El geranio, que llegó a España de Sudáfrica en el siglo XVIII, tiene
numerosas especies y variantes que le convierten en una planta deseada por cualquiera. El geranio común, el geranio de hiedra, la gitanilla, el geranio de interior (o geranio de pensamiento) o los geranios aromáticos… Todos ellos, fáciles de cuidar y en el punto de mira de los investigadores para sacarles (aún más), todo el jugo de su esplendor.
Pocas especies requieren unos cuidados tan sencillos como esta. No
es caprichoso, no necesita cantidades excesivas de agua y adora el sol. Se adapta con facilidad a cualquier entorno y da flores casi de forma ininterrumpida si encuentra las condiciones climáticas adecuadas desde primavera a otoño.
Si bien es cierto que es
una planta poco caprichosa, hay que tener en cuenta que su floración encontrará su punto álgido con unas condiciones más específicas: riego austero excepto en verano que, si se encuentra a plena exposición, requiere de riegos más abundantes. El sol, su clave. De su exposición depende su floración abundante durante el verano. La falta de sol genera plantas con escasa floración bastantes pobres.