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Introducción
Pero «civilización» no significa lo mismo en distintos países de Occidente. Hay una gran diferencia
entre el uso francés e inglés de la palabra por un lado y, por otro, el que de ella hacen los
alemanes. En Inglaterra y en Francia, el concepto resume el orgullo que inspira la importancia que
tiene la nación propia en el conjunto del progreso de Occidente y de la humanidad en general. En
el ámbito germano-hablante, «civilización» significa algo muy útil, pero con un valor de segundo
grado ya que afecta únicamente a la exterioridad/superficialidad de los seres humanos. La palabra
con la que los alemanes se interpretan a sí mismos y expresa el orgullo por la contribución propia y
por la propia esencia es «cultura». Este se remite substancialmente a hechos espirituales,
artísticos y religiosos, y muestra una tendencia manifiesta a trazar una clara línea divisoria entre
los hechos de este tipo y los de carácter político, económico y social. A su vez, el concepto francés
e inglés de «civilización» puede referirse a las realizaciones, a los logros, pero también se refiere a
la actitud (o comportamiento) de los seres humanos. Por el contrario, en el concepto alemán de
«cultura» prácticamente ha desaparecido la referencia al comportamiento o a los valores que
pueda tener un ser humano.
Por otro lado, el concepto de «cultura» tiene un carácter diferenciador mientras que el de
civilización atenúa hasta cierto punto las diferencias nacionales entre los pueblos y acentúa lo que
es común a todos los seres humanos o debiera de serlo desde el punto de vista de quienes hacen
uso del concepto. El concepto alemán de cultura pone especialmente de manifiesto las diferencias
nacionales y las peculiaridades de los grupos, refleja la conciencia de sí misma que tiene una
nación.
Ambos son términos que se acuñan sobre la base de vivencias comunes y crecen y cambian con el
propio grupo del que son expresión. Reflejan la situación y la historia del grupo. En cambio
resultan descoloridos y no alcanzan todo su significado para otras personas que no comparten
estas experiencias y no se han formado en la misma tradición y en la misma situación.
EL DESARROLLO DE LA OPOSICIÓN ENTRE «CIVILIZACIÓN» Y «CULTURA» (caso de ALEMANIA)
En primer plano, y como experiencia fundamental, se encuentra una oposición social interna que
revela la peculiaridad nacional: la oposición que se da entre una nobleza cortesana
fundamentalmente francoparlante y «civilizada» según pautas francesas por un lado y, del otro,
una capa intelectual germanoparlante de clase media, que se recluta básicamente en el círculo de
los «servidores reales» o de los funcionarios en el sentido más amplio.
La burguesía alemana es una clase social excluida en general de toda participación política, que
apenas piensa en categorías políticas y sólo de un modo tímido en categorías nacionales y cuya
legitimación reside fundamentalmente en sus realizaciones espirituales, científicas o artísticas.
Frente a ella se encuentra una clase alta que, desde el punto de vista de la otra, no «rinde» nada y
para la cual el comportamiento distinguido y distintivo constituye el punto central de su
autoconciencia y de su autojustificación. Es esta polémica la responsable de la antítesis conceptual
entre cultura y civilización en Alemania, la cual en Kant desemboca en la contraposición entre
«cultura» y «civilización»; la «cortesía» engañosa y superficial y la verdadera «virtud».
La pequeña intelectualidad alemana, los eruditos y los «servidores reales» de la clase media
valiéndose de una cierta capa espiritual, intentan crear los modelos de lo que ha de darse por
alemán, con el fin de establecer una cierta unidad alemana por lo menos en esta esfera espiritual,
ya que esto no es realizable en el plano político. En casi todos los Estados alemanes la situación de
esta intelectualidad era muy similar. En la cúspide estaban grupos de personas que hablaban
francés y que determinaban la política en Alemania. Por el otro lado, había una sociedad de clase
media, una clase intelectual germano-parlante que, en su conjunto, carecía de influencia sobre el
desarrollo político.
A medida que los círculos burgueses van enriqueciéndose poco a poco en Alemania, el rey de
Prusia (Federico el Grande, hombre del absolutismo ilustrado y racional, de gusto aristocrático-
cortesano) promete a su cuenta un despertar de las artes y de las ciencias. Sin embargo esta
burguesía habla un lenguaje distinto al del Rey. Los ideales y el gusto de la juventud burguesa del
movimiento literario de la segunda mitad del siglo XVIII, así como los modelos que siguen en su
comportamiento son casi los contrarios a los del monarca. Este movimiento literario alemán no es
un movimiento político. Hasta 1789 no se encuentra en Alemania ninguna idea de acción política
concreta, salvo algunas propuestas administrativas de reformas.
Los elementos burgueses adquirían cada vez una mayor conciencia; sin embargo, la red de los
Estados absolutos no permitía la participación política. En esta situación, la actividad literaria venía
a ser una especie de substitutivo de la acción política. En ella se expresan de modo más o menos
oculto los nuevos sentimientos, así como el descontento con la situación existente. El movimiento
literario de la segunda mitad del siglo xviii es la expresión de un movimiento social y de una
transformación de la sociedad.
La escasa mezcla de los modelos cortesano-aristocráticos y de los «valores del ser» con los
modelos burgueses y los valores del rendimiento, producida por esta separación, ha determinado
el fenómeno del carácter nacional de los alemanes. Los signos de la exclusividad, la acentuación de
lo específico y de lo diferenciador entre el concepto alemán de cultura y el occidental de
civilización se convertirá en el carácter propio del desarrollo alemán.
Con el paulatino ascenso de la burguesía alemana de ser una clase de segundo grado a ser clase
portadora de la conciencia nacional alemana y finalmente (tardía y condicionadamente) a ser clase
dominante; con su cambio de ser una clase que se veía y se legitimaba en su sublevación contra la
cúspide aristocrático-cortesana a encontrar su legitimación en la diferenciación frente a las otras
naciones, también se cambió la antítesis de «cultura» y «civilización», con todo su significado y su
función: de una antítesis fundamentalmente social pasó a ser una antítesis nacional. De modo muy
similar se da el proceso de desarrollo de lo que se considera especialmente alemán: mucho de lo
que, originariamente, se consideraba como carácter social peculiar de la clase media, impuesto a
los seres humanos a causa de su situación social, pasó a ser parte del carácter nacional.
Este comportamiento burgués no se evidencia tan sólo en Alemania; pero es aquí donde éste y sus
actitudes próximas adquieren mayor relevancia en la literatura debido a la defensa que de las
actitudes de la clase media hace la intelectualidad. Por lo demás, a causa de la estricta separación
que se da entre los círculos cortesanos y los de la clase media, estos comportamientos se
incorporan en una forma relativamente pura al comportamiento nacional de los alemanes.
Las unidades sociales llamadas naciones se distinguen unas de otras en gran medida en función de
su forma de organizar su economía afectiva, esto es, según los esquemas por los cuales se modela
la vida afectiva del individuo a través de una tradición que se ha hecho institucional, así como a
través de la situación actual.
Aun cuando las desigualdades sociales y económicas hicieron saltar el marco institucional del
ancien régime (Antiguo Régimen) es decir cuando la burguesía se convirtió en nación, el carácter
nacional se constituyó con mucho de lo que había empezado siendo específicamente cortesano. El
rasgo social distintivo de la aristocracia cortesana, que luego fue patrimonio también de los grupos
burgueses cortesanos en un movimiento de difusión muy intensivo, se va convirtiendo lentamente
en carácter social y nacional.
En Francia, donde las barreras clasistas (entre burgueses y aristócratas) eran más bajas, los
contactos sociales interclasistas mucho más frecuentes y la actividad política de la burguesía muy
desarrollada, la tensión entre las clases produjo frutos políticos muy tempranos, a diferencia de lo
ocurrido en Alemania. La prolongada exclusión de la actividad política de la nobleza francesa a
causa de la política real, la participación de los elementos burgueses en el gobierno y en la
administración, así como su acceso a las más elevadas funciones gubernativas y su influencia y
ascendiente en la Corte produjeron dos consecuencias: de un lado un contacto social estrecho y
duradero entre elementos de distinta extracción social y, de otro, posibilidades de actividad
política para los elementos burgueses, a medida que maduraba la situación social y, por supuesto,
una educación política más intensa y la posibilidad de pensar en categorías políticas.
En la segunda mitad del siglo xviii, en Francia los reyes no eran monarcas arbitrarios, sino que eran
prisioneros de los procesos sociales y dependientes de las facciones cortesanas, las cuales
prolongaban sus raíces por todo el país y las hundían muy profundamente en los círculos de la
clase media. La fisiocracia es una de las manifestaciones teóricas de estas luchas fracciónales. No
se trata solamente de un sistema de reforma económica, sino de un sistema de reforma política y
social. Pero estos funcionarios reformistas, sin duda, representaban también a un sector de la
intelectualidad y también de la burguesía comercial.