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EL REINO VISIGODO
Los estados altomedievales.
El mundo germano en la época de las invasiones.
Los visigodos. De Adrianópolis a Tolosa
El reino visigodo de Toledo, siglos VI-VII.
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recaudan algunos impuestos, sobre todo a través de tasas o aranceles
aduaneros, multas judiciales, etc.
En segundo lugar los estados fuertes, que incluye las diversas
formaciones andalusíes, y los estados cristianos bajomedievales, con una
gran capacidad de centralización, cuyo dominio se ejercía a través de la
fiscalidad, que servía para mantener un ejército profesional permanente
(también puede ser denominado mercenario) y una extensa burocracia,
hasta cierto punto separada de la aristocracia, que gestiona la
recaudación de impuestos, la organización militar y otros elementos
administrativos (leyes, justicia...). Es evidente que estos últimos
generaron más riqueza, tenian mucho mayor poder adquisitivo, y una
incidencia mucho mayor en los intercambios a gran escala.
Los más poderosos enemigos de las prácticas fiscales raramente se
oponen directamente a ellas. Los personajes que en teoría deberían pagar
más, tienden por el contrario a sacar provecho del sistema, encontrándose
siempre entre los beneficiarios del mismo, en calidad de altos cargos,
siendo su objetivo no la destrucción del sistema, sino en pagar menos
ellos mismos (corrupción; inmunidad legal). E incluso pueden aumentar su
poder local ofreciendo protección a sus vecinos, que acaban siendo sus
clientes. A ello responde el notable desarrollo del patrocinio, desarrollado
en el imperio tardío, y que pese a su cada vez mayor extensión, en ningún
momento puso en peligro el sistema. Buena muestra de ello es que en
Siria y Egipto, provincias donde el sistema del patrocinio alcanzó un
mayor desarrollo, las exacciones fiscales fueron mas estables. En cierta
forma el patrocinio y otras fórmulas, aunque hacían el sistema más injusto
y corrupto, eran válvulas de escape de la presión de este, que permitían la
continuidad del mismo.
Etnogénesis
En los inicios del siglo XXI aquella hipótesis aparece como
extremadamente reductiva, ya que esas tribus, fueran germanas o de
otros orígenes (sármatas, escitas, hunos), no tenían una única identidad
étnica o cultural, si no que, más bien, eran grupos bastante heterogéneos.
Las fuentes proporcionan la historia de los nombres étnicos, no la de
los hombres y mujeres que integraban esos grupos. Muchos historiadores
consideran actualmente que la sucesión de nombres étnicos se debe en
buena medida a que en torno a un “pueblo” victorioso, a una élite, se
aglomeraban grupos de población muy diversos, que podían llegar a
constituir un Imperio, y que adoptan el nombre y la cultura de esa élite.
Es en ese momento cuando su existencia llegaba a conocimiento de los
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cronistas griegos o romanos, por lo que esos imperios parecían surgir
súbitamente. Por otro lado, el prestigio del nombre lleva al abuso del
mismo, así a los ávaros, se les sigue citando en el siglo IX, aunque hiciera
mucho tiempo que habían desaparecido como elite dominante. Aunque lo
normal es que cuando un “pueblo” fracasaba, perdía hasta el nombre.
Pero los hombres y mujeres permanecen, y se integran en los
nuevos “pueblos” que van llegando, de forma que aunque parecen existir
Imperios muy diferentes, su base étnica es en gran medida la misma,
aunque los clanes dirigentes cambien.
Sólo muy lentamente, estas tribus consiguieron constituirse como
pueblos, a través de un proceso histórico que ha sido definido como
“etnogénesis”, es decir, la formación y la continua redefinición de
identidades étnicas en función de elementos de naturaleza cultural. Por
tanto la etnogénesis es el proceso mediante el cual un grupo de seres
humanos pasa a ser considerado como étnicamente distinto.
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Los visigodos. De adrianópolis a Tolosa
Ante la amenaza de los hunos, los visigodos consiguiron del
emperador Valente permiso para cruzar el danubio y asentarse. El
mecanismo que empleaba el imperio en estos casos era el de la
foederatio1, una alianza (foedus), a cambio de una compensación. Pero el
inclumplimiento de las condiciones, y la falta de recursos les llevó a
devastar las regiones de los Balcanes meridionales, hasta que el mismo
emperador se vio obligado a afrontarlos con su ejército en campo abierto,
cerca de la ciudad de Adrianópolis, en 378. Donde el ejército imperial
romano fue derrotado, muriendo el mismo emperador en la batalla. La
evidencia de que no podían bloquearlos militarmente, llevó a Teodosio y a
sus sucesores a continuar con el mismo sistema de foedus, pero los
nuevos incumplimientos llevando a los visigodos a una nueva rebelión,
bajo la dirección de Alarico I. Saquearon los balcanes, pasando luego
Italia, llegando en 410 a saquear Roma, la capital del Imperio. Después se
dirigieron hacia el sur, para tratar de pasar a África, pero Alaricó murió
súbitamente. Su sucesor, Ataulfo (410-415) optó por volver hacia el
norte, abandonó la península italiana y se dirigió a La Galia, tratando se
asentarse en el territorio, al tiempo que se casaba con Gala Placidia,
hermana del emperador, capturada durante el saqueo de Roma.
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Foederatus, en los primeros tiempos de la historia de la antigua República romana, designaba a cualquier tribu
suscrita a un tratado (foedus), que no era ni colonia romana ni se le había concedido la ciudadanía romana
(civitas), pero se esperaba que proporcionara un contingente de soldados cuando hubiera problemas. El término
latino foedus designa un tratado solemne y vinculante de asistencia mutua a perpetuidad entre Roma y otra
nación Esta palabra es la raíz de los términos modernos federalismo y federación. Posteriormente el término
foederati se extendió por la costumbre romana de subvencionar a las tribus bárbaras a cambio de proporcionar
soldados para luchar en el ejército romano. Al principio, el subsidio romano se concedía en forma de dinero o
comida, pero cuando los ingresos por impuestos disminuyeron en los siglos IV y V d.C., los foederati fueron
emplazados en haciendas locales, lo que acabó siendo lo mismo que establecerse en territorio romano. Con el
tiempo, los grandes terratenientes locales que vivían en provincias fronterizas distantes (marcas), en villas
extensas y prácticamente autosuficientes, vieron su lealtad al poder central comprometida en estas situaciones.
Entonces, cuando las lealtades empezaron a fraccionarse y a volverse más locales, el Imperio comenzó a
desmenuzarse en territorios cada vez más pequeños.
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exterminar a los pueblos bárbaros que se habían establecido en Hispania.
Aquí aniquilaron a los alanos, arrinconaron a los suebos en la Gallaecia,
actual Galicia y norte de Portugal, y empujaron a los vándalos a cruzar a
África.
A cambio se les concedió que se asentasen en Aquitania, pero esta vez
bajo el régimen de la hospitalitas2 obteniendo la concesión de un tercio de
las tierras (o de los impuestos recaudados) de la región a cambio de
declarar su fidelidad al Imperio y proporcionar apoyo militar en caso
necesario, aunque permaneciendo independientes. Allí constituyeron el
que se ha denominado Reino Visigodo de Tolosa (418-507). la
inestabilidad del reino fue constante, y la mayoría de sus reyes fueron
asesinados o murieron en combate. Los visigodos cooperaron con los
romanos en diversas ocasiones, especialmente Teodorico I (418-451),
cuyo ejército constituyó el grueso de las tropas que los romanos
enfrentaron a Atila en los Campos Catalaunicos, siendo decisivos en la
victoria, y muriendo el propio rey en la batalla.
Pero posteriormente Teodorico II (453-466) inicio la expansión de su
reino a la P.Ibérica, con el objetivo de objetivo ocupar los valles del Ebro y
el Duero. Eurico (466-484) habría ampliado sus objetivos, tratando de
apoderarse de algunas ciudades como Tarragona, Zaragoza Toledo, y
Mérida, que eran no sólo algunas de las ciudades más importantes, sino
también los extremos de las vías de comunicación, que les permitían el
control del territorio. Ello es lógico si tenemos en cuenta que durante
el siglo anterior se había producido ya un importante proceso de
romanización, y que los visigodos habían procurado utilizar en
los posible las antiguas estructuras romanas.
Los Visigodos consiguieron integrarse eficazmente en la tradición
romana, dando lugar a una sociedad multiétnica, con varios rasgos
importantes, que comprtieron con otros reinos germanos surgidos tras la
disgregaión del Imperio Romano de Occidente:
1) Los visigos eran una neta minoría respecto al resto de la población.
2) El asentamiento se hizo siguiendo el modelo romano de la hospitalitas.
3) Inicialmente subsistió la administración romana.
4) Naturalmente, todos debían reconocer el poder regio, poder que se
concebía como sagrado. El rey era el depositario del ban, el poder
absoluto de obligar, juzgar y castigar; sobre todo destacaba su liderazgo
militar, y, como cualquier jefe bárbaro, se rodeaba de un séquito de fieles
5) La aristocracia germana trató de seguir las pautas que presidían las
actuaciones políticas y sociales romanas. Los reyes germanos se parecían
mucho a los emperadores del imperio tardio, que eran básicamente
militares, con limitado nivel cultural.
6) Sólo desde un punto de vista religioso los Visigodos se mantuvieron
separados de la población latina, conservando su credo arriano como
elemnto diferenciador.
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Este sistema tenía como modelo las disposiciones que se tomaban en el Imperio cuando se debía alojar en
determinada parte del Imperio a las tropas imperiales. En función de la Hospitalitas se organizaba el sustento de
los funcionarios y militares en misión mediante la requisa del tercio de las casas de los particulares; el propietario
dividía su residencia en 3 partes; escogía el primer tercio, dejaba la elección del 2º al beneficiario y conservaba
el 3º restante.
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7) Espejo de esta realidad fue el desarrollo de la legislación,
llegando el propio Eurico a publicar un importante código (el Codex
Euricianus), que su sucesor Alarico II (484-507) completaría con la Lex
Romana Visigothorum. El desarrollo del reino quedaría interrumpido al
desaparecer el mismo en 507 tras la derrota de Voulle a manos de los
francos.
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divisiones menores, los territoria con centro de una gran ciudad, sobre
todo las episcopales, bajo el mando de comites (condes).
Siguiendo las tradiciones de los emperadores romanos, emprendió la
fundación de una capital regia, Recópolis, situada en la actual provincia de
Guadalajara. Las excavaciones han permitido estudiar una potente
muralla, reforzada con torres, que es posiblemente una de las grandes
obras del estado visigodo. En la parte más elevada del cerro, se
construyeron una serie de estructuras que integraban la zona palatina. En
el lado menor había una basílica, que en el siglo XI fue sustituida por una
iglesia, mientras los lados mayores estaban ocupados por largas naves de
dos plantas. El acceso al recinto se realizaba por una puerta con arco de
medio punto, la calle que llevaba al mismo estaba flanqueada por tiendas.
Este lugar fue ocupado por los musulmanes y siguió en uso hasta el siglo
IX, aunque con importantes cambios.
La centralidad alcanzada por esta ciudad se advierte según sus
excavadores en la presencia de importaciones africanas, que si bien
llegaron a gran parte de la península hasta mediados del siglo V, después
sólo se encuentran generalmente en las zonas costeras.
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De Witerico a Suinthila (603-631) los reyes se orientaron
fundamentalmente a expulsar a los bizantinos de la península. Al mismo
tiempo que iniciaban la politíca antijudía, en la que destacó especialmente
Sisebuto, que aparentemente trató de conseguir su conversión, en pos de
la unidad religiosa. Aunque los excesos de dicha política, en aspectos
como obligar a convertirse mediante la coacción y la violencia, fueron
criticados en apariencia por los obispos, sus efectos fueron plenamente
validados en el IV Concilio de Toledo bajo Sisenando.
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Ello implicó que a lo largo del siglo VII se afirmase como grupo
dominante del reino una nobleza fundiaria (laica y eclesiástica) unida
entre sí por lazos fidelidad, con obligaciones militares, en la que
destacaban los gardingos, séquito real que, al igual que los optimates,
recibía tierras del rey. Ello que dio como consecuencia la formación de
fracciones enfrentadas entre sí en lucha por la hegemonía. De esta
nobleza dependía un número cada vez mayor de individuos, unos
formando los séquitos militares personales (bucelarios), pero sobre todo
campesinos, formalizándose su relación de dependencia a través de la
antigua institución romana del patrocinium, de modo que los campesinos
perdían la propiedad de la tierra que cultivaban a cambio de “protección”,
deteriorándose paulatinamente sus condiciones de vida, y cayendo
frecuentemente en la esclavitud. Esta estructura social y la situación que
genera, se revelan en el LIBER IUDICUM (fuero Juzgo) de Chisdanvinto de
Recesvinto.
Este texto representa la continuidad de la actividad legislativa
visigoda. El Liber Iudiciorum se mueve dentro de la tradición jurídica
romana, emplea conceptos de derecho romano y sólo de manera
excepcional aplica principios de derecho germánico.
Pero este mismo texto, así como los concilios, demuestran
también que la fuente del derecho era el rey junto al cuerpo de
notables, laicos y eclesiásticos del reino. Por otro lado, esto
sugiere que en esa época ya se había resuelto la cuestión fundamental
sobre el origen de la legitimidad del poder, enfrentamiento entre la
teoría del poder descendente de Dios, frente a la del poder
emanado del pueblo, característico de la monarquía electiva. La
primera evidentemente conducía a reforzar el poder de los reyes, y
a ponerlos a salvo de todo ataque a una persona sagrada se convertía
inmediatamente en sacrilegio. Por ello los concilios trataron de
establecer una serie de normas para el acceso al trono que terminasen
con los enfrenamientos violentos. Hasta que punto esto tuvo éxito,
lo demuestra el hecho de que de los 16 reyes restantes, sólo uno
murió asesinado, aunque varios fueron depuestos. No obstante 16
reyes en poco más de 100 años indica también la inestabilidad del
reino.
Los concilios son también una clara muestra del poder que había
alcanzado la iglesia, que ejercía su influencia a través de obispos,
parroquias y abadías, configuradas estas a menudo como entidades
autónomas, y con frecuentes conflictos jurisdiccionales y de rentas con los
obispos.
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gobernando Rekila, aunque no se sabe si fue elegido a la muerte de
Rodrigo, o se proclamó en oposición a el. Incluso alguna teoría reciente
defiende que era el auténtico rey, y Rodrigo el usurpador.
Interpretación de la crisis
La mayoría de los autores considera que en la segunda mitad del
siglo VII el reino estaba en descomposición, y sumido en una profunda
crisis económica y social. Y la monarquía sería cada vez más debil frente
al auge de la nobleza. Esta decadencia se percibiría, por ejemplo, en las
leyes militares de Wamba (672-680) y sobre todo de Ervigio, por las que
la monarquía renunciaba en la práctica a un ejército público asalariado, y
establecían en que circunstancias los nobles o grandes propietarios debían
acudir a la llamada del rey, y que obligaban a los hombres libres a seguir
al conde, al duque o al patronus de quien dependiesen, y a los domus
(señores con tierra) a acudir con el 10% de los campesinos no libres. Con
ello, en la práctica, se sancionaba que las clientelas privadas, que también
conocemos por otras fuentes y que habían existido desde el principio, se
habían convertido en el núcleo del ejército. Es decir, se estaban
trasladando las obligaciones públicas al ámbito de las relaciones de
dependencia personal, y se estaban asociando esas relaciones a la
posesión de tierras. Para muchos autores ello implicaría que el rey
dependía casi exclusivamente de las fuerzas que nobles y obispos
aportasen. En el mismo sentido, la fragmentación del reino que se
produce inmediatamente después de la victoria árabe del 711 con la
muerte del rey Rodrigo, sugieren que los poderes locales de los grandes
aristócratas ostentaban el auténtico poder.
No obstante, para otros autores, el estado todavía era fuerte y la
monarquía estaba plenamente consolidada. Las leyes militares no
reflejarían realmente una situación de debilidad, aunque ciertamente son
un elemento que muestran los inicios de un avance hacia el feudalismo, al
igual que la desaparición de la distinción entre público y privado que había
caracterizado al estado romano, iniciándose un proceso de indiferenciación
entre ambos campos. Para considerar que seguía existiendo una
monarquía centralizada se basan, entre otros elementos, en que en
apariencia durante buena parte del siglo VII la ambición de los
gobernadores provinciales era alcanzar el trono, no la independencia de
sus provincias. Junto a ello hay otros rasgos, como el hecho de que
aunque la documentación fiscal es escasa, la misma sugiere que en el
reino visigodo, al contrario que en todos los demás, pervivió la fiscalidad
sobre las tierras hasta el final. No obstante, no se avierte en que podía
gastarse esa riqueza, ya que no era necesario el mantenimiento del
ejército, y la administración estaba en buena medida formada por la
nobleza, que recibía tierras. De hecho es posible que el pago en moneda
ya se hubiese convertido en una práctica marginal, puesto que algunos
documentos implican que las obligaciones fiscales estaban saldándose
mediante la entrega de tierras. De esta forma se entregaba al fisco una
parte de la propiedad, siendo su produción equivalente a los impuestos
que debería pagar el resto de la propiedad. El gran volumen del
patrimonio regio, unido a estas permutas fiscales, habrían garantizado a la
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monarquía su supremacía y su relevancia política, por un largo periodo de
tiempo. Las reclamaciones de los hijos de Witiza a los árabes refrendarían
el enorme volumen de dichas propiedades. Y ello explicaría que el reino
siguiese unido, mientras hubo un rey en Toledo.
LA RURALIZACIÓN
Pero esto es sólo la expresión más evidente de la ruralización de una
época donde los lugares habitados son fundamentalmente vici, loci y
villae, aunque las realidades que estos términos expresan aún siguen
siendo poco definidas. En los ámbitos social y económico las guerras
locales, pestes, sequías, plagas de langosta, etc. incidieron en una fuerte
caída demográfica. Ello aumentó el deterioro de la población campesina,
cada vez más oprimida, generalizándose la huida a zonas de dificil acceso,
como subrayan constantemente los concilios.
Son pocos los datos acerca de la situación de la mayor parte de la
población campesina en época visigoda, pero en general se cree que
tendrían un estatuto de siervos o esclavos, agrupándose en aldeas o
grandes cortijos, quizá con estructuras comunitarias (rotación de los
campos por suertes, apropiación común de determinados espacios -
fuentes, dehesas, bosques-, etc.) y obligados a entregar globalmente una
parte de su producción como “renta”.
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