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Metodología de la ciencia: tratados, manuales y textos

Conference Paper · January 2011


DOI: 10.13140/RG.2.1.1523.5920

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Juan Ramon Alvarez


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1

METODOLOGÍA DE LA CIENCIA: TRATADOS, MANUALES Y TEXTOS


Juan Ramón Álvarez
Universidad de León (España)
jralvarezb@gmail.com

Publicado en Bestani, Rosa M., et al, (Comp.), Textos, Autores y Bibliotecas,. 190 años
de la Biblioteca Mayor de la UNC, Córdoba (Argentina): Universidad Nacional de
Córdoba, 2011, pp. 453-467. La paginación se incluye en el presente texto.

1. Introducción: variedades de la metodología de la ciencia


Considerando la siempre precaria relación de comunicación entre las Humanidades y las
ciencias, en su libro La ilusión del método 1 Fernández Buey hace notar una divergencia
creciente en las reflexiones acerca de la metodología de la ciencia. La divergencia allí
señalada consiste en que la metodología de la ciencia formulada por los filósofos tiende
a veces a convertirse en una teoría general de la racionalidad científica que casi llega a
identificarse con la filosofía de la ciencia como tal, mientras que, en el otro extremo, los
científicos se inclinan crecientemente por identificar la metodología de la ciencia con la
presentación y el aprendizaje de técnicas instrumentales propias de cada especialidad
científica. Esta doble tendencia centrífuga hace cada vez menos practicable el diálogo
entre filósofos generalistas y científicos especialistas. De la primera tendencia pueden
servir de ejemplo libros que, con el título de Metodología de la ciencia, se ocupan
realmente de las grandes corrientes contemporáneas de la filosofía de la ciencia 2 . De la
segunda pueden serlo todos aquellos textos que, al modo de “manuales de
instrucciones”, presentan los pasos que deben darse para conseguir los fines para los
cuales las técnicas concretas (llamadas también a veces “métodos”) han sido diseñadas 3 .
Estas tendencias señaladas por Fernández Buey llevan al extremo algo que, por
otra parte, es un hecho comprobado. El campo de la metodología de la ciencia no es
homogéneo, puesto que existe una metodología filosófica y una metodología científica
de la ciencia. Respecto a las tendencias señaladas por Fernández Buey, no está de más
comentar esto que acabo de llamar hecho comprobado. En efecto, la metodología de la
ciencia es en parte filosófica, porque existe un parte de la filosofía de la ciencia que se
1
Fernández Buey, Francisco, La ilusión del método. Ideas para un racionalismo bien temperado,
Barcelona: Crítica, 1991.
2
Un ejemplo claro de esto lo constituye Echeverría, Javier, Introducción a la metodología de la ciencia.
La filosofía de de la ciencia en el siglo XX, Madrid: Cátedra, 1999.
3
Un manual de laboratorio presenta diversos “métodos”, véase Torres Cartas, Sagrario, Técnicas
instrumentales. Manual de Laboratorio, Valencia: Universidad Politécnica de Valencia, 2006.
2

ocupa, como veremos más adelante, del sentido de los procedimientos que caracterizan
la actividad científica en sus distintas formas. Pero también es cierto que “[n]o toda la
meto[454]dología de la ciencia es filosófica: existe una metodología científica acoplada
internamente a cada ciencia que, sin ser ajena a las reflexiones filosóficas, es un
componente intrínseco de la propia ciencia […] no hay ciencia irreflexiva” 4 .

2. Una concepción del método científico y de la metodología de la ciencia


Desde 1984 5 he caracterizado el método científico como la subordinación a normas de
las operaciones simbólicas, técnicas y sociales en el marco de las ciencias a cuyas
teorías se les ha logrado asociar una articulación de niveles de su dominio de objetos.
Brevemente resumo aquí dicho concepto, formulado en el marco del conjunto de
relaciones dentro del cual Charles Morris presentó su proyecto de una Semiótica como
teoría general de los signos 6
Partiendo del conjunto K = {signos, objetos, sujetos}, términos entre los cuales
Morris estableció las relaciones sintácticas, semánticas y pragmáticas, se construye el
conjunto K2 como el conjunto de las nueve relaciones binarias que figuran en la
siguiente tabla:
SIGNOS OBJETOS SUJETOS
SIGNOS Sintácticas Representativas Normativas
OBJETOS Incorporativas Objetivas Restrictivas
SUJETOS Simbólicas Técnicas Sociales

Tabla 1

De las nueve relaciones binarias resultantes, destacan las de la tercera fila como
acciones de los sujetos, que utilizan signos para comunicarse, transforman los objetos
según sus fines y actúan sobre otros sujetos modificando su conducta. Por otro lado, las
relaciones de signos a sujetos, llamadas normativas, apuntan a las normas a que han de
someterse las acciones de las tres clases mencionadas. Surge así una primera idea de
método –aún excesivamente general, equivalente a la idea genérica de acción racional-

4
Álvarez, Juan Ramón, Ensayos metodológicos, León: Universidad de León, 1988, p. 40.
5
Álvarez, Juan Ramón,”Un contexto de análisis para las ciencias humanas", Diánoia (México D.F.), 30
(1984), pp. 173-209.
6
Morris, Charles, “Fundamentos de la teoría de los signos”, trad. de Torrego, Esther, Presentación del
lenguaje, Madrid: Taurus, 1972, pp. 54-65.
3

como la subordinación de las acciones simbólicas, técnicas y sociales a normas. Pero


esta noción, por esa excesiva generalidad, es aplicable a actividades muy diversas;
pongamos por caso, a la actividad de cocinar, que sería metódica en la misma medida en
que está normalizada en la tradición y en las recetas. De ahí la necesidad de introducir
un elemento diferencial característico del llamado [455] método científico, cuyo estudio
sería el objeto de la metodología de la ciencia. Para completar esta noción genérica y
alcanzar la noción de método científico, es necesario introducir la noción de nivel de
resolución de las teorías científicas como par conjugado de dos escalas objetivas de su
dominio teórico (por ejemplo, átomos/moléculas, unidades distintivas/unidades
significativas, que, respectivamente, sirvieron para consolidar la Química clásica en el
siglo XIX y la Lingüística estructural en el siglo XX), con relación a las cuales
discurren los procedimientos de análisis y síntesis. El nivel de resolución de una teoría
científica está ontológicamente fundado, pero a la vez es establecido y, en su caso
alterado, metodológicamente. Existe aquí una especie de círculo virtuoso, porque algo
que resulta metodológicamente establecido, permite a su vez otorgar credencial de
cientificidad al método que la establece. El nivel de resolución de una teoría permite
definir el método científico como la subordinación de las operaciones a normas dentro
de los límites establecidos por ese nivel de resolución.

3. La metodología de la ciencia como teoría de los procedimientos normalizados


En la tabla del apartado 1 se presentan los aspectos que han de ser analizados en el
estudio de las ciencias. Las relaciones allí presentes pueden ser objeto de análisis como
asociadas a principios de diferentes teorías de ciencias pertenecientes a tres clases:
naturales, semióticas y humanas 7 . No es éste el lugar adecuado para tratar esta
clasificación de las ciencias, pero sí el adecuado para señalar que la metodología de la
ciencia debe entenderse como la teoría de las acciones simbólicas, técnicas y sociales
que tienen lugar con relación al nivel de resolución de las teorías consideradas.
Asimismo, que dichas acciones, en tanto que subordinadas a normas, pueden ser
consideradas como procedimientos metodológicos en el uso de los signos, de las
transformaciones de objetos y de las modificaciones de las conductas de los otros (o el
mismo) sujetos, con el fin de obtener conocimientos científicos. Esta concepción abarca

7
Para este tema véase Álvarez 1988, pp. 87-91.
4

más que lo que Mario Bunge considera metodología por oposición a la semántica de la
ciencia. Para el filósofo argentino, mientras que la semántica de la ciencia se ocupa de
la relación de los conceptos de las teorías con los objetos de su clase de referencia, la
metodología se relaciona con los procedimientos de contrastación de los enunciados
científicos con los hechos de la clase de evidencia de la teoría8 . La metodología de la
ciencia no ha de ocuparse solamente de los procedimientos de contrastación, sino
también de los proce[456]dimientos de construcción de teorías así como también de los
que, por medio de las mismas, proporcionan conocimientos (funciones que las teorías
deben cumplir) y los procedimientos de organización de los recursos humanos y la
gestión. La metodología de la ciencia –filosófica y/o científica- abarca en su estudio los
procedimientos normalizados de índole simbólica, técnica y social que tienen lugar en la
ciencia.
La distinción entre principios y procedimientos es la más conveniente para
distinguir la metodología de la ciencia de una ontología semánticamente asumida.
Como he expuesto en otro lugar 9 no hay ontologías mudas, sólo pueden darse por
medio de la semántica de las teorías a que se refiere Bunge. Esta distinción no limita la
metodología de la ciencia a ser una metodología de la contrastación; en cambio, los
procedimientos de contrastación aparecen como un subconjunto determinado de los
procesos sobre los que lleva a cabo su análisis la metodología de la ciencia.
Aunque, como indiqué, la metodología de la ciencia es la teoría de la
subordinación a normas de las operaciones simbólicas, técnicas y sociales en el marco
del nivel de resolución de una teoría científica, la literatura metodológica habitual suele
concentrarse en las dos primeras clases de operaciones. Hecha esta salvedad, obraré en
consecuencia para delimitar los temas de la metodología general de la ciencia, que
constituyen el núcleo temático de la misma solamente con relación a las operaciones
simbólicas y técnicas, en ese territorio propio entre las grandes concepciones de la
racionalidad científica y las instrucciones en procedimientos instrumentales. El
resultado es la agrupación de procedimientos en tres conjuntos, a saber: los
procedimientos de construcción de teorías, los procedimientos asociados a las funciones
de las teorías científicas y los procedimientos de contrastación.

8
Bunge, Mario, Treatise on Basic Philosophy. 1. Sense and Reference, Dodrecht: D. Reidel, 1974.
9
Álvarez, Juan Ramón, "Metodología, ontología y realismo cuánticos", Contextos (C.E.M.I., Universidad
de León), II/4 (1984), pp. 139-157).
5

3.1 Los procedimientos de construcción de teorías


Para establecer los procedimientos de construcción de teorías me valdré a continuación
de una clasificación de los functores utilizada por Gustavo Bueno 10 que presentaré en la
forma más clara posible. La estructura de las expresiones [457] “y=mx+b” y “Juan no
es más alto que Pablo”, se caracteriza por la aparición en ellas de términos
(‘y’,’x’,’m’,b’ en la primera, y ‘Juan’ y ‘Pablo’ en la segunda), de relaciones ( ‘=’ en
la primera y ‘es más alto que’ en la segunda), y de operaciones (‘+’, la multiplicación
implícita en la primera, y ‘no’ en la segunda). Consideremos las operaciones como
procedimientos que conducen de cuatro maneras diferentes de unos a otros de los dos
elementos restantes. En la tabla siguiente se muestran los cuatro tipos de procedimientos
ejemplificados con su forma más característica.

→ TÉRMINOS RELACIONES
TÉRMINOS Clasificación Definición
RELACIONES Construcción de modelos Inferencias

Tabla 2

En todas las ciencias se llevan a cabo estos procedimientos de construcción de


teorías. La metodología general de la ciencia ha de ocuparse de establecer, para cada
uno de estos procedimientos, sus requisitos formales o de corrección sintáctica y sus
requisitos de adecuación semántica.

3.2 Las funciones de las teorías científicas


Bajo este encabezamiento se reúnen los procedimientos de que se valen, en teorías
explícitas o implícitas, los científicos, para proporcionar información plasmada ya, o en
curso de serlo, como conocimiento. El inventario que se ofrece a continuación se basa

10
Bueno, Gustavo, ¿Qué es la ciencia? La respuesta del cierre categorial, Oviedo: Pentalfa, 1995. Bueno
parte de una clasificación de Curry, y la adapta como expresamente dice. “Distinguiremos, generalizando
una sugerencia de Curry, los siguientes cuatro tipos de functores: functores predicativos (los que forman
predicados o relaciones a partir de términos, algebraicamente, por ejemplo: '<' en 'a<b'); functores
nominativos (forman términos a partir de términos, por ejemplo '+', puesto que aplicado a 'a','b'
obtenemos 'a+b'); functores conectivos (que forman relaciones a partir de relaciones, por ejemplo 'a<b ∧
b<c → a<c') y functores determinativos (forman términos a partir de predicados, por ejemplo 'i´P(x)').
Ibid, p. 63, accesible en <http://www.filosofia.org/aut/gbm/1995qc.htm> (acceso 05/08/2008).
Una versión más desarrollada y asequible se halla en el manual de filosofía para Bachillerato,
Bueno, Gustavo y otros, Symploké, Madrid: Ediciones Júcar, 1987.
6

más en la historia de la tradición metodológica que en una combinatoria más o menos


afortunada. Los debates acerca de la capacidad cognoscitiva de diferentes clases de
ciencias o de determinadas disciplinas académicas (las ciencias duras frente a las
blandas o a las Humanidades) son bien conocidos. Estos debates se han desarrollado en
el marco de una red conceptual cuyos principales nodos son los procedimientos
(variados y complejos) de descripción, interpretación, establecimiento de leyes,
explicación y predicción. Aquí encuentran su lugar las oposiciones entre ciencias
nomotéticas e idiográficas 11 , y entre explicación y comprensión (entre erklären y
verstehen) como procedimientos propios de las ciencias naturales y las ciencias [458]
humanas 12 . También frente a las disciplinas o teorías descriptivas, las teorías
normativas como teorías presuntamente “comprensivas” (sea ello lo que fuere) hacen
que rebote sobre la propia metodología de la ciencia, en tanto que teoría de las acciones
humanas, la cuestión recurrente de la normatividad. Sobre ello volveré más adelante en
el lugar adecuado de esta exposición.

3.3 Los procedimientos de contrastación


Se cuenta que Gaston Bachelard distinguió tres etapas en la historia de la ciencia de la
naturaleza hasta la mitad del siglo pasado: la ciencia de las apariencias, la ciencia de los
fenómenos y la ciencia de los efectos. La primera es una ciencia basada en la
observación de la naturaleza, la segunda en la intervención de la misma y la tercera,
incluso, en la producción de lo que no está dado en ella. Traigo a colación esta
distinción, porque en ella aparecen los procedimientos de observación y de
experimentación –en la segunda etapa, donde los fenómenos son apariencias
provocadas por el científico, como Newton agujereando la caseta del jardín para
provocar, en esa cámara oscura, el fenómeno “rayo de luz”. La observación y la
experimentación son los dos procedimientos básicos de contrastación en la ciencia.
No debe pensarse que la observación científica sea un acto simple, no sólo
porque, como señaló Hanson 13 en su día, toda observación esté cargada de teoría, sino
porque desde la simple percepción sensible hasta las más elaboradas formas de
11
Cf. Windelband, Wilhelm, Preludios filosóficos: figuras y problemas de la filosofía y de su historia,
trad. de Roces, Wenceslao, Buenos Aires: Santiago Rueda, 1949.
12
El libro clásico sobre esta oposición es Von Wright, Georg H., Explicación y comprensión, trad. de
Vega Reñón, Luis, Madrid: Alianza, 1980.
13
Hanson, N. R., Patrones de descubrimiento: observación y explicación, trad. de García Camarero,
Enrique, Madrid: Alianza, 1977.
7

observación tecnológicamente mediada hay todo un conjunto de elaboraciones muy


sofisticadas 14 y muchas de ellas tienen lugar en complejos con equipamiento de alta
tecnología: los observatorios.
La experimentación abarca multitud de procedimientos que se llevan cabo en
sistemas diseñados al efecto y que implican la integración de la tecnología en la ciencia
como elemento fundamental. He sostenido en otro lugar que “la tecnología, vinculada a
la producción industrial de artefactos, se puede diversificar respecto de la ciencia según
el destino de sus productos. Son ingredientes de la ciencia aquellos artefactos diseñados
y producidos para la contrastación […]” 15 . Si la observación científica ha requerido la
construcción de complejos y costosos observatorios, la experimentación está asociada a
la construcción y equipamiento de sus locales, los laboratorios. Desde los [459] diseños
artesanales hasta los de alta tecnología, los experimentos han sido procedimientos de
contrastación que se han extendido progresivamente de unas ciencias a otras: desde la
física 16 a otras ciencias naturales e incluso en algunos casos a algunas ciencias sociales.
Ellos mismos son objetos de teoría, consideraciones que se subsumen en lo que suele
llamarse “teoría del diseño experimental”, expresión que no denota una unidad teórica,
sino una multiplicidad variadísima y muy numerosa de diseños experimentales.
El desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) ha
permitido que la experimentación se extienda a ciencias que hasta no hace mucho
tiempo se consideraban ajenas a ella. Es bien conocido el caso de la llamada “teoría del
caos”, donde el estudio de la dinámica de los sistemas sensibles a las condiciones
iniciales se realiza por la aplicación de la informática a los sistemas de ecuaciones no
lineales que los representan 17 . En este caso se ha llegado a hablar de una matemática
experimental, como nueva modalidad imposible de desarrollar sin los ordenadores
actuales.

14
Sobre la observación pueden leerse con provecho Broncano, Fernando, “La observación y el realismo”,
Theoría, 1, 2 (1985), pp. 481-502 y Torretti, Roberto, "Observation”, British Journal for the Philosophy
of Science, 37 (1986): pp. 1-23.
15
En el capítulo 6 de Álvarez, 1988, titulado “Metodología técnica y tecnología”, p. 158.
16
La filosofía de la ciencia, a pesar de todo, tiende a seguir siendo preferentemente filosofía de la física.
Véase el excelente artículo de la Stanford Encyclopedia of Philosophy, enciclopedia en Internet (con
pantallas en lugar de páginas, una novedad en la documentación metodológica y sus soportes) sobre los
experimentos en física: Franklin, Allan, “Experiment in Physics”, versión revisada de 2007, accesible en
<http://plato.stanford.edu/entries/physics-experiment/> (acceso 06/08/2008), que marca esta tendencia.
17
El ejemplo más sencillo es la variante discreta de la ecuación logística. Véase una sencilla presentación
“Caos en sistemas discretos”, accesible en <http://segre.upc.es/nllab/iterated-es.html> (acceso
06/08/2008).
8

Las TIC nos sirven de puente entre este tipo reciente de experimentación con un
procedimiento que, para las ciencias humanas, donde no es posible repetir los
experimentos (en su repetibilidad reside su fertilidad), se alcanza un procedimiento de
cuasi-contrastación: la simulación 18 . La simulación permite fingir el desarrollo de
sistemas complejos, algunas de cuyas variables pueden ser alteradas manteniendo otras
fijas. Sustituye, por tanto, la comprobación a largo plazo del desarrollo del sistema
considerado en su unicidad inevitable. La simulación es un procedimiento de
contrastación en dos sentidos: como los experimentos y las observaciones, contrastan lo
previsto con los “hechos” (aunque aquí los hechos han sido propiamente producidos por
la aplicación informática), pero también cabe contrastar unas simulaciones con otras
cuando las variables alteradas son diferentes. Su utilidad puede ser práctica con vistas a
la toma de decisiones, y en ese sentido enlaza con el tema de la normatividad en las
ciencias humanas.
Observación, experimentación y simulación son los tres procedimien[460]tos de
contrastación que completan, junto a los procedimientos de construcción de teorías y los
que conducen al cumplimiento de las funciones cognoscitivas de las teorías científicas,
el panorama de una metodología general de la ciencia que –habiendo omitido la parte
correspondiente a los aspectos políticos, organizativos y de gestión- no se diluye en una
teoría general de la racionalidad científica, ni se reduce a la instrucción en técnicas
instrumentales. Así, el ámbito de la metodología de la ciencia al que nos enfrentamos
ahora tiene una unidad, al menos intencional, ya que la separación centrífuga de que nos
advertía Fernández Buey queda neutralizada porque los procedimientos simbólicos,
técnicos y sociales (estos aquí omitidos por tradición y brevedad) sirven de conexión
entre la filosofía general de la ciencia y las técnicas instrumentales especializadas.

4. Una ordenación de la literatura metodológica: más y menos que una


clasificación

El título de esta ponencia tiene todo el aspecto de una mala, por incorrecta,
clasificación. En el país de Borges recordarán sin duda aquella clasificación pintoresca

18
Una introducción al tema es Gilbert, Nigel y Troitzsch, Klaus G., Simulación para las ciencias
sociales: una guía práctica para explorar cuestiones sociales mediante el uso de simulaciones
informáticas, trad. de Miguel Quesada, Francisco J., Aravaca: McGraw-Hill/Interamericana de España,
2006.
9

que de “El idioma analítico de John Wilkins” 19 pasó al comienzo del libro que hizo
famoso a Michel Foucault 20 . Un ingenioso ejemplo de una clasificación mal hecha. En
efecto, tratados y manuales son textos entre y junto a otros textos. Pero no sólo este
defecto es notable, sino que también los conjuntos denominados por “tratados” y
“manuales” no son disyuntos, según las definiciones que ofrecen los diccionarios más
autorizados. Dicho esto, ahorraré los detalles de las diferentes definiciones y me limitaré
a indicar en que sentido utilizaré cada una de las denominaciones. Aunque la relación
conjuntista pueda expresarse en la forma {tratados} ∪ {manuales} ⊂ {textos}
({tratados} ∩ {manuales} ≠ ∅), la cuestión es mucho menos pedante.
Utilizaré “tratados” para denominar preferentemente los clásicos de la filosofía
de la ciencia que tienden a apoderarse de la temática metodológica bajo el paraguas de
una teoría general de la racionalidad científica. Me limitaré a ejemplificar estos
“tratados” con obras influyentes en y desde la segunda mitad del siglo XX. Utilizaré
“manuales” para designar obras que, siendo aun [461] tan extensas y fundamentadas
como los tratados, entran en el detalle de los temas que antes presenté como contenido
de una metodología general de la ciencia, incluidos aquéllos que contienen para cada
tema una parte práctica (preguntas, ejercicios, etc.). Y reservaré “textos” para el resto
del conjunto, sea cuál sea su extensión o enfoque (monografías sobre determinados
procedimientos o instrucciones para la realización de técnicas concretas).
Es claro que ésta es una caracterización estipulativa de los términos del título,
por otra parte pertenecientes a la constelación semántica en torno a la cual se ha
organizado este congreso.

4.1 Los tratados de más que metodología de la ciencia


Pocos filósofos han sido tan influyentes en la segunda mitad el siglo pasado como Karl
Popper. Puesto que el Congreso hace referencia directa a los autores, el que acabo de
mencionar es probablemente el mejor representante de los autores de tratados en este

19
Borges, Jorge Luis, “El idioma analítico de John Wilkins”, accesible en
<http://ndirty.cute.fi/~karttu/tekstit/wilkins.htm> (acceso 27/08/2008). “Esas ambigüedades y recuerdan
las que el doctor Franz Kuhn atribuye a cierta enciclopedia china que se titula Emporio celestial de
conocimientos benévolos. En sus remotas páginas está escrito que los animales se dividen en a)
pertenecientes al Emperador, b) embalsamados, c) amaestrados, d) lechones, e) sirenas, f) fabulosos, g)
perros sueltos, h) incluidos en esta clasificación, i) que se agitan como locos, j) innumerables, k)
dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, l) etcétera), m) que acaban de romper el jarrón, n)
que de lejos parecen moscas.” Ibid., párrafo quinto.
20
Foucault, Michel, Les mots et les choses, París: Gallimard, 1968.
10

sentido. Precisamente su obra La lógica de la investigación científica 21 indica en su


propio título la pretensión de que, junto y frente a la lógica de la exposición científica,
exista una lógica de la investigación. La metodología de la ciencia había pretendido ser
precisamente eso: una lógica de la investigación. El éxito del libro de Popper se debe,
sin duda, a su contenido, en el que no debo entrar ahora, pero que se ajusta a la escala de
lo que aquí llamo tratados. Este libro representa el arranque del llamado racionalismo
crítico popperiano, para el cual, contra el neopositivismo, la ciencia es una actividad de
producción de teorías que han de someterse a constrastación, lo que puede conducir a
corroboraciones nunca constitutivas de una verificación, mientras que su refutación sí
sería decisiva. Todos sabemos que esto es una simplificación, pero lo que me interesa
no es exponer la doctrina de Popper, sino realzar que La lógica de la investigación
científica, obra con la que Popper se convirtió en la oposición oficial al neopositivismo,
ejemplifica bien los tratados que absorben la temática metodológica en una teoría
general de la racionalidad científica.
Pero si Popper fue en su momento la “oposición oficial” al neopositivismo, La
estructura de las revoluciones científicas de Thomas Kuhn 22 , jugó un papel semejante
años después, al incluir en el desarrollo histórico de la ciencia la temática metodológica
en el marco de un proceso histórico en que las comunidades de científicos (y, por tanto,
la parte social de la metodología) [462] alternan etapas de consenso (la llamada ciencia
normal con su paradigma compartido) y etapas de revolución (de conflicto entre
paradigmas rivales, de los cuales uno termina imponiéndose). La citada obra de Kuhn
tampoco es estrictamente un tratado de metodología, pero sí un tratado en el sentido
aquí considerado. Si el racionalismo crítico popperiano tiene sin duda carácter
normativo, puesto que no se limita a describir lo que hacen los científicos, sino que
aspira a establecer sistemáticamente cómo han de proceder para que su actividad sea
propiamente científica, la estructura de la historia de la ciencia presentada por Kuhn, en
tanto que extraída de la historia efectiva, tampoco es mera descripción de lo que pasa,
aunque la incluya. El propio Kuhn así lo entendió y consecuentemente lo indicó
expresamente, “[c]on demasiada frecuencia, decimos que la historia es una disciplina

21
Popper, Karl, La lógica de la investigación científica, trad, de Sánchez de Zavala, Víctor, Madrid:
Tecnos, 1973. La primera edición alemán data de 1935; la versión inglesa –la verdaderamente influyente-
de 1959.
22
Kuhn, Thomas S., La estructura de las revoluciones científicas, trad. de Contín, Agustín, México D.F:
Fondo de Cultura económica, 1971.
11

puramente descriptiva. Sin embargo, las tesis que hemos sugerido son a menudo
interpretativas y, a veces, normativas” 23 .
Larry Laudan, influido ya por Popper, Kuhn y demás “tratadistas” (incluido uno
tan pintoresco como Feyerabend) introdujo el concepto y la expresión de “naturalismo
normativo” como superación de la oposición descriptivo/normativo. La tesis de que el
éxito histórico de determinados procedimientos, que pueden ser descritos por el
historiador, conduzca a los científicos a establecer normas que los imponen mediante
reglas, permite a los filósofos interpretar que las distintas metodologías deben ser
puestas a prueba como las teorías empíricas 24 .
Como muestra de los aquí llamados tratados bastan estos autores clásicos, pero
bajo esta rúbrica quedan recogidas las obras clásicas de filosofía de la ciencia, no sólo
de la época tomada aquí de referencia, sino también los grandes clásicos como los
tratados, por mencionar sólo algunos de Whewell, Stuart Mill, Meyerson, Bachelard y
tantos otros. En general todos aquellos que, siendo tratados de filosofía de la ciencia,
incluyen partes relevantes sobre la elección de teorías, contrastación de las mismas,
valor de las evidencias, etc. Quiero con ello decir que forman parte importante de la
bibliografía de la metodología de la ciencia y deben estar a la disposición en las
bibliotecas para consulta de los estudiosos de la metodología de la ciencia, que sin ellas
quedaría pobremente descontextualizada.
[463]
4.2 Manuales y más que manuales de metodología de la ciencia
Ya he mencionado que tratados y manuales, en el sentido aquí entendidos se solapan
entre sí. Algunas de las obras de este conjunto son realmente verdaderos tratados de
metodología de la ciencia. Que en la práctica docente se le utilice como manuales no los
minusvalora; más bien al contrario.
Aquí puede introducirse sin rodeos, como ejemplo privilegiado, el magnífico y
magno libro del filósofo argentino Mario Bunge: La investigación científica 25 . Este es

23
Ibid., p. 31
24
He tratado este tema en Álvarez, Juan Ramón, "El naturalismo normativo y la metodología de la
ciencia", en González, Wenceslao .J. (ed.), El pensamiento de Larry. Laudan. Relaciones entre Historia
de la ciencia y filosofía de la ciencia, La Coruña: Universidad de la Coruña, 1998, pp. 117-132.
25
Bunge, Mario, La investigación científica. Su estrategia y su filosofía, trad. de Sacristán, Manuel,
edición corregida y ampliada, Madrid: Siglo XXI, 2001. Desde su publicación en inglés hasta la
actualidad ha tenido varias ediciones. Cito la que tengo a mano. De hecho, como el propio Bunge relata,
la segunda edición en inglés, de 1998, se publicó con el título Philosophy of Science: en este caso la
metodología se ha tragado de un bocado a la filosofía. Cf. Ibid., p xii.
12

un libro con una larga historia y no debería aparecer como manual, sino como tratado,
si no fuera por el peculiar uso de “tratado” que aquí se ha hecho. Por otro lado, el opus
maius de Bunge, el Treatise on Basic Philosophy 26 en ocho volúmenes, es el verdadero
tratado de Bunge. Como obra de teoría metodológica metodología es más que un
manual, pero también, según su composición, cada capítulo lleva consigo, preguntas,
problemas y hasta ejercicios. Por ambos aspectos, abarca tanto la teoría de los tratados
como la práctica de los libros de ejercicios. Es el modelo más adecuado de tratado que
podría ser un excelente manual (ya he dicho que ser un manual no es sólo cuestión de
nombre, sino de utilización) para uno o varios cursos de metodología de la ciencia.
Cumple a cabalidad, y con mayor amplitud aun, con los contenidos de la metodología
general de la ciencia que presenté parcialmente en los tres apartados de la sección 3.
Los manuales de metodología no son siempre generales. Muchos de ellos son de
una sola ciencia o de determinadas clases de ciencias: naturales, sociales, etc.
Temáticamente deberían recoger en sus campos todo lo que recoge el gran libro de
Bunge, prácticamente sin excepciones. No hace al caso presentar listados que hoy se
encuentran o elaboran mediante búsquedas informáticas a través de Internet.
Quede constancia del solapamiento entre tratados y manuales, aunque por
razones de conveniencia han servido como encabezamientos diferentes.

4.3 Textos: instrucción y ejecución


La dificultad de distinguir entre tratados y manuales reside en que es [464] una
distinción de uso más que de contenido. El problema de este apartado es que textos son
también los anteriores. “Textos” denota aquí un conjunto diferencia, a saber, el conjunto
de los textos que no son tratados ni manuales. Este conjunto abarca desde extensos
volúmenes monotemáticos a la escala de la metodología -por ejemplo, una monografía
sobre la explicación científica- que bien podrían figurar como tratados o manuales, y de
los que aquí no me ocuparé En cambio, dirigiré mi atención, en el extremo opuesto, a
aquellos textos que contienen instrucciones sobre el uso de instrumentos, al modo de
manuales de usuario semejantes al que nos proporcionan con un electrodoméstico y a
otros textos cuyas instrucciones hacen funcionar de modo efectivo los productos más
característicos de las TIC.

26
Bunge, Mario, Treatise on Basic Philosophy, Dordrecht/Boston: Reidel/Kluwer, 1974-1989.
13

En estos textos han de incluirse los textos que no se presentan sólo como
legibles, sino también como ejecutables. Su ejecución puede producir, a su vez, otros
textos. Me refiero a los programas, que son sistemas de instrucciones en el lenguaje
informático correspondiente. Un programa informático se puede definir sencillamente
como “una secuencia de instrucciones que representan la resolución de un algoritmo y
que pueden ser ensambladas, compiladas o interpretadas con el fin de obtener un
programa ejecutable en código máquina para realizar un trabajo útil para el usuario” 27 .
El resultado de ese trabajo útil puede ser, a su vez, un texto. Realmente, constituyen una
extensión de los tradicionales manuales de instrucciones que también han sido
compuestos para ejecutar las operaciones descritas en ellos. En ese sentido, todo texto
consistente en un conjunto de instrucciones conducente a la realización de operaciones
simbólicas, técnicas y sociales puede considerarse como un texto ejecutable, pero no
diríamos que es un programa en el sentido de las TIC. La diferencia entre la “ejecución”
de instrucciones realizadas por sujetos humanos y las procesadas por máquinas que
ejecutan programas propiamente dichos es una diferencia no sólo de grado (un
ordenador calcula más rápidamente que un matemático excelente), sino de género. La
llamada “matemática experimental”, a la que me he referido anteriormente en el
apartado 3.3, sólo ha sido posible cuando se ha dispuesto de la tecnología adecuada. Es
conocido que en su trabajo sobre el sistema de tres cuerpos, Poincaré entrevió que una
muy ligera variación en las condiciones iniciales, por ejemplo, un cambio muy pequeño
en la posición de un cuerpo, podría conducir a un resultado muy alejado del
correspondiente al sistema inalterado. Pero hubieron de pasar muchos años hasta que la
tecnología permitiera tratar el problema de forma efectiva, puesto que el
comportamiento de este tipo de sistemas sólo puede describirse “por medio de una
solución numérica cuya complejidad es asom[465]brosa. Sin la ayuda de un ordenador
la tarea es poco menos que imposible” 28 . Hace veinticinco años yo mismo utilizaba un
programa de poco más de diez líneas en Turbobasic de MS.DOS para mostrar el
comportamiento de la variante discreta de la ecuación logística. La sencillez del
programa permitía, sin embargo, calcular en menos de un minuto quinientas iteraciones.

27
“Conceptos de Software”, accesible en <http://www.data-2013.cl/DOCS/INFORMATICA/UNIX/Intro-
SO3.html> (acceso 11/08/2008).
28
“Jules Henry Poincaré (1854-1912)”, The Internet Encyclopedia of Philosophy, “2. Chaos and the Solar
System”, accessible en <http://www.iep.utm.edu/p/poincare.htm#H2> (acceso 18/08/2008).
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Aunque las instrucciones se formulen en la modalidad que Bühler llamó en su


día función apelativa del lenguaje 29 , a la que también otros lingüistas llaman
instructiva, cuya finalidad es modificar las conductas de los receptores de los mensajes,
reservaré el adjetivo “ejecutable” para los programas propiamente dichos en el sentido
anteriormente utilizado, y asignaré el de “instructivo” a los que contienen conjuntos
instrucciones para el tratamiento de signos, objetos y sujetos. Los tratados y textos de
que me he ocupado en los apartados 4.1 y 4.2 están redactados, en general en la
modalidad enunciativa que Bühler asociaba a la función representativa del lenguaje 30 ,
aunque contengan pasajes instructivos, pero eso sí, formulados más como desiderata
que como instrucciones propiamente dichas.

5. Conclusiones
El panorama resultante es, sin duda, variopinto y no responde a nuestros deseos
académicos más preciados: a saber, a una clasificación donde el conjunto clasificado
esté repartido en subconjuntos cuya unión sea el conjunto clasificado y donde los
subconjuntos sean disyuntos por pares. Esto que acabo de caracterizar es la idea de la
clasificación de un conjunto como una partición del mismo. Pero sabemos que esto es
un deseo piadoso. No obstante, las consideraciones que he hecho pueden ser
aprovechadas para ordenar el mundo bibliográfico de la metodología de la ciencia, tal
como es y no como quisiéramos que fuera. No repetiré los argumentos sobre tratados,
manuales y textos (instructivos o ejecutables). Intentaré, en cambio, presentar una
tipología representativa de este universo documental partiendo ahora del hecho ya
señalado de que “textos” denota el conjunto más extenso, subconjuntos del cual son el
de los tratados, el de los manuales, el de los instructivos y el de los ejecutables. Pero
esto sólo recogería parte del material textual considerado. Para ello, el punto de partida
adecuado reside en la tesis principal que he sostenido:, a saber, que existe, entre las
consideraciones filosófico-generales y los aprendizajes de técnicas especializadas un
dominio textual propiamen[466]te metodológico. Esta terna debe encabezar la tipología,
cuya cabecera sería Filosófico(-generales)/Metodológicos/Técnicos. Por otro lado, en
los tratados se apuntó la oposición entre descriptivo y normativo. Kuhn ya recalcó que
sus consideraciones en La estructura de las revoluciones científicas no eran solo

29
Bühler, Karl, Teoría del lenguaje, trad. de Marías, Julián, Madrid: Revista de Occidente, 1950.
30
Cf. Op.cit.
15

descriptivas, sino también interpretativas y normativas 31 . Creo, además, que la


interpretación puede realizarse de dos maneras diferentes: como interpretación de
significados y como interpretación de papeles (consecuente a una interpretación de
significados) desarrollados por medio de acciones. Al lado de los textos interpretativos
estarían los normativos o prescriptivos. Esta dicotomía interpretativos/normativos debe
cruzarse con la terna antes mencionada, tal como figura en la siguiente tabla:
Filosóficos Metodológicos Técnicos
Interpretativos Históricos Manuales temáticos Instructivos
Normativos Sistemáticos Manuales operativos Ejecutables

Tabla 3
La oposición histórico/sistemático es habitual en la filosofía (aquí tomo
“historia” en su sentido etimológico de “descripción”, a sabiendas de que no hay
descripción que no sea ya interpretación). La oposición entre temáticos y operativos,
que va en paralelo con la oposición interpretativo/normativo, responde a la presentación
de los manuales (sin o con ejercicios, problemas, etc.). La oposición entre
interpretativos y ejecutables ya ha sido tratada –sólo cabe añadir que los textos
instructivos implican las dos acepciones de “interpretación” y que la normatividad que
guía las ejecuciones es perfectamente aplicable a los sistemas tecnológicos.
Para terminar. François Jacob 32 señaló que la evolución trabaja más como un
chapucero (bricoleur) que como un ingeniero: hace sus composiciones con lo que
encuentra. Kant distinguió, en el capítulo tercero de la “Teoría trascendental del
método” de la Crítica de la razón pura –titulada “La arquitectónica de la razón pura”-
entre el filósofo como artista de la razón y el filósofo como legislador de la razón 33 . Y si
la evolución con su mecanismo [467] selectivo tiene que habérselas con lo que se

31
Cf. nota 23.
32
“Durante mucho tiempo se dijo que la evolución y la selección natural trabajaban como un ingeniero y
no es así […] No. Esto se parece más a la actividad de un bricoleur, que toma los objetos que encuentra a
su mano, los colecciona y los modifica un poco Pero la evolución no funciona con la eficacia del
ingeniero, la evolución utiliza lo que está disponible, lo alarga, lo modifica, lo corta y produce algo nuevo
sin intención. En efecto, se parece más al bricolaje que al diseño ingenieril”. Chimal, Carlos, “Entrevista
con François Jacob”, accesible en <http://www.letraslibres.com/index.php?art=6113> (acceso
19/07/2008)
33
Cf. Kant, Immanuel, Crítica de la razón pura, trad. de Ribas, Pedro, Madrid: Alfaguara, 1978, p. 651,
donde se utiliza la expresión “artífice de la razón” para traducir Vernunftkünstler.
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encuentra, también el artista de la razón que practica la filosofía académica tiene que
hacer un tanto de lo mismo, por ejemplo, como hizo Kant con el factum de la ciencia.
Lo mismo es aplicable a estas conclusiones. Como un artesano, y no como
legislador de la razón, he tenido que enfrentarme con lo que la “evolución” de la
bibliografía metodológica ha hecho que me encuentre en este principio del siglo XXI,
con su tradición y su innovación en materia de textos. Frente a los facta bibliográficos
hay que practicar el bricolaje más bien que la ingeniería. Y espero que, como en la
evolución biológica, el producto resultante de esa labor artesanal, aunque no sea en
modo alguno perfecto, sea al menos viable y fértil.

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