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INTRODUCCIÓN

Somos criaturas extrañas, complejas y a la vez simples. Somos dominantes por


naturaleza, pero sumisos en cuanto la misma naturaleza se viene en contra de nosotros.
Somos seres espirituales con aires etéreos, pero al mismo tiempo somos simples
máquinas biológicas que solo buscan la subsistencia. Somos humanos.
Una especie tal vez sobrevalorada, e incluso idolatrada por sus mismos integrantes, así
somos nosotros. Un mar de misterios y un libro que todavía no se termina de escribir. Aún
no lo sabemos todo, pero creemos saberlo, y nos regodeamos pensando que somos el
último escalón de la creación, el eslabón más importante, nos creemos divinos, superiores,
“los más evolucionados” ¿Pero quién nos hizo creer tal barbaridad?
No somos perfectos, no lo sabemos todo. No somos una especie divina en la creación,
solo una especie más. Basta con saber que compartimos muchas características con las
demás especies, y que no solo eso, sino que todos los seres vivos, de alguna manera
estamos hechos de lo mismo. De los mismos ingredientes que eligió la naturaleza para
nuestra existencia, solo que en diferente orden, en diferente cantidad, en diferente
disposición…
Así que, por supuesto estamos lejos de ser superiores, lejos de ser invencibles. ¿Pero qué
es lo que nos tiene en el mismo lugar en el que estamos ahora? ¿Qué fue lo que nos
permitió llegar a la supuesta e imaginaria cima en la que estamos?
Nuestra inteligencia. Nuestro ingenio. Nuestra mente grandiosa y misteriosa, y quizá tal
vez un poco perversa. Esa mente compleja y a veces tan difícil de entender.
Estamos justo aquí por eso, y de hecho, me permito mencionar que estoy escribiendo esto
gracias al puro ingenio humano, de otro modo nadie habría inventado este portátil y yo no
tendría las teclas del computador bajo mis dedos, y ni siquiera podría entender cómo
hacerlo de no ser porque tuve un proceso que me permitió aprender a usar estos códigos
que llegarán a los ojos de quien lea, para que mis palabras le lleguen en forma de mensaje
y de alguna manera él o ella entienda lo que le quiero decir.
Mi cerebro, o el cerebro de cualquier persona trabajan incansablemente, prueba de ello es
que solamente para entender este mensaje se habrán tenido que formar cientas de
sinapsis neuronales, liberando neurotransmisores que viajarán a su destino para que las
órdenes sean ejecutadas. Mientras escribo, mi cerebro ha tenido que revisar su bibliografía
mental para sacar a flote todas estas palabras, y de alguna u otra forma habrá tenido que
consumir alguna que otra caloría por conexión neuronal, y no solo eso, reconectar algunas
conexiones neuronales viejas para recordar aquello que alguna vez aprendí en la niñez.
Así funcionamos. Y de hecho, respondiendo a las preguntas formuladas en el cuarto
párrafo, es esto precisamente lo que nos mantiene en donde estamos.
No podemos correr a 120 km/h como un guepardo, el más veloz de los animales terrestres.
No podemos volar como un águila, no poseemos una visión extraordinaria y ni siquiera
somos fuertes de verdad, ni siquiera somos capaces de levantar más que unos cuantos
kilos, y si lo fuéramos tendríamos que estar entrenados para ello.
No poseemos la grandeza de un elefante, la altura de una jirafa, o el veneno de una
serpiente. No somos capaces de volar como una paloma, y tampoco respiramos bajo el
agua como un pez. Somos simples criaturas sin fuerza y sin los poderes que la naturaleza
le confirió al reino de los demás animales.
De no ser así, ya no estaríamos aquí, por supuesto eso se lo debemos a nuestro ingenio.
Porque sabemos aprovechar aquello que nos brinda el mundo, porque nos lo
cuestionamos todo y de alguna u otra forma somos capaces de entender lo que nos rodea.
Porque sabemos construir cosas, y destruirlas… Y porque nuestra mente nos ha llevado al
lugar al que estamos hoy.
Así que, para finalizar esta quizá atrevida introducción, me limito a decir estas palabras: “Si
no fuera por la capacidad que el humano tiene de retener información, de adaptarla a su
entorno y de procesarla en su maravilloso cerebro, esta especie tal vez ya no estaría aquí,
así que como proceso fundamental, el aprendizaje no solo nos lleva a guardar
conocimientos, el aprendizaje como tal, es nuestra mayor arma de supervivencia”
La educación y el aprendizaje, como ya se mencionó, son tan importantes en la vida, como
para la conservación y la calidad de la misma. Es por eso que se debe prestar una mayor
atención a la manera en la que se está impartiendo dicha educación. Y es que aunque se
piense que la educación es un proceso que no ha cambiado a lo largo del tiempo, sí que lo
ha hecho, prueba de ello son la aparición de nuevas metodologías, técnicas y paradigmas
que permiten que este proceso avance. Y es que es necesario que lo haga, porque cada
día se descubren nuevas cosas, y cada día se inventan otras, y es por eso que la
educación en sí no debe quedarse atrás, sino que debe ir a la par de estos nuevos
conocimientos adquiridos, para permitir que el proceso educativo sea mejor cada día, que
sea capaz de cumplir con los requisitos de calidad en aquellos que la reciben, y por
supuesto en aquellos que la imparten, puesto que todos estamos en un constante proceso
de desarrollo y de aprender cosas nuevas que tarde o temprano tendrán que ser
estudiadas, y más adelante, tendrán que ser aprendidas y entendidas, porque de otra
manera la educación no tendría la difusión necesaria y los conocimientos adquiridos se
estancarían y no podrían ser heredados o compartidos con las siguientes generaciones, y
todo ese esfuerzo habría servido para nada.
Y es que además las necesidades actuales son diferentes a las de antes, con tanto flujo de
información disponible a la mano, no podemos decir que un niño de ahora tenga que
aprender como un niño que estaba en la escuela hace 50 años. Los tiempos cambian, y
con ello las necesidades también. ¿Por qué forzar a nuestros niños a memorizar como
máquinas? ¿Por qué exigirles que aprendan algo solo para una calificación? Tenemos que
darnos cuenta en este mismo momento que ese es uno de los más grandes problemas de
la educación. Tenemos que inculcarles sobre todo a aprender para nadie más que para
ellos mismos, que aprendan a usar la información que tienen a la mano, y que sean
capaces de cuestionarse los conceptos que descubren. Que no se queden tranquilos con
lo primero que vean. Necesitamos que observen, que indaguen, que busquen, y que sean
capaces de encontrar respuestas a las preguntas que se hagan ellos mismos.
Pero para lograr todo eso dicho anteriormente no basta con chasquear los dedos. Se trata
de un asunto que consiste en seguir determinadas pautas para que el proceso educativo
se fortalezca, y así mismo fortaleza la curiosidad innata en los niños quienes deban ser
impulsados a buscar sus propios interrogantes y sus propias respuestas, porque en una
sociedad actual que se mueve tan rápido, en un mundo como el nuestro en el cada día se
descubren cosas nuevas, y en el que aumentan las incógnitas, necesitamos a niños que
sean capaces de cuestionarse todo lo que ven, que sean capaces de abrirse camino entre
el mar de información que les es disponible, y aprender cómo usarla y aplicarla en su vida
diaria, y sobre todo a buscar el porqué de todo lo que les rodea, para que así mismo sean
capaces de aprovechar su propio entorno educativo y que ya no se vea a la educación
como una simple obligación, sino como un mecanismo necesario para la adaptación y la
mejora vital.
Y es que es ahora cuando nos hemos dado cuenta de todas las carencias que hacen
balancear al sistema educativo. No se trata solo de obligar a los niños a memorizar
conceptos que ellos quizá ni siquiera entiendan. No se trata de que ellos vean a la escuela
como una escuela en sí, sino como su segundo hogar, en el que aparte de formar fuertes
lazos de amistad, debieran recibir una formación integral, no solo como aprendices, sino
como personas sintientes e imperfectas, no como simples códigos encasillados en una lista
que el docente llena mecánicamente y puede que ni se dé cuenta.
Vaya sorpresa, ¿No? Cada código de esos tiene un nombre y como no, sentimientos.
Es por eso que se debe contemplar la idea de no solo engordar el programa tradicional de
materias que se ha venido manejando hasta ahora, sino de también implementar y hasta
reformar este programa, conservando por supuesto las materias fundamentales como
matemáticas o literatura, y a partir de esa base, añadir aquellas materias que vayan
dirigidas hacia la salud emocional de los niños, hacia su capacidad de expresarse y hacia
sus intereses personales. ¿Por qué no?
De esta manera les estaríamos demostrando a los estudiantes que no son solo simples
códigos en una lista para nosotros. Les estaríamos demostrando esa empatía que ellos
necesitan, para que dejen de ver a la escuela como un lugar lúgubre en el que un manojo
de adultos los hagan sentir tontos o inútiles. Para que no vean el conocimiento y el
aprendizaje como algo inalcanzable, sino flexible y sobre todo posible para ellos.
Es fundamental entonces hablarles a los niños no solo de matemáticas o inglés, sino de
salud emocional, empatía, resiliencia, bondad, respeto, pero no de manera esporádica,
sino metódica y estructural, para que ellos vayan subiendo sus propios escalones con
ayuda del aprendizaje, y en un futuro no solo sean capaces de sumar y multiplicar, sino
también a ponerse en el lugar del otro, a respetar la diversidad de culturas, a saber
enfrentar sus problemas y también a expresar sus propias emociones.
Dicho esto, podemos pasar al siguiente punto: La manera en la que se enseña lo que
siempre se ha enseñado.
A todos, o al menos a la mayoría nos educaron de manera que sepamos sumar, restar,
multiplicar, dividir… Sacar potencias, raíces, a hallar múltiplos, a operar con fracciones.
Nos enseñaron a escribir, a responder preguntas, nos dijeron que Miguel de Cervantes
escribió Don Quijote, nos enseñaron y siempre nos repitieron que leer era bueno. Siempre
nos dijeron que el inglés nos iba a hacer falta en un futuro, incluso nos dijeron que sin
aprender historia no íbamos a conocer nuestras propias raíces. Nos enseñaron que la
célula es la unidad funcional de la vida, y que sin agua no habría manera de vivir. Nos
dijeron que Dios creó al mundo y que de cualquier otra forma no podemos escoger otra
opción porque “es la verdad absoluta”. Nos pusieron una especie de camisa de fuerza que
es difícil de quitar incluso ahora.
Pero ya no se trata solo de saber sumar y restar, multiplicar y potenciar, sino de saber para
qué se hace. Para que me sirve a mí saber todo eso. ¿En qué yo lo podría ocupar? Por
supuesto que no queremos que nuestros niños digan que eso no les sirve para nada. Es
por esta razón que se debe enseñar el qué, el por qué y el para qué. No solo el qué, como
siempre se ha hecho.
Tampoco se trata solo de enseñar quien escribió tal libro, y en qué época. Es mucho más
interesante conocer al autor y por supuesto el contenido de la obra que escribió. ¿Qué lo
llevó a llenar esas páginas tan maravillosas? ¿Qué fue lo que lo impulsó? ¿Por cuál trauma
o aventura, o enseñanza tuvo que pasar el autor para escribir semejante obra? ¿Qué
sentimientos debió estar sintiendo cuando decidió escribir una historia para el público?
Por otro lado, si les decimos a nuestros niños que leer es bueno, y les imponemos lo que
deben leer no estaríamos logrando mucho. Deberíamos introducir temas muy
emocionantes para ellos y a la vez educativos, y no siempre empezar con un libro. Es
posible introducir películas, obras de teatro, juegos, historias orales, y de alguna forma
emocionarlos de tal forma que ellos mismos busquen más información sobre aquello que
nosotros les dijimos alguna vez.
Si les hablamos en inglés de vez en cuando, si les cantamos, si les ponemos una pequeña
meta por día, si los impulsamos, si los incentivamos, ellos mismos sentirán la necesidad de
hacerlo.
No les hablemos solo de historia, hablemos con ellos de las problemáticas actuales. No les
hablemos de las fechas en las que nacieron nuestros héroes patriotas, hablemos con ellos
de la manera en la que actuaron dichos héroes y como ellos mismos podrían adoptar estas
actitudes para proponer soluciones a las problemáticas actuales. ¿A ellos de qué les sirve
saber cuándo nació Policarpa Salavarrieta si no saben la razón de su lucha y entienden las
circunstancias y el contexto que la llevaron a actuar como actuó? Es mucho más necesario
entender el contexto de la historia en sí, más que su cronología. Se vuelve vital exponerles
cuáles eran las dificultades en ciertas épocas pasadas e incentivarlos a buscar soluciones
dentro de ellos mismos para estos problemas antiguos vistos en clase, discutirlos y
compararlos, y así ellos tengan el suficiente pensamiento crítico como para entender el
contexto actual en el que viven y puedan pensar en las cosas que ellos mismos podrían
mejorar desde su hogar y su escuela.
Sobre todo es fundamental enseñarles que el mundo es diverso. Y que no existe solo un
tipo de cultura, o un solo tipo de religión. Se debería incentivar el respeto hacia las
creencias diferentes e incluso a las no creencias. Que no se queden con la simple idea de
que un Dios nos creó, que ellos mismos busquen la información que les ayude a crearse
sus propias ideas, sus propias convicciones.
Ya habiendo dicho todo esto, cabe mencionar que se necesitan espacios o rincones
especiales en los que el estudiante se desenvuelva con mayor facilidad y sea capaz de
retener todo ese conocimiento de una forma más eficiente. Ya para cada una de las
materias básicas, sería ideal implementar un componente práctico, en el que aprendan a
aplicar los conceptos vistos en clase, ya sea en concursos, encuestas, juegos,
dramatizaciones, casos, experimentos, canciones, películas, trabajos grupales, y hasta
salidas de campo. Las posibilidades son muchas, así que las opciones pueden variar, lo
importante es que el aprendizaje sea un modelo ideal de escuela nueva y que sea la
prueba innegable de que no solo la ciencia en sí avanza, sino con ella el proceso de
transmitir estos conocimientos también.
Y por si fuera poco, hay que hablar todavía de las necesidades básicas que no se enseñan
en la mayoría de los colegios o escuelas, tal como primeros auxilios, resolución de
problemas, administración básica de dinero, salud emocional, empatía, ecología,
sexualidad, más idiomas que solo el inglés, bellas artes que no incluyan solo al dibujo,
cine, decoración, incluso hasta agricultura básica. Pueden sonar quizá irrelevantes, pero
en verdad son necesarias, porque como tal hacen parte de la vida diaria, en la que a veces
saber calcular una ecuación no nos ayudará a resolver un problema personal.
CONCLUSIONES.
Finalmente recalco que la educación como tal no debe subestimarse, porque aunque los
colegios estén en plena vigencia hoy en día, existen numerosos casos de estudiantes que
prefieren dejar los estudios para dedicarse a otras cosas. La razón posiblemente recaiga
en el hecho de que el sistema educativo está muy arraigado todavía a los métodos
tradicionales, en los que se presiona a los niños a ser perfectos, en los que se basan en
una calificación para definir su inteligencia, o en los que todavía se le da más importancia a
las matemáticas o español que a la salud emocional, cuando la importancia debería ser
igualitaria.
Deberíamos entender que un estudiante es sobre todo una persona sintiente, y que por
ello no solo debería instruírsele en lenguaje, números o idiomas, sino también en otros
aspectos relevantes que lo ayuden no solo a formarse intelectualmente, sino a mejorar
como persona y como individuo en la sociedad.

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