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Anexo digital

—sección i—
Diseño: Gerardo Miño
Composición: Laura Bono

Edición: Primera. Enero de 2016

Tirada: 600 ejemplares

ISBN: 978-84-15295-96-9

Lugar de edición: Buenos Aires, Argentina

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209

El llanto en el Libro de los enganos


de las mugeres: casos para una
exploración licenciosa

José Carlos Vilchis Fraustro


Universidad Autónoma de la Ciudad de México

E n el libro Hacedoras de voces: seis estudios sobre mujeres, género y


feminismo en México, un texto multi e interdisciplinario de los estudios
de género, Gezabel Guzmán escribió un artículo muy interesante llamado “Mi
llanto es una fuga de agua: estudio en torno a como el llanto interviene en la
construcción de identidades de algunas mujeres de la Ciudad de México”.
En él, Guzmán ofrece una investigación en una zona de la Capital mexi-
cana donde hizo entrevistas a mujeres de diferentes edades y situaciones
de vida, donde les preguntaba si lloraban, y cuales eran los motivos. De
manera general, se puede describir que el texto utilizó como metodología
esencial el análisis del discurso oral, donde los testimonios y grabaciones
que pudo recoger Guzmán dotan de sentido ciertas construcciones mentales
y sociales; las mujeres entrevistadas expresaron con sus voces un universo
del llanto, configurado para encontrar explicaciones sobre este fenómeno en
particular con respecto a ellas, como sujetos de estudio. De los resultados
del artículo, debo remitir al lector que se sirva a analizar y explorar de la
mano de Guzmán los extractos de las grabaciones donde las mujeres, de
diversas edades y situaciones sociales, construyeron a través de sus propias
ideas una explicación al llanto, sus motivaciones y elementos que ofrecen
un interesante mosaico de las emociones que intentaban expresar. De ahí,
deseo resaltar que el estudio señala motivos frecuentes como la frustración,
el dolor emocional, el enojo o ira, y rara vez el dolor físico, como parte de
una fenomenología del sentir humano que se explica en el ya mencionado
artículo.
A la luz de la lectura de la investigación de Guzmán, me pregunté ¿y
cuáles son los motivos para la aparición del llanto en el Sendebar? ¿Quiénes
lloran y por qué? ¿Cómo hacer para poder establecer un análisis del hecho de
tal forma que nos revele, de algún modo, la fenomenología correspondiente?
Es así, en una lectura con muchísima distancia temporal con respecto al Libro
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de los engaños,1 como comenzó la idea de este estudio. Básicamente, en mis


lecturas del Sendebar, no había tenido la oportunidad de adentrarme más
en intentar un análisis con respecto a esta acción particular que aparece en
algunos de los personajes, relacionarlo con la narración y, en determinado
momento, intentar interpretar el funcionamiento del acto de llorar en esta obra
medieval tan paradigmática. Por ello, el objetivo de este trabajo es intentar
realizar una exégesis sobre el llanto y sus formas de operación en un texto
que ha sido históricamente entendido por la crítica como sapiencial, misógino
y cortesano: tres líneas temáticas que lo han caracterizado históricamente
para estudiarlo como un producto literario complejo e interesante para la
filología medieval hispánica.

Primer acercamiento: el llanto

Es necesario explicar, de inicio, que el llanto es un fenómeno humano,


cotidiano, que expresa a través de su ejecución diversos estados emocionales
del ser humano. El DRAE, consultado en su última edición en internet, nos
menciona, por ejemplo, que es una “efusión de lágrimas frecuentemente
acompañada de lamentos y sollozos” (DRAE, 2013). Por su parte, Lucrecia
Maldonado explica, en su artículo “Las lágrimas: ese misterioso país”, palmo
a palmo lo que son las lágrimas, desde perspectivas fisiológicas, pero también
emocionales y culturales. Se descubren mecanismos, perspectivas e ideas
que dotan de sentidos divergentes el acto de llorar. La ya citada Guzmán
recupera a García Pelayo y nos explica que
se relaciona con sentir pena, amargura o sufrimientos, e incluso se concierne
con palabras como dolor, olvido o deshacerse. Las lágrimas –máxima expre-
sión del llanto– sugieren un deseo, un anhelo o una súplica y son humor
segregado por diversas glándulas del ojo, esparcidas exteriormente a causa
de acciones físicas o de emociones morales que las provocan (García Pelayo,
cfr. en Guzmán, 2011, 101).
Es menester mencionar que Guzmán y Maldonado centran su interés en
reflexionar las cuestiones que generan las lágrimas. Si hay algo recurrente
en los estudios de ambas investigadoras, es la explicación y el ejercicio de
disertar sobre las motivaciones, aquello que desata las emociones vivas, y las
causas de la aparición de humedad en los conductos lacrimales. En general,
en el contenido de ambos artículos, hay una idea de paradigma emocional y

1 Para la presente investigación, se usará tanto Sendebar como Libro de los engannos de las
mugeres, para referirnos al texto; Libro de los engaños el nombre que le otorga J. Amador de los
Ríos cuando, en 1863, da la noticia de su existencia atribuyendo el descubrimiento a Florencio
Janer.
ANEXO DIGITAL 211

cultural. Pero, eso sí, la idea de llorar permanentemente se explica mediante


conceptos que atañen frecuentemente a la experiencia humana. Por ello,
Guzmán se ve en la necesidad de recuperar a Plessner quien diserta, a su
vez, sobre qué es lo que motiva al llanto, cuándo y como, sobre todo la
incertidumbre que lo genera; así, tenemos la idea principal de que se trata
de “emociones mezcladas [...] miedo mezclado con deseo, esperanza mez-
clada con desesperanza, alegría con tristeza, pena con alivio, nostalgia con
cercanía, o el dolor físico con el deseo de que este cese” (Plessner, cfr. en
Guzmán, 2011, 102). El llanto, pues, significa en general una manifestación
emocional con una buena dosis de cargas paradigmáticas y Guzmán nos
advierte, a través de la interpretación de sus fuentes, sobre su importancia y
significación, porque el llanto en la experiencia personal también es único
“siempre que comenzamos a llorar, el final de nuestro propio llanto nos
resulta inimaginable, de ahí proviene la resonancia del mito: parece eterno
cada vez que lloramos” (Guzmán, 2011, 102).

Los llorosos en Sendebar

Pensando en el texto de Guzmán, y en la idea de construcción de iden-


tidades, ¿podría aplicarse un método para realizar alguna exégesis de iden-
tidades de los personajes que lloran en Sendebar? Por ello, teniendo en
cuenta las consideraciones previas del apartado anterior, es momento de
intentar saber qué aspectos y elementos están presentes en los llorosos2 del
Libro de los engaños.
Haciendo esta observación inicial, en primera instancia, debemos cen-
trarnos específicamente en aquellos personajes que lloran, considerando
que textualmente se nos informa que existen diferentes personajes en el
Sendebar que secretan lágrimas. Así, contándolos, descubriremos que son
pocos, pero todos muy interesantes. Una manera de empezarlos a analizar,
para intentar situarlos en diferencias sustanciales, es al momento de pensar
en los móviles de las lágrimas. Eso nos llevará a proponer agruparlos en dos
secciones, donde la primera sección automáticamente definirá la segunda.

2 Llorosos entiéndase como los personajes que explícitamente lloran en el texto, porque pese a
la profundidad y complejidad sentimental y/o emocional que experimentan algunos personajes,
en el desarrollo de la trama, las voces narrativas no nos aclaran textualmente si lloran. En su
caso encontramos, por ejemplo, profunda tristeza como el rey Alcos, en el marco narrativo,
lamentándose de la ausencia de heredero. A su vez, la madre del infante aparece afectada por el
dolor de Alcos pero no llora; tenemos también a la interesantísima mujer del ejemplo Elephantinus
que no expresa con lágrimas su desventura, o por ejemplo, el padre del ejemplo Canis, que al
matar al perro incluso se rompe el rostro, en un acto verdaderamente dramático. Podemos ver que,
en varios puntos de Sendebar, el lector se encuentra ante cuadros y situaciones tensas, limítrofes,
pero las lágrimas no aparecen textualmente en todas.
212 HISPANISMOS DEL MUNDO: DIÁLOGOS Y DEBATES EN (Y DESDE) EL SUR

Quiero decir, pues, que al pensar en los móviles, sabremos que una parte de
los lloradores, como elemento privativo, son personajes que engañan con
sus lágrimas. Los restantes, no están pensando o no están dirigidos explíci-
tamente hacia el engaño.

Lágrimas con engaño

Con esta idea inicial, veamos entonces a los engañadores que lloran, y
los numeraré en orden de aparición.
1. El primero es la madrastra del marco narrativo, y lo hace en el relato 3,
Lavator,3 y la voz omnisciente nos lo informa: “Enxenplo de cómmo
vino la muger al segundo día ante el rey llorando e dixo que matase su
fijo” (Sendebar, 87. El subrayado es mío). La información se repite en
el relato 6, Striges: “Enxenplo de cómmo vino la muger al rey al terçero
día, diziéndole que matase su fijo. E vino la muger al terçero día e lloró
e dio bozes ante el rey” (Sendebar, 96. El subrayado es mío).
2. El segundo personaje que llora en el estigma del engaño es, precisamente,
la diablesa de Striges, transformada en una niña a la que un infante
encuentra al estar persiguiendo un venado en medio de la cacería: “E el
niño fue en pos del venado, atanto que se perdió de su conpaña, e yendo
así, falló una senda e ençima de la senda falló una moça que llorava
(Sendebar, 96. El subrayado es mío).
3. El tercer personaje que secreta lágrimas, pero ahora masculino, es el
bañador de Senescalcus, relato que cuenta el quarto privado:
Señor, fue un infante un día por entrar en el baño, e era mançebo e era tan
grueso que non podía ver sus mienbros por dó eran. E quando se descubrió,
violo el vañador e començó a llorar. E díxole el Infante: -¿Por qué lloras? E
dixo: -Por tú ser fijo de rey, commo lo eres, e non aviendo otro fijo sinon a
ti, e non ser señor de tus mienbros, así commo son otros varones; ca yo bien
creo que non puedes jazer con mujer (Sendebar, 105. El subrayado es mío).
4. El cuarto personaje, de este primer grupo de lloradores, los que engañan,
es muy paradigmático, es una perra, y no es que el cuadrúpedo quiera
engañar, sino que sus lágrimas son provocadas por una anciana, que
sirven como vehículo del engaño; sucede en el relato “Canícula”:
E la vieja fuese a su casa e tomó miel e masa e pimienta e amasóla toda en
uno, e fizo de ella panes. [...] e llamó una perrilla que tenié e echóle de aquel

3 Para ubicar las narraciones del texto a las que se harán referencia en el presente estudio, se
utilizarán los títulos de los exempla propuestos por María Jesús Lacarra en su edición de Sendebar
editado por Cátedra (1996). A su vez, dicha edición servirá para las citas y referencias.
ANEXO DIGITAL 213

pan, en guisa que non lo viese la muger. E después que la perrilla lo comió,
enpeçó de ir tras la vieja, falagándosele que le diese más e llorándole los ojos
con la pimienta que avié en el pan. E quando la muger la vio así, maravillóse,
e dixo a la vieja -Amiga, ¿viestes llorar así a otras perras, así commo a ésta?
Dixo la vieja: -Faze derecho que esta perra fue muger, e muy fermosa, e
morava aquí cabo mí, e enamoróse un omne de ella, e ella non se pagó de
él, e estonçes maldíxola aquel omne que la amava, e tornóse luego perra. E
agora, quando me vio, menbrósele de ella e començóse de llorar (Sendebar,
108. El subrayado es mío).
Todos estos primeros lloradores están dotados de un común denomina-
dor: se ven involucrados o son vehículos del engaño; engañadores que en
sus lágrimas esconderán el verdadero sentido de sus acciones. Llorar, como
puede verse, no es producto de unas catarsis, ni de la pérdida del dominio
de la compostura o del avasallamiento de las emociones. Baste recordar el
erudito y complejo estudio de Sofía Kantor, quien estructura un entramado y
complejo análisis en torno a las variaciones del engaño y el error en la trama
del Sindibad (variación oriental del libro de los engaños) y que nos habla
de la capacidad de teatralidad engañosa que se produce en los personajes
que aquí refiero. La madrastra, pues, desde el punto de vista de Kantor, está
inmersa en la necesidad de demostrar, mediante sus relatos, “La traición de
los consejeros (y, en algunos casos, del príncipe), el carácter negativo de
sus consejos y la necesidad de castigar al príncipe” (Kantor, 1988, 167). Es,
pues, una teatralidad añadida el uso de las lágrimas, teniendo en cuenta que
la madrastra es la causa del problema: más aún cuando su engaño, según
Kantor, para relatar el exemplum Lavator, tiene que ver con la explicación
de “una conducta errónea que conduce a la catástrofe y la muerte” (Kantor,
1988, 167). Esta actitud llorosa de la madrastra se repite en Striges y sirve
como medio de convencimiento ante el rey Alcos. Y en este relato aparece
un personaje llamativo: una diablesa transformada en muchacha que se
presenta llorando ante un infante, pero que en motivos del engaño es muy
llamativa porque, en palabras de Kantor “la diablesa [...] tiene por finalidad
la perdición del príncipe, [y] tiene un doble aspecto: una apariencia física
atractiva e inocente que disfraza la verdadera naturaleza de un ser hostil y
un relato que la presenta como desamparada” (Kantor, 1988, 192). Estos
dos personajes femeninos son de realce si se piensa en la continua presencia
de una Edad Media que sospecha permanentemente de la mujer que, para
la época, es tratada “como a un objeto, subordinada a las determinaciones
del hombre” (Gómez, 1992, 2). La mujer medieval arrastra, como bien se
ha estudiado en diversas investigaciones, un halo de sospecha permanente y
sobran los ejemplos de féminas que son causa de la sospecha social. Siempre
engañosa, digna de desconfianza, la mujer no es fiable y los mismos privados
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del Sendebar lo saben, lo intuyen al defender al infante de la acusación de


la madrastra. Lillian Von der Walde , en “El discurso inapropiado: la voz
femenina en el Sendebar” nos informa que la madrastra es un personaje que
se denuesta en sus palabras, y un signo que la persigue, como sospechosa,
es su paulatina pérdida de voz. O es necesario recordar los estudios de Gra-
ciela Cándano, quien nos revela una larga y dilatada tradición misógina que
señalará a la mujer como elemento digno de enjuiciar y jamás absolver. En
los personajes que engañan, los que pertenecen a la femineidad, engañan a
través de las lágrimas y no hay conciencia ni duelo, menos arrepentimiento
o expiación de motu proprio.
Así pues, suena lógico la sospecha en la mentalidad medieval si priva un
desconocimiento o poca exploración seria del uso de las lágrimas femeninas,
si la mujer medieval es un personaje en el cual no hay preocupación por
conocer su psicología o, en el mejor de los casos, admitir en ella funciones
o roles sociales parecidos a los asignados al varón. Es “un ser gobernado por
sus órganos” (Tomasset, 1991, 67) y, por tanto, son negadas muchas capa-
cidades potenciales en ella –por ejemplo, su intelectualidad– reduciéndola
sólo a una función fisiológica que, bajo este precepto, es la única que hay que
reconocerle: la continuidad de la especie –asunto, eminentemente, prioritario.
Es necesario mencionar que dicha característica –la maternidad– marca la
visión sobre la mujer en muchos sentidos en la Edad Media.
La sospecha social sobre la mujer está muy arraigada en la Edad Media.
Cándano nos informa que, en materia de instituciones, “la Iglesia [intervino]
en el ‘cuidado’ de las mujeres [y] se fundamentaba, íntimamente, en que
éstas peligraban en función de su debilidad y en que, a su vez, constituían
un riesgo para el varón” (Cándano, 1995, 1).
El maltrato a la imagen de la mujer es muy fuerte e insistente durante
la Edad Media, pese a que se le confiere la responsabilidad y el poder de
la continuidad y la pureza de la descendencia, cosas que el hombre del
Medioevo considera vital. Sin embargo, para la época, estos valores corrían
gran peligro si no se conseguía “educar” a las mujeres y trabajar contra su
“naturaleza” adúltera para evitar la corrupción del linaje y, además, asegurar
que la institución matrimonial se mantuviera intacta ante este peligro que la
“naturaleza” de la mujer ofrecía. La Iglesia y ciertos individuos crearon una
visión matrimonial no exenta a este tipo de problemas y trató de proponer
soluciones. Cándano nos dice al respecto que
Habría qué preguntarse hasta qué punto influyó la preocupación por el
linaje –elemento fundamental en la instauración, tanto del repudio de la
esposa, como de la disolución matrimonial– en la divulgación de cierto tipo
de relatos sobre adulterios femeninos, que entrañaban el peligro de que la
esposa fuera fecundada por otra estirpe.
ANEXO DIGITAL 215

Siendo las relaciones matrimoniales uno de los temas predilectos de los


sermones [...] ¿qué podría ser más efectivo para moralizar sobre vicios y
virtudes que algún exemplum bien narrado, que mostrara cuán diestras
eran las mujeres para violar la unidad matrimonial? Por ello, el apogeo de
los exempla menospreciativos de las mujeres, en el siglo xiii, muy proba-
blemente no fue tanto el resultado de la necesidad de moralizar y enseñar
algo a éstas, sino el deseo de mostrar su naturaleza adúltera, con objeto de
alertar y proporcionar más elementos al varón ante la contingencia de que
quisiera repudiar a su mujer legítima. Y también, sin duda, para que la mujer
se hiciera de sí misma la imagen que se presentaba en este tipo de relatos.
De este modo, ella sería más proclive a aceptar sumisamente todo género
de dominios, desprecios y sanciones por parte del hombre (1995, 2-3).
Si volvemos la atención a Sendebar, recordemos que está muy acentuada
la idea de que la mujer es objeto de sospecha social. Las mujeres, en algunos
casos, son un tipo de personajes que tienen comportamientos contrarios a
los fines del varón, o bien engañan a éste. Por ello, esta ideología que deseo
resaltar, creo que se engasta de forma adecuada ante el asunto de presentar
dos mujeres llorando, con fines de engaño y fuera de los deseos o voluntades
masculinas, y en ellas hay elementos constitutivos de un engaño alevoso,
deleznable. Por ello es peor, en este sentido, el llanto de la perra, ya que el
animal es vehículo del engaño de una mujer: esa cuestión, desde mi punto
de vista, acrecienta la idea de sospecha femenina, de su astucia y sagacidad
para crear un mundo de espejos donde sus engaños son inconmensurables
y eso abona, en buena parte, para asentar con mayor arraigo la sospecha
sobre la mujer.
Después de la madrastra y la diablesa, el cuarto llorador por engaño es
un caso muy particular: el bañador que llora para intentar obtener un bien
material. Y es muy complejo abordarlo porque, en este sentido, debe recor-
darse a Tom Lutz, quien en su monumental El llanto. Historia cultural de
las lágrimas, nos revela que las lágrimas tienen un valor universal. De ahí
que sean estimadas, consideradas y estudiadas desde distintas perspectivas
y disciplinas. Lutz, huelga decirlo, es un referente que nos explicará a tra-
vés de su texto, muchos sentidos del acto de llorar, religiosos, filosóficos,
artísticos, antropológicos y culturales en general para configurar una historia
de este acto tan humano: historia que atraviesa desde distintos ángulos y
perspectivas, donde el capítulo que trata sobre la Edad Media hace énfasis
en la virilidad de las lágrimas de un hombre en la Edad Media, ya que recoge
ejemplos de relatos épicos donde los hombres, si bien eran proclives a derra-
mar lágrimas con una profundidad notable, eran a su vez fuertes y fieros
guerreros. Lutz recoge, pues, un llanto masculino que se cifra en la virilidad
y en la honestidad del sentimiento. Por ello, llorar para engañar por parte
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del bañador, siendo un hombre, se dota de un sentido de sospecha y carente


de un sentido simbólico y de trascendencia; es una teatralidad que adolece
del sentido significativo que Lutz explica en su obra. Lutz nos recuerda, en
su texto, que el llanto masculino en el medioevo se relaciona más bien con
héroes épicos, con santos ante milagros y revelaciones, con actos y escenas
de dignidad y catarsis: el llanto masculino es más elevado en la antigüedad:
La épica heroica, desde los griegos hasta la Edad Media, está bañada de toda
suerte de lágrimas. En el poema épico del siglo VIII, Beowulf, Hrothgar, rey
de los daneses, agradece a Beowulf por ayudar a restablecer la paz dándole
doce joyas, luego de lo cual “asió al héroe por el cuello y lo besó mientras las
lágrimas manaban de su cabeza gris”. Roland, uno de los guerreros de Carlo-
magno inmortalizado en el Cantar de Roland del siglo XII, llora libremente
e incluso le es permitido desmayarse. Cuando Oliver, el amigo de Roland,
muere en batalla, “Roland llora lamentándose amargamente;/ Muchos han
penado, pero ninguno como él”, y entonces se desmaya en la silla de montar.
Cuando Roland mismo muere, Carlomagno “se jala las barbas de angustia
y dolor./ Los señores de Francia lloran amargas lágrimas,/Y veinte mil se
desmayan de pena y caen [...] No hay uno solo entre estos nobles señores/
Que pueda contenerse y no derrame lágrimas de pena” (Lutz, 2001, 70-71).
Así pues, en Senescalcus el bañador engaña, le dice al infante obeso,
llorando que se duele de su nula oportunidad de tener relaciones sexuales
con alguna mujer. Ofrece su mujer al infante y descubre que sí es un hombre
apto para copular. Al descubrir su error y lo mal que operó en su engaño, y
darse cuenta que se ha hecho a sí mismo un mal, se suicida. La catarsis, el
castigo y la conciencia se producen, mediante la muerte, en el llorador que
hace una reflexión propia.
De este modo es de esperar, bajo esta lógica, que el bañador de Senes-
calcus que intenta engañar, rompe esa dignidad cultural de las lágrimas
masculinas medievales. Por eso, me atrevo a decir, que su castigo es, precisa-
mente, la muerte. Para finalizar este apartado, me es necesario hacer énfasis
en la idea de que las lágrimas no purifican, ni son medio de catarsis para
los personajes enunciados hasta este momento, debido al móvil del engaño.

Lloradores sin engaño

Los siguientes lloradores son muy llamativos y se contraponen a los


que ya he mencionado. El primero es el infante, que en el octavo día llora:
E quando vino el otavo día en la mañana ante que saliese el sol, llamó el
Infante a la muger que lo servía en aquellos días que non fablava, e dixo: -Ve
e llama a fulano que es más privado del rey e dile que venga quanto pudiere.
ANEXO DIGITAL 217

E la muger, en que vido que fablava el Infante, fue muy corriendo e llamó
al privado. E él levantóse e vino muy aína al Infante, e él lloró con él e
contóle por qué non fablara aquellos días, e todo quanto le conteçiera con
su madrastra: -E non guaresçí de muerte sinon por Dios e por ti e por tus
conpañeros que me curaron de ayudar bien e lealmente a derecho. ¡Dios vos
dé buen gualardón por ello, e yo vos lo daré si bivo e veo lo que cobdiçio!
E quiero que vayas corriendo a mi padre e que le digas mis nuevas ante
que llegue la puta falsa de mi madrastra, ca yo sé que madrugará (Sendebar,
135. El subrayado es mío).
El infante, después de comparecer ante su padre, narra el ejemplo del
niño de cuatro años que llora por tener más arroz que pueda comer:
E levantóse ella e puso una caldera sobre el fuego e metió arroz, e cóxolo,
e tomó un poco en la cuchara e púsogelo delante; e lloró e dixo: -Dame
más, que esto poco es.
E ella dixo: -¿Más quieres?
E díxole: -Más.
E dixo que le echase azeite del alcuça. Él [niño] lloró más e por todo esto
non callava. E dixo el moço: -¡Guay de ti! Nunca vi más loco que tú nin de
poco seso Dixo el omne: -¿En qué te semejo loco e de poco seso?
E dixo el moço: -Yo non lloro sinon por mi pro; ¿qué te duelen mis lágre-
mas de mis ojos? Es sana mi cabeça, e más mandóme mi padre por el mi
llorar, arroz que coma quanto quisiere. Mas, ¡quál es loco e de poco seso e
de mal entendimiento: el que salle de su tierra e dexa sus fijos e su aver e
sus parientes por fornicar por las tierras, buscando de lo que faze daño, e
enflaqueçiendo su cuerpo, e cayendo en ira de Dios! (Sendebar, 142-143.
El subrayado es mío).
La tercera es la anciana que pierde el aver de unos compañeros, y debe
pagar lo perdido:
E pusieron la señal delante el alcalde, e fueron ante él, e ovieron sus razones,
e judgó el alcalde que pagase el aver la vieja, pues que así lo conosçiera. E
la vieja, llorando, encontró con el niño de los çinco años. E dixo el niño:
-¿Por qué lloras?
E dixo ella: -Lloro por mi mala ventura e por mi gran mal que me vino,
e, por Dios, déxame estar. E fue el niño en pos della fasta que le dixo por
qué llorava, e dixo: -Yo te daré consejo a esta cueita que as, si me dieres un
dinero con que conpre dátiles. E dixo el niño: -Tórnate al alcalde e di que el
aver tú lo tienes, e di: “Alcalde, mandat que trayan su conpañero, e si non,
non les daré nada fasta que se ayunten todos tres en uno, commo pusieron
comigo” (Sendebar, 145-146. El subrayado es mío).
218 HISPANISMOS DEL MUNDO: DIÁLOGOS Y DEBATES EN (Y DESDE) EL SUR

Estos casos nos llevan, quizás, al principio de este texto. Puede verse que
las lágrimas se producen en la catarsis, en la angustia de un problema, en la
necesidad de expresión ante las contrariedades de la vida. Los tres personajes
son víctimas de ciertas circunstancias en su contra. Y este segundo grupo
de lloradores nos llevan irremediablemente a una reflexión de Lutz sobre el
llanto, quien nos dice que limpia, libera, excreta lo negativo, lo que envilece
y corrompe, lo que en los sentimientos y emociones no se debe conservar
en el cuerpo. Lutz lo relaciona, para la Edad Media, con las impurezas que
deben salir del cuerpo: “Crying is a form of elimination, no different than
urination, since tears contain chemicals and proteins that, in concentration,
can cause problems [...] and which therefore need to be evacuated” (Lutz,
2001, 26).
Esto último nos resulta, pues, revelador para este estudio: llorar enga-
ñando no es liberador. No es excreción de lo infecto o lo que corrompe.
Ante ello, es menester reforzar la idea con Maldonado, quien nos dice que
“Si bien los procesos del llanto se pueden explicar y comprender desde un
punto de vista fisiológico y psicológico, existe una serie de variables que
parecen tener estrecha relación con los sistemas de valores, la cultura y los
condicionamientos impuestos por diversos grupos sociales en determinadas
épocas de la historia” (Maldonado, 2007, 7).
Así pues, lo que distancia a nuestros dos grupos de lloradores reside en
que el que engaña y llora no hace catarsis, no libera, ni está en posición de
trascender las emociones que el llanto limpia y trasciende en la concepción
medieval del asunto que aquí estamos tratando. Por lo menos, la madrastra,
la diablesa y la perra no podrán hacerlo, como engañadoras o vehículos del
engaño. El bañador sólo se sublimará del lloroso engaño recuperando el honor
mediante la muerte y hasta parece que es un sitio de honor premeditado, ya
que el bañador es un personaje masculino de las narraciones de los priva-
dos de Sendebar. Esas coincidencias no me dejan creer que el bañador está
puesto ahí por azar, sino por un conocimiento medieval de las imbricaciones
sociales de los actos de las mujeres y los hombres, cuya diferencia pareciera
ser que se nos escapa justo cuando la tenemos fuertemente asida. El segundo
grupo de lloradores es más reactivo a sus situaciones y sentimientos ante las
contrariedades de la vida: el infante que soporta todo un proceso jurídico,
el niño que manifiesta con lágrimas su invalidez corporal o la anciana que,
desesperada, intenta encontrar consuelo con el llanto. Así pues, como último
apunte, huelga mencionar que el primer grupo de lloradores pertenece a la
madrastra y los privados, dos puntos antagónicos en un proceso jurídico en
un juego de espejos, de búsqueda de la verdad ante la sospecha; mientras
que el segundo grupo pertenece a la voz de un joven sabio que manifiesta sus
ANEXO DIGITAL 219

sentimientos y su conocimiento del mundo que es, precisamente, uno de los


puntos de análisis más paradigmáticos que tiene Sendebar para sus lectores.
Para finalizar, dejo este estudio con esta primera exposición de las dife-
rencias entre los personajes que lloran textualmente en la obra, con la idea
de que es necesario nutrir de mayores interpretaciones al texto, siempre
complejo, siempre fascinante para la filología medieval hispánica. La lectura
del estudio de Guzmán, huelga decirlo, me sirvió inesperadamente para
intentar abonar a una explicación de paradigmas medievales en la trama
de un texto que ha pervivido por sus propuestas narrativas, paradigmáticas
y de contenido. El texto de Guzmán, aparentemente tan ajeno, me revela,
en este sentido, cuánto falta por hacer, escribir, pensar y analizar, en este
complejo Libro de los engaños.

Bibliografía

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Resumen:
El presente estudio es un análisis de los personajes que lloran en el Sendebar. A través del acto
de llorar, se posibilita la separación en dos grupos concretos de personajes en el texto, cuyos
móviles para secretar lágrimas revelarán, posiblemente ante el lector, algunos paradigmas sobre
220 HISPANISMOS DEL MUNDO: DIÁLOGOS Y DEBATES EN (Y DESDE) EL SUR

el engaño, la traición y por otro lado la sinceridad de otros personajes en situaciones clave
dentro del Libro de los engaños.

Palabras clave:
Edad Media, género, Sendebar, visión del mundo, engaño.

Abstract:
The present study is an analysis of the characters who cry in the Sendebar. By examining the
act of mourning, it is possible to separate the characters in the text into two different groups,
whose motives to conceal the tears reveal –possibly before the reader– some paradigms about
deception, betrayal, and secondly other characters’ sincerity in key situations in the Libro de
los engaños.

Keywords:
Middle Ages, gender, Sendebar, worldview, deception.

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