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Lo que pasó y lo que vendrá

Llegó lo que numerosas películas y relatos apocalípticos anunciaron. Una pandemia


mundial que desbarajustó toda la estructura humana del planeta.
Todavía no se sabe que va a pasar en todas partes. Hasta ahora, en China, país donde
donde comenzó, la estructura social se mantuvo. En Europa, donde la segunda ola pegó
duro en España e Italia, la estructura social todavía se mantiene, pero no se sabe si
sobrevivirán incólumes a las secuelas económicas dejadas por la epidemia. A veces hasta
se pasa un pensamiento morboso y maquiavélico: el coronavirus resolvió buena parte del
problema pensional o al menos está desinflando la bomba pensional de esos países.
En los países de economías débiles, lo que sucederá todavía es un misterio.
Sobre lo que pasó y por qué paso, se tejen toda clase de conjeturas. Desde la inocente
explicación de un accidente fortuito, desencadenado por la costumbre ancestral del pueblo
chino de alimentarse con productos animales que el resto del mundo no acostumbra tener
en su menú, hasta un macabro plan de venganza de los regímenes totalitarios de China y
Rusia, para devolver el golpe de la derrota en la guerra comercial entre China y USA, por
un lado y la derrota de Rusia frente a la OPEP por mantener precios altos en el petróleo,
por el otro. Hasta un golpe planeado y dirigido por el imperialismo yanqui para perpetuar en
el poder a Trump, he escuchado como explicación delirante.
En el caso de la República Popular China, y si se cree en las cifras oficiales, la sacó barata,
tanto si fue un accidente o su fue intencional. Sólo poco más de tres mil muertos, en una
población de 1400 millones no son significativos y con el surplus de que sus ciudades más
importantes, Beijín y Shanghái prácticamente se libraron de la peste, con un impacto
mínimo. Sin embargo, rumores que afirman que se dieron de baja 21 millones de
suscripciones a celulares, en una nación donde se afirma que el acceso a los servicios
sociales depende casi al 100% de estas suscripciones, es intrigante, lo menos. Para
algunos, la baja dispersión de la epidemia dentro de China demuestra que fue un evento
controlado, donde tenían el antídoto o vacuna; una explicación alternativa es que se
aplicaron medidas draconianas de contención que difícilmente pueden ser aplicadas en
sociedades liberales de Occidente.
Otras afirmaciones señalan que el gobierno chino desató deliberadamente la epidemia para
destruir las economías occidentales y aprovechó la caída vertical de las cotizaciones
accionarias para comprar a preciso de quiebra las mayores empresas del mundo, como
venganza a la humillación que Donald Trump les infringió en la guerra comercial del año
pasado. La idea suena convincente, pero tiene un inconveniente mayor. Una guerra
biológica es un ataque con un arma de destrucción masiva. La doctrina política de USA es
que la respuesta a un ataque con armas de destrucción masiva es un ataque con el mismo
tipo de armas. Y USA dice tener un solo tipo de arma de destrucción masiva; el más
mortífero arsenal nuclear de ataque de precisión, junto con lo que se sospecha es el mejor
sistema de defensa contra ataques nucleares intercontinentales, la muchas veces
mencionada “Guerra de las Galaxias”, regalo del difunto Ronald Reagan. No en balde la
Unión Soviética pataleo y pataleo, hasta que se desintegró, porque el despliegue de la
“Guerra de las Galaxias” destruía lo que se suponía era el soporte de la paz mundial; la
destrucción mutua asegurada. Un sistema de defensa contra ataques intercontinentales
con misiles balísticos se consideraba imparable, por lo cual la base de a paz era “Hay paz
porque tú tienes tiempo de destruirme totalmente antes de que yo te logre destruir
totalmente a ti”. La URSS se embarcó en una carrera armamentista para restablecer el
desequilibrio introducido por la “Guerra de las Galaxias” hasta que quebró su economía,
causó el derrumbe del régimen comunista y la desintegración de la URSS. No es el primer
caso en el cual una estrategia defensiva desesperada causa el colapso de una potencia.
Las malas leguas aseguran que la tal “Guerra de las Galaxias” no pasó de ser una
pantomima de engaño para obligar a la URSS a quebrarse.
Lo que pasará ya es más incierto de predecir.
Por un lado, se puede producir un colapso social de tal magnitud que se regrese a la
economía de hace tal vez 100 años. Los mamertos sueñan con la revolución cabalgando
sobre el caballo de la desesperación de millones de personas hambrientas que intentarán
sobrevivir bajo la dirección de líderes pragmáticos de visión objetiva, capaces de sacrificar
el 50% o 60% de la población en aras de un futuro mejor para la sociedad (y para ellos por
supuesto), con medidas de “real politic”, donde los esquemas pequeñoburgueses
sucumban ante la masa popular inspirada por el patriotismo.
El problema con la visión anterior es tan obvio que nadie lo ve. El nivel de bienestar actual,
mal que bien depende de las realizaciones de unas generaciones que ya están pasando, y
si, de golpe, por virtud de la pandemia se pierden esos conocimientos, los milenium que
queden en su mayoría no son capaces de cogerse el culo con las dos manso, y ellos
también van a sucumbir o caer en el infierno dantesco que muestran películas como “Mad
Max”.
Los animistas y espiritualista predica que con la regeneración espiritual de la raza humna,
la raza humana sobreviviente con mentes esclarecidas que saldrán a las calles después de
la cuarentena con visiones iluminadas de una sociedad igualitaria y sustentable.

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