Durkheim, E. (1920). La Educación Moral. Madrid: Ediciones Morata.
El termino formar genera en mi pensamiento conflictos, dado que puede parecer
que se le despoja al estudiante de su propia de voluntad de crearse, es por ello que opto por usar el termino acompañar a la creación del ser moral, esto visto solo desde la perspectiva educativa, pero reconociendo que esta creación se da en cualquier ámbito y espacio de la cotidianidad. En primera instancia, debemos de reconocer en e alumno no un ser con grandes conflictos acerca de su actuar moral, sino un ser que convive en sociedad, por lo que su experiencia de las bases morales las obtendrá directamente desde la participación, por lo que el docente en su papel de acompañante no será un juez que desde normas estrictas juzgue y reprenda el actuar del infante, sino un expositor reflexivo frente al por qué un acto puede no ser moral, a fin de que el pupilo no se lleve simplemente una norma que debe seguir, sino un sentido moral de sus actos.
Es menester, traer a colación el pensamiento según Durkheim, quien apoya que la
formación moral no es solo dada desde un área, por lo que no se puede pensar que se le dejara toda la tarea de formar ética y moralmente a un alumno, cuando su ser social se desarrolla tanto en el área de matemáticas como en castellano, es decir, que la moralidad no se reduce a una clase en salón de clase, sino que la mejor forma de ayudar a formar un sujeto moral, es hacerle comprender que dicha moralidad no puede desligarse en ningún momento de su vida.
Hablar de una educación moral es hablar de un acompañamiento de un ser que se
construye en unas reglas morales, pero principalmente es hablar de una formación critica para que el sujeto no dependa solamente de las normativas que se le imponen, para que no se queden en un: ¡no hagas esto! O ¡eso está mal! Sino que será capaz de comprender y reflexionar lo que conlleva sus actos. Luisa Caycedo Florián