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El centro del escenario de la educación supone una tensión entre el énfasis neo
liberal en los “valores del mercado” (minimizar al Estado, dando libertad a las
empresas privadas), y el apego neo conservador a los “valores tradicionales”
(estado fuerte para enseñar conocimientos, normas y valores correctos). Desde
ambas perspectivas, la sociedad está desmoronándose, porque las escuelas no
hacen ninguna de estas dos cosas. Se produce una nueva alianza hegemónica
que combina cuatro grupos:
d. Un sector de la nueva clase media, que no concuerda por completo con los
otros grupos, pero cuyos intereses y progreso profesionales dependen del
empleo generalizado, la eficiencia y los procesos de gestión que
constituyen su capital cultural.
Hay quienes creen que el gobierno programa su propio fracaso. Aunque proponen
metas y objetivos de la forma en que distribuyen los recursos y el poder no se
pueden cumplir. Sin embargo, para mantener su propia justificación el Estado
debe hacer ver que lucha para cumplir esos objetivos. Por ende nadie debe
sorprenderse de que las formas de intervención estatales no concuerden con los
intereses a largo plazo de quienes están sometidas a ellas.
Las iniciativas actuales de reforma tratan a las conexiones entre la educación y las
necesidades económicas. Critican al sistema educativo ya que este sistema es
anti empresarial, derrochador; y, en un momento de competición internacional, las
escuelas no consiguen producir la mano de obra cualificada ya que se considera a
la escuela como productoras de “capital humano”.
Culturas hegemónicas
Jim McGuigan afirma que “la cultura dominante nunca abarca todo el campo, tiene
que luchar continuamente con las culturas emergente y residuales”.
Por ejemplo: la raza, que no es una unidad biológica, sino una construcción social.
Que la clase hegemónica formula según sus intereses consiguiendo la
marginación. Al respecto, los neoconservadores intentan que las escuelas y los
medios de comunicación creen una única identidad Norteamericana. De esta
manera, logra crear una alianza de los grupos dominantes dejando de lado el
relato de las minorías. Alguien que esté en circunstancias económicas inestables,
que se sienta marginado en el plano cultural o religioso, está condenado a asistir a
escuelas que fracasan, en las que existen tensiones raciales y carecen de
financiación suficiente, por lo que se sentirá inseguro en casi todos los aspectos
de su vida. Pero todos nosotros somos uno, formamos parte de una misma
identidad, una nación de inmigrantes, éste es el discurso hegemónico en su mejor
nivel creativo. Demasiados libros de texto y materiales curriculares de nuestras
escuelas presentan a los Estados Unidos como una tradición de inmigrantes
(“todos nosotros somos inmigrantes”), esta tradición desfigura las tradiciones
diferenciales que existían (algunos inmigrantes llegaron encadenados, fueron
esclavos y tuvieron que afrontar siglos de represión).
Apple se basa en una serie de lineas para pensar cómo estas afectan a la
educación: raza, género, clase, cultura, diferencia, identidad y rol del estado.
El autor sostiene que uno de los efectos más perversos de un curriculum nacional
consiste en que legitima la desigualdad. Contribuye a crear la ilusión de que con
independencia de las masivas diferencias entre escuelas todas tienen algo en
común, todas son iguales del punto de vista cultural. En realidad existen
diferencias muy reales, por ejemplo: entre las escuelas pobres del centro de las
ciudades con la de los barrios ricos. Como documenta Jonathan Kozol, las
diferencias de recurso y poder, y las diferencias concomitantes de alumnos,
profesores y miembros de la comunidad, que se derivan de aquellas diferencias,
son salvajes.
Una de las justificaciones primordiales del ataque contra las escuelas públicas es
el carácter de la economía, en relación a que esta se ve obstaculizada por los
bajos niveles, la falta de disciplina de trabajo y los malos resultados. El abandono
de los estudios, el estudiante en situación de riesgo, se traducen a la falta de
competitividad económica, lo que ejemplifica como los grupos dominantes culpan
de la economía a la escuela.
De esta manera se estaría condenando a muchos jóvenes al fracaso. La política
cultural se refiere también a los recursos que empleamos para oponernos a las
relaciones establecidas, para defender las formas anti hegemónicas que ya
existen o para implantar formas nuevas. Esto forma parte de un intento colectivo
consciente para denominar el mundo de forma diferente, para rehusar la
aceptación de los significados dominantes y para afirmar positivamente la
posibilidad de que sea diferente.