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TEMA 1.

EL REINO VISIGODO
Los estados altomedievales.
El mundo germano en la época de las invasiones.
Los visigodos. De Adrianópolis a Tolosa
El reino visigodo de Toledo, siglos VI-VII.

Introducción. Los estados altomedievales


El estado altomedieval configura un marco para las actividades de
terratenientes y campesinos, organizando las relaciones entre cada grupo,
y legitimando y regulando el dominio de los primeros sobre los segundos.
La capacidad de intervención de cada organización política estuvo siempre
determinada por los intereses de los aristócratas. Un estado ideal puede
definirse por una serie de rasgos:

a) La centralización de la autoridad que puede actuar legitimamente:


justicia, ejercito
b) Especialización de los papeles gubernamentales
c) Jerarquización oficial de los anteriores, que sobrevive a los individuos
d) Noción de poder público, ideologicamente independiente de los
gobernantes
e) Existencia de recursos independientes y estables en manos de los
gobernantes
f) Sistema de extracción y estratificación de excedentes basado en las
clases sociales

En la Alta Edad Media peninsular pueden distinguirse dos tipos de


estado. En primer lugar los estados débiles, entre los que se incluye el
estado visigodo y los hispanocristianos al menos hasta el siglo XI, en los
que se concibe el ejercicio del poder público como fuente de legitimación
política, pero cuyos ejércitos están formados por los terratenientes y sus
dependientes. En ellos el poder local suele estar en manos de las élites
locales, aunque su legitimación proviene en casi todos los casos de su
relación con la esfera pública del poder. La riqueza se sustenta en la
posesión de la tierra o en el control de las rentas de la misma. Estos
aristócratas eran, al mismo tiempo, los principales funcionarios del
gobernante y sus representantes a nivel local. El gobernante se asegura
su fidelidad mediante el reparto de tierras o rentas, pero tras el reparto su
poder y “atractivo” es menor. Ello produce dos problemas: El primero es
que una vez repartida la tierra sólo puede recuperarse o acumularse
mediante el uso de la fuerza, por lo que las confiscaciones violentas y la
guerra se convierten en mecanismos de reproducción política. El segundo
se debe a que a medida que crece su fuerza, los funcionarios regionales
incrementan su autonomía, en un proceso que puede llegar a la
fragmentación. Esto puede contrarrestarse mediante la fuerza. O
mediante la construcción de una cultura política, conjunto de supuestos
relacionados con la definición de la acción política legítima, con el modo de
caracterizarla y simbolizarla, que favorezcan al poder central: concesiones
de rango, reconocimiento, etc. Hay que señalar que estos estados tambén

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recaudan algunos impuestos, sobre todo a través de tasas o aranceles
aduaneros, multas judiciales, etc.
En segundo lugar los estados fuertes, que incluye las diversas
formaciones andalusíes, y los estados cristianos bajomedievales, con una
gran capacidad de centralización, cuyo dominio se ejercía a través de la
fiscalidad, que servía para mantener un ejército profesional permanente
(también puede ser denominado mercenario) y una extensa burocracia,
hasta cierto punto separada de la aristocracia, que gestiona la
recaudación de impuestos, la organización militar y otros elementos
administrativos (leyes, justicia...). Es evidente que estos últimos
generaron más riqueza, tenian mucho mayor poder adquisitivo, y una
incidencia mucho mayor en los intercambios a gran escala.
Los más poderosos enemigos de las prácticas fiscales raramente se
oponen directamente a ellas. Los personajes que en teoría deberían pagar
más, tienden por el contrario a sacar provecho del sistema, encontrándose
siempre entre los beneficiarios del mismo, en calidad de altos cargos,
siendo su objetivo no la destrucción del sistema, sino en pagar menos
ellos mismos (corrupción; inmunidad legal). E incluso pueden aumentar su
poder local ofreciendo protección a sus vecinos, que acaban siendo sus
clientes. A ello responde el notable desarrollo del patrocinio, desarrollado
en el imperio tardío, y que pese a su cada vez mayor extensión, en ningún
momento puso en peligro el sistema. Buena muestra de ello es que en
Siria y Egipto, provincias donde el sistema del patrocinio alcanzó un
mayor desarrollo, las exacciones fiscales fueron mas estables. En cierta
forma el patrocinio y otras fórmulas, aunque hacían el sistema más injusto
y corrupto, eran válvulas de escape de la presión de este, que permitían la
continuidad del mismo.

El mundo germánico en la época de las invasiones


Entre los siglos II y IV el imperio romano limitó, convivió y se
enfrentó en su frontera norte con un conjunto de pueblos, a los que
denominaron de forma despectiva bárbaros. Los pensadores alemanes del
siglo XIX, ocupados en la construcción nacional alemana, consideraban a
los Germanos como un pueblo único (volk) articulados en varias tribus
(Stämme) a partir de los cuales habrían surgido los alemanes.

Etnogénesis
En los inicios del siglo XXI aquella hipótesis aparece como
extremadamente reductiva, ya que esas tribus, fueran germanas o de
otros orígenes (sármatas, escitas, hunos), no tenían una única identidad
étnica o cultural, si no que, más bien, eran grupos bastante heterogéneos.
Las fuentes proporcionan la historia de los nombres étnicos, no la de
los hombres y mujeres que integraban esos grupos. Muchos historiadores
consideran actualmente que la sucesión de nombres étnicos se debe en
buena medida a que en torno a un “pueblo” victorioso, a una élite, se
aglomeraban grupos de población muy diversos, que podían llegar a
constituir un Imperio, y que adoptan el nombre y la cultura de esa élite.
Es en ese momento cuando su existencia llegaba a conocimiento de los

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cronistas griegos o romanos, por lo que esos imperios parecían surgir
súbitamente. Por otro lado, el prestigio del nombre lleva al abuso del
mismo, así a los ávaros, se les sigue citando en el siglo IX, aunque hiciera
mucho tiempo que habían desaparecido como elite dominante. Aunque lo
normal es que cuando un “pueblo” fracasaba, perdía hasta el nombre.
Pero los hombres y mujeres permanecen, y se integran en los
nuevos “pueblos” que van llegando, de forma que aunque parecen existir
Imperios muy diferentes, su base étnica es en gran medida la misma,
aunque los clanes dirigentes cambien.
Sólo muy lentamente, estas tribus consiguieron constituirse como
pueblos, a través de un proceso histórico que ha sido definido como
“etnogénesis”, es decir, la formación y la continua redefinición de
identidades étnicas en función de elementos de naturaleza cultural. Por
tanto la etnogénesis es el proceso mediante el cual un grupo de seres
humanos pasa a ser considerado como étnicamente distinto.

Las relaciones entre bárbaros y romanos fueron bastante intensas, e


incluso hay quien, de forma provocativa, considera que “el mundo
germánico ha sido, tal vez, la más grande y duradera creación del genio
militar y político romano”, ya que a partir del siglo III, al tiempo que se
intensificaban los intercambios comerciales y realizaban incursiones de
saqueo en las tierras limítrofes, fueron muchos los guerreros bárbaros
contratados en el ejército romano, llegando incluso algunos a ocupar
puestos importantes en la jefatura militar.
El delicado equilibrio entre romanos y bárbaros entró en crisis a
partir de la segunda mitad del siglo IV, cuando parte de estos grupos
migraron al interior del Imperio, en parte movidos por factores de
naturaleza económica, política y militar. Pero sobre todo tras la irrupción
en sus territorios de nuevas poblaciones provenientes de las estepas
euroasiáticas, hegemonizados por los Hunos.
En este nuevo contexto algunos pueblos bárbaros comenzaron a
atravesar masivamente el limes, no ya para llevar a cabo incursiones de
saqueo, si no para crear asentamientos estables. Fueron muchos los
factores que determinaron este nuevo proceso. Entre ellos, que los
bárbaros eran conscientes de la vulnerabilidad de las defensas militares
romanas en las fronteras, muchas de ellas dejadas en manos de soldados
de origen bárbaro.
Estos desplazamientos afectaron especialmente a los Godos, nombre
con el que se englobaba a una serie de tribus nómadas que desde el siglo
III se habían establecido en varios territorios entre el Danubio y el Mar
Negro. Estas tribus dieron lugar a dos grandes reagrupaciones: los
Tervingios-Vesi, asentados más hacia Occidente y por este motivo
llamados con posterioridad Visigodos (West-Goten = Godos del Oeste), y
los Greutungios-Ostrogodos, acantonados más hacia Oriente y conocidos
comúnmente como Ostrogodos (Ost-Goten = Godos del Este).

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Los visigodos. De adrianópolis a Tolosa
Ante la amenaza de los hunos, los visigodos consiguiron del
emperador Valente permiso para cruzar el danubio y asentarse. El
mecanismo que empleaba el imperio en estos casos era el de la
foederatio1, una alianza (foedus), a cambio de una compensación. Pero el
inclumplimiento de las condiciones, y la falta de recursos les llevó a
devastar las regiones de los Balcanes meridionales, hasta que el mismo
emperador se vio obligado a afrontarlos con su ejército en campo abierto,
cerca de la ciudad de Adrianópolis, en 378. Donde el ejército imperial
romano fue derrotado, muriendo el mismo emperador en la batalla. La
evidencia de que no podían bloquearlos militarmente, llevó a Teodosio y a
sus sucesores a continuar con el mismo sistema de foedus, pero los
nuevos incumplimientos llevando a los visigodos a una nueva rebelión,
bajo la dirección de Alarico I. Saquearon los balcanes, pasando luego
Italia, llegando en 410 a saquear Roma, la capital del Imperio. Después se
dirigieron hacia el sur, para tratar de pasar a África, pero Alaricó murió
súbitamente. Su sucesor, Ataulfo (410-415) optó por volver hacia el
norte, abandonó la península italiana y se dirigió a La Galia, tratando se
asentarse en el territorio, al tiempo que se casaba con Gala Placidia,
hermana del emperador, capturada durante el saqueo de Roma.

La ocupación de la Península Ibérica y el reino de Tolosa


En el invierno del 406-407 numerosas tribus, entre las que
destacaban suevos, vándalos, alanos y burgundios, en las que los
guerreros iban acompañados por todo el pueblo, cruzaron la frontera del
Rin helado. Penetrando en los territorios de la Galia, estas tribus se
enfrentaron con los francos y los alamanes, foederati del Imperio, a los
que se les había confiado la frontera renana. Mientras que los burgundios
consiguieron asentarse en La Galia centro-meridional, vándalos, suevos y
alanos fueron forzados a atravesar los Pirineos, después de varios años
que las fuentes señalan que se dedicaron al saqueo, se “repartieron el
trritorio” asentándose en Hispania. Los vándalos [asdingos] y los suevos
ocupan la Galicia, situada en la extremidad occidental; los alanos, la
Lusitania y la Cartaginense, y los vándalos, llamados silingos, la Bética”.

El rey visigodo Valia (415-418) firmó un nuevo foedus con Roma


(418), por el que se comprometieron a someter a los campesinos que se
habían rebelado en La Galia (armoricanos y bagaudas) y reduciro

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Foederatus, en los primeros tiempos de la historia de la antigua República romana, designaba a cualquier tribu
suscrita a un tratado (foedus), que no era ni colonia romana ni se le había concedido la ciudadanía romana
(civitas), pero se esperaba que proporcionara un contingente de soldados cuando hubiera problemas. El término
latino foedus designa un tratado solemne y vinculante de asistencia mutua a perpetuidad entre Roma y otra
nación Esta palabra es la raíz de los términos modernos federalismo y federación. Posteriormente el término
foederati se extendió por la costumbre romana de subvencionar a las tribus bárbaras a cambio de proporcionar
soldados para luchar en el ejército romano. Al principio, el subsidio romano se concedía en forma de dinero o
comida, pero cuando los ingresos por impuestos disminuyeron en los siglos IV y V d.C., los foederati fueron
emplazados en haciendas locales, lo que acabó siendo lo mismo que establecerse en territorio romano. Con el
tiempo, los grandes terratenientes locales que vivían en provincias fronterizas distantes (marcas), en villas
extensas y prácticamente autosuficientes, vieron su lealtad al poder central comprometida en estas situaciones.
Entonces, cuando las lealtades empezaron a fraccionarse y a volverse más locales, el Imperio comenzó a
desmenuzarse en territorios cada vez más pequeños.

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exterminar a los pueblos bárbaros que se habían establecido en Hispania.
Aquí aniquilaron a los alanos, arrinconaron a los suebos en la Gallaecia,
actual Galicia y norte de Portugal, y empujaron a los vándalos a cruzar a
África.
A cambio se les concedió que se asentasen en Aquitania, pero esta vez
bajo el régimen de la hospitalitas2 obteniendo la concesión de un tercio de
las tierras (o de los impuestos recaudados) de la región a cambio de
declarar su fidelidad al Imperio y proporcionar apoyo militar en caso
necesario, aunque permaneciendo independientes. Allí constituyeron el
que se ha denominado Reino Visigodo de Tolosa (418-507). la
inestabilidad del reino fue constante, y la mayoría de sus reyes fueron
asesinados o murieron en combate. Los visigodos cooperaron con los
romanos en diversas ocasiones, especialmente Teodorico I (418-451),
cuyo ejército constituyó el grueso de las tropas que los romanos
enfrentaron a Atila en los Campos Catalaunicos, siendo decisivos en la
victoria, y muriendo el propio rey en la batalla.
Pero posteriormente Teodorico II (453-466) inicio la expansión de su
reino a la P.Ibérica, con el objetivo de objetivo ocupar los valles del Ebro y
el Duero. Eurico (466-484) habría ampliado sus objetivos, tratando de
apoderarse de algunas ciudades como Tarragona, Zaragoza Toledo, y
Mérida, que eran no sólo algunas de las ciudades más importantes, sino
también los extremos de las vías de comunicación, que les permitían el
control del territorio. Ello es lógico si tenemos en cuenta que durante
el siglo anterior se había producido ya un importante proceso de
romanización, y que los visigodos habían procurado utilizar en
los posible las antiguas estructuras romanas.
Los Visigodos consiguieron integrarse eficazmente en la tradición
romana, dando lugar a una sociedad multiétnica, con varios rasgos
importantes, que comprtieron con otros reinos germanos surgidos tras la
disgregaión del Imperio Romano de Occidente:
1) Los visigos eran una neta minoría respecto al resto de la población.
2) El asentamiento se hizo siguiendo el modelo romano de la hospitalitas.
3) Inicialmente subsistió la administración romana.
4) Naturalmente, todos debían reconocer el poder regio, poder que se
concebía como sagrado. El rey era el depositario del ban, el poder
absoluto de obligar, juzgar y castigar; sobre todo destacaba su liderazgo
militar, y, como cualquier jefe bárbaro, se rodeaba de un séquito de fieles
5) La aristocracia germana trató de seguir las pautas que presidían las
actuaciones políticas y sociales romanas. Los reyes germanos se parecían
mucho a los emperadores del imperio tardio, que eran básicamente
militares, con limitado nivel cultural.
6) Sólo desde un punto de vista religioso los Visigodos se mantuvieron
separados de la población latina, conservando su credo arriano como
elemnto diferenciador.

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Este sistema tenía como modelo las disposiciones que se tomaban en el Imperio cuando se debía alojar en
determinada parte del Imperio a las tropas imperiales. En función de la Hospitalitas se organizaba el sustento de
los funcionarios y militares en misión mediante la requisa del tercio de las casas de los particulares; el propietario
dividía su residencia en 3 partes; escogía el primer tercio, dejaba la elección del 2º al beneficiario y conservaba
el 3º restante.

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7) Espejo de esta realidad fue el desarrollo de la legislación,
llegando el propio Eurico a publicar un importante código (el Codex
Euricianus), que su sucesor Alarico II (484-507) completaría con la Lex
Romana Visigothorum. El desarrollo del reino quedaría interrumpido al
desaparecer el mismo en 507 tras la derrota de Voulle a manos de los
francos.

El reino visigodo de Toledo

1.- El periodo de dualidad religiosa


Tras la derrota de Vouillé y su repliege en la península, se registra
una primera fase, hasta finales de los años veinte del siglo VI, durante la
que estuvieron bajo el “protectorado” ostrogodo. Después, durante casi 50
años, mostraron la misma falta de cohesión que durante la etapa
tolosana. Es el periodo en el que desde el punto de vista religioso los
visigodos tratan de mantener el exclusivismo arriano y se dificultan los
matrimonios mixtos.
Su dominio parece que fue efectivo sobre todo en las mesetas
centrales y su salida natural hacia el oeste, mientras que el resto de las
zonas costeras, separadas de aquella y entre sí por cadenas montañosas,
mostraron una fuerte tendencia a escapar al control efectivo de la
monarquía, como la cornisa cantabrica, en apariencia gobernada como en
época romana por un senatus, el valle medio del Guadalquivir,
hegemonizado por Córdoba, la Oróspeda (probablemente las sierras de
Segura y Cazorla) controlada por sus propios aristócratas… Y la franja
costera mediterránea, desde el estrecho hasta Calpe, que estuvo hasta el
siglo siguiente en manos de los bizantinos. En el ángulo noroeste subsistió
el reino de los suebos.

2.- La expansión y consolidación monárquica


Los reinados de Leovigildo (569-586) y Recaredo (586-601) son el
periodo de consolidación monárquica. El primero “unificó” la mayor parte
de la Península, controlando las regiones “autónomas”, eliminando el reino
suebo de Galicia. Sin embargo, no pudo derrotar a las poblaciones de las
montañas del norte, limitándose a ocupar algunas poblaciones como
Gijón, al igual que habían hecho los romanos y luego harán los árabes. Sí
pudo reducir los teritorios bizantinos, aunque estos continuarían en la
península aún durante varias décadas.
Igualmente avanzó en la definición del estado. Las diferencias entre
godos y romanos se diluyen, al leglizarse los matrimonios mixtos y la
convergencia de intereses patrimoniales, reviando el codigo de Eurico
(Codex Revisus o Antiquae). Pero fracasó en su intento de imponer el
arriansmo como religión única del estado. Adoptó los símbolos de la
monarquía: Corona, espada, manto y anillo. Y puso en pie el aparato
político central con la constitución del Offcium Palatinum y el Aula Regia.
Territorialmente el reino fue progresivamente dividido en grandes
circunscripciones, que en parte recuperaban las antiguas provinciae
romanas, bajo el mando de duces (duques). Además se establecen

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divisiones menores, los territoria con centro de una gran ciudad, sobre
todo las episcopales, bajo el mando de comites (condes).
Siguiendo las tradiciones de los emperadores romanos, emprendió la
fundación de una capital regia, Recópolis, situada en la actual provincia de
Guadalajara. Las excavaciones han permitido estudiar una potente
muralla, reforzada con torres, que es posiblemente una de las grandes
obras del estado visigodo. En la parte más elevada del cerro, se
construyeron una serie de estructuras que integraban la zona palatina. En
el lado menor había una basílica, que en el siglo XI fue sustituida por una
iglesia, mientras los lados mayores estaban ocupados por largas naves de
dos plantas. El acceso al recinto se realizaba por una puerta con arco de
medio punto, la calle que llevaba al mismo estaba flanqueada por tiendas.
Este lugar fue ocupado por los musulmanes y siguió en uso hasta el siglo
IX, aunque con importantes cambios.
La centralidad alcanzada por esta ciudad se advierte según sus
excavadores en la presencia de importaciones africanas, que si bien
llegaron a gran parte de la península hasta mediados del siglo V, después
sólo se encuentran generalmente en las zonas costeras.

Recaredo prosigió la obra de su padre, renunció al arrianismo,


tratando de unificar a visigodos y romanos bajo el catolicismo en el III
Concilio de Toledo (589), procurando eliminar las querellas religiosas.
Hay un acuerdo general en que desde el siglo V se produce un
proceso de transformación de numerosas ciudades. En la mayor parte de
los casos se habla de decadencia, ya que la estructura romana
desaparece. Pero otros autores prefieren subrayar el hecho de que se
trata de una transformación, sobre todo en las ciudades episcopales,
donde los edificios ligados a la iglesia van a constituir en numerosos casos
el centro urbano. En los últimos años se han estudiado diversos centros
epicoaples, como los de Barcelona, Valencia, Elo (Hellín), Mérida, etc. En
estas ciudades residen importantes sectores aristocráticos. Las
poblaciones con obispo asumen en parte las antiguas funciones de los
centros municipales romanos, y reciben la denominación de civitas.
No hubo otros factores que compensasen la desaparición de su
función como centros económicos y la notable reducción de su papel como
centros administrativos ante el retroceso del Estado centralizado, por lo
que muchos lugares se despueblan. Por ejemplo, en la costa mediterránea
se ha observado el abandono de la red de puertos y fondeaderos
marítimos existente y el debilitamiento de la mayoría de las ciudades de la
zona. Por otro lado, muchos lugares siguen habitados, pero sin que se
mantenga realmente la estructura urbana, y sin que subsistan las
estructuras socioeconómicas inherentes a ellas. Sin embargo no es fácil
determinar cual era la situación real de poblaciones que presentan restos
de cierta entidad, pero con unos materiales de notable pobreza, caso de
Martos, en Jaén. En esta unas recientes excavaciones han puesto al
descubierto una basílica, con un posible baptisterio, y una necrópolis en
torno.

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De Witerico a Suinthila (603-631) los reyes se orientaron
fundamentalmente a expulsar a los bizantinos de la península. Al mismo
tiempo que iniciaban la politíca antijudía, en la que destacó especialmente
Sisebuto, que aparentemente trató de conseguir su conversión, en pos de
la unidad religiosa. Aunque los excesos de dicha política, en aspectos
como obligar a convertirse mediante la coacción y la violencia, fueron
criticados en apariencia por los obispos, sus efectos fueron plenamente
validados en el IV Concilio de Toledo bajo Sisenando.

3.- El periodo constitucional


El esencialismo étnico, desapareció al menos a partir del siglo VII.
Se acepta que se produjo una «etnogénesis» respecto a la población
romana, lo que implicó que, según Ch. Wicham, “ser visigodo en el 650
probablemente había pasado a consistir no sólo en ser un habitante libre
del territorio gobernado por los reyes visigodos, lo que probablemente
implicaba tener en casi todos los casos algún antepasado romano, sino
también adherirse a un sistema legal, que se hallaba bastante más
proximo al derecho romano que a las leyes de los demás reinos
germánicos”.

El reinado de sisenando (631-636) y el de sus inmediatos sucesores


(636-672) ha sido considerado como una fase “constitucional” por algunos
autores, en base a que entonces se instauró la costumbre de convocar
concilios en Toledo cada pocos años. En ellos no sólo se abordaba la
política eclesiástica dogmática, si no que actuaban como asambleas
político-religiosas legislativas, con la asistencia de los obispos y de los
altos dignatarios de la corte, y fueron un elemento fundamental en el
mantenimiento de la estructura ceremonial, simbólica y de poder, donde
se establecían pactos entre los grupos de poder del reino. En los
concilios V, VI y VIII (636, 638, 653) se estableció que la sucesión al
trono era electiva, aunque algunos trataron de garantizar la sucesión
asociando al trono a sus hijos. Por otro lado, los enfrentamientos entre los
diversos grupos nobiliarios fueron frecuentes, tanto revueltas o rebeliones
de grupos que trataban de alcanzar el poder, o que se consideraban
perjudicados por el rey de turno, como purgas y expropiaciones llevadas a
cabo por estos. En este sentido Chindasvinto (642-653) ha pasado a la
historia por las intensas purgas en el estamento nobiliario que llevó a
cabo, y que redujo notablemente la nobleza palatina.
En los concilios también ocuparon un lugar central temas como los
problemas de la tierra, y en ellos se aprobó la continuación de la virulenta
legislación antijudía que los reyes visigodos llevaron a cabo.
La transformación de las estructuras políticas y administrativas, y
sobre todo las referidas al fundamento económico del estado, es decir, la
desintegración del sistema fiscal romano, son los elementos centrales que
explican el funcionamiento del nuevo reino. La reducción de la necesidad
de dinero. El ejército se remuneraba con tierras, la administración central
se redujo considerablemente, y el suministro de alimentos a Roma
desapareció. Justamente la existencia de grupos unidos por el uso de las
armas.

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Ello implicó que a lo largo del siglo VII se afirmase como grupo
dominante del reino una nobleza fundiaria (laica y eclesiástica) unida
entre sí por lazos fidelidad, con obligaciones militares, en la que
destacaban los gardingos, séquito real que, al igual que los optimates,
recibía tierras del rey. Ello que dio como consecuencia la formación de
fracciones enfrentadas entre sí en lucha por la hegemonía. De esta
nobleza dependía un número cada vez mayor de individuos, unos
formando los séquitos militares personales (bucelarios), pero sobre todo
campesinos, formalizándose su relación de dependencia a través de la
antigua institución romana del patrocinium, de modo que los campesinos
perdían la propiedad de la tierra que cultivaban a cambio de “protección”,
deteriorándose paulatinamente sus condiciones de vida, y cayendo
frecuentemente en la esclavitud. Esta estructura social y la situación que
genera, se revelan en el LIBER IUDICUM (fuero Juzgo) de Chisdanvinto de
Recesvinto.
Este texto representa la continuidad de la actividad legislativa
visigoda. El Liber Iudiciorum se mueve dentro de la tradición jurídica
romana, emplea conceptos de derecho romano y sólo de manera
excepcional aplica principios de derecho germánico.
Pero este mismo texto, así como los concilios, demuestran
también que la fuente del derecho era el rey junto al cuerpo de
notables, laicos y eclesiásticos del reino. Por otro lado, esto
sugiere que en esa época ya se había resuelto la cuestión fundamental
sobre el origen de la legitimidad del poder, enfrentamiento entre la
teoría del poder descendente de Dios, frente a la del poder
emanado del pueblo, característico de la monarquía electiva. La
primera evidentemente conducía a reforzar el poder de los reyes, y
a ponerlos a salvo de todo ataque a una persona sagrada se convertía
inmediatamente en sacrilegio. Por ello los concilios trataron de
establecer una serie de normas para el acceso al trono que terminasen
con los enfrenamientos violentos. Hasta que punto esto tuvo éxito,
lo demuestra el hecho de que de los 16 reyes restantes, sólo uno
murió asesinado, aunque varios fueron depuestos. No obstante 16
reyes en poco más de 100 años indica también la inestabilidad del
reino.
Los concilios son también una clara muestra del poder que había
alcanzado la iglesia, que ejercía su influencia a través de obispos,
parroquias y abadías, configuradas estas a menudo como entidades
autónomas, y con frecuentes conflictos jurisdiccionales y de rentas con los
obispos.

4.- El final del reino visigodo


A la muerte de Recesvinto fue elegido Wamba (672-680). Una
conspiración consiguió su deposición y llevó al trono a Ervigio (680-687),
al parecer emparentado con Chindasvito y Recesvinto por parte de madre.
Casó a su hija Cixilona con un sobrino de Wamba, llamado Égica (687-
702), al que nombró heredero. Este a su vez asoció al trono a su hijo
Witiza (702-710). A la muerte de este estalló una nueva lucha, venciendo
Rodrigo, conde de la Bética (710-711). Pero en la Tarraconense aparece

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gobernando Rekila, aunque no se sabe si fue elegido a la muerte de
Rodrigo, o se proclamó en oposición a el. Incluso alguna teoría reciente
defiende que era el auténtico rey, y Rodrigo el usurpador.

Interpretación de la crisis
La mayoría de los autores considera que en la segunda mitad del
siglo VII el reino estaba en descomposición, y sumido en una profunda
crisis económica y social. Y la monarquía sería cada vez más debil frente
al auge de la nobleza. Esta decadencia se percibiría, por ejemplo, en las
leyes militares de Wamba (672-680) y sobre todo de Ervigio, por las que
la monarquía renunciaba en la práctica a un ejército público asalariado, y
establecían en que circunstancias los nobles o grandes propietarios debían
acudir a la llamada del rey, y que obligaban a los hombres libres a seguir
al conde, al duque o al patronus de quien dependiesen, y a los domus
(señores con tierra) a acudir con el 10% de los campesinos no libres. Con
ello, en la práctica, se sancionaba que las clientelas privadas, que también
conocemos por otras fuentes y que habían existido desde el principio, se
habían convertido en el núcleo del ejército. Es decir, se estaban
trasladando las obligaciones públicas al ámbito de las relaciones de
dependencia personal, y se estaban asociando esas relaciones a la
posesión de tierras. Para muchos autores ello implicaría que el rey
dependía casi exclusivamente de las fuerzas que nobles y obispos
aportasen. En el mismo sentido, la fragmentación del reino que se
produce inmediatamente después de la victoria árabe del 711 con la
muerte del rey Rodrigo, sugieren que los poderes locales de los grandes
aristócratas ostentaban el auténtico poder.
No obstante, para otros autores, el estado todavía era fuerte y la
monarquía estaba plenamente consolidada. Las leyes militares no
reflejarían realmente una situación de debilidad, aunque ciertamente son
un elemento que muestran los inicios de un avance hacia el feudalismo, al
igual que la desaparición de la distinción entre público y privado que había
caracterizado al estado romano, iniciándose un proceso de indiferenciación
entre ambos campos. Para considerar que seguía existiendo una
monarquía centralizada se basan, entre otros elementos, en que en
apariencia durante buena parte del siglo VII la ambición de los
gobernadores provinciales era alcanzar el trono, no la independencia de
sus provincias. Junto a ello hay otros rasgos, como el hecho de que
aunque la documentación fiscal es escasa, la misma sugiere que en el
reino visigodo, al contrario que en todos los demás, pervivió la fiscalidad
sobre las tierras hasta el final. No obstante, no se avierte en que podía
gastarse esa riqueza, ya que no era necesario el mantenimiento del
ejército, y la administración estaba en buena medida formada por la
nobleza, que recibía tierras. De hecho es posible que el pago en moneda
ya se hubiese convertido en una práctica marginal, puesto que algunos
documentos implican que las obligaciones fiscales estaban saldándose
mediante la entrega de tierras. De esta forma se entregaba al fisco una
parte de la propiedad, siendo su produción equivalente a los impuestos
que debería pagar el resto de la propiedad. El gran volumen del
patrimonio regio, unido a estas permutas fiscales, habrían garantizado a la

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monarquía su supremacía y su relevancia política, por un largo periodo de
tiempo. Las reclamaciones de los hijos de Witiza a los árabes refrendarían
el enorme volumen de dichas propiedades. Y ello explicaría que el reino
siguiese unido, mientras hubo un rey en Toledo.

LA RURALIZACIÓN
Pero esto es sólo la expresión más evidente de la ruralización de una
época donde los lugares habitados son fundamentalmente vici, loci y
villae, aunque las realidades que estos términos expresan aún siguen
siendo poco definidas. En los ámbitos social y económico las guerras
locales, pestes, sequías, plagas de langosta, etc. incidieron en una fuerte
caída demográfica. Ello aumentó el deterioro de la población campesina,
cada vez más oprimida, generalizándose la huida a zonas de dificil acceso,
como subrayan constantemente los concilios.
Son pocos los datos acerca de la situación de la mayor parte de la
población campesina en época visigoda, pero en general se cree que
tendrían un estatuto de siervos o esclavos, agrupándose en aldeas o
grandes cortijos, quizá con estructuras comunitarias (rotación de los
campos por suertes, apropiación común de determinados espacios -
fuentes, dehesas, bosques-, etc.) y obligados a entregar globalmente una
parte de su producción como “renta”.

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