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UNIVERSIDAD NACIONAL JOSÉ FAUSTINO SÁNCHEZ CARRIÓN

UNIVERSIDAD JOSE FAUSTINO

SANCHEZ CARRION

FACULTAD: CIENCIAS EMPRESARIALES

ESCUELA: GESTION EN TURISMO Y HOTELERIA

ÁREA: HISTORIA UNIVERSAL

DOCENTE: FLORES SALINAS, LUCY

TEMA: LA REVOLUCIÓN
INDUSTRIAL

CICLO: II

GRUPO N. 3 – INTEGRANTES:
-ANTAURCO FERNANDEZ ANGELA MIRELLA
-CAVERO BORJA MARTIN
-LAZARO GUZMAN KEVIN
-MATEO TENORIO GIANPIERO GERMAN
-ZAPATA MAGUIÑA JORGE LUIS

- 2020 -

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LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL – HISTORIA UNIVERSAL
UNIVERSIDAD NACIONAL JOSÉ FAUSTINO SÁNCHEZ CARRIÓN

ÍNDICE

Dedicatoria............................................................................................................3
Introducción a La Revolución Industrial...............................................................4
El antiguo régimen................................................................................................5
Política y sociedad.............................................................................................5
La economía......................................................................................................5
Factores de la revolución industrial......................................................................7
Factores políticos..............................................................................................7
Factores sociales y económicos.......................................................................7
Factores geográficos.........................................................................................8
El mundo rural.......................................................................................................8
Los sistemas tradicionales................................................................................8
La reforma agraria y la revolución agrícola.......................................................9
Maquinismo y desarrollo industrial.....................................................................10
El sector algodonero.......................................................................................10
Cambios Sociales...............................................................................................13
Protestas obreras............................................................................................15
Leyes fabriles y obreras..................................................................................16
Las nuevas teorías económicas: el liberalismo..................................................18
Mercantilismo..................................................................................................18
La riqueza de las naciones..............................................................................18
Del capitalismo financiero al capitalismo industrial............................................19
Consecuencias de la Revolución Industrial........................................................21
Conclusiones......................................................................................................23
Ilustraciones referenciales..................................................................................24
Bibliografía..........................................................................................................25

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LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL – HISTORIA UNIVERSAL
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DEDICATORIA

Este presente trabajo le dedicamos a


nuestro maestro quien nos está tomando
el arduo trabajo de transmitirnos sus
diversos conocimientos, especialmente
del campo y de los temas que
corresponden a nuestra profesión. Pero
además de eso agradecemos la
motivación que nos brinda.

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Introducción a La Revolución Industrial
El cambio que se produce en la Historia Moderna de Europa por el cual se
desencadena el paso desde una economía agraria y artesana a otra dominada
por la industria y la mecanización es lo que denominamos Revolución
Industrial.
En la segunda mitad del siglo XVIII, en Inglaterra, se detecta una
transformación profunda en los sistemas de trabajo y de la estructura de
la sociedad. Es el resultado de un crecimiento y de unos cambios que se han
venido produciendo durante los últimos cien años; no es una revolución
repentina, sino lenta e imparable. Se pasa del viejo mundo rural al de las
ciudades, del trabajo manual al de la máquina. Los campesinos abandonan los
campos y se trasladan a las ciudades; surge una nueva clase de profesionales.
Algunos de los rasgos que han considerado definitorios de la revolución
industrial se encuentra en el montaje de factorías, el uso de la fuerza motriz...
además de los cambios que trajo: se pasa de un taller con varios operarios a
grandes fábricas, de la pequeña villa de varias docenas de vecinos a la
metrópoli de centenas de miles de habitantes. Esta revolución viene a ser
un proceso de cambio constante y crecimiento continuo donde intervienen
varios factores: las invenciones técnicas ( tecnología) y descubrimientos
teóricos, capitales y transformaciones sociales ( economía), revolución de
la agricultura y al ascenso de la demografía. Estos factores se combinan y
potencian entre sí, no se puede decir que exista uno que sea desencadenante.
Las enormes transformaciones económicas que conocerá Europa
(comenzando estos cambios Gran Bretaña) a partir del siglo XVIII modificarán
en gran medida un conjunto de instituciones políticas, sociales y económicas
vigentes en muchos países desde al menos el siglo XVI que suelen
denominarse como El Antiguo Régimen. El nombre fue utilizado por primera
vez por dirigentes de la Revolución Francesa en un sentido crítico: los
revolucionarios pretendían terminar con todo lo que constituía ese Antiguo
Régimen. Aquí nos ocuparemos fundamentalmente de los aspectos
económicos, aunque dando también las claves básicas para comprender las
instituciones políticas y sociales de esta época.

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El antiguo régimen
Política y sociedad
En cuanto a la política la forma del estado durante el Antiguo Régimen es
la Monarquía Absoluta. El rey considera que su poder es de origen divino (Dios
ha delegado en él) y, por tanto, ilimitado (sólo responden ante Dios). Los
monarcas absolutos concentran en sus manos el poder legislativo, el ejecutivo
y el judicial, mandan sobre el ejército y todas las instituciones del estado. El
estado en su conjunto (incluyendo sus habitantes-súbditos) no son sino
una propiedad personal del Rey. Las sociedades del Antiguo Régimen se
caracterizan por tener una población estancada, sometida periódicamente a las
llamadas crisis de subsistencia, Texto y que aún no han conocido la revolución
demográfica que hará crecer la población europea a ritmos nunca antes
conocidos. Se trata de una sociedad formada por grupos muy cerrados: la
sociedad estamental. La sociedad estamental se caracteriza por la desigualdad
legal entre los diferentes grupos sociales o estamentos. De un lado
distinguimos el grupo de los Privilegiados, constituidos por la nobleza y el alto
clero, que poseían enormes riquezas provenientes de las rentas de la tierra y
gozaba de exenciones fiscales -estaban excluidos del pago de
varios impuestos-, eran juzgados según leyes distintas a las del pueblo, y se
reservaban los cargos más importantes del ejército, la iglesia y el estado. De
otro lado tendríamos al estamento no privilegiado (o tercer estado), que no era
un grupo nada homogéneo, pues cabían en él, desde ricos comerciantes y
banqueros (que nada envidiaban a la nobleza en cuanto a riqueza) hasta el
más humilde de los campesinos, pero que tenían en común el hecho de ser
quienes sostenían económicamente el país con su trabajo, y el estado con sus
impuestos. El tercer estado constituía habitualmente 9/10 de la población, de
ellos la mayoría campesinos pobres.
La economía
Las economías tienen una fortísima base agraria: dos tercios, incluso tres
cuartos de la población se ocupan de tareas agropecuarias.  Se trata de una
agricultura en general caracterizada por su bajísima productividad, por estar
dirigida al autoconsumo (el campesino piensa fundamental en alimentarse
directamente el mismo y sus familias con el producto de sus tierras) y no a
la comercialización, y por la utilización de técnicas y herramientas que apenas
han conocido cambios en varios siglos: la utilización del arado romano sigue
siendo general en casi toda Europa y el mantenimiento del barbecho (dejar sin
cultivar cada año un tercio o la mitad de las tierras para que esta recupere sus
nutrientes) en la rotación de cultivos  como técnica de fertilización de las tierras.
Además en muchas zonas se conservan estructuras del llamado régimen
señorial típicas de la Edad Media: muchos campesinos en teoría hombres
libres, debían sin embargo pagar impuestos a su señor (normalmente algún
gran propietario de la zona con un título de nobleza o algún cargo eclesiástico)
en forma de pagos en moneda, en especie (una parte de la cosecha) o
personal (trabajando gratis durante varias jornadas en las tierras del señor).
Además estos campesinos debían aceptar la autoridad judicial del señor y
estaban obligados a utilizar (pagando) el molino o el lagar, e incluso a pedir su
autorización para casarse. Todavía en el siglo XVII en muchas zonas de
Europa esos campesinos tenían prohibido moverse de sus tierras y buscar otro

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trabajo, obligación que heredaban sus hijos. Sin embargo este sistema señorial


se había debilitado con la peste que diezmó la población europea desde fines
del siglo XIV : los señores debieron "aflojar" la presión sobre los campesinos.
En los siglos XV y XVI, con la mayor circulación monetaria muchos campesinos
cambiaron sus obligaciones por pagos en dinero. Además las monarquías
absolutas recortaron el poder de los señores, en especial su capacidad para
ejercer justicia y cobrar impuestos. De esta manera, mientras en algunos
países del este de Europa el régimen señorial sigue vigente de lleno, en Gran
Bretaña ya casi ha desaparecido, lo que es considerado por muchos
historiadores como favorable para la modernización de la agricultura y de la
economía en general que se producirá en este país a partir el siglo XVIII. Esta
economía agraria atrasada convive en muchas zonas con un
importante desarrollo urbano y comercial dinamizado por los grandes
descubrimientos geográficos pues, desde mediados del siglo XV, exploraciones
portuguesas y castellanas revolucionan el conocimiento geográfico y científico
en general, incorporando a la cultura europea nuevas tierras, mares, razas,
especies animales y vegetales... Primero serán las costas africanas, luego el
descubrimiento de América, posteriormente las tierras del Pacífico, de forma
que a finales del siglo XVIII apenas quedaban por descubrir el interior
de África y las zonas polares. Pronto algunos países europeos construirán
enormes imperios coloniales basándose en su superioridad técnica (armas de
fuego) que servirán, inicialmente, para animar el comercio europeo con
inmensas cantidades de oro y plata (monedas) y ya desde el siglo XVIII se
incorporan enormes plantaciones de tabaco y azúcar, que junto al comercio de
especias y a la trata de negros, servirán para enriquecer enormemente a las
burguesías mercantiles de algunos países europeos. Pero este panorama  de
cambios hay que matizarlo, destacando, por ejemplo, la pervivencia de los
gremios dentro de las actividades artesanales: los trabajadores de cualquier
sector artesanal en una ciudad (zapateros, tejedores, alfareros...) estaban
obligados a formar parte de una organización, el gremio, que controla toda la
actividad que se desarrolle en esa ciudad, de manera que las mercancías
fabricadas en otros lugares no puedan entrar en su ciudad. El gremio fijaba de
una forma rígida horarios, precios, salarios, herramientas, número de
trabajadores por taller..., e impedían cualquier avance técnico u organizativo
que pudiese dar ventaja a unos talleres sobre otros. Por estas razones los
nuevos regímenes liberales prohibirán la existencia de gremios como
organismos incompatibles con economías basadas en el progreso tecnológico
continuo que deriva de la competencia y el libre mercado.
El comercio encontraba numerosos obstáculos a su desarrollo como eran la
existencia de multitud de aduanas interiores o la mala calidad de los
transportes terrestres que sólo mejorarán con la construcción de los primeros
ferrocarriles.

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Factores de la revolución industrial 


La denominada Revolución Industrial tuvo su origen en Gran Bretaña desde
mediados del siglo XVIII. Uno de los aspectos más discutidos del estudio de
este proceso radica en la explicación de por qué tuvo lugar primero en Gran
Bretaña y no en otros países. Se trata por tanto de pasar revista de una forma
sucinta a los principales rasgos de este país en los momentos del "despegue"
del proceso industrializador.
Factores políticos
Un régimen político estable, la monarquía liberal, que desde el siglo XVII es
el sistema político imperante (mientras en otros países de Europa se refuerza
la monarquía absoluta), y que se mantiene libre de las revoluciones que
aquejan a otros países europeos. Las numerosas  guerras en las que se vio
envuelto el Reino Unido durante los siglos XVIII y XIX  no provocaron daños en
territorio británico. La insularidad actuó en este sentido como una barrera de
protección a la que se unía el desarrollo de una poderosa flota de guerra que
mantendrá su hegemonía mundial durante los siglos XVIII y XIX. La existencia
de una moneda estable y un sistema bancario organizado: el Banco de
Inglaterra fue creado ya en 1694. Estas condiciones no se darán en otros
países europeos hasta finales del siglo XVIII.
Factores sociales y económicos
Abundancia de capitales, procedentes, en parte, del dominio comercial
británico, pues desde el siglo XVII la marina mercante británica en dura
competencia con los holandeses se ha hecho con el control de buena parte de
los intercambios comerciales de otros continentes con Europa. El comercio
de productos como el te o el tabaco, y el tráfico de esclavos, había permitido la
creación de enormes fortunas, en manos de comerciantes y banqueros. Este
comercio colonial proporcionaba a Gran Bretaña materias primas
y mercados donde vender sus productos manufacturados. Incremento
sostenido de la capacidad para producir alimentos por parte de la agricultura
británica que está conociendo un importante desarrollo, la denominada
revolución agraria,  desde la aprobación de leyes que permiten el cercamiento
de las propiedades. Existencia de una abundante mano de obra. La población
británica crece a gran ritmo a causa fundamentalmente de los cambios en la
agricultura: el suministro constante y creciente de alimentos va terminando con
las crisis demográficas. Parte de esa población en crecimiento emigrará a las
ciudades y formará la masa de los trabajadores industriales.
La mayor libertad económica a causa de la debilidad relativa con respecto a
otros países de organismos como los gremios que suponían un freno a
cualquier innovación en las actividades industriales. No es casual que fuese un
británico, el escocés Adam Smith, autor de La Riqueza de las Naciones, quien
hiciese la más destacada e influyente defensa de la libertad económica: para
Adam Smith la mejor forma de emplear el capital para crear riqueza es aquella
en la cual la intervención de los gobiernos es lo más reducida posible. La mano
invisible del mercado asigna siempre de la forma más eficiente los recursos
económicos de un país. Abundancia de emprendedores entre los comerciantes
y los grandes propietarios de tierra. Una aristocracia que permite y premia las
innovaciones y la creación de riqueza, en contraste con la nobleza de otros

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países, más tradicional, apegada a la tierra y que desprecia cualquier forma de


trabajo productivo. Menor peso de los impuestos al comercio en el mercado
interno: en Gran Bretaña el peso de los impuestos interiores era muy reducido
comparado con otros países europeos donde era muy común encontrarse
aduanas interiores cada pocos kilómetros lo que convertía al comercio en una
actividad poco productiva. Puede decirse que en Gran Bretaña existía ya un
mercado nacional que en otros países sólo existirá cuando se eliminen las
aduanas interiores y se cree una importante red de ferrocarriles.
Factores geográficos
Abundancia de hierro y, sobre todo, de carbón. El hierro se encontraba en los
Montes Peninos, mientras que el carbón abundaba tanto en Inglaterra como en
Gales y Escocia. De hecho, después de tres siglos de explotación, Gran
Bretaña sigue teniendo enormes reservas de carbón. En las proximidades de
las minas de carbón se concentrará gran parte del potencial industrial británico
en especial con el nacimiento de una fuerte industria siderúrgica básica para
proporcionar metales baratos para la construcción de máquinas, ferrocarriles,
infraestructuras.
Fácil y constante suministro de agua como fuente de energía, pues el clima,
lluvioso, superando de promedio los 1.000 mm anuales y sin estación seca,
proporciona corrientes de agua numerosas y constantes. La energía hidráulica
desempeñará un importante papel en los años previos a la difusión de la
máquina de vapor. El factor "insular": abundancia de puertos que facilitan el
comercio nacional e internacional. Este factor unido a la existencia de muchos
ríos navegables (y canales que se construirán) favoreció la creación muy
temprana de un mercado nacional con las ventajas que supone contar con un
mercado de gran tamaño a la hora de acometer inversiones.

El mundo rural
Los sistemas tradicionales
La formación de las aldeas fue especialmente activa en Europa durante la
Edad Media. El emplazamiento se elegía en función de la cercanía a las vías
de comunicación y, generalmente, a los cursos de agua. Deforestado el
bosque, las tierras cultivadas se extendían alrededor de la aldea, formando un
anillo, más o menor regular, condicionado por el relieve del terreno. Divididas
en parcelas, se sembraba en ellas cereal y legumbres fundamentalmente, base
de la alimentación campesina. Más allá de los campos de cultivo, se extendía
un segundo cinturón formado por montes, donde pastaba el ganado, y el
bosque, fuente muy importante de recursos, del que se obtenían leña
y madera, miel y cera, frutos secos y la caza. Este segundo anillo –montes y
bosque- constituía las tierras comunales, que eran explotadas colectivamente
por toda la aldea, de modo que el terreno no estaba parcelado. En los cultivos
predominaba la agricultura de temporal, puesto que la de regadío,
especialmente importante en los países del sur, se reducía a las zonas
inmediatas a los ríos. La explotación requería el acuerdo de los vecinos y se
hacía de la manera siguiente: se dividía todo el terreno cultivable en grandes
espacios llamados hojas y en cada una de ellas cada vecino debía tener, al
menos, una parcela. En una de estas hojas se sembraba cereal en invierno
(trigo o cebada), en otra cereal en primavera (avena o centeno), quedando la

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tercera sin cultivar, es decir en barbecho. Recogida la cosecha de trigo en


agosto, se introducía el ganado de la aldea en los campos. Allí pastaba
aprovechando los tallos secos del cereal cosechando (rastrojos), y abonaba el
terreno. En la hoja donde se había sembrado en primavera (avena o centeno)
se sembraba en invierno (trigo), ya que la tierra no había sufrido tanto
desgasto. Para completar el circulo, en los campos que habían descansado se
sembraba en primavera. De este modo, trigo, barbecho y avena iba rotando,
alternándose en las tres hojas. Esto permitía por una parte, regenerar
el suelo y, por otra, complementar la dieta al añadir productos ganaderos
(leche y grasas, sobre todo). Como consecuencia de este tipo de explotación
(rotación trienal) las parcelas estaban situadas de manera dispersa y eran de
tamaño reducido tras las sucesivas divisiones de generación en generación.
Además, el rendimiento de la tierra era bajo, puesto que cada parcela daba
sólo dos cosechas cada tres años.
La reforma agraria y la revolución agrícola
A partir del primer tercio del siglo XVIII, los sistemas de explotación tradicional
fueron modificándose como consecuencia de la aparición paulatina de
innovaciones técnicas y de cambios en la distribución de la propiedad. Estas
novedades se experimentaron por primera vez en el este de Inglaterra (en el
condado de Norfolk) y se difundieron después a los países de mediterráneos,
las innovaciones fueron más tardías y consistieron, sobre todo, en una mejora,
diversificación y ampliación de los regadíos.
En la Europa septentrional, el barbecho fue sustituido por la rotación de cultivo
complementarios. Los tubérculos (nabos, papas) y los forrajes (trébol), para
alimentar el ganado, podían ser introducidos en las rotaciones sin agotar la
tierra, intercalándose con el cereal, según el siguiente ciclo: trigo-nabos-
cebada-trébol. De este modo, la tierra se regeneraba sin necesidad de dejar de
producir.
Junto con la papa, otros productos originarios de América, y ya conocidos con
anterioridad, se difundieron en este periodo. Es el caso del maíz, empleado
como forraje, o los pimientos, cultivados en huertas. La supresión del barbecho
supuso la desaparición del sistema de explotación colectiva, basada en la
división de hojas, y también del ganado que pastaba en los rastrojos. Éste fue
sustituido por la ganadería en establos, alimentada ahora con el forraje
cosechado. Simultáneamente, se produjo una reforma de la estructura de
propiedad de la tierra. En Gran Bretaña, el parlamento aprobó las leyes de
crecimiento ("Enclosure Acts", por las que se legalizaron múltiples
apropiaciones realizadas por los grandes terratenientes ("gentry") en las tierras
comunales – montes y bosques– para su presunta mejora o puesta en cultivo.
En Francia o España, las tierras de la Iglesia fueron expropiadas, subastadas y
adquiridas por la nobleza y la burguesía (venta de bienes nacionales o
desamortizaciones). Se produjo así una concentración parcelaria, que permitió
ampliar el tamaño de las parcelas y hacer rentable de este modo la
mecanización de las explotaciones.
La sembradora de Jethro Tull (17301 permitía ahorrar semillas y mano de obra.
La segadora de Mackormirck (1830), tirada inicialmente por caballos,
realizaba el trabajo equivalente de un elevado número de personas provistas
de las tradicionales hoces y guadañas. La trilladora de Turner (1831) quitaba el
trabajo a decenas de jornaleros, separando eficazmente la paja del grano.

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Su introducción en los campos ingleses provocó en la década de los treinta una


serie de revueltas campesinas que, entre otras ocasiones, llevaron a la
destrucción de estas máquinas. El conjunto de innovaciones perjudicó
notablemente a los campesinos, sobre todo a jornaleros y pequeños
propietarios. Suprimidas las zonas comunales de pastos, reducido el bosque,
incapaces de hacer frente a la competencia de las máquinas, sus posibilidades
de subsistencia eran mínimas. En muchos casos, la única solución posible era
la venta de propiedades a los terratenientes y el éxodo rural hacia las ciudades,
es decir, su proletarización. Éste fue el precio de la modernización de las
explotaciones.
Los campesinos eran conscientes del perjuicio que les acarreaban los
cercamientos y presentaron quejas a los tribunales de justicia, que no fueron
admitidas porque las leyes del parlamento defendían los intereses de los
grandes propietarios. Encontramos un ejemplo de ello en 1797 en la aldea de
Raunds, en el condado de Northampton, situado a unos 70 Km. al norte de
Londres.
La figura del propietario se asimilo a la de un empresario rural (burguesía
agraria) al invertir en la compra de tierras, la mecanización o la mejora de los
terrenos, como por ejemplo el drenaje de zonas pantanosas. El resultado fue el
aumento de la producción (rendimiento) y la producción (rendimiento) y la
productividad (menor número de trabajadores y mayor volumen de cosecha), la
especialización de los cultivos, cuyo precio se abarato notablemente, y la
orientación de la producción hacia el mercado, en lugar del autoabastecimiento
tradicional. Por último, la libertad de contratación hizo descender el salario de
los jornaleros, en tanto que el importe de los contratos o arrendamiento se
debía pagar en metálico y no en especie como antes, con lo que los
campesinos se vieron atrapados por la caída de los precios, que les impedía
reunir el dinero suficiente para hacer frente a la renta fijada.

Maquinismo y desarrollo industrial


Uno de los elementos sustanciales de la mecanización y modernización
industrial fue la aplicación de un nuevo tipo de energía: el vapor, cuya
producción requería carbón. La máquina de vapor del escocés James Watt
(1782) se convirtió en el motor incansable de la Revolución Industrial.
El sector algodonero
La introducción de máquinas automáticas, movidas por la fuerza expansiva del
vapor, para la fabricación industrial se produjo por primera vez en Inglaterra, en
el sector textil del algodón En los años anteriores a la Revolución Francesa, ya
se ha habían puesto a punto las principales innovaciones que afectaron a las
dos operaciones básicas del sector: hilado y tejido.
El hilado de lana o algodón se había realizado hasta entonces con la rueca. En
1764 la "Jenny", de Heargraves, desarrollaba un mecanismo aprovechando
el movimiento de una rueca, accionada mediante una manivela, para obtener
simultáneamente varias bobinas de hilo, con lo que se multiplicaba la
producción. La "waterframe" de Arkwnght (1769), sustituía la energía humana
por la hidráulica. La rueda que accionaba la máquina se movía como una
hélice, impulsada por un chorro de agua. El desarrollo de la hilatura del algodón
estimuló la modernización del telar. El telar manual tradicional constaba de un
entramado de hilos por el que se hacía circular un lado a otro. La bobina se

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pasaba de mano a mano por lo que la anchura de la tela quedaba limitada a la


envergadura del tejedor. En 1733, J. Kay ideó un procedimiento automático
para lanzar la bobina, la "lanzadera automática", lo que permitía fabricar piezas
más anchas, y se ahorraba la mitad tiempo. Por fin, en 1781, Cartwright aplicó
el movimiento de vaivén de la máquina de vapor a vanos telares, con lo cual
nació el "telar mecánico".
Hacia 1815, los telares mecánicos, aún en fase experimental, eran minoría
frente a los telares manuales. Sólo había 2400 en toda Inglaterra. Durante la
década de 1820, la cifra se multiplicó por diez. En 1850 había unos 250 000
telares, y, de ellos, unos 200 000 eran mecanizados. El hecho de que las
novedades señaladas correspondiesen a la industria de algodón, y no a la de la
lana, que era la más difundida hasta entonces, pudo deberse a la
mayor resistencia y elasticidad de la fibra vegetal. Además existía algodón
abundante y barato en las colonias de Norteamérica debido al trabajo esclavo
y, más tarde, en India. Desde de 1701 quedó prohibida en Inglaterra
la importación de tejidos estampados de algodón en India. Hasta 1750 la
supremacía de las telas de este origen era incuestionable, pero se vendían
como productos de lujo para gente rica. En esa época, del total
de exportaciones inglesas, el 46% era de lana y el 26% de cereales. En 1800 el
28.5% era de lana y el 24% era de algodón. En 1810, los tejidos de algodón
habían superado a los de lana. Por fin, a principios de la década de 1830, las
exportaciones de algodón no sólo superaban cuatro veces a las de lana, sino
que además constituían la mitad del total de las exportaciones británicas.
Los talleres artesanales no reunían las condiciones necesarias para albergar
las máquinas. Éstas se concentraron en grandes naves destinadas
exclusivamente a la producción: las fábricas. La industria algodonera fue el
primer sector en el que se invirtieron los capitales obtenidos en el comercio y la
agricultura. Además, dio lugar a la mecanización industrial, cuyos efectos
positivos y negativos se dejaron sentir rápidamente. Las exposiciones
universales (desde la de Londres de 1851) se convirtieron en e1 escaparate de
todas las novedades, lo que agilizó la difusión de las nuevas máquinas. La
multiplicación de la producción redujo considerablemente los costos: en 1812,
los costos de producción de hilo de algodón eran una décima parte de los de
30 años después. La consecuencia inevitable fue el abaratamiento de los
precios y la extensión de las ventas.
Sin embargo la supervisión de los telares automáticos, para lo que no se
requería fuerza, pasó a ser realizada por niñas, cuyas pequeñas manos podían
desenvolverse bien para limpiar y engrasar entre los engranajes de las
máquinas. Los salarios que se les pagaba eran mucho más reducidos y las
jornadas más largas, a la vez que el ritmo de trabajo era marcado por las
pausas obligatorias de la máquina. El sonido de la sirena fue otra de las
aplicaciones de la máquina de vapor. Los grandes beneficios obtenidos
buscaron pronto otros objetivos. La industria algodonera sirvió de motor para el
desarrollo de la industria química: blanqueado (lejías, detergentes a base de
cal y sales), tinturas, fijadores, no ya de origen vegetal o animal como se
utilizaban anteriormente, sino a partir de combinaciones de
elementos minerales tratados convenientemente.
La industria textil algodonera se concentraba en el noroeste de Inglaterra,
alrededor del condado de Lancaster (Lancashire), en ciudades como Leeds,
Manchester o Chester y el puerto y centro comercial de Liverpool, una zona

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bien comunicada y dotada de ríos, necesarios para mover las hiladoras que se
empleaban en el siglo XIX. La mecanización textil se difundió en el continente –
Francia, Bélgica, la Confederación Germánica o España (Cataluña)– desde
1830, a medida que iban caducando las patentes. Mientras que en Inglaterra el
telar mecánico se impulsó entre 1834-1850, en el resto de las zonas no lo hizo
hasta 1870, coexistiendo hasta entonces con el manual.
La Revolución de los transportes: el ferrocarril, el barco de vapor y el desarrollo
siderúrgico
El ferrocarril, es decir, los vagones que circulaban sobre unas vías de hierro,
eran utilizados ya en el siglo XVIII para la extracción minera.
En 1825 Stephenson aplicó la máquina de vapor capaz de desplazarse
(locomotora) como fuerza de tracción para arrastrar estos vagones. que antes
eran tirados por caballos y personas. La idea de desplazarse así por vía
terrestre supuso la aparición del ferrocarril moderno, como medio
de transporte para mercancía personas. El ferrocarril permitía transportar
materias pesadas con una rapidez antes impensable de 32 a 40 Km. (debemos
tener en cuenta que 40 Km. era la distancia que solía recorrer un caballo en
una jornada). La revolución de la velocidad acorto extraordinariamente el
tiempo de los desplazamientos y permitió vertebrar el comercio interior,
escasamente desarrollado hasta entonces. El volumen de los intercambios se
multiplicó. Hacia l870 ya habían construido dos tercios de la red ferroviaria
británica, la más extensa y densa de Europa. En el continente, los más
desarrollados eran los ferrocarriles de Bélgica y Holanda, favorecidos por sus
condiciones orográficas: no existía en sus trazados un solo túnel. El caso
opuesto era el de Suiza, cuyos túneles alpinos dificultaban la construcción. El
resto, Alemania e Italia en sus labores como naciones, Francia o España,
afianzaban sólo un tercio de la extensión de la red que tendrían en vísperas de
la Primera Guerra Mundial. En Estados Unidos, el final de la Guerra de
Secesión, en 1865, marco el punto de gran expansión ferroviaria, que le
llevaría a destacarse como la red más extensa del mundo.
La fuerza del vapor se empleó también en la navegación.
Los experimentos transoceánicos iniciados hacia 1840 sufrieron algunos
percances. Las hélices tenían dificultades para adaptarse al oleaje. Como
consecuencia, los vapores de rueda trasera se desarrollaron para la
navegación fluvial, mientras que para el tráfico marítimo se empleaban buques
mixtos, dotados de dos grandes ruedas laterales movidas a vapor, pero
conservaban la estructura de mástiles y velas que les permitía, además,
desplazarse impulsados por el viento. Simultáneamente, y a pesar de los
contratiempos, se van acorazando con hierro o, incluso, se fabrican totalmente
de hierro, lo que permite aumentar el tonelaje y la velocidad. No obstante,
durante todo el siglo los nuevos barcos a vapor coexistían con los grandes
veleros ("clippers").
La aparición del ferrocarril y del barco de vapor estimuló extraordinariamente
la demanda de hierro. La fabricación de vías, locomotoras, vagones y barcos
disparó definitivamente la industria siderúrgica. Además, la siderurgia y la
aplicación del vapor a la industria incrementaron las necesidades de carbón. Su
explotación masiva abarató el precio, con lo que se fue extendiendo para el uso
doméstico (cocinas y calefacción). Las innovaciones introducidas a lo largo del
siglo XVIII se realizaron en dos campos: la mejora de la combustión en el
carbón y la mayor calidad del producto final en el hierro. En cuanto al primero,

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se consagró como combustible un tipo de carbón, "coque" (hulla refinada),


capaz de producir elevadas temperaturas. La combustión se avivaba con la
inyección de aire caliente. En cuanto al segundo, se ideó la técnica del
"pudelado" (1784), consistente en batir la masa de metal incandescente, con lo
que se obtenía un hierro más maleable. Mediante el "laminado" (1783), la masa
de hierro fundido se transforma en barras al pasar por unos rodillos, lo que
facilita su utilización industrial.

Cambios Sociales
Aunque la industrialización va a producir enormes transformaciones en
la sociedad británica como el crecimiento de la llamada clase burguesa, o el
éxodo rural producto de la revolución agraria, sin embargo quizá los dos
fenómenos sociales más dignos de estudio sean el espectacular crecimiento
demográfico y el nacimiento de una nueva y masiva clase trabajadora formada
por los obreros de las nuevas industrias. La industrialización va a provocar un
crecimiento de la población sin precedentes en la historia de la humanidad
conocido como la Revolución Demográfica. Los cambios en la industria,
la agricultura y los transportes produjeron un aumento espectacular de la
riqueza (que se traduce fundamentalmente en una mejor alimentación) que se
reflejó en un crecimiento notable de la población que servirá para multiplicar los
habitantes de Europa en muy pocos años e incluso para poblar con emigrantes
otros continentes.
La disminución de algunas de las más temibles epidemias que habían azotado
Europa durante siglos, ciertas mejoras sanitarias e higiénicas ( como el
descubrimiento de la primera vacuna por el doctor Edward Jenner en 1796 que
protegía contra la viruela) y, sobre todo,  una mejor alimentación con el fin de
las crisis de subsistencia, están entre las causas de ese crecimiento
demográfico. Este aumento de la población fuerte y sostenido explica el
enorme crecimiento de las ciudades británicas a lo largo de los siglos XVIII y
XIX.
Las transformaciones sociales: la sociedad en clases. Hasta el siglo XVIII, la
sociedad estaba dividida en estamentos, grupos prácticamente cerrados a los
que se accedía por nacimiento. A cada uno le correspondía desempeñar un
papel distinto en la sociedad: la defensa militar correspondía a la aristocracia,
la función espiritual, que incluía la cultura y la enseñanza, era desempeñada
por el clero, y la función de proporcionar la manutención, derivada del trabajo,
era atribuida al denominado tercer estado. Las sucesivas oleadas
revolucionarias y los cambios económicos provocarán intensas
transformaciones. Las leyes particulares de cada estamento desaparecerán y,
con ellas, los estamentos, pues todos los individuos serán considerados iguales
ante la ley. Incluso ante la muerte: la Revolución Francesa difundió
el sistema de decapitación mediante la guillotina, que igualaba en el cadalso a
reyes y miserables, a aristócratas y plebeyos. Sin embargo, las diferencias de
riqueza se hicieron cada vez más acusadas. La sociedad quedó dividida en
clases, y mientras los grupos superiores se enriquecían considerablemente y
llevaban una vida de lujo, la mayoría de la población vivía en condiciones
deplorables, en el límite de la subsistencia. Entre ambos, un grupo, la clase
media, atendía negocios familiares en las ciudades o explotaciones propias en
los campos. Así, la nueva sociedad quedaba dividida en tres grandes grupos:

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clases superiores, medias y bajas. *Clases superiores. Estaban formadas por


dos grupos de distinto origen: la aristocracia y la alta burguesía. La nobleza,
aun perdiendo privilegios y derechos señoriales, se había visto beneficiada por
la consolidación y ampliación de sus propiedades tras las desamortizaciones v
cercamientos.
El término burguesía aludía en esta época a los grupos dedicados a los
negocios (finanzas, comercio o industria), de los que eran propietarios total o
parcialmente. A la alta burguesía pertenecían los grandes banqueros, los
constructores del ferrocarril, los empresarios del sector textil, la minería o la
siderurgia, los propietarios de compañías navales y de astilleros, los
especuladores enriquecidos con la construcción inmobiliaria, etc. Entre
aristócratas y burgueses enriquecidos se fue produciendo un acercamiento,
cada vez mayor, intensificado por lazos familiares por vía matrimonial y la
identificación económica e ideológica: eran partidarios de la defensa de
la propiedad, el orden social, una moral conservadora de fundamento católico
e, incluso, llegaron a tener gustos y costumbres afines. Aristocracia y alta
burguesía eran los únicos grupos que ejercían sus derechos de
participación política, exceptuando los cuadros militares superiores y las
profesiones liberales (catedráticos, médicos, abogados). Todos ellos
componían el bloque con el que se formaban los gobiernos y los restringidos
parlamentos del liberalismo moderado.
*Clases medias. En ellas se incluyen los grupos de la llamada pequeña
burguesía, formada por tenderos y comerciantes, de telas y ultramarinos
principalmente. Estos últimos se sustituyeron al comercio artesanal de los
talleres y la venta ambulante. En las décadas finales de siglo aparecieron, en
algunas grandes ciudades como París, los primeros grandes almacenes, que
pondrán en peligro la continuidad de los pequeños tenderos. También se
incluían en este grupo los propietarios de negocios de tipo familiar, con un
reducido número de trabajadores, dedicados sobre todo a objetos de consumo,
como pequeñas empresas textiles, de calzado, confección, mueble o
alimentarias.
Por su nivel de renta, también deberían incluirse aquí las profesiones liberales
y los cargos militares de alto rango, salvo por la peculiaridad ya señalada:
gozan de derechos políticos en un sistema de sufragio restringido. En las zonas
rurales, corresponderían también a las clases medias los trabajadores que
labran sus propias tierras y que, ocasionalmente, emplean trabajadores
agrícolas. A menudo se trata de herederos que se hacen cargo de las tierras
familiares mientras que el resto de los hermanos busca trabajo en las ciudades.
*Clases bajas. Los trabajadores constituían la mayor parte de la población,
como había sucedido siempre. La novedad fue, sin embargo, la aparición del
proletariado, constituido por los emigrantes rurales convertidos en obreros de
las fábricas, las minas o la construcción, y cuyo único sustento proviene de
su fuerza de trabajo, alquilada a cambio de un salario. La única seguridad para
su futuro es su prole, es decir, el número de hijos, muchos de los cuales
trabajaban desde cortas edades. Ante la precaria situación laboral, un
accidente, un despido, el cierre de la fábrica o la vejez, podían significar la
ruina de las familias.
Las condiciones de vida de los obreros. Precisamente en algunas de estas
ciudades el crecimiento rápido, desordenado y sin criterios surgirán enormes
suburbios superpoblados, sucios y conflictivos donde las epidemias de tifus

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o cólera se convierten en algo habitual. Estos suburbios surgían muchas veces


en torno a una fábrica: estaban formados por los barracones donde vivían los
operarios de esa fábrica. Sin entrar en el conocido debate de si la
industrialización mejoró o empeoró las condiciones de vida de los trabajadores,
si que puede intentarse describir las situación en la que vivían estos obreros,
que puede calificarse en general como muy mala, así como sus condiciones
laborales habría que describirlas como espantosas: fábricas sucias, húmedas,
oscuras, poco ventiladas y ruidosas  -
Salud
En estas fábricas poco sanas y peligrosas era habitual que sus obreros
pasasen de doce a catorce horas diarias, trabajándose incluso sábados en
jornada completa, y domingos hasta mediodía. La concentración de obreros en
las fábricas es la que hace posible que estos trabajadores tomen conciencia de
su situación y vean que mediante acciones colectivas podrían tratar de mejorar
sus condiciones de vida. El sistema de fábricas se encuentra por tanto en el
origen del movimiento obrero.
La industrialización impulsó también el trabajo de mujeres y niños de muy corta
edad, pues si antes en muchos oficios la fuerza del trabajador era un factor
clave, ahora la fuerza la realizan las máquinas. Los empresarios fomentaron el
trabajo infantil y femenino porque mujeres y niños recibían salarios dos y tres
veces inferiores a los de los hombres. Los niños fueron empleados en la
industria textil, en las minas, en la industria siderúrgica: durante el siglo XVIII no
hubo normas que regulasen el empleo infantil. Para hacerse una idea de las
dimensiones alcanzadas por esta explotación basta con citar la existencia de
una ley del parlamente británico que en 1833 ("The Factory Act", 1833) dejaba
la jornada laboral de los niños de nueve a trece años en "sólo" nueve horas
diarias, y de trece a dieciocho años el trabajo estaba fijado en diez horas y
media (la jornada duraba para ellos doce horas, pero con hora y media
reservada para las comidas). Todavía en 1.891, una ley que pretendía luchar
contra abusos en la explotación infantil se limitó a elevar la edad mínima de
trabajo de los diez a los once años. De hecho, apenas se detectan
preocupaciones sociales durante la segunda mitad del siglo XVIII pues estas
condiciones se aceptan como normales. Ya en el siglo
XIX investigaciones parlamentarias, protestas sindicales o conocidos relatos
como los de Dickens en "Tiempos Difíciles", pusieron de manifiesto la dureza
de la vida de los obreros industriales.
Protestas obreras
Ludismo
Aunque desde los inicios de la industrialización se registra una notable
oposición de los obreros artesanos a la introducción de máquinas, las primeras
formas de protesta obrera se detectan en Gran Bretaña en la segunda década
del siglo XIX cuando surge el conocido Movimiento Ludita (o Ludismo), nombre
que deriva de un personaje real o inventado, un obrero, Ned Ludd, cabecilla de
este movimiento de protesta que se canalizaba hacia la destrucción de la
maquinaria, y que pronto se extenderá por varios condados de Inglaterra donde
la industria textil se había convertido en la principal manufactura.
Las Guerras Napoleónicas de años posteriores hicieron saltar en varias
ocasiones nuevas protestas luditas.

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Cartismo
El llamado Movimiento Cartista supone una versión más organizada del
Movimiento Obrero y que se desarrolla entre 1837 y mediados del siglo XIX.
Debe su nombre a la denominada Carta del Pueblo, documento que llegó a
conseguir la firma de cientos de miles de obreros y que era una petición
elevada al Parlamento en la que se pedía el Sufragio Universal, el voto secreto,
la igualdad en el valor de los votos... En definitiva, revelaba el deseo de
democratización del sistema político británico: el movimiento obrero desea
participar en el juego político y desde ahí mediante la presentación de leyes en
el Parlamento, mejorar las condiciones de vidas de los obreros industriales.
Desde mediados de siglo el movimiento irá perdiendo fuerza progresivamente,
aunque paradójicamente, en años posteriores, el Parlamento Británico
adoptará la mayor parte de las peticiones recogidas en la Carta del Pueblo.
Hay que recordar que la legislación británica (leyes aprobadas en 1799 y 1800)
prohibía de una forma terminante la formación de asociaciones obreras, pues
se consideraba que estas asociaciones chocaban con el espíritu del liberalismo
económico: debía ser el mercado quien fijase los salarios y no la presión de
los sindicatos.
Pero a pesar de estos obstáculos legales surgieron diversas formas de
asociacionismo obrero sostenidas por las cuotas que pagaban los trabajadores
y que pretendían, ante todo, ofrecer protección para los asociados en caso de
accidente o enfermedad. A partir de 1.824 las leyes británicas autorizan el
asociacionismo obrero que darán origen a lo que podemos considerar los
primeros sindicatos de obreros, las llamadas Trade Unions en las que, en
principio se unían los trabajadores con un mismo oficio en una localidad. En los
años treinta esas asociaciones profesionales y locales se irán uniendo entre sí
hasta formar enormes asociaciones que a mediados de siglo agrupaban a
cientos de miles de obreros británicos de todos los oficios. La huelga,
la negociación colectiva pacífica y, cuando lo permitan las leyes electorales, la
participación en política, serán los instrumentos de los que se valdrá
el sindicalismo británico para mejorar las condiciones de vida de los
trabajadores.
Marxismo
Este temprano desarrollo del sindicalismo en Gran Bretaña es el causante
probablemente del escaso éxito que tendrán las nuevas ideologías obreras
revolucionarias (el marxismo y el anarquismo) que están naciendo a mediados
del siglo XIX. Cuando Marx (líder del socialismo) y Bakunin (líder anarquista)
funden la Asociación Internacional de Trabajadores (A.I.T.) en Londres, ésta
tendrá un éxito importante en países como Francia y Alemania, mientras que
en Gran Bretaña (país donde se fundó) nunca pudo competir con las Trade
Unions.
Leyes fabriles y obreras
Durante mucho tiempo, mientras el capitalismo estuvo en su mayor auge, las
leyes fueron opuestas a toda sindicalización y a toda protección efectiva de la
clase trabajadora. Se pensaba que cualquiera intervención gubernamental o
legal era opuesta a la libre empresa y a la libre contratación, que eran las
bases socioeconómicas que entonces admitían los Estados capitalistas. En
Francia, durante la época de la Revolución, la "Ley de Chapelier" disolvió los
antiguos gremios de artesanos y prohibió las asociaciones profesionales.

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En Inglaterra, las asociaciones de dicho tipo también fueron disueltas en el


siglo XVIII, y aún más, los excesos ocurridos durante la Revolución
Francesa hicieron que en Inglaterra se dictaran, en 1799 y 1800, las
"Combination Laws" (Leyes sobre Asociaciones) que prácticamente
consideraban criminal todo sindicalismo. A cualquier trabajador que participara
en una huelga o que ingresara a un sindicato, se le juzgaba por dos
magistrados, y de encontrársele culpable, se le sentenciaba a tres meses de
prisión. Las leyes contra conspiradores, por otra parte, podían ser esgrimidas
contra las agrupaciones de trabajadores, y en tal caso las penas a los que se
considera como violadores del orden, eran mayores.
Pese a todo, la relativa impopularidad de tales leyes y la falta de un sistema
policiaco adecuado, permitieron que algunos sindicatos continuaron existiendo
dentro de un ambiente más o menos secreto. En 1824 se logro que el
Parlamento dictara una ley según la cual no era criminal ser miembro de un
sindicato, aunque este último todavía no era reconocido legalmente. La ola de
huelgas que se produjo más tarde hizo, sin embargo, que los grandes intereses
económicos, especialmente a los de los armadores de barcos, provocaran una
reacción, que dio por resultado el debilitamiento del sindicalismo, aunque no su
extinción. En 1834 se estableció el "Gran Sindicato Nacional Consolidado" que
pretendió abarcar a trabajadores industriales y agrícolas, teniendo a Roberto
Owen por principal sostenedor. Con ciertas ideas socialistas, pretendía que los
sindicatos tomaran posesión de las grandes industrias, bajo amenazas de
huelga; pero el "Gran Sindicato" desapareció poco tiempo después, sin
alcanzar sus metas. El sindicalismo británico progresó lentamente, y entre 1871
y 1875 las leyes inglesas concedieron reconocimiento a los sindicatos, con
plena personalidad jurídica. En 1906 se dictó la "Ley
sobre Conflictos Industriales", en virtud de la cual los sindicatos no podían ser
sujetados a proceso judicial. Las huelgas de tipo general en Inglaterra
ocurrieron en algunas ocasiones, y tuvieron variada suerte; algunas de ellas
alcanzaron, no obstante, efectos considerables, y quizá por ello en 1927 se
dictó la "Ley Sindical" que declaró ilícitas las huelgas generales. En la historia
económico-social de la Gran Bretaña, las leyes de protección a los trabajadores
no siempre tuvieron la misma amplitud. Al principiar el siglo IX, en 1802,
apareció una de las primeras dichas leyes. Su objeto era limitar la jornada de
trabajo e los niños a 12 horas, quienes debían contar además
con medios educativos, y con dormitorios cómodos y limpios. Esto se refería
sobre todo a los niños de los hospicios ingleses del sur, que eran enviados a
trabajar a las fábricas del norte, casi dentro d una situación práctica
de esclavitud. La ley de hecho no rigió, y al final resultó inoperante, ya que los
empresarios de las fábricas, posteriormente, no tuvieron que recurrir a los niños
de los hospicios, sino que pudieron contratar "niños libres". Poco más tarde se
dictó otra "Ley sobre Fábricas", que prohibía emplear en labores textiles a
niños menores de 9 años, mientras para los menores de 16, su jornada no
podía exceder de 12 horas. Pero los efectos que el texto de la ley tenía
impidieron que pudiera aplicarse realmente. Después de 1830, Inglaterra fue
escenario de una gran agitación. Se proclamó públicamente que los
trabajadores explotados en forma inicua, y el gobierno decidió investigar.
Frutos de tal investigación fueron varios documentos que corroboraban la
situación de miseria y de sujeción en que se tenía a todos los obreros ingleses.
Con tal base, el Parlamento aprobó en 1833 una ley que prohibía a los niños de

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9 años el trabajo en las fábricas de tejidos; los menores de 13 años tendrían


una jornada no mayor de 12 horas; y se prohibía en general el trabajo nocturno.
La ley no provocó entusiasmo entre los obreros, que siguieron insistiendo en
que el trabajo no debía ser demasiado prolongado. Un paso más se dio en
1844, al prescribirse que las mujeres y los jóvenes no podían trabajar jornadas
mayores de 12 horas, y al señalarse medidas de protección para el uso de
maquinaria peligrosa. Posteriormente, el 8 de junio de 1847 aprobó el
Parlamento una nueva norma en virtud de la cual la jornada máxima de trabajo,
para mujeres y niños, no podría ir más allá de 10 horas diarias. Sin embargo,
muchos dueños de fábricas frustraron los términos de la ley, de modo que los
niños y las mujeres de hecho siguieron trabajando 12 horas. Poco más tarde, la
jornada de 10 horas se hizo efectiva para todo mundo, incluso hombres.

Las nuevas teorías económicas: el liberalismo

Mercantilismo

El mercantilismo era una doctrina de pensamiento económico que prevaleció


en Europa durante los siglos XVI, XVII y XVIII y que promulgaba que el
Estado debe ejercer un férreo control sobre la industria y el comercio para
aumentar el poder de la nación al lograr que las exportaciones superen en valor
a las importaciones. El mercantilismo no era en realidad una doctrina formal y
consistente, sino un conjunto de firmes creencias, entre las que cabe destacar
la idea de que era preferible exportar a terceros que importar bienes o
comerciar dentro del propio país; la convicción de que la riqueza de
una nación depende sobre todo de la acumulación de oro y plata; y el supuesto
de que la intervención pública de la economía es justificada si está dirigida a
lograr los objetivos anteriores. Los planteamientos mercantilistas sobre política
económica se fueron desarrollando con la aparición de las modernas naciones
Estado; se había intentado suprimir las barreras internas al comercio
establecidas en la edad media, que permitían cobrar tributo a los bienes con la
imposición de aranceles o tarifas en cada ciudad o cada río que atravesaban.
Se fomentó el crecimiento de las industrias porque permitían a los gobiernos
obtener ingresos mediante el cobro de impuestos que a su vez les permitían
costear los gastos militares. Así mismo la explotación de las colonias era
un método considerado legítimo para obtener metales preciosos y materias
primas para sus industrias. El mercantilismo tuvo gran éxito al estimular el
crecimiento de la industria, pero también provocó fuertes reacciones en contra
de sus postulados. La utilización de las colonias como proveedoras de recursos
y su exclusión de los circuitos comerciales dieron lugar, entre otras razones, a
acontecimientos como la guerra de la Independencia estadounidense, porque
los colonos pretendían obtener con libertad su propio bienestar económico. Al
mismo tiempo, las industrias europeas que se habían desarrollado con el
sistema mercantilista crecieron lo suficiente como para poder funcionar sin la
protección del Estado. Poco a poco se fue desarrollando la doctrina del
librecambio. Los economistas afirmaban que la reglamentación gubernamental
sólo se podía justificar si estaba encaminada a asegurar el libre mercado, ya
que la riqueza nacional era la suma de todas las riquezas individuales y el
bienestar de todos se podía alcanzar con más facilidad si los individuos podían

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buscar su propio beneficio sin limitaciones. Este nuevo planteamiento se


reflejaba sobre todo en el libro "a riqueza de las naciones"(1776) del
economista escocés Adam Smith.
La riqueza de las naciones
El mismo año en que las 13 colonias americanas proclamaban su
independencia de Gran Bretaña, el escocés Adam Smith establecía las bases
del liberalismo económico con la publicación del libro "Investigaciones sobre
la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones" (1776). En síntesis,
esta obra postulaba: Crítica de las posiciones económicas vigentes la riqueza
de un país no residía, como se pensaba, en la acumulación y atesoramiento de
metales preciosos (mercantilismo), ni tan sólo en la producción agraria
(fisiocracia). La riqueza de las naciones dependía de la capacidad productiva
total de cada país entendida como la suma de los trabajos y esfuerzos
individuales de los habitantes en todas las parcelas productivas: agricultura,
industria y comercio. La riqueza generada por la producción nacional generaría
el bienestar de sus habitantes. La formación de capital procedía del ahorro y de
los beneficios obtenidos de la diferencia entre el precio de costo (materia prima,
trabajo, energía...) y el precio de venta. El mercado fluye según el acuerdo
individual del productor y el consumidor ("ley de la oferta y la demanda"). Tanto
estas relaciones como las de producción entre capital y trabajo debían ser
libres y basadas en el mutuo acuerdo, resultado de la búsqueda del
propio interés de cada parte. El Estado no debía intervenir en la economía, sino
que su función estaría dirigida a garantizar el orden jurídico y los derechos
individuales, la defensa del país y e1 mantenimiento de las estructuras básicas
de transporte y comunicaciones mediante la realización de obras públicas. El
funcionamiento espontáneo de la actividad económica implicaba la supresión
de todas las normas que regulaban y dificultaban el intercambio en el Antiguo
Régimen: barreras aduaneras y peajes interiores, derechos preferentes de
venta de los grupos privilegiados, monopolios, propiedad amortizada. Incluso
debía permitirse el librecambio entre las naciones.
Las ideas de Adam Smith fueron divulgadas por sus discípulos y seguidores.
Entre éstos se destaca David Ricardo (1792-1823), quien en 1817 formuló sus
"Principios de economía política". En este estudio, su aportación más original
sería la teoría del salario, según la cual los salarios debían permanecer bajos,
ya que están regulados por las reyes naturales del mercado. Un aumento de
los salarios por encima del nivel de subsistencia desencadenaría una mejora
del nivel de vida y, consecuentemente, un aumento de la población trabajadora.
Esto provocaría una mayor competencia entre la mano de obra, de lo que
generaría una baja salarial, ya que en un sistema económico liberal, la
abundancia siempre supone un descenso, bien de precios, bien de salarios.
Las coincidencias entre liberalismo económico y liberalismo político eran
totales. Ambas concepciones imaginaban el Estado o las naciones como una
suma de individuos (sin tener en cuenta las clases). Basaban sus
formulaciones en la defensa de las libertades individuales y de derechos e
intereses particulares que, en un sistema de desigualdad manifiesta, favorecen
siempre a los poderosos. El derecho al voto, por poner un ejemplo, pronto
quedo reducido exclusivamente a 1os más ricos, de tal modo que el nivel de
renta acabo determinando el acceso y la participación en la política. Dueños de
los medios de producción y representados en las instituciones públicas, los

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burgueses dominaron la vida social imponiendo sus valores (orden, libertad,


progreso). A finales de siglo, los teóricos del movimiento obrero señalaban
lúcidamente que el Estado liberal no representaba a la nación, sino tan sólo a
la burguesía.

Del capitalismo financiero al capitalismo industrial


Con el desarrollo del maquinismo asistimos a la implantación de un nuevo
sistema económico: el capitalismo, que se caracteriza por la propiedad privada
de los medios de producción, lo que supone que el que posee el capital (no
sólo dinero, sino también locales, máquinas y materias primas) organiza y
controla toda la producción. Se trata de una nueva organización de la vida
económica, que se extiende al ámbito de lo social y político.
En la Edad Moderna ya habían existido prácticas capitalistas de tipo financiero
mercantil: sociedad anónima, bolsa y banca, que habían crecido con el
desarrollo comercial asociado a los grandes descubrimientos geográficos y a la
afluencia de metales preciosos a Europa provenientes de América y África.
En el seno de la fabricación artesanal manufacturera había aparecido el
antecedente del primer empresario capitalista, el denominado sistema
doméstico o trabajo a domicilio. Los comerciantes, que estaban en contacto
con los mercados, fueron extendiendo su actividad en las zonas rurales fuera
del control de los gremios. La materia prima (lana) era repartida en diversos
hogares campesinos, la operación de cardado e hilado era realizada por las
mujeres, que añadían, de este modo, un complemento a sus ingresos. Los
pagos se hacían a destajo y en especie. También se confiaban
otras operaciones (tejido, tintado) a artesanos especializados. Durante todo el
entramado de operaciones, el comerciante permanecía como propietario de la
pieza, que luego almacenaba y, finalmente, vendía. Este sistema de producción
era común también en otros sectores, como el metal y la madera.
Su evolución durante el siglo XVIII originaría la primera acumulación de capital
procedente de la manufactura.
Si bien en los primeros momentos de la Revolución Industrial los cambios
técnicos se realizaron con muy bajos costos para mantener y aumentar el ritmo
de crecimiento y beneficio, pronto fue necesario incrementar la cuantía de
las inversiones, pero éstas resultaban difíciles de asumir por una persona, por
lo que se hizo necesaria la creación de grandes compañías en las que pudiera
afluir dinero de varios inversores. Ya desde el
Renacimiento existían sociedades mercantiles de tipo familiar. La sociedad
estaba formada por los miembros de una familia que aportaban diferentes
sumas de dinero para emprender negocios, por lo que solía llevar el nombre
del apellido familiar (Medici, Fugger...). Los beneficios se repartían en
proporción a la cantidad aportada inicialmente. Los vínculos familiares
favorecían la estabilidad de estas sociedades, que se mantenían, incluso
hereditariamente, durante generaciones. Desde el siglo XVII, la creación de
colonias europeas en América, Asia o África y el aumento de volumen del
comercio internacional favorecieron la creación de grandes compañías
mercantiles (como la Compañía Inglesa de las Indias Orientales) que se
ocupaban de acondicionar puertos, armar navíos, compraventa de mercancías,
almacenaje, e incluso llegaron a propiciar la intervención militar para defender
sus intereses. De este modo, el precedente de las sociedades mercantiles o
financieras se adaptó a las necesidades del desarrollo industrial. Las

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sociedades anónimas estaban compuestas por un elevado número de


personas, algunas de las cuales ni siquiera se conocían. Su participación en el
capital de la empresa se hacía a través de la compra de acciones (títulos de
propiedad) y el reparto de los beneficios se hacía de forma proporcional al
número de acciones compradas, en caso de quiebra de la compañía,
la responsabilidad quedaba limitada al valor de las acciones y no a sus bienes
particulares. Cada acción tenía un carácter transferible, podía ser comprada y
vendida, y su valor se fijaba siguiendo el juego de libre mercado: si la empresa
gozaba de beneficios, las acciones aumentaban su valor o cotización; si, por el
contrario, acumulaba pérdidas, bajaban. El lugar donde se realizan estas
transacciones se denomina bolsa o mercado de valores. Las sociedades
anónimas, sin embargo, no se generalizarán hasta la segunda mitad del siglo
XIX. Hasta entonces, el modelo de sociedad más generalizado fue la
"partnershrp", de responsabilidad ilimitada, en la que el inversor respondía con
sus bienes particulares. En Gran Bretaña. hasta 1825, estuvo vigente la
"Bubble Act", promulgada en 1721 a raíz de una operación especulativa de la
Compañía de los Mares del Sur, por la que se impedía la creación de este tipo
de compañías. En Francia no se aprobaron hasta 1863. Otra vía de
financiación para las empresas apareció con la emisión de obligaciones, en
este caso, el inversor compraba obligaciones con carácter de préstamo y la
compañía se comprometía a devolver su importe en un tiempo y con un interés
fijados previamente. Esta nueva fórmula se ideó para atraer a pequeños
inversores, más temerosos ante operaciones de riesgo. Este tipo de
financiación será muy importante en la expansión del ferrocarril.
Por último, la banca, de origen medieval, que actuaba como lugar seguro de
depósito de dinero, evoluciona ahora hacia la banca de negocio, contribuyendo
al financiamiento de las empresas mediante la concesión de créditos, compra
de acciones a empresas, e intermediarios en la colocación de acciones a sus
depositarios. Se destacan "Société Générale de Belgique" (Bruselas, 1822),
"Société Générale du Crédit" (París, 1852), "Darmstädter Bank" (Darmstadt,
1853).

Consecuencias de la Revolución Industrial


Los progresos técnicos que introdujo la Revolución Industrial, en el siglo XIX
transformaron todos los aspectos relacionados con la vida europea.
Surge así, una nueva historia de la civilización occidental. Económicas: Se
imponen la industrialización y el capitalismo.
Sociales: Predomina la burguesía y surge el proletariado
Políticas: Se consolida el liberalismo político bajo la forma
de monarquía constitucional. Ideológicas: Prevalecen el racionalismo y el
sentido crítico.
Industrialización: Se difundió por los países europeos y los Estados Unidos
Explosión Demográfica: Se produce en los países industrializados una
inesperada explosión demográfica a su vez, resultado adelantos higiénicos y
médicos.

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El crecimiento de la población benefició a la industria y favoreció


la inmigración hacia otros países.
Revolución Agrícola: Inglaterra realizó notables progresos; introdujo la siembra
de plantas de origen americano(maíz, papa), estableció las faenas agrícolas,
aplicó abonos y fertilizantes.
Desarrollo Comercial: el comercio se intensificó, tuvieron los países
industrializados de vender mercancías y adquirir materias primas, se
incrementaron el comercio, las comunicaciones y los transportes. De forma
más general la revolución industrial provocó:
a. La industria progreso.
b. La producción se hizo en serie.
c. Los precios de los productos bajaron.
d. Se formaron 2 clases sociales: Burguesía: Compuesta por los
dueños de fábricas y grandes comerciantes y los Proletariados:
Compuesta por obreros.
e. Hubo desempleo, porque con las máquinas no eran necesarios
tantos trabajadores.
f. Aumento la delincuencia.
g. Algunos obreros culparon a las máquinas de ser la causa de ser
desempleo y las destruyeron. Esto se llamó "Ludismo" porque el
jefe de este movimiento fue Ned Ludd.
h. La burguesía explotó a los proletariados.
i. Los proletariados formaron organizaciones llamadas "Trade Unions"
(sindicatos, para defender sus derechos"
j. Fueron logrando que la jornada de trabajo diario se fuera
reduciendo, que se le pagara un salario adecuado y que se le diera
derecho a huelga.
k. En la economía hubo un gran auge porque surgen los grandes
capitales, las operaciones financieras y los cambios.

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CONCLUSIONES

En resumen, la Revolución Industrial fue un proceso de cambios irreversibles


que afectó a la sociedad desde un punto de vista: económico, social,
tecnológico y científico. Esta tuvo origen en Inglaterra, ya que ella estaba
preparada. Poseía reservas de carbón, hierro y tenía una relación de comercio
con la India, de la cual obtenía la materia prima más preciada para los
ingleses : el algodón.
Este fue el iniciador de la Revolución porque a partir de él se comenzaron a
fabricar nuevos e ingeniosos inventos para alimentar la creciente demanda de
ropa, producida por el aumento de la población en las ciudades burgos.
Las nuevas máquinas que se produjeron, para la mejora de la línea de
consumo del algodón, fueron cruciales para lo que vino después. El invento de
la máquina de vapor, se dice que fue un Hito en la historia de la humanidad,
porque a partir de esta nueva forma revolucionaria de producir energía
inanimada, los productos manufacturados se producían en mayor cantidad, en
un tiempo inferior al del trabajo manual. A partir de la máquina de vapor se
produjeron nuevos y novedosos inventos, con los cuales se crearon nuevas
industrias. Buenos ejemplos son la industria automovilística, la invención de la
Locomotora, la implementación del vapor en los barcos y las mejoras que este
produjo en las aeronaves, etc.
La Revolución Industrial estuvo dividida en dos etapas: la Primera y la Segunda
Revolución Industrial.
En la Primera se ve claramente el inicio de la revolución. La gente se traslada
del campo a las ciudades industriales, se implementa la línea de montaje, se
inventan nuevas máquinas para la producción en masa de algodón y de una de
estas máquinas sale la máquina de vapor. A partir de este último invento se
desata una cadena de eventos conocidos como Segunda Revolución Industrial.
En ellas, los cambios que se producen son más generalizados, en cambio en la
primera estos son más primitivos, sutiles.

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ILUSTRACIONES REFERENCIALES

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Bibliografía
El mundo Contemporáneo; Alvear Acevedo; Editorial Jus; Págs. 42 a 44
Historia del Mundo Contemporáneo; Fernández, Gómez; Editorial Mc Graw Hill;
Págs. 20 a 31

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