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MONICIÓN INTRODUCTORIA
Kyrie-Intro
Hermanos: Esta noche en que la Iglesia conmemora la última cena del Señor y su oración en
el huerto, en las que quiso estar acompañado de sus amigos íntimos, nos reunimos en torno
al Sacramento de su presencia real para recordar sus últimas lecciones y recoger con ánimo
agradecido los preciosos dones de la Eucaristía y del sacerdocio cuya institución
conmemoramos.
Oración
Como Pedro, Santiago y Juan, que oyeron la voz angustiada en el Huerto de los Olivos al
decirles: «Velen conmigo», también nosotros, en esta noche, la escuchamos y queremos
estar muy cerca de ti.
Hace poco que les has entregado tu cuerpo y tu sangre, hechos «alimento para la vida de
los hombres». Por eso hoy tu presencia en medio de nosotros es una realidad.
Tenemos mucho que agradecerte por tu legado a la Iglesia en la última cena: institución de
la Eucaristía y del sacerdocio ministerial, para perpetuar tu presencia entre nosotros;
oración sacerdotal al Padre, a favor de tus futuros seguidores, y promesa del Espíritu Santo
Consolador.
Queremos pedirte también que nos libres de la pandemia que azota en estos momentos al
mundo; apiádate de nosotros, Señor; da la salud a los enfermos y el descanso eterno a los
difuntos; protégenos de todo mal e ilumina nuestra conciencia para ser responsables en el
cuidado de los demás.
Necesitamos pedirte mucho, porque «el espíritu está pronto, pero la carne es débil».
(2 min)
LITURGIA DE LA PALABRA
MONICIÓN
El Señor esta noche nos prometió que no nos dejaría huérfanos. Y no nos dejó. Se quedó
perpetuamente con nosotros, en la Eucaristía, hasta la consumación de los siglos.
Escuchemos con atención.
De la primera carta del apóstol San Pablo a los Corintios. 11, 23-26.
Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente: El Señor Jesús, la
noche en que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi Cuerpo,
que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía».
De la misma manera, después de cenar, tomó el cáliz, diciendo: «Este cáliz es la Nueva
Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que beban de él, háganlo en memoria mía».
Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor
hasta que él vuelva.
Palabra de Dios.
Breve reflexión en silencio.
CANTO
-La Eucaristía-
CONTEMPLACIÓN AFECTIVA
Guía: Cuando comemos el Cuerpo y bebemos la Sangre del Cristo, saciamos nuestra
hambre de Dios y manifestamos al mundo que, los que comemos del mismo Pan, formamos
un solo cuerpo.
V. Jesús, Señor nuestro, que te compadeciste de las turbas hambrientas y las saciaste con el
pan que se multiplicaba en tus manos;
R. sacia con el Pan del cielo el hambre de Dios que padece el mundo.
V. No permitas, Señor Jesús, que los que ya te conocemos y sabemos que nos pides
recibirte en la Eucaristía, dejemos de acudir a la Comunión;
R. sino que te recibamos siempre con ansias crecientes de saciarnos de la vida de Dios.
R. para que todos juntos formemos un solo corazón y una sola alma.
V. Así haremos brillar ante todos los pueblos el testimonio de que sólo Tú eres nuestra
esperanza y nuestra paz.
R. Amén
PRECES (Opcionales)
V. Te pedimos por el Papa y todos los pastores de la Iglesia: que nos alimenten siempre con
tu Pan de Vida.
V. Por todos los cristianos, miembros de tu cuerpo: que no haya divisiones entre nosotros, y
nos amemos todos con amor creciente como fruto de la Sagrada Comunión.
V. Por los jóvenes que quieren hacer algo grande por ti y por el Reino: que los llamados
sean fieles a tu voz, para riqueza de tu Iglesia.
V. Por los aquí presentes y por los que nos siguen en los medios digitales: que sintamos tu
amor, que te sepamos responder en la Eucaristía, que crezcamos en el amor a los hermanos,
que seamos testimonio del amor en todas sus manifestaciones dentro de tu Iglesia.
Señor Jesús, que eres aquí en la Eucaristía el signo de la unidad y el lazo de la caridad,
venimos a ti. Estamos sedientos y queremos beber, por ello venimos a la fuente de agua
viva que nos da la vida eterna. Te rogamos que, así como en ti nos unimos a toda la Iglesia
de la Tierra, así por ti nos unamos por siempre a la Iglesia celestial. Te lo pedimos a ti, que
vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Se hace una breve pausa.
SEGUNDA LECTURA
MONICIÓN
Tras el largo discurso de despedida, Jesús, de pie ya, pronunció en el Cenáculo su oración
sacerdotal. Fue como el ofertorio del Sacrificio de su Pasión y muerte que la Iglesia había de
perpetuar a través de los siglos, por el ministerio de los sacerdotes instituidos por el mismo
Cristo aquella bendita noche.
En aquella oración sacerdotal, Jesús pidió por sí mismo, por los Apóstoles, allí presentes, y
por toda la Iglesia futura. Escuchemos atentos.
EVANGELIO (Marianita 2)
En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, Jesús dijo: «Padre, ha llegado la hora, glorifica
a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne,
da la vida eterna a los que le confiaste.
Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado,
Jesucristo.
Y ahora, Padre, glorifícame cerca de ti, con la gloria que yo tenía cerca de ti antes que el
mundo existiese.
Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por estos que tú me diste y son tuyos.
Ya no voy a estar en el mundo; pero ellos están en el mundo, mientras que yo voy a ti.
Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros.
Cuando estaba yo con ellos, cuidaba en tu nombre a los que me habías dado.
He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de perdición, para que se
cumpliera la Escritura.
Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos alegría
colmada. Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo,
como yo no soy del mundo.
No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno. No son del mundo,
como yo no soy del mundo. Conságralos en la verdad: tu Palabra es verdad.
Y por ellos me consagré a mí mismo, para que ellos también sean consagrados en la verdad.
No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán
en mí. Que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti. Que ellos también sean uno
en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.
Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno: Yo
en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has
enviado y que yo los he amado a ellos como tú me has amado a mí.
Padre, quiero que donde yo esté, estén también conmigo los que tú me has dado, porque
me has amado antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido,
pero yo te he conocido y éstos han conocido que tú me has enviado.
Yo les he dado a conocer tu nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con
que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos.
PRECES
Guía: Señor, Jesús, sacerdote eterno y salvador nuestro, escucha benigno las súplicas que
te dirigimos, respondiendo a tus deseos y conscientes de las necesidades de tu santa
Iglesia.
Guía: Que todos conozcamos el valor del sacerdocio, como perenne y visible presencia tuya
entre nosotros.
Guía: Que los cristianos sepamos conservar la estima debida a los dispensadores de tus
misterios.
Guía: Que sacerdotes y laicos, cada uno en su lugar, nos sintamos solidarios en un mismo
quehacer apostólico.
Guía: Que las insidias y calumnias no ofusquen el esplendor del sacerdocio en la Iglesia.
Guía: Que sus propias debilidades humanas no nos impidan ver en ellos a tus
representantes en la tierra.
Guía: Que la ejemplaridad de los sacerdotes, viviendo en el mundo sin ser del mundo,
impulse a muchos a imitarlos.
Guía: Que todo el pueblo cristiano sienta la responsabilidad de orar, como tú lo hiciste, por
el sacerdocio de la Iglesia.
Guía: Que no falte a tus fieles el pan de la palabra por no haber quien lo parta en
abundancia.
Concédenos, Señor, muchas y buenas vocaciones, a fin de que la grey cristiana, socorrida y
guiada por vigilantes pastores, pueda llegar segura a los pastos fecundos de la eterna
felicidad.
Tú que vives y reinas con Dios Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los
siglos de los siglos. Amén.
TERCERA LECTURA
MONICIÓN
Seguidamente, el Señor se dirigió con sus discípulos al Huerto de los Olivos, donde
continuó acompañado de sus tres apóstoles predilectos, y donde comenzó, con el
prendimiento, su Pasión.
A veinte siglos de distancia, las palabras del Señor siguen resonando de manera especial
para nosotros. Escuchemos con atención.
EVANGELIO (Marianita 3)
Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos.
Entonces Jesús les dijo: «Esta misma noche, ustedes se van a escandalizar a causa de mí.
Porque dice la Escritura: Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño. Pero
después que yo resucite, iré antes que ustedes a Galilea».
Jesús le respondió: «Te aseguro que esta misma noche, antes que cante el gallo, me habrás
negado tres veces».
Pedro le dijo: «Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré». Y todos los discípulos
dijeron lo mismo.
Cuando Jesús llegó con sus discípulos a una propiedad llamada Getsemaní, les dijo:
«Quédense aquí, mientras yo voy allí a orar». Y llevando con él a Pedro y a los dos hijos de
Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse.
Entonces les dijo: «Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí, velando
conmigo». Y adelantándose un poco, cayó con el rostro en tierra, orando así: «Padre mío, si
es posible, que pase lejos de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya».
Se alejó por segunda vez y suplicó: «Padre mío, si no puede pasar este cáliz sin que yo lo
beba, que se haga tu voluntad».
Al regresar los encontró otra vez durmiendo, porque sus ojos se cerraban de sueño.
Nuevamente se alejó de ellos y oró por tercera vez, repitiendo las mismas palabras.
Luego volvió junto a sus discípulos y les dijo: «Ahora pueden dormir y descansar: ha llegado
la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores.
¡Levántense! ¡Vamos! Ya se acerca el que me va a entregar».
Jesús estaba hablando todavía, cuando llegó Judas, uno de los Doce, acompañado de una
multitud con espadas y palos, enviada por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo.
El traidor les había dado esta señal: «Es aquel a quien voy a besar. Deténganlo».
Entonces se abalanzaron sobre él y lo detuvieron. Uno de los que estaban con Jesús sacó su
espada e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja.
Jesús le dijo: «Guarda tu espada, porque el que a hierro mata a hierro muere. ¿O piensas
que no puedo recurrir a mi Padre? Él pondría inmediatamente a mi disposición más de doce
legiones de ángeles. Pero entonces, ¿cómo se cumplirían las Escrituras, según las cuales
debe suceder así?».
Y en ese momento dijo Jesús a la multitud: «¿Soy acaso un bandido, para que salgan a
arrestarme con espadas y palos? Todos los días me sentaba a enseñar en el Templo, y
ustedes no me detuvieron».
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas. Entonces todos los
discípulos lo abandonaron y huyeron."
PRECES
Guía: Adoremos a nuestro Redentor que por nosotros y por todos los hombres aceptó
voluntariamente la muerte que nos había de salvar.
A cada petición vamos a responder: Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu
sangre.
Guía: Haz que tus fieles participen en tu Pasión mediante los sufrimientos de la vida, para
que se manifiesten a los hombres los frutos de la salvación.
Guía: Tú, que siendo nuestra vida quisiste morir en la cruz para destruir la muerte y todo su
poder, haz que contigo sepamos morir también al pecado y resucitar así contigo a una
nueva vida.
Guía: Rey nuestro, que aceptaste ser el desprecio del pueblo y la vergüenza de la gente, haz
que tu Iglesia no se acobarde ante la humillación, sino que como tú proclame en toda
circunstancia el honor del Padre.
Guía: Salvador de todos los hombres, que diste tu vida por los hermanos, enséñanos a
amar-nos mutuamente con un amor semejante al tuyo.
Guía: Fieles a la recomendación del Salvador, que en Getsemaní nos mandó orar para no
caer en tentación, y siguiendo su divina enseñanza, cantamos devotamente la oración que
él nos enseñó.
Oración (Sacerdote 3)
Señor nuestro Jesucristo, al tomar en tus manos el pan y el vino para instituir la Eucaristía
en la última cena, tuviste presente este nuestro Jueves Santo, que es reproducción del
primero.
Queremos celebrarlo en unión tuya, teniendo tus mismos sentimientos y meditando en tus
palabras.
Gracias, Señor, por la Eucaristía, que nos posibilita estar contigo, ofrecerte un sacrificio
digno y alimentarnos con tu Cuerpo y Sangre.
Gracias, también, por el gran don del sacerdocio. Que sepamos corresponder y valorar la
entrega y el servicio caritativo de tus ministros.
Gracias por tu precepto de caridad fraterna y por el ejemplo de tu vida. Enséñanos a amar
con sincero corazón como tú lo haces. Haz que vivamos siempre la caridad en todo lugar y
tiempo.