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La Reforma protestante

500 años de la Europa con dos almas

 Martín Lutero labró una división en el seno de la Iglesia que dio forma al mundo
contemporáneo y se ha mantenido a lo largo de los siglos

La Reforma de Lutero trascendió a la religión y sigue presente en la Europa actual y sus


divisiones políticas (Natalia Palazón)
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Iñaki Pardo Torregrosa, Barcelona
26/11/2017 00:05 | Actualizado a 26/11/2017 10:41

La Europa que conocemos no sería tal sin echar la vista atrás y tener en cuenta la Reforma
protestante de Lutero, que este 2017 ha cumplido 500 años. No fue sólo un fenómeno
religioso. Fue más allá de la Iglesia y alcanzó a la política, la ciencia o el arte. La lucha
por el poder entre los nobles de Alemania y el emperador Carlos V configuró y dio alas
a aquellos cambios eclesiales que impulsó el monje agustino y que no se hubieran
producido sin la imprenta, una auténtica revolución en su época. El invento de
Gutenberg permitió que se propagaran ideas y textos a gran velocidad sin pasar los filtros
de quienes controlaban la producción de libros y la escritura: la Iglesia y la nobleza. Hoy
tenemos las redes sociales e internet, que en parte han sido un fenómeno similar que
reconfigura y modifica de forma constante la escena sociopolítica.

La Unión Europea apenas tiene 60 años y ha traído un periodo de paz y estabilidad tras
las dos grandes guerras al Viejo Continente, pero sigue habiendo dos Europas latentes
que vienen de lejos. O incluso tres, con el Este. En el ente comunitario, en términos
económicos y políticos, se habla ahora de una Europa a dos velocidades. Pero no sólo hay
diferencias económicas entre norte y sur y oriente y occidente -patrones y dicotomías que
se repiten a menudo en otras partes del mundo-, también las hay culturales, sociales y
religiosas, entre otros ámbitos. Y muchas diferencias fueron acentuadas por al Reforma.
“Las consecuencias de ese cataclismo pusieron de relieve la existencia de dos culturas,
dos modelos de relaciones sociales, dos formas de entender la política y el poder,
incluso, dos modelos económicos que aún hoy perviven entre la Europa del norte y la
Europa mediterránea”, explica Jaume Botey, filósofo, teólogo y doctor en antropología
que fue profesor de Historia de la Cultura en la Universitat Autónoma de Barcelona
(UAB) en el cuaderno A 500 años de la Reforma protestante editado por Cristianisme i
Justícia Jaume Botey.

https://www.youtube.com/watch?time_continue=6&v=OHjFAOyx_0c

El fin del medievo, el inicio de la modernidad

Se atribuye a Martín Lutero (1483-1546) el inicio de la Reforma protestante en 1517 con


las 95 tesis contra la venta de indulgencias. Antes otros intentaron tomar caminos
reformistas, pero no tuvieron al alcance los medios ni el respaldo que tuvo el monje sajón.
Tampoco el contexto favorable: el fin del medievo, el inicio de la modernidad. La
Reforma “fue la expresión de las profundas fisuras que, desde finales del siglo XIII,
aparecen en la monumental unidad entre pontificado e Imperio, sobre la cual se asentó el
feudalismo”, apunta Botey. Unos años antes del estallido de la Reforma, Maquiavelo ya
había hablado de la separación de poderes entre Iglesia y Estado en El Príncipe.

En la época de Lutero, el mundo se lanzaba hacia la modernidad con el Renacimiento


y tomaría dos siglos después un punto de no retorno con la Revolución Industrial del siglo
XVIII. Antes de ello llegaron avances como la imprenta o la brújula, el descubrimiento
de América -que debía ser evangelizada y hacía prescindible para Roma a una parte de
la Cristiandad al centrar sus esfuerzos los colonizadores en el nuevo mundo-, la oposición
del nominalismo a las corrientes filosóficas anteriores, el debate entre el método racional
y empírico, y el cambio de una concepción teocéntrica a una antropocéntrica. Nació la
burguesía y se construía una sociedad secularizada e individualista que renegaba de lo
anterior, olvidándose de lo divino y focalizándose en lo terrenal. Todo ello en conjunto
sentaría las bases para revoluciones futuras y el nacimiento del sistema socioeconómico
que hoy rige el mundo moderno.
El mapa de las religiones cristianas en Europa tras la Reforma (Laura Aragó)

Lutero contó siempre con la protección de los príncipes de Sajonia y el apoyo clave de
otros nobles germanos. Así abrió un camino que desembocó en el protestantismo -hoy
ramificado y dividido en todo el mundo- y logró la emancipación del papado. Como en
el cisma de Oriente en el siglo XI, entre católicos y ortodoxos, la política y las disputas
por el poder jugaron un papel clave, más allá de las cuestiones doctrinales.

En los tiempos de Lutero la Iglesia estaba en decadencia. El papado era un estamento más
de poder y no se predicaba con el ejemplo desde el Vaticano. La alta presión fiscal de
la curia y de Roma sobre los campesinos y los territorios también fueron parte del
germen que propició que aquella Reforma calara y se expandiera por el norte de Europa
junto con el nacionalismo creciente en la época del absolutismo y las disputas.

La crisis de credibilidad de las altas instancias del clero ya había provocado el


surgimiento de movimientos como los franciscanos y, antes, los monasterios del Císter,
que intentaban volver a las raíces del cristianismo con una vida espiritual profunda y
pobre, alejados del poder y los obispos-príncipes. La autoridad pontificia había quedado
en entredicho durante el cisma de Occidente con la bicefalia papal en Roma y Aviñón
durante medio siglo, que ponía de relieve que la política jugaba un papel clave en la
cuestión religiosa.

“La Reforma fue la expresión de las profundas fisuras que, desde finales del siglo
XIII, aparecen en la monumental unidad entre pontificado e Imperio, sobre la cual
se asentó el feudalismo”
Jaume Botey
Profesor de Historia de la Cultura

Aunque el emperador Carlos V estaba aliado con el Papa, para mantener la paz social en
su territorio y retener el apoyo de la nobleza alemana en sus guerras con Francia y con el
Imperio Otomano se vio obligado a permitir la libertad religiosa y no combatir a los
protestantes, aunque la libertad era para los príncipes que tenían el poder para decidir la
confesión de sus súbditos, hecho que provocó migraciones internas. Carlos V les acusaba
de moverse en busca de poder y no motivados por la cuestión teológica. Los nobles
usaron la Reforma para hacerle oposición y apropiarse de los bienes que tenía la Iglesia
en su territorio.

Un hombre medieval, preocupado por lo divino

En todo contexto, “Lutero no dejaba de ser un hombre del medievo”, explica Rafael
Lazcano, historiador experto en el mundo agustiniano y autor de Lutero, una vida delante
de Dios (San Pablo, 2017). Lo define como un hombre “de espíritu libre y crítico,
trabajador, dueño de su pensamiento, batallador, subversivo, visionario y seductor” y
opina que su objetivo no era otro que “liberar al cristianismo de las ataduras del medievo
con el fin de recuperar la dimensión espiritual del cristiano”.

Lutero nació y murió en un pequeño pueblo de Sajonia, Eisleben, que formaba parte del
Sacro Imperio Romano Germánico. El nombre del pueblo ahora es Lutherstadt
Eisleben, con mención a su hijo más famoso. Pero fue, sobre todo, desde Wittenberg,
desde el monasterio agustino y la universidad, donde Lutero impulsó su Reforma. Hoy
no faltan recorridos, visitas guiadas y un ambiente que recrea lo que sucedió hace cinco
siglos como gancho turístico en ambas poblaciones.
Las diferencias con la Iglesia católica

En el imaginario popular, Lutero clavó el 31 de octubre de 1517 en la puerta de la Iglesia


del palacio de Wittenberg el documento con 95 tesis contra las indulgencias, en aquella
época predicadas para financiar las obras de la basílica de San Pedro. Esa es la fecha
que se toma como punto de partida de aquella revolución y la iconografía mentada quedó
inmortalizada por el arte, pero esa escena en realidad no ha quedado documentada. Lo
que hizo el monje agustino fue mandar sus tesis por carta a quien creyó oportuno, entre
ellos al obispo de Maguncia, primado de Alemania, y se reprodujeron rápidamente gracias
a la imprenta. En aquel momento empezaron sus desencuentros con la Iglesia.

Antes, tuvo ocasión de viajar a Roma por un asunto interno de su orden y volvió a
Alemania decepcionado, por la corrupción que vio en el estamento eclesial y a nivel
espiritual y por la pobre atención que recibió. Lutero era un hombre obsesionado por su
salvación. Se había hecho monje después de salvar la vida durante una tormenta y que
cayera un rayo a su lado. Le había hecho una promesa Santa Ana y cumplió pese a que
en su casa querían que fuera jurista y se oponían a ello. Era un monje escrupuloso y
obsesionado con el cumplimiento de la observancia, con su salvación.
Angustiado al no encontrar consuelo ni lograr la paz interior que anhelaba, encontró en
una epístola de San Pablo, el apóstol de los gentiles, la clama que buscaba en su
“experiencia de la torre”. Llegó a la conclusión de que el hombre se salvaba por la
misericordia de Dios y por la fe. Para Lutero, el hombre no podía hacer nada y su
voluntad dependía del combate entre Dios y el diablo. No podía cooperar ni actuar bien,
era su naturaleza. Así pues, el único justo era Dios y el hombre quedaba justificado por
él y por la fe, que debía llevarle a confiar en Cristo de forma incondicional. Era esa fe la
que modificaba las obras con la gracia. Aquello le dio paz y fue lo que realmente empezó
a provocar su distanciamiento con Roma. Desarrolló la idea contradictoria del hombre
justo y pecador. El hombre es justo al quedar justificado por Dios, pero pecador por su
condición en la tierra.

Tras ello, Martín Lutero aborreció las leyes y criticó el papado y su poder para conceder
indulgencias. Para Lutero, la Iglesia eran todos los fieles y su cabeza visible era Cristo.
Impulsó el conocimiento de la Biblia y basó todo su pensamiento en sus lecturas parciales
de los textos sagrados, que en su opinión eran la única fuente valida y que, como tal, no
debía ser interpretada por los demás sino por cada uno.

Esa certeza le llevó a traducir la Biblia al alemán, empezando por el Nuevo Testamento.
Y de allí dedujo que había que eliminar la vida monacal y permitir que los clérigos se
casaran. Lutero contrajo matrimonio con Catalina de Bora, una antigua monja cisterciense
con quien tuvo tres hijos y tres hijas.

El pensamiento de Lutero

Dada la unión entre la nobleza y la Iglesia, el debate teológico que desencadenó Lutero
involucró a religiosos, pero también a los nobles. De hecho, el todavía monje agustino
llegó a coincidir y exponer sus ideas ante un joven Carlos V, ya coronado emperador,
en la Dieta de Worms en 1521.

Lutero era un hombre culto, que había estudiado filosofía y humanidades y que desde
joven destacó académicamente. Fue un escritor prolífico, capaz de usar un lenguaje
refinado y a la vez la lengua corriente y un tono mordaz que entendía todo el mundo.
Estaba influenciado por las lecturas paulinas y las de San Agustín, el último padre de la
Iglesia, además de la corriente moderna nominalista revisada de Gregorio de Rímini.
La fe no podía alcanzarse mediante la razón, por ello acabó por aborrecer la razón y la
filosofía, que, a su juicio, era“la ramera del diablo”.

“Se apoyaba en la escritura y le sobraban las mediaciones terrenas, por eso se alzó
un dique entre él y la Iglesia católica y el papado”

Rafael Lazcano
Historiador experto en el mundo agustiniano

En un primer momento, y así lo revelan sus escritos, Lutero no pretendía una escisión
en el seno de la Iglesia católica, pero conforme profundizaba en su reforma teológica y
era contestado por Roma, aumentaba su aversión hacia el papado y todo lo que tuviera
relación con el Vaticano, llamando al Papa de forma constante “Anticristo” y asociándolo
al diablo.
Al principio llegó a ganarse la simpatía del príncipe humanista de la época, Erasmo de
Rotterdam, pero las afirmaciones de Lutero respecto a la libertad humana y su
condicionamiento que le impedía ser libre y obrar el bien provocó un enfrentamiento con
él, con sendas publicaciones. Lutero afirmaba que el hombre no era libre y estaba
inclinado a hacer el mal, al pecado y a la concupiscencia, hecho que le había
atormentado en el pasado.

“Se apoyaba en la escritura y le sobraban las mediaciones terrenas, por eso se alzó un
dique entre él y la Iglesia católica y el papado. Era un hombre de firmes convicciones y
conforme profundizaba más se convencía de ello, por eso al final de su vida, en su lucha
permanente, se vuelve más agrio con su fe apasionada, sobre la que construyó la nueva
doctrina”, explica Lazcano. “No era un hombre mediador ni conciliador entre
posturas”, añade.

Una estatua de Lutero en la plaza de Wittenberg, en Alemania, junto a un cartel conmemorativo de la reforma (John
Macdougall / AFP)

“Yo creo que las intenciones de Martín Lutero no eran equivocadas, era un reformador”,
dijo el papa Francisco hace unos meses. “En ese tiempo la Iglesia no era un modelo que
imitar, había corrupción en la Iglesia, había mundanidad, el apego al dinero, al poder,
y por eso él protestó. Él era inteligente, dio un paso adelante justificando por qué lo hacía,
y hoy luteranos y católicos, protestantes, todos, estamos de acuerdo con la doctrina de la
justificación, en ese punto tan importante Lutero no se ha equivocado”, reflexionó el Papa
en junio de 2016 durante una rueda de prensa a bordo del avión, cuando volvía de
Armenia.

La respuesta de la Iglesia llegó con Lutero ya muerto en el Concilio de Trento, en el que


los protestantes no quisieron participar y que abordó la cuestión doctrinal de la
justificación que había empujado a Lutero en un primer momento a distanciarse de Roma.
Allí arrancó la Contrarreforma que abanderó la Compañía de Jesús en Alemania.
Curiosamente, Francisco, adalid del ecumenismo y que ha conmemorado la Reforma, es
jesuita.

A nivel político, Lutero estuvo cerca de la nobleza. Durante la revuelta de los campesinos
primero les dio apoyo e intentó mediar en el conflicto con los nobles, pero acabó por
posicionarse contra el pueblo con mucha dureza y reclamar que fueran aplastados
porque su sedición llevaba al país a la ruina.

El protestantismo tras Lutero

Tras la Reforma luterana, que fue una revolución que él mismo en un primer momento
no preveía, llegaron más reformas entre los propios reformistas y el movimiento creció
por Alemania y otros países del norte de Europa que rechazaban la primacía romana y el
sometimiento al papado. De hecho, surgieron a su alrededor, cuando él todavía vivía,
otras corrientes protestantes que empezaron con su teología pero acabaron distanciándose
y separándose con matices sobre los sacramentos y otras doctrinas. La más importante
fue la de un contemporáneo suyo, Juan Calvino, en Suiza. El caso de los anglicanos
fue muy peculiar, pues no abrazó desde el primer momento las tesis luteranas. Hoy los
protestantes están repartidos por todo el mundo y divididos en diversos grupos e iglesias
nacionales.

Desde el inicio hubo guerras religiosas dentro de los países donde llegaban los aires de
cambio y también entre países. A escala continental los conflictos finalizaron con la Paz
de Westfalia.*

En el mundo hay 2.300 millones de cristianos según el Pew Research Center, aunque en
Occidente la cifra está decreciendo. La fe en Jesucristo sigue siendo la religión principal,
pero se prevé que los musulmanes igualen el número de fieles en 2050. De los cristianos
un 37% son protestantes -los luteranos son unos 72 millones- y un 50% son católicos,
además de un 12% de ortodoxos. Otras confesiones influenciadas por el cristianismo
como los mormones o los testigos de Jehová suman un 1%. Entre los protestantes, los
más numerosos son los pentecostales y los evangelistas.

Lutero puso en marcha un movimiento que cambió el mundo en su época y que


modeló el mundo actual en Occidente

Carlos Eire, historiador de la Universidad de Yale, defiende en su libro Reformations


(2016) que, si bien Lutero no cambió el mundo “con su sola mano”, lo que él puso en
marcha cambió el mundo tal como era entonces y “continúa dando forma a nuestro mundo
actual y definiendo quienes somos en Occidente”. En un discurso durante una
celebración religiosa en Wittenberg el pasado 31 de octubre, Angela Merkel -hija de
un pastor luterano- afirmó que “con sus tesis, Lutero echó a rodar algo que cambiaría el
mundo”.
*
Guerras de la Reforma


1 1 1 1 1 1
1485 1496 IS02 ,507 1513 1SIS 1524 ,529 1535 1541 1540 ,552 1557 1563
1500 1510 1520 1530 1540 1550 1560
Angela Merkel durante la ceremonia que conmemoraba la Reforma en Wittenberg (John Macdougall / AFP)

Con su traducción de los textos bíblicos, el movimiento de Lutero normalizó el alemán


moderno y ayudó a unificar el idioma. El hecho de acercar las sagradas escrituras a todos
los ciudadanos impulsó la educación en las zonas donde se extendió el protestantismo
y en varios periodos de la historia alemana su figura ha sido reivindicada como la de un
héroe nacional, aunque el filósofo Nietzsche, también hijo de un pastor y contrario al
cristianismo, le detestara y le acusara de apagar el Renacimiento humanístico que triunfó
en Italia.

Hace más de un siglo el sociólogo alemán Max Webber defendía en La ética protestante
y el espíritu del capitalismo que la reforma emprendida por el monje alemán en el siglo
XVI puso una de las bases del capitalismo, sobre todo en la teología y la organización
sociopolítica de Juan Calvino y la ética de los movimientos que surgieron de su reforma.

La austeridad y el capitalismo

A diferencia de Lutero, Calvino mandaba cumplir con escrúpulo la ley y tuvo una visión
misionera que le llevó a exportar sus ideas más allá de Ginebra, donde logró establecer
una auténtica teocracia, con penas de muerte para blasfemos o adúlteros. A su vez, el
régimen de Calvino tuvo un impacto económico positivo. Luego se relajaron las leyes,
pero la austeridad, el trabajo ofrecido a Dios y el ahorro fueron base para el capitalismo.
Esas teorías del padre de la sociología moderna han sido discutidas y el debate hoy sigue
abierto.

Guillem Correa, presidente del Consell Evangèlic, que representa a los 150.000
protestantes de Catalunya, agrupados en 725 comunidades y 150 instituciones de esa
confesión, señala la cultura del esfuerzo, el trabajo bien hecho, la responsabilidad y el
juicio o la solidaridad como valores que representan a su religión.

Lo cierto es que los países de tradición protestante fueron inmunes a la crisis económica
que ha puesto en jaque a Europa desde 2008 y son los que prosperaron más rápido tras la
Reforma. El historiador David Cantoni, de la Universidad de Múnich, apunta que ese
desarrollo económico superior se debió al fomento de la educación, que aupó la
ilustración alemana, impulsada por la libertad de debate que había facilitado el
protestantismo.
Católicos y protestantes caminan juntos por la senda ecuménica tras la revisión del
personaje de Lutero

Durante años el personaje de Lutero fue visto con malos ojos desde amplios sectores del
catolicismo, aunque esa concepción cambió ya en el siglo XX. El Vaticano y los luteranos
transitan ahora por una senda ecuménica con un diálogo fluido desde hace 50 años que
tuvo su mayor logro en la declaración conjunta de 1999 sobre la doctrina de la
justificación, el hecho que empezó a distanciar a Lutero de la Iglesia católica. Los
metodistas se sumaron a esa declaración en 2006.

Ese año aprovecharon la fecha señalada, el 31 de octubre, para “pedirse perdón por las
ofensas entre cristianos” en el pasado, como colofón a la conmemoración de la Reforma,
que arrancó un año antes en Lund, Suecia. Allí hubo una celebración ecuménica en la que
el papa Francisco estuvo presente y firmó un documento que emplazaba a ambas
confesiones a caminar hacia la unidad, lo que permitió abordar los hechos de hace 500
años desde un punto de vista constructivo y con espíritu ecuménico. “Me alegro de que
por primera vez hayamos tenido un aniversario que no es un distanciamiento frente a los
católicos”, apuntó Heinrich Bedford-Strohn, presidente de la Iglesia Evangélica, que es
la entidad que aglutina a más protestantes en Alemania, en los actos conmemorativos de
Wittenberg, donde hubo una celebración ecuménica.

Los gestos inequívocos de Francisco

“Lutero ha dado un gran paso para poner la Palabra de Dios en las manos del pueblo.
Reforma y Escritura son las dos cosas fundamentales que en las que podemos profundizar
mirando la tradición luterana”, dijo antes de su viaje a Suecia el Papa, a quien le acusan
a veces de hereje y han llegado a decir que está bajo la influencia de Lutero por sus tesis
sobre el matrimonio, el divorcio o el perdón en la exhortación apostólica sobre la familia
Amoris Laetitia, que ha provocado quejas en los sectores más conservadores de la
Iglesia.

“Además del acceso a la Biblia, hay que destacar la participación de los laicos de la vida
religiosa y vivir la fe en pequeñas comunidades”, apunta Cristina Inogés, teóloga
católica formada en una facultad protestante que acaba de publicar Charitas
Pirckheimer. Una vela encendida contra el viento (San Pablo, 2017), sobre la vida de una
abadesa contemporánea de Lutero de un convento de clarisas de Nuremberg que rebatió
las tesis del monje agustino.

“Siempre se habla de dar protagonismo a los laicos, pero no se acaba de hacer. Nos cuesta
un poco”; apunta Inogés. Sobre el ecumenismo y el diálogo, la teóloga ve gestos
inequívocos y muy significativos del papa Francisco, no sólo por su presencia en Lund,
sino por invitaciones que ha hecho a miembros de otras confesiones al Vaticano y sus
encuentros habituales con protestantes. Ïnogés destaca la convicción de Francisco de
caminar hacia la unidad en lo esencial. En el último consistorio cardenalicio del pasado
mes de junio, Francisco nombró cardenal de Estocolmo a Anders Arborelius, de familia
luterana y convertido al catolicismo de mayor. A la celebración invitó a la obispa luterana
Antje Jackelén, con quien compartió celebración en Lund.
Francisco y Antje Jackelen, obispa de Uppsala en Lund hace un año (Max Rossi / Reuters)

Pablo Blanco Sarto, teólogo y doctor en Filosofía y coautor de Lutero 500 años después.
Breve historia y teología del protestantismo (Rialp, 2017) opina que la Iglesia se
encuentra en un nuevo momento de reforma impulsado por el Papa y sostenida en las
vigas maestras que dejaron sus antecesores, “aunque esta vez es interna e impulsada por
el Vaticano en campos como las finanzas, las investigaciones por los casos de pederastia
o las cuestiones de la familia tratadas en los sínodos de 2014 y 2015”, explica.

La Iglesia, una entidad con dos milenios de vida, vira de forma muy lenta en un mundo
que avanza a una velocidad vertiginosa. Las cosas no cambiarán de un día para otro y
Francisco, por ahora, se contenta con orar y trabajar junto a protestantes y ortodoxos, con
el acento puesto en aquellos que más sufren y los pobres. La unidad no es cosa de dos
días, y para Francisco “antes que una meta, es un camino” con su propio su ritmo, “con
sus retrasos y sus aceleraciones, e incluso con sus pausas” y como todo camino, “requiere
paciencia, tenacidad, esfuerzo y compromiso”. Su hoja de ruta es caminar, pues el diálogo
teológico se hace en camino y no en un laboratorio, apunta el primer papa sudamericano.

Para el papa Francisco, la unidad es más un camino que una meta, con su ritmo, sus
retrasos y sus aceleraciones

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