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“En medio de cierto optimismo que existe en el país por el inicio del proceso de paz, no se ha

registrado que el nivel de escepticismo, e incluso de oposición al mismo, no es insignificante. Según


la más reciente encuesta de Ipsos-Napoleón Franco, así como el 77 por ciento de los colombianos
está a favor del diálogo entre el gobierno y la guerrilla, el 23 por ciento no lo comparte. Y eso en un
país de 47 millones de habitantes, representa a varios millones de personas.

Y tal vez más significativo es el hecho de que los que apoyan con entusiasmo el proceso se oponen a
muchas de las concesiones que habría que dar para que tenga éxito. Por ejemplo, a la pregunta de si
estarían de acuerdo en que los líderes de la guerrilla participen en política, el 72 por ciento se opone.
A la pregunta de si estarían dispuestos a que los jefes subversivos no paguen penas de cárcel, el 78
por ciento está en contra. Y frente a la posibilidad de que los guerrilleros que están encarcelados en
el exterior sean liberados, el 80 por ciento no está de acuerdo.

Aunque la liberación de Simón Trinidad, que está preso en Estados Unidos, puede ser una petición
simbólica de las Farc, las otras dos concesiones seguramente serán el eje de las exigencias reales de
esa guerrilla para dejar las armas. La participación en política se da por descontada. Y en cuanto a no
ir a prisión, aunque el presidente Santos aseguró que no habría impunidad, cárcel no habrá.
Probablemente se inventarán fórmulas jurídicas que no correspondan técnicamente a un indulto,
pero que en la práctica no requieran quedar tras las rejas.

Las cifras anteriores hacen pensar que a los colombianos les gusta la paz en abstracto pero no tienen
claro que hay que tragarse uno que otro sapo para llegar a ella. Y el hecho de que desde ahora el 23
por ciento del país esté en contra del proceso significa que la labor que tiene el presidente para
lograr un consenso no va a ser fácil.

Otra conclusión es que es simplista creer que los críticos se limitan a Álvaro Uribe, Fernando
Londoño, José Obdulio Gaviria y su grupo. En ese 23 por ciento no solo está la extrema derecha, sino
también representantes de la izquierda como las ONG de derechos humanos. Por otra parte están
las víctimas que no se han sentido incluidas y que no están dispuestas a perdonar tan fácil. En cuanto
a los militares, hasta ahora solo los retirados sacan la cara, pero conocedores del estrato castrense
aseguran que hay un buen número de escépticos que se quedan callados por disciplina militar. Esto
sin mencionar a terratenientes y ganaderos que simplemente temen un reverzaso en la relativa
tranquilidad que han vivido en los últimos años. Y si en la población en general alrededor de una
cuarta parte tiene temores, en el sector empresarial, particularmente en Antioquia, ese porcentaje
es mucho más alto.

Es difícil enumerar a todos estos críticos pero es ilustrativo mencionar algunos ejemplos. Desde la
derecha se han esgrimido varios argumentos que se oponen al diálogo. Por ejemplo, un grupo,
encabezado por exmilitares, considera que sentarse a la mesa con las Farc es mancillar la dignidad
del Estado. En palabras del excomandante del Ejército, el general retirado Harold Bedoya, "negociar
de tú a tú afecta la moral no solo del Ejército sino de todos los colombianos". En esa misma línea
están columnistas como Rafael Nieto Loaiza para quien el solo diálogo per se ya es una ventaja para
las Farc y el presidente de la Asociación colombiana de Oficiales en Retiro de las Fuerzas Militares
(Acore), Jaime Ruiz, quien sostiene que "la excesiva generosidad del Estado en este proceso,
constituiría una gran muestra de debilidad que sería hábilmente explotada por los terroristas".

Pero también hay otros sectores preocupados, no por las condiciones en las que se llega al diálogo,
sino por lo que se va a negociar. Y el coco de los puntos que se pusieron sobre la mesa tiene nombre
propio: reforma agraria. Uno de los más vehementes opositores a ese punto de la negociación es el
presidente de Fedegán, José Felix Lafaurie. Para él, detrás de esa solicitud se esconde el interés de
las Farc de hacer una reforma expropiatoria. Al respecto, el gobierno ha declarado en forma
categórica que las propiedades agrícolas adquiridas legítima y legalmente no serán tocadas y que la
equidad se buscará a través de la restitución y la titulación de baldíos. Y otro columnista, Jaime
Jaramillo Panesso, considera que la guerrilla lo que oculta es un interés por "lo que está debajo del
humus", es decir, por los recursos minerales. "Las Farc van tras la medalla de oro en esta olimpíada
por la paz. Nada de medallas de hojalata. Ni siquiera de plomo", escribió recientemente.

Y en el mismo espectro ideológico pero con distinto argumento, curiosamente están los que
consideran que no se debe perdonar a quienes han cometido delitos graves. Es el caso del senador
Juan Carlos Vélez, para quien no se deben conceder derechos políticos a los que han cometido
crímenes atroces. Es una paradoja porque en ese aspecto los argumentos de la derecha se
encuentran con las demandas de sectores de izquierda y de algunas ONG de derechos humanos.

Una situación similar ya se había presentado en la discusión del marco legal para la paz y del
fortalecimiento del fuero militar de los agentes del Estado. Los pronunciamientos de José Miguel
Vivanco, director de la ONG Human Rights Watch, quien fue uno de los más acérrimos críticos de
Uribe coincidieron con este último. Ahora, esa ONG ha reiterado su preocupación en que delitos
graves queden impunes. Y fue más lejos: "Este tipo de dificultades están conspirando contra el éxito
de este proceso", dijo Vivanco.

La lista continúa. En consonancia con una preocupación por la verdad, Clara Rojas, directora de la
Fundación País Libre, dijo que el proceso comenzaba sin bases firmes. Se refería al hecho de que la
guerrilla de las Farc ha negado que en su poder haya algún secuestrado, pues según una directriz de
ese grupo guerrillero, desde febrero abandonó esa práctica como método de financiación de la
guerra. Y otro sector, entre los que se encuentran varios columnistas, han esgrimido que el gobierno
no debe negociar asuntos trascendentales para el país con un grupo que solo representa una
minoría.

Y aunque en términos generales la comunidad internacional ha recibido muy bien la iniciativa de


paz, también hay algunas excepciones, por ejemplo, la jefa de la comisión de Relaciones Exteriores
de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Ileana Ros-Lehtinen. La republicana criticó que
el proceso empezara "sin condiciones previas" y calificó de "alarmante" la presencia de Cuba en la
negociación.

Lo paradójico de todo lo anterior es que ese nivel de oposición desempeña un papel constructivo en
un proceso de paz serio. Si Juan Manuel Santos estuviera respaldado por el 90 por ciento del país, las
Farc podrían entender que lo que se negocie depende exclusivamente de la voluntad del presidente.
Eso no es así. Con casi 10 millones de colombianos liderados por Álvaro Uribe respirándole en la
nuca, a la guerrilla le queda totalmente claro que para él la cosa es bastante más complicada. A
Andrés Pastrana lo eligieron en 1998 para hacer la paz y su mandato era ese. A Álvaro Uribe lo
eligieron en 2002 para hacer la guerra y eso hizo. Pero a Santos lo eligieron para hacer la guerra y
está haciendo la paz, lo cual ha requerido algunos ajustes. Las Farc tienen que entender que obtener
un consenso dentro del establecimiento en esas circunstancias no va a ser tan automático.”

SACADO DE LA REVISTA SEMANA

http://www.semana.com/nacion/articulo/criticos-del-proceso-paz-no-solo-uribe/264797-3
OPINION FRENTE AL TEXTO ANTERIOR:
¡Colombia está dividida! El ejemplo más claro lo vimos el día en que “toda Colombia” se
dispuso a votar por un SI o un NO a los acuerdos de paz que hasta el momento se tenían, un
resultado que dejo mucha incertidumbre y es que hablando de números redondos la mitad
de Colombia se manifestó con un SI mientras que la otra mitad dijo NO. Pero en verdad se
puede decir que Colombia voto? Los colombianos votaron, claro que sí, pero para desgracia
de la democracia, para desgracia de la paz, para desgracia de Colombia no lo hicieron todos,
y es que hubo una tasa de abstención electoral demasiado alta una de las más preocupantes
en las últimas décadas. una cifra cercana al 63%, es decir, más de la mitad de Colombia no
voto, no se manifestó entonces no sería correcto decir que Colombia voto por el no (o por el
sí en caso de que hubiera ganado este) lo correcto sería decir que a Colombia le importa
muy poco el futuro de sí misma, esto en el caso de que ese porcentaje de abstención
hubiera sido por voluntad propia, porque si en cambio fue por desconocimiento del tema en
cuestión la situación cambia drásticamente y en mi opinión lo más acertado seria ese
segundo caso, en el que la ignorancia de un país nos hace indiferentes, nos hace
manipulables, nos hace caer en ideas que tal vez no son propias, necesitamos llenar esa
“ignorancia” del tema y ahí es donde hacen aparición figuras que quieren llenar ese vacío de
conocimientos con los de ellos y empiezan a sembrar dudas en la sociedad. Estas figuras que
tal vez buscan un bien propio con los acuerdos de paz (se pro o en contra de la paz) y ven en
esos ciudadanos carentes de información como una manera fácil de sumar adeptos que los
ayuden a llegar a su objetivo, es decir, “hay ciudadanos ignorantes, pues entonces llenemos
sus cabezas con nuestra información y estos se unirán a la causa” Las personas que viven en
la ciudad están donde fluye la información, donde si no sabes que es de lo que se está
hablando en la Habana, lo puedes buscar, pero las personas que viven en pueblos o lugares
donde la información no llega y que son unas de las victimas más afectadas son a las que
más les convendría saber qué es lo que se va a firmar.
Nuestra cultura colombiana, es individualista, de mente cerrada, manipulada y lo más
importante es que no nos han enseñado a convivir, y a pesar de todo esto no creo que la
mayoría de Colombia diga no a la paz, la paz la queremos todos, el cómo llegar a dicha paz
es el punto de quiebre para que Colombia se divida.
“…mis ojos se inundaron de lágrimas ante tales resultados, se me revolvió el estómago y mi
mente se oscureció, por un momento me devolví al pasado y reviví esa inseguridad, ese
miedo, ese terror de los noventas, de cada bomba, de cada atentado, de cada noticia de
tantos heridos y tantos muertos…” Este fue el panorama para muchos de los que votaron
por el sí, al ver que Colombia decía no a los acuerdos, tal vez los que dijeron no vivieron en
carne propia lo que es la violencia, pero sus razones habrían de tener los partidarios del no,
razones basadas en el miedo, o en la impartición de la verdadera justicia o tal vez una
mezcla de ambas. Con todo esto quiero llegar a una simple acotación, las FARC no son la
enfermedad de Colombia, son uno de los tantos síntomas que muestran que Colombia esta
enferma, y que para encontrar una verdadera paz, no hay que decirle SI a unos acuerdos,
hay que decirle NO a la individualidad hay que ponerse en los zapatos del otro, comprender
sus puntos de vida, y no creer en figuras que solo buscan un bien particular.

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