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Uso lingüístico

Se entiende por uso lingüístico el empleo que se hace de la lengua en un contexto


determinado. De este modo, la noción de uso lingüístico debe entenderse en contraste a la
concepción de la lengua como un sistema, en la que interesa el estudio de la lengua
desligado de su uso en un contexto determinado.

El concepto de uso lingüístico como tal nace en el seno del análisis de la filosofía del
lenguaje (L. Witttgenstein)  y es a partir de ahí tomado como objeto de estudio de distintas
disciplinas.  De todos modos, cabe precisar que tanto el estructuralismo como el
generativismo hacen mención al uso de la lengua, aunque sin considerarlo objeto de
estudio. Así, desde el estructuralismo se acuñó el término habla  para referirse a las
actuaciones verbales individuales, como opuesto a lengua, sistema lingüístico abstracto y
compartido por todos los miembros de una comunidad, que es objeto de estudio de la
lingüística. De modo parecido, desde el generativismo, se habla de actuación, en contraste
con competencia, entendida ésta como competencia lingüística, esto es, el conocimiento
que el hablante posee de la gramática de su lengua.

Algunas de las disciplinas más destacadas que tienen como objeto de estudio el uso
lingüístico son la lingüística del texto, el análisis del discurso, la pragmática, la etnografía
de la comunicación, entre otras, en las que se entiende que la heterogeneidad de usos
lingüísticos es compleja pero no caótica. Las personas tienen a su disposición
un repertorio de usos lingüísticos variados. Puede afirmarse que la variedad de usos
lingüísticos posibles puede agruparse en tres grandes ejes: variación social (culto-vulgar),
geográfica (variedades dialectales, por ejemplo) o de situación (formal, informal; texto oral
frente a texto escrito, etc.). Por otro lado, cuanto más variado sea el manejo que una
persona tenga del uso lingüístico en una lengua, más posibilidades tendrá de ser
competente comunicativamente, pues dicha variedad le permitirá comportarse adecuada y
eficazmente en situaciones comunicativas diversas. Por último, la existencia de usos
lingüísticos diversos conlleva la necesidad de descripciones lingüísticas que vayan más allá
de los aspectos formales de la lengua, como por ejemplo la morfología, la sintaxis o el
vocabulario. Así, para pedir información sobre un lugar, como puede ser [un lavabo], el
hablante tiene a su disposición diferentes exponentes lingüísticos, como por ejemplo [¿el
baño, por favor?, ¿dónde está el lavabo?, ¿el lavabo, por favor?, ¿dónde tienes el baño?,
¿dónde puedo empolvarme la nariz?, etc.]. El hablante competente tendrá en cuenta que
una u otra estructura lingüística puede ser preferente en un contexto determinado según
sea la intención, el destinatario, el canal, etc.

En didáctica de lenguas, el interés por el uso lingüístico supone una revolución en la


enseñanza de idiomas. Tras el declive del método audiolingüe, esta concepción de la lengua
constituye la base de los enfoques comunicativos. Desde esta óptica, para la enseñanza-
aprendizaje de un idioma, no basta con conocer su sistema, esto es, un conjunto de reglas
de construcción gramatical, asignación semántica y fonológica, sino que es preciso también
ser capaz de usar la lengua en diferentes contextos, con diferentes interlocutores y con
diversos fines, y desarrollar estrategias adecuadas para ello. Es decir, se busca que el
aprendiente no sólo sea capaz de producir oraciones posibles gramaticalmente, sino que
sea capaz de usar la lengua de forma comunicativamente eficaz, lo que conlleva activar los
usos lingüísticos característicos de una determinada situación comunicativa. Esto tiene
como consecuencia que la enseñanza de los aspectos formales no constituye un fin en sí
misma, sino que está supeditada a la finalidad comunicativa para la que se emplean. Los
programas, pues, se estructuran a partir de situaciones de uso, e incluyen estrategias
comunicativas necesarias en dichas situaciones. Por otra parte, el interés por la variedad de
los usos lingüísticos implica plantearse qué modelos de lengua enseñar, esto es, qué usos
lingüísticos enseñar en el aula, por qué y para qué.
La Literatura es la constitución de la identidad y expresión del autor, del
pueblo o de una nación. Estas alcanzan niveles de satisfacción y
complejidad notables y define enormemente la identidad de un país ya
que esta está siempre ligado a su acontecer histórico y su evolución
social.

La Literatura es el arte que utiliza las palabras como medios de expresión


y comprenden todas las reproducciones textuales existentes y
publicadas, así como el conjunto de obras referentes a un arte, una
ciencia o una filosofía.

Representante del saber y pensar social

La literatura es el arte que utiliza como instrumento la palabra. Por extensión, se refiere
también al conjunto de producciones literarias de una nación, de una época o incluso de un
género (la literatura griega, la literatura del siglo XVIII, la literatura fantástica, etc.) y al
conjunto de obras que versan sobre un arte o una ciencia (literatura médica, literatura
jurídica, etc). Es estudiada por la teoría literaria. 

Arte que emplea como medio de expresión una lengua. Conjunto de las producciones
literarias de una nación, de una época o de un género. Conjunto de obras que versan sobre
un arte o una ciencia. Conjunto de conocimientos sobre literatura tratado en que se
exponen estos conocimientos. “Literatura” deriva, etimológicamente, del latín Littera, que
significa “letra” o “lo escrito”. Por su etimología, pues, la literatura está ligada a la cultura,
como manifestación de belleza a través de la palabra escrita, pero esta definición deja fuera
la literatura de transmisión oral, que es la primera manifestación literaria conocida, por lo
que es mejor hablar, siguiendo a Aristóteles, de “el arte de la palabra”: la literatura es un
arte, y por tanto, se relaciona con otras artes, y tiene una finalidad estética. 

La Poética, de Aristóteles es el primer texto teórico importante en el que se trata la


cuestión de definir el arte de la escritura. No obstante, cuando Diógenes Laercio a lude a la
obra del Estagirita, se refiere a un tratado en dos volúmenes, por lo que hay que tener en
cuenta que nos falta el segundo. A lo largo de la historia no ha habido consenso para
alcanzar una definición universal. Se entiende por literatura, en el contexto de la crítica
literaria, el conjunto de textos que son producto del arte de la palabra (J. Domínguez
Caparrós). Importante es subrayar que dentro de la literatura existe un concepto
fundamental que sirve para poder llevar a cabo una clasificación de las distintas obras. Nos
estamos refiriendo al término de género literario que se utiliza para describir los diversos
tipos de trabajos de este tipo que existen y que se caracterizan por aspectos semánticos,
formales o fonológicos.

La importancia del lenguaje es innegable. El lenguaje es la base de la


comunicación del ser humano, nos permite expresarnos y comprender a los
demás; y, dependiendo de cómo lo utilicemos, vamos a construir e interpretar el
mundo de manera diferente.

Si atendemos a una definición estricta del término, es un conjunto de sonidos o


señales  a través de los cuales expresamos lo que pensamos o lo que sentimos.
Asimismo, es el estilo de habladuría y escritura de cada persona en particular.

Existen diversos autores que han estudiado el lenguaje en todas sus formas. El
psicólogo ruso Lev Vygotsky analizó su papel fundamental en el desarrollo; en sus
teorías, plantea que a través de la interacción social se adquiere el conocimiento y
eso nos permite pensar en formas cada vez más complejas. Por tanto, con
nuestros menores tenemos que tener especial cuidado en hacer un uso apropiado
del lenguaje (sobre todo en el ámbito de la educación y la psicología) ya que la
forma en la que utilizamos las palabras puede cambiar sus percepciones.

Por ejemplo, en el ámbito médico la terminología que se utiliza suele ser


apropiada, hablando sobre personas que “tienen/padecen una
enfermedad”. Resultaría muy raro escuchar “Pedro es un infectado” en lugar
de “Pedro tiene una infección”. Sin embargo, no resulta difícil escuchar tanto en
nuestra cotidianeidad como en los medios de comunicación términos como
“discapacitados”; no nos damos cuenta que al decir “discapacitados”, estamos
englobando la identidad de la persona en su discapacidad. En su lugar, se debería
utilizar “personas con discapacidad/diversidad funcional”, ya que de esta manera
nos permite resaltar a la persona antes que a su discapacidad.

De la misma forma, y en ocasiones casi sin darnos cuenta, es común utilizar


terminología como “es un vago, un rebelde o un llorica”. Cuando decimos que algo
“es” y no “está”, no estamos diferenciando entre conducta e identidad. Lo mismo
ocurre cuando hablamos de determinadas problemáticas o trastornos, dista mucho
decir “es anoréxica” a “tiene anorexia”. De esta manera, al igual que en ejemplo
anterior, le estamos dando mucha entidad a esos términos en el autoconcepto de
la persona; y, a su vez, estamos perpetuando esos comportamientos en el tiempo,
ya que el “ser” tiende a mantenerse estable, mientras que el “estar” es cambiante.

Por otro lado, la importancia del lenguaje también reside en la concordancia entre
el verbal y el no verbal. Cuando damos una instrucción a los niños para que hagan
algo o dejen de hacerlo, es relevante mantener tanto el contacto visual como una
buena postura corporal,  dejar lo que nos ocupaba en dicho momento y, sobre
todo, orientarnos hacia ellos para decírselo, acompañando la cara, gestos, etc.
con el mensaje que queremos trasmitir.

Asimismo, tenemos que tener cuidado con el uso de las ironías y los dobles
sentidos cuando todavía nuestros hijos no son capaces de entenderlos. Por
ejemplo, podemos decirle “no me des un beso, ¡eh!, no quiero que me des un
beso”, para que el niño venga, nos dé un beso, y le reforcemos con risas,
aplausos y más besos. Ahora bien, si nos imaginamos la situación en la que el
niño ha cogido el plato lleno de comida y le decimos “no tires el plato, ¡eh!, no
quiero que tires el plato al suelo”, lo que puede ocurrir después es que tire el plato
y venga el consecuente de regaños, caras de enfado, etc. Por lo que aunque
hablar de la primera manera forma parte de nuestro día a día, tenemos que ser
cautos con el uso del lenguaje si luego no queremos que se repitan ciertas
conductas en los niños.

Para concluir, se ha hablado de la importancia del uso del lenguaje (entendiéndolo


en la mayor parte de las ocasiones verbal) pero no hay que olvidarse de que los
aprendizajes no solo se generan a través del mismo. Por ejemplo, en
contraposición a la escuela, en la que su forma de impartir los contenidos es
fundamentalmente mediante las palabras, se sitúa la familia, donde una gran parte
de los aprendizajes se realizan mediante la observación (lenguaje no verbal). Por
todo ello, dirijamos nuestras acciones siendo plenamente conscientes que cómo
nos sintamos, lo que hagamos y lo que digamos puede influenciar en el desarrollo
de nuestros menores.

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