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¿CÓMO SABEMOS SI UNA

FUENTE DE DATOS
SOBRE LA HISTORIA
DE LA IGLESIA
ES CONFIABLE?
Por Matt Grow
Historiador de la Iglesia

He trabajado para la Iglesia durante los últimos nueve años escribiendo en cuanto
a historia. He visto la actitud de nuestras Autoridades Generales con relación a
nuestra historia; las conversaciones no giran en torno a “¿Cómo ocultamos o
censuramos la historia?”, sino, más bien, tratan sobre “¿Cómo logramos que la
historia sea accesible, esté disponible y sea comprensible?”. Todos sabemos que
el reto de la era de la información no es buscar respuestas estamos rodeados de
respuestas— sino discernir entre las respuestas buenas y las malas, la
información buena y la mala. Hay muchas conversaciones en internet sobre
nuestra historia, y la mayoría de ellas producen mucha más agitación que luz.
Tengan cuidado con las fuentes de información que tan solo procuran desacreditar
a las personas. Más bien, busquen fuentes de información que se basen en los
registros que las personas mismas han dejado y que procuran ser justas con la
gente. Es muy sencillo hallar “faltas” en la gente del pasado juzgándolas según las
normas actuales; sacar una cita o un incidente fuera de contexto y hacerlo parecer
alarmante. Como historiador, trato de seguir el consejo de un novelista británico,
que dijo: “El pasado es un país extranjero: allá las personas hacen las cosas de
manera diferente” (L. P. Hartley, The Go-Between, 1953, prólogo). Eso significa
que, al visitar el pasado, no hemos de ser “turistas descorteses”; queremos tratar
de entender a las personas en su propio contexto y en su propia cultura.
Queremos ser pacientes con lo que percibimos como sus faltas. Queremos ser
humildes en cuanto a los límites de nuestro propio conocimiento. Y queremos
tener un espíritu de caridad en lo concerniente al pasado. (“La historia de la
Iglesia una fuente de fortaleza e inspiración” Liahona de julio del 2020 Pag
15).

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