Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
La Novela Como Historia PDF
La Novela Como Historia PDF
L TEMA DE ESTE ENSAYO me lo sugirió una entrevista con Gabriel García Márquez Página anterior:
en un documental de la televisión británica en 1990. En este programa, el
E
Primera edición de Cien años de sole-
dad, colección de Libros raros y ma-
periodista barranquillero Julio Roca decide ir en busca de Macondo. Su bús- nuscritos, Biblioteca Luis Ángel
queda le conduce inevitablemente a interrogar al premio Nobel colombiano Arango.
sobre la “matanza de las bananeras”, sobre los trágicos resultados de la famosa huelga de 1 Una primera versión de este
1928 contra la United Fruit Company. La respuesta del novelista fue para mí una sorpresa. ensayo fue presentada ante la
Según García Márquez, sólo un pequeño número de personas —3, 5 ó 17—, habrían muer- Sociedad Anglo-Colombiana en el
Canning House de Londres, en el
to durante la huelga, cifras significativamente distantes de los 3.000 muertos que aparecen St Antony’s College de la Univer-
en su novela, la cifra aceptada hoy como verdad histórica en Colombia. sidad de Oxford y en el Instituto
Ortega y Gasset en Madrid, oca-
siones en las cuales recibí útiles
Las bananeras —dijo García Márquez en dicho programa— es tal vez el comentarios. Esta versión fue
recuerdo más antiguo que tengo... Fue una leyenda, llegó a ser tan legen- publicada originalmente en inglés
en el Journal of Latin American
dario que cuando yo escribí Cien años de soledad pedí que me hicieran Studies (mayo de 1998). Agra-
investigaciones de cómo fue todo y con el verdadero número de muertos, dezco las sugerencias y las críticas
constructivas de los tres lectores
porque se hablaba de una masacre, de una masacre apocalíptica. No que- anónimos del Journal. Gilma
dó muy claro nada pero el número de muertos debió ser bastante reduci- Rodríguez, en el Banco de la
do... Lo que pasa es que 3 ó 5 muertos en las circunstancias de ese país, en República, Malcolm Deas, en Ox-
ford, Ramón Illán Bacca, en la
ese momento debió ser realmente una gran catástrofe y para mí fue un Universidad del Norte de Barran-
problema porque cuando me encontré que no era realmente una matanza quilla, y David Bushnell, en la
Universidad de la Florida (Gaines-
espectacular en un libro donde todo era tan descomunal como en 100 años ville), me facilitaron valiosos
de soledad, donde quería llenar un ferrocarril completo de muertos, no documentos. Ellos, por supuesto,
podía ajustarme a la realidad histórica... decir que todo aquello sucedió no tienen ninguna responsabilidad
sobre las opiniones expresadas en
para 3 ó 7 muertos, o 17 muertos... no alcanzaba a llenar... ni un vagón. este artículo.
Entonces decidí que fueran 3.000 muertos, porque era más o menos lo que 2 My Macondo, Dal Weldon (direc-
entraba dentro de las proporciones del libro que estaba escribiendo. Es tor), (Canal 4, Londres, 1990), en
el British Film Institute, Londres.
decir, que ya la leyenda llegó a quedar ya establecida como historia2. Véanse también las memorias de
García Márquez, “Vivir para con-
tarlo”, en El Tiempo, 22 de marzo
Efectivamente, el número de víctimas se registra por primera vez en uno de los
de 1998, pág. 3B.
pocos diálogos de su novela: 3 Gabriel García Márquez, Cien
años de soledad, Barcelona, 1995,
José Arcadio Segundo no habló mientras no terminó de tomar el café pág. 375. “Eran más de tres mil —
fue todo lo que dijo José Arcadio
— Debían ser como tres mil —murmuró. Segundo—. Ahora estoy seguro
— ¿Qué? que eran todos los que estaban en
la estación”, ibíd., pág. 382.
— Los muertos —aclaró él—. Debían ser todos los que estaban en la Véanse también ibíd., págs. 408,
estación3. 423 y 429.
La historia del huracán que, en la forma de una compañía gringa de bananos, destruyó
Macondo es bien conocida por los lectores de Cien años de soledad: Macondo era un
lugar próspero hasta que llegó la explotación y la corrupción de la compañía frutera; la
ola de destrucción se completó durante una huelga general, cuando 3.000 trabajadores
fueron masacrados por el ejército; este episodio, sin embargo, fue borrado de la me-
moria colectiva: a los recuerdos de los sobrevivientes se contrapuso una falsa versión
de los eventos, aceptada por los historiadores y repetida en los textos escolares: “aquí
no ha habido muertos”. La historia se convirtió en leyenda. García Márquez nos revela
ahora que la masacre apocalíptica descrita en su novela no ocurrió en tan dramáticas
dimensiones; pero ahora la leyenda ha sido adoptada como historia.
4 Ibíd., pág. 377.
5 Como Michael Bell ha observado,
Dos leyendas contradictorias y dos versiones contrarias de la historia, popularizadas
existen dos líneas principales de por el trabajo de un novelista: ¿qué importancia tiene discutir sobre ellas? Para algu-
interpretación sobre Cien años de
nos críticos literarios esta discusión es de sumo interés, ya que su análisis de Cien
soledad: una enfatiza la dimensión
ficticia, la otra la visión histórica; años de soledad “enfatiza el carácter fidedigno de su visión histórica”5. Y, por su-
ésta última, “generalmente por puesto, la pregunta “cómo interpretamos lo que se nos ofrece como ‘realidad’” en la
especialistas sobre la región”.
Véase Bell, Gabriel García Már-
novela, está con frecuencia en el centro del debate literario. De acuerdo con Michael
quez, Basingstoke y Londres, Wood, “la textura de la novela está compuesta de leyendas tratadas como verdades
1993, pág. 2.
—porque son verdades para quienes creen en ellas—, pero también [...] [son] he-
6 Michael Wood, García Márquez.
100 Years of Solitude, Cam-
chos reales en los que nadie quiere creer”6. No es mi intención, sin embargo, cues-
bridge, 1990, pág. 58. tionar las formas en que García Márquez usa la historia con propósitos artísticos y
reunido en julio de 1928, cuando se aprobó la organización de una insurrección 57 En representación de los venezola-
general que coincidiese con una huelga de trabajadores en la zona bananera, y que nos asistieron Arévalo Cedeño, el
general Carabaño y Pedro Elías
tendría lugar en 1929. La dirigencia del PSR se reunió en Chocontá con revolucio- Aristigueta. Véase Uribe, Los años
narios veteranos del liberalismo y las fuerzas de oposición al dictador Gómez en escondidos, págs. 242-252. Las
Venezuela, con el fin de coordinar una insurrección simultánea en ambos países57. fuerzas de oposición a Gómez
lideraron en 1929 una revolución
Las noticias sobre el ingreso del PSR a la Internacional Comunista, divulgada el 28 frustrada. Véase Caballero, Gómez.
de noviembre, alimentaron los temores gubernamentales de una “amenaza bolchevi- El tirano liberal, págs. 289-326.
que”58. El 18 de noviembre, el PSR había advertido a Mahecha “no confundir la 58 Torres Giraldo, Los inconformes,
vol. 4, pág. 939; CSTC, Bana-
huelga con la insurrección”. Al desatarse los eventos, sin embargo, la instrucción del neras, pág. 104.
PSR a sus miembros fue “lanzarse a la acción directa”59. 59 Citado en Arango, Los sobrevi-
vientes (segunda edición), págs.
146, 165-166.
En retrospectiva, es fácil argumentar que el gobierno reaccionó en forma exagerada 60 Medina, Historia del partido co-
frente a las “amenazas de insurrección”. Efectivamente, los periódicos de la oposi- munista, pág. 135.
ción, como El Espectador, acusaron al gobierno de crear una revolución imaginaria. 61 LeGrand, “El conflicto de las
Medófilo Medina también se refiere al “novelón del gobierno”, “una farsa, monta- bananeras”, pág. 206. Sobre las
amenazas de rebeliones liberales en
da”60. Pero las evidencias señaladas con anterioridad, casi todas provenientes de fuen- otras regiones colombianas durante
tes cercanas al PSR, sugieren que la huelga de 1928 no fue una simple disputa laboral. la década de 1920, véase M. Ji-
ménez, “At the Banquet of Civili-
Las autoridades no sólo temían la revuelta social como resultado de una “insurrección zation: The Limits of Planter Hege-
comunista” —real o imaginada—; probablemente temían más una revolución libe- mony in Early Twentieth-Century
ral61. Para quienes tuvieron que hacerle frente a la huelga, las preocupaciones por las Colombia”, en W. Roseberryy y
otros (comps.), Coffee, Society and
consecuencias del quebrantamiento general del orden y la ley eran quizá genuinas, Power in Latin America, Baltimore
sobre todo cuando se tiene en cuenta la debilidad de las fuerzas del Estado. y Londres, 1995, págs. 262-294.
Como Mahecha les advirtió a sus
camaradas en el Congreso Sindical
Con escasas 15 personas para guardar el orden en Ciénaga, la debilidad de la policía Latinoamericano que se reunió en
era notable62. Por lo que el gobierno tenía que confiar en el ejército. Cortés Vargas Montevideo unos meses después de
la huelga: “Si nosotros no hacemos
contaba inicialmente con 200 soldados con experiencia, y un número igual de jóve- la revolución, es seguro, pero
nes reclutas. A ellos se unió un regimiento de 300 antioqueños. Estas tropas relativa- absolutamente seguro, que la harán
los liberales”; Arango, Sobrevivien-
mente escasas —a las que, no obstante, algunos historiadores se refieren como “gran tes (segunda edición), pág. 143.
contingente del ejército”63— tuvieron que ser dispersadas a lo largo de la zona 62 Fuentes, Los sucesos de las bana-
bananera, aunque Cortés Vargas se resistía a dividirlas. En Ciénaga, donde entre neras, pág. 10.
1.500 y 4.000 huelguistas se concentraron alrededor de la plaza el 5 de diciembre, 63 Mauricio Archila, “La clase obrera
colombiana, 1886-1930”, en Tira-
Cortés Vargas estaba al mando de 300 soldados. Estas tropas se caracterizaban quizá do Mejía (comp.), Nueva historia
por las mismas condiciones que prevalecían en el ejército colombiano, tal como las de Colombia, vol. 3, pág. 236.
Cortés Vargas contaba, por lo tanto, con un número relativamente limitado de tropas
—mal entrenadas y mal equipadas— para enfrentar lo que se percibía como una
insurrección general. Tenía serios motivos para dudar de la lealtad de sus soldados”.
El 2 de diciembre, una hoja volante firmada por el líder del PSR, Tomás Uribe
Márquez, incitaba a los huelguistas a “organizar un movimiento de simpatía hacia
los soldados”. Al día siguiente, El Estado, influyente periódico de Santa Marta, pu-
blicó una entrevista con el secretario de gobierno del departamento del Magdalena,
quien manifestó que la presencia de los soldados antioqueños se debía a que el co-
64 Al ejército también se le describe mando del ejército no podía confiar en los soldados locales65. El deterioro del orden
como “notablemente inferior a los público forzó a Cortés Vargas a dividir la tropa con el fin de patrullar la zona. La
del Perú y Venezuela, y escasa-
mente equiparable al de Ecuador”.
hoja volante de Uribe Márquez instruía a los huelguistas a “organizar la acción di-
Véase “Colombia. Report for the recta sorpresiva mediante el sabotaje de las comunicaciones [...], la intervención
year ending 1928”. forzada al trabajo rompehuelgas, la destrucción de zonas bananeras”, aunque se cui-
65 Cortés Vargas, Los sucesos, págs.
66-67.
daba de advertir que éstas eran acciones defensivas que no debían convertirse en
66 Cortés Vargas, Los sucesos, págs.
“conducta abierta de rebeldía en guerra”. También sugería que la huelga debía vol-
66-67. LeGrand cuestiona la au- verse un movimiento antiimperialista66.
tenticidad de la hoja volante fir-
mada por Uribe Márquez y sugie-
re que fue fabricada por Cortés Las confrontaciones directas entre los huelguistas y el ejército antes de la madrugada
Vargas; “Las bananeras”, pág. 210. del 6 de diciembre fueron limitadas. Sin embargo, hubo algunos encuentros violentos.
Sin embargo, María Tila Uribe,
hija de Uribe Márquez, reproduce
Las disputas entre los huelguistas y los rompehuelgas, como era de esperarse, fueron
el texto de este documento en sus particularmente serias. El 4 de diciembre, ocurrieron atentados contra la propiedad,
memorias. Según ella, éste y otras
frente a los intentos de la United Fruit de reiniciar los trabajos en las plantaciones. Un
cartas de Uribe Márquez fueron
ampliamente leídas entre los huel- grupo de huelguistas rodeó y desarmó a 30 soldados en una finca bananera. Al día
guistas; Los años escondidos, siguiente, El Estado reportó el incidente como “una asonada bolchevique, que pide a
págs. 262-263.
67
grito herido la intervención pronta y eficaz del gobierno nacional”67. Noticias como
El Estado, 5 de diciembre de 1928,
citado en Valdeblánquez, Historia ésta alimentaban una percepción general de desastre entre las autoridades; y las per-
del departamento del Magdalena. cepciones fueron tal vez más determinantes que la misma realidad en la forma como
Véase también Herrera Soto y
Romero Castañeda, La zona bana-
sucedieron los eventos. Tanto Cortés Vargas como el ministro de Guerra recibían cons-
nera, págs. 47, 51. tantemente noticias alarmantes. El 4 de diciembre el inspector de Sevilla informaba
que “el pueblo [había] salido armado impedir embarque [de bananos]”. Al día siguien-
te, un telegrama del alcalde de Ciénaga expresaba: “Inspector Corregimiento Ríofrio
ha tenido necesidad de abandonar población en vista obreros discurren calles,
amenazantes, armados machetes”68. Ese mismo día, un empleado del ferrocarril infor-
maba que 5.000 hombres armados de machetes salían de Santa Marta. En los dos días
anteriores, el gobernador le había enviado cables al ministro de Guerra con noticias de
“graves desórdenes”, refiriéndose también a hombres armados con machetes. Cortés
Vargas quizás exageraba cuando describía aquel “movimiento de amotinados, arma-
dos de machetes, revólveres y escopetas”69. Y es cierto que los machetes eran herra-
mientas de trabajo entre los trabajadores del banano. Los machetes, sin embargo, fue-
ron visibles durante la huelga. Salvador Bornacelli, el secretario general del sindicato
en Aracataca, recordó años más tarde cómo el 5 de diciembre, mientras viajaba en el
tren desde Santa Marta “donde quiera que pasábamos se veía gente con machete”,
aunque, de acuerdo con un trabajador del ferrocarril, Salvador Alemán, la dirigencia 68 Fuentes, Los sucesos de las bana-
de la huelga recogió 7.800 machetes que se guardaron bajo llave70. neras, págs. 12-13.
69 Cortés Vargas, Los sucesos de las
bananeras, pág. 80.
La tarea de garantizar el orden público se hizo aún más difícil por las discrepancias 70 Véanse sus memorias en Arango,
entre el comando del ejército y las autoridades civiles, particularmente el gobernador Sobrevivientes de las bananeras,
del Magdalena, la máxima autoridad en la región hasta que se adoptó el estado de sitio. págs. 68 y 74. En junio de 1929,
Mahecha reconoció que durante la
Inicialmente, el comandante militar confiaba en que, con el apoyo de las autoridades confrontación que sucedió tras la
civiles, podía controlar la huelga71. No obstante, el 14 de noviembre se presentaban ya acción del ejército en la plaza
señales claras de desacuerdo entre Cortés Vargas y el gobernador sobre el manejo del aquella madrugada del 6 de di-
ciembre, los huelguistas contaban
orden público. Cortés Vargas se quejó de que su política inicial de mano firme con los con “ciento siete rifles Gras y unas
líderes de la huelga se vio frustrada por la actitud del gobernador: las acciones tomadas cien escopetas pésimamente muni-
cionadas, y algunos centenares de
por el gobernador habían sido contraproducentes. Los jueces liberaban a quienes eran machetes”; Arango, Sobrevivien-
arrestados por el ejército. Lo mismo hacía el gobernador. El alcalde de Ciénaga, de tes (segunda edición), pág. 141.
acuerdo con Cortés Vargas, apoyaba a los huelguistas, acusación que después rechaza- 71 Cortés Vargas, Los sucesos de las
ría el mismo alcalde72. Las autoridades nacionales, distantes en la lejana capital, eran bananeras, pág. 31.
72 Véanse Fuentes, Los sucesos de
de poca ayuda. El mismo gobernador, quien se opuso a la mano firme de Cortés Vargas, las bananeras, y Cortés Vargas,
se quejaba del gobierno nacional: “no se ha penetrado [del] grave peligro [de la] zona Los sucesos de las bananeras. Las
bananera, donde han encontrado campo propicio agitadores comunismo”73. El presi- quejas de éste último contra las
autoridades civiles son repetidas.
dente de la república, de acuerdo con un observador de la época, parecía no darse 73 En Castrillón, 120 días bajo el
cuenta de la seriedad del problema, “perdido quizá en sus sueños...”74. Más tarde Cor- terror militar, pág. 38.
tés Vargas se quejaría de la ambigua posición adoptada por las autoridades civiles. 74 Castañeda, op. cit., pág. 19.
Argumentó que su principal deber era la restauración del orden, tanto por razones
internas como externas: un deterioro mayor del orden sería la causa de “mayores ma-
les”, entre ellos una intervención de los Estados Unidos.
sucesos de las bananeras, también publicados en forma de libro en 1929. Tras las
acusaciones de Gaitán en el Congreso, Cortés Vargas volvió a responder en las co-
lumnas de El Nuevo Tiempo, las que reimprimió en un folleto: El general Cortés
Vargas contesta al representante Gaitán78. El alcalde de Ciénaga, Víctor Fuentes, a
quien Cortés Vargas había acusado de apoyar la huelga, publicó su propia versión de
los eventos en julio de 1929; lo mismo haría el gobernador del Magdalena. En 1931,
Gregorio Castañeda Aragón, poeta magdalenense que ocupó un cargo oficial duran-
te la huelga, publicaba sus Papeles de la huelga del Magdalena en 1928, con acusa-
ciones contra Cortés Vargas.
Por supuesto que Jorge Eliécer Gaitán ha recibido todos los créditos por haber denun- 78 Los dos trabajos de Cortés Vargas
ciado la masacre. Ésta no fue cualquier denuncia insignificante. Ni pasó desapercibi- se reimprimieron en un solo volu-
da. Gaitán llegó a la zona bananera el 18 de julio de 1929, donde se quedó durante los men en 1979 bajo el título Los su-
cesos de las bananeras.
siguientes 10 días. Allí condujo interrogatorios masivos y pronunció “discursos frente 79 H. Braun, The assassination of
a las multitudes”. En su viaje de regreso a Bogotá, se detuvo “dondequiera que pudo Gaitán: Public Life and Urban
para denunciar la masacre ante una multitud creciente”79. El 3 de septiembre, tras una Violence in Colombia, Madison,
1985, pág. 58. “Se detuvo en todas
moción presentada por el congresista liberal Gabriel Turbay, Gaitán inició el debate las áreas más pobladas a lo largo
que duró 15 días consecutivos en la Cámara. “Las barras —como lo describe Sharpless— del camino, atacó al gobierno por
sus acciones ilegales y corruptas, y
estaban llenas de espectadores; masas de gente aguardaban afuera en la plaza de Bolí- le pidió al pueblo que le apoyase
var para acompañar a Gaitán a su casa después de cada sesión; los periódicos publica- en el próximo debate parlamenta-
ban sus discursos completos”80. Cualquier “conspiración” que hubiese existido para rio”. Richard Sharpless, Gaitán of
Colombia: A Political Biography,
silenciar a los muertos se frustró entonces por la exitosa campaña de Gaitán. Como lo Pittsburgh, 1970, pág. 58.
ha anotado Herbert Braun, Gaitán aseguró que ello no sucediera81. 80 Sharpless, Gaitán of Colombia,
pág. 58.
81
Gaitán adquirió fama desde aquella ocasión, pero no fue el único en acusar al gobierno Véanse las observaciones de Braun
sobre las acciones de Gaitán y la
y al ejército de masacrar a los huelguistas. De acuerdo con Torres Giraldo, tres aboga- novela de García Márquez, en
dos del Magdalena —Manuel Robles, Rafael Campo y Lanao Loayza— “empezaron relación con la idea de la “conspi-
ración del silencio”; The Assassi-
a hacer luz sobre el horrendo crimen”82. Algunos de sus artículos, publicados en la nation of Gaitán, pág. 211, nota 23.
prensa conservadora de Barranquilla, tuvieron eco en otras partes del país, incluso en 82 Torres Giraldo, Los inconformes,
los periódicos liberales de Bogotá. “Ni siquiera se sabe a cuantos centenares ascendie- vol. 4, pág. 963.
ron los muertos en esa carnicería unilateral”, comentaba El Tiempo en julio de 1929”83. 83 Citado en Germán Colmenares,
Ricardo Rendón. Una fuente para
El 4 de septiembre de ese año, después de uno de los debates en el Congreso, el emba- la historia de la opinión pública,
jador de Bolivia visitó El Tiempo, convertido entonces en los cuarteles de la oposición. Bogotá, 1984, pág. 261.
Allí Arguedas pudo saludar a Gaitán, “el orador de la tarde”, quien estaba al lado de
Eduardo Santos, el director del periódico y ya una de las figuras más influyentes den-
tro del partido liberal. Arguedas pudo también escuchar al congresista Camacho Carreño,
quien reconstruía su discurso sobre las bananeras en el Congreso, el que se publicaría,
junto con el de Gaitán, al día siguiente en El Tiempo84. Las caricaturas, como las de
Ricardo Rendón85 —así como los escritos de otros periodistas y políticos—, también
son testimonios de la falta de “silencio” que siguió a los acontecimientos.
Por el contrario. Lo que ocurrió en Ciénaga aquel 6 de diciembre de 1928 fue casi inme-
diatamente foco de controversia pública. Poco tiempo después, la “masacre” se convirtió
en símbolo político, hábilmente utilizado tanto por los liberales como por los socialistas
revolucionarios contra el régimen conservador. Inclusive conservadores disidentes lo
usaron para atacar al gobierno: el 19 de mayo de 1929, El Espectador publicó una entre-
vista con el cacique conservador Pompilio Gutiérrez, quien se refirió a Cortés Vargas
como una “fiera”, responsable de haber asesinado a mil personas. “Abajo el asesino de
las bananeras”, se leía en un cartel que llevaban los manifestantes que se reunieron en las
calles de Bogotá al mes siguiente. De acuerdo con María Tila Uribe, las bananeras gravi-
taron sobre todos los eventos políticos de Colombia entre 1929 y 193086.
84
El primer aniversario de la “masacre” no pasó de ninguna manera inadvertido. El 4 de
Arguedas, La danza de las som-
bras, págs. 78-80. diciembre, El Tiempo publicó textualmente un informe de Gaitán en el que se acusaba al
85 Véase Colmenares, Ricardo presidente Abadía de ser constitucionalmente responsable de la “matanza de las
Rendón. bananeras”87. El 6 de diciembre, el mismo periódico informaba que la Unión Obrera de
86 Uribe, Los años escondidos, pág.
Colombia, así como otras organizaciones obreras, invitaban a los trabajadores a unirse al
293.
87 “La responsabilidad constitucional
“primer aniversario del salvaje asesinato perpetrado en millares de vidas de nuestros
del presidente Abadía en la matan- hermanos de la Zona Bananera”88. A las 5 de la tarde de ese día, “una gran masa de
za de las bananeras”, El Tiempo, obreros y elementos izquierdistas” se reunía en el parque Santander, de donde saldrían
4 de diciembre de 1929.
88
marchando a lo largo de la calle real hasta alcanzar el capitolio. Allí escucharon un
“Hoy a las cinco de la tarde será
proclamado candidato comunista”, discurso de Felipe Lleras Camargo, miembro de la elite bogotana que simpatizaba con el
El Tiempo, 6 de diciembre de socialismo. La manifestación siguió su camino hasta el Teatro Municipal, donde se lan-
1929.
89
zaría la candidatura presidencial de Alberto Castrillón, uno de los líderes de la huelga89.
“El candidato comunista fue pro-
clamado en el Municipal”, El
Tiempo, 7 de diciembre de 1929. Si hubo alguna “conspiración del silencio”, ésta se vio frustrada y no parece haber
El Tiempo publicó en esta edición
el texto completo del discurso de
tenido efecto. La matanza de las bananeras fue pronto objeto de acusaciones de
Castrillón. prensa, debates en el Congreso y manifestaciones callejeras. Las actividades de la
CONCLUSIONES
requiere perpetuamente ser corregida por más historia”97. Siete decenios después que 96 García Márquez, “Por un país al
alcance de los niños”, pág. 6.
los eventos de las bananeras tuviesen lugar, ha llegado quizás el momento de dejar las 97 H. Butterfield, The Whigh Inter-
pasiones a un lado y reescribir otra vez todo el episodio. El resultado de tal empresa pretation of History, Nueva York
quizá resulte igualmente trágico, pero tal vez se logre una visión más balanceada de la y Londres, 1965, pág. 131. Véanse
también los comentarios de M.
historia nacional, menos apocalíptica, sin héroes ni villanos, pero con un mejor enten- Bloch, The Historian’s Craft,
dimiento de los conflictos que enfrentaron a los colombianos en el pasado. Manchester, 1992, pág. 48.