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La revolución árabe en su estación egipcia

Esta “revolución del verdulero” que se inició con la inmolación de Mohamed Bouazizi, en
Sidi Bouzid, Túnez, el 17 de diciembre de 2010, está atravesando ahora su etapa egipcia,
estación intermedia con destino final en Israel.

Toque de queda o “apagón” de Internet, nada frena la movilización


El viernes 28 el presidente Mubarak impuso el toque de queda en las tres principales
ciudades del país: El Cairo, Alejandría y Suez, donde se habían producido las
manifestaciones más importantes del denominado “día de ira” contra el gobierno. Un
millón de manifestantes en la ciudad de Alejandría desbandó a la policía, expulsó a las
autoridades, tomó el palacio de gobierno y se hizo cargo del control de la ciudad.
Alejandría es el principal lugar de asentamiento del grupo ilegalizado de los Hermanos
Musulmanes, un grupo islamista opositor con influencia en todo el Oriente Próximo.
El toque de queda se inició a las 6 de la tarde y se prolongó hasta las 7 de la mañana del día
siguiente. En virtud de esta medida el Ejército entró en acción para respaldar la acción de la
policía. Las movilizaciones desconocieron la medida, el Ejército se negó a una represión
masiva y el toque de queda fracasó. En la primera noche del toque de queda fue incendiada
la sede central del Partido Nacional Democrático, el partido oficial del gobierno.
El presidente Mubarak pidió la dimisión de todo el gobierno y nombró un nuevo Poder
Ejecutivo, con el anterior jefe de los servicios secretos como vicepresidente, el general
Omar Suleiman. Hace 30 años que Egipto no tiene vicepresidente, y con esa medida
Mubarak intenta colocar a Suleiman como su sucesor, en lugar de su hijo Gamal, hasta
ahora delfín del régimen. Con este recambio, en vez de retroceder, el gobierno intenta
profundizar la represión, desentonando con la recomendación del presidente Barack
Obama. Los recursos de Estados Unidos para influir en el proceso político inmediato son
infinitos, pero al mismo tiempo no le garantizan nada, del mismo modo que el rechazo a la
política norteamericana unifica las protestas pero un cambio de esa política no traerá la
pacificación.
En definitiva la decisión del gobierno egipcio no fue suficiente y los manifestantes,
apoyados por los soldados, sitiaron la zona céntrica del Cairo.
Además en la medianoche de ese mismo viernes 28 de enero el gobierno egipcio decidió
desconectar a Egipto de Internet, algo similar sucedió con las llamadas y mensajes por
celular. Solo uno de los proveedores de servicios de Internet en Egipto siguió funcionando
con normalidad, Noor Group, que presta servicios a la bolsa de valores del país. Es la
primera vez en la historia que un país se desconecta casi por completo de la red. En el
pasado otros países como Irán hicieron cortes parciales, pero nunca con la profundidad del
apagón egipcio, que lo puede hacer por la estructura centralizada de los servicios de
Internet que deposita el control de última instancia en el gobierno.
Al día siguiente estaba programada la cuarta jornada consecutiva de movilizaciones para
exigir la renuncia del presidente Hosni Mubarak.
El régimen de Mubarak
Hosni Mubarak gobierna Egipto desde 1981. Luego de la presidencia de Anuar El-Sadat
(1970-1981) construyó un sistema pluripartidista controlado que le permitió la cooptación
de las elites marginadas por Sadat mediante la adjudicación de escaños en el Parlamento y
el consentimiento de una libertad de expresión “aristocrática”, aislada de la sociedad. Así
consiguió instalar la falsa idea de una “apertura democrática”. En 1990, cuando la
oposición decorativa entendió que sería el régimen y no las urnas quien definiría la
competencia electoral, Mubarak deshace el acuerdo pluripartidista y se hace reelegir
presidente por tercera vez en 1993.
En las décadas de los 80s y 90s la oposición provenía de las clases medias empobrecidas.
Aunque a mediados de los 80s se habían produjeron importantes aunque escasas protestas
laborales en los conglomerados industriales del Estado sólo un pequeño sector de las clases
populares, tanto rurales como urbanas, había sido atraído por los mensajes islamistas, tanto
de los Hermanos Musulmanes como de imanes y proselitistas radicales. Los sectores
políticamente activos de la clase media quedaron encerrados en “burbujas” en las que
gozaban de cierta libertad: el reducido sistema político del régimen y sus medios de
comunicación o en los colegios profesionales sometidos a permanente vigilancia. Los más
arriesgados militaron en la semiclandestinidad de los Hermanos Musulmanes, a veces
reprimida y a veces tolerada.
Estas áreas de “libertad limitada”, aisladas del resto de la sociedad, eran una válvula de
seguridad que dejó a la oposición inmersa en la disyuntiva islamismo-laicismo. Sólo los
organismos de derechos humanos trascendieron estos compartimentos.
Además la dependencia económica del Estado fue un factor de contención importante para
la clase media, en particular el sector de la producción cultural e intelectual. La mayoría de
los periodistas e intelectuales trabajaban para el aparato de edición, comunicación y
educación estatal creado por el nasserismo, que condicionaba su posición. Dependían
económicamente del Estado y de sus poderosos mecanismos de retribución y castigo. Por
otro lado si dentro del aparato del Estado la situación económica era mala y en permanente
deterioro, fuera del Estado era peor.
En el año 2003 comenzaron a producirse manifestaciones callejeras, al grito de ¡Basta!
(Kifaya), que por primera vez cuestionaban radicalmente el régimen político, a Hosni
Mubarak y a su hijo Gamal. El régimen permitió esas manifestaciones buscando una
autorreforma que le diera continuidad. El impulso a la figura de Gamal Mubarak como
candidato a la sucesión respondía a la necesidad de un recambio que satisfaciera a las
nuevas élites socioeconómicas del régimen. Gamal era el candidato de los grandes
empresarios y hombres de negocios del sector privado, que se habían beneficiado del
régimen y habían colaborado con él en una posición de inferioridad respecto de las élites
burocráticas y militares de los regímenes de Nasser, Sadat y Mubarak. Los empresarios del
sector privado beneficiarios del proceso de liberalización buscaban consolidar su posición
frente a la vieja guardia y dar una imagen moderna y renovada de su hegemonía en el país.
Estos objetivos debían obtenerse sin correr riesgos, amparados en el poder presidencial y en
un apoyo popular que frenara al aparato burocrático. La hora de un nuevo acuerdo había
llegado.
Por su parte Estados Unidos y la Unión Europea buscaban posicionarse ante la sucesión
oscilando entre Ayman Nur, el candidato liberal alternativo, los Hermanos Musulmanes y
el nuevo régimen que surgía en torno a Gamal Mubarak. Así llegaron las elecciones
legislativas de 2005. En el año 2000 las elecciones habían sido condicionadas por la
sujeción a las normas de juego exigidas por el Tribunal Constitucional. El acceso de los
hombres de Gamal al poder se había retrasado. Además muchos de ellos fueron derrotados
como candidatos oficiales del Partido Nacional Democrático por el voto de los disidentes.
En el año 2005 las normas del Tribunal Constitucional habían adquirido un respeto más
acentuado y el pacto alcanzado con los Hermanos Musulmanes les permitió competir por
un 25% de los escaños. Las elecciones fueron muy limpias en su primera fase (un tercio del
país), comenzaron a ser controladas en la segunda y acabaron maniatadas en la tercera. La
oposición obtuvo casi un 25% de los escaños, los Hermanos Musulmanes el otro 25% y los
candidatos oficiales del Partido Nacional Democrático un 35%. El resto se distribuyó entre
los disidentes del partido oficial, reintegrados luego a la disciplina del partido. Nuevamente
Gamal Mubarak y su nueva guardia tuvieron que esperar.
En estos comicios de 2005 el régimen de Mubarak quiso mostrar que la única alternativa al
poder constituido eran los Hermanos Musulmanes.
Tras las elecciones el régimen egipcio volvió a imponer un severo límite a las posibilidades
de alternancia mediante cambios a la constitución y el alejamiento de los jueces del control
electoral. En las elecciones legislativas de noviembre-diciembre de 2010 la oposición
quedó casi totalmente excluida del Parlamento y Gamal Mubarak y su nueva guardia
pudieron colocar a sus parlamentarios.
En esta situación de fracaso del proceso de autorreforma hay dos elementos que han llevado
a la situación actual: por un lado las protestas laborales, por otro lado la irrupción de los
jóvenes de clase media en la política a través de nuevas formas de organización, las redes
sociales y las nuevas tecnologías.
En 2004 las huelgas de los trabajadores industriales de las empresas estatales y ex estatales
del Delta del Nilo iniciaron una escalada de conflictos laborales que se caracterizaron en
primer lugar por los éxitos obtenidos, en segundo lugar por el temor del régimen a su gran
número y finalmente por el temor a que la protesta laboral se convirtiera en protesta
política.
Los jóvenes de clase media irrumpieron en la política nacional convocando por Facebook a
una exitosa huelga general, la primera de los últimos 70 años, para el 6 de abril de 2008, en
solidaridad con los trabajadores industriales de Mahalla al-Kubra y sus reivindicaciones.
Desde entonces se llaman Jóvenes del 6 de abril y en las movilizaciones actuales ocupan un
rol central.
Los inicios
Los episodios de Túnez actuaron como catalizador de una situación que ya estaba madura
en Egipto. Los primeros indicios concretos de la repercusión de los acontecimientos de
Túnez surgieron a mediados de enero cuando varias personas se prendieron fuego frente al
edificio del Parlamento y de la oficina del Primer Ministro en El Cairo. Y las primeras
manifestaciones fueron convocadas a raíz de esas inmolaciones. Túnez estaba en boca de
todos, pero los episodios de Egipto son gigantescos en comparación con Túnez.
Grandes movilizaciones se habían protagonizado en el año 2008, en las ciudades de
Mahalla (en el Delta del Nilo) y Borollos, como parte de un proceso de cuatro años de
grandes huelgas de trabajadores en el cordón industrial del Delta. En Mahalla, sede de la
industria textil egipcia, con 28 mil obreros, la policía perdió todo control sobre las calles de
la ciudad.
Como resultado de esas luchas nacieron los dos primeros sindicatos independientes desde
1957: el de cobradores de contribuciones de bienes raíces, con 40 mil afiliados, y el
sindicato de técnicos de la salud, con 30 mil. El régimen sindical egipcio sigue fuertemente
controlado por el Estado, por eso este levantamiento no está protagonizado por sindicatos,
como sí lo fue en Túnez.
La situación internacional nunca estuvo ajena al incremento de las luchas populares en
Egipto. La invasión de Estados Unidos a Irak o el ataque de Israel a la franja de Gaza en
enero de 2010 provocaron la solidaridad de la población y una fuerte represión del
gobierno. Lo regional se convirtió en local, y de las manifestaciones en apoyo a Palestina se
pasó a las manifestaciones contra Mubarak.
Al igual que en Túnez, las protestas se basan en la pobreza generalizada y el desempleo.
Casi el 50% de los 80 millones de egipcios vive por debajo del nivel de pobreza que
Naciones Unidas fija en 2 dólares diarios. Esta base económica es parte de un descontento
político por las injusticias, las desigualdades y la corrupción del régimen de Mubarak.
La inicial exigencia de reformas políticas, entre ellas la derogación del estatuto de
emergencia que rige desde 1981, se incrementó hasta convertirse en un rechazo total al
régimen pro norteamericano de Hosni Mubarak.

La transición
Dado que Mubarak parecería haber cruzado el punto de no retorno, el problema que se le
presenta a Obama es el de construir un "mubarakismo" sin Mubarak; es decir, garantizar la
continuidad mediante un oportuno recambio. Las primeras esperanzas de autorreforma del
régimen fueron desalentadas con el nombramiento del general Omar Suleiman como
vicepresidente.
Una transición hacia un régimen sin Mubarak, puede estar encabezada por el Mohamed Al-
Baradei, un burócrata de Naciones Unidas, poco conocido en Egipto y que no ha vivido en
el país durante las últimas décadas. Este es el proyecto de Estados Unidos que ya ha
conseguido el respaldo de la Hermandad Musulmana, el grupo más fuerte de la oposición
en Egipto, con una fuerte división interna por colaborar con Mubarak. La Hermandad ha
intentado en vano frenar las manifestaciones y luego se incorporó a las demandas de
renuncia de Mubarak. Ahora ha prometido apoyar a El Baradei, encargado de negociar la
transición.
Los principales partidos de la oposición han solicitado a Al Baradei, ex director de la
Agencia para la Energía Atómica de la ONU, que encabece un posible Gobierno de
transición ante la previsión de que el régimen de Mubarak caiga en las próximas horas.
Por el momento se ha constituido una comisión de diez miembros representantes de "todas
las fuerzas nacionales egipcias". Esta comisión está encabezada por Al-Baradei e incluye a
Muhammad Al-Baltagi (Hermanos Musulmanes), Ayman Nur (liberal, ex candidato a la
presidencia y ex prisionero por ello), Magdi Ahmad Husein (de orientanción islamista
laborista), Georges Ishaq (fundador de Kifaya), Abdel Hamid Qandil (naserista), Hamdin
as-Sibahi (naserista), un líder del movimiento Jóvenes del 6 de abril y otras personalidades.
Esta comisión pretende negociar con el régimen y con el ejército las condiciones del
abandono definitivo del poder por parte de Hosni Mubarak y la constitución de un gobierno
de unidad nacional.
En la transición egipcia parecen abrirse tres posibilidades para la política exterior de
Estados Unidos:
(a) sostener el régimen actual, pagando un alto costo político en el mundo árabe y con
la posibilidad de no poder detener el proceso;
(b) una toma del poder por una alianza cívico-militar en donde los opositores de
Mubarak ejercerán una creciente importancia. Esta parece ser la opción más viable.
(c) si se produce un vacío de poder, que los islamistas de la Hermandad Musulmana
tomen el gobierno por asalto.

Las dictaduras seguirán cayendo


1. Mubarak es presidente desde 1981.
2. M. Alí Abdalá Saleh dirige Yemen desde 1978.
3. En Jordania, Abdalá II sucedió en 1999 a su padre, que accedió al poder en 1952.
4. En Siria, Bachar Al-Assad sustituyó a su padre, quien había accedido al poder en
1970.
5. En Marruecos el rey Mohamed VI sucedió en 1999 a su padre, quien había reinado
desde 1961.
6. En Libia Gadafi gobierna desde 1969 y prepara a su hijo para que lo suceda.
7. Ben Alí presidía Túnez desde 1989.
El rey Abdalá de Jordania destituyó al primer ministro Samir Rifai, centro de las protestas
de las últimas semanas por los aumentos de los precios del combustible y de productos
básicos. En su lugar, Abdalá ha designado en el cargo a Maruf al-Bajit, general retirado,
quien ya ocupara ese puesto entre 2005 y 2007. Ha sido embajador de Jordania en Israel. Es
un firme defensor de los vínculos con Israel y con Estados Unidos. La autorreforma jordana
es un reforzamiento de las relaciones del país con Estados Unidos.
En Yemen miles de personas salen a la calle y llaman a seguir el ejemplo de Túnez.
También hay movilizaciones y crisis políticas en Mauritania, Níger, Costa de Marfil y
Argelia y Marruecos.

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