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Esta teoría ha recibido una gran atención desde su formulación original y, aún
hoy, sus predicciones siguen poniéndose a prueba, en ocasiones de forma exitosa. La
atención que ha recibido esta teoría haya sido debida al planteamiento totalmente
revolucionario que subyace a la misma; en un momento en que se suponía de forma
generalizada una “cierta” competencia lógica por parte de los sujetos enfrentados a
tareas de razonamiento, Woodworth y Sells plantean la posibilidad de que los sujetos
no saquen las conclusiones de las premisas de forma razonada y lógica (analizando de
forma exhaustiva las relaciones de inclusión entre los términos del silogismo), sino
basándose en la “atmósfera” creada por las premisas del silogismo (una especie de
impresión global, de “gestalt”, producida por la cantidad –universal o particular- y la
cualidad –afirmativa o negativa- de las premisas). Más explícitamente, la teoría
propuesta por Woodworth y Sells se basa en 3 hipótesis:
1. Algunos de los errores producidos por los sujetos que solucionan silogismos se
deben a la ambigüedad del lenguaje en que se expresa el silogismo.
2. La segunda hipótesis consiste en que, ante un experimento de razonamiento
silogístico, el sujeto mostrará cierta cautela o precaución. Esta cautela se
reflejará en que el sujeto mostrará cierta preferencia por la aceptación de
conclusiones particulares frente a las universales, y negativas frente a positivas.
3. La tercera hipótesis es la de la “atmósfera”, que es la que da nombre a la
propuesta de estos autores. Según esta hipótesis, la cantidad y cualidad de las
premisas crean una atmósfera determinada que puede ser afirmativa o
negativa, universal o particular. Basándose en esta “atmósfera” creada por las
premisas, los sujetos mostrarán una tendencia a escoger o construir una
conclusión que tenga la misma “atmósfera” que las premisas. La hipótesis del
efecto atmósfera se concreta en tres principios muy simples:
o Si ambas premisas son del mismo tipo (AA, EE, II, OO), los sujetos
mostrarán una fuerte tendencia a construir una conclusión correlativa.
o Si al menos una de las dos premisas es particular, encontraremos una
fuerte tendencia a escoger una conclusión particular.
o Si al menos una de las dos premisas es negativa, encontraremos una
fuerte tendencia a escoger una conclusión negativa.
Para poner a prueba su hipótesis los Chapman pidieron a un grupo de sujetos que
escogieran la conclusión correcta a una serie de silogismos como los que se muestran en el
siguiente cuadro:
En el cuadro podemos observar el tanto por ciento de sujetos que escogió cada
una de las conclusiones para cada uno de los silogismos. Lo primero que llama la
atención es que estos resultados coinciden con los predichos por la teoría del efecto
atmósfera1. Así, dos premisas Universales Afirmativas crean una atmósfera Universal
Afirmativa, una Universal Afirmativa y una Particular Afirmativa crea una atmósfera
Particular Afirmativa. Ahora bien, si nos fijamos bien, observamos que podríamos
predecir los mismos resultados si suponemos que, como afirma la teoría de la
conversión, los sujetos convierten ilícitamente la premisa Universal Afirmativa “Todos
los P son M” en la premisa “Todos los M son P”.
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Subrayados en la tabla.
De todas formas, en clase destacamos que los propios Woodworth y Sells
incorporan en su teoría elementos que nos hacen dudar de sus conclusiones sobre la
incompetencia lógica de los sujetos:
En primer lugar podemos apreciar que los principios que rigen la atmósfera de
los silogismos tienen cierta relación con los axiomas de calidad propuestos por
la lógica tradicional (4º y 5º axiomas).
En segundo lugar, los principios de ambigüedad del lenguaje y de cautela
reconocen implícitamente que los sujetos se enfrentan a los silogismos con una
cierta lógica.
En tercer lugar, no puede dejar de sorprendernos el comprobar que los sujetos
basándose exclusivamente en los principios del efecto atmósfera acertarían un
gran porcentaje de las conclusiones correctas de aquellos silogismos con
conclusión válida.
Por último, no podemos esperar que sujetos no entrenados específicamente en
estas tareas dominen el lenguaje altamente técnico de la silogística y las
complejas relaciones de distribución de los términos en dicha tarea.
No es válido aunque sí
coincide con la realidad.
No es válido y además no
coincide con la realidad.
TEORÍA DE LOS MODELOS MENTALES: esta teoría propone que el sesgo de creencias
afecta al proceso mismo de inferencia. Si la conclusión resulta creíble el sujeto no se
molestará en buscar posibles contra-argumentos. Por el contrario, si no lo es, tendrá
más motivación para buscar posibles conclusiones alternativas. Por lo tanto, cuantos
más modelos sean posibles mayor efecto de las creencias encontraremos. A este
respecto los datos experimentales son contradictorios. Los datos experimentales
concluyen que ninguna de las teorías resulta totalmente satisfactoria aunque la teoría
de los modelos mentales está recibiendo un apoyo muy fuerte (por ejemplo, Evans
Newstead, Allen y Pollard, 1994; Santamaría, García Madruga y Carretero, 1996).
Esta teoría intenta hacer hincapié no tanto en la explicación de los errores
como en las estrategias y procesos que los sujetos utilizan para realizar estas tareas.
Intenta ser una alternativa a la dicotomía logicismo-antilogicismo caracterizando la
resolución de silogismos en términos de una habilidad diferencialmente adquirida por
los distintos sujetos en las que se ponen en juego tanto factores de tipo psicológico
(capacidad de la memoria en funcionamiento, construcción de representaciones
analógicas o imaginativas, etc.) como factores lógicos (capacidad de comprobación
exhaustiva de diferentes representaciones, efecto de la figura del silogismo en la
dirección de la conclusión, etc.).