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HORA SANTA POR LAS VOCACIONES

OCTUBRE 8 DE 2020

MONICIÓN INICIAL
LECTOR 1:

En este día nos reunimos en torno a Cristo, que tanto nos ama, para pedirle que siga
llamando a todos los hombres y las mujeres a la santidad, que nos envíe sacerdotes,
matrimonios, religiosos y religiosas y laicos comprometidos con el Reino de Dios.

“El llamado” es un regalo que Dios nos ha hecho. Él ya nos llamó a la vida, y a una vida plena y
feliz. Nos llama por amor y para el amor. Nuestro llamado a la vida es un llamado que exige de
nosotros una respuesta de amor.

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Señor Jesús, a ti te ofrecemos este momento no como sacrificio, sino como prueba de
nuestro sincero amor.

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Dispongamos, hermanos, nuestros corazones para estar frente a Jesús pidiendo que escuche
nuestras oraciones.

EXPOSICIÓN DEL SANTÍSIMO

INTRODUCCIÓN

LECTOR 2:

Orar por las vocaciones es una puesta en práctica del mandato de Jesús: “rueguen al dueño
de la siembra que mande obreros para hacer la cosecha”. Este mandato desafía nuestra fe e
interpela nuestra conciencia de bautizados. Es el primer servicio que podemos ofrecer a la
gran causa de las vocaciones. Necesitamos apóstoles, evangelizadores y misioneros,
matrimonios, fieles laicos, personas comprometidas que, en nombre de Cristo, nos ayuden
alcanzar los bienes de la salvación. Lo primero que debemos hacer es elevar nuestras
oraciones, con humildad, hacia Dios.

Por ello, oremos juntos a nuestro Redentor y pidámosle que suscite vocaciones a los
diferentes estados de vida y nos ayude a descubrir y reafirmar la vocación a la que hemos
sido llamados. Por eso digamos juntos:

TODOS: Creemos, Señor, que estás aquí realmente presente en este sacramento
admirable en que Tú, Redentor del universo, vienes a nosotros como pan que nos fortalece
en el camino. Creemos, Señor, pero, aumenta nuestra fe. Creemos que estás aquí con
nosotros, que nos escuchas, que nos hablas interiormente sin ruido de palabras y que,
desde el altar, eres un signo elocuente de amor, de donación, de entrega sin límites.

LECTOR 2: A ti, Señor Jesús, aquí presente, queremos alabarte y acogiendo tu palabra que nos
dice “Rueguen al dueño de la mies que envíe trabajadores a su mies”, agradecer las diversas
vocaciones que regalas a la iglesia y pedirte por ellas. Hoy nos descubrimos llamados por tu
amor a una vida feliz. Queremos encontrarnos contigo, nuestro más grande tesoro.
Queremos responderte postrándonos ante ti reconociendo que en tu amor que nos llamas.
No deseamos nada más que ser felices dando una respuesta a la vocación que ya nos has
regalado.

ORACIÓN
GUÍA:

Padre, somos tu pueblo, la obra de tus manos.

Somos tan queridos por ti que nos enviaste a tu Hijo, Jesús. Él nos llama a sanar a los
afligidos, a secar las lágrimas de los que sufren, a dar esperanza a los desesperados y a
encontrar alegría en tu incansable amor.

Nosotros, los bautizados, reconocemos tu llamado a servir; ayúdanos a saber cómo hacerlo.

De entre nuestra familia y parroquia llama a quienes tú deseas que sean sacerdotes,
hermanas y hermanos religiosos, matrimonios, y ministros laicos. Con nuestros corazones
continúa amando a tu pueblo.

Te pedimos todo esto en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

- CANTO «Sáname» -

LECTURA DEL ANTIGUO TESTAMENTO

La vocación de Samuel

1 Sam 3, 1-10
LECTOR 3:

Del libro del profeta Samuel.

En los tiempos en que el joven Samuel servía al Señor a las órdenes de Elí, la palabra de Dios
se dejaba oír raras veces y no eran frecuentes las visiones.
Los ojos de Elí se habían debilitado y ya casi no podía ver. Una noche, cuando aún no se había
apagado la lámpara del Señor, estando Elí acostado en su habitación y Samuel en la suya,
dentro del santuario donde se encontraba el arca de Dios, el Señor llamó a Samuel y éste
respondió: “Aquí estoy”. Fue corriendo a donde estaba Elí y le dijo: “Aquí estoy. ¿Para qué me
llamaste?” Respondió Elí: “Yo no te he llamado. Vuelve a acostarte”. Samuel se fue a acostar.
Volvió el Señor a llamarlo y él se levantó, fue a donde estaba Elí y le dijo: “Aquí estoy. ¿Para
qué me llamaste?” Respondió Elí: “No te he llamado, hijo mío. Vuelve a acostarte”.

Aún no conocía Samuel al Señor, pues la palabra del Señor no le había sido revelada. Por
tercera vez llamó el Señor a Samuel; éste se levantó, fue a donde estaba Elí y le dijo: “Aquí
estoy. ¿Para qué me llamaste?”

Entonces comprendió Elí que era el Señor quien llamaba al joven y dijo a Samuel: “Ve a
acostarte, y si te llama alguien, responde: ‘Habla, Señor; tu siervo te escucha’”. Y Samuel se
fue a acostar.

De nuevo el Señor se presentó y lo llamó como antes: “Samuel, Samuel”. Éste respondió:
“Habla, Señor; tu siervo te escucha”.

Palabra de Dios.

REFLEXIÓN
GUÍA:

Vocación significa “llamada”. Es un diálogo de amor entre dos personas, Dios es quien llama y
el hombre es quien es llamado. Estos son los términos de una vocación personal: El autor de
la llamada y el sujeto llamado. No podría existir ningún llamado de no existir alguien que
llama.

Dios nos llama a todos a vivir una vocación especial; a cada uno asigna un papel en la historia
de salvación del mundo y le otorga los medios necesarios para poder contribuir en llevarla a
cabo.

El amor de Dios llama, elige, forma, consagra y envía. En estas palabras se inscribe el camino
de la vocación del hombre.

En la lectura que acabamos de leer, Samuel, que respetaba reverentemente a Elí, estuvo
dispuesto a levantarse hasta tres veces de noche para atenderle, al escuchar aquellas
misteriosas llamadas. Tenía un fondo de prontitud, de disponibilidad.

Samuel, por las buenas costumbres de su familia, sabía respetar a la autoridad y por eso
estuvo dispuesto a repetir la frase que Elí le sugirió: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”.

Es singular la fuerza de esa expresión: es una frase muy breve que describe el núcleo del
llamado de Dios: el hombre es escucha de una palabra que Dios pronuncia.
De este modo Samuel pasa de una experiencia buena, de servicio, a una profunda conciencia
del misterio del diálogo entre el hombre y Dios. El hombre es acogida y Dios es iniciativa,
palabra, comunicación de sí mismo. Es el misterio de la vocación.

Sin duda alguna, Dios tiene un plan para cada uno de nosotros. Cada uno de nosotros es
único e irrepetible y es tarea de cada quien descubrir qué es lo que Dios ha puesto en nuestra
vida para darlo a los demás.

Todos los hombres estamos llamados a la SANTIDAD, a participar en la plenitud del amor de
Dios, a amar y a ser feliz y hacer felices a los demás. Pero para ello es necesario entregarnos
completamente a la voluntad de Dios
- CANTO «Te entrego» -

SALMO RESPONSORIAL
LECTOR 1:

R/ Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Con gran confianza esperé en el Señor,


Él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor.
El me puso en la boca un canto nuevo,
una alabanza a nuestro Dios.
R/.

Sacrificios y ofrendas ya no quieres,


en cambio me has dejado oír tu voz;
no pides expiaciones ni holocaustos,
así que dije: “Aquí estoy”
R/.

En el libro sagrado se me ordena


cumplir lo que tú mandas.
Me agrada hacer tu voluntad, Dios mío,
pues tu ley es la entraña de mi entraña.
R/.

He dado a conocer tu salvación


ante todo tu pueblo;
Tú bien sabes, Señor,
que no guardé silencio.
R/.

Tú, Señor, no me niegues tu clemencia;


que tu amor y lealtad,
por siempre me protejan.
R/.

- CANTO «En Jesús puse toda mi esperanza» -

LECTURA DEL EVANGELIO – Mt 16, 24-27


LECTOR 4:

Escuchemos, hermanos, las palabras del Santo Evangelio Según San Mateo.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí
mismo, que tome su cruz y me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que
pierda su vida por mí, la encontrará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde
su vida? ¿Y qué podrá dar uno a cambio para recobrarla?

Porque el Hijo del hombre ha de venir rodeado de la gloria de su Padre, en compañía de sus
ángeles, y entonces dará a cada uno lo que merecen sus obras”.

Palabra del Señor.

REFLEXIÓN
GUÍA:

Dar la vida por el Reino de Dios es la muestra más grande de amor que podemos dar a Jesús y
a su Santa Iglesia.

Podría parecer que, en repetidas ocasiones, es difícil aceptar la voluntad de Dios en nuestra
vida y podemos caer en la tentación de creer que Dios se ha equivocado. Pero no es así; él
nos ha destinado a cada uno de nosotros a seguirle según sus designios.

Nuestra vocación primordial es la vida. Estamos llamados a vivir y a dar vida a los demás a
través de nuestro testimonio, de nuestro amor al prójimo, de nuestras buenas acciones y de
nuestro amor a Dios. Porque aquel que realmente ama a Dios ama la vida y ama a los demás.

Después estamos llamados a la santidad. Ser santos en cualquier lugar en el que seamos
puestos y en cualquier vocación que Dios mismo nos haya asignado. La santidad es la
vocación universal de todo cristiano. La santidad es don de Dios que nos regala Jesús cuando
nos toma para sí y nos reviste de sí mismo haciéndonos como Él. Pero para llegar a ser como
Jesús se requiere del esfuerzo constante, de la oración incansable y del amor comprometido
que se desborda de nuestros corazones para acariciar con él a los demás. Estamos llamados a
ser santos precisamente viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio cristiano en las
ocupaciones de cada día y en las condiciones del estado de vida en que nos encontremos.

El consagrado está llamado a ser santo viviendo con alegría, amor y entrega su ministerio. El
desposado está llamado a ser santo amando y ocupándose de su cónyuge y de su familia,
como Cristo lo hizo con la Iglesia. El soltero está llamado a ser santo sirviendo, con amor, a
Dios y a los demás.

Todos los bautizados, fieles cristianos, estamos llamados a ser santos cumpliendo con
honradez y competencia nuestro trabajo y ofreciendo el tiempo al servicio de los hermanos,
tomando nuestra cruz de cada día dispuestos a seguir a Cristo, que nunca nos deja solos.

Por eso, hermanos, pidamos a Cristo que nos deje conocer su voluntad y nos conduzca, como
misioneros, a donde Él nos necesite.

- CANTO Alma Misionera -

PRECES
LECTOR 2:

Roguemos ahora a Jesús, que nos llama incansablemente al servicio de su Iglesia, que nos
conceda vocaciones a los diversos estados de vida, pero sobre todo a la santidad en el amor.

A cada petición responderemos:

Escúchanos, Señor

- Señor Jesús, así como Tu llamaste los primeros discípulos para hacerles pescadores
de hombres, haz que tu sublime invitación continúe resonando en los corazones.
Oremos.

- Da a los jóvenes, hombres y mujeres, la gracia de responder prontamente a la


llamada. Apoya a tus obispos, sacerdotes y a los consagrados en su trabajo apostólico.
Oremos.

- Concede perseverancia a nuestros seminaristas y a todos aquellos que llevan hacia


adelante los ideales de una vida totalmente consagrada a tu servicio. Oremos.

- Despierta en nuestra comunidad un entusiasmo misionero. Señor, ENVÍA


TRABAJADORES A TU COSECHA y no permitas que la humanidad se pierda por
escasez de pastores, misioneros y gente dedicada a la causa de tu Evangelio. Oremos.

- Concede a los matrimonios todo lo que necesitan para vivir su relación y la formación
de su familia con el amor que brota de su mutua unión y de su unión contigo. Oremos.
- Derrama, Señor, tu gracia en las familias cristianas, de manera que germinen en ellas
abundantes vocaciones al servicio de la Iglesia. Oremos.

- Que en tu amor, Señor Jesús, los laicos redescubran su vocación en el seno de la


Iglesia y se sientan enviados a ser sal y luz del mundo. Oremos.

Señor, habla a nuestros corazones, permítenos conocer tu voluntad y dinos en qué te


podemos servir. Te lo pedimos a ti, que vives y reinas, inmortal y glorioso por los siglos de los
siglos.

Amén

GUÍA: Padre bueno, dueño la mies, escucha la oración de tus hijos. Concédenos muchas y muy
santas vocaciones, sacerdotales, consagradas y laicales, garantía de vitalidad para el porvenir
de tu Iglesia. Haz que los sacerdotes, los consagrados y los laicos seamos testimonio de
caridad por nuestra total entrega a ti y a nuestro prójimo. Danos a todos sabiduría para
descubrir tu llamado y generosidad para responder con prontitud.

Que María, Madre de la Iglesia, modelo de toda vocación, interceda por nosotros y nos ayude
a decir “Sí” al Señor, que nos llama a colaborar en el designio divino de salvación. Por
Jesucristo nuestro Señor. Amén.

- CANTO Hoy en oración -

ORACIÓN DE ENTREGA de San Ignacio de Loyola


GUIA:

Para finalizar esta Hora Santa, hagamos la oración de entrega con un corazón dispuesto.

Decimos juntos:

Toma, Señor, y recibe


toda mi libertad,
mi memoria,
mi entendimiento
y mi voluntad;
todo mi haber y mi poseer.
Tú me lo diste,
a ti, Señor, te lo devuelvo.
Todo es tuyo:
dispón de ello
a tu entera voluntad.
Dame tu amor y gracia,
que esto me basta
sin pedir ni desear
alguna otra cosa.
Amén.

- Padre Nuestro –

ORACIÓN FINAL
GUÍA:

Oh Dios, que quisiste dar pastores a tu pueblo, derrama sobre tu Iglesia el espíritu de piedad
y fortaleza, que suscite dignos ministros de tu altar y los haga testigos valientes y humildes
de tu Evangelio. Envíanos religiosas y religiosos santos. Bendícenos con mayor número de
matrimonios que susciten vocaciones en la familia y concédenos laicos comprometidos con
tu Reino.

Te lo pedimos por tu amado Hijo Jesucristo, Señor nuestro, que vive contigo, en la unidad del
Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.
- Canto «Si conocieras el don de Dios»

NUEVA ORACIÓN POR LAS VOCACIONES

Oh Jesús, Buen Pastor,


te pedimos que envíes a tu pueblo
los servidores que tu Iglesia necesita.

Escoge de nuestros hogares,


parroquias, escuelas y universidades
una abundante cosecha de ardientes apóstoles
para extender tu Reino:
matrimonios, sacerdotes, vida consagrada
y laicos comprometidos.

Te lo pedimos
por la Inmaculada Virgen María de Guadalupe,
nuestra dulce y Santa Madre.

AMÉN

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