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RESPECTO A LOS ÍNDICES DE PENA DE MUERTE A NIVEL MUNDIAL

Actualmente, según el informe estadística de Amnistía Internacional 98 países dejaron


de poner en práctica de forma completa la pena capital, 7 países mantienen la pena de
muerte como un castigo para crímenes excepcionales, 35 países mantienen la pena
de muerte en su legislación pero no la ponen en práctica y 58 países aún aplican la
pena de muerte para crímenes comunes. Sin alejarnos totalmente de nuestro entorno,
en América existen países en los que se continúa aplicando la pena capital, como en
Antigua y Barbuda, Bahamas, Barbados, Belice, Cuba, Dominica, algunos Estados
Federales de Estados Unidos de América, Guatemala, Guinea, Guinea
Ecuatorial, Guyana, Jamaica, San Cristóbal y Nieves, San Vicente y las
Granadinas, Santa Lucía, Trinidad y Tobago. En el 2016 se ejecutó al menos a 1.032
personas, sin contar las cifras producidas por China, país que mantiene esta
clasificación como secreto de Estado desde el 2009, manteniéndose firme como
Estado practicante de la pena capital.

Sin embargo, este tipo de prácticas letales ha dejado de tener efecto en 104 países
que han abolieron la pena de muerte en su legislación o en la práctica, tal como lo
señala las investigaciones de Amnistía Internacional. Aunque existan diversas
conjeturas acerca del porqué ciertos países la mantienen vigente y porqué otras
prefieren ya no usar un método irreparable como la pena capital, la disuasión de
delincuentes es la tiene un importante grado de respaldo entre la opiniones de la
población por lo que es importante señalar que la ONU en 1988 y sus posteriores
actualizaciones en 1996 y 2002 emitieron una investigación sobre la relación entre
pena de muerte y los índices de homicidio, en la que como conclusión señala: “[...] la
investigación no ha conseguido demostrar científicamente que las ejecuciones tengan
mayor efecto disuasivo que la cadena perpetua. Y no es probable que lo consiga
próximamente. En conjunto, las pruebas científicas no ofrecen ningún respaldo a la
hipótesis de la disuasión”.
Entonces, se concibe que tal beneficio disuasivo no presenta un fondo que las
valorice. La ejecución de los delincuentes no necesariamente evitan nuevos delitos,
existen altas probabilidades de que una ejecución incremente el índice el violencia. Si
se ejecuta a un miembro terrorista, es posible que los demás miembros su
organización lo consideren un héroe de forma que planeen una represalia en contra
del Estado que aplicó la pena de muerte generando un círculo de violencia que no
acaba. Un país puede abolir la pena de muerte sin que él surta efectos negativos,
prueba de ello es Canadá que en 1976 eliminó la pena de muerte como parte de su
legislación. En 1975 Canadá presentaba una tasa de homicidio por 100.000 habitantes
descendió de un máximo del 3,09 al 2,41 en 1980, y desde entonces ha seguido
disminuyendo hasta alcanzar el 2,0 en 2005, que sigue siendo notablemente una
reducción de delitos de homicidio frente a la previa abolición de la pena capital.

Si bien los países que mantienen en práctica la pena de muerte son Estados que
plantean alejar al delincuente de forma permanente de la sociedad para que no siga
vulnerando bienes jurídicos protegidos por la legislación nacional e internacional, la
persona a la que sometan a tal juicio ya se encuentra privada de su libertad, por lo
tanto, ya ha sido distanciada de la sociedad por lo que ya no podrá cometer algún
delito que violente a la población, entonces, la pena de muerte perdería su fin de
protección general. Además de que siempre existe el peligro de errores judiciales que
en el caso de la pena capital no podría revertirse, deslices que involucran factores
como la opinión publica donde se da un juicio paralelo que puede discernir en el
ejercicio de la función jurisdiccional del juez que lleva a cabo el juicio. Asimismo, no se
puede considerar que la persona a la que fue aplicada la pena de muerte
“posiblemente” vuelva a cometer algún acto ilícito y si fue sentenciado por un error
judicial seria que se asumió que la persona no podrá contravenir al orden social
nuevamente, sin haber cometido un crimen que justifique tal proceso. Entonces, la
ejecución de la persona es un adelantamiento a la protección de la sociedad de un
crimen que podría existir en un futuro, contradiciendo a la finalidad del
encarcelamiento, la rehabilitación del criminal, si es que la justificación de la pena de
muerte es el alejamiento definitivo del delincuente. Aunque sí este fuera un
fundamento, bastaría con señalar que no puede haber alegato para la tortura ni para
un maltrato inhumano. Sin embargo, ciertos Estados consideran que la pena de
muerte evitaría que los delincuentes vuelvan a cometer delitos; no obstante, si ese el
objetivo de la pena capital primero se debería dar una adecuada revisión a los
procesos por lo que se otorga la libertad condicional antes de tomar una posición
extremadamente radical como la ejecución del preso. Es cuestionable considerar que
una persona merece la protección de sus derechos más que la otra, los derechos
humanos son inherentes al ser humano, son inalienables sin importar la clase social, la
condición económica, la religión o el tipo de delito que cometiste. Mientras la persona
que cometió un acto ilícito siga viva, existe la probabilidad de que pueda rehabilitarse y
reintegrarse a la sociedad, en cambio, si está es ejecutada se elimina cualquier
posibilidad de que esta persona pueda ser reformada o compensada de un error
judicial.
La aplicación de la pena capital no necesariamente coexiste en un respeto explícito de
las diversas religiones, ya que incluso vendría a ser contradictorio puesto que las
religiones con mayor número de seguidores tienen como bandera la misericordia, la
compasión y el perdón. El Estado que plantee abolir la pena de muerte muestra
implícitamente un grado estas mismas enseñanzas. Aunque gran parte de la afirme la
postura de mantener o implementar la pena capital, valiéndose generalmente de
argumentos subjetivos; que podrían perder valor si se les brinda un informe completo y
detallado acerca de lo que en verdad significa la ejecución de los delincuentes. El
sustento que la mayoría de población presenta frente a la pena capital se basa
frecuentemente en que este es un método eficaz para eliminar ac tos que vulneran la
estabilidad social, y es que la población necesita que no exista algún tipo de
perturbamiento en su vida diaria frente a una constantes delitos que radican en
nuestra realidad. Este argumento gana solidez si diversos políticos expresan que la
erradicación de delincuentes la mejor fórmula para combatir los delitos, entonces la
sociedad exigirá este procedimiento creyendo que es la mejor salida frente a este tipo
de problemas. Por lo que es preciso que el Estado se haga cargo de la delincuencia
de forma segura y eficaz sin recurrir a la vulneración de derechos humanos que son
vulnerados en aplicación de la pena capital. Es responsabilidad de los gobiernos
abordar la delincuencia de manera efectiva y sin recurrir a la vulneración de los
derechos humanos que supone la pena de muerte. En la actualidad, a comienzos del
XXI, dos tercios de los países del mundo la han abolido en la ley o en la práctica.
¿Es la inyección letal la forma menos dolorosa y más humana de matar a una
persona? La inyección letal evita muchos de los desagradables efectos de otras
formas de ejecución: la mutilación corporal y la hemorragia en el caso de la
decapitación, el olor a carne quemada en la electrocución, los gestos y sonidos
perturbadores en la ejecución por gas y por ahorcamiento, así como el problema de la
emisión involuntaria de heces y orina Por esta razón, puede resultar menos
desagradable para las personas que la llevan a cabo. Sin embargo, con este sistema
aumenta el riesgo de que participe personal médico en el acto de matar para el
Estado, lo cual vulnera los más tradicionales principios de ética médica. Toda forma de
ejecución es inhumana. Todos los métodos conocidos pueden ser dolorosos y tienen
sus propias características desagradables. Además, es preciso recordar que la pena
de muerte no dura solamente los minutos que transcurren desde que sacan a la
persona condenada de la celda para su ejecución hasta que muere; ésta vive con la
amenaza de la pena capital en su cabeza desde el momento en que es condenada
hasta que pierde la conciencia y muere. La búsqueda de una forma “humana” de
matar a las personas debe considerarse como lo que es: el intento de hacer las
ejecuciones menos desagradables para quienes las llevan a cabo, para los gobiernos
que desean parecer humanitarios y para la opinión pública en cuyo nombre se
realizan.

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