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Acta 22 de octubre de 2020

Al comienzo de nuestro encuentro, imposible no dar un rodeo por los significantes amos de los
últimos tiempos, pandemia y coronavirus. La inmunidad del virus intriga cada vez más a los
científicos y también a nosotros. Es demasiado temprano para dar respuestas, aunque en
nosotros una se esboza… es un “virus lacaneano”. Es un virus que va a lo singular de cada
sujeto, no todos enferman, quienes sí no lo hacen con la misma gravedad, es uno por uno, y
angustia porque presentifica la muerte.

Todas coincidimos en CUIDARNOS y, como cada jueves, nos acompañamos compartiendo,


conversando, interrogando la clínica de la admisión.

En esta oportunidad, trajimos a la conversación tres admisiones de niños. Sabemos que


asumirse como madre no es natural, el lugar que ofrece o niega una mujer para alojar en su
deseo a un niño dejará marcas imborrables en él. Aquí los recortes.

Mas mujer que madre. Se solicita una admisión para un niño de 5 años. Paula nos cuenta que,
en la conversación con la madre, nunca apareció el niño. Madre relatando su relación con el
papá del niño: no hablaba de su hijo, hablaba de ella, de violencia, de perimetral…. No se
escuchó ninguna demanda para el niño. Lo que la analista escuchó es más del lado de la mujer
que de la madre, el niño siendo la posibilidad de ella para acercarse al padre. Ante la ausencia
de demanda, la dificultad de la virtualidad en la práctica de niños y la judicialización del caso,
se decide la no admisión.

Madre –niño– mujer. Se pide una entrevista para un niño de 10 años. Casi toda la escena de la
entrevista es ocupada por la madre: su angustia, sus dificultades con los hombres, su relación
con el padre del niño. Luego enumera los problemas de aprendizaje que según ella tenía su
hijo. Más allá del padecimiento del niño se escuchó una mujer muy angustiada, una madre
excesivamente preocupada por las dificultades de su hijo. Ella con sus repeticiones de lazos
enfermizos con los hombres, ella como madre suponiendo tener alguna injerencia en lo que le
pasaba a su hijo.

Se propone así un tratamiento para ella y luego, más adelante, en el intento de separar lo de
ella y lo del niño, se hizo la admisión del niño, quien primero debía hacer el cierre de un
tratamiento anterior antes de comenzar en Causa Clínica.

El pez por la boca muere. Una madre que comienza a hablar de un hijo con otro nombre del
que figuraba en el pedido de admisión.

Dice la madre: “Porque Demian está con terapias, tiene diagnóstico de TGD, yo dedicada a las
terapias”. La analista, advertida, pregunta: ¿pero quién es Demian? “Él es el hermanito de
Diego, son muy parejitos”, contesta la madre. El niño pide a su mamá un espacio para él. Es un
niño con muchos recursos, que pesca, que es por vía de la terapia que podrá hacerse un lugar
en la madre. Nos interrogamos: ¿Será por esa vía que lo encuentre? ¿Solo hay lugar en esta
madre vía la discapacidad? E, incluso vía la discapacidad, ¿lo encontraría? Porque la madre fue
muy clara en su decir: uno o el otro.

El niño deberá arreglársela solo, no tan dependiente del lugar que le dé el otro. Ese lugar en la
madre está ocupado por la discapacidad, las terapias, etc. Por suerte, el niño pudo correrse de
ese UNO que propone la madre y pedir algo para él. Será este espacio terapéutico una
oportunidad para su singularidad.
Conversamos nuevamente de las derivaciones externas. De la importancia de renovar nuestra
lista, pero también de marcar un límite, un corte de lo que serán demandas interminables, más
aún en pacientes con rasgos paranoicos donde todo es no: no a la medicación, no al hospital,
no a este lugar porque es caro, etc. No somos asistentes sociales.

Luego abrimos el espacio de la supervisión, con un caso de una paciente que se corta como
forma de sentir el cuerpo que no tiene. Surge la escritura de mensajes de WhatsApp que no
tienen el estatuto de mensajes dirigidos al otro sino de escritura como intento de armarse un
cuerpo. Ella no puede decir el cuerpo, la escritura viene a sustituir el cortarse.

Algunas de las preguntas que causaron la supervisión obtuvieron respuesta: por un lado, lo
que escribe y, por otro, lo que dice. Escritura que de ninguna manera queda afuera, es en
transferencia que sucede.

Continuamos trabajando con la clase XIV del seminario 10, pág. 207 y 208, y surgieron algunos
comentarios en relación con los siguientes puntos:

El masoquismo femenino como fantasma masculino.

Mascarada femenina, impostura masculina.

La mujer puede transitar con más tranquilad la castración porque puede vestir ese real. La
mujer puede jugar, dejar ver, tapar, destapar, tiene que ver con el deseo más que con el
masoquismo. Poder jugar con la falta.

Leemos los casos de Lucy Tower para hablar del fantasma femenino, el don Juan. Él está con
todas, no ama a una, sino que ama a todas. No aparece la falta del lado de él.

Hablamos del concepto de la contratransferencia de Lucy Tower en estos casos.

Seguiremos acompañándonos, interrogándonos, conversando, trabajando los textos el jueves


próximo.

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