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DE BEATERIOS A CONVENTOS.

NUEVAS PERSPECTIVAS SOBRE EL MUNDO DE LAS


BEATAS EN LA ESPAÑA MODERNA
Author(s): Ángela Atienza López
Source: Historia Social , 2007, No. 57 (2007), pp. 145-168
Published by: Fundacion Instituto de Historia Social

Stable URL: http://www.jstor.com/stable/40657961

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DE BEATERIOS A CONVENTOS. NUEVAS
PERSPECTIVAS SOBRE EL MUNDO DE
LAS BEATAS EN LA ESPANA MODERNA

Angela Atienza Lopez

El mundo de las beatas y de los beaterios en la Espana Moderna ha recibido en general


muy poça atención por la historiografia. No es exagerado decir que lo que sabemos de el
procede adernas, en buena medida, de la intervención que la Inquisición desplegó contra
algunas de estas mujeres llamadas beatas, de tal manera que ha podido configurarse como
dominante una imagen de los beaterios como un mundo perseguido y acosado, también
una imagen de un mundo que se deslizaba con frecuencia fuera de los marcos de Io orto-
doxo y aceptable.1 Esto último, por otra parte, tiene que ver también con otra imagen sobre
las beatas que pienso que está muy extendida. Creo que se ha impuesto y permanece una
tendência a considerar el mundo de las beatas fundamentalmente como un mundo libre de
tutela y de subordinación, un mundo sin mediaciones masculinas ni intromisiones ecle-
siásticas para Ias mujeres, y que en definitiva sobresale una propension a acentuar Ia auto-
nomia y la independência vital de estas mujeres.2 Pienso que en este caso hemos transfe-
rido sin más a otra época y a otras realidades -el mundo moderno- algunas de estas
características que si debieron estar más marcadas y presentes en el fenómeno conocido de

1 Es conocida Ia intervención dei Santo Ofício en la persecución y físcalización de la espiritualidad y reli-


giosidad de muchas beatas, miradas con sospecha, también Ias imputaciones relativas a su conexión con los ca-
sos de alumbradismo, Ias acusaciones de rondar Ia disidencia y la heterodoxia... A. Sarrión Mora, "Religiosidad
de Ia mujer e Inquisición", en Historia Social, 32 (1998), pp. 97-1 16. De Ia misma autora, Beatas y endemonia-
das: mujeres heterodoxas ante Ia Inquisición, siglos xvi a xix, Madrid, 2003. M. Palácios Alcaide, "Las beatas
ante Ia Inquisición", en Hispania Sacra, 40 (1988), pp. 107-131. F. Pons Fuster, Místicos, beatas y alumbr ados.
Ribera y la espiritualidad franciscana del sigh xvii, Valencia, 1 99 1 . M. Andres Martin, "En torno al estatuto de
la mujer en Espana en la crisis religiosa del Renacimiento. Observantes, beatas, alumbradas", en Norba, 10
(1989-1990), pp. 155-171. Otro ejemplo también en el trabajo de J. Amelang, "Monjas y beatas en la Cataluna
moderna", en J. Amelang y M. Nash (eds.), Género e Historia en la Europa moderna y contemporânea, Valen-
cia, 1990, pp. 191-212.
2 Solo una muestra muy reciente. Como conclusion al capítulo titulado "Las religiosas laicas" de Ia mono-
grafia dedicada a Ias mujeres en la Sevilla de fines de la Edad Media, puede leerse lo siguiente: "[...] estas mu-
jeres comparten aspectos que quedan al margen de toda duda y que son los que las defínen. Hemos de ver en es-
tas emparedadas, terceras, honestas, beatas y monjas, a un grupo de mujeres que decidieron ser duefias de sus
destinos, por lo que renunciaron a toda forma de institucionalización que las pudiese constrenir en su individua-
lizada toma de decisiones". S. Pérez Gonzalez, La mujer en la Sevilla de finales de la Edad Media: solteras, ca-
sadas y vírgenes consagradas, Sevilla, 2005, p. 137.

Historia Social, n.° 57, 2007, pp. 145-168. I 145

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las beguinas y el beguinaje medieval que se desarrolló en las ciudades del norte de Fran-
cia, Bélgica y Alemania occidental3 y que en esta medida esta imagen adolece de una cier-
ta extemporaneidad. El de las beatas como mujeres libres, autónomas (y con frecuencia
heterodoxas) constituye un cliché del que no hemos demostrado su vigência y su predomí-
nio y que en absoluto es generalizable para la época moderna.
Una de las primeras cuestiones que debe tenerse en cuenta al tratar de beatas4 y bea-
terios en la Espana Moderna es la variedad de situaciones y de circunstancias que al ampa-
ro de esta denominación se dieron y pueden encontrarse en la realidad histórica. Considero
que sigue muy presente y domina nuestra vision la imagen que acabo de referir de mujeres
que eligieron una opción de vida religiosa más autónoma, desligada de subordinaciones y
dependências masculinas, más libre de injerencias eclesiásticas...5 Y ciertamente ni siem-
pre fue así ni tampoco Io fue tanto. La documentación de Ia Edad Moderna nos acerca a
una realidad que se présenta mucho más plural y diversa. Hubo beaterios dependientes de
ordenes religiosas y otros que no tuvieron vinculación con ninguna de las instituciones de
regulares, hubo beaterios que dependieron de los concejos, hubo otros que no estuvieron
sometidos a ninguna tutela corporativa, hubo también beaterios subordinados ai poder
episcopal, hubo comunidades de beatas autenticamente independientes, otras, sin embar-
go, ligadas y sometidas a normas de quien les procuro Ia constitución dei beaterio, hubo
también beatas que eligieron vivir su religiosidad de forma individual, no asociadas a nin-
gún colectivo de mujeres..., en fin, un mundo en el que la diversidad era la norma y lo nor-
mal, pero en el que la autonomia y la independência no definió siempre su realidad.
Los mismos contemporâneos reconocían esta diversidad y la variedad de situaciones
existentes. Es muy interesante comprobar como funcionários inquisitoriales de Sevilla
describían en 1575 el mundo de las beatas sevillanas. Lo hacían, por cierto, a requerimien-
to del Supremo Consejo de la Santa Inquisición, dirigido a los tribunales subalternos soli-
citando información y pareceres sobre las beatas, y en el parecer remitido desde Sevilla, se
decía:

Lo que acerca de esto entendemos es que en esta ciudad y distrito se hallan três géneros de beatas
que viven en sus casas, fuera de comunidad y clausura:
-Unas que llaman terceras, que traen hábito de alguna de las religiones, el cual reciben de los prela-
dos de ellas y en sus manos hacen cierta profesión y les prometen obediência.
-Otras hay que andan con el mismo hábito de religion, pero no le reciben de mano de ningún prela-
do, sino ellas se lo ponen por su autoridad, ni dan a persona alguna la obediência.
-Otras hay que viven en hábito de religion o honesto, y prometen la obediência a sus confesores o a
otras personas particulares.6

3 Un fenómeno, el de las beguinas, que adernas en sus comienzos gozaria de bastante respeto y fue objeto
de notables elogios. Solo más adelante comenzaria su persecución. Puede verse al respecto, B. S. Anderson y
J. P. Zinsser, Historia de las mujeres, una historia propia, vol. I, Barcelona, 1991, p. 242 ss. También, Ma M.
Rivera, "Las beguinas y beatas, las trovadoras y las cataras: el sentido libre de ser mujer", en I. Morant (coord.),
Historia de las mujeres en Espana y América Latina, Madrid, 2005, vol. 1, pp. 745-767.
4 Beatas, freilas, seroras, beguinas, ermitanas, emparedadas, recogidas, incluso terciarias... son denomina-
ciones diversas referidas a realidades no idênticas desde luego, pero si con notórias similitudes que delimitaban
a las mujeres que adoptaban una forma de vida religiosa no conventual y se diferenciaban así del resto de muje-
res laicas y logicamente también de las religiosas que habian profesado solemnemente en una orden religiosa.
5 Subraya, por ejemplo, A. Sarrión que "[...] sin duda, el rasgo más característico de las beatas era que, a
diferencia de la mujer casada y de la monja, no tenían una subordinación directa a ningún varón". A. Sarrión
Mora, "Religiosidad de Ia mujer e Inquisición", p. 98.
6 El texto lo transcribe A. Huerga, Historia de los alumbrados (1570-1630), IV. Los alumbrados de Sevi-
lla (1605-1630), Madrid, 1988, pp. 99-100. Lo tomo, sin embargo, de Ia copia que hace E. Sastre Santos, "La
condición jurídica de beatas y beaterios. Introducción y textos, 1 139-1917", en Anthologica Anua, 43 (1996),
146 I pp. 287-587. El texto en pp. 532-533.

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Resulta necesario, por tanto, hacer hincapié en que Io que se escondia trás el califica-
tivo y la denominación de beata y de beaterio en el Antiguo Regimen era una variedad de
estados y de circunstancias importante. En la misma época no se distinguia, por ejemplo,
beaterio de convento de Ia tercera orden sin clausura.7 Ni siquiera a veces es fácil, delante
de Ia documentación, dilucidar si estamos ante un beaterio o ante un convento de Ia tercera
orden regular... Tampoco Ias autoridades eclesiásticas discriminaban entre terceras y bea-
tas.8 Los mismos frailes cronistas de Ias ordenes religiosas también emplean indistinta-
mente los términos, a veces se habla de "religiosas" sin más para referirse a mujeres bea-
tas, e incluso he podido ver Ia mención documental a "beatas profesas".9 Lo cierto es que
los propios contemporâneos no acabaron de discernir con claridad beatas, terciarias o mu-
jeres religiosas no monjas; sus mundos y sus hábitos de vida a los ojos públicos no debían
ser tan diferentes.
A lo largo de Ia Edad Moderna muchas de Ias mujeres beatas y sus beaterios termina-
rían su existência enmarcadas y contenidas en una realidad conventual. Creo que el fenó-
meno -Ia transformación de beaterios en conventos, o ai revés, Ia constitución de conven-
tos a partir de beaterios preexistentes en la Espana Moderna- precisa, por su entidad y
complejidad, de una monografia y de un estúdio detallado que evidentemente no tiene ca-
bida en estas páginas, pêro si es posible ofrecer algunas notas que nos puedan orientar so-
bre su amplitud y nos puedan introducir en algunas de sus características.
La historiografia viene destacando como desde épocas médiévales una tendência a Ia
réclusion y al encerramiento de las mujeres fue incrementándose significativamente y con-
quistando terreno a medida que discurría el tiempo y avanzaba Ia Edad Moderna.10 Esta
propension a imponer el retiro femenino como forma de vida más honorable y digna para
Ias mujeres se extendería en aquella sociedad, y tanto los legisladores, como los gobernan-

7 F. J. Lorenzo Pinar, en su trabajo sobre Zamora, menciona como a los três conventos de Ia Tercera Or-
den de Ia Penitencia de la ciudad se les denominaba indistintamente conventos o beaterios. F. J. Lorenzo Pinar,
"Monjas disidentes. Las resistências a Ia clausura en Zamora trás el Concilio de Trento". En A. Mestre Sanchis
y Ε. Giménez Lopez (eds.), Disidencias y Exílios en la Espana Moderna, Alicante, 1997, pp. 71-80. Por su par-
te, A. Sarrión también ha notado como "cada vez fue más frecuente el uso dei término «beata» para designar a
Ia «tercera orden», hecho que, es importante subrayarlo, tiene que ver con la cada vez más frecuente incorpora-
ción de Ias beatas a los esquemas institucionales de Ias ordenes terceras". A. Sarrión Mora, "Religiosidad de Ia
miiipr f» TnmiisiriíSn"

8 El Concilio provincial de Toledo de 1582, abordando precisamente el tema de la obligatoriedad de la


clausura, planteó el tema de las beatas así: "Ocurrió la duda sobre si bajo el nombre de terceras se entendian las
mujeres llamadas vulgarmente beatas y se decidió que si". Cito el texto a través de Ma J. Arana, La clausura de
las mujeres. Una lectura teológica de unproceso histórico. Bilbao, 1992.
9 Como "priora de las beatas profesas d esta çiudad se referia el provisor del arzobispado de Granada que
en 1586 visitaba el beaterio de Alhama de Granada a Ana Monte de Sant Bernardo a quien nombraba para el
"officio de superiora" de aquella comunidad. Citaremos el texto completo más adelante. F. J. Lorenzo Pinar,
por su parte, también ha sefialado como algunas de Ias religiosas dei convento de franciscanas de Corpus Christi
de Zamora durante los primeros anos de Ia institución recibieron el calificativo de beatas. Cita adernas un docu-
mento en el que se llama a Ana de Ledesma "beata novicia", lo que indica que entre los contemporâneos no
siempre se distinguia con claridad entre beata y religiosa profesa. F. J. Lorenzo Pinar, Conventos femeninos y
vida religiosa en la ciudad de Zamora (1600-1650), Zamora, 2004, p. 38.
ιυ Solo citare por su caracter general aos ooras suiicientemente conociaas. a. a. Anderson yj. r. z.insser,
Historia de Ias mujeres, una historia propia. En la parte dedicada a Ias "mujeres de las iglesias" y en términos
générales describen bien la perdida de poder e independência de las mujeres religiosas a medida que transcu-
rrian los tiempos médiévales, así como el avance de la convicción de que "la mujer debía estar rigurosamente
enclaustrada", convicción que se plasmaria en la bula Periculoso de Bonifacio VIII en 1293. Muestran también
como cualquier intento femenino de vida independiente respecto de la jerarquia eclesiástica masculina fue con-
trolado, cuando no reprimido, a partir de los siglos xvi-xvn. De la misma manera, puede verse Ε. Shultz, "Vír-
genes y madres entre cielo y tierra. Las cristianas en la primera edad moderna", en G. Duby y M. Perrot (dirs.),
Historia de las mujeres, vol. 3. Del Renacimiento a la Edad Moderna, Madrid, 1992, pp. 167-209. I 147

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tes, los moralistas... y, logicamente, también los representantes del clero, colaborarían acti-
vamente en su realización, en su establecimiento, en su desarrollo y en su justification.11
De este marco general no puede desvincularse el fenómeno que condujo a la conver-
sion de beaterios en conventos, el proceso que llevó a la transformation de la vida beata de
muchas mujeres en vida conventual. El tema permanece todavia poço estudiado, pêro los
trabajos más sistemáticos que se han publicado, aunque en general más centrados en el pe-
ríodo bajomedieval, coinciden en destacar su entidad y la frecuencia con la que estos co-
lectivos de mujeres beatas y sus beaterios acabaron reconvertidos en comunidades conven-
tuales.12
Pêro Ia variedad de situaciones posibles que hemos constatado que se dieron en el
mundo de Ias beatas hace que no siempre sea sencillo para el historiador determinar en
cuál de ellas nos encontramos en cada caso, de manera que resulta bastante complicado
valorar también hasta qué punto hubo alguna relación entre ese estado prévio y el paso
posterior a una configuración conventual.
No obstante, si parece que Ia tendência a desembocar en los claustros conventuales se
desarrolló en mayor medida en aquellos colectivos de beatas que estaban vinculados a al-
guna orden religiosa. En estos casos, también debe senalarse que no siempre es posible de-
terminar si estas mujeres eran terciarias y pertenecían efectivamente a una orden terciaria
seglar o penitenciai, o no Io eran y simplemente vivían como tales.13 De todas estas posibi-
lidades pueden encontrarse ejemplos.

11 Apunta J. L. Sánchez Lora en un trabajo reciente Ia insistência reiterada de centenares de textos en la


idea del encerramiento. J. L. Sanchez Lora, "Mujeres en religion", en I. Morant (coord.), Historia de las muje-
res en Espana y América Latina, Madrid, 2005, vol. 2, pp. 131-152. Puede consultarse también su ya clásico,
Mujeres, conventos y formas de Ia religiosidad barroca, Madrid, 1988. Sobre el discurso de los moralistas, que
manifestaba una gran desconfianza hacia el género femenino, y al preconizar la castidad, exigían también el en-
cierro, puede verse el trabajo de I. Morant, "Hombres y mujeres en el discurso de los moralistas. Funciones
y relaciones", I. Morant (coord.), Historia de Ias mujeres en Espana y América Latina, Madrid, 2005, vol. 2,
DD. 27-62.
12 Aunque no avanza mucho más allá de mediados dei siglo χ vi el fenómeno para el reino de Sevilla du-
rante Ia Baja Edad Media ha sido abordado por J. Ma Miura Andrades, Frailes, monjas y conventos. La ordenes
mendicantes y la sociedad sevillana bajomedieval, Sevilla, 1998, pp. 231-266. También, centrado en la orden
dominica y para el conjunto andaluz, el mismo autor refleja y cuantifica Ia intensidad dei fenómeno entre fines
dei xv y princípios dei siglo xvi: "Beatas y beaterios andaluces en la Baja Edad Media. Su vinculación con la
orden de Predicadores", en Actas dei V Colóquio de Historia Medieval de Andalucía, Córdoba, 1988, pp. 527-
535. Y "Algunas notas sobre Ias beatas andaluzas", en A. Mufioz Fernandez (ed.), Las mujeres en el cristianis-
mo medieval, Madrid, 1989, pp. 289-302. De Ia misma forma, para el território de Castilla Ia Nueva, también se
ha podido reflejar Ia intensidad de Ias tendências a Ia conventualización de los beaterios a Io largo de los siglos
xv y xvi. A. Munoz Fernandez, Beatas y Santas neocastellanas: ambivalencias de la religion y políticas co-
rrectoras dei poder (siglos xiv-xvi), Madrid, 1994. En Io que se refiere ai território vasco, también se ha puesto
de manifíesto que una buena parte de los conventos femeninos tuvo su origen en un beaterio, en un proceso que
se desarrolló antes y después de Trento. Ma J. Arana, La clausura de las mujeres. Una lectura teológica de un
proceso histórico.
Debe mdicarse también, como un elemento que no iacilita la tarea, que el conocimiento que tenemos
sobre el mundo de las terceras ordenes seglares es todavia bastante limitado, se trata de un tema que permanece
todavia muy poco estudiado y espera su historiador. No constituye adernas un tema carente de importância, en
la medida en que estas ordenes terceras constituyeron otra de las fórmulas que vincularon a la sociedad laica
con las ordenes religiosas. Puede verse el reciente artículo de A. Martin Garcia, "Los franciscanos seglares en la
Corona de Castilla durante el Antiguo Regimen", en Hispania Sacra, 57 (2005), pp. 443-465. El panorama his-
toriográfico en esta cuestión tampoco es muy diferente en otros países. Puede verse, B. Dompnier, "Les affilia-
tions des laïcs aux communautés: tiers ordres et réseaux dévotionnels", en Les mouvances laïques des ordres
148 I religieux. Actes du Troisième Colloque International du CERCOR, Saint-Etienne, 1996, pp. 379-402.

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Fundación de la Cartuja de las Cuevas en Sevilla I 149

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II

En el caso del origen del convento de franciscanas de Albacete, las crónicas hablan
de una viuda y sus dos hijas que vistieron el hábito de la Tercera Orden de la Penitencia
Secular de San Francisco, y que posteriormente comenzaron a recibir companeras y a
"imitar el modo de comunidad Religiosa", pasando posteriormente a constituirse como
convento.14 También se hace referencia expresa a la pertenencia a la Tercera Orden de San
Francisco de beaterios que después se transformarian en conventos en los casos de las
franciscanas concepcionistas de Llerena (Badajoz),15 las franciscanas clarisas con título de
Ν. Sra de la Esperanza de Jerez de los Caballeros (Badajoz), a partir de un recogimiento
de beatas de la Tercera Orden que se dice promovido por el propio San Pedro de Alcânta-
ra.16 También los conventos barceloneses de franciscanas de Nuestra Sra de Jerusalén y de
Santa Isabel tuvieron su prehistoria en mujeres beatas que vestían el hábito de terciarias
franciscanas.17
No es muy frecuente encontrar mención a beatas emparedadas, pêro si se denomina
de esta manera a las seis mujeres que pidieron licencia para conformar un Monasterio en
Onda (Castellón), dando origen al convento de franciscanas clarisas, del que tomarian po-
sesión en 1572,18 o a las que vivieron en la ermita de Santa Marina de Zafra (Badajoz)
hasta que hacia 1521 formaron también convento de clarisas.19
Realmente, una buena parte de los procesos de conventualización de beaterios ya aso-
ciados a alguna orden religiosa tuvo lugar en el âmbito del franciscanismo. Su capacidad
de atracción de fieles de ambos sexos y de asociación a la orden a través de la Tercera Or-
den debió ser bastante notable. Las beatas terciarias franciscanas o aquellas que sin ser ter-
ciarias estaban próximas a Ia orden y que terminaron convirtiendo sus beaterios en con-
ventos tuvieron ante si três opciones de profesión: Ia orden de Santa Clara, Ia orden
concepcionista o Ia Tercera Orden Regular de San Francisco. Todo parece indicar que fue
Ia orden clarisa Ia que recogería un mayor número de conventualizaciones. Pêro también
es cierto que algunas trayectorias que condujeron dei beaterio ai convento de clarisas no
fueron directas ni inmediatas. Conocemos ahora el punto final de los procesos de transfor-
mación de beaterios en conventos, y esto puede conducirnos a pensar que, efectivamente,
Ia opción de Ia orden de Santa Clara fue Ia mayoritariamente seleccionada por aquellas
mujeres que, por Ias razones que íueran, abandonaron una forma de vida beata para encua-
drar sus existências en el marco de Ia profesión religiosa institucional.
Pêro, significativamente, Ia evolución seguida no siempre fue tan directa; en ocasio-

14 P. M. Ortega, Crónica de Ia Provinda Franciscana de Cartagena. Parte Primera (Edición facsímil de


la impresa en Murcia en 1740), Madrid, 1980, p. 132. Confiesa el cronista no poder precisar Ia fecha en la que
se produjo la obediência conventual. Gonzalez Dávila, por su parte, dice que se funda en 1530. G. Gonzalez
Dávila, Teatro eclesiástico de las Iglesias Metropolitanas, y Catedrales de los Reynos de las Dos Castillas,
tomo I: Contiene las Iglesias de Santiago, Sigüenza, Jaén, Murcia, Leon, Cuenca, Segovia y Valladolid. Madrid,
1 £/l^

15 J. de Santa Cruz; Crónica de la Provinda Franciscana de San Miguel. Parte primera


facsimilar de la edición de 1671), Madrid, 1989, pp. 664 ss.
16 Ibid, pp. 743 ss.
17 F. Marca, Crónica de la Provinda Franciscana de Cataluna. Parte Segunda (Reproducci
la edición de 1764), Madrid, 1987.
18 AHN. Consejos, leg. 50840: V. Martinez Colomer, Historia de la Provinda de Valenc
Observância de San Francisco. Tomo Primero. Manuscrito, p. 192.
J. de Santa Cruz; Crónica de la Provinda Franciscana de San Miguel. Parte primera,
este caso, el cronista cita vários documentos en los que se utiliza la referencia a "emparedadas
también habla de "un emparedamiento o recogimiento de virtuosas mujeres", poniendo de m
150 I más esa indeterminación nominativa en todo este mundo de la religiosidad femenina.

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nes, antes de confluir en la profesión como clarisas, las religiosas pasaron por otro estado
intermédio como terciarias regulares. Esta trayectoria de três fases que iba de beatas a Ia
tercera orden regular, y de aqui a una segunda orden, se desarrolló en la historia del con-
vento de franciscanas clarisas de Villanueva de los Infantes (Ciudad Real). Aqui, Ias Rela-
ciones Topográficas, referían que "eran beatas que solían salir fuera a misa a San Francis-
co y a otras cosas y otras partes cuando eran necesarias, hanse encerrado y tienen clausura
por el motu propio de Su Santidad y la guardan bien, y han recibido velos y votado clausu-
ra el dia de Santo Agustín deste ano de setenta y cinco. El principio que tuvo [el beaterio]
fue que habrá ochenta anos que de su voluntad se recogieron algunas mujeres honradas en
una casa para hacer vida monástica y después dieron Ia obediência a Ia orden de San Fran-
cisco...".20 Por Barranquero, sabemos que, efectivamente, en 1575 las beatas realizaron el
voto de clausura y se convirtieron en una comunidad regular de terciarias franciscanas que
ya a finales del siglo xvi aparece configurada como convento de franciscanas clarisas, sin
que pueda precisarse exactamente el momento en que dieron el paso a Ia segunda orden.21
Otro ejemplo documentado de Ia misma evolución fue el que tuvo lugar en Llerena (Bada-
joz), cuando un grupo de mujeres que "professaban en sus casas Ia tercera Regia de peni-
tencia de nuestro Padre S. Francisco instruídas y gobernadas en el camino espiritual" por
los frailes dei cercano convento de Santa Elena y por su consejo, quisieron hacer vida en
común y formaron convento como terciarias regulares hacia 1510. En 1565 pedirían a Ia
orden pasar a Ia orden de Santa Clara y así se hizo.22
No podemos determinar en qué proporciones se dieron estas trayectorias más com-
plejas, pêro si podemos asegurar que existieron y que tuvieron una cierta presencia. No
siempre el camino dei beaterio a una segunda orden fue directo, y esto parece indicar que
muchas mujeres que protagonizaron el proceso de enclaustramiento y asunción de Ia pro-
fesión religiosa regular quisieron medir sus pasos. Realmente hay que considerar que antes
de que las leyes de la clausura se pretendieran imponer en toda su extension, la tercera or-
den regular resultaba para muchas beatas o colectivos de beatas una opción más próxima a
su modo de vida y en esa medida asumible con mayor facilidad. Como ha senalado A.
Munoz: "La voluntariedad dei voto de clausura y la posibilidad de suscribir un modelo de
vida religiosa activa vinculado a tareas educativas y asistenciales fueron los principales
atractivos que ofrecía el marco normativo terciario frente a ordenes como Ia clarisa o con-
cepcionista".23 En este sentido puede resultar reveladora Ia historia de Ia trayectoria segui-
da hasta el voto de clausura de Ias mujeres que protagonizaron los momentos preliminares
de Ia creación dei convento de franciscanas de San Clemente (Cuenca). Un convento que
se formo sobre un beaterio preexistente cuando Martin Ruiz de Villamediana, "hombre
noble" de Ia misma villa, dejaba en su testamento de 1523 hacienda para fundar convento,
"anadiendo, que si el Monasterio fuesse de Santa Clara, dexaba también, de su misma ha-
cienda, para ayudar a formarle, veinte mil maravedís; y si fuesse de Ia Tercera Orden, diez
mil". Es significativo que Ias beatas adoptaran esta segunda opción, aun cuando Ia ayuda
económica fuera menor, pêro esta decision les permitia mantener Ia clausura todavia aleja-
da de sus vidas, una situación que pudieron mantener hasta 1586, ano en el que, el cronista
indica que "hicieron el voto de clausura".24

20 Transcribe el texto de Ias Relaciones Topográficas F. J. Campos y Fernandez de Sevilla, Los pueblos de
Ciudad Real en las "Relaciones Topográficas " de Felipe II, San Lorenzo del Escoriai, 2004, vol. 2, p. 692.
21 J. J. Barranquero, Conventos de la província de Ciudad Real, Ciudad Real, zUU3, pp. 61 ss.
zz J. de Santa Cruz; Crónica de la Frovincia tranciscana de òan Miguel, farte primera, pp. :>» / ss.
23 A. Munoz Fernandez, "Las clarisas en Castilla la Nueva. Apuntes para un modelo de implantacion
regional de las ordenes femeninas franciscanas, 1250-1600", en Archivo Ibero- Americano, 213-214 (1994),
pp. 455-472.
24 P. M. Ortega, Crónica de la Provinda Franciscana de Cartagena. Parte Primera, pp. 163-164. I 151

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La llegada a la orden clarisa ο a la concepcionista se producía a menudo trás una eta-
pa, más o menos larga, de constitución y de vida como terciarias regulares. En el ejemplo
referido anteriormente de Villanueva de los Infantes se menciona "el motu propio de Su
Santidad" como la razón de la adopción de la clausura,25 y cabe pensar que en aquellos ca-
sos en los que la opción conventual no fue tomada de forma espontânea, en aquellos casos
en que las beatas se vieron forzadas a tomar el estado regular, estas mujeres prefirieran Ia
solución de profesar como terciarias regulares. Esta salida entonces pudo ser Ia considera-
da entre los colectivos de beatas que de alguna manera sintieron Ia necesidad o Ia conve-
niência de "regularizar" su situación ante Ia presión de los poderes eclesiásticos y laicos.
Solo posteriormente, trás Ia experiência de Ia vida religiosa regulada, pudo abrirse el cami-
no a Ia segunda orden.
Otro aspecto de difícil determinación en el estúdio de los recorridos que se hicieron
desde los beaterios a los conventos es el referido ai tiempo que llevaban Ias beatas en esa
situación de terciarias seglares hasta que profesaron, es decir, ai "desde cuándo" mante-
nían esa condición, un elemento que quizás podría aportar pistas sobre una posible mayor
o menor rapidez de Ia evolución hacia el convento en función de ello.
Por Io demás, también cabe senalar la dificultad o la imposibilidad que en ocasiones
significa conocer Ia fecha o el momento histórico de Ia formación dei beaterio. Pêro se
puede senalar que hubo abundantes casos de beaterios que sobrevivieron durante largos
períodos de tiempo. En Azpeitia se habla de un beaterio fundado en 1497 que se redujo a
clausura en 1577, dando lugar ai convento de franciscanas concepcionistas.26 El convento
de franciscanas concepcionistas de Zamora que se créa en 1615 tuvo su base en un beate-
rio que se dice establecido en el segundo cuarto del siglo xvi.27 También en una fecha im-
precisa del siglo xvi se constituyó en Renteria (Guipúzcoa) un beaterio vinculado a los
agustinos, que subsistiria como tal durante todo Ia centúria siguiente y tomaria entidad
conventual hacia 1695.28 Entre 1555 y 1636 perduraria en Córdoba el beaterio que termina-
ria como convento de agustinas de Ia Encarnación.29 Prácticamente toda Ia centúria dei Qui-
nientos pervivirían como beatas Ias mujeres que formaron beaterio en Mondragón hacia
1511 y que tomaron clausura como franciscanas concepcionistas en 1599.30 Y todavia du-
rante más tiempo sobreviviría Ia comunidad de beatas que se formo en Toledo en 1484, que
fueron llamadas "Ias beatas de San Pedro" y que en 1630 abrazaría Ia regia benedictina.31
El análisis de Ia transformación en conventos de beaterios preexistentes durante Ia
Edad Moderna no puede dejar al margen un elemento sustancial: Ia investigación de los
motivos y de Ias causas que condujeron a Ias comunidades de beatas a adoptar o a aceptar
este final conventual. Ya hemos senalado arriba como la idea del encerramiento de Ias mu-
jeres se fue extendiendo en la sociedad y significativamente entre los poderes eclesiásticos

25 Se refiere seguramente a Ia Circa Pastoralis de Ρίο V en 1566 por la que las comunidades de terciarias
quedaban obligadas a observar la estricta clausura, incluso aquellas que en el momento de su fundación no ha-
bían previsto esta prescripción.
26 A. Uribe, La Provinda Franciscana de Cantabria, San Sebastian, 1996, vol. Il, p. 386.
27 F. J. Lorenzo Pinar, "El Convento zamorano de Nuestra Sra. de la Concepción en la época moderna, si-
glo xvn", en La Orden Concepcionista. Actas dei I Congreso Internacional, vol. I, Leon, 1990, pp. 287-298.
28 J. Garcia y Doblado, Epitome histórico de los conventos de agustinas de la Provinda de Castilla con
nueve Santas de la Orden representadas en la forma de habito y velo que visten las Religiosas en cada uno.
Dispuesto por el P. Fr. - de la misma orden y Província. Madrid, 1725.
29 S. Gómez Navarro, "Por esos caminos de Dios. Asentamiento y expansion del monacato femenino en la
Cordoba Moderna", en Ma I. Viforcos Marinas y Ma D. Campos Sánchez-Bordona (coords.), Fundadores, fun-
daciones y espacios de vida conventual. Nuevas aportaciones ai monacato femenino, León, 2005, pp. 191-212.
30 A. Uribe, La Provinda Franciscana de Cantabria, vol. II, p. 408.
152 I 31 M. Herrejón, Los conventos de clausura femeninos de Toledo, Toledo, 1990.

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y civiles; como se fue fijando la tendência a la réclusion en el âmbito doméstico para las
mujeres seglares solteras y casadas, y entre los muros de los claustros para las mujeres que
optaban por la vida religiosa. Lo cierto es que la forma de vida beata, vinculada o no a al-
guna orden religiosa, debió hacerse cada vez más difícil y muchas de aquellas mujeres de-
bieron sentir Ia prevención y la desconfianza que sobre ellas se levantaba. En esta trama y
en este contexto cabe entender muchas de Ias trayectorias seguidas por los colectivos de
beatas, aunque es preciso puntualizar que conviene no generalizar en exceso esta realidad
de receio y es que, como veremos, al mismo tiempo que desde algunos sectores eclesiásti-
cos se proponía y promovia el encierro y la clausura, también en otros casos es posible
apreciar que Ias beatas gozaban de un respaldo y una consideración social que no ha sido
suficientemente valorada. Pêro veamos ahora el empuje hacia el convento.
En algunos casos es posible constatar Ia intervención de terceros en el proceso que
condujo a Ia clausura y a Ia profesión de una regia religiosa. Por un lado puede demostrar-
se como Ia conventualización de beaterios formo parte de Ia política desarrollada por algu-
nos obispos y arzobispos, como a su intervención en ese sentido se debió Ia configuración
de algunos conventos femeninos.32 Pêro al margen de estos casos, también fueron visibles
las ocasiones en las que las jerarquias de las ordenes religiosas tuvieron alguna participa-
ción más o menos clave en la reconducción de los beaterios. En Granada, el provincial de
Ia orden dei Carmen, fray Lucas de San Vicente, fue el que encargaría a una monja dei
convento de Écija Ia dirección de un grupo de beatas que ya vivi an en comunidad, que pa-
sarían a formar convento con título de la Encarnación en 1508.33 El grupo de beatas tercia-
rias que se había formado en Fuente de Cantos (Badajoz) recibiría del Provincial francis-
cano la propuesta de pasar a la régla de la Conception trasladándose a la localidad de
Llerena para formar convento. Allí se constituiria en 1534 el convento de franciscanas
concepcionistas con las beatas que quisieron profesar y trasladarse. En este caso, es intere-
sante también constatar como no se obligó a todas y en Fuente de Cantos quedaron Ias que
quisieron.34 Una importante labor de proselitismo debió ser Ia que emprendió a finales del
siglo xv el visitador general de Ia observância franciscana sobre Ias beatas que vivían en
Jerez de los Caballeros (Badajoz). Senala el cronista Santa Cruz que por los anos de 1490
residían allí ciertas beatas terciarias franciscanas "de honrado linaje y buena hacienda"
que vivían repartidas en dos casas particulares. El visitador persuadió a unas para que fun-
daran convento en la casa particular y se pediria licencia ai papa, que concedió que se eri-
giese convento de Ia Tercera Orden con título de Sta. Ma de Gracia. Se hacia en 1492. El
mismo visitador también influiria sobre otra casa de beatas terciarias de Ia misma locali-
dad, que formarían convento de franciscanas clarisas, trás obtener breve de Alejandro VI
en 1499.35
En otros casos, las propuestas o Ias indicaciones de Ias autoridades de Ia orden reli-
giosa no tuvieron efecto inmediato. En Bilbao, en 1583 debió haber un mandato del pro-
vincial de Ia orden agustina en el que se ordenaba a Ias dos comunidades de beatas vincu-
ladas a Ia orden -Esperanza y Santa Mónica- la observância rigurosa de Ia clausura, pêro
no se obtuvo resultado por entonces. Sabemos que Ias beatas de Nuestra Sra. de Ia Espe-
ranza no profesarían hasta 1621 y lo hicieron conminadas por el visitador episcopal para
observar un breve de Paulo V por el que se mandaba ai obispo de Calahorra "que obligase

32 Ultimo ai respecto una monografia sobre fundaciones conventuales en la Espana Moderna y en el capí-
tulo corresoondiente desarrollo este asunto.
33 O. Steggink, "Beaterios y monasterios carmelitas espanoles en los siglos xv y xvi", en Carmelus, 10
(1963), op. 149-205.
34 J. de Santa Cruz, Crónica de Ia Província Franciscana de San Miguel. Parte primera.
35 Ibid. I 153

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y reduxese a clausura todos los Beaterios de su Obispado". Las de Santa Monica también
se enclaustrarían por la misma época.36
Aunque está por estudiar de una forma más sistemática cuál fue la postura o Ias pos-
turas adoptadas a Io largo del tiempo por Ias jerarquias de Ias ordenes religiosas respecto a
Ias comunidades de beatas que desarrollaban su vida vinculadas -de derecho, como tercia-
rias, o simplemente de hecho- a ellas, y aunque los datos con los que contamos son frag-
mentários, todo indica que Ias autoridades religiosas se afanaron en hacer cumplir el mar-
co normativo que desde Roma y desde el trono filipino incidia en la observância estricta
de Ia clausura. De algunos provinciales, como el de Ia província franciscana de San Mi-
guel, se ha podido decir que manifestaron un "exceso de ceio" en hacer obedecer en su ju-
risdiction los decretos de Ρίο V sobre la clausura de las terciarias, asunto para el que tam-

36 La información sobre ambas comunidades y su trayectoria, en J. Garcia y Doblado, Epitome histórico


154 I de los conventos de agustinas de la Província de Castilla.

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bien Felipe II reclamaba inflexibilidad en su cumplimiento.37 También es conocida la ac-
ción conminatoria a la imposition de la clausura emprendida por fray Francisco de Burgos,
provincial de la província franciscana de Santiago, con las religiosas rebeldes de Zamora en
la década de los ochenta dei siglo xvi,38 aunque, igual que en el caso de las agustinas de
Bilbao, el resultado no fue inmediato y aquellas mujeres demostraron una capacidad de re-
sistência extraordinária. De la misma manera, puede documentarse la operation normativa
impulsada por el visitador apostólico de los carmelitas de Castilla, fray Pedro Fernandez, en
los decretos que publicaria en 1571 en el capítulo provincial estableciendo normas para sal-
vaguardar Ia estricta clausura,39 así como Ia actuación de fray Juan de Quacos, provincial de
Ia província franciscana de Los Angeles, mostrándose inflexible en la voluntad de aplicar
los decretos de Ρίο V y cumplir las ordenes al efecto de Felipe IL40
La ofensiva enclaustradora postridentina fue realmente notable, pero creo que Trento
y las disposiciones postconciliares, en este asunto, como en otros, no hicieron sino aportar
brio a intenciones ya presentes, aííadir energia a fuerzas ya desplegadas. Los provinciales
y las autoridades franciscanas, por ejemplo, ya se habian adelantado -institucionalmente-
a aplicar la observância de la clausura, cuando en 1553 el capítulo general celebrado en
Salamanca determinaba que las terciarias debian vivir enclaustradas del mismo modo que
las de Santa Clara.41 La tendência a la imposition de la clausura ya estaba bastante exten-
dida antes de la publication de los decretos tridentinos, pero no todas Ias jerarquias reli-
giosas manifestaron el mismo grado de rigor al respecto. El general de los carmelitas, Ru-
beo, que había cursado visita a los conventos espafioles en 1567 había concedido algunas
licencias en esta matéria a las religiosas, aunque es cierto que no tardo en revocarlas más
de lo que le costó regresar a Roma y tener conocimiento de las disposiciones de Ρίο V en
Io referente al cumplimiento de la clausura.42
Finalmente, también debe senalarse que en otros casos el camino hacia el convento
pudo venir impulsado por la influencia que religiosos particulares ejercieron sobre los co-
lectivos de beatas. No se trata tanto de reconducciones concebidas por Ias ordenes religio-
sas en desarrollo de una política institucional con este objetivo, lo que podríamos llamar
políticas conventualistas en acción para Ias mujeres, sino de iniciativas de carácter más in-
dividual y personal, de la segura influencia que pudieron tener algunos religiosos con una
especial ascendência sobre Ias beatas. Ya vimos antes como Ias mujeres de Llerena que vi-
vi an como terciarias en sus casas fueron aconsejadas por los franciscanos de un convento
próximo, que Ias instruían, para hacer vida en común y formar convento hacia 1510. Del
convento de dominicas de Santa Catalina de Toro (Zamora), por otra parte, se dice que
tuvo por autor en 1563 a fray Francisco de Santa Maria, dei convento dominico de Ia mis-
ma localidad, que dirigia espiritualmente a un grupo de beatas de Ia tercera orden de Santo
Domingo que luego pedirían a Ia orden que Ias admitiese como religiosas.43 También el

37 Puede verse ai respecto, I. Fernandez Terricabras, "Un ejemplo de Ia política religiosa de Felipe II: el
intento de reforma de Ias monjas de Ia Tercera Orden de San Francisco, 1567-1571", en / Congreso Internacio-
nal dei Monacato femenino en Espana, Portugal y América, 1492-1992. Tomo II. León, 1993, pp. 159-172.
38 F. J. Lorenzo Pinar, "Monjas disidentes. Las resistências a Ia clausura en Zamora trás el Concilio de
Trento".
39 Ofrece el dato, P. M. Garrido, El solar carmelitano de San Juan de Ia Cruz. Los conventos de Ia antigua
provinda de Castilla (1416-1836), Madrid, 2000, p. 465.
40 A. de Guadalupe, Historia de Ia Santa Província de los Angeles de Ia Regular Observância y Urden de
Nuestro Seráfico Padre San Francisco (Reproducción de Ia edición de 1662), Madrid, 1993, pp. 565 ss.
41 P. Peano, "Las religiosas franciscanas. Orígenes, historia y valores constantes", en Selecciones de Fran-
ciscanismo, 10 (1981), pp. 414-461.
42 P. M. Garrido, El solar carmelitano de San Juan de Ia Cruz. Los conventos de Ia antigua provinda de
Castilla (1416-1836).
43 J. Lopez, 1er cera parte de Ia historia Ueneral de òancto Domingo, y de su orden de Predicadores, va-
lladolid, 1613, p. 311. | 155

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monje que atendia a un colectivo de beatas en Las Palmas de Gran Canária seria quien pi-
diera licencia para fundar un convento de religiosas de San Bernardo en 1592,44 mientras
que el duradero beaterio de terciarias que existia en Talavera de la Reina (Toledo), que lle-
vaba sobreviviendo desde su fundación a princípios del siglo xv, puso fin a su existência
como tal en 1515 cuando por el consejo del P. Fray Francisco de los Angeles Quinones,
decidió pasar a profesar como concepcionistas.
Pêro también hubo desde luego casos de transformaciones conventuales de beaterios
que se presentan más espontâneas y naturales, que no parecen condicionadas por interven-
ciones de terceros ni intermediários algunos. Sin embargo, no cabe descartar que esa mis-
ma atmosfera de presión y compulsion a la clausura también pueda explicar algunos de los
procesos de conventualización que aparecen como más autónomos, no cabe descartar que
hubiera colectivos de beatas que tomaron la decision de encarrilar su existência hacia el
convento como una opción que valoraron como aconsejable en esas circunstancias en las
que su forma de vida era vista con muchas prevenciones y descalificada por los discursos
eclesiásticos.
Ahora bien, debe considerarse que otras beatas individuales o grupos de beatas solici-
taran la clausura y tomaran la decision de hacer profesión solemne con un sincero deseo
de perfeccionar y completar su vida religiosa. Quizás es posible razonar que pudiera haber
una tendência más intensa hacia la institucionalización conventual espontânea en aquellos
beaterios consagrados fundamentalmente a Ia vida contemplativa, integrados por beatas
que dedicaban la mayor parte de sus horas a Ia oración y la penitencia y que, sin embargo,
aquellos colectivos de beatas que desarrollaban una vida más activa, centrando sus activi-
dades en la atención a ninos, huérfanos, asistencia a enfermos y pobres..., no consideraran
de una forma natural la misma determinación.
Ya hemos hablado dei convento de franciscanas clarisas de Onda (Castellón), pedido
por unas terciarias que vivían emparedadas, de modo que Ia experiência de vida enclaus-
trada constituía ya en este caso una realidad previa y una elección libre. El convento de Ias
carmelitas calzadas de Aracena fue fundado en 1536 por dos hermanas, "mujeres principa-
les del apellido Castilla Infante" que eran beatas carmelitas y se encerraron en una casa y
quisieron formar comunidad religiosa conventual,45 de modo que si parece también aqui
que una opción de vida encerrada y apartada ya había sido tomada como propia por Ias
dos hermanas en su fase de beatas. Esta realidad de retiro y de vida penitente también ha-
bía sido Ia elegida previamente por Ia beata Maria Ruiz a Ia que siguieron otras compane-
ras que vestían el hábito franciscano de Ia Tercera Orden de Ia Penitencia Secular. En 1471
formaron un beaterio en una casa que para ello les había donado el marqués de Villena y
posteriormente le solicitaron que les ganase bula apostólica para poder convertir aquella
casa en convento de Ia Tercera Orden Regular de San Francisco. En 1486 se otorgaba Ia
bula.46 También el paso de beaterio a convento parece absolutamente natural en el caso de
Ia formación de Ia comunidad de franciscanas clarisas de Santa Ana de Jaén en 1584, en el
que todo indica que Io que se pretendia desde el principio era formar convento y que el re-
cogimiento de Ias três mujeres fundadoras fue solo un paso prévio.47 Muy rápida fue tam-

44 Da el dato G. Fuentes Pérez, "Los conventos femeninos desaparecidos en Canárias", en / Congreso Inter-
nacional dei Monacato femenino en Espana, Portugal y América, 1492-1992. Tomo II. León, 1993, pp. 617-628.
45 M. Rodriguez Carretero, Epytome historial de los Carmelitas de Andalucía y Murcia. Primera edición
del ms. original 18.1 18 de la Biblioteca Nacional de Madrid, preparada por el Rvdo. P. Ismael Martinez Carre-
tero, Sevilla, 2000, p. 98.
46 P. M. Ortega, Crónica de la Província Franciscana de Cartagena. Parte Primera, p. 103.
47 El relato que hace el cronista Torres es el siguiente: très mujeres virtuosas eligieron Jaén para su recogi-
miento; es tradición que una de ellas hizo peregrinación a Roma para pedir al papa la régla de Santa Clara y li-
156 I cencia para fundar convento. El obispo les dio clausura en 1584, y "guardaron la régla de Sta. Clara, con los

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bien la formation conventual del recogimiento que en Alfaro y en 1611 habían formado
cuatro viudas que vestían el hábito de la tercera orden y que comparecieron ante el escri-
bano para manifestar su intention de profesar como franciscanas y fundar un monasterio
con sus propios bienes. En 1613 se constituía el nuevo cenóbio "en el mismo sitio y casa
donde estaban Ias referidas senoras".48 También aqui todo parece indicar que la opción
conventual debía estar ya presente en el horizonte de aquellas mujeres cuando formaron su
recogimiento. Se trata de casos que demuestran, en definitiva, que Ias sendas que conduje-
ron de los beaterios y recogimientos a los conventos fueron muy variadas y que no siem-
pre el paso de una realidad a otra tuvo un componente coercitivo institucional, o ai menos
no Io tuvo con idêntica fuerza e intensidad.

III

En algunos de los casos expuestos arriba ha podido notarse como el paso dei beaterio
ai claustro y la configuración conventual se había efectuado en la misma casa en la que
venían viviendo las beatas, como Ia transición se efectuaba con la hacienda y los bienes de
aquellas mismas mujeres o como había participado algún patrocinador en ese proceso. Lo
cierto es que los beaterios que, por el motivo que fuera, daban el paso a su institucionaliza-
ción como conventos precisaron contar con apoyos y ayudas materiales que permitieran
tanto garantizar una mínima conformación conventual dei espacio que ya ocupaban o dei
que pasaban a ocupar en la nueva situación como también asegurarles su supervivencia en-
tre los muros dei claustro.
Así, Ia contribución y la colaboración de algún bienhechor o bienhechores tuvo tam-
bién una presencia visible en el camino de Ia constitución conventual de muchos beaterios.
Normalmente, el papel de estos benefactores paso por cederles Ia casa para situar el nuevo
convento,49 o hacerse cargo de Ia edificación dei monasterio y de Ia iglesia conventual50 y
dotar de alguna hacienda o de algunas rentas. No siempre es posible precisar con claridad
si Ia intervención de estos personajes se cinó al apoyo y el patrocínio de la decision de pro-
fesar conventualmente de los colectivos de beatas o, por el contrario, su actuación tuvo
también algo que ver en la toma de decision de aquellas mujeres. Si sabemos, por ejemplo,
que en Toledo, el canónigo don Álvaro Villegas legaria sus bienes en 1628 a una comuni-
dad de beatas que desde fines dei siglo xv llevaba formada en la ciudad con la condición

estatutos de Ia Orden, a que anadió algunas cosas el dicho Obispo... por quedar sujetas a su jurisdiction" '. Α.
de Torres, Crónica de la Província franciscana de Granada (Reproducción de la edition del ano 1683), Ma-
HriH 1QÍH

48 M. Garay, Compendio chronologico con nuevas adiciones a la Primera parte de Ia Crónica de Ia Sant
Província de Burgos, Pamplona, 1742, pp. 160-161. Y, J. Ma Ramirez Martinez, "Alfaro en sus monumento
religiosos", en Graccurris. Revista de estúdios alfarenos, 9 (1999), monográfico.
49 Como en el caso de la formation del convento de Ias franciscanas concepcionistas en Talavera de la
Reina en 1515, favorecida por los bienes de dona Maria de Ayala, hija de Fernando Alvarez de Meneses, qu
llevaría a Ias beatas a Ia casa donde profesaría y se Ia dejó con la demás hacienda que tuvo.
50 Como sucederia en Burgos hacia 1601 cuando Dona Bárbara Gallo se comprometió a edificar a Ias bea-
tas que formarían el convento de trinitarias calzadas una iglesia y ampliar sus instalaciones, pasando a denom
narse convento de Ia Encarnación, aunque el pueblo las llamaría "las trinas". O como también sucedió en Verg
ra (Guipúzcoa), donde Ias beatas recibieron Ia ayuda dei comendador don Andres Martinez de Ondarza, caballe
de la orden de Santiago y contador mayor de la despensa y raciones de su Magestad, y dona Magdalena de Araoz
su mujer, que les edificaron nuevo monasterio e iglesia a cambio del patronazgo del convento de clarisas que
constituía en 1565. En el caso burgalés, la noticia procede de C. Camarero Bullón, "Los Memoriales, fuente d
datos geográficos, demográficos y económicos sobre Burgos a mediados del siglo xvm", en Burgos, 1751. Seg
las Respuestas Générales del Catastro de Ensenada, Madrid, 1994. Col. Alcabala del Viento. La referencia
convento guipuzcoano, en A. Uribe, La Província Franciscana de Cantabria, vol. II, p. 408. | 157

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de que hicieran una fundación en la que se guardara la régla de San Benito. Dos anos des-
pués, abrazaban la régla benedictina,51 de modo que parece que aquella intervention del
canónigo fue decisiva en la normalization regular del beaterio. También en Sisante (Cuen-
ca) la documentation nos certifica que fue el marqués de Aytona don Guillén Ramón de
Moncada Portocarrero quien hacia 1714 quiso convertir el beaterio de Jesus Nazareno en
convento de clausura, gestionando la concesión de la pertinente licencia del Consejo, esta-
bleciendo las condiciones del patronato y consignándoles la renta correspondiente.52 La
convergência de determinadas circunstancias en la vida de un grupo de beatas y el interés
fundacional de un tercero, por otra parte, también pudo generar la disolución de un beate-
rio y su paso a la clausura monástica. Esto es lo que sucedió en la configuration dei se-
gundo convento de mercedarias descalzas en Madrid, el llamado de "las Góngoras" En
este caso, protagonizaria la conversion el mismo monarca, cuya voluntad de fundar un
convento en action de gracias por el nacimiento dei príncipe Carlos coincidió con la des-
gracia de un grupo de beatas cuya casa se había arruinado. Felipe IV ordenaria entonces la
transformation de aquel beaterio en convento de mercedarias descalzas. El sermon que se
pronunciaba en la inauguration dei convento, como no podia ser de otra manera, constitu-
yó un panegírico de Ia clausura.53 Y me interesa también senalar que en la real cédula que
había dado lugar a Ia transformación en convento de aquel beaterio, tal condición -Ia clau-
sura- se cifraba y concebia como el principal atributo de Ia "verdadera religiosa".54
Muchas veces Ia intervención de los benefactores fue posterior a Ia configuración
conventual dei beaterio preexistente. Es lo que sucedió en Morón de la Frontera con el
convento de jerónimas que fundara en 1567 la beata Ana de Frias y Escobar. No tardaria el
poderoso duque de Osuna en hacerse con el patronato conventual en una acción que, por
lo demás fue habitual entre Ia aristocracia senorial.55 En este caso, en 1570 se escrituraba
Ia cesión dei patronato y las nuevas religiosas recibirían el favor de Ia duquesa que les
compraria cinco pares de casas para trasladar el convento y les dio iglesia, ornamentos, ca-
pellanes "y otras cosas".56
Pêro también hubo beaterios que para pasar a configurarse como conventos no nece-
sitaron apoyos materiales externos, también hubo en este sentido conventualizaciones que
fiieron posibles con la misma hacienda de las beatas, a partir de beaterios que habían sido
constituídos o formados por mujeres de estratos sociales acomodados y de famílias de re-
nombre. Estos casos, que no son uno o dos, ni excepciones, resultan tremendamente inte-

51 M. Herrejón, Los conventos de clausura femeninos de Toledo.


" AHN, Consejos, Leg. 7117 (11).
53 La denominación de "Ias Góngoras" procede de Ia intervención de don Juan de Góngora, presidente del
Consejo de Hacienda y miembro del de Castilla, a quien el rey había comisionado para que en su nombre efec-
tuara las gestiones necesarias y se ocupara de la escritura de patronato. C. Soriano Triguero, "La clausura feme-
nina y el Madrid velazquefio: una historia paralela", en Madrid. Revista de Arte, Geografia e Historia, 2 (1999),
nn S7-Q4

54 "Por quanto tengo resuelto recivir debajo de mi Real Protección a Ias Veatas de Nra Sr
calza desta corte y que en mi nombre se les fabrique una cassa proporcionada a su Estado po
Hazienda y que se les senale alguna renta para sustentarse para que con esto se haga y ajuste
fundazion con la clausura y régla de combento como se requière para ser Verdaderas Religio
nato Real, Caja 39, doc. 101. Una reproducción escaneada del documento se encuentra dispo
Archivos Espafioles en Red.
55 Me refiero a la apropiación de patronatos, a la consecution dei patronato de los conve
habían fundado directamente y que se ubicaban en sus domínios sefioriales. A. Atienza Lope
senorial y conventos en la Espana Moderna. La dimension política de las fundaciones nobili
presentada en el Congreso Senorio y Feudalismo. Quince anos después, celebrado en Zarago
de 2004. En prensa.
56 AHN, Nobleza, Osuna, C. 82, D. 8: Papeies referentes a la fundación y patronato del c
158 I Quitería, hoy de Santa Maria de la villa de Morón.

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resantes en la medida en que contribuyen a poner en cuestión algunos de esos clichés que
sobre el mundo de las beatas y su evolución parecen bastante enraizados en la historiogra-
fia. Se trata de casos que contradicen la imagen que algunas veces se ha transmitido y que
todavia perdura sobre las beatas como mujeres pobres y de beaterios humildes y empobre-
cidos con carácter general.57 Y también cuestionan la idea general de que los beaterios se
constituyeron y proliferaron ante la falta de instituciones conventuales, que se formarian
fundamentalmente para mujeres que no podían pagar las dotes requeridas; así mismo obli-
gan a matizar la idea de que la conventualización fue siempre inducida, aunque ciertamen-
te, y como ya he sefialado, no se puede descartar que el peso dei discurso dominante hicie-
ra mella en aquellas beatas de clase más acomodada y aunque parece que tomaron de
forma autónoma la decision del cambio de status, el estado de opinion sobre las beatas si
pudo tener algún tipo de incidência en esa opción elegida.
También es verdad, como ya hemos sefialado arriba, que es posible considerar que la
opción monástica estuviera en el horizonte desde el principio, desde la formación del bea-
terio, y cabe pensar que la resolución de adoptar la vida conventual solo se tomara después
de la experiência previa del encierro no regulado y de la vida apartada sin normar. Vida re-
tirada hacían las mujeres que acompafiaban a dona Marina de Villaseca, viuda del caballe-
ro Garcia de Montemayor e hija de Alfonso Fernandez de Villaseca, a quien había armado
caballero el rey Fernando, y que Vivian en sus casas como terciarias hasta que "deseando
más perfecta vida" consiguieron la Régla de Sta. Clara de Inocencio VIII en 1491.58 Unos
anos después y también en la ciudad de Córdoba, otra mujer de família destacada consti-
tuía un beaterio: Beatriz Méndez de Sotomayor, hija de los sefiores de El Carpio, era la
fundadora en 1496 del beaterio cordobés que diez anos más tarde daria lugar al convento
de dominicas de Santa Catalina de Siena.59
La ciudad de Toledo también veria crecer algunos conventos que tuvieron sus prime-
ros cimientos en comunidades de beatas formadas por mujeres de conocidas famílias y de
senalada posición social. Dona Maria de Silva, junto a su hermana dofia Leonor, hijas del
conde de Cifuentes y una tia, dona Francisca de Castaneda, canalizaron su especial devo-
ción a Santo Domingo viviendo algún tiempo como terciarias dominicas junto a otras
companeras en el marco de Ia casa paterna. En 1483 dispondrían Ias cosas de aquella casa
de manera que hubo claustro en forma de convento con licencia dei arzobispo. Se fundaba
el convento de dominicas de Madre de Dios.60 En aquellos momentos de fines dei siglo xv
o princípios dei siglo xvi se situa también Ia constitución de una comunidad de beatas en
Toledo por iniciativa de dofia Catalina de la Fuente y su hermana dofia Maria, hijas dei
mercader y jurado Gonzalo López de Ia Fuente,61 que pedirían después ser recibidas en la
orden franciscana y licencia para fundar convento, Io que se produjo en 15 14.62

57 Así se expresa, por ejemplo, P. Martínez-Burgos en una obra de gran difusión: "A diferencia de su mo-
delo masculino, los beaterios femeninos, caracterizados todos ellos por su extrema pobreza, tuvieron que en-
frentarse, también esta vez, ai receio de Io oficial...". P. Martínez-Burgos, "Experiência religiosa y sensibilidad
femenina en la Espana Moderna", en G. Duby y M. Perrot (dirs.), Historia de las mujeres, vol. 3. Del Renaci-
miento a la Edad Moderna, dd. 571-583. La cita en n. 581.
58 A. de Torres, Crónica de la Província franciscana de Granada, p. 425.
59 J. Ma Miura Andrades, "Conventos y organization social del espacio. Fundadores y fundaciones domi-
nicas en la Andalucía Medieval" en Historia Urbana, 2 (1993) pp. 85-1 1 1. Y da la fecha de 1496 como la cons-
titución del beaterio, F. Cerrato Mateos, Monasterios femeninos de Cordoba. Património, renias y gestion eco-
nómica a finales del Antiguo Regimen, Cordoba, 2000.
60 J. Lopez, Tercera parte de la Historia General de Sancto Domingo, y de su orden de Predicadores, li-
bro 3°, p. 380.
61 El dato es de L. Canabal Rodriguez, "Grupos y niveles de poder en Toledo", en J. Bravo (ed.), Espacios
de poder: Cortes, ciudades y villas, sighs xvi-xviii, Madrid, 2002, vol. II, pp. 433-442.
oz L. Nunez, Tundacion dei convento de ban Antonio de loledo en la casa de Hernando de Avalos , en | 159

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ι

I
Convento de las Duenas. Salamanca

Como vemos, puede notarse en muchos de estos casos que Ias fechas entre Ia const
tución dei beaterio y el paso a convento estuvieron próximas,63 un dato que también puede
ser indicativo y viene a apoyar esa tesis que mantenemos: es muy posible que Ia opción
hacer vida conventual y de profesar como religiosas no íuera para nada ignorada ni rep
diada sino que, muy ai contrario, constituyera una resolución contemplada ya en la con
guration de estas comunidades de beatas que tuvieron por protagonistas a mujeres de o
genes sociales acomodados y/o de famílias destacadas como posible y deseable para el
futuro próximo. Que la aspiration última era constituir un convento formal parece incues-
tionable en el caso ya mencionado de Ias carmelitas calzadas de Aracena (Huelva).64 Igu
mente, este parece el empeno de dona Inés Farfán, mujer de "nobleza de sangre", que v

Archivo Ibero- Americano, 6 (1916), pp. 168-196. Senala, sin embargo, que Ia fundación dei beaterio se rea
por Ia senora Maria Gonzalez de la Fuente, mientras que Catalina de la Fuente, su tia, daria sus cuantiosos
nes para edificar el monasterio.
63 También el beaterio que se formo en Chinchilla de Monte Aragón (Albacete) en 1496 por una mujer
Ia família patrícia De Ia Mota y dos hijas suyas, no tardaria en convertirse en comunidad conventual: el conven
to de dominicas de Santa Ana, que se dice fundado hacia 1518. C. Ayllón Gutierrez, La Orden de Predicado
en el Sureste de Castilla. Las fundaciones médiévales de Murcia, Chinchilla y Alcaraz hasta el Concili
I Trento, Albacete, 2002.
b4 Una comunidad -recordamos- que se formaria en 1536 por Ia voluntad de dos hermanas, mujeres pr
cipales del apellido Castilla Infante" que eran beatas carmelitas y "se encerraron en una casa y procuraron
médio de un Religioso, sacar facultad para fundar un Convento". M. Rodriguez Carretero, Epytome historial d
160 I | los Carmelitas de Andalucía y Murcia, p. 98.

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como beata carmelita y que determinaria utilizar su hacienda para fundar un convento ha-
cia 1513. Este seria el origen del convento de carmelitas calzadas de Sevilla, que más ade-
lante tomaria el título de Nuestra Senora de Belén.65 La vida retirada y el ejercicio libre de
Ia clausura constituyó también Ia forma de existência elegida por las muchachas que si-
guieron a Beatriz Rodriguez en Sanlúcar la Mayor después de que esta tomara la decision
de recogerse hacia 1573 y comunicara a su padre el deseo de fundar un convento de reli-
giosas. Su historia ha sido bien estudiada y sabemos como se integraron en esta comuni-
dad de recogidas algunas mujeres que aportaron sumas importantes para ayudar al objetivo
fundacional que no tomaria cuerpo hasta 1591 con la consagración del que seria convento
de carmelitas descalzas en esa localidad sevillana.66
La fundación dei convento de jerónimas en Brihuega (Guadalajara) también reúne ca-
racterísticas que insisten en cuestionar algunas de Ias imágenes extendidas sobre el mundo
de Ias beatas. En este caso, Ias referencias remiten ai protagonismo de cuatro senoras de Ia
nobleza alcarrena -Beatriz de Zúfiiga, Maria de Mendoza, Ana de Medrano y Antonia de
Salazar- que en 1564 ocupan unas casas para llevar vida retirada; ai parecer a esta mujeres
recogidas que hacían una vida en común según el espíritu de San Jerónimo y Santa Paula
se unieron otras hasta sumar diecisiete. Con los recursos de Ias fundadoras y ayudas de
otras personas se iria construyendo una iglesia y un amplio monasterio y en 1596 el carde-
nal de Toledo firmaba el decreto por el que se constituía monasterio de religiosas jeróni-
mas.67
Ahora bien, si parece probado que en el horizonte de algunos beaterios se diviso des-
de muy pronto Ia institucionalización y la conversion en conventos, también es cierto que
otros beaterios y otras agrupaciones de mujeres que hacían vida religiosa en común sin
guardar clausura nunca se plantearon esa posibilidad, sino que la rechazaron y se resistie-
ron con fuerza a cada intento por introducirlas en un claustro e imponerlas una vida de re-
clusión y encierro obligado. Esta reacción y la defensa de esta otra opción ha recibido algo
más de atención por los historiadores y -aunque tampoco es que proliferen Ias referen-
cias- esta puede ser Ia razón de que se haya impuesto como común y general esa imagen
de Ias beatas como mujeres que eligieron y desarrollaron una forma de vida religiosa autó-
noma y libre, sin ninguna subordinación institucional o eclesiástica, cuando realmente el
mundo de los beaterios, como vamos viendo, fue muchísimo más variado y no siempre tan
independiente.
Es conocida Ia tenaz resistência de Ias beatas terciarias de Santa Marina, Santa Marta
y San Bernabé de Zamora, que se mostraron irréductibles ante Ia reforma de Pio V y Ia
política filipina que les exigia el cumplimiento estricto de Ia clausura. Nada menos que
cincuenta y cinco anos de rebeldia fueron capaces de mantener, más de médio siglo costó
que aquellas mujeres aceptaran la réclusion que se les dictaba y comenzaran a guardar ofi-
cialmente Ia clausura.68
Las dos primeras décadas dei siglo xvn fueron especialmente históricas en la existên-
cia de los beaterios vizcaínos que llevaban sobreviviendo décadas y décadas -algunos lle-
gaban a superar Ia centúria- y que en esos momentos pondrían punto final a su trayectoria
como tales. Ya hemos mencionado anteriormente a Ias beatas de Bilbao vinculadas a los

65 Ibid., pp. 87-88.


66 F. Amores Martinez, "El Convento de San José del Carmen de Sanlucar la Mayor , en La clausura Je-
menina en Espana. Actas del Simposium, San Lorenzo del Escoriai, 2004, vol. I, pp. 639-672.
67 T. Diaz Diaz, "Pervivencia arquitectónica de los conventos de jeronimas en Guadalajara , La clausura
femenina en Espana. Actas del Simposium, San Lorenzo del Escoriai, 2004, vol. I, pp. 1415-1442.
08 hn 1621 el convento de Santa Marina, en lözö el de Santa Marta y en iöju ei üe san üernaoe. t,i aeta-
lle de toda esta historia de rebeldia, en F. J. Lorenzo Pinar, "Monjas disidentes. Las resistências a Ia clausura en
Zamora trás el Concilio de Trento". I 161

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agustinos, las de Santa Monica y las de la Esperanza, beaterios antiguos que habrían resis-
tido durante varias décadas -Ias últimas dei siglo xvi y las primeras del xvii- los intentos
por imponerles la observância de Ia clausura. Y en la misma ciudad, también otros dos
beaterios desafiaron durante un tiempo los intentos de réclusion obligatoria y perpetua: el
que seria convento de Santa Clara en 1611 se constituyó a partir de un beaterio preexisten-
te cuyas integrantes se negaron a aceptar Ia clausura hasta que en 1603 se llevó a cabo su
encerramiento oficial. Ocho anos después se transformarían en clarisas.69 El otro convento
de clarisas, que tuvo Ia advocación de Santa Cruz, procederia también de un antiguo bea-
terio que en 1543 se había vinculado a la orden franciscana y que igualmente habría plei-
teado con su provincial "que les queria obligar a que yciesen el quarto boto" por los anos
1583-1584.70 Muy cercano, el beaterio que se había constituído en 1505 en Abando (Viz-
caya) rechazaría también Ia ofensiva de enclaustramiento, pêro acabaria recibiendo Ia clau-
sura en 1614 conformándose como convento de franciscanas concepcionistas.71
Una reacción de rebeldia y de insumisión ante Ia ofensiva que en pro del sometimien-
to a Ia clausura rigurosa habían emprendido Pio V y Felipe II se desataria también entre
Ias religiosas terciarias que vivían en la localidades sevillanas de Cazalla de la Sierra y
Alanís. En este caso, no obstante, creo que se trataba no de beaterios sino de conventos de
Ia Tercera Orden de San Francisco.72 En Cazalla se había formado hacia 1555 una congre-
gación de devotas que profesaban como terciarias franciscanas, a Ias que el provincial de
Ia província de los Angeles conminaría ai encerramiento firme trás recibir ordenes en ese
sentido dei monarca para que se cumplieran Ias disposiciones pontifícias. El cronista ex-
plica como se resistieron aquellas mujeres, como a pesar de todo se formo convento de
Santa Clara en el que profesaron unas y como ante Ia persistência de Ia resistência por par-
te de otras, el provincial decidiria aniquilar Ia comunidad formada y repartir Ias monjas
que habían profesado por los conventos de Belalcázar y Palma. Es entonces cuando inter-
vendría "Io principal" de Cazalla. Muchos caballeros e hidalgos no quisieron que aquellas
religiosas abandonaran su "pátria", así que, con el consentimiento dei provincial, iniciaron
la gestion en 1569 para formar convento en las casas de Cristobal Fajardo, veinticuatro de
Sevilla.73 Sin embargo, sabemos también, por otras referencias, que Ias terciarias insumi-
sas que se habían negado ai cuarto voto en esta ocasión no debieron tardar en ser reduci-
das. De hecho, el otro convento femenino que se levantaria en la localidad de Cazalla de Ia
Sierra, el de agustinas, se dice formado con ellas, finalmente obligadas a asumir Ia regia
de San Agustín, aunque no dependientes de los agustinos, sino dei arzobispado de Sevi-
lla.74
Por Io demás, todo parece indicar que Ia aplicación de los decretos tridentinos en este
terreno y de la Circa pastoralis de Pio V debió ser bastante irregular, y en absoluto com-

69 A. Uribe, La Província Franciscana de Cantabria, vol. II, pp. 340 ss.


70 Ma J. Arana, La clausura de Ias mujeres. Una lectura teológica de unproceso histórico, p. 257.
71 A. Uribe, La Província Franciscana de Cantabria, vol. IL dd. 350 ss.
72 El cronista Andres de Guadalupe habla de "monjas terceras", y de mujeres que profesaban 'Ία Tercera
Orden de N. P. San Francisco", pêro no termina de aclarar si pertenecían a Ia Tercera Orden Regular o no. A.
de Guadalupe, Historia de Ia Santa Província de los Angeles de Ia Regular Observância y Orden de Nuestro
Seráfico Padre San Francisco, pp. 565 ss para el convento de Cazalla y pp. 572 ss para el de Alanís.
73 En ello se estaba cuando Diego de Almansa y su mujer dona Maria de Gayargos y Ulloa, matrimonio
sin hijos, y "con hacienda gruesa" determinaban fundar un convento de clarisas y la orden Io admitia. Ibid.,
pp. 565 ss.
74 Esto es lo que se plantea en el trabajo de S. Hernandez Gonzalez, "Fundación y avatares dei convento
de Madre de Dios de Cazalla de la Sierra (Sevilla)", en Ma I. Viforcos Marinas y Ma D. Campos Sánchez-Bor-
dona (coords.), Fundadores, fundaciones y espacios de vida conventual. Nuevas aportaciones al monacato fe-
menino, Leon, 2005, pp. 315-325. El autor no da la fecha de establecimiento dei convento de agustinas, pero
162 I parece que todo esto debió suceder hacia 1570.

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pleta. Las fechas, ya tardias, de Ia configuración conventual de algunos beaterios de terce-
ras así Io demuestran.75
Pêro también antes de los decretos conciliares y las posteriores disposiciones pontifí-
cias y antes también de Ia ofensiva filipina, los procesos de conventualización inducidos no
siempre fueron pacíficos ni tolerados. Uno de los ejemplos más evidentes es el que se dio
en Jerez de los Caballeros (Badajoz), un caso complicado que nos habla no solo de force-
jeos en la asunción de Ia institucionalización conventual y de Ia clausura, sino también de
las vacilaciones y de los titubeos que debieron darse con frecuencia en aquellas mujeres que
vivían como beatas y se veían de mil formas impulsadas a adoptar otro género de vida. Ya
vimos arriba como en Jerez de los Caballeros el visitador de Ia observância franciscana ha-
bría persuadido a algunas beatas terciarias franciscanas para que fundaran convento. Nacía
así en 1492 el convento de Santa Maria de Gracia, de la Tercera Orden Regulär franciscana.
Al parecer se quiso que profesaran la régla de Santa Clara, pêro senala el cronista que no
resultaria fácil, y aunque se consiguió no todas Io hicieron con gusto. La situación pudo re-
conducirse cuando se planteó el traslado del convento a otras casas. Fue entonces cuando
salieron dei convento de Santa Maria de Gracia catorce monjas y el resto se quedaba. Se es-
cindia así el convento inicial y se fundaba en 1503 el de Madre de Dios. Pues bien, solo
diez anos después, estas religiosas pedirían al pontífice retornar a la Tercera Régla y suje-
tarse al ordinário, confesando haber profesado la régla de Santa Clara violentadas.76

IV

Una última cuestión que querría abordar en este tema dedicado a los beaterios es Ia
relativa a Ia configuración y disposición de muchos de ellos, insistiendo nuevamente en la
necesidad de matizar y cuestionar la idea de que estas agrupaciones de mujeres desarrolla-
ron una existência libre de ataduras y de sujeciones. No todos los beaterios pudieron sosla-
yar ni sustraerse al control de los hombres y de las autoridades, aunque si es cierto que el
grado de dominación de éstos fue variable.
Hubo beaterios fundados por poderosos locales, nobles u oligarcas, como el que se
constituyó en Écija en 1498 por el comendador de la orden de Santiago, Cristobal de Los-
sa que dejaría como patrono del mismo a su hermano Pedro de Lossa,77 y aunque descono-
cemos que contenido real pudo tener este patronato, su simple presencia nos habla de la
configuración de un beaterio con una autonomia limitada, de un beaterio que nacía con al-
gún tipo de sujeción y de sometimiento a la persona del patrono. También en la voluntad
de terceros nacieron otros beaterios, como el que se constituyó en Sanlúcar de Barrameda
hacia 1480 por dona Leonor de Ribera, mujer del II duque de Medina Sidonia,78 el que ha-

75 Al margen de las que se han ido mencionando, un ejemplo externo puede ser también significativo. Así,
sabemos que hacia 1647 había en território belga doce monasterios de terciarias regulares bajo clausura y otras
treinta y cuatro comunidades dedicadas a obras de caridad que no habían podido ser reducidas a clausura según
los decretos tridentinos dada Ia oposición de Ias autoridades comunales en razón dei bien que hacían estas muje-
res religiosas. El dato procede de L. Iriarte, Historia franciscana, Valencia, 1979, p. 547.
76 J. de Santa Cruz; Crónica de Ia Provinda Franciscana de San Miguel Parte primera, pp. 596 ss. A
finales de siglo, hacia 1590-1591, Ias religiosas de Madre de Dios volverían a profesar como clarisas. Ibid,
o. 602.
77 El beaterio se reconvertiría en convento de dominicas diez anos después por Maria de Rojas, viuda de
Pedro de Lossa, hermano dei fundador dei beaterio. J. Ma Miura Andrades, Fundaciones religiosas y milagros
en la Éciia de fines de Ia Edad Media, Éciia, 1992, pp. 53 ss.
78 Daria lugar luego ai convento de dominicas de Madre de Dios de Ia localidad mencionada. J. O. Velaz-
quez Gaztelu, Fundaciones de todas Ias iglesias, conventos y ermitas de la muy noble y muy leal ciudad de San-
lúcar de Barrameda. Ms del ano de 1758. Estúdio preliminar y transcripción dei manuscrito por M. Romero
Tallafigo, Sanlúcar de Barrameda, 1995, pp. 169 ss. I 163

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i
•δ

Monasterio de Santa Maria de Huerta. Soria

164 I

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cia 1580 establecía en Montilla (Cordoba) el escribano Juan Alvarez para educar "mujeres
mundanas "79 o el que fundaba en Toledo dona Guiomar de Meneneses, viuda de don Lope
Gaitán, portero mayor del Rey en el reino de Toledo según testamento de 1459 y que pos-
teriormente, cuando se constituyera como convento, seria conocido por el nombre de
"Gaitanas".80
El desconocimiento general dei mundo de los beaterios alcanza también a Ias condi-
ciones con las que se establecieron estos. No es fácil saber si estas fundaciones de beate-
rios conllevaron alguna clase de regulación, o si quedo establecido algún requisito que Ia
comunidad de beatas debiera asumir, pêro algunas referencias permiten inferir que los fun-
dadores, en mayor o en menor grado, si debieron ejercer algún tipo de intromisión sobre Ia
vida de Ia comunidad de beatas que apadrinaban. En el caso mencionado de Écija -y no es
único- se alude a Ia presencia de un patron, con Io que eso puede indicar. También sabe-
mos que Ia comunidad de beatas que instituyó Diego Fernandez de Úbeda en Toledo hacia
1484 quedaria regida por unas constituciones que el mismo fundador redactó81 y aunque
desconocemos su contenido, parece claro que el fundador no dejó el beaterio a su libre al-
bedrío y aquellas beatas tuvieron que aceptar las reglas que se les imponían. También que-
daria reglamentado el desarrollo dei beaterio que, con el nombre de Ia Vera Cruz, se esta-
blecía en Bérriz (Vizcaya), pêro en este caso contamos con más información a través dei
estúdio de Ma J. Arana.82 El beaterio había sido fundado en 1550 por don Martin de Agui-
rresacona, abad y beneficiado de Ia iglesia de San Juan del pueblo de Bérriz, y el clérigo
no se olvidaria de las beatas "por mi fundadas" cuando redactara su testamento diez anos
después. Al contrario, Ia atención que les dedica es indicativa dei intervencionismo que
había podido ejercer y que pretendia seguir ejerciendo trás su fallecimiento. Entre otras
cuestiones, imponía don Martin Ias características y las condiciones que debían cumplir
Ias que quisieran ser admitidas en el beaterio, les asignaba también algunas obligaciones
religiosas y así mismo dejaría establecidas una serie de normas que incidían en la obser-
vância de una vida apartada, con salidas justificadas y vigiladas.
Y como el beneficiado de Bérriz, también otros representantes dei estamento ecle-
siástico promovieron Ia constitución de beaterios. Fue frecuente adernas que estas iniciati-
vas tuvieran en su concepción una importante impronta como "obra pia" con carácter be-
néfico o asistencial83 y que estas comunidades quedaran, por decision de sus fundadores,
sometidas a Ia intervención de terceros, patronos laicos, o bien eclesiásticos.
Conocemos el contenido de Ias constituciones que en 1572 disponía don Pedro Gue-
rrero, el arzobispo de Granada, "para las mugeres onestas y recogidas que an de bivir en
las cassas que dexó el vicário Diego de Sant Miguel en la ciudad de Alhama" y las ordina-
ciones que prescribía en 1586 el visitador dei arzobispado para el mismo beaterio. Ambos

79 Posteriormente el beaterio-recogimiento seria transformado en convento de Ia orden concepcionista.


F. Cerrato Mateos, Monasterios femeninos de Córdoba, p. 42. Y S. Gómez Navarro, "La Orden Concepcionista
en Montilla (Córdoba). Fundación dei convento de Santa Ana", en La Orden Concepcionista. Actas dei I Con-
zreso Internacional, vol. I, León, 1990, pp. 261-274.
80 T. Vinas Roman, "Dos conventos toledanos de monjas agustinas: Real Monasterio de Santa Ursula y
convento de la Purísima Concepción", en La clausura femenina en Espana. Actas del Simposium, San Lorenzo
del Escoriai, 2004, vol. I, pp. 427-454.
81 Se trata de la comunidad de beatas que en 1630 asumiria la régla benedictina. M. Herrejon, Los conven-
tos de clausura femeninos de Toledo.
82 Ma J. Arana, La clausura de las mujeres. Una lectura teológica de un proceso histórico, pp. 92-95.
83 Como el beaterio de terciarias franciscanas que constituiria el clengo Anton Martinez en bl loboso
(Toledo), recogiendo doncellas carentes de dote y para el que dejaría al bachiller Diego Tarragona como patro-
no. M. F. Gómez Vozmediano, "Fundaciones franciscanas en território de Ia orden de Santiago durante el siglo
xvi". En Ε. Martinez Ruiz y V. Suárez Grimón (eds.), Iglesia y Sociedad en el Antiguo Regimen, Las Palmas de
Gran Canária, 1994, pp. 315-326. I 165

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documentos84 pueden servimos de guia para ilustrar el grado de intervencionismo que en
su vida y en su desarrollo pudieron sufrir algunos beaterios.
Las constituciones dictadas por don Pedro Guerrero constituyen un documento inte-
grado por doce capítulos que manifiesta una preocupación casi obsesiva por Ia preserva-
ción de las "onestidad y rrecogimiento de la casa", de hecho ambas palabras resultan ser
las más repetidas a Io largo dei texto y las que justifican casi todas las prescripciones que
se dictan. Aunque en ningún momento impone la observância de la clausura, si se aprecia
una tendência al establecimiento de normas que tienen su modelo en la vida conventual.
Ya en el primer capítulo se contemplaba que las mujeres que entraran en aquella casa "se
vea si es tal qual conviene para aquella congregaçion y bivienda" durante el primer ano, y
se despidieran si no lo fuere, lo que puede interpretarse como una suerte de período de
prueba y noviciado. Se ordenaba también la asistencia a misa diária, la confesión y comu-
nión mensual "o a lo menos las Pasquas y dias principales"; se contemplaba la elección de
una mujer que superara la edad de cuarenta anos para dirigir el gobierno de la congrega-
çion y se dictaban también otra serie de cláusulas destinadas a garantizar la decência que
se consideraba debida: debian ponerse celosias en las ventanas, la vestimenta de aquellas
mujeres quedaba reducida a "tocas blancas y no amarillas y sus say as blancas o negras y
chapines y çapatos negros", no podían tener instrumentos de música, y sus salidas también
quedaban limitadas: no podrían ir a bodas ni desposorios "si no fuere de hijos" y tampoco
podrian dormir fuera de la casa "si no fiiere acompanando algún enfermo propinco a la
muerte", en ambos casos se hacía preceptivo el "parecer del vicário". Finalmente, en una
última cláusula muy interesante, el arzobispo también quiso potenciar el papel servicial
dei beaterio e incluyó una disposición en la que se contemplaban privilégios para aquellas
mujeres que quisiera dedicarse a la ensenanza y la catequesis de ninas.85
Catorce anos después, en 1586, el beaterio de la Conception de Alhama era visitado
por don Antonio Barba, provisor del arzobispado de Granada, que redactaria varias ins-
trucciones para su cumplimiento. Nuevamente la vida de las beatas recibía pautas de com-
portamiento. Se reiteraba de nuevo la obligation de llevar hábito bianco y se establecia la
obligatoriedad de acudir a escuchar los sermones que se predicaban en la iglesia mayor
siempre que los hubiere, una norma que el visitador imponia después de apreciar que se
practicaba una cierta observância de la clausura: "hasta aora -senalaba- no ay constituçion
ni régla que prohiba a las dichas religiosas el poder salir de la dicha casa, ni tener obliga-
ción de guardar clausura, y soi informado que las dichas religiosas so color d'ella no ban a
oyr los sermones que se predican en la dicha iglesia...". Otro de los capítulos pretendia re-
solver el problema creado en el "offiçio de superiora"; como hemos visto arriba, el arzo-
bispo Guerrero había previsto su institución y que este fuera ejercido por una mujer mayor
de cuarenta anos. Al parecer entonces ninguna de Ias mujeres cumplía aquel requisito, y el
provisor mandaba que se obedeciera como superiora a Ana Monte de Sant Bernardo "prio-
ra de Ias beatas profesas d'esta çiudad". Se reservarían luego a Ia superiora facultades de
vigilância y fiscalización en las relaciones de Ias religiosas. Y así, dos de los últimos capí-
tulos se centraban en reglamentar el trato de Ias beatas con los hombres, fiieran confeso-
res, clérigos y frailes, o seculares. Se puntualizaba que no pudieran confesarse más que

84 Han sido transcritos y publicados por E. Sastre Santos, "La condición jurídica de beatas y beaterios. In-
troducción y textos, 1 139-1917", pp. 529-530 y pp. 538-540; que a su vez los toma de A. Riesco Terrero, "Très
documentos interesantes (siglo xvi) para el conocimiento del origen y transformación de beaterio de Alhama de
Granada en convento de RR. Clarisas de la Concepción vulgo «San Diego»", en Archivo Ibero- Americano, 54
(1994), pp. 789-804.
QK lc4->*.ä r · ι il ι ι·' · · ais-*~ ~iii

- uirosi, que si aiguna muger ae las que en la casa Divieren quisiere servir al senor ensenanûo a ladrar y
a leer y adotrinar en la dotrina Christiana algunas ninas, mandamos que sea la tal preferida en el mejor aposen
166 I y favorecida con aiguna rrenta de la que dicha casa tiene a parezer nuestro".

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con los confesores que tuvieran licencia especial del vicário y se hacia un llamamiento a la
superiora para que no consintiera a las beatas el tener trato con ellos fuera del confesiona-
rio. De la misma forma se regulaba la comunicación y el trato con otros religiosos y hom-
bres en general de una forma muy estricta imponiéndose prácticamente en ello la obser-
vância de una clausura pasiva.86 Por fin, el último capítulo expresaba cuál iba a ser el
porvenir de la congregación de beatas y descubría que en aquellos momentos se estaba tra-
tando la régla que deberian profesar,87 de modo que también parece que el futuro de aque-
llas mujeres venía ya pautado y estaba escrito por otros.

Por otra parte, todos estos casos y estas fundaciones también deben hacernos cuestio-
nar la validez absoluta de la idea de los beaterios como entes perseguidos y como organis-
mos que las autoridades civiles y eclesiásticas pretendieran aniquilar, cuando, como esta-
mos viendo, los mismos poderosos y oligarcas y también los eclesiásticos a título
individual los estaban promoviendo, y esto tanto antes como después de Trento.88 Conside-
ro que es posible mantener que hubiera más tolerância y respaldo a los beaterios de lo que
en principio admitimos, al menos en el âmbito de lo local y lo cercano. Nuevamente, la
atención historiográfica prestada a las beatas perseguidas por la Inquisición o vigiladas
por Ia misma institución ha podido contribuir a consagrar como general esa imagen de
persecución y acoso. Pêro también la variedad de situaciones y de realidades que se escon-
dieron trás Ia denominación de beaterios y de aquellas congregaciones de mujeres tiene
que ver con esta otra percepción de una mayor aceptación y consideración social hacia los
mismos,89 ai menos hacia aquellos que no ocasionaban problemas ni escândalos y que lle-
vaban una vida acorde con lo que podia considerarse honroso y admisible, posiblemente
beaterios próximos, más cercanos y controlados, beaterios y beatas que formaban parte de
lo cotidiano, perfectamente integrados.90 No puede obviarse tampoco -y es algo que está
por estudiar más a fondo- el papel social que en el marco de lo vecinal y de lo local po-
dían cumplir estos recogimientos de mujeres y beaterios.91 Hemos documentado como al-
gunos nacen con una indudable vocación benéfica de acogida de doncellas pobres o huér-
fanas, o recogimientos para mujeres de vida licenciosa..., pêro cabe pensar que en general

86 Se declaraba limitado el trato con clérigos y frailes a los casos tocante a los sacramentos, y se estipulaba
prohibido el trato con "ningún otro seglar si no fuere pariente y con licencia especial de la superiora, a la que
encargo sea en esto muy recatada y ponga escuchas de confiança, no consienta que ningún hombre, de qual-
quier estado y condiçion que sea, entre en la dicha casa si no fuere en los casos permitidos por derecho y por el
santo concilio de Trento y con licencia especial del vicário...".
87 "Y por quanto se a de comunicar con el arçobispo, mi senor, que regia an de profesar Ias dichas religio-
sas y qué forma se les a de dar en los votos, de todo lo qual por aora no puede aver la resoluçion que conviene,
mando... a Ias dichas religiosas no hagan profesion hasta tanto que se aya determinado cerca de lo suso di-

88 Aunque es evidente que se necesita un estúdio más sistemático que nos pueda aclarar si hubo -y en qué
medida- o no, diferencias y qué evolución cronológica tuvo el fenómeno.
89 Así se expresaba, como muestra, el P. Pedro de San Cecilio, cronista general de los mercedanos descal-
zos, sobre Ias beatas de Bezín, en el reino de Sicília en una fecha dei siglo xvn ya avanzado: "Alli mismo tienen
muy autorizada sepultura algunas religiosas de las que en nuestra orden llaman Beatas (de que ha ávido siempre
gran numero en aquella ciudad y en ella han sido muy estimadas)". P. de San Cecilio, Annales del Orden de
Descalzos de Nuestra Senora de Ia Merced Redemption de Cautivos Christianos. Parte Segunda, Barcelona,
1669, p. 908.
90 Cabe preguntarse en cualquier caso si hubo o no un mayor grado de tolerância hacia aquellas congrega-
ciones de beatas más acomodadas y procedentes de estratos sociales más elevados y si por el contrario, el rece-
io, el rechazo y la persecución se cernió en mayor medida sobre los beaterios más empobrecidos y las comuni-
dades de beatas con escasos recursos.
yi Puede verse, F. Arza Alday, El oticio de beata en Salvatierra-Agurain ( Alava- Araba) en el siglo xvi ,
de próxima publicación en la revista Vasconia. I 167

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en ellos pudieron encontrar acogida mujeres que no tuvieron los recursos suficientes para
entrar en un convento, o simplemente aquellas que elegían una vida de retiro pêro sin ha-
cer profesión religiosa. Por otra parte, tampoco debe olvidarse que no todos los beaterios
se dedicaron en exclusiva a la vida contemplativa, sino que también ejercieron un papel
asistencial en el cuidado de enfermos, atención en hospitales u orfanatos, así como tam-
bién en ocasiones prestaron servicios en el mundo de la educación y de la catequesis. Con-
sidero que no está de más reproducir aqui lo que las autoridades del Senorío de Vizcaya
senalaban en 1584 cuando intervinieron en el pleito que las beatas franciscanas de Santa
Cruz y Santa Isabel de Bilbao mantuvieron frente al provincial franciscano que las queria
obligar a hacer el cuarto voto:

La Santidad de Ρίο V, por un motu propio mando que todas las religiosas hiciesen el cuarto voto de
clausura o se extinguiesen. El Senorío de Vizcaya viendo el gran dano que recibia de la execución
del dicho motu propio por consistir la buena educación y crianza de las hijas en que permanezcan
los conventos y beaterios de las religiosas franciscanas del dicho senorío, suplican a la beatitud de la
Santidad y Padre que Dios guarde que mandase moderar el dicho motu propio en los dichos beate-
rios deste senorío por ser muy necesarios para Ia buena educación y doctrina de los dichos sus hijos
y toda suerte de gente por ser el ministério principal de Ias dichas religiosas conferir Ia doctrina cris-
tiana e instruir en las buenas costumbres a los dichos ninos ... y por la esterilidad y pobreza general
dei dicho senorío muchas doncellas nobles entran con muy poça dote en los dichos beaterios y per-
manecen ai servido de Dios y bien de la Tierra y a menos por no tener dote competente para poder
casarse conforme a su calidad quedarán en el siglo sin tomar estado en gran peligro de sus aimas y
honras...92

Como vemos, las autoridades civiles vizcaínas explicaban bien el papel que cubrian
los beaterios en aquella sociedad, beaterios que constituían el refugio para muchas jóvenes
sin dote para casarse o para profesar en un monasterio, y centros que también desarrolla-
ban una valorada labor en el âmbito de la educación. Por ello, temían el vacío que podia
suscitar la extinción de los beaterios y la obligación de la aplicación de la clausura estricta
y no dudaron en defender su conservation.
No querría concluir sin reiterar que el mundo de las beatas y de los beaterios en la
Espana del Antiguo Regimen constituyó una realidad diversa y compleja, que todavia per-
sisten nociones demasiado extemporâneas y viciadas al respecto y que no hay duda que
necesita un estúdio profundo y sistemático, no carente de importância a tenor de Ia magni-
tud que su presencia parece que tuvo. Se trata de un mundo en el que la síntesis es difícil,
un mundo complejo y variado, muy fluido y adernas muy influenciable por movimientos
religiosos -el espíritu de observância, Ia mística, luego Ia recolección y la descalcez...- y
políticos, así como el propio marco local en el que se desenvolvieron Ias diferentes con-
gregaciones de beatas.

168 I 92 Ma J. Arana, La clausura de Ias mujeres. Una lectura teológica de unproceso histórico, p. 258.

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