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truir a los funcionarios inferiores, o de sustituirlos o de requerirles la devolución de los Por supuesto, cualquiera de las conclusiones anteriores se minimi-
asuntos que, en principio, les fueron encomendados. A pesar de que esa ley declama el za si el Derecho penal del país, a contrario de aquello que hoy sucede,
principio jerárquico (art. 1, IV), su texto le concede, en verdad, escasa imp~rtancia (po- no parte de la base de la persecución penal pública, como tarea del Es-
der de control y disciplinario limitados), y contiene reservas o limitaciones que evitan tado, sino, antes bien, de la reacción de los propios ciudadanos frente
el ejercicio natura~ de ese poder en todas las jerarquías o en cierto modo (ver, por ej.,
arts. 15, 33, TI, d, f, y,¡;, 38, a, y 42, a).
a la infracción, sean vfctin1as o actores populares (ciudadanos o aso-
ciaciones intern1edias). En ese caso, la existencia de funcionarios pú-
Por lo contrario, abundan los ejen1plos de organizaciones nJonocrá- blicos que se ocupan de la persecución penal, casi sie1npre dependien-
ticas, verticales, confornJe al esquema tradicional en la adnJinistra- tes ra con1unidad de vecinos -y no del Estado central- y organiza-
ción, tanto en la literatura jurídica, que no conoce otro tipo de organi- dos por ella, sólo representa, con1o la existencia de un servicio jurídko
zación, con1o en las leyes vigentes de diferentes países, que, sin embar- conTLfnitario, el auxilio necesario para aquellos que no poseen la capa-
go, a pesar de partir de este esquema, han sido excesivamente parcas cidad socio-econón1ica de acudir ante los estrados judiciales a defen-
o no han logrado in1ponerse y desarrollarsei6s. En estas organizacio- der su interés, esto es, un servicio de apoyo para lograr acercarnos a la
nes adquieren especial importancia las reglas relativas a las instruccio- igualdad de oportunidades frente a la ley, según sucede con los diver-
nes jerárquicas y al deber correlativo de obediencia a esas instruccio- sos sistemas de asistencia jurídica y técnica (defensa técnica) obliga-
nes, incluidas allí las facultades de sustitución y devolución. toria para el in1putado, a fin de lograr cierto equilibrio de fuerzas en-
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tre la acusación y la defensa en el procedimiento penal1 .
Con el objetivo de lograr cierta eficiencia en el funcionamiento de las fiscalías pe-
nales, resulta imprescindible, a mi juicio, someter a reglas jurídicas la organización je- 3. Función y tarea del ministerio público fiscal en el
rárquica del ministerio público fiscal y las facultades de instruir, ele sustituir v de de- procedimiento penal
volución, en fin, dictar el estatuto del ministerio público. Tales reglas deberían ~ontem
plar ciertas formas democráticas de solución de los conflictos internos, más aún si se a) La función y la tarea actuales
adopta un esquema general respetuoso del principio ele legalidad. Ese estatuto legal,
con sus características de complejidad y compleción, si bien ya no representa más ~na Hen1os discutido los principios que rigen la posición institucional y
deuda legislativa cid orden jurídico federal argentino -característica compartida, se- la organización del n1inisterio público fiscal, pero, al encarar el próxi-
gún parece, también en el Derecho comparado, por la dificultad para hallar soluciones nlo ten1a, esa discusión aparece, de alguna n1anera, con1o excesiva y
a principios reguladores que funcionan prácticamente como opuestos contradicto-
con falta de sentido real: aquello que discutimos con un esfuerzo sin-
rios-, todavía puede ser afirmada, en general, en el orden provincial. El estatuto legal
debe contener, también, la organización básica del ministerio público fiscal y las reglas gular de fundan1entación y de elementos históricos no se corresponde
relativas al nombramiento, promoción y remoción de los funcionarios que lo integran con el papel desteñido y, en cierta n1anera, minúsculo, que nuestro or-
(ley nacional no 24.946 [Organización del Ministerio Público nacional], Cap. 1, art;.2 y denanJiento jurídico positivo le reserva al protagonista principal de es-
3, Y Cap. 2, arts. S y ss.), y a la disciplina del servicio (idem, arts. 1, IV, y 16 y ce.), qu~ te parágrafo, la fiscalía, en el procedin1iento penal. Nuestra tradición
aseguren o garanticen la independencia natural de los criterios de solución ele los ca-
sos que utiliza el ministerio público fiscal frente a los demás poderes del Estado y sus
hispánica, influida sin duda por la legislación francesa del siglo XIX,
decisiones coyunturales, así como la manera de solución de los cont1ictos que eve~tual no sitúa al fiscal con1o un protagonista de primer orden del procedi-
mente se susciten con las políticas desarrolladas por el Poder Ejecutivo y por el Poder nJiento penal, en su papel de actor (acusador). Todo lo contrario: la le-
Legislativo (idem, 1, II: independencia total de los demás poderes). gislación procesal penal, todavía bajo fuerte influencia inquisitiva, en
gran 1nedida, no confía en él, desplazándolo a un papel secundario.
165 _CL Rec!ztsstellzmg der Staatsamvdlte, cit., ps. 273 y ss., y Staatsamvaltsclzafi
SCIIl'viiDT,
~ls .lustzzbelzi.5rd~cit., ps. 629 y ss.; RoxiN, Reclztsstellwzg zmd Zulamfisau(gaben, cit., II, p.
-'86, v IV, ps. 381 y ss.; el problema político de la ubicación institucional, ligado a la regla de
166 BoviNO, Alberto, La víctima como sujeto público y el Estado como sujeto si11 derechos,
objetividad, y la tensión entre el principio de legalidad y la organización vertical han si;.io las
en "Lecciones v Ensavos", Ed. Facultad de Derecho-UBA, Buenos Aires, 1994, n" .59, ps. 19 Y
razo~1e~ de esta omisión. Ésta es, por lo demás, la tendencia legislativa hoy imperante en la
ss., presenta un esquema que parte de esta estrategia política.
Republlca Argentina: Constitución Ciudad de Buenos Aires, 124 y 12.5.
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A. El ministerio público penal § 11. Los órganos estatales de la persecución penal
Son los jueces quienes, tanto durante el procedin1iento prelin1inar de torios anteriores a las decisiones). Es por ello que rige la afirmación
investigación, con1o durante el juicio, donzinan el procedimiento. La acerca de que, en este sistema -y nunca más apropiadamente que en
influencia inquisitiva perdura a través de un tribunal inquisidor~ el juez. él-, fiscales y jueces sólo se distinguen formaln1ente, según el valor que
de instrucción, an1.o y señor de ese período procesal -y, lmnentable- la ley procesal atribuye a sus actos, pues ambos cumplen una misión
men te, a través de sus actas, tan1bién de los períodos siguientes, sobre 1naterial idéntica, cada uno desde su particular punto de vista.
todo del juicio público, aun sin intervenir en él, al n1enos de cuerpo
presente-, y de una manera de juzgar tan sólo lejanmnente cotnpara- En cierta manera, a nosotros también nos ha traicionado la necesidad histórica, hi-
ble a una disputa entre contradictores, de frente a quienes deben juz- pócrita hasta cierto punto, de dar explicaciones altisonantes y complejas sobre el oficio,
para justificar una tarea pobre y sin demasiados matices, en fin, un papel procesal esca-
gar sus hipótesis: ele esa in1agen se aparta considerable1nente nledian- samente protagónico y secundario. Ni tan siquiera los códigos más modernos, que apor-
te la concesión de poderes a los jueces del tribunal investigador y del tan para la fiscalía, ele ordinario, todo el papel de investigación del caso, en conjunto con
tribunal juzgador, revelados en la encuesta inquisitiva que precede al la policía, según sucede en las provincias de Córdoba y Tucumán, han podido, despren-
juicio y, ya en él, no sólo en la dirección del debate167, tarea que es pro- derse del todo de ideas y mecanismos que proceden de aquella concepción política.
pia de los jueces, sino, aden1ás, en la concesión ele variadas facultades
de investigación directa, tarea sin duda excepcional para el concepto I. La investigación prelilninar. A contrario de lo que sucede en las le-
de "juez", facultades -y hasta deberes- que se expresan ntediante lapo- gislaciones 1nodernas, la tarea de preparar la acción pública, entendi-
sibilidad que tienen de incorporar prueba de oficio al debatel68 o de in- da antes bien como preparación de la acusación, con1o preparación
corporar a él una serie casi ilin1itada ele actas de la instrucciónl69, in- de la den1anda de justicia penal o del enjuiciamiento del autor proba-
cluso reabriendo el debate ya concluido, cuando lo juzgan necesa- ble de un delito o de quien de otra manera participó probablen1ente
rio 170, por una parte, y en la incorporación de los n1edios de prueba en él, no es cun1plida en nuestro Derecho procesal penal, por regla ge-
regulares, ofrecidos por acusador y acusado171, o en los interrogato- neral, por aquél a quien se rotula co1no titular de la acción penal pú-
rios necesarios para ello, que dominan los jueces, por la otra172. Más b1ica173, sino que la ley reputa con1petente para ello, básicamente, a
un funcionario judicial, denon1inado juez. ele instrucción. A lo su1no,
allá aún, hasta la propia acusación, base del enjuician1iento, puede
el fiscal tiene el poder o la facultad de abrir la investigación ante un
provenir, n1ateriahnente, de la decisión de los jueces, según lo dispone
juez, de requerí rla 174 , pero no le compete, de ordinario, realizarla 175.
hoy el CPP Nación, 348, II.
Por excepción, algunos códigos pern1itieron desde antaño ]a llamada
La tarea y función de la fiscalía, in1posible de ignorar con1o intervi-
instrucción sumaria o citación directa a juicio para la investigación
niente en el procedin1iento penal en la época actual, si se acepta la per-
del caso y la preparación por la fiscalía de la decisión de sobreseer al
secución penal estatal, ha quedado reducida, a contrario de aquello
in1putado o llevarlo a juicio 176, y, n1ás modernamente, los nuevos Có-
que supone la partición de tareas entre él y la judicatura, al control de
digos de Córdoba y de Tucu1nán para los cuaJes la investigación penal
la actividad de los jueces n1ediante los n1ecanisn1os del procedin1iento
(sobre todo los recursos y, consecuenten1ente, los dictán1enes obliga-
173 CPP Nación, 5 y 65; CPP Mendoza, 6 y 62; CPP Salta, 6 y 61; CPP Catamarca, 5 v 43;
167 CPP Nación, 370 y concordantes. CPP Sgo. del Estero, 7; CPP La Rioja, 9 y 69; CPP La Pampa, 6 y 57; CPP Corrientes, 5 ~· 64;
CPP Entre Ríos, 6 y 63; CPP Chaco, 6 y 59. -
l68 CPP Nación, 357 y 388. 174 CPP Nación, 188; CPP Mencloza, 197; CPP Salta, 196; CPP La Pampa, 180, I; CPP Co-
l69 CPP Nación, 391 y 39L rlientes, 194; CPP Entre Ríos, 194; CPP Chaco, 182, I.
l70 CPP Nación, 397. 175 CPP Nación, 26 y 27.
171 CPP Nación, 356. 176 Originaron esta corriente legislativa, que no fue aceptada inmediatamente: CPP Cór-
172 CPP Nación, 375, 378, I, 383, 384 y 389: cf., críticamente, BoviNO, Alberto, El debate, doba (1939), 62, 311 y ss.; CPP Mendoza (1950), 62, 371 y ss.; CPP Costa Rica (1973), 39, 169
en MAIER, Julio B. J. (comp.), El11Uel'o CPP de la Nación. Análisis crítico, Ed. Del Puerto, Bue- V 40 l. Hoy nuestro CPP Nación, arts. 196, I, y 353 bis, dominado por la coyuntura política v
nos Aires, 1993, ps . 167 v ss., en especial V, ps. 189 y siguientes. desordenadamente, comienza a alinearse en esta corriente. -
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A. El ministerio público penal § 11. Los órganos estatales de la persecrldón penal
preparatoria, en n1anos del fiscal, constituye la regla177 y la jurisdiccio- mán, según vimos), esa modificación no ha trascendido más allá de lo formal, pues la
fuerza ele la cultura inquisitiva, de !ajusticia de gabinete, con sus actos registrados, re-
nal, reahzada por un juez de instrucción, Ia excepción178. En tal senti-
presenta una valla considerablemente vigorosa para un cambio real que vaya bastante
do, nuestro Derecho procesal penal positivo se adapta mayoritaria- más allá del cambio de denominación, esto es, de un problema semántico acerca de có-
mente al esquema decin1onónico instituido por la legislación napoleó- 182
mo denmninarnos al instructor. Recienternente, la Provincia de Buenos Aires , con
nica en Francia, verdadero con1promiso político entre el régin1en alguna desprolijidad, ha conferido a la fiscalía la facultad de investigar el caso y prepa-
antiguo (ancien réginze) y el regreso al enjuiciamiento acusatorio y pú- rar su requerimiento, pero, precisamente a raíz de ello, y de lo brusco que resultó el
cambio pm·a sus costumbres judiciales, trascendieron al ámbito público poco menos
blico -vía Derecho anglosajón- que pretendía el Ilun1inisn1o en la Ina-
que re~1~as de poder entre la judicatura y las fiscalías. .. , .
terial79, acuerdo según el cual el antiguo inquisidor sobrevive, funda- La historia del procedimiento preparatorio en manos de la hscaha comienza entre
n1en taln1ente, en la institución del juez instructor. nosotros, corno es sabido, con el primer Código que transformó realrnente el enjuicia-
miento penal, el CPP Córdoba (1939). Él deriva del estado de la legislación procesal pe-
Sólo por excepción, según advertimos, esa investigación preliminar le fue confiada nal europeo-continental tal corno, en las postrimerías del siglo XIX, ernergió de la le-
por nuestro Derecho positivo a los funcionarios del ministerio público fiscal, con el au- gislación napoleónica, receptora, en buena parte, de las ideas revolucionarias Y tam-
xilio natural de la Policía, decisión que todavía en época reciente provocó escozor en bién de aquellas que la revolución pretendió, en principio, transformar; la legislación
algunos de nuestros publicistas en la materia 180. En ese sentido, nuestro Derecho po- francesa Fue, por tanto, la creadora del compromiso político entre la inquisición Y la re-
sitivo marcha, en más o en menos, a contrapelo de la evolución universal en el siglo XX, fonTla. Tal recepción se produce a través de la fuente jurídica principal, la legislación
acentuada en las últimas décadas, y de su intención de aproximar el procedimiento pe- cordobesa. Sus proyectistas tomaron estructuralmente los códigos italianos de 191.3 Y
nal, con rnayor vigor, a los requerimientos del Estado de Derecho, en especial a la rea- 1930, este últirno con modificaciones sustanciales debido al Estado fascista, pero de in-
lización del principio acusatorio, para preservar la imparcialidad de quienes deciden, dudable versación jurídica; am.bos códigos representaron cabalm.ente el final del siglo
los jueces que integran los tribunales181. XIX en la materia, con las prirneras rnodiHcaciones introducidas en nuestro siglo. Se-
Pero aún en los casos ele leyes procesales penales argentinas de mayor trascenden- gún sus fuentes, el Código para la Provincia de Córdoba instituyó a la llamada instruc-
cia conforme a la concepción universal (las de las provincias de Córdoba y de Tucu- ción fonnal (también llamada, en doctrina, instrucción jurisdiccional), a cargo de un
juez de instrucción, como una regla para la preparación de la acusación. Pero también
i)ermitió, por excepción, para los delitos leves o los graves de investigación sencilla, la
llamada instrucción sumaria (también llarnada, en doctrina, citación directa Y procedi-
miento fiscal preparatorio o a cargo del ministerio público), realizado por los funciona-
rios de la hscalía, con una serie de reglas correctoras del sistema, referidas sobre todo
a la extensión temporal de la investigación y a la situación real del irnputado en el pro-
177 En ambos, art 301, II. El CPP Costa Rica, 62, I, y 274 y ss. encomienda a la fiscalía cedimiento (detención prolongada). Esa estructura principal fue seguida por los Códi-
toda la preparación de la acción pública, sin excepciones. ~os de Mendoza ( 1950) -proyectado por uno de los autores del Proyecto para Córdo-
178 CPP Córdoba, 340; CPP Tucumán, 340. ba- y de Salta, aunque este último, con el correr del tiempo y a raíz de un episodio po-
179 Ver esta obra, lítico coyuntural, fue modificado por un gobierno de {acto, que colocó a la instmcción
t. I, § 5, ps. 353 y ss.; FEUERBACH, Paul Johann Anselm, Belraclztungen
surnada, sin modificar sus 1·eglas, bajo la competencia del mismo juez de instrucción,
liber dos (;esclnvomen Geric!zt, Ed. Philipp Krüll (Universitatsbuchhandler), Lanclshut
(RFA), 1813; FEUERBACU, Anselm Ritter von (mismo autor), BetracÍltzmgen iiber die Offen- 3 cuvo car~o estaba la instrucción jurisdiccional, con lo cual destruía la característica
tliclzkeil uml !vllimlliclzkót der Gerec!ztigkeitspflege, Ed. Georg Frieclrich Heyer, Gie!~en (RFA), prin~:ipal clel procedimiento especi;:¡l: la preparación de la acusación por el mismo acu-
1821; y Ueber die Gericlztsver(assw1g zmd das gericlztliche Ve1{ahren Frankreichs, i11sbesomle- sador. El CPP Córdoba (1939) todavía influyó en la misma provincia que regía, cuan-
rer Bez.ielzwzg auf die Oef(entliclzkeit zmd J'vtamlliclzkeit der Gereclztigkeitspflege, Ed. Georg do decidió corregir algunos defectos prácticos después de treinta años de vigencia de
Fl"iedrich Heyer, Giesscn (RFA), 1825. la le2:islación procesal penal originaria, y, para ello, sancionó un nuevo Código (1970)
180 CL en AA.VV., Estudios sobre el Provecto de CPP Nación 1986, Ecl. Depalma, Buenos que ~ropuso para la citación directa la tarea de preparación de la acusación en los jui-
Aires, 1988, las opiniones de CASANOVAS, Jorge, El procedimiento preparatorio en el Provee/o. cios correccionales (delitos leves juzgados por un juez correccional, unipersonal). De
La cuestión COIJstiluciomzl v el propósito unificador, ps. 29 y ss.; HoRTEL, Edumdo C., Ácerca allí que los códigos de Corrientes y Entre Ríos siguieron el rnismo camino,_ aunque, por
de la investigaciórz preliminar en manos del ministerio público fiscal, ps. 79 y ss.; LEVENE (h.), una razón ele or~anización del ministerio público fiscal, la institución no fue puesta en
Ricardo, El Provee/o de CPP Nación f/·e11te a las necesidades de la gran re(omza procesal pemzl funciones desde~ el comienzo de la vigencia del Código de Entre Ríos, que encon1endó
que mzhelamo•;, p. 11.5.
181 CL los nuevos CPP de Portugal (1988) e Italia (1989), que ya no conocen al juez de
ius/mccióu. Cf. fEZER, Gerhard, S/r(zf/Jroz.e(Jrecht (2" ed.), Ed. C. H. Beck, München, 1995, 2,
ps. 16 y ss.; GUARJGLIA, Fabricio 0., La investigación preliminar en el nuevo CPP Nación: ins-
trucción jurisdiccional vs. i11vestigación fiscal preparatoria, en AA.W., El ministerio público
e11 el proceso penal, 2, ps. 209 y siguientes; también, ÁLVAREZ, El principio acusatorio: garan-
¡{a de imparcia!idacl, ciL, ps. 413 y siguientes. 182 CPP Pcia. de Buenos Aires, 56. I, y 266 y siguientes.
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A. El ministerio público penal § 11. Los órganos estatales de la persecución penal
en un comienzo esta tarea a sus jueces. Pero ese mismo Código tuvo repercusión inter- Por último, el CPP de la Provincia de Buenos Aires refmmó su vetusto procedimien-
nacional y, por esta razón, el sistema costarricense de 1973 coincide con él y acepta la to judicial en rnateria penal y, al hacerlo, siguió los pasos de las provincias de Córdoba
citación directa como método de preparación de la acción pública en los delitos leves y de Tucumán (v del Proyecto nacional 1986) y, aunque con ciertas incoherencias, pu-
(correccionales); el nuevo CPP Costa Rica, ya en vigor (1998), ha traslado todo el peso so en manos de la fiscalía la investigación penal preparatoria187.
de la investigación cumplida durante el período preliminar, para preparar la acción pú-
blica, al ministerio público fiscal, con el control de los jueces para aquellos actos que Según lo explicado, se puede concluir que, entre nosotros, la heren-
1·ep1·esentan una injerencia en los derechos fundamentales de los ciudadanos o un an-
cia inquisitiva espaüola -todavía hoy vigente en Espaüa- persiste: nues-
ticipo de prueba para el debate, fundado en la urgencia provocada por la eventual pér-
dida del elemento probatorio.
tra regla general concede la investigación preparatoria a un inquisidor
Los demás códigos provinciales, receptores del sistema procesal penal que inaugu- judicial, eljuez de instrucción, por intern1edio de un procedimiento es-
ró entt·e nosotros la Pl'Ovincia de Córdoba, no aceptaron la institución de la llamada ci- trictan1ente forn1alizado, y adn1ite sólo por excepción la preparación de
tación directa: pusieron la preparación de la acusación en manos del juez de instruc- la acción pública por su titular específico, declamado por la ley, el mi-
ción, con un procedimiento formalizado y por registros, sin excepciones, a semejanza
nisterio público, excepción que debe ser con1prendida en dos sentidos
de la legislación que derogaban.
Por fin, las Provincias de Córdoba y de Tucumán ( 1991) extendieron la citación di- diferentes: son escasas las leyes procesales que conceden esta investiga-
recta y le dieron el carácter de regla general-con alguna excepción, sin sentido-, según ción al n1inisterio público fiscal y, entre ellas, algunas, a su vez, sólo por
lo había propuesto antes el Proyecto de CPP Nación (1986) y como lo proponen hoy va- excepción (delitos leves o de investigación sencilla) o cuando, según
dos códigos procesales penales de la misma cantera, int1uenciados por el proyecto CPP
una cláusula legal estrictamente discrecional, el juez de instrucción de-
Modelo para lberoamérica. Con diferencia de matices, el procedimiento preparatorio
en manos del ministerio público fiscal pasó a ser en ellos la regla, pues abandonó su ca- cide delegar en el fiscal la investigación prelin1inar del caso.
ráctel· excepcional. Esa regla se c01npleta, jurídica y polítican1ente, con otra pertene-
El nuevo CPP Nación (sancionado en 1991 y con vigencia desde 199 3) constituye, ciente al debate público, que, valida del prestigio indudable de un in-
en el capítulo, una muestra de ambas tendencias: en principio, dominó el proyecto, que quisidor judicial, declan1ado imparcial a pesar ele la experiencia y de
luego se convirtió en ley, la idea decimonónica de encomendar a un juez de instrucción
la tarea de preparar la acusación, concediéndole la investigación previa. A la hora de
su propia tarea, permite incorporar al debate, con una cláusula abier-
su discusión parlamentaria se le agregó, incluso por iniciativa del Ministerio de Justi- ta, casi sin lín1ites, las actas de la instrucción preliminar, obtenidas sin
cia, una cláusula que permitía a ese juez, libremente, por la mera expresión de su vo- control alguno de ]a defensa, por un n1étoclo no contradictorio y, en
luntad y en cualquier caso, delegar la investigación en los funcionarios del ministerio ocasiones, con vigencia del secreto instructoriol88. Ésta -la incorpora-
público físcal183, v una sección que regula esa delegación 184, autorización que, por su-
puesto, el juez puede revocar en cualquier rnomento 185. La iniciativa ha perrnitido con-
ción de actas de la instrucción durante al debate-, precisan1ente, es la
servar el poder del juez de instrucción y tornar posible en ciertos casos, dejados a la ab- verdadera razón de ser política del mantenimiento de un inquisidor ju-
soluta discreción de ese juez, un procedimiento presuntamente más ágil de colección clicial: con ello se pretende incorporar al fundan1ento de la sentencia
de rastros para fundar la acusación o determinar el sobreseimiento. Por último, una re- actos que no han pasado por el tan1iz contradictorio de la defensa, ni
forma a este mismo código admitió la instrucción sumaria -o citación directa-, en rna-
por la posibilidad de que la inforn1ación se produzca en presencia del
nos de la fiscalía, czwmlo l/IW persona lza_va sido sorprendida en flagrancia de wz delito
de acción pública·'' el juez. considerare prima fácie que no procederá la prisión preverztiva in1putado, para concederles la oportunidad de que ellos conozcan e in-
del inz¡mtado I 86, esto es, para los casos penales cuya irnputación resulta de investiga- terroguen a quienes incorporan esa inforrrtación189.
ción sencilla y se calcula por anticipado una pena que, por alguna razón, se presume
leve o, al menos, desproporcionada para fundar el encarcelamiento preventivo!'
187 Nuevo CPP Pcia. de Buenos AiJ·es, que reemplazó al texto ele la ley provincial no 3.589,
que databa de 1915, por ley provincial no 11.922 y sus modificatorias: eL, para aquello que
aquí interesa, Libro 1, Título 4, Capítulo 1, y Libro 2.
l 88 CPP Nación, 391 y 392.
183 CPP Nación, 196. 189 El TEDH (Tribunal Europeo sobre Derechos Humanos) ha aclarado en sus senten-
cias suficientemente la irregularidad ele esta información como fundamento de la sentencia,
184 CPP Nación, 209 y siguientes. conforme al estatuto fundamental ele un Estado de Derecho: "Unterpentingen vs. Austria",
185 CPP Nación, 214, I. serie A, n" 11 O, 1986; "Kostovsky vs. Países Bajos", Serie A, n" 166, 1989; "Winclisch vs. Aus-
186 CPP Nación, 353 bis, reforma de la ley nacional no 24.826 (publicada el 19/6/1997). tt·ia", n" 186, 1990; "Ludí vs. Suiza", Serie A, n" 2 38, 1992.
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A. El ministerio público penal
§ 11. Los órganos estatales de la persecución penal
Con ello, nuestra legislación procesal penal se coloca en una posi- duda necesaria, no es suficiente y registra además, en la ley positiva,
dón de atraso respecto de la legislación universal en el ámbito de in-
ciertas excepciones que, en principio, son, al menos, cuestionables.
fluencia histórican1ente correspondiente, sin incorporar razones de
peso para provocar el can1bio del sistema hacia un enjuician1iento n1ás En prime1·lugar, no es sólo la acusación fiscal o el requerimiento de elevación ajui-
acusatorio, por ende, más adaptado al Estado de Derecho, y Inás efi- cio el acto que fija el objeto intangible del debate, que, precisamente, tiene por fin es-
ciente, argu1nentos que exan1inaren1os 1nás adelante, en el punto b. La pecífico conocer, discutir y decidir acerca de la hipótesis ele hecho concreta, precisa y
circunslmzciada que le expone la acusación, sino que, además, los códigos argentinos
pdncipal y n1ás pesada tarea del n1inisterio público fiscal, la prepara-
colocan también en ese lugar y con los mismos efectos al auto de elevación a juicio,
ción de su propia demanda ele justicia -la acusación que requiere el existe, esto es, a la decisión del juez del procedimiento intermedio -regular-
juicio público o el pedido ele sobresein1iento-, resulta así, por regla, al- mente el juez de instrucción o el tribunal de apelaciones de ese período procesal- que
go n1enos que desconocida para nuestras leyes procesales penales. rcsuelw la oposición de la defensa a la acusación, con el objeto de que no se celebre el
juicio, por vía de una excepción o de la instancia de sobreseimiento 194 . Con ello, la acu-
sación ha perdido su carácter de exclusividad en el gobierno del objeto del juicio, ama-
II. El procedimiento intermedio. dentro de este esquen1a, la acu- nos de la decisión de un tribunal que puede modificada y agregar ciertas circunstan-
sación o el requerimiento de citación a es un acto que, en princi- cias no contenidas en el requerimiento fiscal, que agravan el rnismo hecho punible (la
pio, corresponde a la con1petencia 1ninísterio público fiscal o, lne- relaci(m parental en el homicidio, por ejernplo) o lo transforman en su significado ju-
jor dicho, del acusador19ü. Se trata, sin rídico (dolo en lugar ele imprudencia, por ejernplo). La excepción está constituida por
los nuevos CPP de Córdoba y de Tucumán, que sólo n1encionan como referente a la
tan te, pues, n1edian te ese di ctaJnen, el acu:sauur
acusación fiscal y sólo leen, en la apertura del debate, la acusación195.
n1aterial del .iuicio y de la sentencia191. En segundo lugar, el CPP Nación, 348, Il, ha introducido un nuevo método para so-
so, cuando se produce una an1pliadón lucionar la disputa entre el ministerio público fiscal, que opina que el imputado no de-
pues ese acto representa una facultad be ser llevado a juicio y, por ende, requiere el sobreseimiento, y el juez, que estima que
fiscal 192. Con ello se logra la base no es el caso de sobreseer, sino, precisamente, de decidir la solución opuesta, abrir el
juicio. Cualquiera que sea la opinión del otro acusador eventual, en los delitos de ac-
rior que postula la exigencia ele un
ción pública, esto es, la opinión del querellante particular, la ley involucra en la dispu-
minos negativos, no sospechado de ta al tdbunal de apelaciones instructorias, quien decide el conflicto entre el fiscal y el
ciar el debate y dictar la sentencial93. Pero juez de instrucción y, en su caso, si "entiende que corresponde elevar la causa a juicio",
así lo decide, aparta al fiscal interviniente e instruye al fiscal que continuará el proce-
dimiento. Aunque la ley nada expresa, parece conveniente interpretarla en el sentido de
que, formalmente, el fiscal reemplazante produce la acusación, conforme a las instruc-
ciones del tlibunal de apelación. Con ello, empero, sea por vía indirecta, según la solu-
ción arriba adoptada, o sea por vía directa, si el tribunal ele apelaciones dicta el auto ele
°
19
CPP Nación, 346 y 347; CPP Córdoba, 354 y 355; CPP Tucumün, 354 v 355; CPP
doza, 362; CPP Salta, 358; CPP Catamarca, 309; CPP La Rioja, 373; CPP Sgo~ del Estero, 240:
elevación a juicio, lo cierto es que la ley ha colocado la función de acusar, in extrelllis,
CPP La Pampa, 316; CPP Jujuv, 322 y 323; CPP Cmri~ntes, 355 v 357; CPP Entre Ríos, 35 i:
CPP Chaco, 329; CPP Costa Rica, 303. .
191
CPP Nación, 401 y 381, IV; CPP Córdoba, 410 388, V; CPP Tucum<ln, ídem; CPP
Mencloza, 434 y 413; CPP Salta, 430 y 409; CPP Catamarcr~, 359; CPP Suo. dd Estero. 347·
CPP La Pampa, 370 y 350; CPP Jujuy 395 y; CPP CurTientes, 427 y 406; CPP Entre Ríos, 40S Un caso extremo y extraii.o está representado por la República de Chile y su antiguo có-
y 387; CPP Chaco, 384 y 364; CPP Costa Rica, 365, L digo de procedimientos penales, hoy reemplazado parcialmente (por regiones): según su ley
192 procesal investiga el juez penal (supresión ele la fiscalía) quien, al final del denominado su-
Ver los mtículos citados en segundo término en la nota anterior (191), salvo d CPP
Costa Rica, 347, que permite que el querellante particular, que obra al bdo de la fiscal.ía, am" 1/lllrio, formula la acusación e, inclusive, trata esa acusación, en el denominado plenario, su-
plíe también su acusación. puestamente contradictorio, pero al cual se incorpora la encuesta escrita y reservada del su-
193 Cf. MAIER, Julio R J., ¿Es posible todav(o la realización del mario, v dicta sentencia a continuación.
co de uu Estado de Derecho?, en AA.VV., Nuevas (ormulaciones etz 194 CPP Nación, 401, l; CPP Mendoza, 434, I; CPP Salta, 430, I; CPP Catamarca, 359, I;
menaje a Claus Roxin, Facultad de Derecho y Ciencias ;,o,cuue:s, CPP Sgo. del Estero, 347; CPP La Pampa, 370, I; CPP Jujuy, 39.5, 1; CPP Corrientes, 427, I;
Córdoba, Ed. Marcos Lemer/La Lectura, Cór~loba (RA), 2U01, CPP Entre Ríos, 408, I; CPP Chaco, 384, l.
cias del Tribunal Europeo de Derechos Humanos y de! Tribunal. Constitucional de Es¡xll''ia. 195 CPP Córdoba, 410 v .382; CPP Tucuman, idem; del mismo modo, CPP Costa Rica,
en la nota 139 ele este parágrafo, ps. 345 y s. (también obra . e 1, 7, 3, IH, ps. · ·
siguientes). 365, I, no menciona al auto de apertura del juicio (arts. 321 y 322), que tampoco lee en la aper-
tura delju.icio (art. 34n
368
369
A. El ministerio público penal § 11. Los órganos estatales de la persecución penal
en las manos de un tribunal de justicia. Tal solución es hoy no sólo cuestionable polí- presenta en forma dilemática, de modo que no existe forma pura de resolver normati-
ticamente, sino, incluso, desde el punto de vista del Derecho positivo, dada la defini- vamente el cont1icto sin sacrificar, al menos parcialmente, alguna de las máximas en
ción constitucional del ministerio público y, por ende, de la fiscalía, cómo organismo juego: o se prefiere que los jueces, en caso de conflicto, impongan a la fiscalía su opi-
ele decisión autónomo, no dependiente ele las autoridades del Poder Judicial (CN, nión sobre el caso, en el sentido de que corresponde acusar y abrir el juicio, o, por lo
120)196. Adviértase que la misma solución corresponde, según la regla referida, cuan- contrario, se prefiere que la fiscalía, también en el caso contlictivo, imponga al tribu-
do el querellante particular estima que la causa debe ser remitida a juicio, cualquiera nal del procedimiento intermedio su opinión acerca ele sobreseer la imputación. En
que sea la opinión del juez de instrucción. ambos casos, la decisión material de abrir el juicio o sobreseer le corresponde al oficio
Esta solución introduce una modificación sustancial a la tradicional en los códigos estatal que, según la ley, impone su opinión, pues el hecho de conservar los papeles en
argentinos, consistente en resolver el conflicto por la vía interna del ministerio público el procedimiento, obligando a la fiscalía a acusar, por decisión del tribunal, o a este úl-
fis~al (superior jerárquico), obligado a pronunciarse sobre el rechazo del juez de ins- timo a sobreseer, por decisión ele la fiscalía, sólo importa una formalidad que nada
trucción al pedido de sobreseimiento formulado por el agente fiscal: el superior jerár- oculta. La decisión que favorece al principio ne procedat iudex ex officio importa, en
quico, que prefiere acusar y remitir la causa a juicio, provoca la sustitución del fiscal verdad, debilitar el principio de legalidad por intermedio de la destrucción ele su con-
del caso, por quien logra la acusación según el fundamento proporcionado por el dic- trol jurisdiccional previo, de modo tal que implica el más amplio reconocimiento polí-
tamen ele su superior; caso contrario, la anomalía consiste en que la decisión de sobre- tico posible del principio de oportunidad para la fiscalía, en cuya órbita interna se de-
seer el procedimiento en favor del imputado corresponde a la fiscalía, que, por opinión sarrolla, únicamente, ese control, con valor decisivo en el procedimiento. Así lo prevé,
coincidente de dos fiscales -o ele uno solo, en el juicio correccional- obliga al juez a dic- por ejemplo, ele manera absoluta, sólo para el juicio correccional, el nuevo CPP Córdo-
tar, de manera puramente formal, el sobreseimiento 197 . El Proyecto de CPP Nación, ba (1991), 414, III, que veda al juez la condena, si el fiscal no la requiere, e, inclusive,
que inclusive sancionó en primer término la Cámara de Senadores de la Nación, fiel a el condenar a una pena más grave que la requerida por la fiscalía en su informe al fi-
su antecedente inmediato, el CPP La Pampa, no solucionaba este problema y contenía nal del debate. La decisión contraria, en cambio, importa, a la par ele un estricto con-
una auténtica laguna, fTente a la cual cualquier solución era posible, inclusive aquella trol ele legalidad de las decisiones de la fiscalía por parte de los tribunales, un cierto me-
de proceder a la elevación a juicio sin acusación de la fiscalía, hipótesis que no resul- nosprecio para la defensa del imputado, que termina por resistir una hipótesis confor-
taba ser la más descabellada fT·ente a las reglas que ese proyecto contenía. mada e imputada sólo por los tribunales de justicia, sin la intervención persecutoria de
Sin duela, no resulta sencillo resolver mediante reglas este caso general del proce- acusador alguno o, mejor dicho, con su intervención rneramente formal, aspecto que
dimiento, pues, para los países que aceptan el valor del principio de legalidad, aplicado genera gran confusión acerca de los papeles que juegan en el procedimiento penal los
a la persecución penal, el dilema se presenta en forma de: "el control de la legalidad de diferentes oficios estatales 199. Se puede evitar parcialmente, sin embargo, esta visión
los actos de la Fiscalía por los tribunales de justicia vs. la máxima que impone que no que se expresa sólo "en blanco y negro" y admitir diversas tonalidades ele grises. Por de
hay juicio sin acusación -de la fiscalía y extraña al tribunal- que lo determine y encau- pronto, no es totalmente cierto que, si se decide la cuestión en el ámbito de la fiscalía,
se" 198. Dado el momento procesal en el que nos hallamos, el caso general a resolver se con valor para el procedimiento, desaparezca el control judicial de legalidad, pues tan-
to por el sistema sancionatorio disciplinario del ministerio público, como a través del
hecho punible que supone cierto apartamiento del principio del art. 71 del CP (d. CP,
274), tal control, aunque externo al procedimiento en sí mismo, se supone existente; só-
lo se debe aclarar que, agotada la vía para obtener la decisión en la fiscalfa, la solución
procesal parece incuestionable. Del otro lado, tampoco es del todo cierto que el control
jurisdiccional de los tribunales ele justicia durante el procedimiento provoque una rup-
196 Ver este par8grafo, A, 2, b, XI, ps. 349 y ss.; y cf. también la literatura jurídica citada
tura atroz de la i711parcialidad, pues esta solución supone que los jueces que decidieron
en la nota 33 de este parágrafo, ps. 303 y siguiente.
la necesidad de imputar penal mente están excluidos para integrar el cuerpo ele decisión
197 CPP Córdoba [1970], 364; CPP Mendoza, 371; CPP Salta, 367; CPP La Rioja, 382; CPP
que juzgará esa imputación. Pero esta solución, a juzgar por la recepción que ha teni-
Catamarca, 316; CPP Sgo. del Estero, 249; CPP Corrientes, 363; CPP Entre Ríos, 357; CPP
Chaco, 336; CPP Costa Rica (1973), 347; regla conservada en los nuevos CPP Córdoba, 35:', do en la literatura jurídica -aquí múltiplemente citada-, parece hoy impracticable pa~
CPP Tucum8n, 359 v CPP Costa Rica, 302, II y III, con un procedimiento algo m8s cómple1o ra nosotros de frente al nuevo art. 120 de la CN (reforma 1994). Existen, por supuesto,
~·para cuando la ví¿tima no ha hecho uso ele su derecho de querellar. Sin ~mbargo, si _J;:~ ;íc- posibilidades intermedias, si se acepta el papel protagónico de la víctima en el proce-
tima 0 sus sustitutos, constituidos en querellante particular, acusan y reqmeren la r~m1sron a dimiento penal por delito de acción pública. Así, el CPP Costa Rica, por ejemplo, per-
juicio, y el juicio se al)! e con sustento único en la querella particul~r, la sol~Ici~n.clel ~~ Cos-
ta Rica, 319, TI, y 321, II, es otra: transformación práctica en acc1ón de eJerciCIO pnvado, al
parecer otm cas~ distinto a los regulados por el art. 20, pues no respeta sus concl~ciones Yope-
¡a automáticamente frente a una siluación procesal dada, que detalla la regla citada.
198 cf. VÉLEZ MARICONDE, DPP, cit., t. II, §IV, n" 3 y ss., ps. 211 y ss., en cuanto a este úl-
timo principio, dedvado de las prohibiciones que, en forma de máxima, rezan: _ne erocedat
iudex e.\: oflicio 0 ne77lo iudex sine actore; más allá de ello, sobre el problema en s1 m1smo, e~. 199 Éste sería el argumento casi oculto de las decisiones de nuestra Corte Suprema en
ÁLVAREZ, Alejandro E., El control jurisdiccional de los requerinzie11tos acusatorios o conclz/Sl- los casos "Tmifeiio", "García" v otros, llamados a modificar los cliterios que utiliza el CPP
l'OS del ministerio público, en MAIER (comp.), El nuevo CPP de la Nación. A11álisis critico, cit., Nación para resolver estos conflictos o aquellos que había impuesto la jurisprudencia de la
ps. 153 y siguientes. CNCP, criterio hoy vacilante (ver nota 34 de este parágrafo, p. 304).
370 371
§ 11. Los órganos estatales de la persecución penal
A. El ministerio público penal
mite, en este caso, que la víctima requiera y prosiga eljuicio (arts. 319, II, y 321) y, pa- den incorporarse en la audiencia, acerca de la corrección, necesidad y
ra ello, ella es informada convenientemente (art. .300). El CPP Chubut, 203, permite que conveniencia ele llevar a cabo el juicio púbHco o, por lo contrario, de
la fiscalía sobresea el procedimiento, con noticia al ofendido (art. 186, inc. 1)200, quien clausurar la persecución penal, introduciría can1bios de in1portancia
está facultado JIOr la ley para obtener el control jerárquico interno de la decisión (arts. en el procedimiento penal y podría lograr cierto protagonismo esen-
186, inc. 5, 187, I, y 207) e, incluso, para impugnarjudicialmente ante la corte de casa-
cial en el órgano que, por declan1ación de la propia ley, cumple la fun-
ción -Tribunal Superior provincial- la decisión del superior jerárquico en el servicio
(art. 187, Il). ción de acusador.
Según se observa, el papel de la fiscalía durante este n1omento del liL pl juicio. Evite1nos pensar en la hipótesis -n1ás que descabella-
procedin1iento tan1bién resulta, de una u otra 1nanera, en1pobrecido, da- de un juicio sin acusación; pero aún más, evitemos pensar en la hi-
pese a su in1portancia capital para el desarrollo de un procedin1iento pótesis de una acusación forn1al, obtenida por la vía de la obediencia
que desea una asin1ilación formal n1ás vigorosa al proceso penal de a los tribunales de justicia, cuando ellos son los que obligan a la fisca-
corte acusatorio. Ese papel resulta aún n1ás desn1ejorado con solucio- lía a acusar. Pensen1os, entonces, en un fiscal dispuesto a defender su
nes con1o ]as del CPP Nación, 348, II, que colocan, en caso de conflic- acusación en el debate y a realizar esfuerzos para lograr una condena.
to, la decisión final sobre la apertura del juicio público en manos de Tan1bién en este caso toda la estructura de realización del juicio públi-
los tribunales de justicia. Por lo den1ás, el procedin1iento intern1edio, co, en nuestro Derecho positivo, decolora la actuación de la fiscalía, en
por sí n1isn1o, carece de una importancia general para la ley argentina, hon1enaje a los poderes del tribunal, y la relega, junto a la defensa, a
pues sólo se abre, facultativan1ente, por decisión de la defensa, cuan- un papel secundario. Según nuestras leyes, son los jueces que integran
do resuelve objetar ]a acusación e intentar in1pedi1~ de ese n1odo, el jui- el tribunal de juicio quienes don1inan -dejando de lado las facultades
cio público, y su decisión final-apertura del juicio o clausura de la per- de dirección y disciplina, propias ele ellos-, también, este período del
secución penal (sobresein1iento)-; además, la decisión de ese período proceclin1iento penal, confonne a la distribución de las facultades pa-
del procedin1iento sólo se funda en los registros labrados por el juez de ra obrar en él.
instrucción, sin posibilidad alguna de ofrecer prueba, de n1anera vin- Nuestro juicio público no es, originaria e histórican1ente, ni siquie-
culante para el instructm~ dentro de él y, con1o si ello fuera poco, tal ra desde el punto ele vista formal, un período claramente acusatorio
período procesal es, regularn1ente, presidido y decidido por el juez ins- del procedimiento, en el cual el acusador o los acusadores y la tarea
tructm~ que in1puso el procesan1iento. En cambio, cuando la actividad defensiva dominen la presentación del caso ante los jueces, a senlejan-
defensiva desiste de ejercer la facultad, ]a acusación determina, direc- za de aquello que se titula proceso de partes (en el Derecho anglosajón:
tanJente, la pron1oción del juicio público, situación procesa] que la adversaria!). Por lo contrario, su reglamentación se aleja considerable-
práctica reproduce de ordinario, pues, estratégican1ente, no parece nJente de ese n1oclelo. El peso de la tarea de realizar el juicio público
convenir a la defensa, de ordinario, la afirn1ación judicial renovada, recae sobre el cuerpo de decisión judicial, unipersonal o colegiado,
cercana al juicio, de la in1putación penal, casi segura si, con1o regulan que va a decidir por sentencia sobre la acusación; acusador y defensor
la n1ayoría de los códigos procesales penales, el artículo es decidido están colocados allí antes bien para controlar la legitin1idad de la acti-
por el n1isn1o juez que dictó el procesan1iento. Aún más, en el procedi- vidad que cun1plen los jueces, que con1o protagonistas principales del
miento por citación directa, para los códigos que lo autorizan, el pro- juicio. Por de pronto, ellos no dominan la presentación del caso y, por
cedinJiento inten11edio, práctican1ente, desaparece. ello, tan1poco la estrategia a seguir para lograr una decisión favorable
Cualquiera que sea la solución que se adopte para el dile1na expues- al interés concreto que defienden en éJ201. Si bien a la acusación y a la
to en el texto, un procedinziento intennedio obligatorio, que consista en
un debate, en forn1a de audiencia prelilninar, en el cual todos los inter-
vinientes discutan, inclusive de la n1ano de medios de prueba que pue-
201 El CPP Buenos Aires, 354, II, intenta corregir este defecto de partida, de una manera
que no me convence: supdme la lectura ele la acusación, requerimiento aprobado judicial-
mente para la promoción del juicio público --esto es, en verdad, aquello que no me c<:mven-
ce-, y lo suplanta por la exposición sintética y oral de los planteos del acusador Y el defensor.
200 CL su definición en CPP Chubut, 185.
373
372
A. El ministerio público penal § 11. Los ót·ganos estatales de la persecución penal
defensa les corresponde, en prinCipiO, la facultad de ofrecer prueba de prueba (testigos y peritos) y la incorporación de otros n1edios de
para el juicio202, aun con ciertas linlitaciones, las facultades del tribu- prueba en el debate depende, en un grado elevado, de los jueces que in-
nal de incorporar prueba de oficio, incluso como forma de suplir la tegran el tribunal sentenciador: ellos interrogan al in1putado y a los ór-
omisión de la fiscalía, son amplísimas, antes del debate, al prepararlo, ganos de prueba durante el debate, según la ley2os, e incorporan la
durante el curso del debate y, también, durante la deliberación de la prueba restante206. Según se observa, quien representa a la fiscalía en
sentencia, con reapertura del debate 203 . De esta n1anera, la estrategia la audiencia del debate -la misn1a afirmación es válida para el impu-
final respecto de la influencia sobre la decisión (táctica procesal) y la tado y su defensor-, lejos de ser un protagonista principal de la incor-
presentación del caso ante los jueces no pertenece al acusador, ni tan1- poración del n1aterial que los jueces utilizarán en la sentencia para de-
poco a quien se defiende, sino que, antes bien, queda, por principio, en cidir, sólo desen1peña un papel secundario. Ese papel, básican1ente,
n1anos de los propios jueces del caso -al proceder de oficio sinlilT!itar- consiste en un control de la actividad de los jueces, bien por amplia-
se a escuchar y decidir-, quienes, n1ás que moderadores (poder de di- ción de las preguntas dirigidas al in1putado o a los órganos de prueba
rección y disciplina de la audiencia) de una disputa y árbitros (jueces) durante el interrogatorio respectivo, con la venia de] presidente del tri-
de una decisión, resultan convertidos, a través de estas facultades ex- bunal, bien por solicitud para que quien preside la audiencia o el tri-
tra-decisorias, en protagonistas principales del conflicto y de su solu- bunal (cuerpo de decisión) ejerza las facultades que le concede la ley
ción. He alli, en la pura forn1a y estructura de una institución base del para incorporar prueba a] debate. El control de las partes se acentúa,
procedimiento acusatorio, el juicio público, la supervivencia de los en casos que signifiquen apartamiento de reglas que legitin1an el de-
postulados básicos de la inquisición y la razón pdncipal del titulo que bate con1o tal, n1ediante el poder de protesta (recurso de reposición) y
prefiero dar a este tipo de enjuician1iento: procedin1iento inquisitivo
la posibilidad de recurrir en casación la sentencia desfavorable. Basta
reformado. De esta tendencia se apartan los nuevos CPP Córdoba, CPP
presenciar un debate realizado según estas reglas, para advertir ele qué
Tucun1án y CPP Buenos Aires204, que, según dijinws, procuran, osten-
modo se decolora el papel que cun1ple el acusador -tan1bién el del in1-
siblenlent~, acercarse, aun cuando sólo forn1almente, al modelo del
putado y su defensor- y cón1o se agiganta la tarea y el poder que in-
proceso de partes.
cunlbe a los jueces en el procedin1iento. En este aspecto representan
Aquí, sin en1bargo, no finaliza esta caracterización del juicio y de
tan1bién una excepción las nuevas leyes procesales penales de las pro-
los papeles que en él cun1plen los intervinientes, en especial, la fisca-
vindas de Córdoba, Tucun1án y Buenos Aires. Han desapareddo de su
lia. Sin agotar el catálogo de facultades que acreditan esa caracteriza-
texto las facultades excepcionales concedidas a los jueces del debate y
ción, se puede observar tan1bién que el interrogatorio de los órganos
la sentencia y, en su lugar; han adquirido un papel más protagónico el
representante de la fiscalía, por una parte, y el defensm~ por la otra207.
202 CPP N8 ción, 355; CPP Mencloz<1, 387; CPP S<1lta, 383; CPP, La Rioja, 386; CPP Sgo.
del Estem, 306; CPP Catamarca, 318; CPP La Pampa, 324; CPP Corrientes, 381; CPP Entre 205 CPP Nación, 378, 384, I, y 389; CPP Mendoza, 410, 416 y 418; CPP Salta, 406, 412 y
Ríos, 361; CPP Chaco, 339; CPP Córdoba y Tucumán, 363; CPP Costa Rica, 304. 418; CPP La Rioja, 409,415 y 421; CPP Catamarca, 338,344 y 347; CPP Sgo. del Estero, 326,
203 CPP Nación, 356, II, 357, I, 387, 388 y 397; CPP Mendoza, 388, 389, 419 y CPP 332 y 338; CPP Jujuy, 374, 379 y 385; CPP La Pampa, 347, 353 y 358; CPP Corrientes, 403,
Salta, 384,385,415 y 426; CPP La Rioja, 387,388,418 y 431; CPP Catamarca, 319,321,346 41 O v 413; CPP Entre Ríos, 384, 390 y 396; CPP Chaco, 361, 36 7 y 372.
v 355; CPP Sgo. del Estero, 307, 308, 335 -no admite la reapertura del debate-; CPP La Pam- 206 CPP Nación, 382 y 385; CPP Mencloza, 413 y 414; CPP Salta, 410 y 413; CPP La Rio-
pa, 325, 326, 357 y 366; CPP Jujuy, 382 y 392; CPP Corrientes, 382, 383, 417 y 423; CPP En- ja, 413 v 416; CPP Catamarca, 342 y 345; CPP Sgo. del Estem, 330 v 333; CPP Jujuy, 377 y
tre Ríos, 362, 363, 393 y 404; CPP Chaco, 340, 341, 371 y 380; CPP Costa Rica, 320, 327, 355, 380; CPP La Pampa, 351 y 354; CPP Corrientes, 407 y 412; CPP Entre Ríos, 388 y 392; CPP
362. Chaco, 365 y 368.
204 CPP Córdoba, 362, 363, 365 y 400; CPP Tucumán, idem; CPP Pcia. de Buenos Aires, 207 Respecto del interrogatorio ele órganos de prueba: CPP Córdoba, 393 y 396; CPP Tu-
por inexistencia ele reglas que permitan al tribunal decidir de oficio una instrucción suple- cumán, idenz; CPP Pcia. de Buenos Aires, 360 y 364. El CPP Costa Rica, 351 y 352, también
mentaria (art. 338), la incorporación ele nuevos medios ele prueba al debate (art. 363) orea- varía las características de los interrogatorios durante el debate de manera de tornarlos más
brir el debate una vez concluido para ello (art. 371). pa1 ecidos al procedimiento de partes.
374 375
A. El ministerio público penal § 11. Los órganos estatales de la persecución penal
El verdadero papel de acusador de la fiscalía -y tan1hién el que fjnitiva sólo es revisable -por la vía de la casación (cmnprendida en
cumplen los den1ás intervinientes en el procedin1iento- asoma en to- ella todos los den1ás recursos que denon1inan1os extraordinarios, por
dos los códigos, con1o no podía ser racionaln1ente de otra manera, en los límites a su objeto) y, en su caso, de la revisión- cuando alguno de
la cUscusión final, durante los inforn1es previos a la clausura del deba- los afectados por ella la recurre y en la n1edida del recurso interpues-
te208: allí, casi con1o auténticas partes de un procedin1iento, los inter- to. De allí que los interesados -entre ellos la fiscalía que n1anifiesta el
vinientes en el debate revelan su interés verdadero en el caso e inten- interés del Estado en la persecución penal- gobiernen este período
tan fundar su requerin1iento en el contenido concreto de los actos del eventual del procedin1iento penal. La razón de que así esté previsto, en
debate y en la ley penal, para influir sobre la decisión de los jueces. Pe- confhi de la regla que gobierna, según hen1os visto, los períodos ante-
ro es absolutan1ente cierto, tan1bién, que la solución jurídica exigida riores del procedin1iento, parece residü~ en la satisfacción plena del or-
allí por esas partes, tan1poco lin1ita, por regla general, las facultades denamiento jurídico con la reahzación del proceso de conociJniento,
del tri bunaJ209. hasta arribar a la sentencia de n1érito, como exponente del juicio pre-
vio, exigido por el Estado de Derecho para fundar formalmente una
IV Los recursos. En las in1pugnaciones de decisiones jurisdicciona- decisión penal sobre e] caso; e] resto -las in1pugnaciones contra la de-
les 1·ecobra valor, con todo su alcance, el principio dispositivo, emana- cisión- pertenece a los afectados, pues nuestro Derecho positivo no co-
do, sin duda, del respeto por la auton01nía de decisión o de voluntad de noce, por regla general, la impugnación nzinisterio legis, en ninguna de
las personas interesadas o, n1ejor dicho, afectadas por la solución del sus forn1as211. En el capítulo de los recursos, por lo tanto, el procedi-
caso contenida en esas decisiones210. Especffican1ente, ]a sentencia de- n1iento penal alcanza el punto máximo de sen1ejanza con el proceso de
partes.
Puede ser observado como cuerpo extraño a este principio, la facultad de recurrir
sin interés real u objetivo, conforme al contenido de la sentencia. El principio de obje-
208 CPP Nación, 402; CPP Córdoba, 402; CPP Mendoza, 426; CPP Salta, 422; CPP La Rio- tividad, que gobierna entre nosotros la tarea de la fiscalía, tiene su resonancia o corre-
ja, 42.5; CPP Catamarca, 350; CPP Sgo, del Estero, 352; CPP Jujuy, .390; CPP La Pampa, 362; lato, en rnateria de recursos, cuando se permite que ella se sienta afectada por la deci-
CPP Corrientes, 419; CPP Entre Ríos, 400; CPP Chaco, 376; CPP Tucumán y Córdoba, 402; sión, si esa decisión perjudica al imputado, esto es, que la fiscalía se vea afectada por
CPP Costa Rica, 3.56 y 357, un interés ajeno o, simplemente, establecido por la ley, razón por la cual la ley le con-
209 CPP Nación, 401, I; CPP Córdoba, 41 O; CPP Mendoza, 434; CPP Catamarca, 351; CPP cede la facultad de "recurrir inclusive a favor del imputado" 212 . La referencia a lapo-
Sgo. del Estero, 347; CPP La Pampa, 370; CPP Jujuy, 395; CPP Corrientes, 427; CPP Entre sibilidad de recurrir el capítulo civil de la sentencia penal, que en algunos códigos pro-
Ríos, 408; CPP Chaco, 384; CPP Tucumán y Córdoba, 410; CPP Costa Rica, 365 (ver, sin em- vinciales acompai1a a la facultad ele recurrir a favor del imputado, no sólo es incorrec-
bargo, en este último Código, art. 346). Hasta qué punto la limitación es importante ya load- ta, sino, además, extrernamente confusa.
vierte NOÑEZ, CPP Córdoba anotado, art. 414, n" 2, p. 393. Cf., sin embargo, las sentencias de
la CSN va mencionadas supra (nota 34 de este parágrafo, p. 304) y también MAIER, y LANGER,
Acusación y sentencia, cit., ps. 617 y ss. -comentario a esas sentencias-. La CSN nunca deci-
dió este punto por unanimidad de todos sus miembros; últimamente ha puesto en tela de jui-
cio e, incluso, revertido la línea jurisprudencia! que, sintéticamente, impedía condenar sin el
requerimiento respectivo de la fiscalía en los informes finales del debate: en "Cáceres, Mar-
Un H.", Fallos, L 320, p. 1891, y, luego, en "Fiscal c/Fernández, Pedro" (F.18.XXXV), Fallos, 211 La reunión de oficio del tribunal de casación en pleno (ley nacional n" 24.050, arl.
t. 324, p. 425, no obtuvo mayoría el criterio contrario al resumido antes hasta que, en "Mar- 1O) constituye -incluido allí el particular recurso de casación que le sigue (art. 11)- un cuer-
cilese, Pedro Julio y otros/homicidio calificado" -causa no 15,888/98, resuelta el15/08/2002-, po extnul.o ~lentro de la reforma aprobada, autoritario sin duda y conservador del régimen
el juez FAYT cambia su criterio por el de la entonces minoría y la CSN consigue así regresar introducido desde antiguo en la justicia federal: cf. dDE LA RúA, Fernando, El recurso de ca-
enteramente sobre sus pasos. Contamos con un comentario de este último fallo, de PEREYRA, sación en el Derecho positivo argentino [El recurso de casación], 2" parte, sección tercera, ps.
Pablo R, Modelo acusatorio v persecución estatal. Sobre los aciertos y desaciertos en la dis¡m- 517 v ss.; del mismo autor, La casació11 penal, Ed. Depalma, Buenos Aires, 1994, V, ps, 289 v
ta por La relevancia de las conclusiones del ministerio público flscal, en "Nueva Doctrina Pe- ss.; D'ÁLBORA, CPP Nación anotado, cit., ps, 496 y s,; PALACIO, Lino E., Los recursos en el pro-
nal", cit., 2002/A, ps. 189-207. ceso penal, Ed. Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1998, Cap, X, no 55, p, 180; similar, en razón
21 O CPP Nación, 432, II, 443 y 44.5; CPP Córdoba, 443, II, 4.54 y 456; CPP Mendoza, 485, de las necesarias características del procedimiento, su brevedad y su rapidez, el art. 1O, II,
de la lev nacional no 23,098 (habeas co1pus).
49 l y 493; CPP Salla, 478, 484 y 486; CPP La Rioja, 477, 482 y 484; CPP Catamarca, 393, .397
y 399; CPP Sgo. del Estero, 390, 391 y 395; CPP Jujuy, 432 y 433; CPP La Pampa, 405, 415 y 212 CPP Nación, 433; CPP Córdoba, 444; CPP Tucumán, 444; CPP Mendoza, 485; CPP
41 7; CPP Corrientes, 469, 479 y 481; CPP Entre Ríos, 454, 464 y 466; CPP Chaco, 411, 421 y Salta, 478; CPP La Rioja, 477; CPP Catamarca, 393; CPP Sgo. del Estero, 390; CPP Jujuy, 432;
423; CPP Tucumún y Córdoba, 443, II, 454 y 4.56; CPP Costa Rica, 422, II, 424, 430 y 431. CPP La Pampa, 406; CPP Corrientes, 470; CPP Entre Ríos, 455; CPP Chaco, 412.
376 377
§ 11. Los órganos estatales de la persecución penal
A. El ministerio público penal
215 CPP Nación, 490; CPP Córdoba, 500; CPP Tucumán, 500; CPP Mendoza, 534 y 540;
CPP Salta, 530 y 531; CPP La Rioja, 524 y 525; CPP Catamarca, 461; CPP Sgo. del Es ter~, 445
y 447; CPP Jujuy, 478,479 y 480; CPP La Pampa, 461; CPP Corrientes, 525; CPP Entre Ríos,
508; CPP Chnco, 467; CPP Costa Rica, 453.
213 Supóngase, por ejemplo, que, a contrario de aquello que sucede en el Derecho posi-
216 Ver OPP (RFA), § 451; cf. RoxiN, DPP, cit.,§ 56, B, I, ps. 502 y siguiente.
tivo actual (CP, 24 v leves modificatorias), el encarcelamiento preventivo sea desvalorado en
1elación a la pena pri~ativa de libertad-1/2 día de prisión preventiva por 1 día de pena de 217 CPP Nación, 491; CPP Córdoba, 502; CPP Tucumán, 502; CPP Mendoza, 541; CPP
ptisión-, caso en el cual el recurso del fiscal "en favor del imputado" detenido, al evitar que Salta, 532; CPP La Rioja, 526; CPP Catamarca, 444; CPP Sgo. del Estero, 448; CPP Jujuy, 481;
la sentencia quede firme, que el condenado comience a cumplil· la pena y así prolongar su CPP, La Pampa, 462; CPP Corrientes, 527; CPP Entre Ríos, 509; CPP Chaco, 468; CPP Costa
encarcelamiento procesal, ¡·edundaría, de hecho, si no triunfa el recurso, en un perjuicio pa- Rica, 454, 457 y 458, II, c.
ra el condenado. 2 18 CPP Córdoba [1939], 15; CPP Mencloza, 15; CPP Sgo. del Estero, 11; CPP La Pampa,
214 Cf. BoviNO, Ingeniería de la verdad, cit; y del mismo autor, La persecución penal pú- 16, 2"; CPP Chaco, 18; CPP Costa Rica, 39 (pero con ln importante diferencia que no enco-
blico en el Derecho anglosajón, cit., p. 78, quien une la aspiración a la neutralidad u objetivi- mienda el ejercicio a la fiscalia penal, sino a un abogado de una oficina ele defensa civil ele
dad en la tarea de la fiscalía, considerada por él como una ficción peligrosa -al pm'lt~de se- las víctimas, adscripta al ministerio público general).
tl.alar que una ficción idéntica fundó la aparición de la Inquisición-, con la cuestión de la ubi- 219 CPP Mendoza, 15, 1"; CPP La Pampa, 16, 1"; CPP Sgo. del Estero, 11, 3", Hoy, en el
cación institucional del ministerio público, un error político histórico de nuestros sistemas orden nacional, esa delegación legal está, por principio, prohibida (lev nacional no 24.946
penales, en tanto apartan esta función -la de seguridad COilllÍ71, que contiene la política de [Orgánica del 1\llinisterio Público], art. 27; en Costa Rica interviene la Procuradlllia General
persecución penal- ele quien debe procurada inmediatamente, el Poder· Ejecutivo o la admi- ele la República (oficio similar a la Procuración del Tesoro en el Estado federal argentino o
nistmción ele un Estado, o mediatamente, el Poder Legislativo mediante el control pr·esu- las fiscalías de Estado en las provincias), incluso cuando se trata ele delitos que afectan inte-
puestario ele todas las activklades ele la administración pública, para conceder esa atribución reses colectivos o difusos.
nl Poder Judicial, dentro del cual se ubica al ministerio público fiscal antes bien pm· conve- 220 Cf. BoviNO, La vícli111a como sujeto público y el Estado como sujeto sin dereclzos, cit.,
niencia ele sus agentes, pero en desmedro ele la hmción que ellos cumplen, o desembocar en plantea una reorganización interesante de los órganos de persecución penal estatales desde
la creación ele un órgano extrapoder, con la pretensión de lograr así nutonomía funcional, que el punto de vista ele un papel predominante en auxilio ele las víctimas.
arriesga un "autisnzo institucional de consecuencias imprevisibles" (destacado nuestro).
379
378
¡
;
ses en caso alguno. El principio de objetividad, que gobierna la activi- Italia v Portugal, ubicados en esa línea política: en la legislación posi-
dad del n1inisterio púhUco fiscal, y aun el principio de legalidad, cons- tiva a;gentina, tributarios de esa tendencia, son, nuevan1ente, el CPP
pirarán contra la correcta defensa de los intereses de las víctin1as v Córdoba [199 J], cuyo proyecto sirvió de n1odelo al CPP Tucun1án, san-
111ás aún, plantearán problen1as de deslealtad profesional (prevaricat~~ cionado el n1jsn1o año y algo n1ás tenue en sus postulados reforn1istas,
profesional) y una colisión de deberes indudable para el funcionario y el n1isn1o CPP Nación que, aunque desordenadamente, mediante re-
de la fiscalía que, al n1isn1o tien1po, deba procurar la verdad histórica tazos, se inclina sin prisa pero sin pausa hacia esa realidad jurídica
objetiva del caso y la correcta aplicación de la ley penal, por una par- n1oderna.
te, y defender el derecho restitutorio o reparatorio de la víctin1a de un
delito, mediante la acción civil ex delito, por la otra. Por ello es prefe- La reforma principal se ubica en el período preliminar del procedimiento penal, en
la llam<.1,da instrucción preparatoria. Hoy la responsabilidad por la investigación del h~
rible, entre nosotros, cuando se organiza y concibe al n1inisterio públi- cho punible y la tarea ele preparación de la acusación -o, inversamente, del requen-
co fiscal con1o acusador penal en los delitos de acción pública, confor- miento que clausura la persecución penal- corresponde a la fiscalía. Se ha dicho, por
nle a aquellos principios, delegar la acción civil en otro funcionario ello, que el ministerio público fiscal (la fiscalía) es el amo o el se11or de la investigación
que no esté vinculado al desarrollo de la persecución penal221. 0
del procedimiento preliminar y que su tarea en el procedimiento reconoce allí su cen-
tro de gravedad223; aquí se centra, sin duda, modernamente, su t~rea más pesada y,
b) La jerarquización de la tarea de la fiscalía también, la más importante, pues ella es la que más le perrnitirá influir sobre el proce-
dimient0224. Ello sümifica también la desaparición del juez de instrucción, antiguo in-
L Según ya lo advertimos, la segunda mitad del siglo XX, en nues- quisidor cuya conse:·vación postuló la reforma del siglo XIX 225 . En ese sentido evolu-
tra Jnateria, en nuestro orden cultural y en los llamados delitos de ac- cionó, a lo largo del siglo XX, cada vez con mayor vigor, la legislación alemana, hasta
arribar a la tesis antes citada. En el mismo sentido se pronuncian hoy la legislación pro-
ción pública, se caracteriza, en gran Jnedida, por rescatar el papel de
cesal penal italiana y portuguesa, en sus nuevos códigos procesales penales. Entre no-
actor que le corresponde al n1inisterio púbHco por intermedio de la fzs- sotros, según ya se advirtió, así lo postulan los nuevos códigos de las provincias de Cór-
calía: un sinnún1ero de facultades que antes correspondían a los jue- doba y ele~ Tu~umán (1991 ), que extendieron la citación directa -procedimiento prepa-
ces, o no existían, son hoy, en la mayoría de los países, aun sin varia- ratorio de la fiscalía- a todos los casos, con una sola excepción (privilegio
constitucional del imputado) y, según se puede observar, no tardarán en pronunciarse
ciones de principio sustanciales para la persecución penal, patrin1onio
las leyes por venir (ver Proyecto Santa Fe [1993]): uno de los indicios que conduce a esa
de la actividad de la fiscalía en el procedimiento penal. Pioneros de es- conclusi(m está representado por la cláusula abierta del CPP Nación, 196, modo que
ta transferencia fueron, entre nosotros, el Proyecto CPP Nación halló el legislador nacional (Cámara de Diputados) para atemperar los efectos nocivos
de la posi~ión político-procesal del Proyecto que se convirtió en código federal
226
(1986), que, bajo la notoria influencia de la transforn1ación habida en . El
la OPP de la RFA, cuhninada en 1975 con la supresión total de la ins- nuevo CPP Costa Rica ha partido de la transformación apuntada, siguiendo al CPP Mo-
trucción jurisdiccionaf222, precede, inclusive, a los nuevos códigos de delo para Iberoamérica. . ,
Uno de los efectos que se procura mediante esta solución es dotar de una base JUn-
dica, desde el comienzo de la persecución penal, a los actos de investigación que cum-
ple la policía, a la par de constituir a la fiscalía en el garante inmediato, por su activi-
dad de control, de que los procedim.ientos policiales se ajusten a las reglas básicas del
221 CPP Salta, 15, para la defensa del Estado; CPP Catamarca, 12; CPP Entre Ríos, 16;
CPP Chaco, 17, para la defensa del Estado; CPP Córdoba (1991), 25 (para la defensa de la
víctima). Conforme a los principios estudiados, que gobiernan entre nosotms la actuación 223 RoXIN, DPP, cit., ps. 53 y 58; BEULKE, Werner, Straf/Hoz.epreclzt, Ecl. C. F. Müller, Heil-
de la fiscalía, un mismo oficio -y, conforme a nuestra organización tradicional, un mismo delberg, 1994, § 5, l, 1, ps. 31 y siguiente.
funcionario- debería, en plincipio, bregar en algunos casos por el sobreseimiento o la abso-
224 Cf. ROXIN, DPP, cit.,§ 37, p. 326.
lución y, al mismo tiempo, por la condena civil, situación que, si bien jurídicamente no es
225 Para apreciar esta verdad, cf. su ubicación y funciones históricas en FENT~NES, Emi-
imposible de ser pensada, plantea problemas evidentes de defensa de intereses contrapues-
tos; de la misma manera, un buen acuerdo reparatorio para la víctima, para el cual sea con- que, La policía judicial. Teorfa y realidad, Ed. Biblioteca Policial (PFA), Buenos A1res, 1968,
dición la renuncia al ejercicio de la acción penal, es impensable para la fiscalía. n" 6, ps. 38 y siguientes.
222 Se trata de la Primera Ley para la reforma del Derecho procesal penal (LStVRG), pe- 226 Ve 1·Jnfónne del Dictw1ze11 de ma_voría e Infómze del Dictamen de minoría de la H. Cú-
mara ele Diputados, al sancionar el código vigente, e Informe del Ministro de Justicia, propo-
ro la transformación comienza ya en la época del nacional-socialismo (cf. PETERS, StrafjJro-
::.eP, ciL, § 12, I, 2, p. 62). niendo reformas al Proyecto en el Senado de la Nación.
380 381
A. El ministerio público penal § 11. Los órganos estatales de la persecución penal
Estado de Derecbo227, todo ello sin perjuicio del control mediato que corresponde a los. 2. Acuerdos con el imputado y su defensa para transformar la per-
jueces en el procedimiento, sobre todo cuando se trata de injerencias estatales en el ám-
secución penal n1aterialn1ente, cuando se procura una solución distin-
bito de derechos básicos (libertades) ele los individuos. A pesar ele que la tarea prelimi-
nar de investigación cambió c.le manos, se conoce que, en una gran medida, el éxito de ta a la penal para el caso (suspensión del procedimiento a prueba: CP,
una investigación penal está confiada, al menos en los delitos tradicionales (convencio- 76 bis y ss.) o tan sólo un consenso sobre la pena a cun1pHr231, o bien
nales, según se los denomina), a la labor de los funcionarios policiales, sobre quienes fon11almente, para llevar a cabo un procedinzierzto sinzpliflcado232.
recae el grueso de la tarea investigativa o la ejecución de medidas con ese fin. Por ello,
se ha caracterizado al ministerio público fiscal, también, como una cabeza sin (que ca- 3. Auxilio a la víctima del delito, n1ediante las posibilidades de
rece de) manos228. Los funcionarios policiales son o deben ser, efectivan1ente, los prin- transformar la persecución penal, hasta prescindir de ella, en favor de
cipales auxiliares ele la fiscalía, sometidos a sus mandatos e instrucciones, al menos en la adopción de un sisten1a distinto que repose sobre la reparación del
la tarea procesal que les toca llevar a cabo. A ellos les corresponderá el grueso de las in- daño (hoy llanmdo tercera vía del Derecho penal)233. Desde el punto de
vestigaciones Climinales, sobre todo en los delitos "de calle", esto es, cumplidos en la
vía pública o en lugares de acceso público, y en aquellos que representan el ejercicio de vista del Derecho procesal penal ello se traduce en el ingreso de la ten-
la violencia física. Es por ello que las relaciones entre fiscalia y policía son hoy objeto tativa de conciliación autor-víctinza al procedin1iento penaJ234.
de estudio monográfico229. Es posible e imaginable que todo lo contrario suceda en los
delitos no tradicionales (llamados no convencionales) o, cuando menos, en algunos de
III. Una configuración formal distinta de la estructura del juicio, es-
ellos, por ej., en el ámbito de la criminalidad económica230, en cuya investigación el
ministerio público, por intermedio de sus fiscales, es quien lleva a cabo, principalmen- pecialnlente del debate, que reduzca el protagonismo y señorío de los
te, la tarea de investigarlos (instruirlos) directamente. jueces sobre el con tenido n1aterial del procedin1iento, para aislar sus
facultades de decidir en la sentencia, con el objetivo de remarcar su
II. En orden de in1portancia, respecto de la modifJcación de la fun- inzparcialidad, se traduce, inmediatan1ente, en la adquisición por par-
ción que se espera desarrolle el n1inisterio público fiscal, cabe agluti- te de la fiscalía de un papel protagónico y principal en él, en conjunto
nar una sede de posibilidades, antes inexistentes durante la vigencia con otros participantes en el procedin1iento235. La fiscalía se deberá
extrema del principio de legalidad, facultades que se refieren, de ma- ocupar de la presentación de su caso y no sólo n1ecliante la interposi-
nera genérica, a las relaciones de la fiscalía con las demás personas ción de ]a acusación, sino, adernás, a través del ofTecin1iento de prue-
protagonistas del procedirrliento penal y a la expresión de su voluntad
como detern1inante de la ausencia o transformación de la persecución
penaL En apretada síntesis, ellas son las siguientes:
1. Aplicación del principio de oportunidad, para prescindir de la
persecución penal o tan sólo de la persecución penal pública en cier- 231 Pategiame11to sulla pena, CPP Italia, 444 y siguientes. Cf. CoRso, Piermaria, El mwvo
tos casos que determina la ley, que le concede facultades específicas Coclice di Procedura Pena le ( 4" ed.), Ecl. La Tribuna, Piacenza, 1995, con jurisprudencia, ps.
para ello. 1134 y siguientes. Entre nosotros ya ha tomado carta de ciudadanía el procedimierzto o jui-
cio abrel'iado (CPP Nación, 431 bis; CPP Pcia. de Buenos Aires, 395 y ss.; CPP Córdoba, 415),
que no sólo implica un acuerdo sobre el rito, sino, también, sobre la pena, y que posee dife-
rente alcance según la ley procesal penal en la cual se inserta (al respecto, sobre la compe-
tencia legislativa federal o local, DE LA ROA, Jorge, Un agravio f'edeml, en "La Ley", Buenos
Aires, t. 1997/D, ps. 1198 y siguientes). Para un estudio del instituto -que ha suscitado enOt·-
mes criticas- en el Derecho argentino y comparado, cf. MAIER, Julio B. J. y BoviNO, Alberto
227 RoxrN, Rechtsstellung und Zukwzftsaufgaben, cit., ps. 385 y 388.
(comps.), El procedimiento abreviado, Ed. Del Puerto, Buenos Aires, 2001.
228 Expresión que corresponde a Eduard KERN: cf. RoxrN, DPP, cit.,§ 10, B, I,pJ7.
232 Cf MAIER, Julio B. J., J..!Jecanisnzos de simplificación del procedimiento penal, Consi-
229 GOssEL, Kad-Heinz, Reflexiones sobre la situación del ministerio público en el proce- glio Nazionale delle Ricerche, Roma, 1991, v. 3, ps. 325 y ss.; CPP Italia, 438 y ss. (Pategio-
dimiento penal de wz Estado de Derecho y sobre sus relaciones con la policía [Reflexiones], en
mento su! rifo). Cf. CoRSO, Il nLW1'0 Coclice di Procedura Pena/e, cit., ps. 1107 y siguientes.
"Doctrina Penal", cit, 1981, ps. 621 y ss.; AMBOS, Kai, Control de la policía por el f[scal versus
dominio policial de la instrucción, en "Tribunales ele Justicia", n" 3, Madrid, marzo 2002, ps. 233 Cf. RoxrN, Strafi·echt AT, cit., t. I, § 3, III, ps. 67 y ss.; MAIER, Julio B. J., El ingreso de
15 y siguientes. lo reparación del dm1o como tercem 1'(a al Derecho penal argentino, en BINDER, Alberto M. y
230 Cf. RoxrN, Reclztsstellwzg zmd Zukzmftsaufgaben, cit., p. 388 y ss.; MAIER, Julio B. J., M,\IER, Julio B. J. (comps.). El Derecho penal hov. Homenaje al Pro¡: David Baigú11, Ed. Del
Delincuencia socio-económica v refomza procesal penal, en "Doctrina Penal", cit., 1989, ps. Puerto, Buenos Ailes, 1996, § I, ps. 27 y siguientes.
S 14 y ss.; PASTOR, Daniel R.,¿ Es conveniente la aplicación del proceso penal "convencional" a 234 Cf., p01 ej., CPP Costa Rica, 30, j y k, y 36.
los delitos "no convencionales"?, en MAIER, Julio B. J. (comp.), Delitos no convencionales, Ed. 235 BoviNO, Alberto, El juicio y la CN, en MAIER (comp.), El 1llle1'0 CPP Nación. Análisis
Del Puerto, Buenos Aires, 1994, ps. 269 y siguientes. educo, cit., II y ss., ps. 172 y siguientes.
382 383
§ 11. Los órganos estatales de la persecu~Íón penal
A. El ministerio público penal
23 6 Ver esta ob1·a, L 1, § 6, E, 4, ps. 632 y ss., y H, ps. 70.5 y siguientes. 2.37 CPP Nación, 5.
385
384
C. El querellante en los delitos de acción pública *13. La participación del ofendido en el procedimiento penal
después del debate sobre el1nérito, se funda en la necesidad de evitar con las facultades concedidas por la ley procesal al querellante220.
un nuevo dispendio de actividad jurisdiccional, para dar solución al ELlos son, sin en1bargo, casos de excepción -pues el órgano de ]a per-
caso desde el punto de vista del Derecho pdvado, cuando esa actividad secución penal estatal, en los delitos de acción pública (CP, 71 ), está
ya ha sido cumplida íntegrarnente. siemp1·e representado por ]a fiscalía-, previstos expresan1ente por una
. _Mayores aproxin1aciones al ten1a bajo la letra E de este parágrafo. ley, razón por la cual pueden ser dejados de lado al explicar la institu-
ción y non1hrarse, a guisa de ejen1plo, al final de la exposición.
C. El QUEREllANTE EN lOS DEUTOS DE ACCIÓN PÚBliCA En los llamados "delitos de acción pública", incluidos los depen-
dientes de una instancia para su persecución, se denon1ina querellante
1. Concepto y legitimación -o querellante particular, o acusador particular-, en principio, a la per-
1. Se denomina entre nosotros querellante 2 l9 a la persona que, ade- sona, de Derecho público o privado, portador de] bien jurídico afecta-
más del n1inisterio público Gscal, está autorizada por la ley a perseguir do o puesto en peligro por el hecho punible concreto que es objeto del
penaln1ente en un proceclin1iento penal. Esta definición por exclusión, procedimiento, esto es, sintétican1ente, al ofendido por ese hecho pu-
y, por ello, no recon1endahle, se vincula al hecho de que el Derecho ar- nible, en lenguaje usual para el Derecho procesal penal, o a la víctima
gentino legitin1a a ciertos órganos estatales -personas de Derecho pú- del hecho punible, en lenguaje usual para el Derecho n1aterial o para
blico, con prescindencia de su calidad ele ofendido con1o portador ele los estudios crin1inológicos. Tal definición básica en1erge del texto de
un bien iurídico o, cuando n1enos, sin interesar esa circunstancia-, di- la propia ley procesal que, según fónnula con1ún entre nosotros, con-
ferentes del n1inisterio público fiscal, a intervenir en el procedinliento cede la posibilidad de perseguir penaln1ente a "Toda persona con ca-
penal con1o persecutores (actores) penales, en ciertas zonas o delitos pacidad civil particularmente ofencHda por un delito de acción públi-
particulares del ámbito de Jos hechos punibles, al lado de la fiscalía y ca ... "YJJ
-- .
óRO 681
§ 13. La participación del ofendido en el procedimiento penal
C. El querellante en los delitos de acción pública
este criterio, como cuando ha decidido que el socio puede querellar a quienes han ad-
mentos o de usar documentos falsos (CP, 292 y ss.) y de las falsificaciones en general
ministrado fraudulentarnente (CP, 173, 7") el patrim.onio social.
(CP, 282 Y ss.), concebidas todas como "delitos contra la fe pública". Tales falsificacio-
nes van unidas, regularmente, a delitos contra la propiedad o el patrimonio, en tanto
la_falsil:icación o el uso de aquello que fue falsificado revela su fin en un fraude a un pa- II. Las reglas legales que conceden la facultad de querellar a la víc-
tnmomo concreto o, cuando menos, en una disminución de una expectativa patrirno- tin1a an1plían su radio natural de definición en ciertas _ocasio~1es. Es
nial legítima. Empero, aún pensados estos delitos autónomamente, como en el de la conocida esa an1pliación en el caso de que el hecho punible obJeto del
falsificación de un testamento que excluye un heredero en una sucesión deficitaria por
procedin1iento haya provocado la n1uerte del portador del. bien jurídi-
una causa que lo somete a una persecución penal o en el ele nli adhesión a un movi-
miento político del que no participo, que me priva, en aquél al que yo realmente adhie- co afectado, sólo cuando la n1uerte -por acción dolosa o JDJ.prudente,
ro, de una postulación <:;lectora!, no parece posible dejar ele lado el interés de quien, a por on1isión- constituye uno de los elen1entos del hecho pt~n.ible. ~n
0
raíz de la falsificación documental, se ve privado de un derecho que le pertenece (acep- esos casos nuestra legislación extiende, por lo general, la leg1t1n1acion
tar la herencia lisa y llanamente o con beneficio de inventario, postularse para un car- al cónyuue supérstite y a ciertos parientes, que non1bra, ordinarian1en-
go electivo) o soporta el riesgo de afectación (sometimiento al procedimiento penal y 223
privación de libertad o caución). La cuestión es todavía más clara en "delitos contra 1~ 1 te, no po~· el grado sino por su nmnbre común: padres e hijos .
seguridad pública", como, por ej., en el envenenamiento o adulteración de aguas, sus-
El CPP Córdoba, 7, coloca, al lado del ofendido, a sus herederos {orz.osos, sin me~
tancias alimenticias o medicinales que, por definición, requieren estar destinadas al
uso público o al consumo colectivo (CP, 200), hechos punibles en los cuales un consu- cionar la limitación de la muerte de la víctirna comO resultado típico del hecho pum-
midm puede resultar perjudicado directo por el hecho punible, por el mero hecho de ble. Si rigiera la interpretación restrictiva, prohibida para el caso por la misma le~ (CPP
ser uno de los consumidores reales de la sustancia adulterada (del agua envenenada 0 Córdoba~ 3), sería posible la afirmación de que el concepto heredero f01~zoso solo co-
bra valor des pues , ei e 1a rnuer·te d e1 causan
- t e, es t o e,,
-s en concreto , en el nusrno caso an-
.
de la insulina adulterada), por tanto, portador concreto del bien jurídico protegido por
~a norma, con exclusión de toda afectación o peligro corrido por otro bien jurídico (la
tes reseüado. Esa interpretación es posible, pero no correcta, pues la fórmula no _exig_e
mtegridad lísica si el consumo produjo lesiones, por ejemplo). De la misma manera se que el hecho punible por el cual se querella tenga por resultado la muerte del o_fen~h
puede razonar en los demás "delitos contra la salud pública". do: ele tal manera, aun en esa interpretación, si el ofendido muere por otra ra.zon, m-
Sin embargo, es más difícil consentir la solución indicada en otros delitos que afec- cluso por una causa natural, que no genera punibilidad alg:ma, los hereder~s fo~z~sos
tan o ponen en peligro intereses colectivos, como, por ej., en la instigación a cometer lo suceden en la facultad de querellar. Pero más grave es aun que, con una_mterpreta-
ción extensiva, el derecho ele querella alcance a quienes son sus herederos forzos.os se-
delitos o en la asociación ilícita y, dicho ele manera general, que reco;oce excepciones,
gún el concepto de la ley civil, aun sin rnorir el ofendido corno resultado ~el debto: se
en los "delitos contra el orden público". La solución, a mi juicio, depende de dos pará-
metros en cuanto al portador individual: el primero se refiere, según ya lo hemos ad- Zrata del caso del ofendido por un delito contra el patrimonio (hurto,_~~n~-' fraude) Y
vertido, a admitir, para el caso, la interpretación extensiva e, incluso, la aplicación ana- sus herederos forzosos, que, si este concepto se refiere tan sólo a la dehmcwn de la ley
civil, en el rnomento de la querella, podrían querellar prescindiendo de la voluntad de
lógica de la regla en el sentido indicado; el segundo se refiere a la condición, propia del
procedimiento, de poder verificar -probar-la afectación o, en su caso, el peligro corri- la propia víctirna. Las extensiones tradicionales del derecho el~, querellar no ofTe_cen lu-
crar a esta confusión. Para apreciar la magnitud ele la conh.1s10n se debe pensax en.los
do por el bien jurídico protegido del cual el pretendiente es portador concreto. Con re-
delitos de acción pública sometidos a la condición de la instancia privada .. Es posible
ferencia al primer supuesto, escasamente tenido en cuenta por la jurisprudencia -que
imaginar, en la hipótesis, problemas variados, desde el más obvio que consiste ~n pre-
antes bien ha preferido la interpretación restrictiva-, su corrección no sólo parte del he-
cho de que, para las facultades que ella concede a quienes pueden intervenir en el pro- gun~-arse si pueden querellar los herederos forzosos del instant_e cuand? él no_ ~Jerce_l~
facultad de querellar, aunque libera la persecución pena1I~1e~hante la mstanCl~.' _hasta
cedí.míento, rige el CC, 17, sino, además, del expreso mandato de la ley procesal (CPP,
el más grave consistente en la muerte del instante capaz sm mstar la persecucwn pe-
Nau.ón., 2) que obliga a adoptar la solución indicada. En efecto, mandar a interpretar
nal, pn:tJlema este último meramente aparente, pues está resuelto por la ~ey penal (CP,
restnctzvamell.te toda disposición legal que limite el ejercicio de un derecho atribuido
72, n, primera oración), en el sentido de negar la posibilidad de persegmr penalme~te
por el Código -para el caso: el derecho de querellar hmdado en los límites que la pala-
el hecho, salvo el caso específico de la muerte del instante como resultado del hecho
bra ofendido presuntamente implica, si se la interpreta restrictivamente- vale lo mismo
que obligara i11terpretar extensivamente y aplicar analógicamente los presupuestos que punible (persecución de oficio: CP, 72, 1"). . . . , "a· ._
La referencia a los representantes legales y convenciOnales (mandatanos) como let)tl
esa misma facultad requiere para existir en concreto222: todo se reduce a un problema
mados para querellar es incorrecta y nada agrega224, pues ambos representantes operan
de utilización del idioma. En ocasiones, la jurisprudencia ha aplicado correctamente
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§ 13. La participación del ofendido en el procedimiento penal
C. El querellante en los delitos de acción pública
expresando una facultad 0 una voluntad aj_e~~s, el primero_ la de su hijo, pupi~o ~ente -~·e n1ás Ja ventaja, en relación a los funcionarios del ministerio público
presentado, que no puede efectuar la dec1s10n de ~brar m llevarla a cabo, ~ az~n r,m la fiscal, de su experiencia y técnica aprendida en el án1bito definido en
cual la ley ciúl, comercial, administrativa o ele otra mdole coloca en su lugar alr ~pr e:e_n- el cual operan227. Y el hecho de que se trate de la persecución penal
tante u ó~·gano de decisión, y el segundo la voluntad de quien le ha delegado su eJer~ICIO, ofrece aden1ás la ventaja, esta vez jurídica, de que la aplicación del De-
el manclar;te. La extensión que tratamos es sobre todo incorrecta, cuando la ley mrsma
se refiere, posteriormente, a la posibilidad de representación (CPP Córdoba, 125).
recho penal, más aún en el caso de la persecución penal pública, no de-
be lidiar con el problen1a relativo a los efectos de la sentencia, sobre
IIL La ley procesal penal se refiere sien1pre, entre nosotros, al ofei~ todo respecto de ofendidos individuales que no intervinieron en el pro-
dido en el sen ti do expresado: el de víctin1a individual del hecho puni- cedirnien to228.
ble. Con1o anticipamos, la existencia de bienes jurídicos colectivos, SL~ Sólo conozco un caso (CPenal Económico, Sala "A", n" 13.759, resuelta ell0/3/1995
praindividuales o universales ha planteado hoy_el probl~n1a de la legi- v registrada bajo el n" 43 bi.s, folio 56 bis, año 1995) en el que un tribunal de apelación
tinlación de las asociaciones, denon1inadas zntermedzas -entre las permitió a una asociación intermedia -la Cámara o asociación de empresas que regía
cuales se destacan las organizaciones no guberna1nentales (conocidas la acti\·idad específica de la que se trataba-, que compartía con el Estado (Aduana) la
tm·ea de fiscalización de las exportaciones, asumir la posición de querellante particu-
por la sigla ONG)-, con1o titulares de la facultad de que~ellar en a~ue lar ( CPP Nación, 82) para perseguir penal mente, junto a la fiscalía, hechos punibles re-
Uos casos referidos al bien jurídico cuya defensa constituye el obJeto lativos a los reintegros (beneficios o subvenciones) por exportación. Idéntica resolu-
de la asociación de personas: sirva cmno ejemplo Greenpeace, la orga- ción fue reiterada en dos casos idénticos iniciados por la misma asociación pero con-
nización universal para la defensa del an1biente, en relación a los he- tra otras personas y decididos por el mismo tribunal ( CPenal Económico, sala "A", n"
13.995, resuelta el24/5/1995 y registrada bajo el n" 223, folio 272, aii.o 1995, y n" 13.959,
chos punibles que afectan el n1edio an1biente o lo ponen e.n peligro, o,
resuelta el 24/5/1995 y registrada bajo el n" 225, folio 274, aflo 1995). Sin duda, el he-
en un sentido rnás local, la Sociedad protectora de los an1n1ales, para cho ele que las reglas administrativas regularan el control aduanero compartido entre
los hechos punibles que consisten en el maltrato a ellos 225 . Se trata, co- la Aduana v la asociación específica contribuyó decididamente a fundar la resolución.
n1o se observa, de un problen1a político. Sin en1bargo, él podría tener
solución transitoria en ]a propia ley, si se aceptara su aplicación analó-· IV. A pesar de la institución de un órgano estatal específico para la
gica, según lo postulan1os. En esos bienes jurídicos colectivos, sin per- persecución penal pública, leyes particulares legitiman para intervenir
Juicio de la existencia de un ofendido individual con derecho a quere- como querellante en el procedirniento penal, con sus n1ismas faculta-
-llar, las asociaciones constituidas para su defensa están coloca~a~, I_'es- des, deberes y responsabilidad -sin desplazar a la fiscalía-, a otros or-
pecto de esos intereses -hoy llan1aclos di~Ls~s, en otr~ terreno JUfldico, ganismos estatales diferentes del ministerio público fiscal, en casos de
por la dificultad para individualizar ofendidos particulares_-, en _un~ excepción. Sucede así, por ejen1plo, cuando la ley penal tributaria y
posición análoga a la de la víctin1a individual. res~ecto de bienes JUn- previsional (n° 24.769: Régimen penal tributario), art. 23, prevé que "El
dicos de ese tipo226. Regularn1e11te, esas organizaciones presentan acle- organismo recaudador podrá asumir, en el proceso penal, la función
225 Todavía cabe hablar de esas asociaciones intermedias como representantes el~ las pitulo"; sin embargo, ella, puesta en la ley en un capítulo distinto y posterior al1 elativo al
víctimas en aquellos delitos tradicionales que afectan a un portado:· individual_: como e¡em- "Particular damnificado", impide más que auxilia ese tipo de interpretación. Me pregunto:
plo, una asociación de mujeres que se proponga auxiliat a las víc~Irnas ele cl~hto_s s~x~1ales~ ¿cuál habrá sido la intención de quienes incluyeron la regla?
cuando son mujeres. Pero ese problema es puramente t:>~mal, pues el ofendido J:lL~~:Ie, ap?
227 Razón po1la cual es hasta recomendable el reemplazo ele la fiscalía pol estas asocia-
derar a la asociación para que ejerza por él la persecucwn penal del autm ?. partiCipe. Sm
ciones, para la persecución penal del autor y partícipes bajo supervisión ele un funcionario
embar!!O, la facilitación formal ele esa delegación, mediante la simple expreswn d_e_ vol:1~tacl
del ministc1 io público fiscal. oficio que puede retomar la persecución penal si existe una va-
ante ct7alquier autoridacl-apud acta-, como sucede?~ con la delegación de la accwn Civil en
loración negativa ele la tarea que cumple la asociación.
un funcionario oficial, es conveniente y debe ser exigtda.
226 El CPP Pcia. Buenos Ail·es, 84, parece sugerir la interpretación propuesta, y, en v:-r- 228 CL PELLEGRINI GRINOVER, Ada, Novas 1emle11cias do direito processual, Ed. Forense
Universita1ia, Río de Janeiro-San Pablo (Brasil), 1990, II, 11, ps. 152 y siguientes.
dad, se podría arribar a ese resultado no bien se excluyera su referencia final al "presente Ca-
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C. El querellante en los delitos de acción pública § 13. La participación del ofendido en el procedimiento penal
de querellan te particular a través de f-uncionarios designados para que procedin1iento o el deber que le impone el principio de legalidad, pro-
asun1an su representación"229. pio de la función (CP, 71 y 274), y ]a facultad de recurrir a favor del in1-
putado236.
2. Función y límites
Con1parado con el ministerio público fiscal, el querellante tmnpo-
El querellante en los delitos de persecución penal oficial se desem- co puede dirigir la instrucción prelilninar y practicar sus actos237 o
peñ~ cmno acusado1~ al lado de la fiscalía o en conjunto con ella, pero cumplir esa tarea por delegación del juez de instrucción238. La ley
autonmna1nente. EI1 general se describe su función 1nediante una describe y circunscribe su actuación cuando explica que le correspon-
equiparación de fac;;:ultades con las de la fiscalía, acusador nato del de "in1pulsar el proceso, proporcionar elementos de convicción, argu-
procedin1iento común. Empero, el querellante no posee ]as atribucio- n1entar sobre ellos y recurrir con ]os alcances que en este Código se
ries coercitivas ni ejecutivas de las que goza el ministerio público fis- establezca[n]"239, facultades que definen su papel genérico en el pro-
cal o su auxiliar, la policía, por ej., la de allanar do1nicilio, en los casos cedin1iento.
en los cuales la ley pern1ite la injerencia sin ordenjudicia}230, la de dis- El querellante posee el derecho de conocer los protocolos o actas de
poner arrestos y requisas urgentes por peligro de den1ora231, la de clau- la instruccjón (vista), n1ientras no baya sido ordenada la reserva240,
surar locales 232 o la de disponer el secuestro de comunicaciones epis- por haberle sido concedido el papel de "parte" en el procedin1iento, y,
tolares o de cosas ren1itidas233. El uso de la fuerza pública concierne por aplicación analógica241, la facultad de asistir a los actos de la ins-
sólo a la fiscalía y a su auxiliar en estos n1enesteres, la policía, que la trucción de la n1isn1a n1anera según la cual está regulada la asistencia
detenta. Va de suyo que tan1poco alcanzan al querellante los deberes de los defensores del ünputado y del fiscaJ242. Las únicas diferencias
pertinentes. En este sentido, el querellante, 0 quien por él (mandatario con el funcionario que representa al n1inisterio público fiscal respecto
o representante) cun1ple ese papel, se comporta con1o un sünple ciu- ele estas facultades durante la instrucción prelin1inar consisten en la
dadano, con las facultades que a él le autoriza, excepcionaln1ente, la vigencia del secreto ordenado para el querellante243, que no rige para
l~y _procesal penal: por ej., la de detener a alguna persona sin orden ju- el n1inisterio público, y en la lin1itación para asistir a la declaración del
d1c1al en los casos especialmente autorizados por la ley v con la obli- in1putado244, facultad que no posee el querellante.
g~ció_n_de e1:tregar al detenido inmediatmnente a la auto~·idad policial En el Derecho positivo argentino, el querellante puede acusar autó-
o .JUd1cwl n1as próxin1a 234 . Tan1poco alcanzan al querellante ciertos de- non1an1ente, esto es, sin depender de la acción que decida emprender
b_eres o facultades funcionales de los funcionarios de la fiscalía 0 poH-
cwles, con1o las obligaciones de obrar con objetividad y lealtac[23.5 en e]
236 CPP Nación, 433, sin sentido cuando se trata del querellante, pues significa el aban-
dono de su querella.
237 Procedimiento preparatorio del ministerio público fiscal: CPP Córdoba, 328 y ss. (Jn-
vesligación fiscal); CPP Pcia. Buenos Aires, 267 y ss. Unvestigació11 penal preparatoria); CPP
229
Un órgano estatal, el Banco Central de la República, resume en sí mismo la función Nación, 353 bis (Instrucción swnaria).
el~ ~~I~.acu;:dor, con exclusió~1 del ministerio público fiscal, en el Régimen penal cambiario 238 CPP Nación, 196.
(ley n. 19 ..).')9, dudosamente vigente en su totalidad porque ha sido ot·denado su texto por un
239 CPP Nación, 82, L
d~c~·~t~ del ~~~let· Ej:cutivo n" 48~/95), pero también, aunque parcialmente, la de juzgador
(\el di ts. 5 Y ss.), lo cual, en matena penal, rept·esenta una extravagancia. 240 CPP Nación, 204.
231
°
23 CPP Nación, 227. 241 El CPP Nación revela aquí una de sus múltiples deficiencias provenientes del hecho
CPP Nación 184, incs. 3", .5" y 6". de que al proyecto originario, que desconocía a la víctima como actor penal, se le añadió el
232 reconocimiento para cumplir ese papel, al parecer "de urgencia", esto es, sin el tiempo de
CPP Nación, 184, 6".
meditación necesario para corregir su texto íntegro.
233 CPP Nación, 185.
234 CPP Nación,
242 CPP Nación, 198, 200, 201 y 202.
287. 243 CPP Nación, 204.
lJ'i Cf., por ej., CPP Chubut, 200. 244 CPP Nación, 295.
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C. El querellante en los delitos de acción pública § 13. La participación del ofendido en el procedimiento penal
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C. El querellante en los delitos de acción pública § 13. La participación del ofendido en el procedimiento penal
Se debe tan1bién aclarar que la omisión de querellar no perjudica too del incidente 27 0. Sin en1bargo, el tribunal que decide sobre las cos-
para nada la acción civil restitutoria o reparator~a, más allá de la pér- tas puede -facultad discrecional cuyo uso debe fundar en el sentido de
dida de la oportunidad de dernostrar la i1nputación de la cual emerge la regla- exirnir al querellante de responder por las costas del procedi-
el daflo; y, asin1isn1o, la acción civil, aun ejercida en el procedin1iento miento" ... total o parcialmente, cuando hubiera tenido razón plausible
penal, no in1plica la necesidad de querellar265. para litigar", esto es, cuando, en el contexto del procedin1iento, el ejer-
cicio del derecho de querellar esté racionaln1ente justificado, facultad
n. Según ya advertinlOS, quien intenriene en un procedilniento pe- que, por supuesto, tiene carácter ele excepción271. El tribunal que deci-
nal corno querellante sólo pierde el derecho a intervenir en él por re- de debe también, en el caso de condenación n1tdtiple por las costas y
nuncia expresa266 o por abandono de la querel1a2 67, por su nluerte26S y sin pe1~juicio de la solidaridad de la obligación para los condenados, fi-
por la sentencia firme que concluye el proceso de conocimiento, pues jar la parte proporciona] de ellas que debe soportar el querellante272.
él no está autorizado a intervenir durante el procedin1iento de ejecu-
ción, según antes lo aclaran1os. Más allá de ello el querellante pierde IV. Nuestras leyes procesales penales aclaran siernpre que la asun-
tan1bién el derecho a intervenir o a proseguir con1o acusador en el pro- ción del papel de querellante en un procedüniento no exin1e del deber
cedimiento, en el Derecho positivo argentino, por haber renunciado a de testünoniar a quien interviene en él como ta1273.
la acción civil o por hacer convenios sobre el pago del daño, cualquie-
ra que sea la naturaleza de la transacción (CC, 1097). D. El QUEREllANTE EN lOS DEUTOS DE ACCIÓN PRIVADA
1. Concepto y legitimación
III. Al margen de sus responsabilidades relativas al daño 1naterial
I. La persecución penal privada es, según ya lo hemos observado,
o ITloral producido por la actividad de querellar, propias de la ley ci-
vil, y de los hechos punibles en que puede incurrir con su querella, se- una excepción, incluso rnuy lirnitada, en nuestro Derecho penal (CP,
gún el Derecho penal -por ej., delito contra el honor o contra la ad- 73 y ss.), que, con1o siste111a, parte de la regla -de vigencia casi absolu-
ta- que in1pone el monopolio acusatorio del Estado. En los delitos lla-
ministración de justicia-, la responsabilidad procesal básica del que-
rnados de acción privada, quien puede querellar es el dueño exclusivo,
rellante se circunscribe a las costas del procedin1iento cuando resulta
con su voluntad, del poder de son1eter a alguien al procedin1iento pe-
vencido en él o en un incidente producido durante su transcurso 269 ,
nal y a la decisión de los tribunales penales en un caso concreto. Por
esto es, naturaln1ente, en caso de sobresein1iento o de sentencia ab-
esta razón, él es tan1bién el único que puede conducir, corno acusador,
solutoria, costas cuyo contenido abarca todos los gastos rnedibles en
dinero que fue necesario realizar durante el trán1ite del procedin1ien- el procedin1iento hacia la sentencia, n1otivo por el cual, según especi-
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§ 13. La participación del ofendido en el procedimiento penal
D. El querellante en los delitos de acción privada
II. La ley extiende, para casi todos los casos (CP, 76: violación de se-
cretos, concurrencia desleal e incumplimiento de los deberes de asis-
277 SoLER, DP arg., cit., t. II, § 73, V, ps. 446 y s.; NúÑEZ, DP arg., cit., t. IV, Tít. II, Cap. I,
D, ps. 25 y siguientes. .
278 Otro problema distinto, que pertenece al Derecho penal. resulta de la ofens~ a per-
274 CLARIA ÜLMEDO, Tratado, cit., t. Il, n" 550 y SS., ps. 328 y siguientes. sonas vivas a través de una ofensa que alcanza a una persona muerta: c~mo.' por e¡empl~,
?7- ~ cuando se denosta un apellido por alguna razón o_fensiva (signo de c~1.mm~hdad? d~s~l~) sL~
. . - ) En el Derecho alemán es la ley procesal penal la que define este aspecto de la cues-
origen, a partir del Sr. fulano de tal, hoy muerto, hmdador de la famllm, eL SoLER, zlnum,
tiOn: OPP, §§ 374 y siguientes.
276 Ley n" 24.453. NúÑE.Z, ibidem y Cap. Vl, p. 207.
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§ 13. La participación del ofendido en el procedimiento penal
D. El querellante en los delitos de acción privada
pues, en vida, él los excluye. La ley penal no soluciona este problema o, para expresar-
el propio agraviado, en vida, no había considerado motivo suficiente
lo mejor, lo soluciona en el sentido de no fijar un orden excluyente, según lo postula Nü-
para su reacción -voluntad- de perseguirlo penaln1ente, aunque no ha- t\:Fz282, razón por la cual cualquiera ele ellos puede decidir querellarse con el ofensor,
bía renunciado a ella expresan1ente (había on1itido pero no renuncia- para nosotros en el sentido limitado de proseguir la querella iniciada en vida por el
do). La falta de voluntad persecutoria del propio ofendido, que n1uere ofendido muerto. Si varios deciden querellar, sólo se presenta un problema procesal de
unificación del papel de querellante en uno ele ellos283. Este problema se complica
sin querellar; y el hecho de que la circunstancia de la reacción judicial
cuando se piensa en el derecho de renunciar a la persecución penal (CP, 59, inc. 4", v
sea algo n1ás que un presupuesto procesal, una verdadera condición 60), motivo ele extinción ele la acción penal que evita cualquier aplicación del sisten1~
n1aterial ele la pena -razón por la cual es correcta su regulación en la penal al caso: a la leu·a, la ley penal sólo permite renunciar al agraviado u ofendido (CP,
ley penal-, concede a la prirnera de las interpretaciones superioridad ihide111) v niega ese derecho a sus herederos, sin aclaración alguna.
Distinta es la explicación del caso del abandono de la querella, por omisión de al-
sobre la segunda posible279. En efecto, la ausencia de voluntad de que-
guno de los actos hmclarnentales del procedimiento y la persecución penal, sin los cua-
rellar por parte del ofendido representa, por on1isión y cualquiera que les cae alguno de los presupuestos esenciales ele la sentencia de condena, según la lev
hubiera sido su n1otivo, algo sirnilar al consentin1iento de la víctima o, pmcesaln 4 , caso que emerge casi espontáneamente por repercusión de la }Jre~unta an-
al menos, a la ausencia de ofensa suceptible de persecución penal pa- teriol'. Pero, con prescindencia de debatir el problema de si todos los motivos ele desis-
ra ella. Si bien es cierto que la ley procesal penal nwnda interpretar las timiento t<.{cito expuestos en la regla antes citada son racionales en el sentido expresa-
do y deben ser admitidos para provocar el efecto de culminar la persecución penal pa-
facultades de los sujetos procesales extensivan1ente, y aun tolera la in-
ra siempre285, el moti\'o de quienes piensan que, al menos para algunos supuestos, el
terpretación analógica280, tal n1andato no puede querer significar am- efecto es ineludible es otro distinto al de la renuncia: se trata del principio ne bis in
pliar de esa n1anera la aplicación de la ley penal, mediante la extensión idenz286, que condiciona cualquier persecución penal. De tal manera, el cónyuge opa-
del derecho autónomo de querella a otras personas no ofendidas, en riente que decidió querellar e incurre en una omisión ele estas características, que im-
plica abandono de la querella con efecto de sobreseimiento, no renuncia a la persecu-
perjuicio evidente de quien debe sufrir la aplicación de la ley penal, ra-
ción penal en términos reales -esto es, no expresa voluntad alg:una-, aunque provoque
zón por la cual la interpretación restrictiva es recomendable, sobre to- una verdadera imposibilidad ele admitir una nueva persecución sobre la base del mis-
do cuando se recuerda que aquí se trata, también, de una condición mo hecho contra el va perseguido, según el principio afectado. Si resulta racional que
para la aplicación de una pena estatal28 1 . En el caso particular de que la actuaci6n del principio mencionado se deba limitar a cierto estado del procedimien-
se trata, algún apoyo a esta tesis brinda el derecho de renunciar a la to, por ej., a la apertura del juicio o al comienzo ele la audiencia del debate, en tanto só-
lo allí comienza el riesgo grave de sufrir una condena penal, que no puede volver a re-
persecución penal (CP, 59, inc. 4°, y 60), sólo admisible para el ofendi-
petirse (double jeopnrdy), en oposición a aquello que, en principio, postulan los casos
do o agraviado directo, que, corno lo indica el art. 60, perjudica a los del CPP, 422, de concepción más amplia, es también una pregunta abierta a la mesura
herederos. política, corno lo son tarnbién los actos omitidos o plazos para obrar que producen la
caducidad\' la imposibilidad o efecto de clausura de una nueva persecución penaL
Un segundo problema en este ámbito resulta de pensar la posibilidad de contradic-
ciones entre los divet·sos legitimados a querellar después ele la muerte del ofendido,
IV. Un problerna diferente, que se ha planteado en la doctrina y en
lajurisprudencia, se vincula a la legitin1ación para querellar de las per-
sonas jurídicas. En verdad, la pregunta sólo se puede plantear desde
alguna de las prohibiciones particulares punibles y perseguibles por
acción privada (delitos contra el honor, violación de secretos y concu-
27lJ En contra, SoLER, DP arg., ciL, t. Il, p. 447; la misma solución, pero sin la misma cla-
Iidad, en NúÑEZ, DP org., cit., L IV, p. 207. Ambos reconocen, sin embargo, que el derecho
ele perseguir pcnalmente estos delitos pertenece al ofendido personalmente, quien excluye al
cónvuge v los parientes nombrados, pero únicamente mientras esté vivo.
280 CPP Nación, 2.
281 Cf. ZAFFARONI, A1amwl de Derecho penal. Parte general (2" ed.), ciL, n" 53, ps. 103 v ss. 2 8 2 DP arg., p. 207.
La extensión del derecho ele querella en los delitos de acción pública, postulada incluso por
nosotros, para nada se vincula a esta posición, pues la aplicación de la ley penal en esos he- 283 CPP Nación, 416.
chos punibles no depende ele la condición de la expresión de voluntad persecutoria ele al- 284 CPP Nación, 422.
guien -salvo casos excepcionales (instancia privada), en los cuales debe subsistir el criterio 285 CPP Nación, 423.
ele interpretación aplicado en el texto- y sucederá incluso sin la voluntad del ofendido o en
286 Ver esta obra, t. I, § 6, E, ps. 595 y siguientes.
contra de ella.
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§ 13. La participación del ofendido en el procedimiento penal
D. El querellante en los delitos de acción privada
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D. El querellante en los delitos de acción privada ~ 13. La participación del ofendido en el procedimiento penal
to 1891 no sólo están referidos al agregado de aquellas dos palabras, sino que, además, mo las empresas unipersonales o individuales, tienen atributos propios que defender,
en el proyecto la protección del honor constüuye un capítulo referido a los delitos con- su crédito comercial, civil, técnico, profesional o artístico, su buen nombre v la confian-
tra las personas físicas, mientras que, en el CP de 1921, el titulo se independiza de esa za que despiertan en el público, con independencia de las personas que la~ componen
clasificación y asi posibilita la interpretación ele que las personas colectivas son porta- o trabajan en ellas, y, al menos con este limite, ese "honor" merece protección y, en to-
doras del bien jurídico protegido, al menos como crédito, buen nombre y confianza pú- do caso, protección penal, si previamente se ha decidido que este atributo ele l;s perso-
blica; por lo demás, no hay duda en afirmar que las personas colectivas, en nuestro de- nas genera la necesidad de normas penales294. El derecho positivo reconoce a estos en-
recho, tienen reconocida su personalidad jurídica y, con ello, atributos esenciales ele ese tes como sujetos de derechos, distintos de las personas físicas o de existencia visible, y,
reconocimiento como su comportamiento moral, su comportamiento jurídico y su com- por tanto, no parece razonable que la defensa de su prestigio dependa de las person~s
portamiento o idoneidad profesional, todos ámbitos susceptibles de ser ofenclidos 290 . físicas a las que la ofensa puede extenderse eventualmente295. El hecho de que la ofen-
Lo cierto es que, ya de lege feremla, no se puede desconocer, en general, el interés y sa punible pueda dañar el crédito ele una persona colectiva o empresa y, al mismo tiem-
la neccsiclacl-tomacla ya la decisión de que el honor ele las personas merece protección, po, el honor individua] ele quienes la integran o trabajan en ella, es, .en todo caso, un
según sucede, por eje~1plo, en el Derecho civil- de proteger penalmente el crédito y el hecho contingente, como lo es también el litis consorcio procesal que, eventualmente,
buen nombre ele las personas colectivas291. Algunos ejemplos bastarán para demos- puede existir en una causa penal no bien, en ese supuesto, tanto el ente como las per-
trarJo292: se predica de un sanatorio -o de la empresa contratada para su limpieza- que sonas individuales decidan querellar al ofensor.
su higiene es deficiente y resulta injusto que la entidad colectiva deba esperar que su No parece argumento contundente el esgrimido por quienes rechazan como objeto
perso~nal de limpieza rea~cione y, en el mejor ele los casos, convencerlo acerca de la ne- protegible el honor de las personas jurídicas en el texto del CP: uno ele los tipos de ofen-
cesidad de defender su honor; se predica de una sociedad que evade impuestos fraudu- sa, el agravado (calumnia, CP, 109), es insusceptible de aplicación por definición; al
lentamente y es injusto que la persona colectiva como tal deba quedar sujeta a lavo- consistir la ofensa en la imputación de un delito de acción pública, el hecho de que la
luntad pers~cutoria de las personas que cumplen el servicio contable de declarar la ba- imputación penal se refiera a personas de existencia visible, torna inaplicable el pre-
se imponible e ingresar los tributos; se predica de un Estado extranjero que no respeta cepto. El argumento no sólo deja de lado que si se torna inaplicable el tipo agravado,
los compromisos internacionales y él quedaría ligado a la reacción de sus funcionarios todavía queda subsistente el tipo básico (injuria, CP, 110), sino, además y principal-
particulares. Los ejemplos adquieren más l'uerza si se piensa que la decisión de una mente, que el Derecho penal argentino reconoce, aunque limitadamente, la punición
persona de 1·eaccionar judicialmente contra la ofensa se puede vincular a múltiples ra- de las personas jurídicas296.
zones de oportunidad, como el costo de la reacción, no sólo en dinero, sino también en La verdadera pregunta consiste en descifrar en qué medida el Derecho positivo re-
tiempo y preocupación por el proceso judicial, la decisión normal de no provocar nue- conoce a los entes colectivos ser portadores de un bien jurídico relativo a su crédito o
vos conf:lictos o no exagerar aquellos que le provoca la vida de relación, o la necesidad a su honor. La autorizada voz de NúÑEz 297 ha resuelto para nosotros la cuestión: sólo
de no hacerlo porque su vida lo conduce por otros rumbos más satisfactorios que le im- aquellas asociaciones o empresas reconoddas por la ley (penal, civil, laboral o de segu-
piden atender un conflicto judicial, la comprensión de la actitud de su ofensor y el sig- ridad social, administrativa, etc.) dotadas ele personalidad jurídica (CC, 33 y ss.) tie;en
nificado subjetivo de esa actitud corno ofensa 293, el altruismo de responder a la ofen- esos atributos de la personalidad protegidos eventualmente por la ley penal~ si la ley pe-
sa colocando "la otra mejilla" con perdón para su ofensor, etcétera. Ello demuestra que nal nada conCl'eto expresa sobre el particular, describiéndolas genéricamente (asocia-
las personas jurídicas, tanto las privadas como las públicas, tanto las corporaciones co- ciones, personas jurídicas o ele existencia ideal, etc.), pero prohíbe las ofensas inferidas
contra ellas, habrá que acudir al orden jurídico íntegro para resolver el problema rela-
tivo al reconocimiento de su personalidad. Por lo contrario, no son asociaciones cuyo
crédito esté reconocido y merezca protección, los grupos de personas -o las empres.as
295
querellantes. Para ello, incluso, existe apoyo ele normas positivas (CC, 39) y, más allá, el hecho de
293 Es posible, por ejemplo, que la calificación de una empresa comercial correcta co- que el mismo CC, 32 bis, le reconozca a las personas juridicas un atributo intelectual empa-
mo intecrrante de determinada religión o secta religiosa no dañe a sus directores o socios, rentado con el honor, como la intimidad.
que se sÍenten orgullosos de perten~cer a esa confesión y no lo ocultan, pero provoque obje-
296
Cf., entre nosotros, MALAMUD Gon, Jaime, Persona jurídica y penalidad, Ecl. Depalma,
tivamente un descrédito pa1a la empresa que nunca ha guiado sus decisiones comerciales Buenos Aires, 1981; para el derecho extranjero, HIRSCH, Hans-Joachim, Strafl·echtliclze Ve-
por la vocación religiosa de quienes la integran, ni por argumento discriminatorio alguno, ranfl·t'ortlichkeit von Untenzelzmen, en "ZStW" 107 (1995), ps. 285 y siguientes.
sino por las leyes del país. 297 DP arg., ps. 36 y siguiente.
700 701
D. El querellante en los delitos de acción privada
§ 13. La participación del ofendido en el procedimiento penal
in_di;;i:~:1ale~~ que operan ?ajo un nombre colectivo o de fantasía, como, por ej., el cua-
ficatorias y el regreso al texto originario del CP, a criterio de varias de sus salas, funda-
dt o X de i-utbol del barno, la Organización Revolucionaria del Pueblo la cátedra del
ba la atipicidad actual de la ofensa dirigida a ellas: "Las personas jurídicas no pueden
profesor "Z", "La Cucaracha muerta. Fumigaciones", tras los cuales sólo 'existe una em-
ser sujeto pasivo del delito de injurias, pues derogado el tipo plasmado por la ley 21 ..338
presa grupal común o un propósito individual, pero sin reconocimiento jurídico: estos
en el art. 112 CP, la atipiciclad ele la conducta difamatoria hacia una sociedad anónima
casos son paradigmáticos para comprender que el hecho de la ofensa al ~ombre, 0 bien
deviene rnanil1esta" (Sala 1, causan" 31.767, "Ilvento, Julio", resuelta el17/3/1987; Sa-
genera un;:~ ofensé: a personas de existencia visible (componentes del grupo 0 de la em-
la 11, causan" 32.631, "Amato, Alberto", resuelta el9/6/87; ídem, causan" 36.066, "Wo-
presa C<.mmn) o bien no es punible. Adviértase que éste no es el caso de las sociedades
lochensky, Gustavo", resuelta el 3/8/1989 y publicada en lA, diario del 13/6/1990; Sala
comerciales de hecho o no constituidas regularmente, reconocidas por la ley de socie-
V, causan" 23 ..5.53, "Coelíno, Leopoldo", resuelta ell0/3/1989). Especial importancia,
dades n" 19.~.50. Cuando el tipo o la forma de la asociación requiera una m¡torización
por los juristas que intervienen corno jueces (Eugenio R. ZAFFARONI y Carlos ELBERT),
estatal, la existencia de tal autorización en el momento de la ofensa condiciona la - _
., l l - plO merece la mención del caso "Aufgang, V.", Sala VI, causa 14.819, resuelta el 7/.5/1987:
tecCion pena e e su honor (ce, 45 y siguientes).
"Las personas jurídicas no pueden ser sujetos pasivos de delitos contra el honor, acla-
Merce~I ~l ~riunfo ele la tesis que reconoció, de lege lata, protegido el honor de las rándose que la mención que se hace en el art. 117 CP se refiere a la retractación, pues
personas .Junchcas, uno de los contradictores, Sebastián SoLER, autor del Provecto de la mención que en esta nonna se hace a una "asociación", debe entendérscla como una
l960.Y., sobr~ la base de ese proyecto, de las que rigieron como leyes no 17 ..567 ~ 21.338, referencia exclusiva a la hipótesis en que las personas que constituyan o representen a
moehbcatonas del CP, incorporaron en el art. 112 un texto claro que prohibía.las ofen- una sociedad o institución puedan ser pei~judicadas en su honor y, en tal caso, sólo
sas a las pe~·sonas colectivas: "El que propalare hechos falsos concernientes a una per- aquéllas puedan ejercer las acciones pertinentes, y a título individual y no social." Pe-
sona. colectiva o a sus autoridades, que puedan dañar gravemente el buen nombre, la se a lo confuso del texto, la decisión era clara y categórica en el punto aquí estudiado,
confianza ~{el público, o el crédito de que gozara, será reprimido con prisión de dos me- pues daba razón a una excepción de falta ele acción contra una sociedad querellante.
ses a dos a~os. Esta acción puede ser promovida por las autoridades representativas de Por aquel entonces, Carlos BoRINSKY300 les contestó a esas sentencias con evidente ra-
la persona. Este te~t~, reco~ociclamente, no innovó ni creó una nueva prohibición pe- zón, según argumentos ya apuntados y señaló que la opinión, aunque mayoritaria en
nal que antes no existiera, smo que se limitó a desarrollar en una fórmula, ella sí nue- la CCC, no era unánime. Al parecer, la tesis que reinstala la discusión no ha tenido eco
:'a como texto legislativo, la doctrina y jurisprudencia hasta entonces dominante y a fi- en otros tribunales nacionales ni en los tribunales provinciales .
.F'Ir los límites según los cuales era posible la ofensa punible a una persona colecti~a298. A nuestro juicio la pregunta ace¡-ca ele si las personas jurídicas son portadoras del
Entonces, la.der.oga~ión de esa legislación de {acto, después del regreso a la vigencia bien jurídico honor, debe responderse hoy afirmativam.ente, de la Hlisma manera que
~l:n~~ ele las mstltucwnes republicanas en nuestro país, condujo a la situación ;ctual, antaí'io, conforme a la tesis dominante corno idea general y con ciertas limitaciones (só-
Identica a la cl~l momento de sanción del CP con su texto originario. lo por descrédito o difarnación) y aun tolera la fonna agravada de la calumnia, en cier-
La~ leves citadas, provenientes de gobiernos de lácto, fueron sucesivamente deroga- tos casos. Sin embargo, un fallo de la Cámara Nacional de Casación Penal [CNCP] se
~las ali,ngresat· nu~v~me~1te a un período de gobierno institucional, razón por la cual se inclina por la tesis contraria, con cita de la jurisprudencia común -mayoritaria por esa
1
e~re:o al texto ongmano del CP 299 . Sorpresivarnente la Cámara ele Apelaciones en lo época, pero no exclusiva- posterior a la derogación de la ley de {acto n" 21.338, de re-
Cnmm~l.~ Ü>JT~ccional ele la capital de la República [CCC] reinstaló el tema e, inclu- formas al CP, argumento que, a mi juicio, resulta erróneo. En verdad, resulta sorpren-
so, deCicho conlorme a la atipicidad de una ofensa dirigida a una persona colectiva dente el cambio producido según el relato que antecede, pues si ya en el aíi.o 1921 triun-
cuando no se menciona a persona física alguna (Sala IV causa n" 29 790 "C' ·l A fó la tesis interpretativa que reconocía la protección penal del honor ele las personas ju-
R" ' . , Ica1 e o, .
· 'resue1ta e1 14/3/1985 Y Sala V, causan" 26.222-.5, "Leonhardt, Federico", resuelta el rídicas, al punto de que su principal contradictor en doctrina debió adaptarse a ella,
2.3/10/199?); al mismo tiempo, negó legitimación para querellar por injuria a las perso- hoy, con el mismo texto del CP y ya a casi un siglo de esa interpretación triunfante,
nas colectivas, porque la derogación del tipo contenido en el art. 112 de las leyes mocli- cuando las personas jurídicas han alcanzado un enorrne reconocimiento, incluso de
hecho, en la vida económica y en las relaciones sociales, al punto de poner en eluda le-
gislativa y científicamente el viejo aforismo societas delinquere non potest, resulta im-
posible obtener otro resultado301.
2n Cf FoNT\N
1 1 B · earos
1 y MIL.LAN, Alberto S., Las reformas al Código penal, Ed.
: _. ALES~R<\,
Abeledo~;e11 ol, Buenos Aires, 1968, p. 94. Es sintomática la jurisprudencia de entonces ("El
Derecho; \36, 1971: P: 498?:."El art 112 del Cód. penal refonnado (Ley n" 17.567) no crea 300 Las personas jurídicas v los delitos contra el honor, en "La Ley", Buenos Aires, t.
~ma_nuevd h~ur_a dehctiva _m mnova sustancialmente el régimen de los delitos previstos en 1988/B, ps. 53 y siguientes.
el ~!tul~ l!, -~~b~ o !l: del Cod. pen~l ?e 1921 (delitos contra el honor) en pe1juicio de perso- 301 CNCP, Sala II, causan" 70, "De Leonardis, A.", resuelta el25/11/1994: es en-óneo ci-
~as ~ol~ctlv<ls, _lu:ntandose a descnb1r especialmente las acciones delictuosas en perjuicio de tar una ley derogatoria general, que sólo tuvo por misión y meta consolidar la legislación
c1quellas, que umcamente pueden cometerse en forma difamatoria y que sólo se hallaban penal impuesta parlamentadamente, por regreso al estado de la ley penal emanada de ins-
conle~r;pladas de manera indirecta precisamente en el art. 117 del CÓd. penal referente a la tituciones republicanas, esto es, sólo aclarar cuál es la ley penal vigente en un Estado repu-
exenc10n de pena por retractación". blicano, para evitar interpretaciones erróneas sobt-e la vigencia de la ley penal, como argu-
299 L a u'lt'Imd, e1e10gac10n
- . , expresa por ley n" 2.3.077. mento desincriminatorio fundado en la ley penal más benigna (CP, 2); en verdad, la ley acla-
ratoria del Congreso de la Nación cumple una función parecida a la de un texto ordenado
702
703
D. El querellante en los delitos de acción privada § 13. La participación del ofendido en el procedimiento penal
Con1o conclusión se puede decir: ta, consiste en la exclusión de toda persecución penal oficial. Con1o
a) Las personas colectivas o las ernpresas individuales, en los línli- consecuencia de e1lo, las facultades del querellante por delito de ac-
tes en los cuales la ley les reconoce personalidad, ingresan dentro de la ción privada pueden ser descriptas genérican1ente, tanto de n1anera
categoría "ofendido" necesaria para poseer legitirnación para quere- positiva como de n1anera negativa, por remisión a aquello que fue di-
llars~ con el autor y los partícipes de un delito de acción privada, en cho para la función idéntica del acusador en los delitos de acción pú-
tanto sean portadoras de bienes jurídicos ele hechos punibles que los blica302, con dos importantes diferencias. La prirnera de esas diferen-
cercenan o ponen en peligro. cias se vincula a su carácter de acusador excluyente de la persecución
b) En las prohibiciones relativas al honor~ la opinión dominante, penal púbhca, característica que ha engendrado, según se apuntó, el
con razón, seguirá reconodéncloles esa calidad y esa posibilidad, pues nombre con1ún con el que se lo conoce en nuestro derecho, querellan-
deviene del reconocimiento ele que esos deUtos abarcan las ofensas te exclusivo303, para distinguirlo del querellante conjunto, cuya descrip-
contra las personas jurídicas, tanto privadas corno públicas, incluso en ción antecede. Con ello no quiere expresarse su isolación como acusa-
una n1edida superior a la reconocida por las llamadas leyes no 17.567 dor, pues, en un sentido distinto, puede tene1~ incluso, litiscollsortes o,
v 21.338, hov derogadas. n1ás sencillmnente expresado, puede estar acompañado por otros acu-
, e) La dis¿~usión acerca ele esta última afirn1ación, sin e1nbargo, no sadores, tan legitin1ados corr1o él para cumplir el papel de acusador en
ha terrTlinado, v menos en la jurisprudencia, pues algún tribunal pos- el caso (ejen1plo: una in1putación ofensiva que lesiona a dos o n1ás per-
tula aún la opi1~ión de que las prohibiciones contra el honor se dirigen sonas, con prescindencia del problen1a de aplicación de la ley penal
sólo a proteger la honra y el crédito de los seres humanos, de las per- que puede sugerir, o el caso de calun1nias o injurias recíprocas, CP,
sonas de existencia visible y, consecuenten1ente, rechaza la legitinla- 112); con ello sólo se quiere indicar su característica principal: el des-
ción para quere1lar por estos delitos de las personas jurídicas. En el plazan1iento ele la persecución penal pública (CP, 73 y siguientes).
ámbito de la justicia nacional, mientras no exista una decisión de par-
te de su tribunal de casación, dotada de autoridad suficiente -y yo no Il. La segunda diferencia se vincula al procedin1iento. El procedi-
conozco que ella exista hasta la fecha-, la cuestión debe reputarse to- lTiiento por delito perseguible por acción privada es, en relación a la
davía discutida. El litigante podrá encontrarse con sorpresas, por lo disciplina jurídica del procedin1iento penal corrrún, con1o el proceso
que un consejo práctico reside en unir a la reacción judicial de la per- ele conocin1iento del Derecho privado: se trata, en ese sentido, de un
sona colectiva en estos casos, la reacción individual de las personas fí- procedin1iento penal trunco, porque, prácticarnente, se agota en el jui-
sicas que la dirigen o con1ponen, cuando ello sea posible. cio público, carece de procedirrliento preliminar y, entre nosotros,
también de procedin1iento interrnedio entre la instrucción prelin1inar
2. Función y límites y el juicio. El procedimiento nace con la acusación del querellante
l. Dos características principales expresan la función del querellan- (querella) y, después de ciertos trán1ites específicos, desen1boca en el
te en los delitos de persecución penal privada. La prin1era, ya descrip- debate oral y público, fuente de la sentencia. Rige así, en las leyes pro-
cesales penales argentinas304, un procedirrliento especial para la perse-
y deja la cuestión como en esto es, tal como se presentó con el texto ori.ginario del 302 La síntesis descriptiva, también en la ley, con referencia a la fiscalía y al debate: CPP
CP, en cuva vigencia tanto la jurisprudencia como la doctrina construyeron paucntemente Nación, 430.
]a tesis absolutamente dominante, reconocida incluso por su principal contradictor -Sebas-
ti;.ln SoLER- que en sus proyectos ele reforma avaló -precisamente por ese reconocimiento- 303 Ver supra nota 219 de este parágrafo, p. 680, aunque también se lo conoce por el ró-
- la capacidad de las personas jurídicas para ser sujeto pasivo ele delitos contra el honor. tulo de acusador pril'ado, para diferenciarlo del acusador particular, aquel que, al lado del mi-
Sobre el fallo de la CNCP, comentario ele RuscoNI, Maximiliano Adolfo, Persona jurídica V nisterio público, cumple el papel ele acusador en los delitos de acción pública (cf. ÜDERIGO,
Derecho procesal penal, cit., Parte segunda, VI, 3, E, ps. 244 y siguientes).
protección penal del honor, en "Nueva Doctrina Penal", cit., 1998/A, ps. 271 Y siguientes, en
especial nota 1, p, 273. 304 Con la excepción -más formal que material- del CPP Chubut
704 705
D. El querellante en los delitos de acción privada § 13. La participación del ofendido en el procedimiento penal
cución penal de estos delitos: en principio, falta o queda trunca toda las partes e intentar evitar el juicio, desemboca directamente en la citaci~m a juicio pa-
investigación preparatoria, como período formalizado del procedi- r~ el querellad 0 310. La investigación preliminar se halla r~ducida mí~11~1o pro~ed.e
al Y
nliento, y él se reduce -también en las legislaciones propuestas para la sólo a pedido del querellante, con el único fin de ccm:e~:ur los d.atos mn~n~1os d~ m<.!~~
vidualízación del imputado (nombre, apellido y dom1c1ho) Y de mcorpmm al p~ocec 1
refon11a penal en IberoanJérica 305_ al juicio, con alguna característica
miento documentos pertinentes que el querellante no hay~ P?dido obt~ner previ~~1.en
especial, y sin un procedimiento previo específico cuyo fin estribe en
controlar Ja seriedad de la acusación para provocar un enjuiciamiento
te311. Durante el debate, que remite a las reglas d~l ~rocedm11ento co~1.:un, ~1 ~ue1 ellm;:
te asume la función de acusador que en el procedn1.11ento de persecucwn ohc1al cump e
públko. Esta realidad procesal conduce a que la remisión general a la el ministerio público 0 el querellante conjunto, y acusador y acusado se hallan u;1o
función y facultades_ del n1inisterio público o del querellante conjunto, frente al otro en absoluto pie de igualdad, conforme a la f~nción que c~da uno cum: ~~
la función de acusador que cumple el querellante exclusivo no empece a su deber e e
si bien válida para el juicio público íntegranJente y para con1prender r~sponcler al interrogatorio, cuando su testimonio es propuesto para debate, ?ero 1: 0
:1
el papel que juega el acusador privado en este procedimiento, deba ser debe prestarjuramento prom1sono · · 3 P-. R.1gen
· t am b.len
5. cleberes
· especiales ,de asistenCia
,· , ._,_
aclarada en relación a las facultades que ejerce por la ley y a los debe- a ciertos actos (la audiencia de conciliación y el debate 313 ), cuya consecuencia \eie
res que ella le in1pone. mos en el próximo número.
De n1anera general todavía se puede decir, sintéticamente:
. . to con1un
III. Los recursos se rigen por las reglas del proce d 1m1en ' 314
a) que la preparación ele la acusación carece de un procedimiento
regulado por Ja ley, salvo pequeüas excepciones, pues, a la manera de y, conforn1e a eJlas, sólo son posibles el de reposi~ción, durante el pro-
un litigio de Derecho privado, ella es cun1plida infonnabnente por e] ceclin1iento315, y el de casación contra la sentenc1a o contra una res~
propio querellante, que carece del uso de la fuerza pública para Jlevar lución interlocutoria que ponga fin a la acción o evite que ella contl-
a cabo esa tarea, razón por la cual desaparecen las razones que existen núe316.
para disciplinarla con fijación de los lín1ites y condiciones para la apli-
cación de ese poder estataP06; IV. A sinJilitud de lo expuesto al explicar la f-unción del quere~lante. :n
b) que existe un trámite específico, condición previa de ]a citación Jos delitos de persecución penal oficial, él no intervien~ en la eJecucJon
al juicio, la audiencia de conciliación, en procura de avenir los intere- penal, tarea propia de ]os órganos del Estad~ ;1na vez ~1~ta~~ la senten-
ses en pugna para evitar la disputa judicia}307; y cia de condena; la publicación de la retractaCion, la satlsfacc1on o la sen-
e) que, durante el juicio, rigen las reglas del procedin1iento con1ún tencia en los delitos contra el honor, es una ermúenda (pen~ :n favor de
con escasas variaciones, relativas siempre a] carácter privado de la ac- una persona de Derecho privado: CP, 11.4) cuya ~et~rn1inac1~n de~:nde
ción y al procedimiento trunco utilizado.308. d e] pe d I·do expreso
..
del ofendido.317. En el procedimiento de eJeCuCion, Y
. , · d 'l
nJientras dure la pena, el querellante por delito de acc1on pnva a so o
Así, la querella asume el papel de la acusación en el procedimiento común por de- puede producir un acto, conforme aJa ley n1aterial: s_u.perdón, que ~x
lito de acción pública y debe reunir sus elementos, más el ofTecimiento de prueba pa- tingue la pena (CP, 69) y se extiende a todos los participes en el dehto
t-a el debate309. Ella, previo un trámite que se resume en una audiencia para avenir a
aunque el acto -o la voluntad expresada en él- no los contenga.
305 CPP Costa Rica, 380 y ss. (ver, en especial, 387); CPP Guatemala, 474 y ss. (ver, en 310 CPP Nación, 424 y 428.
especial, 480); CPP Modelo Iberoamérica, 374 (en especial, .380). 311 CPP Nación, 426.
6
30 Cuando la necesidad ele aplicación de la fuerza pública durante la preparación de la .312 CPP Nación, 430, I.
an1sación aparece, por excepción -según consta en el texto-, entonces aparece también su 313 CPP Nación, 422.
regulación: CPP Nación, 426 y 427; CPP Costa Rica, 381.
314 CPP Nación, 431. I.
307 CPP Nación, 424 y 425; CPP Costa Rica, 385 y 386.
315 CPP Nación, 440.
308 CPP Nación, 430.
.309 CPP Nación, 418.
316 CPP Nación, 457.
.317 Remisión: CPP Nación, 431 .
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707
D. El querellante en los delitos de acción privada § 13. La participación del ofendido en el procedimiento penal
V. El querellante puede exigir la aplicación de n1edidas de coerción ponden al tribunal en el debate, para incorporar prueba, cuyo ejerci-
durante el procedin1iento, la prisión del querellado o el embargo de cio resulta difíciln1ente irr1aginable como compatible en est~s jt~icios
sus bienes (eventualmente su inhibición de bienes), pero sus posibili- de acción privada 322 ; el ofrecinliento de prueba con la citación a juicio
dades son lin1itaclas: sobreentendido que están presentes los requisitos sólo rige para el querellado3 23. En ese mon1ento perirne también el
coJTiunes, la prisión, excluida en este procedimiento por regla general, e~e~Ticio ~le la acción civil ex delito en sede penal, que, en caso de ejer-
sólo es posible para el caso excepcional de una grave sospecha de fuga CICIO corqunto, se debe concretar a través de una demancla324.
fundada, rayana con la probabilidad extren1a de que el querellado elu-
dirá el juicio, para lo cual el acusador privado, si la requiere, deberá II. La actividad del querellante finaliza normaln1ente con la senten-
demostrar ese extremo, en una información sumaria respecto del pun- cia, de condena o ele absolución, y, eventualmente, después de los re-
to y resistir la defensa del acusado318; para requerir el embargo de bie- cursos interpuestos por él o por el querellado contra la sentencia, pues,
nes del acusado es preciso el ejercicio de la acción civil ex delito en el según ya advertirnos, no interviene en la ejecución penal, salvo para
procedimiento penal, la concurrencia de los requisitos comunes y la evitarla al expresar su perdón y asi extinguir la pena (CP, 69).
prestación de una caución suficiente para responder por los daüos E111pero, su renuncia a la persecución penal antes de iniciado el
eventuales injustamente inferidos por la medida que ha requerido319. procedin1iento o durante él después de iniciado, siempre previa a la
sentencia firme, extingue la acción penal y, con ello, obsta a la punibi-
3. Iniciación, finalización de la actividad, deberes y responsabilidad lidacl del eventual delito (CP, 59 y 60325). En virtud ele la legislación ci-
l. La querella de acción privada inicia el procedin1iento sin otra ne- vil, provoca este n1isJno efecto la renuncia a la acción civil para la re-
cesidad que el cumplimiento de los requisitos previstos para ella, simi- paración del clafío o cualquier convenio sobre su pago (CC, 1097).
lares, en principio, a los exigidos para la acusación en el procedimien- Se conoce con1o desistimiento tácito o presunto el abandono por
to con1ún320, y no ofrece al querellado otra posibilidad de oponerse al parte del querellante de su persecución penal, que tanto sucede por su
progreso del trámite que aquélla prevista para interponer excepcio- on1isión de in1pulsar la persecución penal hacia la sentencia en un pla-
nes32t. Sólo se debe tener en cuenta que junto con la querella, a con- zo de sesenta dias 326 , con1o por la on1isión de sus representantes, en
trario de aquello que sucede en el procedin1iento con1ún, es necesario caso ele incapacidad del querellante, o por la de sus parientes, cuando
ofTecer prueba para el debate, pues en este momento perime la posibi- la sucesión es posible (CP, 75), de constituirse para proseguir la quere-
Udacl de hacerlo en el futuro, si se prescinde de los poderes que corres- lla, una vez 1nuerto el querellante327, en el caso de la persecución de
delitos contra el honor 32 8, co.mo por la o1nisión de comparecer~ sin jus-
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§ 13. La participación del ofendido en el procedimiento penal
D. El querellante en los delitos de acción privada
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D. El querellante en los delitos de acción privada § 13. La participación del ofendido en el procedimiento penal
nuestro Derecho, precisamente, las reglas relativas al ejercicio y a la extinción de las ción entre la facultad no ejercida y su consecuencia, aspecto que se observa, con clari-
acciones penales, montadas a caballo de ambas zonas del Derecho penal 333 . Pienso, dad, cuando se advierte que el tribunal competente puede, de oficio, ordenar el paso
tarnbién, que una pacífica pertenencia de estas instituciones al CP desde hace muchos procesal subsiguiente y hasta el mismo querellado puede instar la actividad del tribu-
años, entre nosotros, autoriza a resolver el problema de la manera indicada a comien- nal hacia la sentencia337_ En cambio, no resulta irracional, h·ente al principio ne bis in
zos del pá1rafo -al menos hasta que una discusión sobre el punto no proporcione fun- idenz, interpretar que el querellante ha renunciado (CP, 59, inc. 4") por ornisión, esto
damentos que varíen abruptamente esta sentencia-, aun cuando no me gustan los ar- es, en forma presunta, cuando él mismo obstaculiza ele tal manera la marcha del pro-
gumentos temporales y conservadores para avalar soluciones y reconozca, como lo he cedimiento, que torna imposible la decisión. En este sentido, la falta injustificada ele
hecho, que el punto puede ser discutido. concurrencia del querellante al debate o su alejamiento injustificado ele la audiencia
Aun presupuesto este punto ele partida, los problemas no acaban, sino que comien- durante su transcurso provocan la suspensión y, si ella dura más de diez días, la inte-
zan allí. El problema real consiste en compatibilizar la solución que propone NúÑEZ, rrupción del debate, que debe comenzar de nuevo en el caso de que se pretenda llevar-
fundada en admitir para estos casos una absolución ele la instancia 334 , con la regla bá- lo a cabo; ele manera similar funciona la negación del querellante a presentar conclu-
sica que prohíbe la persecución penal múltiple (ne bis in idem), precisamente aquella siones en el infmme final (caso no contemplado), omisión que, a la par, provoca al me-
que impide soluciones como la indicada. Si esa solución fuera correcta, cualquiera ele nos una mengua en la eficacia ele la defensa por ausencia de pretensión acusatoria,
bs formas del llamado desistimiento presunto o tácito (abandono de la querella en los raz(m por la cual puede interpretarse como un abandono de la persecución penal. Se
delitos ele acción privada) permitiría una nueva persecución penal por parte del quere- t¡·ata de casos análogos a aquél en el cual el querellante concluye en absolución su in-
llante; en extremo podría pensarse que el querellante que abandona el debate después forme final, caso no contemplado por la ley: en estricto sentido, esa conclusión no in-
ele la prueba, ante la inminencia de una resolución desfavorable, o que no comparece volucra una renuncia expresa a la persecución penal, según interpreta NüÑEz338 la fa-
al debate frente a la prueba ofrecida por el acusado, y, con ello, imposibilita el debate cultad concedida por el CP, 59, inc. 4" y 60, y no sólo por la existencia del iura curia no-
íntegro o la pmsecución del debate y la propia sentencia, puede repetir su persecución vi! (CPP Nación, 401, I), sino, antes bien, porque no contiene la voluntad manifestada
penal -interrupción del debate que debe comenzar de nuevo- antes de que opere la por el querellante ace1·ca de su "dimisión.". de ... proseguir la acción"339. Empero, no
prescripción, cuando las circunstancias le indiquen vientos más favorables para su pre- sólo no parece necesario que el tribunal dicte sentencia en este caso, sino que, antes
tensión. La solución resulta, como el ejemplo extremo lo pone de manifiesto, inadmi- bien, parece imposible, primero porque, si condenara, en contra del requerimiento del
sible frente al principio citado, básico para nuestro sistema penal y para todo aquel que acusador privado, estaría convirtiendo en público un interés privado (respecto de la
se precie de respetar el Estado de Derecho. aplicación ele la pena estatal) y, en segundo lugar, porque dificultosamente se podría
Desde otro ángulo ele observación, no parece racional admitir una "renuncia pre- atender a la defensa del querellado, sin pretensión a resistir, que, casi seguramente, no
sunta" o por omisión, que en ello consiste el llamado desistimiento tácito, por la sim- ha tratado los argumentos del tribunal para condenar y recibe la sorpresa en forrna de
ple falta ele impulsión del procedimiento en plazos breves, por supuesto, siempre me- sentencia condenatol'ia340_
nores a los previstos para la prescripción de la acción penal por el CP, 62 y concorclan- Desde otra atalaya distinta, interpretar la voz renuncia del agraviado, que utiliza el
tes335. Se trata, en ese caso, ele una omisión pura, que no responde a un deber CP, 59, inc. 4", y 60, como motivo de extinción de las acciones penales privadas, en el
correlativo -salvo por el efecto criticado previsto en la misma regla: abandono de la sentido ele manifestación de voluntad expresa y casi sacramental del ofendido, que in-
querella que determina el sobreseimiento-, sino, antes bien, al ejercicio de una facul- cluso necesita ratificación judicial posterior cuando es llevada a cabo extrajudicial-
tad procesal concedida en interés del propio querellante y que no es privativa ele él, la
de impulsar el procedimiento hacia la sentencia. Y el efecto previsto para el caso gené-
rico, descripto por la regla procesal citada336, resulta irracional por la falta de propor-
337 Po1· ej., nada necesüa el tribunal para, presentada la querella, ordenar la audiencia
de conciliación (ver, a la letra, CPP Nación, 424), o para citar a juicio al querellado después
de practicada o fracasada esa audiencia por ausencia del querellado (CPP Nación, 424, II, y
333 CL esta obra, L I, § 2, C, 3, ps. 106 y ss., en especial, ps. 114 y ss, y§ 3, A, ps. 145 y 428), o para resolver sobre la aclmisibiliclacl de la prueba ofrecida para el debate, o para fijar
ss., y B, l. ps. 160 y siguientes. la audiencia del debate una vez cumplidas las actividades previas e cuando no las hubo (CPP
334 Cf. de ese autor, CPP Córdoba anotado, cit., p. 435. Nación, 429). o para comenzar y finalizar el debate, y dictar sentencia (CPP Nación, 430 y
431, J), ni nada obsta a que, ante la mora del tribunal, sea el querellado quien impulse su ac-
335 Este argumento, sin embmgo, podría utilizarse para discutir otras instituciones pro-
tividad.
cesales, como, ~por ejemplo, la prórroga extraordinaria de la instrucción, en los delüos ele
persecución penal pública, con su efecto característico, el sobreseimiento ele la causa al ven- 338 DP arg., ciL, t. TI,§ VIII, Tít. I, Cap. TI, V, p. 194.
cimiento ele un plazo que puede ser menor al de prescripción que fija el CP. No obstante, no 33Y NOÑEZ, DP org., cit., ídem, p. 193.
lo advierte así Nl'l\:EZ, CPP Córdoba anotado, cit., a propósito del art. 342 y 344 del CPP Cór- 340 Con este alcance, delitos de acción de ejercicio privado, resulta justificada plenamen-
doba ( 1972), pese a que lo utiliza para rechazar la posibilidad de los códigos procesales pro- te, aunque pm argumentos distintos, la decisión ele la CSN que ha descalificado, en delitos
vinciales de incluir reglas reguladoras del abandono de la querella de acción privada con ele acción pública, las condenas dictadas en ausencia ele un requerimiento ele condena del
efecto material sob1 e el procedimiento, según hemos visto. ministerio público fiscal en los informes finales al concluir el debate; ver las sentencias y mi
336 CPP Nación, 422, inc. 1", y 423, l. crítica en MAIER y LANGER, Acusación v sentencia, cit., ps. 617 y siguientes.
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D. EJ querellante en los delitos de acción privada
* 13. La participación del ofendido en el procedimiento penal
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D. El querellante en los delitos de acción privada
§ 13. La participación del ofendido en el procedimiento penal
op1n1on don1inante plasn1ada en las leyes de procedimientos provin- sie1::pre qu~, se~~m .el principio interpretativo ele la ley penal, que reclama la interpre-
ciales- sobre las norn1as del Derecho penal -nacional-, a las que con- tacwn Y aphcacwn m bomun partenz ele la ley que conduce a una sanción penal, deba-
tradice, y, por ende, es objetable constitucionahnente conforrne a la di- mos elegir la hipótesis de que el parlamento nacional, cualquiera que haya sido su in-
visión de con1petencias legislativas que fija la n1isn1a CN, según la tesis te,nción p~~ítica (que, por otra parte, no es única sino plural, ni es definitoria), modifi-
co o amplw los casos de extinción de la persecución penal por renuncia del agraviado.
do1ninante. Sólo es posible interpretarla en el sentido de que, si en un
procedin1iento abandono la querella sin expresar absolutan1ente nada,
Por supuesto, la renuncia o desistin1iento de uno de los querellan-
ni seguirlo contra alguno de los partícipes, lo hago de ntanera general
tes, en caso de legitin1ación conjunta para querellar o de conexión de
y favorece a todos los allí acusados; pero esta conclusión es obvia.
causas, no pet~judica a los otros querellantes y sólo se extiende a los
En el caso del CPP Nación se presenta, además, otro problema respecto de las dis- "herederos" del renunciante (CP, 75) en el caso de los delitos contra el
351
tintas objeciones. Él aparece cuando reparamos en que un mismo órgano legislativo honor , pues los den1ás delitos de acción privada no consienten la su-
dicta tanto el CP, de alcance nacional, y el CPP, de alcance locaL Como el libro de le- cesión por n1uerte del derecho a querellar (CP, 76). Si se acepta, pues,
ves en el cual los legisladores incluyen alguna regla no determina necesariamente el ca-
que el caso de la legitiinación del cónyuge, de los hijos, de los nietos y
rácter de la regla, como en el caso ele que, en el CPP, se modifique la pena del falso tes-
timonio, por ej., nunca sabemos con certidumbre si la regla pertenece a uno u otro árn-
de los padres sobrevivientes después de la Inuerte del ofendido, en ] 0 ~
hi to de regulaci6n y todo depende de nuestra interpretación. En el caso particular, no delitos contra el hono1~ es un caso de legitimación conjunta y no repre-
sabernos sencillamente si las reglas que establecen el desistimiento tácito, su efecto y senta, en can1bio, un Ol'den excluyente, que no menciona de n1odo al-
su extensión han ¡·eformaclo o ampliado las disposiciones del CP sobre la renuncia del guno el CP, 75, la renuncia o el desistin1iento de uno de estos suceso-
agraviado en los delitos de acción privada, confon11e al principio ele interpretación sis- res no petjudica a los otros.
t;mática de la /ex posterior349, pero así deberían decidirlo aquellas opiniones que, pa-
ra afirmar la inconstitucionaliclacl de esas reglas por exceso en la competencia legisla-
ti\·a constitucional (CN, 31 v 75, inc. 12 [¿del Congreso de la Nación?]), acuden alar-
gumento que las señala con~o modificatorias de aquellas que regulan la extinción de la
acción penal previstas en el CP (59, inc. 4°, y 62, inc. 2")350. De tal manera, ocurrir·á
P~l~a. <~dministrac~ón de justicia federal o nacional), pues el parlamento nacional posee, a
c~detencw ele las leg1slaturas pmvincialcs, ambos tipos ele facultades o competencias legisla-
tivas, ele modo que la regla nunca puede ser inválida, por exceso de su poder constituci~nal
de mane¡ a general; el único caso ele invasión en la competencia legislativa ele otro órgano qu~
p.uede acometer el Congreso ele la Nación en este contexto es, precisamente, el inverso: inva-
SIÓn de las ~on:petencias legislativas locales por la sanción, con pretensiones ele vigencia en
349 El principio ha sido estudiado sobre la base de entender al orden jurídico como un
todo el terntono ele la República, ele una regla claramente procesal, según la opiniÓn domi-
sistema que, ademús de ser completo (da solución a todos los casos), no contiene contradic-
nante, ?_ero el cas~ no se resuelve por la invalidación total de la regla, sino, antes bien, por la
ciones (no existen dos o más soluciones para un mismo caso). Desde este punto de vista la
t·ecl:tccwn de su vtgencia al ámbito tenitol"ial o de asuntos penales para el cual el Congreso
mirada de los juristas ha 1 ecaíclo sobre las derogaciones tácitas ele leyes anteriores por leyes
posteriores~·, por tanto, se ha enunciado como !ex posterior derognt priori o leges posteriores
na~wn~l conserva competencia. Así, el argumento principal de la sentencia referida, inv;sión
legtslatJva, resulta inexistente y se ofl:ece en contra de las conclusiones del fallo citado. Ésta
coutmrios obror,ont o priores leges obrogontur in mnnilms quilms diflenmt novo (NOÑEZ,
es, precisamente, la tesis sostenida por BERTONI, La constitucionalidad de los arts 422 he }"
DP rug, ciL, t. 1, p. 131 ). Cf. adem{ls, esta obra, t. 1, § 4, B, 2, b, ps. 217 y siguientes.
v 423 ~le~ Código Procesal Pe11al de la Nación, cit, n" 3 y 4, ps. 181 y siguientes. ·
1
' • '
350 CNCP, Sala III, 30/4/1996,"Pazos, Luis y otros", en "La Ley", Suplemento de Jurispru- . . D1stmta PL.JCcle ser la solución para aquellos que piensan, incluso sobre la base del prin-
dencia Penal, Buenos Aires, rnayo 1997, ps. 23 v siguientes. No puede existir duda en afinnm· C!~IO ~ze b1s 111 !(lelll, qL~e la renw¡cia al ejercicio de la acción penal privada (CP, 59, inc. 4) ad-
que el Congreso de la Nación obra dentro de sus lfmites de competencia legislativa cuando mite iorrnas de expresión presuntas, incompatibles con la persecución penal, incluso omisi-
dicta la lev penal para toda la Nación (CN 75, inc. 12): de este modo, si se parte del supuesto vas: ~que las leyes procesales locales pueden indicar, conforme a su propio sistema, cuáles
que los ;:nts. 422 y 423 del CPP Nación modifican al CP, 59, inc. 4, en cuanto agregan nuevas omistones o cuáles actos implican esa forma de renuncia, por imposibilitar de manera abso-
causas de extinción de la persecución penal o, dicho de otro modo, interpretan auténticamen- Iut~ el logro de la ptetensión penal expresada por el acusador, siempre que conserven racio-
te el alcance ele la renuncia, como modo de extinción de las acciones penales privadas, como nalidad y, por ende, no representen una derogación, modificación o interpretación inacio-
lo hace el fallo de referencia, la solución parece clara en el sentido ele la vigencia nacional-no nal de la lev penal; así sucede, por ej . , si las leyes locales de procedimiento establecen como
meramente local- de las reglas discutidas. El título de la ley o la portada del libro en el cual motivos.de r:enun~i~ pr~~unta la incompa1ecencia al debate del acusador privado, que inclu-
apat·ccen esas reglas no puede inducirnos a error sobre la competencia legislativa, pues el ye e.l a~eJam¡ento lllJUstlhcado durante su transcurso, o el pedido de sobreseimiento del pro-
Congteso nacional tiene competencia para dictar ambas clases de reglas, las penales v las pro- ce?m:J~nto o la absolu.ción del acusado. Nótese que todas esas leyes están p 1·esididas por el
cesales penales: el problema reside sólo en establecer el ámbito reducido o amplio de su vi- pnnc1pto que no permite la persecución penal múltiple.
351
gencia. En todo caso, liente a una regla del Congreso de la Nación el único pwblema del in-
~érprete consiste en establecer si ella tiene alcance nacional o solamente local (mejor dicho:
~ejor dicho: al cónyuge, hijos, nietos o padres sobrevivientes, después de la muerte
del ofencbdo, en esos delitos (CP, 75).
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§ 13. La participación del ofendido en el procedimiento penal
D. El querellante en los delitos de acción privada
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E. La acción civil § 13. La participación del ofendido en el procedimiento penal
lantar los fondos necesarios para la comparecencia al debate de los tes- ren los daños sufridos por la víctin1a, nuestro sistema penal y sus re-
359 glas positivas reconocieron siernpre a la reparación corno instituto del
tiaos peritos e intérpretes en la forn1a prevista para el juicio con1ún .
b '
que debía ocuparse el Derecho penal ya la acción civil ex delito con1o
E. lA ACCIÓN CIVil 360 posible de ser planteada en el procedin1iento penal, al lado de la per-
secución penal oficial o privada. La influencia del positivismo crinzino-
1. Generalidades logico, en especial de GARÓFALO y FERRI361, condujo a nuestro Derecho
I. Más allá de la eficacia de los rnecanisn1os establecidos para lograr penal, histórican1ente, a pensar que la reparación integraba la pena y
el fin de que el autor de un hecho punible o los partícipes en él repa- a que, por ello, en principio, debía perseguirse a quien había delinqui-
do para lograr su condena a reparar, en el n1isn1o procedinliento penal
y aun ele oficio362.
Ésta fue la idea originaria del CP ( 1921) vigente. En verdad, la idea proviene del
provecto de CP de 1891, que, claramente, se opone a la idea privatista que el proyecto
359 CPP Nación, 429 v 362. La regla está mal redactada, pues los gastos del citado como Tejedor, arts. 1 y ss., concedía a la reparación: allí se origina, precisamente, el texto sus-
tercero civilmente demm~dado deben ser anticipados por él y los gastos del imputado por el tancial del CP, 29, en tanto pretende que el tribunal penal determine en la condena la
Estado, según la regla de referencia. reparación, al establecer la pena aplicable (proyecto 1891, art. 47). La exposición de
360 Tres excelentes monografías, debidas a tres de nuestros mejores juristas en materia motivos del provecto explica con claridad la asunción de la idea positivista ele la repa-
penaL cmonan, entre nosotros, el estudio de la acción civil ex delito ejercida en el pwcedi- ntción como elemento integrante de la pena363. De allí en adelante siguen la propues-
miento penal: la primera en antigüedad corresponde al profesor NúÑEZ, Ricardo C., d~t~ ~!el ta el proyecto de CP de 1906 y 1917364, antecedentes inmediatos de nuestro CP vigen-
ai1o 1948 v se llamó. en su primera edición, La acción civil para la reparación de los per¡wcws
te, pmvectos que introducen la fórmula del texto actual del art. 29, que modificó sólo
en el proceso penal; pero fue reeditada y puesta al día por el Prof. NúÑEZ, bajo el nomb1e ~tb_r~e
el verbo: "La sentencia condenatoria ordenará: 1")la indemnización del dai'ío .... ".La re-
viado de Lo acción civil en el proceso penal, Ed. Marcos Lerner, Córdoba (RA), 1982, echcwn
que cito no sólo por acercarse más al tiempo en el que esc~·ibo. s_ino por el para 1:1í eno~-~-ne lación de motivos de estos proyectos no deja lugar a dudas acerca de que: la reparación
recuerdo del profesor cordobés, reflejado en su extensa dechcatona -con esa letra mdesclfra- se consideraba parte integrante de la pena y de que el juez debía proceder, en la sen-
ble que e 1a tan característica en él, tan caractedstica como la claridad de sus conceptos y tencia de condena, a determinarla aun de oficio. Un argumento endeble y casi vacuo365
consejos-, escrita, para mi solaz actual, en "El Refugio", su casa de Santa Catalina, quepa- condujo al Senado a proponer una -en apariencia insignificante- reforma del texto: en
ra mí representa la objetivación de su amistad; la segunda en antigüedad no me trae menos
recuerdos, pues me la regaló mí querido profesor y padre académico VÉLEZ MARICONDE, Al-
fredo. Acción resarcitoria, Ed. del autor, Córdoba (RA), 1965, con el afecto que consta en su
dcdicatoiia, cuando regtesé de la RFA, abandonaba Córdoba para siempre sin saberlo Y co-
menzaba rni canera académica en la UBA; la te1·cera monografía, más reciente, pertenece a
un querido amigo, el profesor CREL'S, La acció11 rcsarcitoria en el proceso penal, cit., n~ tiene
361 GAR(JFALO, Indenmi::ación a las pfctinzas del delito (trad. de P. DoRJ\DO MONTERO), cit.;
dedicatoria pem me acerca a su querida ciudad de Santa Fe y a la cercana Santo Tome, don-
FERRI, Sociologfa criminal (trad. ele Antonio SOTO Y HERNÁNDEZ), t. 2, n" 67, ps. 153 y ss., n"
de su amistad me ¡·egaló días y noches de alegría, cariíi.o, buena comida y buena bebida, in-
74, ps. 199 \' ss. y, en especial, n" 88, ps. 275 y siguientes. -
cluso en su propia casa, junto a frustraciones de pescador, jornadas que, por suerte, aún po-
demos repetir. Lamento esta disgresión, debida sólo a una feliz coincidencia temática': a mi 36 2 Este pensamiento, a pesar de que nosotros lo estudiaremos desde el ejemplo del De-
emoción al iniciar el punto con los tres libros frente a mL No vale la pena que yo escnba el recho argentino, influyó, como las ideas de FERRI, en todo el Derecho penal latinoamerica-
punto, pues él, en lo sustancial, presentará sólo una síntesis del esfue_rzo que rep1·es~I:1tan los no traído de la mano de legislaciones o proyectos europeos: ver, los ;:uts. 91 y ss. del proyec-
libros citados. Debo confesar que, si lo hago, se debe sólo a un prm1to de complecwn, pro- to de FERRJ para Italia y su 1epercusión en nuestro Derecho a través del proyecto Cou-G<'J~
pio ele quien publica una obra -que presume ele completa- sobre una mate1 ia. Quienes por fiiEZ de Código Penal; art. 92 en NúÑEZ, La acción ciFil eu el proceso penal, cit., p. 19, v VÉLEZ
interés práctico o por interés teórico aborden el tema, conviene que consulten esas obras, MM~ICONDE, Acción resarcitoria, cit., n" 2, p. 11 y ss., con una síntesis parafraseada del pen-
pues en el tema se ha ciado la feliz coincidencia de tres de nuestros mejores autores y tr~: de samiento del positivismo criminológico, en especial de FFRRL Incluso hoy perdura este pen-
nuestras mejores monografías jurídicas. Hoy sólo se podría agregar a ellas el papel pobtico- samiento en la legislación espai1ola, por vía ele la Lev de Enjuicio miento pmal, 108, que pres-
criminal que comienza a cumplir la reparación de los daíi.os a la víctima en el Derecho pe- cribe el ejercicio de la acción civil reparatoria por parte de los funcionarios del ministerio
nal actual (ace1 ca de ello eL MAIER, Julio B. J., El ingreso de la reparación co111o tercera via en público fiscal, aun sin consultar la voluntad de quien tiene derecho al resarcimiento, salvo
el Derecho penal argenthw, en BINDER y MAJER (comps. ), El Dereclzo penal hm·. Homerwje al su renuncia expresa.
Profesor Do11icl BaigtÍiz, cit., ps. 27 y ss.; o ¿Es la reparaciórzwza tercera vía del Dereclzo perwl'!, 363 NüÑEZ, La acción civil en el proceso penal, cit., ps. 30 v ss., transcribe los motivos ele
conferencia dictada odginariamente en el ámbito de la Universidad de Córdoba, República la decisión, evidentemente ele cui'í.o positivista. .
Argentina, con motivo ele las jornadas internacionales llevadas a cabo en homenaje al Prof. 36 4 Ver sus exposiciones ele motivos en NüÑEZ, ibidem, ps. 31 y siguiente.
Dr~ Claus RoxJN, quien recibió ele esa Universidad el título de Doctor lzcmoris causa, Y próxi-
ma a ser publicada en Chile, en el libro i11 nzenwrimn de mi querido amigo, el Prof. Manuel 365 Atribuido a Gc)NzALEZ RouRA (NúÑEZ, idem, p, 32), argumento que no negaba la pel-
tenencia de la reparación a la pena.
ele RIVACOBA Y RIVACOBA).
720 721
procesal. El rol de la víctima fue limitado a mero testigo de los hechos y con derecho
solamente a ejercer la acción civil. Esto condujo a que en la doctrina procesal se hablara
de un “convidado de piedra”. Es una historia muy conocida.
LA VÍCTIMA Y LOS DELICADOS EQUILIBRIOS En las décadas de 1960 y 1970 se vivió en el mundo penal una predominante
DEL PROCESO PENAL: UNA REFLEXIΌN COMPARADA ∗ euforia por el imputado. Eran los tiempos de oro de la resocialización y de la
reeducación del autor de delito. Se había desarrollado la idea — hoy incomprensible
di Daniel R. Pastor para la mayoría de las personas — de que toda la sociedad era co‐responsable del
delito que el autor había cometido. En ese contexto, no había lugar para la víctima en el
proceso penal de casi todos los rincones del mundo. A lo sumo había aparecido en los
SUMARIO: 1. Introducción. – 2. La relación autor‐víctima. Del equilibrio penal al desequilibrio procesal. – 3. EE.UU. una cierta mirada, conectada exclusivamente a movimientos de activismo, que
Latinoamérica y el renacimiento de la víctima. – 4. La perspectiva del acusado y la perspectiva de la reclamaba más atención judicial hacía la víctima e incluso hasta cierta participación
víctima. – 5. Dos contra uno: problemas y soluciones.
como actor procesal. Este último fue un grito que, hasta hoy, ha quedado bastante
desoído en aquel país.
En Latinoamérica, en cambio, la situación procesal de la víctima tuvo un
1. Introducción.
recorrido histórico diferente. Por la influencia de la legislación española fue
tradicionalmente admitido, junto al ministerio público, un acusador particular también
Por víctima me refiero en este texto — de modo simplificado y sin las
en los delitos de acción pública. Pero mientras que esto sucedía en algunas épocas y en
importantes precisiones técnicas que serían necesarias — a quien aparece en el proceso
algunos países de la región, en otros — o en otros momentos — fue recibido intacto el
penal como posible sujeto pasivo de un delito, conceptualización general que engloba
modelo procesal penal ilustrado de cuño napoleónico, el llamado sistema mixto o
indistintamente las voces ofendido, damnificado, querellante, acusador particular, etc.,
inquisitorio reformado, en el cual no había sitio para un acusador particular en el
que son usuales, con sus matices diferenciadores, en las diversas legislaciones y en la
enjuiciamiento de los delitos de acción pública, que es el ámbito del proceso al cual
literatura especializada. Aquí, la utilización preferente, pero no exclusiva, de la
restrinjo mi exposición.
expresión víctima está determinada de forma práctica por ser la designación
Estos dos modelos de tratamiento procesal de la posición de la víctima en el
mayormente empleada en la jurisprudencia y en la doctrina a las que se refiere este
enjuiciamiento penal, el español, tan enamorado del acusador particular, y el francés,
trabajo, aunque es algo desafortunada para describir la participación de este sujeto en
tan refractario a ese personaje, siguen conviviendo en Latinoamérica en la actualidad.
el proceso, dado que justamente sólo cuando el proceso termina definitiva e
Pero aquí he de referirme no sólo a los intercambios jurídicos entre las parejas autor‐
irrevocablemente es posible saber si en realidad hay una víctima en sentido jurídico
víctima y querellante‐imputado, sino también, especialmente, a las últimas tendencias
penal, hasta ese momento su estatus es esencialmente refutable, mientras que, en la
que en esa región han desatado una euforia por la víctima otorgándole más
otra esquina del proceso, la condición de imputado resulta apropiada durante todo el
protagonismo procesal, algo que, si bien puede ser valioso, puede asimismo romper el
enjuiciamiento.
delicado equilibrio de un derecho procesal penal que está pensado para que el
El carácter eminentemente oficial del derecho penal llevó a que en la escena
imputado tenga que padecer únicamente el sufrimiento que resulte insuprimible y
procesal confrontarán sólo el ministerio público y el individuo imputado y no, como es
nada más.
usual en el derecho privado, un individuo contra otro. Esto no fue siempre así y tal vez
no lo sea para siempre. El estudio de la historia del derecho, entendido éste como
regulador del funcionamiento de las sociedades, describe de qué modo se pasó, si se
2. La relación autor‐víctima. Del equilibrio penal al desequilibrio procesal.
me permite el reduccionismo, del enfrentamiento entre particulares, también en los
conflictos penales, al surgimiento de acusadores públicos, desde el acusador popular al
Según una antigua ponderación, el arquetipo clásico de un sistema penal
ministerio público. Sociológicamente se habla de la expropiación o confiscación del
democrático — hijo de la Ilustración — podría ser presentado, muy resumidamente,
conflicto, pues el Estado se constituyó en actor penal sustituyendo a la víctima o a otros
como una división de incumbencias jurídicas prevalecientes entre los sujetos activo y
particulares directamente damnificados, que quedaron fuera del campo de juego
pasivo del delito.
El derecho penal sustantivo sería el territorio predominantemente ocupado por
la presunta víctima y el derecho procesal penal el campo de juego del posible autor. La
∗
Testo della relazione presentata dal Prof. Daniel Pastor al convegno ʺVittime di reato e giustizia penaleʺ, pena prevista para el hecho — especialmente en el momento de su aplicación y
tenutosi il 9 e 10 ottobre 2014 presso l’Università degli studi di Milano, nel quadro del progetto di ricerca
internazionale ʺGood practices for protecting victims inside and outside the criminal processʺ.
ejecución — es la respuesta del orden jurídico al sufrimiento padecido por la víctima.
2
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Pareciera que ese reconocimiento, por el cual el autor paga un precio considerable, las cuales se afirmaron derechos subjetivos fundamentales al enjuiciamiento de los
debería ser siempre suficiente para satisfacer los intereses penales de la víctima. Este sospechosos y al consiguiente castigo, sin alternativas, de los culpables. Por la jerarquía
momento de consideración penal hacia el sujeto pasivo del delito no significa que el del fundamento jurídico asignado a los poderes procesales de la víctima es ésta última
autor del hecho sea olvidado en las regulaciones materiales. A él corresponden, como la perspectiva más interesante para nuestra cuestión.
es sabido, todos los derechos y garantías que protegen a los individuos para que sean Tanto la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (en adelante Com.
legal y constitucionalmente legítimas las injerencias del derecho penal sustantivo. IDH) como la Corte Interamericana de Derechos Humanos (en adelante la Corte IDH),
El derecho procesal penal sería, en cambio, el ámbito en el cual el imputado al enfrentarse a la impunidad de crímenes gubernamentales que representan graves
debería ser tratado con todo cuidado en la determinación de si será condenado o si no violaciones de los derechos humanos, llevaron a cabo una metamorfosis respecto de la
lo será. Cuenta para ello con el privilegio de todo el sistema de derechos y garantías regulación de los derechos fundamentales relativos al enjuiciamiento penal. Los
que previene los abusos del proceso y las condenaciones indebidas. En esto, una derechos del imputado fueron devaluados y superados por unos derechos de las
protección crucial del imputado es la regla de enfrentarlo a un solo acusador, el cual, víctimas que no están previstos explícitamente ni por los catálogos de derechos
además, es público, es decir, un tercero, distanciado del hecho y de sus protagonistas, humanos ni, mucho menos, por la ideología penal que preside todo modelo de
que actúa según criterios objetivos de legalidad. Por supuesto que esto no implica derechos humanos. En esta visión, además, el concepto de víctima es amplísimo. En
relegar a la supuesta víctima a ese rol de “convidado de piedra” del proceso. Debe ser razón del tipo de delitos (asesinatos, desapariciones forzadas, apropiaciones de niños)
tratada con pleno respeto de su dignidad, con comprensión por su padecimiento y con la prerrogativa de ser víctima se extiende a los familiares y allegados del sujeto pasivo
la mayor consideración hacia sus expectativas de punición que se traducen en una del hecho y, en ocasiones, también a las asociaciones particulares que representan los
esperable actuación regular de las autoridades judiciales en la aplicación correcta de la intereses de ese tipo de ofendidos.
ley penal a unos hechos debidamente comprobados. En los pronunciamientos de la Com. IDH y de la Corte IDH aparecen así, para
Pero esto hoy se está convirtiendo en un mosaico roto. Mientras que, por un el curso de los enjuiciamientos penales de la región, los derechos fundamentales de las
lado, la ley material sigue siendo el mismo lugar de consideración de las expectativas víctimas afectadas a que sean investigados los hechos, al descubrimiento de la verdad,
penales de la víctima — que, además, han conseguido un aumento de los delitos y de a la imprescriptibilidad de los delitos, a que no sean objeto de ningún tipo de gracia, a
las penas —, el derecho procesal penal, por el otro lado, ha abierto una puerta cada vez que los acusados no puedan invocar la cosa juzgada ni el ne bis in idem, a que los
más grande para el ingreso de un ofendido con cada vez mayores poderes procesales. culpables sean condenados rápidamente y a que ninguna circunstancia se oponga a la
La víctima, expulsada desde la modernidad de los sistemas procesales penales más realización de los procesos y a la aplicación de las penas que correspondan. Todo esto
avanzados, ejerce hoy una considerable presión para estar de regreso. puede ser bienvenido, especialmente porque implica en casi todos los casos que se
reprima penalmente a autores de crímenes gravísimos históricamente relegados a la
más perversa impunidad, pero sin lugar a dudas no tiene nada que ver con los valores
3. Latinoamérica y el renacimiento de la víctima. jurídicos que justifican el origen y la existencia de los derechos humanos frente a los
aparatos represivos estatales.
En las últimas décadas se produjo en Latinoamérica una importante Lo problemático de esta evolución reside en que la concesión de tantos poderes
reconsideración del rol de las víctimas en el proceso penal. Las políticas de mano dura procesales a la víctima reduciría dramáticamente los derechos del imputado y esa
en la lucha contra la criminalidad ordinaria — extensa y violenta en la región — han descompensación, en lo que resulta ser lo más importante de todo, cambiaría por
influido a favor de otorgar más poderes procesales al afectado por el delito, en especial completo la visión que tenemos hasta hoy de un proceso penal justo. Estas son
ante una marcada inactividad del ministerio público. Por su parte, en la lucha contra la hipótesis que deben ser evaluadas con algo más de detalle.
corrupción se abrió paso la idea de dotar de poderes procesales de acción a las
asociaciones de defensa de la transparencia gubernamental y a los actores populares,
ante la sospecha de dependencia de los fiscales con el poder ejecutivo de turno. 4. La perspectiva del acusado y la perspectiva de la víctima.
Instituciones como la justicia penal negociada también explican la inclinación a
devolver el poder de acción a la víctima, pues si en lugar de la solución legal al caso se Ante todo es preciso intentar comprender el fundamento político de las
le va a aplicar una salida que es producto de un comercio entre las partes, sin duda demandas en favor del otorgamiento de mayores poderes procesales a la víctima, allí
debería ser el afectado y no el ministerio público el que se preste al regateo. Por último, donde hoy no los tiene.
el enjuiciamiento de los crímenes de gobierno cometidos por las últimas dictaduras que La cultura de los derechos humanos más que una cultura de demandas
asolaron la región entre 1970 y 1990, usualmente remitidos a la impunidad, dieron punitivas es una cultura de límites a la aplicación de penas (perspectiva del acusado). Un
excusa al desarrollo de una inclinación hacia las víctimas de esos hechos, respecto de modelo de consideración de la cuestión penal verdaderamente fiel a los derechos
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fundamentales, si se me permite esta simplificación extrema, se caracteriza por su autónomos de perseguir al imputado, de acusarlo, de argumentar y alegar en su
prevención contra el aparato represivo del Estado. Quienes lo idearon se veían a sí contra, de ofrecer pruebas, de controlar actos, de recurrir, etc.
mismos como imputados. En este sentido es central la noción de que se debe proteger a Ya el principio de igualdad de armas se opone a esto y, en lo que toca a este
las personas frente a los posibles ataques de cualquiera de sus congéneres, pero que trabajo, exige, para ser tal, que frente al acusado haya un solo acusador.
sobre todo se debe proteger a los individuos frente al poder público y muy Imaginativamente se ha visto en esta realidad procesal anómala de dos contra
especialmente frente al poder punitivo. Que ésa es la función de los derechos humanos uno también un problema de ne bis in idem: al ser acusado por dos actores procesales
en algo que se ve completamente confirmado con sólo echar una ojeada superficial a independientes el imputado resulta perseguido dos veces por el mismo hecho.
todas las declaraciones, cartas, constituciones y convenciones que reflejan Esta situación inafrontable, producto de un tensión evolutiva de valores e
jurídicamente la ideología política y penal de nuestras sociedades democráticas. En intereses, podría ser resuelta excluyendo al ministerio público de la persecución penal
ellas la mayoría de los derechos y los más importantes corresponden al individuo de los delitos de acción pública en los que también haya un acusador particular. De
enfrentado a los tribunales penales. Por encima de todas las cosas abundan en esos este modo, el acusador sería uno sólo. El ascenso de la víctima como figura estelar del
textos, hasta el asombro, los principios y las reglas de protección del acusado, junto a proceso representaría la caída del ministerio público: tertium non datur. Además, así se
ausencia de todo derecho explícito de la víctima. Es por ello que el camino procesal cumpliría de un modo perfecto con la metáfora de la expropiación del conflicto, pues al
hacia la aplicación correcta de la pena quedó plagado de “obstáculos”, aun cuando el volver el expropiado al dominio de su antiguo bien — retroexpropiación — pierde su
precio inevitable de esta actitud fuera cierta impunidad. condición de propietario el Estado expropiador: ni condominio ni tiempo compartido.
La tendencia de otorgar protagonismo como actor penal al ofendido, en cambio, Por supuesto que esta salida presenta no pocas debilidades. En estos casos,
ha prestado atención unilateralmente a las buenas razones de la justicia punitiva, a las ¿debería seguir utilizándose el mismo régimen procesal o sería más razonable, ante
valiosas expectativas de las afectados a que se obtenga el castigo de los culpables esta re‐privatización del conflicto, aplicar de ahora en más el proceso por delitos de
(perspectiva de la víctima), pero que ha menospreciado insistentemente los derechos acción privada? ¿De qué manera se va a garantizar el interés estatal en la investigación
humanos del imputado cuando han entrado en conflicto con esas razones y esas y castigo de los culpables, carácter público distintivo del sistema penal moderno, si ya
expectativas. Esto se debe a que nuestros contemporáneos se ven a sí mismos más no actúa el ministerio público? ¿Deberían ser dejados de lado todos los principios
como víctimas del delito que como imputados sometidos a la arbitrariedad del aparato jurídicos que se fundamentan en el hecho de que en el proceso penal el individuo se
penal del Estado. Aquellos temores a sufrir el abuso del poder público que tenían los enfrenta con el Estado? ¿A la supresión del carácter público de la acción procesal
pensadores ilustrados como Montesquieu, Voltaire, Beccaria, Pagano o Filangieri, no debería seguirle, en el campo material, la eliminación de la naturaleza estatal de la
los tienen los lectores de periódicos de la actualidad, que sólo se sienten amenazados, pena?
mayormente, por la criminalidad de subsistencia de los inmigrantes ilegales y, en Son preguntas retóricas. Si es cierto para el derecho que únicamente debe haber
menor medida, por los delitos de corrupción de los gobernantes. un acusador, entonces éste sólo puede ser el ministerio público. En tanto que el
derecho penal siga siendo una amarga necesidad del Estado moderno para asegurar la
convivencia social pacífica, el Estado tiene que tomar a su cargo, como cuestión propia,
5. Dos contra uno: problemas y soluciones. la persecución de los delitos por medio de una institución, el ministerio público, que
deberá actuar en forma exclusiva. Un balance entre las tensiones en juego es imposible,
Si tomamos como ejemplo el caso argentino — similar, entre otros, al español — pues, en casi todos los casos de conflicto, el sistema no puede servir a la vez de un
en el cual se permite en los procesos por delito de acción pública la actuación, junto al modo tan intenso a dos objetivos tan contradictorios. Esto en razón —no en última
ministerio público, de un querellante particular con poderes de acusador instancia, por supuesto— de que son tan diferentes las dos concepciones ideológicas
independiente, surgen muchos dolores de cabeza. Aunque sean respetables las razones que compiten en estas dos visiones del significado procesal penal de los derechos
para contar con dos acusadores autónomos y explicables sus fundamentos, no se pudo humanos. Kindhäuser ha destacado el conflicto al constatar que cada aumento de los
evitar el juego sucio de enfrentar en el proceso a dos contra uno. derechos procesales de la presunta víctima se paga en moneda de disminución de los
Es muy evidente la disfuncionalidad — esa deslealtad — de contraponer al derechos del imputado.
imputado dos acusadores. Parece claro que para asegurar su derecho de defensa ésta Además, con el modelo del dos contra uno, en tanto que la pena sigue siendo
debe ser confrontada con una sola hipótesis acusatoria dirigida por un sujeto sólo, que estatal, se refuerza su aplicación al existir dos sujetos del proceso que así lo requieren,
es quien va a tener a su cargo formular y probar en juicio las aserciones incriminantes y con lo cual el Estado, con la concesión de mayores facultades procesales a la víctima, lo
refutar las contrapruebas de la defensa. La unificación de representación no se aplica que en realidad hace es llevar más agua para su molino: estos derechos de la víctima
por una supuesta diversidad de intereses entre los acusadores. Así, la legislación terminan por funcionar, en verdad, como ampliaciones del siempre violento y
dispone la actuación de varios sujetos activos todos con los mismos poderes desconfiable aparato represivo del Estado.
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No es cierto, por otra parte, que una mayor participación procesal de la víctima
esté impuesta por el derecho constitucional o por el derecho internacional de los
derechos humanos. No hay nada de eso en los textos constitucionales. Las decisiones
de los órganos internacionales que controlan el respeto de los derechos humanos se
contentan, en realidad, con que el Estado investigue seriamente y castigue de modo
categórico los delitos con independencia de los detalles reglamentarios de los
procedimientos. De hecho, la Corte Penal Internacional tiene un único acusador y
público. Nadie puede plantearse razonablemente que los países del mundo cuya
legislación procesal penal no prevé la figura de la víctima‐acusador — por cierto que
entre ellos están la mayoría de los estados constitucionales de derecho más avanzados
— estén violando sistemáticamente derechos fundamentales.
Los derechos humanos no fueron creados al servicio de la víctima del delito, no
hay nada de eso en su función y, en consecuencia, la víctima no es mencionada ni una
vez por su nombre en los catálogos de estos derechos, cosa elemental si se recuerda que
las funciones penales que satisfacen a la víctima (investigación, enjuiciamiento, castigo)
son públicas y que en el campo de la pena pública el único titular de derechos humanos
es el imputado.
La función del acusador público como único actor penal es la de asegurar la
objetividad de la respuesta penal y que la consecuencia jurídica del delito sea sólo la
prevista legalmente. Los desvíos patológicos de esta tarea deben ser tratados en el
campo específico de la responsabilidad de los funcionarios por sus infracciones de la
ley, pero no justifican romper el equilibrio del proceso para intentar prevenirlos.
Si la cuestión penal, por su relevancia social general y por su gravedad, es una
cosa pública con un interés estatal preponderante, sometida a un modelo garantista de
proceso, el principio de acusación única indicaría que sólo el ministerio público, para
contener la comprensible inclinación de las víctimas a la venganza privada
(justificación del derecho penal), puede ser el titular exclusivo (negación del
condominio) de una acción penal pública cuya promoción debe velar por la aplicación
del derecho penal objetivo, en favor de los particulares damnificados por los delitos,
sólo en el marco de lo que permita la actuación del poder judicial en defensa de la
legalidad y de los intereses generales de la sociedad.
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