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HEBREOS UN ANCLA PARA NUESTRA FE

SEMANA 3
LUNES
Los creyentes fieles deben seguir creciendo. Hebreos 6:11-12.
Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin,
para plena certeza de la esperanza, a fin de que no os hagáis perezosos, sino
imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas.

Todos necesitamos de vez en cuando una palabra de estímulo. Necesitamos ser


amonestados para seguir creciendo en nuestro andar con Dios. Todo entrenador
de atletas sabe la importancia de animar a su equipo, reprenderlo cuando comete
errores, y darle nuevos retos. Si el entrenador no cumple estas funciones, el
equipo se estanca, y pierde partidos.
De la misma manera Dios Espíritu Santo nos amonesta a seguir adelante. Dios
tiene grandes bendiciones para los que le siguen con diligencia y solicitud. Los
galardones eternos no son para los perezosos, sino para los fieles. Dios nos ha
dado buenos ejemplos en su palabra, y debemos imitar la fe de ellos. Hay
disciplina que evitar y bendiciones para recibir. Sólo tenemos que permanecer al
lado de nuestro amado Salvador Jesucristo, y saldremos victoriosos en la vida
aquí en la tierra, y también en la eternidad.
Hasta el fin. Pudiera ser una referencia al regreso de Cristo cuando sus
esperanzas serán realizadas, o el final del tiempo presente de tribulación y
disciplina. La perseverancia es un fruto y evidencia de la salvación.
La plena certeza de la esperanza. Aquel que tiene la esperanza puesta en la
persona y obra de Cristo, gozará de confianza durante su vida temporal y
experimentará la vida eterna cuando muera.
Imitadores. mimetes (μιμητής G3402) relacionado con imitador. Se usa siempre en
buen sentido en el NT. En 1Co_4:16 (traducido «que me imitéis»; VHA: «que seáis
imitadores de mí»); 11.1; Eph_5:1; Heb_6:12: Se usa en exhortaciones,
acompañado del verbo ginomai, ser, venir a ser, y en en Heb_6:12, donde el
tiempo aoristo o puntual indica un acto decisivo con resultados permanentes.

Galatas 6:9 No nos cansemos, pues, de hacer el bien, porque a su


tiempo segaremos sino desmayamos.
MARTES Heb. 6: 19-20
(19) La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta
dentro del velo, (20) donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo
sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec.
¿ Los siguientes versículos refuerzan la enseñanza de Hebreos 6:19-20. ¿Cómo
nos aseguran de que nuestra salvación no depende de nosotros, sino de Jesús?
2ª a Timoteo 1:12. Pablo había depositado en Cristo su fe. Estaba confiando en él
para su salvación presente y futura. Había basado su vida sobre sus promesas, y
estaba seguro de que Jesús era poderoso para proteger su inversión.
Filipenses 1:6. Cuando Dios empieza una obra, él mismo la termina.
Romanos 8:37-39. Nada ni nadie nos puede separar del amor de Cristo. Algunos
dicen que nosotros mismos podemos separarnos de su amor, pero esto no
concuerda con el texto que dice que “ninguna cosa creada” nos puede separar de
él. Somos creados por Dios, de modo que estamos incluidos en la promesa. Otros
dicen que nuestro pecado nos puede separar de él. Es cierto que el pecado nos
puede separar de la comunión con él, pero no puede romper el amor que Cristo
nos brinda. Recordemos que el pecado fue tratado en Romanos capítulos 4 y 5.
Cristo lo pagó, y nuestra justicia se basa en su sacrificio a nuestro favor.
Juan 10:27-29. Las ovejas del Señor están en la mano de Jesús, y él está en la
mano de su Padre. Nadie las puede arrebatar de su mano, ni tampoco de la mano
del Padre. Mucho menos pueden salir por sí solas. Están guardadas para Dios, y
nunca se perderán.
No solamente tenemos una ancla todopoderosa y firme, sino que está asentada
en un lugar donde no la puede mover nadie. Jesucristo nuestra ancla ha
penetrado dentro del velo, hasta la misma presencia de Dios Padre. Ha entrado
como nuestro precursor, es decir, su presencia en ese lugar es nuestra garantía
que nosotros también estaremos con él.

La frase “dentro del velo” se refiere al tabernáculo o templo donde los


sacerdotes levitas hacían su trabajo. El templo fue dividido en dos cuartos.
La parte más amplia fue llamada el “lugar santo”, donde los sacerdotes
entraban diariamente para atender el candelero de oro, cambiar los panes, y
ofrecer incienso sobre el altar de oro. La segunda parte se llamaba el “lugar
santísimo”. Este cuarto no tenía nada sino el arca del pacto que simbolizaba
la presencia de Dios.
Entre el lugar santo y el lugar santísimo había un velo de tela gruesa. Los
sacerdotes no podían pasar el velo bajo pena de muerte. Nadie podía entrar
en la presencia del Dios santísimo sino el sumo sacerdote una vez al año. El
velo representaba el pecado que separaba a Dios de los hombres.
Ahora bien, Jesús no traspasó el velo del templo en Jerusalén, pero cuando
él murió, el velo del templo se rompió desde arriba hasta abajo. Con su
sacrificio eliminó el problema del pecado para siempre, y ahora toda persona
que cree en él tiene libre acceso a Dios.
Aunque Jesús no entró en el lugar santísimo del templo de Jerusalén, entró
en el lugar santísimo en el cielo que el templo solamente representaba.
Jesús entró en la misma presencia de Dios Padre llevando su sangre como
ofrenda por el pecado del mundo. Cuando él penetró detrás del velo en el
cielo, llegó como nuestro representante. En su presencia delante del Padre,
tenemos plena seguridad que nosotros también seremos recibidos en el
mismo lugar.

Los siguientes versículos amplifican la enseñanza de Hebreos 6:19-20.


¿Cómo nos ayudan a entender lo que Jesús está haciendo hoy en presencia
del Padre, y nuestra esperanza por el futuro?
Juan 17:24. Jesús oró que todos los suyos estarían con él para siempre.
Como Jesús tiene libre acceso al Padre, nosotros también. Tenemos acceso
ahora por medio de la oración, y en el futuro estaremos en su presencia para
siempre al lado de nuestro amante y poderoso Salvador.
Romanos 8:34. Jesús está a la diestra del Padre intercediendo por nosotros.
1ª de Juan 2:1. Jesús es nuestro abogado delante del Padre. Cuando
pecamos, él presenta su sangre que derramó a nuestro favor. El es la
propiciación perfecta por toda nuestra maldad. (Jesús es la propiciación por
nuestro pecado porque su muerte satisfizo para siempre la justicia de Dios
que exige la muerte por el pecado. Jesús, siendo inocente, murió en nuestro
lugar, y así pagó el precio una vez para siempre.)

Algunos judíos preguntarán: ¿Cómo puede Jesús ofrecer el sacrificio de su


sangre ya que no es de la tribu de Leví? Esto fue un problema serio para los
judíos, porque Dios había prohibido en la ley que cualquiera ofreciera
sacrificios que no fuera de la tribu de Leví y de la familia de Aarón.
Aparentemente el problema no tiene solución, porque Jesús fue
descendiente de David, quien era de la tribu de Judá. A pesar de la gravedad
de la dificultad, Dios tenía preparada la solución. Jesús no fue sacerdote
según el orden de Leví, sino según el orden de Melquisedec. ¿Quién fue el
misterioso Melquisedec, y cómo simboliza su ministerio al de Jesús? De
estas preguntas tratan los estudios sobre el capítulo 7 de Hebreos

SEMANA 4
SEMANA 5
Jueves
Devocional Hebreos 11:8
Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de
recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba.

la Palabra más importante en este versículo es: "obedeció".


Esta palabra está muy relacionada con Cumplir, como cumplir
con la voluntad de quien manda o lo que establece una ley o
norma. Cuando cumplimos con los preceptos de Dios estamos
obedeciendo, y dentro de ese cumplimiento esta la adoracion a
nuestro señor, en este sentido, Adorar es rendir un culto
sagrado, reverenciar con sumo honor a Dios. Según el hebreo y
el griego, podemos añadir que es postrarse, inclinarse,
reverenciar, servir, obedecer. La primera vez que la palabra
adoración aparece en la Biblia es en el Antiguo
Testamento, cuando Abraham va a entregar a su hijo para
ofrecer adoración a Dios (Gén. 22:5). Por lo cual podemos
resumir que la adoración, lleva a la obediencia.
Pero en el caso de Abraham, todo lo que él hizo fue edificar
altares para adorar a Dios, y esto le impulsó a obedecer a Dios.
Abraham adoró a Dios por la fe; y después obedeció a Dios por
la fe.
En el versículo 7 del capítulo 12 de Génesis, leemos: "Y se
apareció el Señor a Abram, y le dijo: A tu descendencia daré
esta tierra. Y edificó allí un altar al Señor, quien se le había
aparecido". A donde quiera que este hombre se dirigiera,
siempre edificaba un altar. Cuando llegó a la tierra de Siquem,
edificó un altar. Cuando fue a las llanuras de Moriáh, allí edificó
un altar al Señor. Así que a dónde quiera que Abraham llegara,
él construyó un altar para Dios.

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