos) hace


que los sujetos elijan conclusiones acordes con sus creencias o convicciones. Cuando a
los sujetos se les presenta un silogismo que coincida con sus convicciones suelen
elegirlo sin tener en cuenta la corrección o incorrección de sus inferencias.

Cuando estos silogismos se presentan en su forma simbólica, muchos sujetos


optan, tal como predecirían el efecto atmósfera o la teoría de la conversión ilícita, por
extraer la conclusión Particular Negativa o Universal Positiva. Por el contrario, cuando
el silogismo se presenta con contenidos “reales” pocos sujetos extraen la conclusión
lógicamente equivalente. Una interpretación posible es que los contenidos reales en
este caso bloquean el uso de una estrategia basada en la atmósfera de las premisas, o
en la conversión ilícita de la premisa Universal Afirmativa. De todas formas, hay que
tener en cuenta que aunque determinados contenidos como los de los silogismos
anteriores pueden funcionar "bloqueando" las estrategias de atmósfera o de
conversión, e impidiendo, por tanto, que los sujetos escojan o construyan ciertas
conclusiones no válidas, esto no significa, ni mucho menos que faciliten la elección de
la conclusión correcta.
CONCLUSIÓN: parece ampliamente demostrado que los sujetos humanos no
son indiferentes a los distintos tipos de contenidos que pueden formar parte de una
tarea de razonamiento deductivo (ej.- de razonamiento silogístico) la actuación de los
sujetos difiere sustancialmente si los contenidos son abstractos o concretos
(temáticos), si entran en contradicción o no con sus creencias, conocimientos
anteriores o deseos.

La constatación de este hecho ha sido utilizada en ocasiones como una prueba


palpable de la irracionalidad del ser humano, o más específicamente, como una
prueba de la no existencia de ningún tipo de competencia lógica en el desempeño de
las distintas tareas de razonamiento. Morgan y Morton (1944) a la luz de sus
investigaciones sobre el razonamiento silogístico en las que utilizaban materiales con
claros componentes actitudinales, motivacionales, etc.: “la única forma de la cual
podemos estar relativamente seguros de que las inferencias de una persona serán
lógicas es cuando conducen a una conclusión que ya ha sido aceptada”.

La resolución de silogismos es una tarea extremadamente compleja; resolver


un silogismo implica:

 La capacidad para aceptar dicha tarea desde supuestos estrictamente


lógicos.
 La motivación suficiente para llevar a cabo toda la serie de pacientes
combinaciones de las múltiples interpretaciones que pueden recibir las
premisas del mismo.
 Estar en situación de distinguir entre el uso enormemente restringido que
se hace del lenguaje en lógica y el uso normal del mismo con sus reglas
implícitas que constituyen la base de la comunicación cotidiana.

Ante esta complejidad, no es de extrañar que los sujetos se valgan de


estrategias para abordar las tareas silogísticas (y todas las tareas de razonamiento, en
general) de una forma más “económica”. Ante silogismos abstractos el sujeto el sujeto
puede intentar la solución por medio de estrategias globales basadas en los rasgos más
superficiales de los mismos. Ante silogismos con contenidos concretos el sujeto puede,
y seguramente se ve obligado a, apoyarse en sus conocimientos, creencias, opiniones
para obtener la conclusión válida (que no tiene por qué ser válida en el sentido
silogístico del término). En definitiva, las estrategias de razonamiento de los sujetos no
se desarrollan en el vacío, sino como medio de construir un sistema de relaciones en
su medio que le permita comportarse de la forma más adaptativa posible; esto hace
que estas estrategias estén necesariamente impregnadas de contenidos e incluso que
sean absolutamente indisociables de éstos. No parece, en mi opinión, muy acertado
analizar esta situación en términos de racionalidad o irracionalidad o de competencia
lógica o no del ser humano.
INVESTIGACIONES EMPÍRICAS SOBRE EL RAZONAMIENTO SILOGÍSTICO: la pionera en
el estudio de la influencia del contenido en el razonamiento silogístico fue Monna
Wilkins (1928).
En su investigación utilizó silogismos con cuatro tipos de contenidos: abstracto,
temático, no familiar para los sujetos (términos científicos) y concreto pero con
conclusión en contra de la creencia de los sujetos.
Los resultados indicaron que el contenido temático facilita la resolución del
silogismo pero esta facilitación se reduce cuando la conclusión no concuerda con las
creencias de los sujetos.
Algunos autores han intentado explicar el sesgo de las creencias basándose en
la idea de interpretación errónea o conversión ilícita de las premisas. Sin embargo, los
datos experimentales parecen apoyar más la idea del sesgo de creencias.
EXPERIMENTO DE EVANS, BARSTON Y POLLARD (1983):

Es algo creíble y lógico


en nuestra realidad.

No es creíble porque no coincide


con lo que nosotros entendemos
por buena nutrición.

No es válido aunque sí
coincide con la realidad.

No es válido y además no
coincide con la realidad.

Se descubrió que el porcentaje de los válidos es mayor es mayor de los no


válidos. Esto quiere decir que los silogismos válidos son los aceptados que los no
válidos. Esto pasa igual con creíble-no creíble.
En resumen:
 Existe una influencia de la lógica y de las creencias en la elaboración o la
aceptación de la conclusión de un argumento silogístico.
 Las conclusiones creíbles se aceptan más fácilmente que las no creíbles.
 Las conclusiones válidas se aceptan más fácilmente que las no válidas.
 Existe una interacción entre lógica y creencias, de forma que el sesgo de
creencias es más intenso en silogismos válidos que en silogismos no
válidos.
Se presentaron diferentes modelos explicativos:

MODELO DEL ESCRUTINIO SELECTIVO: el sujeto acepta la conclusión si éste concuerda


con sus creencias, sin someterla a ningún tipo de análisis lógico. En el caso de que no
concuerde con sus creencias, entonces obtendrá la conclusión basándose en el análisis
lógico de las premisas. La aceptación no crítica de las conclusiones creíbles afecta más
a los silogismos no válidos.

MODELO DE NECESIDAD MAL INTERPRETADA: como su nombre indica el problema


radica en una mala interpretación del concepto de necesidad lógica. El sujeto procede
en primer lugar al análisis lógico de la conclusión para ver si está determinada por las
premisas o es falsa. En caso de no poder decidirse basará su respuesta en la
credibilidad de la conclusión.

TEORÍA DE LOS MODELOS MENTALES: esta teoría propone que el sesgo de creencias
afecta al proceso mismo de inferencia. Si la conclusión resulta creíble el sujeto no se
molestará en buscar posibles contra-argumentos. Por el contrario, si no lo es, tendrá
más motivación para buscar posibles conclusiones alternativas. Por lo tanto, cuantos
más modelos sean posibles mayor efecto de las creencias encontraremos. A este
respecto los datos experimentales son contradictorios. Los datos experimentales
concluyen que ninguna de las teorías resulta totalmente satisfactoria aunque la teoría
de los modelos mentales está recibiendo un apoyo muy fuerte (por ejemplo, Evans
Newstead, Allen y Pollard, 1994; Santamaría, García Madruga y Carretero, 1996).
Esta teoría intenta hacer hincapié no tanto en la explicación de los errores
como en las estrategias y procesos que los sujetos utilizan para realizar estas tareas.
Intenta ser una alternativa a la dicotomía logicismo-antilogicismo caracterizando la
resolución de silogismos en términos de una habilidad diferencialmente adquirida por
los distintos sujetos en las que se ponen en juego tanto factores de tipo psicológico
(capacidad de la memoria en funcionamiento, construcción de representaciones
analógicas o imaginativas, etc.) como factores lógicos (capacidad de comprobación
exhaustiva de diferentes representaciones, efecto de la figura del silogismo en la
dirección de la conclusión, etc.).

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