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La Casa Quitena PDF
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CORRESPONDENCIAS
LA CASA QUITEÑA1
Alfonso Ortiz Crespo2
1
. Publicado en: “La casa meridional en el ámbito iberoamericano. Correspondencias”, Junta de Andalucía,
Consejería de Obras Públicas y Transportes, Sevilla, 2001. pp. 139-209.
2
. Debo agradecer la colaboración de la señora Elsa López, como auxiliar en esta investigación.
3
. Navarro, José Gabriel, “Arquitectura Civil en América. La Casa Urbana”, en Boletín de Obras Públicas y
Comunicaciones”, Año IV, Nos. 41-46, Quito, julio – diciembre de 1939, p. 45.
1
TABLA DE CONTENIDO
2
1. ENCUADRE TERRITORIAL. CONTEXTO URBANO
Geografía original
El lugar escogido para la fundación española de Quito sería el mismo del antiguo
asentamiento aborigen. No sólo por la presencia de una alta concentración de población
indígena, que permitía disponer de mano de obra para la agricultura, los servicios y oficios,
sino también por que en el ánimo de los conquistadores primaron las condiciones
estratégicas, sobre la comodidad del sitio. En efecto, la complicada topografía facilitaba
enormemente la defensa.
Ubicada en las estribaciones del volcán Pichincha, que está al occidente, algunas colinas
rodean a la ciudad por sus otros costados: el Panecillo (Yavirac) al sur, el Itchimbía al
oriente y San Juan (Huanacauri) al norte, cumpliendo el papel de murallas, mientras que las
profundas quebradas, formadas por el desagüe de las copiosas lluvias que caen sobre el
amplio cerro, hacían de fosos, dando seguridad a los poco más de 200 españoles que se
asentaron como vecinos, frente a cualquier ataque indígena. De esta forma los
conquistadores contaban con barreras difíciles de sobrepasar y muy fáciles de defender, en
especial con armas de fuego, caballos y perros.
Por todo esto, la traza en damero debió adaptarse a las irregulares condiciones del terreno,
ensanchándose algunas cuadras para absorber en su interior a las quebradas. Esto es
notorio, especialmente, sobre la quebrada central que bajando desde las faldas del
Pichincha, desde el sitio de El Tejar, atraviesa transversalmente el plano de la ciudad. Esta
quebrada se llamó Quinguhuayco, Pilishuaico, Grande, de la Alcantarilla, de Sanguña o de
las Tenerías, según la época o su tramo. La otra gran quebrada que cerraba el sur, al pie del
Panecillo, se llamó de Ullaguangahuayco o del Auqui y posteriormente de Jerusalem.
Sin embargo lo que en un principio se buscó como ventaja, al poco tiempo se convirtió en
estorbo para el desarrollo de la ciudad, pues una vez superado el temor de rebeliones
indígenas, al tener éxito los sistemas de control sobre la población, las primeras obras
públicas que emprendió el cabildo serían puentes sobre las quebradas, para dar continuidad
a las calles del damero y permitir una fácil movilización de personas, animales y productos.
Posteriormente se vio que los puentes no eran suficientes, pues solucionaban el problema
exclusivamente del espacio de la calle, mientras que las manzanas quedaban aisladas y sin
posibilidad de ser construidas en su totalidad. Por esto también se iniciaron obras de
canalización, con alcantarillas de piedra y bóvedas de cañón corrido de cal y ladrillo, para
luego rellenarlas con complejos sistemas de arquerías, para edificar sobre ellas.
Dichas variaciones son mayores y por lo tanto más detectables en el período aborigen,
cuando el hombre con un desarrollo tecnológico más limitado debía adaptarse totalmente a
su medio para sobrevivir. Pero esto no significa que durante el período de dominación
3
hispánica o más recientemente, con el desarrollo de los medios de comunicación y el
aparente acortamiento de las distancias, las diferencias hayan desaparecido.
Durante los 12.000 o más años de desarrollo autónomo, el hombre andino adquirió un
conocimiento tan completo de la variedad de ambientes que le rodeaba, que perfeccionó un
sistema de control y aprovechamiento de los diversos pisos ecológicos, dentro de un amplio
sistema económico, a través del cual se encontraba en condiciones de acceder a una
variedad de productos, complementando su dieta y consiguiendo en muchos casos
productos exóticos, suntuarios o populares. Este sistema se lo conoce con el nombre de
"control vertical de un máximo de pisos ecológicos y sistema de archipiélago" (Murra).
La división del espacio en franjas transversales llegó en muchos casos a comprender todos
los pisos climáticos explotables, desde las costas del Pacífico hasta los páramos. En otros
casos se restringió a zonas con ligeras diferencias altitudinales. Este sistema no sólo
permitía una variedad de productos, sino que también minimizaba los riesgos de perder las
cosechas por cambios inesperados del clima o de la pluviosidad.
El archipiélago vertical no era más que las relaciones íntimas entre diversos controles
verticales, inmersos en una sociedad que podía ir desde una simple aldea hasta el mismo
imperio Inca. Estaba constituido por una serie de enclaves, más o menos pequeños,
ubicados en diferentes pisos ecológicos que controlaban los recursos de cada piso
altitudinal. El resultado fue muy interesante puesto que a diferencia de lo que sucedía en
Europa a la llegada de los invasores a América, en donde la unidad y continuidad territorial
era un imperativo para la existencia de una nación, en los Andes se establecieron enclaves
dispersos, discontinuos territorialmente, pero que garantizaban una independencia
económica.
Este esquema puede ser más fácilmente aplicado a los Andes Centrales que a los
Septentrionales, ya que en estos últimos existen algunas diferencias. Estas se deben a la
presencia de cacicazgos o curacazgos, con instituciones diferentes a las impuestas por los
incas y que a pesar de ser pequeños en tamaño, estaban altamente centralizados y
estratificados. Por otra parte, al haber desarrollado un importante intercambio en distancias
medianas y cortas, transformaron cualitativamente el sistema del archipiélago, en donde el
poder del cacique o curaca se sustentaba en gran medida en la habilidad de garantizar las
relaciones a través de intercambios utilizando especialistas autorizados, llamados
mindalaes. La conquista inca desmanteló los sistemas locales, transformándolos en los
equivalentes de los archipiélagos de los Andes Centrales (Murra - Salomon).
A pesar de que comúnmente se piensa que la ciudad de Quito se originó con la fundación
española del siglo XVI, es necesario anotar que el lugar tenía una vieja tradición de
ocupación humana. En lugares muy cercanos se ha hallado una de las evidencias más
antiguas de la presencia del hombre en el territorio de lo que ahora es el Ecuador, estos
testimonios se remontan al menos al año 10.000 a. C.
Por otro lado, diversas tradiciones y leyendas hablan del antiquísimo origen de Quito,
destacándose siempre la figura de Quitumbe, como la del fundador de la ciudad y quien
establece una cultura desarrollada en la sierra, al llegar de las planicies costeñas. El primer
historiador quiteño del siglo XVIII, el jesuita Juan de Velasco asegura la existencia del Reino
de Quito y de un sistema de gobierno en donde los régulos, denominados Shiris, habrían
escogido el sitio actual de Quito para construir la capital de su nación.
Más cerca de nuestro tiempo, debemos recordar que los antiguos habitantes de Quito
desarrollaron en este sitio un importante mercado, ya que su ventajosa situación estratégica
les permitía acceder, sin mayores dificultades, a recursos alimenticios y suntuarios de
diferentes pisos ecológicos. Su ubicación en medio de los Andes, a una altitud de 2.800 m, y
a pocos kilómetros al sur de la línea equinoccial, brindaba la posibilidad de cultivar dos de
los más importantes productos alimenticios andinos: el maíz, bajo este nivel, y la papa hacia
los 3.000 m. Por otra parte, en pocos días de camino, podían remontar cualquiera de los dos
ramales paralelos de los Andes y llegar a ambientes subtropicales y tropicales, en donde
intercambiando productos, podían conseguir coca, algodón, frutas, mariscos, pescado,
conchas, plumas de vistosos colores, etc., sea en la vertiente occidental, hacia el Pacífico, o
en la oriental, hacia la cuenca alta de la Amazonía.
Al parecer, a inicios del siglo XVI, los conquistadores incas provenientes del Perú, habían
llegado a la zona de Quito estableciendo un centro administrativo en este lugar, para
controlar los territorios equinocciales incorporados a su imperio. Probablemente ocuparon el
emplazamiento aborigen, realizando algunas edificaciones de carácter militar y religioso. Se
dice que la conquista inca podría tener un doble propósito, por un lado, incorporar vastos
territorios densamente poblados aptos para la agricultura, en donde sin grandes esfuerzos
se producía en cantidad, pues no eran necesarios los costosos sistemas de andenes o de
canales de riego, imprescindibles en los Andes Centrales. Por otra parte, los incas tendrían
una motivación religiosa para estas conquistas, pues como adoradores del sol, de donde
aseguraban provenir, para ellos era fundamental encontrar la línea equinoccial, en donde el
día y la noche duraban igual a lo largo de todo el año, es decir, más que la mitad del mundo,
lo que buscaban era la mitad del tiempo.
Los valores normales de las condiciones meteorológicas de la ciudad de Quito registran una
temperatura media anual de 13,2° centígrados, con una máxima media de 21,2° y una
mínima media de 7,8°. La media de las precipitaciones es de 1.234 milímetros anuales,
llegando a caer hasta 50 mm en un solo día. El promedio de días de lluvia al año es de 186,
no siendo extrañas las tormentas eléctricas y el granizo. Sin embargo la media anual del
brillo del sol es de 2.056 horas al año, es decir, existe una heliofanía efectiva del 70%.4 La
temporada de lluvias, llamada invierno, va de octubre a mayo, y los meses de verano,
cuando más brilla el sol, los campos se secan y el viento arrecia, van de junio a septiembre.
4
. Observatorio Astronómico de Quito, valores normales de Quito de 1891 a 1986.
5
numerosas quebradas que desaguan hacia la cuenca del río Machángara, profundo cañón
que recoge todas las aguas de la zona de Quito.
Cuando los incas se establecieron en Quito, probablemente a finales del siglo XV o a inicios
del siglo XVI, mejorarían los sistemas de aprovisionamiento de agua del lugar. La tradición
asegura que estos eficientes sistemas funcionaron a lo largo del período colonial y hasta
finales del siglo XIX, cuando se introdujo el agua “entubada” y luego potabilizada.
Obviamente se introdujeron mejoras en la red de canales y acequias, así como las
indispensables ampliaciones y la incorporación de nuevas fuentes para la provisión de una
ciudad que siempre iba en aumento.
Por esto, la provisión de agua en los primeros años no constituyó un problema. El Cabildo
tempranamente tomó medidas para asegurar sus fuentes, cuidar su suministro y preservar
la limpieza del líquido, estableciendo multas y castigos severísimos a quien estorbara o
quitara el suministro a la ciudad. También cuidó de las lagunas que existían en los llanos
vecinos a la ciudad, en donde señalaría los ejidos (Añaquito, al norte y Turubamba, al sur),
reglamentando para que no se acercara a estas fuentes el ganado, contaminándolas.5
Para el consumo diario de la población el Cabildo dotó a la ciudad de fuentes públicas. Entre
las más antiguas estaban la de la Plaza Mayor y la de San Francisco, las dos del siglo XVI.
Desgraciadamente estas fuentes o “pilas” como se las llama en Quito, fueron trasladadas
con la modernización a inicios del siglo XX, a poblaciones de la periferia: la de la Plaza
Grande a Calacalí, población ubicada sobre la línea equinoccial y la de San Francisco a la
cercana población de Sangolquí, en el Valle de los Chillos. Los pobladores recibían el agua
a través del servicio de indios aguateros, quienes la recogían en grandes recipientes de
barro, llamados pondos y la trasladaban hasta las viviendas. Este sistema se utilizó hasta
inicios del siglo XX.
Pero con el crecimiento de la población, las dificultades también aumentaron. Cada vez
las fuentes estaban más lejanas y se incrementaron los pleitos sobre usos y derechos de
aguas. Se conoce que a inicios del siglo XVIII los jesuitas habían realizado trabajos para
llevar agua desde “una sierra nevada” localizada a 5 leguas de Quito, uniendo su acequia a
la de los franciscanos de la recoleta de San Diego, quienes habían recibido un siglo antes,
a perpetuidad el líquido “... que viene a la casa del Auqui”.7 Los jesuitas habían llevado todo
el caudal a sus molinos en la quebrada de Jerusalem, lo que provocó un largo pleito entre
las dos comunidades religiosas. Solamente a fines del mismo siglo, después de
5
. Vásconez, Mario (Coordinador), “Breve Historia de los Servicios en la Ciudad de Quito”, Municipio
Metropolitano de Quito, Quito, 1997
6
. Ortiz Crespo, Alfonso, “Reino de Quito. Ecuador” en La Ciudad Ilustrada: Análisis Regionales (1750-1850),
Historia Urbana de Iberoamérica, Tomo III-2, Testimonio, Madrid, 1992, p. 553.
7
. Este personaje fue muy importante en los primeros tiempos de la ciudad española, pues era, nada menos, que
el hijo del último inca, Atahualpa. Citado por Kennedy, Alexandra y Ortiz, Alfonso, “Convento de San Diego de
Quito”, Museo del Banco Central del Ecuador, Quito, 1982, p. 60
6
inspecciones judiciales con peritos, con la presencia de los afectados y acusados, el
Cabildo realizó una nueva donación de aguas para la recoleta.8
Las dos primeras fundaciones españolas, en lo que ahora es la República del Ecuador,
fueron realizadas por Diego de Almagro, compañero y socio de Pizarro. La primera fue la
ciudad de Santiago de Quito, establecida apresuradamente el 15 de agosto de 1534, con
apenas 67 vecinos, para demostrar su autoridad “en aquellos días, entre guerra y paz”.
La segunda fue la villa de San Francisco de Quito fundada el 28 del mismo mes, pero a
distancia, “en el sytio e asyento (de) dondesta el pueblo que en lengua de yndios aora se
llama quyto”,9 pues se había escogido como asiento la antigua ciudad aborigen. Almagro
comisionó a Sebastián de Benalcázar para que marchara con 300 hombres hacia el norte
y llevara a efecto, sobre el terreno, la erección de la villa. Pero mientras Benalcázar se
enfrentaba al defensor de Quito, Rumiñahui, los conquistadores Juan de Ampudia y Diego
de Tapia entraban al destruido asiento aborigen el 4 de octubre de 1534, revolviendo las
ruinas en busca de tesoros y riquezas.
A más de las tierras necesarias para la vivienda de los conquistadores y de los que
vendrían en aumento, sea por el crecimiento vegetativo o por migración, se entregaron
tierras a las comunidades religiosas (franciscanos y mercedarios), al primer cura de la
villa (Juan Rodríguez) y se fijaron los ejidos, uno al norte (Añaquito) y otro al sur
(Turubamba). También se repartieron tierras para labor agrícola y para la ganadería fuera
de los límites urbanos: Zámbiza, Cotocollao, Pomasqui, Chillo, Pintag, etc., con el
propósito de ganar rápidamente a favor de la ciudad, es decir, del sistema colonial
incipiente que se imponía, grandes extensiones de tierras.
8
. Idem. p. 61
9
. Acta de fundación de la villa de San Francisco de Quito en “Libro Primero de Cabildos de Quito”, Tomo I,
Concejo Municipal de Quito, Quito, 1934, p. 46.
7
de la superficie total prevista por lo pronto para la construcción, comprendería por lo tanto
458 solares o sea 57 manzanas, suponiendo que los 204 primeros vecinos del primer
"padrón"10 hayan recibido cada uno dos solares y que en los siguientes 15 años hayan sido
dados 50 solares a nuevos pobladores..."11
Partiendo de la Plaza Mayor (hoy Plaza Grande) el cabildo determinó el sitio para la
construcción de la iglesia Mayor, en donde posteriormente se edificaría la iglesia Catedral
(1562 – 1565) y haciendo centro en ella, se repartieron de manera equilibrada los
terrenos para los conventos de frailes, formando una gran cruz sobre la ciudad. Hacia el
occidente se implantó el convento e iglesia de San Francisco, manteniendo el tianguez12
como una gran plaza delante de él; al oriente, San Agustín; al norte, los mercedarios, y al
sur, Santo Domingo, también con una plaza delantera.
Estos esfuerzos chocaron permanentemente con la concepción del mundo y los sistemas de
supervivencia desarrollados a lo largo de milenios por los pueblos americanos. Sin embargo
la necesidad de convertirlos a la fe cristiana y de reducirlos a vivir en policía, para adaptar y
10
. Libro primero, tomo I, pp. 50-57.
11
. Schottelius, Justus Wolfran, "La fundación de Quito. Plan y construcción de una ciudad colonial
hispanoamericana", Publicaciones del Archivo Municipal de Quito, XVIII, 1941, pp.167-168.
12
. Palabra llevada a Quito por los conquistadores desde México para denominar al mercado indígena.
13
. Ver: Salvador Lara, Jorge, “Quito”, Mapfre, Madrid, 1992, p. 74-75.
8
modificar sus estructuras sociales y económicas para aprovechamiento de los españoles y
del sistema colonial, se impuso poco a poco, obteniéndose como resultado una estructura
manejable basada en la explotación, pero con la pervivencia de un sinnúmero de rasgos
propios de la cultura sometida.
De hecho el sistema colonial triunfó rápidamente en la región Interandina. Los factores más
importantes para su éxito fueron la alta densidad poblacional, el desarrollo cultural y
organización social indígena, compatible, adaptable y utilizable por los conquistadores y la
calidad de la tierra y el clima, que permitió sin dificultosos sistemas de infraestructura el
desarrollo de una agricultura extensiva de los más importantes productos europeos (trigo,
cebada y frutales) y americanos (maíz y papas), así como de la ganadería vacuna, lanar,
caballar y porcina.
En el Oriente, los largos, difíciles y despoblados caminos de vinculación con los centros
poblados de la Sierra, de donde provenían todos los productos manufacturados, y la
permanente y tenaz resistencia de los indígenas, volvió imprácticas estas fundaciones. Las
naciones indígenas de la Amazonía tenían un desarrollo social y cultural diferente al de las
etnias interandinas, pues el medio selvático les había obligado a desarrollar una vida
itinerante, con una agricultura incipiente, complementada con la caza y recolección. Por
estas razones los españoles, al igual que a los incas, no pudieron someter, controlar ni
"civilizar" a los habitantes amazónicos a pesar de los brutales procedimientos empleados.
En no pocas oportunidades los conquistadores esclavizaron a los indígenas, sometiéndolos
a rudísimas tareas en minas y lavaderos de oro, en los trapiches de caña, cargando bultos
como acémilas y cometiendo otros terribles abusos. Por todo esto, antes de terminar el siglo
XVI, todas las fundaciones españolas realizadas al oriente de la Audiencia de Quito habían
fracasado, especialmente por los cruentos alzamientos indígenas que tuvieron lugar en el
último cuarto de siglo, tanto en la región de Quijos, como en Macas, Jaén y Yaguarsongo.
Los territorios de Quito dependieron por casi dos siglos del Virreinato del Perú. A partir de la
reerección del Virreinato de la Nueva Granada y de la incorporación de Quito a su
jurisdicción, estos territorios ganaron en independencia, creándose paulatinamente una
conciencia en la población que le permitirá madurar la idea de que se compartía una historia
común y que era posible ser una nación diferente al Perú y a la Nueva Granada.
Desgraciadamente los planos posteriores, hasta finales del siglo XIX, no traen ninguna
información respecto a límites de propiedad y por lo tanto no es posible determinar las
formas de los lotes. Tampoco se han realizado estudios sobre la evolución del loteo en la
ciudad, pero la huella de esta temprana división es evidente al analizar el plano levantado
por Gualberto Pérez en 1887 a escala 1:1000 y que contiene todos los lotes como se
presentaban a esa fecha, claramente individualizados con sus linderos, señalando en cifras
los metros que ocupaba cada propiedad hacia la vía pública.15
14
. Schottelius, Obra citada, p. 168.
15
. Este plano de Quito servirá de base para que Pérez, un año más tarde, lo editara a escala 1:3.000 en
París.
10
hacia las profundas quebradas. Esto llevó a que los lotes en estos barrios sean alargados,
perpendiculares a la calle principal, brindándose la oportunidad de mantener huertas más
amplias que en otros lugares de la ciudad, beneficiándose de la vecina quebrada posterior
para arrojar los desperdicios, como era común en otras propiedades contiguas a las
quebradas. Curiosamente en el sector de la loma de San Juan, que cierra a la ciudad por el
norte, la cuadrícula se implantó casi perfecta a pesar de la fuerte pendiente.
Pero en otros sectores de borde, donde la cuadrícula debió implantarse después de salvar
una profunda quebrada, su dirección se establece con independencia del núcleo central,
pues debe ajustarse a la pendiente propia de cada terreno, como sucede al pie del Panecillo
o en el Itchimbía.
Con el paso del tiempo, la densificación del centro de la ciudad debió incrementar de
manera significativa el valor del suelo, por lo que se justificó ampliamente, como ya se dijo,
emplear grandes recursos económicos en rellenar ciertos tramos de las quebradas. A más
del sistema de canalización, sobre éste se superpusieron sofisticados sistemas de arcos y
contraarcos, para conseguir unos fundamentos sólidos para edificar sobre ellas. En el año
1997, al realizar excavaciones en la restauración del edificio de la antigua Universidad
Central, se descubrió un tramo de este complicado sistema estructural.
Este solar, ubicado en la esquina sur occidental de la Plaza Mayor, a inicios del siglo XVII
estaba en propiedad del Cabildo Eclesiástico, quien pretendía construir sobre él, el Palacio
Episcopal, ya que era frontero con la portada de pies de la Catedral. El estrecho lote lindaba
por el sur con la profunda quebrada de Sanguña, mientras que los jesuitas poseían la
propiedad al otro lado de la quebrada, hasta la siguiente calle, en donde habían iniciado en
1605 la construcción de su templo. Con el afán de ampliar sus terrenos, las autoridades de
la Compañía de Jesús propusieron al Obispado permutar este solar con el que ellos poseían
sobre la misma plaza, en la esquina opuesta. Se presume que el gran constructor de la
iglesia, el hermano Marcos Guerra, se encargaría de canalizar la quebrada y consolidar el
relleno con los arcos mencionados, para construir sobre la alargada manzana, que ahora la
poseían completamente, el complejo edilicio que incluía Universidad de San Gregorio
Magno.
El tramo frontero de esta quebrada ya había sido rellenado con anterioridad por iniciativa de
Cristóbal Martín, banquero flamenco establecido en Quito en el año 1579, quien había
financiado “el relleno de la quebrada que pasaba junto a la iglesia del Santísimo
Sacramento”, cuando se desempeñaba como mayordomo de la Catedral.16
Los últimos tramos abiertos de esta quebrada central se cubrieron a inicios del siglo XX.
Por esta misma época se iniciaron trabajos de relleno en otras quebradas en la periferia
de la ciudad, pues crecía la demanda de espacio y era necesario vincular de manera
permanente los sectores que habían crecido al borde del antiguo asentamiento. En el año
1922 se inauguró sobre el relleno de la quebrada de Jerusalem, el “bulevar” 24 de Mayo,
símbolo de la modernidad y del espíritu cosmopolita que marcaba las labores del Concejo
Municipal de Quito en las primeras décadas del siglo XX.
16
. Estupiñán Viteri, Tamara, “Primer Banquero Quiteño”, en diario El Comercio, Quito, 12 de noviembre de
1992, suplemento p.14
11
2. CONDICIONANTES HISTÓRICOS. ANTECEDENTES Y PREEXISTENCIAS
Documentos muy tempranos también explican por qué Quito fue construida en un lugar tan
difícil. Una relación anónima, escrita hacia 1534, dice que Benalcázar
Según este documento, las quebradas, serían elementos artificiales para defensa de la
ciudad.
Por su parte el Cabildo dictará una norma el 21 de junio de 1535 por la cual se prohibe la
repartición de solares fuera del sitio de las cavas, ni que nadie edifique lejos de ellas,
confirmándose de esta manera el especial interés que se tiene en resguardar la naciente
ciudad con las quebradas.20 Otros cronistas e historiadores resaltarán este sentido de
defensa en la implantación de la ciudad, pero también la incomodidad del sitio, como Pedro
Cieza de León, quien al pasar por Quito hacia 1541, la describe así:
Es sitio sano más frío que caliente. Tiene la ciudad poca vista de campos
o casi ninguna, porque está asentada en una pequeña llanura a manera
17
. Caminos de pie o sendero, en quichua.
18
. Salvador Lara, Jorge, “Quito”, Mapfre, Madrid, 1992, pp. 74-75.
19
. “Relación de los encuentros que tuvieron, en el Perú, Benalcázar, Alvarado, Almagro y Pizarro.”, Colección
Muñoz, Vol. LXXX. Publicado por Medina. Colección de documentos para la Historia de Chile. Vol. IV, pgs.
180 y ss. Citado por Jacinto Jijón y Caamaño en Sebastián de Benalcázar, Documento N° 7, T. II, p. 845.
Ediciones Corporación de Estudios y Publicaciones, Quito, 1983. (Subrayado mío)
20
. Libro Primero de Cabildos de Quito, Tomo I, Concejo Municipal de Quito, Quito, 1934, p. 100.
12
de hoya que unas sierras altas donde ella está arrimada hacen, que están
de la misma ciudad entre el norte y el poniente. En tan pequeño sitio y
llanada, que se tiene que el tiempo adelante han de edificar con trabajo si
la ciudad se quisiere alargar, la cual podrían hacer muy fuerte si fuese
necesario...
Esta ciudad de Quito está metida debajo la línea equinoccial, tanto que la
pasa casi a siete leguas. Es tierra toda la que tiene por términos al parecer
estéril; pero en efecto es muy fértil; porque en ella se crían todos los
ganados abundantemente, y lo mismo todos los otros bastimentos de pan
y legumbres, frutas y aves. Es la disposición de la tierra muy alegre, y en
extremo parece a la de España en la hierba y en el tiempo, porque entra el
verano por el mes de abril y marzo y dura hasta el mes de noviembre, y
aunque es fría, se agosta la tierra ni más ni menos que en España.
Mientras el cronista Herrera menciona que "Está en unos aposentos reales de los incas...
el intento que tuvo Sebastián de Benalcázar fue ponerla en sitio fuerte, para poderse
defender de los indios..."23 Mientras que hacia 1571 o 1572 el licenciado Pedro Rodríguez
de Aguayo dice: “Tiene algunas cavas, que allí dicen quebradas, a los arrabales y en la
ciudad las cuales se pasan por puentes. Tuvieron los Ingas que poblaron este sitio por
fortalezas dichas quebradas, y así, los españoles cuando conquistaron aquella provincia,
poblaron en el dicho sitio y se aprovecharon de las casas y edificios que hallaron de los
dichos indios.”24
Mientras que la Descripción Anónima de 1573 dice "... El intento que tuvieron los fundadores
de la dicha ciudad fue ponerla en parte fuerte donde se pudiesen defender (de) los
naturales, por ser muchos y los españoles pocos..." 25. Por su parte, Toribio de Ortiguera
dice en 1581 que "Fundóse en esta parte de tanta estrechura por causa de ser el sitio
fuerte y bueno para poderse defender, los pocos españoles que la poblaron, de la
multitud de indios que había en ella"26.
Los marinos españoles Juan y Ulloa, poco antes de la mitad del siglo XVIII, dirían:
21
. Cieza de León, Pedro, “La Crónica del Perú”, Ediciones PEISA, Lima, 1973, pp. 108-109.
22
. Salazar de Villasante, “La Ciudad de Quito”, en Relaciones Histórico-Geográficas de la Audiencia de Quito
(Siglos XVI – XIX), Tomo I, p. 83. Estudio introductorio y transcripción por Pilar Ponce Leiva, Marka –
Ediciones Abya Yala, Quito, 1992.
23
. Mencionado por Salvador Lara, Jorge en Quito, Editorial Mapfre, Madrid, 1992, p. 86.
24
. Rodríguez de Aguayo, Pedro, “Descripción de la ciudad de Quito”, en Relaciones Histórico-Geográficas de
la Audiencia de Quito (Siglos XVI – XIX), Tomo I, p. 117. Estudio introductorio y transcripción por Pilar Ponce
Leiva, Marka – Ediciones Abya Yala, Quito, 1992.
25
. Anónimo, “Descripción de la ciudad de San Francisco de Quito”, en Relaciones Histórico-Geográficas de la
Audiencia de Quito (Siglos XVI – XIX), Tomo I, p. 209. Estudio introductorio y transcripción por Pilar Ponce
Leiva, Marka – Ediciones Abya Yala, Quito, 1992.
26
. Ortiguera, Toribio de, “Jornada del Río Marañón”, Editorial Atlas, Madrid, 1968, p. 242.
13
La causa que se ofrece para haber puesto su fundación en un Terreno tan
desigual, y malo, pudiéndola haber hecho con más hermosura, y
comodidad en cualquiera de los dos Llanos, o Ejidos es el de haver
querido conservar la Población antigua de los indios, quienes propensos a
escojer las Quebradas para ellas, havian puesto la de Quito en el paraje,
que hoy ocupa: y no persuadidos los Españoles en los principios de la
Conquista, que llegaria a hacerse tan capaz, fueron reduciendo a edificios
sólidos los frágiles antiguos, y estendiendola insensiblemente.” 27
27
. Juan, Jorge y Ulloa, Antonio, “Descripción de la ciudad de Quito”, en Quito a través de los Siglos, p. 85.
Recopilación y notas bío-bibliográficas por Eliecer Enríquez B., Imprenta Municipal, Quito, 1938.
28
. Cédula Real conservada en el Archivo Municipal de Historia de Quito.
29
. Real Academia Española, “cava”, Diccionario de Autoridades, Vol. A-C, Editorial Gredos, Madrid, 1990, p.
239-240.
30
. Porras, Pedro, “Reliquias Incaicas en el Casco Colonial de Quito”, en Temas de Investigación, Centro de
Investigaciones Arqueológicas PUCE.
31
. Libro Primero de Cabildos de Quito, Tomo I, Concejo Municipal de Quito, Quito, 1934, pp. 67-68.
14
pues solo se admitía la madera en los gallineros. Quienes incumplieran esta orden serían
multados con veinte pesos de oro.32
Al revisar los primeros años de vida de la ciudad de Quito, a través de los acuerdos y
disposiciones del Cabildo, se evidencia el permanente interés por poner orden en la
nueva población. Se busca que los vecinos respeten la alineación de las fachadas, que
las calles se tracen derechas, así como responsabilizar a los pobladores de nivelarlas,
“por que mejor esta villa se ennoblesca”. También se cuida de la limpieza, desterrando a
los puercos fuera de la ciudad y el orden de las calles, pues se menciona que muchas
veces al construir las casas se hacía la mezcla de la cal sobre las vías y trechos enteros
de éstas se tomaban como patios y huertas, perdiendo su salida.
Influencias culturales
La presencia de una numerosa población indígena, de gran habilidad para las artes
manuales, marcó el desarrollo de la arquitectura en Quito, especialmente de la
doméstica, menos sofisticada que la arquitectura religiosa. El uso de materiales,
fundamentalmente la tierra, fibras vegetales y maderas, así como sistemas constructivos,
como el bahareque, fueron decisivos en los primeros años, pues la construcción estuvo
exclusivamente en manos de los indios y los conquistadores, no solamente reutilizaron
las viviendas aborígenes, sino que la construcción de nuevas casas para su uso las
hicieron los mismos indios, tal cual ellos las usaban.
Y continúa: “Según estos documentos (Actas del Cabildo) las primeras casas quiteñas de
los fundadores españoles de la villa en 1534, fueron míseras cabañas de adobes o
piedras, cubiertas con techumbre de paja. Junto a cada cabaña de éstas, solían tener
otra cabaña más incipiente todavía, hecha de varas, ramas y paja, que servía de cocina,
y era llamado bohío así como las demás habitaciones anexas de los sirvientes indios.34
En 1757 el jesuita Juan Domingo Coleti asegura que las casas de Quito están
construidas en parte con este material:
La escala del tipo, sus límites, palacios, casas grandes, pequeñas, etc.
36
. Anónimo, “Descripción de la ciudad de San Francisco de Quito”, en Relaciones Histórico-Geográficas de la
Audiencia de Quito (Siglos XVI – XIX), Tomo I, p. 216. Estudio introductorio y transcripción por Pilar Ponce
Leiva, Marka – Ediciones Abya Yala, Quito, 1992.
37
. Coleti, Juan Domingo, “Relación Inédita de la Ciudad de Quito”, en Quito a través de los Siglos, Tomo 2, p.
53. Prólogo y notas por Eliecer Enríquez B., Imprenta del Ministerio de Gobierno, Quito, 1941. (Negritas en el
original).
16
Se ha tratado de dar una explicación de este fenómeno aduciendo el carácter "franciscano"
de la urbe, en donde los excedentes económicos se canalizaban, por diversos mecanismos
hacia la Iglesia, “para mayor gloria de Dios”. Pero ésta no es una explicación suficiente. La
aristocracia quiteña, según diversas fuentes coloniales y del siglo XIX, acostumbraba a vivir
con mucho lujo y derrochaba su dinero en fiestas y comilonas, manteniendo una casa que
exteriormente no llamaba la atención.
Se buscaron soluciones prácticas, que permitieran ante todo satisfacer las necesidades de
cobijo, seguridad e intimidad de la familia, llegándose a emplear materiales modestos, con
tan buen éxito que el modelo de patio, sin mayores variaciones, fue transmitiéndose de
generación en generación. Este modelo, con lógicas mejoras y cambios decorativos
relacionados especialmente con las novedades aportadas por los estilos que varían o la
moda, se consagrará como el prototipo de la casa urbana y esta arquitectura, convertida en
tradicional se utilizará hasta entrado el siglo XX.
Conforme se alejaban del centro, las casas se volvían más pequeñas, hasta desaparecer
los patios, desarrollándose un modelo con mucha influencia rural, pues se establecía en la
parte delantera de la casa un porche, con poyos a su contorno para la realización de
diversas tareas artesanales o domésticas, como desgranar el maíz. A este espacio se
abrían las escasas habitaciones que poseía la pequeña casa y por delante estaba dividido,
generalmente, con un pie derecho de madera. No era extraño encontrar en la periferia de la
ciudad multitud de chozas donde habitaba la población indígena, tal como lo describe un
testimonio del siglo XIX: “Las habitaciones de los indios que circundan a la ciudad, no tienen
más pretensiones arquitectónicas que una habitación árabe. Son cabañas bajas y de barro,
siendo la escena interior y exterior, de desaseo y desorden.”.38 Es importante recordar que
la población aborigen había sido empujada paulatinamente de su área ancestral de
asentamiento, esto es en el sector comprendido entre San Francisco y la parroquia de San
Roque, hacia los bordes de la ciudad española-mestiza. En el último cuarto del siglo XVI ya
se habían creado a los extremos de la ciudad dos parroquias indígenas, San Sebastián, al
sur y San Blas, al norte.
38
. Orton, James, “Los Andes y el Amazonas; o Notas de un Viaje de Guayaquil a Pará” (1867), en Quito a
través de los Siglos, Tomo 2, p. 174. Prólogo y notas por Eliecer Enríquez B., Imprenta del Ministerio de
Gobierno, Quito, 1941.
17
3. CONDICIONANTES CONSTRUCTIVOS39
La casa colonial era especialmente en los primeros tiempos de una sola planta, pero cuando
por necesidad de más espacio o por ganar respeto social en la ciudad, se construía un
segundo piso. El esquema se mantenía, salvo la lógica introducción de la escalera de
vinculación entre las dos plantas, ubicada generalmente en uno de los ángulos anteriores al
patio principal. En el segundo piso, situada frente al zaguán de ingreso se abría una azotea,
que también se presenta a veces en las casas de una sola planta en la misma ubicación, es
decir frente al acceso, desplazando hacia atrás a las habitaciones correspondientes. Por lo
general las casas de una planta tenían los corredores bastante más alto que el nivel del
patio, al menos unas 4 ó 5 gradas, al igual que la terraza.
No queda ninguna duda que el patio era el elemento más importante de la edificación y no
solamente desde el punto de vista funcional, sino como elemento unificador de la vida
familiar. Incluso en la actualidad se puede observar su importancia en casas en donde se ha
ocupado el corredor con habitaciones, cortando la vinculación directa que tenían las piezas
situadas a su alrededor.
El uso a que se dedicaban las piezas era muy diverso. Las casas del área central de la
ciudad abrían puertas hacia la calle en las piezas delanteras, dedicadas generalmente a
tiendas, pulperías o talleres artesanales, arrendándolas a terceros. En las casas de una sola
planta, generalmente las piezas principales se ubicaban hacia el interior y en las de “altos”,
el dueño de casa y su familia ocupaba la planta superior, dejando para alquiler o para uso
de la servidumbre, el piso bajo.40
Las piezas más importantes eran la sala, la antesala y la cuadra. La sala era el cuarto
dedicado a la recepción de los vendedores y proveedores, mendigos, etc. y el ambiente de
reunión de la gente que servía en la casa, es decir un cuarto de múltiples usos y de uso
diario y ordinario. La antesala era el dormitorio principal de la familia y la cuadra era el
ambiente más alegre y bien arreglado de toda la casa. En este cuarto se recibía a los
visitantes importantes y se hacían reuniones de carácter social, los adornos eran los más
ricos y elegantes que había en la vivienda, a más de muebles taraceados de finas maderas,
como escritorios y papeleras.41 De hecho la cuadra también era el espacio privilegiado de la
39
. Para esta sección del trabajo se ha utilizado como punto de partida el texto del autor, “La Vivienda Urbana
en la Colonia” en Revista Trama N° 7-8, Quito, 1978, pp. 29-34.
40
. La situación en el último cuarto del siglo XIX era la misma: “Las casas tienen casi sin excepción dos pisos:
el de arriba para las clases acomodadas, el de abajo para las tiendas, es decir negocios, baratijas y talleres, y
también para habitación de los cholos o mestizos…” Kolberg, s. i., Joseph, “Hacia el Ecuador”, Centro de
Publicaciones de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, Quito, 1977, p. 186.
41
. El estudio publicado por María del Pilar López Pérez “En Torno al Estrado. Cajas de uso cotidiano en
Santafé de Bogotá, siglos XVI al XVIII”, (Museo Nacional de Colombia, Bogotá, 1996), es un gran aporte a la
comprensión de cómo funcionaba el ambiente doméstico colonial en el área septentrional andina.
18
mujer y de los niños, en donde sobre un estrado se ubicaban ricas alfombras, cojines y
sillitas, junto a arcones, arcas, arquetas, y otras cajas y muebles. Las paredes se recubrían
con ricas telas.42
Además de estos cuartos, existían otros destinados a dormitorios del resto de la familia, a
comedor y a cuartos de habitación de la servidumbre, así como depósitos de leña,
alimentos, etc. Fue precisamente la devoción la que permitió que se adaptara en algunas
casas un cuarto exclusivamente para las prácticas piadosas. Así, el oratorio se convirtió en
el cuarto más rico de la casa, pues encerraba joyas de arte en esculturas y pinturas de
famosos artistas quiteños, que en algunas casas de hacienda llegó a la exageración,
convirtiéndose en verdaderas capillas.
La cocina, inicialmente al aire libre o instalada precariamente bajo un alero hacia la huerta, o
en el corredor del último patio, pasó con el tiempo al interior de un cuarto y se instaló el
fuego en hornillas, construidas en poyos. El baño fue durante mucho tiempo una práctica y
una habitación desconocida. El desalojo de las inmundicias, si la casa no se encontraba
junto a una de las numerosas quebradas, se realizaba en grandes recipientes que
periódicamente eran cargados por indígenas, para evacuarse en la quebrada más cercana.
En cuanto al aseo personal, se lo realizaba con agua transportada por aguateros en pondos
desde la pila pública más cercana.
42
. Debido a la calidad y minuciosidad de la descripción de la casa quiteña, realizada por el jesuita P. Mario
Cicala a mediados del siglo XVIII, ésta se reproduce in extenso en el Apéndice I.
43
. Kolberg, s. i., Joseph, “Hacia el Ecuador”, Centro de Publicaciones de la Pontificia Universidad Católica del
Ecuador, Quito, 1977, p. 187.
44
. Dos portadas de este tipo se conservan en Quito, pero lastimosamente fuera de contexto. La una está
reutilizada, dividida, formando dos portada en la llamada Casa de Benalcázar, sede del Instituto Ecuatoriano
de Cultura Hispánica. Esta portada perteneció a la “Casa de la Inquisición”, edificio colonial derrocado en la
década de 1970. La segunda portada perteneció a la llamada “Casa de la Sal”, construida en el siglo XVI por
el conquistador Juan de Illanes; esta casa fue derrocada en el año 1925, pero ventajosamente la portada fue
adquirida por Jacinto Jijón y Caamaño* quien la rearmó como portada de ingreso a su museo particular.
Derrocado el edificio del museo a mediados de la década de 1960 la portada fue rearmada hacia 1995 como
el ingreso principal al moderno Centro Cultural de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.
* Jurado Noboa, Fernando, “Casas del Quito Viejo”, Colección Medio Milenio, Quito, 1992 .
19
se destacan nichos con imágenes en piedra o madera, pinturas murales al óleo o al
temple de carácter religioso o simplemente ornamental, como las características
guirnaldas de frutas del siglo XVIII, o zócalos y cenefas.
Salazar de Villasante, quien fuera Gobernador de Quito entre 1562 y 1563, y que
escribiera su Relación unos años después desde Madrid, asegura que la ciudad tendría
“… hasta 400 vecinos moradores, con sus casas, españoles, y las casas son buenas
como las de esta villa, de teja y madera y buen cimiento, porque llueve mucho”46 Por su
parte, el ya mencionado Pedro Rodríguez de Aguayo en su descripción realizada pocos
años después que la de Salazar de Villasante, dice que en Quito “casas habrá como 1.000,
algunas de buenos edificios y otras no tales; otras casas hay, muchas humildes de gente
pobre, de paja y bahareques, que son unos tabiques de lodo y madera.”47 Como se ve por
estos testimonios, la lógica combinación de materiales y sistemas provenientes de Europa,
con los sistemas locales, dará a la arquitectura residencial sus particularidades.
45
. Coleti, Juan Domingo, “Relación Inédita de la Ciudad de Quito”, en Quito a través de los Siglos, Tomo 2, p.
53. Prólogo y notas por Eliecer Enríquez B., Imprenta del Ministerio de Gobierno, Quito, 1941.
46
. Salazar de Villasante, obra citada, p. 84.
47
. Rodríguez de Aguayo, Pedro, obra citada, p. 121.
20
ladrillos. Pero también se preocuparon de adiestrar a los indígenas en la utilización de las
nuevas herramientas y en el trabajo de los nuevos materiales, como la cal, y en las
novedosas técnicas constructivas introducidas, como la confección de arcos, bóvedas y
cúpulas, utilizadas con profusión en la arquitectura monumental religiosa. Pocos años
bastaron para preparar la mano de obra y desde entonces fueron los indígenas quienes
mantuvieron las tradiciones constructivas desde esa época. En general, los materiales
antes mencionados se utilizaban como se describe a continuación:
Parecería que la misma impresión sobre las bondades estructurales del adobe tuvieron
algunos viajeros extranjeros en el siglo XIX.51
Sin embargo, una visión más técnica la ofrece en el mismo siglo XIX el jesuita Joseph
Kolberg, profesor de la Escuela Politécnica, quien mira con preocupación, no tanto el uso del
adobe en los muros, sino la esbeltez de los patios: “Al entrar a una de estas casas se llega a
un patio cuadrado generalmente muy amplio, al rededor del cual hay en ambos pisos
48
. El “suro” es el nombre de un bambú de unos 3 cm de diámetro, con cierta consistencia maderable. Su
nombre científico es chusquea.
Diversos tipos de bambués se utilizan en la construcción tradicional del Ecuador. En la Costa se cultivan
extensos cañaverales de “guadúas”, que pueden llegar a más de 20 cm de diámtero y 6 m de alto, para la
construcción de la vivienda rural y para las casas de los suburbios populares de las ciudades; probablemente
cerca de un millón de personas viven en Guayaquil en casa de caña.
49
. En el Apéndice II se reproduce un texto del siglo XVIII del jesuita P. Mario Cicala, relativo al uso de los
adobes y la construcción de tapias.
50
. Velasco, Juan de, “Historia del Reino de Quito”, Tomo II y Parte II, Imprenta de Gobierno, por Juan
Campuzano, Quito, 1841, p. 48.
51
. “Las casas principales, algunas son muy capaces, desahogadas y bien repartidas, todas de alto, con
balconería a la calle: son fabricadas de adobe y barro; y por ser la tierra de tan buena calidad tiene la
consistencia de la piedra.”, Brandin, Victorino, “De Quito, su Decadencia, voto por su regeneración.- De la
pacibilidad de su temperamento” (1824), en Quito a través de los Siglos, p. 147 Recopilación y notas bío-
bibliográficas por Eliecer Enríquez B., Imprenta Municipal, Quito, 1938.
“El material ordinario es el adobe, no sólo por que es barato, sino también porque resiste mejor las conmociones
de los terremotos. El miedo al terremoto ha conducido, asimismo, a la masividad en la construcción, lo cual es un
tanto jocoso cuando vemos la pobreza que protege; las paredes, con frecuencia, son de dos o tres pies de
espesor.” Orton, James, “Los Andes y el Amazonas; o Notas de un Viaje de Guayaquil a Pará” (1867), en
Quito a través de los Siglos, Tomo 2, p. 174. Prólogo y notas por Eliecer Enríquez B., Imprenta del Ministerio de
Gobierno, Quito, 1941.
21
galerías de pilares o columnas, construcción muy hermosa y acogedora, pero considerando
los temblores, muy peligrosa.”52
Las escaleras eran sólidas, construidas en piedra. Más ordinarias eran las fabricadas sobre
dos robustas vigas con ladrillos colocados de canto, protegidas la nariz de los escalones con
tiras de madera para evitar el desgaste. Generalmente estaban divididas en dos tramos de
tal manera que se creaba un amplio descanso intermedio.
Cuando una casa estaba a mitad de cuadra, sus cubiertas se construían por lo general a
media agua, con la inclinación hacia el patio, pero el tramo que daba a la calle se lo hacía a
dos aguas. Generalmente estas cubiertas se las construía con estructuras de par y nudillo,
utilizando madera rolliza, que descargaban sobre soleras apoyadas en la cabeza de los
muros maestros. La cobertura de la casa estaba formada por tejas de tipo árabe de barro
cocido, asentadas con barro sobre una “cama” de cañas o carrizos, llamado enchagllado,
amarrado a una estructura menor de palos gruesos o de chaguarqueros53 partidos
longitudinalmente, sujetos a su vez a las tijeras con soguillas o tiras de cuero. Estas
estructuras se trabajaban básicamente con ensambles o destajes, o atando las piezas con
soguillas54 o tientos55, evitando a toda costa el uso de clavos de hierro, pues este material
era escaso y caro, prefiriéndose la utilización del metal en aquellas herramientas en donde
era insustituible, como sierras, azadas o picos, en armas blancas o herraduras.
Los cielo rasos de las habitaciones, llamados localmente tumbados, por su forma de artesa
invertida o de bóveda muy rebajada, se hacían básicamente con el mismo procedimiento.
Es decir, se amarraban carrizos o suros hasta formar una superficie compacta que se
suspendía con soguillas, sea de las vigas de los entrepisos o colgados desde la cubierta,
empañetándose con barro mezclado con paja picada, enluciéndose con barro muy fino. En
otras ocasiones el tumbado se lo formaba con esteras, igualmente empañetado y enlucido.
Las paredes recibían el mismo acabado, dejándolas listas para ser encaladas o pintadas
con murales. Los aleros hacia la calle eran muy pronunciados, para proteger a muros y
transeúntes, de los fuertes aguaceros; también se los empañetaba, formando una curva que
unía la fachada con el extremo más saliente de la cubierta. Posteriormente se sustituirían
estos curvos aleros con otros planos, armados con canecillos de madera labrada y sofitos
decorados.
Los pisos de las habitaciones y de los corredores altos eran solados con ladrillos
hexagonales o cuadrados, de unos 30 cm por lado y un espesor no mayor a 6 cm. En
52
. Kolberg, s. i., Joseph, “Hacia el Ecuador”, Centro de Publicaciones de la Pontificia Universidad Católica del
Ecuador, Quito, 1977, p. 187.
53
. Escapo o tallo grueso de la flor del ágave americano (penca), que nace de su centro y que alcanza varios
metros de altura.
54
. Estas soguillas se conseguían entorchando la resistente fibra obtenida de las anchas hojas de la cabuya
(fourcoya), otra especie de ágave nativo de América. También con esta fibra se confeccionaban brochas para
pintar.
55
. Tiras delgadas de cuero sin curtir, llamado también cabestro.
22
muchos casos también se enladrillaban los corredores bajos y el patio, pero era corriente
empedrarlos con cantos rodados o baldosas de piedra. Las baldosas de ladrillo, llamado
localmente ladrillo pastelero, se colocaban en las habitaciones de la planta baja de dos
maneras, la más generalizada era sobre durmientes soportados en pequeños pilones de
ladrillo o de piedra, aislando de esta manera la estructura de la humedad y del frío de la
tierra. La otra forma, menos utilizada por que no brindaba aislamiento, era la de asentar
directamente el ladrillo sobre una capa delgada de arena, después de nivelado el suelo.
Este sistema se utilizaba en los corredores de la planta baja y en los patios, cuando no se
usaba piedra.
En los pisos superiores también había dos formas de asentar el ladrillo. La primera, muy
parecida a la descrita inicialmente, es decir, apoyado en alfarjías56 amarradas o destajadas
sobre las vigas del entrepiso. El segundo sistema consistía en asentar la baldosa de ladrillo
sobre una capa de arena de varios centímetros de espesor, soportada en una estera o una
capa gruesa de helechos, para evitar que se escurriera. A su vez, la estera o los helechos
se soportaban en una estructura secundaria de chaguarqueros o cañas llamadas
mantaqueros57, sujetas a las vigas. Las azoteas se hacían con otro tipo de ladrillo más
resistente, utilizado también para fábrica, llamado mambrón, generalmente con una cara
vidriada en colores, generalmente verde o amarillo. El sistema de colocación era el mismo
que el de los ladrillos cuadrados de las habitaciones o se colocaban vigas suficientemente
cercanas como para que los ladrillos se apoyen directamente sobre ellas.
Los corredores altos se protegían con antepechos con un barandal de madera, como
pasamanos y balaustres del mismo material, en forma de varillas, rara vez con formas
torneadas y a veces con tablas caladas, con perfiles simulando balaustres más complejos.
En las azoteas se disponían balaustradas con balaustres58 de barro cocido vidriado, como
los ladrillos del piso. Los balcones volados al exterior, siempre en el segundo piso, nunca en
la planta baja, también se protegían con balaustres de madera o de hierro, cuando era
posible, para soportar mejor la intemperie. Fueron comunes los balcones cerrados con
celosías, desgraciadamente desaparecidos en el cambio del siglo XIX al XX, por “razones”
municipales.
Las puertas eran siempre de madera sólida. Muchas veces las bisagras se las hacía de
cuero y con cerraduras muy primitivas de madera, debido a la escasez de hierro. La puerta
principal era siempre de dos hojas, montada sobre quicios y con postigo, claveteada con
clavos de hierro y en ocasiones con bulas de bronce. Para protegerlas de las roturas se
forraban con “cuero de buey o en hojas de Flandes”59. Las ventanas eran pequeñas,
suficientes para atisbar a la calle, con contraventanas de madera y generalmente sin vidrios,
pues al igual que el hierro, éste frágil material era importado desde la metrópoli, por lo tanto
caro. Cuando era necesario se sustituía el vidrio con cuero delgado, bien templado en el
bastidor, de manera que permitiera pasar algo de luz. La protección exterior que se daba a
la casa era generalmente de rejas de madera cubriendo las ventanas del primer piso.
La carencia de ciertos materiales se prolongará por mucho tiempo. En el último cuarto del
siglo XIX se observa esta situación, que se prolongará hasta inicios del siglo XX, con las
siguientes palabras:
56
. Por lo común en Quito se dice “alfajía”.
57
. Literalmente del quichua, quiere decir “palo para las mantas”, quero significa madera o palo.
Probablemente el nombre de mantaquero viene del uso de estas cañas (bambúes), ligeramente más gruesas
y robustas que los suros, que servían para sostener el tejido hilado tradicionalmente con el telar de cintura.
58
. Curiosamente en Quito a los balaustres se los llama “mariscos”, no se sabe si por una deformación del
término “morisco” o por las formas torneadas que podrían recordar a aquellos crustáceos.
59
. Lisboa, Miguel María, “Relación de un viaje a Venezuela, Nueva Granada y Ecuador”, Fondo Cultural
Cafetero, Bogotá, 1984, p. 305. La hojalata se llamaba también hoja de Flandes u hoja de Milán.
23
…ya se puede imaginar lo caro que resulta conseguir cualquier material
frágil con lo malo de los caminos y de los medios de transporte. Este
hecho se revela en el aspecto desagradable de las construcciones. Pues
si bien en los últimos tiempos se ha comenzado a poner en el segundo
piso de las casas un mayor número de ventanas o mejor dicho puertas
con vidrios que dan a un balcón especial con frecuencia muy elegante…60
El Cabildo nombró el 20 de junio del año 1536 al primer alarife, Juan Enríquez, para
medir solares y supervigilar las nuevas construcciones, autorizándole para que utilizara
una insignia que consistía en “una vara corta con un escudete y dos cabezas de águila”.61
Un año después se iniciaría la explotación de las primeras caleras en la zona de
Tolóntag, a unas 8 leguas de la ciudad, posteriormente se descubrirían minas más
cercanas, en el área donde cruza la línea equinoccial, a no más de 25 Km. de la ciudad.
En el año 1544 el Cabildo había fijado de manera oficial el barrero de la ciudad al pie del
Pichincha, lugar en el que se fabricarían tejas, adobes y ladrillos. Hasta ahora se conoce
este sitio con el nombre de El Tejar. Sin embargo, parece que las primeras tejas ya se
habían fabricado antes en este mismo sitio, pues hay autores que aseguran que Juan de
Ampudia, antes que Benalcázar llevara a cabo la fundación, tenía la comisión de Diego
de Almagro de preparar el terreno para el establecimiento de San Francisco de Quito:
60
. Kolberg, s. i., Joseph, “Hacia el Ecuador”, Centro de Publicaciones de la Pontificia Universidad Católica del
Ecuador, Quito, 1977, p. 186-187.
61
. Libro Primero de Cabildos de Quito, Tomo I, Concejo Municipal de Quito, Quito, 1934, pp. 175-177.
62
. Anónimo, “Descripción de la ciudad de San Francisco de Quito”, en Relaciones Histórico-Geográficas de la
Audiencia de Quito (Siglos XVI – XIX), Tomo I, p. 190. Estudio introductorio y transcripción por Pilar Ponce
Leiva, Marka – Ediciones Abya Yala, Quito, 1992.
24
las fábricas y edificios públicos de mayor consecuencia, sin dejar una
piedra sobre piedra en todo lo que habia sido palacio real, almacenes,
templos, fortalezas, columnas y sepulcros de los antiguos Reyes. El
pretexto era fabricar prontamente con aquellas mismas piedras al uso
europeo la Iglesia principal, el palacio del Gobernador, y los demas
edificios públicos, y aun las casas particulares para hacerlas de mejor
gusto; mas el verdadero fin era buscar, haciendo grandes cavidades en
aquellos sitios, los escondidos tesoros de Huaynacapac. Halló
considerable cantidad en los sepulcros; mas no la que esperaba; y
convirtió por eso todo su furor contra los infelices indianos63.
La madera también era abundante en el área de Quito, pues los bosques nativos estaban
prácticamente intactos a la llegada de los conquistadores. A una legua se hallaba madera
para leña y a 3 o 4 leguas, robustos árboles de maderas finas, como “roble y aliso y
cedros”64, aptas para la construcción, la ebanistería y la imaginería. Especialmente se
explotaron los bosques de Tambillo, a pocas leguas al sur de Quito y los de Cotocollao al
norte.
De hecho la falta de contacto con el exterior que mantuvo Quito hasta inicios del siglo XX,
obligó a la ciudad a nutrirse de la tradición y por lo tanto a mantener su herencia, no solo
por razones culturales, sino también por que la falta de recursos, no permitió su rápida
transformación. La vía de ingreso más utilizada, por gentes y mercaderías venidas desde
la metrópoli, era la del puerto de Guayaquil a donde llegaban navíos provenientes de
Panamá o de El Callao. Pero el ascenso desde el puerto hasta las alturas, se hacía por
un pésimo camino de selva y montaña que permanecía largo tiempo impracticable por las
lluvias. Otra ruta también utilizada era la de Cartagena de Indias, recorriendo gran parte
del camino por el interior del actual territorio de Colombia, pasando por las ciudades de
Cali, Popayán y Pasto.
63
. Velasco, Juan de, “Historia del Reino de Quito”, Tomo II y Parte II, Imprenta de Gobierno, por Juan
Campuzano, Quito, 1841, p. 132.
64
. Rodríguez de Aguayo, Pedro, “Descripción de la ciudad de Quito”, en Relaciones Histórico-Geográficas de
la Audiencia de Quito (Siglos XVI – XIX), Tomo I, p. 119. Estudio introductorio y transcripción por Pilar Ponce
Leiva, Marka – Ediciones Abya Yala, Quito, 1992.
Muchos de los árboles del Nuevo Mundo se bautizaron con nombres europeos, por la semejanza con las
especies conocidas por los conquistadores en sus tierras. El cedro americano, es realmente una caoba
(cedrela), mientras que el nogal americano (juglans), llamado tocte en Ecuador, está íntimamente
emparentado con el nogal europeo. La inmensa variedad de las especies arbóreas en el área andina,
proveyó de estupendas maderas a los habitantes de Quito. Para la confección de andamios, leña o carbón,
se utilizaban infinidad de árboles medianos, con maderas más suaves, como los aguacatillos (ocotea gen.).
El mal manejo de los recursos forestales llevó a una alarmante deforestación, que obligó hacia 1865 a
introducir el eucalipto desde Australia, para paliar de alguna forma la falta de madera. Ahora los bosques de
eucaliptos forman parte indisoluble del paisaje de la Sierra ecuatoriana.
25
4. EVOLUCIÓN Y TRANSFORMACIONES
Los primeros años de vida republicana fueron muy difíciles debido a los intereses
caudillistas y a la bancarrota económica, producto de las largas guerras de independencia.
La situación de Quito no varió sino cuando la economía del Estado se recuperó y se
consiguió una relativa estabilidad política.
A partir de 1870, con el presidente Gabriel García Moreno, se iniciaron ciertos cambios
modernizantes en la ciudad y en su arquitectura, al actuar profesionales europeos en el
diseño y construcción de algunos edificios públicos. Se introdujo un aire neoclásico que
rompió, de alguna manera, con las tradiciones arquitectónicas provenientes del inmediato
pasado colonial. El mismo Presidente estableció con estos técnicos y científicos la Escuela
Politécnica en 1876, en donde se formaron los primeros arquitectos nacionales.
Esta tradición se mantendrá hasta los primeros lustros del siglo XX, sucumbiendo luego la
casa de patio a la modernidad. Lo mismo sucederá con los trazados urbanos, en donde
hasta bien entrado el siglo XX se continuará utilizando el modelo hispánico colonial del
damero.
Obviamente, esto no quiere decir que no hayan aparecido nuevos modelos en la vivienda.
Pero estas viviendas, realizadas por los mismos arquitectos europeos que habían levantado
la arquitectura oficial, fueron poco numerosas. Construidas por pocas familias aristocráticas
de la ciudad, tuvieron escaso impacto.
Las variaciones entre la casa colonial y la tradicional de los siglos XIX e inicios del XX, se
darán especialmente en los aspectos decorativos. Un testimonio de 1861 corrobora esta
afirmación:
65
. Lisboa, Miguel María, “Relación de un viaje a Venezuela, Nueva Granada y Ecuador”, Fondo Cultural
Cafetero, Bogotá, 1984, p. 302.
26
Las casas son de dos pisos casi todas, unas pocas de tres, y otras pocas,
de los suburbios de uno... Algunos (sic) son de cal y piedra o cal y ladrillo
y la generalidad de adobe de barro de excelente consistencia: tanto que
debemos atribuir a su fortaleza el que las casas hayan resistido por tantos
siglos a los sacudimientos volcánicos del Pichincha.66 Son cómodas,
bastante bien distribuidas con grandes patios y muchas con jardines y
hasta huertos: han mejorado mucho en belleza y aseo desde que Mr.
Mandeville,67 Cónsul general de Francia en Quito y de muy grata memoria,
introdujo con sus consejos y ejemplo esa elegancia que, aunque aparente,
considerándola artísticamente, constituye la gala del gusto moderno. Ojalá
que no las recargasen con tantos adornos postizos para que pudiera
celebrarse más68.
Por su parte, el arquitecto Gualberto Pérez, graduado en 1882 por la Escuela Politécnica, en
un artículo publicado en 1920, nombra a este personaje como
Como se ve por estos testimonios, la casa republicana anterior a 1920 incorporará a las
fachadas cornisas, platabandas, grecas, frontones y molduras alrededor de las ventanas,
almohadillado al exterior de la planta baja, un trabajo casi escultórico en canecillos y
zapatas, pintura mural simulando mampostería de mármol, zócalos y cenefas con motivos
florales o geométricos, etc. Más tarde desaparecerán los aleros y las sencillas varillas de las
balaustradas de los balcones se sustituirán por pesadas obras de mampostería.
Tampoco será extraña a estas casas la pintura mural. El P. Kolberg, llegado a Quito en
1871, anota con cierto asombro: “Al patio sustituye muchas veces un hermoso jardín, y
cuando las casas dejan a disposición grandes muros al desnudo, éstos están pintados de
arriba abajo con frescos de paisajes”70. Un lustro más tarde, otro europeo criticaba algunas
casas que estaban “revestidas de groseras pinturas al fresco, y en los arrabales no son
raras las fachadas embadurnadas de arriba debajo de colores chillones”71.
Sin embargo, los criterios sobre la calidad de la casa quiteña del siglo XIX no serán
unánimes. El viajero James Orton dirá con mucha acidez, hacia la misma época:
66
. Nuevamente aparece el argumento de que el adobe es un material sismoresistente.
67
. Este personaje actuaría en Quito desde la creación de la República, es decir, 1830.
68
. Cevallos, Pedro Fermín, “Cuadros Descriptivos del Ecuador”, en Quito a través de los Siglos, p. 161.
Recopilación y notas bío-bibliográficas por Eliecer Enríquez B., Imprenta Municipal, Quito, 1938.
69
. Pérez, Gualberto, “Historia de la Arquitectura del Ecuador”, reproducido en: Revista Trama, N° 61, Quito,
julio de 1993, p. 41.
70
. Kolberg, s. i., Joseph, “Hacia el Ecuador”, Centro de Publicaciones de la Pontificia Universidad Católica del
Ecuador, Quito, 1977, p. 187.
71
. André, Eduard, “América Equinoccial. Ecuador” en Quito a través de los Siglos, p. 192. Recopilación y notas
bío-bibliográficas por Eliecer Enríquez B., Imprenta Municipal, Quito, 1938.
27
Tanto el material como la construcción de las casas, enloquecería a Sir
Christopher Wren. Con excelentes canteras a la mano, tiene, empero, que
construir con barro mezclado con piedras, o con embarrados sobre
zarzos, como los Druses del Monte Líbano. Aunque los quiteños viven
debajo de la Línea Equinoccial y de un meridiano medido con tanta
precisión por los más destacados matemáticos de Francia y de España,
omiten necesariamente todo ángulo recto o línea recta en sus paredes y
en toda viga cuadrada o costanera72.
Con la posterior llegada de otros arquitectos europeos, especialmente italianos, así como
por la incorporación de algunos profesionales ecuatorianos formados localmente o en
Europa, poco a poco los nuevos modelos arquitectónicos se fueron imponiendo.
Solamente en el año 1908 Quito se vinculó de manera estable con el puerto de Guayaquil y
en 1914, al abrirse el Canal de Panamá se relacionó con el comercio mundial, rompiéndose
de esta manera su largo aislamiento. Esta incorporación trajo consecuencias inmediatas,
pues se expandió el área comercial, se aceleró la migración interna, se creó una
infraestructura básica: agua potable (1914), alcantarillado (1906), luz eléctrica (1906),
teléfonos (1900), tranvías (1914), etc. y al incorporarse novedosos materiales, como el
cemento Portland y el hierro, fue desapareciendo paulatinamente la casa de patio.
Sin embargo la imagen de la ciudad no cambió tan bruscamente como se podría esperar.
No solamente un apego a las tradiciones, sino también una pobreza permanente evitará
grandes cambios. La descripción que hace Blair Niles en 1921, podía haber sido hecha
perfectamente uno o dos siglos antes:
Las casas quiteñas, son de un solo piso, de dos y hasta de tres, estas
últimas en menor número, adornadas con balcones sobre las veredas. Los
almacenes y tiendas, ocupan los pisos inferiores en las calles centrales; y
en los suburbios, sirven para que las ocupen las familias de los indios,
destacando el hecho de que éstos viven en rigurosa compañía con las
72
. Orton, James, “Los Andes y el Amazonas; o Notas de un Viaje de Guayaquil a Pará” (1867), en Quito a
través de los Siglos, Tomo 2, p. 182. Prólogo y notas por Eliecer Enríquez B., Imprenta del Ministerio de
Gobierno, Quito, 1941.
73
. “… las calles del centro de la ciudad, que son hermosas, anchas y enteramente rectas… En cambio
encarezco no internarse en las calles apartadas de los suburbios, porque ahí se encuentra uno con los restos
de la ciudad antigua tal como estaba antes del advenimiento de García Moreno.”
“La larga época de paz que García Moreno pudo obtener y asegurar para la agobiada República, tuvo
resultados de lo más benéficos no sólo en todo el país sino especialmente en Quito: poco a poco renació la
confianza en la población, que de año en año fue adquiriendo más entusiasmo por las bellas y grandes
construcciones.” Kolberg, s. i., Joseph, “Hacia el Ecuador”, Centro de Publicaciones de la Pontificia
Universidad Católica del Ecuador, Quito, 1977, p. 186.
74
. “Curso Inferior del Plano de Quito para uso de las Clases Preparatorias del Colegio de la Santa Infancia”,
Tipografía de la Escuela de Artes y Oficios, Quito, 1901, p. 8-9.
75
. “El Ecuador en Chicago”, El Diario de Avisos, Chicago, 1894, p. 35.
28
personas ricas y prósperas... Los mismos techos que abrigan a las sedas
sirven para ocultar los harapos.
Los techos de tejas al estilo español, exhiben un color muy agradable, rojo
oscuro, casi idéntico al rojo característico de las pinturas egipcias. En los
aleros crecen siemprevivas diminutas y polícromas. Los colibríes
tornasolados brillantes vuelan de flor en flor con las colas largas que les
dan la semejanza de ciertos insectos voladores como los gloriosos
caballitos del diablo arrancados de un libro de cuentos infantiles.” 77
Desde la década de 1920 la ciudad inició un crecimiento sostenido y desde los años 30
comenzó un paulatino deterioro del centro, pues las clases altas que tradicionalmente lo
habían habitado, buscaron en el norte nuevas formas de ocupación del suelo. Así surgieron
barrios residenciales dentro del esquema de la "ciudad jardín", con viviendas unifamiliares
aisladas, amplias avenidas arborizadas y un esquema vial que daba especial cabida al
nuevo protagonista de la vida urbana: el automóvil. El impacto producido por la nueva
arquitectura en la ciudad está perfectamente descrito por Ludwig Bemelmans, un alemán
naturalizado en tierra yanqui, quien en 1941 enviaba desde la Mitad del Mundo artículos a
revistas norteamericanas sobre sus experiencias en estas singulares latitudes:
“Todas las casas ricas y pobres tienen patios. En algunas de ellas hay
pollos [por poyos] y bancos de trabajo; en otras hoyo de agua [¿ojos de
agua?] o una fuente, con adornos de palmas, cactus y mandarinas. Se
encuentran pisos de baldosas de colores, incrustadas con las vértebras de
bueyes, huesos que con el continuo pisar de las gentes, han adquirido la
apariencia del marfil viejo y van arreglados de tal modo que las
incrustaciones óseas forman caprichosos dibujos, o deletrean el apellido
de la familia del propietario, la fecha de construcción del edificio, el
nombre de un santo favorito o una leyenda caballeresca.”
76
. Niles, Blair, “Correrías Casuales en el Ecuador”, Editorial Abya-Yala, Quito, 1995, p.124.
77
. Idem, p. 126.
29
elegantes para contemplar la obra maestra realizada. Un arquitecto78 que
ha sido seguramente un excelente pastelero, que ha llegado a ponerse de
moda, le ha dejado suelto por aquí y le han permitido que haga una calle
en la que ha tenido el acierto de reunir todo aquello que es más horrible y
espantoso79.
Con el desplazamiento al norte de las familias acomodadas, los espacios abandonados del
centro fueron copados de forma cada vez más rápida por migrantes de las provincias
cercanas. Esta creciente migración rural encontrará en el centro de la ciudad una zona
disponible que, a pesar de la obsolescencia de sus construcciones e infraestructura, será
atractiva por su equipamiento. Ya a mediados del siglo XX podrá diferenciarse claramente la
ciudad antigua y la ciudad moderna, llamándosela a la primera, “casco colonial” o “centro
histórico”. Este espacio se consolidará con la integración de diversos y variados usos de
carácter residencial, comercial, administrativo y religioso.
Con la llegada del automóvil, la vieja ciudad también sufrió algunos cambios. No se modificó
el trazado o el ancho de las calles, por que era una operación costosísima, simplemente se
cambiaron las rasantes para facilitar el ascenso de los débiles vehículos a motor de los
primeros años, por las empinadas calles de la ciudad. Esto provocó que muchas casas
quedaran elevadas, obligándose a “rasgar” las puertas de calle para permitir el acceso al
patio que había quedado, a veces, varios metros sobre la nueva rasante. Estos cambios
también dejaban los cimientos expuestos, por lo que para evitar problemas estructurales, se
ensancharon los taludes, dejando a la casa con una apariencia panzuda.
La casa de patio se adaptará sin mayores dificultades para recibir esta avalancha
poblacional. Cada familia migrante se acomodará en un inicio, en una pieza que arrendará
en la planta baja, convirtiéndola en dormitorio, cocina, comedor, espacio para las tareas
escolares de los niños, cuarto de labores domésticas y muchas veces hasta taller artesanal.
Estas grandes casas, a las que se las había añadido recientemente instalaciones eléctricas
y sanitarias, contarán con un solo grifo de agua y un inodoro para todos los residentes. No
se instalarán cocinas comunes ni duchas colectivas, por lo que en ciertas zonas de
inquilinato aparecerán, poco a poco, negocios de baños de agua caliente a las que acuden
los parroquianos, religiosamente, una vez por semana.
Los problemas de vivienda y los derivados de las actividades comerciales y del tránsito
vehicular serán los más acuciantes en el Centro Histórico. A éstos debe añadirse la carencia
u obsolescencia de la infraestructura y los problemas físicos de las construcciones,
consecuencia de la falta de mantenimiento, una larga historia sísmica acumulada y
adaptaciones o ampliaciones realizadas espontáneamente por los propietarios o
arrendatarios, sin estudios ni conocimientos técnicos.
78
. Sin duda se refiere al arquitecto mexicano, de origen italiano, Rubén Vinci, quien realizó diversas obras
con estilos exóticos: árabes, hindúes, tirolés, normando, etc., en las zonas de expansión al norte de la ciudad
vieja.
79
. Bemelmans, Ludwig, “El Burro por Dentro”, Editorial Moderna, Quito, 1941, p. 39-40.
30
económicas de los habitantes, siendo un 90% o más arrendatarios de bajísimos ingresos, lo
que les impide ocupar un mayor espacio o pagar más, por uno mejor que el que habitan. Por
su parte, los propietarios, al no recibir una renta razonable, se encuentran imposibilitados de
realizar un correcto mantenimiento del inmueble, menos aún, mejorar sustancialmente sus
condiciones de habitabilidad. De esta manera se plantea un círculo vicioso, ya que ni unos ni
otros se encuentran en condiciones de incrementar sus ingresos.
Por otra parte es necesario reflexionar sobre lo que sucedería en caso de darse esta ayuda:
necesariamente los propietarios, al rehabilitar sus viviendas se verían obligados a
incrementar sustancialmente los cánones de arrendamiento para pagar los préstamos. Esto
provocaría la expulsión de los actuales habitantes a otras zonas de la ciudad, en donde
podrían pagar bajos arriendos, o generaría invasiones hacia zonas no urbanizadas,
engrosando el ya alarmante número de barrios informales. El Centro Histórico, a su vez,
albergaría una nueva y distinta población, con el riesgo de convertirse en un área de
privilegio para cambiar significativamente de usos, para alojar, entre otros, servicios
turísticos, desnaturalizando sus valores culturales.
Los cambios producidos, teniendo como meta el aprovechamiento máximo de los espacios,
se han realizado de manera caótica. Las intervenciones sobre estos inmuebles se realizan,
por lo general sin aprobación municipal y cuando ésta existe, la obra ejecutada no
concuerda con los planos aprobados. La Municipalidad carece de personal capacitado y
suficiente, para efectuar un seguimiento técnico.
Las primeras transformaciones que se realizan en las casas de patio han sido cerrar los
intercolumnios, especialmente de la planta baja, con mampostería, para así ampliar el área
utilizable, ocupando los corredores. Otra intervención común es la de techar el patio y
ocuparlo en toda su superficie, pero también se realizan intervenciones más drásticas,
construyendo un entrepiso dentro del patio, ocupándolo en toda su altura.
Desgraciadamente, en las áreas del comercio informal, la actuación más generalizada sobre
las casas de patio ha sido aquella en la cual se deja en pie solamente la fachada y el interior
se modifica totalmente con obras nuevas de hormigón armado. Se introducen entrepisos en
los ambientes altos de las plantas superiores y se habilitan los espacios interiores de las
cubiertas, reemplazándolas y elevándolas, para utilizarlos como viviendas u oficinas.
Se trabaja muy poco dentro de las ordenanzas municipales de protección del Centro
Histórico y se desconoce la Ley de Patrimonio Cultural. La sustitución de materiales y la
incorporación de elementos extraños, es un hecho diario que desvirtúa los valores
arquitectónicos de la ciudad.
31
Propuesta de normativa específica de conservación y/o adaptación
Las acciones legales para la protección del Centro Histórico se concretaron en diversas
ordenanzas municipales. Estas se han sucedido, perfeccionándose, desde el año 1967. Por otra
parte, en el año 1978 se creó el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural, transformándose la
antigua Dirección de Patrimonio Artístico (1945), originalmente adscrita a la Casa de la Cultura
Ecuatoriana. En 1979 se promulgó la Ley de Patrimonio Cultural que rige en la actualidad. Los
valores culturales acumulados en el Centro Histórico de Quito, en medio de un paisaje natural de
singular belleza, así como el estado de conservación del centro, llevaron a que la UNESCO
declarara a Quito en 1978, bien perteneciente al patrimonio cultural de la humanidad.
Curiosamente, el Estado solamente en el año 1984. reconoció al Centro Histórico de Quito como
bien perteneciente al patrimonio cultural de la nación.
Específicamente en el tema que nos interesa, el Código en su Capítulo IV “De las Normas
Generales de Desarrollo Urbano” dedica la Sección IV a tratar “De las Edificaciones en las
Areas Históricas, Normas de Conservación, Recuperación, Transformación y Nueva
Edificación”. Por su especial interés se anexa en el Apéndice III el texto completo de esta
sección, en donde claramente se evidencia el interés de preservar la tipología de la casa de
patio y sus elementos característicos.
Por otra parte, a lo largo del Código aparecen diversas excepciones a la reglamentación
general, que particularizan las actuaciones en las áreas históricas protegidas. Tal es el caso
de las limitaciones expresas y especificaciones especiales para la declaratoria de propiedad
horizontal (Art. II. 99 y II. 101), agregación de unidades prediales (Art. II. 104 y 105),
aprobación de planos (Art. II. 151, i), infracciones y sanciones (Sección III del capítulo VI),
prohibición de propaganda en áreas protegidas (Art. II. 261), limitaciones al comercio en vías
y áreas publicas (Art. II. 324).
Especial interés reviste la Sección XV “De los Estímulos” para obras de mantenimiento y
rehabilitación de vivienda del Capítulo V “De los Procedimientos Generales”, por lo que
también se transcribe como Apéndice IV el texto completo. Los incentivos tributarios para la
conservación de áreas históricas se reglamentan por la ordenanza N° 3178 (1996) que se
incluye en el Apéndice V. También en esta sección se establece la creación del “Fondo de
Rehabilitación de Vivienda en el Centro Histórico”, conocido como FONREVIV y
reglamentado por la ordenanza N° 3188 (1996), la cual también se reproduce por su interés
en el Apéndice VI. Sin duda la característica más interesante de esta propuesta es la
“compra de edificabilidad” por la cual, propietarios o promotores que desean incrementar el
coeficiente de ocupación del suelo en otras áreas de la ciudad, pueden hacerlo, adquiriendo
este derecho a través de una compra a la Municipalidad, la cual destina los recursos
obtenidos, en beneficio de la rehabilitación de vivienda en el Centro Histórico de Quito.
El Código también establece entre los tributos municipales una contribución del 3% sobre el
valor de las entradas a los espectáculos públicos (Sección VII del Capítulo II, Libro III) para
beneficio del Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural (FONSAL), institución de la que
se habla más adelante.
32
Las acciones de conservación y rehabilitación
Después de un largo período de desinterés y abandono del Centro Histórico por parte de las
autoridades nacionales, y especialmente de la misma municipalidad de Quito, en la
actualidad existe una determinación política de intervenir en esta área. Este interés se inició
por las graves consecuencias de los sismos de marzo de 1987. Con un exiguo apoyo del
Estado y la colaboración puntual de organismos internacionales (PNUD/UNESCO y Fondo
del Patrimonio Mundial), sumados a los aportes técnicos y económicos de los gobiernos de
España y Bélgica, el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC) inició una serie de
acciones sobre diez monumentos religiosos afectados.
Por su parte, la administración Municipal de ese entonces no realizó ninguna labor, tanto por
ignorancia y desinterés, así como por falta de técnicos competentes. Posteriormente, con el
cambio del gobierno seccional producido en el año 1988, se inició un serio y sostenido
proyecto de recuperación global, entendiéndose a las "... áreas históricas como un todo que
engloba lo físico y lo social; ... (concibiendo) estas áreas como un sistema social, espacial e
histórico vivo, en el que sus partes están en continua interacción entre sí y con los ámbitos
mayores en los cuales se inserta", particularmente con su contexto pluricultural y
multiétnico.80
La administración municipal en el año 1988, a más de iniciar un Plan Maestro para el Centro
Histórico, puso en operación un fondo especial creado por la Legislatura a raíz de los sismos
de 1987, para uso exclusivo en la salvaguardia del patrimonio cultural de Quito, denominado
Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural (FONSAL). En cifras generales el FONSAL
cuenta con un recurso anual de alrededor de 1,5 millones de dólares anuales y ha llevado
adelante más 350 proyectos en sus 10 años de funcionamiento. Esta intensa labor local
facilitó la colaboración de instituciones internacionales (UNESCO, BID, Fundación J. P.
Getty, etc.) y la participación de gobiernos de países amigos, en el esfuerzo de conservación
y desarrollo de este bien de la humanidad.
80
. Peralta, Evelia, “Rehabilitación Integral en el Centro Histórico de Quito”, en Centro Histórico de Quito:
problemáticas y perspectivas, p.215. Dirección de Planificación del Municipio de Quito, Quito, 1990.
81
. Paladines, Carlos, “Cultura e Historia. A propósito de la Declaración de Quito sobre la formación de una cultura
para la conservación de su Patrimonio Histórico", en Revista Caspicara # 0, Quito, enero 1993, pp. 27-30.
33
formación técnica y desarrollo tecnológico; comercio informal; dotación, renovación y
mejoramiento de equipamiento; desarrollo turístico; cultura y difusión; protección ambiental y
paisajista; descentralización administrativa; administración y control del proyecto.
La obra, terminada en julio de 1993, tiene una alta proporción de obra nueva por el
ruinoso estado en que se encontraba la casa. Se ha conservado básicamente la tipología
del edificio, su organización lineal alrededor de los patios que se articulan entre sí. Se
crearon 38 unidades de vivienda y 2 locales comerciales, permitiéndose el retorno de 22
familias que la habitaban al inicio de la intervención. Parte del dinero invertido se
recuperará con la venta de los departamentos y se lo reutilizará en nuevos proyectos de
rehabilitación de vivienda, como el de la “Casa Ponce”, también en colaboración con la
Junta de Andalucía..
El Pact Arim surgió en Francia a raíz de los problemas causados por la II Guerra Mundial
en la vivienda. Tiene una filial para América Latina en Quito, la cual desarrolla proyectos
de cooperación con las alcaldías de Medellín (Colombia), Santo Domingo (República
Dominicana) y Quito.
En esta ciudad, a más de los proyectos de rehabilitación mencionados, Pact Arim también
colabora con la Municipalidad en el proyecto “Vivienda Solidaria”, con la adjudicación de
viviendas de interés social en el Conjunto Habitacional San Roque y en el edificio de la
Antigua Cervecería La Victoria, que contiene espacios para comercio, restaurantes, un
subcentro de salud y 50 unidades de vivienda. Estos proyectos se desarrollaron en la misma
zona de la “Casa de los 7 Patios”.
Para llevar a cabo este ambicioso propósito se creó la Empresa de Desarrollo del Centro
Histórico, institución con participación de capitales privados que se encarga del manejo de
los fondos del BID, que sumados a los aportes locales supera los 51 millones de dólares,
destinados a programas de adecuación urbana: mejoramiento de infraestructura,
equipamiento y mobiliario urbano; saneamiento ambiental: calidad urbana:
descontaminación, limpieza, seguridad, etc.; gestión económica; fortalecimiento
institucional; apropiación cultural. Por otra parte, se coordinarán acciones para lograr un
proyecto participativo con miras al mejoramiento de la seguridad ciudadana, tráfico
vehicular, turismo y otros, a fin de conseguir un ambiente de habitabilidad.
Sin duda, esta es la última oportunidad para salvar el Centro Histórico de Quito, patrimonio
de la humanidad, pues la dinámica actual es tal, que solamente la ejecución de estos
programas de rehabilitación y el mantenimiento de una política coherente, permitirá mejorar
la calidad de vida al superar problemas de contaminación, congestión, inseguridad,
improductividad y hacinamiento.
35
Apéndice I 82
Debiendo ya hablar de todas las demás casas de la Ciudad de Quito, diré solamente en general
que todas ellas están constituidas de adobe, todas tiene un solo piso alto además de la planta
baja, en los patios. Es rara la casa que tenga dos pisos altos. Todas las casas (hablando solo de
las existentes en el centro de la ciudad, contenidas por las seis calles rectas y principales), tienen
su pórtico de losas de piedra bien labrada; todas tienen su patio empedrado, grande, amplio,
espacioso y completamente cuadrado o en forma de paralelogramo. La mayor parte de estos
patios tiene columnas, redondas u octangulares, de piedra, con los cuatro corredores bajos
comunmente enladrillados, raras veces empedrado. En ellos hay habitaciones o para el servicio o
para alquilar a gente plebeya, así como también para depósitos y otros menesteres. A éstos,
corresponden arriba otros cuatro corredores con delicados artesonados de bóveda falsa. Estos
corredores están pintados en cada casa con varias historias y fábulas u otras ideas de la fantasía,
a gusto del dueño. En cada casa hay varias habitaciones para las mujeres, para los hombres, para
los hijos y para la servidumbre doméstica, etc. Todas ellas elegantemente adornadas con
tapicerías y riquísimos ajuares así como otros preciosos adornos, bellas pinturas con marcos
dorados, esmaltados, etc. Sin embargo, el principal empeño de aquellos ciudadanos está en hacer
alarde de muchísimos y grandes espejos en todas las antecámaras, habitaciones, gabinetes y
recámaras, para lo cual gastan hasta los ojos, así como de vasos, jofainas, platos, platillos, todo
ello de fino y bello cristal y de la más fina y preciosa porcelana de la China. Es increíble las
grandes sumas de dinero que consumen aquellos caballeros americanos en semejantes
galanterías. Así como también en vistosos tapices hechos a medida de cada habitación, grande o
pequeña. Todos usan el damasco carmesí con galones y franjas de oro; y muchísimos el
terciopelo rojo, para cubrir completamente las paredes, por lo menos de aquellas habitaciones en
que las señoras y caballeros reciben las visitas, así como también las recámaras de dormir, con
las cortinas y biombos de las mismas telas preciosas. Por lo que se refiere a mesitas, aparadores
y mesas incrustadas de marfil y madreperlas, construidas de ébano y otras maderas preciosas,
son sin número y constituyen uno de los adornos principales de las casas. Por fuera usan también
balcones, pero de madera, con una balaustrada alrededor de color verde o rojo. Las casas son
bajas a causa de los continuos y formidables terremotos.
No es, en manera alguna propósito referir aquí cuáles sean las casas más ricas y ostentosamente
adecuadas y adornadas. Indicaré algunas: la del Marqués de Maenza, del Marqués de Solanda,
del Conde de Selva Florida, del Marqués de Miraflores, del Marqués de Orellana (es ésta
sobremanera suntuosa), las de los Oidores Regios: del Sr. Quintana, del Sr. Navarro y del Sr.
Santa Cruz (ésta no tiene igual), las de los caballeros Chiriboga, Villasís, Guerrero y muchísimos
otros, así como también las de no pocos comerciantes casados y establecidos en aquella ciudad.
Todas estas casas o palacios son capaces y muy adecuadas para recibir un Virrey, un Grande de
España y cualquier otro personaje de alto rango. Pero entre todas ellas hay dos, aunque la una es
pequeña, sin embargo es nada menos que de la misma delicadeza, majestuosidad y belleza,
aunque no rica: la del difunto Canónigo Viteri, joven noble, de talento prodigioso, en letras, en
Teología, Cánones, Moral. Admirable en el púlpito, erudito como el que más, afable, muy suave en
el trato. Hombre que sin duda podía codearse en cualquier ciudad de Europa con los más célebres
y famosos letrados: en todo era delicadísimo. Se hizo diseñar por nuestro arquitecto una pequeña
pero original y bella casa según las reglas de la Arquitectura. Le salió tan graciosa, hermosa y
esbelta, que era el encanto de todos. Luego la hizo pintar por los más famosos pintores de la
ciudad sin ahorrar gusto alguno y la embelleció con pocos y decentes tapices de acuerdo con el
82
. En los Apéndices I y II se transcriben dos extensas descripciones realizadas por el sacerdote jesuita
Mario Cicala. En el primero, se detallan las particularidades de las casas quiteñas, especialmente de sus
tratamientos interiores. En el segundo, explica la forma de construir con adobes y la fabricación de muros de
tapial, empleados en Quito. El padre Cicala permaneció 24 años en la Provincia de Quito de la Compañía de
Jesús. Nativo de Fiume de Nisi, al sur de la ciudad de Mesina (Sicilia, Italia), llegó a Quito como novicio en 1743 y
se vio obligado a abandonar estas tierras, junto a decenas de sus compañeros, luego de la expulsión decretada
por Carlos III.
Apéndice II
En la ciudad de Quito no hay ni casas ni chozas de paja sino que todas están cubiertas con tejas.
Por eso se parece aquella ciudad a las ciudades europeas. Las construcciones son de diversos
materiales. La mayor parte están edificadas, sobre cimientos de piedra, con barro y lodo fuerte y
glutinoso entremezclado, pero la construcción de las paredes desde el suelo para arriba es de
a
adobes que son como ciertos ladrillos grandes de dos palmos y medio de longitud, poco menos
de un palmo y medio de anchura y cuatro dedos de grosor. La manera de construir es ésta: se
ponen juntos dos adobes paralelos y otro atravesado. Encima ponen con la pala o paleta la
pucelana, especie de tierra fuerte que se usa para tapiar, hasta el grosor de dos dedos: colocan
encima otros tres adobes, pero en sentido contrario al de los tres primeros, de suerte que las
junturas quedan siempre cubiertas por otro adobe, puesto encima. Toda la construcción y
estructura va regulada, por la plomada de tal manera que sube perpendicularmente muy bien
trabada, fuerte y segura. Ordinariamente el grosor de las paredes es de una vara o poco más, es
decir, cuatro palmos, aunque muchísimas casas de adobe tienen sus muros con la anchura de
seis palmos. La experiencia ha demostrado que la construcción de adobes es la más firme y
segura en los terremotos más fuertes y violentos, toda vez que resisten las sacudidas más
violentas de la tierra. Por el contrario las construcciones de piedra y cal o de ladrillo o de piedra
pómez, aun las bóvedas más gruesas, algunas se han resquebrajado, otras se han destruído,
otras por fin se desploman a los primero vaivenes impetuosos de los terremotos.
Algunas pocas casitas de los barrios están hechas solo de tapia. La construcción y edificación de esta
clase de muros es la siguiente: Abierto en la superficie del suelo sólido y duro una zanja de un palmo
o más de profundidad y cuatro palmos de anchura alrededor del sitio donde debe levantarse la casita
(algunos, cuando el terreno es un poco flojo ponen dos palmos o cimiento de piedra y barro); plantan
luego un cajón de maderas bien ajustadas y unidas entre sí, formando un paralelogramo, armado con
plomada en perfecta vertical. El cajón está sostenido por tres gruesos maderos desde la parte de
fuera y por otros tres desde la parte de dentro; los extremos de aquellos maderos van atados y bien
amarrados con cuerdas. La altura de dicho cajón es de diez palmos, la longitud de ocho palmos y la
anchura, de cuatro palmos. Colocado el cajón o transportan de otro sitio la tierra o la sacan de cerca
de la construcción; la rocían bien con agua hasta que se vuelve barro, pero no barro blando sino barro
a
Fabricación de los adobes. Los adobes se fabrican de tierra negra y tierra amarilla, mezclándolas en
partes iguales. Sacadas una y otra de sus respectivos yacimientos, se las machaca y casi pulverizada por los
indios, con un palo o madera bastante grueso y duro de una vara de largo. Luego se las cierne con una criba
de cuero y al mismo tiempo se las mezcla, se echa agua y se reduce a pasta con los pies. En aquella pasta o
lodo ponen paja de los páramos roceada, mezclándola bien con el barro, también con los pies. Finalmente
llenan moldes – cajoncitos hechos de tablas en forma de paralelogramo; quitados los moldes quedan los
adobes en el suelo, a fin que se sequen al sol durante ocho o doce días.
37
un poco seco o granulado. Luego entran en el cajón dos hombres, cada uno con una apisonadora que
llaman pisón de madera dura, fuerte y pesada (su peso poco más o menos es de cincuenta o sesenta
libras españolas), desde afuera otros dos hombres echan con las palas de madera el barro granulado
dentro del cajón. Los de dentro empiezan a aplastarlo con los pisones para endurecerlo cuanto les es
posible; apisonada y endurecida aquella primera capa, por decirlo así, de tierra, echan dentro del
cajón otra porción y los de dentro con los pisones o aplanadoras, lo van golpeando y apelmazando
para endurecerlo aglutinarlo con el de abajo; así siguen sucesivamente hasta llenar todo el cajón de
madera. Una vez lleno, quitan los maderos y las tablas, es decir todo el cajón, y lo plantan de nuevo
junto a la tapia ya construida para levantar otra, incorporándola e injertándola a la primera. Así
construyen los muros de la casa: sobre las primeras tapias levantan las segundas, sobre éstas las
terceras, hasta el número de ocho, nueve y aun diez tapias. Con aquellos pisones comprimen de tal
manera la tierra, que aquella poca humedad y agua que tenía, sale fuera por las fisuras y comisuras
de las tablas del cajón. Para probar que la tapia esté bien hecha la tierra bien comprimida y
endurecida, una vez quitado el cajón se aprieta la tapia con un dedo, si ésta cede o se maraca en ella
el dedo haciendo un hoyuelo es señal de que la tierra no ha sido bien apisonada y endurecida; en
caso contrario, es señal de haber sido hecha convenientemente. Las tapias se secan en ocho o diez
días según el clima y el tiempo, según que esté lluvioso o seco.
Siendo ésta una clase de construcción tan fácil y al mismo tiempo de poco gasto, los americanos la
usan muchísimo en todas las ciudades, barrios, aldeas y regiones de aquella Provincia y, ¿Quién lo
creería?, con tal tipo de construcción de tapias se han levantado grandes conventos, de uno o de dos
pisos, iglesias suntuosísimas, monasterios y casas como palacios, construcciones todas bellas,
sólidas, fuetes y muy seguras, inclusive algunas muy antiguas como daré noticia de ello en otra parte.
Toda la dureza y solidez de semejante construcción consiste en la calidad de la tierra, que no haya en
ella salitre y que no sea arena suelta. En las ciudades de Popayán, Pasto, y Loja salen tan sólidas y
macizas que en estas paredes de tapia no se pueden clavar un clavo. Más aún: si alguien quisiera
deshacer una tapia no hay barra de hierro, ni picota que la pueda frecuentemente a los golpes de la
picota salen chispas de fuego, por lo que más se gasta para deshacerla que para hacerla; tan
resistentes petrificadas resultan las tapias formadas con buena tierra que algunas parecen piedra de
pedernal. La experiencia también ha enseñado continuamente a todos que resisten mucho más las
furiosas sacudidas de los terremotos las construcciones hechas de tapia, que las levantadas con cal y
piedra o ladrillo. No pocas veces ha sucedido en Popayán y en Loja que los terremotos más violentos
e impetuosos, han quedado intactas e ilesas las iglesias y casas altas y grandes fabricadas con
tapias, mientras se han arruinado, o por lo menos se han resquebrajado y agrietado las paredes
gruesas de las casas, conventos, campanarios y templos construidos de cal y piedra o ladrillo. Las
casitas levantadas de tapia en algunos barrios de la ciudad de Quito son también de buena tierra
compacta, y fuerte, de manera que sostienen el techo de tejas, mientras que en otros sitios solo
admiten techo de paja.
Sin embargo casi todos los conventos, monasterios, colegios, templos, campanarios, palacio del
Presidente. Cúpulas, son de cal y piedra o de cal y ladrillo.
38
La Casa Quiteña
Estudio de casos83
83
. No ha sido posible encontrar levantamientos a escala de todas las casas seleccionadas, por esto en
algunos casos (Casa del Alabado, Casa de Jesús María, Casa del Puente de Manosalvas), se adjuntan
esquemas de planta y cuando existen, cortes o fachadas, que se encuentran en las fichas de inventario
realizadas por el Plan Maestro del Centro Histórico de Quito (Municipio del Distrito Metropolitano de Quito), a
quien se agradece por su colaboración.
Gracias al apoyo de las siguientes instituciones y personas, ha sido posible procesar los planos,
originalmente producto de levantamientos a cinta, de las siguientes casas:
Fundación Mariana de Jesús: Casa Urrutia
Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural de Quito (FONSAL): Casa de Francisco Andrade Marín y
Casa de García Moreno
Museo-Casa de Sucre: Casa de Sucre
Arquitectos Jorge Carvajal y Patricia Fondello: Casa de los 7 Patios
Fundación Caspicara: Casa de la familia Benalcázar
Mathías Abrams y Arq. Ariel Castro: Casa de Mathias Abrams
CEDIME: Casa de la Familia Ortiz
En el caso de la Casa de Mariana de Jesús, se realizó un rápido levantamiento con medidas generales; debo
agradecer a la comunidad religiosa del Carmen de San José, por la autorización para el ingreso al área de
clausura. Todos los planos conseguidos son producto de procesamientos posteriores en sistemas
digitalizados (Auto Cad) realizados por los estudiantes de arquitectura de la Pontificia Universidad Católica
del Ecuador, Pamela Mendieta y Christian Espinel.
39
Casa del Alabado o Casa del Huerto
Epoca: Siglo XVII, segunda mitad
Dirección: C/ Cuenca 3-35 y Rocafuerte
Historia: Situada a medio camino entre la Plazoleta de Santa Clara y la Plaza de San
Francisco, esta casa es sin duda una de las más antiguas de Quito. En el dintel de la
sobria portada se lee: ALABADO SEA EL SANTISIMO SACRAMENTO/ ACABOSE ESTA
PORTADA A 1 DE (...) DE 1671 AÑOS. De acuerdo con los datos proporcionados por el
investigador Jurado Noboa,84 Antes de este año, la casa integraba con su adjunta al sur y
las 4 casas de la Rocafuerte, un solar y casa inmensos con 7 patios y el huerto más
estrecho y profundo de la ciudad. Esta casa la edificaría entre 1664 y 1688 el capitán
Diego de Miño Paz y Paredes, tercera generación que heredaría esta propiedad. El
investigador mencionado registra buena parte de la sucesión de dueños hasta nuestros
días. La casa se distingue más, por su calidad espacial y por su antigüedad, que por
haber sido escenario de algún hecho importante o por haber alojado a algún personaje
histórico.
Descripción: Esta casa, de dos plantas, situada a mitad de la cuadra, tiene un bello patio
empedrado que se mantiene intacto. La crujía opuesta al ingreso se halla armada sobre
tres robustos arcos de mampostería sobre pilares y en la parte superior se tiende la
azotea, protegida por una balaustrada con típicos “mariscos” quiteños. Los otros tres
costados se arman con columnas cilíndricas de piedra en la planta baja y en la alta, pies
derechos de madera con zapatas, con la particularidad que el ritmo del intercolumnio
inferior es el doble del superior, por lo que saltando uno los pies derechos coinciden con
las columnas.
En la parte trasera tiene varios espacios abiertos. El segundo patio, que tiene más o
menos la mitad de tamaño que el primero, tiene al fondo una sólida escalera que permite
el acceso a dos patios de servicio, uno a continuación de otro, divididos por un muro
transversal y con un porche lateral continuo, cubierto con mediagua de teja. Otro patio
pequeño, independiente, se abre lateralmente al segundo por el costado sur. No tiene
comunicación directa con el primer o segundo patio, accediéndose a él desde las
habitaciones contiguas y al segundo nivel por unas escaleras. Por último, en el rincón
más alejado de la calle, en el extremo noroccidental se abre un insólito patio, pequeñito,
dominado por una gran higuera. Los 3 patios traseros se encuentran en el mismo nivel
que la planta alta, pues el terreno natural asciende de la fachada hacia atrás.
La fachada es de gran sencillez, sin ningún adorno especial. En la planta alta se abren
cuatro balcones volados, protegidos con sencillos balaustres y en la planta baja, a más
de la puerta de calle, se abren tres tiendas, una de ellas con dos puertas. Remata la
fachada un sencillo alero con canecillos.
84
. Jurado Noboa, Fernando, “Casas del Quito Viejo”, Colección Medio Milenio, Quito, 1992, p. 39.
40
Casa de María Augusta Urrutia
Epoca: Siglo XIX
Dirección: C/ García Moreno 7-60 y Sucre
Historia: Situada en el sector central de la ciudad, esta casa se encuentra a pocos pasos
de la iglesia de la Compañía de Jesús y a una cuadra de la Plaza Grande y de la Plaza
de San Francisco. Modificada en diversas épocas, probablemente se remonta a
mediados del siglo XIX. Perteneció desde inicios de la década de 1920 a la señora María
Augusta Urrutia de Escudero (1901 – 1987), quien la heredó de su esposo, al fallecer
éste tempranamente. Por esta época se cierran los corredores altos con mamparas, se
alfombran los pisos, se construye un cuarto de baño moderno y se amplía con un
pequeño tercer piso para el servicio. Por los años cuarenta se abrieron dos almacenes
hacia la calle, se colocó una gran fuente de piedra en el centro del patio principal y se
añadieron vitrales al baño.
Descripción: Se trata de una casa de dos pisos hacia la calle. Se encuentra a mitad de
cuadra, ocupando un frente estrecho que mira al occidente, con cuatro puertas hacia la
calle e igual número de balcones volados en la planta alta. Una de las puertas es la de
ingreso a la casa, las otras dan a tiendas. El patio, armado sobre pilares ochavados de
piedra en la planta baja y pies derechos de madera con zapatas, en la alta, se encuentra
desplazado hacia la medianera sur, por lo que solamente tiene corredores y habitaciones
en los otros tres costados. El espacio correspondiente al corredor del lado del
adosamiento, se ha cerrado para crear una estrecha pieza, en cada planta.
Continuando por el corredor norte, al costado del patio, se accede a un segundo patio
pequeño, casi un pozo de luz, y luego al fondo se abre un tercer patio, alargado, en
donde se encuentran algunas áreas de servicio. Toda la casa es de dos plantas y en la
ampliación del tercer piso, que se hizo en el último patio, se creó una terraza para tender
la ropa.
Sin duda el primer patio, protegido por una sólida baranda de hierro entre los pilares
ochavados, con la gran pila y la abundante y colorida vegetación que rodea los
corredores, es la parte más característica de esta hermosa casa. Pero no dejan de llamar
la atención los espacios interiores, con magnífico mobiliario y obras de arte, papel tapiz
en las paredes, visillos y cortinas en las ventanas a la calle. El comedor, una amplia pieza
en la planta alta entre los dos patios, tiene una amplia claraboya cerrada con un vitral.
Curiosamente, el cuarto de baño también llama la atención por sus vitrales y la pintura
mural.
42
Casa de Santa Mariana de Jesús
Epoca: Siglo XVII, inicios
Dirección: C/ García Moreno 5-99 y Rocafuerte
Historia: De acuerdo con la profecía hecha por la santa quiteña, Mariana de Jesús Flores
Paredes y Granobles (1618 -1647), su casa de nacimiento y muerte sería el primer
monasterio de carmelitas descalzas. Según sus biógrafos, ella señalaba la posterior
disposición del monasterio: Les mostró el futuro puesto de la portería, del torno, del
refectorio, de la cocina; les aseguró que la iglesia había de estar en el lado que daba a la
calle y que el coro estaría precisamente en la habitación donde ella vivía85.
Desde estas remotas fechas, la casa, con muy pocas variaciones, se conserva dentro de
la propiedad del Carmen de San José, Carmen Antiguo o Carmen Alto, como también se
lo llama a este monasterio. Las religiosas, generación tras generación, han cuidado con
esmero esta reliquia a lo largo de más de tres siglos.
Curiosamente el ángulo interno tiene el piso alto a mayor altura que el opuesto, por esto,
la circulación en los corredores superiores no es continua, aumentándose varios
escalones para salvar este desnivel. Esta particularidad se debe a que la crujía opuesta a
la calle, fue probablemente de un solo piso y partiendo de ésta se trazó el claustro
principal del monasterio, edificándose el segundo nivel a mayor altura para proporcionar
adecuadamente los espacios del claustro, levantándose sus otros tres costados hacia el
interior de la casa original, sobre la huerta. También se han modificado las escaleras de
acceso a la planta alta, pues ahora se presentan dos, en lados opuestos, ocupando
parcialmente el espacio de los corredores.
En la planta baja de este mismo costado, una parte del corredor se ha ocupado
parcialmente con estrechas habitaciones, que hoy sirven de depósitos de verduras. La
crujía que mira al atrio tiene en su planta baja el locutorio, externo e interno y un
departamento con acceso desde afuera para la familia del antiguo “mandadero”. En la
planta alta las monjas han acomodado un museo con las mejores piezas del monasterio,
ahí tienen también el Belén y el Tránsito de la Virgen, conjunto escultórico conformado
por figuras de 2/3 del natural, con todos los Apóstoles acompañando en oración al yerto
cuerpo de la Virgen, que yace sobre una gran cama rococó.
En el lado opuesto a esta crujía en la planta baja se ha instalado una cocina, despensas y
cuarto de lavado de platos y trastes y celdas en la alta, mientras que en la crujía de
contacto entre la casa antigua y el claustro, en la planta baja se halla el refectorio y en la
alta, celdas que miran al claustro principal.
44
Casa de Francisco Andrade Marín hoy Casa de las Tres Manuelas
Epoca: Siglo XIX, último cuarto
Dirección: C/ Loja 6-41 y Guayaquil
Historia: Hacia los años 1879 ó 1880 el señor José María Troya construiría esta casa, la
cual, una década después pasaría a propiedad del prestigioso abogado Francisco
Andrade Marín (1841 – 1935), nacido en Ibarra pero trasladado a Quito a los pocos
meses de edad, quien fuera Presidente del Concejo Municipal de esta ciudad en varias
ocasiones. Se destacó en esta labor, que cumplió a lo largo de 12 años, por el gran
impulso que dio al desarrollo urbanístico de la ciudad, especialmente en el aseo y el
relleno de las quebradas periféricas, consiguiendo nuevas áreas para la edificación.
También se desempeñó como Diputado y Senador de la República y Encargado del
Poder Ejecutivo por unos meses en el año 1912.
Esta casa se edificó al pie de la colina del Panecillo, en una zona localizada al otro lado
de la quebrada de Jerusalem, límite sur de la ciudad colonial. Esta área se consideraría a
fines del siglo XIX como una adecuada zona de expansión urbana, especialmente luego
del relleno de la quebrada, realizado bajo iniciativa del propio Andrade Marín, “quién inició
los trabajos con dinero propio, desafiando la indolencia de los Gobiernos Municipal y
Nacional, que le negaron terminantemente todo apoyo, estimando a la empresa como obra
de demencia”88.
88
. Andrade Marín, Luciano, “Reminiscencias” en “Quito a través de los Siglos”, Tomo 2, prólogo y notas por
Eliecer Enríquez B., Imprenta del Ministerio de Gobierno, Quito, 1941, p. 240
45
El nombre de “Tres Manuelas” reconoce el papel y labor que cumplieron en diferentes
campos tres ilustres quiteñas nacidas a finales del siglo XVIII: Manuela Espejo, Manuela
Cañizares y Manuela Sáenz.
En la otra esquina del lote, Andrade Marín formó una plazoleta semicircular, en el
encuentro de la calle Guayaquil, que no continúa su ascenso al Panecillo, y la calle
Ambato, para que de este sitio partiera el llamado Camino de la Magdalena, obra que
también se debió a su iniciativa. Hasta finales del siglo XIX no había un camino carretero a
los pueblos de la Magdalena y Chillogallo ubicados al sur de Quito, por lo que hacia 1890,
como simple vecino, se propuso abrir un camino desde el Hospicio hasta la plaza de la
Magdalena, iniciando una suscripción y apoyos de otra naturaleza entre los diversos
vecinos; y, para alentarlos él mismo dio comienzo cediendo en beneficio público una parte
de su casa y formando allí una plazoleta desde donde debía arrancar el nuevo camino. La
carretera quedó hecha a poco…89
Al ser la calle Loja la más importante, hacia ésta se abre el ingreso principal, pero como
se dijo, la casa no forma esquina. La fuerte pendiente del terreno obligó a edificar hacia el
frente con dos pisos, desbancando la porción delantera y articulando la planta alta con el
nivel natural del terreno trasero, que formaba los jardines. Debido al cambio de rasante
de la calle, a inicios del siglo XX, producto de la presencia del automóvil en la ciudad, la
planta baja quedó varios metros más alta, lo que obligó a “rasgar” la puerta de calle para
mantener el acceso y en el zaguán desarrollar una rampa hasta el patio. Este ingreso se
abre en el extremo de la fachada, por lo que se llega al patio lateralmente, abriéndose en
este mismo sitio el cajón de las gradas que llevan al piso alto.
Los temas pintados fueron decididos por el mismo Andrade Marín con el propósito de
inculcar a sus hijos una recta formación moral y espiritual, acompañando estas escenas,
algunas de carácter familiar, con máximas y sentencias sobre filacterias, como: Si pierdes
la salud, ni el oro ni la ciencia te servirán, En la prosperidad y en la desgracia ten
presente la constancia, Si quieres ser poeta resígnate a ser pobre y melancólico.
89
. Idem, p. 244.
46
Casa de Jesús María
Epoca: Siglo XVII
Dirección: C/ Sucre 2-17 y Guayaquil
Historia: La denominación de esta casa se debe a que los nombres de Jesús y María se
encuentran tallados sobre el dintel de una sobria portada interior de piedra, que mira al
patio principal. Por su estructura espacial y los materiales originales, que aun se podían
ver antes de la desastrosa intervención realizada hacia 1994, esta casa podría ser del
siglo XVII.
Poco se conoce de su historia. El investigador Jurado Noboa asegura que para el año
1797 era de doña Clara de León y poseía “cárcel propia” y que hacia 1894 pertenecía al
mayorazgo de Juan Lasso y Sandoval.90
Descripción: Esta casa esquinera, de dos plantas, se encuentra a una cuadra de la Plaza
de Santo Domingo y era sin duda, hasta hace poco tiempo, uno de los ejemplos más
notables de la arquitectura colonial quiteña.
De patio central con pilares ochavados de piedra y un pequeño pretil que cerraba el
espacio entre ellos, al parecer construido posteriormente, tiene una sencilla portada
interior en una de las habitaciones al patio, con pilastras con acanalado grueso. La planta
alta con pies derechos de madera y zapatas, conservaba hasta antes de la inconsulta
intervención los ladrillos originales del pavimento en los corredores, los cielo rasos de
carrizo y barro, los peldaños originales de la escalera, situada en la esquina delantera
derecha del patio y los ladrillos y balaustres vidriados de la azotea, ubicada al frente del
ingreso. A más de la construcción alrededor del patio, la casa tiene una pequeña
extensión en el ángulo opuesto al de la esquina de la calle, con áreas de servicio sin
mayor interés.
En los dos frentes en la planta baja se abrían diversas tiendas sin ninguna vinculación
con el interior. La fachada a la calle de menor importancia, es también la de menor
longitud y en ella se abre la puerta principal de la casa, con una sencilla portada de pies,
adintelada. Los vanos de las ventanas del piso superior no coinciden con las puertas de
las tiendas y las paredes están desprovistas de cualquier adorno. En la fachada llamaban
la atención dos rejas de hierro forjado, desgraciadamente sustituidas hace poco por otras
del mismo diseño, pero sin ningún carácter, que cerraban una ventana cuadrada sobre la
portada y otra, más amplia, que sobresalía de la fachada, protegiendo íntegramente una
amplia ventana del segundo piso, contigua a la ventana anterior.
90
. Jurado Noboa, Fernando, “Calles de Quito”, Banco Central del Ecuador, Quito, 1989, p. 195.
47
interiores, el pavimento de adoquín del patio, los cantos rodados del piso de los
corredores, destruyendo ejemplos únicos en la ciudad.
No contentos con esta absurda manía de sustituir los nobles materiales y sistemas
antiguos por brillantes materiales industriales modernos, se rompieron los gruesos muros
de adobe para vincular las tiendas que daban a la calle con las habitaciones interiores
que miran al patio, para volver más atractivos para uso comercial los limitados espacios
coloniales. La planta alta, adaptada con violencia a usos de hospedaje, tiene ahora una
profusión de baños e instalaciones sanitarias, que también adulteraron radicalmente su
originalidad.
48
Casa de Sucre
Epoca: Siglo XIX, primera mitad
Dirección: C/ Venezuela 5-73 y Sucre
Historia: Esta casa esquinera fue del Mariscal Antonio José de Sucre, quien vivió en ella
por poco tiempo, después de su matrimonio con Mariana Carcelén, Marquesa de Solanda.
Durante mucho tiempo se conoció a esta casa con el nombre de Casa Azul, por el color de
su fachada, hasta que con la restauración posterior para convertirla en Museo, se sustituyó
este color por el blanco.
La casa había sido construida en el año 1812 por Felipe Carcelén Sánchez, Marqués de
Villarocha y de Solanda, quien había derrocado la propiedad heredada de su padre, José
Carcelén Pérez de Ubillús; éste, a su vez, había recibido este bien por herencia de su tío, el
Dr. Sebastián Pérez de Ubillús, quien ya era propietario de esta esquina a comienzos del
siglo XVIII.91
Al parecer Sucre en el año 1823 envió desde Bolivia 16.500 pesos para que su futura
esposa comprara en remate la casa, a la muerte de su propietario. El matrimonio entre
Sucre y la Marquesa de Solanda tendría lugar en Quito en abril de 1828, habiendo
representado a Sucre el Coronel Vicente Aguirre, por encontrarse el Mariscal ausente.
Sucre residió poco tiempo en esta casa por que sus tareas militares, políticas y
administrativas le mantuvieron alejado de su esposa por mucho tiempo en Perú, Bolivia y
Colombia.
Al no estar concluida la casa, Sucre mantuvo una permanente preocupación por reformarla
para uso de su familia, enviando sus instrucciones a través de numerosas cartas, que van
desde diciembre de 1829 hasta mayo de 1830, dirigidas al mismo Coronel Aguirre, a quien
había encomendado la obra. 7.500 pesos gastaría en la constitución de una capellanía a
favor de su esposa y en las refacciones de la casa. Lamentablemente el Mariscal de
Ayacucho murió asesinado en Berruecos el 4 de junio del año 1830, cuando viajaba desde
Bogotá hacia Quito, con el firme deseo de residir definitivamente con su familia.
A la muerte de Sucre, la casa pasó a propiedad de su viuda, quien contrajo nuevas nupcias
con el General Isidoro Barriga, con quien procrearía un hijo, Luis Felipe. En el año 1831 se
produjo la lamentable muerte de la única hija de Sucre, al caerse del balcón de esta misma
casa. En 1850 muere el General Barriga y en 1861 la Marquesa de Solanda. Al morir en
1881 el único heredero, Luis Felipe Barriga Carcelén, la casa pasa a manos de su viuda,
Josefina Flores, quien se ve obligada a venderla a Ramón Paz y Miño por 25.000 pesos, por
su difícil situación económica. Al morir Paz y Miño la casa queda en propiedad de su viuda,
Alejandrina Cabezas Silva, vuelta a casar en 1894 con el español Gustavo Barba Segalerva.
Hacia 1905 gran parte de la casa se convertirá en el hotel “Le Gran Marechal”, al arrendarse
al señor José Tibaul y más tarde, al cambiar de arrendatario, pasaría a llamarse “Hotel
Continental”. En el año 1945 la casa fue declarada Monumento Nacional por decreto de la
Asamblea Nacional Constituyente. En manos de la familia Barba quedará la casa de Sucre
hasta el año 1970, cuando la Sra. Carmela Barba de Gómez de la Torre, hija de Gustavo
Barba Segalerva, vendió en diciembre de ese año el inmueble a la Junta de Defensa
Nacional, para que se lo restaurara y se lo convirtiera en un museo en recordación a la
figura del Mariscal Sucre.
91
. Para la presente historia del inmueble se ha utilizado básicamente el pequeño folleto “La Casa Azul,
Museo de Sucre”, elaborado por Joaquín Gómez de la Torre.
49
La casa y algunos objetos que habían pertenecido a ella desde la época de Sucre, pasaron
formalmente a manos de la Junta de Defensa Nacional en enero de 1972 y más tarde se
iniciaron los estudios para su restauración. El anteproyecto inicial estuvo a cargo de la
Oficina de Preservación Monumental de Quito mantenida por la Organización de Estados
Americanos en donde actuó como asesor técnico principal el arquitecto español José
Manuel González de Valcárcel. El proyecto definitivo de restauración y adaptación a museo
estuvo a cargo del arquitecto quiteño Andrés Peñaherrera Mateus, quien se basó en la
mencionada correspondencia de Sucre para la propuesta, aunque cabe la duda de que los
deseos manifestados en las cartas, se hayan cumplido exactamente como se manifestaban.
Descripción: La casa, de dos plantas, se organiza alrededor de un gran patio cuadrado con
arcos rebajados sostenidos por columnas de piedra en la planta baja, cerrado el
intercolumnio por un pasamanos y barandal de hierro. En la planta alta tiene esbeltos pies
derechos de madera con zapatas. Esta casa es la sobreviviente de una amplia propiedad
colonial, parte de la cual aun se conservaba a mediados del siglo XIX. Resultado de
diversos recortes, solamente ha sobrevivido la casa esquinera, por haber sido de una figura
histórica tan importante como la del Mariscal Sucre.
El ingreso principal se realiza por la calle que corre de sur a norte y la portada consta de un
amplio arco rebajado de piedra con jambas almohadilladas del mismo material; la clave
tiene labrada una estrella y la cifra 1812. Sobre la portada se tiene una sola ventana con
balcón. Partiendo de la puerta de calle, se organizan simétricamente a izquierda y derecha
las ventanas. La esquina también almohadillada, es chaflanada y antes de la restauración
se abría una amplia puerta para permitir el acceso a los locales del vértice de la planta baja.
Como se dijo, la restauración se basó en gran parte en las órdenes dadas por Sucre a
través de su correspondencia. Por esto, según los autores del proyecto, se arregló la cocina
con el pequeño horno de cocer pan y el desahogo que mandase hacer el Mariscal, en su
carta de Bogotá de ocho de febrero de 1830, con un corredorcito de vara y media a dos
varas de ancho, formando un piso sobre canes dobles y sostenido por "tentemozos",
además citan parte de una carta en donde se ordena realizar otras reformas: En el mismo
corredor, se reconstruirá hacia atrás un cuartito para la bañera, a fin de tener el baño junto al
agua y la cocina, pues yo tomo siempre baños tibios 92.
92
. González de Valcárcel, J.M., "Restauración monumental y "puesta en valor" de las ciudades americanas",
Editorial Blume, Barcelona, 1977, p. 131
50
También mencionan que en la restauración se conservará la reforma de la terraza ordenada
por Sucre, las puertas plegables para ampliar las estancias y un cuartito con argollas para
las hamacas, que indica en la carta fechada en Popayán de 12 de diciembre de 1829,
detalladas en unos croquis personales del Mariscal, y que …se restaurará la claraboya en la
recámara. La salita y el aposento, con forro de lienzo blanqueado con yeso, y la única comu-
nicación entre la salita y el aposento por las dos puertecitas de los lados.93. En la
restauración se colocó una fuente en el centro del patio, elemento que se cita en la
correspondencia de Sucre y que se ha diseñado de forma que evidencie su modernidad.
La casa está habilitada como museo y en ella se han colocado unos pocos objetos
personales del Mariscal y mobiliario antiguo, habiéndose conservado algunas de estas
piezas en la propia casa desde la época de Sucre. También se tienen salas de exposición
de las campañas militares de la Independencia en las que participó, uniformes militares,
ciertos trofeos, etc.
93
. Idem.
51
Casa de García Moreno
Epoca: Siglo XIX, segunda mitad
Dirección: C/ Rocafuerte 13-67 y Guayaquil
La casa sufrió una adaptación poco cuidadosa, que buscó “mejorarla” con un aire
neocolonial. Se pavimentó con adoquines de piedra el patio y se añadió una fuente en el
centro. En los sectores posteriores se han realizado diversas adaptaciones que no
permiten identificar las partes originales, especialmente en los espacios de la planta baja,
donde funciona una imprenta del Ministerio.
94
. Aguilar, José Paul, “Quito: Arquitectura y Modernidad 1850 – 1950”, La Huella de Europa, Ecuador 95,
Quito, 1995, p. 14 y 66.
Gualberto Pérez, sostiene que la obra fue realizada por Thomas Reed: “Historia de la Arquitectura del
Ecuador”, reproducido en: Revista Trama, N° 61, Quito, julio de 1993, p. 41.
95
. Jurado Noboa, Fernando, “Casas del Quito Viejo”, Colección Medio Milenio, Quito, 1992, p. 39.
52
Casa del Puente de Manosalvas o Escuela de los Burros
Epoca: Siglo XVII
Dirección: C/ Flores 4-94 y Pereira
Por esta razón, la casa adoptó el nombre de “Casa del Puente de Manosalvas” al igual
que este sector de la calle, que se conoció hasta mediados del siglo XX como
“Manosalvas”, donde estaban ubicadas tradicionalmente las pequeñas ferreterías, las
colchonerías y las cererías. Estas últimas aun se mantienen en la casa que nos ocupa y
son muy conocidas en la ciudad, por que en ella se venden las famosas velas de
priostes, es decir, grandes velas con hojas y frutas de cera, añadidas alrededor del ella.
Según el mismo investigador, heredó la casa su hijo Alonso, quien propuso al Cabildo en
el año 1667 cercar la quebrada, autorizándose la obra con la condición de dejar una
ventana en el cerramiento “para tirar las inmundicias”, práctica que se mantuvo en la
ciudad hasta inicios del siglo XX, hasta que las quebradas fueron poco a poco
canalizadas y rellenadas, mejorándose también el sistema de recolección de basuras.
Noboa asegura que a finales del siglo XIX la casa se encontraba en propiedad de D.
Tomás Barahona, con cinco tiendas hacia la calle Flores y las caballerizas hacia la
transversal, ya llamada para entonces Pereira. Barahona tenía el negocio de traer víveres
desde el sur y además su patio daba alojamiento a numerosas acémilas de la misma
procedencia. Por eso en 1915 se le conocía a la casa como “Escuela de los Burros” (…)
En 1930 la casa pasó a llamarse “La Burrera” seguía siendo el parqueadero97 de las
mulas procedentes de Pasto [Colombia] cuyos dueños venían a adquirir arroz y azúcar
del señor Barahona y emprendían el retorno a su país98.
Descripción: La casa forma una esquina en ángulo agudo, por lo que el amplio patio
central tiene una curiosa forma trapezoidal. Tiene dos plantas, ocupándose la parte
delantera de la planta baja, a una y otra calle, como tiendas. Desgraciadamente la puerta
principal, que tiene una sencilla portada adintelada de piedra, con un escudo en la clave
que recuerda al de la Orden de los Predicadores, se ha ocupado con una tienda, por lo
que la entrada a la casa debe hacerse por la que sería puerta de servicio que se abre a la
calle lateral.
El patio se conforma por columnas cilíndricas de piedra en la planta baja y pies derechos
de madera con zapatas en la alta, con pasamanos de madera y barandal sencillo de
varillas de hierro. En el lado más largo del patio, opuesto a la crujía delantera, se
desarrolla una terraza, con balaustrada de “mariscos”. La escalera se ubica en el tramo
96
. Jurado Noboa, Fernando, “Casas del Quito Viejo”, Colección Medio Milenio, Quito, 1992, p. 114.
97
. Término con el que se designa a los estacionamientos vehiculares o cocheras.
98
. En el mismo texto citado de Jurado Noboa
53
delantero del ingreso lateral, ocupando parte del corredor y por afuera se ha realizado un
añadido moderno, para alojar servicios higiénicos.
54
Casa de los siete Patios
Epoca: Segunda mitad del siglo XIX – inicios del siglo XX
Dirección: C/ Rocafuerte 20-59 e Imbabura
Historia: Se cree que la “Casa de los siete patios”, levantada en el tradicional barrio de
San Roque, es producto de la integración de dos propiedades y la construcción paulatina
de varios patios, desde las últimas décadas del siglo XIX hasta el primer tercio del siglo
XX. Hacia 1960 ya se había convertido en un símbolo de la casa de arrendamiento del
Centro Histórico, paradigma del “conventillo” como también se denominaban a estas
grandes casonas de inquilinato.
Adquirida en 1971 por la Municipalidad, no sólo por su valor emblemático, sino también
con el propósito de aliviar sus problemas de tugurización, pues en ella residían más de
300 personas. Sin embargo esta compra no fue más que un acto demagógico, pues nada
efectivo realizó el cabildo por más de 20 años. El abandono al que la sometió el nuevo
propietario aceleró su deterioro, quedando la casa exclusivamente en manos de los
arrendatarios, quienes realizaron grandes esfuerzos para mantenerla, con muy pocos
recursos y en las condiciones más precarias, sin ningún criterio técnico o estético.
Obviamente los arrendatarios no pudieron atender los problemas grandes, como los de
mantenimientos de cubiertas o fallas estructurales, por lo que se vinieron abajo tres
patios. Solamente en el año 1991 la Municipalidad se interesó por este inmueble e inició
su rehabilitación con el aporte técnico y económico de la Junta de Andalucía.
La obra, terminada en julio de 1993, tiene una alta proporción de obra nueva por el
ruinoso estado en que se encontraba la casa. Se ha conservado básicamente la tipología
del edificio, su organización lineal alrededor de los patios que se articulan entre sí,
creándose 38 unidades de vivienda y dos locales comerciales, habiéndose dado
preferencia para su ocupación, con opción a compra, a los antiguos habitantes del
inmueble.
55
Casa de la Familia Benalcázar o Casa de la Fundación Caspicara
Epoca: Siglo XIX-XX
Dirección: C/ Junín 4-07 y Gutiérrez
Poco se conoce de la historia antigua de este inmueble, solamente se sabe que a finales
del siglo XIX era de propiedad del comerciante Manuel Benalcázar Arias, casado con
Margarita Camacho Ludovico, nieta del Libertador Simón Bolívar99.
Hacia 1927 en un largo terreno posterior a esta casa, desarrolló en la ciudad las primeras
instalaciones públicas para guardar automóviles, constituyendo la empresa “The Quito
Garage”. Estas no consistían más que en una serie de pabellones articulados por calles y
patios, en donde en sencillas construcciones de adobe y teja, se guardaban
individualmente los autos bajo llave. Su vida útil se prolongó por más de medio siglo,
brindando un servicio muy adecuado a la ciudad y en especial al barrio de San Marcos,
pues las viejas casas coloniales o decimonónicas no permitían el habilitar cocheras.
Descripción: Se trata de una sencilla construcción de una sola planta, que se desarrolla
alrededor de un patio alargado. El frente más largo da hacia la plaza y en el más corto,
hacia la calle Junín, se abre la entrada principal. Como se dijo, probablemente la
decoración se añadió hacia 1930, colocándose en el exterior, sobre las ventanas, una
pequeña cornisa sostenida con ménsulas y sobre ella un canasto central de frutas,
flanqueada por roleos y guirnaldas. Se remata la fachada por una sencilla cornisa que
oculta el tejado y sobre la puerta principal se levanta un frontón curvo, sostenido por dos
ménsulas laterales y con un pequeño escusón en el centro, rodeado de hojas.
El zaguán de ingreso tiene varios peldaños para alcanzar el nivel superior del patio,
cerrándose al fondo con una puerta con vidrios de colores. A cada lado del zaguán se
99
. Jurado Noboa, Fernando, “Plazas y Plazuelas de Quito”, Banco Central del Ecuador, Quito, 1989, p. 228
56
abren sendas puertas, la de la derecha comunicaba con las oficinas del Consulado y la
de la izquierda con una sala ornamentada con semicolumnas y un escusón en relieve,
que se prolonga hacia la fachada lateral, con vista a la plazoleta de San Marcos. El
corredor frontal del patio, al que desemboca el zaguán, originalmente se encontraba
cerrado por una mampara de madera y vidrio, que le separaba del patio abierto,
manteniendo puertas sobre los corredores laterales. Desgraciadamente esta mampara
desapareció con la restauración, pues se la juzgó innecesaria, una vez que el patio
entero se cubrió con una estructura metálica y vidrio.
Con la mampara el espacio delantero del patio se convirtió en un acogedor salón, con
una chimenea en un costado, pintura mural en las paredes con motivos “art nouveau”, los
vidrios de colores en las puertas y mampara y puesto que por razones estructurales
debieron añadirse unas columnas para sostener la cubierta, éstas se pintaron imitando
mármol y se remataron con unos caprichosos capiteles.
El patio no tiene columnas, pues los aleros de la cubierta vuelan poco y no alcanzan a
cubrir los corredores. Para delimitar el patio se han construido unas pilastras bajas, que
soportaban maceteros de cerámica en forma de jarrones, con geranios y otras flores,
cerrando el espacio con un sencillo barandal de hierro, que se abría con una puerta, en el
lado opuesto de la mampara.
A los corredores laterales se abren las puertas de las habitaciones, pero también éstas se
comunican entre sí, de forma que se evita el salir a los corredores descubiertos para
pasar de una habitación a otra. En el lado opuesto a la mampara, se abre un arco que
permite el paso a través de un corredor al jardín posterior, espacio alargado rodeado de
forma incompleta por edificaciones. Desde una puerta lateral se ingresa directamente
desde la calle a esta zona, que estaba destinada al servicio.
La restauración realizada a mediados de la década de 1990 tuvo que reparar los graves
daños que la intervención empírica provocó. La incorporación de mayor impacto es sin
duda la estructura de cierre del patio, para climatizar la casa e incrementar su área útil,
que como se dijo, provocó la desaparición de la mampara original. Debido a que se buscó
atemperar los efectos del sol sobre el patio cubierto, se colocó vidrio con un tono azul, a
fin de filtrar los verticales rayos solares, sin embargo, el efecto cromático es incómodo y
desfavorable para cualquier exhibición, pues modifica la apreciación de los colores
normales.
57
Casa de Matthias Abrams
Epoca: Siglo XIX
Dirección: C/ Junín 4-53 entre Gutiérrez y Almeida
Historia: Poco se conoce de la historia de esta casa. Según Jurado Noboa100, a finales del
siglo XIX la casa sería de Francisca Barba. Aproximadamente a mediados del siglo XX
esta casa ya era propiedad del señor Pedro Pablo Ortiz quien la vendió hacia el año 1984
al señor Matthias Abrams, ciudadano alemán, experto en educación bilingüe intercultural
quien trabajó por varios años en el Ecuador como técnico de la agencia alemana de
cooperación “GTZ”. El señor Abrams al tener que radicarse en el país por varios años,
prefirió comprar una casa en el centro de Quito, que arrendar un moderno departamento
en la zona norte de la ciudad. Restauró la casa y la convirtió en un lugar muy cómodo y
agradable para vivir, dando ejemplo a mucho quiteños de lo que debe ser la recuperación
del centro histórico de la ciudad.
Descripción: La casa es muy curiosa, pues su fachada principal, que mira al norte, integra
una porción de una casa vecina por el lado occidental, con diferente nivel, por lo que el
acceso a las dos habitaciones de esta porción, se realiza desde el descanso de la
escalera, situado más o menos a la mitad de su desarrollo. Si no se cuenta la parte
añadida, probablemente más antigua, la fachada está planteada simétricamente: tres
balcones en la planta alta y abajo, la puerta de calle al centro que da paso al zaguán,
flanqueada por dos pequeñas ventanas enrejadas. Coinciden los vanos de arriba, con los
de abajo.
El segundo espacio abierto ocupa el fondo del lote y es un jardín que se abre hacia el sur
de la ciudad, con una magnífica vista al Panecillo, pues se encuentra varios metros por
sobre el nivel del lote posterior. Limitado lateralmente por los altos muros de las casas
vecinas y por la crujía posterior del patio principal, constituye un remanso en medio de la
ciudad.
En la restauración realizada por el actual propietario, la crujía del fondo del patio principal
se convirtió en un solo ambiente al derrocarse los muros intermedios y se abrió más el
vano central para acceder más cómodamente al jardín posterior.
100
. Jurado Noboa, Fernando, “Calles de Quito”, Banco Central del Ecuador, Quito, 1989, p. 331
58
Casa de la Familia Ortiz Bilbao o Casa del CEDIME
Epoca: Siglo XIX, finales
Dirección: C/ Junín 5-74 y Jiménez
Historia: Esta casa esquinera, ubicada también en el barrio de San Marcos, sobre la calle
Junín y Jiménez, es el prototipo de la casa quiteña, en la que probablemente la planta
baja data de la época colonial, mientras que la planta alta fue construida en los últimos
años del siglo XIX y primeros del XX.
Según este estudio101, de la revisión de los planos antiguos de Quito, esta casa a
mediados del siglo XVIII probablemente era de una sola planta y ocupaba la cuarta parte
de la manzana en la que está inserta, ocupando la esquina suroccidental. Conformada
por diversos patios, con el paso del tiempo fue dividida sucesivamente por problemas de
herencia, conformándose otras viviendas en los patios secundarios.
La descripción de la casa en ese documento es como sigue: una casa baja, cubierta de
texa, situada en el barrio de el Sr. San Marcos de esta ciudad, con siete aposentos, de
ellos los cinco corrientes, incluso una recamarita y los dos arruinados. Dos tiendas, la una
de regular capacidad en la esquina, y la otra pequeña al lado de la puerta de calle, y una
huerta sercada de paredes y caído el lienzo correspondiente al patio (…) en el estado
ruinoso que se ha mencionado, sin otro apero, oficina ni aposento…
A su vez, estos nuevos propietarios, vendieron más tarde la casa a Josefa Araujo, esposa
de Juan López Conde, quienes el 30 de mayo de 1826 vendieron a su vez la casa a
Alexandra Barragán y Guzmán, Mariana Suárez de Lara y Margarita Manzanos.
Mariana Suárez de Lara estaba casada con Joaquín Manzanos, quien en su testamento
fechado el 23 de febrero de 1853, declaró, entre otras cosas, haber adquirido la casa que
nos ocupa de la Sra. Josefa Araujo, que los dos hijos que habían tenido en el matrimonio,
habían muerto siendo niños y que había prohijado y criado a Rosa y Carolina Manzanos.
A la muerte de Joaquín Manzanos la casa pasó a propiedad de su viuda, quien a su vez
donó la casa a sus prohijadas el 18 de noviembre de 1853.
101
. Misión Arqueológica Andina de Polonia, “Informe de Investigación Arquitectónica Histórica de la Casa del
CEDIME”, no publicado, Quito, 1992
59
El 8 de enero de 1895, Isidoro Miranda y su esposa, vendieron la casa a Manual Ortiz
Argoti (1861 – 1944), comerciante nacido en la ciudad de Tulcán, población en la frontera
con Colombia, en 3.280 sucres102. El nuevo propietario será quien ampliará la casa, con
la construcción del segundo piso y remozando toda su apariencia al pintarla íntegramente
al “óleo y al temple”, mandando a pintar tres grandes medallones en la terraza con
escenas de la época: “Camino de Quito a La Magdalena”, “Puente del Socavón de
Ambato” y “Río Carchi, división del Ecuador con Colombia”.
Parte inferior
Parte superior
102
. La cifra proviene de: Jurado Noboa, Fernando, “Calles de Quito”, Banco Central del Ecuador, Quito, 1989,
p. 332
60
corredor una cocina enladrillada y un recito entablado en el que está otra
escalera de madera para asender a una azotea angular, encontrándose
en el extremo oriental de la una, una pequeña habitación que tiene buen
entablado cieloraso y tapiz. Todas las habitaciones poseen sus
respectivas puertas y algunas de ellas sus ventanas y vidrieras todas
buenas embutidas pintadas al oleo con buenas cerraduras. Esta casa
goza de las instalaciones de luz eléctrica y agua potable. La casa es
nueva cubierta de teja construida en paredes de adobe, con cimiento de
cal y piedra: teniendo los aleros canales y tubos de hojalata para el
desagüe de las aguas lluvias (…)
Es lógico que la casa aumentara 8 1/2 veces su valor en 21 años, pues Manuel Ortiz Argoti
compró en 1895 una casa de un solo piso y en 1916, año de la valoración, ya era de dos
pisos, prácticamente nueva.
Como se mencionó, esta casa es un buen ejemplo de la típica casa quiteña. Tal vez el
rasgo más curioso constituye el hecho de que el nuevo propietario retiró una de las cuatro
columnas del corredor frontal, reubicándolas, para permitir la libre entrada de las
acémilas que movilizaban las mercaderías que se reexpedían a Tulcán.
La planta alta se convirtió en la planta noble y en ella, a más del salón de recibo,
dormitorios, comedor y cocina, se dispuso también de un ambiente dedicado
exclusivamente a oratorio. Ubicado al fondo del corredor del lado occidental, que es el
más ancho de los tres corredores, el oratorio tiene una puerta tan ancha como el
corredor, de manera que al abrir sus hojas abisagradas, se consigue la integración con el
corredor, ampliándose notablemente su cabida. Para mejorar la visión de los devotos,
que estarían en el corredor, el piso del oratorio se encuentra unos cuarenticinco
centímetros más alto que el corredor.
El cielo raso del oratorio es abovedado, construido con carrizo y barro, pintado al óleo un
cielo con nubes y estrellas. Al fondo, se tiene un altar y en el muro, un amplio nicho, que
albergaba una imagen en madera policromada de la Inmaculada Concepción.
En la época del inventario transcrito, la casa debió lucir muy alegre con su policromía: las
columnas de piedra de la planta baja estaban pintadas al óleo simulando mármol
amarillo, los pies derechos de madera de la planta alta iban pintados de gris, con líneas
oscuras en su fuste y capiteles amarillos. Las paredes pintadas al óleo simulando
mampostería de mármol y los cielos rasos con pintura al temple con recuadros y dibujos
geométricos. Tras la terraza, protegida por una robusta balaustrada, se verían los
medallones con los paisajes antes descritos. Pero el color no se quedaba en las paredes,
en la terraza como en los pies derechos de madera, sobre repisas, maceteros de barro
cocido vidriado, contenían geranios rojos, a los que bajaban a chupar colibríes
tornasoles.
61
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CURRICULUM
Ha dirigido entre otras obras la restauración de la recolección de San Diego de Quito, del
monasterio de la Concepción de Riobamba y del local que fue Museo Camilo Egas del
Banco Central del Ecuador. Ha participado en numerosos eventos nacionales e
internacionales, referidos especialmente a temas de historia de la arquitectura y urbanismo,
a conservación de monumentos y centros históricos y patrimonio cultural del Ecuador,. Ha
sido consultor de UNESCO para proyectos culturales en Centro América. Permanentemente
ha disertado sobre temas de su especialidad tanto en el Ecuador, como en Argentina,
Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Chile, España, Estados Unidos de Norte América,
Guatemala, Honduras, México, Panamá, Perú, Uruguay, Venezuela y Mauritania.
(I/99)
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