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Formalismo en Arqui PDF
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IDEAS 9
HELIO PIÑÓN Helio Piñón nació a finales de 1942 en Onda (Castellón).
Es Arquitecto (1966) y Doctor en Arquitectura (1976) por la
Escola Tècnica Superior d’Arquitectura de Barcelona (ETSAB),
donde inició su actividad docente a comienzos de los años
setenta. Se formó como arquitecto colaborando con Albert
Viaplana, entre los años 1967 y 1997. Fue miembro fundador
de la revista Arquitectura Bis y, desde 1979, es catedrático de
Proyectos de Arquitectura.
EL FORMALISMO ESENCIAL
Ha escrito más de una docena de libros cuyo centro de
Helio Piñón
gravedad teórico es el sentido estético y la vigencia de la
arquitectura moderna. Entre ellos destacan Reflexión histórica
EL FORMALISMO ESENCIAL
DE LA ARQUITECTURA MODERNA
ÍNDICE
El texto que sigue corresponde al trabajo presentado ante como circunstancias contextuales las condiciones que la crí- 7
la Real Academia de Doctores de Barcelona, con motivo de tica convencional plantea como determinantes.
mi incorporación a dicha institución. El discurso de ingreso, En ese propósito, trato de establecer la genealogía de
pronunciado el 13 de marzo de 2003, se centró en la glosa una idea de arte que, si bien emerge a principios del siglo
de algunos aspectos de este ensayo: su título –“El humanis- xx, encuentra su antecedente remoto en la estética de Kant
mo esencial de la arquitectura moderna”– revela el aspecto y ahonda sus raíces en la teoría formalista del arte que se
en que centré mi argumentación. desarrolló a lo largo del siglo xix, como alternativa a la es-
Naturalmente, la acción de la subjetividad, característica tética tradicional de carácter filosófico.
del proyecto arquitectónico moderno, no debe verse como
una mera exhibición de facultades, ajenas a cualquier co-
metido concreto: es precisamente la construcción de univer-
sos formales –dotados de consistencia específica, en cada
caso– el objetivo de la acción del hombre, a cuya glosa
dediqué mi intervención oral.
En realidad, el humanismo, que traté de mostrar como
un rasgo característico del modo de concebir que inaugura
la modernidad, a menudo obviado –cuando no discutido–,
debe enmarcarse en una condición determinante de la ar-
quitectura moderna que, en tanto que asumida por el sujeto,
al margen de convenciones tipológicas, marca la diferencia
fundamental con respecto al clasicismo: la naturaleza intrín-
secamente formal de sus productos.
El formalismo esencial de la arquitectura moderna es,
por tanto, un intento de fundamentar el cambio radical que
supone la modernidad arquitectónica en el modo de conce-
bir que inaugura: más allá de los intentos de explicarlo en
términos de contexto social, innovaciones técnicas o marco
de civilización, propongo un punto de vista desde el cual la
concepción, orientada hacia una idea nueva de forma, es
la instancia sintética que, al estructurar la materia, introduce
Mis primeras palabras son de agradecimiento a la Academia Frente a quienes pregonan que el arte moderno es fru- 9
y a su presidente, el Excelentísimo Doctor Josep Casajuana, to de una práctica deshumanizada, por su matriz abstracta
por acogerme como miembro de tan ilustre corporación. y sus procedimientos mecánicos, trataré de argumentar el
Nunca pensé que un día pudiera encontrarme en esta tesi- humanismo congénito de la arquitectura moderna, por la
tura: reconozco que siempre he asociado estas distinciones implicación de la subjetividad en los juicios que fundamen-
a otras personas a quienes considero con más méritos. tan tanto la concepción como el disfrute de sus obras. Una
He de confesar, de todos modos, que cuando recibí la subjetividad que, lejos de entenderse como simple reflejo
notificación de mi nombramiento, una vez superados los de lo personal –como a menudo se considera–, supone la
primeros instantes de desconcierto que provoca la respon- culminación de lo humano, pues, al orientarse hacia lo uni-
sabilidad, me alegré de que fuera precisamente la Real Aca- versal, vincula lo personal con lo que es genérico por el
demia de Doctores la que me acogía. No se trata de una hecho de pertenecer a la especie.
institución que reconozca la excelencia en una u otra disci- Pero la dimensión humanística que, a mi juicio, caracte-
plina o actividad, como las hay tantas y tan dignas, sino que riza el proyecto moderno –es decir, la asunción de la sub-
invoca el grado de doctor por lo que tiene de compromiso jetividad en la concepción– no se entiende en mi discurso
con el conocimiento, entendido como actividad suprema del como un pretexto para convertir la arquitectura en un vehí-
espíritu. En aquel instante, percibí una leve resonancia en mi culo de expresión de experiencias u obsesiones personales:
interior, producida por alguna faceta de mi personalidad. por el contrario, la subjetividad en que se basa el proyecto
No me fue difícil escoger el argumento de mi intervenci- moderno tiene que ver con la acción formativa del arquitec-
ón: decidí desarrollar una idea que había esbozado en un to moderno. Es mi propósito, por tanto, elaborar la gene-
pequeño texto años atrás pero que, en realidad, me ha per- alogía del formalismo esencial de la arquitectura moderna
seguido desde que empecé los estudios de arquitectura, ha y argumentar la plausibilidad del punto de vista en que se
madurado conmigo y se ha desarrollado paralelamente a apoya mi planteamiento.
mi conciencia arquitectónica. En el límite, la idea central del Un discurso de estas características no ha de pretender
discurso es que no se puede hablar de una arquitectura ge- convencer a nadie: sólo ha de tranquilizar a los que me han
nuinamente humanista hasta bien entrado el siglo xx. Coin- aceptado en la Academia, haciéndoles ver que con mi incor-
cidiendo con la “edad de la máquina”, aparece una manera poración no han cometido una travesura que pudiera poner
autónoma de concebir la forma, liberada tanto del tipo dis- en peligro la solvencia intelectual y social de la institución:
tributivo como del sistema clásico de elementos, coacciones no negaré que, en este momento, entiendo mejor aquella
cuyo efecto combinado garantizó la legalidad formal de la sensata confesión de Groucho Marx: “Nunca pertenecería a
obra a lo largo del ciclo histórico del humanismo. un club que aceptase como socio a un tipo como yo.”
Empezaré por hacer una breve referencia a mi primer con- que la carrera de arquitecto estaba hecha para mí: la ob- 11
tacto con la arquitectura, que fue un episodio fortuito, como sesión rotuladora que a menudo afecta a los estudiantes de
acostumbra ocurrir. Decidí que quería ser arquitecto a los los últimos cursos de bachillerato debió de tener su influen-
catorce años, decisión algo extraña, tanto por la época en cia en una decisión tan compulsiva.
que tomé la decisión, como por mis antecedentes perso- El primer arquitecto que conocí fue José M. Bosch Ayme-
nales; en mi familia no había ningún arquitecto: la tradi- rich: vínculos familiares pero, sobre todo, el afecto mutuo
ción profesional de mi entorno la conformaban abogados entre nuestras respectivas familias hacían que nos encon-
y médicos. Es más, hasta aquel momento, prácticamente trásemos en Blanes durante los veranos. Así pues, resulta
no tenía una idea clara de lo que era un arquitecto: donde que el doctor Bosch Aymerich, miembro veterano de esta
nací y pasé la infancia –Onda, ciudad industrial de la Plana Academia, está en el origen de que yo me encuentre hoy
Baixa– no habían; probablemente intervenían en las nuevas aquí, en este trance.
construcciones, pero el caso es que no tenían una presencia Empecé los estudios de arquitectura en la Escuela de Ar-
pública que los identificara. Después supe que venían de quitectura de Barcelona en 1960, un momento en el que la
Castellón o de Valencia, pero lo hacían sólo en contadas modernidad comenzaba a estar seriamente cuestionada: en
ocasiones; a lo sumo, un par de veces por edificio: al “chu- realidad, si bien el edificio de la Facultad de Derecho toda-
rrasco del replanteo” y a la “paella del final de obra”. Estoy vía olía a pintura –en 1958 se le concedió el Premio FAD al
convencido de que ese carácter lúdico que yo atribuía a su mejor edificio construido aquel año–, se iba desarrollando
cometido tuvo su influencia en mi decisión. a la vez una mentalidad propicia a agradecer a la arqui-
Supongo que no se excedían en visitas para que la gen- tectura moderna cuanto había hecho por la humanidad y a
te no se acostumbrase a verlos con demasiada frecuencia: encontrarle un relevo histórico –y, por tanto, estético. Todo
convenía que todo el mundo identificara su intervención con parecía presagiar que el testigo sería recibido por las actitu-
algo mágico. Eran la encarnación de una técnica homolo- des realistas de aquellos que se mostraron desde el principio
gada que venía a corregir –o, en su caso, a confirmar– las más interesados en concebir la arquitectura como reflejo
soluciones experimentadas de los maestros de obras: ellos inmediato de las distintas determinaciones de la realidad
eran hasta entonces, a ojos de todo el mundo, los auténti- que en profundizar en la consistencia formal del objeto: en
cos constructores de edificios. ello radicaba la distancia que los separaba de quienes pro-
Un libro de los que informan sobre las materias y cursos yectaban desde la modernidad internacional. El cambio de
de las diferentes carreras universitarias me abrió los ojos: marco de referencia fue, en definitiva, determinante para el
los estudios de arquitectura incluían, entre otras materias, abandono del empeño formativo moderno a favor de figu-
“perspectiva y sombras”. Aquello resultó definitivo; entendí raciones de carácter mimético. Aunque percibí el fenómeno,
Cuando me refiero a los realismos que en los años sesenta el paradigma de esta idea de arte, en la medida que su 17
se proponían como superación histórica de la arquitectura constitución culmina el ideal de máximo ajuste y consisten-
moderna, me estoy refiriendo, en realidad, a tres doctrinas cia: repugna a la mente la idea de una máquina a la que
que surgieron en ámbitos culturales bien distintos, con el sobran piezas porque no tienen un cometido específico en
propósito similar de corregir lo que –a juicio de sus formu- el sistema que garantiza su funcionamiento.
ladores– era un desarrollo patológico de la misma. Entre A partir del brutalismo, se discuten los principios de la
ellas, hubo a menudo enfrentamientos teóricos puesto que, arquitectura moderna desde dos perspectivas diferentes: por
aunque su objetivo era análogo, sus planteamientos respec- una parte, se hace énfasis en el concepto de tolerancia fren-
tivos podían diferir en cuestiones tácticas. La denominación te al de precisión, en tanto que determinantes de la produc-
común de realismo con la que me refiero a los tres plantea- ción industrial y, por otra, se lamenta la falta de simbolismo
mientos obedece a que desde cada uno de ellos se discutía, de una arquitectura cuyos autores se obstinan en concebir
acaso sin tener conciencia de ello, el fundamento estético mediante formas puras y rigurosas. En tales objeciones está
de la modernidad –el principio de la consistencia formal implícita –y, en ocasiones, explícita– la idea de que el ideal
del objeto–, desde criterios que trataban de incorporar la de ajuste y precisión entorpece la producción, de modo que
autoridad de lo real. la tecnología sería la encargada de incorporar la “rebaja”
El brutalismo, teorizado por Reyner Banham en una se- que la realidad empírica impondría a la ideología y la esté-
rie de artículos cuyo contenido se plasmó en la publicación tica maquinistas.
de The New Brutalism (1966), surge como denuncia de la Al relacionar el ideal de precisión con los sistemas de
contradicción entre la lógica del objeto de la arquitectura y producción industrial, no se está entendiendo, como se ve,
la del sujeto que utilizará sus productos: el funcionalismo, el carácter metafórico de la referencia de Le Corbusier a
entendido como una doctrina estética que se identifica con la máquina como modelo de cohesión interna. Se confun-
la fase inicial de la arquitectura moderna, se basa, desde den constantemente los principios estéticos con los criterios
su perspectiva, en una racionalidad fundamentada en los productivos de la realidad industrial: la idea de ajuste tiene
principios de pureza y simplicidad, mientras que el funcio- que ver con un modo de plantear la forma, no con una téc-
nalismo real –dice Banham– tiene que ver con la expresión nica determinada para articular las piezas de un producto
de los valores de la vida. manufacturado.
La pureza y la simplicidad, en cambio, tienen que ver con Por otra parte, cuando Banham niega la capacidad sim-
los criterios de economía, rigor, precisión y universalidad, bólica a la arquitectura precisa y rigurosa, se está limitan-
que Le Corbusier había propuesto desde el principio como do el concepto de simbolismo a la relación afectiva que se
los atributos específicos del arte nuevo. La máquina sería establece entre el público y determinados universos icono-