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Enséñame

Story: Enséñame
Storylink: https://www.fanfiction.net/s/9101739/1/
Category: Twilight
Genre: Drama/Romance
Author: Aryam Shields Masen
Authorlink: https://www.fanfiction.net/u/2030849/
Last updated: 11/24/2013
Words: 275814
Rating: M
Status: Complete
Content: Chapter 1 to 26 of 26 chapters
Source: FanFiction.net

Summary: Ella quería salvar su carrera, él la va a ayudar siempre y cuando ella… acceda a sus deseos.
*Chapter 1*: Chapter 1
Los personajes de Crepúsculo son Propiedad de Stephanie Meyer, solo esta historia me pertenece.

En todo encuentro erótico hay un personaje invisible y siempre activo: LA IMAGINACIÓN

Sinopsis

La vida no es la película que siempre queremos ver, tenemos pruebas que superar, batallas que librar y miles de
obstáculos que vencer, el pasado siempre está presente y los secretos nunca se pueden esconder.

Ella…

Isabella Marie Swan

Edad: 26 años

Profesional en Lengua y Literaturas Hispánicas.

Escritora del genero romántico, criada por su abuelo Charles Swan, nunca se ha considerado sexy, pero eso no le
importa, tiene una buena vida, una buena y prometedora profesión e intenta tener una buena relación con su media
hermana, trabaja para Volterra Editores, sus dos obras conocidas son Tentación y Prohibido, callada, reservada y a
veces ausente, le gusta la soledad, la tranquilidad, no se le conoce alguna relación, según ella no necesita alguien a
su lado para ser feliz, ¿su película favorita? Virgen a los 40, su lema "Los sabios hablan porque tienen algo que decir.
Los tontos hablan porque tienen que decir algo", "Somos esclavos de lo que decimos, y dueños de lo que callamos".

Su carrera es lo más importante de su vida y por ella haría cualquier cosa... Incluso convertirse en puta.

Él…

Edward Anthony Masen Cullen,

Edad 29 Años

Profesión: Sexólogo y Conductor Radial.

Hijo de Anthony y Elizabeth Masen quienes murieron cuando tenía ocho años, legalmente adoptado por sus padrinos
Carlisle y Esme Cullen de ahí sus apellidos, dueño del centro de fertilización Otra Oportunidad, Sexólogo y terapista de
pareja, por las noches conduce el programa radial Hablemos de sexo, bajo el seudónimo del Doctor Sex, esta
acostumbrado a tener lo que quiera, cuando y como lo quiera. Nunca ha tenido una relación estable, según él no la
necesita, ¿para que tener una cuando puedes tener mil? Parece su mantra personal, es exitoso, guapo, cínico,
arrogante, egocéntrico y pasional.

Sus lemas: "La vida es como el punto G, aprende dónde tocar y tendrás a alguien a tus pies", "El sexo no se explica, se
practica" y "La virginidad es un dinosaurio que habita en la mente de los ingenuos", para él, el sexo es como una clase
social ya que cuanto más se sabe menor es su reputación y cuanto menos se sabes más inútil eres a la hora de
practicarlo. Entonces... ¿qué es lo debemos de hacer?

Sus caminos se cruzarán por azares del destino, los hilos se mueven invisibles envolviendo todo a su alrededor.
¿Cómo podrán sobrevivir cuando el deseo aparezca y los sentimientos florezcan?

Ella quería salvar su carrera, él la va a ayudar siempre y cuando ella… acceda a sus deseos.
.

Bueno esta es mi nueva locura, Enséñame, se que solo es el prologo y que ya muchas lo hab ían visto el capitulo uno lo
sub iré el domingo o el lunes mi b eta ha estado ocupada así que apenas tengamos tiempito va estar ahí, quiero dar las
gracias a mi nena b onita Ginette, mu sab es que te amodoro, gracias por estar ahí para mi jalarme las orejas y
apoyarme en cada locura que pasa por mi cab eza, por tirarme de las orejas y sacarme de mis eternas crisis
existenciales, gracias a Salem y a Jennifer porque ellas sab en casi todo antes que el cap este listo, a Gab y por las
portadas y a ti que estas leyendo por llegar hasta aquí.

Aryam Shields Masen

Marzo 15 de 2013.
*Chapter 2*: El Dilema
Los personajes de Crepúsculo son propiedad de la señora Meyer yo solo me divierto jugando con sus personajes.

NA: Primero gracias a mi beta bella Gine, amiga eres quien me impulsa a seguir, Salem… Nunca me alejes de ti….Mis
niñas de twilight Zone Ney, Ori, Cris, Kiki, Andre, Gaby, Maru, Eli, Lu, Sole, Gene, Graxiass!

Chicas antes de empezar a leer he de advertirles que esta historia no es apta para cardiacos, los primeros dos o tres
cap serán suaves, pero luego habrá de todo aquí lenguaje sexual explicito, y por eso es rating M, sin mas dejo de
hablar tanto y las dejo con el Cap 1.

¿Quién te dijo que yo era el sueño que soñaste una vez?

¿Quién dijo que tú voltearías mi futuro al revés?

Minutos

Ricardo Arjona

El Dilema...

Decir que mi día había comenzado mal era un eufemismo, había empezado como una verdadera mierda. Como para
variar había tenido una discusión muy fuerte con Brithany cuando me entrego una citación de la escuela, al preguntarle
qué había sucedido su vaga respuesta era que todo era una confusión, me hubiese gustado creerle pero todo lo
relacionado con mi hermana significaba problemas, tener que cuidar a una adolecente hormonal no era precisamente
fácil, menos cuando solo la conoces hace menos de dos meses.

Tome un vaso de jugo de naranja, no me daba tiempo para nada mas antes de salir apresurada a la reunión con
Garrett, sabía de antemano que no eran buenas noticias. Que Garrett Sanders te llamara a las 7:30 de la mañana para
una reunión de suma importancia solo podía ser sinónimo de malas noticias, sobretodo porque nadie era capaz de
levantar la humanidad de Garrett de su cama antes de las 8:30 y menos a una reunión en su casa.

Suspire mientras esperaba por el elevador, mi cabeza era una maraña de pensamientos todos enfocados en una sola
persona.

Brithany...

Brithany y su estilo gótico y extraño, por Dios en estos momentos era en los cuales mas extrañaba a mi padre, al
menos me hubiese dado unos buenos consejos.

Conduje lentamente por la avenida, tampoco es que iba a matarme, aparque el auto en la parte de afuera del edificio y
salude a Quil caminando hasta el elevador, deje que cuerpo se recostara en la pared mientras esperaba

Brithany

El timbre del ascensor sonó y suspire forzosamente entrando a la cabina y recostándome en la pared fría de metal, era
hora de hablar con Bree seriamente, habían transcurrido dos meses desde la muerte de René, necesitábamos
conocernos si era que íbamos a vivir juntas, yo era lo único que ella tenia y aunque fuésemos un par de extrañas
teníamos que tener un punto medio en nuestra relación. Vi como las puertas metálicas se cerraban antes de que un
zapato deportivo se interpusiera.

Un hombre alto de cabello cobrizo e impresionantes ojos verdes entro a la cabina, su cuerpo era atlético y muy bien
formado aparentemente estaba haciendo ejercicio porque aun tenía restos de sudor.

—Buenos días —dije suavemente por educación, el tipo se giro dándome una mirada que no supe descifrar, me dio
una sonrisa torcida y podía apostar que esa sonrisa era el sueño de cualquier buen ortodontista, empezando por el
mio, sus dientes eran parejos blancos y muy brillantes dignos modelos de una marca de crema dental… me quede
como tonta viendo al tipo mirarme desde su hombro, él rio mas ampliamente y luego se giro nuevamente dándome la
espalda.

Será cab rón —murmure entre dientes saliendo de mi estúpido momento de quinceañera —Bob alicón con sólo una
neurona —pensé observando su espalda, el maldito había hecho como si el elevador estuviese vacio, si fuese una
chica con autoestima baja me hubiese hecho sentir como una maldita cucaracha. Acomode mis gafas, y me quite los
audífonos de mis oídos, me mire en el espejo lateral de la cabina metálica, la gorra de los Lakers estaba sucia y mis
converse también, debía darles una buena lavada cuando llegara a casa, mordí mi labio inferior fuertemente parecía
una adolecente y no una mujer hecha y derecha, escritora de profesión y con una adolecente a cargo, volví a suspirar,
mirando fijamente la espalda y el bien formado trasero del vecino de Garrett, a quien había visto un par de veces cada
vez que venía a visitar a mi editor y amigo, la sola presencia del hombre frente a mi me estaba dando nervios. El tipo
era intimidante.

Me relaje completamente al ver el número que señalaba la pantalla del ascensor justo antes que la campanilla sonase
avisándome que había llegado al piso de Garrett. Esta vez no fui educada pase por un lado sin importarme si
empujaba al muy guapo e hijo de puta, guarde los audífonos escuchando una risilla de parte de mi ex acompañante
pero lo ignore y camine hasta el departamento de mi amigo toque el timbre y limpie mis manos en mis jeans, cuando
estaba nerviosa sudaba como mendigo en un desierto.

Agatha me abrió la puerta con una sonrisa tranquilizadora.

— ¿Garrett?—pregunte con voz ahogada a causa del nervio.

—Se está matando en el gimnasio, ayer trabajo normal pero luego recibió una llamada y ha estado peor que el
demonio de Tasmania revoloteando por aquí y por allá.

Había conocido a Garrett Sanders cuando estaba saliendo de la universidad hace algunos años, yo era una chica llena
de sueños y metas por alcanzar con un manuscrito hermoso pero que nadie quería leer, estaba a punto de bajar los
brazos y darme por vencida cuando él tomo el manuscrito y me tendió la mano, después de eso había estado ahí para
mí cuando yo más lo necesitaba.

Gracias a él Prohib ido había visto la luz del sol.

Le di un beso a Agatha y camine a ver que tenia tan inquieto a mi querido Garrett, no toque la puerta de su gimnasio
personal, solo entre.

Garrett estaba de espalda en sudadera azul y una toalla al cuello mientras miraba por el ventanal a Central Park en
todo su esplendor, su muy atlético torso al desnudo y pequeñas gotitas de sudor recorría su columna vertebral.

Una visión casi irreal... Dios nunca podría dejar de verlo cuando estaba medio desnudo, él era la fantasía sexual de
cualquier mujer, pero primero muerta antes de pertenecer al harem de zorras que habían pasado por su vida.

—Ahí estas —dijo sacándome de mi divagues.

—Sí —exprese tontamente meneando la cabeza de un lado a otro, Garrett tomo su camiseta negra de la silla que
estaba a un lado y se la coloco rápidamente, trate que en mi cara no se notara la decepción, si Garrett de espalda era
hermoso de frente era un Dios bajado del Olimpo, nada que envidiarle a los modelos de ropa interior.

Garrett me miro divertido antes de hablar —Vamos al despacho —sonrió negando con la cabeza antes de acercarse a
mi y dejar un beso en la frente, a pesar de su diversión por mi no muy educado gesto podía ver que estaba
preocupado… Muy preocupado.

Parecía que lo que sea que iba a decirme era peor que una hecatombe...

Mi mente maquinaba una y otra cosa ¿que podía ser?, Tentación estaba yéndole bien en las librerías y próximamente
seria traducido al español, así que no entendía esa postura rígida de Garrett.
Tan pronto llegamos al estudio él se coloco detrás de su escritorio y rebusco entre los cajones del mueble —Siéntate
—dijo con voz calmada pero tensa.

— ¡Garrett estás haciendo que me dé un colapso nervioso habla de una buena vez! —Exigí mientras me sentaba, él
saco unos libros de las gavetas y los coloco frente a mí.

Leí el título de la famosa trilogía erótica, había escuchado la historia de la niña tímida que se enamora del dominante
guapo, rico y exitoso que la trata como Puta... No gracias, no iba conmigo y mucho menos con mi forma de escribir.

— ¿Qué significa esto? —pregunte tomando el libro como si fuese a morderme la mano.

—Eso significa lo que es —Garrett se recostó a su silla— es lo que Aro quiere de ti.

Una risa casi histérica se sofoco en mi garganta.

— ¡Qué! no estarás hablando enserio —bromee, —muy buena broma G, pero hoy no es día de los inocentes —quise
reír pero la cara seria de mi editor, me dio a entender lo que ya yo sabía.

—No, no estoy bromeando Bella.

—Garrett...

—Eso es lo que Aro quiere — ¡Oh mi Dios! lleve mi cabeza entre mis manos mi carrera estaba acabada... —Tienes que
escribir un libro erótico Bella —dijo Garrett podía sentir su penetrante mirada azul taladrarme aunque yo aun tuviese la
cabeza enterrada entre mis manos, si como no como si escribir fuera solo soplar y hacer botellas.

— ¿Por qué yo? —pregunte tontamente.

—Fue un sorteo, entre todos los escritores de Volterra.

— ¿Por qué me lo dices tú y no All? —All era mi representante, ella debía saber esto.

—Estuvieron intentando comunicarse con ella anoche, hubo una reunión de directivos en Volterra editores y teniendo
en cuenta lo bien que le ha ido a Prohibido y Tentación en las librerías decidieron que fueses tu quien hiciera el
próximo libro a lanzar, los libros de este genero están siendo un éxito Bells y la editorial no quiere quedarse atrás —lo
sabía, porque ya las mujeres no leían sobre amor y tragedias tipo Romeo y Julieta. No, ahora lo que mandaba la
parada era el puto jodido y retorcido BDSM.

¿Cómo carajos iba a escribir un libro de ese calibre con mi nula experiencia? levante la vista mirando a mi amigo,
socio y hermano levantando una ceja hacia él.

—No me digas —dije sarcástica— se puede saber ¿cómo diablos piensas que voy a escribir un libro así? ¡Por Cristo
Garrett tengo veintiséis y soy más virgen que la propia virgen María y su sequito de amigas! Eso debe decirte algo —
bufe frustrada.

Garrett sonrió por mi comparación con las "vírgenes" pero luego se puso muy serio, exhalo pesadamente y llevo su
mano a su frente apretando levemente el puente de su nariz —Pues así te toque ver porno, hentai, contratar amos y
sumisas tomar clases de Tantra o lo que sea Bella debes escribir un libro de esa temática eso es lo que quiere la
editorial y al cliente siempre se le da lo que pide...

Genial cuando yo pensaba que el día no podía ser más mierda Garrett sale con esa maravillosa noticia... —Ohm
vamos no es el fin del mundo —gimió Garrett levantándose hacia mí —Yo sé que tú puedes, por algo he editado todas
tus historias arriesgando mi trasero —enarco una de sus cejas.

—Me estas pidiendo un imposible Garrett... Yo, yo ni siquiera sé cómo abordar ese tema —estaba frustrada.

—Te nominare como la próxima Drama Queen—bufó.

—Ese puesto es de Beth, no me hagas ganar su furia ¿quieres? —quite la gorra de mi cabeza y me revolví el cabello —
además, no puedes negarme que estas nervioso con todo esto, Agatha me contó que te la has pasado en el gimnasio.

—Temía tu reacción y por lo que veo no me he equivocado, mira Bella, confió en ti, en tu talento, sé que puedes hacerlo.

—Aja —peine mis cabellos hacia atrás —mi experiencia sexual es nula ¡Lo sabes por un demonio!

—Esa ha sido tu decisión, yo estoy más que dispuesto a acabar con ello —dijo el muy maldito subiendo sus cejas
sugerentemente.

— ¿Y que se me pegue alguna enfermedad? no gracias, no quiero ser parte de tu harem.

—Podría enseñarte lo básico —se levantó de la silla sentándose frente a mí.

Sonreí sarcástica —Dile a Aro que yo no puedo hacerlo —me levante de la silla.

—Ohm vamos Bella...

—No, que ponga a Vicky o alguna otra, yo no lo haré.

—Pueden correrte —sentenció.

—Tenemos un contrato firmado —respondí tajante.

—Y te recuerdo que las letras pequeñas dicen que estas a completa merced de Volterra editores, ósea tu y yo somos
un par de títeres y hacemos lo que el todopoderoso Aro quiera —termino caminando hacia mí —en mi lenguaje
estamos cogidos por los huevos y querer revocar o finalizar el contrato nos va salir por un ojo de tú cara y uno de la mía
y yo necesito mis dos ojos si quiero seguir ligando —guiño uno de sus ojos.

—Eres todo un caso —suspire derrotada.

—Vamos solo… inténtalo —suspiro.

—Garrett…-

—Yo sé que puedes, agarro mis manos, pero las solté y me levante de la silla.

—Tratare…

—Eso no me sirve Bellis —su mirada busco la mía.

— ¡Esta bien! haré el intento —lo mire fijamente.

—Esa es mi chica.

—No responderé si es un desastre G.

—No lo va a ser —camino hasta donde estaba subiendo con uno de sus dedos mi cabeza hasta que mis ojos
quedaron trancados en sus ojos azules —insisto, solo necesitas a alguien que te enseñe...

Sonreí sardónica alejándome de él, no estaba enamorada de Garrett pero desde que lo conocía había algo en él que
no me dejaba pensar con claridad si lo tenía muy cerca —Voy a ir por el mundo con un letrero que diga ¡SOY VIRGEN
QUIERES ENSEÑARME A SER UNA PUTA!

La carcajada de Garrett no se hizo esperar... —Ok, ok no un letrero pero podemos buscar a alguien que nos ayude al
menos con lo técnico —Mi amigo se quedo callado y luego sonrió, una sonrisa tan amplia como la del gato de Alicia en
el país de las maravillas... —es más, tengo el candidato perfecto para esta misión... —sus cejas se arquearon
peligrosamente.

— !No! —Gemí asustada— lo que sea que estés pensando, no Garrett—respondí tajante.

—Es mi amigo lo conozco, es Sexólogo no te estoy diciendo que folles con él, puede enseñarte todo lo referente a
teoría… Tu sabes lo básico —camino nuevamente a mi tomándome las manos —sé que es difícil para ti pero puedes
hacerlo, yo sé que puedes —Sentí mi celular vibrar así que fue una buena excusa para zafar mis manos de las de mi
amigo, saqué mi celular del bolsillo trasero de mis jeans apagando la alarma que me indicaba que debía ir al colegio
de Bree.

Debo irme, esta noche buscare información por internet y te llamare mañana —dije con desgano.

— ¿Problemas en el paraíso? —pregunto Garrett con una ceja arqueada, se había apoyado en una de las esquinas del
escritorio y tenia sus brazos cruzados en su pecho.

—Tengo reunión con el director del colegio de Brithany —bufe.


—Tu hermanita es un dolor en el culo —resoplo— ¿ahora qué hizo?

—Ella dice que es inocente.

—Tuvo que haber hecho algo muy malo si te dio esa explicación.

—La descubrieron fumando en uno de los callejones del colegio.

— ¿Todo ese alboroto por un cigarro?

—No es un cigarro, es… Marihuana.

— ¡Mierda!... —Garrett apretó mi mano —si no fuera porque puede demandarte por abandono y eso le caería de mierda
a tu carrera te diría que la enviaras a un orfanato —Arquee una ceja —o a un convento, o un internado militarizado...

—Garrett...

— ¿Qué? esa enana es un demonio, gran regalo que te dejo tu madre, te abandona, se olvida que existes y después te
da una carga para que se la sostengas.

No dije nada porque todo lo que Garrett decía era cierto, solo me limite a suspirar y levantarme de la silla para irme —
Dile a Aro que intentare hacer su puto libro pero necesito tiempo.

Garrett volvió a llegar a mi colocando un mechón de mi cabello detrás de mí oreja —Sé que puedes —repitió
observándome con ojos de borreguito — ¿Sabes que te amo? —pregunto y sentí todo mi cuerpo tensarse, no estaba
interesada en conocer el amor, el puto había sido bastante cruel conmigo, si algo tenia claro en esta vida en que los
caminos que se llaman amor terminan en un callejón oscuro de sufrimiento y lagrimas… Yo no quería eso para mí.

—Debes amarme, salvare tu gordo trasero de pasar a las listas de desempleados de este país, pero ya lo sabes si yo
me hundo ¡Tú te hundes conmigo! —Pique su pecho.

—Sera un éxito como Tentación y Prohibido —aseguro con una sonrisa.

—Hablamos luego, debo irme —deje un beso en su mejilla y salí del departamento de Garrett aun sin saber si iba a
hacer lo correcto. Encendí mi IPod y acomode mi gorra antes de dejarme llevar por el sonido de la música mientras
esperaba el ascensor, la campanilla se escucho anunciando la llegada pero cual fue mi sorpresa al ver que no venia
sola…

El asombro debió notarse en mi rostro ya que pude ver como el engreído con aires de rey del mundo, que Garrett tenia
como vecino tenia una sonrisita estúpida en la cara.

— ¿Piensas abordar o vas a quedarte mirándome todo el día? —dijo orgullosamente alce una ceja en su dirección y
pude ver nuevamente esa sonrisita que seguramente debía bajarle las bragas a más de una.

Di un paso dentro de la cabina y acomode mis auriculares, mirando hacia el espejo del ascensor, cabroncito de cuarta
tenia tatuada su sonrisita estúpida pero a pesar de eso estaba elegantemente vestido en un traje negro que podía
apostar mi Tablet que era de diseñador y sus brillantes zapatos de charol, su cabello aun se veía húmedo pero no
podía ver sus ojos ya que iban cubiertos por unas odiosas gafasRayBan…

Intente concentrarme en Toxic que era la que se reproducía en el momento desde mi aparato electrónico, pero el
embriagante olor de la colonia del vecino de G, no me estaba dando una tarea fácil, agradecí al cielo cuando siete
pisos después el elevador se abrió, como castigo divino nadie más se había montado durante nuestro corto viaje,
había dejado el auto en el parqueadero de visitantes, Mickey era mi bebé uno de los pocos caprichos que me había
dado cuando Prohibido mi primer libro empezó a venderse bien en las librerías, salude a Quil que era el celador del
edificio y baje las escaleras hasta encontrarme con mi amado baby… Mi mini Cooper rojo con negro.

En menos de veinte minutos estaba fuera de la escuela en la que All había matriculado a Brithany luego de la muerte
de René, yo estaba en una gira promocional junto con Garrett cuando me había llegado la notificación de la muerte de
René y Peter y debido a que Peter no tenia familia y mis abuelos habían fallecido Brithany iba a ir a una casa hogar, mi
madre no era conocida por ser la mejor madre del mundo, me había abandonado con mi abuelo cuando ella había
conocido a Peter, una niña pequeña no era lo ideal si de andar con un baterista se trataba, que un hombre mayor
cuidara a una niña de cuatro años tampoco, pero no puedo quejarme del que había sido mi padre, Charles había
estado para mi siempre.

Quite la gorra de mi cabeza y peine mis cabellos respire un par de veces y me baje del coche asegurándolo antes de
caminar hacía las escaleras, al principio la escuela no me había gustado pero Alice insistía en que seria un buen
entorno para Brithany ya que estaría rodeada solo de chicas.

Cuando llegue a la sala de padres todas las miradas se enfocaron en mí... Genial, ¿qué me hace falta? Ohh sí, que me
orine un perro, nunca habían visto una chica en converse y jeans, negué con la cabeza y acomode mis lentes
sentándome al lado de Bree. Que como para variar bufo y me dio una mirada odiosa.

—Bueno —el rector del colegio nos miro a todos en el salón —primero que todo buenas tardes —todos respondimos
—mi nombre es Nicolás Smith, y creo que todos saben porque estamos aquí, en mis años como rector de esta
prestigiosa institución, nunca me había topado con un caso como este —Sí, como no, solo era marihuana —es por eso
que debo implementar un castigo que le sirva a los demás estudiantes de advertencia.

—Señor director mi niña — hablo uno de los padres que estaban en la sala, su traje Armani de tres piezas le quedaba
holgado, nada que ver como le quedaba a cabroncito de cuarta —En los años que mi Kyle tiene en la institución.
Nunca, había pasado por esta situación, me atrevo decir que la señorita Dwyer es una… —este hijo de puta no iba a
decir lo que yo estaba pensando —El castigo debe ser solo para la señorita Dwyer, ella era quien tenía el tabaco.

— ¿Está usted diciendo que mi hermana es la culpable? —Me levante enojada de la silla —Dígame si también tenia un
arma y obligo a su niñita a fumar.

El señor estirado se levanto de la silla dispuesto a contestarme, pero la voz del director nos detuvo a ambos.

—Señores, no estamos buscando culpables y si ese fuese el caso la señorita Swan tiene razón —paso una mano por
su rostro y continuo—después de la junta de consejo hemos decidido no expulsar a las chicas, ya que ellas se han
comprometido en no volver a hacerlo, pero como les dije necesito una sanción que sea lo suficientemente fuerte como
para que este bochornoso suceso no se repita, es por eso que el consejo ha decidido mantener internadas a las tres
jóvenes por el termino de un mes, mes en el cual harán servicio comunitario en sus horas libres —se escucharon
varios gritos ahogados antes de que Brithany se levantara de su silla.

— ¡Pues no me parece justo! —Gimió en voz alta— ¡Ya les explique que fue Roxanne la que tenia el tabaco, yo
simplemente se lo quite y fue cuando la Sor Clemencia nos cacho!

— ¡Yo no fui! —Gritó la que supuse era Roxanne —Kyle tú estabas ahí di la verdad —taladro con sus ojos verde intenso
en la figura de la otra chica a quien todos veíamos esperando una respuesta.

Kyle suspiro fuertemente antes de levantar su mirada hacia el decano —Yo acepto mi castigo sé que estuvo mal y no lo
volveré a hacer

— ¡Serás perra! —grito Roxanne ante el asombro de sus padres, al parecer no sabían la joyita que tenían en casa.

— ¡Basta ya! —Habló el doctor Smith, — ¡No importa quién lo encendió o quien lo fumo, las tres incumplieron las
normas de la institución y tienen que acatar la sanción que se le imponga! —Aunque su tono de voz fue elevado no me
molesto, estaba completamente de acuerdo con él, firmamos un acta de compromiso o así lo había llamado el rector,
no había terminado de firmar cuando Bree salió del salón, me excuse con el rector y salí tras ella.

— Brithany, —la llame— Brithany detente —ella seguía caminando como si hubiese visto al mismísimo diablo y yo
aunque trataba de alcanzarla estaba en desventaja — ¡ Brithany!

Ella se detuvo fuertemente volteándome a ver — ¡¿Qué quieres?!

—Hablar contigo.

—Yo no quiero eso —siguió su andar, me toco correr hasta alcanzarla — Brithany —dije tomándola del brazo, mi
hermanita se parecía mucho a su padre, lo único que tenia de René era el color de sus ojos —necesitamos hablar.

— ¿Para qué?, tu no me crees Isabella, es mas no sé porque demonios te hiciste cargo de mí, aún no lo entiendo.

—Eres mi hermana, tienes dieciséis años, no iba a permitir que te llevaran a un lugar de acogida.

—No nos conocemos —grito, en ese momento me di cuenta qué donde estábamos era un patio bastante amplio —
¡No sé quién eres, yo no sabia que mamá tenia otra hija!

—Yo tampoco chica, sin embargo no estoy lamentándome —peine mis cabellos hacia atrás —tenemos que hacer el
intento Brithany, conocernos…
— ¿Conocernos ahora que estaré en esta maldita prisión por un maldito mes?

—Cuida tu vocabulario jovencita.

—Me sacaste de una casa hogar para meterme en otra y ¿así quieres conocerme? No te entiendo Isabella y quizás
esto es lo mejor que pudo habernos pasado, porque así no tenemos que fingir que nos soportamos.

— Brithany...

—Odio que me digan Brithany, mi nombre es Bree —Atacó.

— ¡No soy perfecta Bree! maldición para mi no es fácil enterarme que mi madre la que me abandono cuando tenia
cinco años y de la que solo recibía una postal cada año junto con dos obsequios tenia una hija y mucho menos tener
que hacerme cargo de ti, sin embargo aquí estoy maldita sea y tu te metes en mil y un problemas.

— ¡¿Crees que lo hice?! —bufo caminando hacia uno de los arboles—Maldición mi padre era un jodido baterista pero
nunca se metió nada, mucho menos marihuana a pesar de que no está codificada como droga.

—Mira Bree —apreté el puente de mi nariz porque esta ridícula discusión no nos llevaba a ningún lado —sé que esto
no es fácil para ti y tampoco lo es para mi, no sé si lo hiciste o si solo es una confusión solo tu sabes que sucedió y si
tu conciencia esta limpia entonces no te sientas mal por esto, voy a venir a verte en los días de visita y trataremos de
conocernos.

—No me interesa conocerte —murmuro entre dientes.

—No hagas las cosas más difíciles —murmure fastidiada por la situación —por lo menos aun conservas el celular, así
que llámame si necesitas algo —me acerque a ella tocando su mano, yo no era de abrazos ni besos, la verdad
Charles era bastante apático a las muestras de afecto y yo era una mini copia de él, sin embargo hale a mi hermana y
le di un abrazo que fue torpe hasta que ella empezó a llorar.

No supe cuanto tiempo estuve ahí junto con Bree, dejándola llorar, yo estaba acostumbrada a la inexistente presencia
de René en mi vida, estaba completamente convencida que ella no me quería pero Bree, al parecer ella si amaba a
Bree.

Acababa de llegar a casa no podía creer que había pasado casi todo el día de un lado para otro, me desnude
lentamente y me di una larga ducha antes de ordenar pizza para la cena, todo estaba perfectamente tranquilo, coloque
música y me serví una copa de vino tinto mientras esperaba, mi celular sonó desde algún lugar de la sala y corrí a
buscarlo.

— ¡Hola enana del demonio! —dije riéndome de Alice que sin duda peleaba con Nessie.

— ¿No quieres matarme?

—Tú no le diste esa loca idea a Aro... ¿O sí? —entrecerré mis ojos aunque ella no pudiese verme.

—Por supuesto que no, Isab ella te conozco, cuando Garrett me aviso pensé que estab a b romeando, pero luego recib í
esa llamada de Aro que me informab a sob re la entrevista de mañana.

—Espera, espera, ¿de qué entrevista estamos hablando?

— ¡Ups!

—Mary Alice Whitlock —murmure.

—No me culpes a mí, Aro me llamo y me dijo que hab ía hab lado con Rosalie Hale y que ella hab ía accedido a darte
una entrevista ¡¿Jazz puedes venir a ayudarme?! —gritó fuertemente escuche a Jazz decirle algo y luego como una
puerta era cerrada —Listo, el monstruo del lago Ness se ha quedado con su padre, Aro me pidió que te acompañara a
esa entrevista pero no mas, tamb ién me dijo que te quiere para el almuerzo en la oficina Garrett, tu y yo.

—Está bien —escuche nuevamente a Jasper decir algo… o pedir ayuda.


—Estab a b añando a Vanessa, pero ya sab es como es ella con el agua, creo que en vez del monstruo del lago Ness lo
que es, es un gato, Jasper clama por mi ayuda, nos vemos mañana a las once, dejare a Ness con mi madre para que
podamos ir al salón de b elleza por la tarde, tengo un amigo que deja a las mujeres como diosas.

Sonreí no quería nada especial pero conocía a Alice, después de colgar me introduje en el mundo de los sueños.

El día siguiente fue una verdadera locura entre la reunión con Aro, el salón de belleza y la pelea con Alice porque quería
que llevase un vestido a la puñetera entrevista las horas se habían ido en un abrir y cerrar de ojos, afortunadamente al
final Alice había cedido, me había vestido como mas cómoda me sentía, digo era una entrevista radial nadie iba a
verme, tome un suéter azul eléctrico y unos pantalones bota tubo, zapatillas de goma y tome una gabardina ya que
empezaba a hacer frio, Alice me esperaba en la sala habíamos decidido ir juntas en mi coche y luego Jazz pasaría por
ella a la estación radial.

—Insisto que te verías mejor con el vestido que te compré —bufo.

—Insisto que es una entrevista radial y el público no me verá —tome mis lentes, sin ellos era un topo y salimos, las
calles no estaban tan ajetreadas por lo que llegamos rápidamente a WKF Radio, una extensión más de Volterra
Editores y donde se llevaba a cabo el famoso programa radial "Hablemos de Sexo", programa que se emitía a la media
noche y era conducido por Rosalie Hale y el misterioso doctor Sex el hombre con la voz mas jodidamente caliente del
mundo entero… Palabras de Alice, no mías.

Subimos al ascensor y llegamos hasta donde estaba el estudio radial en el piso veinticuatro, un hombre de apariencia
intimidante, pelo negro y sonrisa de niño travieso quien dijo llamarse Emmett nos recibió y nos hizo pasar a un cubículo
en donde nos prepararían para el programa, bueno me prepararían a mi ya que Alice había decidido quedarse en la
cabina de estéreo.

Un chico se acerco a la oficina ayudándome a ajustar un micrófono, y agradecí al cielo no haberle hecho caso a Alice y
estar tan cómodamente vestida con mis pantalones bota pitillo, mis zapatillas de goma y mi suéter holgado. Cuando el
micrófono estuvo listo el chico me sonrió a medio lado y se fue.

Le había pedido a Alice que hablara con los presentadores del programa, era casi media noche y sabia que el
programa hablaba más que todo de sexo era un programa sin reglas ni tabúes al momento de hablar del tema, lo
había escuchado un par de veces.

Estaba a punto de retirarme para ir a la cabina cuando un par de voces sofocadas entraron en el cubículo contiguo.

—Rose… —la voz de hombre se escuchaba cansada pero aun así era fina aterciopelada y sexy.

—No puedes seguir así —dijo la que creo que era Rose —Viste a Carlisle.

—Sí... —dijo desganado el hombre.

— ¿Y? —inquirió preocupada la fémina.

—No es nada Rosalie, es solo cansancio, el programa, el consultorio, las practicas de Esgrima con Jake…

—Todas las zorras que te tiras.

—No vamos a hab lar de eso Rosalie —ahora se escuchaba mucho más agotado.

— ¿Te sientes mal? —no quería ser cotilla debía ir a que terminaran de ajustar el micrófono, pero la voz de la chica
salía realmente preocupada.

—Estoy b ien solo me duele un poco la cab eza —dijo el hombre derrotado, sentí el chirriar de una silla.

—Descansa un poco, Seth esta terminando de organizar todo con Emmett, le diré a Lauren que te traiga unos
analgésicos.

— ¿Sab es si ya llego la escritorcilla? —Ohh toda la compasión que sentía por el maldito que estaba en el otro cubículo
se evaporó.
—Sí esta en cab ina, en veinte minutos empezamos el programa ¿crees que tu dolor de cab eza mejore antes de salir al
aire?

—No entiendo porque Aro nos pidió esto… Sab es que odio tratar con personas que no sab en el tema —su voz ahora
era de puro fastidio.

—No todos somos como tú —sentí una leve risa por lo que supuse que Rosalie sonreía —Además hay que apoyar a
esa chica y darle confianza es su primer lib ro erótico.

—Esos lib ros son una perdedera de tiempo —bufó y estuve completamente de acuerdo con él —Homb res dominantes
que camb ian de un día a otro, mujeres que hacen cualquier cosa por tenerlos.

—Oye estoy leyendo una b uena trilogía Emm y yo vamos a practicar alguna de esas posturas —pico la chica.

—La, la, la, la, saca eso de mi cab eza Rosalie —silencio…

—Iré por los analgésicos —la puerta se cerró luego de unos minutos, respire hondo mientras lo escuchaba murmurar.

Escritores… Creen que porque plasman todas sus frustraciones eróticas en un papel tienen un gran lib ro.

Tome una respiración fuerte para no decirle a ese bocón lo que pensaba y salí del cubículo, aun no tenia ni idea como
carajos iba a hacer ese libro pero no seria como los que están por ahí, con esa determinación camine hasta la cabina.

Alice estaba hablando con el chico que nos había recibido, junto al chico que me había ayudado a colocarme el
micrófono, me indico donde tenía que sentarme y luego él conecto los cables a un aparato de sonido.

Una rubia bastante esbelta y enfundada en unos tacones de muerte llego a la cabina y le dio un beso que no debería
estar catalogado como moral al chico llamado Emmett, podía ver el sonrojo de All a través del vitral, limpio con un dedo
sus labios y luego abrió la cabina llegando a mí.

—Debes ser Isabella Swan…

—Bella…

—Soy Rosalie, prefiero Rose —así que ella era Rose —S, estará acá en unos minutos él prefiere que lo llamen así ya
que no le gusta mezclar las cosas, quizás lo conozcas pero no digas su nombre ni menciones que es él el misterioso
Doctor Sex —Asentí dándole a entender que había entendido —esta noche hablaremos de los libros eróticos quizás él
o yo te hagamos preguntas no hablamos de vida personal, solo cuando los oyentes nos llaman así que esta tranquila
—volví a asentir justo antes que la puerta de la cabina se abriera y un cabello demasiado conocido para mí se dejara
entre ver.

Maldita sea mi mala suerte…

HOlA… Queria subirlo mañana pero no me resistiii Mil gracias por todos sus comentarios chicas hacen feliz el corazón
de pollo de esta autora, espero no decepcionarlas, esto apenas comienza… ¿Quién creen que llego a la cabina?

Gracias a

Gabichu, Felicytas, Elaine, Angie Cullen, Saly luna, Ashleyswan, The Proncess of the Dark, Maricoles, PalitatjCullen,
Cococullen swan, Almudena diaz garcia, jupy, Gatita Cullen, Adriana, Klary AliceCullen swit, Robstenpattinson;
lunisanez, ninfa ffad, Kobitomarianess, Julisapattinson, regisherrera, danielabascunnen, Robstenkrisrob, mvfap18,
ErimM, Supattinsondecullen, carito Fanfic, yessenya, Eve Runner, Obvelys, Alexandracast, Noe Mallen

Nos vemos la próxima semana Dios mediante!

Aryam :)
*Chapter 3*: La Propuesta
Los personajes de Crepúsculo son Propiedad de Stephanie Meyer, solo esta historia me pertenece.

A mi beta Ginette, eres un sol TE AMOOOOO y lo sabes a Salem que sin ella del otro lado de la pantalla sufriera yo
solita jaja y a mis chicas de Twilight Zone por el apoyo que me dan, a mi querida Orii HBD Mu.

El sexo es natural,

el sexo es divertido,

el sexo es mejor cuando es uno a uno...

"I want your sex"

George Michael…

La Propuesta...

No, no, no ¿Porque no caía un puto rayo y me mataba?, ¿Qué hacia el vecino de Garrett aquí...? Maldita sea mi suerte...

Alice me miró sin entender, mi amiga me conocía más que a mí misma...

—Isabella, quiero presentarte a Doctor Sex —Dijo sonriente mientras el cabrón de cuarta caminaba hacia mí —S, ella
es Isabella Swan la escritora enviada por Aro para acompañarnos en el programa de hoy.

S me dio una sonrisa torcida mostrándome una vez más sus blancos y relucientes dientes, asintió con su cabeza sin
gesticular palabra y se sentó en la silla frente a mí.

¡¿Que se creía el maldito?!

— ¿Rosalie cuál es el tema de hoy? —preguntó alzando unos documentos de la mesa.

—Erotismo en la literatura —Rose tomó una botella de agua para ella y me ofreció una, me sentía demasiado nerviosa
y la actitud del cabron no es que ayudara mucho así que negué.

—Chicos, entramos en cinco minutos —nos anunció Emmett desde la cabina de audio, Rosalie se sentó a mi lado y
Seth llego colocando todo en orden, mis ojos aún no se despegaron de S, ni un puto ¡Hola!, ¿qué le pasaba a este
hombre había sido educado en alguna escuela para imbéciles? vi como paso una mano por su cabello antes de
apretar el puente de su nariz.

— ¿Sigues con dolor de cabeza? —preguntó Rosalie preocupada.

—Estoy bien Rose, va a pasarse —bufó hastiado.

—No puedes culparme por preocuparme —siseo ella.

—Tranquila —su mano se estiro hasta tocar tiernamente la mejilla de ella.

—Estaremos al aire en tres... dos... uno —vi como el letrero de AL AIRE, se encendía antes de que S hablara.
—Buenas noches queridos oyentes esta noche traemos para ustedes un programa interesante... —su voz fue suave y
muy pausada— Erotismo en la literatura— Dios tenía una voz sexy, ahora entendía a Alice que lo miraba como
quinceañera enamorada —con ustedes éste su servidor Doctor Sex, buenas noches Rosalie.

—Hola S —Rose dijo animada— esta noche tenemos muchas sorpresas para nuestros oyentes, al finalizar el
programa diremos el nombre del ganador de la trilogía erótica del momento, les recuerdo que el último libro aún no
está a la venta, solo S pudo conseguir unos ejemplares y uno de ellos será suyo esta noche ¿no S?

—Vaya que si Rose, entonces ¿Qué dices tú? —preguntó en dirección a Rosalie— Sexo rudo en libros, la nueva ola del
entretenimiento.

—Yo los llamo libros educativos —Rosalie alzo sus cejas en dirección a Emmett, Cristo hubiese preferido no pensar lo
que pensé ahí ya que Emmett imito el gesto relamiéndose los labios... Hola aquí estoy — Aunque muchos lo llaman
pornografía en libros.

—Moralistas... — S, sonrió —La literatura erótica es un género literario en el cual los textos se relacionan, directa o
indirectamente, con el erotismo y el sexo. Quizás muchos lo refieren como literatura pornográfica debido a que en
ocasiones escenas sexuales son realmente muy explícitas.

—Varias autoras la hacen ver así, es como sintieras el momento — Expreso Rosalie —pero aun así no lo veo como
pornográfico, es simplemente lectura y la hay para todos los gustos.

—La pornografía es la descripción pura y simple de los placeres carnales. El erotismo es la misma descripción
revalorizada, solo que este último va en función de una idea del amor o de la vida social. Todo aquello que es erótico es
necesariamente pornográfico por añadidura.

— ¿Entonces tu si piensas que son libros pornográficos? —Rosalie arqueo una de sus perfectas y rubias cejas.

—Creo que no me he hecho entender Rose, tienes que aprender a diferenciar entre erótico, pornográfico y lo obsceno.
En el caso de los libros como las trilogías o sagas eróticas del momento, se considera que erotismo es todo aquello
que vuelve la carne deseable, la muestra en su esplendor o florecimiento, inspira una impresión de salud, de belleza,
de juego placentero; mientras que la obscenidad devalúa la carne, que así se asocia con la suciedad, las
imperfecciones, los chistes escatológicos, las palabras sucias.

—Te he entendido perfectamente, igual pueden llamarlos como quieran pero yo estoy completamente enamorada del
señor Green, a ese hombre puedo darle los hijos que me pida, pero para explicar más sobre este tipo de literatura
desde el punto de vista del escritor esta noche nos acompaña la autora de tentación y prohibido Isabella Swan, ¿cómo
estás Isabella? —Preguntó Rosalie, trague fuertemente mirando a All por el vidrio que dividía las cabinas, ella más que
nadie sabía que odiaba esto — ¿Isabella? —Rosalie me miro incitándome a que hablara.

—Solo Bella —dije pausadamente.

—Ok, Bella, ¿quieres hablarnos de tu libro? —Su sonrisa era sincera y muy tranquila.

Respire llenando mis pulmones de aire antes de hablar —Pues Tentación es mi más reciente libro y es mí-

—Tentación es la historia de un sacerdote y una mujer casada — Doctor Sex hablo interrumpiéndome — ¿cómo hiciste
para atrapar una escena sexual entre esos dos? —Rosalie lo miro como si le hubiese salido una segunda cabeza.

—La verdad fue algo difícil ya que Diego el protagonista de la historia no sabía nada acerca de sexo él era un sacerdote
consagrado con una misión que-

—Tu otro libro Prohibido habla de la historia de dos hermanos, ¿cómo llevándote por la línea de amores imposibles
piensas dar un salto a la rama erótica? ¿crees que estas calificada para hacerlo? —me cortó nuevamente ¿el maldito
estaba retándome?

—Lo que S quiere decir —Rose trato de hablar pero le interrumpí, viendo la sonrisa canalla en el muy hijo de puta
conductor radial.

—Sé, lo que quiere decir y déjeme decirle... Doctor Sex que un escritor puede variar sus técnicas siempre y cuando
tenga la manera de buscar la información e investigar correctamente —si ese bobalicón pensaba hacerme quedar mal
no solo con Aro sino con medio Nueva York estaba perdiendo el tiempo —además la creatividad juega parte
fundamental al momento de escribir y le puedo decir claramente que creatividad es lo que me sobra.

El imbécil me dio una sonrisita burlona antes de hablar — ¿Y por qué no ha usado toda esa creatividad para sus
antiguas escenas de cama señorita Swan? ¿Por qué pareciese que escribir una escena de sexo duro y erótico no es
su fuerte? pareciese que su técnica y su visión no son suficientes para cubrir un libro de ese calibre —su postura era
relajada y la sonrisa en sus labios... Maldito ¡No iba a ponerme nerviosa! cuadre mis hombros sentándome mejor y
mirándolo retadoramente.

— ¿Y me lo dice una persona cuyo intelecto creativo no lo deja pensar en un sobre nombre más ingenioso que Doctor
Sex? —Arquee una ceja desafiante, estaba enojada podía sentir como la sangre corría más aprisa sobre mis venas
Rosalie enfoco su vista hacia la cabina en donde Emmett y All se encontraban mientras "Doctor Sex" y yo nos
acribillábamos con la mirada.

— ¡Vamos a una pausa musical y luego seguiremos con la escritora Isabella Swan! — Habló rápidamente Rosalie
quitándose los audífonos y mirando a S fijamente antes que la puerta se abriese y Alice entrara hecha una furia
colocando sus manos en la mesa.

— ¡¿Qué demonios te está pasando?! —Bufo cabreada mientras se podía escuchar la letra de Closer de Nine Inch
Nails, S se apretó el puente de la nariz nuevamente antes de suspirar fuertemente —la estas atacando —habló
fuertemente por eso mismo la había contratado nadie podía entrever la furia de mi amiga.

Rosalie observaba incrédula a S lo veía con reproche y a mi pidiéndome escusas.

Quise levantarme e irme pero eso le daría la razón a hijo de puta.

— ¿Siente usted que la estoy atacando señorita Swan? —dijo con una sonrisa burlona bailando en sus labios.

—En efecto doctor S.

—Edward —paso su mano sobre la mesa en la que estábamos reunidos, en ningún momento vio a Ali —Edward
Cullen, no fue mi intensión hacerlo, —Alice me dio una mirada para irnos pero negué mientras tomaba la suave mano
que Edward Cullen me ofrecía, un pequeño cosquilleo quedo en mis dedos y solté su mano rápidamente, la música
cambio ahora Jugar Dangerous de Lana del Rey se escuchaba en la cabina.

— ¿Te sientes bien? —Rose se acercó al ya no tan misterioso Doctor Sex —Estas sudando y te ves de mal color —toco
su frente en un gesto muy tierno.

Él sonrió antes de tomar su mano y plantar un beso en ella, si no hubiese visto a Rosalie comerse a Emmett antes de
empezar el programa juraría que ellos eran más que compañeros —Estoy bien Rose —murmuro, Emmett vocalizo algo
que no pude entender y Edward salió de la cabina.

—Estamos en una pausa comercial al regreso se abrirán las líneas para que los oyentes nos hagan preguntas —
Rosalie me hablo —si te sientes incomoda nosotros responderemos por ti —asentí, sonrió y salió hacia la otra cabina
en donde Emmett la esperaba, Alice volvió a bufar y se sentó a mi lado con los ojos abiertos, S la había ignorado
completamente toque su mano diciéndole con el gesto que estaba bien ella me paso una botella con agua sin gas y
sonreí tratando de calmarla.

—Lo que tiene de sexy, lo duplica en arrogancia —murmuro entre dientes —deberíamos irnos —Negué — ¡¿Cómo se
atreve a atacarte?! tu escribirás el mejor libro erótico que sus malditos ojos hayan visto.

—Cálmate All, no voy a dejar que me haga quedar mal, conmigo encontró la horma de su zapato —volví a sonreír, pero
All estaba demasiado molesta como para hacerlo, — ¿esta noche Ness se quedara con tu madre? —pregunte tratando
de disuadirla.

—Jazz quiere que nos quedemos solos el fin de semana insiste en querer tener otro hijo pero Ness apenas tiene tres
años Bella.

—All, sabes que amo a Jazz con toda mi alma y sé que Ness no estaba en tus planes, te has desenvuelto bien con ella
y todo pero es tu cuerpo, háblalo con Jasper.

—Lo hemos hablado Bells, pero él dice que quiere que no se lleven mucho tiempo, sabes cómo es su relación con
Félix —asentí— Félix y Jasper no se llevaban muy bien que digamos.

—Tener un bebe es una decisión de dos All, pero sabes que siempre contaras conmigo.

—Y tu conmigo verdad —asentí, a Alice la conocí en la segundaría ella no era la típica niña popular, era una frikie con
sus gafas de pasta gruesa y sus botas ortopédicas según ella uno de sus pies miraba a Alaska y el otro a Argentina
nunca agradeceré suficiente al señor Banner por habernos puesto a trabajar juntas, de un momento a otro sentimos
que la puerta se abría nuevamente y All apretó mis manos antes de levantarse.

—Si vuelve atacarte te juro que nos vamos y Aro sabrá de esto —dijo molesta.

Al salir tropezó con Edward que le brindo una brillante sonrisa torcida haciendo que All le levantara su dedo medio al
parecer el amor de Ali por doctor Sex se había acabado.

La vi sentarse junto a Emmett mientras Doctor Sex se sentó a mi lado dándome una sonrisa cálida antes de colocarse
los audífonos se recostó en la silla y cerró los ojos fuertemente masajeando su sien al parecer su dolor de cabeza
continuaba ya que su piel se veía más traslucida que cuando empezamos el programa.

—Volvemos a hablemos de sexo, nuestro tema de hoy es: Erotismo en la Literatura. Nuestras líneas están abiertas
para nuestros oyentes — dijo Rosalie con voz pausada.

Edward, abrió los ojos, y colocó sus manos en la silla. — Cuéntanos tus dudas, si tienes una pregunta esta es tu
oportunidad, Doctor Sex está aquí, para responder hasta tu más oscura fantasía. —Su voz, al final fue un susurro
ardiente; mis bragas temblaban, podría ser un maldito, pero Alice tenía razón en algo: el tipo podía recitar las páginas
amarillas, y eso sería sexy.

Emmett, hizo gestos extraños antes de que una voz bastante chillona se escuchara en cabina.

— ¿Doctor Sex...? — La chica se escuchaba nerviosa —No puedo creer, que por fin me entró la llamada. —Podía
apostar que la chica brincaba, donde sea que estuviera —Tengo una pregunta.

Edward, se meció en la silla haciendo círculos en su sien —Te escucho...

—Jessica...

—Jessica, escucho tu pregunta.

—Verá…, tengo veinte años y amo a mi novio Jason, tenemos dos años juntos y tuvimos nuestra primera vez hace un
año… ¡Me dolió como el demonio! —La chica sonrió haciéndonos reír por lo bajo —pero J me dijo que era normal.
Hemos estado teniendo relaciones continuamente y eso está b ien…, pero ahora J, quiere que lo hagamos todos los
días, y quiere que hagamos cosas extrañas; he estado leyendo al señor Green, y quisiera sab er… ¿Esas cosas, en
verdad pueden hacerse?

— ¿Qué opina usted señorita Swan? —Edward, me miró con sus penetrantes ojos verdes — ¿Es bueno el sexo?,
usted va escribir un libro erótico, ¿puede aplicarse todo lo que se ha escrito en este tipo de libros?

¡Mierda! Ahora… ¿qué le respondía? —Todo es posible, Doctor sex — respondí. Mis manos empezaron a sudar, y
respiré profundamente, no podía mostrarle que, en referencia al sexo era una novata.

— ¿Sabes...? —miró a Rose, que articuló un "Jessica" sin hablar —Alguien dijo una vez, que una mujer debe ser una
dama ante la sociedad, y una zorra entre las cuatro paredes de la habitación, si es que quiere mantener a un hombre
feliz y contigo... ¿Qué estás dispuesta a hacer para tener a J contigo, Jessica?

—Todo... Jason, es mi vida entera.

— ¿Le tienes miedo al Sexo?

—No... El sexo, es algo jodidamente b ueno —se escucharon varias risas.

— ¿Dónde estás Jessica?

—En el Instituto, soy interna —la voz de la chica fue tímida ahora como si la descubriéramos en una travesura.

—No te llamas Jessica ¿no es así? —S dio una sonrisita picara.

—No —volvieron a reír.

—Bueno, me dijiste que estabas leyendo al tan venerado y temido señor Green, protagonista de la trilogía erótica del
momento, y a la que dudo puedan superar. —Sus ojos volvieron a trancarse con los míos. ¿Qué le pasaba a este
imbécil? —Cuando te refieres a cosas extrañas… ¿te refieres a posiciones que están en ese libro?

— Sí, él... — La chica tomó aire —Él quiere... ¡Ay Dios que difícil es esto!... Él quiere experimentar…
—Soy tu amigo Jess, sin miedo, dime lo que él quiere. El acto sexual, es un saludo que intercambian dos almas, nada
en cuanto al sexo es inapropiado o vulgar, siempre y cuando, se haga con consentimiento.

—Él quiere que hagamos… —la voz de la chica fue cada vez más baja —él quiere que yo... Quiere que yo lo deje
penetrarme por...

— ¿Por el culo? —el aire escapó de mis pulmones. ¡Hablar así debe ser ilegal!

—Sí, eso quiere.

—Y tú... —la chica lo corto

— ¡Yo tengo miedo! —Chica no sabes cuánto te entiendo... —Mi primera vez dolió b astante y yo…

—Siempre da miedo intentar cosas nuevas —la interrumpió S —si Jason te ama él estará preocupado porque a ti no te
duela, todo depende de la confianza, hay lubricantes que ayudan que la experiencia sea más llevadera.

—Gracias Doc. Mi amiga Gab riella está aquí ella quiere preguntarte algo —se escucharon ruidos en el teléfono y luego
la risilla de una joven

— ¡Hola Guapo! —Musito aun sonriente la chica —Yo si me llamo Gab riella así que no hay prob lema, a mí me pasa lo
contrario a la b ob a de Jess, quiero que Víctor me ate a la cama y me azote como el señor Green.

Edward sonrió, era una sonrisa fresca por la espontaneidad de la chica — ¿Se lo haz propuesto?

— ¡Por supuesto que no!, los papas de Vic son muy creyentes y él cree que eso es pecado —murmuro hastiada
—Quiero sexo salvaje y crudo — trague saliva fuertemente.

— Te pregunto algo —Edward arqueo una de sus cejas, luego que la chica murmuro un adelante — ¿Eres una gatita
salvaje a la hora de intimar? —Sus ojos nuevamente se encontraron con los míos, como si la pregunta también fuese
para mí — ¿O eres una aburrida Koala?

—Bueno, me gusta el sexo —la chica hablo sin tapujos.

— ¿Y a tu novio?

—Tamb ién...

—Bueno mi consejo para que haya una buena relación en la cama entre una pareja es la comunicación, no puedes
pedir un lobo feroz cuando tu no estas dispuesta a ser caperucita —la voz de cabroncito de cuarta salió realmente sexy
tan que, podía caer un jodido meteorito sobre mi cabeza y aun así no lo reconocería.

— ¿Entonces tú me recomiendas que le explique cómo quiero las cosas..?.— se escuchó la voz de la chica.

— ¿Quieres sexo crudo y sin censura? —la chica dio un si eufórico — te daré dos concejos, el primero no creas todo lo
que sale en los libros eso también va para Jess si me está escuchando —más risas— y el segundo, en cuestiones de
sexo nunca se explica —me dio una mirada picara, sensual y malditamente provocadora —el sexo se practica y ya.

—Eres el mejor...

—Por supuesto —Murmuro Edward cínicamente... idiota... — ¿Alguien más quiere hacerme una consulta?

—Varias pero son muy idiotas como para hab lar —resopló la chica — Doctor sex, antes de irme quiero decirte algo... —
La chica tomo aire — ¡Si follas como hab las eres un puto Dios del Sexo! —y con eso colgó.

Una risa fresca se escuchó en la cabina, mientras yo miraba sorprendida... Claro por eso el hijo de puta es como es,
noche tras noche le inflan más el ego — ¿Tu qué opinas Rosalie? —Pregunto Edward divertido

—Nunca he tenido sexo contigo S, —negó con la cabeza —volvemos luego de un bloque musical.

Edward estaba atacado de la risa mientras la cabina se llenaba de música, esta vez no reconocí quien cantaba, pero
me había dado cuenta que la música en este programa tenía que ver con el acto sexual en sí.

— ¿Entonces harás un libro erótico? — Edward me miró fijamente, me di cuenta que estábamos solos.

Me acerque a la mesa aún más —Creo que es por eso que estoy aquí.
—Mmm, me gustaría leer ese libro, parece que no tuvieses mucha experiencia, te sonrojas cuando digo algún
comentario obsceno, estas levemente nerviosa, no te lo digo por cabrón pero deberías replantearte hacer esto si de
verdad no te sientes capacitada para hacerlo.

— ¿Ha escrito usted algún libro doctor Sex? —negó con la cabeza.

—No, pero sé reconocer a una persona, tienes una personalidad extraña para las mujeres de hoy en día, eres
conservadora.

—Las apariencias pueden engañar Doctor Sex, el hecho que no me haya acostado con medio Nueva York, no quiere
decir que soy inexperta.

— ¿Cuándo fue la última vez que disfruto de una buena follada señorita Swan?

— ¿Follar?...

—Sí, follar, sexo rudo señorita Swan, el tipo de sexo que tratan estos libros.

—El sexo sin amor es una experiencia vacía.

—Quizá, pero con o experiencia vacía, es la mejor —me dio una sonrisa torcida, viendo como Rosalie se acercaba a
nosotros, durante el bloque musical Edward respondió varias llamadas sus comentarios fueron jocosos y muy salidos
de tino, como cuando le dijo a una chica que la virginidad era un dinosaurio en la mente de los ingenuos, Rosalie hablo
conmigo sobre el libro erótico del señor Green pero no lo había leído así que no tenía mucho que aportar a la
conversación.

Yo solo deseaba que la entrevista se acabase pronto, Edward siguió con sus indirectas hacia mí y varias mujeres me
hicieron preguntas cuando volvimos al aire, afortunadamente era escritora imaginación era lo que sobraba en mi
cabecita así que pude contestar perfectamente bien las que S no me cortaba o lanzaba uno de esos comentarios con
doble sentido que hacía que me sonrojara… joder yo nunca me había sonrojado.

El programa termino a la una de la mañana ni un minuto más ni uno menos Rosalie y el Doctor Sex se despidieron de
sus oyentes y agradecí el hecho de que nadie pregunto de que iba a ir el libro… Ya que, yo que era la que iba a
escribirlo no tenía ni puta idea como comenzar, Alice entro a la cabina y junto con Rose nos quedamos hablando de un
par de cosas Rosalie pregunto un par más acerca del libro pero Alice salvo mi noche al decir que una vez estuviese
listo ellos serían el primer programa que visitaría, cosa que yo realmente dudaba, no creo que podría estar con ese
idiota una vez más.

Estaba a punto de salir del edificio junto con Alice cuando Seth el chico de los micrófonos llego jadeando hasta
nosotras.

—Señorita Swan, que bueno que no se ha ido —dijo antes de respirar fuertemente y apoyar sus manos en sus rodillas
—Edward me envió a decirle que si bien él nunca ha escrito un libro si ha leído muchos —Lo mire sin entender —dice
que por su profesión le regalan varios y que a usted pueda que le sirva más esto que a él —me entrego un paquete
forrado, tan pronto habían acabado el programa Edward se había salido de la cabina sin decir adiós ni agradecer mi
presencia en el programa de hoy, lo dicho era un hijo de puta.

Tome el paquete dejándolo en la parte trasera de Mickey me despedí de Alice, Jazz la esperaba apoyado en el auto y
cuando ella llego a él la envolvió fuertemente entre sus brazos.

Jasper era alto con un cuerpo muy bien formado ojos azules, piel pálida y cabello dorado, Alice por su parte ya no
usaba botas ortopédicas, sus lentes de pasta gruesa habían sido cambiados por lentes de contacto era de piel
trigueña cabello negro y muy largo llegaba casi a sus caderas de estatura pequeña y complexión delgada, lo que
llamarían una pareja dispareja pero era solo verlos para darse cuenta que ellos en verdad se amaban, deseaba de
corazón que arreglaran su problema de un segundo bebé.

Me subí a mí coche y deje que mi cabeza se recostara en el respaldo mientras daba gracias a Dios que todo había
salido bien.

— ¿Estás seguro que no hay nadie? —Escuche la voz de una chica.

—Rosalie y Emmett tardaran en b ajar, dime ¿te pusiste esa falda para mí? —esa era la voz de Edward, la maldita y sexy
voz de Edward Cullen, deje que mi cuerpo se fuese hacia delante en el auto no podía ver muy bien pero Edward estaba
en la parte de delante de un Aston negro, solo podía ver su espalda y las piernas de la chica que al parecer estaba
sentada en el capo
— ¿Para quién más si no para ti? —la chica acaricio sus cabellos hundiendo sus manos entre las hebras… ¿Ellos no
iban a tener sexo ahí?, O si….

Atónita vi como Edward Cullen bajaba la su cabeza hasta el vientre de la chica mientras ella pasaba sus piernas sobre
sus hombros acariciando con mas ahínco sus cabellos, lo siguiente que escuche fue toda una fiesta de gemidos,
jadeos y maldiciones, no podía ver muy bien pero había que ser muy imbécil como para no saber que Edward Cullen
estaba haciendo sexo oral a esa chica y al parecer por las frases de que ella soltaba no lo hacía nada mal.

Frases como : Tu lengua es exquisita, dame más Edward y otras tantas se escuchaban por todo el sótano de WTF
Radio, mi respiración se volvió errática y me quede como una idiota viendo como ese hombre tomaba a la mujer desde
atrás sin quitarse una sola de sus prendas de vestir y gimiendo ambos como unos perros en época de apareo, un
dolor extraño se situó en mi vientre bajo, nunca en mis veintiséis años de vida había visto una película porno pero
estaba segura que no era muy diferente a lo que pasaba a unos cuantos autos del mío, junte mis piernas creando una
deliciosa fricción, mientras escuchaba a Edward maldecir hasta que de su garganta broto un grito salvaje, los ruidos
dejaron de escucharse luego de unos minutos , sentí como las puertas de un auto eran abiertas y luego cerradas, me
agache aún más en el coche, lo último que quería era que él supiera que lo había visto, el Aston paso frente a mi auto
deteniéndose y mirando con disimulo, a pesar de la poca luz pude ver como su sonrisa torcida y reluciente se formó en
su rostro y luego arranco.

Mi corazón latía como mil caballos a galope, sentía mis pezones duros y una incomodidad extraña en mi vientre bajo,
Alice me había comentado una vez que cuando probabas el sexo el cuerpo te lo pedía, ¿a esto era lo que All se refería?,
negué con la cabeza y encendí el radio necesitaba llegar a casa…

Llegue a casa rápidamente necesitaba un baño de manera urgente, aliviar la sensación de calor que había dejado en
mi vagina el escuchar a esa mujer gemir como una loba, baje de Mickey tomando el paquete que Seth me había
entregado, era un libro eso era seguro, llegue al departamento abriendo el paquete rápidamente.

El Kama Sutra... El imbécil me había dado el Kama sutra, tenía un Post It pegado con cinta adhesiva que decía:

Querida Bella,

En ocasiones hay que ayudar a la creatividad. El sexo es como jugar al póker, si no tienes un b uen compañero, más
vale que tengas una b uena mano. Un b uen incentivo puede darte la ecuación perfecta, un manual nunca está de más,
le dará a tu lib ro mayor credib ilidad, Este regalo es para ti, algo intelectual para expandir tu mente, para ejercitar tus
sentidos.

Estaba enojada conmigo por idiota, con el cabroncito de cuarta por retarme, si tenía dudas sobre escribir ese libro ya
no las tenía, nunca nadie se había metido con mi carrera y Edward Cullen no sería el primero, había luchado mucho
para llegar al lugar en donde estaba e iba a demostrarle a ese hijo de puta de que madera estaba hecha Isabella
Swan. Mi laptop descansaba sobre la mesa del comedor así que la abrí encendiéndola y googlee la palabra mágica
BDSM.

Entre a un par de blogs que hablan del tema sin tabú ni vergüenzas... leí un rato sin importarme la hora, habían todo
tipo de imágenes, ¿que pueden encontrarle de sexual a que un hombre te golpee? de dónde yo vengo eso se llama
violencia domestica... Leí un relato de un chico que contaba su experiencia como sumiso, suspire fuertemente, abrí una
hoja de Word, era el momento de comenzar…

Puedes hacerlo Bella, me dije a mí misma…

Mi cabeza es un lienzo en blanco...

Golpee mi frente con el borde de la mesa y suspire fuertemente.

¿A quién engaño? el maldito tiene razón este libro me va quedar muy grande.

Tome el celular y marque a la única persona que sabía me ayudaría — Garrett —le dije fuertemente ya que al parecer
por el ruido que lograba escuchar él se encontraba en alguna fiesta.

—Bellis Bells —odiaba que Garrett me llamase así, por lo general lo hacía cuando tenía varios tragos encima por lo que
no le preste atención.

—Esta mañana cuando nos vimos en la oficina de Aro, volviste a decirme que hablarías con tu amigo y te dije que no.

— ¿Camb iaste de opinión? —me pregunto rápidamente.

Exhale fuertemente — Sí, — revolví mis cabellos — Acepto la ayuda teórica de tu amigo pregúntale si podemos vernos
mañana —escuche la voz de una mujer en la línea y a Garrett reírse —necesito que estés en la reunión, dile que escoja
la hora sabes que tengo tiempo.

—Vale preciosa le diré — colgó, resople frustradamente y apague la laptop caminando hacia mi habitación necesitaba
irme a dormir así olvidaría el imbécil de Cullen.

Desperté de mucho mejor humor, me hice unos huevos revueltos con tostadas y desayune lentamente mientras
miraba los correos que me habían llegado, tome mi celular y le envié un mensaje a Bree

Buenos días, espero hayas podido dormir b ien.

Bella.

No hubo contestación de su parte iba a darme una ducha y a seguir investigando sobre todo lo referente a literatura
erótica cuando un mensaje de Garrett se escuchó desde mi contestador.

Brují Bells

Masen dice que puede ayudarte que mañana en el Corner Bistro ya que le queda cerca de su consultorio que escojas la
hora y me la comuniques… Sí, lo sé, soy el mejor y me amas.

Tome la guía telefónica e hice una rápida llamada al restaurante había ido allí una vez junto con Alice y Jasper, con la
reservación lista me fui, tome el celular y teclee:

Corner Bistro mesa para tres a las 8 pm, puntualidad vamos a hab lar de trab ajo, b esos y espero que hayas usado
condón… B.

Con diez minutos de anticipación llegue al restaurant, me sentía muy nerviosa y casi desnuda, sin duda haber llamado
a Alice para que me ayudara con lo que iba ponerme para esta cena no había sido buena idea, después de
convencerme de enfundarme en este micro vestido y colocarme estos zapatos de muerte de los cuales estaba segura
que me arrepentiría mañana, me saco del departamento y prácticamente me escolto hasta la entrada del Corner Bistro.

—Reservación a nombre de Volterra Editores —dije a la señorita del mostrador, ella hizo una llamada y un chico
bastante joven llego hasta mí escoltándome hasta mi mesa... Mi celular vibro y lo saque de mi cartera de mano
rápidamente.

Muñeca, hab le con Alice sé que tuviste un día de mierda, y lamento esto pero estoy algo ocupado —Con un par de
piernas, pensé— he hab lado con Masen y me dijo que se comportaría, está dispuesto a ayudarte con todos sus
conocimientos... Será cab rón, el mendigo Masen puede ser algo petulante pero el homb re sab e lo hace y hab la... Te
quiero Bellis Bells hab lamos mañana.

Suspire frustrada tratándome de no enojarme con Garrett, era viernes obvio que estaría ocupado con algo, mis manos
empezaron a sudar, como siempre cuando el nervio me ganaba, saque un pañuelo de mi cartera y lo apreté entre mis
manos justo antes de escuchar aquella aterciopelada voz... Aquella jodida y aterciopelada voz.

— Señorita Swan —Murmuro la voz que inmediatamente reconocí como Cullen el cual me observaba con una sonrisa
torcida.

Bufé, él no tenía que saber que su sonrisa derretía mis bragas... —Espero a alguien doctor Cullen. —lo corte.

— ¿Tiene una cita señorita Swan? —su voz fue burlona, maldito hijo de puta.

—Es una cita de trabajo — ¿por qué demonios le estaba dando explicaciones?
—Y supongo que para una cita de trabajo —Miro mis pies enfundados en los zapatos negros de charol, subiendo su
vista por mis piernas, mis muslos... Santo Cristo, me sentía desnuda ante su mirada —usted se viste mejor que para
una entrevista radial. Espero le haya gustado mi regalo.

Respire fuertemente cerrando los ojos y contando hasta diez, cuando los abrí la burla bailaba en los ojos del cabroncito
de cuarta, iba a mandarlo al infierno cuando lo vi sentarse en la silla frente a mí — ¿Qué hace? ¿No ve que espero a
alguien? — dije exaltada.

— Lo sé — paso las manos por su cabello desordenándolo un poco — Edward Masen Cullen, amigo de Garrett, —
extendió su mano hacia mí con sorna mientras sentía como mis ojos se abrían lentamente.

No puede ser posible...

Por varios minutos el silencio reino en el lugar estábamos en un apartado bastante alejado de las demás mesas —
Esto es un error — murmure levantándome de la silla, ¿Cómo no pude sumar dos más dos? era obvio que Garrett
conocía a este hijo de puta.

—No es un error pedir ayuda señorita Swan —su voz... Era tan suave y tan caliente cuando quería.

—No necesito su ayuda señor Cullen —refunfuñe.

—Isabella, Isabella —hizo una seña llamando al mesero que llego hasta nuestra mesa —ya que estamos aquí... —Alzo
una de sus cejas y su brillante sonrisa volvió al ataque mientras el mesero nos daba la carta.

—No voy a quedarme —le dije dándole mi mejor mirada altiva.

—Tú te lo pierdes preciosa —me giño un ojo— Por el momento tráiganos una botella de Merlot —el mesero asintió
antes de alejarse, su rostro tenia ahora esa mueca burlona que estaba empezando a odiar —El sexo forma parte de la
naturaleza. Y yo me llevo de maravilla con la naturaleza, creo que podría ser muy útil para tu libro, Garrett me comentó
que eras bastante casta.

—Como ya le comente no necesito haberme follado a medio Nueva York para saber escribir señor Cullen soy escritor...

—El sexo no es una historia para contarla, hay que vivirla señorita Swan, estoy dispuesto a sacar parte de mi tiempo
para ayudarla con su libro, solo cenemos y hablemos.

—Se contradice señor Cullen —dije sentándome, —Dice que el sexo debe practicarse y no explicarse —El mesero
llego descorchando la botella de vino, sirvió una copa a Edward quien la cato gimiendo bajo y alabando el vino, Edward
tomo la botella diciéndole al mesero que lo llamaríamos cuando estuviéramos listos para ordenar, con un
asentimiento el chico se retiró —más sin embargo usted —tome mi copa llevándola a la boca y sintiendo el dulce
sabor del vino bajar por mi garganta —dice que sacara de su tiempo para ayudarme con el libro.

— ¿Tiene novio señorita Swan? —Preguntó alzando la carta y mirando los platos que el restaurant ofrecía.

—No acostumbro hablar de mi vida privada —respondí tajante.

—Eso es un no —Aun no me miraba, pero mis ojos sí que lo estaban observando, Edward tenía un traje de diseñador
de color azul eléctrico, no tenía corbata y su camisa blanca tenia los primeros botones desbrochados mostrando la piel
de su pecho — ¿ le gusta lo que ve? — su ceja se arqueo mirándome sobre el menú del restaurante.

¡Mierda!... debía dejar de mirarlo como si fuese una quinceañera— Eso es un…

— ¿Algún amigo con beneficios? —Su mirada volvió a enfocarse en el menú frente a él.

— ¡Señor Cullen yo-

—Yo no he hablado en ningún momento de explicarle acerca del sexo —volvió a interrumpirme, como que ya se le
estaba haciendo costumbre —yo, gentilmente, como el humano caritativo que me caracteriza acepto ayudarle con su
libro, pero con una condición.

— ¿Condición? —Pregunte confundida— si quiere parte de las regalías del libro eso tendrá que negociarlo con los
abogados de Volterra editores yo simplemente-

— ¿Siempre habla tanto señorita Swan? —Coloco la carta en la mesa y sus ojos verdes brillaron maliciosos —No
necesito dinero… ¿Usted no sabe quién soy yo?
Un hijo de su puta madre, con una sola neurona, cínico, arrogante, gilipollas, capullo, Cabron… Y puedo Seguir…

— ¿Ha escuchado de la clínica de fertilización Otra Oportunidad? —Asentí, Jessica una amiga de Alice había
conseguido quedar embarazada en esa clínica —Soy el socio mayoritario de esa clínica —El aire me salió de los
pulmones —soy psicólogo graduado de la universidad de Cambridge con un máster en Sexología, fui maestro en la
universidad de Nueva York, tengo mi propia consulta ya que soy terapista de pareja y un programa radial en la noche
que mantiene altos niveles de sintonía… ¿Cree usted que yo necesito dinero? —Alzó una de sus cejas
socarronamente.

—Ehh, pues… Este…—tartamudeé tontamente.

—Usted me parece una mujer… delirante — ¿Qué mierda quería decir? —Y muy inteligente, no es dinero lo que quiero
de usted... —Su mirada se oscureció parecía peligroso y oscuro.

— ¿Entonces?...

— No ha contestado mi pregunta señorita Swan… ¿Tiene usted algún amigo con beneficios?

Estaba confundida, casi mareada… — ¿Qué tiene que ver el hecho que tenga algún tipo de relación con que usted me
quiera ayudar con mi libro? —Edward se acercó peligrosamente colocando sus manos en la mesa e impulsándose
más cerca de mí, su fragancia fresca se coló por mi nariz… ¡Jesús si sudado olía jodidamente bien, fresco como una
lechuga olía mil veces mejor!

—Creo que es claro lo que quiero —su rostro quedo a centímetros del mío, su voz bajo drásticamente —Quiero
arrastrarla hasta la cama, sentir su cuerpo temblar bajo el mío mientras lo incendio hasta que el clímax arrase con su
voluntad, quiero follarla hasta quedar agotados, hacer que su pulso se acelere mientras siente que el aire le falta, que
su cuerpo va explotar en miles de partículas y va a quedar tan jodidamente saciada que suplicara por mas… Te quiero
a mi disposición Isabella Swan, cuando quiera, donde quiera y a la hora que quiera… A cambio te daré el mejor libro
erótico que algún puto autor haya publicado en su jodida vida.

Corro a esconderme Joder!, este hombre es muy muy malo con mi pobre corazón ni hablo de mis bragas eso existe?,
bueno chicas les dejo el capi 2 de Enseñame, espero les haya gustado mil gracias a todas aquellas que comentaron
en el cap pasado, uno no escribe por revs pero son los que nos dice si estamos haciendo algo bien e interesante o si
estamos perdiendo el tiempo, tambien nos animan bastante a seguir GRACIAS

LAUCAMI -Solciito Pattinson -CaroZapXD -LuluuPattinson -Gretchen CullenMasen -nesines -daiu amico -Liz PattStew-
Cullen 39 -jupy -Aya-Takemeaway -ashleyswan -dracullen -galadrielcullen -Eva Runner -yolabertay 3-Beastyle-
ALEXANDRACAST-Lunis Sanz -anamart05 -Gabichu -bella-maru -Coco cullenswan-Angie Cullen Lutz -Erim -TaNiiaGG -
Neily Pattz -zujeyane -felicytas -Melyna-Ortiz -Deathxrevenge -mvfap18 -luzdeluna2012 -michiscullen -Eriterelf Oliuga -
michiscullen -Orisweetcullen -michelle -Paola-any0239

Besos Aryam.
*Chapter 4*: Acuerdos
Los personajes de Crepúsculo son propiedad de Stephanie Meyer, todo lo que sucede en esta historia me pertenece…

Mi beta es maravillosa y la amo gracias Gine por estar para mi y corregir este capítulo sin importarle el demonio de
la mala redacción que tomo mi cuerpo mientras lo escribía, a mis chicas de Twizone que son mi barra de
animadoras y el Harem del doctor Sex jajaja la que quiera ser parte avise, a Juliisa mi peque hermosa y Angie a mis
Eve y a mi osa cariñosa Salem.

Capitulo dedicado a Maru.. por su cumple!

Voy a ser tu pesadilla de noche y de día

y tú me dirás, eres toda mi vida;

no digas que no, aún no has estado aquí...

En la Cama

Clara Rojas

…Acuerdo…

Petrificada... Esa era la palabra que mejor me definía en este momento, sentía mi corazón tronar en cualquier lugar de
mi cuerpo menos en mi pecho, obstaculizaba mi garganta para respirar, latía desesperadamente en mis oídos y mi
pecho estaba paralizado... ¿mis bragas? ¿Cuáles bragas? estaba segura que se habían desintegrado mientras la
verborrea de Masen, Cullen o como fuese que se llamase el maldito cabron rondaba mi cabeza, sus palabras
resonaron como un siniestro eco en mi mente, doctor Sex había dictaminado mi sentencia:

"Te quiero a mi disposición Isabella Swan, cuando quiera, donde quiera y a la hora que quiera…"

Era un maldito hijo de puta y un desvergonzado, tendría que someterme a él, como una vil prostituta y el solo
pensarlo…, me causaba asco, la situación me superó. Mi mente ya no procesaba bien, vi todo rojo, no sé el tiempo
trascurrió en cámara lenta, o rápida... ¿Quién diablos sabia? Me puse en pie y arrojé el contenido de mi copa sobre el
rebelde, sexoso y aparentemente suave cabello del doctor Sex.

— ¡No soy una cualquiera! —grite un poco más alto de lo normal atrayendo varias miradas curiosas, y me acerque a un
estupefacto Edward Cullen —puede meterse su putos conocimientos donde mejor le quepan —Coloque la copa vacía
en la mesa y salí del restaurante enojada, ¡ese hombre no podía estar hablando en serio!, yo era una escritora
reconocida no una puta y menos una niñita tonta que se deja llevar por algo lindo, conduje hasta casa pensando en su
"propuesta"…

Subí las escaleras demasiado molesta como para esperar el elevador, me sentía humillada y pisoteada ¿creía el que
yo era como la chica en el estacionamiento? ¿Cómo se atrevía a compararme con...?

Respire profundamente antes de abrir la puerta de mi departamento, ahora que Bree no estaba me sentía sola, era
bueno que hubiese otra presencia aquí, había estado enviándole textos durante el día, pero ella simplemente no quería
hablar conmigo.

Deje el bolso en el sofá y me quite los tacones los odiaba, no había nada más gratificante que unos buenos vaqueros y
unos confortables converse o zapatillas de deporte. Camine hasta la cocina y busque los ingredientes para prepararme
un emparedado, gracias a la broma del idiota, mi cena había sido arruinada.
Sentí el celular sonar, pero no estaba de humor para hablar con nadie, ni All, ni Garrett, en último momento pensé que
quizás podría ser Bree por lo que corrí a alcanzar mi bolso, sin éxito la llamada se había ido a buzón, revise quien había
llamado pero no era Bree, era Garrett.

No tardo mucho para que el teléfono de mi departamento empezara a sonar, sabía quién era y la verdad no tenía ganas
de hablarle.

Al no tomar la llamada, ésta fue direccionada inmediatamente al buzón de voz —Isab ella Swan sé que estás ahí, así
que contesta el jodido teléfono —la voz de Garrett se escuchaba enojada —Acab o de encontrarme con Masen, joder
Bella él era una de las pocas persona que conozco que podía ayudarnos y tú le vaciaste una copa de Merlot en la
cab eza, metete con lo que quiera ¡pero no con el cab ello de jodido Masen! —bufo— Joder tengo mis esperanzas y
parte de mi trasero puestos en ti y no puedes...

Sentí la ira recorrer cada una de mis terminaciones nerviosas, camine a paso veloz hasta llegar al aparato — ¡Eres un
pedazo de mierda hijo de puta!.. —Grite explotando desde que Masen me había hecho su "propuesta" —Te despido
maldita sea, ve a buscar a quien joder a otro lado Garrett Sanders no solo tu trasero está en juego aquí, ¡esta también
el mío! —colgué, sentía la rabia burbujear en mi interior quería matar a alguien y ese alguien tenía nombre y apellido
propio... Edward Masen Cullen.

El teléfono sonó un par de veces más pero lo ignore, lo mejor era comer, tomar un baño e irme a dormir... Sí, ese
mismo sería el orden.

Volví a la cocina y, como ya no tenía hambre saque el jugo de naranja y me tome un vaso, sentir el líquido frio bajar por
mi garganta me relajo, respire fuertemente recordando los ejercicios de relajación.

Eso es Bella... Inhala negro y exhala rosa, Edward cabrón de cuarta, hijo de puta, imbécil, arrogante, patán, voz moja
bragas no existe...

Con la mente menos nublada por la rabia me dirigí a mi habitación, me quite el vestido y camine hasta el baño
llenando la tina con agua tibia, quitando mi ropa interior, cuando el agua hizo contacto con mi piel, me olvide de todo.

De Garrett y su maldito reclamo, de Aro y su grandiosa idea de que YO, Bella mogigata Swan escribiese un libro porno y
de Edward Masen y su propuesta para ayudarme...

Salí del baño media hora después cuando la piel de mis dedos se arrugo, deje caer la toalla y busque una de mis
camisolas, Hello kitty me acompañaría esta noche, hacía frio así que también tome las pantuflas de Winnie Pooh,
podían hacerme ver como una niña pero esos dos habían sido el último regalo que Charles me había dado,
necesitaba la tranquila presencia de mi abuelo en este momento, mi estómago rugió así que decidí retomar la
elaboración de mi emparedado, cuando pase por la sala vi como la luz roja de mi BlackBerry parpadeaba levemente, lo
tome del sofá para encontrar dos mensajes.

El primero era de Bree...

Bien, ab urrida me han dicho que podemos tener visitas los sáb ados son de 2:00 pm a 4:00 pm, por si quieres venir.

El segundo, Garrett...

Ok, acepto que me he exaltado pero que Masen llegue cub ierto de vino, histérico como un maldito león no me ha
ayudado mucho a controlar mi carácter, las cosas no me salieron como yo pensab a, ahora te voy a hacer la pregunta
del millón de dólares... ¿Qué demonios vamos a hacer?, confió en ti lo hago, pero no estas preparada para escrib ir
sob re este tipo de historias. Sea lo que decidas te apoyare lo haremos juntos nena... Recuerda que te quiero.

El celular sonó en mis manos, pero lo ignore nuevamente.

No quiero hab lar contigo, no hoy... Buenas noches Garrett —respondí tajante cuando el teléfono dejo de repicar,
esperaba que mis buenas noches le hiciera entender que no quería ni textos ni llamadas de su parte.

Estaré ahí Bree, ¿Necesitas que te lleve algo?

Bree no contesto y mi sueño se había ido a pasear, eran apenas las 10:00 pm así que busque mi laptop y la encendí,
mientras cargaba estaba pensando seriamente en ir a la oficina de Aro el lunes a primera hora y explicarle mis razones
para no escribir sobre este tema, Tentación tenía poco tiempo en venta y yo debía tomarme un respiro antes de
empezar con mi nuevo escrito.

Hilos del destino.


Aun no tenía bien descrita la trama pero sabía que ella llegaría a mí como habían llegado las demás.

Comí lentamente el emparedado de atún que había optado por prepararme y cerré los ojos dejándome llevar.

¿Qué me diría Charles en este momento...? Sabía lo que me diría.

Lucha Isab ella, yo sé que puedes...

Lo intentaría, lo intentaría durante el fin de semana y de no lograrlo entonces hablaría con Aro para que me buscase
ayuda... Isabella Swan no se rinde...

Instalada en mi computador decidí abrir mis favoritos encontrándome con las páginas que había visto ayer por la
noche, la cantidad de relatos que podían encontrarse de este tema eran barbaros.

Decidí empezar por el principio.

"Definición de BDSM"

Wikipedia es de mucha utilidad, devoré cada coma, cada punto, blog, página de internet que al tema se refería...
Suspire resignada antes de caminar a la cocina y buscar la cubitera de hielo... Mala manía, escribir mientras el hielo se
derrite en mi boca, aunque eso me cause múltiples disgustos con Marcus mi dentista cada vez que voy a verlo, y
aunque evito morder el hielo ahora estoy demasiado embotada como para dedicarme a chupar.

Googlee: lib ros eróticos.

Con asombro veo que no solo la asombrosa historia del señor Green es la única en ese rubro, hay muchos y todos con
una misma característica.

Hombres torturados, jodidos hasta el extremo que se creen los amos del puto universo y tratan a sus mujeres como
putas.

Resople peinando mi cabello con mis manos antes de entrar a un blog y leer las reseñas de otros libros.

Todo este tema me tenía realmente aturdía, ¿Por qué las mujeres de hoy en día no piensan en el amor bonito?...
Suspire apesadumbrada mientras maldecía a Aro, y su maldita editorial, los hielos se me han agotado y estoy en un
punto de tanta presión que por poco bajo a la droguería de enfrente a comprar una bolsa nueva pero sé que si hago
eso Marcus va a matarme.

Me sentía frustrada con todo este tema a pesar de haber hecho varias anotaciones para el libro, tips que he visto en
repetidas ocasiones.

Uno: Para que el libro sea un hit el tipo debe haber sido violado o abusado de niño.

Dos: Debe ser rico, (para que pueda ser el amo del universo).

Tres: La chica debe ser pura e inocente, que se muerda el labio, se sonroje y este locamente enamorada de él.

Cuatro: Debe ser dominante y de aura oscura o enigmática.

Cinco: Al final el amor debe brotar... por cualquier parte.

Y Seis... Debe darle una palabra de seguridad para los castigos, que son dolorosos y terminan con folladas
espectaculares…

¿Podía con esto...? Como que me llamo Isabella Swan que podía con esto, mi carrera era mi todo, mi vida y mi única
ilusión y si para mantenerla a flote debía escribir sobre este tema lo haría.

Suspire fuertemente dejando mi espalda chocar con la silla, tenia que haber alguna solución las escenas de cama no
eran mi fuerte, abrí una ventana más rápidamente iniciando una nueva búsqueda "Videos Porno"

Al notar la absurda cantidad de páginas que mostraban videos entendí porque la gente se pegaba al internet y es que
habían tantos, abrí la primera web que aparecía en el buscador, había visto porno algunas veces cuando Alice y yo
éramos adolecentes, pero esto era diferente…

Sentí como tocaban mi puerta y por un segundo mi mirada se enfoco en ella como si así pudiese abrirla, eran un poco
más de las 11 de la noche y el único que podría estar a esta hora en mi puerta seria Garrett, respire profundamente ya
que no quería discutir con mi mejor amigo, así que me quite los lentes dejándolos en la mesa y me levante para abrirle
la puerta.

Esperaba ver a cualquier persona… incluso un jodido marciano, a quien fuera, pero no a él.

—Te encontré —Su voz fue suave, ronca y malditamente sensual, estaba preparando mi diatriba mental pero antes de
que pudiera decir algo él me agarro por los hombros pegando su cuerpo al mío y empujándome dentro del
departamento, sus labios atacaron los míos rápidamente mientras sentía mi espalda moldearse a una superficie dura.

¿Cuantas veces había besado en esta vida? ¿Seis? ¿Siete? ¡No importa!

Este hombre sabe como mover la lengua, su solo beso me llevo en un viaje directo al borde de la locura.

—Eso que sientes —su voz era ronca sus labios descendieron por mi cuello —Esa ola de placer inconmensurable —
pego su cadera a la mía las mías mientras sus manos acariciaba mis muslos descubiertos.

¡Mierda, mierda, mierda!, necesito detenerlo ¿Cómo detienes a un hombre que pesa el doble que tu? Que te tiene
arrinconada entre la pared y fu férreo torso, que te ha abierto las piernas manteniéndolas separas por una de sus
rodillas y que a parte a aferrado tus brazos por encima de tu cabeza.

Eso es más difícil que Tom Cruise en Misión Imposible.

— Eso pequeña… —de pronto sentí como su boca aprisionaba uno de mis pezones por encima de la tela
¡DETENGALO ALGUIEN MALDITA SEA! —Es excitación —Mordió mi pezón tirando de el... voy a morirme, necesito aire, o
mis pulmones colapsaran —comienzas a sentir como el clítoris se te retrae, —su rodilla acaricio mi centro—tu vagina
se contrae, todo esto al tiempo que tu corazón se acelera y los vasos sanguíneos se dilatan, —en medio de su plática
pude sentir su fuerte erección en sus pantalones. —Te deseo como un maldito maniático Isabella Swan, y estoy
seguro como de que arderé en el maldito infierno que no eres un koala aburrido, eres una maldita pantera en la cama
—"Te llevaras una gran decepción chico" —tu sexo huele muy bien Bella —culmino su frase con un bajo y
malditamente sensual jadeo al mencionar mi apodo, y que el infierno me lleve si sus palabras no eran lo más excitante
que alguna vez me habían dicho, alejo sus caderas sin soltarme acariciando mis pechos con su mano libre, sé que
debería detenerlo pero no quiero, me estoy comportando como una puta pero no me interesa, mis ojos se encontraban
fuertemente cerrados y solo me estoy dejando llevar por la sensación de asfixia, sentí como sus dedos se colaron por
mis bragas acariciando mi clítoris que dolía espantosamente, mientras sus labios continuaban devorándome, dos de
sus dedos jugaban en mi entrada sin introducirlos solo tanteaba y volvía a mi clítoris —Abre los ojos muñeca, ábrelos
quiero ver como tus ojos se encienden cuando sientas tu primer orgasmo —introduce uno de sus dedos suevamente
en mi interior, sentía mi cuerpo tensionarse mientras Edward mordía mi barbilla —Grita nena... —Lo introduce un poco
más y se detiene... abrí mis ojos instintivamente sin entender por qué se detenía, quedé prendada observando sus
verdes orbes que parecían taladrarme—Nunca has estado con un hombre… —no es una pregunta, ya que sono mas
como una confirmación.

— ¿Cómo... —

—Soy sexólogo —curvo su sonrisa abandonando mi interior... —estás tan estrecha nena… No te imaginas cuantas
veces he deseado follarte Isabella... Puedo deshacerme de la membrana inservible ahora —su mano se encontraba
en mi pecho nuevamente y sentía como clavaba sus caderas contra las mías… Estoy jodidamente caliente... y suspire
aliviada al notar que él no estaba muy diferente a mí.

— ¿O puedo deshacerme de ella mañana? cuando vayas a mi departamento… —su voz sigue siendo baja y
estimulante —Piénsalo nena el mejor puto libro de la historia a cambio de tu cuerpo desnudo en mi departamento
cuando yo te lo pida... Ahora te hare llegar preciosa —sus labios atacaron los míos nuevamente... sentí como me volvía
una jodida marioneta en sus manos, que el corazón se me iba a salir de la boca y cuando sus dedos pellizcaban mi
pezón derecho tan fuerte el tsunami de placer se derramaba en mi interior haciéndome gemir como una maldita mujer
de la noche terminando laxa entre sus brazos.

Joder, así que eso era un orgasmo...

Edward volvió a besarme esta vez mas suavemente, estaba demasiado cegada como para oponer resistencia a algo,
mi cuerpo se sentía relajado al máximo y él mantenía sus manos debajo de mi trasero.

—El placer físico tiene como resultado la secreción de endorfina, esa es la sustancia que aporta una sensación de
relax y bienestar, es por eso que sientes que tu cuerpo está un poco mas pesado de lo normal —dijo mientras me
posaba en el sofá —tengo un programa que grabar, así que vengo por ti mañana a las cuatro —se giró para irse,
respire profundamente intentando contener el aun martilleo de mi corazón.
—No te he dicho que acepto-

Edward se giro mirándome, su sonrisa ladeada se asomo en una esquina de su rostro mientras me mostraba sus
dientes, se acerco a mi computador y... No... No... No ¡aléjate de ahí! —Si quieres seguir viendo este tipo de porquerías,
seguirás negándote a mí, el porno no es malo, pero es demasiado fantasioso, no obstante conmigo tendrás realidad,
el sexo es una emoción en movimiento.

—No quiero sexo sin amor... es algo vacío y hueco —dije levantándome del sofá —mis piernas temblaban aun —así
que mi respuesta sigue siendo no.

— El sexo libera tensión; y el amor la genera señorita Swan.

— ¿Siempre piensas en sexo? —Contraataqué arqueando una ceja.

—En la vida hay dos cosas importantes: una es el sexo, y las demás no tienen importancia, hasta mañana a las cuatro
señorita Swan, usa algo lindo no vaqueros y camisas de abuela, tienes tiempo de ir a un spa y que te depilen, me
gusta la línea del biquini pide ese, quizás me animo y te doy tu primera clase —me giño un ojo antes de salir del
departamento.

Cabrón ¿qué pasaba con ese hombre? apenas hacía unos días que nos habíamos encontrado en el elevador y ni me
había prestado atención.

Me deje caer nuevamente en el sofá, no era muy experta en esto de orgasmos y temas eróticos pero ese hombre me
había hecho ir al mismísimo cielo.

Mi celular sonó y lo tomé pensando que sería Bree...

A las cuatro pasare por ti, usa ropa sexy si no tienes cómprala luego que salgas del spa, compra muchas b ragas... Amo
romperlas…

EMC

Si Masen creía que por darme un maravilloso orgasmo yo iba a darle mi cuerpo estaba muy equivocado, así que hice lo
que mejor se hace en estos momentos… Hui.

Fui con Bree el sábado, digamos que nuestra relación no avanzo mucho pero le lleve cosas suficientes como para
sobrevivir esa semana, cuando salí del colegio conduje a Mickey hasta el aeropuerto y tome un vuelo a la Florida
necesitaba unos días de paz y tranquilidad, llame a Aro y a Garrett y les explique donde estaría, necesitaba inspiración y
nada mejor que ir a Florida a ver hombres semi desnudos en la playa.

Ocho días en South Beach y tenia el tema perfecto para empezar a escribir, relajada y ligeramente bronceada regrese a
Nueva York con energías renovadas y ganas de comerme al mundo.

Garrett me había llamado temprano así que iba con Mickey en dirección a su casa mientras cantaba Adicted to you de
Shakiraa todo pulmón, al menos ya tenia el titulo y mas o menos idea de lo que iba a tratar, el típico niño rico que
queda huérfano de pequeño y pasa por muchos traumas en su infancia por azares del destino conoce a la chica
inocente y se obsesiona con ella y ella de idiota se enamora de él… Sí, más de lo mismo, pero no había nada que
pudiera hacer, era lo que le gustaba leer a las mujeres hoy en día.

Baje del coche colocándome los audífonos y mi gorra… Este era mi estilo e iba a morir así, que importaba si a ese
cabrón le gustaba o no, acomode mis lentes negros y entre al edificio saludando a Quil, el ascensor llego rápidamente
y me adentre en el dejando salir el aire de mis pulmones cuando se cerro sin interrupción, pero bufe cuando me llevo
al sótano… Odiaba eso, me concentre en mi IPod cambiando la música hasta dar con Beautiful liar me pegue a la
pared de metal escuchando a dos diosas de la música interactuar, el ascensor se detuvo en el sótano y se abrió
mostrándome a Edward Cullen en todo su esplendor.

Estaba perfectamente vestido en un traje gris humo de tres piezas, estaba hablando por celular pero su mirada se
tranco en la mía sin responder a quien le estaba hablando, pude ver como su rostro pasaba del asombro a la irritación
y antes que pudiera hacer algo Edward ya me tenia aprisionada entre su cuerpo y la pared del elevador, sus labios
atacando los míos tan violentamente que apenas tenía espacio para respirar.

Dios mío ¿por qué este hombre tenía el poder de someterme a su voluntad…?

— ¡Huiste! —exclamo con voz gruesa y atronadora, soltándome como si tuviese peste ¿ahora era bipolar también? —
¿Dónde demonios te habías metido? —Murmuro entre dientes deteniendo el elevador.

— ¡Qué diablos crees que ha-

—No juegues conmigo Isabella Swan —las aletas de su nariz se contraían rápidamente —tengo el poder para hacer
que tu libro sea una jodida obra de arte o hundirlo en la mas profundas de las miserias literarias… No me provoques y
contesta de una buena vez ¿Por qué incumpliste nuestra cita?

—Aguanta tu corrida toro, —murmure irónica —primero ¿Quién diablos te crees para tratarme así? Segundo no me
amenaces Edward y tercero ¿por qué demonios tengo que darte explicaciones de lo que hago con mi vida?

Lo vi apretarse fuertemente el tabique antes de recostar su espalda a la cabina metálica, pasó sus dedos por sus
cabellos y respiro fuertemente.

— ¿Por qué incumpliste mi cita? —murmuro levemente.

—Porque me trataste como una puta y no lo soy Edward, me hiciste sentir sucia.

—El sexo es sucio cuando no se hace bien…

—A eso es a lo que me refiero —le dije exaltada—todo tu eres solo sexo, sexo y más sexo, lo haces ver como algo vital.

—Es algo vital.

—No para mí —respondí rápidamente.

—Porque no lo conoces Bella, el sexo es como una droga una vez que lo pruebas tú cuerpo pedirá su dosis.

—Porque yo…

—Porque te deseo desde hace mucho tiempo —murmuro.

—Si, ese chiste estuvo muy bueno —sonreí sarcástica.

—No es una broma —su rostro estaba serio.

— ¡Por Dios! —Grite— Nos vimos hace una semana en este mismo ascensor y me ignoraste.

—No lo hice, traías unas converse blancas, una gorra de los Lakers bastante sucias, unos vaqueros que parecían
adherirse a tu piel y una camisa tan traslucida que podía ver las puntas de tus pezones erguidos para mi.

¡Mierda! La forma como lo había dicho no solo había hecho que las puntas de mis pezones se irguieran para él
nuevamente, sino que mis bragas estaban desasiéndose…

—Quiero follarte Isabella, si antes tenia muchísimas ganas de hacerlo descubrir que fui el primer hombre que te ha
acariciado me hace estar hambriento por ti, es solo recordar lo bien que te sentías alrededor de mis dedos que me la
pone dura de inmediato —Maldición alguien tenia que callarlo o iba a follar con él si volvía a pedírmelo.

—Destraba el ascensor Edward…

—No hasta que me respondas.

—No voy a follar contigo —dije tajante mientras me reprendía por mentirosa, durante mi estadía en Florida fueron varias
las noches en las que mi mente recordaba una y otra vez el pequeño encuentro que habíamos tenido en mi
departamento, mi cuerpo entero se calentaba al recordar la forma en como él me hablaba y las sensaciones que me
recorrían.

—Bella… —mi nombre salió de sus labios de forma agónica.

—Destraba el ascensor —sentencie una vez más, necesitaba respirar algo más que la exquisita loción de Edward
Masen, lo vi moverse para apretar el botón pero su cuerpo se tambaleo y él volvió a apretar su cabeza —Edward —su
rostro estaba pálido, lo tome de las solapas del saco justo cuando pensé que iba a caerse —Edward si es un juego no
me parece gracioso —sentencie.

—Solo unos minutos —dijo pegado a mi… —Unos minutos —gimió de nuevo agarrándose la cabeza, lo sentí respirar
lenta y profundamente antes de separarse de mi y volver a recostarse en el lado opuesto de la cabina con los ojos
fuertemente cerrados y apretándose la sien.

— ¿Te encuentras bien? —sabia de antemano que no lo estaba, su piel estaba tan blanca como la cal.

—Estoy bien —exhaló— dime que por lo menos lo reconsideraras, puedo ayudarte.

—No estoy dispuesta a pagar el precio —dije lentamente mientras la campanilla avisaba que había llegado a mi
destino —hasta luego doctor Masen —murmure antes de salir… Solo Dios sabía que no quería hacerlo.

No había prestado mucha atención a lo que Garrett me decía, mis pensamientos estaban con Edward desde que había
salido del ascensor, le había contado vagamente la idea que tenia a mi editor y sus ojos habían brillado como estrellas
fugaces antes de pronunciar cosas como "esa es mi chica" "sabia que podías hacerlo" y "veras como es un Best
Seller"

— ¡Tierra llamando a Isabella Swan! —grito Garrett por encima de mi oído.

—Disculpa, ¿Me decías? —pregunte mordiéndome la mejilla… otra mala maña.

— ¿Dónde estás mujer? ¿Bree sigue dándote problemas? Si es así dime y llamo al coronel Sinclair seguro que él nos
recomienda una buena institución militarizada —negué con la cabeza divertida — ¿Entonces si no es la enana del
infierno que te tiene así?

—Ohh no es nada podemos comenzar por—coloque un dedo en mi barbilla—Mi nula experiencia para escribir el libro
que el maldito de Aro quiere que escriba y todo lo que me ha tocado investigar... Creo que tengo suficiente tema como
para abstraerme un poco.

—Masen me dijo que habías declinado su oferta —chasqueo su lengua.

— ¿Te conto de su propuesta? —pregunte incrédula, ¿Tan descarado se podía ser?

—Bueno me conto que ofreció ayudarte pero le dijiste que no, eso ya no es importante puesto que ya tienes la idea…
Eres la mejor —se acercó abrazándome fuertemente, me separe de Garrett como siempre y camine a su ventana —
¿Algo te preocupa? —sentí las manos de Garrett colocarse en mis hombros.

—No es nada creo que debo irme…

—Pensé que te quedarías a comer, ahora que la medusa no está en casa.

—Deja de ponerle sobrenombres a mi hermana —lo pique.

—Eso es inevitable —me dio una de sus sonrisas ladeadas— te acompaño al elevador —asentí— tenemos reunión
con Aro el miércoles, le encantara saber que tienes la idea —le sonreí a medias, esperamos que el ascensor llegase y
me despedí de Garrett entrando a la cabina.

El camino de regreso a casa fue un martirio y al llegar tenia casi mil mensajes de Alice por lo que decidí llamarla solo
para olvidar un poco todo.

—Hey All —dije cuando me contesto.

—Brujita loca… Joder ¿cómo te vas así de repente y sin decir nada?

—Necesitaba pensar bruji —le dije luego del reproche.

—Lo sé, lo sé ¿alguna idea?

—Sí…

—Garrett me comento que despreciaste la ayuda de Edward Cullen, nada mas y nada menos que Doctor Sex ¿Estas
segura de lo que hiciste?, digo el tipo sab e de lo que hab la, a pesar de que es un idiota.

—No lo sé All, digo tu lo defiendes a capa y espada —bufe buscando una de mis pijamas, no era tarde pero había
pedido una pizza y quería dormir temprano — ¿Cómo te ha ido con Jazz?

—Pues volvimos a hab lar del b eb é, le explique todo y le dije que me diera este año.

— ¿Y?—pregunté queriendo saber más o intentando no pensar más.

—Pues accedió de muy mala manera, me prohib ió terminantemente tomar pastillas anticonceptivas.

—All eso es casi lo mismo, sin protección volverás a embarazarte —dije lo obvio.

—No, soy mas inteligente que Jazz él me prohib ió tomar pastillas, no dijo nada de los parches y las inyecciones —dijo
burlona.

— ¿Dónde está ahora?

—Fue b uscar a Ness, pero no me camb ies el tema ¿estas segura de no aceptar esa ayuda?

—No quiero pensar más en eso, tú has leído muchos libros de ese calibre podrás ayudarme si necesito ayuda —
refute.

—Bella, te amo pero solo sé de sexo lo que he vivido con Jazz, muy enriquecedor y placentero pero no hemos hecho
nada fuera de lo común, solo esa vez que usamos la lavadora porque-

— ¡Alice! —La detuve— te pedí ayuda no que me dijeras lo que haces o no con Jasper, Cristo no voy a poder verlo a los
ojos la próxima vez que lo vea —dije estallando a carcajadas mientras sentía el timbre de la puerta sonar —All llego la
pizza ¿te parece si hablamos mañana?

—Está b ien loquilla, nos vemos.

—Besos a mi monstruo del lago Ness.

—Gatito del monte será… —bufo— te quiero Bells… —tire el teléfono en la cama y busque el dinero en mi cartera
mientras gritaba un "Ya voy"

Abrí la puerta sin mirar pero no fue al repartidor de pizza al que vi.

Edward Masen estaba enfundado en unos pantalones vaqueros que se ajustaban perfectamente a sus piernas, tenia
una camiseta blanca con el logo de Batman al frente y una chaqueta de cuero, su maldito pelo estaba revuelto como si
acabaran de despeinarlo y sus ojos… Sus ojos eran un mar de promesas que juraba por Dios que no descansaría
hasta cumplirlas.

—No me iré de aquí hasta sacarte un si —dijo en voz baja antes de caminar dos pasos y entrar a mi departamento sin
que yo pudiese hacer nada.

Holaaaaaaa chicas, espero que estén muy muy bien yo disfrutando de unas merecidas vacaciones en mi casa en
colombia y dejándome pechichar por mis papis, esa es la razón por la cual retrace un poco el capi, espero me
comprendan gracias a todas las que han leído y comentado a los fantasmas que habitan FF a todos gracias por que
hacen que este intento de escritora brinque de emoción y mil gracias a Salem porque es mi critica…

Ary!
*Chapter 5*: Terminos
Los personajes de Crepúsculo son propiedad de Stephanie Meyer, solo me adjudico el desarrollo de la historia.

...

Capítulo beteado por Jo Beta Ffad, Betas FFAD

www facebook com / groups / betasffaddiction

...

...

Nota:

Odio hacer esto pero tocaba, hasta el dia de hoy mi querida bruja Gine me acompaña con el beteo de esta historia,
no ha pasado nada ni nos hemos peleado simplemente mas que amiga y beta, es esposa y uno entiende eso mi bru
graxias por todo el apoyo que me diste hasta aqui, ahora quiero que todas recibamos a Jo que sera que que les de
calidad a la hora de leer, yo escribo pero sin la magia de mi beta no soy nada asi que gracias muñeca por apoyarme
cuando te dije, Tenemos grupo en Face! odio eso soy muy despistada sion embargo en los pocos dias que tiene el
grupo nos hemos llevado super bien gracias a mi chica osa cariñosa Salem (muack) la que quiera ahcer parte del
grupo para bien puede contactarse conmigo o con ella y las agregaremos. Se que se me pasa algo pero les dije soy
espaloma (termino colombiano para despistada) asi que no me acuerdo nos vemos abajito

Y maestra
Hay cosas
Que aún quiero aprender
Pero lo único que tengo es mi orgullo

ONE MORE TRY

George Michael

Términos.

Me llevé las manos al cabello recordando dos cosas: la primera, yo no era una asesina y la segunda, Bree estaba a mi
cargo. Inhalé fuertemente antes de girarme encarando a Edward Cullen, quien no había perdido el tiempo pues estaba
sentado en mi sofá y se veía bastante cómodo.

—Señor Cullen.

—Edward, nena —me interrumpió—. Como te dije, no me iré de tu casa hasta obtener un sí.

—Mira Edward, de verdad estás perdiendo tu tiempo. Ya te dije que tu ofrecimiento no me interesa y yo… —su celular
empezó a sonar la letra de Closer de Nine Inch Nail, no me asombraba, todo en él irradiaba sexo. Cullen alzo su mano
interrumpiéndome… Otra vez, maldito sea.
—Hola bonita —dijo al otro lado de la línea. Oh no, no podía ser cierto, ¡él no iba a hablar con una de sus furcias en mi
casa!— Estoy en casa de una amiga —sí, cómo no. Ya quisieras—, sí, la que te comenté. —Ok la conversación giraba
en torno a mí—. No sé si pueda ir mañana a las once pequeña —cruzó sus piernas colocándose aún más cómodo.
Solo faltaba que me pidiese una limonada con sabor a mango—. Haré lo que esté en mis manos muñeca, entonces la
llevo a nuestra reunión mañana. Te quiero bonita, mantén atado a ese animal que es tu marido, así yo puedo
devorarte… —Mierda agárrenme que lo mato. Lo vi guardar su celular en el bolsillo de su chaqueta—. Mañana vamos a
ir a Joe Coffee, a las 11:00 am.

— ¿Usted cree que yo no tengo nada más que hacer? —le dije enarcando una ceja—, Señor Cullen, yo no…

—Y para que no se me escape, he decidido pasar la noche aquí.

Una risa histérica casi delirante escapo de mi boca, este hijo de puta no solo creía que podía disponer de mi tiempo si
no que el iluso pensaba que podía quedarse en mi casa…

—Usted no va... —el sonido del timbre se escuchó, así que me giré para abrir nuevamente afortunadamente era el
repartidor de pizza, saqué del bolsillo trasero de mis jeans el dinero y tomé la caja.

—Qué bien, pizza —murmuró Cullen, ante lo cual, yo rodé los ojos mientras la colocaba en la isleta de la cocina.
Respiré profundamente, recordando que no podía matarlo, mientras buscaba una Pepsi en mi refrigerador—. Me gusta
comer con pelis, ¿tienes alguna? Lo vi levantarse hasta el estante donde tenía las películas.

— ¡Edward! —le grité—. ¡Demonios!, ¡lárgate de mi casa! Estás invadiendo propiedad privada —dije acercándome a él
rápidamente y quitándole mis películas.

—Hey, tienes buenos temas… "Enredados"; "La Princesa y el Sapo"; "La Sirenita"; "Encantada"… Joder este es un
clásico: "El Rey León", no puedes negarme que lloras cuando se muere Mufaza. —Se estaba burlando de mí—.
Pongamos esta, trae esa pizza y veamos películas.

—Edward…

—Vamos Isabella, si voy a ayudarte con el libro tenemos que conocernos de todas las maneras posibles —susurró
con voz queda. Un rayo se dibujo en el cielo antes de escucharse un terrible estruendo. Salté como loca pegándome a
Edward. Joder, su maldita colonia—. ¿Le temes a los truenos Isabella? —dijo mirándome burlonamente—. ¿Cuántos
años tienes, seis? —Argg, me separé de él, caminando nuevamente hacia la cocina.

—Quiero que te vayas de mi casa o llamare a la policía —tomé un plato de la alacena y volví a abrir el refrigerador.

— ¿Y qué vas a decirle? —murmuró sonriente, sentándose en uno de los taburetes de la isleta y sacando un pedazo
de pizza de la caja—. Me gusta más la hawaiana, pero está bien por hoy, cualquier cosa es cariño cuando tienes el
estomago vacio.

—Pues la verdad —sentencié—. Que eres un loco acosador, que se ha metido a mi casa porque no acepté su… —me
quedé callada, nunca diría la propuesta de Cullen. Algo en la mirada del hombre frente a mi cambio, su mirada se
volvió burlona y misteriosa.

—Eso imaginé. ¿Tienes Coca-Cola? —preguntó antes de tomar otro pedazo de pizza y bajarse del taburete—. Me gusta
"Enredados". —Lo vi quitarse la chamarra quedando en el suéter blanco que no dejaba nada a la imaginación. Sus
brazos eran musculosos y se veían fuertes, estaban cubiertos por una capa de bello rojizo, desordenó su jodido
cabello y se tiro al sofá—. Los creativos de Disney se fijaron en mí al crear a Flynn Rider —fue ahí cuando lo entendí el
maldito no iba irse.

—Sobre todo por el cabello oscuro y los ojos azules; la cara de cabrón ya la tienes —le tendí una Pepsi—. No me gusta
la Coca-Cola, o te tomas la puta Pepsi o eres libre de largarte —bufé hastiada. Había un viejo refrán que decía que, si
no puedes contra el enemigo, tenías que unírtele. Coloqué la caja de la pizza en la mesita y me serví una porción en el
plato que llevaba.

—Pon la película —me gire viéndolo como si le hubiese salido otra cabeza—. ¿Qué no estoy en mi casa, soy tu invitado
así que atiéndeme? —Ok respira… Inhala, Exhala Bella me dije, tomando "Encantada". No iba a ver lo que a él le diera
la gana—. Ya veo porque es tan difícil para ti escribir una escena de cama —murmuró por lo bajo cuando la
introducción empezó a salir—: Demasiadas películas infantiles.

—Mi ahijada viene a pasarse días aquí, ni modo que tenga en el estante "Garganta profunda" —me felicité a mí misma
por recordar uno de los títulos de películas porno que había visto en internet mientras buscaba información cuando
estaba en Florida.

— ¿A sí? Dime, ¿qué se siente recordar el nombre de una buena película porno, por que apuesto que no la viste? —
sonrió socarrón, mi cara empezó arder, este maldito hombre hacía que mi cuerpo reaccionara como a él le daba la
gana, era esa la razón mas grande por la cual declinaba a su oferta.

Durante la película vi como Edward se quitó los zapatos, quedando en medias. Yo había decidido sentarme en el otro
sofá,

— ¿Ves eso? —dijo señalando la pantalla—. Esos dos necesitan una buena follada. Estoy segura que Nancy es un
cubo de hielo en la cama, tiene cara de padecer estreñimiento —bufé y seguí viendo la película. Solo Giselle podía
hacer que cucarachas, ratones y palomas de una pata se vieran lindos—. ¿No tienes palomitas? —preguntó Cullen,
negué con la cabeza—. ¡Ves! —gritó exaltado cuando vio la escena de Giselle y Edward cuando ella sale del baño, —la
tensión sexual entre esos dos es palpable, maldita sea, ella es una zorra.— Lo vi tomar otro pedazo de pizza—. Por eso
ella no se queda con el príncipe de Andalacia, la tiene de muñequito.

— ¡Quieres callarte! —grité—. Es una película infantil, no hay nada de tensión sexual ahí. Seguro tú también la tienes de
caricatura, al final se llaman igual —dije enojada.

—Eso podemos comprobarlo —alzó sus cejas varias veces.

—Solo cállate quieres... —exclamé, prestando atención al televisor.

Al finalizar la peli me estiré. Cullen se había comido la pizza en un abrir y cerrar de ojos, yo solo había alcanzado a
tomar una porción; tenía hambre. No estaba entre mis planes tener un invitado indeseado, por lo que había pedido una
pizza pequeña. Me levanté del sofá y tomé la caja vacía junto con las latas para llevarlas a la cocina; el cabrón también
se levantó, respiré aliviada porque al fin se iba, así que ni lo miré. Yo no lo había invitado, por lo cual, no tenía porqué
despedirlo. Abrí el bote de basura y enjuagué el plato que había usado, sentí la puerta cerrarse y casi bailo Oppa
Gangnam Style de mera felicidad al pensar que ya se había ido, pero al salir, Edward estaba aún en mi sala.

Sin camisa, y sin pantalones…

¡Este hombre pretendía matarme!

Era el mismísimo hijo Adonis parecía hecho a su imagen y semejanza y luego hubiese quebrado el molde. Estaba de
espalda a mí; sus piernas eran perfectas, proporcionadas y muy musculosas, su trasero era redondo, firme… perfecto
y… Madre del amor hermoso, su espalada era ancha, los músculos se marcaban perfectamente pero, lo que más me
impactó fueron las dos serpientes, entrelazadas una a la otra alrededor de su columna vertebral. Quería dejar de mirar,
de verdad quería, pero tenía el vivo retrato de adonis en mi casa, enfundado en unos bóxer negros entallados al cuerpo,
no podía moverme, es más, puede que hasta haya dejado de respirar.

— ¿Está completo el inventario señorita Swan? O necesita que me de la vuelta para que quede completamente
satisfecha. —La sonrisa de Edward Cullen se reflejaba a través del vidrio de las ventanas que daban al balcón…
Maldito, maldito, ¡maldito! Seguramente, su padrino era Narciso, por eso lo ególatra y arrogante. Lo siguiente, no lo vi
venir Edward se giró en cámara lenta, dejándome ver su muy bien proporcionada… ¿alma?

¡Joder! Abre los ojos Bells te darás cuenta que es un sueño un jodido y bien fantasioso sueño, ese cuerpo no es de
verdad debe estar photoshopeado.

¡Ese maldito había sido educado por Príamo! No era la más experta conocedora de miembros masculinos, pero había
tenido una semana para ver varios cuerpos esculturales y unas cuántas películas porno y ninguna le llegaba a este
hombre…

Tragué saliva atropelladamente, viendo cómo la sonrisa canalla se extendía por todo su estúpido rostro.

— ¿De verdad piensas quedarte a dormir aquí? —pregunté desviando mi mirada.

No lo mires que muerde, Bella. No lo mires que muerde.

—Te dije que no me iría de aquí sin un sí a que me acompañes mañana a ver una amiga.

—Señor Cullen, no me gustan los tríos.

— ¿Quisieras tú estar en un trío conmigo Bella? —se acercó a mí dos pasos y yo retrocedí cinco… Dios, ¡por favor,
líbrame de caer en las manos de este hombre!— Mañana, solo iremos a ver una amiga, ella fue sumisa, quizás su
relato le sirva a tu historia, en cuanto a que si voy a dormir aquí, la respuesta es afirmativa. Está lloviendo como si
Jesucristo estuviese viendo una mala telenovela y estuviese llorando de indignación, así que no pienso arriesgarme a
un accidente teniendo un lugar donde quedarme y, de paso, me aseguro que usted no huirá nuevamente. Pero…
tómelo por el lado amable, si algún rayo decide entrar por su habitación podre defenderla. —No iba a caer en su
provocación.

—Y piensa dormir así —enfoqué mi vista en su cara, pero mi dedo mostro lo obvio.

—Si quiere me quito el bóxer, Junior es un alma libre… —murmuró burlón.

Ok, me perdí ¿Junior? Lo vi colocar sus pulgares en la cinturilla de su bóxer ¡era obvio quién era Junior! Bajo sus bóxer
y los primeros bellos rojizos se asomaron.

— ¡Es imposible tratar de ser amable con usted señor Cullen! —me giré para que no viese el estúpido sonrojo que no
sabía que tenía—. Tendrá que conformarse con el sofá.

—No me molestaría compartir la cama. Solo hay dos cosas que un hombre y una mujer pueden hacer en un día de
lluvia… Y yo ya vi suficiente televisión por hoy. —Su voz estaba muy relajada, el maldito disfrutaba de esto y yo se lo
estaba poniendo fácil.

—En sus sueños señor Cullen, que tenga usted una muy jodida y mala noche —bufé antes de salir en dirección a mi
habitación. Cerré con llave, lo último que quería era amanecer con la copia barata de Eros en mi cama.

Me coloqué un conjunto de deporte para dormir, era viejo pero muy cómodo y calentito. Cuando estuve lista, me dejé
caer sobre las almohadas, respirando fuertemente. La lluvia caía fuertemente sobre Nueva York, la propuesta de
Edward Cullen me cautivaba, no podía negar que un hombre como él —que emanaba sexo a los cuatro vientos—,
quisiera tenerme en su cama a la hora que él quisiera. Era tentador pero también era muy peligroso. Volví a tomar otra
bocanada de aire, el sueño parecía haberse evaporado, a pesar que pasaba de la una y media de la madrugada. Tomé
el Ipod y lo encendí, un poco de música siempre me relaja. El maestro David y su imperceptible violín, eran los
indicados para una noche de insomnio.

Estuve escuchando música alrededor de una hora, cantaba en voz baja, moviéndome para un lado y para el otro. El
apartamento se escuchaba en silencio y hacía bastante frío por la lluvia. Apreté las sábanas a mí alrededor,
agradeciendo que fuesen térmicas y que aún estuviesen calentitas. Recordé a Cullen estaba durmiendo en mi sofá y
sin nada que lo cubriese. Sentí lastima por él, pero solo un momento. Recordar lo que había hecho en la entrevista,
sumado a sus burlas, me hizo girar a medio lado.

¡Que se le congelen los huevos, a ver si así deja de ser tan imbécil!

Media hora después salía con lentitud de mi habitación, Cullen estaba hecho un ovillo en el sofá temblaba un poco y
tenía sus brazos apretados a su cuerpo, su miembro —a pesar de que aparentemente tenía frio— seguía bien
proporcionado, ¡el tipo era un maldito burro! Coloqué la manta sobre su cuerpo y cuando iba a girarme a mi habitación,
el habló:

—No lo haré y no puedes ob ligarme Carlisle… Es mi vida y hago con ella lo que me plazca.

Volvió a girarse atrayendo la manta aún más a su cuerpo. Caminé casi en puntillas y di un grito de satisfacción al llegar
a mi habitación… Carlisle, ese era un nombre de hombre, y no creía que ese hombre fuese gay, menos con lo que
había presenciado en el estacionamiento de WTF Radio.

Cerré los ojos, dispuesta a dejarme atrapar de una vez por todas por Morfeo, pero antes de siquiera pensarlo mi mente
me jugó una mala pasada: la imagen de Edward girándose lentamente en esos ajustados bóxers estaba tatuada en
mi retina, bufé desesperada después de cinco intentos de querer dormir.

Solo distráete con algo más Isabella, me dije a mí misma. Ok recuerda la canción que canta Ness cuando se va a
dormir.

Vive en una piña deb ajo del mar… Bob esponja, su cuerpo ab sorb e y sin pestañar. Bob esponja…

Sí, lo sabía. Era una canción estúpida pero, imaginar a Bob esponja, me distraía de lo que había en mi sala, así que
me quedé dormida en la tercera o cuarta repetición de la canción.

Desperté al día siguiente, algo desorientada, mientras miraba el reloj; eran las 8:45 y, con suerte, Edward Cullen ya se
habría ido… o al menos eso esperaba.
Salí de mi habitación, esperando encontrar mi sala vacía… Y lo estaba, pero mi departamento no. Del baño podían
escucharse unos sonidos bastante fuertes y desagradables.

Edward estaba tirado al frente del inodoro y vomitaba tan fuerte que, de solo escucharlo, el estómago se me revolvía. La
pizza de anoche sin duda estaba quedando dentro del escusado. Bien hecho, eso le pasó por comerse lo que no era
suyo y por estar hambriento. Me quedé a una distancia prudente de la puerta del baño, si daba un paso mas iba
empujarlo y vomitar yo también.

Dejé que mi cabeza se golpeara contra la pared, mientras me recostaba en ella, sentí como bajaban la palanca y luego
abrían la llave del lavado, haciendo gárgaras… ¡con mí enjuague bucal! Minutos después, Edward salió completamente
pálido del baño. Sus ojos se abrieron estrepitosamente al encontrarse conmigo, aún estaba en ese pecaminoso bóxer,
pude notar que tenía otro tatuaje; este en el antebrazo pero no alcanzaba a leer lo que decía, de una cosa estaba
segura el tatuaje era reciente, había acompañado a Alice cuando se había tatuado unas pequeñas estrellas detrás de
la oreja.

—Al parecer su pizza estaba mala —intentó sonreír pero esa fue la sonrisa más falsa que le haya visto en mi vida. Dio
dos pasos hacia mí y —como en el elevador— su cuerpo se tambaleó un poco, haciéndolo recostarse en la pared
frente a mí. Su frente estaba perlada en sudor y si antes estaba pálido, ahora era un puto fantasma.

—Si no hubieses comido como cerdo… —bufe—. Déjame ayudarte, al parecer tienes una baja de tensión a Charles le
ocurrían con frecuencia —dije pasando mi brazo por su cintura, mientras el pasaba uno de los suyos por mi hombro,
caminamos hacia la sala y lo senté en el sofá—. Te haré un té, a Charles le sentaba. —No me contestó, recostó su
cabeza en el sofá y lo vi respirar profundamente.

Hombres… Quisiera verlos parir.

Cuando volví a la sala, Edward tenía mejor color, se había puesto sus jeans pero aún no tenía el suéter, dejándome ver
sus muy bien formados pectorales y su bien trabajado abdomen—. ¿Le gusta lo que ve? —sus ojos me miraron con
burla y la sonrisa torcida apareció en su cara mientras me recibía el té.

—He visto mejores cuerpos.

—Mientras cantaba el estribillo de Bob Esponja —se burló tomando un sorbo.

—Sabes, me estoy arrepintiendo de haberte hecho ese té o peor aún, de no haber colocado veneno para ratas en él —
sentencié—. ¿Por qué te gusta hacerme enojar?

—Amo el sonrojo que adquiere tu rostro, es casi el mismo que cuando estás excitada. —Idiota—. Me gustaba más la
camisola de Hello Kitty. —Tomó el resto del té y extendió la taza para que la tomara. Grave error, su mano tomó mi
muñeca halándome hacia él, dejándome caer en sus piernas mientras él tomaba mi nuca y arremetía contra mis
labios.

Joder, joder, joder… Ya se le estaba haciendo costumbre.

Sentí como la taza se reventaba contra el suelo, pero no me importó. ¿Ya les había dicho que mi cuerpo reaccionaba
extraño cuando estaba con Edward Cullen? Pues, como en las otras veces, me entregué completamente a sus labios.
El beso era comandado y dominado por él, su lengua pidió acceso a mi boca, sabía a mi enjuague bucal y al té de
hierbabuena que acababa de tomarse, la mano con la que no sujetaba mi cabeza apretó uno de mis pezones por
encima de la tela y jadeé de impresión cuando su erección se clavo en mis nalgas. Ahora, el beso era frenéticamente
salvaje, brutal, el tipo estaba follando mi boca con su lengua, su mano ávida e intrépida, se había colado por mi
camiseta de deporte y ahora acariciaba mi pezón piel con piel, tacto con tacto y yo sentía que iba a quemarme donde él
tocaba.

En este momento, respirar estaba sobrevalorado. Mi mente era una nebulosa pesada, solo podía sentir la presión que
Edward ejercía sobre mis labios y la forma en cómo sus dedos se alternaban para tirar de mis pezones, muy
lejanamente escuchaba mi teléfono sonar pero parecía como si estuviese en algún tipo de transe. Edward besó mi
cuello dándome un minuto para tomar aire, antes de succionar el lóbulo de mi oreja y hacerme ver caballitos de colores
en las blancas e impolutas paredes de mi departamento. ¿Qué diablos me pasaba?

Me tomó toda mi fuerza de voluntad colocar mis manos en su ardiente pecho para separarlo de mi cuerpo, cuando
sentí el contestador y la voz de Bree se escuchó.

Mi corazón latía desenfrenado, mientras la voz de mi hermana se escuchaba en la maquina.


Isab ella, te he llamado al celular pero no contestab as, sé que no te importa pero mañana es el cuarto mes de la muerte
de mis padres. Por favor, ¿podrías hab lar con el Director?, me gustaría ir al cementerio, te lo suplico.

Su voz se escuchaba ronca y podía jurar que estaba llorando. Mañana se cumplían cuatro meses desde que Renée
había muerto. Llevé mis manos a mis cabellos, no tenía corazón ni alma. Para mí, era un martes normal, común y
corriente.

—Hey —Edward alzó mi barbilla—. ¿Dime que mis besos no te hacen llorar? Joder no puedo perder uno de mis
encantos —dijo sardónico. Respiré profundamente antes de enfocar mis ojos en los suyos.

—Te golpearía, pero creo que ya no tiene caso —increpé.

—Puedo olerte Bella, me deseas, te deseo. ¿Por qué no aceptas mi jodida propuesta y ganamos todos? —expresó.

Me levanté de su regazo y caminé hacia el balcón, amaba la vista desde mi pequeño piso. Era una estupidez negar que
deseaba al hijo de puta, lo miraba embobada cuando lo veía en el edificio de Garrett, desde la primera vez que lo había
visto enfundado en un Armani negro y con unas gafas oscuras las bragas me habían temblado pero de ahí a acceder a
su propuesta.

—Isabella —su voz fue suave hasta acercarse y colocar mis manos sobre mis hombros; aún con mi camiseta de
deporte, sentía como su cuerpo ardía para mí.

—Charles me crió para no ser una cualquiera, como mi madre —le dije removiéndome incómoda.

—Isabella —me giró para que quedase frente a él—, estamos en otros tiempos, tú necesitas ayuda y…

—Eso lo entiendo, yo necesito algo de información para escribir "Adicta a ti", pero ¿y tú Cullen?

—Yo obtengo el placer, soy el mejor Bella, he estudiado y experimentado demasiado, estabas en el estacionamiento la
noche de la entrevista, no iba a follarme a Mallory ahí, pero fue imposible no hacerlo sabiendo que tú me mirabas. —
Tomó mi mano colocándola sobre su erección, estaba gruesa y dura, podía sentir el calor emanando del jean, mi
mano tembló un poco—. Soy un hombre hambriento, y mi cuerpo desea el tuyo tan masoquistamente que voy a hacer
lo que sea necesario para tenerte, ya te mostré que tan hábil puedo ser solo con mi boca y mis manos, te aseguro
Isabella que esto… —pegó mi mano aún más a sus jeans y su voz bajo varias octavas, escuchándose ronca y sensual
—. Esto lo sé mover mucho mejor. —Su cuerpo se pegó al mío antes de besarme nuevamente y, como las últimas dos
veces, no luché. Yo deseaba ese beso tanto como él.

— ¿Hacia donde vamos? —pregunté cuando vi cómo Edward conducía su elegante Aston negro hacia Manhattan.

—A mi casa —dijo el sonriendo. Después de ese último beso, su celular había sonado y su amiga le había preguntado
por el lugar en donde nos íbamos a reunir, Edward aseguraba que su experiencia podía ayudarme y que, si después
de hablar con ella yo seguía negándome a su propuesta, entonces dejaría de insistir.

—¿No vives en el edificio de Garrett? —Edward me miró sonriendo.

—No, ahí llevo a las… —se quedó callado.

— ¿Es un piqueteadero?

—Uno muy bien ubicado y bastante elegante, la mujer que esta conmigo debe sentirse y portarse como Afrodita o
Venus, Isabella. Para eso, hay que tratarla como tal, como una Diosa.

— ¿Has tenido muchas mujeres? —Esa era una pregunta tonta, pero tenía que hacerla.

—Más de las que puedas contar. Mi vida sexual empezó cuando tenía catorce años, fue ahí cuando entendí que el sexo
es como el dinero; solamente tener demasiado es tener suficiente.

—Tú tienes suficiente dinero, o al menos eso me diste a entender —lo miré fijamente.

—Pero nunca suficiente placer sexual —mordió su labio inferior y me miró sobre sus antejos.
— ¿Nunca te has enamorado?

—Nunca, y espero no hacerlo, el amor solo trae complicaciones Bella. Me gusta el sexo casual, sin compromisos ni
ataduras, solo una noche y ya… —Edward empezó a bajar la velocidad al encontrarnos rodeados de elegantes
edificios, introdujo el coche dentro de uno bastante alto y sofisticado.

Durante el trayecto en el ascensor todo fue silencio. Nos detuvimos en el Pent House y caminamos por un corredor
blanco e impoluto, la puerta era de madera en un color vino oscuro, Edward colocó su mano derecha en un pequeño
detector que había en la entrada y luego digitó unos números en el panel que había al lado. La casa de Edward Cullen
era bastante fría, los sofás de la estancia eran de color negro y los muebles de madera eran del mismo color de la
puerta, el suelo estaba tapizado por alfombras de un color oscuro también.

Él caminó hasta la contestadora y le dio al botón para escuchar los mensajes, en ese momento quise huir, quién sabe
qué escucharía.

—Edward —una voz de mujer se escuchó luego de que la grabadora dijera cuantos mensajes tenía, era suave y se
escuchaba dolida—, eres mi hijo, lo sabes, ¿verdad? Y te amo Edward, no me hagas esto, no te lo hagas a ti —Edward
detuvo el mensaje refunfuñando, antes de sacar su celular del bolsillo trasero de sus vaqueros.

— ¡Le contaste! —Gritó a quién fuese que estaba del otro lado de la línea—. ¡No tenias ningún derecho, Carlisle. Es mi
maldita decisión! —gritó más fuerte antes de girarse y encontrarse conmigo, apretó el puente de su nariz—. ¡Me vale un
cuerno tu justificación! ¡¿Dónde está tu puta ética?! No Carlisle, no me convencerás, ya te lo dije, esta es mi vida y voy a
hacer con ella lo que me de mi maldita gana —colgó, tirando el celular contra el sofá, sus manos estaban hechas
puños respiro fuertemente y me miró, sus ojos parecían inyectados de sangre—. Voy a cambiarme de ropa y darme
una ducha, Isabella. Ponte cómoda. —Las palabras salieron fuertes y duras. En un par de zancadas, Edward se fue
dejándome sola en la sala de ese departamento.

Escuché un sonido fuerte en alguna parte del departamento, seguido de una maldición bastante sonora y muchas
palabras, que harían que Charles se levantara de la tumba dispuesto a lavarme la boca con jabón si llegaba a
repetirlas.

Me quedé como una estatua en medio de tanta opulencia y elegancia, mirando fijamente el cuadro que adornaba una
de las paredes de la sala, la mujer era hermosa; sus ojos eran azules como un zafiro y el cabello rojo contrastaba con
su pálida piel. Estaba sentada en una silla con un pequeño de no más de cuatro años en sus piernas; detrás de ella
con un porte pícaro y galán, estaba un hombre —la sonrisa torcida era la misma que tenía el cabrón— que usaba su
cabello negro engominado hacia atrás, lo hacía ver realmente guapo y sus ojos eran dos esmeraldas; profundos y
misteriosos, enmarcados por unas largas y perfectas pestañas. Ellos eran una combinación perfecta, pude ver la
sensualidad de la mujer y el deseo voraz del hombre y me parecían tan familiar… Era lo mismo que irradiaba Edward
Cullen.

Me acerqué mucho más a la fotografía y una de mis manos quiso tocarla y lo hubiese hecho, de no ser porque el
teléfono sonó justo a tiempo.

Miré a ver si Cullen salía de donde se hubiese metido, pero no lo hizo y, tras cuatro largos pitidos, se escuchó una voz,
esta vez era un hombre.

Edward, Soy yo Carlisle se que no quieres hab lar conmigo pero no puedes pretender haga como si nada pasase, eres
mi hijo, me preocupo por ti tanto como si llevases mi sangre. Ven a vernos, hijo. Esme y yo estamos preocupados por ti.

Me quedé meditando las palabras dichas por el hombre eran profundas como si muy en el fondo estuviera sufriendo.
Sentí como cerraban una puerta y me gire viendo a Edward Cullen saliendo de un pequeño corredor, decir que se veía
guapo era un eufemismo… El del siglo, recuerdan la analogía que había hecho de los dioses, pues ahora mismo creía
que Edward Cullen era una mezcla de los tres, Adonis, Narciso y, por supuesto, Príamo. Tenía unos pantalones que
parecían ser hechos a su medida, muy elegantes y perfectamente planchados; una camisa blanca que desabrochada
en sus tres primeros botones y el saco que hacía juego con el pantalón. Sin corbata, como lo había visto en el Corner.

—No sabes cómo me gusta que me veas así; tus ojos muestran una tensión sexual implacable que me hace creer
que, si insisto un poco más, me violarás —musitó con su sonrisa presumida, mientras se colocaba las gafas negras.

—Eres un maldito ególatra, ¿lo sabías? —enarqué una de mis cejas y crucé los brazos en mi pecho.

—Te falto sexy y follable. ¿Nos vamos? Kath nos está esperando y ahora, es una mujer ocupada —¿Ahora? Que había
querido decir con eso. Salimos del departamento y nos subimos al ascensor nuevamente, no sin que antes Edward
digitara la clave en su cerradura.
El silencio fue espeso y pesado, miré las manos de Edward y me encontré con un apósito pegado en una parte de su
piel.

—Te llamó un tal Carlisle —le dije encogiéndome de hombros, el me miró de reojo, pero no pudo ocultar la línea tensa
en su boca y la rigidez que asumió su cuerpo—. No estaba chismorreando, el teléfono sonó y al no levantar nadie el
auricular, la llamada se ha ido a buzón y él ha dejado un recado para ti.

—Carlisle es mi padre adoptivo, no está de acuerdo con algunas decisiones que he tomado —su voz fue fría y cortante.

En boca cerrada no entran moscas Isabella, es mejor callar y pasar como estúpida que hablar y decir estupideces. El
viaje en auto se me hizo eterno, Edward mantuvo su postura rígida durante el camino a Joe Coffee, cuando llegamos a
la cafetería mi estomago rabiaba de hambre… el muy puto, no me había dejado desayunar. Luego de nuestra corta
conversación, me dijo que debía ducharme y ponerme algo sexy, lo cual era imposible porque la poca ropa que podía
considerar sexy, era la que Alice me había regalado y eran más que todo vestidos.

¡Ni loca iba a ponerme un vestido siendo tan débil delante de Edward Pulpo Cullen!

Una mujer alzó su mano, mostrándonos su ubicación. Edward sonrió —una sonrisa sincera y hasta tierna—, tomó mi
codo guiándome hacia la mujer que se había levantado para el encuentro.

¡Joder era preciosa! A pesar que tenía un vestido bastante sencillo y su pelo rubio era radiante. Quitó sus anteojos,
dejándome ver sus ojos marrones y la sonrisa en su rostro…. ¡Dios!, esta mujer tenía tatuado en la frente un letrero
gigante diciendo: "Sí, estoy completamente satisfecha sexualmente".

—Esa sería la única mujer por la cual dejaría de ser quien soy —siseó Edward en mi oído a escasos pasos de donde
estaba la chica, ella no pudo contenerse y vino a él. Edward me soltó fundiéndose en un gran abrazo con ella.

Me quedé de pie unos pasos, alejados de ellos. Edward abrazaba esa mujer como si fuese un oasis en medio de un
desierto y ella le abrazaba con cariño y gratitud. Se separaron y ella besó las dos mejillas de Edward antes de
acariciarlo levemente. Esto me estaba incomodando, para eso era que quería que viniera, ¿para verlo derramar miel
por otra mujer? Carraspeé incómoda y ambos me miraron al mismo tiempo… Bueno —era oficial—, tierra ábrete y
trágame. Debí haber salido de su periferia cuando estaban entretenidos enrollándose el uno con el otro.

— ¿Es ella la chica? —preguntó la rubia mirando a Edward y luego dio un repaso por mi cuerpo. Agradecí no haberme
puesto los zapatos de goma, tenía unos jeans deslavados con unas botas de tacón de 8 cm. era lo máximo que podía
soportar un día entero y mi camisón era sencillo pero elegante—. Mucho gusto, Katheryne McConner —la chica
extendió su mano a mí, no podía creer que fuese mayor que yo.

—Isabella Swan —dije apretando su mano. Los tres nos sentamos en la mesa y el mesero llegó tomando nuestras
órdenes: pastelitos de arándanos que eran los favoritos del hijo de puta y Mocca descafeinado para ambos, yo pedí un
capuchino y una rebanada de pie de manzana.

—Estás Bellisima —dijo con un suave acento italiano—. Cuatro años —dijo mirándola completamente idiotizado—.
¿Cómo están tormenta y grifito? —ella sonrió de una manera diferente.

—Antonella está hermosa, demasiado consentida por Alexander, ella es su pequeña pricipessa, y Thiago es… mi luz,

—Dime que vas a quedarte una larga temporada —tomó sus manos sobre la mesa y las apretó cariñosamente.
¡Genial! ¿Me consigo un puto violín?

—Lo lamento Ed, pero solo vinimos porque en unos días será la inauguración del proyecto de Lex, sabes que odia esta
ciudad.

—Deberías venir mas seguido.

—Sabes que mis obligaciones no me permiten hacerlo, mi lugar es donde Alexander esté, sea en casa o en cualquiera
de sus viajes, antes era más sencillo porque los niños estaban pequeños pero Antonella va cumplir casi diez años y
Thiago dos; es difícil dejarlos solos aunque Lilian y Antuan se hagan cargo de ellos cuando estamos fuera, tu más que
nadie sabes cómo es Alexander.

—Un puto cabrón —el burro hablando de orejas. ¡Estoy aquí idiota! ¿A que me trajiste a ver cómo ligas a una mujer?—.
Me alegra mucho que estés aquí. Ese hombre te mantiene como una prisionera —siseó.

— ¿Recuerdas que soy su esclava? —dijo ella esa frase la entendí perfectamente—. Esa es la vida que elegí, Edward.
El mesero llegó con nuestro pedido y cada uno tomó sus platos, estaba extremadamente callada, me hubiese gustado
que Alice estuviese aquí.

—A veces pienso que debí insistir un poco más. —Dónde estaba mi cabrón arrogante hijo de puta… Edward parecía un
adolecente hablando con su amor imposible.

—Ni que hubieses insistido siglos —dijo ella con voz suave—. Mi destino era Alexander.

— ¿Te ha vuelto a maltratar? —preguntó el mirándola, ella negó—. Bonita—su voz fue un susurro.

—Déjalo así Edward —dijo ella—. Yo estoy aquí para saludar a mi amigo y para ayudar a una chica —sonrió. ¡Al fin no
era invisible! —Cuéntame Isabella, ¿cómo vas ese libro que, según mi amigo, no vas a ser capaz de escribir sin su
ayuda? —Cullen mostró toda su blanca dentadura hacia mí, antes de llevar un pastelillo a su boca… Será cabrón.

— Su amigo tiene el ego muy alto —le sonreí— y por favor, dime Bella. Sí, soy escritora y la editorial para la que trabajo
me ha solicitado escribir un libro "erótico", esta semana he tenido bastantes ideas tengo un titulo y un…

—Espera —dijo ella deteniéndome—, los personajes ¿los pensaste? —negué. Eso no lo había pensado aún—. Pues
antes de pensar en títulos, piensa en el chico. ¿Cuál es tu chico perfecto Bella?

—Uno como yo, claro está —Edward subió sus cejas sugestivamente y Katheryne volvió a sonreír.

—Alábate pollo, que mañana te asan —le respondió—El tipo debe ser un mismo ángel caído, fuerte musculoso y con
un miembro de infarto.

— ¿Lees mucho libros de este tipo? —ella negó

—Yo tengo mi propio libro real, casi nunca hablo de esto y créeme si Alexander se entera de esto mi castigo va ser muy
desagradable —rio—, pero Edward me lo ha pedido como favor especial.

—Y después me preguntas porqué te amo —Edward sonrió. Con ella era todo sonrisitas, mientras Katheryne le
enseñó su dedo mostrando la alianza dorada—. Esa baratija no impide nada. Con que se hubiera demorado seis
meses más, no estaría junto a ti.

—Necesito que te vayas adulador —dijo la rubia acomodándose su cabello.

— ¿A dónde? —preguntó Edward, recomponiéndose.

—No sé, ve a dar una vuelta por ahí. Voy a hablar con Bella y necesito estar a solas.

—Kath, conozco tu historia con el bastardo —bufó molesto tomándole las manos.

—Hay cosas que es mejor hablarlas entre mujeres —sentenció—. Danos… —miró su reloj— unos veinte minutos y
regresas. —Él la miró con una ceja arqueada—. ¡Es para hoy, Edward!

Cullen corrió su silla y se levantó enfadado. Cuando estuvo suficientemente lejos, Katheryne trancó sus oscuros ojos
en los míos.

—Necesito saber que te ha dicho Edward de mí —me dijo en voz baja.

—El doctor Cullen me dijo que habías sido una sumisa —La tal Katheryne rio, haciendo que un sonrojo cubriese su
rostro.

—Soy una sumisa —declaró dejándome sorprendida, antes de empezarme a contar sin muchos secretos la forma en
como ella y su esposo se habían conocido.

—Entonces, ¿tu esposo es tu Amo? —no entendí muy bien que relación tenían estos dos.

—Lex es mi dueño. Mi vida y mi corazón le pertenecen. Nosotros no tenemos palabra de seguridad, o bueno, sí la
tenemos, pero es solo para cuando el haga cosas que yo no puedo soportar... esa palabra nos recuerda qué somos
en realidad.

— ¿Puedo saber cuál es esa palabra? —pregunté. Sí, lo sabía, me estaba pasando de metiche.

—Amor —respondió ella con simplicidad.


— ¿Amor? —Ahora sí estaba confundida, pensé que me iba salir con otro tipo de palabras.

—Lex no creía en el amor, esa fue su palabra de seguridad cuando comenzamos y yo decidí que siguiera siéndolo.

— ¿Eres feliz? —tenía que preguntar.

—Absolutamente. Lo mejor que me ha pasado en la vida —fuera de mis dos hijos—, fue firmar el contrato que
Alexander McConner me ofreció una noche. Tengo dos hijos hermosos, un esposo que me quiere, aunque no me lo
diga. A veces no hay necesidad de palabras para demostrar cariño, Lex puede llegar a ser muy cruel e hiriente si se lo
propone, me hizo llorar mucho no te lo voy a negar, pero cada obstáculo que vencimos fueron ladrillos que nos
ayudaron a construir lo que somos. El sexo es lo más alucinante y perfecto del mundo, pero ten presente algo: el sexo
difícilmente se trata solo de sexo, siempre hay algo más, tienes que dejar entrever eso en el libro —finalizó sonriendo.

Vimos como Edward se acercaba, había tomado más de veinte minutos, pero había sido el tiempo perfecto para
conversar con Kath —como me había pedido que la llamara—. A medida que se acercó y pudimos verlo de cerca,
notamos algo y Kath se levantó inmediatamente para verlo.

— ¿Estás bien? —inquirió preocupada al verlo, el volvió a sonreírle solo que esta vez, su sonrisa era falsa, tan falsa
como la de la mañana en mi departamento.

—Lo estoy, comí una pizza en mal estado ayer —el me miró, yo lo miré y también me preocupé, estaba sudando mucho
a pesar que la temporada de invierno estaba empezando y el aire era fresco. Volvió a verse tan pálido como en la
mañana—. ¿Han terminado de hablar? —Kath asintió y justo en ese momento escuchamos la bocina de un coche, los
ojos de Katheryne se iluminaron como si estuviese frente de Robert Pattinson o Cris Evans.

—Bella, tengo que irme —sacó de su cartera de mano una tarjeta—. Estos son mis números, estaré pocos días acá
pero si necesitas hablar llámame, no te aseguro que pueda decirle a Lex que te cuente su experiencia y Antuan no ha
podido venir, pero trataré de ayudarte en lo que sea necesario —asentí tomando la tarjeta, ella me dio un beso en la
mejilla y un gran abrazo a Edward, antes de empezar a caminar hacia la limosina. Observé a la mujer irse, su caminar y
porte eran seguros aún con esos impresionantes tacones, la puerta del coche de color gris plata se abrió y un
espectacular hombre bajó de ella.

¡Por los putos clavos de Cristo! Ese hombre estaba de muerte, estaba segura como que me llamaba Isabella Marie
Swan que ese tipo era el mismísimo demonio, aunque pareciera un ángel… Cuando Kath llegó hasta él, el hombre
aprisionó su cintura con una mano mientras con la otra agarraba su nuca besándola como si hoy el jodido mundo se
fuese a acabar, ahora lo entendía todo la forma de ser de Kath y su historia ese hombre era…

Edward tocó mi hombro pasándome una servilleta, lo miré sin entender.

—Vas a causar un accidente por la baba, sécate, no hay peor mujer que una babosa. ¿Es costumbre de usted
desnudar hombres con la mirada? ¿O lo hace por mera curiosidad? —parecia enfadado.

¿Estaba reclamándome algo?

—Tendría que ser muy ciega para no mirar a ese espécimen señor Cullen y créame, no lo soy —lo piqué—. Sé
reconocer cuando un hombre es realmente interesante —el entrecejo de Edward se frunció y me fulminó con la mirada
—. Gracias por todo Edward, nos vemos.

Le tiré un beso volado y salí de ahí, no sin antes dejar el pago por mi café y mi tarta. Vi como Cullen se quedaba
sentado en la mesa, masajeo su sien y, solo por un segundo, casi me devuelvo a ver si aún se sentía mal. Sacó su
celular del bolsillo y lo vi hablar con alguien, así que paré un taxi en la avenida y me fui a hablar con el señor Smith,
tenía que pedirle permiso para la salida de Bree en la mañana. Si Edward Cullen se sentía mal o bien, era su
problema. A fin de cuentas, quién lo había mandado a ser un cerdo y comerse toda mi pizza anoche.

No me Maten!, espero que el cap les haya gustado jo lo reviso en tiempo record si tomamos en cuenta que ella
betea varias historias, a las que ahn llegado conmigo hasta aqui gracias mil gracias por leer y por comentar.
Aryam S
*Chapter 6*: Derribando Murallas
Disclaimer: los personajes de Crepúsculo son propiedad única y exclusivamente de la señora Meyer, yo solo los
utilizo para mi diversión.

Capítulo beteado por Jo Beta Ffad, Betas FFAD

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Tu voz ya me tiene muy mal

Son más de las cuatro

Entiende que no quiero hab larlo

No tiene caso

Fuera

RBD

Derribando Murallas…

Llegué al colegio de Bree y, afortunadamente, el señor Smith pudo atenderme, el director de la escuela era un hueso
duro de roer. Durante media hora estuve explicándole mi situación con Brithany hasta que obtuve el permiso, quería
contarle pero no me permitieron verla ya que estaba en clases.

Me sentía pletórica, no solo tenía una idea para el libro y había obtenido un permiso que, sin duda, me acercaría a mi
hermana. Además, gracias al cab roncito de cuarta tenía alguien en quien apoyarme; una experiencia real aunque,
primero muerta y reventada que reconocérselo.

Kath me había hablado de un amigo suyo que podría ayudarme, así que tendría solo que llamarla para que ella
concretara una cita. Sin duda la experiencia de ese hombre me ayudaría muchísimo. Con ánimos renovados detuve un
nuevo taxi y le di la dirección de Volterra Editores, tenía reunión con Aro y Garrett.

—Entonces, querida Isabella —Aro me miró con sus ojos brillantes—; Garrett me ha dicho que has concretado la idea
de nuestro nuevo Best Seller —sonrió mostrándome sus asquerosos y amarillos dientes, era una maldita rata, pero la
única rata que me había abierto las puertas.

—He desarrollado algo Aro, aún falta pulir unas ideas sobre cómo será la trama. He estado investigando y esta
mañana, tuve una reunión con una chica que me está ayudando-.

—Isabella sabes que nadie debe ayudarte con esto —unió sus manos apoyando sus codos sobre la mesa—. Una de
las cláusulas de tu contrato-.

—Aro, he leído el contrato. Es el tercer libro que escribo para tu editorial —interrumpí—, no debes recordármelo. —Me
molestaba que me repitieran las cosas como si fuera una niña pequeña.

Garret me miró reprobatoriamente antes de cruzar las piernas acomodándose en su silla—La reunión que Bella tuvo
con esta chica es más bien informativa, Aro —explicó—Nadie va tener más reconocimiento que Isabella o tú.
—Eso es bueno saberlo, querida Bella —estaba segura que, quien más había insistido en que fuese yo quien escriba
el libro, había sido él—. Quiero saber más de lo que has adelantado.

¡Mierda! Inhala Bella, inventa algo. ¡Joder eres escritora de mente creativa!

— ¿No crees que es mejor esperar a tener el primer capítulo en la siguiente reunión? —clavé mi mirada en Garrett.

—Esa es sin duda, una magnífica idea Garrett. —Aro volvió a sonreír—. En quince días nos reuniremos Isabella, quiero
tener en mis manos el borrador del primer capítulo —miré a Garrett matándolo. Sí, en mi mente enterraba una daga
directo en su corazón, mientras bailaba alrededor de su cadáver.

Después de esa última apreciación por parte de Aro, dejamos su oficina y caminamos por los cubículos, sin hablarnos.
Podía sentir la tensión de mi cuerpo.

—Mátame si quieres, pero no es mi culpa —habló G cuando estuvimos fuera del edificio —. ¿Qué esperabas? Sé que
apenas estás formando una vaga idea para el libro, ¿qué ibas a decirle? Fue lo único que se me ocurrió. —Silencio. Si
abría mi boca no iban a salir precisamente flores—. Maldita sea Isabella, ¡di algo! —Garrett se detuvo y me agarró por
los hombros—. ¡Habla joder!

— ¿Qué quieres que te diga? —le dije sin expresión alguna—. Te aplaudo por tu proeza, Garrett. —Me zafé de su
agarre.

—Hey… escucha —volvió a tomarme de los hombros—. Te ayudaré.

—No me digas... ¿Vas a escribir el libro por mí? —ironicé—. Porque si no es así, no sé en qué me vas a poder ayudar
G —terminé molesta.

—Aún puedo hablar con Masen.

—No quiero la ayuda de tu amiguito —murmuré hastiada.

— ¿Qué tan malo te hizo que parecieras detestarlo? —bufó—. Al menos el odio es mutuo. Si algo ama Masen en esta
vida es su jodido pelo y tú, lo embetunaste de vino. —Mi amigo terminó su frase con una sonrisita y, recordar ese
momento, me hizo reír—. Entiende algo —dijo Garret seriamente—, estoy contigo. Si tengo que vestirme de una jodida
animadora lo haré. Voy a estar contigo siempre pequeña —acarició mi rostro—. Hasta que tú me des una patada en el
culo —sonrió y lo abracé—. Porqué no vamos a mi casa; Agatha estará feliz de cocinar para ambos. Podemos ver esa
peli que quieres —le sonreí y juntos caminamos hacia su auto—. ¿Dónde está Mickey?

—Vine en taxi. —Me encogí de hombros, no queriendo dar más explicaciones. G enarcó una de sus cejas antes de
abrir mi puerta.

Era tarde cuando salí de casa de Garrett, me sentía mucho más tranquila conmigo misma y relajada. Cuando llegué al
elevador, dudé en entrar. Casi siempre me encontraba aquí con Edward. Miré las escaleras, pero al final dejé la
cobardía a un lado y oprimí el botón para que el elevador ascendiera.

Expulsé todo el aire que tenía retenido cuando el elevador llegó… vacío. Miré la hora en el mi celular, eran las 11:45 pm.
Recordé que a esta hora, cab roncito estaba en el programa, lo cual me relajó mucho. No tendría ninguna sorpresa
desagradable. Bajé hasta el primer sótano y ubiqué rápidamente donde estaba ubicado el Volvo de Garrett; desactivé la
alarma y abrí la puerta dispuesta a ir a casa, justo cuando sentí un tirón en mi brazo.

¡Joder! ¡¿Me estás jodiendo verdad? ¡¿Qué no iba a poder venir más a este puto edificio?!

Me giré para verle la cara al hijo de puta, pero lo que vi me dejo fría. Se veía tan pálido como en la mañana y unas
grandes bolsas se formaban debajo de sus ojos . Respiró profundamente antes de mirarme.

—Te vas. —Su voz fue suave y ronca.

—Eso pensaba, antes de que me tomaras de sorpresa. ¿Podrías soltarme por favor? —tiré mi brazo bruscamente,
soltándome de su amarre.
—Cumplí con lo que te prometí —susurró—, cumple tu parte. —Sus manos me encerraron entre el auto y su cuerpo.

—No tengo nada que cumplir, hablé con una antigua amante tuya o yo qué diablos sé; que me hizo cambiar mi
percepción acerca de la sumisión. Eso no va ayudarme con el libro.

— ¡Maldición! —gritó golpeando el coche con sus dos manos—. No tengo todo tu maldito tiempo ¡acepta de una puta
vez!.

— ¡Nunca! No me interesa tu maldita propuesta. ¡Cómo diablos quieres que te lo haga saber! Suéltame ahora mismo
o, te juro que empezaré a gritar, Cullen.

—Tú así lo quisiste pequeña. —Me interrumpió como mejor lo sabía hacer: sometiendo mis labios a los suyos tan
fuertemente que mis bragas temblaron; mis piernas empezaron a hacerse de gelatina; la respiración se me quedó
trabada y el corazón latía desbocado como un rio sin cause. Su beso era rabioso, salvaje, exquisito, jodidamente
placentero… ¡Dios!

Doctor Sex mordisqueó mis labios, su lengua invadió mi boca sometiendo la mía a su santa voluntad. No me tocaba,
solo eran sus labios fieros y demandantes sometiendo mi cuerpo a sus deseos, nublando mi mente en una nebulosa
de lujuria desenfrenada; sentía mis huesos ablandarse mi piel… ¿Ceder ante un hombre como Edward Cullen?, la
respuesta era clara: NO, yo no era una cualquiera.

Lo empujé con toda mi fuerza y mi mano impactó fuertemente en su cara.

— ¡Deja de tratarme como una fulana! —grité enojada—. No soy una más de tu harem, no acepto tu maldita propuesta y
mantente alejado de mí, ¡maldito acosador!—grite con todas mis fuerzas, los ojos de Edward se llenaron de ira
pasando de un verde claro a un verde musgo; intenso y oscuro.

— ¡Bien! —gritó con voz gutural mientras golpeaba de nuevo sus dos manos contra el Volvo y acercaba su rostro al mío
—. Me alejaré de ti, no te buscaré, no te acosaré y me olvidaré que existes, maldita pesadilla. —Las aletas de su nariz
se dilataban a medida que hablaba y la vena que estaba en su frente, sobresalía aún con su ceño fruncido—. Tú
vendrás a mí, Isabella Swan. Ojalá que ese día, yo esté aún de una pieza para poder satisfacerte. —Me dio una mirada
furiosa antes de alejarse de mí, caminando en dirección al elevador. Peiné mi cabello con mis manos antes de
subirme al coche, dejando que mi cabeza golpeara contra el volante.

¡Que se creía ese hijo de puta!

Di un largo suspiro antes de encender el coche. El día de mañana traería cosas nuevas y si Edward Cullen se
acercaba a mi otra vez, le pondría una orden de alejamiento.

—Tienes una cara horrible. —Bree se subió al coche y yo asentí. No había dormido en toda la noche pensando las
últimas palabras de Doctor Sex—. Gracias por el permiso, me hubiese vuelto loca si no hubiera podido salir hoy.

—No fue nada Bree —contesté arrancando el coche—. ¿Tienes dinero? —Ella me miró enarcando una ceja—. Para las
flores —murmuré mientras avanzaba. Afortunadamente, no había tráfico y llegar al Green Wood Cemetery fue rápido a
pesar de lo lejos que nos encontrábamos, aparqué el coche y saqué de mi billetera varios dólares—. Compra flores —
dije, entregándole a mi hermana.

—No vienes —negué. Renée era inexistente en mi vida cuando aún vivía, no tenía que estar presente después de
muerta.

—Ve tú, no te demores mucho. Tienes solo un par de horas y me gustaría que comiéramos algo juntas antes de
dejarte en el Instituto. — Bree no dijo nada, pero azotó la puerta mostrando su desagrado por no haberla acompañado.
La vi llegar al puesto de flores y tomar un ramo antes de entrar, salí del coche y me apoyé en este, sacando mi Black
Berry del bolsillo de mis jeans.

Atada a ti

Capítulo 1
Hab ía huido de casa, tomado dos mudas de ropa y todos sus ahorros. Un padrastro alcohólico y una madre que no se
preocupab a por ella. Salir de Utah a la gran ciudad; lab rarse su camino y no sab er nada de nadie. Dejar de ser Daniela
para empezar a ser Danielle, sin ataduras… sin miedo… sin culpas.

El celular sonó en mis manos, era un número privado. Suspiré temiendo escuchar la voz del maldito doctor Sex, pero
no era él.

— ¿Isabella? —La voz de la chica sonaba extasiada—. Soy Kath, ¿me recuerdas?

—Claro, dime Katheryne en qué puedo ayudarte.

—Estuve hablando con el amigo que te comenté. Fue algo difícil, pero accedió a verte. ¿Sabes dónde queda el
restaurante Barbetta? —No sabía, pero el Gps hacía milagros.

—Puedo llegar —susurré.

—Genial, entonces nos vemos en una hora.

— ¿Podría ser en dos? —pregunté viendo la hora en mi reloj de pulsera. Bree tendría que hacer una visita exprés a la
tumba de sus padres.

—No, lo siento. Dimitri sale de viaje en un par de horas y no vuelve hasta finales de mes.

—En una hora —Bree debía salir ya del cementerio—. Sí claro, estaré ahí —dije lo más tranquila posible.

—Perfecto, nos vemos.

Guardé lo que había escrito y suspiré. Odiaba los cementerios, esa era una de las razones por la cual las cenizas de
Charlie habían sido tiradas en el Lago Michigan, tal cual como él lo había querido.

Los cementerios eran como los hospitales, fríos y desolados. Para mi buena suerte, sabía dónde estaban las tumbas
de Renée y Peter. Me acerqué lo suficiente como para ver a Bree entre colocando flores las dos lapidas; me acerque un
poco mas. Rosas, pensé que una mujer como Renée le gustaban otro tipo de cosas, tome aire y caminé los pasos
que nos alejaban.

—Tenemos que irnos —le dije sin tanto rodeo. Ella alzó la cabeza, mirándome incrédula.

—Acabamos de llegar —murmuró acariciando la lápida donde descansaba el nombre de Renée.

—Surgió un contratiempo y debo estar en un lugar en una hora, así que te dejo en el Internado, a no ser que quieras ir
conmigo.

—Quiero quedarme, la del contratiempo eres tú —murmuró girando su vista hacia las lapidas.

Suspiré hondo.

—Bree, no voy a dejarte aquí, tengo que llevarte al…

— ¡No te importa! —gritó ella—. ¡Mi madre no te importa, pero a mí sí! No te necesito, Isabella Swan. Puedes largarte si
quieres —dijo tajantemente.

—Britany, no te dejare aquí —respondí cortante—. Me están esperando y…

— ¡Me importa una mierda, Bella! —gritó levantándose—. Ya te dije que no me iré, apenas llevamos unos minutos y
joder, es nuestra madre.

— ¡Es tú madre, maldita sea! Para mí solo fue el horno que me incubó durante nueve malditos meses. Ahora, no me
hagas perder la poca paciencia que me queda y vámonos. Ya no tengo tiempo para lidiar con tus putos problemas de
adolecente, tengo una reunión urgente de trabajo y no voy a faltar a ella por estar aquí contigo. —Lo siguiente que sentí
fue el fuerte empujón que mi hermana me dio, antes de salir corriendo fuera del cementerio.

Joder, joder, joder. ¿Cómo un día tan lindo se convierte en una mierda?

— ¡Bree, espera! —grité yendo tras ella—. Bree, detente.

— ¡Para qué!, tú me odias Bella. Odias el hecho que mi madre sí haya estado conmigo, pero que a ti te haya
abandonado.

—Eso no es cierto. No te odio Bree —pasé las manos por mis cabellos—. Es difícil acostumbrarme a ti, toda mi vida he
estado sola y tú no eres Renée. Si ella te prefirió a ti y a tu padre, bien por ella.

—Yo sí te odio —murmuró mi hermana entre dientes.

—Genial, todos tenemos que odiar a alguien en un momento de nuestra vida. Créeme, ya pasé por eso, ahora nos
vamos —dije cortando la discusión. Llegamos al auto y Bree se sentó en la parte de atrás. Por el retrovisor pude ver
cómo gruesas lágrimas descendían de sus mejillas, pero las ignoré lo mejor que pude—. Voy a reunirme con unos
colegas y luego, te llevaré al Instituto —dije sin mirarla.

—Llévame al Instituto, no me interesa estar contigo un minuto más —dijo con voz ronca por el llanto, tomé mi celular y
busqué la dirección de Barbetta en el navegador mientras el semáforo estaba en rojo. Cuando la obtuve, la coloqué en
el GPS y cambié de dirección hasta el colegio de Bree. Respiré fuertemente antes de intentar hablar.

—Bree yo…

—No quiero saber nada de ti, no vengas, no me busques y me quedaré interna a partir de ahora. Al menos las monjas
se llevan mejor conmigo —salió del auto no sin antes cerrar con un tremendo portazo. Tomé aire nuevamente, ya
hablaría con Bree en otro momento.

Conduje por las calles guiándome por el GPS e intentando por todos los medios no recordar mi conversación con
Bree. Al llegar al restaurante miré mi ropa de vestir, no era de lo más elegante que tenía pero era aceptable. Salí del
auto, dándole al vallet las llaves de mi precioso bebé y caminé hasta el local.

Kath se despedía del mismo Adonis que la había ido a buscar ayer, parecía un hombre normal pero algo en su mirada
era intimidante, la forma en cómo la observaba con fuego y lujuria era sorprendente, pero también había algo en su
mirada. Era como si él fuese capaz de ponerse frente una bala por ella, había un extraño brillo en sus ojos que me
hacía mirarlo como idiota, el hombre dio un beso asfixiante a mi nueva amiga, antes de pasar a mi lado asintiendo
levemente. Kath sacó un espejo de su cartera y retocó su labial justo cuando yo llegaba a la mesa.

—Eso fue waoo —le dije sin saber que decir.

—Ese hombre es mi vida, Bella —sonreí.

— ¿Y tu amigo? —pregunté al no ver a nadie más.

—Está un poco retrasado, pero no tarda —murmuró Kath—. ¿Pudiste empezar a escribir algo?

—Sí, anoche empecé con el prólogo y esta mañana, he comenzado el primer capítulo. Como verás, me ayudó mucho
que me contaras tu historia.

—Lex me mata si sabe que te lo he contado, así que cuando preguntó por ti, le dije que eras una amiga de la
universidad y me ha creído. No estaremos mucho tiempo aquí, solo hasta la inauguración del Teatro y creo que nos
iremos tan pronto finalice el evento. Estuve hablando con Edward ayer, me quedé preocupada por cómo lo dejamos en
la mañana.

—Comió pizza y al parecer le cayó mal, lo que es raro pues yo comí de la misma —murmuré.

— ¿Tienes algún tipo de relación con Edward? —preguntó curiosa, mientras el mesero nos entregaba las cartas.
Agradecí mentalmente haber tomado el idioma Italiano como una segunda lengua en la universidad. Kath le dijo al
chico que esperábamos a alguien y él se retiró—. ¿Y bien? —volvió a preguntar interesada—, ¿tienes algo con Ed?

—No. Solo somos conocidos —dije sacándola de su error; doctor Sex y yo, el tipo lo que quería era follarme porque
estaba segura que era la primera que le decía NO.

—Parecía muy interesado en que tú y yo nos viésemos cuando habló conmigo. —La vi alzar la mano—. Dimitri, aquí —
un hombre de cabellos negros y ojos azules llegó hasta donde estábamos.

¡Joder era hermoso!

—Katheryne Cortéz —dijo adulador el hombre antes de sentarse con nosotras.

—McConner... —respondió ella con gracia.


—McConner, ¿cómo está nuestro amigo en común? —dijo coqueto… era un estuche de monerías, pero sin duda el
estuche más guapo y varonil que mis ojos habían tenido el fortunio de ver.

—Trabajando como bestia para irse lo más pronto posible y refugiarse en Milán —sonrió y, otra vez, Bella queda
remilgada tocando el violín en un rincón del lugar—. ¡Oh Dios, casi lo olvidaba! Dim, ella es Isabella Swan.

— ¿La escritora? —El hombre me ofreció su mano y se la estreché durante unos segundos, viéndolo de cerca el
hombre era aún mucho más guapo. ¡Dios!, parecía un ángel salido del infierno... porque dudo que los ángeles se vean
tan violables como este—. Y bien, en qué puedo servirles.

—Bella está escribiendo un libro erótico —el hombre enarcó una ceja—. No me mires así Malinov, ella solo quiere que
le contemos nuestra experiencia. Puedo hablar como sumisa, pero no como dominante —torció la boca.

—Y pretendes que yo le cuente desde mi posición —arqueó una ceja en dirección a Katheryne.

—Exacto. Bella tiene una mala idea acerca de la dominación, tú podrías ayudarla.

—No tiene que darme escenas muy vívidas solo quizás, si quiere usted… —genial ahora era tartamuda—. Cuénteme
lo que usted quiera —zanjé el tema.

Si, parecía una tonta. Tierra, ¡ábrete y trágame!

—Mmm… —el tipo se veía indeciso—. Chica, soy un hombre casado, felizmente casado con dos hijos aún pequeños y
el renombre de una empresa a mi espalda. Si alguien se enterara de mis gustos, sería un buen festín para las revistas
de cotilleo.

—Le prometo que no lo meteré en problemas —aseguré rápidamente—. Puede ser un anónimo, es más no recuerdo
su nombre —debía verme desesperada pero en verdad necesitaba que me contase, tenía curiosidad sobre la
dominación y, quién podría hablarme mejor de ella que un dominante.

La reunión con el Doctor Malinov y Kath me había caído de maravillas. Me sentía completa. El primer capítulo de "Atada
a ti" estaba casi listo. Solo habíamos tenido esa reunión, ya que Katheryne debía atender unas cosas más y no quise
importunar. Me habían dado más de lo que podía imaginar, ella me había hablado como la voz de la experiencia y él,
aunque no me había contado de su vida, me dio una larga plática acerca de la dominación; sus pros y sus contras,
Después de haberme ofrecido sus servicios como Ginecólogo y de contarme como había pasado al mundo de la
Dominación se retiro dejándonos a Kath y a mi solas por unos minutos mas,.

Hacía casi dos semanas que no sabía nada de cabron y joder, lo extrañaba. En solo tres días el maldito se había
metido en mis pensamientos y además, a que chica no le atrae el hecho que uno de los hombres más sexys de Nueva
York quisiera con ella. No había ido más al edificio porque era una cobarde y no quería encontrármelo y con Bree, las
cosas estaban igual… Miento, estaban peor.

Garrett había dicho que era una pataleta más pero, en el fondo, sabía que mi hermana estaba dolida y que la causante
de este alejamiento era yo.

Ya era más de medianoche y estaba sentada en el computador, fui a la cocina por una cubeta más de hielo y me senté
en la mesa del comedor.

"…Se sentía sexualmente atraída por el aura oscura que ese homb re emitía, era su caminar felino, su sonrisa torcida
ese cab ello alb orotado y sexy; rojo como el fuego. Un fuego que prometía quemarla viva si se acercab a a él…"

Esperen, ¿rojo? Caleb era de cabello oscuro. Borré esa parte sin poder evitar pensar en Cullen. Resignada, caminé
hasta el equipo de sonido buscando la emisora hasta escuchar su aterciopelada voz.

—Estamos en Hab lamos de Sexo, esta noche: Sexo en lugares púb licos. No hay nada más erótico que alguien pueda
verte mientras demuestras toda la pasión a tu pareja, puede tratarse de excéntricos personajes que se exhib en
encapsulados en un pequeño hab itáculo transparente, colgados de una grúa, para poder ser ob servados por
transeúntes, como sucedió hace unos meses en Alemania.
—No importa si el frío te está comiendo el culo —se escucho la suave voz de Rosalie.

—Creo que en esos momentos, el frío es lo de menos. Cuando de tener sexo se trata, no importa la temperatura o el
lugar; simplemente está el deseo y las ganas de follar.

—Como los amantes de McDonalds en el Reino Unido —hab ló Rose.

—Exacto, un vagón del tren, una cab ina telefónica, el b año de un antro, el b alcón de un apartamento… Cualquier lugar
es b ueno cuando la pasión arremete —si como un estacionamiento, pensé para mí misma—. Ahora los dejamos con
"Gothic Erotic", a petición de Diau que se comunicó por interno. Les invitamos a contarnos sus experiencias, sus
vivencias o si han visto algún espectáculo de estos.

La música empezó a sonar, fuerte, erótica y demasiado sexosa. Tal cual como había podido apreciar cuando visité el
programa una semana atrás. Peiné mis cabellos hacia atrás y tomé el último cubo de hielo que me quedaba. Marcus
iba a matarme, había tomado dos cubetas completas de hielo.

Danielle y Caleb. Hasta ahora, llevaba avanzado el primer capítulo, pero aún no me tocaba el primer párrafo sexual,
estaba dándole vueltas y vueltas.

Me entretuve escuchando la música y moviendo mi cabeza al compás de la canción. ¡Cristo, necesitaba un trago! Fui
hasta mi pequeño bar y me serví una copa de vino tinto, mientras la canción seguía taladrándome los oídos.

Cuando antes de los tiempos de la muerte reinó, fugas,

he leído tus lab ios. El lugar donde la tortura es un placer, por favor,

no te enfades. Cuando antes de los tiempos de la muerte reinó,

estoy goteando su húmedo, caliente, apretado coño.

Por favor, no te enfades, por favor, te b eso eso,

que yo b eb o escondido de ella, yo la amo.

Te amo, amo tu mojado, apretado coño,

por favor, no me gusta herir tu coño, por favor.

no te enfades me encanta a veces, su húmeda, caliente, apretado coño

Tu das b uen placer, tú fuente.

Tu eres mi pasión, mi deseo, mi pasión.

Tu Fuente, fuente de mi deseo

La música acabó y una tanda de publicidad para los patrocinadores del programa se escuchó.

Terminé mi copa de un trago y me quedé mirando como tonta la pantalla del computador, hasta que escuché su suave
voz nuevamente.

—Ab rimos nuestras líneas para ustedes. Cuéntenos sus aventuras, ab ran su mente para lo considerado inmoral
—sonrió—. Díganme, cuál es su más oculta fantasía —el teléfono se escuchó, por lo cual sabía que era una llamada—.
Doctor Sex te escucha, con quién tengo el gusto.

—Soy Angie.

—Hola Ang, puedo llamarte así, ¿no?

—Tú puedes llamarme como quieras papasito... —Ok esta chica era loca, revolví mis cabellos y seguí escuchando.

—Ok Ang, ¿alguna fantasía que hayas hecho en púb lico o algo que quieras contarme?

—Mi amiga Salem, me acab a de contar que lo hizo en el b año de un antro con su novio Rob ert.

—Y tu amiga Salem, ¿está por ahí? —susurró en voz baja.


—Sí, pero no quiere hab lar —bufó—. Doctor Sex, estoy con mis amigas en una pijamada y-.

—Pijamadas, todo lo que puede hacerse ahí —musitó Rose interrumpiendo a la chica.

—Esas son la peores —Edward bajó la voz tan seductoramente que estaba segura que las bragas de media población
femenina estaban desintegradas—. Quieren compartir algo conmigo.

—Estáb amos haciendo una apuesta y perdí, Eliana y Cris me hicieron llamarte y contarte mi más oscura fantasía...

—Eso suena tremendo, ¿no Doctor Sex? —dijo Rosalie con voz b urlona.

—Muy tremendo —su voz bajo un par de octavas—. Ang, Cuéntame tu más oscura fantasía —podía verlo apoyando sus
codos sobre la mesa, acercándose al micrófono.

—Quiero violarte en un auto frente a miles de chicas para que sepan a quien le perteneces—sin tapujos. Guauu…
sabía que en estos momentos él debía tener su sonrisa torcida.

—Cuando nos vemos —su voz sonó malditamente ronca—. Por ti puedo dejarme atar, aunque no me guste mucho
Ang. Tu solo di la hora y el lugar y yo estaré ahí, eso si mi corazón es grande, yo puedo pertenecer a muchas.

Un grito se escuchó de fondo. ¡Maldito hombre de los mil demonios con su puta voz sexy! No saber de él iba a
matarme. Apagué el computador; necesitaba sacarlo de mi cabeza y mi mente. Tomé el control del equipo y lo
apagué… necesitaba dejar de pensar en él.

Una semana más estuve así; él no se acercó y joder, lo extrañaba. Quería volver a sentir sus labios sobre los míos y el
aroma de su colonia impregnando mi cuerpo. Había tenido sueños realmente vívidos durante las últimas noches, me
estaba enloqueciendo. Bajé del coche y entré saludando a Quil; me había mantenido alejada del edificio para no
cruzármelo pero Garret había empezado a molestar, teníamos una reunión con Aro y necesitaba revisar el primer
capítulo de "Atada a ti" que, por algún poder divino, estaba terminado. Odiaba a Caleb con toda mi alma; era tan
arrogante, cínico, petulante era tan… ¡Tan Edward!

Decidí subir por las escaleras, necesitaba pensar y sacarme esto que no entendía de mi cuerpo. Llegué molida al piso
de Garret, necesitaba hacer un poco más de ejercicio. Siempre había sido delgada pero nunca estaba demás
ejercitarse, por salud y no por vanidad.

Agatha me recibió con una sonrisa brillante antes de decirme donde estaba su nene, caminé hasta el estudio de
Garrett, deteniéndome en la puerta. El sol despuntaba en su ventana, G tenía sus anteojos de lectura, su cabello
castaño enmarcaba su cara. Tenía la apariencia de un hippie de los años 70; entre sus manos leía lo que parecía ser
un manuscrito. Mi amigo era hermoso, no tan hermoso como el maldito de ojos verdes y cabello rojizo que estaba
volviendo mi vida de cuadritos.

—Tierra llamando a Swan —dijo Garrett juguetón—. ¿Hace cuánto estás ahí?

—Un par de minutos —contesté caminando hasta el sillón—. ¿Qué lees?

—Una estupidez de miel sobre hojuelas. ¿Trajiste mi primer cap? —asentí caminando hacia él y entregándole la USB.

Garret la tomó como niño emocionado en mañana de navidad.

"…Era un idiota, un patán de mayor calaña, pero su cuerpo… lo deseab a lo deseab a tanto, que estab a dispuesta de
olvidarse de la razón por la cual hab ía huido su casa.

Ese homb re gritab a peligro a los cuatro vientos, él no solo podía destruirla financieramente, podía destruir su corazón.
Sin duda, era mejor permanecer lejos de Caleb Masen..."

Garrett dejó de leer para mirarme sobre la computadora.

— ¿Masen? —murmuró con las cejas arqueadas—. ¿Como el Masen de mi amigo? —mi cara debería ser un poema.
Tragué grueso y respiré profundo.

—Es un apellido normal, como Smith o Swan —dije encogiéndome de hombros—. Podríamos cambiarlo a Sanders —
la sonrisa de Garrett se curvó a medio lado.

—Masen está bien. —Su sonrisa se ensancho—. Quiero verle la cara al hijo de puta cuando lea esto—dijo divertido.

La reunión con Garrett no se extendió mucho, me hizo las correcciones que debía hacer e imprimió el archivo.
Diecisiete páginas para el primer capítulo. Me dio una de sus sonrisas conquistadoras, complacido con lo que había
leído y caminó hasta mí con su porte de galán de telenovela Mexicana.

—Sabía que esto no iba quedarte grande, pequeña. —Sí, como llevaba muchas noches durmiendo jodidamente tarde
—. Eres mi pequeño diamante en bruto, Bella. —Sus brazos se cernieron alrededor de mí, quería mucho a Garrett. Yo
era una escritora, amaba mi carrera pero, sin su ayuda, consejos y apoyo, no era más que una simple chica
escribiendo garabatos. Agatha entró con una sonrisa pícara al encontrarnos abrazados, murmuró que la cena ya
estaba lista y salió de la habitación.

Comimos entre risas y anécdotas, nadie hacia mejor la Crême brûlée que Agatha.

— ¿Cómo van las cosas con Bree? —Garrett preguntó mientras robaba una cucharada de mi postre.

Le golpeé con la cuchara.

—De mal en peor —peiné mis cabellos hacia atrás—. No quiero hablar de eso, aún le quedan tres semanas en el
internado y puede que para cuando salga de ahí, se le haya el berrinche.

—Bella, tu hermana no tiene la culpa de lo que paso entre tú y tu madre...

—Creo que debo irme —me levanté del sofá donde nos habíamos sentado después de la cena.

—Bella —la mano de Garrett sujetó mi muñeca—, lo lamento. Sé que no te gusta hablar de ella —negué con la cabeza
—. ¡Diablos!, se me había olvidado —murmuró levantándose del sofá y salir corriendo al estudio. Lo sentí registrar
entre las gavetas y luego salió con una brillante sonrisa en el rostro—. No puedes decir que no, tu amas esto —dijo
entregándome el sobre. Enarqué una ceja, abriéndolo con curiosidad.

Fundación "Otra oportunidad",

Tiene el gusto de invitarle a su b aile anual de salón.

— ¿Baile anual de salón? —pregunté mirando los dos boletos.

—La fundación de un viejo amigo de mi padre, lo hace todos los años y bueno yo no sé… —Garrett se veía nervioso—.
Cuando nos vimos hace unos días dijo que me enviaría los boletos y le pedí dos dobles. Me gustaría que me
acompañaras uno es para ti y para mí y el otro para la enana y su rubito.

—Garrett yo…

—Vamos Isabella, es temático, nos disfrazaremos como caballeros de la edad antigua. Esme es fanática de Elizabeth
y Darcy, tan fanática como tú. No puedes negarte —colocó sus ojitos de gatito de Bolt…

Y esa era la razón por la cual estaba aquí.

Alice parecía chiquilla emocionada su cabello negro estaba recogido en un elaborado moño y tenía pequeños bucles
que salían de este. Su vestido azul aguamarina era pomposo, sofisticado y elegante, la hacía ver mucho más delgada
de lo que ya era mi amiga. Estaba decorado con cintas y encajes del mismo color del vestido, se veía real mente
hermosa. Aplicó un poco más de maquillaje en mi rostro antes de hablar.

—Bueno, ahora levántate —dijo con su vocecita torturadora, esa que usaba cuando yo tenía que obedecerla sin chistar
—. Quiero que apoyes tus manos contra el tocador —ordenó una vez más mientras la sentía tirar de los cordones del
corsé.

—Alice, voy a ahogarme —dije entre dientes, esto me estaba asfixiando. ¿Cómo carajos podía una mujer vestirse
siempre así? Alabado sea quien inventó los Jeans.

—Eres una llorona, Bella. El mío está más apretado —expresó—. Déjame buscar el vestido. —Oh sí, Alice había sido la
encargada de toda esta parafernalia cuando le comenté la idea de Garrett; ella se emocionó e inmediatamente empezó
hablar de estilistas, spa corsé y vestidos.
Vi como Alice se me acercaba con la bolsa que contenía el vestido que tenía usar. Estábamos en su casa, ya que sería
más fácil arreglarnos ahí; Garrett pasaría por mí y Jazz se había colocado su traje en una de las habitaciones de
huéspedes. Mi pioja estaba con su abuelita—. Quita esa cara que no es un vestido fúnebre ni nada por el estilo. Sabes
qué, mejor cierra los ojos —respiré profundamente antes de hacer lo que Hitler mandaba.

Sentí como subía la tela de seda por mi cuerpo y luego, cómo sus pequeñas manos abotonaban los ochocientos mil
botones del traje.

—Ahora abre los ojos y mírate —susurró Alice en voz baja—, estás hermosa. —Abrí primero un ojo temiendo lo peor,
volví a respirar profundamente las manos empezaban a sudarme. Tenía que tranquilizarme, me infundí valor y lo hice,
abrí los ojos completamente encontrándome con una Isabella muy diferente a la que mi espejo reflejaba cada día.

El vestido era realmente hermoso, en color rosa pastel con blanco adornado con cintas de un color más fuerte que el
del vestido. En sí, el corsé era recto y realzaba mis pechos, no de manera ordinaria, sino de manera elegante; la tela
tenía dibujos intrincados, con pequeñas piedras que lo hacían brillar, con bordados en hilos de color de oro; la falda
caía amplia y, en la base, las cintas hacían un pequeño dibujo de ondas.

—Te ves hermosa —dijo Alice dando brinquitos... O bueno si el vestido que llevara permitiera dárselos, miré mi cabello
atado a una trenza suelta y decorado con pequeñas cintas del color del vestido. Estaba anonadada.

Dos golpes en la puerta me sacaron de mi pequeño escrutinio, Jasper entró enfundado en un frac negro, su cabello
engominado y con sonrisa pícara al ver a su mujer.

—Se ven realmente hermosas, Garrett ha llegado ya —dijo abrazando a Ali por la espalda y dándole un beso en la
mejilla.

—Ya bajamos, solo falta algo —Alice caminó hasta una de sus gavetas sacando un par de guantes y entregándomelos
—. Esto va ser divertido —aplaudió como niña mientras me colocaba los guantes, Jazz me dio una sonrisa radiante
antes de tomarla de la mano y salir de la habitación.

Garrett estaba sentado en la sala de los Witlook viendo a los Lakers en televisión de 48 pulgadas de Jazz.

—Ya estamos listas —murmuró Alice, haciendo que mi amigo se levantara. Los ojos de G se abrieron al vernos llegar.

—Cristo... Valió la pena la espera chicas —murmuró sonriente. Garrett tenía un frac parecido al de Jasper pero su
chalequillo era de color rojo, mientras que el de Jazz era blanco. Nos tomamos de la mano y nos dirigimos hacia donde
se realizaba el baile.

El Sheraton New York Times Square Hotel se levantaba orgulloso entre los muchos rascacielos que adornaban la
avenida, Garrett le dio su Volvo al vallet antes de tomarme del brazo y caminar hasta el salón Millenium, donde se
llevaría a cabo el baile.

Entrar a ese salón fue transportarme a la época de Jane Austen. Sin duda, Garrett no se había equivocado al decir que
esto sería como aquellos bailes de "Orgullo y Prejuicio". El salón era rectangular, con la luz amarilla de los chandelier
iluminando el espacio. Las paredes eran de un amarillo envejecido como si estuviese de acurdo a la ocasión, estaba
tenue mente iluminado con candelabros y múltiples velas, dos lámparas arañas estaban colgadas en el techo
decorado con pinturas renacentistas, enormes ventanales que cubrían paredes completas y cortinas pesadas y
evidentemente costosas, hacían el lugar algo sobrecogedor de ver.

Las mesas estaban dispuestas circularmente decoradas exquisitamente y ubicadas de manera que dejaban la pista
de baile despejada y en el fondo una pequeña orquesta amenizaba la velada con acordes clásicos,

G, nos condujo hasta una hermosa pareja que se encontraba saludando a algunas personas, el hombre era rubio con
unos ojos azules enigmáticos y se veía bastante joven. A su lado estaba una mujer de hermosos ojos verdes y cabello
acaramelado, hermosamente enfundada en un vestido verde lila, pomposo y elegante.

—Hijo —el hombre abrazo a Garrett—. Señorita —dijo haciendo una venia.

—Bella, ellos son Carlisle y Esmerald los anfitriones —me explicó Garrett antes que se enfrascara en una plática con el
espécimen rubio. Alice y Jasper estaban junto a nosotros. Miré a mi alrededor, todo esto era tan fascinante, ver a las
mujeres con sus pomposos vestidos, los hombres vestidos tan elegantes envueltos en sus frac, habían varias parejas
en la pista de baile, vi como una mujer de porte elegante se acercaba. Su andar se me hacia conocido, quizás la había
visto en algún lugar.

—Guauuu… dime que hay una cámara cerca —gritó colgándose de su cuello—. Pensé que nunca llegaría el día que
podría verte así. —La miré minuciosamente, tenía un vestido rojo hermoso con piedras negras y ceñido a la cintura, a
pesar de que casi todos teníamos vestidos tipos princesa, ella era la única con un color tan… ¿peculiar? Seguí
mirándola hasta que nuestras miradas se encontraron. — ¿Isabella Swan? —me sorprendió que supiese quien era yo,
entonces quito su antifaz dejándome verla por completo—. ¿Me recuerdas?

Asentí.

— ¿Cómo estas, Rosalie?

— ¿Ustedes se conocen? —Garrett me miró asombrado y yo asentí.

—Loquillo, no me habías dicho que conocías a Isabella.

—Tú no habías preguntado preciosa. —G le giñó un ojo—. Ellos son mis amigos, Alice Brandon y Jasper Wit…

—A Alice ya la conozco —Rosalie y Alice se dieron un beso en la mejilla.

—Rose —la mujer de cabellos acaramelados le toco el hombro llamándola—. ¿Has visto a tu hermano? — su mirada
era triste y su voz suplicante, el hombre al lado de ella apretó su mano libre.

Rosalie suspiró fuertemente.

—Jake fue a buscarlo ma, esperemos que ese tonto mastodonte lo haga entrar en razón. —La mujer asintió y luego, su
esposo se la llevo a saludar otros invitados.

Rosalie y Alice empezaron una conversación acerca del baile mientras Jazz, Garret y yo observábamos el lugar.

—No se vale dejarme en la pista mujer y menos con la señora Morris. —El hombre se quito el antifaz y por primera vez
me di cuenta de algo todos los invitados llevaban uno haciendo la velada mística. Los únicos que no tenían eran
Carlisle y, por supuesto, Esme. Aparte de nosotros cuatro.

—Lo siento bebé —Rose dejó que su ¿novio? —. Tengo que dejarlos chicos, el idiota de mi hermano quién sabe
dónde demonios está, así que no puedo dejar a mis padres solos con esto. Les haré llegar sus antifaces. —Garret
asintió.

—Bueno, ¿buscamos nuestra mesa? —preguntó, a todos asentimos y, ya ubicados en una de las mejores mesas, un
hombre había llegado ofreciéndonos los antifaces y una copa con champagne. Alice y Jasper se disculparon y
caminaron hacia la pista, los seguí con la mirada y suspiré

— ¿Quieres bailar? —Garrett me miró, tomando mi mano enguantada entre la suya.

—Tengo dos pies izquierdos —murmuré.

—Soy un excelente maestro —se levantó tendiéndome la mano y sonreí, negando con la cabeza. Aún así, me levanté y
juntos caminamos a la pista. Garrett tomó mi cintura, pegándome levemente a él; su mano subió hasta quedar en mi
espalda baja y juntamos nuestras manos dejando que la música nos guiara, giramos y dimos vueltas por el salón.
Garrett me guiaba como si fuese una pluma y, para ser honesta, me estaba divirtiendo luego de las dos primeras
piezas. Estábamos terminando la última, cuando la música cesó y Emmett subió a la tarima.

—Buenas noches damas y caballeros. Es para nosotros un placer que nos honren con su presencia. Para "Otra
Oportunidad", es importante que nuestros más cercanos amigos celebren con nosotros un año más de ayuda y
colaboración con la reproducción humana —todos sonrieron—, les invito a que recibamos con un fuerte aplauso al
Presidente de la Fundación, Edward Masen.

¿Qué hacía Edward Masen aquí?

¡Dios! ¡Tonta Bella!

"Otra Oportunidad", SU Fundación. ¡Maldita sea mi mala suerte!

Miré a Garrett colérica, pero el muy… Se había puesto el antifaz.

—Esta me las pagas —susurré bajo mi aliento. Garrett me lanzó un beso y le levanté mi dedo del medio, lo que lo hizo
reír abiertamente.

La gente aplaudió y mi mirada se centro en él, su caminar felino y su porte de galán… Edward tomó el micrófono de
manos de Emmett y sonrió negando con la cabeza. Se veía delgado pero no menos guapo. Llevaba puesto un frac de
colección ajustado y dividido en la parte posterior en dos pliegues. Los botones eran negro y bordados con hilo en color
oro. Era de color azul y poseía una cola elegante. Dios, ese hombre miró a todas las personas del lugar, hasta que sus
ojos enigmáticos y oscuros se posaron en los míos, relamió sus labios provocándome y tragué saliva fuertemente.

¿Qué me pasaba con él? Mi cuerpo, a pesar de la rabia que me invadió en un principio, se sentía emocionado. ¿Me
sentía feliz de verlo después de estas dos semanas en las que me torturaba con su programa? Edward movió sus
cabellos con sus manos, peinándolos hacia atrás, antes de sonreír y empezar a hablar.

—Es grato para mí que ustedes se encuentren aquí, cuando mi madre empezó con sus problemas de concepción, mi
padre como científico que era, empezó a investigar. Él era un genio y luego, se encontró con otro genio—miró al rubio
espécimen que se hacia llamar Carlisle—. Gracias a ellos yo estoy frente a ustedes. "Otra Oportunidad" le ha dado
alegrías a más de mil parejas a través de estos treinta años de funcionamiento, con orgullo les digo que hace unos
días ha llegado al mundo con nuestra ayuda, el bebé numero 1425.

No pude seguir escuchando lo que decía, cada una de mis neuronas estaba trancada en los movimientos de ese
hombre, la forma en como sus labios se movían o como su nariz se dilataba en cada respiración. Edward tenía el
micrófono sujeto fuertemente y sus ojos se encontraban con los míos en ocasiones, incitándome, poseyéndome,
marcándome con el fuego que habitaba en su mirada. Me sentía cohibida, desnuda, mi respiración era anormal. Rió
tontamente, mostrando sus relucientes dientes antes de pasarle el micrófono a Carlisle con una mirada fiera y el
cuerpo tensionado, quizás para otros no era percibido pero para mí…

Carlisle habló sobre los incrementos de la fundación y no sé qué cosas más Si mientras Edward hablaba no había
escuchado nada, con Carlisle menos lo hacía. Mi mirada buscaba a Edward pero lo había perdido de vista, me enfoqué
en la barra de bebidas y allí estaba él, a su lado una pelinegra despampanante agarraba su rostro mientras Edward la
tenía sujeta por la cintura, estaba sentado en un taburete y la chica estaba en medio de sus piernas. Vi el infierno
abriéndose delante de mi ese maldito hijo de puta… Como si lo hubiese invocado, Edward me miró fijamente
deteniéndose en mi torso, su lengua mojo sus carnosos labios y levantó la copa que tomaba empujándola hacia mí.

Quería irme.

Pero sabía que Garrett no lo permitiría, ese juego podían jugarlo dos señor Cullen. Un chico de los de logística se
acercó a nosotros y Garrett firmó en la tabla antes de darme su sonrisa característica. Sonreí mirando a G, mientras
besaba su mejilla y luego mire al maldito, sus ojos estaban negros como el carbón y, de un momento a otro, sentía el
ambiente tenso como si una nebulosa me atrapara.

Durante el resto de la noche sentía la mirada de Edward como el halcón que vigila a su presa, sus ojos verdes
clavados a cada paso que daba. Misteriosamente, no me incomodaba. Bailé con Garrett y Jasper, hasta con Emmett;
bebí un par de copas más, porque el cabrón no hacía más que lucirse con su maldita puta.

La cena fue deliciosa y completamente acorde a la temática del evento. Incluso Esme como buena anfitriona, había
llegado hasta nuestra mesa para preguntarnos si estábamos bien. Bien… No estaba bien, sentía como minuto a
minuto la sangre se me hacía más espesa cada vez que esa zorra lo tocaba. Quería ir hasta donde ella y hacer como
Shakira en el video de Te aviso y te anuncio… pinchar sus tetas falsas con mis uñas.

Garrett bailaba con Alice mientras yo me deslizaba suavemente con Jazz, la música suave me calmaba y hacía más de
media hora que no veía ni a Edward ni a la pelinegra tetas falsas y culo puesto.

La música dejó de sonar y un hombre de tez morena se subió a la tarima.

—Buenas noches, como ustedes saben cuándo celebramos un año más de éxito en "Otra Oportunidad", hacemos el
baile anual de máscaras, todos tienen sus antifaces —se escuchó un gran murmullo entre las personas—. Eso está
perfecto. Este año y debido a la temática que han escogido las mujeres de la familia Cullen, hemos decido hacer un
real baile de salón. Caballeros —miró al público—, coloquen sus antifaces y busquen una chica diferente a la que es
su acompañante, a llegado la hora de bailar.

Me giré para decirle a Garrett que no me dejase sola, pero ya no estaba a mi lado. Alguien se pegó a mi espalda,
deslizando las manos por mi cintura y enviando corrientes eléctricas por toda mi columna vertebral. Suspiré
sonoramente con el corazón repiqueteando a mil por hora, no tenía que girarme para saber quién era, ni siquiera tenía
que esforzarme por intentar descubrirlo, su aroma, el inconfundible olor de su colonia, la forma en que mi cuerpo
reaccionaba cuando él estaba cerca. Dejé de respirar cuando con suavidad, me giró dejándonos frente a frente.

¡Joder Isab ella, disimula! No le demuestres que hace con tu cuerpo, este no es el momento. Llevas años ocultando lo
que este maldito te provoca, así que puedes hacerlo ahora... Cara de póker, por favor.
Gritaba en mi mente. Respiré sonoramente cuadrando mi rostro, mientras Edward acariciaba mi brazo hasta entrelazar
nuestras manos, aún con la tela de promedio la corriente eléctrica que sentía cada vez que me tocaba, recorrió cada
una de mis terminaciones nerviosas. Escuché el inicio suave de la música, el pianista deslizaba sus dedos por las
teclas con una maestría impresionante; una chica pelirroja se subió al escenario, mientras Edward afianzaba su mano
en mi vientre bajo, cuando la chica comenzó a entonar una suave melodía. Su cuerpo se deslizó hacia atrás y el mío lo
siguió por inercia, mis ojos fijos en las gemas verdes del hombre que bailaba conmigo por el centro de la pista,
¡¿dónde demonios estaba Alice, Garrett o Jasper?!

Cristo, porqué huele tan jodidamente b ien.

—Me asfixias —dije, separándome un poco de él.

—Sshhh… —su mano en mi espalda me empujó más hacía él, dejándome en donde inicialmente estaba—. Te he
extrañado Isabella —susurró con voz suave.

—Genial, yo ni siquiera me acordaba que existías Cullen —el me dio su sonrisa desintegra bragas.

— ¿Estás segura Isabella? —bufé—. Explícame entonces, ¿por qué tu cuerpo está temblando?

—El aire acondicionado está muy fuerte o mi cuerpo tiembla de asco porque tus manos están en el y hace poco
estaban con la señorita Silicona. Estoy casi segura que es la segunda opción.

— ¿Celosa? —murmuró seductoramente.

—Ya quisieras Cullen —respondí tajante, mientras él hacía que mi cuerpo diese una vuelta al compás de la música.

—Porque no dejas el orgullo de lado Isabella y aceptas que me deseas tanto o más que lo que yo te deseo a ti. —
Nuevamente su mano en mi espalda me empujó hacía su férreo pecho, a pesar del corsé y de sus muchas capas de
ropa, podía sentir lo fuerte y musculoso de su torso.

—En tus sueños. Tu propuesta me hace sentir sucia de solo recordarla —seguíamos bailando acorde a la canción, las
parejas se movían de un lado a otro, pero mi ser estaba enfocado en Edward.

— ¿Puedo preguntarle por qué me rechaza sin fingir algo de cortesía? —Darcy... Negué con la cabeza. Sabía los
diálogos de "Orgullo y Prejuicio" a la perfección.

—Y yo a usted porqué se ha permitido decirme con el propósito evidente de ofenderme que me quiere contra los
dictados de mi razón.

—Los hombres están invadidos por la arrogancia o la estupidez, y si son afables es muy fácil manejarles porque no
tienen un criterio propio.

—No se enganche de Darcy para confundirme con su palabrería barata, usted se ve mejor con las mujerzuelas, como
aquella vez en el estacionamiento o hace unas horas en la barra.

— ¿Le molesta haberme visto con mi Leah? —enarcó una de sus cejas—. Mallory fue un error o la adrenalina de saber
que usted observaba señorita Swan —volvió a girarme—. Conozco los coches de todos los trabajadores de WTF, así
que cuando vi un coche diferente supuse que era el suyo y quería que viese lo bueno que puedo ser. —Me removí
enojada entre sus brazos—. Le molesta saber que otra mujer puede estar disfrutando lo que usted rechaza, ve aquella
hermosa mujer —me señaló a pelinegra que estaba con él minutos antes. La mujer le giño un ojo y él le lanzo un beso.
¡Maldito patán! Traté de zafarme de su agarre nuevamente, pero su mano de hierro apoyada en mi espalda, me lo
impidió.

—Suélteme señor Cullen —murmuré entre dientes. Su brazo se tensó aún más mientras me sonreía cínicamente.

—Y si no quiero, señorita Swan. Y si lo que quiero es tener su cuerpo pequeño y caliente pegado junto al mío, imaginar
cómo sería tenerla bajo de mí mientras mis manos acarician su piel, marcándola con fuego por mis caricias. Sentir
que mi miembro entra en su cuerpo tan salvajemente, que sentirá que morirá de placer. —Lo miré con ira y el
desgraciado rió—. Está celosa señorita Swan —traté de soltarme nuevamente pero era imposible—. Lamento
desilusionarla, pero Leah es la mujer de mi hermano. —Y ese fue mi punto de muerte, lo empujé discretamente
alejándolo de mí, aunque lo que tenía ganas era de golpearlo, por capullo.

—Déjeme en paz señor Cullen o le aseguro que se arrepentirá de haber cruzado su camino con el mío —dije antes de
girarme, necesitaba aire ¡maldita sea!
Salí por uno de los corredores, el corazón latiéndome como si estuviese en una carrera a muerte, tenía ganas de llorar
de impotencia. ¿Por qué?

— ¡Isabella! —escuché que gritaba, mientras yo trataba de caminar lo más rápido que el jodido vestido me dejaba—.
Isabella, detente —tomé la falda del vestido cuando salí al jardín. Sentía sus pasos cerca de los míos, así que me
escabullí entre las plantas empezando a correr. Maldito hombre y su maldita obsesión por mí y maldita yo por ser tan
masoquista y que me encantara que fuese así. Di la vuelta entre unos arbustos y entonces, él salió de la nada,
tomándome por los brazos fuertemente—. ¡Estoy harto! —musitó con voz queda—. Me cansas, me enervas, me
martirizas maldita mujer. —Sus labios… sus deliciosos y exquisitos labios tomaron los míos fuertemente mientras lo
sentía golpear mi espalda con un árbol, me resistí… de verdad lo intenté. Su hábil lengua se internó en mi boca
sometiendo la mía, su aliento me atontaba, intenté seguir luchando pero, ¿podría uno luchar contra sus deseos?

Rendición… deliciosa palabra que marcaba lo prohibido.

Crucé mis manos por su cuello, saboreando sus labios y siguiéndole el beso. Edward posó sus manos en mi cintura,
trayéndome más a él, besando mis labios fieramente al comienzo y dulcificando su beso poco a poco. Nuestras
respiraciones frenéticas, el corazón latiendo como uno solo y los labios rosándose tiernamente, dieron un beso
salteado sobre mis labios.

—Bella…

—Déjame en paz Edward —susurré con voz queda, antes de zafarme de sus brazos e irme de allí. Un segundo más,
un roce más de sus labios y sería mi fin.

Edward Cullen podría matarme si así lo quisiera.

Hola Hola…. ¡Antes del sábado Jo se merece un aplauso!, Chicas Bella sigue resistiéndose y me tiene a punto de
contratar un sicario para acribillarla y ponerme yo en su papel jajaj XD!, espero que el capi les haya gustado de verdad,
y ahora paso a informarles que no se si para la próxima semana pueda tenerles el nuevo cap, lo intentare pero lo dudo,
en este momento estoy pasando por un problemilla familiar y quiero estar enfocada en eso, por otra parte formo parte
de Staff de Reporteras FFAD y necesito sacar un trabajo pendiente eso toma tiempo t dedicación así que espero
puedan entenderme, igual como les dije hare el intento.

Mil gracias por todos y cada uno de los comentarios ando sin inter en el trabajo y eso me complica un poco las cosas,
pero los leo todos, gracias a los que solo leen y sobre todo gracias a mis chicas del Harem del Doctor sex jajaja son
unas loquillas, a Salem que me aguanta a Gianna que me ayudo con todo lo del baile, a Michell que me sirvió de critica
en este cap

Gracias a todas ustedes, sin su ayuda yo no soy nada

Besos

ASM
*Chapter 7*: Chapter 7
Disclaimer: los personajes de Crepúsculo son propiedad única y exclusivamente de la señora Meyer, yo solo los
utilizo para mi diversión.

Capítulo beteado por Jo Beta Ffad, Betas FFAD

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Me muero por conocerte, sab er qué es lo que piensas,

ab rir todas tus puertas,

y vencer esas tormentas que nos quieran ab atir,

centrar en tus ojos mi mirada, cantar contigo al alb a,

b esarnos hasta desgastarnos nuestros lab ios

y ver en tu rostro cada día crecer esa semilla,

crear, soñar, dejar todo surgir, aparcando el miedo a sufrir.

Me muero por conocerte—Alex Ubago

RENDICIÓN

Habían pasado dos semanas. Dos semanas en las que no había sabido nada de Edward. Dos semanas en las que
estaba con un bloqueo espantoso. Dos semanas desde que me recriminaba a mí misma el no aceptar estar con él,
llegando siempre a la misma conclusión: Miedo.

Renée me había abandonado cuando apenas tenía 4 años; Charles me había abandonado cuando cumplí 19 y Félix
me había abandonado cuando más lo necesitaba.

Edward Cullen era peligroso. Peligroso a tal punto, que un abandono de su parte sería caótico para mí.

Golpeé mi cabeza contra el volante del auto, me sentía tan frustrada desde anoche que había intentado empezar la
primera escena sexual entre Caleb y Danielle. De nada valía que ella se resistiera si al final, iba terminar cediendo.
Pero solo había podido escribir un beso.

Despegué mi cabeza del volante y peiné mi cabello con mis manos, al fin hoy Bree terminaba su castigo y el Señor
Smith nos había convocado a una reunión. Miré mis Converse rojas, eran nuevas y maltrataban como el infierno, nada
como mis viejas Converse negras y sucias. Me bajé del coche y caminé hacia las escaleras del colegio donde
estudiaba Bree, el pasillo que conducía hasta la oficina del director era bastante solitario; la señora de recepción me
hizo esperar unos minutos mientras me anunciaban. Sumida en mis pensamientos, recordé lo último que había
escrito de "Atada a ti".

"…Las manos de Danielle tomaron vida propia, sub iéndolas hasta enredar sus dedos entre los cab ellos oscuros de
Caleb , la lengua de él pidió acceso a su b oca deslizándose como una serpiente y enredando su lengua con la de él.
Sintió como su cuerpo se hacía gelatinoso mientras Caleb la devorab a, sus lab ios descendieron poco a poco b esando,
succionando y lamiendo cada pedazo de piel expuesta, necesitab a sentir más su vagina se contraía dolorosamente…"

—Señorita Swan, ya puede usted pasar —dijo amablemente la señora, sacándome de mi divagues. Suspiré
fuertemente y empujé la puerta. El señor Smith estaba impecablemente vestido como la última vez que había estado
aquí, las madres de las dos chicas que habían sido castigadas junto con Bree, también estaban ahí.

El Director empezó a hablar sobre las normas y reglas del Instituto tan pronto Bree y las demás chicas entraron a la
oficina, pero no podía captar nada mi atención, estaba mi mente y mis sentidos estaban en el último párrafo que había
escrito anoche, en la manera en como los sentimientos de Danielle eran muy parecidos a los míos cuando Edward
Cullen estaba cerca… Ese hombre me estaba enloqueciendo, se había apoderado de mi mente… de mis sueños. Era
algo así como una sombra que te persigue día y noche, algo que no me dejaba pensar más que en sus carnosos
labios sobre los míos, en la manera en que mi cuerpo reaccionaba ante su toque, en la forma en cómo el deseo
nublaba mis sentidos cuando su lengua danzaba a la par mía.

— ¿Señorita Swan? —miré al Director de la escuela, sin saber que me decía.

— ¿Disculpe? —expresé tontamente. Vi cómo el señor Smith negaba con su cabeza, antes de preguntarme
nuevamente.

— Que si está de acuerdo con que Brithany sea interna a partir de este momento.

—Pero el castigo era hasta hoy —dije sin saber el porque debía aprobar eso.

— ¿A escuchado algo de lo que he dicho, señorita Swan? —cerré los ojos fuertemente sintiendo mi cara arder.

—Lo lamento señor Smith, estoy algo liada con asuntos laborales. —Vi como las otras señoras decían algo bajo su
aliento y contuve las ganas de bufar—. ¿Por qué Bree debe quedar interna? —El señor Smith dio un largo suspiro
antes de hablar.

—Pueden retirarse señora McCould y señora Evans, espero que no tengamos que vernos nuevamente por una
situación como esta. —Las urracas negaron antes de musitar algunas palabras con el Director y luego marcharse
junto con sus hijas—. Señorita Swan, le decía que Brithany nos ha expresado su intensión de permanecer interna en el
Instituto, pero para ello necesitamos su aprobación.

Giré mi cabeza mirando a Bree fijamente, pero ella no me miraba su rostro estaba girado de tal manera que parecía
observar el jardín exterior, negué con mi cabeza y suspiré larga y sonoramente.

—Director Smith, ¿podría dejarme sola con Brithany por favor? —El Director asintió antes de levantarse de su silla y
salir de la oficina, me giré completamente a Bree

— ¿Interna? —murmuré—. Bree, al menos mírame —expresé—. Sé que estás enojada por la forma en como te hice ir
del cementerio, yo tenia toda la buena intensión de que pasáramos tiempo juntas, pero se me presentó este problema
y tuve que ir, ¿puedes entender eso? —Bree siguió sin mirarme, así que suspiré resignada y hablé fuerte—. No voy a
aprobar que te quedes como interna —dije enojada—. No fue para eso que decidí hacerme cargo de ti, pensaba tener
una conversación con la señorita que creo que eres pero aún sigues siendo una niña. Recoge tus cosas y te espero en
el auto nos vamos a mi casa —me levanté de la silla dispuesta a esperarla en el auto.

—Tu bien lo has dicho, Isabella, tu casa —dijo ella cuando yo había llegado a la puerta—. Yo soy una extraña ahí, aquí
estoy bien de interna —susurró en voz baja.

—No voy a dejarte aquí Brithany —repetí entre dientes—. Eres mi hermana así que tu lugar es conmigo —peiné mis
cabellos hacia atrás y me giré, encontrándome con los ojos vidriosos de mi medio hermana.

¡Diablos!

—Ese es el problema Isabella, soy tu obligación —intenté negar pero Bree me interrumpió—. Soy la hija que crió
Renée y eso, te hace odiarme.

—No te odio Bree, tú no eres la culpable de lo que Renée haya hecho.

—Pero me culpas —la primera lágrima descendió de su mejilla y yo suspiré hondo. La última vez que había llorado
había sido por culpa de Félix, ese día bajo la lluvia me había prometido no ser frágil y no llorar, para ciertas cosas era
una hija de puta.

—Bree…

—No lo niegues me culpas Bella —decir mi apodo me hizo saber que estaba bajando la guardia— y yo no puedo
soportar que tu trates mal a mi madre, cuando ella fue una excelente madre conmigo.
Puñal directo y enterrado en mi corazón

—Pero conmigo no lo fue Bree, y no puedes obligar a una persona a sentir algo por otra que solo te dio frio y vacío. Tú
eres mi sangre y yo quiero conocerte, no quiero hacer contigo lo mismo que Renée hizo conmigo, quiero que sepas
que puedes contar conmigo y aquí encerrada no vamos a lograrlo nunca —expliqué pausadamente, sin demostrar el
daño que habían hecho en mí sus palabras.

— ¿Y crees que viviendo juntas lo haremos, cuando no nos soportamos? —refuto ella levantándose de la silla en
donde estaba—. Te propongo que me des el permiso para ser interna y vengas por mi los fines de semana, si en
verdad quieres conocerme es mejor ir poco a poco —caminó hacia mí—. Si quieres que en verdad tengamos una
relación, firma el permiso y déjame quedarme aquí —susurró antes de salir de la oficina dejándome sola.

Suspiré levemente golpeando la pared y tragando fuertemente el nudo en mi garganta. Cuando el Director Smith entró
nuevamente a la oficina, firmé todos los documentos para que Bree se quedara interna y salí de ahí, necesitaba apoyo
y no había nadie en este mundo que me apoyara más que mi pequeña estrella.

El abrazo de oso de Nessie fue todo lo que necesite, Alice me preguntó con la mirada que sucedía pero negué,
abrazando a mi pequeña y dejándome arrastrar por ella hasta su habitación.

Pasé el resto de la tarde junto a Alice y mi mostro del lago Ness, cuando mi pequeña tomó una siesta a media tarde,
Alice sacó los brownies de la alacena y una Coca-Cola para ella, mientras me tendía una Pepsi. Sentadas en el mesón
de la cocina, le conté lo sucedido con Brithany.

Cuando Jasper regresó del trabajo, mi pioja corrió hasta él anclándose en su pierna.

— ¿Me tajiste algo papi? —preguntó Vanessa con los ojos como cachorrito, Jasper sacó una galleta de su saco y se la
entregó al pequeño terremoto que de inmediato salió a seguir viendo caricaturas. Jazz caminó hasta nosotras
dándome un apretón y luego dio un pequeño beso a Ali, antes de subir las escaleras en dirección a la habitación.

—Espérame un segundo —murmuró Alice subiendo detrás de Jazz, así que me senté al lado de mi pioja a ver Moster
Inc.

Un par de minutos después, Alice bajó con un pequeño bolso en su mano y una sonrisa en su cara.

—He hablado con Jazz, vamos a ir Ness y yo a tu casa a hacer una pijamada, como en los viejos tiempos —comentó
dando saltitos.

—Alice no es nece…

—Sí, sí lo es Bells —afirmó—. Te sientes triste, así que Ness y yo vamos a alegrarte un poco, Ness ve a despedirte de
papá, esta noche dormiremos con tu madrina.

Ness subió las escaleras buscando a Jasper y cuando bajó tenía un puchero.

—Me quedo con papi —dijo seriamente—. Papi va a quedarse solo y yo me quedo con él —colocó sus bracitos en jarra
como hacía Alice… El fruto nunca cae muy lejos del árbol.

Jasper bajo las escaleras, mirándome divertido.

—Jazz —Alice lo miró entrecerrando sus ojos.

—Necesitan hablar, vayan las dos yo llevaré a Ness a la escuela mañana —bajó los escalones que faltaban y apretó a
Alice entre sus brazos.

Luego de ir por una pizza, cervezas y Pepsi, Alice y yo nos fuimos hasta mi departamento. Nos fuimos directo a mi
habitación y yo fui a darme una ducha y ponerme la pijama mientras Alice escogía una de las películas y la colocaba en
el blu ray.

La princesa Rapunzel y Flynn nos mantuvieron entretenidas o al menos a Alice, cada vez que veía a Flynn, no podía
evitar recordar lo sucedido semanas atrás cuando Edward había decidido quedarse en mi departamento. Para mi
infortunio, ver a Flynn era verlo a él y eso me estaba matando. Tan pronto la película terminó, Alice se levantó de la
cama, encendiendo el equipo y buscando entre las emisoras.

Que no sintonice… que no sintonice….


—Buenas noches oyentes, sean todos b ienvenidos a un programa más de Hab lemos de Sexo, con ustedes el Doctor
Sex y esta servidora. ¿Cómo estás Sex?

—Perfectamente Rosalie, déjame decirte que ese vestido te queda perfecto —sonrió socarrón—. ¿Qué tenemos para
hoy Rose?

—Un tema que a más de una mujer va a encantarle: ¿El tamaño importa? —se escucharon sonidos predeterminados
de chiflidos, Emmett jugando desde la cabina.

—Uff pues yo creo que depende a quien le preguntes. Yo estoy más que satisfecho con mi tamaño —dijo
arrogantemente.

—Nunca he estado contigo Sex, así que no puedo confirmar eso —Rosalie sonrió—, pero tienes mucha razón en lo que
dices, es dependiendo a quien le preguntes. He leído varios artículos en internet, b iólogos de la universidad de
Camb ridge dicen que en la época de los homo sapiens las mujeres utilizab an el tamaño del pene como uno de los
factores para elegir al mejor compañero sexual con fines reproductivos.

Hay estudios que afirman que las mujeres prefieren a los homb res más altos, con espaldas anchas y cadera angosta,
ya que eso asegura un pene fuerte y vigoroso —Edward se rió disimuladamente, podía verlo con su sonrisita burlona
mientras giraba en su silla. ¡Dios, tenía a ese hombre trabado en mi mente!—. Sin emb argo, el tamaño del miemb ro
masculino no es una cualidad suficiente: Si usted es b ajo y tiene un cuerpo con forma de pera, un pene grande no
aumentará su atractivo sexual.

— ¿Cuánto es la medida exacta de un pene, o al menos la más exacta? —preguntó Rose.

—Según la Academia Nacional de Cirugía francesa, el tamaño del pene en reposo es de entre 9 y 9,5 centímetros y de
12,8 a 14,5 cm en erección.

—O sea que el que diga que tiene más de 15 centímetros es un mentiroso, mujeres —murmuró Rose entre risas.

—Porqué no dejamos que sean ustedes mismas las que nos digan si importa o no el tamaño del pene, esperamos sus
llamadas mientras vamos a una pausa comercial y volvemos enseguida —se escuchó la voz de Edward.

—Odio ese programa —murmuré mientras escuchaba los comerciales.

— ¿Por qué? Yo lo amo. El tipo es un arrogante pero joder, tiene la voz más ardiente de todo el universo —dijo Alice,
mientras tomaba el esmalte para pintarme las uñas. Según ella, eso subía los ánimos. Por hoy, la dejaría hacer lo que
fuera conmigo, mañana me quitaría ese color rojo puta de mis pies, finalmente, yo pasaba siempre en zapatos
deportivos, así que no se notaban en absoluto.

La pausa comercial fue muy rápida y luego de dos canciones —más que perfectas para follar—, según las palabras de
Alice, se escuchó nuevamente la sexy y ardiente voz de Edward Cullen.

—Hab lemos de Sexo, te atiende Doctor Sex.

—Hola hermoso —dijo la chica al otro lado de la línea—. Mira, yo creo que sí importa el tamaño a la hora de hacer el
amor, tú sab es, un pene pequeño no va poder llegar a lugares que si puede un miemb ro grande.

—Has tenido alguna experiencia…

—Mi nomb re no importa ¿verdad? Mi primera vez, fue con el nerd de la escuela pero joder, ese era ¡EL miemb ro! Me
hizo ver hasta las estrellas, luego estuve con Jackson, el capitán del equipo de b eisb ol, lo tenía tan chico que te juro
que casi me quedo dormida en medio de la faena.

Edward rió abiertamente ante lo espontáneo de la chica.

—Tenemos otra llamada, no nos cuelgues chica A —dijo aún sonriendo—. Hab lemos de Sexo, al hab la Doctor Sex.

—Mi nomb re es Anna, yo pienso que no importa el tamaño siempre y cuando la mueva b ien y sepa estimular. Ya
sab es, para eso se crearon los previos. Si haces un b uen trab ajo con la anticipación, la mujer va estar tan deseosa que
el solo hecho de penetrar la va llevar a un fab uloso orgasmo.

—Gracias por tu apreciación Anna —murmuro Rose—. ¿Qué piensas Chica A?

—Que su marido la tiene chica y le toca conformarse con ella —la cab ina estallo en risas—. Bueno, ya les di mi opinión
y solo me atrevería a prob ar esa teoría de Anna, si tú hermoso quieres prob arla tamb ién.

—Lamentab lemente, estoy muy b ien dotado chica A —contestó Edward divertido—. No puedo servirte como conejillo
de Indias pero ya llegará el indicado para ti, que tengas una b uena noche… —Edward rió—. Seguimos en Hab lemos
de Sexo. ¿Importa el tamaño del pene a la hora de intimar? Vamos con un poco de música y regresamos.

Alice y yo tarareamos la canción de sexo en la cuidad hasta que nuevamente se escucho su voz, me quedé atontada
medio segundo el tiempo suficiente para reconocer una cantarina voz por medio de las bocinas.

¡Alice!

—Hola Sex —dijoAlice, con su voz pequeña—, mi nomb re es Mary —rodé los ojos—. Pues yo creo que tamaño no es
igual a potencia —dijo resuelta mi amiga mirándome a los ojos—. Ese es un error que muchas de las mujeres creen,
un mito…

—Cierto —agregó Rose—. Muchas veces un pene de gran tamaño no siempre tiene una gran performance sexual. La
potencia o capacidad de mantener erecciones firmes y prolongadas, no es un atrib uto propio de los homb res más
dotados.

—La potencia sexual depende de muchos factores —musitó Edward—. En especial, de la capacidad de mantener la
excitación en el plano mental. Para ello, es necesaria la atención completa y permanente en la relación y,
principalmente, la atención que el homb re pone en la estimulación sexual de las zonas femeninas más erógenas, en
especial el clítoris. Dime Mary, ¿estás sola en casa o estás acompañada? —murmuro con voz enronquecida

Empecé a negar con la cabeza pero Alice me dio una sonrisita maligna antes de hablar.

—Tengo a mi amiga Isabella frente a mí, se muere por hablar contigo.

—All… —articulé sin voz, mientras ella me extendía el teléfono—. ¡Te odio!

—Eso es por pensar en quitarte el esmalte mañana tan pronto me vaya, te conozco Swan —dijo Alice. Agradecí que por
lo menos tuviese tapada la bocina del celular, tomé el aparato con rabia pensando en cortar la llamada cuando la voz
moja bragas de Edward Cullen se escuchó.

—Isab ella, queremos sab er tu opinión —murmuró Edward. Tomé aire fuertemente antes de llevar el aparato y hablar—.
Es importante para nosotros, no seas tímida, cuéntanos tus experiencias... ¿si has vivido alguna? — ¿Se estaba
burlando de mí?... ¡Capullo!

—Bueno yo…

—Escuchas a menudo el programa —Él y su maldita manía de interrumpirme.

—Mi amiga Mary lo escucha más que yo, no me gusta mucho escuchar sob re este tipo de temas.

—Mmmm, tienes prob lemas en la cama Isab ella, puedo recomendarte un Sexólogo amigo mío — ¡lo sabía! ¡Él sabía
que era yo!

—No, mis prob lemas no son de esa índole, pero no estoy llamando para comentar mis prob lemas, sino para dar una
opinión al tema de hoy.

—Soy todo oídos Isab ella —murmuro burlón.

—Estoy de acuerdo con Mary y Rose un pene ultra largo no es necesario para disfrutar a plenitud su vida sexual. Más
b ien otros elementos como la calidad de la erección, los movimientos y el juego previo, pueden marcar la diferencia
entre un gran amante y un fiasco entre sáb anas. Así que yo no alardearía de tener un b uen miemb ro, si no sé cómo
usarlo doctor Sex…

Y si media pob lación femenina me odiab a en estos instantes, yo Isab ella Marie Swan estab a diciéndole malo en la
cama al homb re con la voz mas caliente de todo Nueva York…

La risa de Edward fue abierta, burlona y muy divertida. Alice estaba estupefacta frente a mí y podía ver a Edward Cullen
negando con la cabeza.

—Bueno, puedo alardear que nunca se han quejado de mi potencia y empuje —murmuró—, pero hay algo en que
tienes mucha razón, Isab ella. Toda la sensib ilidad femenina tiene que ver con el clítoris. A diferencia de lo que muchos
creen, no es un órgano pequeño, sino que se extiende por dentro de los genitales femeninos. Esa es la parte principal
que roza el pene cuando es introducido. La naturaleza es sab ia: penes cortos y delgados o penes largos y gruesos
terminan rozando esta parte sensib le sob re la vagina, produciendo la excitación sexual.

Le tendí el teléfono a Alice y ella corto la llamada.

—Eso quiere decir que lo excitante de un pene grande para una mujer podría ser comparab le a lo que le puede
producir un varón con un determinado color de ojos. No porque sea imprescindib le, sino por una cuestión de gusto
particular y estímulo psíquico o fantasía que le despierta —expresó Rosalie.

—Exactamente, para gustos colores Rose, es evidente que en cuestión del tamaño del pene no se ha dicho la última
palab ra. Cada quien deb e explorar y sacar su propia conclusión sob re que tan acertado es el tamaño y la importancia
que este tiene, vamos con mas música enseguida volvemos.

Una nueva tanda de música se escuchó justo antes que mi celular empezara a repicar, lo contesté al tercer timbrazo.

— ¿Fuiste tu la que llamaste al programa? —Mi corazón se detuvo por unos instantes, Alice dejó de pintarme las uñas
para verme… Cómo demonios tenía mi… Garrett—. Contesta Isabella, ¿fuiste tú? —su voz en el otro lado de la línea se
escuchaba agitada.

—Lo siento señor, está equivocado —colgué.

— ¿Quién era? —preguntó Alice tomando mi pie para terminar su obra de arte, como ella la había bautizado—. Parece
que hubieses escuchado un fantasma.

—Simplemente era un equivocado —musité, intentando restarle importancia, el teléfono volvió a repicar pero lo ignore

— ¿No vas a contestar? —Fingí mirar la pantalla pero era el mismo número.

—Es el mismo número y el hombre esta ebrio… —Genial estaba empezando a aprender a mentir, la melodía de un
nuevo mensaje de texto se escuchó justo cuando Alice terminaba mi dedo pequeño.

—Voy por un par de bocadillos —se levantó de la cama y salió de la habitación por lo que aproveche para mirar el texto.

Se que eras tú, Isab ella. Conozco tu voz, el sonido que hace tu respiración cuando estás nerviosa, muero por escuchar
el irregular sonido de tus jadeos mientras estoy contigo pero huyes Isab ella y yo no soy un homb re paciente. ¿A qué
juegas Isab ella? Porque solo me quedan un par de cartuchos y no estoy dispuesto a gastarlos contra una pared. La
próxima vez que nos veamos le dirás sí a mi propuesta o dejo de llamarme Edward Anthony Masen Cullen.

—Es Jazz, mi celular se ha quedado sin batería —negué con la cabeza—. He puesto a cargar el cel en tu sala. No
importa, ¿verdad? —negué—. ¿Y quién es?

—Es Garrett, Aro quiere verme —mentí.

— ¿Cómo vas con el libro? —preguntó Alice, tendiéndome una taza con helado.

—All, es la 1 de la madrugada —dije mirando el helado de vainilla.

—Abrí la nevera y me antojé —respondió mi amiga, sacándome la lengua—. Una vez al año no hace daño.

— ¿Te colocaste la inyección?

—Por supuesto Bells, ahora no me cambies el tema. ¿Cómo vamos con Atada?

—Primer capítulo terminado y la mitad del segundo.

—Muero por leer, Garret es un maldito con suerte —musitó antes de volver a escuchar la voz de mi perdición.

—Y para terminar este programa, quiero dejarlos con una canción en especial. En este programa no acostumb ramos a
colocar este tipo de canciones, pero Anthony —giré mis ojos mirando hacia mi equipo, como si pudiera verlo por medio
de el—, quiere que Isab ella escuche esta canción. Espero que hayan disfrutado este programa e Isab ella, los homb res
tamb ién se cansan de proponer, no vaya ser después que seas tú la que lo b usques a él.

La música empezó a escucharse, conocía la canción…

Mírame,
en nada me consigo concentrar
ando despistado todo lo hago mal
soy un desastre y no sé
que está pasando.
Me gustas a rab iar yo te deseo
me llegas a desesperar.
Es tan grande lo que siento por ti
que tenerte no b astará
que esto que me invita a vivir,
que me da la ilusión.
Que será esa fuerza
que a todos nos une de dos en dos.
Será la fuerza del corazón.

Hace que, te ab race


y los cuerpos lleguen a estorb ar
tiemb lo sólo con la idea de rozar
tus lab ios llenos de b esos nuevos.
No puedo dormir rob as mi tranquilidad
alguien ha b ordado
tu cuerpo con hilos de mi ansiedad
de cinturón tus piernas cruzadas
de mi espalda un reloj.

—Guauu… —dijo Alice—, ese chico debe sentir algo por ella, aunque sea solo deseo, ¿cierto Bells? ¿Bells?

— ¿Me decías? —pregunté tontamente.

—Que el chico que dedicó esa canción y por lo que dijo Dr. Sex, debe sentir algo por la chica, aunque sea deseo, esa
chica es una tonta.

—No lo sé All —suspiré fuertemente—. Quizás ella no desea estar con él.

—Es una tonta —dijo Alice lamiendo su cuchara—. Creo que debemos ir a dormir, no se tú pero yo mañana debo ir a la
oficina, tenemos que sacar una campaña publicitaria adelante y el departamento está como atrasado —asentí
mientras Alice tomaba las tazas y salía de la habitación, me bajé de la cama y la preparé para cuando Alice llegara.
Cuando ya estaba aquí, apagamos las luces y abracé fuertemente a mi amiga.

—Gracias por todo All —susurré.

—Sabes que siempre estaré para ti Bells, siempre…

Estaba quedándome dormida cuando me llegó un último mensaje.

La próxima vez que te vea, no huirás y será el fin de este ab surdo juego.

Me levanté con energías renovadas gracias a la noche de chicas, con las uñas de las manos y los pies pintadas de
rojo sangre que me desagradaba por completo, yo ni siquiera tenía uñas… Alice estaba cambiándose en mi habitación
mientras yo preparaba el desayuno: tostadas, huevos con tocino, café, fruta y zumo de naranja, alabado sea Dios que
nos dio a las mujeres la capacidad de usar nuestros dos lóbulos cerebrales.

El timbre de la puerta se escuchó y luego un pequeño gritillo de Alice

—Bells es Jazz le pedí que pasara por mí —gritó Alice, asomando su cabeza por la puerta de mi habitación—. Por fa'
amiga, entretenlo unos minutos mientras termino.

Negué con la cabeza mientras caminaba hacia la puerta, había medio peinado mi cabello, pero aún conservaba el
pijama que me había puesto en la noche anterior y estaba descalza.
—Jazz, Alice dice que… —cualquier palabra que hubiese querido decir se quedó dentro de mi boca, cuando un par de
carnoso labios chocaron contra los míos… Ohh joder, ¡que benditos buenos días!

Mi cuerpo reaccionó por cuenta propia, mandando la orden a mis manos de toquetear su cabello, había descubierto
que eso le gustaba ya que gemía quedito cuando lo hacía. Mis labios respondieron a su beso y ¡Dios!, podía morir ahí y
sería la mujer más jodidamente feliz del maldito planeta.

—Bella yo… —me aparté completamente de Edward, cuando vi a Alice frente a mí… su cara era un poema—. Lo
siento… yo… Bells —por primera vez en mi vida Mary Alice Brandon estaba sin palabras—. ¿Doctor Sex? —miró a
Edward cuyas manos aún seguían en mis caderas—. No entiendo qué pasa aquí, pero no puedo quedarme a
preguntar, así que me voy. Bells, Jazz está abajo. —Alice salió como alma que lleva el diablo y yo sabía perfectamente
que Jasper no estaba abajo.

—Se te está volviendo costumbre besarme, ¿no? —pregunté apartándolo de mí.

—Correspondiste mi beso, así que no te desagrado. Lo que te molestó fue que tu amiga nos viera; si ella no hubiese
estado aquí, quizás ya te tendría bajo mi cuerpo.

—Sueñas Cu… —Edward tomó mi mano girándome y dejándome atrapada entre sus brazos y la pared.

Sus labios se unieron a los míos en el mismo festival de siempre, fuerte pasional y audaz. Automáticamente mi cuerpo
correspondió según los designios del hombre que me devoraba como si no hubiese un mañana, subió mis piernas a
sus caderas clavando su erección en mí—. Maldita sea, te deseo tanto que duele, Isabella —embiste—. Dime que sí —
murmuró besando mi cuello.

— ¡No! —susurré jalando sus cabellos.

—Esta es la última vez, Isabella. Acepta mi propuesta y déjame enseñarte todo lo que debes saber referente al sexo.

—No te daré ese poder —Edward mordisqueó el lóbulo de mi oreja, acercándome mucho más a él, por las
sensaciones que recorrían mi cuerpo.

—Estoy aburriéndome de estar como un perro faldero tras ti, no puedes negar lo innegable: sé que me deseas… —
jadeó. Su aliento mentolado golpeó mi rostro—, tanto o más de lo que yo te deseo a ti —encajó una vez más su dura
erección entre mis caderas.

Jesús, parecía que tuviese una barra de titanio ahí.

—Te deseo, pero no más de lo que tú lo a mí, eres tú el que está aquí —afirmé besando sus labios, eran adictivos,
suaves carnosos, me enloquecían.

—Eres una virgen en pleno siglo XXI, tienes 26 años, cualquier hombre estaría tras de ti, solo que mi paciencia tiene un
límite —succionó mi labio inferior.

—Uno que a mí no me importa. —Nuevamente su miembro entre mis caderas. ¡Dios!, sé que hace mucho no voy a la
iglesia, pero no me castigues así.

— ¿Te gusta esto, Isabella? —Cada vez sus embistes eran más fuertes—. ¿Te gusta cómo se siente mi dureza en tu
centro?, ¿puedes imaginar lo bien que nos vamos a sentir cuando encajemos?

— ¡Oh por Dios! —casi chillé cuando sentí que iba a explotar.

—Dios no tiene nada que hacer aquí, Isabella, solo tú y yo. Di que sí maldita sea, acepta de una jodida vez.

—No quiero —iba a lloriquear, el placer era tan intenso que si volvía a embestirme iba a venirme.

— ¿Te gusta? —Un empellón más fiero y tuve que cerrar los ojos para no gemir—. Tu corazón se acelera, la sangre se
contrae, sientes que vas a morir, vas a correrte como la última vez y te gusta. ¡Por todos los cielos, te gusta!

—Sí maldita sea, ¡me gusta maldito bastardo! —musité halando sus cabellos.

—Entonces Isabella, por qué no dejamos este tonto juego en que tú quieres ser el gato y aceptas mi propuesta a
cambio de tu maldito libro, para poder devorarte como de verdad deseo —no podía hablar—. ¡Contesta, Isabella!

—Con mis condiciones —murmuré aturdida por la increíble fricción que el bastardo me daba.
Él me dio su sonrisa marca de la casa antes de acercarse a besarme, cómo zafé mi mano de su amarre, ¿quién
diablos sabe? Pero antes que nuestros labios pudieran acercarse lo parte de mí. Tener esa barra calentona a pocos
centímetros de mi pequeña nena no era sano… no señor.

—Mañana, en la cafetería que nos vimos —dije.

—En mi casa a las 7 —replicó suavemente.

—No en la noche, no en tu casa —dije con la respiración agitada, su aroma embotaba mis sentidos, ahora entendía al
pobre Superman cuando estaba cerca de la criptonita... Edward Cullen me debilitaba y aún así debía mantenerme
firme.

—Tengo el día ocupado Isabella, ya he venido muchas veces a tu casa, estamos solos y hasta ahora no te he follado
como deseo, así que no lo haré si nos reunimos en mi casa, a no ser que saltes sobre mí.

—Debe haber otro lugar —traté de despegarme de la pared pero él me retuvo ahí.

—Puedes ir a mi oficina, tengo consulta hasta las 4 de la tarde —musitó con sus ojos pegados a mis labios, sus
dedos tocaron mi rostro y su libidinosa lengua remojó sus labios—. No te muerdas la mejilla. —Ni me había dado
cuenta que lo hacia—. Nos vemos mañana en mi oficina, está en la torre de "Otra Oportunidad", piso 6 —asentí sin
poder hablar, su toque enviaba pequeñas corrientes eléctricas a través de mi cuerpo—. Te espero a las 5 Isabella. No
me hagas esperarte o vendré por ti. —Sus dedos dejaron mi mejilla para acariciar mis labios—. Ya has aceptado mi
propuesta, Isabella —sin decir más se alejó de mí y se fue dejándome el corazón latiendo a mil por hora y con la
respiración acelerada.

¡Que demonios acababa de aceptar! Peiné mis cabellos dejando que mi cuerpo se resbalase por la pared.

Me había rendido, eso había pasado. Tal cual como había condenado a Danielle, me había condenado a estar con
Edward Cullen.

Excelente Bella, si algo aprendimos de Charles es a nunca echarnos para atrás, es sexo... Simplemente eso, no voy a
morirme virgen y no estoy dispuesta a que nadie me rompa el corazón, así que es simple: hay que limitarse a el sexo y
a aprender como disfrutar. ¡Es todo, puedo con ello!

La llamada de Alice no se hizo esperar, cuando contesté solo musitó "Almuerzo, no puedes negarte. Doctor sex". Y aquí
estaba yo, preparándome para la tortura.

Llegué al Mc Donalds —sí, a Macdonals. Sabía que Alice se contendría ahí— y tan pronto Vanessa terminó su cajita
feliz, se fue directo a los juegos y empezó mi tortura.

— ¿Desde cuándo? —murmuró cuadrando el rostro.

—Alice…

—Que Alice ni que mierdas, Isabella. Somos amigas desde que teníamos acné, así que dímelo, ¡desde cuando follas
con el Doctor Sex!

—Alice, estamos en un lugar infantil —ella me dio esa mirada de me importa una mierda—. No he follado con él All —
peiné mis cabellos hacia atrás.

—Isabella no me mientas, ese hombre prendía de ti como si fueses la última mujer en su vida.

—All,

—Isa… esto no es por cotillear, soy tu amiga. Ese hombre es el más ardiente de la ciudad, él tiene mujeres con solo
un chasquear de dedos y Félix ya te destrozó lo suficiente Bells.

—Me he resistido lo más que he podido y sé lo que hizo Félix Ali. No le he contado esto a nadie pero sabes que las
escenas de cama no son mi fuerte, Garret pensó que si alguien me ayudaba…

—Stop, ¿qué tiene que ver eso con que Doctor Sex estuviese haciéndote el amor con ropa esta mañana?

—Podrías dejar de decirle Doctor Sex, Edward es el amigo de Garret —comenté.

—Ok, eso lo entiendo, Bells. Una cosa es que él quiera explicarte algo de teoría y otra que él quiera… tú sabes,
practicar la teoría.
—Es que ese es el meollo del asunto Al, Edward quiere practicar la teoría.

La cuchara con helado quedó a medio camino de la boca de Alice, eran ideas mías o Alice estaba comiendo mucho
helado.

— ¡Mierda! —gritó Alice, haciendo que muchas madres la volteasen a ver.

—Sip, muy mierda…

—Porqué nunca me pasan estas cosas a mí, aprender sexo con el hombre más follable de la faz de la tierra, luego de
Leonardo Di Caprio claro está.

— ¡Alice! —le grité—, te recuerdo que esa es tu hija —señalé a Ness que bajaba de la resbaladera— y estás casada.

—Lo sé y amo a Jazz, pero se vale soñar, muñeca —dijo mi amiga entre risas—. Entonces, ¿aprenderás sobre sexo
con el mejor maestro?

—No he dicho sí, o al menos no había hecho eso, hasta esta mañana.

—Guauu…, Bells. No voy a decirte nada, solo espero que sepas diferenciar entre sexo y amor. Doctor Sex o Edward es
un hombre al que los compromisos no le van, se le ve a leguas. Él es un hombre de solo folladas y, no quiero ver tu
corazón partido, ¿vale amiga?

— ¿Crees que no lo sé, Alice? —dije en voz baja—. Es solo que él despierta tantas cosas en mí.

—En ti y en media población femenina, Bella. Así que protege tu corazón hagas lo que hagas manten presente que es
solo sexo.

Después de eso, Ness llegó a nosotros diciendo que quería irse. Nos despedimos y conduje a casa.

Al llegar, me coloqué una sudadera cómoda y traté de no pensar en Edward Cullen, abrí mi laptop y me dispuse a
continuar con "Atada a ti".

No había avanzado mucho, luego de unas horas el Facebook me había entretenido bastante, mi celular sonó en
melodía de mensaje.

Mañana, tú y yo. Has tomado una excelente decisión, nena. Te deseo como un maldito maniático.

EMC.

Tomé mi laptop y lo llevé hasta mi cama, dejándolo caer sobre esta con frustración. Me tiré sobre la misma y suspiré
fuertemente, recordando sus besos, la manera en cómo sus pantalones quedaban estrechos e, inconscientemente,
acaricié mis labios con mis manos, aún los podía sentirlos quemándose por el beso compartido, el cosquilleo en mi
vientre bajo y mis bragas completamente empapadas... Miré el computador, justamente el párrafo que escribía antes
de que Edward me texteara.

"…Se hab ía metido a la cueva del lob o, hab ía aceptado los designios de Caleb , y en ese momento la excitación y el
temor ante la locura que acab ab a de cometer, taladrab a su cuerpo... Estab a perdida".

—Estamos perdidas, Danielle... —murmuré cerrando los ojos. Mañana sería un nuevo día.

La luz del sol me despertó la mañana siguiente, no había dormido mucho. Mi cabeza era un sinfín de preguntas y todas
sin respuesta. Si de algo estaba completamente segura, era que si no cumplía la cita con Edward, él era capaz de venir
por mí. Me levanté con el cuerpo pesándome una tonelada. Cómo llegué al baño, no lo sabía. El agua tibia parecía
desgarrotar mis músculos y aclarar mi cabeza; cuando salí de la ducha me miré en el espejo, mis ojeras bastante
pronunciadas por el mal dormir de casi una semana, tomé el peine deslizándolo por mi cabello suavemente. Eran más
de las once de la mañana, cuando una idea cruzó por mi cabeza: cuando terminara "Atada a ti", no solamente sabría
sobre sexo, tendría algo más...

.
.

Llegué al edificio de "Otra Oportunidad" y me registré en recepción. Llevaba unos jeans ajustados y unas botas
marrones, una camisa suelta y una chaqueta de diseñador. Tomé el elevador y oprimí el botón seis, cuando salí de la
caja metálica, me sorprendí al entrar a un largo pasillo cuya pared frontal era completamente de vidrio; unas puertas
del mismo material me separaban de la oficina de Cullen. Al entrar, pude notar que era bastante clara pero igual de
sombría a su departamento real; las paredes estaban pintadas de un blanco hueso y decoradas con cuadros
abstractos, había un sofá en "L" de color negro tapizado en cuero y el suelo estaba decorado con una fina alfombra de
color blanco. Pobre el que trajera los zapatos sucios.

Una chica estaba detrás de un mostrador de vidrio, me acerqué a ella y ella me hizo un ademan con la mano, mientras
contestaba el teléfono.

—Consultorio del Doctor Masen —tarareé Skyfall en mi mente—. Para el día de hoy es imposible que lo atienda, el
doctor tiene un compromiso. ¿Le parece bien mañana a las 11 am? —apreté a mí la carpeta que llevaba—. Está bien
señora Scott, nos vemos mañana —colgó y se giró hacía mi con una sonrisa—. ¿En qué le puedo colaborar?

—Soy Isabella Swan, tengo una cita con el Doctor Masen.

—El doctor se encuentra con una pareja ahora, si puede sentarse y esperarlo —asentí, caminando hacia el precioso
sofá—. ¿Desea tomar té, café, agua? —negué mientras tomaba una de las revistas de la mesita del centro...
Cosmopolitan, por qué no me sorprendía.

Llevaba leído dos veces el horóscopo, no es que creyera en estas cosas, pero era eso o leer sobre defunción eréctil.
Estaba entretenida leyendo los 10 tips para follar, cuando una pareja bastante conocida salió de la única puerta visible
del lujoso consultorio.

—Señores Evans, su próxima cita es para dentro de una semana. Les recuerdo realizar los ejercicios que le ha enviado
el Doctor Masen. —Así que cara de culo y una de las urracas tenían problemas de matrimonio. Me cubrí lo mejor que
pude con la revista, hasta que ellos abandonaron las puertas de vidrio y se quedaron esperando el ascensor.

—Señorita Swan, puede seguir el doctor la espera —caminé hacia la puerta y giré la perilla con el corazón latiendo
furiosamente. Mis manos estaban con si me las acabara de mojar; abrí la puerta y pude verlo. Estaba recostado en el
sillón, moviendo su silla de un lado para otro, con los ojos fuertemente cerrados mientras apretaba el puente de su
nariz. Su oficina era tan impersonal como el mismo consultorio; paredes blancas dos sofás de loquero en uno de los
laterales y una silla en medio de ambos; varios diplomas decoraban una de las paredes; el escritorio de roble en color
marrón y dos sillas frente a él. De espaldas a Edward podía apreciase las congestionadas calles de Manhattan.

—Dame un segundo Isabella —murmuró el sin abrir los ojos. Seguí detallando la oficina de Edward, ni una sola
fotografía, todo era frialdad—. Sabía que vendrías —abrió los ojos y enfocó su mirada en mí. Sus ojos parecían
desnudarme pero había algo en él… sus ojeras se veían aún más pronunciadas que en la noche anterior y parecía
cansado, aun así, tenía esa sonrisa que me hacía desvariar.

— ¿Te olvidarías de lo que dije anoche si no hubiese venido? —pregunté sin dejar de mirarlo. Edward se levantó de su
silla y caminó hasta quedar frente a mí.

—Porqué preguntas algo que ya sabes, Isabella.

—Bella, me llamo Bella. Quizás porque tenía la esperanza que te hubieses olvidado que existía.

—No Bella, no puedo olvidarme que existes —sus manos agarraron mi cintura dejándome pegada a él. Suspiré
inhalando su costosa loción y tratando de mantenerme en una pieza—. No sé cómo explicar lo que me pasa cuando
estás cerca.

—Esa ya me la dijiste, te pones duro como una roca y…

—Sip, pero… Olvídalo, lo importante es que aceptaste mi propuesta y me muero por tenerte bajo mi cuerpo, o sobre el
—¡Diablos! Podía sentir la humedad entre mis piernas, Edward bajó su rostro humedeciendo sus labios, listo para
besarme.

Podía ver el semáforo en mi cabeza, pasaba de verde a amarillo y de amarillo a rojo con unas letras legras que decían:
¡detenlo!
—Edward —me escabullí entre sus manos, alejándome de él y su maldito y exquisito aroma—, te dije que tenía
condiciones.

Edward peinó sus cabellos con una mano y por Cristo si eso no fue sexy.

—Lo recuerdo.

Le tendí la carpeta mientras lo veía sentarse en una esquina de su escritorio, abrió la carpeta y sacó los documentos.

—Esto es un contrato —Edward enarcó una ceja mirando los papeles.—No me digas eres una Dominatrix y yo seré tu
esclavo —se burló—. ¿Usarás tus látigos en mí? —siguió burlándose.

—Puedes burlarte lo que quieras, es un contrato de confidencialidad —dije tajante pero él seguía con su sonrisita
burlona—. Ok, esto es un estúpido error. Me iré —bufé tomando mi cartera.

—Espera, espera me pondré serio. ¿Puedes resumirme esto? —dijo mirando los papeles.

—Ya te dije, es un contrato de confidencialidad. Tú no dirás nada acerca de tu ayuda para con este libro, no exiges
regalías ni te metes con Volterra Editores. Nadie sabrá que me estás ayudando y a cambio, yo hago lo que tú quieras.

—Está bien —se encogió de hombros, sacando un bolígrafo de su bolsillo y lo firmó en la parte que correspondía.

— ¡Espera! —grité—. Tienes que leerlo primero, que no te enseñaron de pequeño que todo hay que leerlo, hay unas
cláusulas allí, no iba a salirte tan fácil —dije. Edward alzó su mirada verde hacia mí.

—Ya te dije que me da flojera leer este testamento, dime algunas de esas cláusulas. Tú bien debes saber cuáles son.

—Es mejor que las leas…

—Isabella, no voy a leerlas. Lo único que me importa es que serás mía cómo, cuándo y dónde quiera —terminó con voz
cancina.

—Debes leerlas —exigí.

—Está bien, hagamos algo. No tengo intensiones de leer esto —acarició su sien mientras dejaba el contrato en su
escritorio—, así que tienes dos opciones o me dice tú algunas de las cláusulas o simplemente rompo tu contrato.
Finalmente, ya aceptaste y creo que tienes palabra, ¿no Swan?

Inspiré fuertemente, aún podía echarme para atrás y pasar por cobarde… Solo que yo no era una cobarde, había
redactado este documento en la mañana y como Alice misma había dicho, esto era solo sexo.

—Está bien, tú ganas. —Su sonrisa moja bragas apareció por un costado de su rostro, peino sus cabellos y se apoyó
en el espaldar de su silla.

—Cláusula primera, Monogamia: con su rubrica en este documento, usted acepta abstenerse a tener una pareja
distinta a la contraparte de este documento.

— Hecho —dijo interrumpiéndome y tan fresco como si me hablase del clima.

—O sea, así no hay trabas ni nada Edward —refuté inmediatamente.

—Te voy a tener a ti, no soy de los que andan con muchas a la vez, así que eso no es una cláusula para mí. Mientras
estés en mi cama, serás la única. ¿Algo más? —enarcó una de sus cejas.

—No me creerás tan tonta como para colocar una sola cláusula, Edward.

—Entonces, te escucho —apoyó los codos sobre el escritorio, cambiando su postura.

—Cláusula segunda, Sadismo: —Edward enarcó una de sus cejas—. No me va lo sado, ni las orgías, no me gustan,
así que si tienes algo depravado en tu mente, vete olvidando de ello.

—No voy a enseñarte el jodido misionero Bella, para eso puedes buscar un video porno —murmuró con frustración.

—Le temo al dolor, señor Cullen. Así que no a lo sado —sentencié.

—Pero podremos usar juguetitos, ¿no? Tú sabes vibradores, dilatadores, pinzas para pezones —joder mi cara debía
ser un jodido poema—. El que se aburre en la cama, es porque quiere Isabella y te aseguro que conmigo, no te
aburrirás te daré tanto placer que…

—Cláusula tercera —lo interrumpí antes de que siguiera hablando—, Tiempo: —él me miró sin entender—. Esto no es
para siempre, Edward. Por lo tanto, tienes dos meses para disponer de mí y enseñarme todo acerca de sexualidad,
tanto teoría como… —respiré sonoramente— práctica.

—Tres —refuto él—, tres meses es todo lo que necesito y tengo. — ¡Dios, Dios, Dios! Mátenme, estoy loca. Tres meses
compartiendo la cama con ese hombre—. Te aseguro que no te vas a arrepentir y una vez que pase ese tiempo, no me
volverás a ver en tu vida, simplemente ya no estaré aquí.

— ¿Viajas? —mi voz salió ¿decepcionada?

—Sí, podemos decir que voy a viajar. —Al menos él tampoco quería enrollarse.

—Como quieras, me da igual siempre que en esos tres meses tú cumplas. —"Mentirosa", gritaba en mi interior.

—Cláusula cuatro, Relación.

—No soy de relaciones Isabella —dijo el refutando.

—Genial, yo tampoco. No seré ni tu amiguita ni tu noviecita, no sirvo de florero ni de adorno.

—Mmm, nos verán juntos a menos que quieras que diga que somos amigos que follan. Está bien, tu eres mi aprendiz
y yo tu maestro.

— No te llamare amo, ni señor ni ninguna mierda de esas, somos iguales y esa, es la cláusula cinco Igualdad.

—Me gusta esa cláusula, siempre he pensado que tanto el hombre como la mujer, son iguales cuando están en una
cama además, me gusta que mis mujeres también participen en el momento de intimidad.

—No soy tu mujer.

—Voy a follarte de todas las maneras posibles, cariño. Serás mi mujer, quieras o no y eso no está en discusión. —Su
semblante era serio y él tenía algo de razón, así que lo dejé pasar.

—Cláusula seis: Me visto con lo que me da la gana —Edward dejo escapar una risilla—. No cambiaré mi forma de
vestir por el siempre hecho que tú y yo… Que tú y yo follemos.

—Me gustas a lo amachorrada, aunque eso no quite que te veas jodidamente sexy en vestidos además, esos son más
prácticos a la hora de un rapidito — hizo un ademan con su mano—. Me gusta la espera, hace más excitante el
momento, así que puedes vestirte como te joda la gana.

— Cláusula Siete: No compartiremos residencia. Me quedaré en mi casa y tú en la tuya, no somos una pareja.

—Estaremos casi 90 días juntos, así que esa cláusula es inválida. Por otra parte, te recuerdo que el acuerdo era mis
conocimientos y mi cuerpo como práctica a cambio de tu disposición hacia mí.

—Tengo una hermana a quien cuidar, no puedo…

—Tú hermana está un internado. De Lunes a Viernes, dormirás en mi casa y los fines de semana estarás en la tuya,
que son los días que tú hermana está contigo.

—Edward, no voy a discutir eso con…

—Y yo no pienso cambiar de parecer, Isabella. Te necesito a mi disposición, sabes qué significa eso —crucé mis
brazos mirándolo fijamente—, que si quiero que duermas desnuda lo harás, si quiero despertarte a media noche para
follarte lo haré…

Peiné mi cabello con mis manos.

—Cláusula Octava: Sumisión —Edward sonrió—. Quita tu estúpida sonrisa esto es un contrato de muto acuerdo. No
soy una sumisa, yo también debo querer estar contigo.

—Estarás tan satisfecha que nunca me negarás tu cuerpo, el placer te absorberá a tal punto, que ni siquiera
recordarás tu nombre.
—Tienes el ego muy alto, Cullen —murmuré en voz baja.

—Y te aseguro que se me subirá aún más, cuando sea mi nombre el que se escape de tus labios mientras te hago el
amor. —Pude sentir como mi cara se enrojecía ¡maldito hombre, maldito!—. ¿Eso es todo Isabella?

—Cláusula Novena: Lugar para intimar —Edward centro sus ojos en mí—. No quiero que sea en el edificio en donde
vive Garrett, en tu motel personal.

—Conoces mi departamento, de hecho eres la primera mujer aparte de Leah, Rose y Esme que lo conocen, así que
nuestros encuentros serán allí o en tu casa. ¿Eso es todo?

—Prefiero tu casa, Cláusula décima: Confidencialidad. Nadie debe saber acerca de este contrato o tu propuesta.

—Entendido, Isabella.

—Hay otras cosas pero estas son las más importantes.

—Ok, lo leeré después. —Lo vi firmar la línea punteada antes de devolverme los papeles—. Ahora, ha llegado el
momento.

—Me follaras… ¿Aquí? —los sofás se veían cómodos pero joder, era mi primera vez. Una risa suave escapo de su
interior, se levantó del escritorio y caminó hacia mí, sujetando nuevamente mis caderas con sus manos.

—Sé que parezco un cabrón —esta vez fue mi turno de enarcar una ceja—, en efecto lo soy, pero eres virgen Isabella.
Tenemos 89 días para follar, porque la primera vez que te tenga bajo mi cuerpo, yo te hare el amor.

Y sin más que decir, me besó…

Corro a esconderme jajajaj , empezo lo bueno no?, esta vez sere breve ando sin inter chicas lo que es muy triste para
mi, sin embargo aquí esta hare todo lo posible por traerles caps la próxima semana ya que es cuando se viene lo
bueno de mi pequeño problema familiar, gracias a todas por leer, a Jo por ser un cohete gracias mi preciosa y a Salem
que fue quien subio el Capi nena te amodoro.

Bzos

Aryam
*Chapter 8*: Por que Seras Mía Outtake, Edward pov
Disclaimer: los personajes de Crepúsculo son propiedad única y exclusivamente de la señora Meyer, yo solo los
utilizo para mi diversión.

Capítulo beteado por Jo Beta Ffad, Betas FFAD

www facebook com / groups / betasffaddiction

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NA: ¡LEER IMPORTANTE!

Solo las valientes se quedaran junto a mi luego de este cap, por favor leean la nota de autor al final del cap.

Me gustas a rab iar yo te deseo


me llegas a desesperar
Es tan grande lo que siento por ti
que tenerte no b astará…

La fuerza del corazón.

Alejandro Saenz

OUTTAKE

EPOV: Porque serás Mía.

No me quejaba de mi vida, aunque no había sido un jardín de rosas, pero ¿qué vida lo es? Mis padres habían muerto
cuando yo tenía nueve años, Mi madre me había dado un dulce beso en la frente y mi padre me había revuelto el
cabello prometiéndome que jugaríamos beisbol al día siguiente. Promesa que no pudo cumplir cuando el respetado
club en donde iban a reunirse con varios amigos, explotó por los aires.

Cruel… Sí, quizás un poco. Aunque bastante realista y cínico, la vida me había hecho así y era feliz siéndolo.

Nada me lastimaba, nada me tocaba. Yo era un feliz hombre de hierro, sin sentimientos más que por los seres que se
habían convertido en mis padres y mi familia.

Afortunadamente, alguien en el cielo había dado un buen voto por mí, ya que Carlisle mi padrino y su esposa Esme, no
habían ido a la dichosa fiesta porque la hija de mi padrino se había puesto enferma… Carlisle tenía una hija producto
de su primer matrimonio y estaba casado con Esmerald Platt que, desafortunadamente, no podía tener hijos.

Mi vida de ahí en adelante, había sido un ir y venir. Una lucha constante en tribunales por parte de Carlisle pidiendo mi
custodia ya que, al no tener un familiar directo —mi padre era hijo único y sus padres ya habían muerto; mi madre, solo
tenía a la suya, una mujer mayor que no quería hacerse cargo de un niño como yo—. Lo único bueno en todo este
embrollo, fue la compañía que conseguí con Jake cuando estuvimos en el orfanato.

Jacob, alias Jake —para mí el chucho—. Cuando fallecieron mis padres, lo conocí en el lugar de acogida que me
llevaron, mientras Carlisle demostraba que él podía quedarse conmigo. Cuando llegué al lugar, pude notar en una
esquina había un chico llorando. Miré su piel tan rojiza y sus ojos tan negros como un par de carbón, era tan diferente a
mí o Rose o algún otro niño que conociera, que me acerque a él y revolví su cabello como papá lo hacía conmigo, él me
miró y, pude ver la inquietud en sus profundos ojos, como si buscara algo.

Me llamó cara pálida y yo lo empujé, ya no me simpatizaba. Quizás tenía razón, yo era tan blanco y él… tan rojo. Jacob
me habló de su tribu y sus normas, y me dijo que sus papás estaban en la tierra prometida de yo no sé quién. Cuando
Carlisle entró a hablar conmigo, le dije que quería que adoptáramos al chucho, Car lo dudó pero solo bastó que sus
ojos se cruzaran con los de Esme para que ella lo convenciera, así que él lo hizo y desde ahí, el chucho se convirtió en
mi hermano.

Unos meses después, Carlisle nos llevó a la casa Cullen. Rose nos miró feo y ambos le sacamos la lengua —a los
ocho o nueve años, era lo único que podíamos hacer—. Los primeros días fueron difíciles, pero yo tenía un aliado:
Jake. Rose era una pesada, no quería a Esme y tampoco a nosotros, así que vivía haciéndonos travesuras o a Esme,
pero nunca dejábamos que la lastimara. Éramos súper héroes Batman y Robin.

Cuando cumplimos la edad suficiente para elegir carrera, ambos escogimos ramos médicos, primero que todo por
Carlisle y, en segundo lugar, por la fundación. Así que Rose, Jake y yo tuvimos todo el amor de madre que ella podía
darnos. A pesar que con Rosalie era difícil, mi llegada y la de Jake fue positiva para ellas dos, ya que con el tiempo
Rosalie se nos unió. Rose, Jake y yo entramos a la facultad de medicina en Harvard. El primer semestre fue un
desastre, esto no era lo mío, definitivamente. Por lo mismo, decidí cambiar de área y me fui por la Psicología. Me
gustaba escuchar a la gente, como lo había hecho con Jake. Rose terminó estudiando periodismo, Jake fue el único
que terminó la carrera como tal y se especializó en pediatría.

Y yo… Yo me dediqué a viajar, a investigar. Europa, Arabia y por último, la India… Siempre había sido muy curioso en
cuanto al sexo. Cuando tenía catorce años había visto mi primera película porno junto con Jake y, a los catorce y medio,
ya me habían dado mi primera mamada. Charlotte era buena, la hija de la cocinera de Esme, tenía dieciséis; era rubia
muy, muy linda. Estábamos jugando a las escondidas y nos escondimos juntos en el baño, lo demás fue muy rápido y
muy… placentero.

Los juegos se fueron poniendo cada vez más candentes, éramos unos verdaderos genios a la hora de crear.

Vampiros Vrs Humanos… En donde yo era el vampiro y debía robarme un humano para succionarle la vida y hacerme
inmortal. La víctima siempre era Charlotte, siempre le succionaba la vida en una partes que de verdad me encantaba
chupar. Aprendí que los pechos de las mujeres eran buenos, pero meterse entre sus piernas era el jodido paraíso.

De ese juego se ramificaron más: Aliens v/s Humanos; Lobos v/s Humanos, etc. pero siempre con una misma
víctima… Aunque a veces, Jake se dejaba atrapar o peor era cuando quería ser el vampiro entonces, yo me dejaba
atrapar lo mataba y era el vampiro Rey.

Los juegos estuvieron bien, hasta los quince… el día de mi cumpleaños. Charlotte me mando a buscar con Jake, en su
habitación supe lo que era llegar al infierno o ¿al cielo? Sentir como su cuerpo apretaba mi miembro era jodidamente
gratificante, fue entonces cuando yo quise que eso pasara muchas veces… quería saber todo, por qué sentíamos que
íbamos a explotar y quería ser el mejor haciéndolo.

En Arabia aprendí los lugares en donde tocar, de la mano de Kate. Me enseñó puntos que hacían que cualquier mujer
se derritiera en tus manos. Kate era la mejor, la más hermosa y espectacular de un bello Harem, de ahí uno de mis
lemas: La vida es como el punto G, aprende donde tocar y tendrás a las mujeres a tus pies.

Y yo amaba tener muchas mujeres a mis pies.

En Alemania, Jane Kunnis me enseñó el significado de practicar y no explicar. De su mano conocí la mayor de las
perversiones, dominación/sumisión. Interesantes ambas pero no llamativas para mí, me gustaba tocar y que me
tocaran, me gustaba sentir y que me sintieran. Amaba que las mujeres tuviesen incentivo, que fueran unas completas
perras a la hora de intimar, el sexo vainilla no iba conmigo me gustaba derrochar pasión y lujuria, deseo frenético de
fundirme en un solo, era pasional y veloz por eso Indonesia fue mi muro.

Indonesia y una mujer, Zafarina Raad. Esa mujer, fue mi maestra. Podía pasar horas dejando que un hombre la
penetrara sin correrse, el placer tan intenso que se disfrutaba en el momento, tres veces más que en un primer
orgasmo. Con ella aprendí como hacerlo duradero y satisfactorio, aprendí que el cuerpo es dominado por la mente y el
poder de la mente, es jodidamente poderoso a la hora de practicar.

Sexo por montones, teorías, experiencias, tabúes, conocimiento, creencias, mitos, miles de historias y yo las absorbí
todas, las conocí y las practiqué. La sexología me ayudó a conocer mi cuerpo, a poder dar todo de mí en cuanto al sexo,
pero fueron esas tres mujeres las que me enseñaron a ser todo lo que sé y lo que soy.
Enseñanzas, la vida está llena de ellas… Es un deber compartir los conocimientos y más cuando son tan placenteros,
como sentir el cuerpo desnudo de una mujer retozando junto el tuyo, porque yo sé de sexo y de perversiones. Era un
hombre y mi cuerpo, solo se sentía plenamente satisfecho si estaba con una mujer… No me iban los hombres, no era
homofóbico pero sinceramente, me producía algo de repulsión.

Había demasiadas mujeres en este mundo como para practicar hasta ser el mejor.

Regresé a casa con mi familia y empecé a hacer lo que más me gustaba: hablar de sexo y follar…

Maldije por lo bajo sin querer abrir los ojos, anoche me había excedido, la cabeza me palpitaba furiosamente, y eso que
no había bebido ni una puñetera gota de alcohol, el sol empezaba a salir así que era mejor salir de la cama de una
jodida vez.

Salí de la cama y me estiré todo lo que pude sin importar mi desnudez, no es como si alguien fuese a verme, corrí la
cortina mirando al Central Park. Amaba mi buena y jodida vida, masajeé mi sien, bostezando perezosamente antes de
girarme y detallar el cuerpo desnudo que aún estaba en mi cama... Heidy había sido una maldita tigresa, miré mi
hombro y las marcas de sus uñas estaban ahí.

Caminé hacía el baño buscando en mi botiquín los analgésicos, hacía varias semanas que estaba sufriendo de
dolores de cabeza. Al principio eran esporádicos, pero de unos días para acá, estaban siendo bastante seguidos;
afortunadamente, hoy me entregarían los resultados de la resonancia que Carlisle me había mandado a hacer cuando
fui con él. Tomé los dos comprimidos y un poco de agua de la llave, abrí la ducha de hidromasajes y dejé que el agua
se llevara todo rastro de sueño, me coloqué la ropa de deporte intentado ignorar el taladrante dolor de cabeza y salí a la
habitación. Heidy seguía plácidamente dormida, era hora de levantarla, por lo que me agache en la cama.

—Heidy preciosa —ella se removió incomoda pero no despertó—. Son las seis de la mañana, nena —era consciente
que habíamos pasado casi toda la noche despiertos y luego de los cuatro orgasmos que le había proporcionado, ella
debía estar destrozada—. Levántate ya Heydi y vete antes que vuelva, ya sabes cómo son las cosas conmigo —
murmuré. Ella levantó su cabeza y yo peine sus cabellos dejándole la cara despejada.

— ¿Te veré otra vez? —preguntó adormilada.

—Yo te llamo preciosa —besé su frente, porque ni de riesgo iba besar su boca. Me levanté de la cama, tomando el Ipod
y asegurándolo a mi brazo antes de encaminarme hacia Central Park.

Luego de un par de trotes y estiramiento tuve que volver a casa. Si la cabeza me dolía cuando salí del edificio, ahora
simplemente estaba matándome, era como tener un jodido taladro en haciéndome agujeros en el cráneo. Saludé a
Quil, caminé hacia el elevador justo cuando las puertas se cerraban.

Esme siempre dijo que era de movimientos rápidos y esa, es la única explicación encontré al ver cómo mi pie
aguantaba las puertas metálicas. Una chica estaba ahí, la había visto varias veces, era linda. Sí, esa era la palabra,
linda. No espectacular, no hermosa... linda.

—Buenos días —murmuró. Me giré sobre mi hombro y le di una de mis sonrisas patentadas; sin poder hilvanar una
palabra exacta. Solo deseaba llegar a casa y que Heidy no estuviese ahí.

La sentí murmurar algo bajo su aliento, pero la verdad, no me importó. Cuando se bajó del ascensor respiré
fuertemente, agarrándome la cabeza con ambas manos y golpeándome contra una de las puertas.

¡Detengan el maldito mundo que quiero bajarme!

Entré a mi departamento y casi corrí a mi habitación, me dejé caer sobre la cama tendida. Todo estaba en silencio, así
que Heidy ya no estaba. Coloqué una almohada en mi cabeza y grité... Grité fuertemente, mientras con la mano hacía
presión en mi sien, cayendo en un ligero sueño.

Desperté alrededor de una hora después, sentía como si tuviera un yunque sobre la cabeza, pero no me dolía; solo era
la pesadez que queda después de un gran dolor. Me di una ducha rápida y me coloqué uno de mis trajes de tres
piezas, el matrimonio Evans tenía cita a las 10:00 de la mañana y eran casi las 9:30. Salí del departamento, el elevador
tardó horrores en subir; me coloqué mis gafas oscuras y el elevador se detuvo en el sexto piso. La chica de horas atrás
estaba frente de mí cuando las puertas se abrieron.

Por varios minutos nuestras miradas se unieron. A pesar de mis gafas, pude observar que tenía buenos pechos,
excelentes curvas pero un ácido gusto por el buen vestir.

— ¿Piensas abordar o vas a quedarte mirándome todo el día? —dije mostrándole mi sonrisa más sexy, la vi arquear
una de sus cejas y luego entró a la cabina; acomodando sus auriculares e ignorándome completamente. La detallé
bien, parecía una adolecente por su forma de vestir pero estaba seguro que rondaba entre los 24 a 26 años. Tenía
buen cuerpo, relleno en los lugares justos; el cabello castaño le caía hasta la mitad de la espalda y, al parecer, era
fanática de los perdedores de los Lakers. Nada como los Bulls. La vi detallarme por el espejo lateral pero fingí que no
me importaba, su cara tampoco estaba mal, labios carnosos y ojos aparentemente inocentes. Era de las que me
gustaban más, esas que no parecen quebrar un plato son las que más ardientes en la cama. Son igual que el dicho:
"Una dama en la mesa y una zorra en la cama". En recepción, ella salió del elevador sin embargo, no pude dejar de
observarla mientras las puertas se cerraban, viendo como sus piernas se movían, imaginando esas mismas piernas
enredadas en mi cintura... Era un maldito pervertido.

Negué con la cabeza y llegué a mi auto, tenía tres sesiones y un almuerzo en casa de Jake. Por la tarde atendería dos
pacientes más antes de verme con Carlisle para que me diera los resultados de mis últimos exámenes.

Follar era placentero, pero ayudar a una pareja en crisis con mis conocimientos, era gratificante.

Y eso era lo que hacía: rescatar matrimonios, orientar personas. Era una de las ramificaciones de "Otra Oportunidad",
la fundación que mi padre y Carlisle habían creado cuando yo aún no existía. Lo que empezó como una mera
investigación, hoy era una organización con más de 1800 empleados.

El edificio, era una torre de veinte pisos que constaba de un hospital, un centro de ayuda para todo lo relacionado con la
inseminación artificial, un centro de servicios neurológicos, un banco de esperma y ovulación, diez consultorios
particulares; tres de ellos eran de mis familiares y las oficinas administrativas.

Durante la mañana, estuve atendiendo a los Evans. Eran una pareja relativamente joven que estaban en mi consulta
por una infidelidad. Después de hablar con Dayana Thomas y con el matrimonio Stevenson, salí de oficina diciéndole a
Clarie que tomara todos mis recados y cancelara las citas con los matrimonios Richarson y Thompson, la cabeza
seguía dándome pequeños pálpitos pero no era tan fuerte como esta mañana. No fuerte pero sí jodidamente
incómodo. Dejé la oficina, aflojé y me fui a ver a Jacob.

Cuando llegué a casa, Jake no estaba. Había llamado a Leah informandole que tenía una cirugía de último momento,
algo relacionado con apendicitis..

Luego del almuerzo, Leah y yo pasamos a la sala para charlar, había estado ignorando la pequeña punzada en mi
cabeza, tendría que decirle a Carlisle que me recetara algo mucho más fuerte, sentía a Leah mover cosas en la cocina.
Cerré los ojos y me recosté en el sofá, pasando mi mano por el rostro di un sonoro suspiro antes de sentir la punta
roma del florete.

— ¿Que no estás muy cansado como para joder a tu hermano, Jacob? —murmuré muy despacio.

—Ve a dormir a tu casa gigante —sentenció él, presionando más el florete.

—Deja de joder, chucho. —La risa estridente de mi hermano me hizo abrir los ojos, tenía el pantalón de vestir pero se
había quitado la camisa y la corbata, quedando en una franelilla. Me pregunté internamente si me había quedado
dormido—. Joder, como médico, ¿no sabes que los esteroides anabólicos son malos? —enarqué una ceja.

— ¿Esteroides?, ya quisieras debilucho. Winnie y Pooh son reales… puro musculo —intentó dar un par de besos a sus
bíceps y yo le arrojé un cojín.

— ¿Tan buena fue la juerga de anoche que te quedas dormido en mi sala? —musitó mi hermano, dejando el florete en
el sofá de enfrente—. ¿Quién fue esta vez?, ¿Irina?, ¿Emily? …¿Heidy?

pude evitar la sonrisa lobuna que iluminó toda mi cara.

—Fue Heydi, ¿verdad que sí cabrón? —Jake rió—. Jodido suertudo —murmuró en voz baja—, con razón te quedaste
dormido en mi sala.

— ¿Me quedé dormido? —dije incrédulo, apenas si había cerrado los ojos

—Casi media hora, me diste tiempo para ponerme cómodo y comer, Leah salió a buscar a Eddie al veterinario. —
Eddie… casi lo mato cuando supe que le colocaron así al chihuahua de Leah—. Pensé que tenías consulta.

—Cancelé, quería estar contigo un rato.

—Me extrañas, simba —se burló—. No me digas que Garrett no es buen sustituto.

—Ese infeliz apenas consigue presa me deja solo —me reí—. No debiste casarte, desde que lo hiciste, soy como el
llanero solitario: solo de fiesta en fiesta. A veces te necesito para que alejes a las chicas indeseadas de mí —me
acomodé en la silla hablando con confianza, ya que Leah no podría escucharnos—. Irina preguntó por tus huesos —
Jake me mostró su argolla de matrimonio, mi muy loco hermano había cometido la estupidez de matricidiarse hacía
dos meses, dejándome solo y abandonado. Jake volvió a sonreír, lo vi caminar al bar y tomar dos vasos con whiskey—.
Sí, lo sé, estás encadenado de por vida. ¿Qué no te entrene bien? —pregunté con toda la seriedad que pude reunir.

—Me entrenaste más que bien hermano, pero Cupido es un jodido hijo de puta y lanzó su flecha a mí. Fue en contra de
mi voluntad enamorarme de Leah, ¡te juro que luché! —fingió ofenderse y yo sabía que lo hacía solo porque Leah no
estaba por aquí.

— ¿Muy cansado? —pregunté mirando el florete mientras Jake me daba un vaso y sentándose en el sofá frente a mí.

—No tanto, fue una operación fácil. Carlisle me dijo que te verías con él más tarde ¿has seguido con esos extraños
dolores de cabeza? —inquirió preocupado.

—Carlisle es un jodido cotilla —murmuré en voz baja, Jake rió—. Me he sentido bien —mentí. En estos momentos
sentía el leve malestar que no me había abandonado en todo el día.

—Te parece si jugamos un poco —miró su florete.

—Quieres que te haga papilla chucho, como en los viejos tiempos —alcé una ceja mientras me llevaba el vaso a la
boca, sintiendo el sabor amargo en ella.

—He mejorado mis técnicas, pequeño Simba —dijo levantándose y agarrando su florete. Cuando cumplí once años,
Carlisle quiso que practicáramos algún deporte, yo escogí la esgrima y Jacob —que era un copión—, escogió lo
mismo. No era muy bueno pero yo le ayudaba en lo que podía. De niños, Jacob era como una mascota para mí, yo lo
cuidaba y lo amaba y él me amaba a mí. Caminamos hasta el cuarto de esgrima, Jake lo había llamado así, me
coloqué mi traje mientras él se ponía el suyo.

— ¿Florete? —le pregunté con que "arma" íbamos a luchar. De las tres que se utilizaban, el florete era mi favorita y con
la que Jake mejor se desenvolvía. Jacob dio un ligero asentimiento y tomamos las posiciones para empezar, la cabeza
me dio vueltas en un breve instante, me sacudí poniéndome la careta y colocándome en guardia.

Llevábamos unos minutos y ya había tocado a Jacob varias veces, amaba este deporte ya que combinaba todo,
destreza mental y física, debido a los movimientos y la rapidez con la que debías realízalos. Sentí como el mundo daba
vueltas, pero volví a sacudir la cabeza y realicé un contra ataque, Jake lo esquivó. Siendo honesto, sí me dijo la verdad
cuando me comentó que estaba mejorando, marché hacia delante y fue ahí cuando todo mi mundo trastabilló. Jake
hizo un contraataque dándome en el pecho me fui hacia atrás sacudiendo la cabeza, apretando mis dientes y luego de
ahí, todo fue oscuridad.

—Edward —sentí que me llamaban. Abrí los ojos lentamente para ver a Carlisle frente a mí. Carlisle Cullen —como les
conté—, era mi padre a efectos técnicos desde que mis padres murieron hace 22 años. Jacob estaba junto a él. Sacudí
la cabeza y abrí más los ojos, intentando sentarme en la camilla. Carlisle me detuvo, tomó el oftalmoscopio y reviso
mis pupilas, dio un respiro largo y me dejó sentar.

— ¿Cómo te sientes? —preguntó Carlisle.

—Mejor, tengo una leve pesadez en la cabeza pero no es dolor, ¿qué sucedió? —dije mirando a Jake y a mi padre.

—Estábamos en un encuentro y te desplomaste en el suelo, te traje con Carlisle —dijo Jake rápidamente. Estábamos
en el décimo tercer piso del edificio "Otra Oportunidad", donde quedaba el centro de investigación neurológico "Vivir".
No me gustaba para nada la mirada de Carlisle.
—Jake, ayúdalo a vestir y llévalo a mi consultorio. —Jake dio un seco asentimiento antes de ayudarme a levantar,
Carlisle salió de la habitación dejándonos solos.

—Jake… Jake —mi hermano me miró—. ¿Qué sucedió? ¿Qué horas son?

—Edward

—Jacob, háblame claro. ¿Qué fue lo que pasó? ¿Cuánto tiempo estuve inconsciente?

—Son las ocho de la mañana, Edward. Estuviste inconsciente muchas horas hermano, Carlisle mando a practicar una
tomografía y una angiografía debido a que no despertabas. Leah y Esme están afuera, Rose acaba de llegar.

—El programa —dije mirando a Jake.

—Rose lo resolvió, Edward —dijo Jacob —. Debes ir con Carlisle.

Terminé de cambiarme y, junto con Jake, caminamos hacia el consultorio de Carlisle, Esme, Rose y Leah estaban
junto con él e incluso estaba Eleazar Denali, amigo de Carlisle y Esme.

Esme se lanzó a mí, dándome un abrazo de esos que me llenaban el alma, trasmitiéndome todo su amor y
preocupación. La abracé fuertemente besando el tope de su cabeza, mientras Leah me daba un golpecito en el
hombro, mire a la cara a Carlisle pero sus ojos rehuían los míos. ¿Qué demonios pasaba? Fuera lo que fuese era
grave.

— ¿Te sientes bien, pequeño? —Esme acarició mis mejillas. Pequeño, siempre me ha llamado así. Cuando me
dijeron que mis padres habían muerto, no lloré pero sentí cómo mi corazón se rompía. Esme, con su amor infinito, lo
reparó y, aunque siempre recordaba a mi madre por su sonrisa angelical y la forma en que cantaba cuando yo tenía
pesadillas, Esme era mi madre del corazón.

—Me siento bien, Ma' —le di un beso en la frente—. Leah —llamé a mi cuñada—, lleva a Esme a la cafetería, tu también
ve Rose. —Lo que sea que Carlisle quería decirme, necesitaba que estuviésemos solos.

—Edward…

—Mamá ve con Leah, Carlisle te contará todo, Jake…

—Ni lo sueñes, Edward —Jacob me lanzó una mirad fiera—. Amor… —miró a Leah y ella asintió.

Una vez la puerta estuvo cerrada, me senté frente a Carlisle y Jake se colocó a mi lado, ya que Eleazar ocupaba la otra
silla.

—Habla —dije impulsando mi cuerpo hacia delante.

—Edward…

—Carlisle, se sincero conmigo —dije sin titubear—. ¿Qué sucede?

—Cuando la ambulancia llegó, tus signos vitales eran débiles. Te estabilizamos y procedimos a realizar una
tomografía de cráneo, al ver que no reaccionabas. Esta reflejó una tumoración en el Polígono de Willis, por lo que
hicimos otro estudio complementario —Carlisle hizo una pausa—. Una angiografía, la cual tuvo mostró el porqué de
tus dolores de cabeza —podía sentir la tensión en la sala… Jake, Eleazar, Carlisle.

— ¿Qué tengo? —traté que mi voz sonara firme.

—Un aneurisma —Carlisle suspiró—. Para ser más especifico, tienes un aneurisma intracraneal en la arteria carótida,
situando en el Polígono de Willis .

—Estás seguro Carlisle —preguntó Jake. Carlisle asintió.

— ¿Qué debemos hacer? —quise saber.

—Edward —hablo Eleazar—, un aneurisma como tal vez sabes, es algo similar a un globo de bugle lleno de sangre
que se aloja en las arterias, en tu caso, en la base del cerebro. Estos, por lo general, son hereditarios o causados por
enfermedades como las placas ateroscleróticas que debilitan las paredes de los vasos sanguíneos. Por medio de la
tomografía, pudimos observar una dilatación a nivel del polígono, pero el diagnóstico definitivo lo obtuvimos por medio
de la angiografia: un aneurisma secular de 8 centímetros.
—Entiendo, pero eso no responde la pregunta que te he hecho, Carlisle —miré a mi padre. ¿Cuál es el procedimiento
a seguir?

Eleazar habló otra vez.

—Me temo Edward, que por la ubicación del aneurisma no nos queda más remedio que operar. Eres una bomba de
tiempo.

— ¿Pero? —pregunté, porque estaba seguro de que había uno, Eleazar y Carlisle se miraron y Carlisle se peinó el
cabello con las manos—. ¿Pero?

—Es una cirugía de alto riesgo, Edward —murmuró Jake en voz baja—. El polígono de Willis está ubicado en la base
del cerebro, en la fosa interpendicular del encéfalo. Las arterias que están situadas allí, son las encargadas de que la
sangre se distribuya en los hemisferios cerebrales.

—Al grano —musité enojado—, quiero saber ¿qué pasa si no me opero? —Todos estuvieron en silencio—. He hecho
una pregunta —nadie respondió—. Carlisle.

—Esa no es una opción, Edward —habló Eleazar—. Cuando el tamaño de un aneurisma aumenta, hay un riesgo
significativo de rotura, lo que puede resultar en hemorragias graves, otras complicaciones o muerte.

— ¿Y qué conlleva esa operación? —pregunté.

—Un fallo en esta operación puede ser fatal para ti, Edward —susurró Carlisle—. Debido a las arterias, puede traer
consecuencias como son una hemorragia masiva, además de los daños a la masa encefálica y nervios subyacentes...
Un coma o muerte.

Morir.

—O sea que, ¿si me opero puedo morir y si no me opero, también? —pregunté tajantemente.

—Edward —Jake colocó su mano en mi hombro—. No lo veas de esa forma, hay una esperanza de… —Me levanté de
la silla.

— ¡Esperanza de qué Jake! —dije exaltado—. Tú sabes más de esto que yo, mira a Carlisle —mi padre bajo su rostro
—. Tú mismo acabas de decir que es peligroso.

—Si te intervenimos de emergencia…

— ¡No! —dije mirando a mi padre y luego a mi hermano—. No voy a arriesgarme a quedar en un quirófano o peor aún,
quedar como un despojo humano. Si me ha llegado la hora de morir, lo aceptaré.

—Edward.

—No, nada de lo que digan me hará cambiar de opinión —espeté—. ¿Cuánto crees que tardará en romperse? —
pregunté a Eleazar.

—Edward, no puedo darte una fecha exacta, en casos de aneurisma no los hay. Puede ser mañana o dentro de tres
meses, todo depende de cómo lo tratemos.

—Entonces, lo trataremos hasta que haga explosión —dije antes de dirigirme hacia la salida, necesitaba estar solo,
necesitaba pensar.

—Edward —la voz de Carlisle se escuchaba quebrada—, hijo por favor.

Apreté el pomo de la puerta en mi mano. Tenía malditos 29 años y ya iba a morir.

—Ahora no, papá.

—Edward —ahora escuché la voz de Eleazar—, si vamos a empezar un tratamiento debe ser cuanto antes, debemos
evitar que siga creciendo —murmuró. Me giré para ver a Eleazar. Carlisle… sus ojos me veían con lágrimas asomando
en ellos.

— ¿Debo seguir tomando comprimidos? ¿O algún tipo de tratamiento? —pregunté mirando a Carlisle.

—Porque no te quedas y podemos hablar con calma —musitó Eleazar—. No puedes tomar una decisión tan a la ligera.
—Nada me hará cambiar de parecer Eleazar, pero ahora, quiero irme. Vendré mañana, ahora necesito salir de aquí —
abrí la puerta dispuesto a salir—. Carlisle, Jake ni una sola palabra de esto a Esme, Leah o Rosalie. —No esperé su
contestación, salí de ahí y di tres cuatro pasos. Me apoyé contra la pared, las lágrimas picaban en mis ojos pero no
lloraría. Cuando era apenas un niño, había prometido delante de la tumba de mis padres que no lo haría. Oprimí el
botón del elevador y di un largo suspiro mientras lo esperaba llegar.

—Edward —escuché la voz de Jake, me volteé a ver a mi hermano—, ¿a dónde crees que vas?

— ¿Al piso siete? —devolví la pregunta arqueando una ceja.

— ¡Qué demonios vas a hacer en el piso siete! —gritó llamando la atención de varias personas.

—Voy a hacer una donación —sonreí como si nada sucediera, como si mi cabeza no fuera una puta olla de presión.

—De qué diablos estás hablando. ¡Maldición Edward, que no entiendes la gravedad del asunto! —gruñó acercándose a
mí—. ¿Porqué tú harías una donación en el piso siete?

Me giré, dejando que mi espalda se pegara a la pared del elevador.

—Jake, soy apuesto ¿verdad?

—Edward, devuelve tú pálido trasero al consultorio de Carlisle y programa tu…

— ¡NO! —Nunca le había gritado a Jake—. ¡No me jodas Jacob! Yo nunca me he metido en tus asuntos, así que no
vengas a decirme qué hacer con mi vida, ahora contéstame… —Jake me miró impasible, por lo que detuve a una de
las enfermeras.

—Señorita, ¿le parezco apuesto? —La chica se sonrojó furiosamente cuando le di mi mejor sonrisa y luego asintió
levemente.

—Necesito que me lo diga… —miré a la chica pecosa.

—Edward….

—Cállate chucho —dije tajante—. ¿Soy o no soy apuesto —miré su gafete—, Miriam?

—Creo que también te estás enloqueciendo —murmuró Jake—. Conteste señorita.

—Sí doctor Masen, es usted muy apuesto. —Se sonrojó aún más, si era posible, así que la deje ir.

—Soy muy apuesto, Jake —le dije a mi hermano.

—Sí, eres apuesto. ¿Eso qué tiene que ver con tu estado de negación y con que vayas a donar al piso siete?

—Sería una lástima que mis genes se pierdan —dije pensativo—. Y ya que me voy a morir, voy a dejar unos de mis
soldados guardados, soy demasiado sexy y follable como para desaparecer del todo. —Jake me miraba atónito y
aproveché su pequeño aturdimiento para entrar en el elevador y salir de ahí.

Llegué alrededor de las siete de la noche a mi departamento, había ignorado las llamadas de Jake y Carlisle en todo el
día. Dejé el celular en la mesa de noche y me desnude, quedando solo en bóxers. Fui a la cocina y me preparé un
emparedado, sentí el celular repicar pero lo ignoré olímpicamente. Masqué despacio y bebí mi lata de Coca-Cola,
peiné mis cabellos hacia atrás y me fui a la habitación, quería que este día se acabara.

Faltando media hora para las doce de la noche, me levanté. Me vestí con uno de mis trajes y salí al programa
"Hablemos de Sexo". Ese era mi terreno, amaba ese programa. La cabeza me dio vueltas mientras me cepillaba los
dientes, así que inspiré profundamente y salí.

Al llegar a WTF, el dolor era incómodo, palpitante y cansino. Me pregunté internamente si estaba tomando la mejor
decisión, soportar el dolor taladrante hasta que el aneurisma hiciera ¡BOOM! o quedar como un vegetal en el quirófano.
Negué con la cabeza. Yo era fuerte, lo soportaría.

Lauren me entregó lo que haríamos en el programa, por lo general, yo armaba un cuadro de lo que hablaríamos en el
mes, pero Aro elegía que día se hablaba de cada cosa. Antes de entrar a mi cubículo, ella se encargó de que notara su
muy corta falda cuando se agachó accidentalmente delante de mí. Le di una de mis sonrisas patentadas y me fui a mi
cubículo, cerré los ojos y suspiré, sentí como la puerta se abría y tomé aire fuertemente.
—Sigues sintiéndote mal, pude con el programa sola ayer, debiste quedarte en casa descansando —murmuró
enojada

—Rose…

—No puedes seguir así, ¿qué te dijo Carlisle?

—Nada.

— ¿Nada?

—No es, nada Rosalie. Es solo cansancio, el programa, el consultorio, las prácticas de esgrima con Jake…

—Todas las zorras que te tiras, tu vida en exceso.

—No vamos a hablar de mi vida, Rosalie —dije frustrado.

—Te sientes mal.

—Estoy bien, solo me duele un poco la cabeza.

—Descansa un poco, Seth está terminando de organizar todo con Emmett, le diré a Lauren que te traiga unos
analgésicos.

— ¿Sabes si ya llego la escritorcilla? —Me había enterado que en el programa de hoy, hablaríamos con una de esas
nuevas chicas que creen que porque colocan porno en sus libros, saben de sexo y erotismo.

—Sí, está en cabina. En veinte minutos empezamos el programa, ¿crees que tu dolor de cabeza mejore antes de salir
al aire?

—No entiendo porqué Aro nos pidió esto… Sabes que odio tratar con personas que no saben el tema —fastidio, eso
era lo que este programa iba a darme, Rose y yo podíamos perfectamente hablar sobre libros eróticos, sin necesidad
de un escritor "divo".

—No todos somos como tú —sonreí y Rose también—. Además, hay que apoyar a esa chica y darle confianza, es su
primer libro erótico.

—Esos libros son una perdedera de tiempo —bufe—. Hombres dominantes que cambian de un día a otro, mujeres
que hacen cualquier cosa por tenerlos.

—Oye, estoy leyendo una buena trilogía. Emm y yo vamos a practicar alguna de esas posturas.

—La, la, la, la… saca eso de mi cabeza Rosalie.

—Iré por los analgésicos. —Rosalie salió de la oficina mientras murmuraba.

—Escritores… Creen que porque plasman todas sus frustraciones eróticas en un papel, tienen un gran libro.

Cerré los ojos fuertemente y no fue hasta que sentí el peso en mis piernas que, los volví a abrir.

—Hola hermoso —susurró Lauren en mi oído, mientras sus manos desordenaban mi cabello—. Rose me dijo que te
trajera analgésicos —asentí y ella me dio los dos comprimidos blancos y un vaso con agua que tomé rápidamente.

—No dejes de hacerlo —dije mientras me relajaba sentir sus suaves dedos en mi cuero cabelludo, hacía que mi
constante dolor de cabeza se amortiguara.

—Me preguntaba si teníamos tiempo... Tú sabes —sus labios se posaron en los míos y apreté el amarre a su cintura,
subiendo su camisa hasta que mi manos alcanzaron uno de sus pechos. Lauren gimió y yo amaba el poder que me
daba saber cómo y dónde tocar. Benditas sean mis tres maestras. Mi polla saltó ante la sensación de un coño húmedo
y caliente cerca, estaba a punto de ordenarle que se volteara contra mi escritorio, cuando la puerta se abrió.

—Parece que ya te sientes mejor —murmuró Rose—. Salimos en cinco minutos. —Lauren apoyó su cabeza en el
hueco de mi hombro, diciendo cosas para nada bonitas.

—Nos vemos cuando terminemos, preciosa —dije levantándola de mis piernas, peiné mi cabello con mis dedos y me
fui al programa.
Me llevé una gran sorpresa al ver que era la misma chica que vi en el elevador del apartamento, ella cuadró su postura
cuando me vio. Podía hacerse la difícil pero lo veía en su mirada, ella se resistía pero yo, no le era nada indiferente.

Así que íbamos a jugar a ver quién caía primero y jugando, yo era simplemente el mejor.

Decir que no me divertí picando a la "Escritora", sería mentirles. Parecía un ratón frente a un león, lo que para efectos
prácticos era lo mismo. Por encima se le veía que ella sabía de sexo lo que yo sabía acerca del celibato... nada.
Afortunadamente para ella, tenía una lengua filosa. Todo un reto.

Me divertí de lo lindo mirando su rostro cuando Seth le dio mi pequeño regalo, y pagaría por ver su cara cuando
descubriera lo que era.

Cuando bajé al estacionamiento, noté un auto extraño. Los años que llevaba trabajando para Aro, me hacían reconocer
todos los autos y después de mi Aston y el Ferrari de Rosalie, ese auto era el más lujoso de los que estaban ahí. Ese
auto debía ser de Isabella Swan.

— ¿Te quedas conmigo esta noche, tigre? —Lauren pasó su uña pintada con un rojo sangre en mi pecho y yo sonreí
sardónico—. Me prometiste terminar lo que estábamos haciendo antes que la frígida de Rosalie entrara en el cubículo.
—Sus labios se apoderaron de los míos, pero la reduje rápidamente, en los besos yo mandaba y guiaba. Lauren lo
sabía, así que ella se dejó guiar, enroscó sus piernas en mis caderas, la empujé hasta el capo de mi auto y me
dispuse a hacerle hervir la sangre, no solo a Lauren, sino también a cierta escritora que no tenía ni idea lo que era una
buena relación sexual.

Toma apuntes, querida. Quizás le sirva para que su lib ro no sea un fiasco…

A pesar de estar con Lauren, mi mente estaba más allá… en el auto rojo con negro. Lauren tiró mi cabello, haciéndome
sisear de dolor pero aún así, seguí lamiendo, succionando y dando pequeñas tocadas a su clítoris hasta hacerla llegar
a la cima del clímax. Lo demás, sucedió muy rápido y cuando la conciencia llegó a mí, estaba subiendo mi cremallera,
mientras Lauren se arreglaba su falda y me daba pequeños besos por los dos maravillosos orgasmos que le había
entregado. Miré hacia el auto, pero parecía que estuviese vacío. Sin embargo, cuando pasé al lado del vehículo no pude
evitar reír, porque me di cuenta que entre las sombras, ella estaba ahí.

Dejé a Lauren en su departamento, mas no subí. En cambio, fui hasta el bar más cercano y pedí dos Heineken. Varias
chicas coquetearon conmigo, pero no tenía ganas de nada. Pagué la cuenta y me fui a mi casa. Al llegar, comí otro
sándwich y me fui a la cama. El celular empezó a sonar y lo tomé pensando en mandar al infierno a Jake o a Carlisle.

Pero no eran ni Carlisle ni Jake, era el cabrón de Garret. Pensé en contestar. ¿Qué posibilidades habían que Jake le
hubiese contado a Garret mi situación? Dejé de pensar tanto y oprimí el botón para contestar la llamada.

—Hey Masen —chilló cuando contesté—. Necesito un favor tuyo, viejo.

—Soy todo oído, Sanders. Para qué soy bueno, ¿hay alguna fiesta a la que quieres que te acompañe? —dije
escuchando el sonido de la música.

—Naa' ya estoy en una, Masen. Necesito… es otro favor… Espera chiquita, ya voy a atenderte, esto es importante. —Al
parecer el hijo de puta ya estaba entrepiernado con alguien—. Verás, tengo una amiga que es escritora, la maldita
editorial quiere que haga un jodido libro erótico pero Bells es más virgen que la Virgen María, así que necesito que
seas algo así con su mentor en ese libro. Ella está dispuesta a pagar muy bien.

— ¿Quieres que le hable de sexo a una chica?

—Exacto...

— Garrett, sabes perfectamente que el…

—El sexo se practica, no se explica. Lo sé, cabrón pero Bella es especial, la quiero mucho, es mi amiga desde hace
muchos años y de verdad necesita ayuda.

—Tú sabes de sexo.


—No. Yo sé follar, en el tema de sexo tú eres el maestro. Anda hermano, dime que sí. Ella es bastante casta como para
un libro de ese calibre, pero es muy buena escritora, dime que sí.

—Está bien —dije frustrado—. Mañana en el Corner Bistro, a las ocho y que no me haga esperar —le dije seriamente.

—Te diría que te amo, pero eso sonaría gay, así que gracias. Le diré a Bella.

—Sí, sí. Como sea —colgué.

El día siguiente fue todo un caos, el maldito dolor de cabeza no se iba... Solo serían tres meses, malditos tres meses.
Fui temprano con Eleazar, esperaba no toparme con Carlisle pero para mi mala suerte, Carlisle estaba ahí.

—Hijo —su tono de voz fue bajo—, vi como Eleazar abandonaba el consultorio.

—No Carlisle, no insistas. No voy a entrar al quirófano sin la certeza de que voy a salir entero de ahí.

—Te estás condenado a muerte —me recriminó.

—Es mi vida, Carlisle. Siempre estaré agradecido contigo por haberte hecho cargo de mí.

—Tu padre era especial para mí, lo sabes.

—Lo sé, y de verdad papá —caminé hacia él y coloqué mis manos en sus hombros caídos—, me gustaría que me
apoyaras en esto.

—Edward, eres mi hijo, no puedes pedirme que apruebe que te suicides. Porque eso es lo que estás haciendo,
suicidándote. Esme pregunta y ya no sé qué decirle. He estado dándole vueltas pero ella no va a créeme, me conoce
demasiado bien y tú, eres el hijo que ella más ama porque tú la amaste tan pronto la viste, así que por favor hijo, hazlo
por tu madre.

—Amo a Esme, tú lo sabes y ella también… y la seguiré amando hasta que me muera, sea hoy sea mañana o dentro
de tres meses. No hablemos más de esto y dile cualquier cosa a mamá, menos la verdad —Carlisle negó—. No
vamos a hacerla sufrir.

— ¡Sufrirá de todas formas! —gritó Carlisle perdiendo los estribos.

—Pero yo no la veré sufrir, no habrá nada que hacer, para cuando ella sepa la verdad yo estaré muerto, en el hoyo, frito
o mejor dicho frio...

—No le veo la gracia Edward —dijo enojado.

—Yo sí la veo. ¿Llamas a Eleazar tú o voy yo por él? —Como llamado por los dioses Eleazar entró, aunque no venía
solo, Jake venía con él.

—Edward... —genial mas tortura para mí.

—Jake, ya hablé contigo ayer de esto.

—No puedo permitir que…

— ¡Basta ya! —me exalté—. Esto es para los tres, no voy a operarme. Simplemente porque esta es mí maldita vida y
hago con ella lo que se me dé la reverenda gana, siempre lo he hecho y ustedes no van a disuadirme. Eleazar, esto es
para ti, ¿vas a seguir tratándome o tengo que buscar otro doctor que respete mis decisiones? —Estaba harto de todo
esto, era mi puta vida, mí maldita decisión.

—Tranquilo Edward, si es tu decisión final, la respetaré. No es necesario que consigas otro especialista —miro a
Carlisle y mi padre solo asintió, mientras mi hermano negaba.

Eleazar me realizó una nueva angiografía y después de los exámenes de rigor, me recetó comprimidos para el dolor y
para la presión, según él debía mantenerla estable. El resto de la tarde, me la pasé atendiendo casos en el consultorio
y hablé con Kevin, de fecundación. Me llamó para decir que había mujeres interesadas en mis soldados. Negué las
solicitudes, diciendo que mi esperma se utilizara después de 4 meses, tal como lo había dejado en claro cuando había
hecho la donación. Salí del consultorio directo al Corner Bistro, solo esperaba que la amiguita de Garret no fuese una
solterona cincuentona, de esas que creen que pueden retroceder el tiempo y ser barbies... Me estremecí de solo
pensarlo. Aparque el coche y llegué al restaurante.

¡Diablos! ¿A nombre de quién estará la reservación? Marqué el número de Garrett.

—Masen, ¿ya estas con mi chica? Por favor, no me la hagas sufrir y compórtate, ella no es como mis demás amiguitas.

— ¿Terminaste, papa? —pregunté dramáticamente—. Garrett, ¿a nombre de quién está la reservación?

—Volterra Editores.

—Bien, ya estoy aquí... —colgué entrando al local—. Reservación a nombre de Volterra Editores —dije al maitre, un
chico llegó indicándome el camino al apartado, miré a la chica menuda sentada frente en la mesa—. ¿Está seguro que
esa es la mesa? —pregunté enarcando una ceja.

—Sí, señor —dijo el chico.

—Bien. Desde aquí voy solo. Llévanos la carta en un par de minutos —sonreí abiertamente al reconocer a la chica:
Isabella Swan. Me había divertido picándola un poco, así que porqué no hacerlo otra vez.

Estaba mucho mejor vestida que en la entrevista y hasta podía decir que se veía sexy.

En medio de la conversación, me mostró lo sexy que podía ser y lo gata que era. Esta chica era un pequeño diamante
en bruto, uno que yo quería pulir. Virgen, sin experiencia y malditamente sensual, una sensualidad que tenía escondida
y que yo me moría por descubrir. Me ofreció dinero a MÍ, que a donde iré no voy a necesitar ni un jodido centavo.
Finalmente, me di cuenta de algo, ella necesitaba ayuda y ya yo no tenía nada que perder, no quería pasar los últimos
días de mi vida como un colibrí y ella, tenía lo que más me gustaba: un coño y no mucha experiencia. Podría demostrar
todo lo que yo sabía, así que este sería un negocio placentero; le daría toda la información necesaria para que su libro
valiese la pena el tiempo, la tinta y los arboles que se talarían para hacerlo físico a cambio de tenerla a ella. Simple y
sencillo.

Por supuesto, se ofendió y me jodió el cabello. ¿Qué demonios le pasaba a esa mujer? Yo le ofrecía un trato justo, su
cuerpo a cambio de mis conocimientos. Estábamos en el jodido siglo veintiuno y ella se había metido con mi sexy y
follab le cab ello. Fui al baño del restaurante y traté de sacar todo el almíbar de mi cuero cabelludo, uno de los meseros
me pasó una toalla y me sequé. Cancelé la cuenta y salí del puto restaurante más cabreado que nunca.

Conduje hasta el folladero —llamado así por mis chicas— que estaba en el último piso de un edificio frente a Central
Park y, mi casa, en uno de los mejores edificios de Manhathan. Al entrar me encontré con Garrett y vio mi jodido
desastre, la camisa sucia y el pelo pegajoso.

—Ves lo que me gano por tratar de ayudar —dije enojado—. Dile a tu amiguita que se pudra en el maldito infierno —
murmuré antes que el elevador se cerrara. Llegué a mi departamento y me di una ducha rápida intentando calmarme,
tomé dos comprimidos de los que Eleazar me había enviado y agarre mi laptop.

Isabella Swan...

En su perfil de Facebook, encontré todo lo que necesitaba: su edad —y no me había equivocado cuando supuse que
tenía 26 años—, profesión, lugar donde trabajaba y el nombre de su jodido edificio. Me vestí rápidamente y tomé uno de
los libros que recién me habían regalado. Llegué al edificio, nada modesto, pregunté al portero por el número del
departamento de Isabella Swan y aunque le mostré el paquete que iba a entregar, el muy... no quería decirme cuál era
el, así que saqué un par de billetes y… lo dicho, por la plata baila el perro. Debería decirle a la gatita que interponga
una queja.

Subí a su piso y toqué su puerta suavemente. Verla con su camisón rosa, me descontroló. La besé, la empujé, dejé
que mi cuerpo se ajustara al de ella como dos piezas de puzzle y mis manos vagaron por su cuerpo; mi boca capturó la
suya, pude sentir y oler el aroma de su excitación. Mis dedos se colaron por sus bragas mientras le explicaba las
sensaciones que sentía, Isabella parecía más inexperta de lo que Garrett decía. Se movía al ritmo de mi mano, mi
erección lista y dura contra su estómago, mis dedos se hundieron en su tibia carne y entonces me di cuenta que
Isabella no carecía de experiencia. Isabella NO tenía experiencia, y eso me hizo sonreír como un perro frente a un
jugoso filete. Sus ojos estaban fuertemente cerrados, por lo que hablé con voz dura.
—Abre los ojos muñeca, ábrelos. Quiero ver cómo tus ojos se encienden cuando sientas tu primer orgasmo —
introduje aún más el dedo, mordiendo su barbilla—. Grita nena... —acariciando la delgada membrana, me detuve. Ella
abrió sus ojos oscuros, encontrándonos con los míos. Podía ver la pasión, la lujuria y el deseo porque siguiera—.
Nunca has estado con un hombre… —murmuré confirmando un hecho.

— ¿Cómo...? —Su voz era baja y jadeante.

—Soy sexólogo —le di una sonrisa de las mías y saqué mi dedo—. Estás tan estrecha nena… No te imaginas cuántas
veces he deseado follarte Isabella... Puedo deshacerme de la membrana inservible ahora —acaricié su pecho sobre la
bata que usaba, mientras la alzaba dejando que nuestras caderas quedaran juntas y embestía en ella, mostrándole
que estaba igual de caliente—. O… puedo deshacerme de ella mañana, cuando vayas a mi departamento… —mi voz
fue suave y mi miembro estaba justamente en su centro, sacudiéndose un poco. En estos momentos el auto control
me valía mierda—. Piénsalo nena, el mejor puto libro de la historia a cambio de tu cuerpo desnudo en mi departamento
cuando yo te lo pida... —ella me miró pensativa—. Ahora, te haré llegar preciosa —la besé nuevamente, mi lengua
invadiendo su boca, mis manos atacando sus pechos y mi miembro encajándose tan deliciosamente en su
entrepierna, que me habría vuelto loco si no tuviésemos ropa encima. ¿Qué tenía Isabella Swan que me hacía
desearla? Ella se deshizo en mis manos y eso no es que fuese raro, ninguna mujer se resistía cuando yo la tocaba,
pellizqué su pezón derecho y la sentí estremecerse, mientras ella gemía y quedaba laxa entre mis brazos.

La besé más suavemente y la llevé hasta el sofá, tenía que gravar el programa y ya estaba en la hora justa y estaba
lejos de la estación.

—El placer físico, tiene como resultado la secreción de endorfina, esa es la sustancia que aporta una sensación de
relax y bienestar, es por eso que sientes que tu cuerpo está un poco más pesado de lo normal —dije cuando la recosté
sobre los cojines—. Tengo un programa que grabar, así que vengo por ti mañana a las cuatro —me giré para irme pero
ella habló.

—No te he dicho que acepto —dijo con voz jadeante y temblorosa.

Me giré sonriéndole cínicamente y caminé hasta su computador dando un vistazo a un vídeo pornográfico, la miré
fijamente y vi la vergüenza en sus ojos.

—Si quieres seguir viendo este tipo de porquerías, seguirás negándote a mí. El porno no es malo, pero es demasiado
fantasioso, no obstante, conmigo tendrás realidad. El sexo es una emoción en movimiento.

—No quiero sexo sin amor... es algo vacío y hueco —se levantó del sofá. Podía verla temblar como una hoja, pobre…
aún pensaba en el amor. Los corazoncillos y toda esa mierda comercial—, así que mi respuesta sigue siendo no.

— El sexo libera tensión y el amor, la genera, señorita Swan.

— ¿Siempre piensas en sexo? —me atacó.

—En la vida hay dos cosas importantes: una es el sexo, y la otra, no tienen importancia. Hasta mañana a las cuatro,
señorita Swan. —La observé detalladamente, su camisón era de Hello Kitty y tenía pantuflas de Winnie Pooh, se veía
tierna pero eso, definitivamente, no era bueno para el sexo—. Usa algo lindo, no vaqueros y camisas de abuela. Tienes
tiempo de ir a un spa y que te depilen, me gusta la línea del biquini, pide ese. Quizás me animo y te doy tu primera
clase —le di un guiño y salí de ahí antes de tirarla contra el sofá y darle unos muy buenos y espectaculares orgasmos.

Tan pronto cerró la puerta, me recosté en la pared antes de mirar hacia abajo y ver a mi querido Dark Vader en pleno
levantamiento. Suspiré acomodando mi doloroso y lloroso miembro en mis pantalones.

La deseaba, la deseaba más de lo que podía imaginar, si ya antes había imaginado como follarla, ahora lo
consideraba un hecho. Ella era un coño estrecho sin estrenar y yo lo deseaba. En ese momento lo supe yo, Edward
Masen Cullen con mi cuerpo como una bomba de tiempo había llegado a una conclusión mientras peleaba con gatito...

Quería esa mujer en mi cama, antes de que mi vida terminara y lo iba a lograr al precio que fuera.

.
Hola antes de correr al bunker subacuatico que el Capo tiene para mi... Tengo que dejarles esta nota, muchas quizás
están tristes, otras me han de querer matar, pero tengo algo que aclarar antes que empiecen mi búsqueda.. AMO A
EDWARD él es espacial para mi y si esta enfermo, muy enfermo y el tarugo quiere morir mi parte humana lo entiende,
no debe ser bonito quedar en estado vegetativo, menos un hombre tan arrogante como él, es aquí donde Bella entra en
acción quizás Edward sepa de sexo y bella esta mega jodida el asunto aquí es enseñarse mutuamente, espero que
ambos aprendan algo de todo este embrollo, ahora Soy happy End, así que eso lo dice todo, si el grifo pidió perdón y
suplico y hasta dijo Te amo, Edward puede salvarse por un milagro...

Las amo mil gracias por sus review me incitan y me ayudan a dar cada vez mas lo mejor de mi, quisiera poder
contestar su Rev, pero No me da tiempo en verdad que intento pero sin internet en casa es como difícil, ando peor que
la Bella de las 25 sombras, ella solo lee. yo escribo leo y trabajo XD, gracias a las chicas del Harem su entusiasmo me
entusiasma a mi.

Gracias a Salem Fabian y su incondicional ayuda amiga te quiero no sabria que hacer sin ti, a Eve y su paciencia con
mis dudas existenciales, a Jo y su dedicación esta de viaje de fin de semana con sun familia y aun asi saco tiempito
para betear el cap. A mi Yuli chiquita, mi peque Marie, a Vero que esta en las sombras, a el grupo de TwiZone... Eliana,
cris, Andreina, kiki, lina, Vane., Gene, Maru a todas!

Gracias en especial a Genesis por ayudarme a elegir entre Aneurisma y Leucemia (dramática no) y a la Doctora Pao
(paola) que aun atendiendo a sus pacientes contestaba mis pin histéricos y aun contesta muis preguntas sea la que
sea de verdad mu no hay manera de agradecer lo que haces por mi.

El cap siguiente esta en beteo y lleva por nombre INDUCCIÓN como hay muchas que no están en el grupo les diré...
Tomen hoja y papel que el Maestro empezara su enseñanza..

Sin mas espero no olvidar a nadie huyo a las profundidades del bunker donde nadie me tocara

Besitos

Ary.
*Chapter 9*: Inducción
Disclaimer: los personajes de Crepúsculo son propiedad única y exclusivamente de la señora Meyer, yo solo los
utilizo para mi diversión.

Capítulo beteado por Jo Beta Ffad, Betas FFAD

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Hoy serás mía por fin

cierra los ojos

déjate querer

quiero llevarte

al valle del placer

hoy serás mía lo sé

déjame rob ar

el gran secreto de tu piel

déjate llevar

por tus instintos de mujer

entrégate

áun no te siento

deja que tu cuerpo

se acostumb re a mi calor

entrégate

mi prisionera

la pasión no espera

y yo no puedo más de amor

Entregarte

Luis Miguel

Capítulo 7: Inducción
He accedido… He accedido, he accedido. Es todo lo que puedo pensar mientras los labios de Edward Cullen
succionan los míos. Estaba estática, a pesar de que mis labios se movian contra los de él. Charles ha de estar
revolviéndose en su tumba ¿Qué demonios he hecho?

La lengua de Edward pidió acceso a mi boca, sus grandes y fuertes manos han tomado mi cintura, estoy pegada al
escritorio y él me beso; me beso como jamás en mi vida me han besado pero sigo aterrada. Este hombre me asusta,
me atrae pero me da miedo pasar los límites. No, no puedo permitírmelo, no puedo dejar de pensar en lo que en
realidad somos: un Maestro y una aprendiz. Él esta enseñándome, esto no es una relación. Ni siquiera un vamos a
intentarlo, esto es sexo de muto acuerdo.

— ¿Bella? —Edward murmura en mis labios, su aliento mentolado me llega de golpe, envolviéndome en un halo que
no quiero comprender—. ¿Isabella?

—Mmm… —murmuré sin saber qué decir.

Sus manos tomaron mi rostro delicadamente y se separó un poco de mí.

—Necesito que seas parte activa en todo esto —susurra en voz baja, dando un pequeño beso en mis labios—.
¿Entiendes?, tú también debes disfrutar la experiencia —lo escucho, le entiendo pero dentro de mi cabeza esa voz que
nos habla cuando estamos haciendo cosas malas, está en un cuarto blanco gritando como loca y murmurando que
soy el capitán del Titanic y me voy derechito a estrellarme contra el iceberg.

¡Te vas a reventar, el naufragio del Titanic va ser una jodida cosa minúscula cuando termines esta tontería!

—Si no estás segura, es mejor que paremos todo esto aquí —dijo antes de alejarse, dejándome respirar… ¿Echarme
para atrás?

Lo mejor que podemos hacer…

No soy una cobarde, no lo soy.

—Puedes irte Isabella, detesto estar con momias —acotó enojado, mientras se apretaba el tabique haciendome salir
de mi aturdimiento mental.

—No me iré, he tomado una decisión. —Lo que en realidad quiero decir es "No es esto lo que querías Doctor Sex"—.
Simplemente estoy aturdida —dije caminando lejos de él.

— ¿No te retraerás más? —Negué con la cabeza—. Isabella, tú has traído a mí un contrato, que he firmado, con sus pro
y sus contra.

—No te he visto negarte a ninguna de mis clausulas —dije tajantemente, sin duda la distancia entre ambos era
necesaria.

—No lo he hecho porque ya te tengo aquí, negarme en una de tus… clausulas, era tu boleto de regreso a diez mil
kilómetros de distancia, te alejarías de mí y, créeme, no iba a perder esta oportunidad Isabella —alzó una de sus cejas
—. Solo tengo tres condiciones.

—Escucho, pero no prometo estar de acuerdo —dije sentándome en una de las sillas frente a su escritorio. Edward
caminó hasta su mullido sillón y se dejó caer, moviéndolo hacia un lado y otro, lo había visto hacer lo mismo en el
programa.

—La primera, es que estés en mi casa pero ya estamos de acuerdo en que será de lunes a viernes, te irás el sábado
temprano y no regresarás hasta el lunes en la noche. ¿Estamos claros? —La idea no me gustaba pero asentí—. Hay
una clausula en tu contrato que habla sobre la relación, accedí a firmar porque no tengo tiempo para una relación, pero
pienso que si vamos a estar juntos… van a vernos juntos.

—Nadie va a vernos juntos —lo interrumpí, que bien se sentía interrumpirlo alguna vez.

—Isabella, saldrás y entrarás de mi departamento, aunque no parezca, hay paparazzis vigilando en esa zona de
Manhattan, van a empezar a murmurar cualquier cantidad de estupideces, quizás a ti no te conozcan pero yo soy una
figura pública por mi relación con "Otra Oportunidad" y si no estoy, mal tienes una hermana bajo tu tutoría. Creo que
dañar tu imagen, no sería bien visto ante servicios sociales. —El idiota tenía razón—. Tú no quieres una relación, yo
tampoco, somos grandes y estamos claro que lo que tenemos es un trato pero para las demás personas, podemos
ser pareja… amigos con derecho, ¿qué se yo? No daremos una rueda de prensa o daremos un comunicado que
estamos felizmente enamorados. Simplemente, si nos ven juntos, bien y si no, también.
—Me parece que estoy de acuerdo.

—Pero… —odiaba los peros— para nuestros amigos, nuestras familias, estamos saliendo y somos pareja.

¡Qué diablos!

— ¡No! —Me levanté de la silla—. No voy a ser ni tu juguete ni tu adorno.

—Tengo una familia, una madre, tú una hermana a quien darle explicaciones, Isabella. No te pido que seas mi novia,
solo que ante mis padres y mis hermanos, finjas serlo. Así como yo fingiré serlo delante de Brithany.

— ¿Cómo sabes tanto de mi? —Edward rió, abiertamente.

—Cristo Isabella, ¿no pensarás que no he investigado quién eres? —volvió a mover su silla—. En fin, no sé tú pero mi
madre hará preguntas, Esme es la única mujer que amo en este mundo.

—Y Katheryne Cortez —me dio su sonrisa torcida.

—En efecto, pero con Kath, fue distinto.

—Fue la primera que te dijo no —coloqué los brazos en mi cintura.

—Exacto, pero no estamos hablando de Kath, esto es entre tú y yo Isabella.

—No es muy diferente… —dije con indiferencia.

—Piénsalo un poco Isabella, si alguien pregunta a nuestras familias, ellas no dirán nada es simplemente un
formalismo. Conoces a Rosalie, ella puede llegar a darnos problemas si se entera del verdadero significado de
nuestro trato, es mejor ocultar la verdad con una mentira.

—Imagino que estás acostumbrado —bufé.

—No me subestimes, Isabella.

— ¿Podrías dejar de decirme Isabella? Solo Charles me llamaba así.

— ¿Te cuidas Bella? —lo miré con cara de wtf. Obvio que no me cuidaba si estaba entregándole mi cuerpo como bistec
en bandeja de plata a semejante perro—. ¿Qué si tomas anticonceptivos? —dijo burlón.

—Soy virgen genio, tú mismo lo descubriste —dije con desdén.

—Los anticonceptivos no simplemente son para evitar embarazos, muchos ginecólogos los recetan para controlar el
ciclo menstrual —dijo petulante, arqueando una de sus cejas.

—Nunca he tenido un problema con el ciclo menstrual, querido —le mostré una sonrisa hipócrita—. Del primer día al
sexto de cada mes, tendrás que mantener las manos para ti solito o en su defecto, sobre tu miembro mientras te
masturbas. —Edward volvió a darme una carcajada limpia.

—Nunca me he masturbado, Isabella.

—Si como no…

—Digamos que siempre tengo un par de manos extras dispuestas a hacerlo por mí y en esos tres meses que siguen,
estarán tus manos… o tu boca, así que no veo razón para empezar a masturbarme a mi edad. —Quería decirle algo,
¿mi boca? Ese asqueroso quería que yo me metiera su barra de titanio en la boca, después de ver como la metía en el
culo de la zorra del estacionamiento… Estaba loco.

—No voy a hacer…

—La señorita Isabella Swan se someterá a las ordenes del señor Edward Cullen por el lapso de noventa días —leyó
parte del acuerdo que le había hecho firmar… Maldición odiaba cuando hacía algo y se me devolvía para morderme el
trasero.

—Si yo pienso que debes hacerme una mamada, tú lo harás, Isabella.

—Para tu camión Cullen. Ya te dije que no soy una sumisa —musité tajante.
—Y no quiero que lo seas Isabella, ya hablaremos luego del sexo oral, pero como veo no estás tomando ningún tipo de
anticonceptivos y antes de estar contigo, necesito que arreglemos eso.

—Sabes que existen los condones Edward, no tengo que meterle hormonas a mi cuerpo para tu satisfacción —
murmuré hastiada.

— ¿Has tratado de comerte un caramelo sin sacarlo de su envoltorio, Isabella? — ¿A qué venía todo esto? Negué—.
Fornicar con preservativos, es como chupar caramelos sin sacarles el envoltorio. Podemos subir al piso nueve y decirle
a alguno de los ginecólogos que te haga un chequeo.

—Espera, ¿tú nunca has usado un puto condón? —pregunté tontamente.

—Por supuesto que sí, Isabella. Es solo que, si voy a estar con una mujer durante tres meses en una situación de
monogamia, al menos me gustaría deshacerme del látex—. Para mi no pasó por desapercibido que evitaba usar la
palabra relación y estaba agradecida por ello.

—Si tengo que ir a un ginecólogo, prefiero ir a uno de confianza —dije volviéndome a sentar.

—Los ginecobstetras de "Otra Oportunidad" son profesionales, Isabella. —Edward peinó sus cabellos con sus manos.

—Igual necesito ir con uno en el que yo confié —no iba a ceder en eso además, sería un buen momento para visitar al
doctor Malinov, si es que él estaba en la ciudad.

—Como quieras Isabella.

— ¡Cristo es Bella! Vale, si quieres fingir ser mi novio, nadie te va creer si sigues llamándome Isabella. Mi único amigo
es Garret y Jasper, el esposo de Alice y de familia solo tengo a Bree y los tres saben que odio que me llamen Isabella.

—Y, ¿Alice?

—Qué pasa con ella.

— ¿No se va a mosquear si tu novio te llama por el nombre completo?

—Alice es mi mejor amiga, ella lo sabe todo desde tu asquerosa propuesta hasta el contrato, se lo envié por correo,
ella es mi publicista.

Edward sonrió.

—No me gustan los diminutivos, odio que me llamen Eddie, soy alérgico a las nueces y amo la esgrima tanto como
odio el fútbol —dijo rápidamente.

—No estoy preguntando cosas de tu vida.

—Son cosas que Esme sabe de mí.

—Tendrás que decirme con quien mantendremos la farsa. —Edward se levantó de su sillón y caminó hasta descolgar
una foto de la pared—. Esta es mi familia, Esme y Carlisle mis padres, para efectos técnicos. —A ellos ya los conocía,
me parecieron muy simpáticos ambos, en la fiesta de salón—. A Rose ya la conoces, es mi hermana por cosas del
destino y él es Jacob, le gusta que le digan Jake y es el hermano que me dio la vida, solo con ellos o con Garrett me
gustaría que fueras mi novia.

—Fingiera…

—Eso, que fingieras ser mi novia.

— ¿Por qué Garrett? —pregunté curiosa.

—Porque no creo que a tu amigo le guste enterarse que estás acostándote conmigo a cambio de mis conocimientos
en cuanto al sexo, a mí me acortaría los días de vida y creo que te caerías de su pedestal de "Isab ella, la diferente a los
demás". —No sabía que G pensara eso de mí, pero tampoco sería fácil decirle: hey G, me estoy follando a Edward
porque así es que voy a sacar "Atada" adelante. Edward volvió a colgar la foto y suspiró.

—Bueno, iré al ginecólogo y te diré que me recetó, quiero que te hagas analíticas de sangre y que…

—Estoy limpio, Bella. Mi sangre está perfectamente bien —dijo interrumpiéndome. Qué fascinación tenía este hombre
al no dejarme terminar un párrafo.

—Igual quiero estar segura —dije levantándome—, cuando tengas tus exámenes, búscame Edward. —El me sonrió
socarronamente y yo me encaminé hacia la puerta.

—Bella —me detuve justo en la puerta de salida de su consultorio, él se levantó de su silla y caminó hacia mí—. ¿No
se te olvida algo?

—No. —Mi respuesta fue certera.

—Creo que deberíamos de sellar este pacto —extendí mi mano hacia él y, de un solo tirón, estuve con mi pecho
pegado al suyo. Una de sus manos apretó mi cadera a su cuerpo y la otra, se posó bajo a mi nuca—. Siempre sello
mis pactos con un beso —murmuró antes de que sus labios se movieran suaves pero firmes contra los míos.

Volví a sentir todo lo que me desorientaba este hombre, el cosquilleo en mi cuerpo, la sangre volviéndose más espesa
en mis venas, el latir desenfrenado de mi corazón, mi cuerpo actuando por decisión propia… cuando mis manos se
enredaron a su cuello atrayéndolo más a mí, abriendo los labios para permitir que su lengua jugueteara con la mía.
Sentí cómo mi espalda completa se ajustaba a la puerta de madera, pero por primera vez desde que Edward y yo nos
conocíamos, él no estaba embistiendo sus caderas contra las mías. Él simplemente me estaba besando, con fuego,
con pasión desbordante, marcando el ritmo de nuestros labios acompasándose pero no estaba tratando de
restregarse en mí y eso me gustó… Me gustó más de lo que alguna vez podría reconocerle. Las manos de Edward
descendieron por mi costado, yo estaba casi de puntillas besándolo casi con la misma intensidad con la que él lo
hacía. Dejó sus manos en mi cintura y poco a poco el beso fue bajando de intensidad hasta que se redujo al
movimiento acompasado de labios, la falta de aire por mi parte fue bastante notoria, ya que Edward terminó el beso
con un simple rose de labios y descansó su frente en la mía, algo demasiado íntimo.

Protege tu b urb uja, Isab ella.

Me alejé de su rostro, dejando que todo mi cuerpo se apoyara en la puerta. Las manos de Edward dejaron mi cintura y
una de ella, acarició mis labios con sus dedos.

—Siempre es un placer besarte, Bella Swan. Dices no ser sumisa, pero tu cuerpo acata mis órdenes, sin que yo diga
una palabra —murmuró bajo su aliento y yo no sabía si enojarme con el traicionero de mi cuerpo o cachetearlo por
prepotente y engreído—. Espero que disfrutes la experiencia, Bella. El sexo es una cosa de dos —su dedos siguieron
acariciando mis labios suavemente… Maldición, porqué me sentía como un títere en sus manos ¡No quería sentirme
así!, pero había algo en este hombre que me debilitaba. Él tenía razón, mi cuerpo voluntaria o involuntariamente
respondía a su tacto—. Te veré cuando tenga los exámenes Bella y a partir de ahí, tengo noventa días para instruirte en
la cama. Tu cuerpo será mi cuaderno y la cama, nuestro pizarrón. —Se alejó de mí un poco y aproveché la distancia
para huir de ahí, preguntándome internamente si Bree aceptaría irse conmigo a la Patagonia, cualquier lugar lejos era
bueno con tal de no volverme a sentir vulnerable ante Edward Cullen.

Conduje a mi casa como una maniática, sin importarme nada ni detenerme por nada. Tan pronto pisé la seguridad de
mi departamento, me desplomé, cayendo en el piso y dejando que mi cabello cubriese mi rostro. Ya no había marcha
atrás, tomé el teléfono y le conté todo a All. No había pasado media hora, cuando Alice estaba en mi departamento, yo
estaba aún al lado de la puerta en el piso y mirando a la nada, no me gustaba sentirme así. La última vez que había
sucedido, había terminado demasiado destrozada.

Agradecí que Alice tuviese una llave del departamento, pero más aun agradecí cuando sus brazos me rodearon con
fuerza.

Solo Alice y Jasper me conocían perfectamente bien, podría jurar que Alice me conocía mejor que yo misma… Entregar
mi vida a un hombre que no valía la pena, había sido mi tope de no retorno.

Félix era mi vida, era el hermano mayor de Jasper y lo amaba. Para mí él era inalcanzable, como la estrella que ves
desde la ventana de tu habitación, iba unos años más adelante que Jasper, Alice y yo. Cuando la relación de All y Jazz
inició, él y yo también empezamos a salir en secreto y dolía, dolía entrar a los cambiadores y escuchar a las
animadoras decir lo bueno que era en la cama, lo felices que salían luego de una dosis de Félix Whitlock. Era menor
de edad, por lo que no podía tener relaciones sexuales con él, podían llevarlo a prisión y Charles tenía contactos,
además de una sobrevigilancia en mí, yo era la vergüenza de su hija y bajo ningún motivo cometería sus mismos
pasos.

Besos inocentes bajo la lluvia, caricias sensuales en su auto cuando él me traía a casa. Siempre negando cosas
como las que decía Michell o Pamela, que eran las que más alardeaban de haber estado en su cama, y llegó el
momento de ir a la universidad. Félix se fue a Chicago y los dos primeros veranos, no fue a casa. Nos manteníamos en
contacto por mail y llamadas telefónicas en donde me decía que se tocaba pensando en mí, en donde me decía que
era su mundo y que pronto, nada ni nadie nos separaría.

Y yo le creía, le creía porque él me debilitaba. Era la única persona que me amaba, a mí… ¡A Isabella Swan! A la chica
que ni su madre quería… Y entonces, en mi tercer año de universidad Charles murió. No había sido el mejor padre o
sustituto de padre para mí. Charles era el hombre más serio y disciplinado del mundo; Sargento de la fuerza Aérea de
los Estados Unidos, culpaba a la abuela Marie por lo casquisuelta que era mi madre y me derrumbé, pero lo tenía a él.
Lo esperé por horas, con Alice como mi fiel escudero y un Jasper que no me daba la cara de frente y… pasaba algo, lo
intuía. Él llegó con su cabello negro noche y sus ojos azul océano, con su metro y medio de estatura y su cuerpo
formado, y me lancé aferrándome a él como Rose se aferró a la tabla de madera en el Titanic. Me abrazó y me besó
como él sabía hacerlo, me acompañó durante todo el resto del funeral y allí, en el cementerio bajo la lluvia la vi, se reía
de mí en mi cara. La maldita banda dorada en su dedo anular, su mirada se encontró con la mía y negué con la cabeza,
sintiendo las lágrimas correr. Para los allegados, yo estaba llorando a mi abuelo, a mi padre, a la única persona que
me quiso a su manera, pero al ver esa banda rodeando su dedo yo no estaba llorando a Charles. Entre kilos de tierra,
yo también estaba enterrando mi corazón. Félix se había casado y no había sido conmigo.

No lloraba, al menos no externamente. Recordar es vivir, dice un viejo refrán. A pesar de los años, al recordar, reviví
todos sentimientos que pensé que estaban sepultados pero que Edward Cullen abría, cuando sus besos me hacían
sentir débil.

Alice me tomó de los hombros haciendo que sus ojos y los míos quedaran a la misma altura, luego de unos minutos
después.

—Vuelve Isabella, ya te hiciste daño trasportándote al pasado, es hora de volver, niña tonta e idiota —me zarandeó—. Si
no te sentías lista para lo que ibas a meterte, ¿por qué diablos lo hiciste? —miraba a Alice sin verla, pero escuchaba
sus palabras—. Deshace ese contrato, maldita sea y dile a Aro que no harás su jodido libro. ¡No volverás a quebrarte
Isabella Swan, entiendes!

—No lo haré…

—Así se habla, mañana vamos a decirle a Aro que puede hacer un sorbete con su editorial y meterse la pajita por el
culo —dijo Alice, abrazándome.

—No me echaré para atrás… ya tengo un trato con él, no me dejará en paz hasta no cumplirlo. Lo hice firmar las diez
clausulas más ridículas de este mundo, no quedaré como una cobarde ante ese hombre.

— ¿Estás segura Bells? —asentí—. Sabes que te apoyaré en lo que decidas.

—Edward no es Félix —murmuré levantándome—. Y yo no lo amo a él, esto es solo un pacto, por más vulnerable que
me sienta a él, esto es solo un trato con fecha de caducidad.

—Así es muñeca —Alice me dio la mano y la ayude a levantar. Fuimos a mi habitación y no supe en qué momento me
quedé dormida.

Cuando me levanté la mañana siguiente, Alice estaba en la cocina preparando el desayuno; tostadas con huevo y
tocino, fruta picada y zumo, estaba hambrienta, casi no había podido comer nada el día anterior.

—Por fin has despertado, pensé que tendría que ir a llamarte —dijo apenas me vio entrar a la cocina.

—Huele bien —mi estómago ladraba furiosamente, aún así sonreí, mostrándole que me sentía mejor, Ali dejó un plato
en la barra de la cocina y me señaló.

—Son casi las 10:30 de la mañana. He dicho en la oficina que tengo cita en el doctor con Vanessa, así que, ¿qué te
parece si vamos al salón de belleza y nos damos un día de chicas? —dijo ella tan pronto me senté en la barra de la
cocina.

—Creo que si llegas con un cambio de loock, todos se darán cuenta que mentiste.

—Mmmm, tienes razón, pero que tal si el cambio es para ti. Un corte de cabello, una depilación total —negué con la
cabeza.

—All, no es buena idea —murmuré, llevando un poco de huevo con tocino a mi boca.

—Salgamos de aquí Bells, anímate. —Mi amiga sonrió sentándose a mi lado, abrir la caja de pandora el día anterior,
había sido doloroso como siempre, pero una vez ella se cerraba el dolor quedaba atrapado en ella.

—Necesito ir a un lugar, ¿me acompañas? —pregunté sonriendo.

—Hasta el fin del mundo, pero pasamos primero por Jazz y por Ness —sonreí más abiertamente.

—Gracias All, por venir, por quedarte una vez me quedé dormida —apreté su mano y ella me devolvió el apretón.

—Sabía que me necesitabas, somos amigas, así que llame a Jazz y él lo entendió, ¿puedo preguntar a donde vamos?

—Al consultorio del doctor Dimitri Malinov.

Habían pasado varios días desde que había visto al doctor Malinov, el edificio del Centro Empresarial las Américas era
enorme, incluso más que el de "Otra Oportunidad". El doctor Malinov iba de salida cuando llegamos y aún así, decidió
atenderme.

Pasamos de estar en un recibidor nada cálido a su oficina, decorada cálidamente con fotos de dos niños, uno podría
tener doce años y el otro unos, ¿diez?

—Si vas a tener relaciones sexuales, es un buen momento para cuidarte, puedo recetarte un anticonceptivo inyectable
o uno comprimido, también están los parches de hormonas y los chips.

Negué.

—Soy bastante olvidadiza con los comprimidos y los parches, no va ser por mucho tiempo. —Dimitri me miró
enarcando una de sus cejas—. Un inyectable está bien —murmuré despreocupada, un leve toque en la puerta hizo que
el doctor Malinov frunciera su ceño antes de decir un adelante.

Una mujer pelirroja, bastante joven se asomó por la puerta.

—Perdón, pensé que estabas solo, Audry no está en recepción.

—Iba a buscarte para almorzar, te envié un mensaje —dijo él con una sonrisa bailando en sus labios, sus ojos
brillaban como si estuviese delante de una luz cegadora.

—Lo siento, he olvidado cargarlo. ¿Te demoras? —Él negó—. Te espero en el restauran, ¿te pido lo de siempre? —él
asintió y ella iba a cerrar la puerta.

— ¿Triana? —Ella se devolvió para mirarlo, ahora ambos tenían esa mirada que Alice y yo veíamos como tonta—. Te
amo nena —él sonrió.

—Te amo, y te espero. Tengo una cirugía programada para dentro de una hora, así que apresúrate.

—Tranquila, cuida a mi princesa —ella negó con la cabeza y cerró del todo.

—Felicidades —dije cuando lo vi seguir con esa sonrisa que lo hacía parecer un chico travieso—, supongo que es su
esposa.

—Supones bien —sonrió— y gracias. Nos hemos enterado esta mañana. —El había dicho princesa—. Estoy casi
seguro que será una niña —murmuró mientras escribía en un recetario—. ¿Cuántos días faltan para tu periodo?

—Tres —afirmé, sacando cuentas mentales.

—Aplícala cuando tu período se haya ido, debes hacerlo mensual. La Mesigyna, libera la cantidad de hormonas
necesarias para que no haya fecundación —asentí cuando él me dio la receta. Alice y yo nos despedimos rápidamente
y salimos del consultorio. Hubiese querido preguntarle más cosas, pero el hombre se veía a leguas que deseaba ir
junto con su esposa.

Los días siguientes, estuve con Garrett editando el segundo y tercer capítulo de "Atada". Estaba posponiendo la escena
sexual, pero sin duda los besos de Edward Cullen, habían contribuido a que Danielle y Caleb tuviesen momentos
realmente candentes. No vi a Edward en los siguientes tres días, pero escuchaba su programa. Su forma cínica de
contestar a cualquier pregunta, la manera segura con la que trataba cada tema, escucharlo era una tortura. Una
demasiado placentera, ese hombre desbordaba una sensualidad al hablar que me tenía colgando en un hilo. Solo
esperaba que no se rompiera.

Tal como lo había predicho, mi período llegó y con ello, el primer fin de semana de Bree en casa.

Al principio la tensión entre ambas fue extenuante, pero luego coloqué una de mis películas favoritas, amaba "Virgen a
los cuarenta". Steve Carell hacía su mejor papel interpretando Andy Stitzer, un hombre que había esperado a la mujer
indicada o al menos, así lo veía yo. Bree y yo reímos mucho, sin duda empezando el camino de nuestra futura relación.

El domingo en la mañana cuando volvía del súper, Jared me entregó un extraño sobre de color marrón. Palidecí
internamente cuando leí el nombre Edward Cullen marcado como el remitente; intenté calmarme mientras subía el
elevador. Era relativamente temprano, por lo que supe que el sobre había sido entregado ayer. Bree salió de su
habitación con los ojos aún cerrados por el sueño, se sentó en la barra e ignoró completamente el sobre a su lado.

— ¿Puedo redecorar mi habitación? —preguntó después de unos minutos.

—Es tu habitación —conteste.

—Pero esta es tú casa, y sé que no voy a durar mucho tiempo aquí.

No quería dañar lo poco que habíamos construido, así que solo asentí. Por la tarde fuimos al centro comercial y
salimos cargadas de bolsas. Alice no me lo perdonaría, pero esto era un pequeño paso con mi hermana. Dejamos
todas las bolsas en su habitación y vimos más películas.

El lunes en la mañana, llevé a Bree a la escuela, hice varios pendientes y regresé a casa a media tarde. El sobre
sellado que Edward me había dejado, parecía querer morderme aún así, suspiré sonoramente y rasgué la parte
superior, sacando los documentos y dejando caer un pequeño papelito.

Léelos con detenimiento, investiga lo que tengas que investigar. Estoy limpio Bella, avísame cuando empieces a tomar
los anticonceptivos. Estamos en contacto.

EMS

Nada sarcástico ni hiriente. Revisé todos y cada uno de los documentos y en efecto, estaba limpio.

Tomé mi celular rápidamente y texteé:

Fui con el ginecólogo. Hoy es el cuarto, en dos días ya no tendré mi período y podremos empezar cuando tú digas.

No contestó, tampoco esperaba que lo hiciera.

Era jueves por la tarde y aún no sabía de Edward, me preguntaba internamente si se había arrepentido, mientras
intentaba empujar un poco mis límites y escribir una buena escena de cama, pero siempre fallaba en el intento. Dios,
tenía una imaginación muy vivida pero a la hora de "cama", era una mojigata. En la mañana había ido a comprar el
anticonceptivo que me había recomendado el doctor Malinov y el farmaceuta lo había colocado en mi brazo derecho, era
como si aplicasen una vacuna cualquiera y ya había pasado casi media hora, antes de ir a cancelar el producto debido
a la vergüenza.

Suspiré profundamente, mientras releía el último párrafo escrito.

Ella podía sentirlo, su aroma, su vitalidad, sus fuertes músculos b ajo su ropa. Caleb no solo desprendía un poderío que
la hacía sentir déb il, Caleb era mucho más. Era a lo que ella más temía en un homb re, a pesar de eso, sus lab ios
devorab an los de él casi con la misma ansia que él devorab a los suyos. Sintió cómo sus manos acariciab an los
músculos descub iertos de ella y gimió por la sensación de sentir piel con piel.

Caleb tocó su entrepierna, aún cub ierta por una finísima tela de encaje y…

El timbre de la entrada me hizo levantar mis lentes y mirar hacia la puerta de madera y un nuevo timbrazo me hizo
reaccionar. Me levanté del sofá y acomodé mi ropa antes de pararme frente al espejo y peinarme con las manos mi
cabello, acomodé mi coleta y abrí… Casi creí morir cuando Edward Cullen se afianzó a mi cintura, besándome con la
misma fuerza de siempre y apremiándome a entrar al departamento. Como siempre, mi cuerpo reaccionó ante el
imperativo rose de su boca contra la mía y cerré los brazos en su cuello; impulsándome aún más a devorarlo. Como la
última vez, terminó el beso suavemente y me separó de su cuerpo.

Su mirada se encontró con la mía y repasó mi cuerpo, mi pequeño Short de franelilla y mi camisa de tirantes. Podía
sentir mis pezones erguirse ante su atenta mirada.

—Ve a vestirte —murmuró suavemente, dejando un último beso en mis labios—. Empezamos las clases, Isabella.

— ¿Hoy? —pregunté como idiota, Edward se veía mucho más repuesto que la última vez que lo vi. Tenía un traje de tres
piezas que se ajustaba perfectamente a su cuerpo, se había quitado la corbata y traía el chalequillo abierto, su cabello
era un completo desastre.

— ¿Esta completo el inventario, nena? —Una de sus cejas se arqueó y por un momento, solo por un momento, había
pensado que este NO era el Edward que ya conocía—. Por lo visto así es, al menos todo está en el mismo lugar. —Me
dio una de sus sonrisas torcidas y gemí internamente, cuando el torcía su sonrisa mostrando sus blancos dientes era
cuando más débil me hacía sentir—. Ve a cambiarte de ropa Bella, antes que me arrepienta y empecemos la primera
clase aquí —salí de mi pequeño aturdimiento.

—Estoy ocupada, Edward. Además, no pienso acompañarte a ningún lugar, ni a servirte de adorno. Por otra parte, si
hoy era nuestra primera "Clase" —hice comilla con mis dedos—, debiste llamar y decirme.

—Isabella, no me tientes, ve. Cámbiate de ropa y acompáñame a cenar, simplemente para sellar y brindar por nuestro
acuerdo.

—Edward…

—Permíteme ser cortés, Bella. Solo es una cena.

—Y ¿te irás de mi casa cuando hayamos terminado? —asintió—. Entonces pido una pizza y brindamos con Pepsi Cola.

—Cena Isabella, vamos a estar varios meses juntos, podríamos intentar por lo menos ser amigos —dijo con voz baja.

—No quiero ser tu amiga.

—Tienes dos opciones, vas a cambiarte de ropa o simplemente puedes venir así. Una cena es lo menos que merezco
por mis conocimientos.

—Me hiciste venderte mi cuerpo —Edward caminó hasta sentarse en el sofá.

—Eso es solo un agregado. Tienes veinte minutos para arreglarte, tenemos una reservación a las siente y van siendo
las seis —bufé resignada, antes de guardar los cambios en el computador y apagarlo.

—Ya vuelvo Cullen…

—Ponte un lindo vestido. —Le mostré el dedo del medio, mientras caminaba hacia el corredor. Vestido, ¡já! Ni de
patio…

Tardé un poco más de treinta minutos arreglándome, inconscientemente, me había esmerado por no lucir tan normal,
a pesar de no dejar de ser yo. Me había colocado un pantalón de vestir que se ajustaba a mis piernas y una camisa
blanca a juego, unos botines de cuero negro y una chaqueta de la misma tela del pantalón. Había peinado mi cabello
dejándolo suelto y en pequeños bucles desordenados; me había maquillado tenuemente, acentuando mis ojos y
colocado uno de esos collares a juego que Alice me había hecho comprar en una de nuestras salidas de compra… Me
veía justamente como quería cerrar un trato.

Cuando salí Edward estaba mirando algo en su celular, carraspeé un poco y su mirada me recorrió haciéndome sentir
desnud,a a pesar de que estaba completamente vestida.

—Nada mal, aunque me hubiese gustado un vestido.

—En tus sueños Cullen —refunfuñe.

—Créeme, en mis sueños estás justo como terminarás esta noche —lo miré sin entender—. Perderemos la
reservación —comentó levantándose del sofá y caminando hacia mí—. Estás hermosa.

—No tienes que halagarme Cullen, no es necesario. Finalmente, me follaras como quieres, ¿no? Así que
ahorrémonos la cursilería y las mentiras. —Edward sonrió y luego colocó su mano en mi espalda baja para guiarme
rápidamente, su tacto quemaba mi cuerpo.

Bajamos el elevador en absoluto silencio, pensé que iba a intentar besarme pero no lo hizo, tampoco se acercó o dijo
algún comentario con doble sentido. Parecía preocupado y no sabía por qué. Su auto estaba estacionado fuera del
edificio, me despedí de Jared y subí a su auto. Cullen condujo por varias avenidas hasta que llegamos a un
restaurante, se veía elegante por lo que me felicité a mi misma por mi atuendo. Edward bajó del auto pero no le di
oportunidad que abriera mi puerta, él me dio una sonrisa torcida antes de extenderme el brazo que, como era obvio, no
acepté.

El restaurante era muy lindo por dentro, las mesas en forma circular atestaban el gran salón, Edward habló con el
maitre y una chica rubia, a la que se le abrieron los ojos al verlo. Caminó contoneando su plástico trasero delante de
nosotros hasta atravesar unas puertas y llevarnos a un reservado. Las luces allí eran menos claras y las mesas, una
aparte de la otra. Edward metió un billete entre los pechos de la rubia, son blondiestain porque estaba contrahecha por
todos lados: su nariz, su culo, sus tetas y los lentes —que eran de contacto—. Ella desapareció del lugar, no sin antes
dejarnos la carta

Edward preguntó si estaba bien un Franciscan Cabernet Sauvignon, Napa y pidió Salmón ahumado con alcaparras,
eneldo y mayonesa junto con cebolla pita y patatas fritas. Yo pedí parrilla de langosta fresca, con ensalada verde. Un
chico llegó, para mi completo agrado, y tomó el pedido y mientras esperábamos, me dediqué a observar el lugar.
Habían pocas parejas, más que todo había muchas personas solas tanto hombre como mujeres, Edward no intentó
entablar conversación y yo tampoco lo hice. Al cabo de unos minutos, el chico llego con los platos, destapó la botella y
sirvió nuestras copas.

—Quiero brindar por nuestro excelente pacto —dijo Edward alzando su copa.

—A tu salud querido, que te ahogues con la comida —dije sarcástica y Edward negó divertido.

Ambos comimos en silencio y al final pedí una tarta de limón, Edward no pidió nada pero se disculpó un momento y se
alejo de la mesa. Regresó unos minutos después y me dio una mirada picara junto con su sonrisa sexy patentada y
rompe bragas…

La comida fue en silencio, Edward dedicaba una que otra sonrisa a cada camarera, parecían conocerlo bien en el
lugar. Al final canceló la cuenta y juntos, nos dirigimos hacia el Vallet para que entregase su auto.

—Puedo tomar un taxi, así puedes devolverte y follara con una camarera en el baño —mi voz destilaba veneno, estaba
segura que si me mordía la lengua, caería muerta.

— ¿Celosa Isabella? —me reí sarcásticamente en su cara.

—En tus sueños Cullen…

—Quiero llevarte a un lugar.

—Dijiste cena, y ya cumplí.

—Isabella, te servirá para el libro. Además, solo será un minuto, de ti dependerá el tiempo que pasemos en ese lugar.

—Estoy ocupada.

—No, no lo estás. Estás aquí afuera discutiendo conmigo y haciéndonos perder el tiempo.

Bufé sonoramente.

— ¿Me llevarás a casa después de que vayamos a donde sea que me quieres llevar? —Él asintió abriendo la puerta
del coche para mí. Podía ver su sonrisita torcida, pero la ignoré lo mejor que pude.

—Me he visto con Kath hoy, te envía sus saludos y dice, que solo estará aquí hasta el lunes por si la necesitas. Podrías
llamarle.

—Ya hizo mucho por mí —me encogí de hombros—. Su relato me ayudó bastante a ver un par de cosas, la llamaré
para desearle un buen viaje —contesté con voz trémula.

Edward condujo hasta llegar cerca de Manhattan, lo que parecía ser un bar o algo así. Había una larga cola, pero
Edward estacionó el auto dejándole las llaves a un chico rubio que hacía de Vallet.

—Ya sabes Jhon, sin marcas —el chico asintió y se llevó el auto.

— ¿Has visto la cola? —le pregunté a Edward cuando nos bajamos del auto.

—Eso no es problema para mí. —Me dio una sonrisa centellante, antes de dirigirse al mastodonte que estaba en la
entrada.

Mientras Edward hablaba con el rubio, noté tres cosas: la primera, era que los tres mastodontes de la entrada eran
rubios, no natural pero eran rubios y algunos tenían lentillas azules al igual que el chico que se había llevado el auto.
Todos vestían vaqueros ajustados y un suéter negro sin ningún logo ni distintivo. La segunda, era que el local no tenía
un nombre, o algún dibujo para identificarlo, solo unas luces que no llegaban al cielo debido a los rascacielos que lo
rodeaban y la reluciente cerámica negra.

—Ya está —Edward llegó a mi lado—, he hablado con los chicos y nos dejarán pasar sin hacer la cola. —Nos
acercamos a la entrada y pasamos, sin importar las murmuraciones en la cola.

—Edward —lo llamé—, ¿dónde estamos?

—Verás, descubrí este lugar hace algunos años por internet —dijo mientras me conducía por un corredor pintado de
negro, pero muy iluminado. Eso fue hasta llegar a un corredor aún más largo. Frente a mí, había un letrero inmenso.

"FETICHES"

Decía con luces de neón… ¿Qué demonios era esto? Bajo el letrero reposaban cuatro puertas, así que miré a Edward
con una ceja alzada. Él sonrió como llevaba haciéndolo toda la maldita noche antes de explicarme.

—Bella, este lugar es algo especial —nuevamente lo miré sin entender—. Hay cuatro puertas, ¿verdad? —
Efectivamente, habían cuatro puertas frente a mí, no era ciega, las estaba viendo. Sobre ellas, estaban los colores
blanco, rojo, naranja y amarillo—. ¿Has escuchado el refrán que dice que en la variedad está el placer?

—Por supuesto —contesté enseguida.

—Este lugar ofrece ese servicio: amarillo si quieres ver; rojo si quieres participar; naranja si solo quieres bailar y,
blanco si quieres irte. —Lo miré sin creerlo, ¿él me había traído especie de casa de orgías?

— ¿Me has traído a que presencie una orgía? ¿Porque no quiero creer que me trajiste a participar? —le dije seriamente
con todo mi cuerpo tensionado.

—Pensé que te gustaría solo ver, ahora, si quieres participar… —alzó una ceja descaradamente.

— ¡Estás loco! —farfullé exaltada—¡Eres un depravado! —levanté mi mano dispuesta a golpearlo

—Aterriza, Isabella —capturó mi mano en el intento—. Vivimos en un mundo pervertido, Bella. Por qué crees que el tipo
de libro que estás escribiendo se vende tan bien; porque una orgía real, nunca excita tanto como un libro pornográfico.

—Quiero irme a casa —dije fuertemente zafándome de su amarre, aunque en el fondo tuviese curiosidad de ver.

— ¿Estás segura Bella?

— ¿Amarillo para ver, rojo para formar parte, Naranja para bailar y blanco para irme? —Edward asintió—. Bien, no sé
qué tan jodidamente pervertido esté tu cerebro, pero este tipo de cosas no me gustan —dije fríamente antes de
encaminarme a la puerta blanca, agradeciendo que nadie más había entrado después de nosotros. Imaginé que
tenían algún tipo de sensor mientras esperaban que se decidieran para dar intimidad. La gente te veía entrar pero no
sabía que puerta habías escogido, caminé por un salón blanco e iluminado hasta que encontré otra puerta, giré el
pomo y salí a la fría calle.
—Isabella, espera —escuché la voz de Edward, hasta que sentí su brazo—. Nueva York, Europa y hasta Asia están
llenos de sitios como este, no fue mi intensión ofenderte, solo quería que tuvieses una experiencia más.

—Pues como dice Shakira, te lo agradezco, pero no.

—Bien, he entendido el punto, déjame al menos llevarte a casa.

—Puedo tomar un taxi.

—Isabella, no voy a aceptar un no por respuesta, así que te doy las mismas dos opciones que en tu departamento, o
mueves ese lindo culo que tienes en dirección al auto o se verá divino cuando te alce y te lleve a él.

—Si lo pides tan cortes como siempre…

—Cortés es mi segundo nombre.

— ¿Pensé que era Anthony?

—Mmm… bueno, el tercero.

— ¿No debes ir a grabar hoy? —le pregunté, después de todo era jueves.

—Grabamos el programa en la tarde, porque tanto Rose como yo, teníamos compromisos —se encogió de hombros
—. ¿Vamos o te alzo? —le mostré el dedo del medio y caminé hasta llegar al Aston.

El camino estaba bastante silencioso, solo deseaba llegar a casa y recostarme en la cama, para sacar de mi mente la
palabra orgía.

Edward giró a la izquierda cuando tenía que hacerlo a la derecha para tomar la avenida.

—Este no es el camino para ir a mi casa, genio.

—No vamos a tu casa, vamos a la mía —contestó sin mirarme—, necesito enseñarte algo —tragué saliva furiosamente
mientras él conducía, el auto se sumió en silencio mientras avanzábamos por las tranquilas calles de Nueva York.

Cuando el auto entró al sótano, Edward me sonrió y pude sentir cómo mi cuerpo empezaba a entrar en tensión. Me
sentía como si estuviese entrando en la cueva del león. Tomé aire, tratando que él no notara mi reciente nerviosismo.

Caminamos hacia el elevador con su mano en mi espalda baja, mientras mis manos empezaban a sudar, Edward
pegó su cuerpo al mío cuando las puertas del elevador se cerraron, su mano tomó mi barbilla manteniendo mi rostro
elevado.

—Relájate —murmuró cerca de mis labios—, no haremos nada que tú no quieras. —He ahí el problema. Sus labios
tantearon levemente los míos, mientras mis manos agarraban su chaqueta—. No sabes lo que me enciende que
correspondas a mis besos, Bella. Sé que no te soy indiferente, como tú no me lo eres para mí —volvió a besarme
suavemente, su mano libre recorrió la curvatura de mi espalda pegándome más a su pecho mientras el beso subía de
intensidad, la campanilla anunciando la llegada al piso de Edward se escuchó haciéndonos separar—. Así… respira,
inhala… exhala. —dijo antes de salir, colocó el código en la entrada del departamento y la puerta se abrió
mostrándonos el frio lugar.

—Bienvenida a mi casa Isabella, tú escuela por los próximos tres meses.

Negué con la cabeza.

—Primero, ya había venido a tu casa y segundo, este solo será el lugar en el que duerma algunas noches.

—Como tú digas, Isabella —ya ni valía la pena decirle que era Bella, a la final que me dijera como le diera la gana—.
Quédate aquí.

—Tu puerta abre con un código, que no me sé —murmuré tajante, Edward rió. El maldito gozaba burlándose de mí.

—Mañana te daré un código, Isabella. ¿Quieres una copa de vino? —Una copa de vino sin duda ayudaría a mis nervios,
así que asentí—. ¿Blanco o tinto?

—Prefiero tinto —dije en voz baja.


—Está bien, solo no te muevas. Regreso enseguida —expresó antes de desaparecer por el mismo corredor en el que
había desaparecido la última vez que estuve aquí, la casa de Edward Cullen me daba miedo. Era tan fría, tan parecida a
la casa de Charles en Forks, solo el cuadro que estaba en la parte alta de la pared lateral parecía realmente algo de
Edward, algo preciado.

—Siento si te asusté con lo del restaurant —Edward colocó frente a mi una copa de vino, me giré para rebatirle pero
casi me quede sin respiración. Se había quitado la chaqueta, tenía las mangas recogidas hasta los codos y había
abierto los primeros botones de su camisa. Su sonrisa centelló triunfal cuando vio mi rostro, por lo que tomé aire y
ordené a mis manos no temblar y tomé la copa de su mano.

—No me asusto, simplemente me tomaste con la guardia baja —tomé un sorbo de la copa y él me imitó.

—Quiero que sepas que nunca hare algo que tú no desees hacer, sea llevarte a que veas algo o simplemente, estar
conmigo en la cama.

—Me has quitado un gran peso de encima, Sr. Green —dije sardónica.

Él dio otro trago a su copa mientras mostraba su demoniaca e infernal sonrisa.

—Ven conmigo —tomó mi mano libre y la entrelazó con la suya. Sentir la pequeña corriente eléctrica entre mis palmas,
fue difícil de combatir. Caminamos por el corredor que no era nada pequeño—. Mi estudio —Edward abrió la puerta
adornada con hermosos vitrales y pasamos a una habitación nada pequeña. Como la sala, estaba alfombrada; había
un escritorio de roble y las paredes estaban rodeadas de libros, todas excepto una en donde estaban sus múltiples
títulos, los leí cada uno. Numerosos congresos y seminarios, su título de Harvard como Psicólogo y su título en
Cambridge como Sexólogo. El escritorio, estaba adornado con varios portarretratos en donde se veía a Edward de niño
junto con una muy rubia Rosalie y un niño de tez morena.

—Jake —susurró, mientras alzaba la fotografía.

—Yo… —estaba avergonzada…

—Tranquila. —Sus manos se deslizaron por mis hombros y mi cuerpo tembló ante el rose. Tomé otro portarretratos. En
este, Edward estaba boca abajo y alguien trabajaba en su espalda: su tatuaje.

—Fue en India, yo tenía la columna vertebral tatuada y Raad agregó las serpientes y la frase. Él vivía con una tribu que
cree que las serpientes, son un símbolo de la fertilidad; la reverencian como Diosa de la Fertilidad y de la Profecía. En
el yoga "Kundalini", se dice que la energía de la serpiente reside en la base de la columna vertebral, lista para
ascender desde el centro sexual y emplearse al servicio de la consciencia. Un tatuaje de una serpiente simboliza el
poder, tanto natural como sobrenatural, la fertilidad, la regeneración y la sabiduría. En occidente, la serpiente también
representa la tentación y el poder sexual femenino.

— ¿Tu lo Crees? —inquirí, dejando la fotografía.

—En ese tiempo creía en todo, Bella —su voz se oscureció.

— ¿Te arrepientes? —El negó con la cabeza.

—En realidad, la serpiente es sabiduría, astucia; son animales fríos y cínicos. La capacidad de la serpiente para mudar
su piel, siempre ha resultado fascinante para el hombre, un truco que la ha asociado con el renacimiento y la
inmortalidad. En India, la cobra es sagrada, un tótem para los pueblos indígenas, y un símbolo de poder —lo confieso
estaba absorta en las palabras—. Lo lamento a veces hablo cosas sin sentido, salgamos de aquí —asentí y él ubicó
su mano en mi espalda baja, guiándome como lo había hecho en casi toda la noche—. Este es mi santuario, eres la
primera chica que entra aquí.

—Ohh… es un honor para mí que me hagas partícipe de ver tu "santuario" —me burlé de él, preparándome
psicológicamente para ver el cuarto de la perversión. Cabe destacar que quedé gratamente sorprendida, una vez la
puerta se abrió.

Yo estaba preparada para ver doseles, cadenas, columpios eróticos y mil mierdas más, no para esto.

—Esto es… —no sabía qué decir.

—Mi santuario —expresó Edward tras de mí. El suelo era acolchado, un mueble de vidrio relucía en un rincón lleno de
trofeos y medallas—. Practico el esgrima desde que tengo doce años, amo este deporte, es el segundo placer que
disfruto realmente. El primero, obviamente, es follar. —Esto lo dijo tan cerca de mi cuello, que pude sentir todos mis
vellos erizándose bajo su aliento. Tomé otro trago de mi copa y seguí observando la habitación. Había otro mueble que
contenía sables, espaldas y floretes y otro más, donde estaban perfectamente colocados un par de trajes—. Vamos…
—esta vez me tomó por el brazo sacándome de la habitación. Pasamos por dos habitaciones más, a las que Edward
nombró como la cocina y un cuarto de baño—. Cada habitación tiene un cuarto de baño —musitó, mientras seguíamos
avanzando. Dos puertas más, que eran el cuarto de huéspedes y una puerta doble de madera indicaban el final del
corredor—. Mi habitación… —Su voz fue baja, seductora y malditamente sensual, sentí mi entrepierna contraerse ante
el susurro de su voz. Edward abrió las puertas y me encontré de lleno en una habitación enorme, casi triplicaba la mía;
la cama era tamaño King size, decorada con un edredón en color dorado y varios cojines. Tenía un balcón enorme, en
el que sin duda Manhattan debía verse en toda su gloria; un pequeño sofá estaba pegado a una de las paredes; había
un televisor enorme junto con un teatro en casa; una melodía se colaba desde algún lugar y dos mesas de noche a
lado y lado de la cama. Como la sala y su estudio, esta también estaba alfombrada—. Ven… —Su voz flotaba en el aire
gloriosamente y mi corazón empezó una terrible carrera maratónica como cada vez que él estaba cerca de mí.
Caminamos por la alfombra afelpada hasta una puerta que estaba en un rincón—. El cuarto de baño —susurró para
mí, abriendo la puerta y revelando ¡El cuarto de baño señores! Si la habitación era exageradamente grande, el baño no
se quedaba atrás. Había un jacuzzi y una ducha de hidromasajes, una pequeña banca que se desplegaba de la pared,
completamente enchapada en negro con dorado y yo estaba simplemente pasmada.

—Me alegro que te guste, luego puedes usarlo, ahora ven. —Con el pasar de los minutos su voz iba adquiriendo un
matiz extraño, ronco y deseoso. Llegamos a su recamara nuevamente y suspiré—. ¿Qué te ha parecido?

— ¿Es todo? —dije, haciendo que me mire extrañado—. Digo, no hay habitación roja del dolor, cuarto de juguitos, ¿una
mazmorra?—. Edward sonrió abiertamente, negando con la cabeza y limpiando lágrimas imaginarias de sus ojos.

—No soy un dominante Isabella, pero no me gusta que ataquen. Amo que las mujeres con las que estoy me
obedezcan, hombres como el señor Green de que los hay los hay, pero te aseguro que lo único que puede importarles
son dos cosas: uno, que su juguete no sufra daño, es por eso que dan una palabra segura y dos, alcanzar su placer y
entregárselo a su compañera. No me gusta lastimar pero quizás, en alguna de nuestras clases pueda enseñarte algo
de lo que aprendí en ese mundo.

— ¿Fuiste dominante? —Edward volvió a negar.

—Fui sumiso por diversión. En una relación de Dom/Sub, el dominante cree llevar las riendas en el encuentro sexual,
pero es el sumiso el que realmente posee el control de la situación. Una palabra le entrega el sumiso la decisión con
su placer y el de su dominante o parar todo el juego, Isabella. ¿Entiendes? —asentí bebiendo un poco más de vino—.
Basta de charla. —Edward me quitó la copa y me tensé inmediatamente. Desde algún lugar podía escuchar una
canción que me era muy conocida Entrégate de Luis Miguel—. Hemos venido aquí para tu inducción.

—Edward yo… —tenía miedo.

—Shhh…, te dije que por ser tu primera vez, no sería una clase. —Sus manos tomaron mi rostro delicadamente—.
Isabella, te haré el amor no solo con mi cuerpo, si no con el conocimiento que he adquirido y con la experiencia de
conocer el cuerpo de una mujer a la perfección, haré que la experiencia sea placentera, te lo prometo, tu solo —su
rostro se estaba acercando peligrosamente al mío—… solo déjate llevar —dijo mientras dejaba un suave y delicado
beso mi cuello—. Yo te guiaré. —Otro beso, mientras continuaba acercándose a mí. Sus manos quemándome
mientras quitaba mi chaqueta, dejándola por algún lugar de la habitación—. Si te nace hacer algo, si quieres tocar,
lamer, besar —succionó mi labio inferior y mis piernas temblaron haciendo que Edward me sostuviese de las caderas
—… hazlo Bella. El ser humano no nace con un manual a la hora de practicar una relación sexual, pero tiene instintos
Bella, y nosotros debemos responder a ellos. —Sus manos empezaron a desabrochar los botones de mi camisa—.
No sabes como he esperado este momento, Bella Swan. —Edward hablaba con sus labios pegados en los míos—.
Las veces que tuve que frenarme para no ir a tu casa y follarte como lo haré, como lo he deseado desde que tu
delicioso cuerpo se posó en mi campo visual. —Sus palabras salían tan lenta y enternecedoramente que mi cuerpo
respondía sacudiéndose levemente—. Y el día que me propusiste enseñarte sobre el arte de satisfacer a una mujer...
enseñarte sobre sexo, abriste la caja de pandora, Isabella.

—No me refería a esto precisa… —un pequeño apretón en mi pecho izquierdo me hizo saltar, perdiendo el hilo de mis
palabras.

—El sexo no es una historia para contarla, hay que vivirlo. ¿Cómo he de explicarte yo lo que se siente en el orgasmo? O
lo que se siente cuando los músculos de tu vagina se cierren entorno a un falo erecto —mordisqueó mis labios
mientras seguía masajeando mi pecho en sus manos—. Dime Isabella, podrías tu explicarme lo que estás sintiendo
ahora.

Podía sentir mi sangre convertirse en agua mientras corría por mis venas, el corazón latiéndome atronadoramente en
mis oídos, mi cuerpo temblando por sensaciones de las cuales no tenían palabras para describir. Tenía razón, no se
podía.

Edward deslizó mi camisa por mis hombros y se alejó de mi para observarme.

—Realmente eres preciosa, Isabella —sentía la boca seca, mientras sus manos apretaban mis pechos por encima
del sostén negro—. Realmente hermosa —ejerció un poco de presión y gemí vergonzosamente—. Eso nena, no te
reprimas, si quieres gemir hazlo, si quieres jadear nadie va a detenerte. Es más, maldice si eso es lo que tu cuerpo te
pide a gritos.

—Edward… — el maldito estaba torturándome.

—Aún no empiezo, Isabella. Simplemente te preparo. ¿Está tu coño húmedo Bella? —moví la cabeza en señal de
afirmación—. Dime Isabella, ¿quieres hacer algo tú?

Tragué saliva fuertemente.

—Quiero… —el aire faltaba en mis pulmones— quiero que te quites la camisa.

—No entendiste la pregunta, Bella. Te la repito —sus manos seguían torturando mis pechos, lo único que nos
mantenía unidos, eran sus manos sobre mi sostén de encaje—. ¿Quieres hacer algo tú? —su voz era baja, contenida y
aterciopelada.

—Quiero quitarte la camisa —dije uniendo todas mis neuronas en función de cuatro palabras.

— ¿Qué te lo impide, Bella? —murmuró.

Llevé mis manos a su camisa, sacándola del pantalón y desabrochando sus botones, mientras sentía el click de mi
sujetador y a Edward tocando mis pechos con sus ardientes palmas. Jadeé y me detuve a medio camino y él siseó
cuando mis manos rozaron los músculos endurecidos de su abdomen, a pesar de la tela que aún separaba mi piel de
la suya. Edward inspiró hondamente y yo, uní toda mi fuerza de voluntad hasta quitar su camisa y deslizarla por sus
hombros, dejándole en una camisilla sin mangas. Cerré los ojos ante las sensaciones que me otorgaba los finos
masajes de Edward sobre mis pezones erectos, masajeaba, tiraba y pellizcaba. Un orden, un ciclo que me estaba
enloqueciendo. A esta altura, mis bragas eran una piscina… oficialmente.

— ¡Jesús! —grité cuando Edward tiró de mis pezones hacia él.

—Me gustaba más cuando decías Edward, nena —sonrió socarronamente. Este hombre era pura sonrisa.

Está logrando su cometido…

Ante ese pensamiento, me alejé abruptamente de él, cubriendo mis pechos con mis manos, una total estupidez,
pero… no sé, era como un escudo. Él me miro confundido.

— ¿Qué sucede?

—Yo… yo… — ¡que mierda le decía! Verás Edward, estab a jodidamente entregada a tus caricias porque estoy
cachonda pero de pronto, apareció esa vocecita que suena dentro de ti de vez en cuando y me ha hecho caer en cuenta
que, aunque deseo que todo esto pase, no es mas que un maldito error.

—Bella… — bajé mi rostro y ese, fue el más grande error de mi jodida vida. ¡El tipo tenía el sable de Luz de Dark Vader
erguido en toda su máxima potencia! La carpa en sus pantalones negros era más que evidente—. Relájate… —ohh…
sí, qué fácil decirlo—. Lo estabas haciendo bien —se acercó a mí y me giré mirando ¿luces, las estrellas, el maldito
universo frente a mí? Cualquier cosa era mejor que mirarlo a él—. Bella —se acercó a mí—, déjate llevar —pegó su
pecho desnudo al mío y jadeé al sentir el calor que emanaba su cuerpo. ¿En qué momento se había quitado la
camisilla? Sus manos acariciaron mi plano vientre hasta llegar hasta mis manos, quitándolas suavemente y
abarcando mis pechos nuevamente con ellas. No pude resistirlo y dejé que mi peso se apoyara en él. Edward besó mi
cuello, mi hombro derecho. Mientras seguía tocando mis pechos, una de sus manos volvió a trazar un camino por mi
vientre hasta llegar a la cinturilla de mi pantalón de vestir, desabrochándolo con pericia. Gracias a mis botines podía
sentir su erección pegada a mi trasero, pero como en su oficina, él no estaba moviendo sus caderas en mi dirección—.
Bésame, Isabella —ordenó suavemente, colocando su rostro en la curvatura de mi hombro. Su lengua relamió mis
labios y ese fue mi fin. Lo besé al mismo tiempo que Edward introducía sus dedos entre los húmedos pliegues de mi
sexo, jadeando por la humedad que los rodeaba, pegando su erección a mi trasero y gimiendo entre mi beso, mientras
yo gemía en el suyo.
Solo tocaba. Sus dedos se paseaban por mis pliegues sin intentar nada más que el simple contacto, entre la ardiente
carne de mi clítoris y sus finos y lagos dedos.

— ¡Mierda Bella! —gimió, separándose de mis labios y haciéndome girar antes de tomarme en sus brazos y tenderme
en la cama—. Durante mis veintinueve años de vida he aprendido mucho. Sé que con esfuerzo y dedicación, uno puede
ser mucho más que excelente en la cama, me he rodeado de personas que saben, sé perfectamente que la mente
juega una parte fundamental a la hora de intimar, pero saber que estás así de húmeda por mí cuando simplemente he
tocado tus maravillosos pechos, me está volviendo malditamente loco de deseo. Solo quiero abrir tus piernas y
clavártela tan fuerte, que no sepamos dónde demonios empiezo yo y dónde terminas tú —decía rápidamente y con la
respiración acelerada, mientras quitaba mi pantalón junto con mis bragas y zapatos tirándolos en el suelo. Ahora
estaba completamente desnuda para él, con el corazón en algún lugar de mi cuerpo menos donde debería estar, con
los pulmones luchando por retener aire. Edward no se veía muy diferente a mí. A pesar de estar desnuda, él solo
miraba mis ojos. Gateó como un león hasta llegar a mi rostro y descendió el suyo, besándome como solo él podía
hacerlo. Fuerza, intensidad, rebelión, pasión, deseo. Mordisqueaba mis labios fuerte, despacio, lento… luego pasaba
su lengua por ellos y terminaba succionándolos.

El deseo se arremolinaba en mi vientre bajo la mano de Edward, que estaba vagando despreocupadamente por mi
cuerpo metiendo su dedo en mi ombligo acariciando bajo este, justo donde sentía la tensión patente de toda esta
locura. Mis manos acariciaron sus mejillas justo cuando él, sin avisar, bajó su mano hasta mi centro, apretando
fuertemente mi clítoris y yo… grité. Grité como si estuviese quemándome en el mismo quinto infierno, porque en
realidad, lo estaba haciendo. Mi espalda se arqueó completamente, y Edward gimió entre mis labios cuando conseguí
mi primer orgasmo. Abrí los ojos lentamente cuando las sacudidas en mi cuerpo eran menos frenéticas, mirando al
hombre que aún me besaba pero que tenía su mano situada en mi centro sin moverla. Sus ojos eran deseo puro,
oscuros, esmeralda líquida. Su cara estaba tensada y volvió besarme con pasión mientras mis manos se enredaban
ahora en su cabello.

— ¡Maldito Lucifer! —gimió mordiendo mi labio inferior—. Lo necesito Bella, pensé que sería mas fuerte pero necesito
hacerlo —murmuró con voz distorsionada, antes de descender por mi cuerpo hasta abrir mis piernas y meter su lengua
hasta el fondo de mi vagina. Jadeé… lloriqueé, lo halé de sus putos y sexosos cabellos intentando apartarlo de mí. La
sensación era diez mil veces más placentera que la anterior. Sentía nuevamente el correr de mi sangre más aprisa,
mis pulmones pidiendo el aire que yo les estaba negando, mis caderas se movían solas pegándose más a su rostro,
mientras el sorbía, lamía y penetraba mi vagina. Estaba volviéndome loca de placer…

—Edward…

El primer orgasmo había llegado a mí sin darme cuenta pero ahora, podía sentir las mismas sensaciones y dolía…
dolían mis pezones, dolía mi clítoris.

—Edward… — volví a llamarlo, intentando en vano de removerlo de dónde estaba mientras halaba sus cabellos. Con
los dedos de mis pies retorciéndose y las manos hechas puños en su cuero cabelludo—. ¡Por el amor a todo lo
sagrado, Edward! —grité arqueando mi espalda.

—Déjalo ir —murmuró sin separarse de mi clítoris, torturándolo con su lengua sin levantar la mirada hacia mí.

— ¡No sé cómo! —grité porque no sabía cómo hacerlo.

—Ya lo hiciste una vez, relájate nena y déjalo salir —gimió dejando que dos de sus dedos me penetraran, podía
sentirlos ensanchándome allá abajo—. No miento cuando dije que estoy bien dotado Isabella —con sus dedos
penetrándome rítmicamente y su lengua enredada como una Boa constrictor en mi clítoris y mi cuerpo temblando como
una hoja en una tormenta entonces, Edward ordeno: —córrete ahora, Isabella. —Y yo, la que había dicho que era
imposible que otro cuerpo reaccionara con esas palabras, lo hice. Si la primera vez fue intenso, esta había sido
asombroso. Estaba segura que mis ojos habían rodado entre las cuencas mientras los tenía cerrados. Escuché a
Edward vociferar una maldición mientras remplazaba sus dedos por su lengua, succionando fuertemente. Mis
sensaciones caían en picada, cuando Edward volvió a introducir uno de sus dedos moviéndolo de tal manera, que tocó
un punto dentro de mí que me hizo ver estrellitas de colores… despegando mi cuerpo completamente de la cama
mientras maldecía en voz alta una y otra vez…

Estaba en el jodido paraíso… Había escuchado a Alice muchas veces decir que mientras leía, creía que moriría de
combustión espontánea. Yo sí que estaba muriendo de esa combustión. Sentía a Edward lamer suavemente mi
entrepierna, tocando mí muy adolorido clítoris y haciéndome sisear sumergida entre la densa neblina que cubría mi
visión. Cada músculo de mi cuerpo estaba agarrotado y el maldito ni siquiera había roto mi membrana. ¿O si lo había
hecho? Edward besó mi vientre con veneración, lamió cada uno de mis pechos que para ese momento, estaban
supremamente sensibles y luego, sus labios se posaron en los míos, dejándome sentir mi sabor en su lengua
cuando la deslizó de manera suave en mi boca.

—Estás consiente que aún no terminamos, ¿verdad? —asentí.

—No me has penetrado, pero tenía la esperanza que hubieses eyaculado en tus pantalones.

Se rió.

—Tengo más autocontrol que eso, pero no te niego que sí ha de haber quedado líquido pre seminal en mi bóxer —
murmuró con sus labios pegados a mi oreja—. ¿Te ha gustado lo que llevamos de Inducción?, porque viene la fase
que más me gusta, la tercera y última.

No podía hilvanar alguna palabra, sentí como su peso abandonaba la cama, la canción de Luis miguel que había
estado reproduciéndose por mucho tiempo dejó de hacerlo.

—Quiero escucharte solo a ti ahora —dijo bajito, y abrí los ojos mirando a Edward acercarse completamente
desnudo… ¡Completamente desnudo! Salté de la cama como si tuviese un resorte en el trasero.

¡Jesús, María y José! No mentía cuando decía que estaba bien dotado, aunque eso ya lo sabía, igual era
impresionante. Su falo era ¡el falo! Creo que Alice caería muerta y reventada si pudiera verlo, no conocía el de Jasper, ni
tampoco quería imaginármelo pero…

— ¿Impresionante verdad? —Edward me mostró su sonrisa torcida, pero no pude mirarla mucho tiempo. Cada
neurona de mi cerebro estaba enfocada en la gruesa extremidad de color rosa, larga, llena de venas y erecta que
llegaba casi hasta saludar su ombligo y amenazaba con partirme en dos. El prepucio tenía un ligero color rojizo y
brillaba, por lo que suponía, era el pre semen, estaba rodeado por una mata de pelo cobrizo pero aún así… Mierda eso
iba... no pude evitar tensar mi cuerpo cuando Edward se acercó a mí.

—Tsts, tranquila Bella. No voy a hacerte daño, los orgasmos te han dejado húmeda y preparada para mí y ya te he
dilatado bastante. Lo haré suave pequeña —susurró con sus manos en mi rostro. Intenté mirarlo, de veras que lo
intenté pero no podía cuando el capitán Jack Sparow me estaba mirando por ese único ojo—. Mírame a mí —Edward
subió mi mentón y besó mis labios, ahora hinchados, castamente—. Tus ojos en los míos, Bella —asentí mientras él
me recostaba y se cernía sobre mi cuerpo—. Pon tus manos en mi cuello. —Su voz era realmente suave y relajante, su
mano bajó hasta separar mis piernas y el se coló entre ellas, abriendo con sus dedos los labios de mi sexo y—
¿confías en mí? —preguntó.

—No — y era cierto. Él dejó un beso en mis labios.

—No te haré daño —murmuró.

—Eso espero o vete olvidando del jodido contrato. —Mi voz se quebró cuando sentí la punta de su miembro acariciar
mis labios íntimos. Edward gimió y respiró fuertemente antes de ubicarse en mi entrada.

—Va a dolerte cuando entre —afirmó, empujando un poco.

—Lo sé…—susurré yo porque, simplemente, lo sabía. Él entró un poco más y tensé mi amarre a su cuello— Edward —
lo llamé bajo su rostro.

—Dime... —una de sus manos se ayudaba a empujar— abre un poco más las piernas, nena.

—No me digas, nena —dije soportando un ligero empujón.

—Ya casi entra el prepucio completo, Bella. ¿Qué querías decirme?

—Es una estupidez —intenté cerrar las piernas.

—No —me regañó con convicción—, relájate. Si te tensas dolerá aún más. Dime qué es eso que querías decirme.

— ¿Sabes que hablas mucho, Edward? —murmuré cuando el empujó más dentro de mí.

—Te distraigo para que no te tenses, para mí también es doloroso —bufé—. Te he dado tres orgasmos sin correrme,
¿crees que es fácil para mí? —Se hundió otro poco—. Voy a empujar fuerte ahora —musitó y lo vi impulsarse con sus
manos.

—Miénteme, Edward —murmuré antes que entrara de golpe—. Tienes diecisiete y es nuestro íltimo año, me invitaste al
baile y…
— ¿What? —Él me miró confundido.

—Miénteme. Te vas a una universidad distinta a la mía y eres el mariscal del equipo de Fútbol. —Una lágrima se
deslizó por mi mejilla y Edward la limpió con un beso.

—Eres rara, Bella Swan —musitó besándome—. Estamos en mi habitación, mis padres no están y soy hijo único —
finalizó el idiota con una sonrisa juguetona en su rostro. Iba a torturarme cuando todo esto acabara.

—No sé si te volveré a ver.

—Lo harás.

—Quiero una noche contigo. —Edward apretó todos sus músculos, conteniéndose.

—Lo sé, yo también. Así que te estoy besando y voy a hacerte mía de una manera que jamás olvidarás. —Sus labios
bajaron a los míos—. Abre más las piernas, Bella. —Hice caso a su orden y, mientras me besaba, se abría paso en mi
cuerpo de un solo y certero empujón. Grité y de mis ojos se desbordaron lágrimas de dolor, mientras encajaba los
dientes en los labios de Edward hasta sentir el sabor de su sangre y mis uñas se enterraban en la piel de su cuello.
Edward estaba estático, limpiando mis lágrimas sin importar la sangre en su boca—. Te quiero conmigo chica rara, por
el tiempo que se ha dicho —musitó en voz baja. Su sangre no fue repugnante para mí. El dolor fue pasando y dejo de
tensarme alrededor de él. Lo sentía tan dentro, tan profundo… ¡No soy virgen!

¡Hagamos una fiesta y b ailemos limb o!

Edward empezó a moverse. Yo abrí los ojos, observándolo y despegando unos mechones de cabello de su rostro.

—Lamento haberte hecho daño —dijo en voz baja.

—Era un hecho que iba a doler. Más que dolor, fue ardor —expliqué.

—Lo sé…

—Tu boca —su lengua lamió ahí donde yo lo había mordido.

—No importa, ¿puedes tratar de llevarme el ritmo?

—Vale, pero te callas. —Él sonrió y yo lo besé mientras empezaba a mover mis caderas entorno a él.

—Justo así —dijo entre dientes, con el cuerpo empapado de sudor—. Así nena, muévete conmigo —murmuró.

—Cállate —dije riendo ya no dolía. En cambio, se estaba formando nuevamente esa sensación pesada en mi vientre
bajo. Sus envestidas eran lentas pero profundas, podía sentirlo entrar y salir de mi cuerpo con concentración y
maestría. Tenía el ceño fruncido y la vena en su frente era palpable, como si estuviese concentrándose en algo. Alejó
una mano de mi cadera, haciendo un camino por mi muslo hasta flexionarlo y abrirme un poco más, encajando
perfectamente entre mis piernas.

—Te sientes tan condenadamente bien, Isabella Swan. Tan malditamente caliente y jodidamente estrecha —murmuró
bajo su aliento, incrementando el ritmo de sus arremetidas, mientras yo trataba de seguirlo a trompicones. Lo escuché
jadear y gemir y no era que yo hiciera algo diferente. Sentir el choque de nuestros cuerpos era alucinante, podía jurar
que el miembro de Edward me tocaba hasta la matriz y joder, era tan placentero… Me agarré de sus cabellos, de sus
hombros encajando las uñas aquí y allá, siguiendo el ritmo de sus caderas. Una vez que logré sincronizarme con él, no
pasó mucho tiempo cuando sentí mi cuerpo explotar en pedacitos. Edward alzó una de mis piernas pasando las
manos por mis caderas y levantándome, ahora sí que lo sentía en el fondo. Grité, jadeé y maldije internamente porque
sin saberlo, Alice y media población femenina de Nueva York tenían razón: ¡el tipo era un puto Dios!

—Edward… —las gotas del sudor en su frente caían en mi pecho, mientras el seguía entrando y saliendo de mí, —
Ed…, por favor… —tocó mi clítoris con sus dedos y mi cuerpo se arqueó nuevamente, queriendo pegar mi cuerpo a él.
Edward jadeó como animal herido. Luego de tres estocadas y, mientras yo sentía mi cuerpo sacudirse por un
orgasmo, dio un último empuje y gritó como macho en celo… descargándose, mientras mi interior lo apretaba como si
fuese un guante.

Se desplomó sobre mí y luego nos giró, dejándome sobre él. Nuestros corazones latían atronadoramente en nuestros
cuerpos y yo sentía que no podía mover ni un solo músculo. Estaba exhausta y quería dormir.

Edward levantó mi rostro quitando los mechones de cabello lo ocultaban y miré sus ojos verdes claro. Ahora que sabía
que todo estaba consumado, nuestros cuerpos se sentían sudorosos y aun podía sentir el corazón de Edward
intentado normalizarse. El mío no es que estuviese del todo tranquilo….

—Está usted iniciada, señorita Swan. A partir de este momento, tenemos muchos días para follar. —Y luego unió sus
labios a los míos.

¡Santa madre de Dios! ¿En qué rayos me metí?

Bueno creo que con un profesor asi yo tambien dejo mi virtud atras mi pobre bebé son ideas mias o estaba nerviosito
joder hablo como lorto mojado jajajja pero yo simplemente escribo lo que ellos me susurran no ser mi culpaaaaaaaa...
Gracias mil gracias por todos sus Revs 495! jajajaja de verdad no hay forma de agradecer todo lo que me dan, a las
chicas del grupo de Face "El harem del doctor sex"

Link: www . facebook groups / 343381672450515 /

Espero que Fanfic deje que lo vean... Otra cosa mil gracias a las que votaron por el doc sex para mejor fic erotico en los
premios que entrega FFAD estamos nominadas chicas .. Gracias y mil y un gracias a mi equipito Jo, Salem y Eve, esta
vez se sumaron Michell y Eliana Gracias saben como me sentia con respecto a este cap, ya corto el chorro y nos
estamos viendo espero les haya gustado

Ary
*Chapter 10*: Primera Clase: Aprende a tocar
Disclaimer: los personajes de Crepúsculo son propiedad única y exclusivamente de la señora Meyer, yo solo los
utilizo para mi diversión.

Capítulo beteado por Jo Beta Ffad, Betas FFAD

www facebook com / groups / betasffaddiction

Nene, no la muerdas como a una bala

Toca mi tambor, mi tambor

Como a una línea boogie de tambor

(Me encanta cuando)

Zambulle la cabeza si deseas

Cántale a mi cuerpo

Abrázame fuerte Mr. Lover

Cockiness

Rihanna

Primera Clase: Aprende a tocar y tendrás el mundo a tus pies.

Estaba dormida, mi piel estaba pegajosa, me pesaba cada parte del cuerpo y lo peor de todo: seguía sobre el cuerpo
de Edward Cullen, podía sentir su miembro aún dentro de mí, mientras sus manos acariciaban mi columna de arriba
abajo y el latir acompasado de su corazón, quería alejarme de él… Mentira, no quería.

—Isabella —no contesté—, ¿te sientes mejor ahora, nena?

—Tal vez si desencajas tu espada de mi interior, podría sentirme mejor —murmuré pegada a su pecho.

Edward sonrió pagado de sí mismo, no podía verlo pero con escucharlo era suficiente. Giró nuestros cuerpos
nuevamente de tal forma, que yo quede nuevamente bajo él y salió de mi tan lento que no pude evitar que un par de
gemidos abandonaran mi boca. Edward se levantó de la cama y estaba quedándome prácticamente dormida cuando
lo sentí alzarme en sus brazos

—No te duermas aún —ordenó sobre mi cabello.

—Es algo completamente involuntario. Si hubiese sido por mí, estaría en mi casa.

—Es normal, estás saciada y tu cuerpo está exhausto. —Me pregunté internamente si ganaría algo con rebatirle.

—Sí, como sea. Aquí el que sabe de sexo eres tú.

Edward me dejó sentada en la pequeña banquita que había en su baño mientras se movía de un lado a otro, tomó un
par de pastillas de su gabinete y me las tendió.

—Advils —murmuró mientras me entregaba un vaso con agua que tomaba del grifo. Enarqué una ceja en su dirección
—. De niño siempre he tomado agua del grifo del baño así que Esme se ha asegurado que el agua que sale de las
regaderas de esta casa sea apta para el consumo, puedes beber tranquila —dijo antes de agacharse a un lado de la
silla graduando una válvula, tomo una regadera de mano y metió su mano entre mis piernas

— ¡Hey! —él alzo su vista hacia mí—. No toques —murmuré molesta.

—Hice más que tocar hace un par de minutos, así que no seas tonta voy a hacerte un lavado nada más —alcé una ceja
—. Abre las piernas Isabella, vas a amanecer muy adolorida si no lo hago —abrí las piernas un poco pero él se
encargó de separarlas mucho más, dejándome expuesta. ¡Dios mío! podía sentir mi rostro arder.

Ahora eres puritana...

¡Maldita voz, cállate!

Edward graduó el agua de la ducha y separó con sus dedos los labios de mi sexo, colocando la ducha arriba de mis
caderas y dejando que el agua me limpiase. Siseé un poco cuando sus dedos limpiaron todo rastro de su lubricación
de mis pliegues exteriores.

—Edward... —ardía.

—Lo sé, solo aguanta un poco más si —era fácil decirlo, no era él quien estaba de piernas abiertas frente a un
depredador—. Tienes un bonito coño —cerré las piernas de golpe gimiendo internamente, mientras él sonreía
cerrando la ducha. La dejó en su lugar y luego, accionó la ducha de hidromasajes—… y créeme, he visto muchos
coños.

—Es una lástima no poder decir lo mismo —dije con sarcasmo.

—Ohh… verdad, se me olvidaba que has visto muchos miembros... en la televisión, varios videos porno —sonrió
triunfalmente y bufé enarcando una ceja—. Ven aquí... —murmuró dándome la mano para levantarme. Y pegarme a él
bajo el agua sentir los chorros de agua masajear mis músculos fue relajante. Edward me pegó a su duro pecho y
aunque podía sentir su erección presionando mi vientre, no me alejé.

Él tomo una esponja, algo de gel de baño y talló mi espalda y mis pechos. Cuando terminó, saco nuevamente la silla y
me dejo ahí sentada mientras se enjabonaba él, cualquier mujer de Estados Unidos pagaría por estar en mi lugar,
pero sencillamente, yo tenía ganas de ir a dormir. Edward cerró la ducha y sin importarle estar goteando, caminó hasta
alcanzar un estante y sacar dos toallas limpias, envolvió una en su cadera y llego hasta mí con la otra.

—Sube los brazos Bella —hice lo que me pidió y cubrió mi cuerpo con la toalla antes de tomarme en brazos y volver a la
cama, mi vista se quedó clavada en la mancha de sangre seca que había en la cama—. Isabella es normal, eras virgen
—jaló la sábana dorada, dejándome sobre unas nuevas sabanas de seda, estaba decidida a abandonarme a los
brazos de Morfeo cuando sentí como nuevamente Edward abría mis piernas.

—Edward, ¿podrías dejar mis malditas piernas cerradas un momento? Tu noche 90 ya la disfrutaste —murmuré
frustrada.

—Necesito aplicarte esto. Además, no te quejes mira que tendrás las piernas abiertas para mí muchos días, esto es
solo el comienzo. Volveré a tomarte en un par de horas, así que se buena y ábrete para mí. —Le lancé una mirada
furiosa… Si las miradas mataran dos oficiales me estuviesen llevando a la cárcel por homicidio—. No tenemos toda la
noche Isabella, al menos no para estar en esto —bufé y abrí las piernas nuevamente, mirando la estúpida sonrisa de
victoria de Edward.

—Edward —murmuré dando un salto involuntario cuando sentí sus dedos fríos en mi entrepierna.

—Es un gel desinflamatorio, así que tranquila. Dije un par de horas, nena —cerró mis piernas y se acomodó a mi lado
dando un largo suspiro. La habitación se sumió en un silencio tenso, era como si nos faltara algo. Me gire dándole la
espalda y suspiré cerrando los ojos, rogando al cielo que Morfeo se apiadara de mí.

Llegué a casa, después de haber pasado todo el camino en algún otro lugar del mundo.

Era temprano, cuando el fuerte brazo de Edward había apretado mi cintura pegándome más a él y haciéndome
consiente de todas las locuras que había cometido anoche.
Edward Cullen iba a ser mi muerte, estaba completamente segura de eso. Era una de las razones por las cuales había
huido de su departamento, dejándolo dormido como un ángel y desnudo como un demonio hambriento y malvado.

¡Cristo! Le había pedido que me mintiera, mientras me hacía suya, que patética y ridícula debía haberme visto. Le había
dicho que hiciera lo que yo había deseado hacer con Félix el día de su graduación... Era una idiota.

Peiné mi cabello con mis manos pegándome completamente a la puerta, me deshice de toda mi ropa, tomé mi celular
que había olvidado en mi mesa la noche anterior y caminé desnuda hasta mi habitación, tirándolo en la cama antes de
entrar al baño y dejando que el agua relajara mis músculos… cerré los ojos y la imagen de su hermoso cuerpo estaba
grabada en mi retina, sus ojos mientras me embestía, su respiración errática, sus caderas encajándose con las mías,
el latir desesperado de su corazón.

¡Maldita sea Isabella Swan! ¡Es sexo!

Grité en mi interior respirando fuertemente, tomé el jabón esparciéndolo por la esponja y tallando mi cuerpo, podía
sentir aún el olor de su sudor en mi piel, me coloqué un pijama cómodo y me tiré en la cama, recordando lo que había
sucedido durante la noche.

Cinco horas antes…

—Despierta —susurró suavemente tirando de mi pezón izquierdo—. Nena... —sentí su mano en mí otro pecho
masajeando suavemente—. Voy a tomarte, dormida o despierta... Pero si estás despierta, será más interesante —
succionó fuertemente el pezón que sostenía en su b oca, haciéndome arquear la espalda en dirección a él—. Eres tan
suave Bella.

—Mmm… —gemí.

—Mi cuerpo se vuelve loco cuando estás cerca. —La mano que estab a en mi pecho b ajó hasta separarme un poco las
piernas. Tenía toda la intensión de detenerlo, pero sentir sus dedos jugueteando con mi intimidad me quitab a el aliento
—. Stss... Soy un homb re insaciab le Isab ella, y mi cuerpo te desea. —Sentir su lengua arremolinando mi pezón
adolorido por sus anteriores caricias, hacía que mi corazón se acelerara aún más.

— ¿No estás cansado Edward? —murmuré agarrando sus cab ellos fuertemente cuando él intercamb ió de pecho,
dándole al nuevo pezón las mismas atenciones que el anterior.

Edward rió sob re mi pecho.

—No, tengo años de práctica Isab ella, no hemos empezado aun —succionó haciéndome gemir nuevamente y tensar
las manos en su cab ello—. Además, he encontrado el paraíso, lo realmente malo es que yo no soy un ángel, siempre
necesito más. Simplemente, te he dejado descansar un par de horas, porque tu cuerpo lo necesitab a.

Las vib raciones de su voz sob re mi pecho, hacían que la piel se me erizara mientras él seguía con sus toques
maquiavélicamente enfermizos en mi entrepierna.

—No puedes negarte Isab ella... Firmaste un contrato —rió— redactado por ti, en donde accedes a tener tu cuerpo a mi
disposición. —Apartó mis piernas con sus manos, dejando que su cuerpo se apoyara contra el mío—. Estás tan
jodidamente húmeda y me tienes tan duro Isab ella que, creo que Zafarina se sentiría muy decepcionada de mí si me
viera en este momento

Pasé por alto el nomb re de la mujer, porque en esos momentos la punta roma de su miemb ro se movía con facilidad
entre mis pliegues, rozando mi clítoris inflamado y haciendo que mi cuerpo tuviese pequeñas sacudidas que anulab an
mi capacidad pensante, dejándome completamente entregada a él.

No. No podía negarme, mi cuerpo reaccionab a ante su experto toque, la pequeña fricción que su miemb ro hacía al
deslizarse sob re mis lab ios vaginales, su b oca pecaminosa en mi pecho quería y hacía que quisiera mucho más de
él... o mejor aún, que se introdujera en mí, nuevamente.

Si señores yo, Bella Swan, que me le hab ía negado al sexo por más de cinco años; que hasta escazas dos o tres horas
atrás era virgen, que hacía un par de días decía que no podía tener sexo casual con este homb re, me moría de ganas
por que sus caderas se estrellaran contra las del caliente homb re que tenía sob re mí.

—Edward... —murmuré cuando sentía que algo dentro de mí se me ib a a reventar ¡Necesitab a tenerlo dentro!

—Tócame Isab ella, me gusta que me toquen —b ajé mis manos de sus cab ellos deslizándolas por su espalda,
sintiendo en la yema de mis dedos la forma de su tatuaje—. Tienes que decirme qué quieres. —El vaivén era
desesperante, sentí su mano en mi vientre b ajo y luego, su miemb ro le dio suaves golpecitos a mi b otón de placer,
haciéndome chillar fuertemente.

—Por los clavos de Cristo, Edward... —mi respiración era irregular— Has lo que quieres hacer...

—No hasta que me lo digas. —Dos golpes más y el clítoris latiéndome frenéticamente, los pezones me dolían por sus
caricias y el cuerpo completo me temb lab a... ¿Por qué mostrarme remilgada y tímida? Cuando ese homb re ya me
hab ía hecho gritar, me hab ía tocado tan ardientemente, que me tenía al b orde de un ab ismo—. Dilo Isab ella... Di lo
que quieres.

A la mierda la chica que Charles hab ía criado, este homb re me encendía como nunca, me daría el material suficiente
para terminar "Atada". ¿Qué más dab a si le decía lo que quería con todas sus letras? Las cartas hab ían sido puestas
sob re la mesa, yo misma las hab ía b arajeado, y mi suerte estab a echada.

—Haz conmigo lo que quieras —dije entre el temb lor de mi cuerpo y las pequeñas sacudidas en mi interior.

—Voy a hacer lo que quiera con tu cuerpo Isab ella y tú no tienes que decir si puedo o no, solo quiero que me digas lo
que más necesitas ahora, mi lengua en tu coño húmedo y ardiente o mí…

— ¡Fóllame de una maldita vez Cullen! —grité enterrando mis uñas en su piel—. Eso era lo que querías que dijera,
hazlo pero deja de hab lar tanto y actúa por un demonio. —Los ojos de Edward miraron mi rostro por primera vez desde
que me hab ía despertado, era como si el verde de su iris quisiera fundirse con los míos.

—No era tan difícil Isab ella. —La punta de su eje se alineó en la entrada de mi cuerpo fundiéndose en él de un sólo
empujón y haciéndome temb lar completamente, mientras amb os exclamáb amos un jadeo antes de que sus caderas
empezaran ese vaivén asomb roso que él sab ía cómo llevar.

Sub ió mis piernas a su pecho cuando el primer orgasmo me golpeó, haciéndolo maldecir entre dientes cosas como
"me aprietas tan b ien", "voy a morir atrapado en tu perfecto coño" y otras cosas más que no podía entender. Cuando el
segundo orgasmo llegó a mí, mis rodillas colgab an de sus homb ros; tenía el cuerpo perlado en sudor y mascullab a
más y más maldiciones que hacían que mi cuerpo se encendiera aún más. Para cuando el tercer orgasmo —y octavo
de la noche— llegó, yacíamos arrodillados sob re la cama, mi cuerpo sob re él mientras mantenía su b oca ocupada con
mis pechos, siguió dando un par de frenéticas emb estidas mordiendo uno de mis pezones adoloridos y descargándose
completamente en mi interior... Podía sentir como su miemb ro se agrandab a —aún más si se podía— dentro de mí, sus
b razos aferraron mi cuerpo cuando las sacudidas de su miemb ro cesaron. Su frente descansó en mi homb ro y yo lo
imité, colocando la mía en su homb ro derecho mientras mi respiración volvía a la normalidad.

—Puedes soltarme, Edward —murmuré cuando pude recuperar el aliento, Edward aspiró sob re mi piel sudada y
acarició mi columna verteb ral haciéndome estremecer, podía sentir su dureza en mi interior. —Dame una tregua por
favor... —susurré—. Duele ahí ab ajo sab es, hasta hace un par de horas era virgen. —Lo sentí sonreír antes de
removerse y dejarme acostada sob re su cama, saliendo de mi cuerpo. Cerré los ojos fuertemente cuando él
ab andonab a mi interior.

—Créeme, a mí me duele aún más —murmuró sonriendo y dejándose caer sob re mí, no pude ob viar que su miemb ro
aún seguía erguido—. Si el infierno tiene la temperatura de tu cuerpo Isab ella Swan, entonces yo seré feliz ardiendo
entre sus llamas. —Su lengua lamió el pezón que hab ía mordido mientras sus manos acariciab an mis piernas, inspiré
profundamente y me removí deb ajo de él.

—Creo que ha acab ado tu noche, quítate de mí y déjame dormir. —Se levantó dispuesto a reb atirme pero lo vi perder el
equilib rio, así que me levante junto a él—. ¿Estás b ien? —Su sonrisa torcida no oculto lo que sus ojos me mostrab an.

—Excelente. Quieres una ronda más —alzó una de sus cejas, por lo que negué dejándome caer en la cama. Edward se
acostó a mi lado y minutos después, se encontrab a dormido.

No ab razos. No b esos ni palab ras de aliento… Mejor así.

Miré el reloj en la cómoda 4:45 am, di un respiro profundo y caí en un profundo sueño.

El sonido de mi celular me hizo abrir los ojos abruptamente, no sabía en qué momento me había quedado dormida,
luego de revivir mi noche con Edward. Tenía el cuerpo sudoroso y mi entrepierna palpitaba un poco... Joder, ¡estaba
excitada! Excitada con solo recordar las manos de ese hombre cubriendo mi cuerpo, negué con la cabeza mientras
buscaba al celular, sabía que lo había dejado en algún lugar de la cama.

Tenía 7 llamadas perdidas...

Garrett

Estaba a punto de llamarle cuando escuché el timbre de la puerta. Peiné mi cabello con mis manos y me levanté de la
cama siseando un poco por el dolor en mi entrepierna. El timbre seguía sonando como si afuera hubiese una batalla
de zombis y quien estaba afuera, intentara refugiarse.

—Hey, ya iba a irme —murmuró Garrett cuando abrí la puerta, mi cara debía ser todo un poema, porque Garrett se rió
antes de halarme a su cuerpo—. Te estoy llamando desde anoche y no me contestabas peque, así que vine a ver que
te pasaba. —Me deshice de su abrazo y él entró cerrando la puerta—. Si no te conociera como te conozco diría que
tuviste una noche agitada. Estás ¿diferente? —Me miró a los ojos—. Llámame loco pero tus ojos se ven extraños —
corrí al espejo para verme.

Mierda…es verdad lo que dicen, todos se darán cuenta que ya no soy virgen.

—Mis ojos se ven, como si acabara de levantarme —dije viéndome en el espejo tratando de darle a mi voz indiferencia
y sarcasmo, pero algo ocurrió, yo lo percibí, mi voz era ronca y sonaba, ¡Dios!... ¿Sexual?

—Eres mala, yo ya pensaba empezarte a buscar en la morgue y los hospitales cuando la enana dijo que no sabía nada
de ti y tú durmiendo una siesta... —Garrett calló mientras me sentaba en el sofá—. Espera, ¿por qué estabas
durmiendo a las tres de la tarde? —Di un brinco al escuchar la hora, ¡joder! ¿Cuánto había estado durmiendo?—.
Seguro te quedaste trabajando hasta tarde —murmuró sentándose a mi lado y atrayéndome nuevamente a su cuerpo.
Me removí incomoda y caminé hasta la cocina sacando dos latas de Pepsi Cola de la nevera; llegué hasta la sala y le
entregué una a G—. ¿No tienes Coca? —preguntó arrugando el rostro.

—Sabes que la Coca-Cola no me gusta, con una lata ya tienes el 100% de tu ingesta diaria recomendada de azúcar —
me gire explicándole por décima vez a G porque la Coca-Cola era mala para el cuerpo.

—Ya tomaré la Pepsi —Garrett me abrazó por la espalda, ¿qué le pasaba? ¡Estaba hecho un pulpo!— Eres un caos
cuando empiezas a explicar, entiende algo, la Coca puede ser un veneno para mi sistema nervioso, pero esos minutos
de felicidad que me da mientras la disfruto y esa sonrisa tonta que me queda cuando se acaba, es lo mejor de este
puto mundo.

—Creo que no viniste a mi casa para darme una lección sobre cómo queda tu cuerpo después de una indigesta de
azúcar.

—Vale, vale... Bueno verás, venía principalmente a que me dijeras cómo vamos con esa primera vez entre mi amigo
Caleb y su queridísima Danielle, pero luego entré al elevador y estaba esta rubia tetas grandes que se bajó en el piso
de abajo...

— ¿Me estás hablando de Katy?

—No sé cómo diablos se llama, estaba muy entretenido en ese culo y esas tetas como para detenerme a preguntarle
su nombre.

Negué con la cabeza.

—Se llama Katherine, le gusta que le digan Kate o Katy y es Europea... Creo, en fin. Caleb y Danielle, no me he sentado
a escribir, como puedes ver —hice un ademán con mi mano mostrándole mi atuendo—, descansando de una muy
larga noche.

Garrett reparó en mi ropa nuevamente.

—Y si no trasnochaste escribiendo, ¿qué demonios estabas haciendo? —La expresión en el rostro de Garrett cambió a
una furiosa. ¡Qué estaba pasando!— Respóndeme Bella, qué estabas haciendo anoche.

—Garret, aguanta tu camión de testosterona, ¿vale? —murmuré alejándome de él, no podía decirle simplemente ¡hey,
sab es ayer perdí mi virginidad con tu muy sexy y follab le vecino sexólogo!— Anoche me quede viendo películas hasta
tarde es todo. —Mentí sin mirarlo a la cara para que no notase mi mentira—. Que sea la última vez que demandas
saber algo de mí, Garrett. Te quiero mucho pero eso no te da derechos para meterte en mi vida —respondí enojada.
Garrett pareció avergonzado por su ataque de cavernícola celoso.

—Lo siento, Bells. Venía a invitarte al cine, Ironman 3 está en cartelera. Tú sabes, el héroe de hojalata… —trató de
bromear pero yo no reí—. No te molestes conmigo bonita, vale —me sonrió—. Sé que te mueres por Robert Downey Jr.
—Le saqué la lengua infantilmente.

—Tú eres el que lo ama, acéptalo. Quieres que te acompañe para que no te veas como un gay, mi amor secreto es
Cris Evans amo a mi Capitán América —sonreí olvidando mi enojo.

—Sí, sí, como sea. Ve a cambiarte o ¿prefieres ir en pijama al cine? —caminé hacia la habitación y cerré la puerta tras
de mí. Miré mi celular revisándolo; tenía dos textos de Alice, uno de Bree y las llamadas perdidas eran de Garrett, ni una
sola llamada de Edward Cullen.

¿Y qué esperab as Isab ella?, ¿un mensaje recriminatorio?, ¿que el tipo viniese energúmeno porque ab andonaste su
lecho cuando él aún dormía después de darte los mejores orgasmos de tu vida?

¡Ohh lo olvidab a son los únicos que te han dado! ¡Despierta! Para él solo fuiste una más, no fuiste especial ni nada…
Métete en la cab eza que sólo es sexo…

Odiaba mi vocecita interior, pero lo que más odiaba era que tuviese razón.

Me quité el pijama buscando entre mi ropa unos vaqueros cómodos y un suéter de tiras, busqué una chaqueta y me
calcé las converse negras. Tomé los lentes de mi mesa de noche y una gorra antes de salir a la sala donde G me
esperaba.

La película estaba genial, Tony Stark no era mi tipo ideal, era arrogante, prepotente se creía la última Pepsi del
desierto. Él era exactamente igual a... a Edward Cullen.

Negué con la cabeza y traté de enfocarme en la película. Durante la primera media hora estuve mirando mi celular. ¡Ni
un puto mensaje!

Idiota tú que sigues esperándolo...

Ignoré mi tonta vocecita interior, me concentré en la pantalla luego de que Garrett me preguntara si pasaba algo, negué
suspirando antes de que él levantara el reposabrazos que dividía nuestras sillas y me jalara a su pecho dándome un
beso en la frente. Decidí olvidarme del maldito cabrón y lo que había sucedido anoche, mientras comía ositos de goma
y disfrutaba de la peli.

Cuando terminó fuimos a un Burger King y con nuestras Steakhouse xt3 quesos nos sentamos a hablar como en los
viejos tiempos, olvidándome completamente de toda mi vida. Amaba a Garrett, amaba la manera en la que él me
quería sin tener que dejar de ser yo, amaba que fuera tan loco e irracional como para pedir tres raciones de papas a la
francesa y embetunarlas de Katsup y tomar un litro de Coca sabiendo lo dañino que era para su sistema. No es que la
Pepsi fuese diferente, pero la Coca no me gustaba. Regresé a casa a las once de la noche en punto, no le dije a
Garrett que se quedara como algunas otras veces, le di un beso en la mejilla cuando llegamos a la puerta del edificio y
me bajé de su coche corriendo hacia las puertas de vidrio.

Quería un baño y mi cama, mañana era sábado e iría con Bree a terminar de comprar las cosas para la decoración de
su habitación. Me bañé suavemente, colocando atención en mí cuerpo cuando estuve seca y estaba a punto de
aplicarme la crema... Tenía dos cardenales enormes en la cintura y las marcas de los dientes de Edward en mi pezón
derecho. Coloqué un poco de crema sobre mis dedos antes de colocarla sobre mi pezón una pequeña corriente
atravesó mi cuerpo, negué con la cabeza dispuesta a olvidar y dormir.

Obvio que una cosa es lo que se desea y otra, es lo que en verdad se hace. Después de dar mil vueltas en la cama
torturándome con las imágenes muy vívidas de mi noche anterior, encendí la radio sintonizando "Hab lemos de Sexo",
justamente cuando su voz se colaba por los parlantes.

—Bienvenidos a "Hab lemos de sexo", esta noche... —su voz bajó varias octavas, como en la noche cuando me decía
que era estrecha y resbaladiza…
¡Por Dios Isabella, cálmate!

—El tema de esta noche es Sexo Oral: ¿Paradigma? ¿Tab ú? ¿El secreto de una b uena intimidad?... ¿Qué tan
importante es darle placer a tu pareja con tu b oca y lengua?... Rose, estás realmente hermosa hoy.

—Como siempre, mi querido Sexward —lo sentí sonreír.

— ¿Sexward? ¿Un nuevo apodo Rose?

—Es parte de mi existencia... —murmuró risueña Rosalie. ¡Por Dios no le subas más el ego!— Buscar apodos
perfectos para ti, Sexward, me gusta.

—Y a mí, pero prefiero Doctor Sex. Qué piensas de todo esto Rose, el sexo oral…

—Es todo un tema. A ellos les encanta hacerlo y que se lo hagan. A nosotras, un poco menos. Ellos lo hacen porque les
gusta, nosotras lo hacemos… ¡Porque está en el comb o! Así de sencillo Dsex, el punto es en sab er hacerlo, porque no
hay nada peor que un idiota que simplemente sepa darte b ab as.

Una buena carcajada salió de los labios de Edward.

—Muy cierto Rose, aunque muchas personas no sab en lo que esto conlleva. El sexo oral, consiste en el contacto de la
b oca con los genitales de la pareja. El contacto b oca−lengua con los genitales le resulta al otro muy gratificante. Las
expresiones de placer de quien recib e el sexo oral, como gruñidos, gemidos o maullidos, le indica a quien lo está
haciendo que aquello es muy b ien recib ido.

—Quienes se han dedicado a escrib ir sob re el sexo oral, sostienen que lo único que es más estimulante que el contacto
con el otro genital es el roce genital-b oca —interrumpió Rosalie.

—Hay quienes se atreven a decir que para un pene es más estimulante una b oca que una vagina y para una vulva, es
más placentera una b oca y una lengua b ien usada que un pene.

Rosalie sonrió.

—Antes de continuar con otros detalles acerca de este tema, es importante recordar que la higiene es fundamental, por
lo que es recomendab le que el pene y la vulva estén b ien aseados —comentó Rose.

—Muchos sexólogos recomiendan practicar el sexo oral con la luz encendida, para así poder ob servar no solo los
movimientos o gestos de tu pareja... —expuso Edward—. Entiendan chicos y chicas que nos escuchan, no puede irse
teniendo sexo oral con cualquier persona, esto se b asa en la confianza, una laceración puede ser infecciosa y llevarte a
una terrib le vergüenza al contraer algún tipo de enfermedad en tu b oca luego de disfrutar de ese placer, tamb ién se
necesita mucha imaginación y creatividad, No es simplemente llegar y lamer como un perro —inquirió Edward,
sarcásticamente—. Puede comenzarse con caricias y b esos pequeños o mordisquitos, las lamidas por todo el cuerpo,
para explorar, incitar a tu chica o chico y luego, ir por lo que has trab ajado.

—Es como cuando tienes un gran trozo de pastel con glaseado de vainilla y cerezas de decoración, comértelo poco a
poco es más satisfactorio que empujarlo de un todo.

—Buena comparación, Rose —alabó Edward.

—Hay un área que me da la impresión de que muchas mujeres no han descub ierto que puede ser muy estimulante: el
escroto o las b olas, como se dice vulgarmente. Sólo b asta estimular a un homb re ahí para que sea todo un proyectil
—Me gustaba escuchar a Rose, ella no se dejaba atemorizar por Edward, cuando hablaban parecían a un mismo nivel.

—Estimularlo con mucha suavidad Rose —interrumpió él —es un área sensib le pero que como tú dices, nos pone a
mil. La lengua y los lab ios están diseñados para eso, para hacer del acto algo muy agradab le; cuando sientas que es
suficiente, puedes pasar por el chupete —sonidos de risas se escucharon de fondo.

—Eso puede llegar a ser muy doloroso… ¿Te ha pasado Dsex? —Rosalie murmuró burlona.

—Afortunadamente no Rose, se elegir muy b ien a mis acompañantes, pero no estamos hab lando de mí, o de mis
aventuras de cama, sino de cómo deb e hacerse b ien una b uena felación y la mejor manera de empezar es
estimulándolo con la lengua, con movimiento similar a cuando estás comiendo un helado. Lamiendo a lo largo y
alrededor. El área más sensib le del pene es el glande, un toque ahí con la lengua húmeda y tendrás el homb re
postrado a tus pies.
—Espera, allí no entendí. ¿Chuparlo o no? —preguntó Rose—. A algunos homb res les resulta muy incómoda la
succión.

—Eso depende de la mujer, no puedes empezar a succionar como si quisieras arrancarnos el glande Rose. Si utilizas
movimientos suaves de entrada y salida del pene en la b oca, sin succionar, a menos que él lo pida, puedes darle una
gran satisfacción a tu chico. Tenemos una llamada, te escuchamos.

— Hola...— se escuchó la voz de un chico.

—Hola, soy Doctor sex y mi compañera, Rosalie. ¿Tienes alguna pregunta que hacernos?

—Sí —se escuchaba nervioso—. Verán, le hice sexo oral a mi novia, al principio a ésta no le gustab a mucho pero luego
empezó a gustarle y joder, casi no me dejab a respirar por lo que me tocó dejar de hacerlo.

—Muchas mujeres fallan en eso —refunfuñó Edward.

—Pero no se nos puede culpar, la estimulación del clítoris es jodidamente fantástica. Eso hace que nos dé el impulso
del movimiento, es algo complemente normal —rebatió Rose—. Además, cuando ustedes se emocionan tamb ién nos
ahogan —se defendió.

—Es ahí cuando tú tienes que actuar chico...

—Mike...

—Mike, tu deb er es controlar a tu chica. Imagino que se molestó muchísimo cuando lo dejaste.

—Por supuesto, se levantó y no me dijo ni adiós...

— ¿Mike? —Edward empezó preguntando—. ¿Estás ahí?... Al parecer la llamada se cortó. Tenemos otra llamada.
Hab lemos de Sexo, el tema de hoy es Sexo Oral, ¿quieres compartir algo con nosotros?

El sonido de un teléfono timbrando se escuchó, antes que Edward volviese a hablar.

—Hola Mi nomb re es Paul. Mi novia Clarie le encanta hacerlo y por Dios que es b uena, ella siempre me estimula muy
b ien, lo único malo es que siempre quiere que me corra en su b oca.

— ¿Y te quejas? Homb res… no están felices con nada —Rosalie parecía sorprendida—. ¿Ella se traga tu semen? —
preguntó de nuevo.

—Sí, y aunque me gusta no deja de ser asqueroso, luego me toca b esarla y pues no es agradab le sentir mi semen en
su b oca. Por lo general, tiene que levantarse e ir al b año a cepillarse los dientes y cuando regresa ya no quiero hacer
nada, entonces se enoja y...

—Paul —Edward lo interrumpió—, ¿sab es que una cucharadita de semen contiene la misma cantidad de proteínas que
la clara de un huevo? —risas—. Sin emb argo, a veces ob tener proteínas puede ser mucho más divertido para muchas
mujeres —dijo en tono burlón.

—Joder tío, eso es asqueroso. Es como estuviese chupando el pito a otro homb re —murmuró en voz baja el chico.

—Quizás, pero es cierto. Está comprob ado científicamente que el semen contiene sustancias antidepresivas como la
serotonina, la tirotropina y la melatonina, y otros componentes como la oxitocina, el cortisol y la estrona que levantan el
estado de ánimo en general y mejora el desempeño cognitivo. Mira cuánto b ien le haces a tu novia —bromeó—, aparte
de todo esto a ella le gusta, y en eso se b asa el sexo a ella le parece sexy hacerte llegar y su placer es poder b eb erte.
¿No has pensado en estimularte mientras ella se lava la b oca? O simplemente, ¿ignorar a lo que sab e o no su b oca?
Puede ser solo idea tuya. Una pregunta, ¿le practicas sexo oral a tu novia?

—Por su puesto, es el jodido paraíso verla llegar gracias a mi lengua, una vez le mordí el clítoris y…

— ¿Mordisco… mordisco? —Rose interrumpió.

—Pensé que podría gustarle y…

—Claro, tanto como te gustaría a ti que te mordieran el pito. —Rose parecía indignada y solo podía escuchar la risa de
Edward.

—Sí, después lo entendí, cuando ella me devolvió la jugada... ¿Algún consejo chico?
—Disfruta de tu intimidad, hay mujeres que simplemente no lo hacen. ¿Te gustaría que Clarie dejara de hacerlo?

—No, ojalá no te esté escuchando, amo cuando me hace una mamada antes de… Intimar, siempre y cuando no me
duerma después —Edward rió.

—Tenemos otra llamada por la línea dos, Paul no nos cuelgues. Hab lemos de Sexo ¿quién hab la?

—Mi nomb re es Ben.

—Otro chico... esta noche ha sido entretenida —murmuró Rose.

—He querido practicarle sexo oral a mi novia pero no sé cómo hacerlo —el chico parecía apenado.

—Paul, ¿tienes algún consejo para Ben?

—Pues trata de disfrutarlo tú y que ella tamb ién lo haga. No la muerdas eso si te juro que casi me cuesta mi relación y
mi miemb ro decapitado.

—No es tan sólo quitarle las pantaletas a tirones y penétrala justo entre las piernas moviendo tu lengua a velocidad
supersónica. Homb res, entiendo esto: ¡ES EXACTAMENTE DE LO QUE SE QUEJAN LAS MUJERES! —exclamó Rose.

—Hazlo con suavidad, sin mucho apuro. En la medida en que la tensión sexual vaya aumentando, recuerda que el
sexo oral es lamer, succionar y acariciar, es como hacerlo con tus dedos pero usando tu lengua, ella puede ayudarte
diciéndote que le gusta o no y b ueno, tamb ién tienes que ver sus movimientos o gestos —concluyó Edward—. Paul,
Ben les deseamos suerte en sus respectivas experiencias. Ahora, quiero que nos llame una chica, espero estés
tomando nota nena, la primera clase será esta.

¡Joder! ¿Eso era conmigo no?

— ¿De qué hab las Dsex? —Rosalie preguntó intrigada—. Joder, qué te traes entre manos Ed… —se quedó callada—.
Sex, ¿qué tienes pensado? Nosotras estamos interesadas en sab er quién es la víctima —Edward rió—. El que se ríe
solo de sus maldades se acuerda —terminó Rose juguetona.

—Lo sé y créeme Rose, pretendo hacer muchas maldades en un par de noches, pero por ahora y mientras esperamos
la próxima llamada los dejo en compañía de Cockiness de Rihanna.

Chúpate mi arrogancia

Lame mi persuasión

Cómete mi veneno

Y trágate tu orgullo

Pon mis deseos y necesidades

Por encima de tu resistencia

Y después acércate

Acércate

Acércate

Mi celular vibró en uno de los bolsillos de mi jeans mientras escuchaba la letra de la canción.

Huiste, no se me hace raro... Espero que hayas escuchado el programa de hoy, nena. Aún puedo sentir el sab or de tu
lib eración en mi b oca, Isab ella y te juro que voy a volver a repetirlo. Voy a encargarme de que te vengas muchas veces
sob re mí... Quiero tu lub ricación en cada parte de mi cuerpo, en mis dedos, en mis lab ios, en mi b oca, en mi ab domen
pero sob re todo quiero que b añes mi polla con ella. El lunes, cuento los días y las horas. Pasaré por ti después del
programa.

El corazón me latía furiosamente cuando terminé de leer, ¡venirme en su boca!... Cerré los ojos recordando la
sensación de sentir su lengua justo ahí y removí mis piernas incómoda, emitiendo un largo suspiro. Me levanté de la
cama apagando el equipo y volví a esta, mirando hacia el techo, sintiendo una pequeña incomodidad en mi parte baja...
Debía dejar de pensar en lo que me había hecho Edward Cullen.

El sábado temprano, fui por Bree a la escuela y luego al centro comercial; cuando llegamos a casa estábamos tan
cansadas que cada una fue a su respectiva habitación y nos quedamos dormidas hasta el día siguiente.

El domingo, Ali llegó a casa dispuesta a ayudar, cuando le conté que Bree quería redecorar su habitación casi me corta
la cabeza, así que ella se había auto invitado a la actividad. Mi pequeña pioja, también estaba auto invitada y se veía
realmente hermosa en su overol rosa y sus dos colas… Vanessa tenía el cabello tan rubio como el de All y ojos
negros, tan profundos como los de Jazz. Una pequeña bombita de adrenalina que nos tuvo de cabezas durante los
primeros meses de embarazo de Ali.

Acabamos en el suelo que estaba forrado en periódicos, manchadas de pintura hasta la última hebra de cabello. En
los pocos meses que Bree había entrado en mi vida, nunca la había visto reír tanto. Así decidí olvidarme del estúpido
de Edward Cullen y de nuestro trato.

Encargamos comida china cuando las paredes estuvieron pintadas de un lila suave, tal como lo quería Bree; comimos
entre risas y anécdotas, mientras Ness yacía dormida en el sofá.

—Gracias por todo, Bella —murmuró Bree cuando Alice se levantó a colocar los platos en el lava vajillas, tomé su mano
dándole un apretón fuertemente.

—No es nada Bree, somos hermanas —sentí a Alice removiendo en el congelador de la nevera pero la ignoré, esta
casa era de Alice tanto como mía—. Quiero que sepas que a pesar de nuestras diferencias, tú eres mi familia y, poco a
poco, nos vamos a conocer mejor. Lo que nos queda es tiempo —Bree asintió.

—Gracias por no abandonarme, aunque Phil quería adoptarme —negué, Phil podía ser muy su padrino pero yo era su
hermana—. Voy a darme un baño, tengo pintura hasta donde no entra la luz del sol. —Se burló, levantándose de la silla
y saliendo de la cocina. Peiné mis cabellos hacia atrás justo antes de sentir a Alice.

— ¿Solo helado de fresa, Isabella?

—Creo que acabaste con el último bote la vez pasada que viniste. —All refunfuñó algo entre dientes antes de sentarse
frente a mí con una taza de helado. Arqueé una ceja en su dirección, durante el embarazo de Nessie, el mayor antojo de
Alice fue el helado.

—No estoy embarazada, es simplemente la inyección, me provoca ansiedad —dijo metiéndose una cucharada a la
boca—. ¿Tienes que contarme algo, Bella?

Miré a Alice a los ojos. ¡Que mierda! ¿Acaso tenía un letrero que decía que ya no era virgen?

—No me mires así, me estás ocultando algo. No preguntes cómo, pero lo sé.

—Ahora eres Psíquica —dije burlona. Pero Alice siempre sabía cuando mentía u ocultaba algo.

—Bella…

—Me acosté con Edward Cullen —no valía la pena ocultarlo más.

— ¿Es tan bueno como aparenta ser? —Me quedé mirando a Alice como si le hubiese salido otra cabeza—. ¿Qué? —
Me dijo con la boca llena de helado—, tengo curiosidad.

— ¡Alice!...

—Bella… Eso era algo que iba a suceder, tú redactaste un papel con unas cláusulas y cuando lo hiciste, eras
plenamente consciente de que te ibas a acostar con él en alguna ocasión. Entonces, no voy a preguntarte porqué lo
hiciste, quiero preguntarte si está bien dotado y mueve bien su anaconda.

—Eres una pervertida… —miré por el corredor a ver si Bree estaba por ahí, aunque era una tontería, podía escuchar el
agua de la ducha correr.
—Sí, y llevo muchos años imaginando cómo debe follar ese hombre y, desde que lo conocí en persona —aunque
prepotente y todo—, pude darle un rostro y colocarle gestos, así que te toca hablar Swan.

— ¿Tienes fantasías sexuales con Edward?

—Bella, cualquiera que tenga un coño entre las piernas tiene fantasías con ese hombre. Es más, me atrevo a decir que
los que tienen pito también. Además, Jasper agradece mis fantasías cuando las vuelvo muy vívidas. —Sus cejas se
movieron hacia arriba y gemí—. Deja la mojigatería y dime, ¿folla como habla?

Asentí…

— ¿Cuántas veces te corriste? —Alice preguntó comiendo de su helado.

—Ocho… —susurré muy bajo, tan bajo… que creo que lo dije en mi mente.

— ¿Cómo dices que dijiste? —La miré divertida—A Ness le gusta Hannah Montana, no me cambies el tema. ¡Ocho
jodidas veces!... Es un puto Dios ¡cuéntamelo todo Bella!, ¿fueron ininterrumpidas? ¿Está bien dotado? Recuerda, yo te
conté todo cuando estuve la primera vez con Jazzy así que no puedes dejarme sin un detalle.

—Recuerdo que no pude ver a Jasper a la cara en un mes, y agradecí cuando se fue a la universidad Alice.

—No estamos hablando del pasado, estamos hablando que te acostaste con el hombre con la voz más candente del
jodido universo y que te dio. ¡Ocho orgasmos!... Isabella no me iré de aquí hasta que no me lo cuentes todo.

—Solo te diré que está muy bien dotado y fueron durante la noche, primero cinco y luego tres veces en la madrugada…

— ¡OMG! ¿Cuándo lo volverás a ver? —dejé de mover mi agua de helado para ver a Alice a los ojos—. Bella no me
mires así, amo a Jazz, de verdad lo amo. Es mi pareja dese hace diez años, él ha sido mi primer único y último amor,
pero es normal que quiera saber.

—No voy a contarte detalles.

—Eres una aburrida…—bufó

—Y tú, una cotilla y pervertida.

—Vamos Bella, ¿cuándo lo volverás a ver? —Alice juntó sus manos e hizo pucheros.

— ¿A quién vas a ver Bella? —dijo Bree entrando a la cocina, mientras Alice y yo dábamos un brinco.

— ¡Es un jodido gato! —gritó Alice haciendo que Ness se despertara y que Bree se atacara en risas.

Nessie llegó restregando sus ojitos a la cocina, mientras alzaba los brazos, así que la tomé dejándola en mis piernas
mientras ella jugaba con la cuchara de mi ya derretido helado.

—Culpable —Bree sacó el helado y sirvió una porción para ella y una para Ness—, cuando estábamos en los ensayos,
siempre había que ser muy silencioso pero mi madre era una patosa completa, ella vivía haciendo bulla, tropezando
con todo y haciendo que mi papá se enojara mucho y luego ella iba y lo contentaba. —Y cada maldita palabra que Bree
decía era como si enterrara más el puñal en mí… ¿Por qué no simplemente lo dejaba ir? Me levanté de la silla,
dejando a Ness y a Alice, salí de la cocina en dirección a mi cuarto, antes de cerrar la puerta alcancé a escuchar como
Bree murmuraba algo parecido a una disculpa, mientras Alice le decía que no era culpa de ella… La verdad, no era
culpa de nadie.

Decidí darme una ducha, una ducha larga y cuando salí, Alice estaba sentada en mi cama.

—Ven aquí bebé —dijo extendiendo sus brazos, respiré profundamente antes de caminar hacia ella—. Tienes que
entender que no es culpa de Brithany.

—Lo sé.

—No lo hace de mala persona.

—Eso también lo sé.

—Y tienes que aprender a vivir con ello… O te lastimarás mucho. ¿No has pensado en perdonar a Renée?
—A veces no quiero ni pensar que existió —murmuré mientras Alice acariciaba mi cabello.

—Bree está en su recamara, es bueno eso que hayas escogido la pintura sin olor ya que se ha encerrado ahí tan
pronto escuchó la ducha, Ness y yo hemos tomado un baño en la ducha de huéspedes y Jazz ha venido por nosotras
—asentí—. Habla con tu hermana Bella, si no logran poder vivir con algo neutral en cuanto a Renée se refiere, nunca
van a poder conocerse como quieren. Les pedí una pizza, está sobre la encimera.

—Gracias All.

—Te quiero Bells. —Me tomó del rostro mirándome a los ojos—. ¿Cuándo fue? —enarqué una ceja sin entender—.
¿Cuándo follaste con Doctor Sex?

—Se llama Edward y, aunque no lo creas, fue raro.

— ¿Por qué?

—Porque él fue… tierno.

— ¿Tierno?

—Habló demasiado, iba como explicándome cada paso, yo estaba nerviosa y bueno… digamos que cedí rápido. Joder
Alice, ese hombre vence mi fuerza de voluntad, no sé qué me sucede con él. Y créeme que me resistí All, pero esa
noche...

—Esa noche te quedaste sin armas para pelear y por lo que veo, fue una buena noche. Tienes unos ojos de bien
follada, por lo que me atrevo a decir que fue el ¿jueves? Garrett te estaba buscando como loco y tú no contestabas el
celular —asentí—. Bella, soy tu amiga y vas a odiarme, pero recuerda que es un contrato, ten en cuenta quien es Doctor
Sex, ¿vale? Y, sobre todo, saca lo que puedas de la experiencia.

Asentí. Alice me dio un beso en la cabeza y salió de la habitación. Me coloqué un pijama cómodo, viendo el atardecer
desaparecer desde mi balcón y abrazándome fuertemente.

Alice tenía razón, Bree y yo no íbamos a poder lograrlo si yo seguía colocando trabas, tenía que entender que Bree era
la hija de Renée y yo el error.

Caminé hacia mi cama y tomé mi laptop encendiéndola y abriendo el archivo de "Atada".

Llevaba más de la mitad de medio capítulo y este era el momento crucial, acomodé los lentes por encima de mi nariz y
respiré leyendo el último párrafo:

"…Ahí estab a ella, completamente entregada al placer de sus caricias, una cantidad de masa moldeab le entre sus
manos. Besos frenéticos b ajo la lluvia en el oscuro y frío callejón.

Danielle hab ía imaginado de muchas formas esa primera vez con Caleb , pero ninguna era como ésta. Si alguien los
veía, si algún paparazzi los fotografiab a, sería el fin para el empresario, pero eso a él parecía no importarle. Se aferrab a
a ella como a un oasis en el desierto, b esándola como si no hub iese un mañana.

—Te deseo —murmuró él, con voz extremadamente ronca.

—Tómame —afirmó ella, completamente fuera de sí. Sentía que el mundo ib a a explotar en pedazos si no estab an
juntos, la tensión sexual entre los dos, amenazab a con reventarlos en miles de pedazos.

Danielle sintió como su espalda golpeab a cada vez más la pared de ladrillos de Stronx Holdings, mientras Caleb la
emb estía aún con ropa y sorb ía de sus pechos, sin importar la camisa que aún los cub ría. La lluvia era inclemente, en
otra ocasión quizás estaría muerta del frío deb ajo de sus colchas protegiéndose de la tormenta, pero ahora, solo
deseab a que Caleb Stronx —el hijo de su jefe— la hiciera suya de una maldita vez.

Como si leyese sus pensamientos, Caleb tocó sus muslos anclándolos aún más a su cintura y haciendo que la falda se
sub iese hasta sus caderas, tanteó su entrepierna con pericia y devoción, sin dejar de succionar de sus pechos mientras
las manos de ella tirab an de sus cab ellos, mordiendo su lab io mientras ahogab a sus gemidos.
Sin dejar de tocarla y sosteniéndola solo con su cuerpo y la pared, Caleb sacó su impresionante erección, mientras con
la otra mano, se deshacía de las diminutas b ragas de encaje que Danielle tenía; alineó la punta roma de su miemb ro
en su entrada y…

— ¿Bella? —levanté la mirada para ver a Bree en el umbral de mi puerta—. Estás ocupada, yo…

—Pasa Bree —dije antes de guardar los cambios en el archivo y colocar la computadora a un lado de la cama.

—Te traje pizza y una lata de Pepsi —dijo Bree caminando hasta mi cama—. Bella yo quería pedirte disculpas por…

—No —la interrumpí—. No tienes que hacerlo Bree —tomé el plato y el refresco—. Tu madre, fue una buena madre
contigo y yo no tengo el derecho de negarte que la ames.

—Así como yo no puedo obligarte a que sientas por ella más que rencor —dijo Bree sin mirarme.

—Renée, siempre fue alguien inexistente en mi vida Bree, me dejó cuando conoció a tu padre y nunca la vi, ni en
cumpleaños, ni en navidad nada… Y tú no tienes la culpa de eso.

—Mamá te ama…

—No digas eso vale —volví a interrumpirla, se me estaba pegando la mala manía de Edward—. No inventes escusas
por ella, porque ya no vale la pena.

—Trataré de no hablar bien de ella —negué con la cabeza.

—No quiero eso, fue tu madre en todos los sentidos y es normal que la ames, como es normal que yo odie, el hecho
de que fui un estorbo y me abandonó sin importarle si la necesitaba o no. —Bree iba a hablar pero la corté—. ¿Tú
comiste? —pregunté dando por terminado el tema de Renée.

—Sí, es tarde, ya casi las once. — ¿En realidad era tan tarde?... vi el reloj en el computador, en realidad lo era—. Fui a
la cocina por agua y me di cuenta que habían las mismas porciones de pizza, no quiero discutir contigo —negué con la
cabeza, tomando una porción de pizza y masticándola mientras bebía mi adicción.

—No hay Coca-Cola en tu refrigerador.

—No me gusta, tú sabes, el azúcar y todo…

—La Pepsi es igual de dañina —mi hermana rió.

—Lo sé, pero qué vamos a hacer si la amo —sonreí mordiendo un pedazo más de pizza

— ¿Qué hacías? ¿Estabas escribiendo? —asentí, ya que tenía la boca llena—. ¿Puedo leer? —Me obligué a tragar.

—Este es un libro complicado, no apto para tu edad.

— ¿Tiene sexo? —Aunque fue una pregunta su tono de voz fue como si estuviese en éxtasis.

—Es un libro erótico, pero apenas empiezo.

— ¿Podré leerlo algún día? Ya leí la trilogía del señor Green, unas compañeras internas lo tenían.

—Te diré cuando lo termine, ¿te parece? —dije con una sonrisa.

—Eso es genial, voy a dormirme ya Bells, es tarde y mañana debo ir a clases temprano.

Bree salió de la habitación y suspiré fuertemente. Por ser domingo, hoy no había programa. Terminé la pizza y llevé los
platos a la cocina, apagué la laptop y me dejé arrastrar por la inconsciencia.

El lunes empezó como casi todos mis lunes: con flojera. Dios debía haberlos llamado de otra forma, tenía cita con Aro
en la editorial y odiaba eso.
La reunión fue igual de tediosa que todas, Aro y su hermano Cayo —dueños de la Editorial— hablaron de los plazos de
entrega de cada libro "Atada". Debía estar terminada en dos meses y luego, se le daría un mes de tiempo a Garrett
para corregir lo que fuese necesario.

Vick y Beth hablaron sobre sus nuevos proyectos, Vick haría una historia de vampiros y hombres lobos, esas también
estaban de moda. ¿Dónde demonios había quedado la originalidad? Ahora había que hacer lo que estaba de moda.

Cayo sugirió que dejara "Atada" abierta para que hubiese la posibilidad de hacer una secuela. Me negué
rotundamente, las segundas partes nunca son muy buenas y hay autores que, por querer tener un poco más de
reconocimiento, forjamos una historia a dar más de lo que debe dar, haciendo que dañemos el material al hablar de lo
mismo, "Atada a ti" sería un solo libro, ya veríamos si después se me daba por hacer otro del mismo género. Garrett,
Sam y Benjamín me apoyaron. Aunque esto no les gustó mucho a Cayo y Aro.

María, la chica nueva, habló sobre su nuevo proyecto. Ella era genial tratando de temas cotidianos o que afectaban al
entorno social en que vivíamos; de hecho, tratar de hablar sobre el VIH era algo difícil sin embargo la "peque" —como la
llamábamos en la oficina— estaba haciendo un gran trabajo según Sam, su editor.

Beth terminó diciendo que a su "Entre muros y engaños" le faltaba poco, Benjamín no tenía ni idea de lo que estaba
escribiendo a pesar de ser su editor, pero cuando Beth hablaba de un b eb é sabíamos perfectamente que lloraríamos
como mártires pagando manda.

Luego de cuatro jodidas horas, por fin salimos de las oficinas de Volterra.

Conduje hasta el consultorio de Marcus y saludé a Eli cuando llegué. Marcus estaba ocupado con un paciente, así que
tomé una revista y decidí esperar.

—Bella, el doctor Collins dice que puedes pasar —murmuró suavemente Eliana, haciéndome bajar la revista y caminar
al corredor que me llevaba al consultorio de Marcus. El viejo Marcus era mi dentista desde hacía ya cinco años, me
gustaba venir aquí y charlar con él, aunque me jalara las orejas de vez en cuando.

El celular vibró en mis jeans y caminé leyendo el último mensaje de Alice, cuando sentí como alguien chocaba
conmigo. Perdí el equilibrio rápidamente, pero dos fuertes manos me sujetaron por la cintura y todos mis vellos se
erizaron al contacto de las fuertes manos con la piel expuesta de mi blusa. Levanté mi rostro para disculparme con la
persona con la que había tropezado, encontrándome con la sexy y brillante sonrisa de Doctor Sex.

— Yo sabía que te morías por volver a estar en mis brazos, Isabella Swan, pero creo que habíamos quedado de vernos
esta noche —murmuró mostrándome su sonrisa torcida. Me removí soltándome de sus brazos y caminando hacia
atrás, estaba preparada para contestarle pero Marcus salió en ese instante del consultorio.

—Bella, hija —miré a mi doctor y traté de darle una sonrisa—. Edward, espero verte dentro de un mes. —Edward asintió
y yo negué con la cabeza antes de entrar al consultorio, me senté en la silla de la tortura.

Como siempre, Marcus me regaño por el consumo de hielo, y me hizo la respectiva limpieza, programándome para el
siguiente mes.

Salí del consultorio directamente a casa. Cuando llegué, abrí mi laptop y me dediqué a escribir.

Estaba quedándome dormida cuando escuché que tocaban la puerta. Suspiré sonoramente, sabiendo perfectamente
quién estaba del otro lado del umbral, metí mi celular en el bolsillo trasero de mi jeans y tomé las llaves de Mikey. Abrí
la puerta y Edward estaba ahí.

Tenía unos vaqueros desgastados y un suéter negro.

— ¿Nos vamos nena? —apreté las manos cuando me llamo "nena".

—Cullen, que sea la última vez que me llames nena —murmure entre dientes mientras cerraba mi puerta y lo
escuchaba reír—. Iré en mi coche.

—Como tú quieras.
—No te estaba preguntando —dije fingiendo hastío. Pero, sinceramente, estaba nerviosa. El elevador no tardó nada en
llegar; durante el viaje hasta los autos Edward no me besó, no se acercó a mí, tampoco dijo nada en doble sentido,
haciendo que mi nerviosismo aumentara. Sequé mis manos en mis muslos y pude volver a respirar cuando él se bajó
en recepción.

—Te espero en mi coche —expresó antes de salir del elevador.

Llegue rápidamente hasta donde había dejado a Mikey y me subí golpeando mi cabeza en el coche… me tomé mi
tiempo respirando fuertemente antes de encenderlo y seguir a Edward hasta su casa, el nuevo viaje en el elevador fue
igual de silencioso que el anterior.

—Acércate Isabella —dijo Edward cuando llegamos a su panel de control, dejándome delante de él. —A partir de
mañana, quiero que me esperes aquí. Perdemos tiempo valioso mientras voy a buscarte a tu casa, así que voy a hacer
algo, y siéntete afortunada, ni mi familia tiene acceso a esto.

—Oh… es un honor ser la primera —dije sarcástica.

—No juegues con el maestro, Isabella. No sabes lo que me enciende el sarcasmo. —Para demostrarlo, pegó su
cadera a la mía, haciéndome tragar saliva al sentir su erección en la parte baja de mi espalda—. Digita una clave de
seis dígitos que sea fácil para ti recordar, no puedes darle esa clave a nadie Isabella y, una vez la hayas digitado,
coloca tu palma aquí —me enseñó un scanner—: y eso, tendrás que hacerlo siempre que quieras entrar a mi casa —
hice lo que me pedía y luego Edward, digitó unos códigos más, abriendo las puertas de su casa.

Un cachorro Husky Siberiano salió de algún lugar de la casa, llegando a nosotros rápidamente.

—Hola bonita —Edward se agachó y acarició la cabeza del perro que movía su cola juguetonamente. Era un cachorro
apenas de pelo marrón con blanco y ojos azules—. Frey, ve a casa preciosa. —El perro, en vez de obedecerlo, llegó
ante mí, oliéndome—. Freyja —la voz de Edward se endureció—, a tu lugar bebé. —El cachorro lo miró, sin embargo,
empezó a moverse de un lado a otro, haciendo que Edward lo levantara del lomo—. No, no bonita, dije a casa. —Lo
miró frunciendo el ceño y no puede evitar mi sonrisa... Hijo de puta, era amable.

Hizo un mohín al perro riñéndole antes de girarse.

—Quiero que vayas a mi habitación, en el baño hay algo que quiero que uses y luego, reúnete conmigo en mi santuario
Isabella, ese será nuestro salón por hoy —susurró suavemente antes de irse por el corredor. Suspiré sonoramente
antes de caminar hacia su habitación, queriendo en realidad poder irme. Era cierto que él tenía un contrato, uno que no
valía nada pues no estaba notariado y bueno, no creo que me metan presa por no querer follar; además, ambos
teníamos mucho que perder. Pero más que todo, tenía mi palabra y él, había logrado que la primera escena sexual de
"Atada" fuera más que real, sentida y vívida. Caleb y Danielle habían hecho el amor a pesar de que había sido en un
callejón oscuro y en medio de una tormenta. Pude describir perfectamente como ella se había sentido, gracias —en
parte— a lo que yo había recibido de Edward el viernes.

Entré a la habitación y las imágenes de lo vivido en ese lugar atacaron mi cabeza, llegando una a una, cada beso, cada
caricia, jadeos… La cama tenía un edredón negro bordado finamente con hilos plateados y muchos cojines, inspiré
profundamente y caminé hacia el cuarto de baño. Había una bolsa negra colgada en un pequeño perchero, levanté mi
camisa blanca, doblándola y dejándola sobre el lavado antes de quitarme las botas y desabrochar el jeans quedando
en bragas y sostén. Abrí la bolsa negra encontrándome con un quimono de seda de igual color, quité mi sostén
quedándome solo con las bragas de encaje y deslicé la suave prenda por mi piel.

El corazón latiéndome a mil por hora, y las manos sudándome como si estuviese perdida en el desierto. Tomé mi ropa
colocándola sobre la taza del toilette y abrí la llave del lavado, enjugando mi cara; amarré mi cabello a una coleta alta y
salí de allí… antes de arrepentirme de toda esta locura.

Abrí la puerta del "santuario", las luces estaban bajas y las cortinas corridas. La primera vez que lo había visto noté
muchas cosas pero también obvié varias, como la chimenea que ahora estaba encendida y las ventanas que estaban
fijas a una pared de la habitación que mostraban gran parte de Manhattan y los espejos que estaban en la pared
contraria a las ventanas.

—Sigue adelante, Isabella —llené de aire mis pulmones. Así debían sentirse las vacas cuando van al matadero.

Excelente comparación. Vas directo al matadero, Isabella.

Negué enérgicamente y entré a la mullida habitación Edward, estaba en todo el centro del lugar; descalzo y tenía unos
pantalones holgados, desnudo del torso para arriba.
— ¿Sabes Isabella? —murmuró, llegando a mí con una copa de vino. La tomé rápidamente, había música muy suave
pero no podía ver de dónde salía—. He escogido esta habitación porque hoy necesito un par de cosas de ti. —Su mano
se fue hasta mis cabellos y tiró de la goma deshaciendo mi coleta. Tomé un trago de vino al sentir su exquisita
fragancia tan cerca de mí, sus dedos se colaron por mi cabello y masajeando mi cuero cabelludo, gemí internamente
por su experto toque—. Hoy quiero que te veas Isabella, fue muy placentero estar contigo hace unos días y pienso que
tu cuerpo ya se ha recuperado de la intromisión de mi falo. Está tomando todo de mí no recostarte en una pared y
follarte tan salvajemente como quiero, porque Bella —su voz bajó dos octavas—… ya no voy a hacerte el amor, voy a
follarte, tan simple como eso, voy a hacerte mía y a enseñarte a conocer tu cuerpo. Vamos a descubrirlo juntos, y vas a
estar tan saciada que te voy a hacer llegar al maldito infierno solo con el roce de nuestras pieles. Te enseñaré lo que
significa desear más de un encuentro sexual y lo mejor de todo, es que te enseñaré a vivirlo para plasmarlo… —Sus
labios descendieron hasta los míos, mientras sus dedos desordenaban mis cabellos. El beso fue frenéticamente
placentero, Edward succionaba mis labios, los mordisqueaba levemente e incitaba mi lengua a penetrar en su boca…
lamiéndola, succionándola y enredándola con la suya, haciéndome gemir entre sus labios.

Jodido Cristo Jesús… podía sentir cada uno de mis vellos erizarse ante el movimiento de sus labios y la humedad
acumularse en mi entrepierna.

—Gírate Bella —susurró moviendo sus labios a mi cuello antes de que sus manos tocaran mis hombros y temblé
levemente, aferrándome a la copa y girándome como él lo pedía, Edward hizo que me viera en el espejo—. ¿Qué ves
Isabella?

—Soy yo… —afirmé, llevando la copa a mi boca. Edward coló sus manos por mi cintura desanudando el quimono y
retirando la copa de mi mano. Se retiró dejándome parada frente el espejo, tenía los ojos llorosos, los labios
hinchados, el cabello revuelto... Vi a Edward colocarse detrás de mí, acariciando mis brazos hasta levantarlos y pasar
los suyos bajo ellos.

—Yo veo a una mujer hermosa —sus manos acariciaron el valle de mis pechos—. Tu piel es exquisita; tus pechos
turgentes, rellenos y con la medida justa, Isabella. Tienes una cara angelical, que incita a pecar solo por el hecho de
que mis besos te han dejado excitada para mí —mi respiración se aceleraba palabra a palabra, él no mentía. Por mi
cuerpo empezaban a recorrer las sensaciones de adrenalina que su toque me provocaba, se agudizaban mis
sentidos, recibiendo cada caricia elevada a dos. Sentir su cálido aliento en el hueco de mi cuello me estaba calentando
poco a poco —. Y tus ojos Isabella… Tus ojos me indican que quieres tanto como yo saltarnos todo esto y fundirnos en
uno solo… pero no lo haré. ¿Recuerdas el programa del viernes, Isabella? —Su mano descendió por mi vientre y se
coló por mis bragas, bajé la vista un momento pero su otra mano, agarró mi mentón dejando que mis ojos miraran
hacia el espejo—. Mira al frente Isabella, te vas a redescubrir hoy, pase lo que pase, no dejes de mirar al frente. Esta
noche, voy a hacerte llegar solo tocándote Bella. Acariciar es un arte y yo soy el mejor practicándolo. Tu cuerpo me
enloquece… me carcome, he pasado todo el fin de semana deseando follarte tan fuerte, adentrarme en ti tan
profundamente y no salir de ahí hasta que nuestro cuerpos rueguen por una tregua. —Por la cabeza de Thor, sus
malditas palabras estaban encendiéndome al millón, no sabía si eran ciertas o no, pero este no era el momento para
averiguarlo.

—Edward... —susurré con voz rasposa.

—Soy tu maestro, nena. Es mi deber enseñarte con cautela... Aunque tú provocas tantas cosas en mi Isabella, que lo
único que quiero es cogerte duro y fuerte, hacerte correr con mis dedos y mi boca. —Sus labios succionaron el lóbulo
de mi oreja, haciendo que mi vientre se contrajera fuertemente. Luego, con la mano libre, colocó mi cabello en mi
hombro derecho y dio pequeñas lamidas por todo mi cuello, acercándome más a él—. No cierres los ojos Isabella...
Mírate, míranos. ¿No somos lo más perfecto del mundo Bella? —deslizó el quimono, dejándolo caer por mi cuerpo en
una caricia sutil y sensual—. El cuerpo de una mujer debe ser alabado —esos labios por toda mi columna vertebral, su
cálido aliento embotaba mis sentidos, erizaba mi piel… humedeciendo ahí por donde pasaba, mientras mi cuerpo era
una maraña de espasmos. Sentía su lengua apenas rozando mi piel, tomándose su tiempo hasta mi trasero,
acariciándolo con sus manos y se tomó su tiempo solo acariciando, antes de deslizar mis bragas levemente
humedecidas.

Me volteó hacia él, arremetiendo contra mi boca, su beso era desesperado, desorbitante, tan salvaje y pasional que me
sostuve de sus hombros ante la ferocidad del envite de su lengua en mi boca, cuando solté un pequeño jadeo
serpenteando la mía y sometiéndola a su placer. Enterré mis uñas en sus brazos y mordisqueó mi labio inferior antes
de halarlo y soltarlo fuertemente, haciéndome sisear y separándose de mí.

—Debería disculparme por eso, pero no lo haré. Si no lo hacía, ahora mismo tu espalda estuviese empotrada en uno
de esos espejos Isabella. —Sus manos empezaron a masajear mis pechos fuerte y suave, alternando su forma de
tocar hasta que mis pezones no fueron más que dos piedras duras alrededor de sus dedos—. Amo tener este poder
Isabella, tu cuerpo se resiste pero yo puedo controlarte —retrocedí y él negó con la cabeza, sus ojos eran oscuros y su
respiración agitada—. ¡Maldita sea! —cayó de rodillas sin dejar de machacar mis pechos—, quiero hacer esto bien
pero tu cuerpo me lo está poniendo difícil... Emanas sensualidad, Isabella y eso es lo que yo veo cuando te observo. —
su lengua lamió entre mis pechos y mi cuerpo se volvió gelatina, temblé ante lo húmedo de su lengua y reuniendo toda
mi cordura para no desfallecer... él me debilitaba, pero no era la única débil en esta habitación.

Su lengua se paseó por mi pecho derecho dejándolo humedecido, antes de tomar mi pecho con una de sus manos
dejando mi pezón recto para él; abrió la boca exhalando suavemente y el aire caliente sobre mí ya más que estimulado
pezón me hizo estremecer, mis manos se colocaron en sus cabellos deslizando mis dedos por sus mechones
cobrizos. Edward gimió junto a mí cuando con la punta de su lengua atendió el pezón, primero lento luego más rápido,
removiendo la punta de su lengua como un remolino alrededor de mi pezón.

Alá, buda... Jodido Odín y todos los dioses nórdicos, mis piernas temblaban y tenía que poner todo de mi para no
dejarme caer, la mano libre de Edward se aferró en mi cintura mientras él seguía con la torturante caricia solo en la
punta de mi pecho hasta llevarlo dentro de su boca y lo succionó fuertemente, tiró del un par de veces y luego dejó que
su lengua envolviera mi aureola, frotándome con sus labios, boca… estaba ardiendo y él, parecía darse un festín con
mi pecho dentro de ella. Empezó a dar vueltas a alrededor y no pude más.

Gemí vergonzosamente, sintiendo como mi entrepierna se humedecía aún más... Dios solo estaba tocando mis
pechos y el dolor en mi vientre bajo era demasiado para mí, dio un pequeño mordisco a la vez que su mano descendía
hasta separar mis labios vaginales, acariciando mi muy mojada vagina... El calor corría por mi cuerpo
vertiginosamente, mientras él seguía mamando y tocándome tan superficialmente, que creía que moriría en cualquier
momento. Empujó mi pezón contra su paladar aprisionándolo con su lengua a la vez que introducía uno de sus dedos
en mí y con el otro, presionaba mi clítoris haciéndome ver fuegos artificiales por todo el salón, mientras mis piernas se
flexionaban no pudiéndome sostener.

Edward me pegó a su pecho con la mano que tenía en mi cadera, sin dejar de embestirme con su dedo y pasando la
lengua al otro pezón, repitiendo la torturante caricia hasta que mi boca se abrió gritando incoherencias, presa de mi
segundo orgasmo. Boqueé como pez fuera del agua, intentando por todos los métodos posibles sostener el aire en
mis pulmones, sintiendo el descontrolado latido de mi corazón. Edward sacó su dedo mojado de mi intimidad y me
separó de su cuerpo, antes de trazar con sus dedos planos en mi abdomen que luego siguió con su lengua.
Repartiendo besos en mis caderas en mi ombligo y bajo mis pechos... llevándome nuevamente al frenesí.

—Edward —mi voz salió pastosa, sentía mi boca seca mientras él seguía repartiendo besos por todos lados—.
Edward...

— Pídelo. —Su tono de voz no era muy diferente al mío—. Pídemelo Isabella...

—Por favor...

—No lo haré hasta que no lo pidas... —murmuró en mi ombligo, haciendo círculos alrededor del con su lengua y
embistiéndolo tímidamente. Ya estaba en el infierno, este hombre me dominaba, me hacía sentir débil y sensual y yo
ya estaba perdida, más atada al fuego de la pasión que la misma Danielle.

—Hazme tuya, Edward...

..

Me parece que Isa se hace desear... Maldita perra suertuda.. La odio!, ella tiene lo que yo quiero jajajaj Buenio mis
chicas por desición unanime del Harem del Doctor Sex (Grupo de Face), el capi es subido hoy. Pero el proximo sera el
otro fin de semana lo se es mucho tiempo pero cada cap necesita tiempo si no terminare escribiendo barrabusadas
ademas mi estado de animo no es el mejor en estos momentos, En fin mil gracias por sus favoritos, sus comentarios
y sus alertas que ustedes lo amen a él tanto como yo alegra mi vida.

Mil gracias a Jo hermosa que betea maratonicamente joder se acosto a las 3 am solo para entregarme el cap hoy (y
eso que le dije que se tomara su tiempo porque yo simplemente no puedo tener un cap y no subirlo), a Adri que se ha
convertido en alguien muy especial para mi que me esta ayudando en todo lo que puede y a quien le jodo mas la vida
despues de Salem, Salem y Eve... Sois mis chicas nenas gracias por todo lo que me dan de verdad.
A ti que estas leyendo gracias por tomarte unos minutos comentes o no el hecho de que saques de tu tiempo para leer
esta locura sexosa ya es mucho.

FELIZ CUMPLE a mi MU MARIA GABRIEL! que cumplas muchisisimos mas mi reina DTB y te guarde. Y ya me extendi
asi que me voy nos vemos... Cuando este listo el capi siguiente jajajajaja.

Ya sabe la que quiera unirse al Harem en el cap pasado esta el link y en mi perfil esta mi face o busquen a Salem de
mi amor

Besosotes

Ary.
*Chapter 11*: Clase II : toca, aprende y ama
Disclaimer: los personajes de Crepúsculo son propiedad única y exclusivamente de la señora Meyer, yo solo los
utilizo para mi diversión.

Capítulo beteado por Jo Beta Ffad, Betas FFAD

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Todos somos atractivos o atractivas

Con poca luz y b uena lencería

¿Qué más da ser guapa que guapo?

Si todos somos hijos del orgasmo.

Hijos del orgasmo

Xhelazz

Clase II : toca, ama y aprende

—No Isabella… — su voz sonó ronca y gutural—, tú ya eres mía.

Mi espalda golpeando uno de los espejos, la erección de Edward caliente en mi cuerpo. Besos. Jadeos. Caricias que
me quitaban toda razón. El inmenso placer que te otorga el clímax cuando arrasa tu voluntad, embota tus sentidos y te
convierte en una marioneta en brazos del otro; pero sobre, todo la satisfacción de ver a tu amante disfrutar tanto o más
como lo haces tú.

Creo que en este momento cuando el placer llega y enciende todo mi cuerpo, puedo entender el afán de Edward por
entregar todo para mi disfrute, por hacerme sentir bien, hermosa, pues cuando yo gano, él lo hace también.

Edward me recostó en su cama, antes de dejarse caer a mi lado. Me preparaba para el ataque recriminatorio de mi
conciencia; esperé a que Edward se durmiera completamente saciado de mí; esperé en un cómodo silencio hasta que
no pude más y me removí levantándome de la cama.

— ¿A dónde vas? —murmuró Edward, su voz no sonaba adormilada, estaba excitado, lo podía percibir.

—Supongo que hemos concluido la clase de hoy, así que me voy a casa —dije firmemente. No podia mostrarle lo que
en verdad sentia. El vacio que quedaba despues de hacer esto.

—Estás muy equivocada si crees que hemos terminado —dijo sentándose en la cama—, apenas estamos
comenzando —acarició uno de mis pechos y siseé—. ¿Te duele? —asentí porque dolía, como cuando eres pequeña y
te caes de la bicicleta raspándote las rodillas. Edward me haló hasta la cama nuevamente antes de levantarse y buscar
algo entre las cómodas de su habitación. Me quedé unos minutos observando su trasero; las cobras que enmarcaban
su espalda se movían como si tuviesen vida. ¡Dios! Ese tatuaje debió doler.

Edward se giró con un frasco en las manos, se sentó gloriosamente desnudo a mi lado, su miembro aún se mantenía
firme… Me pregunté internamente si utilizaba la pastillita azul; abrió el frasco que traía en sus manos y colocó un poco
de ungüento en sus dedos, lo extendió sobre mi pezón suavemente, cerró el frasco y lo colocó sobre la mesa de noche.

—Evitará la quemazón —dijo sin dejar de mirar mis pechos—. Todas las mujeres que he conocido, tienen
desproporción en los pechos, de hecho todas lo tienen, pero a ti no se te nota mucho Isabella; tus pechos son tan
perfectos como tu hermoso y jugoso sexo —sonrió con su marca personal de gesto torcido y guasón de sé que puedo
hacerte el amor ahora y no dirías que no—. Eres perfecta aquí —una de sus manos aleteó sobre mi vagina,
haciéndome brincar de expectación.

Sonrojo apareciendo en tres… dos… uno.

— ¿Quiero hacerte un par de preguntas? —dije jalando la sabana y cubriéndome, algo estúpido para alguien a quien
ya había estado expuesta y jadeante; aún así me daba pudor.

—Soy todo oídos —murmuró bajando la sabana de mis pechos—. Te quitarás el ungüento, prometo dejarlos
descansar por esta noche. ¿Qué ibas a preguntarme?

—Siempre vamos a… Tu sabes —carraspeé frente a la palabra esa— todas las noches… ¿vamos a Follar? —Edward
sonrió mostrándome esa sonrisa que hacía que mi mundo diera vueltas.

—Siempre y cuando tú y yo queramos Isabella, ya sabes lo que se siente hacer el amor, sabes la pasión de la entrega
a la hora de follar fuerte, pero aún te falta mucho por aprender. No todas las clases serán practicas, también he de
llevarte a lugares muy interesantes, podrían servirte para libros más adelante. Sin embargo, la mayoría de las clases
serán en mi departamento a no ser que prefieras que vaya al tuyo. ¿Algo más?

— ¿Vas a llevarme a sitios donde hagan orgías? ¿Cómo en nuestra primera vez?

—No son lugares donde "hacen" —hizo comillas— orgías, son lugares de sexo libre, sin inhibiciones.

— ¿Has estado en alguno de esos lugares? —lo interrumpí.

—Sí, he visto. No he participado… soy bastante selectivo con quien comparto mi cama.

—Sí, como no —rodé mis ojos en irónico gesto—. Te vi en el estacionamiento genio —bufé.

Edward acarició mis costados.

—Conozco a Lauren hace muchos años, Bella. En cuanto a las orgías, las prefiero de una en una, así puedo dedicarles
el tiempo que se merecen; aunque dicen que la mayoría de las fantasías sexuales de un hombre es estar con más de
una mujer, la verdad es que tenemos un solo falo, ¿me hago entender?

No entendía lo que me decía pero asentí, algunas veces Edward me hablaba en su idioma de sexo insaciable que todo
lo ha probado y yo me quedaba haciéndome interrogantes todo el tiempo. Suspiré y mi vista se enfocó en su
entrepierna, Edward siguió mi mirada y acarició su miembro suavemente.

—Lo sé, soy bonito —dijo con arrogancia.

— ¿Nunca te cansas? —dije señalando su miembro semi erecto.

— ¿Te preguntas porque puedo pasar muchas horas teniendo sexo y no cansarme? —asentí—. Practico el sexo
tántrico Bella, el sexo se hace con espíritu, con alma, se unen mente y respiración, tanto en los preámbulos del coito
como en la consumación del acto. Eso hace que pueda durar mucho más a la hora de intimar sin minimizar mi
desempeño sexual —lo miré atentamente, ¿sexo tántrico? —Un día de estos lo podremos practicar con calma, nena —
fruncí el ceño—. En India, Zafarina me enseñó todo acerca de esto y créeme, luego yo te lo enseñaré a ti —se colocó
sobre mí, uniendo nuestros labios en un beso mordelón y esquivo—. Ahora… tengo otros planes —retiró la sábana de
mi cuerpo, dejándome caer suavemente en la cama con él sobre mí.

Desperté sola en la cama al día siguiente, me removí incómoda sintiendo la punzada en mi entrepierna; Edward era
insaciable. Por muy sexo tántrico que él practicara, a veces era demasiado. Escuché arcadas y caminé justo para tener
un pequeño deja vu; Edward estaba arrodillado frente al escusado expulsando lo que no lo había visto comer.
— ¿Edward estás bien? —lo llamé sin entrar, sentía mi estómago revuelto de solo escucharlo.

—Sí, tranquila —escuché como jalaba la palanca y abría el grifo del lavado, salió tembloroso del baño y, desnudos
como estábamos, lo ayudé a llegar hasta su cama—. Lamento haberte despertado.

— ¿Qué hora es? —le pregunté observándolo, estaba pálido, sudoroso y temblaba levemente—.Edward, ¿estás
seguro que te encuentras bien? ¿No quieres que llame a alguien?

—Son las siete menos veinte minutos y sí, estoy bien. Solo comí algo en mal estado. —Su mano derecha apretó
fuertemente el puente de su nariz—. Sufro de migrañas fuertes, no te asustes… —murmuró bajo su aliento—. Ven,
recuéstate aquí junto a mí. —Me acosté a su lado, quitando varios mechones de cabello de su frente.

Él estaba helado y yo no tenía corazón para irme y dejarlo. Cabrón, odioso y patán aún era un ser humano, uno que no
se encontraba muy bien en ese momento. Me acosté a su lado y él sin abrir los ojos amarró con su brazo mi cadera,
pegándome más a su cuerpo. Me giré a medio lado y él se encajó en mi espalda colocando su cabeza en el hueco de
mi cuello y deslizando una de sus piernas entre las mías.

Ese fue nuestro primer contacto íntimo sin nada sexual de por medio y, por primera vez, me sentí realmente cómoda y
no intimidada a su lado.

Volví a despertar muchas horas después, Edward ya no estaba a mi lado. Recordé que mi ropa estaba en el santuario,
así que enrollé mi cuerpo en una de las sábanas para poder ir a buscarla. Iba a entrar al santuario, pero me detuve al
escuchar un par de voces masculinas, aun así caminé hasta las puertas de madera y cristal un hombre de tez rojiza y
cabellos negros estaba ahí, lo reconocí de la fiesta de salón.

—No voy a hacerlo, Jake —dijo Edward entre dientes. Jake, el hermano de Edward, recordé.

—Hermano, tienes que entender.

—Los que tienen que entender son ustedes maldita sea, porque no pueden simplemente apoyarme y estar conmigo.

—Mamá quiere verte, todos estamos contigo Edward, recuerdas cuando Carlisle nos llevó a casa... Recuerdas el
abrazo que nos dio Esme. No puedes ser tan jodidamente burro —terminó gritando.

—La culpa es de Carlisle, tenía que quedarse callado.

—El día de la fiesta llegaste, diste el discurso comiste y luego desapareciste, preferiste estar con alguna de tus
amiguitas que con mamá. —Mierda, ese día él había ido tras de mí, pero no se había quedado conmigo, apreté las
manos fuertemente a la sábana.

—Ese día no tenía ganas de ir, me dolía la cabeza y lo sabías, aun así hice lo que me pediste. Hice acto de presencia,
saludé a todos y me vine a casa... solo —bufó—. No voy a empezar a darte explicaciones a estas alturas de mi vida
Jacob, mucho menos considerando que me emancipé a los dieciséis años. — ¡Mierda, sí que había sido precoz! yo
había tenido practicamente que suplicarle a Charles para que me dejara ir a la universidad.

—Leah está embarazada —Woo…, esa era una buena noticia; sin embargo, la voz del tipo se escuchaba tan dolida.

—Felicitaciones, Jake —la voz de Edward se escuchaba sincera, no feliz. ¿Sería un bebé no deseado?

—No puedo disfrutar de la noticia no sabiendo que tú… —La voz del hermano era contrita, me pregunté qué ocurría,
pero en ese momento Frey se metió entre mis piernas lamiendo mis tobillos y provocándome cosquillas—. No estás
solo —el chico se levantó del sofá.

—Debe ser Frey. —La perrita seguía juguetona, jalando mi sábana y caminando hasta la puerta—. Ves, es Frey; ven
aquí bonita —dijo Edward suavemente pero Frey seguía jalando la sábana. Charles decía que tenía dos pies
izquierdos, así que fue cuestión de minutos para que mis pies se enredaran en ella haciendo que mi cuerpo se
impulsara hacia delante.

Cerré los ojos y gemí internamente ante el dolor, quité el cabello de mi cara para ver a Edward y a Jake mirándome
fijamente.

— ¿Así que Frey? —murmuró el grandote sin dejar de mirarme, Edward tenía una sonrisa divertida. Se acercó a mí
sonriendo estúpidamente, tenía puesto unos boxer grises jodidamente ajustados y yo estaba enrollada entre las
sábanas de su cama—. ¿Edward? —Jake enarcó una de sus cejas.

—Es mi novia, Isabella —clavé la mirada en él, queriendo tener los súper poderes de Clark Kent o de Ciclope y
exterminarlo con ella—. ¿Te hiciste daño, bonita? —pensé que me lo decía a mí, pero el muy maldito se agachó a
coger a Frey—. No te lastimaste, bebé —acarició la cabeza del cachorro, Jake le dio un codazo y él sonrió dándome la
mano—. ¿Estás bien, nena? —me dio su sonrisa relampagueante y le tomé la mano, reuniendo toda la dignidad que
pude. Arg quería matarlo, acabarlo, podía usar una de las espadas de su santuario. Maldito hijo de su regaladisima...
Inhala, exhala Isabella...

— ¿Novia? —Jake parecía asombrado—. ¿Tú? —lo señaló con un dedo y Edward me acercó a su cuerpo. Me aferré a
la sábana con todas mis fuerzas y él aprovechó para rodear mi cintura con uno de sus brazos y dejarme delante de él.

—Sí, mi novia... Isabella, él es mi hermano Jacob, puedes decirle chucho.

— ¡Edward! —el chico parecía enojado pero estaba riéndose.

—Está bien dile Jake... Jake, ella es Isabella. —Jake me extendió la mano y se la tome tímidamente. Ya me las pagaría
Edward Cullen por burlarse de mí, ¡idiota!

Edward besó mis cabellos y pellizcó mi trasero haciéndome saltar.

—Quisiera poder quedarme aquí, pero creo que es mejor si me voy a cambiar —solté temblorosamente el agarre de
Edward—. Si me disculpan —y antes que alguno pudiera parpadear ya yo había desaparecido de allí.

Recogí mi ropa rápidamente y me di una ducha exprés. Cuando salí nuevamente a la sala, no había nadie ahí, aunque
se podía escuchar que Edward y su hermano estaban en el estudio. Respiré profundamente, Frey estaba echada
sobre el sofá masticando un juguete de hule. Me movió su colita y acaricié su cabeza antes de salir del departamento y
bajar todo lo rápido que el ascensor me permitía.

Llegué a casa y me di un baño relajante, mis huesos lo necesitaban después de la noche que había pasado, me tiré
en la cama y dormité un rato, varias horas después estaba sentada en la cama con la laptop entre las piernas,
chateando por skype con Alice.

Cuando el sábado llegó estaba muerta. No, estaba más que muerta, me pesaba cada hueso de mi cuerpo. Desperté
entre los brazos de Edward y me desperecé dejando que su fantástica ducha de hidromasajes hiciera su trabajo.

—Ya no más, Edward—murmuré cuando lo sentí tras de mí—. Lo juro necesito un descanso —pude sentirlo sonreír
mientras se pagaba a mi cuerpo. No podía negarlo, follar con él era espectacular. No hizo ningún tipo de comentario
acerca de que su hermano nos había visto, y Edward había tomado su tiempo para explicarme cada cosa referente al
sexo antes de que acabase recostada sobre cualquier superficie de su departamento.

Los primeros tres días me sentí como una puta.

En efecto lo eres…

Negué con mi cabeza, la vocecita chillona y molesta no se había ido… Pero luego empecé a ver el sexo como lo que
era… Sexo y, Danielle y Caleb, me lo estaban agradeciendo infinitamente. Esos dos parecían conejos en época de
apareamiento, cualquier lugar era bueno para una follada.

Edward empezó a pasar la esponja jabonosa por mi cuerpo, haciéndome jadear cuando tocaba lugares que estaban
sensibles, se tomaba su tiempo limpiando cada parte de mi piel.

—Debo ir por Bree —susurré cuando sus labios se deslizaron por la parte trasera de mi cuello mientras sus manos
acariciaban mis pechos. Su obsesión por ellos era rara…
—Aún es temprano —murmuró, atrapando mi lóbulo izquierdo, haciendo que mi espalda se pegara más aun a su
pétreo pecho.

—Sale a las ocho son las seis treinta, déjame en paz Edward. ¿Qué? ¿No te basta la noche? —me separé de él,
frunció el ceño saliendo de la ducha enojado, me encogí de hombros y continúe mi baño, cuando salí Edward estaba
sobre la cama boca abajo dejando su trasero al aire, tomé mi celular, mis llaves y me fui.

No teníamos que despedirnos como eternos enamorados, unas cuantas folladas no nos hacían amigos… por muy
bueno que el maldito fuera en la cama. Además, yo no tenía con quién comparar.

Pasé por Bree y juntas fuimos al súper, mi hermana cada vez se veía mucho más cómoda conmigo y yo también lo
estaba, mientras que Renée no fuese tema de conversación. Luego, fuimos al Blockbuster y compramos The Hunter
Games, había escuchado que era buena y Bree tenía un enamoramiento por Josh Hutcherson, según ella era lindo.
Sus palabras no las mías.

Invitamos a Alice a nuestra noche de películas, ya que estaba deprimida porque Jasper estaba fuera de la ciudad, por
un seminario. Bree y yo habíamos pasado gran parte de la tarde acomodando la sala, cuando el timbre se escuchó.

—Debe ser Alice —dijo mi hermana.

—Sí, yo abro. Tú puedes ir por las palomitas —dije caminando hacia la sala.

—Bells, ¿también saco los panquecitos del horno? —gritó desde la cocina.

—Sí —abrí la puerta—. Alice va… —mis palabras quedaron trancadas en mi boca. Frente a mí estaba Edward Cullen.
No tuve tiempo de reaccionar, sus labios succionaron los míos tan deliciosamente como siempre, un beso carnal y
algo violento al que me adapté rápidamente, ya que la mayoría de sus besos eran así, lo siguiente que sentí fue cómo
algo se hacía añicos contra el suelo.

Me separé de Edward jadeante y cerré los ojos antes de girarme, encontrándome con los ojos azules de Bree abiertos
a más no poder.

—Bree puedo explicarlo… —dije mirando a mi hermana que estaba inmóvil.

—O puedo hacerlo yo —Edward se adelantó a mí—. Edward Cullen —le tendió su mano—, soy el novio de tu hermana.
— ¿Qué? ¡Joder! Cero y van dos, maldito. Quería castrarlo por desgraciado, dejarlo impotente, todas esas cosas que
se le hacen a un hombre para darle una lección.

Entonces, las lecciones acab arían Bella y adiós lib ro.

Esa era mi tonta conciencia, que era muy inoportuna a la hora de planear sanguinarias venganzas.

—Brithany Higginbothan —mi hermana tendió su mano, pero Edward se llevó los nudillos a la boca dándole un ligero
beso. El rostro de Bree fue un semáforo en rojo instantáneo.

—Bree —mi hermana asintió—, Bella me ha hablado mucho de ti —dijo tendiéndole lo que traía en sus manos: Coca
cola y Pizza.

—Bells, creo que he dañado los ponquecitos —dijo mi hermana agachándose a recogerlos, Edward se agachó junto a
ella.

— ¿He llegado en mal momento? —preguntó de manera inocente, le di una mirada de muerte antes de hablar.

—Bree, termina de organizar las cosas en la sala y yo me encargo de recoger esto con Edward. —Bree llevó la pizza y el
refresco hasta la sala y yo me agaché junto a Edward—. ¿Se puede saber qué demonios haces aquí? —murmuré con
los dientes apretados

—Tú conoces a Jake y a Rose... estaba en desventaja.

—Nuestro pacto es de lunes a viernes, te quiero fuera de aquí ¡ya!

— ¿Te quedas a nuestra noche de películas Edward? —gritó Bree desde la sala.

—Y destrozar el corazón de tu hermana —dramatizó—. Sí, Bree. Será todo un placer —me dio esa mirada que me había
dado la última vez que habíamos visto una película, levantando sus cejas y sonriendo burlón.
—No. Te vas a ir ya, inventa cualquier cosa, yo puedo soportar cualquier pendejada tuya sobre las películas, pero Bree
es menor —susurré. ¡Por qué demonios susurraba! Me levanté con los pedazos rotos de loza, mientras Edward recogía
los panquecitos dañados siguiéndome hasta la cocina.

—No voy a irme, tú y yo tenemos un contrato donde me obligas a ser monógamo —dijo la palabra como si fuese un
suplicio—. Si fuese a algún lugar, voy a encontrarme con una chica linda y follarla hasta el amanecer —caminó hacia mí
hasta dejarme atrapada entre sus brazos y la mesa de granito.

—Qué quieres que haga Edward, si te acuestas con una mujer, nuestro contrato queda nulo y tendrías que explicarme
lo que falta.

Edward rió interrumpiéndome.

—Eres consciente que este contrato es ridículo, Isabella. El hecho que yo esté aquí, habla de quien soy.

—Un prepotente hijo de… —Inhala… exhala Bella, a este paso mis pulmones serían de buzo profesional.

—Sí, sí… todo eso y mucho más. Y todas las mujeres tienen algo de putas Isabella —lo miré mal—. No me mires así
Bella, una mujer debe comportarse como tal si quiere tener el hombre de su vida a su lado, así que no me ofende si
me llamas así, estoy demasiado aburrido solo en casa así que me dije a mí mismo: Mí mismo, vayamos a visitar a
nuestra novia y conocer a su hermana… y ¡voilâ!, aquí estoy.

—Pues ¡yo digo aquí te vas! —dije empujándolo un poco.

—Y yo digo que me provoca besarte y, ¿por qué no? Tengo que tomar lo que me pertenece. —Dios mío porqué me has
abandonado. Gemí internamente cuando sus labios sometieron a los míos, lo mordí fuertemente pero él sonrió
divertido pegando su cadera a la mía y afianzando sus labios a los míos, me alzó sobre la mesa y siguió besándome
ardientemente.

Dejé de pensar y me aferré a él con piernas y brazos; sin importarme que Bree estuviese afuera. Edward Cullen era
como una droga, era como tomar tres latas de Coca-Cola de un solo bocado. Besarlo era un placer, su aliento
mentolado era adictivo, sus manos acariciaron mi costado hasta bajar al borde de mi camiseta y levantarla un poco y…
¡Por un demonio! Necesitaba alejarme, pero sentir su piel contra la mía, era demasiado placentero. Mis manos se
colaron entre sus cabellos cobres y jalarlos levemente, una de sus manos acarició mi vientre haciendo que mi cuerpo
completo se contrajera, antes de sentir como abrían la puerta.

— ¡Jesús, María y José! —Alice gritó haciéndome quedar inmóvil—. No coman pan delante de los pobres. —Edward se
separó de mí y pegué mi rostro a su pecho—. Gracias a Dios que he dejado a Ness con mi madre.

—Hola Ali —murmuré empujando a Edward.

—Alice —Edward le dio su sonrisa patentada—. Es un gusto volver a verte. Como siempre, tan inoportuna —caminó
hacia ella.

—Y tú, tan exquisito como un orgasmo y tan petulante como el señor Darcy —murmuró Alice. Amaba que mi amiga
mostrara firme, pero estoy segura como que el infierno quema, que las bragas le temblaban. Edward amplió su
sonrisa antes de tomar una manzana del tazón de frutas y salió a la sala.

—Estás jugando con fuego Isabella —murmuró Alice.

—All…

Alice no me miró, colocó un bote de helado de pasas al ron dentro del refrigerador, y tomó el otro abriéndolo y sacando
unas cucharadas y dejándolo en una taza.

—No te estoy recriminando, pero puedes salir con graves quemaduras. Por cierto, ¿qué hace aquí? —preguntó,
metiéndose una cucharada a la boca.

—Se ha auto invitado a mi departamento y Bree lo ha invitado a quedarse en la película —murmuré robándole helado a
Alice.

—Hey, toma tu taza —siseó—. En fin, ¿qué peli veremos?

—The Hunter Games, Bree la escogió.


— ¿Es la película en donde todos se visten como Lady gaga? —me encogí de hombros porque no la había visto.
Garrett decía que esa película era irreal—. Ah no… es aquella donde la chica tiene que elegir entre el chico enano poco
interesante y el guapote sexy. —Alice metió una cucharada de helado a su boca.

— ¡Te escuche! ¡No te metas con Josh! —gritó Bree desde algún lugar de la sala.

—Alice, no me cuentes la película, por favor.

Alice rodó los ojos.

—Bueno, al menos no es la de vampiros gay —salió de la cocina, tomé el caramelo y las palomitas y salí hacia la sala.
Edward y Bree reían abiertamente como si fueran los mejores amigos.

— ¡Bella! No me habías dicho que tenías novio —Alice enarcó una ceja en dirección a mí— y que era tan chistoso,
además de ser el presentador de "Hablemos de Sexo". Las chicas van a morirse cuando les diga que mi hermana
anda con la voz más sexy de Nueva York.

¿Qué? Nooo…. Bree no podía decir nada, como si me leyese el pensamiento Edward habló.

—Es preferible que omitas decir quién soy, con que digas que tu hermana sale con un hombre sexy, es suficiente —
dijo engreído—. No quiero que a tu hermana la atosiguen los paparazzi.

—Además, apenas estamos conociéndonos.

— ¿Tú lo sabías All? —preguntó Bree a Alice—, ¿que Edward es el Doctor Sex?

—Ammm…. —Alice me miró y yo asentí— sí. De hecho, nos conocimos hace un mes cuando Bella hizo una entrevista
en ese programa por el libro.

—Wooo…

—See… eso mismo dijo tu hermana cuando me vio. ¡Woo! fue amor a primera vista, ella me invitó a salir y no la culpo,
soy irresistible. —Edward mostró su sonrisa por enésima vez en la noche y… sí señores, habían tres bragas
temblando en la sala.

—Lo que eres es un petulante —caminé hacia ellos, sentándome entre Alice y Edward pero él me sentó sobre sus
piernas.

—Así me quieres, nena. —Me dio un beso en la mejilla. ¡Mierda! ¡Cómo demonios tenía que decirle que no me dijera
nena!

— ¿Vinimos a ver una película o a hablar? —Alice estaba insufrible.

—Yo pongo la película —Bree se levantó del sofá y yo aproveché para meterle un codazo a Cullen mientras mi hermana
no miraba, él se quejó y yo me bajé de sus piernas—. Eso sí les advierto, se burlan de la estatura de mi Joshi ¡y los
madreo a todos!

La película estaba buena, tenía un buen reparto y ese tal Gale estaba como lo recomendaba el doctor, lo que no me
parecía era la falta de lucha por los padres, o sea, ¡se llevaban a sus hijos a una muerte segura! Lo mejor de todo, era
que Edward aunque parecía aburrido no se había metido con la película ni insinuado nada sexual.

Estábamos viendo el "beso" si es que podía llamarse así de los protagonistas cuando Alice habló.

—Katnnis es frígida. —Todos giramos en dirección a ella que llevaba su tercera taza de helado a la boca—. No me
miren así, ¡esa mujer no se le ve ningún tipo de emoción! —dijo exaltada—. Eso no se le puede llamar beso, la tipa
parece que tiene un pedazo del iceberg que hundió el Titanic enterrado en el culo.

— ¡Alice! —chillé mirando a Bree que en esos momentos reía estrepitosamente, Edward —fallidamente— trataba de no
reírse.

— ¿Qué Bells? No me vengas de mojigata, había visto mujeres secas y esa… ¿Será que la autora estaba falta de un
buen…?

— ¡Alice Marie Elizabeth Brandon de Whitlook! —grité incapaz de evitar reírme.

—Yo no creo que sea frígida —me giré mirando a Edward, podía con Alice pero Edward, negué con la cabeza pero él
sonrió ladinamente antes de continuar—. Petta la amasaba bien cuando estaban en esa cueva, tu sabes él es experto
en… amasar —su voz fue seductoramente narcótica—. Eso es sólo una careta. Tú sabes, para que sigan creyendo que
ella es la fuerte, pero dentro de la cueva se deshace por él. La tensión sexual entre esos dos es palpable, la pregunta
del millón de dólares es ¿habían cámaras en esa cueva? —En ese momento, Alice y Bree estaban destornillándose de
la risa.

Dios que nunca podría volver a ver una película con Edward, ¡para él todos tenían una tensión sexual palpable!

Después de la hora del chiste, todos nos concentramos en terminar de ver la jodida película.

Después de eso, Bree quería ver Blanca Nieves y la leyenda del Cazador, pero Edward nos explicó por qué no
debíamos verla.

—Es una mala influencia. Seguida muy de cerca por Mulán.

—No te entiendo que tiene que ver Mulán con esta pelicula—Alice preguntó.

—Sencillo, esta chica no solo seduce al hermano de su madrastra y le clava un puñal cuando el menos lo espera, se
escapa al bosque y luego emprende un viaje con el cazador... Sola Ella era una mujer y el un hombre... Ella tiene de
blanca paloma lo que tengo yo de monaguillo —puntualizó.

—Ahora soy yo la que no entiendo —dije y luego me arrepentí.

—Ademas es basada en Blanca Nieves la peor princesa de Disney—puntualizo y enarque una ceja—no es tan
inocente como se ve, se escapa de casa siendo adolecente y se va a vivir con siete tipos. ¡Siete! ¿Quién me dice a mí
que ella no fornicaba con esos hombres?

—Edward, es un cuento infantil.

— ¿Era Blanca Nieves pura e inocente? ¿Siete hombres y no hacía nada? —tomé un puñado de palomitas y se lo
aventé—. Son preguntas de las que nadie tiene respuestas —dijo seriamente.

Alice y Bree se agarraban la barriga para dejar de reír.

—Tienes un novio muy chistoso, Bells —dijo Bree recobrando la compostura. Alice respiró fuertemente, limpiándose
las lágrimas.

— ¿Por qué dices que Mulan es peor?, ¿qué tienes contra la heroína de China? —preguntó Alice aun sin reponerse.

—Bañarse en un rio sin que nadie la viera… eso es sospechoso. Me huele que Shang la vio en alguna de sus guardias
o tal vez ella vio a Shang. ¿Ustedes se imaginan lo que debió sentir el pobre hombre cuando se sintió sexualmente
atraído por otro hombre que al final resulta ser mujer? O sea, o es bisexual o es gay. —Alice negó con la cabeza y luego
fue a la cocina, pensé que vendría con su cuarta taza con helado pero ella traía…Traía ositos de goma, antes de que
pudiera tomarlos Edward se los quito.

—Ositos pornográficos —dijo abriendo la bolsa y regándolos en una de las charolas vacías. Bree lo miraba fijamente
mientras el colocaba los ositos en posiciones nada morales—. Ositos pervertidos, todos se cogen con todos —
murmuró y luego empezó a hacer ruiditos como "más fuerte rojito" "quiero verte pegar piñita" "eres verde como Hulk;
quiero ver si te crece como Hulk" ¡Dios! mi cara había pasado por todas las tonalidades de rojo, Bree y Alice reían como
dos niñas pequeñas. Estábamos tan concentrados que, no nos habíamos dado cuenta que había empezado a llover
hasta que un maldito trueno hizo su aparición, haciendo que me pegara inmediatamente a Edward.

Lo único que faltaba era que se fuera la luz.

Y se fue…

—Contemos historias de terror —dijo Bree. Habíamos iluminado la sala con velas y llovía intensamente.

—Ni te atrevas —susurré a Edward, quien alzó sus manos en señal de inocencia… una que no tenía.

Cuando se le ocurrió contar algo sobre el campamento de vaginas, coloqué mi mano en su boca haciendo reír a las
chicas, estábamos riéndonos relajados y petulante Cullen se veía como una persona normal. Después de un par de
historias sin ningún contexto sexual, Bree bostezo sonoramente.

—Creo que es hora de ir a dormir —dije mirando el reloj eran casi las dos de la mañana, a decir verdad también tenía
sueño.

—Es hora que me vaya a casa —dijo Edward, levantándose del suelo en donde habíamos terminado.

—Pero afuera está lloviendo… a cantaros —Bree dijo lo obvio.

—See… al parecer Freyja dejó sin sexo a Odín nuevamente —dijo Edward socarrón, Bree sonrió—. Tranquila, estoy
acostumbrado a conducir tarde por el programa.

—No puedes irte, ¡quédate con Bella! Alice puede quedarse conmigo.

¡What! Al parecer lo había dicho en voz alta porque Alice y Bree me miraron. La primera estaba burlándose, ¿podía uno
emborracharse con helado de pasas al ron?

—Pues… no es que no hubiesen dormido juntos antes, ¿no Bella? —Maldición, Alice—. Vamos Bree, guíame hermana
—dijo entre risas, mientras se llevaba a Bree. Habíamos tomado helado, comido palomitas, panquesitos, pizza y Coca-
Cola y, podría jurar que Alice había tomado algo más.

—Estoy cansado —Edward murmuró—, imagino que la habitación que queda desocupada es la tuya —dijo antes de
perderse por el corredor.

Bufé sonoramente antes de apagar todas las velas y caminar hacia mi habitación. Edward estaba quitándose la
camisa cuando entré.

—Tengo una bolsa para dormir —musité buscando entre el closet mi bolsa de camping.

—Está haciendo frio —dijo Edward sentándose en la cama y quitando sus zapatos—, te vas a congelar ahí adentro —
me giré sonriendo todo lo que daba.

—Yo no dormiré ahí.

— ¿Ah no? —Edward alzó una de sus cejas, gracias a unas velas y a la luz que nos proporcionaba la luna.

—Tú dormirás allí —sentencié.

—Sí, como no —negó con su cabeza y se quitó el pantalón…. Dios ese bóxer gris se le veía…—No seas estúpida Bella
hace una semana que dormimos juntos, bueno hacemos más que dormir, pero ese no es el caso a menos que tú
quieras… —clavé mi mirada en él—. No voy a dormir en un estúpido saco de dormir. —Se acostó en mi cama
cómodamente—. Si tú quieres hacerlo, ¿quién soy yo para impedírtelo? —apreté mis manos en mis muslos, antes de
tomar una sudadera y un suéter gigante y caminar en dirección a mi baño. Maldito seas Edward Cullen.

Me acosté en la cama a su lado completamente vestida… silencio, solo se podían escuchar las gotas de lluvia caer.
Intentaba dormir, pero no tenía sueño; así que me giré de medio lado justo antes de sentir a Edward pegarse a mí.

—Bob Esponja y Patricio son Gay—no sé por qué pero el comentario me hizo reír.

—Genio, eso lo sabe todo el mundo.

—Sabes que follan debajo de la piedra de Patricio.

—Edward, no me interesa hablar de la vida sexual de Bob esponja y Patricio estrella.

— ¿Sabías que Pinky Winky tiene problemas de personalidad? Él decía que también era chica, por eso usaba cartera.

—Quien es Pinky Winky —sabía quién era pero quería picarle.

— ¡Joder nunca viste los Teletubbies! Pinky Winky, Dipsy, Laa-laa y Poo. Pinky Winky era el morado..

—No sabía que te gustaran ese tipo de programas.

—Y no me gustan, pero algo debía sofocar los gemidos mientras me masturbaba.

—Porque no te duermes y ya —susurré sonriendo ante su ocurrencia, no podía imaginarme a Edward Cullen
masturbándose mientras veía los Teletubbies.

—Winnie Pooh también es gay.


—Edward por favor, no te metas con Winnie.

—Pero qué culpa tengo yo que él y Tigger...

—Edward...

— ¿Y cuando alzaba a Pigleet sobre su cabeza? Ese era un oso depravado —sonrió al sentirme reír—. Gírate, Bella.

—No… — si me giraba estaba perdida.

—Anda, gírate —me obligó a hacerlo.

— ¿Qué quieres? —Él unió nuestros labios en un beso suave, profundicé el beso y pedí acceso a su boca, Edward me
estaba dejando dominar. El beso se subió de tono y antes de preverlo, ya estaba sobre él.

Edward tenía sus manos en mi cintura, mientras nos besábamos como si no hubiese mañana. Mordiéndonos,
luchando con nuestras lenguas y jadeando entre besos; mis pulmones clamaron por aire y me separé con la
respiración acelerada.

—Buenas noches, Isabella —sonrió pagado de sí mismo, estaba húmeda y él estaba más firme que la torre Eiffel. Mi
centro palpitaba dolorosamente, pero no es como si fuese a follar con él estando Bree y Alice a una habitación. Me bajé
de su regazo frustrada y me giré a medio lado, uniendo mis piernas. Edward se aferró a mí, colocando su prominente
erección en mi trasero y me jaló dejando mi espalda pegada a su pecho. ¿Así quién podía dormir?

De eso, había pasado ya una semana. Dos semanas de clase. Más de sesenta orgasmos y mucha información
sexual.

Pero yo enfrentaba lo que todo escritor odia: un bloqueo espantoso.

Edward me estaba enseñando a disfrutar la sexualidad, este hombre tenía una resistencia de hierro, pero yo no era
tonta, recibía por lo menos dos orgasmos diarios, mientras que él a veces no se liberaba. Era eso o yo estaba en la
efervescencia del clímax que ni lo sentía; cuando le preguntaba, me decía que era por el tantra. Había leído cosas en
Internet acerca de eso, pero no entendía un carajo y Edward solo decía que no me saltara su pensul*

No tenía nada que hacer, había enviado a Garrett los seis capítulos de "Atada" y ahora mismo, Danielle y Caleb habían
peleado porque su ex había regresado y la maldita era linda. No, era hermosa, rubia cuerpo kilométrico y 1.70 de
estatura... Nada que ver con los 1.55 de Danielle y su pelo negro sin chiste...

Joder, era buena. Caleb había discutido con Danielle y ella, lo había echado de su casa sin escuchar sus explicaciones
y luego, él había tenido que volar a Suecia por problemas en la planta.

Miré por enésima vez mi laptop y el cursor titilando en el último punto del párrafo.

«Desesperación, es el correr de la sangre por tu cuerpo es sentir que todo se derrumb a y que no puedes hacer nada,
tan sólo mirar con el desastre se cernía sob re tú cab eza. Lo amab a… lo amab a y, en ese momento lo odiab a tamb ién.
Odiab a que él me poseyera de semejante manera, odiab a que mi cuerpo sólo estab a vivo cuando el presionab a mi
piel de manera urgente; odiab a el sonido de su voz alentándome, sus gemidos pequeños en mi oído cuando entrab a y
salía de mí. Lo odiab a de la misma desgarradora manera en que lo amab a…

Yo sólo respirab a y decía: ¡Dios! Dame fuerzas para continuar, dame fuerzas para sob revivir…

Danielle maldecía una y otra vez que Geraldin hub iese regresado, era derrumb ar la pared invisib le que ella y Caleb
hab ían puesto a su alrededor.

Lo extrañab a... Necesitab a sentir su calor cuando el pasab a por el cuarto de fotocopiado y, accidentalmente, le rosab a
la espalda. Necesitab a sentirlo, escucharlo, olerlo, sentir su presencia poderosa a su lado; él era su otra mitad, su
corazón y su todo. Necesitab a llamarlo, decirle que la perdonase por ser una tonta insegura, que no quería dudar de él,
que estab a celosa de todo y de todos, que en ese momento lo añorab a, que él era necesario como el aire, que no
estab a viva si él no venía y le decía:
—Eres mi b omb ón.

Tomó su celular de la mesa de noche y b uscó el número entre sus contactos: Cal-eb .

Al principio le hab ía parecido una b uena b roma, ese era el nomb re real de Superman... y él era su héroe. Oprimió la
tecla rápidamente escuchando los pitidos sab ía que en Suecia apenas amanecía... un pitido, dos pitidos... Colgó.»

Mi celular sonando insistentemente sacándome de mi lectura.

—Bueno —contesté al tercer timbrazo, dejándome caer en la almohada.

—Isabella. —La voz de Edward se escuchaba cansada.

—No, el pájaro loco, pero puedes dejarle un mensaje —dije bufando—. Obvio que soy yo Edward. Qué necesitas, son
las —miré el reloj en mi laptop—… 1:30 y nos veremos hasta dentro de doce horas, a no ser que desees dejarme en
santa paz hoy.

—No digas bobadas. Necesito verte antes.

—Y yo que se me desbloqueé la cabeza, pero en fin, nunca tenemos lo que queremos.

—Isabella es serio, te espero dentro de una hora en el centro comercial Eclipse —cortó.

Si papá; claro papá, yo estoy b ien y tú... ¿que vaya a X lugar? Sí papi, ya voy.

Tire el teléfono en algún lugar de mi cama antes de levantarme e ir al baño.

Una hora después aparcaba a Mikey frente a Eclipse Mall, Edward estaba en toda la entrada y se veía jodidamente
ardiente; el sol se le reflejaba en ese endemoniado pelo cobre, haciéndolo lucir rojizo. Tenía unas gafas oscuras y un
traje de dos piezas negro pantalones hechos a la medida, zapatos brillantes y camisa tan blanca como su jodida
sonrisa... Sí, el muy maldito le sonreía a cualquier falda que se moviera. Sequé mis manos en mis jeans y anudé mi
cordón suelto antes de llegar a él, acomodando mi gorra y mis lentes.

—Sabes que puedo tomar eso como una infidelidad —dije llegando a él.

—No estoy haciendo nada.

—Míralas—señalé a las chicas que estaban cerca—, estoy segura que entrarán a la primera tienda de lencería que
vean solo porque tienen que cambiar sus bragas.

—Es parte de mi encanto —me sonrió, ¡me sonrió igual como les sonreía a ellas!

—Borra tu estúpida sonrisa o voy a darte una patada en donde no alumbra el sol —dije entrando al centro comercial...
de repente estaba enojada, muy enojada. Mega cabreada.

Edward tomó mi mano y me besó delante todas esas mujeres. Un beso largo y con lengua incluida. Podía sentir
pequeños flashes, pero los ignoré. Me coloqué de puntillas y profundicé el beso.

Me b esa a mí, perras.

¿Qué? ¿De dónde salió eso?

Edward finalizó el beso, dándome uno pequeño sobre mis labios y luego, tomó mi mano, adentrándonos a donde sea
que me quería llevar.

— ¡No voy a entrar ahí, Edward Cullen! —dije mirando el maniquí vestido de cuero y el letrero de neón.

SEX SHOP—SIN TABU

A mí aún me quedaba algo de tabú.

—No seas mojigata, Bella. —Edward me tomó de un brazo y me obligó a entrar.

¡Por los clavos de Jesucristo! ¡Esto era el templo de la perversión!

Lencería, vibradores, estimuladores de clítoris, lubricantes, disfraces, muñecas inflables. Ropa de cuero, vídeos porno,
¡pinzas para los pezones! Miré a Edward que me veía con su sonrisa relampagueante.
—Cualquiera que te vea, es capaz de decir que nunca habías estado en un Sex Shop —lo miré a los ojos y él soltó una
gran carcajada—. ¡Nunca habías estado en uno! —me miró sorprendido—. Joder, Bella, ¡tienes 26! —me encogí de
hombros—. ¿Nunca has usado uno de estos? —me mostró un ¡falo!, ¡sí! ¡Era un jodido Falo! De caucho y luego oprimió
un botón y lo hizo vibrar entre mis manos. Haciéndome saltar—. Es un jodido vibrador Bella.

—Sé lo que es, pero me tomó de sorpresa. Alice me regaló uno para mi cumpleaños 25.

—Y, ¿tienes historias calientes que contar? —murmuró roncamente.

—No, lo devolví y me compré... —callé, no iba decirle que había comprado lencería por la devolución de ese aparatejo.

—Deberías ir y buscar algo de lencería, quiero ver como se ve tu cuerpo con encaje, de preferencia rojo o negro. Algo
lindo y provocativo, nena —iba a replicarle pero Edward se había girado y caminaba hacia la recepción.

Seguí mirando los estantes del lugar, había un pene colgado a un cinturón.

— ¡Lencería! —gritó Edward desde algún lugar—. No juguetitos Lésbicos. —Joder. Miré el espejo que estaba sobre mí;
Edward se reflejaba perfectamente, me guiñó un ojo y me dio su sonrisa patentada, zapateé fuertemente y caminé
hasta donde estaba la lencería.

Él quería que comprara ropa sexy. Bien, haría lo que el Dios del sexo deseaba.

Media hora después de probarme lencería, escogí tres conjuntos: uno rojo, uno negro y uno vino tinto. Llegué hasta
Edward que hablaba animadamente con la cajera que acomodaba sus falsas tetas siliconadas, haciéndolas verse
más de lo que ya se veían bajo su camisa de tirantes.

— ¿Escogiste todo cariño? —preguntó, agarrando un mechón de mi cabello.

—Sí bebé, todo lo que quiera el Rey —dije sarcásticamente. Edward entregó su tarjeta dorada a la cajera y con un brazo
se aferró a mi cintura.

—Factura lo que yo escogí también, y nos das los dos pedidos en bolsas separadas —le dio una mirada sexy y podía
jurar que la tipa iba caer desmayada.

Es más creo que podía adivinar sus pensamientos por la forma en cómo me veía: Qué hace un homb re como él, con
una cucaracha como ella.

Decidí ponerme traviesa y colocarme frente de Edward acariciando su pecho sobre su camisa blanca y soltando los
tres primeros botones de ésta, me coloqué en puntillas y tome las solapas de su saco y le besé.

Él parecía aturdido, pero rápidamente sus brazos amarraron mi cintura siguiéndome en el beso. Un pequeño
carraspeó nos hizo separarnos, la cajera tenía la sonrisa más hipócrita que le había visto a alguien, le dio su tarjeta a
Edward junto con un recibo y dos bolsas de lo más obscenas: eran un par de piernas abiertas y las agarraderas eran
justamente ahí.

Jesús, María y José...

Caminamos hacia la salida del centro comercial, Edward llevaba las bolsas. Caminé delante de él, por vergüenza más
que nada; Edward caminaba de lo más normal, como si las bolsas que llevaba en sus manos fuesen un trofeo.
Llegamos hasta mi coche y Edward me encerró entre sus brazos y la puerta de Mickey.

No dejes que escuche como tu corazón late cuando lo tienes tan cerca.

Que reverenda estupidez...

Wiii… la voz había decidido aparecer, otra vez. Ya se le estaba haciendo costumbre.

Su mano acarició mi mentón, elevándolo y depositando sus suaves, sexys y calientes labios sobre los míos. Me aferré
a su saco cuando su lengua invadió mi boca... Tenía la fuerza de voluntad nula, porque se lo concedí inmediatamente.

Nos besamos por varios minutos hasta que el jodido aire fue necesario.

—Te veo en mi casa,después del programa. Ponte el negro, es sexy y contrastara con tu piel; en el baño está el
quimono de seda. Espérame en la sala nena —agarró mi barbilla nuevamente, acariciando con su pulgar mi labio
inferior—. Tengo muchas cosas preparadas para esta noche, te juro que lo que hemos experimentado hasta ahora...
Es una idiotez comparado con esto —volvió a besarme—. Nos vemos, Bella. —Me entregó la bolsa y se giró caminando
en dirección a su coche, me giré para abrir a Mikey—. Isabella —volteé a verlo—. Escucha el programa esta noche, te
dará una idea de lo que te espera. —Y, sin más, se fue...

Algo dentro de mí me decía que una inesperada lección sobre placer me esperaba.

Apuesto que estás emocionada…

¡Cállate voz!

Eran las 23:45 cuando digité el código de acceso que me había entregado Edward para entrar a su casa; me senté en
la sala de estar y encendí su estéreo sintonizando el programa, la misma rutina desde hacía dos semanas.

Frey llegó moviendo sus patitas peludas hacia mí, traía en su boca la zanahoria de juguete que le había comprado
unos días atrás; cuando la vi, me acordé de la película Bold. Movió su colita dejando la zanahoria en el suelo antes de
pararse sobre sus dos patas, apoyándose en mis piernas. La alcé dejándola sobre mis piernas mientras acariciaba
su lomo.

Frey era el bebé de la antigua loba siberiana de Edward. Había muerto después de que Jake la hubiese llevado a que
disfrutara un poco de la vida loca… Palabras de Edward, no mías. Al parecer, la perrita debido a su edad, no había
soportado el parto de los cuatro cachorros que parió, Edward se había quedado con la única cachorra, tres meses
atrás.

—Bienvenidos a Hab lemos de Sexo. Una noche más traemos un programa totalmente pervertido y para ustedes
nuestros queridos oyentes —habló Rosalie. ¿Dónde estaba Edward? Era él quién hacía la presentación del programa
todas las noches—. Les hab la Rosalie Hale y conmigo, mi compañero y anfitrión de este programa, Doctor sex. Buenas
noches Dsex.

—Buenas noches Rose. —Su voz, había algo en su voz. Frey al escucharlo, paró sus orejitas y como cada noche, se
hechó sobre sus patas frente al estéreo, mordisqueando su juguete—. Esta noche, vamos a hab lar de algo muy
entretenido para ustedes chicas, aunque nosotros los homb res lo disfrutamos, es solamente una etapa que quemamos
cuando somos adolecentes, pero ustedes mujeres, pueden practicarlo a cualquier edad. Es ob ligación como seres
humanos atender nuestras necesidades. Así que, en el programa de hoy chicas, hab laremos de la autosatisfacción y le
daremos las claves para llegar a su lugar feliz.

—Tema Interesante Dsex, cab e recalcar que nunca es tarde para intentarlo o practicarlo, aunque este sea uno de los
temas más injustamente tratados como "moralmente censurab les" —habló Rosalie bufando—. Estupideces inventadas
por una sociedad reprimida, provocarte un orgasmo es hacerte el amor tú mismo. —Una risita proveniente de Edward,
me hizo reír.

—Eso es cierto Rose. —La voz de Edward vagó aterciopeladamente por la atmosfera, aunque sentía algo en su tono
que no era el de siempre—. Hay muchos mitos acerca de la autosatisfacción. Que tendremos un lugar asegurado en el
infierno…

—Que se nos caerá el pelo —interrumpió Rose.

—Impotencia o frigidez, locura, enflaquecimiento prematuro… —continuó Edward—. Todo es falso. La masturb ación,
es una práctica sexual muy accesib le, que permite aprender acerca del propio cuerpo, explorar sus diferentes
reacciones y expresiones sexuales, innovar o fantasear con el propio erotismo, mantener el tono o vigor de los
genitales, lib erar tensiones, ya sean sexuales, físicas o psíquicas.

—Hay una investigación de campo que resalta ese punto DSex –apoyó Rose—, pero voy a ser más sincera. Mujeres no
se nieguen al placer. Masturb arse, como ya dije, es hacerse el amor uno mismo… ¿Por qué depender siempre de otra
persona para satisfacer nuestro deseo sexual? ¿O actuar como si el contacto con el propio cuerpo fuera un crimen, un
acto asqueroso, digno de repulsión y vergüenza? La masturb ación no es un hecho prohib ido o vergonzoso, sino una
fuente de placer y un método de demostrarnos nuestro cariño y aumentar nuestra autoestima. Cuando te autosatisfaces
te descub res y disfrutas tu cuerpo. Si consigues sab er lo que te gusta y lo que necesitas, estarás mucho más capacitada
para disfrutar el sexo, sola o en compañía.

—Los amantes vienen y van, pero tú… puedes mantener un constante idilio contigo misma —dijo Edward con voz
cancina—. Hab lando de este tema me llega a la mente la canción de la cantante Beb e: Con mis manos, me gustaría
que la escucharan —concluyó.

La música empezó a escucharse y tomé el celular, enviándole un mensaje a Edward.

En tu casa con Frey, ¿estás b ien? Te escucho extraño.

El respondió inmediatamente.

Estoy b ien. Espérame como te lo pedí, nena.

La canción terminó rápidamente y yo, alejé de mí las dudas cuando volví a escuchar la voz de Edward.

—Parte de la canción dice: "En el sillón de mi cuarto pienso en ti con mis manos. Una y otra vez, que b arb aridad…" —
Edward parecía ser el mismo de siempre hasta sonrió pero aún así, había algo ah—. Y termina: "no pienso llorar, de
eso ya me cansé, hoy voy a chillar, voy a andar con mis pies". Ella dice: No puedo depender de otra persona para
sentirme b ien. Desde hoy soy responsab le de mi b ienestar, de mi satisfacción. No le voy a conceder ese control a un
homb re. Puedo sentir satisfacción con mi pareja, y aún sola y tamb ién así soy feliz.

—Amo cuando hab las así —dijo Rosalie entre risas—. Tocarte suavemente el clítoris en caso de las mujeres o
simplemente tocarte el glande —para los homb res—, puede llevarte a la experiencia más extraordinaria de tu vida.
Aunque es claro que la masturb ación nunca podrá compararse con el coito en su totalidad, nos sirve para periodos
largos de ab stinencia forzada porque, escúchenme chicas y chicos, nadie es ab stinente por vocación una vez que
descub re los placeres del sexo.

—No solo tocando el clítoris puedes llegar a la cima del placer Rose, tamb ién están los pliegues internos sensib les,
llamados lab ios menores, puedes tocar amb as cosas al mismo tiempo. Recuerda que en el clítoris no empieza y
termina el placer de una mujer.

—He escuchado que masturb arse delante del espejo puede ser una experiencia muy satisfactoria para la mujer.

—Por supuesto que sí Rose, verse a sí misma acariciando y gozando del propio cuerpo, no sólo es un estímulo visual
que ayuda a ob tener un mayor orgasmo, sino que tamb ién ayuda a desacomplejarse, o simplemente, perder la
timidez. Tamb ién hay una nueva y famosa manera de masturb arte con algo más que tu imaginación, algo que se está
dando mucho entre los jóvenes hoy en día: El cib ersexo. —Esta vez la voz de Edward fue tan baja, ronca y sensual, que
mis bragas se humedecieron un poco… solo un poco—. Es una forma de sexo virtual en el cual dos o más personas
conectadas a través de una red informática se envían mensajes sexualmente explícitos que describ en una experiencia
sexual. Es un tipo de juego de roles en el cual los participantes fingen que están teniendo relaciones sexuales,
describ en sus acciones y responden a los mensajes de los demás participantes con el fin de estimular sus deseos y
fantasías sexuales. Aunque para esto se necesita tener una mente ab ierta y mucha imaginación.

—O… no tanta si tienes una web cam con esa persona —inquirió Rosalie.

—Pero puede ser peligroso Rose, esto sólo deb e hacerse con una persona de tu plena confianza y mucho mejor si
ocultas tu rostro solo por… prevenir —señaló Edward.

—Buen punto Dsex. El sexo virtual es una b uena forma de ob tener placer sin penetración ni contacto físico alguno, pero
como tú dices, muchas veces es utilizado para otros fines además del placer momentáneo es un juego con dos puntas
filosas, tamb ién tenemos el sexo por teléfono que es otra forma de sexo virtual.

—Las dichosas líneas calientes —dijo Edward jocosamente—. Pero esta noche queremos contarles los cinco métodos
más efectivos de masturb ación femenina

—Busquemos esferas y hojas chicas, esto nos puede servir más adelante. —La voz de Rosalie fue risueña y perspicaz.

—La primera es: estimular el clítoris. La mayoría de las mujeres suelen hacerlo con la mano pero tamb ién puedes
utilizar un vib rador y es súper sencillo; acaríciate, relájate y deja volar tu imaginación, ¡verás cómo te lleva a lugares
insospechados! Hazlo con ternura y sin prisas, ¡demostrarse cariño a una misma requiere su tiempo! No es llegar y
meter mano, necesitas relajarte para poder disfrutarlo —puntualizó—. Otro método de masturb ación femenina y tomen
notas chicas, sob re todo tú que estás escuchando —mierda, odiaba cuando me mandaba mensajes subliminales en el
programa—, es la inserción vaginal. Este método no es demasiado utilizado pero en ocasiones, cuando has permitido a
tu mente divagar durante un tiempo considerab le, es el que más te pide el cuerpo. Puedes utilizar un juguete erótico, un
vib rador o un dildo, incluso un calab acín o zanahoria —Edward se carcajeó—, solo no olvides ponerles un condón para
evitar posib les prob lemas —rió con ganas. ¡Este era mí Edward! Frené en seco, había dicho "¿MÍ?", negué con la
cabeza y seguí escuchando.

—Tamb ién puedes colocar una almohada entre tus piernas y frotar tu pub is contra ella, camb iando el ritmo, rotando,
variando el b alanceo… eso te excita sientes como la sangre te corre más a prisa —comunicó Rose— o simplemente,
junta las piernas o mejor, crúzalas, sin miedo ni vergüenza. Si encuentras un tope, la pata de una mesa cercana,
puedes apoyarte ahí y simplemente presionar rítmicamente tus muslos a la vez que contraes tu musculatura pélvica.

—O masajearte con una ducha de mano…Jugando con la temperatura, la presión y la forma en la que sale de la
regadera. Un, incienso, velas y música relajantes todo lo que necesitaras para alcanzar el clímax —se escucharon
varios sonidos—,. Queremos escuchar sus vivencias, llámennos y cuéntenos sus dudas, prob lemas y por supuesto, su
experiencia. Mientras tanto, vamos a una pausa musical y volvemos…

Una canción empezó a reproducirse. Recosté mi cabeza en el sofá, nunca me había masturbado, ni siquiera había
sentido la necesidad de hacerlo, estaba a punto de buscar una libreta y ponerme a anotar cosas… Ciber sexo, sonreí
como el gato con botas de Shrek antes de tomar mi celular y abrir una nota.

«El teléfono sonó en sus manos…

Cal –eb

Tomó una larga respiración. Tenía más de una semana sin sab er de él y la ab stinencia la estab a matando, respiró
profundamente una vez más antes de oprimir la tecla para contestar…

—Bueno —su voz fue temb lorosa.

—Nena… —la voz de Caleb fue dulce y arrolladora— Dani, no puedo seguir así —murmuro él —. Te deseo tanto, te
necesito tanto b eb é… mi b omb ón.

—Soy una tonta —respondió con la voz entrecortada quería llorar.

—Sí,eres una tonta y yo un energúmeno cavernícola. Sé que Gerald y yo tuvimos un pasado nena, pero está ahí en el
pasado, sólo quiero tenerte a ti en mi futuro… Dani, estoy famélico muñeca, necesito alimentarme y estoy tan lejos…
Tan lejos de mi hogar, de mi templo —cada palab ra era para Danielle un roció de agua fresca, ella lo necesitab a tanto
o más que él—. Estoy muriendo aquí, b eb é.

— Y yo…

—Necesito verte Danielle. Si no te veo un día más, volaré esta jodida sucursal en pedazos…

—Tomaré un vuelo, el primero que me lleve a ti.

—Eso tardara mucho, nena. Quiero verte hoy, ahora —su voz era urgente, toda la piel de Danielle estab a alerta,
caliente, eléctrica. Desde el mismo momento en que Caleb la hab ía reclamado suya, todo su cuerpo era una b raza
ardiendo, no podía parar, no podía dejar de pensar en él y su hermoso cuerpo rozando el suyo, piel con piel. Si él le
decía que la necesitab a, mucho más ella a él, estab an irremediab lemente conectados—. Tu cara preciosa, ver como se
mueven tus lab ios cuando hab las e imaginar que te estoy follando fuerte y despiadadamente —su voz salía ronca y
agitada—. Ve a mi departamento, tienes la llave; me conectaré en una hora necesito verte»

Releí lo que había escrito como no se me había ocurrido ellos tenían que arreglar sus diferencias el internet lo resolvía
todo.

—Hab lemos de Sexo, nuestro tema de hoy: ¿Sab es cómo llegar a tu lugar feliz? Tenemos una llamada al aire —
guardé la nota y me dediqué a escuchar a Edward. Frey volvió a mí y la dejé sob re mi regazo.

—Buenas noches, mi nomb re en Cris —murmuró apenada la chica—. Quiero masturb arme, aunque no sé muy b ien
cómo; y la idea de ponerme los dedos no es que me haga mucha ilusión.

—Es que la masturb ación, como ya explicamos, va más allá de ponerte los dedos Cris —murmuró Rose.

—Es sentir, es b uscar tú placer…

— ¿Podrían recomendarme algo?

—Un vib rador es una b uena opción —le recomendó Rose.

—En caso de que no lo tengas, puedes tomar uno de los consejos que dimos anteriormente. Algunas mujeres prefieren
el uso de almohadas o muñecos de peluche para montarse sob re ellos y hacer movimientos pélvicos hasta lograr el
orgasmo. El mejor consejo que podemos darte es que explores tu cuerpo y mantén tu mente en pensamientos que te
eroticen, no pienses en preocupaciones. El éxito de un orgasmo está en la mente, aleja preocupaciones y
pensamientos, solo piensa en sentirte excitada.

—Gracias Doc Sex , eres el mejor.

—Gracias a ti por llamar Cris, tenemos otra llamada.

—Soy Kata —dijo la chica más atrevida—, me masturb o desde los doce años.

—Y mi madre decía que yo era precoz —dijo Rosalie entre risas.

—La masturb ación es una de las mejores cosas de la vida, pero aunque sé que son tab úes. Una amiga me dijo que si
seguía haciéndolo, ib a perder sensib ilidad. Precoz o no, tengo 18 años y aún soy virgen de penetración, porque cuando
lo hago es sob re estimulando mi clítoris y como tu b ien lo dijiste Sexward, con uno de los muñecos de peluche que
tenía cuando era niña, en fin… Lo que quiero sab er es si esto es cierto.

—Es completamente falso —dijo Edward tajantemente—. La masturb ación es algo normal, solamente deb es
asegurarte de tener b uena higiene. Dices que te masturb as con un peluche, lo aseas periódicamente.

— ¿A doctor Sex? —La cabina se llenó de risas—. Lo siento, no puedo darte un rostro pero estoy segura como que
perderé la estrechez de mi vagina este año, que eres sexy como el infierno; así que te ha dado muchos rostros, el de
Rob ert Pattinson, el de Leo DiCaprio, Brad Pitt.

—Ok, lamento desilusionarte, no soy rub io —se burló Edward— pero sí soy sexy como el infierno.

—Aláb ate pollo que mañana te asan, decía mamá Doctor Sex. —Rose habló.

—Bueno soy sexy, aunque lo niegues —Edward parecía niño pequeño—. NO, no vas a tener ningún prob lema, si lo
haces de una manera sana y limpia, lavándote las manos o el ob jeto si es que lo utilizas, sea cual sea Kata.

—Una de las mejores formas de masturb arse en casa, es precisamente mediante el uso de cepillos de dientes
eléctricos —dijo Rosalie cuando la chica colgó—, de preferencia para niños, con cerdas muy suaves.

—Esta clase de masturb ación es intensa —afianzó Edward— y se alcanzan orgasmos muy fuertes, pero tamb ién se
tiene que prob ar poco a poco. Se recomienda realizar la masturb ación primero sob re las b ragas y una vez que el
clítoris se acostumb re, ya se puede hacerlo directamente. La imaginación no tiene límites chicas aquí el quid de la
cuestión es explorar conocer y satisfacerse.

—En nuestra página de Internet colocaremos más información sob re este tema, si tienes una duda o sugerencia
puedes hacérnosla llegar a través de cartas enviadas a la emisora o correos electrónicos a nuestra dirección web . Esto
es todo por hoy chicos, pero la masturb ación es un tema muy largo para hab larlo en un solo programa —dijo Rose
despidiéndose—. Por lo que los invitamos a sintonizarnos mañana a la misma hora y por este mismo dial para que
Hab lemos de Sexo.

—Buenas noches, Rose.

—Buenas noches, Doctor Sex.

—Los dejamos en compañía de Kani García y su canción Con mi amigo en el baño,hasta luego.

El programa acabó, abrí mi nota de tareas y empecé a teclear:

«Danielle salió de las oficinas de Stroux Holdings fingiendo una terrib le migraña, al menos era b uena actriz o eso
hab ía dicho su madre, cuando ella le contó la verdad de todo llorando.

Negó con su cab eza, su madre estab a en el pasado, y ahora solo importab a su héroe, su niño lindo e indefenso que
tamb ién hab ía huido de los maltratos del destino. Caleb … El homb re de hierro que no se dejab a intimidar y el niño
juguetón que solo salía a florecer cuando estab a junto a ella, hacía menos de dos semanas en que se hab ían fundido
en uno solo pero esas dos semanas le b astab an para sab er que Caleb Stroux sería alguien importante en su vida.

Ab rió el lujoso departamento de Caleb , encendiendó los interruptores de luz, solo hab ía estado ahí una vez desde que
tenía un ¿algo? con Caleb pero él, le hab ía dado una llave para que pudiese verlo ahí cuando él la necesitara.
Corrió al estudio y encendió la luz, caminó hacia el escritorio tomando una foto de un pequeño Caleb , no tendría más
de 8 años pero ya se veía lo hermoso que ib a a ser, miró su reloj aún faltab an veinte minutos para la hora que hab ía
dicho Caleb y estab a más que ansiosa.

—Una copa Dani, eso necesitamos una copa… —Caminó hacia el pequeño b ar de Caleb y tomó una copa de whisky
nunca le hab ía gradado pero sentía que la necesitab a. Volvió al escritorio, encendiendo la laptop y ab riendo todas sus
redes sociales, Skype, Msn, Twitter, Faceb ook… No sab ía por cual hab laría con Cal.

Se quitó la chaqueta del uniforme y los tacones, respiró profundamente justo antes que su celular sonara avisando la
llama…»

Un ladrido por parte de Frey me hizo saltar en mi asiento, Edward estaba en la puerta mirándome de arriba abajo, tenía
el saco entre sus manos y la corbata en uno de los bolsillos de este, las mangas de la camisa estaban arremangadas
hasta sus codos y lucía cansado, presionó el puente de su nariz fuertemente.

—Pensé que estarías lista —murmuró tomado a Frey, que tiraba de la bota de su pantalón.

—Lo siento, me dediqué a escribir algo para el libro.

— ¿Te desbloqueaste? —inquirió en un susurro.

—Algo…

—Ven conmigo —su voz fue baja, negó con la cabeza y caminó por el corredor. Guardé los cambios en la nota antes de
seguirlo, llegó hasta la cocina y abrió una puerta blanca dejando a Frey en el interior y acarició su sien antes de sacar
un vaso con agua del refrigerado; suspiró fuertemente y caminamos hacia su habitación Edward busco entre las
gavetas de su mesa de noche hasta encontrar una tableta de comprimidos.

— ¿Migraña? —él asintió—. Si no te sientes bien podemos posponer esto Edward.

—NO —esta vez, su voz no fue baja, fue tajante y determinada—. Estoy bien —sacó dos comprimidos y los tomó junto
con el agua. Se sentó en la cama y quitó sus zapatos; sacó su camisa blanca, desabotonándola lentamente… ¡Joder sí
que sabía cómo hacerse desear el cabrón! La dejó caer sobre sus hombros, dejando su pecho completamente
desnudo para mí, movió su cuello haciendo sonar cada uno de sus músculos se levantó dejándome ver las dos
cobras descomunales y caminó hacia el baño… Joder, lo detallé como siempre lo hacía; mirando los dos hoyuelos
que se formaban en su espalda baja—. ¿Trajiste lo que te pedí? —asentí, y Edward me dio una sonrisa torcida—. ¿Te
gusta lo que ves, nena?

—Negarlo sería una mentira, tienes un muy buen trabajado cuerpo Cullen.

¡Viva! Sub ámosle más el ego al grandísimo hijo de…

¿Cómo diablos le pongo bozal a esta voz interior inoportuna?

—Lo sé, vivo para mantenerlo así y ver esa expresión en el rostro de las mujeres. —Me reprendí internamente por
idiota.

Te lo dije…

— ¿Dónde está el negligé?

—En la sala —no dijo nada en cambio se metió en el baño y salió con el quimono de seda y una bolsa en su mano.

—Ve a una de las habitaciones de huéspedes y colócate el negligé y cúbrete con esto, cuando termines, toma diez
minutos y regresa aquí.

—Porque no me desnudo y ya —Edward negó con la cabeza llegando hasta mí, cerró los ojos fuertemente y me tendió
la bolsa.

—No, harás lo que te he dicho Isabella. No me lleves la contraria, o esta será una clase de cómo te azoto el trasero por
tu rebeldía —tomé la bolsa de su mano y salí dándole un fuerte portazo a la habitación.

Entre en una de las habitaciones de huéspedes y me desvestí rápidamente dejando todo sobre la cama, Diez minutos
doctor Sex… que sean veinte. Entré al baño y me di una ducha relajante, este baño era más bien común, como el mío
en casa, pero la idea era que el maldito me deseara así como me hacía desearlo a él.
¡Mierda lo deseo!

Eres más lenta de lo que creí. Si no lo desearas como lob a en celo, empezaría a creer que eres una masoquista frígida.
Pero ahora que lo entiendes, te ascenderé a Masoquista cachonda.

Negué con la cabeza y salí del baño, me coloqué las bragas de encaje y el muy trasparente corsé; tomé los ligueros a
juego y los ajuste donde debían ir, antes de abrir la bolsa que Edward me había entregado. Jadeé al ver el contenido
unos preciosos y muy altos zapatos de Jimmy Choo estaban dentro de una caja negra, ¿Cuánto podían medidor estos
jodidos zapatos? ¿Diez? ¿Quince? Centímetros…

¡Mierda voy a matarme con estos artefactos!

Sin embargo, una parte de mí quería ponérselos; así que al final, alejé todos los malos pensamientos de mí teniendo
relaciones sexuales salvajes con el suelo del departamento de Edward y me los coloqué, perdí el equilibrio las dos
primeras veces pero a la tercera, puede sostenerme y caminar con ellos sin parecer una tonta. Me miré en el espejo
del tocador que era de cuerpo completo y casi no podía reconocerme…

Solo me faltaba algo de maquillaje para parecerme a Nicole Kidman en la película Mulange Rouge.

Sip, pareces toda una señora de la vida nocturna.

A eso me refería.

Había escogido el negligé color vino, Edward había dicho el negro… pero Edward no era Charles para decirme que
debía o no ponerme.

El contraste del color con mi piel me hacía sentirme sexy y bonita… Tomé el quimono de seda negra y lo dejé que
arropara mi cuerpo antes de suspirar fuertemente y salir. Apreté la manija del cuarto de Edward y la puerta se abrió, las
luces estaban bajas, pero se podía ver perfectamente toda la habitación gracias a la luna; el balcón estaba abierto
dejando que la claridad se colaran por el ventanal, desafortunadamente, también el aire frío. Estábamos en invierno
época de lluvia… Caminé hasta ahí y cerré las dos ventanas de vidrio.

— ¿Edward? —Lo llamé pero no tuve ninguna contestación como todas las noches desde su Ipod se escuchaba una
suave música y habían inciensos ubicados estratégicamente en la habitación, caminé hacia el baño empujando la
puerta suavemente—. ¿Edward, dónde estás? —Maldición, ¿ahora íbamos a jugar a las escondidas? Joder eran casi
las dos de la mañana. Seguí caminando hasta la puerta pero al girar la manija esta no cedió—. Edward estos juegos
no me gustan —declaré enojada—, abre la puerta.

—No… —su voz se escuchó desde los altavoces del Ipod, miré su mesa de noche y un Ipad estaba ahí, fui hacia ella
tomándola para ver a mi muy sexy cabrón arrogante sentado en el trono de cuero que estaba en su despacho.

—Edward, abre la puerta no me gustan estas cosas y…

— ¡Podrías callarte un momento! —dijo frustrado—. Hoy no voy a tocarte —murmuró, apretándose el puente de la nariz.

—Woo, por eso está lloviendo: Doctor Sex no está cachondo —murmuré sarcásticamente. En las dos semanas que
llevábamos de clases, habíamos intentado no tener intimidad una noche pero todas las clases finalizaban con él y yo
enredados en una masa de piernas y brazos en su cama.

—Muy chistosa Isabella, ¿necesitas que mi dardo se entierre en tu tableta de tiro? — alzó una ceja sardónicamente y yo
me encogí de hombros.

—Me es indiferente. Simplemente, no me gusta estar encerrada y sola —en efecto no me gustaba, era uno de los
castigos favoritos de Charles.

—Escuchaste el programa atentamente —asentí—. Eso está bien, espero que hayas tomado nota —miré bien a
Edward, lucía cansado. Tenía nuevamente grandes ojeras bajo sus hermosos ojos verdes. Esperen ¿había dicho
hermosos ojos? ¿Qué demonios?— Isabella, en el cajón de la cómoda hay un regalo para ti —enarqué una ceja en su
dirección—. Ve Isabella —dejé la tableta en su sitio y caminé hacia la cómoda y sacando un maletín con un moño rosa.
¿Para qué diablos quería yo un maletín?— Ábrelo, Isabella. —¿Qué demo…? Miré hacia arriba y una cámara con
sensor de movimiento estaba ahí. Una cámara que no había visto hasta hoy, caminé lo más rápido que los zapatos me
permitieron y tome el Ipad encarando a Edward.

— ¿Dónde estás Edward? —pregunté controlando mi enojo, yo esperaba que esa cámara no hubiese estado ahí
desde hacía dos semanas atrás—. ¿Por qué hay una cámara con sensor de movimiento en tu habitación? ¿Desde
cuándo está ahí?

—Esas son muchas preguntas, Isabella.

—No te las des de listillo conmigo, Cullen —dije enfurecida.

—Uno, estoy en mi estudio. Dos, necesitamos esa cámara para la clase de hoy y tres, está ahí desde esta tarde pero la
quitaré mañana. ¿A no ser que tu desees que nos la quedemos?

—Olvídalo Vaquero… Es más, no quiero esta clase.

—No puedes negarte Isabella, es mi voluntad y tú eres mía. ¿Tienes mi maletín?

—Tú me ves y yo no —murmuré sardónica.

—Me estás viendo, Bella…

—Edward, no juegues conmigo o…

— ¿O?...

— ¡Apago la luz! —see… lo sé, infantil. ¡Pero no se me ocurrió más nada que decir!

— ¿Me crees tan estúpido como para que la cámara no pueda captar tus movimientos a oscuras? Pon el maletín en la
cama y ábrelo, te juro que si te portas bien antes que acabe la noche mi polla estará tan dentro de ti, que olvidarás en
qué mundo vives.

Palabras… Dios, con solo sus palabras me hacía arder por dentro.

—Obedéceme, Isabella —murmuró. Dejé el dichoso maletín en la cama y destrabé sus seguros, abriéndolo
rápidamente.

Madre del amor hermoso, ¡¿qué rayos era todo esto?!

Teorias chicas que contiene el maletin de regalo de mi sexyman! jajajaja

Gracias mil gracias a ADRI ella no solo se toma el tiempo de jalarme las orejas, darme ideas y complementar
pequeñas frases, si no que tambien me motiva a seguir adelante Joder te quiero resto muñeca...

A Salem de mi alma... Fue la que mas sufrio con mi cuasihuida... A Eve y sus multiples consejos,a Gine que nunca me
desampara y a Jo y su paciencia con este hombre

Y a ustedes que leen y aman a mi doc, a las chicas del harem del doctor Sex que esta semana me mostraron su apoyo
mas que nunca Mil y MIL gracias aun siento que les debo una disculpa por mi arrebato del miercoles os juro que nunca
mas volvere hacerlo...

Esperemos tener cap la proxima semana. :)

Besitos mil y muchisimas gracias por leer y comentar

Ary :)
*Chapter 12*: Clase III: con mi amigo en el baño
Disclaimer: los personajes de Crepúsculo son propiedad única y exclusivamente de la señora Meyer, yo solo los
utilizo para mi diversión.

NA: es un placer para mí decirles que esta historia está debidamente Registrada por SafeCreative bajo el código
1305285174880

Capítulo beteado por Jo Beta Ffad, Betas FFAD

www facebook com / groups / betasffaddiction

Que fui a una tienda

que lo que he comprado

me sirve mejor que el estar a tu lado

que dos aterías me han funcionado

mejor que tus b esos y que tus ab razos

ya no diré yo mas nunca te extraño

pues no me hacen falta ya mas tus engaños

para dar migajas y hacerme más daño

mejor soy feliz

con mi amigo en el b año

Con mi Amigo en el baño

Kany Garcia

Cuando menos lo esperas.

— ¿Te gusta mi regalo, nena? —La voz de Edward sonaba ronca y susurrante.

— Son… —mi voz quedó atascada en mi garganta.

—Vibradores, Bella… —Aún sin poder verlo, supe que un gesto sarcástico adornaba su muy bonito rostro.

— ¡Sé lo que son, Edward! —casi grité—. ¿Qué pretendes con esto? —dije sin entender.

—Bella… Bella —escuché su risita irónica a través de los parlantes del Ipod—. Pues, de decoración se vería vulgar y,
para mi propio placer, poco varonil. ¿No crees, linda? —murmuró—. Es hora de que me muestres cómo buscas el
placer en ti.

— ¿Masturbándome? —pregunté como una tonta.

— ¿Y cómo más, Isabella? La clase de hoy se refiere a eso; tú provocándote placer. ¿No has escuchado el programa
de hoy? —Se carcajeó de manera sensual—. Necesito estar seguro que, cuando yo no esté para darte satisfacción
sexual, tú podrás hacerlo por tu cuenta. —No supe por qué su afirmación me hizo sentir un gran vacío en el pecho—.
Así que hoy, quiero ver cómo te tocas, que descubras lo que te gusta y que te encuentres contigo misma en ese
aspecto.

—Edward yo…

—Saca todo del maletín y déjalo a un lado de la cama —susurró.

—No voy a poder hacerlo, lo he intentado antes Edward y nunca... —me daba vergüenza admitirlo, así que solo me
limité a bajar la cabeza y empuñar mis manos.

— ¿Nunca te has tocado, Isabella? —su tono de voz fluctuó entre lo divertido, excitante y posesivo.

—No, nunca lo he hecho y realmente, me da vergüenza hablar de esto Edward, por favor, demos por terminada la clase
de hoy, te agradezco pero… —me silenció con un sonoro "shst" que me erizó la piel.

—Tranquila nena, no tienes de que avergonzarte, no conmigo, muñeca. Déjame que te guíe, verás que se dará natural.

Es ahora o nunca, ahora o nunca. ¿Masturbarme mientras él me observa? La idea me resulta humillante y excitante a
la vez.

No dije nada pero, lentamente, me senté sobre la cama, cerré mis ojos y me sumí en un silencio que gritaba la
afirmación.

—Abre tus ojos —lo hice—, toma el maletín y saca cinco de los aparatos que hay allí.

Me vi sacando cada artefacto y colocándolos sobre la cama, había unas pequeñas pinzas, varios tipos de vibradores,
lubricantes, frascos que no sé qué contenían, unas bolas de metal atadas a una tira, unas esposas felpudas, balas y
un pequeño artefacto cuadrado y de color negro que me desconcertó.

—Quítate el quimono… —llevé mis manos dispuesta a soltar el nudo que lo ataba—. Espera, mejor no.

—Me lo quito o no me lo quito —resoplé frustrada y nerviosa, esos "juguetes" a mi lado no ayudaban.

—Relájate, quiero explicarte lo que tienes ahí —farfulló suavemente.— ¿Sobre qué sientes más curiosidad? —
preguntó.

Le hice caso, suspiré e intenté hacer de cuenta que estaba hablando conmigo misma y tomé en mis manos uno de los
objetos.

—Ese es un Sqweel, más conocido como un "mil lenguas". —Mi cara debería ser un poema porque Edward soltó una
carcajada. ¡Joder!, me sentía estúpida hablando sola—. Es un estimulador de clítoris, Isabella, destápalo y verás —no
encontraba la tapa—. A un costado Bella… esto va ser más lento de lo que imaginé —murmuró lo bastante alto para
que yo escuchara.

— ¡Oye! No tengo porque saber esto genio —bufé enojada destapando el pequeño cuadrito negro y unas pequeñas
lengüetas en morado se dejaron ver.

—Acciónalo —hice lo que me pidió y rápidamente, lengüeta tras lengüeta, empezaron a moverse—. ¿Recuerdas
cuando lamí tu sexo? —tragué saliva e instintivamente apreté un poco mis piernas— Bella…

—Sí, lo recuerdo —traté que mi voz no fuese tan ronca.

—Bueno, imagina como esas mil lengüetas, diez para ser exactos, deben sentirse sobre ti. Jodidamente placentero,
¿no? —sentí como todo mi cuerpo se erizaba—. Cálmate Isabella, toma otro objeto.

Esta vez conocía al objeto, pero me divertía escuchar su explicación

—Son pinzas para pezones, están diseñadas para que, al ajustarse a estos, provoquen un pellizco intenso o suave,
dependiendo de tus gustos.

—No voy a ponerme eso. —Las coloqué dentro del maletín nuevamente—. Gracias —Edward rió. Tomé uno de los
frascos largos.

— Lubricantes... —dijo.

— ¡Bingo! Descubriste Atlanta, genio —bufé, Edward silbó.


—Bingo —dijo él imitándome cuando me vio tomar uno de los vibradores—. Es un vibrador de doble estimulación:
vaginal y clitoriana, muy buena elección Isabella —rodeé los ojos, ignorando completamente mi sonrojo—. Toma la
bala —tomé el pequeño vibrador con control externo—. ¿Crees que necesitas algo más? —negué con la cabeza. Los
nervios me asaltaron de golpe.

—Toma esa bolsa dentro del maletín, son fundas para dedos, créeme, me lo agradecerás. —Su voz sonó divertida,
tomé lo que me pidió.

—Pon la maleta en el suelo. —Ahora, su voz era autoritaria, ronca y gutural, había llegado el momento—. Quítate el
quimono y recuéstate en el centro de la cama —solté el quimono dejándolo caer por mi cuerpo—. Te sienta el color —
su voz bajó dos tonos peligrosamente—. Te vez realmente sexy, estoy temiendo no ser capaz de quedarme aquí, te
verías jodidamente linda pegada a mi pared —sus palabras me hicieron estremecer.

—Esta vez yo te guiaré Isabella, lo harás como yo te sugiera. —No fue un gesto menor el hecho de que dijera que iba a
sugerir y no ordenar—. Quiero que te relajes, ponte cómoda, olvídate de mí, escucha mi voz como si fuera la tuya propia
—me recosté en la cama y cerré mis ojos con más presión de lo necesaria. Los nervios me estaban nublando la razón,
pero quería hacerlo.

—Acaricia tu rostro, hazlo suave, sin apuros. Disfruta las sensaciones que despiertas en ti —hacía lo que él me decía—
… pasa tus dedos sobre tus labios. —Instintivamente, mi boca se entreabrió—. Eso es, explora tu boca; labios y
lengua… —Todo en ese momento era un ritual erótico para mí novata experiencia—. Sigue la línea de tu cuerpo, roza tu
cuello, eso es… así, suave, toca tu oreja, contornéala… —Un escalofríos me hizo pegar un saltito en mi posición
horizontal—. Lo estás haciendo muy bien, sigue así. Acaricia tu clavícula, hazlo lentamente… —mi respiración, no sé si
como efecto de su voz lujuriosa o porque realmente mis propias caricias me estaban erotizando, comenzó a ser más
pesada, profunda y un leve cosquilleo sensual apareció en mi cuerpo.

—Edward… —Su nombre se desprendió de mis labios de manera entrecortada; realmente estaba excitada, deseaba
tocarme, calmar el calor que comenzó a bajar hacia mis pechos y a concentrarse en mi entrepierna.

—Baja lentamente tus manos hacia tus senos Bella —con manos temblorosas, de eso estoy segura, acaricié mis
pechos sobre el encaje del sostén—. Hazlo suave, como lo hago yo. Mis manos son las tuyas, Isabella; somos
nosotros dos unidos en tu placer bebé. —Mi respiración se aceleraba, los ojos cerrados me ayudaban a olvidar la
situación y a dejarme llevar por la sensación de mis manos y su voz tocándome—. Baja tu mano derecha hacia tu
vientre, acarícialo con suavidad, siente tu piel, tu calor ¿lo sientes, Bella? —asentí, mientras apretaba mi seno con más
fuerza y mi vientre era víctima de caricias sofocadas.

—Abre tus piernas, sí, así mismo; afirma tus tacones en el colchón, con fuerza —su voz destilaba sexo y mi cuerpo
ansiaba liberarse—. Quita tu sostén, siente la libertad que siento yo cuando tomo tus pechos en mis manos, Isabella.
—Así como estaba, con las piernas abiertas, quité como pude mi sostén y mis senos se liberaron—. Tócalos… —Lo
hice con confianza, se me estaba dando bien; su voz me ayudaba y mi cuerpo reaccionaba obediente bajo mis manos.

Sus palabras eran fuego, ardían en mi sexo, mi mente expiraba, solo deseaba sentir sus manos —mis manos—, sus
dedos apretando mis pechos, ávidamente, acariciando mi piel. Un sonoro gemido se escapó de mis labios, era muy
intenso e íntimo.

—Toca tu sexo Isabella, acarícialo sobre tus bragas, siénteme allí, vamos nena, hazlo para mí, para ti —llevé mi mano
temblorosa, acaricié la tela y la leve fricción fue gloriosa; ansiaba sentir, calmar esa necesidad de toque, apreté mi sexo
con confianza y, importándome poco que Edward me observase, corrí la tela entrando en contacto directo con mi clítoris
—. ¡Joder!

—Joder digo yo, debería darte unos azotes por no seguir mis pasos, Isabella —murmuró con voz gutural—. Pellízcate
nena, son mis dedos los que están contigo. —No le hice caso, acaricié mi botón siseando al encontrarlo tan sensible,
pellizqué mi nervio y gemí sonoramente cuando un agradable escalofríos recorrió mi cuerpo—. Eso es, mi nena bonita,
¿te gusta lo que sientes? —No podía contestarle—. Desata las bragas nena, sigue tocándote así. Si vieras cómo estoy
de duro por ti, bonita. Te juro que no sé si soy capaz de solo observar.

— ¿Te tocas? —pregunté con voz distorsionada—. ¿Te estás tocando Edward? —Saber que él se tocaba viéndome,
me hacía sentir sexy y deseada.

—Yo no importo, solo tú. Abre el lubricante y coloca unas gotas en tus dedos —abrí el frasco y coloqué un poco del
líquido viscoso en las yemas de mis dedos y jalé la cinta que sostenía mis braguitas de encaje, dejando mi sexo
desnudo ante él.

—Toma un cojín y colócalo debajo de tus caderas —lo hice—, te daré una recompensa después. Estás húmeda
Isabella, me fascina ver tu excitación —casi gimió—. Masajea tu montículo con movimientos circulares, ayúdate con la
otra mano… Eso es, abre a tus pliegues para mí. —Sentir el ardiente contacto del lubricante acompañado de mis
movimientos, me estaba volviendo loca—. Despacio… —murmuró cuando me vio mover rápidamente mis dedos—
ejerce una ligera presión y luego auméntala hasta que te sientas al borde.

La fricción era placentera, pero no llegaba, era como si algo me lo impidiera.

—Edward quiero llegar—murmuré como pude, me sentía expuesta pero era lo que menos me importaba, los tacones
se enterraban en el colchón, el calor en mi intimidad me estaba asfixiando; sentía mi clítoris latir frenéticamente, mi
vientre tensionado, pero el orgasmo no llegaba y eso empezaba a frustrarme.

—Tranquila, falta poco, no te desesperes —la voz de Edward me animó—. Mueve suavemente tus dedos alrededor de
tu clítoris por encima del capullo; así bebé, muévelos hacia atrás y adelante rítmicamente con un poco de presión. Te
ves gloriosa Isabella, no dejes que se cierren tus piernas nena. —Su voz era un "mil lenguas" en mis oídos.

—Toma un juguete.

— ¿Cual?

—Las fundas para los dedos, no dejes de acariciarte —dictó, pero ¿cómo demonios lo sacaba de la caja sin dejar de
tocarme?

—Edward no puedo hacerlo —refunfuñé.

—Sí puedes Bella, hazlo nena, no me hagas ir. —En esos momento mi mente gritaba un "ven", quité las fundas de su
empaque con desesperación, ¡necesitaba un orgasmo y lo necesitaba ya!

—Colócalo en tus dedos... Sí, así Bella. Creo que voy a hacer algo que no había hecho en años, pero si no lo hago iré
hasta ti y me incrustaré tan fuerte en tu sexo que hará que te vengas no una, sino muchas veces de solo sentir como te
lleno. — ¡Maldita sea su tono de voz sensual!— Toca el Ipad —alargué mi mano tocando la pantalla táctil de la tableta,
la imagen me hizo gemir: el perfecto miembro de Edward duro y erguido, brillante en la punta por el líquido pre seminal
y su mano acariciándolo distraídamente. Ahogué un segundo gemido, pero se me escapó un pequeño ronroneo
mientras colocaba la funda en mi dedo anular.

Abrí más mis piernas en una invitación silenciosa.

—Edward... —susurré quedamente antes que la imagen se fuera— ¡No! Edward.

—Se trata de ti, solo quería que vieras como estoy, no se me está haciendo fácil estar solo de espectador, pero si te
sirve de consuelo, me masturbaré viendo como le entregas a tu cuerpo lo que te pide —ahogó un jadeo—. Sigue
frotando el clítoris en un costado, con el dedo que tiene la funda. Muévelo hacia arriba y hacia abajo a lo largo de la
hendidura entre tus piernas —estaba enloqueciendo—, comienza acariciando la abertura vaginal… Muy bien bebé,
mete ese dedo dentro de tu sexo —lo hice y gemí sonoramente al sentir los puntitos de la funda estimulándome—.
Muévelo como si estuvieras atornillando algo... sí, así, más rápido… más profundo. —Pequeños jadeos salían de mi
boca, el placer era tan intenso que sentía las pequeñas contracciones en mi vientre—. No descuides tu clítoris, tócalo
con la palma de tu mano.

¡Oh Dios!, cerré los ojos fuertemente ante la sensación de plenitud, faltaba poco lo sentía... cada poro de mi cuerpo
anunciaba la llegada de mi orgasmo.

— ¡Más fuerte Isabella! —Edward rugió—. Quiero que sean más rápidos tus movimientos, que tus caderas se
encuentren con tus manos, puedes hacerlo... toma la bala Bella. —Su voz se escuchaba pensionada, Edward quería
liberarse, abrí los ojos y tomé la bala—. Apriétala sobre tu clítoris y colócala en la velocidad media. —Lo hice y mi
cuerpo entero vibró ante la sensación—. Mantenla ahí... sigue bombeando y mantén la bala ahí hasta que no puedas
soportarla. —El calor, las pulsaciones. ¡Maldición! iba a llegar, me moví frenéticamente sobre las sábanas, la voz de
Edward se escuchaba como si me arrullase al odio; iba a correrme, estaba segura de eso. Seguí el movimiento de mis
dedos, gemí, jadeé y el mundo dejó de existir en el momento en que mi cuerpo convulsionó ante la maravillosa
sensación que otorgaba el clímax. Escuchaba el grito ronco y animal que Edward emitió por los altavoces, y fue ahí
cuando el orgasmo me arrasó dejándome desmadejada sobre la cama de Edward.

—Isabella... descansa. Toma una ducha y espérame, necesito comprar un analgésico para poder continuar, la noche
es joven nena y tenemos muchos juguetes en ese maletín —asentí por mera inercia

Antes de quedarme completamente dormida me levante de la cama y me di una ducha rápida, sabiendo que él no
estaba ahí. Dejé que la ducha hiciese su trabajo y cuando salí, me cambié rápidamente recogiendo mi cabello en una
coleta alta y me encaminé hacia mi departamento. Mi clase de hoy estaba terminada además, me había dado cuenta
de una cosa: Edward Cullen me estaba haciendo sentir cosas que bajo ningún motivo podría permitirme sentir. Había
intentado darme placer a mí misma innumerables veces y, sería una completa idiota si me mentía diciéndome que el
saber que Edward me guiaba y observaba no había sido un detonante para que yo llegase al punto máximo.

Conduje a Mikey por las calles de Nueva York, dejando que el viento helado de la época golpease mi rostro mientras mi
cabeza era una maraña de preguntas sin respuesta. No podía estar sintiendo algo más que pasión por ese hombre,
era simplemente lujuria… Sí, eso era.

Llegué a casa y saludé a Jared, arrastrando los pies hasta el ascensor que me llevaba a mi departamento; entré a mi
casa encendiendo las luces. Odiaba la oscuridad, las noches de tormenta y muchas otras cosas con las cuales el
Sargento Charles Swan otorgaba disciplina; saqué una lata de Pepsi del refrigerador e hice sonar los huesos de mi
cuello, a pesar de no haber hecho nada "fuerte" me sentía agotada. Caminé hasta mi habitación y saqué mi celular,
enviando la nota a mi correo.

Amaría a Beth toda la vida por haberme dado ese pequeño consejo en medio de ese concierto en el que estábamos
las dos.

Encendí mi lap y dándole pequeños sorbos a mi lata de refresco, introduje mis claves hasta abrir mi correo de Gmail
en donde estaba lo que había escrito. Solo era corregir ortografía y acomodar todo antes de continuar escribiendo y
seguir con la locura del ciber sexo.

Acaricié mi cuello mientras escribía, digamos que la posición no era la más cómoda. Di un suspiro de frustración al
quedar algo colgada, pero sin lugar a duda, leer mi experiencia desde el punto de vista de Danielle había sido
asombroso, excitante y netamente sexual.

Edward no me había llamado y habían dos razones: una, su migraña era tan fuerte que le había valido mierda que yo
me fuese de su casa o dos, le había importado no encontrarme ahí.

Declino por la segunda… ¿Eres su putilla no?

¿Sab es que pareces una puta perra frígida? ¿Necesitas un polvo con urgencia?

Me habla la experta…

Por lo menos, yo me he ganado unos cuántos en estas últimas semanas y, mejor zorra que frígida.

Vamos, justifica tus actos.

Genial, ahora me voy a volver loca. ¿Sabes qué vocecita de los infiernos? Pinta un bosque y piérdete o multiplícate por
cero. No necesito de tu condenada moral y tus juzgamientos hacia mí.

Me dejé caer en la cama con la laptop a un lado, dispuesta a perderme en el mundo de Morfeo o al menos eso
pretendía, cuando escuché el sonido del celular con la tonada que tenía asignada para mi maestro personal. Estiré mi
brazo hasta tomarlo —ya que lo había dejado en mi mesa de noche— y miré la pantalla antes de contestar, aún
sabiendo quién era.

Edward… Su nombre resplandecía.

— ¿Se puede saber por qué demonios desapareciste de mi casa, Isabella? —El imbécil no me dio oportunidad ni de
saludar cuando ya me estaba atacando.

—Hola para ti también —respondí con voz cortada por la rabia—. Te devuelvo la pregunta, querido —dije mordaz—.
¿Desde cuándo debería darte explicaciones sobre lo que hago o dejo de hacer?

—Te di una orden, era solo que esperaras mientras iba al autoservicio a comprar mis analgésicos, no que te fueras —
masculló enojado.

—Y yo te recuerdo que no sigo órdenes de nadie, mucho menos de tu parte. Además, tengo una vida y proyectos que
culminar, el libro que me metió en todo este lio para ser más específicos...

—No colmes mi paciencia Isabella. Aún no hemos terminado, soy tu maestro, se supone que tenías que estar ahí
cuando yo llegase para así terminar la clase de hoy; eres mía todas las noches, por si no lo recuerdas, firmé tu maldito
contrato —dijo contrito.
—Desde el momento que dejaste tu departamento, así lo entendí. Y ya Edward, mejor deja de ser tan quejica; necesito
dormir y, sí tanto necesitas alguien que caliente tu cama búscate a otra. Tú y yo tenemos un acuerdo, es mejor
comencemos a regirnos por él. Te recuerdo que esto es sexo de mutuo acuerdo y yo simplemente, estaba saciada.

— ¡No quiero a otra! Maldita sea —murmuró con dientes apretados—. ¿Crees que soy estúpido, Isabella? Eso es lo
que tú quieres para acabar con todo esto; pero no va ser así. Eres mía por los próximos dos meses. Yo empecé este
juego y seré yo el que lo acabe, no tú, linda —dijo con sarcasmo—. Ahora, deja la estupidez y abre la puerta, tenemos
una clase que terminar.

En ese momento, con el tronar de la puerta, mi corazón retumbó al comprender sus palabras, caminé en dirección a
esta y, al verle el rostro desfigurado por la ira, comprendí que este juego podíamos jugarlo los dos.

—Mande —dije ácida al ver la perfecta estampa que se dibujaba en la entrada de mi departamento.

¿Crees que siempre eres el amo del juego? ¿No es así arrogante? Apuesto que nunca ninguna mujer ha sido capaz de
decirte que no, yo sí, yo no espero nada de ti…nada.

— ¿Crees que puedes jugar conmigo, Isabella Swan? —murmuró con la voz cargada de ira, mientras me empujaba
hasta dejarme pegada en la pared. Lo miré indiferente—. Lamento desilusionarte bebé, en este juego soy el mejor —
dijo antes de atacar mis labios fuertemente, empujando mi cuerpo aún más contra la pared, dejando que cada
milímetro del suyo se pegara al mío, mientras batallaba con la respiración y el ardiente andar de sus suaves labios
pegados a los míos, succionando, lamiendo y mordiendo, lenta y salvajemente.

Escuché a mi estúpida voz carcajearse.

¡Cállate tonta! Grité en mi interior, si es que algo de lógica en ese momento tenía.

Besos entrecortados, caricias que quemaban nuestras pieles, la ropa despareciendo de nuestros cuerpos, sus labios
en mi cuello, mi clavícula, hasta descender al valle de mis pechos; su erección pegada a mi vientre, el indescriptible
placer que me entregaba, sus movimientos pélvicos, una masa sudorosa de piel con piel, un solo respirar, jadeos
ahogados en la boca del otro mientras sentía la piel rasparse por la pared, el huracán arremolinándose en mi
estómago; su respiración frenética sobre mi cuello, el sonido de nuestras caderas encajándose perfectamente y un
clímax arrebatador. Un tsunami de sensaciones placenteras que anulaban mi capacidad de raciocinio y me dejaban a
merced de este hombre que volvía mi voluntad añicos.

En ese momento esa era yo, en ese simple y fugaz momento me descubría como otra mujer, quizás la real; aquella
que había estado oculta durante años; la que mi abuelo con sus órdenes y su tiranía, había logrado esconder, humillar,
herir y quizás temer.

Aquella que en ese momento gemía y gritaba de placer salvaje.

Aquella, la que escribía sobre un amor sexual y demoníaco.

Una brisa helada recorría mi cuerpo haciéndome temblar, estaba en mi cama sola y completamente desnuda. Abrí los
ojos completamente, adaptándome a la poca luz que me daba la farola que estaba en la calle; la habitación estaba en
penumbras y fue ahí cuando me encontré con el causante de mi despertar. La ventana de mi balcón estaba abierta,
miré el reloj en la mesa de noche y apenas eran las 4:55am.

Había llegado a casa alrededor de las 2:30 y Edward, casi a las 3:00, no había dormido mucho y me sentía
terriblemente cansada. Volví mi vista al balcón; Edward estaba ahí, apoyado a la baranda. Enrollé mi sábana a mi
cuerpo y gemí quedamente al levantarme de la cama. Me dolía la columna, los huesos… todo.

Caminé los pocos pasos que me separaban del balcón.

—Edward... —murmuré con voz adormilada. Él giró su cabeza por encima de su hombro, soltando levemente el humo
del cigarrillo, caminé hasta llegar a su lado—. ¿Fumas? —pregunté mirando el cigarro en su mano, él volvió a dar una
calada y expulsó el humor por su nariz.

—No siempre, fumar me relaja cuando he tenido un día duro —dio una nueva calada, una suave brisa me hizo
estremecer—. ¿Quieres? —Me enseñó la pajilla—, es bueno con el frío —murmuró cuando negué.
— ¿Qué haces despierto? —pregunté, colocándome a su lado. Edward pasó una mano por mis hombros, pegándome
a su cuerpo desnudo, ya que solo tenía sus bóxers puestos.

—Espero el amanecer... —Lo miré sin entender, mientras el daba otra calada y apagaba lo que quedaba del cigarro en
el barandal—. Nunca sabes cuándo puede ser el último que veas —sonrió, pero era una sonrisa extraña, como triste...

¿Edward Cullen triste? Sí, como no.

Ignoré a mi voz torturante y me dediqué a sentir su cercanía, el calor de su cuerpo y la delicada caricia que sus dedos
daban a mi brazo. Justo cuando los primeros rayos del astro rey se dejaron ver, Edward tomo mi mentón e inclinó su
cabeza dándome un dulce beso; me coloqué en puntillas y pasé mis brazos por su cuello, halando suavemente los
mechones desordenados que caían sobre su nuca y dejando que sus labios se fundieran en los míos. Cuando nos
separamos buscando oxígeno, Edward tomó mi mano llevándome hasta la habitación, se acostó en mi cama y estiró
sus brazos hacia mí. Me acosté a su lado, dejando que mi cabeza quedara justo sobre su pecho, mientras él
acariciaba mi espalda.

Mi corazón latía frenéticamente ante el acto tierno del hombre que estaba a mi lado, él dejó escapar un suspiro
tranquilo y no pude evitar dormirme bajo el arrullo hipnótico de su corazón.

Mi período había llegado varios días después de mi ardiente sección de autosatisfacción.

Cuando desperté horas después de haber encontrado a Edward en el balcón, estaba nuevamente sola, sonidos desde
mi baño me indicaron donde estaba mi acompañante. Edward estaba tomando una ducha, me recosté en el marco de
la puerta con el cabello enmarañado y completamente desnuda, debatiéndome si entrar como él lo hacía cuando yo
estaba en su casa o salir de nuevo y esperarlo en la habitación. Edward no notó mi presencia, lo vi tallar su cuerpo con
mi esponja de baño y mi cuerpo entero se calentó. Eso había sido sexy, aun así suspiré fuertemente y me dirigí hasta
mi closet buscando una de las camisas enormes que habían ahí, las usaba como pijama de vez en cuando. Sentí
cómo cerraba la ducha y subí mi cabeza justo para verlo salir con mi toalla atada a su cintura; me dio una sonrisa
radiante y luego se tambaleó agarrándose de la pared. Fui hasta él rápidamente; por un momento me preocupé, pero
luego él alego que los vómitos eran debido a su migraña y Alice me decía que Jasper las sufría cuando se trasnochaba
muchos días seguidos, muchas de estas eran causadas por estrés o cansancio. Edward tenía una vida bastante
movidita desde sus citas en el consultorio, el programa y nuestras clases que terminaban bien entradas en la
madrugada, totalmente saciados, al menos por mi parte.

Compartir experiencias, lecciones con Edward era asombroso y agotador, había perdido cinco kilos desde que
habíamos empezado clases y él también se veía más delgado; no me quejaba, disfrutaba cada segundo en que
permanecíamos siendo uno solo, en ese momento en que él me permitía disfrutar del frenesí que conlleva el orgasmo.

Estaba sentada en una cafetería cerca de Manhattan esperando a Kath, había sido una grata sorpresa recibir su
llamada en la mañana, diciéndome que había tenido que hacer un viaje exprés a Milán y su esposo se había quedado
aquí, terminando los detalles del hotel que su empresa construía, era una de las razones por las cuales ella había
vuelto; la otra era una propuesta, pero que solo me diría cuando estuviésemos frente a frente. Yo había estado
llamando a su teléfono luego que Edward me había dicho que se iba a ir, así que después de una breve conversación
vía celular, nos habíamos citado aquí.

"…Una vez más el teléfono era mi mejor amigo, Danielle estab a en el aeropuerto, ya que Caleb llegab a de Suecia. El
sexo telefónico era genial pero su cuerpo le pedía más, le pedía a gritos que Caleb la reclamara como suya..."

Casi igual como el mío pedía por las manos de Edward Cullen... Tres días, Isabella.

Habían mujeres que tenían sus días de Eva, dos o tres días; yo tenía seis. Nunca antes me había quejado tanto como
esta vez, en los seis días que Dios había elegido que fuera más mujer. Hacían dos días que no veía a Edward y joder,
lo extrañaba.

—Bella —Kath se acercó a mí; se veía completamente radiante tenía una chamarra negra de diseñador y unas botas
gamuzadas para el frío. Le sonreí y nos dimos dos besos antes que ella se sentara al frente de mí.

Sonreí internamente por mi elección de ropa, tenía una chamarra marrón un jean ajustado y mis botas para el frío.
Había lavado mi cabello y lo tenía sujeto a una cola; como estaba escribiendo, tenía mis lentes puestos.

— ¿Cómo va todo con el nuevo libro? —preguntó Kath una vez el mesero tomo nuestras órdenes, sonreí iba casi todo
muy bien con "Atada".

—Perfecto, tengo planeado quince capítulos y estoy en el siete —respondí con una sonrisa.

—Te felicito, seré una de las primeras en comprarlo —sonrió—. Y… ¿Edward?

Fruncí el ceño. ¿Qué tenía que ver Edward en todo esto? Coloqué mi mejor cara de póker antes de responder—. No he
visto a Edward desde hace varias semanas, la última vez que lo vi fue cuando nos vimos —sabía que mentía
terriblemente mal. Kath negó con la cabeza y justo cuando iba a preguntarle qué pasaba, el mesero se nos acercó con
nuestro pedido.

—Yo estuve con él ayer, comimos en el Córner Bistro y luego, me escoltó desde su coche a casa. —Kath picó su torta
de chocolate—. Gracias a Dios Lex tenía trabajo hasta tarde —se dio un golpe en la cabeza—. Te traje algo, digo, no
somos las mejores amigas pero aquí solo conocí ella vive en San Francisco. Lex me dio unas invitaciones para la
inauguración del Hotel este sábado —sacó un sobre rectangular, de fino papel y me lo tendió—. Es traje de etiqueta y
puedes llevar un acompañante, también le di un par a Edward.

Tomé la tarjeta por cortesía pero la verdad no pensaba ir, odiaba las fiestas, tenía dos pies izquierdos casi no bailaba y
bueno…

—Creo que Edward siente algo por ti —dijo Katheryne como si hablara del clima. No pude evitar empezar a toser, ya
que en ese momento tenía un pedazo de mi torta de zanahoria en la boca. Kath se levantó y caminó hacia mí
rápidamente, dándome golpecitos en la espalda. ¡Joder! Ella no podía decir eso, lo mío con Edward era solo sexo…
¡SEXO y nada más! Destapé la botella de agua que había pedido antes que ella llegara y bebí un sorbo, sintiendo una
pequeña quemazón en la garganta—. ¿Estás bien? —dijo cuando empecé a sentirme mejor, asentí—. Lo lamento, es
que ayer cuando estábamos cenando la conversación giró en torno a ti. Es raro, Edward nunca me había hablado tanto
de una mujer como de ti, me dio la impresión que ustedes andaban —negué con la cabeza. Sin embargo, saber que
habían pasado la noche casi juntos, y que a mí no me había llamado desde que le envié un mensaje para decirle que
había bajado mi período, hizo que tuviese algo de enojo hacia él—. En fin. Mira, no conozco muchas personas de
confianza y no sé por qué, pero me caes muy bien.

—Tú también me caes bien, debería presentarte a mi amiga Alice, es la única que me entiende.

—Lilian y V son mis confidentes, ellas saben más que nadie mi historia con Alexander, he estado hablando con él y
aunque fue muy difícil y placentero convencerlo —Dios no quería saber de su vida sexual—, ha accedido siempre y
cuando nuestros nombres no se vean envueltos en todo lo que planeo hacer.

—Y eso es…

—Como sabes soy psicóloga —asentí—, así que quiero ver esto como una terapia y tú puedes ayudarme.

—Cuenta conmigo para lo que necesites —dije sinceramente, no había mentido cuando le dije que ella me caía bien.

—Verás, quiero contarle a alguien mi historia con Lex —arqueé una ceja—. Mi historia puede ayudarte a escribir un
nuevo libro, no te daré detalles sórdidos de nuestra relación —asentí para que supiera que le entendía—, pero puedo
relatarte como fue nuestra relación y quería saber si estabas dispuesta a hacerlo —dejé la cuchara a medio camino
antes de dejarla caer en el plato.

—Tu… Tú, tú quieres que yo… ¿Qué yo cuente tu historia?

Ella negó.

—Mi historia la contaré yo, tú solo la plasmarás en papel eso sí, sin que mi nombre o el de Lex esté vinculado a ella,
puedes decir que es una historia de la vida real, no sé si entiendes pero yo necesito sacarlo de mí.

—Pero… ¿Y tu esposo? —pregunté anonadada.

—Ya te dije que Lex está de acuerdo —bebió un sorbo de su café—. Mira, Alexander es diferente, pero yo lo amo así y él
me ama a su manera. Somos felices así, yo amo que él sea mi señor y nuestra relación, aunque no es la típica
relación de un matrimonio, es nuestra.

—Entonces, ¿por qué quieres compartirla? —Dios, no la entendía.


—Locuras mías… —musitó— Tengo 25 años Bella, y he vivido demasiadas cosas —murmuró—. Vamos a hacer una
cosa, yo te cuento, tú escribes y cuando termines, me pasarás el manuscrito a mí para dárselo a Lex, y él tomara la
última palabra. Sé que te va hacer firmal mil y un contrato, porque mi hombre es el señor de las cláusulas y los CDC,
solo quería saber si te arriesgabas.

— ¿Puedo pensarlo? —pregunté sin saber que decir, hablaría con Alice y Garrett a ver qué me aconsejaban.

—Viajo el domingo a primera hora, Lex odia Nueva York, y ya tenemos aquí casi dos meses, a pesar que yo tuve que ir
por un problema en la escuela de mi hija. Así que piénsalo y el sábado me das la respuesta en la fiesta del hotel.

Joder me estaba prácticamente forzando a ir a la dichosa fiesta.

— ¿Estás de acuerdo? —asentí, viendo la pantalla de mi celular iluminarse.

—Dame un segundo.

— ¿Bella?

—Dime Bree —era extraño que Bree me llamase un jueves.

— ¿No interrumpo nada con tu sexy novio?

—Bree…

—Lo siento —sabía que no era así—. El director ha decretado día sin clases mañana y el internado está prácticamente
solo, me preguntab a —si no interrumpo tus planes—, si podrías venir por mí en una hora y si no es mucha molestia me
podrías llevar al cementerio, sé que no te gusta llevarme pero…

—Está bien Bree, paso por ti en una hora y yo te llevo, tranquila —dije suavizando mi voz, aunque eso no relajó mi
postura.

—Gracias Bells, voy a prepararme. Nos vemos en una hora —colgó.

— ¿Problemas? —Kath me miró y yo negué.

—Mi hermana quiere que la pase a buscar —murmuré tomando un poco de mi café que estaba frío, así que rodé el
vaso.

—No sabía que tuvieses una hermana, Edd no me lo dijo —sentí la rabia bullir por mi cuerpo, qué tan amigos eran
ellos y qué tanto había hablado ese idiota de mí con ella.

—Compartimos madre —le dije dándole a entender que no quería hablar de ese tema—. Entonces, ¿cuándo quieres
que empecemos con tu historia?

Kath llevó su última cucharada de pastel a la boca antes de hablar.

—Tengo que viajar el sábado, pero podemos comunicarnos por Skype, no sé, me parece que podemos hacerlo una
vez termines con el proyecto que tienes pendiente —asentí. Luego de estar media hora hablando de los detalles de su
historia nos despedimos. Fui por Bree y la llevé hasta el cementerio, pero la esperé afuera, como la última vez. Bree
salió del lugar con los ojos anegados en lágrima; nos miramos por unos minutos y luego me giré para montarme al
auto. Ella se sentó a mi lado en silencio, me detuve en un restaurante de comida Japonesa y bajé a comprar dos
raciones de Sushi y esperando el pedido, dándole así a Bree el tiempo que necesitaba con ella misma.

Cuando Charles murió lloré. Él era severo, siempre me crió con mano dura y disciplina, sus castigos eran aterradores
y la única amiga que tenía era Alice, porque su padre Daniel Brandon era el Jefe de Policía del pueblo; aún así, él sabía
que mis galletas favoritas eran las de chispas de colores, me enseñó el amor por la Pepsi y nunca me hizo falta nada,
al menos material. Charles era mi puerto seguro, sabía que pasara lo que pasara, él estaría para mí.

Sus últimas palabras antes de salir de Forks a la universidad fue.

Mira los errores de tu madre y no camines el mismo trayecto.

Erick, el chico del restaurante me entregó la orden dándome una tímida sonrisa, cancelé el valor de los paquetes y
caminé de vuelta a Mikey; Bree encendió la radio y suspiró cuando me vio entrar. El resto del camino al apartamento fue
silencioso. Al llegar, Bree tomó una lata de Pepsi del refrigerador y uno de los paquetes con comida antes de
encerrarse en su habitación.
Me senté en el sofá suspirando sonoramente, pensé que habíamos dado algunos pasos de acercamiento, pero al
parecer Bree volvía a encerrarse. Saqué mi celular de mis jeans y recordé la invitación de Kath. Busqué entre mi bolso
la tarjeta dorada que ella me había entregado, releí la elegante invitación antes de colocarla sobre la mesa frente a mí,
tomar el paquete que quedaba de comida, una pepsi y encerrarme en mi habitación.

Desperté casi al mediodía del día siguiente, cuando había entrado a mi habitación era con la firme convicción de
escribir; sin embargo, me había quedado leyendo el libro de una chica que apenas entraba en estos mundos de tintas
y letras, su historia era emocionante y cautivadora, me tenía completamente pegada a ese niño triste dueño de aquella
desastrosa ciudad, que peleaba con el mismo y aquella mujer fuerte y frágil a la vez. Luego, no pude evitar escuchar a
Edward en el programa. Sin duda había sido bastante entretenido escucharlo hablar de los lugares de intercambio de
parejas. Rose parecía molesta y él divertido.

Me envió un par de mensajes entre líneas, era asombroso como solo treinta días me permitían conocer a este hombre,
tres días sin él me estaban afectando más de lo que debería afectarme. Edward Cullen me gustaba, eso no era un
secreto para mí, pero era solo eso, gusto y química en la cama.

Salí de la habitación para encontrar a Bree sentada en el mostrador de la cocina comiendo Froots Loop.s

—Buen día —le dije sacando un cuenco para comer, tomé la caja de cereales junto la leche y me senté a su lado en
silencio, solo se escuchaban nuestras respiraciones, gemí internamente pasándome la mano por el pelo y respirando
profundamente.

— ¿Qué tal noche? —pregunté a mi hermana.

—Igual que todas, tardé horrores para dormirme y terminé leyendo un libro desde mi celular. ¿Vendrá Edward hoy?

Edward no vendría hasta el lunes, que dejaba de sangrar como animal herido.

—No lo sé. No creo, tiene muchos casos que atender en el consultorio y aparte el programa…

— ¿Lo quieres Bells? —Cristo, ¿qué debía responder a esa pregunta?

—Estamos conociéndonos Bree… —Sí, buena respuesta. Cuando se acabara este trato le diría a Bree que
simplemente no funcionábamos como pareja.

—Él me gusta.

—A ti y a media población femenina —la interrumpí, ella sonrió y terminamos nuestro desayuno. Faltaba poco o nada
para el almuerzo—. ¿Quieres que hagamos algo especial hoy?

Bree negó.

—No. Si tienes algo que hacer, puedes irte. —Me levanté del taburete y caminé hasta dejarlo en el lava vajillas—.
¿Bells? —Me giré viendo la cabellera rubia de mi hermana—. En tres semanas es acción de gracias.

—Siempre lo celebro con Alice y Jasper, ella hace una gran cena este año si quieres podemos hacerla aquí y…

—Bella —Bree me interrumpió—, yo siempre he pasado Acción de Gracia con mi tío Phil y Charlotte, no quiero que este
año sea distinto —bajó su cabeza, dejando que su cabello cubriera su rostro.

—Bree… —mi voz se escuchaba decepcionada.

—Lo lamento, Bella —dijo mi hermana con voz queda—. Extraño la banda, el ruido, los ensayos, esa era mi vida Bells,
no estar en un internado para señoritas snob y pasar aquí viendo películas. Tú tienes a Alice , Jasper y a Edward;
imagino que él querrá pasar ese día junto a ti, así que yo simplemente —suspiró—… simplemente necesito que
hables con el Rector y solicites mi permiso. Mi tío Phil me enviará los boletos —dejó su plato en la lava vajillas y caminó
hacia su habitación, peiné mis cabellos con mis manos, dejando que mi cuerpo se recostara al mesón. El timbre de la
puerta se escuchó insistentemente, así que acomodé mis cabellos detrás de mi oreja y fui a abrir, sin importar que
solo tuviese una camisa mega grande y unos pequeños pants.
Odié a Edward en esos momentos, había tenido que quitar mi espejo porque en su última visita lo había partido
cuando me empujo en la pared; suspiré fuertemente y abrí la puerta antes de que un par de brazos muy conocidos para
mí se aferran a mi cintura, alzándome varios centímetros del suelo.

—Garret, bájame ahora —dije pegando en sus hombros, cuando el cerró la puerta de una patada y me dio vueltas
hasta llegar al sofá—. ¡Garret Sanders! —reí cuando al bajarme me atacó a cosquillas dejándome recostada entre los
cojines—. ¿Se puede saber que te tiene tan feliz?

—Tengo una cita con tu vecina pechos lindos esta noche —negué con la cabeza, Garrett nunca cambiaría—. Además,
de que he hablado con Aro y le dije cuántos capítulos llevábamos de "Atada" y está momentáneamente satisfecho —
dijo tirándose a mi lado.

— ¿Quién es Bells? —Bree se asomó por el corredor y levantó una ceja, me di cuenta que había cambiado su pijama
por un short corto y una camisa de tirantes—. Eres tú —bufó mirando a Garrett.

—Yo también me alegro de verte, Eneas —Garrett le dio una sonrisa burlona a mi hermana.

Bree rodó los ojos y se sentó junto a mí, colocando unos cuadernos sobre la mesa de café y encendiendo la televisión
colocando el canal de Animé.

— ¿Qué haces aquí Garrett? —pregunté con curiosidad.

—Me echas de tu casa —fingió que lo ofendía.

—Si ella no te bota, puedo hacerlo yo… —replicó Bree sin mirarnos.

—Escuchas algo, yo escucho un zumbido molesto por aquí —susurró Garrett.

—Deja en paz a Bree, quieres —bufé dándole un golpe en el brazo.

—Es que te juro que parece que estoy escuchando a ¿cómo es que se llamaba ese personaje de South Park?... Erick
Cartman —Garrett rió.

—Infantil —replicó Bree, abriendo su cuaderno y tomando un lápiz.

—Amargada...

Fue mi turno de rodar los ojos Bree y Garrett se llevaban jodidamente mal y eso que habían sido pocas las veces que
se habían encontrado. Caminé hacia la cocina con Garrett de la mano, coloqué la cafetera —necesitaba beber mi dosis
de cafeína antes de tomarme una lata de Pepsi— además, que no quería que a Bree se le ocurriera la fantástica idea
de mencionar a mi "novio", novio del cual mi mejor amigo no tenía ni idea, con el café humeante empecé a contarle a G
la propuesta de Kath.

— ¿Una historia de la vida real? —asentí—. Eso será una gran experiencia —bebió el café e hizo un gesto cómico, Bree
entró a la cocina y buscó entre el refrigerador tomando su tiempo con la puerta abierta, estaba tan metida en mi
explicación con Garrett que la verdad no le paré, al final Bree sacó algo de helado y buscó sirope de chocolate entre las
gavetas.

—Hey, Vicky —Bree lo miró lanzándole dagas con los ojos, ¡joder por qué se odiaban tanto! — ¿Podrías pasarme una
cerveza o una lata de Pepsi? Sé que la aburrida de tu hermana no le gusta la Coca y tomar un café negro a la una de la
tarde, no es el mejor acompañante en esta conversación.

—Yo veo tus dos patas bien puestas, párate y búscalo tú. —Bree devolvió el helado al refrigerador, antes de lanzar de
improvisto una lata hacia Garrett, mi amigo la atrapo rápidamente, en ese momento agradecí los buenos reflejos de G,
ya que esa lata mínimo le hubiese dado en la frente.

—Hasta pareces una damita cuando te comportas así de decente. —Mi hermana le mostró el dedo del medio sin
voltear a vernos y yo no pude evitar reírme.

—Déjala en paz Garrett —sentencié, pasando exasperada una mano por mí cabello.

— ¿Me vas a quitar la diversión? Ella ama que yo la pique y es jodidamente divertido hacerlo —dijo Garrett destapando
la lata…Mala elección— ¡Joder! —gritó Garrett cuando la lata prácticamente se explotó en sus manos manchando su
camiseta, Bree volteó su cabeza mirándonos sobre su hombro sin ocultar su sonrisita divertida.
— ¡Enana de los mil infiernos! —gimió—. Tengo una maldita reunión en dos horas.

—Hey bájale a tu camión de testosterona, no era jodidamente divertido para ti picarla, pues te informo que ella se ha
divertido devolviéndote las tuyas —defendí a mi hermana.

—Cristo Bells, Agatha no está en casa y tengo una reunión con los chicos que te comenté, los que quieren "expandirse"
—hizo comillas con sus manos.

—Quítate la camisa y la echaré a lavar, en menos de una hora estará lista. Eso sí, tú la planchas —sentencié.

—El engendro debería hacerlo —dijo desabotonando los botones hasta quedar con el pecho desnudo. Por primera vez
desde que conozco a G su cuerpo no me hizo desvariar—. Tu hermanita quiere guerra… —Me dio una sonrisita cínica
—. Guerra va a tener esa mocosa. —Se giró dejándome ver su perfecta espalda luego de entregarme la camisa. Garrett
tenía una buena espalda, ancha, sin tatuajes y uno que otro lunar en toda ella; era simple si la comparábamos con la
de Edward. Peiné mis cabellos negando con mi cabeza, mientras veía a Garrett sentarse en el sofá y cambiar los
canales.

—Pedazo de imbécil, estaba viendo eso —resopló mi hermana, intentado quitarle el control de la televisión a Garrett.

—Los Jonas Brothers son maricones —rumió Garrett entre dientes, Brithany bufó—. Sailor Moon, un verdadero
programa educativo.

—Qué tiene de educativo ver una niñita llorona que además habla con un gato —farfulló Brithany.

—Envidia. Esa muñequita llorona linda, parece más mujer que tu —sentenció mi amigo.

—Ok ya basta —grité desde el cuarto del lavado. Bree farfulló algo que no entendí.

No veía Sailor Moon desde que tenía siete, así que coloqué la camisa en la lavadora y llegué donde estaba mi hermana
y mi mejor amigo. Bree parecía estar de acuerdo con lo que Garrett había colocado en el plasma, me senté al lado de G
y él pasó su brazo por mi hombro, atrayéndome a su pecho desnudo. No sudé, no me puse nerviosa y mucho menos,
temblé ante la presencia de mi mejor amigo, justo como lo habría hecho meses atrás; solo me sentía algo incómoda
pero no por las mismas razones del pasado. Al parecer había una maratón del animé, ya que próximamente lanzarían
una nueva temporada o algo así. Se escuchó el timbre de la puerta y Bree salió corriendo a abrir, Garrett había estado
haciendo comentarios acerca del programa pero no eran ni la mitad de divertidos de los que Edward hacía.

—Hola, que gusto verte —dijo Bree, iba a girar para verme pero en ese momento Garrett me acercó a él, plantándome
un beso en el tope de mis cabellos—. Bells, mira quién llegó —dijo mi hermana con alegría, llegando a donde
estábamos. Levanté la cabeza justo para ver a Edward frente a mí, con una cara de muy pocos amigos.

— ¿Edward? —La cara de Garrett era todo un poema—. Cabrón, ¿qué haces aquí hermano?

Miré a Edward negando con los ojos, él me sonrió, su sonrisa ladeada, le dio un guiño a Bree.

—Qué, ¿Bella no te ha contado? —Garrett me miró sorprendido; Bree no entendía, y Edward pasaba la mirada del
pecho desnudo de Garrett a su brazo en mis hombros y mi atuendo, negué con la cabeza casi imperceptiblemente.
¡Dios no podía decirle! — Soy el tutor de Bella para el libro.

—Pero... —Ahora el rostro de mi hermana era un poema, tenía el ceño fruncido y su mirada vagaba entre Edward y yo.

—Ohm… —Garrett se levantó abrazando a Edward—. Eso es genial hermano. Bells, con razón esas escenas han
estado... Dios es que no hay palabras para explicarlas. Hay amor, pasión, entrega… Joder, cuando termino de editar
estoy más duro que una jodida roca —golpeó el pecho de Edward.

—Lo que pasa es que eres un jodido pervertido —masculló Bree pegada a la pared—. Además, Edward es...

—Es el conductor de un programa de radio —le di una mirada a Bree para que se callara, mi hermana arqueó una ceja
en dirección a mí.

—Eso ya lo sabía, en temas de sexo, Eddie es el mejor.

—Y si quieres seguir conservando tu hombría, más te vale que dejes de decirme Eddie —se zafó de su amarre—.
Garrett, joder, tengo una consulta en tres horas —dijo estirando su saco negro y acomodándose la corbata—. Venía a
ver cómo estaba tu última escena, Isabella; ya que no he sabido nada de ti desde que me enviaste el mensaje de texto
el lunes.
—Tenía entendido que no nos veríamos hasta el lunes de la semana entrante —respondí secamente.

—Pero bueno ya que estás aquí... —Garrett volvió a golpearlo y Edward hizo una mueca—. Hermano, qué fiesta tuviste
que darte anoche, traes una cara...

—Garrett... —masculló Edward en voz baja.

— ¿Quién fue? ¿Heydi, Irina? —Edward entrecerró sus ojos—. No me mires así. No soy yo el que tiene cara de haber
tenido sexo hasta altas horas de la madrugada ¡Joder cuantas te tiraste campeón!

—Garrett, estamos frente a dos damas además, los caballeros no tenemos memoria —murmuró Edward entre
dientes, visiblemente enojado.

—Ahh… de cuando acá eres un caballero Masen. Dime que no te tiraste a Tanya; joder… te mato si tuviste algo con ella
—dijo divertido y decidí intervenir.

—Garrett, te recuerdo que Bree es menor de edad —dije con voz airada, no sabía si porque en verdad estaba hablando
cosas indebidas ante una menor o, simplemente, porque yo también intuía que Edward no había estado tan solo
anoche. Él se veía cansado, su cabello aunque lucía ese toque natural de post sexo, se veía extraño como decaído y
los parches oscuros debajo sus ojos me confirmaban justo que Garrett decía.

—Edward, ¿quieres una Pepsi, o una cerveza? —dijo Bree, sacándome de mis pensamientos.

—No aceptes nada de Vicky. Esa mujer es perversa, hizo que manchara mi camiseta. —Bree le sacó la lengua desde
su lugar.

—Ahora entiendo porque andas mostrando tus desgracias —sonrió ladinamente.

— ¿Bells crees que tengo desgracias? —Mi amigo arqueó una ceja colocando sus brazos como un fisicoculturista en
alguna competencia.

Rodé los ojos.

—Bree tráele un refresco a Edward —dije zanjando el tema,

—Yo que tu no lo recibiría —Edward se sentó a mi lado y yo aproveché para ir a buscar mi laptop. No había avanzado
mucho en el capítulo 7. Cuando llegué, Edward tomaba una de mis latas de refresco, se había quitado el saco y
aflojado la corbata. Bree estaba junto a él, al parecer pidiéndole ayuda con alguno de sus deberes y Garrett, estaba
sentado a un lado con una lata de Heineken.

Había aprovechado de ir a mi cuarto para darme una ducha y ponerme algo más adecuado. Edward alzó la vista
recorriendo mis piernas desnudas por el pantalón de jeans corto y la camiseta holgada.

— ¿Sailor Moon? —dijo mirando el televisor.

—Qué tienes en contra de ella —Bree saltó como Alice a su lado...

—Frustración... —Mi hermana lo miró sin entender—. Cuando era niño, siempre esperaba el momento de un ataque,
pensaba que podría tener suerte y verle las bragas a Sailor Moon. —No pude evitarlo y sonreí—. Rosalie, mi hermana,
amaba esas jodidas caricaturas, y obligaba que Jake y a mí que las viéramos, aunque a mí la que me encendía era
Sailor Mars esa morena era sexy como el infierno.

—Nadie como Sailor Júpiter, era la que tenía mejor cuerpo —contradijo Garrett.

—A mí me gusta Tuxedo —Bree dijo con ojitos soñadores—. Ese hombre está como un tren.

—Y pensar que se las daba de serio mientras se follaba a Sailor Moon cuando apenas era una niña.

—Edward, ¡no mates mi infancia! ¿Sí? —le gritó Bree tapando sus oídos.

— ¡Infancia! Sabes lo que es realmente traumante… —señaló con diversión— ¡Ranma 1/2! Nunca supe si Ranma era
chico o chica.

—Eso debe ser frustrante —dijo G con voz apesadumbrada—. Nunca iba a poder follar a Akane en el baño.

—A no ser que el agua estuviese caliente —dijo Bree siguiendo su juego, entendí que nada lograba poniéndome en
contra—. ¿Creen que Ranma disfrutaba ser mujer? —preguntó mi hermana.

—Creo que sí —Edward medito—, podía masturbarse siendo chico o chica.

—Buena respuesta Edd —G subió su lata en un gesto de brindis, negué con la cabeza y busque el archivo del capítulo
y le pase la laptop a Edward.

DEJA DE HABLAR DE COMIQUITAS POR FAVOR. HABÍAMOS QUEDADO DE VERNOS EL LUNES EN TU CASA.
RECUERDAS GENIO, ¡ESTOY EN MIS DIAS!

Edward leyó brevemente y sonrió antes de teclear y pasarme la laptop.

TE EXTRAÑABA NENA... NO ME QUITES LA DIVERSIÓN ADEMAS, TU ERES MÍA. Y SI YO QUIERO VERTE LO HAGO
Y YA. RECUERDAS NENA, FIRMASTE. ME PERTENECES

— ¿Qué es esto, Bells? —Bree agarró la tarjeta pasándomela,

—Es una invitación a la inauguración de un hotel —dije restándole importancia—. G, tu camisa ya está seca, está en el
cuarto de lavado.

—Te amo, bonita. —Garrett me envió un beso antes de pararse de la silla y Bree masculló algo bajo a su aliento. Vi a
Edward sacar su celular y teclear rápidamente, antes de escuchar que había llegado un mensaje en mi celular. Salté
de la silla a buscarlo en el mesón de la cocina.

¿Iras a la inauguración? Kath me invitó, pero no tengo ganas de ir a celeb rarle sus logros al maldito b astardo con el
que se casó.

Respondí rápidamente

Sí. No sé si iré, el maldito b astardo está b uenísimo y sé que has estado reuniéndote con tu amor imposib le... Por cierto
¡deja de contarle mis cosas!

Edward sonrió y tecleo rápidamente.

Celosa nena... Joder quiero b esarte, no sangras por la b oca ¿no?

Quiero un b eso, Isab ella.

Negué con la cabeza.

Garrett está aquí Edward...

Iba a escribir algo más justo para verlo entrar por la puerta de la cocina.

—Dije que quería un beso, nena. Lo quiero ahora —se movió rápidamente hasta dejarme enjaulada entre sus brazos y
el refrigerador—. Cuando yo quiero algo, Isabella —murmuró cerca a mis labios—, simplemente lo tomo. Seis días es
mucho tiempo, y no estoy dispuesto a perderlo cuando se me escapa entre los dedos —su voz era ronca expectante y
me sentía levemente acalorada.

—Edward... —murmuré bajo, envolviéndome en el calor de su cuerpo, en su aliento mentolado que inundaba mis
sentidos. La debilidad que experimentaba cuando Edward estaba cerca de mí, era aplastante; nublaba mi capacidad
de razonar coherentemente, mi cuerpo accedía a sus deseos y mi corazón.

—Bésame, Isabella —susurró bajo su aliento, dejando que sus labios se acercaran a los míos, fue inevitable no
responder a sus deseos, a su beso fiero y demandante succionando su labio inferior y haciéndolo gemir quedamente,
mientras pegaba su cuerpo al mío. Halé los cabellos de su nuca, gimiendo en su boca y causando jadeos
entrecortados en él. Su cuerpo duro y tonificado aplastándome contra el refrigerador, sus manos descendieron por mis
costados y subió mis piernas a su cintura embistiendo mis caderas sobre la ropa.

—Edward... —estaba perdida en el mar de sensaciones que inundaban mi cuerpo cuando este hombre estaba cerca...
Química, lujuria, pasión desenfrenada. ¡Joder! Cristo Jesús, mátenme ahora, pero no me dejes completamente a
merced de él... moriré, moriré quemada en las flamas de su deseo, en el calor de la lujuria que recorre mi cuerpo, en el
infierno de la pasión desbordante que es este hombre. Apreté mis piernas en sus caderas sintiendo más; exigiendo
más y buscando más de ese exquisito placer. Sin razonar, sin pensar solo sentir... sentir que eres una maldita hoja
que vuela al viento, que puedes tocar el cielo con las manos y llegar a la cima del placer con solo un beso y un par de
roses.

Había dicho que Edward Cullen era peligroso; había dicho que Edward Cullen sería mi muerte... Había dicho que tenía
que protegerme de él, pero solo su beso, solo su cercanía, me demostraba que era demasiado tarde... Ya era
demasiado tarde para mí.

No era amor, no. No podía serlo. Era sentirse una marioneta en juego donde él sabía cómo mover los hilos para que
cediese a sus designios... Deseo. ¿Qué es el deseo? Química, anhelo, el deseo es la consecuencia final de la
emoción inducida en origen por la variación del medio; causa y efecto: emoción, sentimiento; es la maquinación de la
atracción y a satisfacción de la naturaleza humana por neto reflejo corporal, nos saca de nosotros mismos, nos
desubica, nos dispara y proyecta, nos vuelve excesivos, hace que vivamos en la improvisación, el desorden y el
capricho, máximas expresiones de la libertad llevada al paroxismo. El deseo reivindica la vida, el placer, la
autorrealización, la libertad que paradójicamente me daban los brazos de este hombre.

—Esta noche Isabella, te enseñaré que no hay necesidad de penetrarte para hacerte el amor... ¡Te deseo, maldita sea!

—Bree, Bree está aquí… Yo —gemí al sentir un mordisco en mi clavícula—… no puedo dejar a Bree sola —susurré
mientras seguía con el bamboleo de sus caderas.

—Alice... —murmuró él antes de tomar mis labios nuevamente. Mis uñas se deslizaban por su espalda, mi lengua
jugueteaba con la de él sintiendo mis pechos pegados a tu duro torso, el calor de su cuerpo, su erección palpitante a
pesar de nuestras ropas, mi deseo se incrementó cuando sus dedos rozaron mi pezón; mi cuerpo cobró vida propia
meciéndose en torno a él, arrancándole jadeos entre cortados, devorando sus labios a con alevosía y fiereza. El olor
del frenesí envolviéndonos con sus capas invisibles, perdida en el laberinto de sus labios y manos. Estaba tan
entregada en la neblina del deseo que solo fui consciente de la puerta estrellándose fuertemente contra la pared. Abrí
los ojos para encontrarme con la mirada dolida y fiera de Garrett, las aletas de su nariz se dilataban por su respiración
y nos miraba como si no pudiese creer lo que sus ojos veían.

— ¿Qué diablos significa todo esto? —rugió fieramente, mientras con las manos apretadaba fuertemente a la lata de
cerveza..

WTF! Que creen que dira Garrett?

Lamento la tardanza, pero como lo comunique en el Harem del doc Sex, He estado enfermita (Anemia) pero no me
muero asi que tranqui, podre acabar la historia, espero que podamos vernos el proximo fin de semana.

A mi equipo de trabajo : Adri, Salem, Eve, Eliana, Jo, Gine y a Belu que puso un poquito de su alma aqui en este cap
MUCHISIMAS GRACIAS

Mil gracias por todos sus review, por sus favoritos, a los lectores fantasmas a todos porque me animan a seguir
adelante, mi tiempo en internet es el que estoy en el trabajo aveces trato de responder los revs, pero son muchos
chicas espero me entiendan.

-luciana.b85 -Fefy -Usagi13chiba -eli -DiAnA FeR -solecitopucheta-Anahi-littrell -ashleyswan -nelda-COKI CULLEN-
zujeyane -coco cullenswan -Javiitaah Hale D' Cullen -Carelymh -nesines -kimjim -Maru-Li Tsukiyomi-galadrielcullen -
veroc -Liz PattStew -Eve Runner -Nyx-88 -Bella-Nympha -lokaxtv -AransaLutzChiba -Gabs Frape -Coni .5-Deathxrevenge
-Lu -laucami -Anisa Eliana-Angie Manse Cullen -yolabertay-CARY-any0239 -Gretchen CullenMasen -darky1995 -lagie -
elena -TaNiiaGG -jupy -ALEXANDRACAST -Elaine Haruno de Uchiha-Yoa. -Pam Malfoy Black -Orisweetcullen -ninfaffadd
-tata XOXO-Kisara Masen -isakristen.

Si tienen alguna duda o pregunta prefiero que lo hagan a mi face, (en mi perfil esta) o al grupo chicas la mayoria de los
revs los leo desde el celu y es horrible no puedo responder

La que quiera entrar al grupo esta es la pagina eliminen los espacios: www . facebook groups / 343381672450515 /

Ary.
*Chapter 13*: Chapter 13
Disclaimer: los personajes de Crepúsculo son propiedad única y exclusivamente de la señora Meyer, yo solo los
utilizo para mi diversión.

Capítulo beteado por Jo Beta Ffad, Betas FFAD

www facebook com / groups / betasffaddiction

NA: es un placer para mí decirles que esta historia está debidamente Registrada por SafeCreative bajo el código
1305285174880, cualquier copa parcial o completa acarreara las sanciones pertinentes

Te gusto como el Cuatro de Julio

Licor de malta en su aliento, mi, mi

Te quiero, pero no sé por qué

Usted puede ser el jefe, papá

Usted puede ser el jefe

Gusto como una fiesta de b arril, de nuevo en la salsa

Me gustas mucho, me gustas mucho

You Can Be The Boss

Lana Del Rey'

— ¿Qué diablos significa todo esto? —rugió fieramente con las manos apretadas fuertemente a la lata de cerveza.

Desenredé las piernas de la cintura de Edward, mientras Garrett me miraba enojado y Bree… ¡Demonios! Podía sentir
cómo la sangre se subía a mi cabeza. Edward se separó de mí mirando a Garrett burlonamente o, al menos, eso creí.

—Isabella —Las palabras de Garrett fueron duras, como hierro ardiente.

—Son novios, joder. Tienen derecho a hacer eso y mucho más. —Bree pasó por su lado y caminó al lado de Edward
guiñándole un ojo, él le mostro su sonrisa torcida marca registrada.

—Alguien podría por un demonio explicarme… ¿Novios?, ¡Edward Masen no tiene novias! —gritó haciendo que mi
estómago se encogiera; Bree sacó una lata de Pepsi del refrigerador y Edward aprovechó para hacerse notar.

—Nena, tengo que irme. —Se acercó para darme un nuevo beso, pero aparté mi rostro dejando que sus suaves y
carnosos labios me besasen en la mejilla; sonrió burlonamente antes de despedirse de Bree e intentar salir de la
cocina. Garrett aún no se movía de ahí, sus músculos estaban tensos bajo sus camisa, alargó su mano y Edward se
detuvo esperando algún movimiento.

—Tú no te vas… —dijo con los dientes apretados.

Edward rió. Una carcajada limpia y abierta antes de levantar su brazo y apartar la mano de Garrett de su camino.

—No eres mi jodida madre, ni el padre de Isabella, no te debo ninguna explicación.

—Edward —Garrett lo miraba con odio, con… Temí por un enfrentamiento.

—Ni lo sueñes Garrett, tengo muchas cosas que hacer y no acostumbro a ventilar mi vida, porque como te dije antes,
es mía y hago con ella lo que me plazca. —Sin voltearse salió de la cocina y sentí como cerraba la puerta.

—El showcito te queda de quinta, parece un maldito Talk Show a lo Jerry Spingfield. ¿A qué hora sale la güera gritando
¡ese hombre es mío! —Se burló—. Ni que fueras su hermano mayor —bufó Bree antes de salir en dirección a la sala.
La vi recoger sus cuadernos antes de perderse por los pasillos que daban a nuestras habitaciones.

La cocina quedó en absoluto silencio, el ambiente era tenso. Garrett tenía la mirada en el suelo desde que Edward
había salido del apartamento; suspiré profundamente antes de hablar.

—Garrett —me acerqué a él—, ¡dime algo joder! —grité. Sus ojos se encontraron con los míos, había tanta rabia, dolor
y decepción en ellos. —Lamento que hayas presenciado eso… yo…

— ¿De verdad eres su novia? —preguntó halando uno de los taburetes y sentándose. No supe qué decirle, era una
muy mala mentirosa y Garrett siempre me descubría—. Isabella estoy esperando una respuesta —sentenció.

—Lo soy —dije mirándolo fijamente y rogando a mis ancestros para que él se creyese la mentira del año.

— ¡Es Edward Masen lo sabías! —gritó, pasándose la mano por los cabellos—. ¡Conozco ese hombre hace más de
diez años! Soy su compañero de juergas, él no toma en serio a nadie, Isabella. —Isabella, no Bella, esto iba de mal en
peor—. Nunca en su puta vida ha tenido una relación seria, su vida se basa en tirarse una mujer diferente cada noche y
en programar quién será la siguiente —se levantó de la silla—. ¡Joder Bella! ¡El tipo ha cogido más veces de las que
podamos contar!

Cada palabra era como un puño directo a mi estómago.

—Nunca va a tomarte en serio —dijo enojado—. Tú no eres de su tipo —ese fue el golpe final.

— ¿Por qué? —sentía la bilis quemar mi garganta—. ¿Porque no soy una modelo? ¿Porque no soy rubia? Intentas
decirme que soy tan poquita cosa que Edward Masen o Cullen o como sea que se llame, no puede fijarse en mí.

— ¡No es eso joder! —Garrett alzo la voz— ¡Hace cuánto lo conoces! No tienes más de un mes de haberlo visto y
resulta que eres su novia y estaba prácticamente follándote con ropa en tu cocina, ¡sin importarte que Brithany o yo
estuviésemos aquí! ¿Qué demonios es lo que pasa por tu jodida cabeza, Isabella Swan?

¡Ah no! Garret podía ser mi amigo, un casi hermano para mí, pero en ese momento me ofendía y maltrataba, durante
años soporté las imposiciones de mi abuelo. Ahora, tenía veintiséis años, podía hacer lo que me diera la regalada
gana, con quién me diese la regalada gana, aunque ese fuese el cabrón más grande de toda la ciudad.

—Sal de mi casa Garrett —murmuré con los puños apretados, amaba a G, había sido sostén desde lo que había
pasado con Félix, pero era hora de hacerle saber que ya era una mujer.

— ¿Qué? —Garrett parecía sorprendido.

—Lo que escuchaste, vete —quería llorar pero no lo haría frente de él—. Vete y vuelve cuando estés dispuesto a
dialogar y no a gritar como un maldito troglodita.

—Te desconozco Isabella —Garrett negó con la cabeza—, pensé que eras diferente —murmuró frente a mí—. Eres
igual a todas, una maldita zorra reprimid... —Mi mano impactó fuertemente contra su rostro haciendo que la cabeza de
Garrett girara debido al choque de mi mano contra su mejilla. Garrett acarició su rostro y yo dejé que las primeras
lágrimas rodaran por mis ojos. Por unos minutos, todo fue silencio—. Bonita yo…

—Vete —murmuré, mientras salía de la cocina y caminaba rápidamente en dirección a mi habitación.

— ¡Bells! —Garrett trató de alcanzarme pero cerré la puerta justo antes de que él pudiese llegar a mí—. Bella, lo
siento… —dijo pegado a mi puerta—, yo no quería… —escuché cómo la puerta del cuarto de Bree se abría y luego
como mi hermana aplaudía.

—Perfecto la has cagado —Bree se burló.

— ¡Cállate mocosa! —gruñó Garrett.

—Cierra la puerta antes de salir. —La puerta de Bree se cerró; sin embargo, durante los siguientes minutos Garrett
siguió tocando mi puerta una y otra vez disculpándose. Sequé mis lágrimas y abrí mi ordenador, que tenía abierto el
capítulo en el que había quedado en "Atada" y tecleé furiosamente el momento en el que la familia de Caleb se
enteraba de la existencia de Danielle.

No supe en qué momento me quede dormida, cuando Bree me despertó, tenía los ojos hinchados y la nariz roja,
evidencia que había estado llorando. Me dolía, me dolía que Garrett pensara eso de mí, porque Edward y yo no
podíamos ser novios, porque no era la ultra modelo de moda, o no era rubia y descerebrada.

—No entiendo porqué te afecta, es simplemente un amigo y ya. Es tu vida. —Bree me tendió un emparedado de atún y
un refresco—. Son las siete de la noche y no has comido nada, sólo un tazón de cereal. —Me senté en la cama—.
¿Puedo? —dijo señalando mi laptop, asentí—. ¿Es tu libro?

—Es el capítulo nueve —murmuré dándole una mordida al emparedado, Bree empezó a leer lo último que había
escrito mientras yo terminaba mi cena.

Coloqué la lata y el plato en mi mesa de noche antes de ver a Bree.

— ¿Y? —En la escena no había nada sexual, solo un ligero enfrentamiento de Danielle con Dominic la madre de
Caleb.

—Odio a esta vieja hija de puta —murmuró mi hermana—. Hacer que ella se tropezase con la copa de vino fue un acto
bajo.

—Caleb es su hijo mayor y…

—Tú lo dijiste mayor, por otro lado, es obvio que está confabulada con la ex de Caleb… —mi hermana calló y respiró
profundamente—. Me muero por leer alguna escena íntima de estos dos Caleb es tan…. —gesticuló.

—Dame la Computadora un momento —Bree me pasó la laptop y yo suspiré antes de tomar mis lentes debajo de la
almohada, donde los había dejado y teclear.

Estab a enojada, aturdida, sab ía que tratar con Dominc Stoux no sería sencillo, hab ía visto a la vieja urraca que
lamentab lemente tenía por "suegra". Tratab a sin éxito de esconder la mancha de su vestido o de hacerla menos visib le,
pero era vino tinto por lo cual era imposib le que desapareciera de su impoluto vestido b lanco.

—Maldita vieja —siseo entre dientes, dejando caer la toalla en el lavado, deb ía sab er que el anuncio de Caleb le ib a a
caer a la b ruja como una patada en el culo. Colocó las manos en el mesón del lavado respirando profundamente y
repasando sus dos opciones, la primera era irse de la cena de la empresa, la segunda actuar como si la mancha no
estuviera ahí—. ¡Maldición! —murmuró, ella ya no era Danielle Mclaren la asistente de contab ilidad de Stoux Holding,
ahora era Danielle Mclaren la novia del presidente de la compañía, no podía estar por ahí con una mancha de vino
cub riendo su b onito vestido. Bajó la cab eza respirando fuertemente una vez más, tendría que irse, si eso haría… Sintió
las fuertes manos de Caleb en su cintura y alzó la vista encontrándose con sus ojos verde fuego a través del espejo.

—No estás pensando en irte, ¿verdad? —dijo colocando su cab ello rub io en uno de sus homb ros y dejando que su
lengua hiciera un pequeño recorrido por su cuello

—Caleb … —la voz de Danielle fue un susurro entrecortado mientras dejab a que su cuerpo se recostara al del homb re
detrás de ella.

—Dominic puede ser una arpía si quiere, esto del vino nena… No es nada en comparación con lo que se te viene
pierna arrib a, es uno de tus ob stáculos por estar con el príncipe de la familia Stoux —succionó su cuello justo en la vena
aorta mientras sus manos sub ían hasta tocar sob re la tela los pechos de la mujer, verlo a través del espejo hacía que la
situación fuese aún más erótica y emocionante de lo que ya era sentir las manos de Caleb sob re su cuerpo, él la giro
rápidamente apoderándose de sus lab ios, succionándolos, lamiendo y mordiendo; los b esos de Caleb eran fuego,
pasión, algo salvaje y necesitado que ahogab a sus sentidos, nub lab a su lógica y la sometía a él. No opuso resistencia
cuando él la condujo hasta uno de los cub ículos, tampoco cuando sub ió su vestido hasta las caderas y delineo con la
punta de sus dedos la fina línea de sus sexo antes de introducir uno de sus dedos en el… Danielle mordió su homb ro
fuertemente para sofocar los gemidos cuando escuchó pasos y un par de señoras entraron al b año; ingresó otro de sus
dedos haciéndola arquease mientras con su otra mano le sacab a los pechos por sob re el vestido.

—Te necesito ahora nena —murmuró con la voz ronca por el deseo, y ella separó sus lab ios de su costoso Armani
negro para decirle sin voz:

—Tómame.

Esa sola palab ra volvió loco al hermoso homb re frente a ella, no vio cómo soltó sus pantalones mientras dos de sus
dedos seguían anclados a ella, moviéndolos de arrib a ab ajo hasta remplazarlos por su duro miemb ro que entró en ella
fácilmente deb ido a sus anteriores caricias. No estab an haciendo el amor como aquella vez cuando él regresó de
Suecia; esto era sexo salvaje, necesitado y primitivo, era la forma con la que Caleb le decía que pasara lo que pasara él
estab a con ella.

Su espalda chocab a violentamente contra el cub ículo de metal, mordía su lab io para acallar sus gritos mientras se
mantenía sujeta de su cuello y su cintura, Caleb seguía emb istiéndola con un ritmo frenético, como él estab a
acostumb rado a amar, como a ella le gustab a que la amasen, y por esos momentos en el que Caleb se entregab a a
ella sin pensar en nadie más, su b urb uja se cernía poderosa y hermética sob re ellos, ni siquiera Dominic con su poder
de madre o Geraldin y su pasado podrían penetrar en ese espacio creado por los dos.

El clímax estab a cerca lo sentía en su sangre y justo cuando alcanzó el paraíso, Caleb devoró sus lab ios en un b eso
fiero donde demandab a y exigía que entregase todo de ella en ese algo que ellos tenían, y que ahora era una relación
con la firme convicción de que amb os se pertenecían. Danielle se dejó ir en el orgasmo glorioso que su homb re le
regalab a

Me removí incómoda sobre la cama, sentía mi corazón algo acelerado, mi frente tenía una ligera capa de sudor la cual
limpié con mi mano antes de peinar mi cabello y releer lo que había escrito. Bree estaba frente a mí sin moverse, y me
temía que no respirara; coloqué la laptop fuera de mis piernas y levante mis lentes sonriendo por lo fácil que salían
estas escenas dos meses después que había empezado este libro.

Miré a mi hermana que me veía expectante.

—No estoy segura de querer que leas esto —murmuré sonriendo.

—Ohh… vamos Bella —Bree parecía niña pequeña.

—Eres menor de edad y esto…

— ¡Por Dios, hace años que deje de ser una niña! Bells, déjame leer —daba pequeños brinquitos en la cama, así que
le pase la laptop y observé cómo los ojos claros de Bree absorbían cada letra, esa no era una de mis mejores escenas
íntimas pero me había gustado el resultado—. Whoo… —dijo Bree terminado de leer— Creo que me he enamorado de
Caleb más de lo que ya estaba —expresó —. ¿Dónde puedo leer más?

Le quité la computadora.

—No lo vas a leer más, me siento como una pervertidora de menores enseñándote esto y después de lo que viste en
la cocina con Edward y… —Bree me puso dos de sus dedos silenciándome.

—Bella, a mí no tienes que darme excusas. En primer lugar, no soy una bebé —quitó sus dedos de mis labios—, perdí
mi "virtud" cuando tenía catorce años con Diego, el baterista auxiliar de la banda de mi papá y, en segundo lugar,
Edward está como un tren, es lógico que quieras violártelo cuando están solos, eso es atracción química sexual nata,
ustedes dos se devoran con la mirada o al menos, estoy casi segura que él te imagina desnuda siempre que te ve. —
No sabía si estaba más asustada con la confesión de la pérdida de la virginidad de mi hermana a los 14 o con su
madurez frente al tema Edward y yo—. Su mirada es deseo y lujuria pura, que sabe disfrazar con sus comentarios
jocosos y su actitud despreocupada y tercero… esta es tu casa.

—Nuestra casa Bree —tomé sus manos—. Esta es tu casa, eres mi hermana y todo lo mío es tuyo…

— ¿Incluso tu novio? —Ambas sonreímos—. Sé que te gustaría pasar Acción de Gracias conmigo —murmuró Bree—,
pero de verdad quiero ir a casa del tío Phill.

—Lo sé, ellos también son tu familia.

—Pasaremos las navidades juntas —dijo mi hermana y asentí—. Gracias —me abrazó. Por un momento me quedé
colgada, pero luego aferré mis brazos a ella.
.

Habíamos estado hablando de una cosa las dos en la cama, Bree me había contado que su primera vez había sido en
el estudio de grabación y que Peter casi la descubre. Evitó hablar de Renée, cosa que agradecí y no nos dañó el
momento; fui a la cocina a buscar un par de refrescos y vi mi celular, tenía más de 12 llamadas perdidas de Garrett y
muchos mensajes de texto, los cuales elimine sin leer.

Garrett era más que un amigo para mí, cuando lo conocí Charles tenía tres meses de haberse ido, había terminado mi
primera historia y necesitaba un editor con urgencia pero los que había visto o eran muy costosos o simplemente no
les llamaba la atención la historia de dos jóvenes cuyo destino se había movido a su antojo, alejándolos de la felicidad.
Garrett se había colocado delante de mí, estaba terminando el último año de literatura y trabajaba como editor junior en
Vulturi Editores, nos llevó tiempo editar todo el libro y mucho más que Aro aceptara revisarlo. Si no hubiese sido por
Garrett, yo no sería quien soy ahora, y era por esa amistad de años que me dolía como una daga atravesada en el
pecho su actitud hacia mí.

—Bells, ya va a comenzar —Bree gritó desde el corredor, guarde el celular en mi bolsillo y tomé los paquetes de papas
fritas y los refrescos antes de correr por el pasillo y sentarme en la cama al lado de mi hermana, dejando el celular en
la mesa de noche, mientras ella le subía el volumen a la radio antes que la voz suave y fina de Edward se escuchara
desde los altavoces.

—Buenas noches queridos oyentes, b ienvenidos a una trasmisión mas de Hab lemos de Sexo, con ustedes Doctor Sex
y a mi lado la b ella y deslumb rante Rosalie Hale.

—Buenas noches Dsex —murmuró Rose con voz sensual—. Esta noche traemos para ustedes un programa divertido,
interesante, informativo y como nos gusta a todos: jodidamente erótico. ¿No es así Dsex?

—Completamente, Rose… Sé que muchos han escuchado hab lar del Tantra, o Sexo tántrico, pero ¿qué es esto en
realidad? Si quieren sab er no se despeguen de nuestro dial, vamos con una pausa musical y volvemos; los dejamos en
compañía de Lana del Rey y su canción You Can Be The Boss.

La música empezó a escucharse y Bree tarareaba moviendo su cabeza de un lado a otro.

— ¿Cómo haces? —preguntó de repente, la miré alzando una ceja.

— ¿Cómo haces para no comértelo a besos cuando están tan cerca? Dios Bella, te juro que si yo tuviese un hombre
como él de novio o que me mirase la mitad de cómo él te mira, ya lo tuviese amarrado a la pata de la cama —se burló.

—Ya te dije que estamos conociéndonos y todo esto fue muy rápido —peiné mis cabellos.

— ¿Cómo se dio todo? Anda, cuéntame, pero no los detalles morbosos —Bree sonrió.

—Nos vimos en el programa, luego coincidimos en un restaurante —dije recordando—. Nos vimos en el edificio de G
un par de veces y luego nos encontramos por ahí, salimos un par de veces y me besó —sequé mis manos con la
camisa que tenia puesta, y en todo el relato no vi a Bree a los ojos miraba un punto inexistente en la pared.

—Eso fue química de una o…

—Volvemos a Hab lemos de Sexo; esta noche sexo Tántrico, tienes dudas, quieres practicarlo o simplemente no sab es
que es, escúchanos y puedes llamarnos al 9273467 o al 9287646 y con gusto te responderemos —la voz aterciopelada
y sexy de Edward me salvo de una mentira más…

—Esta noche te daremos los puntos clave para ser un maestro en este arte amatorio, en nuestra página de internet
podrás encontrar este y otros temas. Se trata de una práctica, una filosofía de vida de origen oriental con más de 4.000
años de antigüedad, que utiliza la energía sexual para conseguir una conexión con uno mismo. La meditación o
disciplinas como el yoga.

—Es mucho más que eso, Rose —Edward Interrumpió como era normal en él—. Se trata de desvincular el sexo de los
genitales, disfrutar del cuerpo del compañero, sentir placer dando placer. Lo primero que deb es tener claro es que para
practicar sexo tántrico, deb es olvidarte del sexo convencional, del rapidín, del mañanero; deb es olvidar todas las pautas
y conductas que has estado practicando durante años y ab rir tu mente. Si alguna vez has practicado yoga o alguna
disciplina de relajación oriental, este ritual te resultará más familiar y si no es así, deb es partir de que el sexo tántrico se
b asa en encuentros largos y relajados, sin prisas; se venera el éxtasis y se b usca un placer más prolongado a través del
deleite de los goces sensuales. No se trata de no llegar al orgasmo, sino retrasarlo lo más posib le, disfrutar del camino
sin ob sesionarse ni perseguir un final. Para el tantra, el orgasmo no es sinónimo de eyaculación y por eso el homb re
'normal' se desconcierta cuando le dicen que el 90% de los homb res desconocen el orgasmo. La eyaculación aleja al
homb re del orgasmo verdadero, del éxtasis sexual.

—Explícanos eso Dsex, porque muchos chicos que nos escuchan ahora estarán preguntándose ¿cómo se llega al
orgasmo sin eyacular?

—Teniendo en cuenta que el placer no esté enfocado en el orgasmo sino en el disfrute de los sentidos Rose, hacer el
amor con tus manos y tu b oca, rozar la piel de tu amante y que ella te toque a ti…

—Los seguidores del tantra recomiendan hacer el amor una sola vez al mes para acumular energía sexual. Según
ellos, la ab stinencia logra increíb les resultados, ¿es esto realmente cierto?

—Creo que muchos de nuestros oyentes van a querer matarme, pero es cierto —Edward sonrió—. Aunque se puede
empezar practicándolo una vez a la semana, pero con toda la conciencia en el acto, tomándose el tiempo para sentir y
provocar. La solución tántrica es prolongar la etapa última, la más intensa, inhib ir el espasmo para permanecer
indefinidamente en el punto límite. Ese es el verdadero orgasmo masculino —puntualizó.

—Mirar el acantilado pero no lanzarse —expuso Rosalie.

—Exacto. Muchos homb res —habló Edward— al terminar de eyacular, damos por concluida la faena.

— ¿Te incluyes Dsex? —Rosalie se burló.

—No, por supuesto que no. Ejerzo este tipo de práctica desde hace muchos años, cuando estuve en India que es donde
se origina esta técnica y, aunque no es fácil de entender, hay que reconocer que el orgasmo no es el final de la fiesta
sino el principio de la celeb ración. Hay que prolongarlo, lib erarse de todo lo que pesa, ab andonarse por completo.
Entregarse el uno al otro, no pensar en nada, sentir. Que no se apague la llama en un simple desahogo sexual, la
receta es ir más allá del placer. Calidad, no cantidad; el sexo tántrico es una práctica que muchos desconocen,
diferentes escuelas tántricas ayudan a descub rir las técnicas y a vivir experiencias con esta actividad oriental. Sob re
esto hay mucho escrito pero cada persona puede llevarlo a cab o de una forma distinta: desde la más ortodoxa hasta la
más occidentalizada.

— ¿Me imagino que existe algún tipo de rutina Dsex? —preguntó Rose.

—Por supuesto, pero la idea no es hacer algo mecánico a la hora de intimar. Recordemos que el tantra es relajación, es
conectar mente y cuerpo pensar con la cab eza... pensante —Edward rio—, no con la colgante.

Rosalie estalló a carcajadas.

—Entonces, es muy difícil porque ustedes solamente piensan con esa...

—Es relativamente sencillo Rose —la interrumpió—. Hay cuatro pasos que son claves para llevar el sexo tantrico a
b uen término: el primero es vivir y disfrutar del momento; el segundo es la aceptación, en el tantra se adora cada poro
de la piel de la persona con la que estás, sea el amor de tu vida o una relación de una noche.

—Entiendo Dsex, es dar el todo por el todo, entregarse y que no sea algo simplemente carnal.

—Has captado lo que quiero decir, Rose —murmuró con voz suave—. El tercer paso es enfocarte y expresar lo que
sientes decir lo que te gusta o no y pedir algo si quieres recib irlo, ya que si no lo pides, puede que te lo hagan pero
tamb ién puede que nunca lo sientas. Y el último paso es algo más complicado. Es Respirar: En el sexo tántrico es muy
importante controlar la respiración y sincronizarla con tu pareja para poder entrar en la misma energía. Sentir: durante
el sexo tántrico se siente cada movimiento, mirada, ab razo, b eso, caricia… como si eso fuera lo único que existiese en
ese momento. Confiar: dejarse llevar con los ojos cerrados es muy importante para olvidar y confiar. No intentar tener
siempre el control de lo que estamos haciendo. Adorar el cuerpo de la persona con la que estamos, siempre podemos
sacar detalles que nos gusten y a él o ella tamb ién le agradará que se lo digamos: me gusta tu cuello, tu b oca, tu
mirada… arrullos sensuales al oído y la tendrás o lo tendrás a tus pies. La vida consiste en eso, el sexo en sí, consiste
en sab er cómo llegar a tu pareja con tu b oca o tus manos, los homb re por lo general somos de tacto, pero las mujeres...
una palab ra susurrada con alevosía y pasión puede hacer que su lib ido aumente.

—Completamente de acuerdo contigo, Dsex... aunque tamb ién nos gusta el tacto —acotó Rose.

—Y no digo que no, mi estimada compañera, pero una pequeña succión en el lób ulo de tu oído, acompañada de algo
susurrante y sexual puede hacerte encender más rápido que a una cerilla. ¿Sab es qué es realmente importante a la
hora de practicar el tantra? —silencio—. Olvidar el paso del tiempo como dije hace un momento, el tantra es un juego
de caricias pausadas.

—Tenemos una llamada en la línea uno Dsex. Buenas noches, con quién tenemos el gusto —Rose preguntó

—Daniel —dijo el chico abiertamente—. Mira todo eso que dices muy b onito, pero yo no concib o el sexo sin eyacular,
viejo, soy de la teoría hasta que el cuerpo aguante o hasta que se te quite la culpa. Cualquier cosa que pase primero.

—Muchos homb res piensan como tú —dijo Rose con fastidio—. Y sí, hay veces que es la manera que nos gusta, pero
sab es es un pensamiento egoísta —le recriminó, —ustedes una los tocan y ya están listos para la faena, nosotras
necesitamos más tiempo.

—El sexo tántrico yo lo veo como el regalo de un homb re hacia su pareja. No es fácil practicarlo, se necesita de mucha
concentración, ¿tienes pareja estab le Daniel?

—Sí y la verdad no veo a Moni, esperando por horas para culminar además, no quiero que ella se sienta cohib ida
porque no ve que yo llegue al clímax.

—Tenemos otra llamada por la otra línea —murmuró Rosalie.

—Mi nomb re es Kendra... Por cierto, estoy de cumple y quisiera sab er cómo hago para tener una cita contigo Dsex,
¿puedo pedirla por mi cumple?

—Tú solo dime dónde te recojo Kendra —dijo Edward. Podía apostar mis bragas a que estaba sonriendo
ladinamente... Maldición quería llamar y quería... Tomé mi celular y marqué rápidamente al programa, al número que
había en interno mientras lo escuchaba coquetear con la tal Kendra.

— ¿Sabes que es parte de su trabajo no? —dijo Bree a mi lado, tiré el celular un lado y peiné mis cabellos.

—Lo siento, yo no…

— ¿El qué? ¿El ser celosa Bells? Honestamente, no sé cómo puedes escuchar ese programa, él habla malditamente
sensual y coquetea con todas las mujeres que llaman —dijo mi hermana limándose las uñas.

—No estoy celosa —murmuré entre dientes sin mirarla.

—Ajam Bella, si tú lo dices...

Ignoré completamente a Bree antes de escuchar la suave voz de Edward coqueteándole a su oyente...

—Puedo darte mi dirección por interno, cenamos y luego vemos… Podemos ponernos creativos —dijo la chica
seductoramente—. Estoy segura que tus pantalones deb en verse lindos en el piso de mi hab itación... —Inhala, exhala,
Bella.

—Claro, Emmett puede recib irla por mí... —expresó con voz ronca.

— ¿Pero vendrás? —susurró emocionada.

— ¿Cuantos cumples?

—Veinte, pero para ti puedo parecer de veinticinco. —Joder eso era más de lo que podía soportar, tomé el celular y
tecle furiosamente.

¿Te diviertes? Recuerda nuestro trato, monogamia o se termina.

Bree, me miró fijamente mientras tiraba una vez más mi celular entre las dos No paso mucho tiempo cuando escuche
una pequeña risita de parte de Edward, sabía que colocaba su celular frente la mesa del estudio. Rose hablaba con
Daniel, el chico que estaba anterior mente en línea.

—Estoy de acuerdo con Dsex—dijo la chica—ustedes esperan eyacular para caer como morsas, donde están las
caricias después del acto como tal—recrimino—te tomas tu tiempo para acariciara tu chica para adorarla—discutió.

—El mismo que tú te tomas para adorar al tuyo—dijo el chico a la coqueta que llamaba — el cuerpo de los hombres no
funciona como el de ustedes, lo nuestro es llegar, si la nena grita eso es cumplir ¿qué más quieren? ¿Ver jodidas
estrellas? Ves muchas películas románticas niña—mi celular vibro en mis manos y Bree me miro burlonamente.
Mi cuerpo es tuyo, nena.

Ambos chicos colgaron y Rosalie anunció una nueva tanda musical, esta vez Rihanna se dejó escuchar Roc Me Out.

—Amo a Rihanna, lo único malo que tiene es su amor masoquista por Chris Brown —murmuró Bree.

—En eso estoy de acuerdo contigo —murmuré a mi hermana—. Ella está enferma, se supone que el amor no es así.

—Hace como hambre, y lo peor es que cualquier cosa que coma se irá directamente aquí —agarró su vientre plano,
luego de una tanda bastante larga de canciones se escuchó la voz de Rosalie.

—Hemos tenido un programa b astante entretenido, ¿tienes algo más que agregar a este interesante tema Dsex?

—Siempre hay algo que agregar Rose. Para finalizar, hay que tener en cuenta que el sexo tántrico es tan placentero
como el sexo casual, el rapidito y hacer el amor; simplemente, es algo más espiritual que carnal, se trata de disfrutar,
hay que tener la disposición para practicarlo y explorar partes de nuestra pareja antes del coito en sí. Para esto puedes
crear un espacio; preparar el amb iente: música suave, sab anas frescas, inciensos de aromas afrutados o afrodisiacos,
que sea una cúpula de dos; quizás algo de vino y algunas frutas picadas para hacerlo más juguetón, prepárale un b año
y una vez ella esté cerca a ti, mírala; ella es una deidad para ti y hazla sentir especial, que sienta tu deseo por ella,
adórala con tus manos, con tu b oca, con tus ojos…Y luego, si quieres, llámanos y cuéntanos tu experiencia; te aseguro
que ella te lo agradecerá. Ahora, si tienes alguna duda puedes dejárnosla por nuestra página Web . Buenas noches.
—Closer empezó a escucharse dando por finalizado el programa.

— ¿De verdad lo practica? —miré a Bree sin entender—. El sexo tántrico, ¿de verdad lo practica? — ¡Joder! Podía sentir
el sonrojo cubriendo cada parte de mi cuerpo, ¿qué le decía? ¿Qué hemos follado casi un mes y que sí me he dado
cuenta que a veces no eyacula? O que simplemente, estoy tan metida en mi orgasmo que ni cuenta me doy cuando él
llega o no? —Ok… no respondas, tu cara lo dice todo —le lancé una almohada—, tu cama es grande y cómoda,
¿puedo quedarme aquí hoy? —dijo y yo asentí. Apagué la radio y me metí entre las sábanas con mi hermana, aún me
dolía que ella no quisiera pasar Acción de Gracias junto a mí, pero era bueno saber que estamos bien… Que
avanzábamos, a pasos de bebé pero ya eso era ganancia.

El sábado nos levantamos temprano, preparé un buen desayuno pues moría de hambre y casi no habíamos comido el
día anterior; no había encendido mi celular pero tenía varios mensajes de Garrett en el contestador, mensajes que
Bree borró sin siquiera escucharlos. Luego de comer, Bree se fue a terminar sus deberes y yo me di una ducha rápida
antes de ir a mi cuarto a terminar el capítulo nueve; estaba terminando de leer lo que había escrito pero no terminaba
de gustarme, acaricié mi cuello y vi a Bree entrar a mi habitación.

— ¿Pedimos una Pizza? —dijo con su teléfono en la mano, asentí y ella se sentó a mi lado—. ¿Qué sucede? —dijo al
ver mi ceño fruncido.

—Nada, simplemente una discusión entre Danielle y Caleb.

— ¿Por qué discutieron?

—Geraldin… No sabes cómo odio esa mujer.

—Odias tu propio personaje, los escritores son locos. —El timbre de la puerta se escuchó—. Ojalá no sea tu amiguito,
aunque no me quejo si es Edward, quiero saber más del tantra —se levantó de la cama corriendo a abrir, sentí un par
de tacones apresurados.

— ¿Podrías dejarnos solas, Bree? —Alice tenía los ojos hinchados y la nariz roja como si hubiese llorado mucho, tenía
una bolsa que traía el nombre del auto mercado que está al cruzar la calle. Mi hermana asintió y Alice corrió a mí
sentándose en la cama y abrazándome fuertemente, mientras lloraba y se repetía que era una estúpida.

—All, ¿qué sucede? —pregunté acariciando su largo cabello negro, pero ella seguía aferrada a mi llorando—. Alice
Marie Brandon estas empezando a preocuparme —ella se separó de mí y limpió sus lágrimas con un paño que tenía
en la mano antes de sacar de la bolsa un bote pequeño de helado de chocolate y meter una cucharada a su boca.

—Soy una estúpida… —dijo con voz temblorosa— una idiota…


—Ok, Al no estoy entendiendo nada si empezaras desde el principio a contarme qué es lo que tienes. —Mi amiga
temblaba como una hojita en tormenta.

—Verás —metió otra cucharada de helado a su boca—, el lunes el señor Banner, dijo que iban a realizarnos exámenes
de sangre de rutina, todos los años nos los hacemos así que fui una de las primeras que fue al laboratorio
improvisado y se practicó el examen —comió un poco más e inmediatamente se puso a llorar, la dejé porque ya una
vez había visto a Alice así, la vi sorber su nariz antes de continuar—. Esta mañana nos dieron los resultados y…

—Alice —le dije con voz suave atrayéndola hacia mí.

—Soy mala Bells, no quiero a mi bebé, ¡yo no quería un bebé ahora! —Se levantó de la cama y empezó a caminar en
círculos—. Llamé a Jasper y él se escuchaba tan feliz. ¡Dios qué madre no quiere a su hijo!, ¿qué tipo de mujer soy? Él
crece dentro de mí —me levanté y tomé a Alice de los hombros—. No quiero tenerlo lo Bells, no quiero. —Alli se aferró a
mí dejando su cabeza en el hueco de mi hombro mientras volvía a llorar.

Estuvimos varios minutos así, yo lo sospechaba, el helado había sido un detonante cuando supo de Ness, Alice solo
tenía veinte años y quería estudiar diseño de modas en la universidad de Columbia, en cambio, tuvo que conformarse
con estudiar a distancia publicidad y diseño mientras estaba embarazada de Nessie. Su embarazo no fue sencillo, a
los tres meses tuvo una amenaza por lo cual le tocó guardar reposo absoluto por órdenes médicas, desplazando sus
sueños, primero por el embarazo, después porque Ness estaba pequeña. Ahora que su carrera estaba un poco más
encaminada, que Ness no dependía tanto de ella, volvía a empezar desde cero con un nuevo bebé.

Conduje a Alice a mi cama nuevamente y agarré sus manos.

—Discutí con Jasper —susurró tomando nuevamente el helado—. Lo llamé para contarle y empezó a hacer mil y un
planes de comprar una casa nueva, que tenía que cambiar su coche, me estresé y le dije cosas que no debía… Que no
quería decirle.

— ¿Qué te dijo Jazz? —murmuré acariciando sus manos.

—Que si tanta repulsión me daba, él buscaba cómo deshacerse del problema —musitó con voz rota—. ¡Por un
momento lo pensé Bella!... Pensé en matar a mi hijo.

—Alice cálmate, esto le hace daño a tu bebé… Joder, pensé que te estabas cuidando.

— ¡Y lo estaba! Me inyecté Bella, pregunté en una farmacia y luego fui con un ginecólogo y me apliqué una maldita
inyección —dijo enojada.

Suspiré.

— ¿Cuántas semanas tienes Ali?

—No lo sé, se supone que debo ir al ginecólogo y hacerme una ecografía.

—Podemos ir con Dimitri —dije mirando a mi amiga.

—No quiero tener un bebé ahora Bella, pero tampoco quiero matar a mi hijo, Jasper nunca me perdonaría algo así, eso
sería el fin de mi matrimonio.

—Ali, tú amas a Jazz y él a ti, Nessie es la prueba de su amor y este pequeñito también, sé que no estaba en tus
planes All, pero ese bultito no tiene la culpa.

—Claro que no la tiene, ¡el culpable es Jasper! —dijo enojada—. Jasper y su maldita imposición de querer ser padre
nuevamente, como no es él el que tiene que quedarse cuando están enfermos, o el que pone en pausa su vida para
dedicarse en pro a ellos. Dios Bella, Ness solo tiene cuatro años y a veces no puedo con ella, como demonios voy a
hacer para cuidar de un bebé más.

—Yo te ayudaré, yo estaré contigo como siempre mi Tinkerbells —Alice me dio una sonrisa pequeña.

—No entiendo Bells, yo me inyecté…

—Son designios de Dios. Mira, podrías hablar con él y no sé, usar otro tipo de anticonceptivos.

—No Bella, este será mi último hijo.

—No puedes decir eso Ali, solo tienes veinticinco años, podríamos preguntarle a Dimitri —ella asintió—. ¿Estás más
tranquila? —negó—. Hay que llamar a Jasper.

—Debe estar odiándome, le dije que era él culpable de todo y que no quería tener al bebé, que iba a buscar una
solución si aún estaba a tiempo, se enojó muchísimo y me dijo que no lo esperara en casa hoy.

—Yo lo llamaré —dije levantándome de la cama y buscando el teléfono inalámbrico. Llamaría a Jasper y luego al
consultorio del doctor Malinov—. ¿Cómo se llama la inyección que te aplicaste?

Alice volvió a sonarse la nariz mientras yo marcaba los números del consultorio, había que verificar de cuántas
semanas estaba Alice.

—No la recuerdo muy bien, le pregunté al doctor que me atendió si esa era buena y dijo que sí, al parecer conmigo no
fue tan buena la perra…

Sonreí.

—Trata de recordar —dije escuchando la máquina contestadora del consultorio—. Podría comunicarme con el doctor
Dimitri Malinov —dije cuando contesto una señorita—. Alice…

—Espera… Misina, Mesigna…. ¡Mesigyna! —El nombre de la inyección me cayó como un balde de agua helada,
"Mesigyna", era la misma que Dimitri me había aplicado a mí, sentía que el aire abandonaba mis pulmones…

Calma Bells, no tiene porque pasarte lo mismo… Me susurré internamente. Cuando me pasaron a Dimitri, programé
una cita para ella y para mí y luego le marqué a Jazz, Alice se había quedado dormida en mi cama, agotada por su
ataque de llanto e histeria, peiné mi cabello y tomé mis converse viejos colocándomelos un momento, necesitaba salir
de la duda, salí a la sala, Bree estaba comiendo pizza en la barra de la cocina.

— ¿Esta mejor Alice? —asentí.

—Jasper viene en camino, tengo que ir a la farmacia Bree, vuelvo enseguida. Alice se ha quedado dormida —salí del
departamento y caminé hacia el elevador. Tenía unos jeans rasgados y una camisa de tiras. Entré a la farmacia con
pasos dudosos y agarré las dos primeras pruebas de embarazo que vi, cancelé el valor total de la factura y pensé en
comprar el anticonceptivo. Alice podía quedar embarazada, pero yo no podía tener un hijo de un hombre que solo
quería sexo conmigo. Crucé la calle rápidamente, cuando llegué al departamento Bree estaba viendo televisión y al
parecer Jasper no había llegado, eran casi las seis cuando entré al baño y con manos temblorosas seguí las
instrucciones de las dos pruebas…

Era sencillo: hacer "pis" en la parte señalada y esperar… La espera se me hizo eterna pero cuando por fin pasaron los
cinco minutos respiré tranquila y profundamente antes de tomar los resultados, coloqué cada prueba en mi mano y los
puse frente a mí cerrando los ojos fuertemente.

Tú puedes Bella… Me susurré a mí misma dándome valor… Abrí los ojos y miré las pruebas.

Ambas tenían una raya azul en todo el centro indicando que no estaba embarazada, dejé los palitos encima de la tapa
del escusado dando gracias a Dios que había dejado de sangrar, ya que era mi último día y por lo general no
manchaba, revisé nuevamente las instrucciones y sentí que el alma volvió a mi cuando revisé nuevamente; una raya
azul, no estaba embarazada; dos rayas rosas y sería el fin de mi vida.

Sentí el timbre de mi puerta y me apresuré en salir del baño y de la habitación, cuando llegué a la sala Jasper estaba
junto con Bree, ella le dio unos golpecitos antes de caminar a su habitación. Jasper me abrazó y lo estreché a mí, él era
mi amigo, a pesar de que nuestra amistad se había deteriorado mucho luego de lo ocurrido con Félix, pero aún lo
quería mucho y sabía que él me quería igual.

— ¿Cómo está? —preguntó preocupado.

—En shock pero está bien, se ha quedado dormida… —lo conduje hasta el sofá.

—Es mi culpa, yo quería tener un bebé —dijo Jazz con voz dolida.

—No es el momento buscar culpables Jazz, se trata de apoyo, para ella fue muy difícil el embarazo y post embarazo de
Ness.

—Lo sé, Bella amo a Alice más que a mi vida, porque ella es mi verdadera vida, si quiere interrumpir…

—Calla Jasper —dije colocándole mi mano en su boca—, simplemente está aturdida, déjala asimilar la noticia.
¿Dónde está Vanessa?

—La dejé con mi madre.

—Sé que Alice y tú se las apañarán.

—Contrataré a alguien, iremos al ginecólogo… Bella, estoy tan feliz —agarró mis manos—, pero no puedo disfrutar
completamente si Ali no quiere el bebé.

—Dale tiempo al tiempo Jazz, ve con ella, hablen —vi a mi rubio amigo levantarse y caminar en dirección a mi
habitación, dejé que mi cabeza se recostara en el sofá. Saber que no estaba embarazada me quitaba un gran peso de
encima, pero para evitar, le diría a el Doctor Malinov que me cambiase de anticonceptivo.

Pasaron varios minutos antes de que Alice y Jasper salieran de mi habitación, All seguía con los ojos algo hinchados
pero estaba sonriendo y Jasper se veía radiante, sin duda la noticia del bebé aunque inesperada, traería muchas
bendiciones a su hogar. Estábamos sentados en la sala mientras veíamos Nueve Meses, cuando escuchamos el
timbre de la entrada…

Esperaba que no fuese Garrett, hoy no me había llamado, él me conocía y sabía perfectamente que debía dejarme en
paz. Además, con todo lo del bebé no le había contado nada a Alice. Bree se levantó de la silla para abrir la puerta y
traté de mirar quien era pero solo vi a Bree abrazar a alguien… Obvio que no era G.

—Miren quien está aquí —dijo mi hermana con una sonrisa enorme, empezaba a temer esa reacción en ella. Fue
entonces cuando lo vi, Edward estaba frente a mí, tenía un traje negro de Armani que se ajustaba justo en los lugares
adecuados, sus zapatos de charol eran relucientes y tenía el cabello completamente peinado hacia atrás con alguna
gomilla.

—Pensé que estarías lista —dijo asombrado—. La inauguración empieza a las siete y treinta —miró su reloj.

¿Inauguración? ¡Mierda! Lo había olvidado completamente.

— ¿Inauguración? —Alice y Bree preguntaron al mismo tiempo.

—Sí —Edward contestó—, hoy es la inauguración del hotel que construyo el marido de Kath. —No pasó inadvertido
para mí la forma en cómo arrastro la palabra marido de Kath.

—No iré Edward —dije peinándome los cabellos—, es tarde y la verdad, lo había olvidado completamente.

— ¿No iras? —Edward arqueó una de sus cejas—. Isabella, creo que perderías una gran oportunidad al no ir,
Katheryne está algo entusiasmada con eso de contar su historia, bueno más bien que tú la escribas, me parecería
como un desaire si fuera yo.

— ¿Contar su historia? —Alice me miró fijamente.

—No te había contado All, Kath es una amiga de Edward, su historia amorosa es bastante interesante.

Edward negó y sus ojos se posaron en mi amigo rubio.

—Disculpa, ¿tú eres? —dijo mirando a Jazz

—Jasper Whitlook —Jazz se levantó y le dio la mano—. Soy el esposo de Alice.

—Mucho gusto, Edward Cullen.

—El novio de Isabella —dijo Bree. Giré los ojos en su dirección para no sentir la mirada de Jasper frente a mí.

—Sí, su novio —interrumpió Edward—. Isabella, es una muy buena opción te dará argumentos como escritora además,
créeme que la historia de Kath tiene todo el potencial para un buen libro.

—Isabella, yo no desperdiciaría esa oportunidad —dijo Alice—. Es más, como tu representante, estoy muy enojada
contigo por no decírmelo y bueno es más, te ordeno que vayas.

—Con lo del bebé...

— ¿Bebé? —Edward me miro a los ojos, sus orbes verdes mostraban alarma, ansiedad...
—Alice está embarazada —si estaba pensando que era yo, ya lo había descartado.

—Ohm —una sombra de melancolía pasó por sus ojos muy rápidamente—… Felicidades Pixie —murmuró alargando
su mano a Alice—, mi cuñada también lo está —su voz se escuchaba triste, como aquella vez cuando estaba con su
hermano—. Es una lástima que yo no... —No entendía nada, en ese momento levantó la cabeza, dándome nuevamente
su mirada pícara y arrogante—. Tienes 30 minutos para estar lista —ordenó.

¡What!

—Edward no iré, ya luego hablare con Kath. Le enviaré un correo y nos pondremos de acuerdo. No hay manera de que
esté lista en ese tiempo.

— ¿Perdón? —Alice se levantó de la silla—. Estoy aquí, treinta minutos es suficiente para mí. Vamos Isabella —se
levantó como un resorte del sofá, Jasper sonrió agarrándola por la cintura—. Bree, necesito ayuda —puntualizó.

—Al —dije sin levantarme—, no tengo un vestido y...

—Claro que lo tienes, recuerdas que fuimos de compra para la fiesta de fin de año de Vulturis E, compramos dos
vestidos lindos y elegantes.

—Tú compraste el otro —bufé.

—Exacto, tenemos el vestido para esta ocasión; treinta minutos Edward y estará lista —dijo halándome del brazo—. No
le des malos consejos a Jasper mientras esperas, Croqer —farfulló arrastrándome a la habitación. Jasper sonrió y
Edward también se mostró divertido. Al parecer tenía una nueva Bree y un nuevo G con Edward y Alice.

—Alice no quiero ir —dije cuando llegué a mi cuarto—, de verdad.

—Bells, a poco no es romántico, vino a buscarte y eso que ayer dijo que no iría... —Bree susurró emocionada y Alice
rodó los ojo.s

—No es cuestión que quieras o no Isabella... — ¡Dios!, me había dicho Isabella, eso significaba que se iba poner en
plan de representante—. Es en tu carrera que debes pensar, si Edward conoce la historia de esta chica Kath, de la cual
yo no sabía nada…

—Es la que me dio unas pautas para comenzar el libro, te hablé de ella —contesté.

—Sí, pero no me habías dicho nada de que ella quería que escribieras su historia. En fin, estamos perdiendo tiempo
valioso; ¡al baño, ya! —me empujó.

Veinticinco minutos más tarde me miraba en el espejo y no lo podía creer, Alice había hecho magia conmigo. Tenía el
vestido que ella me había regalado en la navidad del año pasado; vestido largo de un solo hombro en tafeta color
dorado con drapeado en el torso hacia la cadera, cola y un adorno en tela fingiendo ser parte de la falda a la altura de la
cadera, me gustaba el escote, era un vestido elegante y sombrío. Alice me había hecho subir en unas preciosas
sandalias doradas que si mal no recuerdo las habíamos comprado el mismo día, luego había buscado como loca
entre mis prendas dándome los accesorios un fino reloj de oro y unos pendientes del mismo material; también había
recogido mi cabello dejando pequeños bucles sueltos y me había maquillado con tonos suaves... Me veía
completamente diferente, y me gustaba.

—Vas a matar a ese hombre —Bree dijo emocionada tras de mí—. Te ves completamente hermosa —tendió una
pequeña carterita en el mismo color del vestido—. Sal y mátalo, luego nosotras esconderemos el cadáver, ¿no All?

—Por supuesto... —mi amiga sonrió pícara.

Respiré profundamente volviendo al reflejo que me daba el espejo, Alice y Bree salieron de la habitación y yo coloqué
un poco de perfume en mis muñecas antes de salir. Edward y Jasper conversaban amenamente y cuando su mirada
se posó en mí sentí mis piernas temblar, era una mirada intensa, repasaba mi cuerpo y podía sentirme arder ahí
donde sus ojos descansaban, caminó dos pasos hacia mí y respiró profundamente.
—Estás realmente hermosa —por el rabillo del ojo vi a All abrazando a Jasper por la cintura—. Tenemos el tiempo
justo para llegar —me giré mirando a Bree.

—Vete ya, ayer te dije que no era una bebé. Quedó algo de pizza de esta tarde y van a dar un maratón de películas de
Vampiros en la tele, así que estaré bien —murmuró.

Me despedí de Alice y Jasper pero ellos también iban de salida, Jasper quería contarle a su madre y a su suegra la
buena nueva, pero Al lo convenció de que era mejor que esperaran al lunes.

Edward abrió la puerta de su Aston para mí, me dio su sonrisa torcida y coqueta cuando lo quedé viendo un par de
minutos; él se veía realmente hermoso enfundado en ese traje negro. Se subió a mi lado y arrancó el coche
rápidamente, durante gran parte del camino estuvimos sumidos en un silencio tenso y cortante.

—Pensé que no ibas a ir a la inauguración —le dije sin mirarlo.

—No es de mi agrado ir a festejar los logros del maldito de McConner, pero Kath es especial para mí —esa confesión
me dolió un poco. ¿Qué demonios me estaba sucediendo?— Kath fue mi alumna cuando fui profesor en la universidad
de Nueva York.

—No sabía que habías sido profesor —lo miré y el sonrió.

—Exactamente, no lo fui. Había una plaza abierta para asesorar tesis en el área de psicología, Kath necesitaba un tutor
y me ofrecí, ella me contó su historia; estaba tan empecinada en encontrar un factor psicológico que justificara la actitud
del maldito que tiene por marido, que prácticamente se enterró de cabeza en la universidad. Nos conocimos poco a
poco, es una chica humilde que ha vivido muchas cosas, no te miento cuando te digo que su historia es interesante.

—Móntale un altar —murmuré hastiada, ahora teníamos a santa Kath.

— ¿Celosa nena? —había cierto toque de burla en su voz.

—En tus sueños…

—En lo único que sueño ahora es en que sea el lunes pronto. Soy un hombre exigente…

— ¿Si practicas el sexo tántrico no se supone que debes tener relaciones una vez al mes?

Edward sonrió.

—Soy demasiado sexual como para someterme a tener sexo una vez al mes Bella, el tantra me enseñó a dominar mi
necesidad mas no mi deseo, no hay nada más jodidamente gratificante que estar en el cuerpo de una mujer —sus
palabras, la forma en cómo las pronunciaba, su lengua asomándose entre sus carnosos y apetitosos labios. Tragué
grueso y dejé de mirarlo—. ¿Te pongo nerviosa Isabella? —La respuesta era obvia, pero él no tenía porque saberla—.
Tienes el pulso acelerado —acarició mi mano izquierda suavemente, mis bragas temblaban y agradecía mentalmente
el hecho de estar sentada. Una luz roja nos hizo detener y Edward llevó mi muñeca hasta sus labios besando
justamente en ella, sentí mi corazón latir aún más aprisa—. Cuando Kath te cuente su historia me entenderás —halé
mi mano de su amarre y me crucé de brazos el resto del camino, estaba harta de Kath, Kath esto, Kath lo otro. Bla bla
bla…

¿Celosa?

"Olvídalo"

Actúas como una loca. Negué...

Dios…No puedo estar enamorándome de él, por favor no… es una jodida locura, sólo te gusta porque fue el primero en
tu vida y te ha dado maravillosos orgasmos, ¡eso es todo!

Recordé aquellas palabras de Kath, "el sexo, nunca es solo sexo". Cerré los ojos fuertemente y me recosté sobre el
tapizado del coche mientras Edward conducía sin decir nada, solo nuestras respiraciones podían escucharse dentro
del auto.

—Hemos llegado —murmuró Edward suavemente, podía sentir su aliento mentolado a escasos centímetros de mi
nariz. Abrí los ojos para encontrarme con su rostro efectivamente muy cerca al mío, su mano derecha acaricio mi
mejilla y como acto reflejo me recosté en el calor que me brindaba su palma, su mirada era intensa, decidida… La
intensidad de sus ojos me traspasó perturbándome, los ojos de Edward eran exóticos de ese extraño color verde que
anulaban mi capacidad de razonar. Parpadeé, sintiéndome repentinamente nerviosa, sabía lo que él quería y no iba a
mentirme yo también lo quería, lo había extrañado estos días. Tragué grueso y dejé que mi lengua humedeciera mis
labios resecos, Alice había aplicado maquillaje que no se corría, tendía mucho a tocarme el rostro por esa razón
siempre lo usaba—. No miento cuando te digo que te ves hermosa Isabella, es mi opinión, no la cláusula de un
contrato ridículo —musitó en voz baja antes de que sus labios rosaran los míos suaves como el capullo de una rosa.
Me dejé llevar por el sincronizado movimiento de sus labios contra los míos, me besó sin pausas y luego dejó un
pequeño beso antes de separarse de mí—. Tenemos que entrar —por su tono de voz no supe si me lo decía a mí o a
él mismo. Un chico de vallet parking, tomó las llaves de Edward cuando él salió y abrió mi puerta tomándome de su
brazo.

El hotel era hermoso, moderno y vanguardista; estaba decorado en tonos claros contrastando con oscuros, se veía
moderno y tecnológico, ubicado en todo el Soho, tenía muchas luces... Era completamente hermoso.

Edward entregó las tarjetas en recepción y un chico nos guió; caminamos hacia el salón donde se llevaba a cabo la
fiesta por la inauguración, era amplio y tenía vista hacia las piscinas del hotel, tres para ser exactos. Iluminado con
luces blancas y las mesas ubicadas estratégicamente para que hubiese espacio suficiente para que los invitados
pudiesen bailar.

—Creo que debemos buscar mi mesa —exclamó Edward a mi lado.

—Por si no lo sabías, también tengo una invitación —bufé.

—Sí, pero tú eres mi acompañante no yo el tuyo —dijo pagado de sí mismo.

—Como sea —respondí exasperada siguiéndole la corriente, no era buen momento para discutir en público.

—No veo a Kath por ningún lado, conociendo al imbécil que tiene por marido lo más seguro es que se tarden —musitó
peinando su cabello hacia atrás.

—Deja de hacer eso, estropearas tu peinado y es la primera vez que no tienes aspecto de haber estado follando en
algún lado.

—Eso tengo que solucionarlo entonces, es mi imagen la que está en juego, nena —dijo pícaramente.

Rodé mis ojos de manera impaciente, sus constantes alusiones al sexo eran desesperantes, sobre todo porque en
ese momento yo estaba excitada por el hecho de que ese hombre divino a mi lado era capaz de hacerme alucinar, y lo
peor de todo era que él ¡lo sabía!

—Mejor busquemos a alguien que nos ubique, ya sea en tu mesa o en la mía —dije halando su brazo. Estábamos
acercándonos a uno de los chicos de logística cuando sentimos a alguien llamar a Edward, lo vi suspirar fuertemente
antes de girarse.

—Mamá —dijo abrazando a la mujer que había visto en la pasada fiesta de Otra oportunidad.

—Porque… —fue todo lo que dijo la mujer cuando él se soltó. Carlisle, el hombre rubio que se había portado tan bien
con nosotros asintió en dirección a mí, agarrando los hombros de su mujer.

—Ma, no es el momento ni el lugar —contestó Edward mientras por los ojos de la mujer se derramaba una lagrima…
—No llores Esme, apóyame como siempre lo has hecho.

—Pero es tu vi… —Edward la apretó a él.

— ¿Que hacen aquí? —dijo mirando a Carlisle.

—Uno de los socios del hotel es mi paciente —expresó el hombre con voz pausada— y me dio una invitación triple.

— ¿Están todos aquí? —Edward aún sostenía a su madre entre sus brazos.

Carlisle asintió.

—Bella, puedes ir con mi padre y ubicar nuestra mesa por favor, necesito hablar con mi madre —asentí y miré a
Carlisle, quien me sonrió. Edward soltó a Esme y juntos caminaron a la salida del salón que daba al jardín. Llegamos
hasta un chico de logística y Carlisle tomó la tarjeta de Edward preguntando cuál sería su mesa, el chico nos señaló
una mesa al otro lado del salón suspiré fuertemente y pregunté dónde estaba la mía, el joven asintió antes de caminar
y señalarnos una mesa justo al lado que la mesa donde estaba sentado el joven de tez morena que había visto una vez
en casa de Edward.

—Es justo al lado de nuestra mesa —dijo Carlisle, su voz era suave y tranquila.

— Nos quedaremos aquí —dije al joven antes de llegar a la mesa—, supongo que a Edward le gustaré que estemos
cerca. —El hombre volvió a sonreír—. Si me disculpa, iré al tocador —Carlisle volvió a asentir. De un momento a otro,
me sentía algo nerviosa de estar sola en una mesa con toda la familia de Edward.

Pregunté a un chico de logística en donde estaba el baño de damas y luego de sus indicaciones, me encaminé ahí.
Cuando llegué, retoqué el maquillaje que Alice me había aplicado y suspiré fuertemente.

— ¿Isabella? —Rosalie Cullen estaba enfundada en un vestido azul eléctrico, se veía radiante y muy hermosa, su
cabellera rubia y su pálida piel hacia contraste con el tono del vestido—. Whoa chica, te juro que si no te veo bien no te
reconozco, estás realmente guapa —se colocó a mi lado y abrió la llave del lavado.

—Gracias, tú también te vez hermosa.

—See… Emm dijo lo mismo. ¿Estás aquí por la inauguración del hotel? —asentí—. Yo también, odio este tipo de
eventos pero papá insistió que viniéramos casi todos, no pudo comunicarse con Edward —me debatí entre sí decirle o
no que él había venido conmigo cuando el celular de Rose sonó y aproveché el momento para despedirme y salir de
ahí. Ahora entendía a qué se refería Edward cuando dijo "están todos aquí", y el maldito me dejaba sola porque tenía
que hablar con mami. Bufé enojada mientras caminaba de vuelta al salón.

—Bella —Kath estaba en uno de los salones que estaban junto al gran salón donde se llevaba a cabo la recepción—,
que bueno que decidiste venir, ven conmigo —dijo tomándome de la mano, su cabello rubio estaba fuertemente atado
a un moño elaborado y tenía un vestido blanco satinado, entallado en la parte de arriba hasta la cintura donde caía
libremente en una falda vaporosa.

Llegamos al salón y Kath se movió entre la multitud hasta que nos acercamos donde estaba el hombre que reconocí
como su esposo. Si de lejos el tipo estaba buenísimo, de cerca era un dios bajado del Olimpo; tenía el cabello corto,
muy corto al estilo militar, una pequeña barba cubría su mentón formando un candado, el traje gris que portaba parecía
hecho a su medida, tenía unos lentes cuadrados finos y elegantes, sonreía de medio lado mientras hablaba con varias
personas entre ellas el doctor Dimitri Malinov, que también se veía muy apuesto. Junto a él estaba la pelirroja que
habíamos visto un mes atrás Alice y yo.

—Lex —él frunció el seño—. Alexander —se corrigió Katherine llegando a él.

— ¿Dónde estabas, mia bella ragazza? —preguntó el hombre, pasando su mano posesivamente en su cintura.

—Me encontré con Bella, ¿recuerdas te hablé de ella?

—Isabella Swan —el doctor Malinov me dio un ligero beso en la mejilla, asentí cortésmente mientras él me presentaba
a su esposa. Podía sentir la mirada del esposo de Kath evaluándome. Su mirada era de hielo, algo peligroso y
misterioso emanaba de su poderosa presencia, de alguna manera tuve la intuición de que aquel hombre era alguien
de temer.

— ¿Eres la escritora? —asentí nuevamente, creo que hoy había asentido más que todos los días de mi vida juntos.

—Isabella Swan —me presenté dándole mi mano, él la tomó suavemente sin soltar a Katheryne.

—Me gustaría hablar con usted, en algún momento de la noche —dijo suavemente con su sensual acento extranjero.

—Por supuesto —iba a decir algo más, pero el sonido del micrófono nos hizo mirar en dirección del pequeño pódium
en un costado del salón.

—Señoras y señores buenas noches —habló el que yo suponía era el maestro de ceremonias—. Es para nosotros un
placer contar con ustedes este día especial, en que el hotel Stradux Manhattan Soho abre sus puertas. Quiero invitar a
la plataforma al señor Willian Miller accionista de nuestro hotel. —Un señor de edad media y cabello blanco subió a la
tarima y empezó con su discurso, empecé a mirar a un lado y otro ¿dónde estaba Edward?

—Es por eso —dijo el hombre— que para mí es un placer presentarles al arquitecto y creador de esta obra, el señor
Alexander McConner —la sala estalló en aplausos y Alexander subió dando un robotizado abrazo al hombre junto a él.

—Gracias, William. Para McConner Corporation es un placer haber sido participe en la construcción y diseño de este
hotel —Alexander empezó a hablar acerca de la edificación. Saqué el celular de mi pequeña cartera de mano y le envié
un mensaje a Edward, a los dos minutos me contestó. Decidí que era mejor escuchar lo que el hombre decía, miré a
Katheryne que lo observaba con ojos de amor y orgullo; él evitaba mirarla pero de vez en vez, sus ojos se topaban con
los de ella. Sentí lo mismo que aquella vez en el consultorio del doctor Malinov; ese hombre, Lex como Kath lo llamaba,
era duro aunque hermoso, tenía algo en su mirada que lo hacía ver como un pedazo de hielo, parecía ser despiadado y
cruel pero en los breves momentos en que sus ojos se posaban en Kath algo cambiaba; no era amor absoluto e
irracional como el que Dimitri mostraba a su mujer, o devoción como Jazz le profesaba a Alice, no había ternura como
Carlisle y Esme, ese hombre tenía algo más… algo tremendo y oscuro que despertaba mi vena curiosa con solo verlo
interactuar; su voz fuerte, sus sonrisas ladinas y sus escazas miradas hacia su mujer me hizo tomar una decisión, Kath
quería que escribiera su historia y yo lo haría…

—Aquí estás —Edward llegó justo a mi lado cuando la audiencia estallaba en aplausos para Alexander McConner—.
Payaso —murmuró Edward bajo su aliento, vi a Kath acercarse a nosotros mientras Edward mostraba su sonrisa
coqueta.

—Pensé que no vendrías —dijo ella abrazándolo.

—Vine más por ti que por él —señaló a Alexander que en ese momento hablaba con unos señores—. ¿Cuándo
volverás?

—No lo sé, todo depende de Bella —dijo mirándome.

—Está bien —dije sonriendo—. Solo déjame terminar Atada mientras tú y yo podemos ponernos de acuerdo —Kath me
abrazó fuertemente, parecía Alice solo le faltaba dar brinquitos.

—Laura —una voz fuerte la hizo separarse de mí, ella negó con la cabeza antes de girarse.

—Sabes que odio que me digas Laura —murmuró ella mirando a Alexander.

—Entonces compórtate como Kath y no como la hermana perdida de Lilian Principessa —murmuró él tomando la
cintura de Katheryne posesivamente. Su mirada se encontró con la de Edward y sonrió de medio lado, ¡que tenían esas
malditas sonrisas! —. Cullen —murmuro burlón.

—McConner —una pequeña sonrisa escapó de mí, parecían dos machos cavernícolas: Tu McConner, yo Cullen. Ella
mi hembra. Casi me vi arrastrada hacia la cueva, el ambiente se volvió tenso por breves minutos.

—Alexander —dijo Katheryne quitando la tensión—, Bella aceptó escribir nuestra historia.

— ¿Isabella vamos a la mesa? —murmuró Edward.

— ¿Vinieron juntos? —Kath exclamó.

—Sí.

—No.

—No hay peor ciego que el que no quiere ver —dijo Katherine—. ¿En qué mesa están?

—110 —Contestó Edward, ignorándome.

—Con los Cullen —murmuró Alexander—. Kath, tengo que saludar unos accionistas, me gustaría que me
acompañaras —ella asintió.

—Nos vemos antes de irnos —dijo Kath.

—Tienes que concederme un baile —Kath asintió y vi como Alexander frunció su ceño.

Caminé delante de Edward, no podía creer que le había coqueteado frente a mí y de su marido.

Es un imb écil, un idiota… ¡un maldito cab rón!

Al llegar a la mesa, tenía rabia conmigo misma podía haberle mandado un texto a Kath diciéndole que accedía a ser la
que escribiera su historia y evitarme este mal rato, el chico que había conocido en casa de Edward sonrió al verme
sentar y luego palmeó el hombro de Edward, junto a él había una chica que reconocí como la misma del baile de salón,
Rosalie y el chico de las cabinas Emmett, también estaban ahí.

—Veo que el noviazgo va bien —solo era que Jake dijera esas palabras para sentir varios pares de ojos en mi
humanidad, si ya me sentía incómoda con la situación, ¡ahora me sentía simplemente genial!

— ¿Noviazgo? —preguntó Esme Cullen asombrada. Su mirada se encontró con la de Edward pero no dijo nada, de
hecho nadie dijo nada… Esta familia era rara.

Habían pasados varias horas desde el momento que el hermano de Edward había abierto su bocota diciéndole a los
demás miembros de su familia que éramos novios, como si ya no hubiese tenido suficiente con Bree, Alice, Jasper y
Garrett, Esme no dejaba de mirarme y para completar la ecuación, Edward estaba bailando con Leah su cuñada. Vi a la
señora Cullen levantarse de su silla y una gota de sudor recorrió mi cuello.

Se sentó a mi lado y tomó mi mano entre las de ella.

—Edward puede parecer un hombre sin sentimientos —dijo en voz baja—; cuando sus padres murieron no lloró,
cuando lo llevaron al orfanato tampoco lo hizo; a los dieciséis le dijo a Carlisle que quería vivir solo. Puede parecerte
estúpido en algunas ocasiones, o petulante en otras, pero es un buen chico —iba a hablar pero Esme no me dejo—.
Hazlo feliz… El tiempo que dure, hazlo feliz —dijo antes de levantarse y tomar a Carlisle de la mano para bailar, Rose y
Emmett también estaban en la pista, lo que me dejaba con Jake en la mesa.

—Esme tiene razón…

—Solo nos estamos conociendo Jacob —le dije dejando mi mirada trancada en Edward, que se movía suavemente
con su cuñada.

—Tengo dos pies izquierdos —lo miré sin entender—. Si no hubiese sido por Edd, nunca hubiese podido practicar el
esgrima, a veces creo que mis padres atravesaron una barra de hierro en mí. Leah nunca baila cuando viene a este
tipo de eventos.

—Te vi bailar con ella en la fiesta de salón —respondí sin mirarlo.

—Leah me conduce pero en ocasiones, es aburrido para ella —sonrió—. Mi hermano no es una mala persona, solo
una oveja descarriada.

— Yo diría que más bien un perro sin collar —inquirí y Jacob rio. Leah volvió a la mesa y busqué con la mirada a
Edward.

—Se quedó en la pista con su amiga —lo busqué con mas ahincó justo para verlo bailar con Kath, ella tenía su cabeza
en su pecho mientras él la conducía suavemente por el balón mientras la música suave se dejaba escuchar.

Sentí mi cuerpo arder. Cierto o no, yo era su pareja y en toda la noche no había bailado una sola pieza conmigo. Me
levanté dispuesta a irme de esa maldita fiesta pero antes que pudiera dar siquiera dos pasos la mano de Alexander
McConner se cerró en mi muñeca.

— ¿Me concede una pieza señorita?

¡Al diablo! ¿Por qué no?

Me llevó al centro de la pista antes de colocar su mano en mi espalda baja y entrelazar nuestras manos y empezar a
movernos… Seguí sus pasos torpemente mientras lo escuchaba sonreír.

—Tienes dos pies izquierdos —dijo burlonamente—, Kath era igual cuando la conocí. Debe usted saber señorita Swan
que tiendo a ser un poco posesivo con lo mío.

—Pues no lo parece —dije enfocando a Kath y a Edward

—Ella es tan mía como yo soy de ella —murmuró mientras se movía al compas de la música—. No estoy muy de
acuerdo en que Katheryne hable sobre mí con alguien, mucho menos que ella comparta algo que solo nos pertenece a
ambos, pero cuando Thiago nació yo me juré a mí mismo hacer lo posible e imposible porque ella fuese feliz, fue la
primera y única vez que le he dicho lo que en verdad siento por ella así que, si a ella le hace feliz contar nuestra historia
desde su punto de vista, yo lo aceptaré…con una condición.

—Escucho —murmuré débilmente, no sé porque pero el tono de su voz fue imperativa y yo me sentí como un pajarillo a
punto de ser destripado. Tragué en seco y lo observé de manera tímida, casi rogando porque su estatura no me
asfixiara.

—Firmará un Contrato de Confidencialidad, en el que especifica que usted no puede divulgar quienes son los
personajes reales de esa historia, nunca dirá que es una historia real y jamás mencionará mi nombre o el de
Katheryne… Soy un hombre con poder y muchas influencias señorita Swan, no me gustaría que por algún tipo de
indiscreción suya tuviese que pasar una muy larga temporada en una cárcel para mujeres; créame cuando le digo que
puedo ser muy cruel cuando me lo propongo. —Ok, ya no me gustaba tanto este hombre, había algo en el que daba un
poco de miedo, la mirada de Edward se cruzo con la mía y su mirada fue indescifrable, ¡jódete!— ¿Tenemos un
acuerdo, señorita Swan?

—Cuente con mi total discreción —susurré casi sin aire, el pajarillo —en este caso yo— estaba contra las rejas
tratando de que una mano cruel no lo degollara.

—Quiero leer el manuscrito antes que lo envié a edición o alguna editorial —decretó—, si no me gusta lo que hay allí
escrito se le pagará por su servicio y usted eliminará cualquier copia de ese archivo —asentí—. Disfrute la velada —dijo
soltándome—. Ah… —desando los pasos y me enfrentó desde su hielo— Usted es mucha hembra para ese niñito
delicado que tiene por amante —lo miré con los ojos abiertos—; ustedes dos irradian sexo…Pero puedo presentir que
él no conoce ni la mitad del fuego que guarda. En pocas palabras, eres como mi Kath —lo vi perderse entre la multitud
en dirección al jardín, no supe porqué pero antes que pudiese siquiera pensar, ya estaba caminando hacia donde
supuse que estaba… Y no me equivoqué cuando lo encontré justo al lado de la fuente.

— ¿Cómo sabe usted que…? —dejé la frase sin terminar cuando Alexander McConner se giró mirándome seriamente.

—El hombre te mira como si fueses una presa para él, tú ardes de los celos porque está bailando con mi esposa. ¿Te
gusta? O es solo deseo porque nunca se trata solo de sexo, Bella… Te lo digo por experiencia propia.

— ¿Qué sabe usted…?

—Oh niña, sé más de lo que tú piensas o puedes siquiera llegar a imaginar, sé reconocer el fuego que recorre tus
entrañas, es el mismo fuego que me recorre cuando llego a casa y mi mujer me espera en mi habitación de juegos en
posición de sumisión para mí —¡oh diablos!

Si antes, pensaba que él era alguien de temer ahora, además de esa cualidad, se presentaba ante mí como un
hombre interesante. Era oscuro y peligroso; hierro que se doblega ante el calor, como lo hacía con ella, ella era su
fuego y él el hierro que podía fundirse.

Alexander era enigmático; gritaba con los ojos y llevaba rigidez en su postura.

Un hombre como los que habitan en los libros clásicos, personalidades escritas por Emily Brönte o Albert Camus,
seres que podían enredarte en sus mundos quitando la voluntad. Sí, para desgracia de Alexander, yo había leído
muchos personajes con sus mismas aficiones.

—No soy una sumisa —murmuré.

—No. Él tampoco es un dominante; es un niño que porque cree que ha leído unos cuantos libros y experimentado
cosas, sabe lo suficiente de sexo como para creerse tu tutor, pero no es más que un niñato que no sabe lo que quiere y
tiene. Desafortunadamente, tú estás igual o peor que él —se giró mirando la fuente.

—Señor McConner...

—No me interesa su vida sexual señorita Swan, pero usted me recuerda a Katheryne cuando la conocí y voy a
arriesgarme a decirle lo mismo que le dije a ella en ese entonces: proteja su corazón o sentirá como se lo sacan del
cuerpo y lo aprisionan antes de que usted pueda darse cuenta y quede bañada en un charco de apestosa sangre. Si
siente que está en esa posición en este momento… huya, porque el perder no solo arrasará con su voluntad… la
destruirá.

—Isabella —la voz de Edward se escuchaba encolerizada—, llevo horas buscándote —dijo entre dientes.

—Si estuvieses más pendiente de ella y menos de mi mujer —acentuó el "mi mujer" o al menos eso creí—, sabrías
que estábamos platicando acerca del libro y no te estarías comportando como el niñato que eres, haciendo pasar a la
señorita por un momento incómodo.

—No te metas en lo que no te importa, McConner —siseó Edward entre dientes.

—No me meto —Alexander se mostró altivo—, solo te digo lo que es obvio. Recuerde lo que le he dicho Isabella, solo
usted puede saber cuándo es necesario decir basta —murmuró Alexander sin dejar de verme, su mirada era tan
intensa como si fuese un pedazo de hierro caliente.
—Ya le dije que yo...

—Créame, será demasiado para usted; aunque parezca fuerte, en el fondo es débil —murmuró lacónicamente—.
Cullen... —escupió el apellido de Edward— no tengo que recordarte que detesto que aseches a mi mujer.

—Somos amigos aunque te arda, McConner. Si tan solo...

—Pudiese haberme demorado cuatro años más y ella hubiese sido mía —Alexander completó la frase de Edward.

—Encajaste tus dientes en ella y el veneno la corroía —Alexander sonrió, él era crueldad y burla—. Katheryne y yo solo
somos amigos, no dejaré de serlo por un caprichito tuyo. No te debo ni obediencia ni sumisión —tajó.

En ese momento lo supe, allí frente a mí estaban peleando estos dos hombres, algo en el pasado se zanjaba en ese
momento, dos machos alfas. Ambos peleaban con el arma más poderosa que tenían: el sexo.

—Bella, si en verdad quieres conocimiento, yo puedo ayudarte. Conozco lo suficiente de sexo como para explicarte
cada experiencia sin siquiera tocarte...

—Isabella —Edward tenía los nudillos blancos de tanto apretar sus puños—, nos vamos —rugió. La vena en su frente
parecía estallar en cualquier momento, podía ver su rabia contenida.

Alexander Mcconner sonreía imponente.

—Recuérdelo señorita Swan —sacó de su cartera una pequeña tarjeta, pero antes que pudiese siquiera tomarla,
Edward halo mi brazo.

—Nos vamos, Isabella —su amarre era fuerte.

—Me lastimas —murmuré entre dientes lo más bajo que pude. Él me soltó suavemente—. Señor McConner gracias
por sus consejos —dije dándole una sonrisa tímida y aceptando la tarjeta—. Edward, si quieres irte adelante nadie te
detiene, total he pasado sola casi toda la noche. —Sin más pasé a su lado empujándolo un poco, sentí a alguien reír y
supuse que había sido Alexander. Cuando iba a entrar al salón Kath venía saliendo.

—Bella… yo…

—Es una farsa Kath, no somos nada —dije por si pensaba disculparse por estar con mi "novio".

—Isabella —escuché la voz de Edward pero caminé aún más rápido, quería… No, necesitaba estar un momento a
solas y en el único lugar donde podría estar, era el tocador—. Isabella detente... —estaba a punto de entrar cuando él
me tomó por la mano dejándome entre la pared y su cuerpo—. ¡¿Qué diablos hacías a solas con McConner?! —
expresó con voz dura.

—Hablar…

— ¡Y un demonio Isabella! —gritó enojado—. Yo estaba ahí y el maldito te propuso…

— ¡Lo mismo que tú! —lo acusé—. Maldición, ¿vas a formar un escándalo aquí, Edward? Te recuerdo que no somos
nada…

—Monogamia.

—No me lo estaba follando ni con el pensamiento, estás siendo estúpido e irracional —le grité, varias mujeres que
salían del baño nos miraron mal. Edward me liberó de la prisión de sus brazos, se pasó la mano por el cabello y
presionó el puente de su nariz.

—Nos vamos —ordenó

—Mira Edward, no eres mi jodido padre así que…

—No te estoy dando una opción Isabella, dije que nos vamos y podemos hacerlo a mí manera o a la tuya, tú decides —
impuso.

—Necesito entrar al tocador —dije harta de la situación.

—Te esperare aquí —asentí y entré al jodido tocador.


Estuve allí un tiempo prudente, necesitaba calmarme y las palabras de Alexander McConner taladraban mi cabeza.
Cuando salí Edward estaba apoyado en la pared, tenía los ojos cerrados y se apretaba el puente de la nariz.

—Podemos irnos —dije secamente, él asintió y juntos salimos del hotel.

El viaje de regreso a mi departamento fue completamente en silencio, Edward llevaba el ceño fruncido y murmuraba
cosas entre dientes, golpeando el volante del coche. Condujo en la mitad del tiempo que le había tomado al salir, era
casi media noche cuando introdujo el auto en el sótano, el viaje de regreso al elevador fue igual de silencioso que en el
auto y estaba perdiendo la poca paciencia que me quedaba.

—Di algo o lárgate antes que esto se ponga feo —le dije abriendo la puerta de mi departamento, estaba oscuro por lo
que supuse que Bree estaba dormida ya. Caminé hasta la mesa encontrando una pequeña nota:

Ali y Jazz me invitaron a celebrar, me quedaré a dormir en su casa. Espero que veas esta nota mañana.

Besos

Sentí a Edward atrás de mí y me giré para encararlo.

— ¿Que hacías sola con McConner en la fuente, Isabella? —susurró en mi oído en tono de suplica, como intentando
contener la rabia que podía sentir en sus palabras.

—Y yo te repito que solo platicábamos del libro que escribiré una vez finalice "Atada" —respondí exasperada—.
Además, si mal no recuerdo, tú te encontrabas muy entretenido en brazos de Kath —no pude evitar decir ese estúpido
pensamiento en voz alta. Recordar cómo los había visto, hizo hervir mi sangre en un santiamén, respiré profundamente
caminando hacia la cocina en un desesperado intento por no darle el lujo que me viese enojada por eso.

Edward caminó tras de mí.

— ¡Maldición! ¡No creo que simplemente estaban hablando! Me imagino cómo tu cuerpo vibró al escucharlo hablarte de
sexo, ¿te satisface saber que otros hombres desean poseerte? —Lo ignoré, saqué un refresco de la nevera y lo abrí
dándole un sorbo largo; sentí las manos de Edward en mis brazos girándome bruscamente—. ¡Contéstame por un
demonio! —gritó— ¿Vas a llamarlo, Isabella?

Maldición él no había dicho eso... ¡quería matarlo! Tomé la lata de refresco aventándosela en el pecho.

— ¡Ni siquiera se te ocurra pensar que voy a estar con él! —grité recordando las palabras de Garrett—. ¿Por quién me
tomas? ¿Acaso no me entregué a ti siendo virgen? ¡Maldito neandertal. Si estoy acostándome contigo, es por el amor a
mi carrera por nada más además, fue tu estúpida condición para sacarme del atolladero, en cuanto si voy a verlo ¡no lo
haré!

—Entonces, ¿por qué estabas con él? ¿Por qué? Maldita sea, yo puedo darte todo que necesitas —rugió. Sus ojos
parecían inyectados de sangre, la ira carcomiéndolo por dentro.

—Alexander solo se ofreció a ayudarme a conocer más el mundo de la dominación y la sumisión; no dijo en ningún
momento que quería aprovecharse de la situación ¡como lo hiciste tú! —lo acusé. Edward respiró embravecido antes
de caminar hacia mí, haciéndome retroceder por la forma en que me miraba. Por un momento, fue como si Edward
hubiese sido poseído por un demonio, un sensual demonio de ojos verdes...

¡Diablos! ¡Diablos! No podía creerlo, estábamos peleando, gritándonos, yo deseaba sacarle sus ojos, destriparlo
lentamente; sin embargo, sólo pensaba en él, salvaje y violento poseyéndome furiosamente contra la pared, gemí
internamente al imaginarme la escena de él dentro de mi cuerpo, desnudos, sudorosos, deseando más, viendo como
su cuerpo se movía en embestidas crueles contra mi sexo. La imagen en sí era tan salvaje y erótica, que pude sentir la
intromisión de su verga dentro de mí, era como si no pudiese respirar.

Dios mío ¿en qué me había convertido? Sin embargo, la culpa no pesaba tanto como mi deseo, porque en mis pupilas
bailaban las imágenes de Edward y yo amándonos…

¡Mierda!

— ¿Lo deseas, Isabella? —caminó furioso contra mí, su cabello horas antes puesto en su lugar ahora estaba como
siempre, anárquico. Cabello listo para que yo en un orgasmo absoluto lo jalara violentamente… Era el hombre más
sensual del planeta.

Concéntrate Isabella, ¿cómo que sensual? El maldito estaba a punto de arañarte como gata en celo y ¿tú piensas que
el idiota es sensual? ¡Estoy poseída! Debí beber algo en ese hotel, ¿cómo era que estaba pensando en su desnudez y
en la palabra amor?… ¡Me drogaron!

—No me tomes por idiota, Isabella. Nadie se burla de mí me, entiendes —farfulló—. Tú y yo tenemos un acuerdo.

—Exacto, un acuerdo que es muy explícito: nosotros no somos nada Edward, ¡nada! Así que no vengas con celos
estúpidos a decirme lo que tengo o no que hacer, ¡porque no tienes ningún derecho sobre mí, joder! —Edward me jaló
encerrándome entre sus brazos y atrapando mis labios con los de él. Su beso era fiero y posesivo la ira brotando de él,
de mí. Lo mordí, mis manos trataron en golpearlo pero él parecía poseído, su beso era diferente, un beso de rendición
él quería que me rindiera a él, pero no lo hice. Le devolví el beso con la misma intensidad, mi lengua intentando
dominar, halando sus labios; el beso cobró mayor fuerza y no fue hasta que necesité aire que me di cuenta que me
encontraba con la espalda completamente pegaba a la isleta de la cocina.

—Solo yo puedo hacer que tu corazón se acelere así, Isabella. —Lo empujé fuertemente haciéndolo trastabillar.

— ¡Eres un maldito cerdo hijo de puta arrogante! —grité limpiándome los labios con mi brazo—. No soy tuya, no te
pertenezco, no soy tu maldita posesión ni tu trofeo, bastardo infeliz.

— ¡No entiendes! —gritó pasándose la mano por el cabello furiosamente.

— ¿Qué es lo que se supone que tengo que entender? —grité de vuelta. Edward caminó hacia mí colocando sus
brazos a cada lado de mi cuerpo agarrándose firmemente de la isleta.

— ¡Que me vuelves loco por un demonio!... ¡Que me gustas, maldita sea! —golpeó la mesa a mi lado y salió de la
cocina dejándome en estado de shock.

Él había dicho que yo le gustaba.

Señor de todo lo sagrado. El. Dijo. Que. Yo. Le. Gustaba.

¿O yo estaba loca? ¿O eso fue lo que quiso decir?

¡Trágame tierra!

Hola chicas,

Primero que todo, sé que odian las notas de autor pero esta es necesaria, el fic lleva por nombre Enséñame, y el
summary y la categoría son claros. Si estás leyendo algo que dice M es porque sabes lo que contiene, así que no voy a
aceptar que se digan insultos hacia mi persona, mi beta o mis amigas colaboradoras en los reviews de este fic; si
alguien tiene algo que decirme tenga los pantalones suficientes para decirme a mí por privado con su cuenta lo que
quiere decir, así yo podré contestarle.

Si eres moralista o te crees la más santa, hace varios capítulos atrás debiste dejar de leer, Riley J Samuell debería
llamarte por tu nombre real pero no lo haré, aprende a diferenciar las categorías de los fic mi nena, para que evites
tropezar con estos fic escandalosamente vulgares, tus palabras no las mías. Hasta ahora, creo que simplemente he
hablado de sexo informativo, si tu mojigata mente no puede soportarlo, simplemente no leas.

A Diana, quién quiera que seas, te agradezco mucho. Salem, te amo nena. A Adriana, gracias por tu tiempo, mi nena.
Por dejar de lado a tus chicos malos y dedicarle tiempo a este nene. A Jo y su paciencia a correr cuando le envío el cap.
Eli, Eve y a todas ustedes por sus maravilloso revs ¡gracias!

Aryam

Psdta; Pixie y Croquer Caricaturas de los padrinos mágicos!


*Chapter 14*: Enredando Caminos
Disclaimer: los personajes de Crepúsculo son propiedad única y exclusivamente de la señora Meyer, yo solo los
utilizo para mi diversión.

Capítulo beteado por Jo Beta Ffad, Betas FFAD

www facebook com / groups / betasffaddiction

NA: es un placer para mí decirles que esta historia está debidamente Registrada por SafeCreative bajo el código
1305285174880, Cualquier distribución, copia o plagio del mismo acarrearía las consecuencias penales y
administrativas pertinentes.

Pelea ese sentimiento

déjalo solo

porque el levante no es así

simplemente no es suficiente dejar un b uen hogar

sigamos siendo amigos

tenes que jugar parejo

ves? no me importas

'DON'T CHA

NICOLE SCHERZINGER

Enredando Caminos

— ¡Que me vuelves loco por un demonio! ¡Que me gustas maldita sea! —golpeó la mesa a mi lado y salió de la cocina
dejándome en estado de shock.

Él hab ía dicho que yo le gustab a.

Señor de todo lo sagrado. El. Dijo. Que. Yo. Le. Gustab a.

O ¿yo estab a loca? O ¿eso fue lo que quiso decir?

¡Trágame tierra!

.
.

Hacía dos horas que Bree se había ido, dos horas en las que me había sentado en el sofá; treinta y seis horas sin
saber nada de Edward Cullen.

— ¡Que me vuelves loco por un demonio! ¡Que me gustas maldita sea!—

Sus palabras seguían taladrando mi cabeza… Suspiré profundamente, nuestro pacto era claro: Sexo, él me enseñaría
cómo explorar y descubrir mi cuerpo mediante el sexo, eso me daría la suficiente experiencia para escribir a cambio, yo
sería suya. Tan simple como eso, tan jodidamente simple como eso.

El teléfono vibró a mi lado y miré la pantalla iluminada.

"G"

Esperé que la llamada se fuese al buzón, tenía la cabeza llena de demasiadas telarañas como para justificarle mis
actos a Garrett. Volvió a vibrar pero esta vez fue un mensaje, lo eliminé sin siquiera mirarlo; peiné mis cabellos hacia
atrás.

¡Que me gustas maldita sea! Gustar… gustar… ¿yo? Joder, una palab ra y ya estab a descolocada.

Tomé el celular para enviarle un mensaje de texto pero volví a dejarlo a mi lado en el sofá. Cuando Bree llegó de donde
All estaba intentando sacar lo que sentía terminando el capítulo de "Atada" justamente cuando Caleb decía "te amo".

Y de ahí en adelante estaba bloqueada.

¡Diab los!

El teléfono volvió a vibrar pero esta vez no era Garrett, tragué saliva y tiré el celular al otro sofá. ¿Qué significaba el me
gustas de Edward Cullen?

Pasé toda la mañana en un estado zombi, intenté empezar a escribir pero terminé mirando el Facebook y viendo
capítulos viejos de Friends, podría ver mil veces ese programa y no me aburriría.

Había desconectado el teléfono y apagado el celular; estaba ahogándome en un vaso de agua, eso era seguro. Cerca
de las tres de la tarde el timbre sonó insistentemente, el problema era que yo no quería ver a nadie, sentí el pequeño
taconeo por el corredor y me preparé para la inquisición.

— ¿Bella? —Alice llamó antes de entrar y agradecí mentalmente que siempre hacía eso.

—Aquí estoy Al, puedes seguir —susurré reacomodando las almohadas. Alice se sentó en la cama y quitó sus zapatos
para ponerse cómoda.

— ¿Cómo estás? —susurró tomando un mechón de mi cabello.

—Supongo que bien —le dije encogiéndome de hombros.

—Aro esta enojadísimo, te juro que me tomó por sorpresa su llamada. — ¿Aro? ¿Qué tenía que ver Aro en nuestra
platica?— Estuve tratando de comunicarme con Garrett pero me imagino que ha de estar igual de enojado. ¿Ya
hablaste con él? Le explicaste que es una farsa.

—Alice, no estoy entendiendo nada —dije buscando sus ojos, la vi morderse el labio.

— ¿Isabella no has visto televisión hoy? —Negué—. ¡Jesús! —murmuró abriendo su bolso sacando dos revistas.

Un amor entre letras, Edward Cullen y su novia. ¡Entérate quién es ella!

Ese era el titular de la revista People, en ella estaba una foto de Edward y mía entrando a la inauguración del hotel.

Mire la otra revista Usweekly: ¿El nuevo amor del sexólogo de Nueva York?

Esta tenía una foto más íntima, era del beso que habíamos compartido el día que estuvimos en el centro comercial.
Estaba aterrada, todo se estaba yendo por el caño; mi rostro en las dos revistas más tontas de América. Abrí la
publicación rápidamente, Edward con mi mano tomada, mientras íbamos caminando, la indecisión al entrar al Sex
shop; Edward saliendo con las bolsas mientras yo lo seguía cabizbaja; Edward besándome en el parqueadero…
¡Jesús!

— ¿Estás teniendo una relación con él? —entrecerré los ojos—. Digo, ¿una relación real? —Alice me miró—.
Isabella… —dijo por lo bajo.

—Dios Alice, no. ¡Esto es una farsa! —dije mirando las imágenes de la revista People. La gran mayoría eran de la fiesta
aunque también habían unas mías entrando a su edificio, tiré las revisitas a un lado sin decir nada—. ¿Cómo saben
tanto de mí? — Solté la pregunta en el aire, ni Charles sabía tanto. Joder… Charles; en estos momentos era un gran
alivio para mí que estuviese muerto. Saqué mi celular y digité los números de Edward pero como en las veces
anteriores me entraba a buzón.

¿Dónde estás cuando te necesito, Edward Cullen?

—Tienes que avisarle a Garret —dijo Alice tomando mi computador. La vi digitar rápidamente y luego giró la pantalla
dejándome ver—. ¡Mierda! E! tiene más "información" de lo que hay en esas revistas, así que tienes que avisarle que es
mentira, que él simplemente es tu tutor en el libro —pasé las manos por mi cabello. ¡Maldición!

—Garrett lo sabe —dije de manera seca.

—Uff —resopló Alice con frustración— Menos mal, tú sabes cómo es de alarmista y bueno, es Edward Cullen. Créeme,
no tiene muy buena reputación además que las...

—El cree que es real —la interrumpí.

— ¡QUÉ! —Alice se levantó de la cama empezando a caminar de un lugar a otro.

—El viernes él estaba aquí y Edward llegú, una cosa llevo a la otra.

— ¡Isabella por Dios! Te lo dije, te dije que tu…

—Alice —exploté—, ¡tú sabes lo que me pasa con ese hombre! Dejo de ser yo maldita sea, Edward Cullen me
envuelve, me transporta; dejo de sentir y solo actúo cuando estoy a su lado. Estoy demasiado confundida, así que no
vengas a regañarme como si fueras mi ¡maldita madre!, que por cierto, no la tuve —terminé respirando agitadamente.
Alice tenía los ojos abiertos mirándome fijamente mientras una traicionera lágrima se deslizaba de su ojo derecho.

—Joder… Alice —pasé la mano por mi cara respirando profundamente antes de caminar hacia ella y tomar sus manos
—. Perdón Al, esto es superior a mí. Dios… a mí nunca me habían fotografiado, los escritores no estamos en el ojo
público —peiné mis cabellos hacia atrás nerviosamente—. ¿Por qué tuve que meterme en todo esto? ¿Por qué Edward
Cullen me mueve como si fuese un títere? —murmuré frustrada mientras me sentaba en la cama. Ali se sentó frente a
mi nuevamente.

— ¿Te gusta Edward Cullen?

—Sería una mentirosa si te dijera que no... Joder Alice, mi cabeza es una maraña, un laberinto sin salida en lo que a
ese hombre respecta.

—Ok, eso es normal. El tipo está buenísimo y tiene voz de chico de línea caliente además, aparenta saber cómo mover
la anaconda —me reí, solo Alice podría pensar en eso—. Aunque tú no quieras decirme —reprochó—. ¿Estás
enamorada de Edward Cullen? —silencio—. Isabella…

—No —respondí luego de pensar un poco. Edward me gustaba y había química con él, pero no era amor, era sexo.

— ¿Que sucedió el sábado en la fiesta? —inquirió.

—La culpa de todo es de Edward Cullen. Nunca debí conocerlo, nunca debí aceptar su maldita propuesta, se muestra
como un maldito hombre de las cavernas y aparte de todo, viene y me dice que ¡yo le gusto!

—¡¿Que hizo qué?!—Alice gritó dando un brinco en la cama—. Joder Isabella, Jazzy tiene que quedarse aquí dentro
ocho meses más. Por Cristo, no me des ese tipo de noticias sin anestesia... —Ver a mi amiga acariciando su
inexistente vientre me hizo sonreír—. Tienes que contármelo todo —sentenció.

Así que me dispuse a contarle a Alice lo que había ocurrido el sábado en la madrugada, cuando Edward había soltado
esas dos miserables palabras… "ME GUSTAS".
—Dices que te obligó a irte de la fiesta y luego te trajo acá —asentí—, se volvió medio loco y te dijo que le gustabas —
volví a asentir—. Entonces, le gustas. —Su rostro era dramático, era como si le hubiese dicho que los extraterrestres
llegarían en la mañana a mi puerta; estaba emocionada, mucho más que yo… porque a decir verdad, la declaración de
Edward no me hacía feliz, estaba aterrada.

—Alice.

—Vale, ya… lo lamento, Isabella. Me parece que te ahogas en un vaso de agua —suspiró—. Digo, tendrías que
gustarle, por algo está contigo.

—Ali, no está conmigo —rebatí.

—Bells, ¡follan! . A uno tiene que gustarle alguien para follárselo, no te dijo que te ama, es verdad, pero… ¿te gusta
Doctor Sex? —asentí, ya parecía perrito de automóvil—. Pero no lo amas —negué—. Es lo mismo Bella, es atracción y
había que tenerla para poder hacer lo que ustedes hacen, llámalo deseo o lujuria. Tú has descubierto que el sexo
puede ser muy placentero y eso es lo que te une a él, en cambio, él se ha dado cuenta que le gusta tener sexo contigo.

— ¡Le gusta con todas Alice!

—Puede ser, pero te aseguro que a ninguna le dice "tú me gustas". Es un tipo sincero en eso con sus mujeres, las
coge y se larga, pero contigo es diferente; le gustas.

— ¿Tú crees? —pregunté escéptica.

—La verdad es que sí lo creo, ¿te ha llamado o algo?

—No.

—¿Ves? Es algo sin importancia, Bells a mí me gusta el helado. No —se carcajeó—, yo amo el helado. Mira te lo haré
más sencillo: a mí me gusta este bolso pero él y yo no somos nada, ¿me entiendes?

—Sí, claro Alice, eres la mejor.

—Lo sé —hizo un gesto gracioso—. Deja de martillarte la cabeza y mejor acompáñame a la cita con el ginecólogo y
luego a buscar a Ness, está en casa de María y si llego sola va empezar con su monólogo de porqué no debo usar
tacones a comienzo del embarazo. ¡Que no sabe que una mujer sin tacones es una mujer indefensa! —murmuró
desconcertada.

—Alice, yo no uso tacones…

—Si no te conociera de casi toda mi vida, dudaría que eres mujer.

Bufé. Amaba a Alice, era mi polo a tierra, la que siempre me hacía reír.

— ¿Qué pasó con la escuela de Nessie? —pregunté mientras buscaba unos jeans y un suéter para cambiarme.

—Jasper decidió no enviarla hoy, ayer tuvo calentura.

— ¿Por qué no la trajiste?

—Mmm… ¿será porque no contestabas el teléfono?—rodé los ojos mientras entraba al baño.

Alice condujo su Porshe hasta el edificio del CEA y luego de esperar, Dimitri nos atendió; aunque a Jazz le hubiese
gustado estar ahí, tenía una cita en el juzgado a la misma hora. Dimitri le hizo una ecografía rápida a Alice y luego le
recetó las vitaminas para el primer trimestre. Tal como Alice lo había sospechado, tenía cuatro semanas de gestación,
mientras mi amiga se terminaba de vestir hablé con Dimitri sobre mi anticonceptivo nuevo, se ofreció a hacerme una
ecografía pero ya había confirmado mi no embarazo, por lo cual me negué. Me dio la receta con el nuevo anticonceptivo
y luego me vi con Ali.

Media hora después, Ali y yo comíamos junto con Ness en un McDonald; mi peque estaba en el parque temático así
que suspiré pasándome la mano por el rostro.

—Entonces, ¿lo veras hoy? —Preguntó mi amiga mientras se tomaba su segundo helado, este era de chocolate y tenía
sirope de fresas.

—No se Alice, le he llamado y enviado varios mensajes de texto pero no me responde.


— ¿Quieres saber que pienso? —dijo lamiendo su cuchara.

—Me lo dirás de todos modos, ¿no?

—Tuche —Alice sonrió—. Yo haría como si nada hubiese pasado. Como te dije, estás dándole mucho rodeo a una
simple palabra. —Su celular sonó y ella miró la pantalla sonriendo—. Jazz quiere que pase por él, dejó el auto con el
mecánico, ¿te dejo en algún lugar?

—Tomaré un taxi —susurré.

—Ok. Ness ven aquí —gritó Ali, haciendo que mi pequeña pioja llegara a nosotras. Después de un fuerte abrazo, ellas
se fueron y yo me quedé un rato más en el lugar, mirando a la calle por el vitral viendo a adultos caminando, niños
corriendo, parejas besándose.

Y en mi mente unos ojos verdes esmeraldas relampaguearon.

Maldita sea, yo no estaba enamorada de Edward Cullen. ¡No!

Salí del autoservicio y caminé por las calles hasta llegar al parque Chelsea, sentándome bajo la sombra de un enorme
árbol. Una pequeña ardilla pasó corriendo de un árbol a otro seguida rápidamente por otra; tomé aire llenándome con
la paz que irradiaba estar en contacto con la naturaleza. Las cosas buenas de la vida eran gratis. Pasé mis manos por
mis cabellos y acomode mis lentes viendo la gente pasar; saqué mi celular del bolsillo… Caleb había dicho te amo y
Danielle estaba completamente en shock.

—Como te entiendo chica, a mí me dijeron "me gustas" y estoy paranoica —murmuré para mí misma.

Tomé aire nuevamente antes de pensar a escribir una nota: "cuando un personaje te hab la deb es hacer todo a un lado
e intentar seguirlo", eso me lo había dicho mi viejo profesor de literatura y cuánta razón tenía en ello.

Danielle con lo loca y lib eral que era, no quería que una palab ra la atara a Caleb , por más que su corazón y su
hipotálamo le dijeran a viva voz que ella lo amab a tamb ién; por más que las mariposas en su estómago revoletearan
al sentir su presencia, por más que cuando él estab a enterrado en ella, su cuerpo y su alma nadab an en un lago de
paz.

Eran de mundos diferentes, él era oscuro y ella era una chica simple y tranquila, ¿él la amab a? ¿Él? Un homb re como
esos que podía tener el mundo a sus pies, alguien para quien la vida tenía reservado el triunfo. Caleb era salvaje y
violento, siempre al b orde de todo, y él la amab a. Estab a completamente asustada frente a la responsab ilidad,
aterradora de que un homb re como aquel pusiese su corazón en sus manos.

No me ames Caleb , quizás no soy tan fuerte.

Un viento fuerte me hizo estremecer. La tarde empezaba a caer, por lo cual me levanté del césped y me dirigí a la
avenida; tomé un taxi y le di mi dirección necesitaba llegar a casa.

—Señor —llamé al hombre de edad que era mi taxista—, ¿podría por favor llevarme a esta dirección? —dije
entregándole un papel doblado, el anciano sonrió antes de girar. Necesitaba verlo, necesitaba hablar con él.

Cancelé el valor total del servicio al amable señor y me bajé rápidamente del coche; estaba lloviznando por lo que subí
los peldaños de dos en dos hasta llegar a las puertas y no pude evitar girarme a ver si veía a alguien. Todo parecía
tranquilo, un chico que no había visto me abrió las puertas y sonrió.

—Penthouse —susurré y el chico asintió dejándome pasar, mientras iba en el elevador traté de pensar que le diría
cuando él llegara del programa, apenas estaba oscureciendo y sabía que Edward no estaría en casa hasta pasada la
una de la mañana, caminé con pasos inseguros hasta llegar a la puerta del apartamento.

Suspiré y digité el código rápidamente, dejando que la puerta se destrabara y entre. Pensé que me encontraría con el
mismo silencio con el que había lidiado estas cuatro semanas pero no fue así.

Carmen Fantaisie de David Garrett se escuchaba muy suavemente, y Frey no vino a mi encuentro como todas las
noches. Caminé por el pasillo y entré a la habitación de Edward, su Ipod estaba colocado sobre los parlantes
portables, de ahí salía la música; me acerque hasta la cama y me senté, sintiendo el agua de la ducha cerrarse justo
antes que Edward saliera del cuarto de baño, con una toalla blanca cubriendo su sexo mientras con otra secaba su
cabello. Parecía una visión irreal, pequeñas gotitas de agua adornaban su cuerpo atlético, estaba descalzo y se veía
endemoniadamente sexual.
La respiración se me atoró en la garganta, el corazón empezó a latirme furiosamente y el monólogo que había pensado
decirle en cuanto lo viera, despareció con la gota de agua que recorrió su marmóleo pecho hasta perderse en la toalla.

¡Jesús, María y José! Mi vientre se contrajo fuertemente cuando él alzo la vista y sus orbes claros se encontraron con
los míos.

—Yo…yo…yo…. —genial, ahora era tartamuda.

—Viniste —susurró por lo bajo , colocando la toalla con la que se secaba el cabello en su cuello. Su rostro estaba
serio, pero sus ojos… sus ojos hablaban sin pronunciar sonido, él no me esperaba esta noche.

—Tenemos una clase —dije levantándome de la cama y obligando a mi mirada a enfocarme en su rostro y no en los
perfectos cuadritos de su abdomen de lavadero, no en lo duro y tonificado que se veían sus pectorales—. Yo… —
¡Diablos! ¡Diablos!

—Isabella, lo que dije en tu apart… —Trató de justificarse así que me levante de la cama y llegue rápidamente frente a
él colocando mis dedos en su boca.

— Es normal Edward, que tú me gustes, que yo te guste. No es sexo por sexo —hilvané quedamente, Edward sonrió a
medio lado aun con mis dedos sobre sus carnoso labios—. Es lujuria y deseo, algo perfectamente normal entre dos
personas que sostienen encuentros íntimos. Creo que si no sintiéramos ese gusto, no podríamos estar aquí los dos
—. Edward mordisqueó mis dedos y un pequeño gemido salió desde mi pecho, sentí como la pequeña corriente
eléctrica que me invadía cuando estaba cerca a él, recorrió todo mi cuerpo haciéndome temblar.

—Entonces… —habló cuando me separé de él, necesitaba poder retomar la idea.

—Edward, tengo un jeans nuevo—el arqueo una ceja—. Un jeans que me gusta mucho, si no me gustara como lo hace
no lo hubiese comprado… —cruzó los brazos sobre su pecho. Yo, la escritora, usaba un metáfora sobre jeans.
¡Grandioso!

"Mira su rostro Bella, arrib a… su rostro".

Volví a enfocar todas mis neuronas en su mirada.

— ¿Me entiendes Edward?

—No, pero si tú te entiendes a ti misma… —Se encogió de hombros y caminó hacia mí. Tenía una pequeña barba que
lo hacía lucir demasiado deseable—. Lo único que yo entiendo, es mi loco deseo por poseerte cuando estas cerca a
mí, la verdad es lo único que me importa Isabella, y que tú estés aquí frente a mí, me da a entender que no te soy del
todo indiferente.

—Es placer Edward, eso es lo que tú me das… —Edward volvió a acercarse a mi haciéndome temblar simplemente
con su cercanía.

—Y tú me das lo mismo, nena —tomó mi mentón alzándolo para él y delineando mis labios con su pulgar. Por un
momento el aroma mentolado de su jabón de baño me aturdió justo el tiempo necesario para que Edward tomara mi
mano con la suya, colocándola sobre su pecho aun húmedo y gemí quedamente al contacto de nuestras pieles, guió
su mano sobre la mía por todo su pecho y pude ver con satisfacción como su respiración se tornaba pesada. Crispe
mis dedos en su pecho disfrutando de su suave piel, tenía unos pocos lunares aquí y allá. Mientras él movía mi mano
debajo la suya, no pude evitar recorrerlo descaradamente bajando hasta su cadera justo antes de que él la levantara y
la posara justo sobre su barra de titanio; tragué saliva fuertemente intentando no olvidar que si quería que mis
pulmones siguieran funcionando, tenía que respirar. Subí la mirada enfocándome en el rostro de Edward, sintiendo la
presión sobre la mano que estaba posada sobre su miembro mientras el cerraba los ojos dejando que su cabeza se
fuese hacia atrás, lo vi sacar el aire contenido por la boca antes de soltar mi mentón y separarse completamente de mí
—. Si tú quieres calibrar esto con el gusto que sientes por tus pantalones nuevos es tu grandísimo problema, pero
puedo apostar el tiempo que me queda de vida que si cuelo mis manos por tus bragas te encontraré completamente
preparada para mí. —Y no se equivocaba, desafortunadamente.

No pensé, no quería pensar, sentía el corazón martillándome en el pecho frenéticamente; caminé los dos pasos que
nos separaban y me guindé en su cuello, reclamando sus labios por primera vez desde que esta locura había
empezado. Las manos de Edward se afianzaron a la piel de mis caderas, mientras me besaba casi con la misma
intensidad que yo a él; su barba raspaba mi mentón haciéndome sisear quedamente, no sabía qué demonios era lo
que me estaba pasando pero no quería averiguarlo tampoco… solo sabía que lo necesitaba. Era algo más fuerte que
yo, algo que me temía y que dejaría pasar hasta donde tuviese que llegar. Quería disfrutar tenerlo sobre mi cuerpo,
sentir el calor de su piel aferrado a la mía y no pensar.

Mis manos halaron el cabello de su nuca mientras pedía permiso para que mi lengua entrase a su boca, un permiso
que no era concedido por lo cual empujé mis caderas contra las suyas haciéndolo sisear justo para poder intentar
dominar su lengua; por unos minutos lo logré, pero Edward fácilmente me venció. Sentí sus manos en mi trasero
afirmándome más a él, haciéndolo gemir entrecortado, dejándome sentir su gruesa erección y machacándome los
labios con besos fieros y demandantes; deslizó sus labios por mi cuello succionando mi piel, sentía mi cuerpo pesado
y luchaba con el frenético latir de mi corazón. Edward volvió a mis labios, sometiéndome, dejando que sus labios
absorbiesen los míos hasta que el cuerpo nos reclamó por aire. Descansó su frente en la mía y respiré profundamente
antes de separarme completamente de él, caminó hasta su closet y saco de ahí una de las bolsas del Sex Shop
volviendo a mí y entregándomela.

—Entra a la ducha relájate, toma un baño y usa este shampoo para el cuerpo, disfruta de tu ducha y luego reúnete
conmigo en el santuario —murmuró con voz gutural—. Ve… —ordenó suavemente— o mandare las clases al carajo y
te follaré como he querido hacerlo desde la primera vez y me saltaré todo lo que quiero enseñarte.

— ¿Cómo has querido desde la primera vez? —pregunté sin entender.

—Salvajemente Isabella, me he contenido demasiado contigo —podía ver su pecho subir y bajar apresuradamente
mientras se dominaba, sus manos ahora eran dos puños cerrados fuertemente y sus ojos verdes irradiaban ardor—.
Obedéceme, nena —murmuró bajo su aliento. Apreté la bolsa a mí y caminé hasta el cuarto de baño.

—Edward —murmuré antes de entrar—, si no hubiese venido…

—Hubiese ido por ti, eres mía por los próximos dos meses —susurró roncamente, dándome una sonrisa ladina—.
Cuando salgas estaré en el santuario —cerré la puerta del baño, mi corazón aún latía rápidamente, no tan rápido como
hace unos minutos. Tenía los pezones erectos y mi entrepierna humedecida.

Y solo con un beso…

Quité las Converse con mis pies y me despojé de mi franela y los vaqueros. Abrí la ducha de hidromasajes y me
coloqué debajo de los chorros dejando que el agua tibia me relajara por completo, pegué mi cuerpo a la cerámica del
baño y cerré los ojos.

Estaba segura de algo.

Completamente.

Por primera vez desde que esta locura comenzó.

Estaba absoluta, completa e irrevocablemente… perdida.

El problema ahora era no permitir que Edward Cullen lo descubriera.

Con esa resolución cerré la ducha, tomé la bolsa y saqué el frasco de shampoo para el cuerpo, destapándolo y
dejándolo caer en mis manos; olía a caramelo, vainilla, no podía reconocer el aroma pero era afrutado, dulce y
delicioso. Lo esparcí por mi cuerpo y al final tome la esponja dejando caer una pequeña porción sobre ella antes de
tallar mi cuerpo suavemente, me dedique a mí, y demoré mi tiempo antes de salir de la ducha; cerré la llave y envolví mi
cuerpo con una toalla para salir de la habitación.

Sobre la cama había una caja negra decorada finamente con un lazo rosa y sobre ella unos impresionantes zapatos
Luis Vuitton en color negro, gracias a Alice podía reconocerlos con solo mirarlos. Los tomé dejándolos en la cama y
quité el lazo destapando la caja negra.

"Oh por Dios"… Fue todo lo que pude pensar cuando saqué el contenido de la caja.

Suspiré fuertemente en la entrada al santuario; me sentía extraña, incluso aún más extraña que cuando me hizo
colocar la lencería unas clases atrás. Miré mi relejo de arriba abajo y viceversa en las puertas de vidrio que
comunicaban con la sala. Los zapatos los había dominado prácticamente al ponérmelos, no era la más experta en
cuanto a zapatos altos pero me defendía bastante bien una vez me sintiera segura con ellos; los ligeros eran negros en
encaje negro y fino me llegaban hasta la mitad del muslo, tenía un cachetero negro de la misma tela de los ligeros y un
corsé decorado con cintas en color rosa y pequeñas piedrecillas brillantes, apretaba mi cintura haciéndome ver más
esbelta y realzaba mis pechos, haciéndolos ver más grandes; estaba atado por cuerditas a los ligueros y tenía un
pequeño kimono en tela negra traslucida que solo cubría mi torso y mi trasero, había atado mi cabello en una cola baja
dejando mis orejas descubiertas y las manos me sudaban como si estuviese metida en un horno… Joder, sentía que
en cualquier momento mi corazón saldría huyendo por mi boca.

"No seas Cob arde", me susurré a mí misma colocando mi mano en la perilla de la puerta y empujándola levemente.

Edward estaba ahí, tenía puestos unos pantalones de yoga negros estaba descalzo, las dos serpientes tatuadas en su
piel mostrándome su aura enigmática y sexual. Se giró completamente cuando sintió que cerré la puerta, su mirada
me recorrió y sentía como si el ardor de sus ojos me grabara a fuego lento. Mis manos sudaban más e intenté
contener la respiración solo unos segundos, buscando la manera de tranquilizarme. Edward tomó una botella que
estaba en una cubitera, en una mesa baja, y vertió su contenido en dos copas antes de caminar hacia mí lentamente.

Mis ojos estaban trabados en su andar felino y posesivo, joder… estaba más allá que acá; lo sabía y tenía miedo,
mucho miedo, pero Edward no tenía porque saberlo mientras yo enterrara en mí lo que fuera que estaba sintiendo por
él, estaba a salvo, el pacto era muy claro. Nosotros no tendríamos una relación ni nada por el estilo.

—Hermosa —susurró Edward tendiéndome la copa burbujeante y halando la goma que sujetaba mis cabellos antes
de meter sus manos en este y desordenarlo un poco—, Isabella. —Su dedo alzó mi mentón dejando que nuestros ojos
se encontraran—. Ha pasado un mes desde que vienes aquí a que te instruya en los placeres del sexo —tragué saliva
al ver la determinación en su mirada—. Este mes, lo he dedicado completamente a ti, a que te descubras —tomó un
poco de su copa y luego, su lengua lamió sus labios en un gesto provocador—, pero este mes tus clases serán para
mí placer, Isabella, aunque no por eso descuidaré el tuyo —atrapó mi labio con sus dedo antes de acercar su cara a la
mía exhalando suavemente en mí, sus labios a centímetros de los míos, sus ojos trancados a mi mirada dándome
una sonrisa torcida antes de separarse—. Necesitas saber cómo tocar a un hombre, cómo hacerlo sentir bien —
temblé—. Bebe de tu copa Isabella, te ayudara con los nervios, aquí no haremos nada que tu no quieras; si sientes que
estoy forzando tus limites solo tienes que decirlo y yo me detendré nena, pero voy a exigir hasta lo último de ti y tú me lo
darás porque me lo debes —sentenció acomodándose detrás de mí. Tomé mi copa de un solo tirón al sentir su
presencia en mi espalda—. Observa a tu alrededor nena... Tu placer y el mío, recuerda que de eso se trata.

Observé la habitación. Como en alguna otra vez, estaba tenuemente iluminada; Edward me quitó la copa sonriendo
ladinamente al notarla vacía, caminó hasta donde estaban los parlantes portables del ipod y encendió el aparato
colocando música suave con tintes orientales, música de relajación. La habitación olía a vainilla y a canela, el suelo
acolchado donde practicaba esgrima estaba cubierto por un edredón color plata y sobre el habían varios cojines,
muchos de ellos provenían de su habitación. En el suelo habían varias bandejas fresas, uvas y pedazos recortados
que no podía ver bien qué eran, también habían otros dos cuencos que no sabía lo que contenían. Respiré
profundamente cuando Edward se acercó a mí y me tendió su mano.

—Ven... —murmuró susurrante, estiré mi mano a él y sus dedos me apretaron fuertemente atrayéndome a su cuerpo,
sentí como una ola de sensaciones asaltaron mi cuerpo—. Hoy, tú y yo experimentaremos lo que en realidad es el sexo
tántrico... —susurró, diciendo una promesa implícita a lo que sería una noche que parecía no tener fin. Mis ojos bajaron
a sus labios y no pude evitar morder el mío, la sensación de deseo por todo lo que podría pasar esta noche me llegó
con fuerza, sepultándome más aún en lo que ya intuía: estaba calada por este hombre... y mucho.

Negué con la cabeza y cerré los ojos, sexo Isab ella… sexo, cuando los abrí el calor de su mirada me traspasó
completamente, había algo diferente en él pero me obligué a no pensar en ello. Edward caminó hasta que ambos
quedamos sobre el edredón, se acerco a mí y sus labios buscaron a los míos. Lento, pausado y sensual, el rose de un
par de labios que se movían entre sí, no habían prisas, solo las manos de Edward acercándome cada vez más a él,
deslizándose sobre el pequeño quimono con parsimonia. Presioné mis labios contra los de él, queriendo aumentar la
velocidad del mismo pero fue imposible, Edward se separó de mí negando con su cabeza.

—No —sentenció—. Despacio, Isabella… siente —asentí—… tócame —alcé la mano dubitativamente y cerré el puño al
llegar a la altura de su pecho—. Ahí no Isabella, más arriba —murmuró. Llevé mi mano hasta su rostro y acaricié con
mi palma su mejilla, sintiendo su barba bajo mi tacto. Edward exhaló guturalmente cuando toqué sus mejillas
lentamente, viendo como su pecho subía y bajaba ante esa pequeña caricia, mis dedos palparon su piel hasta
enredarse en su cabello; un gemido se atoró en mi garganta cuando Edward me empujó a él y capturó mis labios
nuevamente. ¡Bendito Cristo Jesús! Deslizó su lengua en mi boca y envolvió la mía suavemente haciéndome
estremecer, pero aun así su ritmo era lento. Gracias los zapatos él y yo teníamos la misma altura, enredé mis manos
mucho más en su cabello, tirando levemente de él, labios danzando, la dulzura de nuestras salivas el ritmo pausado y
lento, esto era aterrador.
Se separó de mí dejando que mi mano acariciara mi barbilla, sus ojos flameando por el deseo pero a la vez había algo
más, algo que no había visto en nuestros anteriores encuentros. Su mano descendió suavemente por mi cuello hasta
el valle de mis pechos, era solo un rose, la palma de su mano levitando a centímetros de mi piel llegó hasta el nudo de
la bata y lo soltó con suavidad, mi mirada lo seguía como una sombra, sentí la otra mano de Edward en mi mentón
subiéndolo hasta que sus ojos volviesen a quedar trancados con los míos—. Tócame, Bella... —exclamó, dejando caer
el quimono por mis hombros. Sentir la tela deslizándose por mis brazos y saber que estaba en ese simple corsé frente
a él, hicieron que mi piel se erizara completamente—. Relájate... —bajé mis manos por su rostro haciendo lo mismo
que él había hecho conmigo, acaricié su pecho y su pezón haciéndolo sisear un poco y luego seguí mi camino
suavemente, a la vez que se arrodillaba y me obligaba a hacer lo mismo—. Escucha la música Isabella, disfruta de ella,
olvídate de todo lo que te preocupe y quédate aquí donde estamos solos tu y yo… —Sus palabras, su toque suave y
letal a la vez, me hacían sentir en llamas. Ráfagas de deseo cubriendo mi cuerpo, corriendo por mi torrente sanguíneo
a una velocidad alarmante y aún no estaba completamente desnuda frente a él—. Mírame —lo hice—, abre la boca. —
¿A qué horas había tomado la fresa? La introdujo lentamente en mi boca y mordí la fruta sintiendo como sus jugos se
derramaban por la comisura de mi labio, iba a sacar mi lengua para limpiarlo cuando Edward me detuvo—. Déjame a
mí. —Su lengua lamió el jugo de fresa haciendo que mi cuerpo se tensara, respiré y él se separó, sacando de la
cubitera del suelo la botella de champaña y sirviéndonos nuevamente antes de tenderme la mía—. Quiero que hagas
lo mismo, Isabella —murmuró con voz suave. Tomé un trozo de fruta picada, la que reconocí como duraznos y se la
ofrecí, Edward mordisqueó mis dedos cuando estos hicieron contacto con su boca haciéndome saltar, su mano atrapo
la mía y se dedicó a absorber los jugos que quedaban en mis dedos; mi cuerpo era una bomba anunciando explosión
en cualquier momento. Él me alimentó y yo lo alimenté… Ambos bebimos de nuestras copas y volvimos a
alimentarnos, esto era tan extraño, tan diferente.

—Tócame —volvió a decir pasándome una botella con aceite—. Extiende tus manos hacia mí —lo hice y el dejó caer el
líquido acuoso en mis palmas; olía delicioso, a naranja y a cítrico fuerte—. Quiero que me frotes con eso, Bella —asentí
y uní mis manos calentando el aceite; Edward sonrió… una sonrisita torcida y coqueta. Coloqué mis manos en sus
hombros acercándome más a él y las deslicé por sus fuertes brazos, vanagloriándome de la dureza de sus músculos,
mientras observaba la erección de Edward hacerse notar, a pesar de sus oscuros y holgados pantalones; su pecho
subía y bajaba pero él seguía mirando mi rostro mientras esparcía el aceite sobre su piel—. Eso es nena, así…

Tomé un poco más de aceite y deslicé mis manos por sus fuertes pectorales, tomándome por primera vez el tiempo
necesario para tocarlo suavemente, deslizando mis palmas en su broncínea piel.

—Voltéate —susurré y él negó.

—Así está bien…

—Hazlo —ordené y lo vi sonreír antes de obedecerme. Tomé el frasco y dejé que el líquido cayese sobre su espalda y
luego, dejé que mis manos dibujaran sobre las dos poderosas cobras llegando hasta su espalda baja y volviendo a
subir, masajeando su cuello con las yemas de mis dedos; dejándolo con un suave aroma a naranjas frescas. No
sabía cuánto tiempo llevaba masajeando su espalda, pero me gustaba; me gustaba poder disfrutar de algo tan
sencillo como un masaje para él, lo hice girarse nuevamente Edward tomo mis manos y beso mi muñeca justo del
lado en el interior, el contacto de sus labios con mis venas hizo que mi corazón diese un brinco.

—Edward… —murmuré lacónicamente. Su mano haló mi rostro cerca al suyo y tomó mi labio inferior tirándolo
lentamente.

Esto era una maldita tortura.

—Recuéstate, es mi turno —murmuró. Asentí y me dejé caer sobre los cojines, Edward tomó mis piernas
flexionándolas hasta tomar los preciosos zapatos—. Algún día te follaré con ellos puestos, nena —los quitó,
dejándolos en un lugar del suelo y luego desató las cintas que sostenían el liguero, deslizándolo sobre mi pierna.
Primero uno y luego el otro, hasta dejar mis piernas desnudas, sus fuertes manos acariciaron desde mi muslo hasta
mi pantorrilla antes de tomar una nueva botella y dejar que un chorro del líquido cayese en sus manos. Chocolate,
también naranja; gracias al aceite que yo había untado en su cuerpo, pero el olor fuerte y dulce del chocolate inundaba
mis sentidos. Cítrico y dulce; él y yo. Tomó mis tobillos masajeando ascendentemente hasta llegar a mi rodilla y luego
a mis muslos, agradecía mentalmente estar recostada, ya que sentía mis piernas de gelatina; se cernió sobre mí con
cuidado y desató el corsé con suavidad, me ayudó a levantarme y continuó su masaje en mi torso trazando planos
imaginarios en mi vientre y acariciando mis pechos suavemente sin tocar mis pezones, que lo llamaban a gritos
desesperados y haciendo que nuevamente mi sangre corriese más a prisa debido a sus caricias. Me hizo girar y lo
sentí masajear mi espalda; movimientos largos, circulares subiendo por mi columna vertebral y luego bajando hasta
llegar a mis caderas.

Por Dios, podía sentir mi piel erizada debido a su toque.


Me giró completamente y colocó la botella de aceite con aroma a naranja en mis manos, entendí lo que él quería
mientras se levantaba dejándome arrodillada frente a él, tome la cinturilla de su pantalón y tragué saliva mientras lo
hacía descender encontrándome con su miembro, grueso, largo y completamente erecto para mí. Relamí mis labios al
encontrarlos secos y embetuné sus piernas con aceite hasta que mi mirada quedo justamente en frente de su
miembro.

—Tócame, Isabella —masculló Edward en voz baja, cerré los ojos y puse mi mano en torno a su miembro, estaba duro
y podía sentir bajo mi tacto las venas sobresalientes. Mi mano estaba sucia por el aceite y me di cuenta de que Edward
estaba completamente circuncidado—. India —murmuró como si me leyese el pensamiento—… Deslízalo nena, no te
voy a morder y haré lo posible por no dejar que nada salga de ahí. —Su voz era divertida pero tenía ese toque ronco y
sensual que usaba para hablar en el programa; apreté mi agarre un poco más logrando que una maldición saltara de
los labios de Edward y me sentí poderosa, era la primera vez que tocaba el miembro de un hombre y no tenía ni idea si
lo estaba haciendo bien. Lo acaricié de arriba abajo, obteniendo palabras bajas y susurrantes de Edward pero en un
momento me detuve, mi respiración y la de él eran aceleradas y potentes, su glande estaba rojo y una gota de liquido
pre seminal brotó de su prepucio—. Si quieres hacerlo, hazlo —murmuró Edward expectante y antes de que pudiera si
quiera pensarlo, había pasado mi lengua por sobre la punta de su eje. Edward maldijo por lo bajo y su cuerpo entero
se tensó cuando repetí la acción levemente. Me sentía sexy, poderosa y demasiado caliente en ese mismo momento,
estábamos completamente desnudos y tan solo nos habíamos tocado; sin embargo, sentía mi entrepierna lista para
recibirlo. Dejé que mi lengua se enroscara en su falo antes de meterlo dentro de mi boca. Sentí arcadas al tenerlo
dentro completamente—. Hey… —Edward tocó mi frente— un paso a la vez pequeña, empieza por el glande. —Me
dediqué a chupar, succionar y lamer su ya muy roja punta hasta que Edward se separó arrodillándose frente a mí—.
Por hoy es suficiente, nena. Quiero tocarte y acariciarte por todos lados, te prometo que después podemos hacerlo de
nuevo, el no se irá de aquí. —El tono de su voz fue engreído, logrando que me alejara un poco.

—Isabella…

—Te divierte esto, ¿no Edward? —murmuré enojada, él negó con la cabeza—. Te divierte que sea una analfabeta en
cuanto a sexo.

—No nena, créeme tu falta de experiencia es para mí un aliciente, me gusta que intentes esto conmigo, pero como te
expliqué tenemos todo un mes para que aprendas de mi mano. Ahora, quiero enseñarte el poder de las caricias,
Isabella; de eso se trata el Tantra, de descubrir el placer de tocar, de la intimidad que se puede conseguir sin
necesidad del orgasmo. —Se sentó con las piernas abiertas, las rodillas pegadas al edredón y los talones uno frente
al otro—. ¿Me lo permites, Isabella? ¿Te entregaras a mí sin pensar en el culminante del acto?

Asentí y el tendió su mano hacia mí.

—Siéntate sobre mí, Bella; enrosca tus pernas alrededor de mi cintura. —Lo hice, dejando su miembro entre los dos
que estaba imposiblemente empalmado—. Olvídalo por un momento, Isabella. Solo tú y yo —murmuró. Claro como si
fuera tan fácil olvidar semejante sable de luz—. Tus ojos en mi rostro Bella, no tientes mi autocontrol o acabarás sobre
tu espalda conmigo ensartado profundamente en tu interior. —Sí, eso era lo que quería—. Puedo estar erecto por
largos períodos de tiempo, así que no desaparecerá.

Engreído.

Sus manos me empujaron desde mi espalda, sentía los pliegues de mi sexo abrirse y quedar justo sobre su miembro.

—Tan caliente y húmeda, nena. Tan tremendamente sensual. Bésame Isabella y luego, has lo mismo que yo hago —
uní mis labios a los de él fuertemente, pero él bajó la velocidad drásticamente, dejándonos en un mero rose. Dios mío,
necesitaba sentirlo fuerte y salvaje, no como si fuese un embase de porcelana a punto de reventar, moví mis caderas
entorno su miembro—. No, Bella… —dijo sin separar sus labios de los míos. Besó mi mentón y descendió por mi
cuello; recordé que me había dicho que hiciera lo mismo, así que mientras él besaba mi hombro lamiendo de mi
cuerpo el aceite sabor a chocolate, yo besaba el suyo; lamiéndolo, disfrutándolo e inhalando el exquisito aroma
afrutado de la naranja esparcida en su piel. La experiencia era placentera a tal punto, que podía sentir mi entrepierna
humedecerse cada vez más.

Edward pasó una mano por mi cintura y me recostó sobre los cojines antes de tomar mis labios levemente, mis
piernas se desataron del amarre a sus caderas mientras él se separaba de mi colocándose a mi lado sin dejar de
besarme, sentía sus respiración, su mano vagando por mi piel, apretando suavemente uno de mis pechos y luego el
otro, dejando que la palma caliente de su mano se cerniera sobre mi pezón adolorido por la falta de caricias, duro
como una roca. Expectante, gemí un par de veces arqueando mi espalda, buscando más contacto íntimo entre
nuestros genitales, deseando que se dejara de juegos y por fin entrara en mi interior, pero él parecía llevar su tiempo
sin prisas; tenía los ojos cerrados pero podía escuchar el crujir de los troncos que se quemaban en la pequeña
chimenea; el calor recorriendo mi cuerpo, los sentidos a flor de piel mientras su mano vagaba por mi vientre,
serpenteando por mi piel hasta alcanzar los labios humedecidos de mi sexo, acariciando de arriba abajo suavemente.
Mi cuerpo empezó a convulsionar bajo su ligero toque y me aferré fuertemente de las sábanas; acarició alrededor de la
piel de mi clítoris, haciendo pequeños círculos alrededor de éste, suaves y lentos; despegó sus labios de los míos
bajando lentamente por mi mentón y cuello dejando un rastro húmedo por donde su labios o lengua pasaran, sin dejar
de mover sus manos.

— Edward —exhalé pesadamente—, Ed…

—Eres un dulce caramelo, nena —lamió suavemente mis pezones antes de seguir descendiendo hasta llegar a mi
vagina. Separó aún más mis piernas y luego, me abrió completamente a él con sus pulgares; sentía la respiración
atorada en mi garganta y, cuando Edward deslizó su lengua sobre mí ya sobre estimulado botón de placer… sentir los
pequeños vellos de su barba me hizo estremecer, mi cuerpo entero se arqueó elevándome del edredón, mis manos se
aferraron a su pelo mientras el invadía mi intimidad con su lengua serpentina, dando pequeños mordiscos con sus
dientes sobre mi punto de carne. Gemí, jadeé y en algún momento, creí escucharme suplicar. Edward tanteó con sus
dedos mi entrada y sentí como introducía algo… Temblé cuando el frío contraste con mi caliente interior—. Edw…

—Sttss… —susurró mientras sentía el hielo derretirse, fuego con calor.

Él y yo.

Antes que pudiese crear una palabra coherente, Edward enterró su cabeza entre mis piernas primero, dejando que su
barba rosara mi sensible carne y luego, lamiendo con más ahincó mientras yo sentía mi voluntad escapando por los
poros de mi piel. Separó aún más mis pliegues, dejando que su lengua se deslizara por mi hendidura justo antes de
sentir cómo su dedo forrado por una de las pequeñas fundas que había usado yo misma hace algún tiempo, se
internaba bombeando en mí; hacia afuera y hacia dentro mientras lamía con descaro mi clítoris. Me arqueé
nuevamente, pegando mi pelvis más a su rostro, su lengua revoleteando mi punto de placer, su dedo trabajando en mi
interior apoyado en los pequeños puntos resaltados de la funda.

Mi cuerpo entero preparado para convulsionar.

Dios… Dios voy a morir, ten piedad de mí…

—NO —una orden, clara y concisa—. No te corras Bella, enfócate en sentir y no en llegar —murmuró a centímetros de
mi sexo.

¡Dios, no era tan fácil! Sacó su dedo de mi interior y gemí de pura frustración, abriendo mis ojos y taladrándolo con la
mirada.

Edward volvió a la posición en la que estaba sentado.

—Siéntate sobre mí, Isabella, como estábamos antes. Tienes que relajarte y respirar.

—Estoy jodidamente frustrada, lo que tengo que hacer es correrme —musité enojada pero sentándome como estaba
anteriormente, enredando mis piernas en él.

—Esta posición se llama Yab Yum. ¿Puedes sentir mi corazón latir, Bella? —En efecto, lo sentía latir, tan rápido y
desbocado como el mío, cuando me pegué a él pude sentirlo sacudirse y eso me hizo sonreír—. Inhala, Isabella —
murmuró inhalando profundamente sobre mi hombro. Imité su gesto e inhalé su aroma mentolado junto con el
chocolate que acababa de untarle—. Piensa en algo no relacionado con sexo.

— ¡Me estás jodiendo, verdad! —dije hastiada.

—No, Isabella. Aún no… —murmuró burlón—. Vamos, piensa en algo que no sea sexual. —Como si fuese fácil. Traté
de concentrarme en las risitas de Vanessa, amaba a mi pioja—. Eso es nena, lo sientes, sientes como la tensión
abandona tu cuerpo, como es menos pesado, junta tu frente a la mía —susurró con voz queda, quería matarlo—. Voy a
exhalar y tú aprovecharas para inhalar. —Juntamos nuestras frentes y mientras él votaba aire de su nariz, yo lo recibía.
Inexplicablemente, sí estaba relajada—. El sexo es para soltar energías, no para llenar más el cuerpo con ellas, es
para disfrutar la compañía de otro, no para llevarlo a un frenesí sin rumbo. —Su mano acarició mis costados mientras
seguíamos repitiendo el último paso dado por él, lo sentí tocar mis costillas y mis caderas, miles de espasmos
azotaron mi cuerpo justo antes de sentirlo acariciar mi punto de placer nuevamente; salté un poco, separando nuestras
frente, pero Edward volvió a unirlas colocando su mano en la parte de atrás de mi cabeza—. Relájate… —la mano que
estaba en mi cabeza acarició mi espalda suavemente, mientras los dedos de su otra mano se movían con maestría
sin entrar a mi interior. Dejó de jugar para colocar la mano en mi vientre bajo—. Siente el cúmulo de energía, Bella.
—Sí, lo siento, desde antes que me dejaras a medias —expresé molesta—. El seguía acariciando y cubriendo mi sexo
con su mano y luego volviendo a subir—. Edward, por favor… —susurré— Demonios, te necesito dentro, si quieres
después podemos jugar a tocarme hasta la muerte, pero ahora necesito que me hagas el amor. —Ni siquiera fui
consciente de mis palabras solo de la necesidad que me embargaba en ese momento.

—Levántate Isabella, sin separar nuestras frentes, levántate. Toma mi miembro e introdúcelo en tu interior —me
levanté sin separar nuestras frentes, inhalando su respiración y dejando que la cabeza de su miembro se deslizara
entre mis labios vaginales, haciéndolo sisear quedamente. Lo coloqué en la entrada a mi cuerpo y descendí
suavemente por el hasta sentir cómo mis paredes se ensanchaban para recibirlo; sentía el placer elevándose como
grandes olas en medio del mar, calentando cada parte de mi cuerpo y haciéndome gemir entrecortado. Cuando por fin
me adapte a él—. No te muevas, no aún —ordenó de manera ronca—. ¿Lo sientes, Isabella? —su aliento era caliente y
urgente sobre mi rostro—. ¿Sientes el calor entrando a cada rincón de tu cuerpo?

—Sí —musité en voz baja.

—Estás tan suave… —balbuceó con voz gutural—. Oh por Dios, Isabella —murmuró cuando mi cuerpo se apretó en
torno a él, no nos habíamos movido, mi frente continuaba pegada a la suya mientras yo inhalaba lo que él exhalaba—.
Vas a llevarme directo al infierno, pequeña —traté de moverme nuevamente pero él agarró mis caderas—. No lo hagas,
no busques el orgasmo Isabella, déjalo que llegue.

—Edward, por favor —separó nuestras frentes besándome ligeramente—. Por favor —traté de moverme nuevamente.

—Céntrate en disfrutar.

—Quiero correrme —contraje mis músculos vaginales haciéndolo sisear.

—Por el amor a Cristo Isabella, no hagas eso de nuevo. —Pero hice todo lo contrario, obligué a mis músculos a
apretarse más en torno a él.

—Las revistas —habló con voz pesada—… los artículos, ¿los leíste?

—Edward… no quiero hablar de eso ahora, quiero un maldito orgasmo —grité apartándolo más.

—Maldita sea mujer de los infiernos —siseó entre dientes—. Quieta… disfruta de lo que te estoy dando.

—Quiero más —intenté moverme pero su brazo rodeando mi cintura y manteniéndome pegada a él, no lo hacían
posible—. ¿Me vas a decir que disfrutas esto antes que gemir y gritar como un maldito neandertal?

—Es gratificante…

Nuestros cuerpos estaban perlados en sudor y sentía su miembro crecer, más si se podía, dentro de mí.

—Para mí sería gratificante poder llegar sentir más placer del que estoy sintiendo ahora —moví mi cadera hacia un
lado y a otro. Jesús… necesitaba liberarme, quería hacerlo y quería que él lo hiciera. El placer empezó a recorrer mi
cuerpo cuando su miembro acarició mi interior levemente.

—Ohh…

—Ohh mi Dios… ¿Sientes eso, Edward? —le dije suavemente.

—Muévete ahora nena, muévete como quieras. —Sus manos subieron mis caderas y luego me bajaron con fuerza
haciendo que su miembro se estrellara en mi interior; grité mientras sentía la maravillosa sensación expandirse en mi
interior, llevándome cada vez más alto antes de explotar.

Era como un rayo de placer que corría por mi columna vertebral.

Creí que me desmayaría… creo que lo hice.

—Entonces, ¿no te importa que estemos en las revistas? —dijo Edward, metiendo un pedazo de queso amarillo en mi
boca. Esa noche había perdido la cuenta de cuantos orgasmos había alcanzado.
Intentaba retener las sensaciones en mi cuerpo.

Lo sentí llegar y descubrí que las bandejas en la mesa baja tenían pedazos de carnes frías y quesos cortados en finos
cuadros.

—Pues, Alice, Jasper y Bree ya lo saben.

—Garrett.

No quise decirle nada por lo que me encogí de hombros y le metí un trozo de pavo ahumado en la boca.

—Supongo que a ti sí te afectará. Digo tienes a todas estas mujeres locas por ti.

—No están locas por mí, están locas por lo que puedo hacer, donde las hago llegar. —Edward se dejó caer en su
espalda masticando el trozo de carne fría—. Desde mi emancipación salgo en revista de cotilleos, así que no me
molesta ver un reportaje más o menos sobre mí, pero no sé si esto pueda afectar tu carrera.

—Aro está enojado o al menos eso me dijo Alice, conmigo aún no ha hablado —tomé una fresa y gemí de mero gusto
por lo jugosa que estaban.

—Lo sé y por mí, puede irse a la mierda —murmuró, abriendo la boca para que colocara otro trozo de fruta en ella, tomé
una fresa y dejé que él la mordiera, besando sus labios cuando los jugos de esta se derramaron por su boca. Algo
había cambiado entre nosotros pero estaba completamente cómoda y estable como para ponerme a averiguar.

—Dichoso tú, yo dependo de él. —Edward negó masticando la fresa.

—El depende de ti, eres muy buena en lo que haces, Isabella; así que él no te dejará fuera, quizás pataleará y joderá un
poco, es Aro a la final —farfulló.

—Eso creo. Siendo honesta, yo nunca había dado de que hablar además, ambos trabajamos para él.

—Querrán una primicia y Rosalie estará más que feliz para hacerla en "Star".

—No soy muy buena mintiendo, Edward —tomé un pedazo de piña y me lo metí a la boca, estábamos desnudos
aunque yo estaba cubierta por una manta; la chimenea nos mantenía tibios a pesar del frío que estaba haciendo en
Nueva York.

—Pues tendrás que aprender, Bella.

—Árbol que crece torcido, su rama jamás endereza —dije aquel viejo refrán de Charles,

—Esme quiere que nos acompañes a la casa de campo en Rocky Point para celebrar acción de gracias, Bree y la pixie
y su combo pueden venir, así que no puedes declinar —dijo levantándose y tomando otro trozo de fruta que atrapó entre
sus dientes y me incitó a quitárselo. Por supuesto que lo hice, dejando que sus labios absorbieran el líquido afrutado
que escapaba gracias a la mordida—. No querrás hacerle un desplante a Esme —murmuró cuando traté de objetar,
Esme Cullen me había parecido una gran persona.

—Seguiremos mintiendo, y odio hacerlo —zanjeé el tema.

—En dos meses más, no tendrás que mentir y nadie te juzgará por haber estado conmigo, Isabella. Podemos
argumentar que te fui infiel o algo por el estilo.

—Quedaría como la cornuda —expresé molesta—, más bien diremos que no funcionó.

—Como quieras, nena. —Edward se colocó sobre mí—. Basta de charla, te deseo ahora —siseó.

—Edward, tienes que hacer un programa —murmuré sintiéndolo besar mi cuello, parecía un jodido vampiro.

—Regrabado, Rose no podía estar hoy —quitó la sábana de mi cuerpo antes de atrapar un pezón en su boca,
haciéndome olvidar de lo siguiente que le diría y entregándome completamente a él.

.
Las dos semanas que faltaban para Acción de Gracias habían pasado en un abrir y cerrar de ojos y, cuando quise ser
consciente que Bree no iba a pasar conmigo, ya estaba despidiéndola en el aeropuerto. Edward estaba conmigo, en
esos últimos días Bree y Edward habían entablado una buena amistad, así que él nos había ido a buscar y nos había
llevado hasta el aeropuerto.

—Ven aquí —dijo cuando Bree desapareció por la puerta de abordaje, sentía las lagrimas picar en mis ojos; desde que
Bree estaba conmigo hacia tres meses, era la primera vez que pasaría todo un fin de semana alejada de mí. Sí, ella
estaba en el internado pero hablábamos todas las noches y, apenas acabara el contrato con Edward, le pediría que
dejara el internado. Hey, solo se va por un fin de semana, regresará el domingo. —Edward levantó mi mentón y
depositó un dulce beso en él, me tomó de la mano y me condujo fuera del aeropuerto—. ¡Mierda! —murmuró en voz
baja cuando llegamos a la entrada—. Paparazzi —Últimamente nos encontrábamos con ellos a menudo—. Rose
aprovechará que estaremos en la casa de campo para hacer la maldita entrevista, a ver si así nos dejan en paz estas
últimas dos semanas. —Había aprendido a conocer cosas de mi vida que no conocía, habían tantas especulaciones
en revistas que habían salido hablaban de todo un poco, pero Edward y yo estábamos muy herméticos en decir algo,
había recibido una llamada de la revista Hola y Edward me había dicho que lo habían llamado de People; pero Star
tendría la exclusiva de nuestro falso noviazgo ya que eso había sido lo único que había calmado a Aro. A nuestro jefe no
le había gustado nada que Edward me estuviese ayudando con "Atada", pero tenía doce capítulos del libro y estaba
realmente encantado con ello, así que mostrando sus asquerosos dientes me había besado la mano, había salido de
la oficina dispuesta a quemar mi piel si era necesario. Rosalie había estado más que dispuesta cuando Edward le
ofreció ser la que nos entrevistara y había escogido el fin de semana de Acción de Gracias para hacerla en la cabaña
que tenían los Cullen.

Edward seguía murmurando una y otra cosa.

—Debí meter el auto en el sótano —murmuró para sí mismo, sacando sus Ray Ban negras y colocándoselas—. Sube
la capucha de tu chamarra y baja la cabeza nena, malditos hijos de puta sin vida —estaba realmente enojado, hice lo
que me pidió y juntos salimos directamente a los flashes.

—Edward, ¿es cierto que Isab ella está emb arazada? — ¡Jesús, No! Edward tiró de mi mano mientras seguía
caminando sin mirar a nadie.

—Edward, ¿es cierto que terminaste con Irina Rushell por Isab ella?

—Isab ella, ¿vale la pena confiar en un homb re que tiene fama de picaflor como Edward? —Eran de los paparazzi
pesados, suspiré fuertemente mientras Edward apretaba mi amarre.

—Isab ella, ¿no te molesta que Edward haya tenido tantas mujeres en su pasado? —Edward siseó. Genial, como él los
ignoraba entonces iban conmigo.

—Se especula que su relación es un contrato, un fraude que tiene que ver con tu próximo lib ro; ¿es eso cierto Isab ella?
—sentí mi cuerpo tensarse ante las palabras del reportero, afortunadamente ya estábamos llegando al auto. Edward
abrió la puerta para que entrara y luego se subió él arrancando a toda velocidad.

—Son unos malditos parásitos, los odio —golpeó el volante—. ¿Estás bien, nena? Edward me miró por unos
segundos, tragué el nudo en mi garganta.

—Lo saben…

—De qué hablas —dijo sin entender.

—Saben que esto es un contrato.

—No. No lo saben Isabella, especulan. Todo quedara tranquilo con la entrevista.

—Nada quedará tranquilo, con la entrevista investigarán más y más y se darán cuenta que esto es falso; la bola de
nieve caerá sobre nosotros como avalancha y nos enterrará en nuestras propias mentiras —le grité.

— ¡Joder! —Edward frenó el coche soltándose el cinturón y mirándome—. Escúchame bien, Isabella Swan. Nadie tiene
porqué enterarse de nuestro jodido acuerdo, ¿me entiendes? Esos chupa vidas no van a dañar tu carrera; yo estoy aquí
para que brilles, no para enlodarte. Simplemente, nadie ha hecho un escándalo mayor y no pueden creer que el soltero
de Nueva York esté saliendo con una mujer hermosa con todas las intensiones de tener algo serio.

— ¡Es falso! —grité bajando mi capucha y mirándolo a los ojos—. No entiendes, ¡esto me matará!

— ¡Maldita sea!, ¿puedes callarte? —murmuró frotando su sien. Lo vi tomar una larga respiración antes de volver a
mirarme—. Lo lamento, te llevaré a tu casa. Le he enviado por correo a Jasper las indicaciones para llegar a Villa
Cullen en Rocky Point, pasaré por ti luego que atienda al matrimonio Richardson, si te llaman de alguna revista no
niegues ni afirmes nada, ¿entendido? —asentí—. Ven aquí —abrió sus brazos y me refugié en ellos. Si esta farsa se
sabía, mi carrera iba a quedar arruinada, y "Atada" no sería el Best Seller que Aro tanto ansiaba. Edward me apretó a su
pecho y dejó un beso en mi cabellera—. Todo va estar bien nena, nuestro pacto es nuestro.

Edward me dejó en mi edificio y subí los peldaños mucho más tranquila, Jared me dio mi correspondencia y subí el
ascensor con la mente en blanco. Este secreto era mío y de Edward, nadie se iba a enterar de él.

A veces las actitudes de Edward me confundían, seguía siendo el mismo hijo de puta arrogante cuando quería, pero
desde la sesión de sexo tántrico algo había cambiado entre nosotros; ahora nuestras clases eran más pausadas,
lograba retener el orgasmo algo de tiempo y había aprendido a conocer el cuerpo de Edward; si mis uñas rasguñaban
la piel de su espalda baja, podía escucharlo sisear entrecortado; la sensación de su miembro entre mis labios era
placentera, sentirlo crecer en mi boca era jodidamente gratificante. Me tomaba mi tiempo para tocarlo y él me dejaba.

No siempre teníamos sexo habían días en que la migraña de Edward era más fuerte que sus ganas de tenerme
desnuda, simplemente me quedaba con él haciendo círculos en su cuero cabelludo hasta que se quedaba dormido.
Otras veces, me enseñaba posturas del Kamasutra sin necesidad de penetrarme y en más de una ocasión, no
habíamos alcanzado a quitarnos nuestras ropas cuando él estaba dentro de mí machacándome contra una pared. "Si
las paredes hablaran" decía un viejo refrán, a veces agradecía que no fuese cierto, porque… ¡Dios! Lo que dirían.

Edward había dicho que estas clases eran para su deleite pero eran más para el mío que el suyo propio. Podía
mantenerse erecto por horas, habíamos visto el amanecer juntos muchas veces y hasta me había atrevido a hacer el
amor en su balcón sin importarnos si alguien nos veía. Cuando el cuerpo de Edward hacía contacto con el mío, me
olvidaba completamente de las enseñanzas de Charles.

Amor…

Amor…

Amor…

La palabra taladraba mi mente una y otra vez, la tremenda posibilidad de esa necesidad casi dolorosa de estar con él,
de escucharle hablar, de mirar su rostro, de extasiarme en su hermosura, hasta de soportar su arrogancia y vanidad,
eran simplemente horrorosa.

¡No! ¡No! No puedo. Él no me ama ni yo a él, solamente es el enganche sexual, el simple hecho de que él es mi
primero y que la experiencia ha sido alucinante y enriquecedora para mí. He descubierto que esa niña tímida y miedosa
ya no existe, que soy dueña de mi cuerpo y de mi placer; que puedo dejarme llevar hasta más allá de los límites sin
culpa ni miedos. Yo era esa chica: la que gritaba, la que gemía, la que se había descubierto frente al espejo orgullosa
de sus senos, de su cuerpo y de lo poderosa que era; para Edward no era amor, estoy segura, simplemente estaba
fascinado con el hecho de forjar la amante perfecta, de ver como esa niña oscura y romántica se convertiría en sus
manos en una fiera sexual, yo le había dado a Edward el sueño de todo hombre: hacer de una mujer, aquella capaz de
cumplir sus sueños, la que nunca decía no.

Él era mi maestro, mi Pigmalión.

No era amor.

Eran el estudiante y el maestro perfecto.

Cuando lo aprendido terminara y el maestro ya no tuviera más que enseñar, esto acabaría, y acabaría en pocas
semanas.

Esme Cullen me había llamado un par de veces, en ocasiones sentía que la mujer hablaba de Edward con una tristeza
infinita, cuando le preguntaba sí todo estaba bien, ella decía que sí y volvía a ser la mujer maternal y llena de amor que
parecía ser.

Mi Relación con Brithany caminaba a pasos más fuertes, en pocas ocasiones ella había hablado de Renée, ya no huía
solo bajaba la mirada y la dejaba hablar.

— ¿Cuéntame cómo fue tu infancia? —dijo Bree un día mientras desayunáb amos. Era domingo y Bree hab ía saltado a
mi cama encendiendo la televisión en Disney Chanell, aprovechando que Ness estab a con nosotras, ya que Alice y
Jazz estab an en Nueva Jersey por un caso que mi amigo tenía ahí.
—Fue una infancia normal —dije acariciando los cab ellitos de Ness, se hab ía quedado dormida luego de tomar su
plato con cereal mientras veía los padrinos mágicos.

— ¿Mamá te hizo falta? —preguntó con temor.

—Bree…

—Tienes que sacarlo de ti Isab ella, yo se que mamá intentó verte varias veces.

—No mientas por ella, no tienes que hacerlo.

—No miento —dijo enojada y luego suspiró fuertemente cuando Ness se acomodab a a medio lado—. A veces papá la
consolab a.

—Bree b asta… —murmuré tajante.

—Pero Bella…

—Quieres sab er cómo fue mi infancia, te diré. A los siete años la profesora Stevens mandó a hacer corazones para el
día de la madre. Alice y yo lo decoramos con fideos en el acto del día de la madre, Alice salió corriendo a ab razar a
Marie Brandon, todos mis compañeritos ab razaron a su mamá yo le hab ía escrito a Renée; tenía la esperanza que
viniera pero ella estab a en Texas en una gira de la b anda y yo me quedé parada en maldito pódium sin tener a quién
entregarle mi corazón. Ese día tomé mi manualidad y la destruí, la partí en miles de pedazos b ajo el llanto de Alice
porque realmente nos hab íamos esforzado. Aquel día Renée me partió el corazón, yo era una maldita niña —la miré
con lágrimas en los ojos—. A los trece años me b ajó el período por primera vez; estuve tres meses creyendo que me
ib a a morir desangrada, ocultando toallas deb ajo de mi cama y sacándolas en la b asura cuando Charles se ib a a
pescar. A los dieciséis me enamoré, entregué a Felix lo poco que quedab a en mi corazón reparado por pequeñas
b anditas adhesivas; a los diecinueve sufrí mi primera decepción amorosa —para este punto ya estab a llorando.

—Pero mamá.

— ¡Mamá! —levanté la voz—. ¡Mamá!... Me vas a disculpar, no se qué tan b uena madre fue Renée contigo Bree, pero
conmigo fue una maldita perra —dije levantándome de la cama y saliendo de la hab itación para no despertar a Ness,
sentí a Bree caminar detrás de mí.

—Ella era joven Isab ella.

—Y yo era su hija, no la justifiques. Maldición Bree, no lo hagas. Alice tenía 20 años cuando se enteró que estab a
emb arazada y ahí está Ness.

— ¡Alice tenía a Jasper! —gritó mi hermana—. ¿Dónde demonios estab a tu padre? ¡Huyo, él sí te dejo!

—Era homb re por un demonio, los seres humanos podemos vivir sin padre, pero ¿sin madre Bree? Sab es lo que es
que te mantengan encerrada porque no puedes acercártele a un niño. Charles odiab a a Jasper, más de una vez lo
apuntó con su pistola y Jasper era un niño; sab es cuántas veces me fui a la cama sin cenar porque le hab lé a él, a Mike
o a Benjamín; cuántas veces me dejaron en el ático sola porque les presté algún útil escolar, mi única amiga era Alice y
porque su padre compartía los mismos ideales de Charles. Sí, Renée era joven, Renée fue una ingenua pero yo era
una niña Brithany… ¡Yo la necesitab a y a ella no le importo!

—Isab ella yo la veía…

—No quiero hab lar más de Renée. Bree, te amo, eres mi hermana y te amo. Desde que llegaste a mi vida soy más
feliz, yo estab a sola, siempre lo he estado —me acerqué a ella—. Hasta que tú llegaste y no quiero discutir por esto;
amas a tu madre y lo respeto, pero no me pidas que sienta algo por la mujer que me parió porque eso fue todo lo que
Renée hizo por mí —caminé hacia el b año y no pude evitar dejar que todas mis emociones se desb ordasen en esos
momentos más que nunca necesitab a uno de esos b esos quita alientos de Edward.

El ascensor sonó avisando que había llegado a mi piso. Salí de mi divagues justo para abrir los ojos algo alarmada, al
ver a Garrett sentado frente a mi puerta; nos habíamos visto cuando había ido a ver a Aro pero habíamos actuado como
escritor y editor, cuando Aro empezó a hablar de mi relación con Edward, Garrett se fue y, aunque me esperó, no me
sentía anímicamente bien como para hablar con él.

—Bella —su voz fue baja, susurrante.

— ¿Que hay G? —pateé su pierna y él se incorporó.


—Lamento…

—Olvídalo —lo interrumpí—, tengo suficiente con Aro y los paparazzi asechándome; no quiero discutir —abrí la puerta y
Garrett entró tras de mí.

— ¿Lo amas? —que se supone que debería decir.

—Estamos conociéndonos —dije lo mismo que le había dicho a todo el mundo.

— ¿Por qué él?

— ¿Por qué no él?

— ¡Es Edward Masen, maldición! —gritó, perdiendo los estribos—. No me contestes con una pregunta Isabella, sabes
que lo odio.

—Y tú sabes que odio los derroches de testosterona; sin embargo, estás aquí en una actitud de macho alfa que no
entiendo —murmuré.

—Hay miles de hombres en Nueva York, por qué precisamente Masen —dijo bajando la voz.

—Tú me lo presentaste, Garrett —contesté cansada—. Fui a verlo… fue coqueto…

—Edward coquetea con todo lo que lleve faldas, Isabella. Hombres, mujeres, niñas, ancianas…

— ¿Acaso no haces tú lo mismo? —le pregunté y vi como la respiración abandonaba su cuerpo como si le hubiese
dado un golpe bajo—. Vienes aquí y hablas mal del que se supone que era tu amigo, tu compañero de juergas; me
tratas como si fuese una niña y él me estuviese engatusando.

— ¡Es que lo está haciendo! ¿Te acostaste con él, Bella? —No dije nada—. ¡Respóndeme!

—Es mi vida privada, no te incumbe, Garrett.

—Quiero salvarte —murmuró caminando hacia mí—. Te usará hasta cansarse; Edward no es monógamo. Lo conozco,
es como yo. Se aburrirá de ti y te desechará, siempre lo hace y yo… —se quedó callado— yo…

— ¿Tú qué Garrett? No puedes siquiera pensar que quizás yo no estoy buscando algo serio.

—Tú no eres así, eres de las pocas mujeres decentes que quedan en ese mundo. —Lo miré negando con la cabeza—.
Tú eres especial Bella; contigo las cosas no son de un polvo o dos, tú mereces más —tomó mi mano suavemente,
acariciándola entre las suyas—. No lo hagas Bella, deja de verlo.

Me alejé.

—Sé que estás saliendo con Kate —cambié de tema.

—Es linda, pero sabes cómo soy, no tendré nada serio con ella ni con nadie a menos que…

— ¿Qué? —demandé.

—Nada. Edward va a partirte el corazón —declaró.

—No se puede partir algo que ya está roto, Garrett —peiné mis cabellos hacia atrás—. Mira, eres mi amigo, mi editor y
te amo pero no quiero que te metas en lo mío con Edward. —La mirada de Garrett bajó hasta toparse con la pequeña
maleta que había hecho para el fin de semana.

— ¿Viajas?, ¿viajas con él? —asentí.

—Su madre me invitó a pasar Acción de Gracias con ellos; Alice y Jasper irán también. Si quieres puedes unirte.

—Y ¿tocar el violín para ti y para Edward mientras follan por algún lugar? —murmuró descortés—. A mí no pueden
meterme los dedos en la boca; conozco perfectamente bien los hombres como Edward, yo soy uno de ellos Bella.
Nuestra vida se basa en saltar de cama en cama, no en ser buenos novios y brindar fidelidad; no somos hombre de un
solo coño por más amor que tengamos. Lo nuestro es probar, nuestro lema es "en la variedad está el placer", nosotros
no cambiamos por ninguna mujer porque fuimos creados para no ser de nadie. Para no atarnos a nadie.
—Lo sé Garrett, lo sé —murmuré no sé si para él o para mí.

—Entonces sabes a lo que te enfrentas. Cuando Masen te destruya, yo seguiré siendo tu amigo, porque los amigos
somos para siempre —se acercó a mí y me alejé—. Iré a ver si Kate, ya está en su casa.

—Adelante —sentí mi celular sonar y contesté rápidamente, volteándome para hablar mejor con Alice. Solo sentí
cuando la puerta se cerró; limpié la solitaria lágrima que descendió por mi mejilla. No sabía si algún día las cosas con
Garrett mejorarían, quizás cuando toda esta farsa acabara y los retazos que quedaban en mi corazón fuesen solo polvo.

Edward llegó dos horas después de que Garrett se había ido, me había dado una ducha y colocado mis entrañables
converse negras con un pantalón de jeans ajustado y una camisa de mangas largas; había peinado mi cabello y lo
tenía atado a una coleta. Detallé su vestimenta cuando lo vi en la entrada de mi casa, tenía unos vaqueros
desgastados y un suéter gris que marcaba perfectamente sus brazos, su pelo revuelto como siempre se veía tan
malditamente sensual como cuando se paseaba desnudo delante de mí después de hacer el amor. No, sonreí con
amargura. No hacíamos el amor, follábamos y prefería decirlo así; la palabra mágicamente le quitaba todo el
sentimiento a lo que él y yo hacíamos. Sí, sólo follábamos, no era amor.

— ¿Estás lista, nena? —preguntó con su sonrisa torcida.

—Sip, solo buscare el ordenador y…

—Tengo uno en casa, no te preocupes. ¿Este es tu equipaje? —asentí y él lo tomó, bajamos en silencio hasta llegar al
sótano.

Subimos a su Aston pero Edward no tomo la vía a la autopista.

— ¿A dónde vamos? —pregunté al verlo detenerse en un Fed Ex.

—Espérame aquí, dejaré nuestro equipaje y luego me acompañaras a casa —murmuró levemente, bajándose del
coche. Abrió la cajuela sacando mi maleta y su pequeño bolso de mano y entró al local. En menos de diez minutos
estaba de vuelta, encendió el coche y condujo hasta su casa entrando al sótano para aparcar.

—Jake se llevó a Frey con él —expresó saliendo del auto, hice lo mismo mientras lo vi tomar un par de bolsas del
asiento trasero y caminar hacia un rincón del aparcamiento, quitó la tela de lona revelando una impresionante
motocicleta.

—Whao —dije al ver la Ducati roja con negro.

—Bella, te presento a Jane, mi pequeña consentida —murmuró burlonamente.

— ¿Tu motocicleta tiene nombre de chica? —Joder, ¿por qué me sorprendía? — ¿Es segura?

—Es una Ducati 1199, Panigale —estudió mi rostro, obviamente no sabía si era o no segura—. Es una moto diseñada
para competir en carreras pero a mí me gusta, amo la adrenalina y puedo darme estos gustos —seguí mirándolo sin
entender—. Sí, es segura, Bella. —Edward sonrió ladinamente antes de sacar lo que tenía en la bolsa y tendérmelo.

—Le pedí a Leah que la comprara para ti —dijo colocándose una chamarra gruesa, saqué el contenido de la bolsa
encontrándome con una chaqueta similar a la de él, solo que más femenina—. Son chaquetas de motociclista, puede
darte frio durante el viaje.

— ¿Iremos a Rocky Point en tu moto? —pregunté tontamente, Edward asintió acercándose a mí y subiendo el cierre de
la chaqueta y luego, tomó de los manubrios de la moto un casco asegurándolo en mi cabeza fuertemente. Se colocó su
casco y se subió sobre la imponente motocicleta.

— ¿Me escuchas Isabella? Asiente si me escuchas. —Lo hice—. Los cascos tienen un sistema de comunicación
interno, para que no estemos completamente desconectados en la carretera, ahora ven aquí se está haciendo tarde y
quiero llegar a Villa Cullen antes que anochezca.

— ¿Nunca sabes cuándo puedes ver el último atardecer? —le pregunté con voz burlona. Era la frase que me decía
siempre que lo encontraba en su balcón esperando que amaneciera.

—Exacto nena, ven aquí —me subí sobre la moto con su ayuda—. Aférrate a mí, Isabella; como si tu vida dependiese
de ello —pasé las manos por su cintura quedando completamente pegada a él—. ¿Confías en mí, nena?

—En teoría —murmuré levemente sintiendo su suave risa.

— ¿Estás lista?

—Sí —Edward aceleró la moto y salimos a la avenida, dispuestos a pasar un fin de semana como novios en compañía
de mis amigos y su familia.

Me estaba volviendo loca.

Estaba loca.

Y aquí, entre ese hombre y yo; chocolate y naranja; frío y calor, sólo existía un acuerdo, no amor.

Sin embargo, abracé su espalda y dejé que la carretera delante de mí fuese la metáfora de mis meses con él; dejarme
llevar, permitir la adrenalina de su cercanía… permitirme soñar, ser quizás algo feliz, dejar que me mintiera.

..

Uff... Al fin ve la luz tuve que amarrar mis manos para no subir el miercoles chicas porque si lo hacia la siguiente actu
les iba a parecer eterna... al menos ya el otro cap, esta casi que terminado porque voya dedicarle una semana a
Peligro, mi lobo aclama por mi y Dsex no me deja amarlo tambien a él, quiero dar gracias por sus maravillosos Rev los
leo todos desde el cel es por eso que muchos no los contesto, pero gracias por hacerme saber que la historia les
gusta, no saben lo que me divierto con sus Revs!

A mis amigas que estan ahi para cualquier destrucción de mis bloqueos, Adriana, Ginette (que por cierto no nombre en
el cap anterior y las peleas mas que todas salieron de su loca cabeza), Salem, Eliana y Eve que me critican y me
empujan cuando me quedo en estado de negación Veronica porque vive haciendome porras y Jo que es la encargada
de la corrección Gracias sin ustedes no posria bueno no podria sin todas XD

Besos y nos vemos en una proxima oportunidad

Aryam...
*Chapter 15*: Noches de Fantasia
Disclaimer: los personajes de Crepúsculo son propiedad única y exclusivamente de la señora Meyer, yo solo los
utilizo para mi diversión.

Capítulo beteado por Jo Beta Ffad, Betas FFAD

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NA: es un placer para mí decirles que esta historia está debidamente Registrada por SafeCreative bajo el código
1305285174880, Cualquier distribución, copia o plagio del mismo acarrearía las consecuencias penales y
administrativas pertinentes.

Déjame entrar en tus sueños

prepara un lugar

ab re las puertas del alma

me vengo a quedar

y traigo el corazón desnudo.

Déjame instalar mis b esos

en algún rincón

puedes tomar los que quieras

no tengas temor.

Polvo de Estrellas

Alberto Plaza

Noches de Fantasía

Edward conducía la moto con fuerza y poderío a unos 120 kilómetros por hora, mientras nos dirigíamos al Suroeste en
Broadway hacia Chambers St. El viento nos golpeaba fuerte, no sentía frío a pesar que mis manos estaban heladas, el
cuerpo tibio de Edward me brindaba el confort que necesitaba. Pegué mi cabeza a su fornida espalda, queriendo
sentirlo; sin embargo, el casco no me lo permitía, el olor a su colonia me golpeó, Edward olí a limpio y cítrico, un aroma
que no podía descifrar pero que era agradable a mi nariz.

— ¿Te quedaste dormida nena? —susurró suavemente, apreté mi amarré en torno a él—. Creo que no —sonrió—.
Necesitas que me detenga en algún lugar. Hab la conmigo Isab ella.

—No, estoy bien. ¿Cuánto tenemos de viaje?


—Cuando voy solo me demoro una hora, quizás hoy me demore un poco más, estoy contigo nena, deb o ser
cuidadoso, en una hora y media o máximo dos estaremos en Rocky Point.

— ¿A cuántas millas estamos de distancia? —pregunté.

—Si no estoy mal, son noventa y cuatro millas. No lo recuerdo bien. ¿Estás segura que no quieres que me detenga en
algún autoservicio? —Su voz sonó preocupada, la sentía así, a pesar del casco y los audífonos de éstos.

—Estoy segura, no necesito nada Edward —murmuré, estaba impaciente, tocó mis manos con las suyas—. Edward,
manos en el manubrio, quiero llegar a conocer a mi nuevo sobrino.

—Tienes las manos heladas, introdúcelas en los bolsillos de mi chamarra. —Hice lo que me pidió y pude escuchar su
sonrisita—. Debí haber pensado en eso, solo que yo odio los guantes, lo lamento.

—Estoy bien, solo soy algo friolenta —dije—.Edward, ¿podríamos ir más lento?

—Es posible… Pero eso sería insultar a Jane, nena. Tranquila, vas segura conmigo, conozco el camino como conozco
tu cuerpo. —Lo sentí apretar el acelerador y me dediqué a observar por donde pasábamos. Una hora y treinta y seis
minutos después, estábamos pasando el letrero de bienvenida a Rocky Point, un pequeño lugar ubicado en el
condado de Suffolk. El lugar se veía agradable, el mar podía escucharse suavemente y la gente que caminaba, parecía
cálida. Edward bajó la velocidad al entrar a la localidad, zanjeando entre las calles hasta llegar a una hermosa
construcción rodeada por columnas de piedras y rejas de hierro, se detuvo en la puerta y un señor de aspecto
extranjero salió de una garita al ver llegar la motocicleta.

— ¡Joven Edward! —dijo con alegría llegando hacia nosotros.

Edward paró la moto, bajando uno de sus pies para equilibrarla.

—Hola Gustavo —dijo subiendo una parte de su casco—, ¿cómo está Koure?

—Perfecta. Ya dejó la cabaña como a usted le gusta —musitó el hombre.

— ¿Mis padres?

—Llegaron alrededor de dos horas atrás, también llego el matrimonio Whitlook y sus hermanos —Edward asintió.

—Gracias Gustavo, ella es la señorita Isabella Swan —agradecí cuando no me presento como su novia. El hombre de
edad avanzada, me sonrió cálidamente por lo cual hice lo mismo que Edward, y subí la parte del casco que me tapaba
el rostro.

—Mucho gusto, señor Gustavo —extendí mi mano hacia él y la tomó suavemente.

— No, no —el anciano sonrió con calidez—. Gustavo solamente, señorita Swan, no me haga sentir usted como un viejo
ya.

—En ese caso entonces, soy Bella —sonreí.

—Bien señorita Bella, espero que su estadía en Villa Cullen sea gratificante —volví a sonreír.

—Sabes que puedo decirle a Koure que estás coqueteando con la señorita, Gustavo. —Edward sonrió pagado de sí
mismo, el hombre bufó antes de devolverse a la garita, minutos después las rejas de hierro se abrían.

—Eres un pesado, ¿lo sabías? —murmuré fingiendo enojo—. Estaba siendo amable, deberías aprender de él.

—Conozco a Gustavo hace muchísimo tiempo, siempre bromeo con él, es un buen hombre —me contestó, Edward no
había bajado el protector de su rostro así que yo tampoco lo había hecho.

Mientras Edward conducía por el camino empedrado pude ver una casa a lo lejos, era hermosa, de dos plantas en
color gris ahumado y ventanas y puertas en blanco, frente a ella había dos árboles frondosos y el césped era
completamente verde con algunos arbustos, era realmente hermosa.

Edward parqueó la moto y la apagó, bajando el soporte y estabilizándola, quitó el casco de su cabeza, moviéndola de
un lado a otro y pasando la mano por su jodido y sensual cabello cobre.

—Apóyate en mis hombros y baja de la moto, nena —bufé, aunque ya debería estar acostumbrada a que él iba a seguir
diciéndome "nena". Me apoyé fuertemente en sus hombros y me bajé del monstruo rojo; Edward agarró mi muñeca con
su mano y bajó de la moto atrayéndome hacia él, tomó mi mentón y dirigió sus labios a los míos, besándome
suavemente—. Hacía mucho tiempo que no te besaba —murmuró cuando me separé de él.

—Me besaste anoche, no tienes por qué estar haciéndolo a cada rato. —Fingí enojarme, era demasiado placentero
sentir sus labios contra los míos como para enojarme realmente.

—Eres mi novia, es normal que te bese —dijo confiado cruzando los brazos a su pecho y recostándose en la moto.

—No, no somos nada. Solo tendremos que fingir delante de tu familia —musité en voz baja.

Vi como sus ojos se tornaron oscuros e indescifrables, pero al segundo éstos cambiaron y de nuevo a burlones y
maliciosos.

—Siempre hago las cosas lo mejor que puedo, si nos toca "fingir" voy a hacerlo bien, así que prepárate para que te
bese cuando me provoque y pellizque tu trasero cuando me den ganas.

—No te atreverías —lo amenacé.

—No me retes, Swan —murmuró. Iba a contestarle algo pero sentí la puerta abrirse y luego, la suave voz de Esme
Cullen.

—Hijo, por Dios trajiste a la pobre de Bella en Jane —dijo negando—. Pensé que irías a casa por el auto deportivo.
Dime que al menos no manejo como loco, mi niña —negué con la cabeza—. Gracias a Dios, debiste venir en un auto
—lo regañó.

—Sabes que amo a Jane —Esme lo abrazó y por un momento, solo un momento, en su mirada cruzo un sentimiento
insondable—. Esme, no lo hagas —murmuró Edward pasando sus dedos por el rostro de su madre, tratando de
comunicarle algo muy profundo y secreto. Esme asintió suavemente y volvió a abrazarlo, y algo dentro de mí gimió con
tristeza, yo jamás vi esa mirada de madre a hijo, jamás mi madre me miró así, nunca pude rozar de manera tierna su
rostro. Ella jamás estuvo para mí.

—Emmett, Rosalie, Leah y Jake y el matrimonio Whitlook decidieron dar un paseo por la plaza antes de la cena, la
pequeña Vanessa está dormida, esa niña es un amor —dijo Esme sonriendo, la puerta se abrió y Carlisle Cullen salió
con mi pioja en brazos, que venía tallándose sus ojitos.

—Se ha despertado —dijo llegando a nosotros—. Bienvenida, Isabella.

—Gracias, señor Cullen —dije débilmente extendiendo los brazos para cargar a Nessie—. Y que sea solo Bella —me
entregó a Ness que rápidamente se acurrucó en mí.

—Así será entonces, Bella —sonrió, era una sonrisa dulce y paternal—. Hijo, me gustaría hablar contigo una vez hayas
dejado a Isa… Bella instalada, imagino que usarás la cabaña.

—Imaginas bien, Carlisle y si vamos a hablar de lo mismo, sigo en la misma posición, no estoy interesado. —Su
respuesta fue tajante, miré a Esme que veía como su esposo y su hijo hablaban como en claves y tenía un gesto de
súplica y espera.

—Solo quiero hablar contigo, Edward —expresó Carlisle

—Está bien —dijo Edward con desgano—, déjame llegar a la cabaña, Carlisle. —El hombre asintió—. ¿Saben si ha
llegado el equipaje?

—Debe estar por llegar —inquirió Carlisle.

—Cuando lleguen, dile a Gustavo que lo lleve a la cabaña, acompáñame nena.

—Con permiso —dije a Esme y a Carlisle, mientras seguía a Edward, me guió por la casa, su mano descansaba en mi
espalda baja y Ness iba amarrada a mí como un monito araña, su cabecita descansaba en mi hombro y tenía el dedo
en la boca; sus ojitos estaban cerrados pero por su respiración sabía que no estaba dormida. La casa de Edward era
deslumbrante, los acabados eran perfectos y elegantes; había una gran variedad de fotografías en el corredor por el
cual Edward me conducía; salimos a un patio y caminamos por un senderito empedrado, la vista era hermosa. Podía
escuchar el mar desde aquí, a unos cuantos metros estaba una casa pequeña pero aparentemente acogedora,
rodeada de césped verde y varios árboles, el clima era agradable y hacía un pequeño deje de sol; llegamos hasta la
puerta y Edward introdujo la llave, abriendo suavemente.
—Bienvenida a mi casa, Isabella —murmuró con voz ronca y por instinto, apreté a Ness más a mi cuerpo.

— ¿Vamos a quedarnos aquí? —pregunté, pasando saliva fuertemente mientras él asentía.

—Solo voy a la casa grande por lo estrictamente necesario cuando estoy aquí, quizás esta vez pasemos más tiempo
allá y solo vendremos a dormir aquí.

—Edward, no es necesario. Estoy segura que en la casa…

— ¿Estás nerviosa, Isabella? —Me interrumpió, alzando una de sus cejas—. Luego de todo lo que hemos vivido, no voy
a matarte aquí. Simplemente, la casa grande tiene demasiados recuerdos para mí —murmuró—. Necesito hacer algo,
dame unos segundos, ponte cómoda. —Lo vi perderse hacia un pequeño corredor y mi mirada vagó por los rincones
de la pequeña casa, tenía unas puertas grandes para salir al exterior, como mi pequeño balcón o el de Edward. La
pequeña sala constaba de un sofá en forma de "L" y dos puff en color blanco encerrando una pequeña mesita de café,
en donde habían un par de fotografías, una de ella era de Edward podía tener unos siete u ocho años y en otra estaba
con Jake; le faltaban dos dientes y estaban vestidos de esgrimistas, Rose estaba en medio de ambos y apuntaba los
floretes en sus barbillas; había una chimenea pequeña y sobre ella estaba colgado un cuadro exactamente igual al que
Edward tenía en su departamento. Caminé hasta llegar a la pequeña cocina que contaba con lo básico, un refrigerador
y una estufa con horno, los estantes se veían nuevos y estaba separada de la sala por una isleta como la que había en
mi departamento.

—Dame a la niña —la voz de Edward me sobresaltó.

—Estoy bien, no está dormida aún. —Justifiqué sin mirarlo a los ojos, se había quitado la chaqueta y estaba solo en
los vaqueros y el suéter gris—. Dámela —continuó con los brazos extendidos hacia mí, tomó a Ness de mi cintura y la
recostó a su pecho acunándola suavemente, cuando mi nena gimió en protesta. Vanessa se acomodó en él y
nuevamente se perdió en el mundo de los sueños—. Ven conmigo —tomó mi mano y suspiré fuertemente, siguiéndolo
con pasos pesados, Edward abrió una de las dos puertas del corredor y entramos a una habitación modernamente
equipada, una cama enorme yacía frente a un televisor plasma de 42 pulgadas y un pequeño teatro en casa; a su lado
una pila de DVD's y Blue Ray, un closet que iba del suelo al techo y un pequeño estante con libros empotrado a la
pared debajo de una mesa donde reposaba una laptop. El suelo, como el de la sala, era de madera al igual que el
cielo raso y como en la sala había un ventanal con el cual podías salir afuera a un pequeño balcón. Edward acomodó a
Ness en todo el centro de la cama y colocó dos almohadas a su lado, quitó sus zapatillas Converse rosadas y las dejó
al lado de la laptop.

—Wow, serás un buen padre algún día. —Edward hizo un gesto con la nariz, me había dado cuenta que lo hacía
cuando quería negar algo.

—No. No lo seré —murmuró tan bajo, que por un momento pensé que no lo había escuchado bien, quizás no quería
tener hijos.

—Entonces serás un excelente tío —negó con la cabeza e hizo el mismo gesto.

—Eso nadie lo sabrá. Ven, te enseñaré la cabaña —tomó mi mano y miré a Ness—. Dejaremos la puerta abierta por si
despierta, nena. —Haló mi mano y lo seguí, salimos de la habitación y el abrió la puerta de enfrente—. Este es el baño
—observé la tina grande y espaciosa y a un lado, la ducha. Era en color negro, como el baño de su apartamento—. Te
tomaré en la bañera nena, dalo por hecho. —Las imágenes que se agolparon en mi cabeza, hicieron que mi vientre
bajo se contrajera fuertemente—. Ven —tiró de mí, llevándome hasta la cocina—, hablé con Koure ayer para que
surtiera los estantes. —Abrió los estantes dejándome ver infinidades de latas y pastas—. Aunque sé que comeremos
en la casa grande. —Fue al refrigerador y sacó una Pepsi. —Supuse que querrías tener algunas. —Me tendió la lata y la
acepté gustosa, el tomó una Heineken y la destapó tomando un sorbo, ver el líquido como bajaba por su garganta fue
sexy y cuando pensaba que iba a morir, un poco de cerveza se deslizó por la comisura de su boca, tomó todo de mí no
lanzarme a él y lamer el líquido amargo de su piel.

—No me mires así, nena —pasó el brazo por su boca, quitando los residuos de cerveza.

— ¿Cómo? —pregunté fingiendo demencia.

—Como si quisieras tirarte sobre mí y violarme, créeme no pondría resistencia, solo que tenemos la cama ocupada —
sonrió burlón y yo tomé un sorbo de mi Pepsi, lo necesitaba. Di la vuelta y salí de la cocina.

—Ese cuadro —dije cuando sentí su presencia en mi espalda—, es igual al que está en tu casa, ¿verdad?

—Sí, son mis padres, esta propiedad era de ellos. Estaba aquí cuando ellos murieron, es una de las razones por la
cual cuando vengo, me quedo en esta cabaña. La mandé a construir antes de cumplir dieciocho años y vendí la casa
grande a Carlisle.

—Lo siento, Edward. Sé lo que es vivir sin una figura paterna, sin madre y sin…

—Esmerald fue más que una madre para mí. Ella es mi madre a efectos técnicos, Isabella. Elizabeth me amaba, en
las noches ella me arrullaba hasta dormirme, es lo poco que recuerdo. Esme hacía lo mismo una vez que salí del lugar
de paso al que me llevaron. Fue Esme la que celebró mis victorias y me dio su apoyo; ella y su amor infinito hicieron
que Elizabeth quedara en mi corazón, pero no que la extrañara —musitó y tomó mi mano—. Quiero que veas algo —
sorteó el sofá y la pequeña mesita, abrió el ventanal y me guió hasta quedar en el barandal de madera.

—Es hermoso —dije quedamente, mientras observaba el mar desde allí. La arenilla blanca, el viento creando
pequeñas olas; estaba atardeciendo, el cielo se teñía de azul, anaranjado y gris... era un pequeño paraíso.

—Es muy hermoso —murmuró— pero no lo es tanto, tú lo haces ver hermoso. —Me removí incómoda pero Edward ya
me había encarcelado entre él y el barandal de madera.

—Edward... Ness.

—Está dormida, Isabella —musitó besando mi cuello, mi cuerpo entero tembló ante la sutil caricia y creí desfallecer
cuando sus labios atraparon el lóbulo de mi oreja.

—Ed… —expulse sin aliento mientras sentía sus manos colarse por debajo de mi suéter.

—Estamos solos nena, abre los ojos y mira frente de ti. —Una de sus manos atrapó mi pecho con alevosía y la otra
acarició mi vientre, antes de soltar el botón de mi pantalón e introducirla con maestría hasta acariciar mi sexo sobre la
tela de encaje de mis bragas—. Sé parte de mi fantasía, Isabella.

— ¿Quieres cogerme viendo el atardecer? —No supe como mi voz salió, temblaba levemente pegada a su cuerpo,
estaba cediendo una vez más, él me mostraba que mi cuerpo respondía a su toque; mi única defensa contra él era ser
irónica, quizás hasta grosera. Deseaba no tener mi piel ardiendo, mis sentidos afinados y en sincronía con Edward,
sólo deseaba correr y no sentir que lo deseaba con todo mi cuerpo y que aquel deseo casi asfixiante, estaba también
en consonancia con algo más profundo.

—No. Quiero que sientas lo que significa el placer extremo y la paz absoluta. Entrégate a mí, nena.

—Oh, por el amor de Cristo, Edward —susurré, cuando uno de sus dedos acarició mis labios íntimos—. Por favor... —
¿qué suplicaba? No lo sabía, Edward acarició mi clítoris y me estremecí completamente entorno a él, tenía sus labios
en mi cuello, lamiendo y succionando con cuidado, mientras apretaba mi pezón entre su índice y pulgar; tanteó con
suavidad mi entrada, podía sentir su barra de titanio lista para mí, si cerraba los ojos podía ver su forma dura y ardiente.
La punta de su dedo entró en mí y exhalé fuertemente, pero todo se fue al caño cuando sentimos como la puerta de la
cabaña era abierta.

—Joven Edward —Mi cuerpo se tensó completamente cuando escuche la voz de Gustavo—. Lamento molestarlo, ha
llegado su equipaje. —Edward inspiró profundamente, retirando su dedo de mi interior y haciéndome votar todo el aire
de mis pulmones.

—Déjalo en la habitación Gustavo —soltó mi pecho y sacó sus manos de mi cuerpo manteniéndome pegada a él e
inhalando fuertemente—. Después —sentenció, alejándose de mí y entrando a la casa, lo sentí hablar con Gustavo un
momento pero no podía despegarme de mi lugar, tenía el corazón demasiado acelerado y las manos firmes en el
barandal—. Bella, los demás han llegado —su voz fue suave y aterciopelada—. Quieren que nos reunamos con ellos
para cenar —me giré para verlo, tenía a Ness en su regazo, una mano en su espalda y la otra bajo sus piernas,
extendió una de sus manos hacia mí y la tomé dando una larga respiración.

Caminamos por el sendero empedrado, hasta llegar a la casa. Ness se había despertado, en el camino le había
extendido los brazos para cargarla pero ella se abrazo al cuello de Edward, el sonrió burlón dándome una de esas
sonrisitas torcidas que hacían temblar mis bragas.

"Entiéndelo nena, soy irresistib le; ninguna mujer quiere salir de mis b razos" había dicho cuando le di un codazo en su
costado. Al llegar a la sala, Jasper, Alice, Rose, Emmett, Jake y su esposa estaban ahí.

—Mamii… —mi pequeña extendió sus bracitos a Alice, pero Jasper negó serio y se levantó para sacarla de los brazos
de Edward.

—Al parecer, eres fácil de reemplazar —susurré en voz baja y él sonrió.


— ¡Qué bueno que llegas, hermano! —Jake llegó hasta nosotros dándole una palmada a Edward en el hombro—.
Estaba a punto de ganarle a Emmett en un juego de vencidas, necesitamos un juez y Jasper teme por su vida.

—Edward no puede —habló Rose levantando la cabeza, segundos antes trataba de pintarse sus uñas de un rosa
pálido, era hermosa pero no fría como la mayoría de las mujeres bendecidas con el don de la belleza, era divertida, con
un dejo malicioso en su cara—. Papá y Esme te esperan en el estudio, no se cual es su secreto —señaló a Jake que,
de un momento a otro, había borrado de su cara el gesto juguetón para mirar a Edward con tensión— pero me
enteraré, siempre me entero. —Emmett la atrajo a él y beso su cabeza. Hacían una linda pareja.

—No es nada Rose, sólo son problemas con la compañía, al ser uno de los socios con mas acciones, debo tomar de
decisiones que no deseo ni me interesa hacer... —musitó Edward, soltando mi mano y agarrando mis mejillas—.
Estarás bien —susurró y lo miré sin entender, él se acercó para darme un beso pero por el rabillo del ojo vi a Alice
arquear una ceja, por lo que me separé un poco.

— ¿Que estás haciendo? —dije solo para él.

—Nada, sólo actuaba —me susurró en el oído, lo sentí como una caricia—. No te quedes sola con Leah, es
quisquillosa.

— ¡Hey!— fue el grito de la mujer—. No lo soy, Edward, no la voy a asustar. Está contigo, salió en las revistas y no huyó,
cosa que no entiendo —bufó Leah con fastidio.

Mi "novio" le dedicó a su cuñada una mirada de reto, mirada que ambos sostuvieron por unos segundos, Leah era
fuerte, algo dentro de mí se regocijó, una mujer que no se muriese por el todo poderoso sexy cabrón era algo
refrescante.

—No te dejes intimidar, cariño —volvió a mi oreja, respirando sobre ella—. No sabes fingir y ella es astuta.

—Vuelvo enseguida —murmuró Edward antes de caminar en dirección a lo que supuse era el estudio, me senté al
lado de Alice que hablaba animadamente con Rosalie acerca de la última colección de algún diseñador famoso, Leah
se levantó del lado de Rose y la vi caminar en la dirección que Edward había tomado, Jake, Emmett y Jasper se
trasladaron a una pequeña mesa que había cerca a una de las ventanas.

Jake y Emmett me hacían recordar a la película "Son como niños" de Adan Sandler; ambos tenían actitudes infantiles y
ninguno de los dos quería perder.

Luego de un momento bastante largo, Jasper se les unió y Emmett sirvió de juez, Ness andaba detrás de Freya y Leah
no había aparecido. Rose era sencilla —otra de sus muchas cualidades y parecía tener bastantes—, discreta, nada
que ver con lo que mostraba al exterior. No había rastros de la mujer fría y arrogante que parecía ser, era una excelente
conductora de radio una modelo preciosa y una muy buena reportera, ella y Alice estaban planeando la tortura que
sería la dichosa entrevista, por lo cual decidí ir al tocador un momento, luego de preguntarle a Rose, ella me dio las
indicaciones para llegar.

Rose me había dicho que tomara el pasillo y luego cruzara hacia la izquierda subiendo las escaleras; llegué
rápidamente ahí pero a mitad de las escaleras me encontré con Leah que venía bajando. Mi cuerpo entero se contrajo y
me obligué a relajarme, Leah me había parecido una buena persona las dos veces que nos habíamos visto, a pesar
de no haber cruzado palabra.

—Si estás buscando a Edward, aún está reunido con Carlisle y Esme —murmuró con desdén.

—Solo busco el baño —dije sin mirarla a los ojos, si Edward tenía algo claro con respecto a mí, era mi nulo talento
para mentir, y tenía toda la razón, ¡diablos! Iba a seguir mi camino pero la mano de Leah cerró su amarre sobre mi
brazo.

— ¿Qué es lo que quieres con Edward? —preguntó tajante y la miré sin entender.

—Las revistas dicen que somos novios y... —Mis ojos la rehuían con terror.

—Te estoy preguntando qué quieres tú con él, no que dicen las revistas —escupió—. No creo que seas novia de
Edward, siempre ha sido un cabrón con las mujeres, y no eres su tipo.

—Y supongo que como tú lo conoces bien sabes perfectamente cuál es el tipo de mujeres que Edward prefiere —
levanté una de mis cejas, ¡carajo! No me iba a dejar, yo no era una mujer miedosa, ¡no señor!

—Por supuesto, a él le gustan las estúpidas sin consciencia, mujeres que él pueda dejar rápido, que no lo reten,
aquellas mujeres que no tengan tu tipo. —Ok me había equivocado, al parecer Leah no era tan buena persona y me
empezaba a incomodar su franqueza.

—Mmm… ¿Mujeres huecas y que solo piensen con lo que tienen en la entrepierna? —Estaba disgustada, pero no era
tanto por la suficiencia de Leah, sino porque ella parecía tener un muy mal concepto de Edward y eso de una manera
que yo no entendía, me hacía rabiar.

Porque la única que podía tener un mal concepto de él era yo, y en ese momento y con lo dulce y tierno que había sido,
lo estaba dudando.

—Exacto —sonrió con suficiencia.

—Bueno, es normal que conozcas a Edward pero según tú, ¿cuál es mi tipo si se puede saber? —Leah sonrió de
manera maliciosa.

—Tú eres de las mujeres de las cuales los hombres se enamoran locamente, Isabella Swan. Las que gritan amor,
dependencia y hogar caliente con lindas chimeneas y pasteles de chocolate, mientras que se escucha un perro ladrar
en el jardín; la televisión encendida… Ese es tú tipo y Edward es de los hombres que huye de eso, tienes razón en
algo... Lo conozco muy bien, demasiado bien.

Un momento, eso me sonó a un halago ¡para mí! Qué mujer bipolar.

— ¿Fuiste su amante? —¡Dios!, solo pensaba en que me dijera que no.

— ¿Yo? —soltó la carcajada—. Jamás Isabella, sé lo que quiero pero conozco mujeres que son de tu tipo, mujeres a
las que Edward le perdió el gusto cuando se dio cuenta que soñaban con el perfecto cuento de hadas, mujeres a las
que Edward le partió el corazoncillo de porcelana cuando las dejó; Edward no es como Jake, él nunca se entrega, para
él todo es un juego. Pareces inteligente como para pretender que él cambie algún día.

—No Leah, estás muy equivocada conmigo —susurré negando con la cabeza—. No espero nada de Edward, estamos
conociéndonos nada más, las revistas hablan mucho. No te equivoques, porque no me conoces —solté mi mano de
su amarre—. Si me disculpas, de verdad necesito encontrar el baño.

— ¿Sucede algo? —La voz de Edward nos sobresalto a las dos, él parecía enojado, su cabello estaba mucho más
revuelto, lo que me decía que había pasado las manos muchas veces por él además, la vena en su frente parecía
querer hacer erupción.

—Leah y yo solo conversábamos —le dije encogiéndome de hombros.

— ¿Leah? —miró a su cuñada fijamente.

—Solo hablábamos —musitó con voz baja—. Fue un placer conocerte verdaderamente, Isabella.

—Lo mismo digo, Leah —dije empezando a subir los escalones, cuando pasé por el lado Edward, él me observó sin
decir nada, así que caminé directamente hasta llegar al que creía era el baño que afortunadamente, sí era.

Me miré en el espejo y traté de arreglar mi cabello con mis manos, siempre se veía desordenado como si nunca lo
peinara; era una de las razones por las cuales mis gorras eran mis mejores amigas. Abrí el lavado y mojé mis manos
lavándome la cara; también busqué entre mis bolsillos una goma y decidí al final amarrarme el cabello. "Es hora de la
función Bells" me dije a mí misma abriendo la puerta para salir.

Edward estaba apoyado en la pared, frente al baño, con los brazos cruzados en su pecho; aún parecía enojado, sus
ojos se enfocaron en los míos.

—Quiero saber ¿qué fue lo que sucedió con Leah? —inquirió en voz baja.

—Ya te dije, solo hablábamos. —Él se acercó y yo retrocedí, dejando que mi espalda se pegara a la puerta y
encerrándome entre sus brazos.

—No soy estúpido Bella, Leah es Leah… algo tuvo que decirte. Solo tenías que ver tu rostro para saber que no estaba
siendo amable.

—Esto está mal —musité—, nadie va a creernos.

—Así que eso fue lo que te dijo, ¿no es así? Leah es complicada, una vez que entras en confianza ella…
—Edward, lo nuestro no es real, no estamos enamorados —iba a hablar pero no lo dejé—. Tú me estás enseñando
acerca del sexo y yo me estoy aprovechado de ello para que "Atada" sea un… —Edward unió sus labios a los míos
silenciándome con fuerza y deseo, era como si toda su rabia la estuviera volcando en ese beso; lamió, succionó y
mordisqueo mis labios fuertemente, sin algún atisbo de la dulzura que había mostrado en los últimos días; me dejé
arrastrar fácilmente. Edward sometió mi lengua, absorbiendo mis jadeos cuando su cuerpo se junto al mío. El beso se
volvió más furioso, mucho más carnal, mi cuerpo reclamaba por oxígeno, apreté mis manos a su pecho intentando
apartarlo pero él era fuerte; mordía y jalaba violentamente, apreté las manos en puños y lo empujé con todas mis
fuerzas, logrando que él se separase de mí.

¿Porqué entre él y yo existía esta necesidad? El sexo no es así, es placer y gozo, no es este sentimiento de
desgarramiento, esta necesidad de devorarse, esta sensación de que entre ambos un algo irremediable ocurriera.

Edward respiraba igual de pesado que yo, mi corazón latía frenéticamente y mis pulmones luchaban por aire, ambos
estábamos jadeantes y nos mirábamos sin decir nada

—Nunca vuelvas a besarme así, Edward Cullen —dije sintiendo mis labios hinchados—. No cuando estoy diciendo la
verdad.

—Tú y yo tenemos un trato, Isabella. Uno escrito y uno verbal, no vuelvas a decirme que algo que yo haga pueda
dañarte porque sabes que no es así —inspiró profundamente antes de girarse y bajar las escaleras de dos en dos.
Volví a entrar al baño y me senté por no sé cuánto tiempo en el retrete; sentí que tocaron la puerta y me levanté para
abrir.

— ¿Estás bien? —Alice me abrazó tan pronto abrí la puerta—. ¿Qué sucedió Bells?, Edward bajó como un toro viendo
rojo, azotó la puerta tan fuerte que temimos por la estabilidad de la casa, Carlisle y Esme bajaron minutos después.

—Discutimos. Esto es un fraude All y tengo miedo —murmuré, y Ali me abrazó nuevamente.

—Bells, ya te montaste en este barco, no puedes hacer nada más muñeca. Con la entrevista de mañana no quedarán
dudas que su amor es "real" —dijo entre comillas—. Solo queda mes y medio y podrán alegrar que habían diferencias,
que no funcionó, pero no podemos echarnos para atrás ahora. No solo "Atada" está en juego, sino tu carrera como
escritora, así que la función debe continuar y, hasta que se baje el telón, debes ser la novia del soltero de oro de Nueva
York. Para el lunes, tu rostro y el de él estarán en todos los puestos de revistas como la historia de amor perfecta y
debes empezar por ahora, así que ve a buscarlo; Esme dice que debe estar detrás de la cabaña en el pequeño
acantilado, Jake iba a ir por él pero al ver que no bajabas dedujeron que habían discutido y Esme cree que si tú no vas
por él, no va a venir. Esa mujer habla de Edward como si fuese a desaparecer en algún momento.

—Lo he notado —dije respirando fuertemente.

—Actuar Isabella, sé que no es tu fuerte pero por tu carrera, debes hacerlo —señaló Alice. Bajamos las escaleras
juntas, Alice volvió a la sala y yo caminé en dirección a la cabaña. Bordeé el lugar hasta ver la figura de Edward, estaba
de espalda; había anochecido y hacía algo de frío, llegue más cerca de él y lo vi agacharse a tomar unas piedrillas y
luego arrojarlas desde allí hasta el mar.

—Déjenme solo —murmuró sin voltearse cuando pisé una pequeña rama.

—Soy yo —dije pero aún así, él no se volteó—. Edward, lamento haber actuado como lo hice. Silencio total, sólo el
sonido del océano golpeando los acantilados—. Mira —limpié mis manos en mis vaqueros—… soy algo negativa,
¿vale?, está en mí —no se giró—. ¡Podrías por favor voltearte y mirarme por un demonio! Intento hablar contigo.

Él se giró y en su mirada vi tristeza… algo que no entendía; no era posible que ese hombre estuviese triste por una
discusión sin sentido.

—Esto no es fácil para mí, ¿sí? No soy muy buena mintiendo y no puedo negarte que algo de esto sale mal, es mi
carrera la que está en juego. Mi nombre…

—Tienes que confiar en mí. —Edward tiró la última piedra que había en su mano y limpió sus manos en sus vaqueros
antes de acercarse—. Sé que he sido un maldito cabrón, soy ególatra y mujeriego, pero no te haría daño Isabella, no a
propósito —tomó mi rostro entre sus manos—. No cuando tú me gustas.

Negué con la cabeza y me alejé de él.

—No Edward, yo no te gusto, lo tuyo, lo nuestro —me corregí— es química, nada más. Además, estamos muy claro
sobre por qué hacemos todo esto.
—Bella… —El sonido de mi nombre fue diferente en ese momento, sonaba como si unas palabras quisieran salir de
su boca y no fuese capaz de pronunciarlas.

—Tu madre pregunta por ti, ya van a servir la cena. —Edward suspiró fuertemente y yo extendí mi mano para que él la
tomara, negó con la cabeza y tomó mi mano suavemente.

—Lamento lo del beso. —Su mano libre tomó mi mentón pasando su dedo por mis labios.

— Olvidémoslo…

—Quiero besarte… —murmuró suavemente.

—Edward…

—Bella —se agachó un poco dejando nuestros rostros juntos—, voy a besarte porque quiero hacerlo, no te estoy
preguntando ni pidiendo permiso, simplemente quiero hacerlo —iba a protestar pero no pude hacerlo. El contacto tibio
de sus labios al unirse a los míos me lo impidió; fue un beso deseoso pero ya no con la misma fuerza que minutos
atrás. Mis manos se anudaron a su cuello empinándome hacia él y Edward se levantó, apresándome por las caderas y
pidiendo permiso para invadir mi boca, accedí fácilmente y nos besamos sin pausas; escuchando las olas violentas,
mientras la brisa fría nos envolvía y los grillos chillaban a nuestro alrededor su canción monótona.

Regresamos a la casa Cullen tomados de la mano y Carlisle ordenó a Gustavo que Koure sirviera la cena. Edward se
disculpó para lavarse las manos y antes de irse dio un beso en el tope de mi cabeza. Jake me abrazó, empujándome
hacia el comedor sin importar la mirada de su esposa. Carlisle se sentó en la cabeza de la mesa, a su derecha estaba
Esme y luego Rosalie y Emmett, Alice a su izquierda, había una silla vacía correspondiente a Edward, por ser el mayor
de los tres hijos, Esme me ubicó al lado de la silla de Edward junto con Jake y Leah, Jasper en el otro extremo de la
mesa cerca de Alice y la sillita portable para niños de Ness. Varias chicas empezaron a traer la cena, todo olía delicioso
y mi estómago gruñó en protesta, no había probado bocado desde el desayuno.

Por un momento dirigí mi mirada a la madre y al padre de los Cullen, y algo extraño vi en ellas, los ojos dulces de la
matriarca estaban tristes y, los azules eléctricos de Carlisle parecían contener apesadumbrados pensamientos; mi
mente de escritora siempre alerta deseaba saber qué existía allí, qué pensaban y porqué ambos hacían el ritual de la
servida de la cena de manera casi religiosa.

Era como si algo turbio y oscuro se deslizara entre todos.

Edward se sentó en la mesa y Carlisle se levantó de su silla para bendecir los alimentos, no era muy creyente pero aún
así incliné mi rostro y cerré los ojos en señal de respeto; Esme agradeció por sus hijos y pidió bendiciones para las
personas que los acompañaban en la mesa y la tercera generación de los Cullen; abrí mis ojos un momento para ver a
Leah acariciando su vientre plano, Rosalie dio gracias por el año que trascurría y pidió por el nuevo año, Emmett puso
su gesto más serio mientras bendecía los alimentos. Ali pidió por su familia y por el éxito de nuestras carreras, Jasper
agradeció por los alimentos y pidió bendiciones para la familia Cullen y su familia, Leah y Jake complementaron su
oración, cuando fue mi turno, usé mis dotes de escritora para hacer una oración decente.

Charles no celebraba estas fechas, él no creía en nada y yo me había acostumbrado a no celebrarlas, a pesar de que
Alice y Jazz me invitaban a cenar con ellos ese día. Edward apretó mi mano fuertemente cuando lo incluí a él en la
oración, ¿por qué lo hice? No lo sabía, simplemente había aparecido en mis pensamientos cuando estaba por
terminar. Él fue el siguiente; suspiró fuertemente antes de dar gracias por la maravillosa familia que le había tocado,
por los amigos que lo acompañaban hoy en día, deseó un futuro brillante para su sobrino no nato y éxitos para mis
futuros proyectos; en algún momento de su oración, sentí su voz quebrarse y apretar su amarre en mi mano, bendijo a
cada miembro de la mesa y agradeció a Dios por la excelente vida que había gozado hasta el momento y lo que le
quedaba. Cuando pronunció el suave amén, todos abrimos los ojos y sentí la lágrima descender por mi mejilla; la
limpié rápidamente pues no quería que nadie lo notase pero no era la única que lo hacía, Esme estaba prácticamente
desecha en llanto, Jake evitaba a toda costa las lágrimas y Carlisle acariciaba la mano de su esposa mientras
palmeaba la de Edward suavemente.

Carlisle tendió los cuchillos a Edward para que cortara el pavo que adornaba la mitad de la mesa, Esme limpió sus
lágrimas y cada quien pasó su plato para que Edward colocara la porción de carne blanca.

—Mmm… —dije sin poder evitarlo, era como si aquello fuese mi primera cena de acción de gracias, algo se removió
dentro de mí, todo con Edward era mi primera vez: una enseñanza, un sentir de algo que nunca había experimentado.

Sabía exactamente igual como olía, exquisito; finas hierbas mezcladas dándole ese sabor inconfundible a algo casero.
El puré, la ensalada verde y la salsa de arándanos que acompañaron al pavo, estaban deliciosos; la comida en sí fue
un gran manjar y para terminar pie de manzana acaramelada, Alice y Leah repitieron postre alegando que los bebes
comían más, haciendo reír a cada integrante de la mesa.

Cuando la noche cayó completamente, Edward se veía cansado. Imaginé que era por el viaje, Alice y Jasper se habían
disculpado casi dos horas después de la cena, mientras veíamos una película en el salón de cine de la casa Cullen.
Leah argumentó sentirse fatigada, razón por la cual ella y Jake también se retiraron temprano, estaba quedándome
dormida al lado de Edward cuando sentí sus labios posarse en mi frente, estábamos solos y la pantalla mostraba los
créditos de la película.

—Creo que es hora de marcharnos también —murmuró en mi oído.

— ¿Rose, Emm?— pregunté por nuestros unicos acompañantes

—Acaban de irse —me ayudó a ponerme en pie y juntos, caminamos en la cabaña. Me metí al baño para colocarme la
pijama, entre a la habitación para dejar mi ropa sobre la maleta y vi a Edward entre las sabanas, tragué saliva
pesadamente antes de tomar una almohada.

Poco a poco la sensación de intimidad que se estaba construyendo entre nosotros era agobiante, empezaba a darme
cuenta como el sexo era sólo un escalón en las relaciones afectivas, existían otras cosas, cosas que con el pasar de
los días se hacían más importantes entre él y yo: mirar la Tv, comer juntos, cepillarnos los dientes en el mismo baño,
dormir… simplemente, dormir.

— ¿A dónde vas? —preguntó desconcertado.

—Tu sofá se ve cómodo, que tengas buena noche, Edward.

—Bella, no seas estúpida —murmuró cuando iba a salir—. Ven a la cama ahora —sentenció.

—No tengo que dormir contigo, Edward; además, tu familia...

—Mi familia —interrumpió, como siempre—… está a más de un metro de distancia —se levantó de la cama y por un
momento mis pulmones dejaron de ejercer su trabajo. ¡Dios mío jamás en mi vida podría estar preparada para verlo
completamente desnudo! Cuando quise reaccionar al trance que me generaba su cuerpo, él ya estaba a unos
centímetros de mí—. Es una jodida estupidez que quieras dormir en el sofá cuando llevamos más de un mes
durmiendo juntos. —Sus manos se deslizaron por mis hombros desnudos y me golpeé mentalmente por no haber
traído más que un miserable short y una camisa de tiras.

Sab ías a lo que venías, ahora no te pongas remilgada.

Genial, la voz había decidido aparecer... La encerré en el mismo cuarto oscuro, al final de los pasillos de mi mente,
cuando Edward bajó una de las tiras de mi camisa.

—Demasiada ropa, preciosa —deslizó el otro tirante y agarré la tela a mis pechos—. Isabella, eso no te va —descruzó
mis brazos bajando la polera del pijama con gran facilidad y cubriendo mis pechos con sus manos—. Creo que tú y yo
dejamos inconcluso algo esta tarde. —Su voz fue baja, ronca… tan malditamente sensual que sentí como mi
entrepierna se humedecía... ¡Jesús bendito!, ¡hazme más fuerte, joder! Cuando los labios de Edward tocaron los míos,
mi bandera de tregua erótica se fue al caño y perdí por noqueada.

Un suave jadeo brotó de mi cuerpo.

—Despierta para mí, pequeña... —sentí murmurar a alguien, sentí como volvían a tocarme y mi cuerpo entero tembló.
Edward subió una de mis piernas a su hombro, no era la primera vez que me despertaba así, este hombre era
insaciable. Digo, aún sin correrse, en algún momento tenía que cansarse, Edward pasó su barba por la sensible piel
de mi sexo—. Si no despiertas, nena, voy a torturarte hasta que pidas clemencia. —Su lengua paseó torturantemente y
me rendí, cerní las piernas entorno a sus hombros y apreté sus cabellos exigiendo más.

Por aquellos minutos que eran eternos entre ambos, mientras él torturaba de forma gloriosa cada parte de mi cuerpo,
yo podía sentir que mi vida y toda mi existencia, estaban a la deriva; era arrastrada hasta una playa desconocida y allí
en el calor de la piel de Edward Cullen, yo, Isabella Swan estaba segura y protegida. ¡Dios! ¿Cómo pude ser tan
ingenua y tonta? Creer que ser el juguete sexual de ese hombre sería simple, pero no, no lo era; estaba siendo tomada
por la presencia y existencia de aquel hermoso y misterioso ser humano. Él me penetraba no sólo físicamente, era
mucho más, tomaba mi alma, mi corazón, mi mente y mis sentidos; era un erotismo del corazón, encadenarme hasta
dejar de respirar, ser una mujer atada de todas las formas posibles, él respiraba cerca de mí y yo entendí que su
oxígeno, también era el mío.

Y no, no era posible, porque su aire se iría pronto y yo debería reaprender a vivir, solo esperaba que mi corazón
soportara el golpe cuando estos tres meses acabaran.

Edward cayó a mi lado como peso muerto luego de correrse, no sabía cuántas horas llevábamos en eso, en la noche
habíamos estado juntos pero él me había dado placer hasta casi enloquecer mientras que él se abstenía, sabiendo yo
que mi placer agónico, era el de él. Ahora parecía estar satisfecho, me atrajo a su cuerpo y me aferré a él enredando
mis piernas entre las suyas, mientras sus fuertes brazos me apretaban a él. Respiré el aroma natural de su piel,
mezclado con su sudor y el inconfundible olor del sexo, no sabía qué horas eran pero tampoco me importaba,
escuchando el irregular latido de su corazón caí en una duermevela tranquila...

Escuché sonidos, fuertes sonidos y me levanté desorientada, estaba sola en la cama y los sonidos que escuchaba
eran arcadas; enrollé la sábana a mi cuerpo y me levanté lo más rápido que pude hasta llegar al baño.

—Edward…

—Vete —lo sentí vomitar aún más violentamente y mi estómago se tensó—, no necesito público.

— ¿Estás bien?, ¿necesitas que vaya por Carlisle? —pregunté, escuchándolo vomitar nuevamente.

—No. Estoy bien… Esto es normal. —Su vómito cesó un poco e iba a entrar al baño cuando lo sentí nuevamente,
apreté el estómago dispuesta a entrar, cuando Edward bajaba la palanca; su frente estaba recostada en el toilette y
respiraba entrecortado, lo ayudé a levantarse y él abrió la llave del lavado para lavarse la boca. Juntos fuimos a la
habitación y lo dejé que se recostase en la cama, estaba helado y demasiado pálido, lo vi respirar profundamente
antes de apretar su cabeza.

—Iré por Carlisle —dije buscando mi pijama, no me gustaba nada, algo en mi corazón se tensó al verlo así…
vulnerable.

—Estoy bien, Isabella —abrió sus ojos y pude ver que no lo estaba, se veían profundos y cristalinos, no había esa
vivacidad, el verde estaba muerto y no centelleante como era normal en él—. Busca entre mi equipaje la caja verde con
blanco y pásame un analgésico. Cristo, no debí comer tanto anoche —musitó en tono de broma o al menos, eso
intentó—. Estoy acostumbrado a comer comida chatarra, la cena de ayer fue mucho para mí podrido estómago —
busqué entre su maleta rápidamente.

—Edward, ¿cuál de todas estas cajas es? —pregunté sacando los medicamentos.

—La verde y la blanca, una es un digestivo y la otra es un analgésico, me ayudaran a sentirme mejor, nena —tomé los
dos comprimidos y volé a la cocina buscando un vaso con agua y regresando a la habitación, con mucha dificultad los
tomó y luego se recostó un par de minutos después estaba completamente dormido, busqué entre su equipaje y
saqué uno de sus bóxer y los puse cerca para que cuando él despertara los viera; me di un baño rápido y me coloqué
un short de jeans, una camiseta suelta y mis Converse pero, mientras me bañaba, algo me daba vueltas. La gran
cantidad de medicamentos que había en la maleta de Edward, tomé su laptop de la mesa de computo y las cajas del
maletín: nada del otro mundo. Como él me había dicho, eran analgésicos, digestivos y unos comprimidos para la
presión, al parecer, Edward era hipertenso.

Edward estuvo dormido un par de horas, aún no pasaba de medio día cuando se despertó, propuso una ducha pero
negué antes que me atrapase,su malestar se había ido dejándome algo más tranquila, lo esperé en la pequeña sala
mientras tomaba un refresco. Me había hecho un emparedado de queso y jamón mientras él dormía; Edward salió del
corredor con unos vaqueros de cintura baja y un suéter blanco cuello en "V". Luego del almuerzo, decidimos bajar a la
playa, mientras los chicos jugaban Futbol con una vieja pelota hecha de trapo y, cuando digo los chicos, me refiero a
Carlisle, Jake, Emmett, Jasper, Rose y Edward. Esme leía un libro, Alice y Leah hablaban de bebés; saqué mi celular y
le marqué a Bree, extrañaba a esa enana desagradecida.

—Soy Bree, en este momento no puedo atenderte, déjame un mensaje y te llamo. — Se me estrujó un poco el pecho al
escuchar su buzón de voz.

—Bree, soy Bella, por favor dime ¡hola!


Esme se acercó a mí, me preparé para una conversación con mi "suegra" pero ella no dijo nada, Jake anotó un gol y
Edward sonrió montándose en su espalda.

—Hacían eso de niños —dijo, mientras veíamos a Rose tirarse sobre los dos en la arena—. Eran ellos tres versus
Carlisle, Gustavo y yo; cuando uno anotaba los otros dos se le tiraban encima—. Miré a Esme sobre mis gafas de sol,
asociando a Edward con el niño pelo zanahoria y tierno de la fotografía de su casa—. Ninguno de los tres los parí, pero
a todos los amo como si lo hubiese hecho.

—Entiendo... —murmuré, viendo la escena: Rosalie llenaba de arena a los dos hermanos.

—Sé que tu madre no estuvo contigo.

—Esme, no me gusta hablar de Renée —zanjé el tema, esos eran caminos espinosos para mí.

—Entiendo —fue su turno de murmurar, el momento se volvió incómodo y pesado, el silencio que nos absorbió no me
gustaba para nada—. ¿Cómo vas con tu libro nuevo? —pregunté Esme, enseñándome lo que estaba leyendo...
"Tentación"—. Es interesante cómo captaste la esencia de Diego —sonreí, yo amaba a Diego, siempre había creído
que mi hombre perfecto sería como él, tímido y caballeroso, pero conocer a Edward había cambiado mis perspectivas
con respeto a los hombres—. Es un amor bonito el que él y Megan tienen.

—Sí, de hecho lo es —susurré— y en cuanto al nuevo libro, estoy en los capítulos finales.

— ¿Es del genero erótico no? —La miré sin saber qué decirle—. Tranquila, para mi cumpleaños Edward me regaló la
saga del señor Green, gracias a él también tengo una gran variedad de libros de esa índole —sonrió avergonzada—.
¿Edward te está ayudando con este nuevo libro verdad?

—Yo... — ¡Diablos! ¿Qué le decía? No quería que creyera que estaba utilizando a su hijo.

—Tranquila, si Edward confía en ti yo lo haré, lo único que te pido es que lo hagas feliz, Isabella; el tiempo que dure —
repitió las mismas palabras dichas en la inauguración del hotel, iba a preguntarle qué pasaba pero en ese momento
Edward anotó un gol en vez de dejar que sus hermanos cayesen sobre él, corrió a mi tirándose a mi lado y jalándome
sobre él para darme un beso hambriento.

Traté de alejarme de él, pero sus brazos anudados mi cuerpo y hacían imposible que me alejase, siguió besándome
con demencia y caí fácilmente enredando mi lengua en la de él y exigiendo más de lo que ya me daba.

Escuchamos un chiflido digno de camionero y luego, Jake gritó:

— ¡¿Piensas sacarle las caries, Edward?! Hasta donde sé, eres sexólogo no dentista —murmuró burlón, fue mi
momento de morder el labio de Edward haciéndolo sisear y soltándome, me bajé de su regazo y vi la mirada de Alice
en mí, tenía esa mirada que me decía lo que ya yo sabía... Estaba perdida, muy perdida.

Para el final del día estábamos todos reunidos en el salón de la casa, Jasper tenía a Ness dormida en su regazo; Alice
también estaba sentada a su lado; Rose y Emm parecían uno solo metidos en su pequeña burbuja de amor, en un
principio pensaba que eran novios pero no era así, Rose había conocido a Emmett en la universidad, él era fotógrafo y
había sido un flechazo a primera vista aunque Rosalie lo había hecho sufrir, se habían casado a escondidas en Las
Vegas por eso nadie sabía que la famosa modelo Rosalie Hale —el apellido de su madre—, estaba felizmente
casada. Habíamos acordado hacer la entrevista el sábado, ya que habíamos pasado todo el día en el mar y no
estábamos muy dispuestos a hacerla, Emmett tomaría las fotos mientras que Alice y Rose habían decidido que sería
en la pequeña cabaña de Edward. Leah, al parecer, ya no quería matarme; Edward se comportaba como un novio
devoto, me hacía sonrojar hasta los cabellos, era atento y amable sin dejar de ser el puto cabrón ególatra que yo
conocía, me había dado un par de besos más sin importar que su familia nos estuviese observando; así que al
parecer, había disipado las dudas de su cuñada, Carlisle y Esme se habían retirado temprano ya que querían ir
temprano a la plaza del lugar.

—Ya va a comenzar. —Rose levantó de las piernas de Emmett justo cuando Edward entraba en la habitación con un
refresco para mí, hacía unos minutos habíamos hablado con Bree y mi hermana había querido hablar con él, se
llevaban muy bien, tan bien… que estaba empezando a preocuparme. Cuando esta mentira acabara, Edward se
alejaría de nosotras y no sabía qué tanto podría afectar eso a Bree.
— ¿En qué piensas, nena? —Se sentó a mi lado, junto a la chimenea tendiéndome el refresco. La temperatura había
bajado considerablemente y habíamos pasado de un agradable 16 a 7°C grados rápidamente—. ¿Tienes frío? —
negué con la cabeza sintiendo su brazo pasar por mis hombros justo segundos antes que su aterciopelada voz se
escuchase por los parlantes de la habitación.

El programa fue muy divertido, algo corto debido a que era pregrabado, Edward se empecinó en hablar sobre los
dibujos animados, la verdad fue mucho más diversión que información.

— ¡Qué tienes contra las princesas de Disney! —dijo Alice enojada, mientras todos en la sala reíamos.

—Son unas zorras —dijo Edward, mirando que Ness estuviese dormida, Jasper alzó el dedo pulgar dándole a
entender que sí—. Mira, el único que creía que en verdad eran princesas "Damiselas en apuro" era Walt Disney pero si
miras bien, te darás cuenta que no es así —declaró.

—Comparto esa noción, por eso si Leah tiene una niña no la dejaremos ver ninguna princesa de Disney. —Leah dio un
leve empujón a Jake.

— ¿En qué basas tu teoría, genio? —masculló Alice, burlonamente.

—Mmm… Sencillo, todas las "Princesas" —hizo comillas con sus manos—, todas son reprimidas sexuales, o
buscaban sexo.

—Mérida no lo hizo —declaré interrumpiéndolo, algo había visto yo en internet acerca de lo que Edward decía.

—Mérida es lesbiana —dijo encogiendo los hombros.

—Ninguno de sus pretendientes le daba la talla esa mujercita es ardiente, por eso el cabello rojo —completó Emmett,
ganándose un zape de Rose—. Las prefiero rubias, bebé —musitó como niño.

—Aún no me dices por qué piensas que las princesas son zorras —reiteró Alice, mirándolo desafiantemente.

—Quieres una explicación lógica —Alice rodó los ojos—. Ok. Blancanieves: su sexualidad es una amenaza creciente
para otra mujer, por lo que es asesinada. Su única ventaja, la belleza física, es lo que la salva al final. Aurora, (la bella
durmiente): Prometida en el nacimiento para solidificar una posición política, es asesinada por otra mujer por
despecho. Su dueño… ejem… novio, la salva con un beso. Una vez más, el sexo es su única salvación. Jasmine
(Aladino): Esta princesa debe casarse para satisfacer de los requerimientos de la ley. Su renuencia a hacerlo, le trae a
su poderoso padre un sinfín de problemas. Ella es esclavizada por un hombre poderoso y sólo se salva por el ingenio
de una rata de la calle. Ariel…

— ¡No te metas con Ariel! —chilló Alice, riendo.

—Tú lo quisiste Pixie —Edward sonrió burlón—. La sirenita: Sabías que ella cambia drásticamente su apariencia física
a fin de ser más atractiva para el hombre. El precio es que ella no puede hablar. Úrsula le dice a Ariel que lo único que
necesita para conquistar a un hombre es ser guapa, y le pide su voz a cambio de darle unas maravillosas piernas, y
cuando Ariel se queja, Úrsula responde: "¡Pero… tendrás a tu hombre!". Y ante un argumento de tales magnitudes, a
Ariel no le queda otra que aceptar. Y ella quería negarse, de verdad, porque es su voz y bueno, sin ella no puede hablar,
básicamente, pero a cambio va a tener a Eric, que es guapo y es moreno y es un príncipe y, ¿para qué le sirve su voz
cuando puede tener eso? ¿No, Bella? —me miró—. Salva la vida de un príncipe con su único valor, su sexualidad.

—Dios Edward, basta ya —se quejó Leah—. Vas a destruir mi infancia, bastardo.

—Ustedes querían saber, así que ahora se aguantan —musitó serio—. Cenicienta: es salvada de terribles condiciones
de vida por un príncipe. El la salva no porque ella sea muy trabajadora, sino porque es hermosa. Y no podía faltar
Mulan, que aunque acabó con el soldadito, dio un paso más en cuanto a la onda gay vistiéndose de hombre para poder
entrar al ejército y haciendo que el mentado soldadito se enamorara de "él" o sea, un objeto sexual. Que Disney nos
colocara un feliz para siempre, es diferente.

— ¡Eres un animal! —chilló Alice.

—Y eso que no te he contado la historia de Perrahontas —murmuró pagado de sí mismo.

— ¡Sácame de aquí Jazz! —gritó mi amiga, escondiendo su cabeza en el pecho de su esposo. De niña, Alice había
soñado con el príncipe azul que la salvaría de su padre; Jazz apareció en su bicicleta de rueditas un día para salvarle la
vida cuando tenía ocho años…
Edward rio abiertamente y lo observé divertida, sus argumentos eran increíblemente coherentes, era un hombre
inteligente y sagaz.

¡Ja! Ahora lo admiras…

Maldita sea esta conciencia Pepe grillo... Multiplícate por cero.

Leah y Alice le lanzaron los cojines del sofá y Edward se burló sacándole la lengua como un niño, un par de horas más
tarde estábamos en la cabaña. En su cama, completamente vestidos; Edward se había acostado a mi lado mientras yo
leía un libro que hablaba sobre el sexo tántrico, él mismo me lo había dado días después de nuestra experiencia,
había encendido el televisor y había estado pasando los canales por doquier hasta quedarse dormido, cerré el libro
que leía colocándolo en la mesa de noche al lado de la cama, mientras observaba el hermoso espécimen a mi lado.

¡Dios!, no sabía si lo amaba o no, pero había algo en él. Era una idiota, siempre lo ha sido; desde que lo vi en ese
ascensor me había gustado, sabía que iba a terminar muy mal si aceptaba su propuesta pero aun así lo hice. Retiré un
mechón de cabello de su frente y él sonrió.

Me encogí ante aquel gesto.

Era tan sexy, tan hermoso. Jodido Cristo, estaba completamente dormido y aun así irradiaba una sensualidad muy
propia en él. Me acosté de medio lado frente a él; era tarde, aproximadamente las dos de la madrugada cuando por fin
me quedé dormida.

La brisa del amanecer golpeaba mi rostro suavemente, no estaba haciendo frío, pero tampoco calor; el aire era fresco,
había tanta paz y tanta serenidad que podría quedarme aquí por siempre, había tenido un sueño horrible pero en estos
momentos no podía recordarlo, sólo recordaba que tenía el corazón acelerado y la frente perlada en sudor, Edward
seguía dormido pero yo ya no podía hacerlo, por lo cual había salido aquí, quería ver el sol cuando saliese poco a poco.

— ¿Qué haces aquí? —La voz de Edward se escuchaba somnolienta, colocó sus manos a rodeando mi cuerpo y
sujetándose a la baranda—. El que ve el amanecer aquí, soy yo. ¿Te preocupa la entrevista? — negué con la cabeza. Él
me obligó a girarme, dejándome con la espalda recostada al barandal—. ¿Qué sucede? —Su mano acarició mi
mejilla.

—Simplemente, me desperté y no pude volver a dormir, Edward. Salí y me quedé viendo el mar, es relajante.

—Sí, lo es. Fue una de las razones por la cual mandé a construir la cabaña en este lado de la propiedad.

—Edward, ¿de verdad piensas eso de las princesas? —pregunté.

—No es lo que pienso, Bella; es lo que en realidad pasó. Lo que nadie sabe, pero muchos preferimos creer en
fantasías que en realidades.

— ¿Tú crees en fantasías?

— ¿Sexuales? —negué divertida.

— ¿Hay algún momento del día en el que no pienses en sexo?

—Sinceramente… Aunque a veces creo que… Nah', soy un jodido pervertido, siempre pienso en sexo y más cuando
estás tan cerca —se acercó a mí.

—Dame un respiro, Edward —dije colocando las manos en su pecho.

—Anoche te lo di nena. ¿Recuerdas? Cuando yo quiera.

—Cuando ambos queramos y ahora, no quiero —murmuré tajante.

Edward tomó mi mentón, mirándome fijamente.

— ¿Dime qué sucede? —Su mirada se tornó preocupada.


—Creo… —negué con la cabeza— creo que debo intentar dormir —caminé de vuelta a la habitación.

—Bella —me llamó cuando iba a pasar las puertas, haciéndome girar para verlo.

— ¿Tienes alguna fantasía sexual? —mordí mi mejilla fuertemente, debatiéndome si decirle o no, abrí mi boca para
decirle pero al final, decidí que era mejor no hacerlo y sin responderle, entré.

—Una foto de los dos sobre el columpio, mirándose a los ojos. —Edward resopló, habíamos subido de la playa porque
según Rose quería hacer un par de tomas ahí, Edward sentado en la arena conmigo entre sus piernas, había posado
mi cabello en mi hombro izquierdo, mientras él apoyaba su cabeza en el derecho; otra conmigo subida a su espalda, él
tenía un jeans azul deslavado y una camiseta blanca cuello en "v" que se adhería a su cuerpo como una segunda piel,
su cabello estaba desordenado y una pequeña sombra de barba cruzaba su rostro. Alice me había obligado a ponerme
un vestido blanco también, era de Leah pero me quedaba bien, me había maquillado un poco y peinado mi cabello
pero lo dejaba suelto.

—Rose, ¿sabes hace cuántos años no nos subimos en ese jodido columpio? —dijo Edward con desdén.

—Cállate y hazlo, Edward —dijo Rose duramente, haciendo que Emmett riera por lo bajo. Edward bufó sonoramente
antes de empezar a caminar hacia la parte trasera de la casa.

— ¿Eso es el columpio? — Alice chilló cuando lo vio, yo también pero no por la misma causa; no era más que una
rueda atada a una soga de la rama de un árbol.

—No —sentencié—. No me subiré ahí —Alice entrecerró sus ojos a mí—. Puedes darme la mirada del papagayo si
quieres All, soy torpe y mi karma no es muy bueno, si me subo ahí me caeré.

—Yo sí quiero subirme. —Edward cruzó las manos en su torso ante de caminar y colocar sus dos manos en la soga,
suspendiéndose para ver que tan fuerte era—. Aguanta mi peso. Joder, pensé que habían quitado esto de aquí.

—Gustavo cambia la cuerda cada año —dijo Koure sonriendo. Ella la esposa de Gustavo de origen brasileño; una
señora de edad madura que trabajaba para los Masen antes que los padres de Edward murieran. Carlisle les había
pedido que se quedaran en la casa cuando Elizabeth y Anthony murieron, y ellos habían aceptado por amor a Edward.

—Ven aquí, nena —dijo Edward, subiéndose a la madera y aferrando sus manos a la soga.

—Si me caigo y me mato, juro por Dios que salgo y te corto las pelotas. —Rosalie y Alice estallaron en carcajadas
mientras que Edward me dio su mejor sonrisa burlona.

—Súbete sobre mis pies —murmuró cuando me acerqué, con todo el miedo del mundo lo hice—. No te caerás, deja de
temblar o ¿es que te afecto mucho cuando estamos demasiado cerca? —Su sonrisa ladina bailaba entre sus labios.

—Mírense con amor, ¡joder! —gritó Rosalie. Miré los ojos de Edward, ese verde mar que me encantaba, podría
perderme en su mirada y olvidar a todo lo que me rodeaba si lo miraba fijamente, Edward soltó una de sus manos y
acarició mi mejilla, haciéndome estremecer. Sentí el flash de la cámara de Emmett pero en ese momento sólo me
importaba Edward. La cuerda se tambaleó fuertemente y escuchamos un fuerte "crack", antes de caer fuertemente
abrazados sobre la hierba. Edward reía fuertemente mientras yo escondía mi cara entre su pecho, el ataque de risa era
contagioso. Subí mi cabeza dejando que parte de mi cabello cubriera mi rostro, la mano de Edward se alzó colocando
los mechones detrás de mi oreja—. Eso es, joder, así. Emmett más te vale que esas fotos salgan bien, sentimos el
flash de la cámara y ambos sonreímos... ¡Qué bien se sentía estar así!

Es como si tuviese una familia, como si al fin hub iese alguien para mí…

—Creo que tenemos suficientes fotos ya, Rose —expresó Alice, sacándome de mi ensoñación.

—Si un par dentro de la cabaña y podremos concentrarnos en la entrevista en sí. —Me levanté del cuerpo de Edward y
le tendí la mano para ayudarlo, cuando la tomó un corrientazo atravesó mi cuerpo haciéndome saltar... Alice me llamó y
me alejé de él para entrar a la cabaña.

Rose nos había hecho cambiar de ropa y me coloqué un nuevo vestido, este era de Alice; negro strapless bastante
sencillo, Alice retocó mi maquillaje y salí a la sala para ver a Edward había cambiado su suéter por una camisa manga
larga negra su cabello estaba indomable como si acabáramos de tener una clase y se había afeitado, sentí la sangre
correr más aprisa. Emmett y Rose habían cubierto el ventanal y encendido la chimenea de la sala, dándole una
tonalidad oscura y mística al lugar... Luego de un par de fotos de Edward y mías frente a las escaleras, Rose comenzó
con la entrevista. Suspiré fuertemente antes de contestar la primera.

Después de los cuarenta y cinco minutos más estresantes de toda mi existencia, la entrevista acabo. Rosalie había
insistido en una última foto y nos había hecho salir de la cabaña, ordenando a Edward que me alzara y depositara un
beso en mi mejilla mientras yo miraba la cámara y rodeaba sus caderas con mis piernas, sin importar que estuviese
usando un vestido. Las manos de Edward se cernieron en mi trasero mientras sentía sus labios sobre mi mejilla y veía
el flash de la cámara de Emmett, eran casi las seis y Esme había llamado a Rose para que todos cenáramos en un
restaurante en la plaza del pueblo. Alice, Emmett y Rose se fueron adelante, pues yo quería colocarme algo más
cómodo. Estaba terminando de arreglarme cuando Edward entró en la habitación.

—Ven... —susurró levemente mientras tomaba mis manos; estábamos solos puesto que Alice, Emmett y Rose se
habían ido a reunir con los demás— quiero enseñarte algo —sonrío torcidamente, alentándome a caminar. Salimos
por el ventanal de su sala y caminamos por un senderito.

— ¿Dónde vamos Edward? —pregunté, dejando que me guiará.

—Es un lugar, me gustaba ir allí cuando era más niño —murmuró, apartando unas ramas de mi camino.

—Tenemos el tiempo justo para bajar al restaurante que dijo Rosalie —replique siguiéndolo.

—Solo será un momento, Isabella. —Caminamos entre los árboles por no sé cuánto tiempo, hasta llegar a un lugar
rocoso. Edward subió las rocas deteniéndose el tiempo necesario para ayudarme a subir a mí. Hasta escalar la
montaña rocosa, si había dicho que desde su ventana se veía el paraíso ese era el eufemismo del año, el día estaba
cayendo dibujando en el cielo un sin fin de colores: rosa, azul, anaranjado, gris.

—Es hermoso, Edward —dije sintiendo sus manos en mis caderas, inhalé profundamente recostándome en su
espalda... Se sentía paz, tranquilidad y podía escuchar el corazón de Edward repiqueteando, los pajarillos cantaban en
el aire, las olas del mar golpeando la roca. Edward pasó sus brazos cerrando sus manos entorno a mi vientre y
respirando fuertemente.

—Amo venir aquí —acarició mi vientre y sentí la flama del deseo encenderse en mi interior, me giró entre sus brazos y
quedamos frente a frente y acarició mis labios con sus pulgares—. Tienes las mejillas sonrojadas —murmuró con voz
gutural—, tiemblas como un pajarillo —bajó su rostro hasta que quedase a la misma altura del mío—. Me gusta el
color de tus ojos, mirarlos fijamente. —Su dedo apartó un mechón de mi cabello, acomodándolo detrás de mi oreja—.
Me pierdo en ellos, son profundos... como el mar. —Sus labios a centímetros de los míos, el corazón latiendo mas
fuerte... ¡Jesús! No me dejes caer, no más de lo que ya he caído—. Bella —su lengua humedeció sus labios al tiempo
que mi vientre se contraía—… no sabes cuánto te deseo, jamás en mi vida había deseado a una mujer tanto como te
deseo a ti, tus labios incitan a tomarlos suave y fiero, el saber que tu cuerpo reacciona ante mi toque... Mírate, tiemblas
como una hoja en medio de una tormenta y aún no te he tocado nena, todo lo que desprendes me hace enloquecer, a
veces siento que me he perdido en ti, en tu esencia, has cambiado mi manera de pensar, mi mundo completamente,
yo siento que... —Se acercó para besarme pero retrocedí.

—Esto es solo sexo, Edward —musité en voz baja.

Sálvate Isab ella, sólo sálvate.

—Bella...

—Tu madre nos espera para cenar, Edward. —Me solté de su amarre y empecé a caminar en dirección a la cabaña,
encerrándome en el baño, necesitaba controlar el deseo irrefrenable de lanzarme contra él, necesitaba dominar el
sentimiento que se desarrollaba en mí, necesitaba tantas cosas y me sentía caer… caer en un abismo oscuro y sin
salida porque sin duda alguna, lo que más necesitaba era a él. Edward Cullen.

Cuando salí del baño, Edward me esperaba en la sala, su rostro se mostraba pensativo y tenso, carraspeé un poco
para que me notara, se levantó de la sofá y caminó hacia la salida.

Bajar desde villa Cullen hasta el restaurante que había elegido Esme en toda la plaza del lugar fue tenso, silencioso y
agradecía mentalmente que Jake tuviese buena música en la usb pegada a su reproductor. La cena fue sencilla, a
base de mariscos y alimentos tipos de Rocky Point. Al regresar a Villa Cullen, lo hice en el auto de Jasper y Alice.
¿Qué había pasado en ese acantilado? Las palabras de Edward rodeaban mi cabeza.

Me coloqué una pijama sencilla para dormir era uno de esos suéter extragrandes que había comprado porque eran
cómodos para dormir y un pequeño pantalón y había salido con una lata de Pepsi al balcón de la sala de Edward, el
clima había descendido lo suficiente como para que el frío me calase los huesos pero no importaba, el sonido de las
olas me daba paz y tranquilidad.

Frey estaba echada frente la chimenea de Edward, masticando la zanahoria de hule que había comprado para ella. Era
casi media noche y Edward aún no llegaba; salté la baranda y caminé con Frey siguiéndome los pasos hasta llegar a
la playa, Edward me había dicho que el lugar era privado así que eso me hacía sentir más tranquila, a lo lejos había
alguien sentado así que caminé más a prisa pensando que quizás necesitaba ayuda, pero cada vez que me acercaba
me parecía más familiar pero no fue hasta que estuve más cerca que supe quién era.

Edward estaba descalzo y sin camisa, sentado en una pila de arena trazando líneas en ella; me senté a su lado pero él
no me miró, Frey se acerco a él y se colocó de panza para que él le rascara, lo hizo y luego, ella empezó a correr hacia
la orilla de la playa, ladrándole a las pequeñas olas que iban y venían. Los segundos parecieron minutos, y los minutos
horas. Edward no hablaba conmigo y, por un momento, fue como si me clavaran puñales en el pecho, suspiré
fuertemente antes de hablar.

—Hacerlo en el mar —murmuré, sin saber porque lo decía—. Como aquella película de vampiros, no sé si en realidad
lo hicieron ahí pero se veía excitante... —suspiré al ver que Edward no hacía nada, por varios segundos todo fue
silencio, solo las olas del mar se escuchaban, al igual que los ladridos de Frey cuando llegaban las olas. Esto me
desesperaba, hacía un mes y medio que habíamos empezado con esta locura y nunca Edward estuvo callado más de
diez segundos—. Edward por favor, dime algo —giró su rostro al mío y se levantó tendiendo su mano a mí, me levanté
de la arena y Edward acercó mi cuerpo al suyo atrayéndome a él de las caderas; subiendo mi suéter lentamente hasta
sacarlo completamente de mi cuerpo dejándome solo en los pantaloncitos de franela. No decía nada, su mirada
estaba enfocada en la mía acarició mi costado suavemente, sus dedos estaban helados y me estremecí sin saber si
era por el viento que envolvió mi cuerpo o sus caricias... Lo vi llevar sus manos a su cinturón y soltar el botón y el ziper
rápidamente, dejando que la gravedad hiciese su tarea, mientras él bajaba mi pantalón...

Mi respiración había empezado a fallarme mientras sentía la tela deslizarse por mis piernas y las manos de Edward
trazar planos inexistentes en mi espalda.

—Edward, ¿qué... qué haces? —mi voz vaciló.

Edward no contestó, su mirada siguió posada en la mía hasta unir nuestros labios suavemente, mis brazos por instinto
se enredaron en su cuello mientras sentía sus manos calentar mi piel por donde rozaban, mientras me besaba con
más ahínco, más pasión entrega. En este punto, mi corazón estaba en una carrera maratónica, podía sentir mi
entrepierna humedecerse poco a poco mientras sentía la erección de Edward clavada a mi vientre; succionó, lamió y
besó; sus labios descendieron a mi cuello mordisqueando mi piel, haciéndome temblar ante su experto toque uniendo
nuestros pechos hasta que mis pezones duros por el frío y sus caricias, quedaran firmemente pegados a su pecho.
Nos besamos con ansia, con hambre… sintiendo, tocando, mis manos en sus brazos, las suyas en mi espalda, un
derroche de lujuria embravecida por su silencio, por mi confusión batallando el uno con el otro, hasta que nuestros
cuerpos protestaron por oxígeno.

—Edward...

En este momento podría decir que no, pero no quiero… me pierdo…

—Ven —murmuró con voz cargada de deseo, extendiendo su mano hacia mí—, cumpliré tu fantasía.

Podría decirte que tú eres mi fantasía, pero no puedo.

—Edward, hace frío, el agua debe estar —sentí sus dedos en mis labios silenciándome.

Tengo palab ras enredadas en mi lengua y, sin emb argo, algo me detiene…

—Sé lo que hago. —Por supuesto que sabía lo que hacía—. Ven conmigo, buscó mis manos y enlazó nuestros dedos.

Solos tú y yo y el mundo desaparece…

—Podemos enfermarnos —él rió. Una risa cruel e irónica. Haló mi mano y empezó a caminar en dirección al agua que,
al contrario de lo que pensaba, no estaba tan fría. Edward siguió caminando hasta que el agua cubrió su cintura y luego
se giró viéndome, fijamente—. Edward —musité temblando, el frío había quedado atrás… Ahora su verde mirada
penetrante me quemaba como si fuese hierro ardiente, tragué saliva pesadamente—. Yo creo que... —Sus brazos se
cerraron entorno a mi cintura acercándome a él, hasta que nuestros cuerpos estuviesen completamente unidos, para
ese momento mis pezones eran lanzas endurecidas apretadas contar la firmeza de sus pectorales.

¿Por qué no puedo ser para ti? ¿Qué me detiene? ¿Qué nos detiene? ¿Sólo sexo? ¿En qué momento me perdí?
¿Cuándo esto dejó de ser un aprendizaje? Un ridículo contrato y convertirse en la experiencia más importante de mi
vida.

—Te tengo —su voz fue rasposa, excitada encendiéndome en un minuto, su erección clavada en mi vientre aún dentro
de sus bóxer—, aférrate a mí, así las olas no nos separaran —anudé mis piernas a su cintura, sintiendo el palpitar de
anticipación en mi cuerpo; acarició mi espalda con parsimonia, haciéndome temblar levemente antes de colocar sus
manos en mi trasero y suspenderme a él, mi vientre se contrajo ante la sensación de sentirme tan cerca de él, me
sentía muy excitada y quería hacer esto más real, no como cuando lo había dicho en la arena, me incliné para besarle,
pero Edward se alejó, dejándome confundida un momento.

Yo… yo…

—No besos, Isabella. — ¿Qué? ¿Se estaba volviendo loco? Necesitaba uno de sus besos, de esos que me quitaban el
aliento y me dejaban completamente a merced de él—. Los besos son intimidad y tú no quieres eso conmigo, ¿cierto?
—murmuro burlón.

Intimidad… intimidad donde te doy mi corazón y yo poseo el tuyo, ¿lo tengo? No, no lo tendré jamás. Todo esto es una
falacia… una mentira, algo que jamás sucederá. ¿Dónde quedaré yo? ¿Dónde quedaras tú? Arriesgarse a un juego
donde solo yo perderé.

A eso se resumía todo.

—Bájame, Edward —sentencié duramente, pero él no se inmutó—. Bájame o empezaré a gritar —amenacé.

Corre… corre, lo heriste; heriste su ego de niño malcriado, que fácil Edward, que fácil quieres que yo te ame y tú no das
nada por nada. Todas ellas, tus amantes te amaron, ¿cuántos corazones destruiste? Cuántas de ellas morían por un
b eso tuyo y ahora que yo… yo… ¡estúpidos juegos de la piel y la vanidad!

— ¿Gritar, Isabella? No seas infantil. —Su voz, aunque envuelta en el toque ronco y sexual que usaba cuando teníamos
jornadas maratónicas de sexo, era dura como un cuchillo afilado.

—Yo no quiero una relación. —Escúdate Bella, escúdate. Tu corazón ya está roto, Renée lo queb ró. Feliz lo hizo
pedazos, con Edward será polvo… Solo eso… polvo.

— ¿Y quién demonio te dijo que yo sí? —dijo duramente—. Simplemente, quiero halagarte pero a ti lo que te importa es
que este enterrado en ti, me has dicho tu fantasía sexual y la cumpliré sin besos, sin cariños ni palabritas idiotas, solo
quiero de ti tus sonidos de placer, maldice, gime… entrégate.

¡No me conoces!

—No quiero hacer esto. —Las olas llegaban a nosotros, moviéndonos suavemente—. Déjame ir…

— ¡No! —Hierro, rudeza. ¿Nos lastimamos, nene? ¿Herí tu ego? No seré parte de tu harem, de tu colección de
corazones rotos… No Edward, yo no.

—Entonces, déjame hacer esto a mí manera, Edward. —Puse mis manos a cada lado de su hermoso rostro...
¡Hermoso! Eres un adonis Cullen, eres Eros, el dios del sexo eres… sacudí mi cabeza lentamente.

Un día una niña leyendo sob re príncipes dijo: quiero uno igual, hermoso, perfecto y mío. Ahora, lo veo a él y me
pregunto ¿eres tú mi príncipe encantado?

No, no lo eres, no crees en nada.

Sin emb argo, disfrútalo… poséelo, devóralo… sólo será un segundo de tu vida… después la realidad será implacab le.

—Bella, yo no quiero que te enamores de mí, porque yo no lo haré —murmuró.

¿Correr? Para qué niña tonta…

—Lo que deseo es que aprendas a conocerte por dentro, por fuera eres una mujer hermosa, atrayente, me vuelvo loco
con solo verte; de pensar que por este tiempo eres mía… —Lo besé callándolo, no quería que hablara de un final,
sabía que iba a suceder; lo nuestro tenía fecha de caducidad, es como saber que algún día te vas a morir—. Lo besé
suave sin importar que sus labios estuvieron fijos y tensos por unos minutos; mi mano se aferró a su nuca atrayendo
más su cara a mí y empujando mis caderas contra las suyas, haciéndolo sisear.

—Es mi fantasía, Edward —murmuré con mis labios pegados a los suyos... Sintiendo como su amarre se hacía más
fuerte; lo besé sin prisas como él me había besado, ejerciendo más y más presión hasta que lo sentí dar un pequeño
gruñido y fue su lengua la que entró sin ceremonias a mi boca, luchando contra la mía en un juego donde era él quien
sabía cómo jugarlo.

Mañana él se irá y sólo te quedará esto.

Un arranque frenético de pasión nos envolvió a los dos y comenzamos a besarnos más fuerte, más salvaje, empecé a
recorrer con mi lengua cada recoveco de su boca.

Hermoso, y hoy es mío.

Estaba excitada y poseída, mi vientre palpitaba, el deseo recorriendo cada una de mis terminaciones nerviosas,
necesitaba más, quería más...

Un día cuando escrib as Bella Swan, quizás puedas exorcizarlo de tu cab eza y de tu cuerpo, pero hoy no… hoy eres
egoísta.

Envestí mis caderas y él me suspendió aún más, bajando sus labios por mi cuello, succionando apasionadamente.

Quizás, algún día, entiendas que sólo fue un sueño.

Oleadas de placer invadieron todo mi cuerpo, mientras él seguía con su camino imaginario, siseando entrecortado
hasta atrapar uno de mis pezones con su boca y mamar de ellos como si fuese un niño hambriento.

En este mar enorme somos él y yo, y nadie más.

Deslicé mis dedos por sus cabellos húmedos, halando ante la intensidad de la sensación que albergaba mi cuerpo al
sentir su ardiente lengua rozar mi pezón.

—Edward… —jadeé al sentirlo morder mi pecho, Edward me sujetó fuertemente con un brazo, mientras su mano libre
descendía por mi trasero hasta tocar mi clítoris.

Toca todo de mí… todo, ya has acariciado mi alma… toca todo de mí…

— ¡Edd! —grité, cerrando los ojos cuando introdujo uno de sus dedos en mi interior.

— ¡Por Cristo, mujer! —murmuró él embistiéndome lentamente, demasiado lento por lo que empecé a moverme.

Él,hoy te necesita…

El ritmo cada vez era mayor, los dos empezamos a gemir entrecortado. Busqué sus labios otra vez, besándolo con
pasión y alevosía… necesitaba sentirlo más. Las olas nos golpeaban ahora un poco más fuerte pero no por eso
Edward dejaba de penetrarme, un par de golpes a mi clítoris me dieron la detonación perfecta, justo antes de sentir
cómo rasgaba mis bragas; era la primera vez que lo hacía y el crujir de la tela que ahora flotaba a nuestro lado, hizo que
cada célula de mi cuerpo se estremeciera. Metí la mano en el agua acariciando su sexo aún sobre la tela y Edward
arqueo la cabeza exhalando fuertemente, mi mano se introdujo en sus bóxers mientras él seguía bombeando mi sexo
con su dedo; pasé mi pulgar por su suave cabeza y, murmuró una maldición entre dientes cuando lo abarqué con mi
mano, subiendo de arriba abajo. La posición en la que estaba no era cómoda pero el agua golpeándonos, hizo que
sintiera a Edward tan cerca de mí, su miembro entre mis manos, duro como una roca, hacía que estuviese al borde de
la desesperación; mi mano en su nuca lo acercó mas a mí hasta que él volvió a hacerme descender un poco, halé los
cabellos de su nuca acercándolo a mí lo suficiente para susurrarle…

—Fóllame.

Oh niña tímida y miedosa, quien siempre supo que jamás sería amada por nadie, ni por su madre y ahora… ahora dice
cosas sucias, ahora no tiene miedo a las olas del mar violento. Sólo quiere ahogarse… quiere vivir… quiere sentir…
Ahora exige, hoy… hoy es sólo Isab ella Swan.

Guíe su miembro hacia mi sexo y lo dejé justo en mi entrada; Edward se introdujo en mí de una sola estocada y apreté
mis paredes en torno a él por la fuerte intromisión.

—Yo también te deseo —murmuré pegada a su cuello, mordiéndolo ligeramente en la clavícula—. Te deseo, Edward
mis palabras parecieron alentarle, el agua chapoteaba de un lugar a otro alrededor de nuestro sus embistes que eran
frenéticos, delirantes; entraba y salía con una destreza asombrosa, sentirlo dentro de mí mientras rebotaba pegada a él
era asombroso, sentía mi pulso dispararse, el corazón aleteándome despavorido, mi deseo quemándome las
entrañas, la necesidad por sentirlo cerca, me desgarraba fuertemente—. Córrete conmigo —susurré, Edward nunca lo
hacía—. Sé que puedes hacerlo, eres el dueño de tu placer y ahora mismo, eres el dueño del mío, bebé... —Mis labios
temblaban por el placer—. Concédeme eso, córrete conmigo. —Lo escuché gemir entre vulnerable y fiero, fue
hermoso, yo lo poseía, él era mío total y completamente, nos respirábamos.

Los músculos de Edward se tensaban casa vez más, el frenesí de mi interior amenazaba con explotar en cualquier
momento.

Lo apreté tan fuerte, confundidos en unos solo. ¡Era yo! ¡Yo! ¡Mío! No era el maestro, era sólo mi amante.

Su voz era embravecida de deseo, una estocada, otra más… una de vuelta, otra, otra y otra y el placer recorrió mi
cuerpo, haciéndome gritar por el éxtasis contenido mientras Edward aullaba fuertemente, entregándose al calor del
frenesí que nos otorgaba el orgasmo.

Nos quedamos unos segundos en silencio, con el corazón acelerado y los sentidos alerta, nuestros cuerpos unidos
bajo el agua como si el agua en su ir y venir violento, fuese el eco de nuestros cuerpos que aún se estremecían.

Edward nos sumergió a los dos, dándome un beso en las profundidades del océano, me dejé arrastrar por su
maniática manera de besarme, después que había dicho que no me daría un beso; me arrastré por el miedo que
sentía ante lo que afloraba en mi alma; me dejé llevar porque sabía que dolería cuando lo dejara ir, pero sobre todo,
me dejé llevar porque era él quien lo exigía.

Edward dominaba sin necesidad de órdenes, estaba en su naturaleza ser tan malditamente sensual, salimos a la
superficie y pasé una de mis manos por mi rostro intentando controlar mi respiración, un viento helado nos hizo
estremecer.

—Edward —dije jadeante, el agua nos golpeaba suavemente y podía sentir el firme agarre de Edward en mis caderas
—. Gr... Gracias. —Él cubrió mis labios con los suyos, la experiencia había sido diez mil veces más emocionante de lo
que me hubiese podido imaginar, lo besé con la misma fuerza con la que él me besaba, jugueteando con su lengua
succionando su labio inferior, apretándolo en torno a mí mientras lo sentía enterrado en mí. Edward besó mis pómulos,
mi mentón y succionó mi yugular hasta crear un pequeño círculo rosa, embistió sus caderas en las mías una vez más y
siseé de puro placer, aún continuaba erecto a pesar de que esta vez no había podido controlar el sublime placer del
éxtasis, mordisqueó mi barbilla un poco más y tiró levemente de mi labio.

—Me darás las gracias cuando me devuelvas el favor, Isabella. Tú también cumplirás mi fantasía... Más temprano que
tarde —murmuró entre dientes.

Dios mío, ¿en qué demonios está pensando este homb re? ¿En qué demonios piensas tú Isab ella que sin él
preguntarlo siempre dirás que sí?

Porfin! Hab emus Cap, Joder creo que pense que este cap estab a salado :(, les deb o una enorme disculpa porque me
tarde mas de lo deb ido, la semana pasada no fue mi semana mas genial del año. La anemia, tres dias con fieb re
sumado al accidente de coche que tuve no fue b uena... Y tampoco fue b uena ni para Adrianna ni para jo que son mis
maestras en esto de escrib ir Pero0 ya estamos aqui no! es lo importante

Quiero comentarles dos cosas Doy Happy End y amo a Edward pero sinceramente ya no se que pasara ahí Edward me
saca de mis casillas en unas horas veran por que.

Otra cosita y me disculpo de ante mano Ya no pub licare los sab ados, no puedo forzarme a tener un dia X de
actualización, si me presiono esto no flueye chicas sin emb argo no seran espacio de tiempos muy largos, cuando tenga
el cap para los sab ados genial, las que estan en el harem del doctor sex sab en ahi voy colgando adelantos sab ran
cuando actualixare igual en mi face yo aviso cuando envio el cap a b eteo tratare de demorarme lo menos posib le eso
es una promesa.

Las amo adoro acsi mil Revs no sab en lo que hace al corazón de pollo de esta seudo-escritora Gracias Matt y Eve
(Edward y Bella) se lo agradecen.

Nos iniciamos en la etapa final de esta historia siete Capitulos para el final.. Espero que me alcancen

Para las que leen peligro y recuerdame estoy con peligro tan pronto acab e enseñame retomare recuerdame y no me
enganchare en una historia nueva hasta que no la termine.

Mil gracias por su apoyo por su preocupación por mi salud, por los alertas los favoritos y se que se me olvida algo jajaja
siempre me pasa...

Besostes

Aryam

Julio 06 de 2013
*Chapter 16*: Outtake MIA Edward Pov (Regalo)
Disclaimer: los personajes de Crepúsculo son propiedad única y exclusivamente de la señora Meyer, yo solo los
utilizo para mi diversión.

NA: es un placer para mí decirles que esta historia está debidamente Registrada por SafeCreative bajo el código
1305285174880

En este mundo loco de oportunidades, yo sólo tengo unas cuantas

Sin importar si vienes conmigo, o yo vengo contigo

Porque finalmente te he, finalmente te he encontrado

No tienes que preocuparte por si lo que digo es cierto

Nena, te he estado b uscando.

Y cuando te vi, supe

Que finalmente te he, finalmente te he encontrado.

Finally Found You

Enrique Iglesias Ft. Daddy Yankee

MIL REVS MIL VECES GRACIAS CHICAS! ESPERO QUE LES GUSTE METERSE EN LA CABEZA DE NUESTRO QUERIDO
DOCTOR CABEZOTA!

Yo solo se que te he encontrado, yo solo se que ahora eres mía

—Está loco —murmuré sin mirar a nadie antes de entrar en el escáner, Carlisle y Eleazar estaban ahí, evitaba mirar a
Carlisle de frente desde que me había enterado que mi cabeza era una olla de presión, siempre que lo miraba
fijamente su semblante preocupado me enfermaba...más de lo que ya estaba.

Era terrible ver su mirada de lastima y dolor.

¿Por qué no pueden entender que no voy a operarme? No podría soportar quedar en una cama sin poder moverme,
para eso prefiero morirme... ¿Una cirugía sin garantías a cambio de qué? ¿Mejor que tres meses de vida plena?... Sí
como no, cuéntame una de vaqueros amigo, no iba a arriesgarme así. Una acción cobarde como había dicho Carlisle,
una acción egoísta y desconsiderada había dicho Jake en su momento de ira mientras practicábamos esgrima, una
decisión irracional había dicho Eleazar. ¡Es mi puta vida y yo decido cómo se acaba! Había dicho yo que siempre había
vivido mi vida a mi conveniencia. Mi teoría favorita era la del "yoismo". Sí, era un hijo de puta pero sabía lo que tenía y
quería... Soy feliz así, el primero en mi lista soy yo mientras no esté en una cama anudado a una chica linda. Ahí sí,
primero ella y luego yo. ¡Joder soy el mejor! El dar placer a una mujer es mil veces mejor que buscar el tuyo.

¡Y nunca había sentido culpa! No soy un jodido hipócrita.

En fin cuando muriera, Esme lloraría, Rose quizás patearía mi ataúd por no haberle dicho nada, Leah me diría cuan
puto bastardo fui... Luego ellas vivirían, ninguna cargaría con un muerto en vida. Igual no puedo quejarme de cómo he
vivido mi vida... No va dejar de ser así porque me vaya a morir, ¿al final todos moriremos, no?, qué más da si es a los
29 o a los 70.

Mientras estaba con los ojos cerrados dentro de la máquina, no podía dejar de pensar en Isabella. La forma en que su
cuerpo temblaba ante mi toque, sus pequeños murmullos mientras mi lengua acariciaba sus pezones, Dios, nunca
había hablado tanto en una sesión sexual, pero quería que ella estuviese cómoda, quería que ella supiese lo que iba a
hacerle. Hacía mucho tiempo que no estaba con una virgen, las evitaba como la peste. Virgen= Casa+perro+jardin con
flores+anillo.

¡Diablos, eran la peste para un hombre que no quería cargar con los sueños rosas de una nenita!

No, la vida era demasiado placentera como yo la vivía como para atarme a una mujer, me gustaban las mujeres como
la canción: altas, bajitas, rubias, morenas, solteras, casadas. ¿Si ellas no tenían conciencia porqué había de tenerla
yo? Sí, esa era mi canción.

Pero volvamos con Isabella Swan, ella ciertamente no es el tipo de chica con la que tiendo a salir pero había algo en
ella, su negación, su fuerza de voluntad, su manera de entregarse a mis caricias que me volvía loco.

La máquina se apagó antes de llevarme fuera de ella, Carlisle seguía preocupado y Eleazar tenía el mismo gesto,
sabía que ellos estaban viendo mi cabeza por las computadoras: — ¡Estás loco! —le articulé a Eleazar que me miraba
desde el otro lado del cristal, abroché mis botones y salí hacia donde estaba mi padre y mi médico.

Caminamos en silencio hasta llegar al consultorio de Eleazar cuando llegamos ahí Jake estaba recostado en la pared.
"Genial, tengo más público", pensé sarcásticamente, entramos rápidamente al consultorio y me subí en la camilla con
Jake al lado mío.

—No me gusta cómo se ven las cosas —murmuró Eleazar colocando las placas en el negatoscopio. Yo veía
exactamente lo mismo que hace casi dos meses atrás.

—He estado tomando los medicamentos que me diste, Eleazar —murmuré un poco hastiado.

—El problema, hijo, es que esto no es de medicamentos, es de operación —musitó Carlisle con frustración—. Edward,
tú tienes que entender…

— ¡No! —lo corté—. Tú eres el que tienes que entender que no me someteré a eso, y no me mires así, Jake. ¿Que no
tienes pacientes que atender? —me bajé de la camilla—. ¿Para cuándo tenemos que preparar mi funeral?

— ¡Edward! —gritó Jacob levantándose de la camilla y caminando unos pasos lejos de mí.

—No me gusta cómo se ve porque no ha habido cambio alguno, Edward —interrumpió Eleazar.

—Eso es una buena noticia, ¿no?

—No, no lo es Edward, a pesar de que no hay "cambios" hay alteraciones, es una de las razones por la cual te dije que
era mejor que te abstuvieras de las emociones fuertes

—Estás loco si crees que voy a pasar los últimos meses de vida sin follar —murmuré entre dientes—. Mejor dime para
cuándo debo reservar la funeraria... —bromeé.

— ¿Qué no entiendes? ¡Esto no es un maldito juego, Edward! —Jake se plantó frente a mi tomando con sus manos el
cuello de mi camisa—. ¡No hables como si tuviésemos que celebrar tu muerte!

—Jake… —Carlisle estuvo a su lado—. Hijo, esto no es una opción.

—No. ¡La única maldita opción es que entres a ese condenado quirófano! —me zarandeó y no pude evitar que una
sonrisa cruel y sardónica adornara mi cara.
— ¡Golpéame! —le grité a Jake retándolo—. ¡¿Anda eso quieres hacer no?! ¡Golpéame! ¡Desquita tu rabia y frustración
Jacob! Porque ni tú, ni nadie me hará entrar a ese maldito quirófano.

— ¡Edward! ¡Jacob! —Carlisle utilizó el tono que usaba cuando éramos niños y discutíamos.

—Chicos, no es el momento —murmuró Eleazar. Jake me soltó con desdén antes de caminar hasta la puerta y dejar
su frente recostada en la madera.

— ¡Soy un maldito asco! ¿Quién le enseñará esgrima a Anthony? Joder, Edward, ¿recuerdas cuando nos conocimos...?
¡No puedes ser tan egoísta!

¡Diablos Jake! ¿No me conoces? Yo invente la jodida palabra.

—Es mi vida, Jake…

—Pareces una contestadora: "es mi vida", "es mi vida" ¡joder hacemos parte de tu vida! ¡Cuando me salvaste de ese
orfanato me hiciste parte de tu vida!

Lo sé hermano, compréndeme…

— ¡Sal de aquí, Jake! —dije enojado—. Sal ahora o me voy yo.

—Jacob, es recomendable no hacerlo enojar —dijo Eleazar en tono conciliador—. Edward tranquilízate, respira
profundo tienes que evitar tener ese tipo de emociones, tu aneurisma es de cuidado —respiró fuertemente y vi cómo
Jacob cerraba la puerta saliendo del consultorio, Carlisle se acercó a mí.

—Si piensas como él vete también, Carlisle —mi padre caminó hacia mí y me envolvió en un fuerte abrazo—.
Entiéndeme Carlisle, no puedo permitirlo.

—Lo sé... —dijo con voz ahogada—. Te entiendo, Edward —lo abracé tanto como él a mí.

—Podemos hacer algo —musitó Eleazar haciéndonos separar—. Hay un procedimiento, es algo complicado…

—No me vas a llevar a quirófano para abrir mi cabeza y taladrar mi cráneo —protesté tajantemente.

—Bueno, sí hay que llevarte a quirófano pero no tendría que abrirte la cabeza —dijo con diversión fingida Eleazar—. Lo
que podemos hacer es una Embolización Endovascular. Consiste en introducir un catéter en la ingle, en la arteria
femoral e ir avanzando mediante la angiografía hasta llegar a la arteria carótida interna, que como sabes está en el
polígono de Willis. Una vez ahí, pasaremos unos pequeños balones de látex y los liberaremos en el aneurisma, para
bloquear la circulación al resto del cerebro, no hay un alto riesgo de isquemia porque tu cerebro recibirá la circulación
del lado contrario; y a la vez lograremos que la sangre se coagule y el aneurisma desaparezca. Claro, usando
anestesia previamente. Es un tratamiento por imagen y no es tan invasivo.

—Suena muy bonito, dime los riesgos... —dije sentándome nuevamente en la camilla con Carlisle a mi lado, una
sombra de temor pasó por el rostro de Eleazar dándome muy mala espina—. Eleazar… —enarqué una ceja en su
dirección.

—Es complicado, hijo —Carlisle colocó su mano en mi hombro.

—Como en toda intervención hay riesgos, Edward.

— ¿Y? —levanté una ceja e hice un ademan con mi mano para que hablara.

—Bueno, como ya te había dicho es un procedimiento mínimamente invasivo, el riesgo es d % y el déficit neurológico
puede ser de leve a severo.

—En español, Eleazar —rodé los ojos.

—Coágulos, reacciones alérgicas al medio de contraste, lesión en el sistema renal, parálisis, confusión continúa,
pérdida de visión o de memoria, convulsiones, entre otras cosas.

— ¿Y tú dices que es más sencillo? —murmuré con desdén—. Es lo mismo que si me opero y además me aseguras
que no saldrá del todo bien y quizás es una pérdida de tiempo.

—Edward no lo veas así.


—No tengo más manera de verlo, Carlisle, o es negro o es blanco nunca existe el término gris, recétame lo que tengas
que recetarme.

—Edward… —Carlisle me tomó del brazo—. Por lo menos piénsalo, Edward.

—Lo pensaré —vi en el rostro de Carlisle un deje de alivio—. No estoy diciendo que lo haré, ¿bien? No quiero que me
presionen.

—Edward es mejor hacerlo lo más pronto posible.

—No puedo antes de dos meses —dije tajante.

—No entiendes, no sabemos si tienes dos meses —dijo Eleazar enojado. Supongo que mi actitud sacaba de quicio a
cualquiera—. Más si no te cuidas, debes evitar hacer cosas que aumenten tu presión sanguínea, discusiones,
emociones, relaciones sexuales —resoplé, no iba a dejar de tener sexo ahora que había conseguido a Bella Swan.

No, menos ahora, ella era como un regalo para mi, mi sueño de amante perfecta construida por mi, por mis propias
manos.

Salí de Otra oportunidad a mi apartamento cerca de Central Park, hacía casi dos meses no iba por allí y hace unos días
que había decidido ponerlo en venta, con el dinero dejaría un fideicomiso para el bebé de Jake y Leah. Era viernes e
Isabella estaba en los días en los que Dios se ensañó con todos los hombres así que había colocado mis consultas
para después de las cuatro de la tarde. Aparqué el auto en el espacio de visitantes del edificio.

Caminé hasta el elevador, aquí la había visto por primera vez, aquí había empezado mi curiosidad por ella, las puertas
se abrieron y Garrett venía tecleando en su celular.

— ¡Cabrón! —dijo dándome un abrazo con palmas incluidas en la espalda—¿Qué haces aquí hermano? ¿Tienes una
cita? —levantó y bajó sus dos cejas rápidamente.

—No, pero al parecer tú sí, te veo muy elegante —Garrett rió, lo conocía hace muchísimos años como para saber que
iba a verse con una chica.

—Voy a pasar por el departamento de una amiga.

— ¿Amiga? —sonreí—. De cuando acá tú tienes amigas —lo golpeé en el hombro.

—Esa si es mi amiga, la quiero mucho y es mi única amiga. ¿Recuerdas a la chica que sazonó tu cabello? —sonrió
guasón, claro que la recordaba... En este momento temía tener un caso de bolas azules por ella—. Pues bueno voy
donde Isabella, hace mucho que no nos vemos y ella es especial —la forma en cómo lo dijo y el cambio en sus ojos al
nombrarla me hicieron tensarme. ¿Garrett estaba interesado en Isabella? No supe porqué ese pensamiento me supo
a hiel, me despedí de él y subí a mi departamento.

Esme no había metido su mano aquí, lo había comprado amoblado y lo vendería igual. Caminé hacia la habitación y
me dejé caer en la cama. ¿Cuántas mujeres habían pasado por aquí? Cerré los ojos sintiendo que había disfrutado
mucho pero no había hecho nada aparte de mis trofeos de Esgrima, y mis estudios... Nunca pensé en morir a la edad
de 29 años.

No quería pensar en eso, odiaba los estúpidos discursos sobre repensar la vida, eran tan hipócritas que me
hastiaban, la muerte era la muerte, lo que importaba era como había vivido mi vida y no me arrepentía de nada, de
nada.

Un mensaje en mi teléfono celular me hizo levantar la cabeza, la agente de bienes raíces ya estaba aquí, me levanté de
la cama y caminé hasta la puerta para recibirla.

—Vive lo que te resta de vida, Cullen —me murmuré para mí mismo.

.
La reunión fue aburrida y monótona, debatimos sobre el valor de la propiedad, la agente inmobiliaria era linda: rubia,
cuerpo de infarto y un culo que era completamente hecho. Era una chica Frankenstein, remodelada por aquí y retocada
por allá... Me reí de mi pobre chiste cruel, en tiempos atrás me la hubiese llevado a la cama y le hubiese dado un par de
orgasmos como una comisión extra, pero ahora no solo me ataba el contrato firmado con Isabella, si no las malditas
últimas palabras de Garrett y su expresión corporal hicieron eco en mi memoria. Algo más que le debía a Kate, sabía
perfectamente cuando una mujer estaba interesada en mí por la forma de mirarme, exactamente la misma mirada de
G.

Despedí a la chica y bajé rápidamente, no sabía porqué pero tenía la imperiosa necesidad de ver a Isabella. Saqué mi
celular de mi bolsillo y busqué su número. Llamarla sería ponerla sobre aviso, me subí al coche y conduje por las
avenidas hasta llegar al departamento de ella.

Saludé al chico de vigilancia y subí en el ascensor. Necesitaba verla, no sabía por qué extraña razón lo hacía, toqué la
puerta rápidamente y un par de minutos después Brithany me abría con una sonrisa radiante. Me echó las manos al
cuello y sonreí, habían pasado unas semanas desde que se había enterado de mi "noviazgo" con su hermana y la
verdad nos llevábamos muy bien.

Caminamos hacia la sala y ahí estaba el hijo de puta de Garrett sin camisa y con su brazo rodeando los hombros de lo
que me pertenecía. Negué mentalmente, ¿qué jodidos me pasaba? La reacción de Garrett fue de sorpresa, él no sabía
nada y la mirada de Isabella me lo confirmó. Sonreí ladinamente, al menos hasta que me muriera esa mujer era mía.

Dije que era el asesor de Bella ante la mirada agradecida de ella y consternada de Bree. Mientras hablábamos miré mi
reloj recordando que la cita con los Anderson era a las cinco, me entretuve hablando de lo que más me gustaba:
perversión y morbo. Garrett me conocía, podía ver como Isabella se sonrojaba y yo era un hijo de puta feliz.

Cuando Garrett sacó a la luz a todas mis mujercitas debido a mis ojeras pude ver cómo Isabella se molestaba. La mire
sin entender, joder, quería gritarle "sab es he estado follándome a tu amiguita especial casi todos los días, además
tengo un puto aneurisma en la cab eza que me mantiene con constantes dolores y por la mañana parezco una mujer
en los primeros meses de gestación". Isabella se hizo notar_

—Garrett, te recuerdo que Bree es menor de edad —su voz era dura y por un momento todo fue tensión hasta que Bree
salvó el día ofreciéndome algo de beber, asentí con la cabeza y la vi entrar a la cocina volviendo al poco rato con una
Pepsi. ¿Qué esta mujer no conocía de los seis minutos de felicidad que tiene el ser humano tras beber una puñetera
Coca Cola?

Isabella aprovechó para ir a buscar algo a su habitación, y yo aproveché un poquito para joder a Bree que estaba viendo
Sailor Moon. Cuántas frustraciones pasé yo con Sailor Mars… Mis primeras pajas fueron pensando en sus lindas
curvas cuando se transformaba… Lo sé, soy un jodido depravado pero yo tenía 13 años y la mayor parte de la culpa
aparte de ser de Rose que se la vivía viendo el jodido programa, era de los japoneses que hacían que las
transformaciones fueran demasiado para un niño púber como lo era yo. Además no era como si Carlisle tubiese
revistas Play b oy en casa. Isabella volvió minutos después con su laptop, se había duchado y había cambiado su ropa.
Se sentó a mi lado enseñándome una hoja de Word en blanco me dio una de sus miradas asesinas que no
asustaban ni a un gatito y tecleó con firmeza

DEJA DE HABLAR DE COMIQUITAS, POR FAVOR. HABÍAMOS QUEDADO DE VERNOS EL LUNES EN TU CASA.
¿RECUERDAS GENIO? ¡ESTOY EN MIS DIAS!

Leí y no pude evitar responder.

TE EXTRAÑABA, NENA. NO ME QUITES LA DIVERSIÓN. ADEMAS, TÚ ERES MÍA. Y SI YO QUIERO VERTE LO HAGO
Y YA. ¿RECUERDAS NENA? FIRMASTE. ME PERTENECES.

Y era verdad, ella me pertenecía hasta el día noventa. Ella misma había puesto sus condiciones así que… ¡Que se
aguantara!

Por un momento el pensamiento me asustó ¿desde cuándo Edward follador y no me importaba nada mas Cullen era
tan posesivo con el tiempo de una mujer? ¡Jamás! Odiaba que las mujeres me presionaran con sus vocecillas
diciéndome lo necesitadas que estaban de mi tiempo ¡les daba el mejor sexo del mundo! Por favor chicas no pidan
más ¿y ahora? Debe ser el aneurisma, esto volviéndome sentimental.

En ese momento Bree le pasó una tarjeta, la reconocí inmediatamente. Eran las tarjetas de la inauguración para el
hotel que había hecho Don Juan de las Cavernas… Cómo odiaba al tipejo, se creía más que uno y miraba a todos bajo
su hombro; se las daba del gran señor cuando no era más que un puto maltratador de mujeres.
Había hablado con Kath una noche antes, ella misma me había entregado la invitación pero ni muerto le celebraría los
logros al bastardo. Habíamos cenado en el Corner Bistro y ella me había comentado el deseo de exorcizarse contando
su historia y la de McConner, le había dado varias secciones de terapia cuando ella y yo nos habíamos conocido, esa
era una de las razones por la cual yo sabía lo que ella había vivido a manos del innombrable. Pero el amor es jodido y
puto y ella lo amaba tanto que me negó una cita, a mí. Le recomendé a Isabella, había leído sus dos obras y era muy
buena plasmando emociones y al parecer mi amiga me había tomado el consejo. Isabella le susurró a Garrett algo
acerca de su camisa y cuando él se levantó saqué mi celular y aproveché para preguntarle si iría a la jodida fiesta. El
celular de Bella estaba en la cocina así que ella se levantó para ir allí.

¿Irás a la inauguración? Kath me invitó, pero no tengo ganas de ir a celeb rarle sus logros al maldito b astardo con el
que se casó.

Respondió rápidamente:

Sí. No sé si iré, el maldito b astardo está b uenísimo y sé que has estado reuniéndote con tu amor imposib le... Por cierto
¡deja de contarle mis cosas!

Sonreí y teclee rápidamente.

¿Celosa nena?... Joder, quiero b esarte. No sangras por la b oca ¿no?

Quiero un b eso, Isab ella.

¿Qué? soy un pervertido y la deseo como nunca he deseado a nadie en mi vida.

Negó con la cabeza.

Garrett está aquí, Edward...

¡Pregúntenme si me importa, Isabella Swan!

Antes que pudiese contestarme ya la tenía entre el refrigerador y mi cuerpo; y mi boca hambrienta exploraba sin
reparos la suya, sus manos tironeaban de mi pelo y… ¡Joder si antes amaba que hicieran eso, esto era la puta gloria!
Isabella me entregaba todo su anhelo, su deseo y su pasión desmedida y maldita fuera, esto subía mi ego muchos
niveles más cuando me recordaba que era gracias a mí que ella estaba aprendiendo a disfrutar de los placeres de
sexo.

Ella demandaba y entregaba mientras mi lengua sometía la de ella. Se entregaba y pedía retribuciones de la misma
índole y yo era un maldito muñeco en sus manos. Esta mujer tenía un poder sobre mí que no podía descifrarlo, su
aliento dulce me enloquecía, cuando estaba cerca de ella solo quería tenerla bajo de mí gimiendo mientras mi
miembro la penetraba fuertemente, bajé mis labios por su cuello y mordisqueé su mandíbula mientras le susurraba
que la quería esta noche en mi casa. No era la primera vez que tendría relaciones sexuales con una mujer con su
periodo. En India hay una tradición acerca de ello.

Era algo animal y primitivo, salir y cazar, eso era, sentirse libre de todo prejuicio y moral.

Estaba casi convenciéndola de que fuesen mis labios en su piel, mi cadera estrellándose contra la de ella, sus piernas
atadas a mi cintura, su corazón palpitante para mí, sus jadeos entrecortados… ¡Estaba más duro que una maldita roca!
Sentía sus uñas deslizarse por mi espalda mientras mis labios no le daban tregua, llevé mis manos a sus pechos no
eran tan grandes, pero tampoco pequeños cabían perfectamente en mi mano y sobre todo en mi boca, eran como dos
pequeñas almohadas, estaba sonando como un maricón pero sí, me encantaban sus jodidos pechos. La sentí
mecerse entorno a mí, entregada a mis caricias, cuando sentí la puerta de la cocina estrellarse fuertemente y luego la
voz de Garrett.

— ¿Qué diablos significa todo esto?

Había salido pitando de ahí, no porque me diese miedo la reacción de Garrett, No…

Punto uno: Garrett no es nadie en mi vida.


Punto dos: Yo no explico mis acciones.

Punto tres: Garrett me valía…. Sombrilla, el punto estaba claro, Isabella Swan era mía.

Kath me llamó luego de haber atendido a los Anderson, me comentó que Bella haría su puto libro y la felicité. Luego me
imploró que fuese a la maldita inauguración ya que sus amigos no irían y se sentiría sola. Le juré por mi vida "que
estaba a punto de agotarse" que iría, así que ni modo, tocaba.

A las once en punto estaba en el estudio de grabación. Rose me lanzaba dagas asesinas con los ojos, por no
contestar las llamadas de Esmerald. Yo podía ser todo lo duro y frio que quisieran pero Esmerald Platt era mi mayor
debilidad, esa mujer no solo había sido mi madre, era mi amiga y confidente. La única mujer que me aceptaba tal
como era, me entendía y respetaba mis decisiones aunque estaba seguro como la mierda que esta no la respetaría.

Esa noche el programa era uno de mis favoritos hablaríamos del sexo tántrico, estaba deseoso por poder practicarlo
con Isabella, el programa estuvo entre bromas y risas. Isabella me envió un mensaje en pleno programa y sonreí antes
de contestarlo, Rose me lanzó una de sus miradas de la casa y le enseñé el dedo del medio, al fin y al cabo llevaba 22
años soportando esas jodidas miradas.

Fui a un bar al acabar el programa, me tomé unos tragos con Irina pero cuando intentó besarme giré el rostro. ¿¡Qué
demonios me pasaba!? Podía echar un polvo con Irina como en los viejos tiempos, tenía un aneurisma en la cabeza no
una jodida video cámara. Cuando ella volvió a besarme lo hice, la besé con fuerza pero era un beso hueco. Suspiré
fuertemente e intenté una vez más pero recordaba fuertemente el beso compartido con Bella en la cocina ¿Qué carajos
sucedía? Ni siquiera Eddie se levantó, ella lo intentó un par de veces más pero al no conseguir nada me levanté
diciéndole que tenía un jodido dolor de cabeza -cosa que no era mentira-.

Confundido me fui a casa y estuve un rato en el sofá con Frey…

—Creo que le diré a Rose que se quede contigo, chiquita —dije acariciando su cabeza mientras ella mordía la
zanahoria de hule que Isabella le había dado—. Con Jake no, ese ratón de laboratorio que Leah llama perro es
espantoso —me estremecí, acabé mi bebida y me fui a la habitación. Si Eleazar sabía que seguía bebiendo era
hombre muerto… Me valía, de igual manera me iba a morir.

El día siguiente fue horrible, pasé toda la mañana en cama con un puto mareo de los mil infiernos, cada vez que me
levantaba el mundo me daba vueltas así que dormí como un oso después de tomarme dos comprimidos, cuando me
levanté cerca de la una comí algo ligero y me tiré a la cama a ver televisión, volví a quedarme dormido rápidamente y
cuando me desperté tenía varias llamadas de Carlisle y Kath, abrí los mensajes al ver que tenía varios. El primero que
abrí era de Jake:

Lo siento, Edward. Lo siento tanto…

El segundo era de Carlisle:

Dime por favor que pensaste en la opción de Eleazar, hijo…

Joder había dicho que lo pensaría pero no quería presión.

El tercero era de Kath:

Lo prometiste Ed, por favor ven. Sé que Lex se la va pasar hab lando con inversionistas y odio ser esposa de adorno,
mientras él hace negocios yo comparto con mi amigo. Mira que me iré tan pronto la fiesta acab e…

Al final tenía un emoticón haciendo pucheros, iba a contestarle pero el celular sonó en mis manos:

"Carlisle"

—Te amo, viejo pero no estoy para tus ruegos —murmuré mirando el aparato y dejándolo en la mesa. Tenía tiempo
justo para vestirme e ir a buscar a la única mujer que quería que me acompañara a ese show…

Isabella estaba en unos pantalones cortos de jeans y una camisa a tiras cuando entré a su casa. Pixie, Bree y un chico
rubio al que me presentaron como Jasper, el esposo de Alice alias Pixie por lo enana y metiche estaban en la sala.

Me dijo que no iba a ir y luego mencionó algo relacionado con un bebé. Mis ojos se abrieron como platos al entender
sus palabras pero rápidamente ella me saco de mi ensoñación, por una milésima de segundo había pensado que
quizás ella estaba embarazada. No era una situación normal la de nosotros, ni siquiera había pensado en tener hijos
algún día pero sin duda por un bebé quizás reconsideraría la opción de Eleazar ¿qué mierdas me pasa? No eres
hombre para cambiar pañales Edward Masen. Felicité a Alice y a Jasper, y recordé mentalmente enviarle algo lindo a
Leah y Jake.

Me costó convencerla para que me acompañase y al final saque la artillería pesada, que Isabella escribiera el libro de
Kath era un buen negocio para ambas, la historia de Kath no era de mi agrado pero tenía todo eso que a las mujeres
les gusta hoy en día: un hombre oscuro, sexo desenfrenado, sumisión, placer y un toque de drama… Estaba seguro
que sería un best seller. Alice inmediatamente actuó y cuarenta y cinco minutos después bajaba en el elevador con una
muy hermosa Isabella. ¡Cristo, estaba duro de solo mirarla! Agradecí mentalmente que mi traje para esta noche fuera
negro, quería usar el gris pero seguro don humito llevaría uno de ese color.

Cuando salimos del elevador no pude evitar mirar su trasero, era hermoso, prieto y respingón; no era muy fanático del
sexo anal pero como que me llamaba Edward Cullen que haría mi lucha por ir allí, subimos a mi auto y manejé en
silencio en dirección donde era la dichosa fiesta.

—Pensé que no ibas a ir a la inauguración —dijo ella de un momento a otro.

—No es de mi agrado ir a festejar los logros del maldito de McConner, pero Kath es especial para mí —vi su cara de
confusión—. Kath fue mi alumna cuando fui profesor en la universidad de Nueva York —aclaré rápidamente.

—No sabía que habías sido profesor —sonreí.

—Exactamente, no lo fui. Había una plaza abierta para asesorar tesis en el área de psicología, Kath necesitaba un tutor
y me ofrecí, ella me contó su historia; estaba tan empecinada en encontrar un factor psicológico que justificara la actitud
del maldito que tiene por marido, que prácticamente se enterró de cabeza en la universidad. Nos conocimos poco a
poco, es una chica humilde que ha vivido muchas cosas, no te miento cuando te digo que su historia es interesante.

—Móntale un altar —por su tono de voz parecía no agradarle Kath.

— ¿Celosa nena? —la piqué.

—En tus sueños…

—En lo único que sueño ahora es en que sea lunes pronto. Soy un hombre exigente…

— ¿Si practicas el sexo tántrico no se supone que debes tener relaciones una vez al mes? — ¡qué mierda! Lo
practicaba pero no era de hierro, era un hombre sexualmente activo y era la primera vez que practicaba monogamia,
sonreí dándole una de mis sonrisas patentadas antes de contestar:

—Soy demasiado sexual como para someterme a tener sexo una vez al mes, Bella, el tantra me enseñó a dominar mi
necesidad más no mi deseo, no hay nada más jodidamente gratificante que estar en el cuerpo de una mujer —la vi
removerse en su silla—. ¿Te pongo nerviosa Isabella? Tienes el pulso acelerado —acaricié su mano y me detuve en
una luz roja—. Cuando Kath te cuente su historia me entenderás —quitó su mano con desdén y sonreí para mis
adentros, mi dulce gatita estaba celosa…y me gustaba.

Llegar al lugar fue fácil, entregamos las invitaciones y mientras discutíamos en donde ubicarnos nos encontramos con
Carlisle y Esme, mi madre me miraba con sus ojitos inundados en lágrimas así que la atraje a mi olvidando a Bella,
luego la dejé con Carlisle y salimos por el jardín, no podía negar que el bastardo había hecho un buen trabajo.

Me senté con Esme en una banca y la dejé llorar.

—Sálvate, Edward —murmuró mi madre ahogada por el llanto.

—No hay salvación para mi mamá —besé su frente—. No me alejes de ti Esme, sálvame tú como cuando era pequeño
y tenía miedo que salieses y no regresaras, quédate conmigo como cuando tenía fiebre —sentí una lágrima descender
por mi mejilla y la quite rápidamente—. Apóyame como siempre lo has hecho mamá, acuérdate que somos títeres en
este mundo ante un ser supremo que nos maneja a su antojo, mi velita ya se está acabando Esme, disfrutemos de lo
poco que queda de ella —agarré sus manos—. ¿Por favor ma? —Esme me estrechó entre sus brazos fuertemente y
lloró.
—Dios te va a salvar.

—Que buda te escuche —murmuré haciéndola reír—. Eso es mi Esme, sonríe —limpié sus lágrimas con mis manos
—. Quiero recordarte sonriente.

—Edward… —coloqué un dedo en sus labios.

—Te quiero mamá, te querré siempre, eres la mejor madre del mundo, sé fuerte para mi como siempre lo has sido —
después de una ronda de llanto y varios besos en la cabeza Esme se fue al tocador a arreglar su maquillaje y yo fui en
busca de Isabella, cuando entré al salón don magnánimo estaba en el pódium. Miré mi celular y tenía un mensaje de
Bella, lo contesté rápidamente y la busqué donde me había dicho. Isabella era hermosa, no la hermosura a la cual
estaba acostumbrado, bellezas falsas, demasiado preocupadas por sí mismas, demasiado arrogantes y vanidosas,
muy parecidas a mi. Ella era natural y ese vestido la hacía ver como una diosa… Y ella estaba conmigo, por querer
aprender, por un puto acuerdo o lo que sea… Me pertenecía.

Llegué a ella y Kath se nos acercó y hablamos un rato antes que la bestia se acercara llamándola por su primer
nombre, Kath lo odiaba, prefería que la llamaran Kath o Katheryn no Laura. Por unos minutos todo fue tensión, Kath
presentó a Isabella y mi gatito se comprometió con lo del libro. Nos retamos con la mirada como siempre que nos
encontrábamos, él sonrió burlón apretando a Kath más a su cuerpo, no supe porque quise hacer lo mismo con
Isabella cuando su mirada se paseó por el cuerpo de mi chica.

¡Joder me estaba volviendo loco!

McConner se llevó a Kath y nosotros caminamos a nuestra mesa. Tan pronto llegué ahí Leah me sacó a bailar,
siempre hacía lo mismo. Jake nació con dos pies izquierdos y una viga de acero enterrada en el culo. Bailaba más una
cucaracha envenenada por RAI que Jake en una pista de baile. Tomé la mano de mi cuñada que aún no se le notaba
su pancita y nos fuimos a bailar.

Pensé que sería una pieza, pero fueron como siete y cuando ella argumentó estar cansada Kath me tomó como su
pareja.

— ¿Cómo va todo? —preguntó seria.

—Genial como siempre…

—No seas tonto, ¿qué lío tienes con la escritora? ¿Son amiguitos con derecho? —Sonreí, una sonrisa ladina y lobuna
—. ¡Lo sabía! Te la estas tirando —siseó entre dientes.

—Oye, no es algo pasajero.

— ¿Es tu novia? —Kath arqueó una ceja incrédula.

—Nos estamos conociendo —murmuré.

—Y follando…

—Kath…

— ¡Kath, nada!, te gusta verdad —no fue una pregunta…

—Estamos conociéndonos.

—Y te gusta, solo hay que ver la mirada que le diste a Lex cuando él la vio, te conozco minino y conozco cuando a un
hombre le gusta una mujer más de que lo que debería o quiera aceptar.

—Tu marido es un gillipollas, estando tú ahí ver así a otra mujer… —murmuré— Y pensar que me dijiste que yo era un
mujeriego.

—Lex no la veía con deseo, la veía con curiosidad, según él, le recuerda cuando me conoció —resoplé—. Yo le creo,
estoy segura que me veía como ella, levantando barreras para no enamorarme y sintiéndome pequeñita ante un
hombretón de tu calibre, y lo mejor es que la tonta no se ha dado cuenta que tu le gustas.

—Kath…

—Mira —pegó su rostro a mi pecho—. Conozco esa mirada señor yo soy el dios del sexo, es la misma que yo le daba a
Lex — ¿Podría ser? No, yo no quería una relación, mis días estaban contados —. Lo peor es que tú la miras igual.
—Estás hablando tonterías —susurré.

—Pues está bailando con Lex —me detuve abruptamente para verla bailando con la bestia esa—. Menos mal que no te
gusta, me avisas cuando sí, vale… —murmuró algo en italiano.

—No vas a hacer nada —reproché.

— ¿Por qué? Solo están bailando yo sé lo que tengo Edward. Alexander es mi hombre —puntualizó, vi como el pedazo
de idiota y ella salían de la pista hablaron algo y luego él se fue… Lo malo y lo que me hizo ver el infierno fue que
Isabella fue tras él. Terminé la pieza con Kath y me dispuse a buscarla, tenía el corazón acelerado y la rabia bullía en mi
interior.

¡Qué mierdas tenía que hacer Isabella con ese puto bastardo!

Los encontré en el jardín donde había estado con Esme, parecían discutir pero cuando más me acerqué vi que el
todopoderoso señor trataba de enseñarle lo que ella quisiese de dominación, si estaba enojado ahora veía rojo, el
diablo bailando frente a mí con las diablillas a su alrededor, el infierno ardiendo en brazas era pequeño comparado con
mi cabreo.

—Isabella —dije fuertemente haciéndola saltar—. Llevo horas buscándote —siseé entre dientes, viendo la sonrisa
arrogante en McConner, "no me busques falso intento de Cris Evans o te parto tu linda carita" pensé para mí.

Hizo un comentario sarcástico y nos envolvimos en una pequeña discusión, discusión que ya no me hacía ver rojo si no
de todos los colores.

—Bella, si en verdad quieres conocimiento, yo puedo ayudarte. Conozco lo suficiente de sexo como para explicarte
cada experiencia sin siquiera tocarte... —murmuró McConner... ¡Qué demonios! ¡maldito perro sádico!

—Isabella —la llamé con ira, tenía las manos apretadas para no soltarle un puño al idiota—, nos vamos —rugí
conteniéndome mientras lo veía sonreír.

—Recuérdelo, señorita Swan —sacó de su cartera una pequeña tarjeta, pero antes que pudiese siquiera ella tomarla,
la tiré del brazo.

—Nos vamos, Isabella —dije con voz dura.

Ella siseó algo pero yo ya no entendía nada, el dolor de cabeza empezaba a asomarse y la frustración unida a la rabia
siempre sacaba lo peor de mí. Pasó a mi lado empujándome y dirigiéndose al salón, por un minuto sostuve la mirada
con McConner y luego salí tras ella escuchando su estúpida sonrisa.

—Dile lo que sientes —susurró Kath cuando pasé a su lado, no me detuve seguí buscando a Isabella y la vi en
dirección a los baños, discutimos levemente. Isabella me atraía, teníamos una química impresionante a la hora de ser
uno solo, pero verla enojada, pareciendo un gato mojado me ponía a mil... Ella completa me ponía a mil.

Sentía la sangre hirviendo en mis venas, maldito McConner que tenía que estar ofreciendo enseñarle, yo podía hacerlo.
Yo tenía el deseo y los conocimientos, nadie se iba a acercar íntimamente a Isabella Swan mientras yo estuviese vivo.
¿Qué demonios estaba haciendo ella con ese tipo?

— ¡¿Qué diablos hacías a solas con McConner?! —expresé con voz dura, con la ira burbujeando en mi interior.

—Hablar… —dijo indiferente.

— ¡Y un demonio Isabella! —Grite descontrolándome—. Yo estaba ahí y el maldito te propuso…

— ¡Lo mismo que tú! —me acusó mientras me señalaba con un dedo—. Maldición, ¿vas a formar un escándalo aquí,
Edward? Te recuerdo que no somos nada… —no, ella estaba equivocada, ella era mía.

—Monogamia —murmuré entre dientes, esa era mi única excusa.

—No me lo estaba follando ni con el pensamiento, estás siendo estúpido e irracional —gritó haciendo que varias
mujeres nos observaran, quise mandar todo a la mierda y enseñarle quién era su maestro que solo pude ordenar que
nos íbamos inmediatamente de ahí, cuando quise hablar le dije con voz seria y fuerte que tenía dos opciones irnos por
las buenas o por las malas, nunca había sido un hombre de castigos pero Isabella estaba comprando todos los
boletos para una buena zurra, ¿no quería ella saber de dominación y sumisión? Bueno unas cuantas nalgadas podían
enseñarle lo bueno que era en ese campo.
La solté y ella entró al tocador... Estaba demasiado cabreado y el maldito y punzante dolor de cabeza estaba
empezando a fastidiarme.

Posesión, sí. Isabella era mi posesión mientras yo estuviese vivo, ese era nuestro trato, monogamia significaba
lealtad, posesión y sacrificio al menos para mí. Kath estaba equivocada, muy equivocada, No estaba enamorándome
de Isabella Swan, no lo estaba, sin embargo el primer paso a enamorase era esta jodida sensación de posesión, de
gritar como neandertal frente a la cueva ¡ella es mía!

¿Qué me ocurría? Si no supiese que tengo una maldita bomba de tiempo en mi cabeza me daba contra las paredes
¡no estoy enamorado!

—Yo simplemente no puedo enamorarme —me dije a mi mismo mientras la esperaba afuera del baño—. No puedo
enamorarla, esto es sexo como siempre Edward. Sexo. No siento más por Isabella Swan que la mínima atracción que
siento a hacia el género femenino. Nada más.

La vi salir enfurruñada como ella sola sabe hacerlo y el viaje en el auto de regreso a su casa fue malditamente
silencioso. Golpeé el volante varias veces mientras repasaba las palabras de Kath… No era amor, era deseo y lujuria
era el placer de saber que todo lo que ella conocía de sexo me lo debía a mí. Yo era su maestro, su sensei y ella mi
joven padawan, la estaba moldeando a mi manera y eso me hacía sentir posesivo...

Llegamos a su casa y la seguí, ¿por qué? No lo sabía.

Demonios estaba aun enojado.

Bree no estaba ahí. Le pregunté una vez más qué hacía con McConner, había visto su mirada cuando ella lo vio y había
visto cómo lo miraba a él.

— ¡Maldición! ¡No creo que simplemente estaban hablando! Me imagino cómo tu cuerpo vibró al escucharlo hablarte de
sexo, ¿te satisface saber que otros hombres desean poseerte? —caminó hacia el refrigerador ignorándome y tomó un
largo sorbo de su bebida, la tomé por los brazos haciéndola girar—. ¡Contéstame por un demonio! —grité— ¿Vas a
llamarlo, Isabella?

Sus ojos se oscurecieron de ira. — ¡Ni siquiera se te ocurra pensar que voy a estar con él! ¿Por quién me tomas?
¿Acaso no me entregué a ti siendo virgen? ¡Maldito neandertal! ¡Si estoy acostándome contigo, es por el amor a mi
carrera por nada más¡ Además, fue tu estúpida condición para sacarme del atolladero. En cuanto si voy a verlo, ¡no lo
haré! —gritó.

—Entonces, ¿por qué estabas con él? ¿Por qué? Maldita sea, yo puedo darte todo que necesitas —rugí, la cabeza me
palpitaba, sentía mi autocontrol perdiéndose cada vez más, quería tomarla y enseñarle una vez más quién podía
hacerla ver las malditas luces artificiales del 4 Julio. Solo yo podía entrar en su cuerpo por lo menos por estos malditos
tres meses, solo yo podía enseñarle.

—Alexander solo se ofreció a ayudarme a conocer más el mundo de la dominación y la sumisión; no dijo en ningún
momento que quería aprovecharse de la situación. ¡Como lo hiciste tú! —me acusó. Sí, me había aprovechado quizás,
pero ella no se estaba quejando ¿o sí?, no la veía escuchado quejarse ni una maldita vez desde que la instruía.
Siempre pedía más, exigía más y yo le entregaba todo, malditamente todo.

— ¿Lo deseas, Isabella? —caminé sintiendo la furia emanar de cada poro de mi cuerpo. ¿Esto eran celos? NO. Era
demostrar quién era yo y quién era ella, era demostrarle que yo podría enseñarle lo que sé y más, era el deseo
absoluto de que ella supiera que estábamos juntos hasta el final de mis días—. No me tomes por idiota, Isabella.
Nadie se burla de mí, ¿me entiendes? —farfullé—. Tú y yo tenemos un acuerdo —eso era, un puto acuerdo, un acuerdo
que estaba a punto de recordarle. Intentó pelear, luchó pero la apresé contra mi cuerpo sintiendo como su cuerpo
tenso se relajaba ante mi beso. La besé con fuerza sujetándola y pegando cada curva de su delicioso cuerpo al mío,
succionando sus labios con alevosía, dejando que la ira escapara de mi cuerpo, hasta que la sentí completamente
entregada a mí.

Mis labios se desprendieron de su boca y besé su barbilla, su terso y níveo cuello mientras escuchaba sus jadeos,
volví a su boca y la agarré por la nuca dando un beso fiero y demandante, exigiendo su rendición hacia mí.

—Solo yo puedo hacer que tu corazón se acelere así, Isabella —susurré posesivamente haciéndola soltarse de mí,
maldiciendo internamente por mi estupidez.

— ¡Eres un maldito cerdo hijo de puta arrogante! —se limpió mi beso con su mano—. No soy tuya, no te pertenezco, no
soy tu maldita posesión ni tu trofeo, bastardo infeliz.
— ¡No entiendes! —grité pasándome la mano por el cabello, ella se veía realmente enojada.

— ¿Qué es lo que se supone que tengo que entender? —gritó de vuelta y caminé nuevamente hacia ella, encerrándola
entre mis brazos y agarrando firmemente la isleta de su cocina.

— ¡Que me vuelves loco por un demonio!... ¡Que me gustas, maldita sea! —golpeé la mesa a su lado y salí de la cocina
antes que dijera una estupidez más grande de la que ya había dicho.

Isabella Swan me gustaba... Me gustaba mucho, me gustaba como no me gustan el resto de las mujeres.

¡Oficialmente jodido! Me juré que nunca diría esas palabras y de pronto ellas salieron de mi bocota.

Pasé todo el fin de semana encerrado en mi departamento, Jake había venido y por fin habíamos hablado, amaba al
perro sarnoso. Esme había venido también, quiso convencerme de la operación pero me enojé demasiado, intentó
calmarme diciendo lo del día de acción de gracias e invitando a Isabella... No quería ir pero por Esme lo haría, le
comenté que tenía que decirle a Alice y a Jasper, sabía que Isabella pondría esa objeción y si iba a aguantar a toda la
familia, a Jake y sus ruegos, a Carlisle y sus regaños y a Esme con sus ojos llorosos, era mejor estar con mi colcha
calentita... Si es que después de la noche del sábado y esas palabras la hacían volver...

Igual tenía dos opciones o venía, o iba por ella.

En la tarde del lunes me reuní con Jenks, era el abogado familiar, dispuse de mi dinero, en caso de que muriese la
mitad de mi fortuna sería para obras de caridad y lo que quedaba sería repartido entre mis sobrinos equitativamente,
Las acciones de Otra oportunidad serían para Carlisle y Esme. Mi Aston se lo dejaría a Garrett, a ese cabrón siempre le
había gustado mi bebé. Frey tendría una pequeña cantidad de dinero para su manutención, nada muy exagerado,
amaba ese saco de pulgas; cuando me tocó decidir a quién dejarla no sé porque su rostro apareció... Se llevaban bien,
eran muchas las noches en las que las encontraba juntas y mi lado egoísta me decía que no deseaba que ella me
olvidara... Freyja sería de Isabella.

Habíamos vuelto a grabar el programa porque Rose tenía una entrevista que hacer. Sally, la agente de bienes raíces
me había llamado por un posible comprador para mi departamento, la reunión fue monótona y aburrida, el comprador
no quería dar la suma pactada, era una buena propiedad y ese era un precio justo, no cedí. Estaba moribundo pero no
era idiota. Isabella no me había llamado y tampoco haría el amague de llamarla, mi celular sonó y entré al elevador
contestando la llamada de Heidy:

—Entonces, ¿te veré hoy lindo? —dijo con voz zalamera y no pude evitar sonreír.

—No, lo lamento Heidy —las puertas se abrieron en el piso seis y Garrett estaba frente a mí. Por un momento nos
mantuvimos las miradas y luego el entró a la caja metálica.

—Anda b onito, ¿hace cuánto que no nos vemos tú y yo? Sab es, te extraño; Felíx no es b uen marido. Supongo que
porque se casó conmigo cuando quedé emb arazada de Demetri. Necesito tu pasión, Doctor Sex —sonrió tontamente y
no pude evitar reír más abiertamente.

—Haré un hueco en mi agenda, pero no te prometo nada...

—Una copa mínimo, tigre —dijo más melosa aún.

—Heidy… —me arrepentí de haber dicho su nombre cuando Garrett se tensó frente a mí—. Quedamos así... Te llamo
nena, pero quiero que sepas que estoy con alguien así que no haremos nada más que una copa.

— ¿Puedo hacerte camb iar de opinión, no? —sonreí, no había terminado de colgar cuando Garrett se había lanzado
contra mí y me había tomado por el cuello de mi camisa.
—La lastimas y te mataré Masen, una sola lágrima que Isabella derrame por ti y te juro que voy a matarte.

—Suéltame Garrett—dije suavemente haciendo que su amarre se tensara.

—¡Maldición!, no eres bueno para ella —rugió golpeándome contra la pared fría y metalizada.

Inspire profundamente, llenando me de paciencia — ¿Tú sí, Garrett? —Escupí con sorna—. ¿Tú sí eres bueno para
ella? —Garrett me miro sus ojos azules relampagueaban con furia.

—No se de que demonios hablas—dijo soltándome y caminando hacia las puertas— Tu…

— ¿Por qué no le dices que estás hasta los tuétanos por ella? —escupí fieramente, —Anda, porque eres tan cobarde y
que te cuesta decirle que la quieres, eres un maldito egoísta ¿ni para ti ni para nadie no? que comodo G—era como si
la ponzoña se hubiese acumulado en mi boca. Garrett me miraba con furia.

—Yo no soy bueno para ella, tú tampoco lo eres... No tomas a nadie enserio, te gusta jugar con las mujeres, yo soy
igual. ¡Joder! —Paso las manos por su cabello— Nueva York está inundado de mujeres fáciles ¿Por qué Isabella?
Maldita sea, ella no es tu tipo… — sentimos la campanilla del ascensor avisándonos que habíamos llegado al primer
piso.

—¿Según tu cual es mi tipo? —pregunte con desdén.

—Isabella no es mujer de un polvo Masen.

—No tienes que decirme cosas que ya se Garrett—la puerta se abrió pero ninguno de los dos salió.

—Entonces que demonios quieres con ella… Porque he pensado y pensado y no se cual es tu juego—Garrett apretó
uno de los botones para que la puerta estuviese abierta—por varios minutos solo nuestras miradas hablaron.

—Quizás no estoy jugando—murmure — lo vi salir del elevador, Garrett se giro riendo sínicamente.

—No me importa, pero te diré, escucha bien Masen porque por mas hermano que te considere no volveré a repetirlo.
La lastimas y te mato—llevó sus dedos a su boca—. Te juro que te mato —las puertas se cerraron y me recosté a la
pared suspirando fuertemente, negué con la cabeza y oprimí el botón para llegar al sótano.

Llegué a casa alrededor de las siete, caminé hasta mi habitación, me desnudé lentamente y coloqué música por mi
Ipod; me daría una ducha y esperaría a Isabella. Si no venía, iría por ella, estaba decidido. Ni McConner, ni Garrett
pondrían una mano en ella, al menos no en estos dos meses que me quedaban de vida.

Cuando salí de la ducha ella estaba ahí y no pude evitar sonreír cuando vi cómo mi cuerpo la hacía temblar. Le ordené
darse un baño y saqué del closet algo que había comprado para ella en Sin tab ú.

No tenía mucho tiempo así que me coloque unos pantalones de yoga y busqué frutas en mi refrigerador, tenía un poco
de carnes frías las corte en trozos y agradecí a Anna que hacia el aseo en mi apartamento una vez por semana; había
venido en la mañana y había picado la fruta para mí, tomé una botella de champaña y dos copas y me fui al santuario.

Ajuste las luces rápidamente, moría de ganas por mostrarle a Isabella de lo que era capaz, era completamente
improvisado, quería que ella supiera que yo podía enseñarle todo lo que ella quería y necesitaba saber. Estaba
colocando la champaña en hielo cuando ella llegó. Hermosa, la lencería parecía ser hecha para que ella la moldeara,
solté su cabello y di rienda suelta a nuestra clase Tántrica...

El Sexo tántrico siempre era alucinante y con muy pocas personas podía compartirlo, era una cuestión de entrega más
que de placer, y muchas de las mujeres con las que andaba querían eso, el placer, el éxtasis que daba al llegar al
clímax a muchas ni siquiera les importaba si yo lo obtenía o no. Disfrutar de una sesión de Tantra junto a Isabella fue
magnífico a pesar de su afán en conseguir un orgasmo, terminar con ella alimentándonos mutuamente me hizo sentir
distinto, como si algo hubiese cambiado entre nosotros.

Definitivamente algo había cambiado, ya no podía negarlo, maldita sea mi suerte. Cerré mi mente a cualquier voz o
sensación de dolor por la ausencia de ella, por dejarla, no era hora de pensar en el que ocurriría si…
Habló de las revistas pero nunca me había importado lo que dijeran de mí, disfrute de su calor, su cercanía, su cuerpo
desnudo para mi deleite, le hice el amor a mi manera, la llene de caricias hasta hacerla llegar una y otra vez
tragándome sus jadeos, bebiendo de sus gemidos, disfrutando el contacto de piel con piel...Confundiéndome casa vez
mas…

Las semanas pasaron rápidamente, el día de acción de gracias nos pegó en la nariz como una puerta cuando se
cierra fuertemente y antes que pudiese preverlo ya estábamos con Bree en el aeropuerto, la cabeza me había estado
doliendo horrores y aunque el sexo con Isabella era alucinante habían días que no veía más que puntos rojos frente a
mí. Isabella entendía algo, la escuché comentar acerca de las migrañas, así que lo tomé como excusa. Esos días
Isabella se dedicaba a preguntarme cualquier inquietud y yo empezaba a sentirme cada vez mejor a su lado. Mirar el
amanecer con ella era asombroso, compartir el desayuno y terminar desayunándomela a ella era magnífico, era como
si ella me llamara como si junto a ella hubiese encontrado mi lugar en el mundo, necesitaba tenerla cerca…Estaba
Absoluta e irrevocablemente jodido… Isabella estaba cambiando mi vida. Pero no todo era color de rosa, los parásitos
más conocidos como paparazzi estaban respirándonos en la nuca, Isabella estaba nerviosa muy nerviosa, así que
esperaba que este fin de semana alejada de todo la ayudara y de paso aclarara la confusión que estaba sintiendo yo.

Aquellos días con ella me pertenecían, cada uno y si iba a morir los iba a disfrutar, serían mis últimos días con mi
familia, los últimos con ella.

Que demonios me estaba ocurriendo…

..

Mi pobre niño tonto, para amar no hay que proponérselo, solo se da…Esta es mi forma de decir ¡gracias! Gracias por
esos 1000 Revs, es gratificante para esta chica saber que cuenta con ustedes

Agradecer a Salem por aguantar mis neuras, a Adriana por estar siempre ahí junto a mi por sacar tiempito para revisar
mis ideas, a Gine que a pesar de no ser mi beta me lleno de ideas el fin de semana que estuvimos juntas, Eve, que
me apoya plenamente, Eliana que vive dándome porras por pin, a Jo porque es la que ha estado ayudándome con la
gramática a Veronica que beteo este cap porque Jo estaba con el que subí hace unos minutos. A Pao, Cris y Mimi que
son las que jodo con los temas medicos,. A mi querido Harem del Doctor Sex (en Facebook y en whats app) esas
chicas son las mejores de todo Fanfic

Nathaly, Ninoska, Michell, Pamela, Andrea, Anguie, Marje, Yazz, Joa, Lenith, , Jenn, Sole, Clau, Luciana, Iku, Angry.

A todas!. Las lectoras fantasmas, las anónimas, las que tienen cuenta pero no puedo responderles a todas ¡mil
gracias!, espero que les haya gustado.

Besos

Aryam!
*Chapter 17*: Sentimientos Encontrados
Disclaimer: los personajes de Crepúsculo son propiedad única y exclusivamente de la señora Meyer, yo solo los utilizo
para mi diversión.

Capítulo beteado por Jo Beta Ffad, Betas FFAD

www facebook com / groups / betasffaddiction

NA: es un placer para mí decirles que esta historia está debidamente registrada en SafeCreative bajo el código
1305285174880. Cualquier distribución, copia o plagio del mismo, acarraría las consecuencias penales y
administrativas pertinentes.

Así que abrázame cuando este allí.

Simplemente ayúdame cuando esté mal.

Puedes abrazarme cuando este asustado.

No estarás allí para siempre así que ámame antes que marche.

When I'm gone

Thre doors down

NA: Este es un capitulo de transición... Espero les guste.

Sentimientos encontrados

Nuestras respiraciones era todo lo que llenaba el lugar, Edward me había ordenado salir del agua cuando mis dientes
comenzaron a castañear, pero me negué, el cielo estaba descubierto y podíamos ver cada una de las estrellas, sin
contar la hermosa luna que reposaba sobre nosotros; el agua estaba tranquila y sentía una sensación de plenitud que
no quería ni podía entender, mi cabeza descasaba en su pecho y podía sentir el pequeño arrullo de su corazón. Cada
vez que Edward estaba cerca a mí, tenía esta necesidad de mantenerlo cerca, fuera del contacto sexual. Trataba que mi
mente no fuese más allá, esto era simplemente un pacto, algo que acabaría más temprano que tarde.

Mas hoy no quería pensar en eso, no en este momento, no ahora.

—Vamos fuera del agua, Isabella —murmuró fuerte cuando una pequeña brisa helada nos arropó, haciendo que mi
cuerpo se pegase mucho más al suyo; suspiré fuertemente y me separé de su calor empezando a caminar hacia la
orilla. Estaba a punto de tomar mi camisa cuando lo sentí en mi espalda—. No he terminado aún, nena —susurró
dando pequeños besos en mi cuello—. Yo… —succiono mi piel y sus manos se sujetaron a mi cadera—No logro
saciarme de ti —me giró entre sus brazos atacando mis labios con deseo y lujuria desenfrenada—, tu cuerpo, tu
manera de envolverme… Cristo Isabella, qué estás haciendo conmigo… Yo, yo… Yo estoy… —mis manos agarraron
sus mejillas besándolo con más ahínco. No quería que hablara, estábamos bien así; teníamos un trato. Edward
mordía, succionaba y jalaba con destreza mientras jadeaba entrecortado entre mis labios, nuestros corazones latiendo
a una misma velocidad, mis manos halando los cabellos de su nuca, mientras disfrutaba de su sabor me di cuenta
que estaba completamente ida, que solo bastaba que él me mirase para encenderme, que sus labios atacaran los
míos para que mi cuerpo fuera arcilla moldeable en sus manos y, Edward Cullen, era el mejor alfarero, el mejor
maestro y el mejor amante ¡Dios!

¿Qué sería de mi cuando todo terminara? Cerré los ojos por un segundo y volví a la negación y permití que mi cuerpo
disfrutara de su electrizante toque, que sintiera la pasión de las caricias, me permití caer en el deseo desenfrenado
que solo él podía provocarme.

Me había hecho suya en la arena sin importar más nada que él y yo, nuestro deseo desenfrenado por sentirnos,
encajando perfectamente sin importar el frío, con el mar y la luna como testigo de nuestro acto… un acto que iba más
allá de algo hueco y vacío, era más que placer, era una entrega. Él se entregaba a mí de la misma manera que yo me
entregaba a él, lo que hacíamos ahora era muy diferente a lo que se suponía que debíamos hacer, quizás no tenía
mucha experiencia pero podía sentirlo. No quería pensar sólo disfrutar el momento, entregarme completamente al
frenesí de sus besos y sus caricias, a sentir su cuerpo caliente y musculoso sobre el mío. Edward me había dejado
sobre él, cediéndome el control por breves instantes pero, si algo había de cierto en este momento, era que a la hora
que nuestros cuerpos se unían él era mi maestro yo su aprendiz y aquí, no había más cabida para nada que no fuese
sexo.

Sólo sexo Isabella Swan, sólo eso, ese debe ser tu mantra.

Cómo llegamos a la cabaña, no podría decirlo con exactitud, creo recordar que Edward me había alzado en brazos y
había caminado hasta allí, aunque también podría haberlo hecho yo.

—No te duermas —dijo suavemente al dejarme en el sofá, Edward mi cuerpo estaba cubierto por mi camiseta y él solo
tenía sus vaqueros colgando de su cadera, lo vi caminar en dirección al baño y me dejé caer en el sofá, sin importarme
que tenía arena en lugares que era mejor no mencionar. Estaba quedándome dormida cuando lo sentí acercarse a mí
—. Te dije que no te durmieras —murmuró, sacando mi camisa y alzándome en brazos; me aferré a su cuerpo
pasando mis brazos por su cuello hasta colocarnos bajo el chorro de agua de su ducha, para sacarme la arena del
cuerpo, por unos segundos antes de dejarme sentada en la tina... No pude evitar el pequeño suspiro de satisfacción
cuando el agua tibia entró en contacto con mi piel relajándome automáticamente, sentí como Edward se introducía
detrás de mí y apoyé mi espalda a su pecho respirando suavemente, dejando que el silencio llenara lo que con
palabras no se debía pronunciar.

Edward suspiró; un suspiro largo y profundo antes de deslizar sus manos por mis hombros hasta mis manos y de
regreso a ellos, podía sentir mi piel erizarse aunque la caricia no tenía nada que ver con sexualidad.

—El agua se ha enfriado, ¿quieres salir ya? —preguntó suavemente, mientras acariciaba mis brazos.

—Mmm… —murmuré entrecortado, me sentía algo adolorida más no arrepentida. En realidad, nunca había pensado
en una fantasía, simplemente, había dicho la playa solo por llenar el silencio que nos embargaba en ese momento.

Edward salió del agua dándome una perfecta vista a su redondo, prieto y buen formado trasero. Anudó una toalla a su
cintura y me tendió otra toalla.

¡Maldito! Si no fuera tan hermoso.

—En los gabinetes hay shampoo, pero imagino que te lavarás la cabeza cuando despiertes —asentí, cubriendo mi
cuerpo con la toalla. Caminamos hacia la habitación y busqué entre mis cosas algo que usar pero no encontraba nada.
—Ponte esto —me tendió una camisa suya y la pasé por mi cabeza rápidamente, dejándome caer en la cama y
cerrando los ojos. Sentí el colchón hundirse y abrí los ojos viendo a Edward acostado de medio lado, con su rostro
frente a mi dirección; sus ojos estaban cerrados pero por su respiración, sabía que no dormía. Me recosté en la misma
posición, observándolo atentamente; el sueño se había evaporado en el momento que mis ojos se habían abierto para
observarlo frente a mí; mi mirada estaba fija en su rostro, su piel casi traslucida, su barba de dos días, la perfecta
forma de su nariz y su mandíbula cuadrada y perfecta. Edward era un adonis, me encantaba su cabello alborotado,
más cuando eran mis manos las que hacían ese trabajo. Él respiro profundamente, haciendo que la vena en su frente
se pronunciara y, cuando quise darme cuenta de lo que estaba haciendo, ya mis dedos habían tocado su piel.

Sus ojos se abrieron mirándome fijamente y cerré mi mano en un puño, alejándola de su rostro. Por unos segundos,
solo nos miramos sin decir nada, observándonos en completo silencio; él tenía ojeras y estaba segura que yo también,
dormíamos muy mal desde que empezó todo esto.
—Continúa —tomó mi mano en el aire y la colocó sobre su mejilla—. Me gusta cuando haces eso... cuando, me tocas
—deslicé mis dedos por su barba y él cerré los ojos suspirando; toqué su nariz, sus parpados, mis dedos acariciaron
sus ojeras, Edward dio un suspiro prolongado.

—Eres muy hermoso —susurré suavemente, mientras mis dedos se deslizaban por su piel.

—En efecto, lo soy —sonrió de medio lado.

—Y vanidoso —le pegué en la frente.

—Presumido, algo cabrón y un poco hijo de puta, o al menos, eso dicen —sonrió mostrándome sus dientes. Alejé mis
manos de su rostro—. Terminaste la inspección —murmuró bajo su aliento.

— ¿Alguna vez puedes dejar de ser tan arrogante? —dije riendo.

—Puedo, pero eso me restaría personalidad. —Era agradable estar así con él, hablar sin necesidad de la tensión
sexual entre ambos.

—Edward —coloqué mi brazo en mi cabeza dejándola alzada para verlo mejor—, somos amigos…

— ¿Lo somos? —inquirió escéptico.

—No lo sé, tenemos intimidad, mínimo tenemos que ser amigos, ¿no?

— ¿Me lo preguntas o me lo afirmas? —lo vi cerrar los ojos nuevamente.

— ¿Me contestas con una pregunta? —sonreí enarcando una ceja.

—Mmm… —le lancé un golpe con mi mano libre, haciéndolo abrir sus ojos.

—Eres un tonto, ¿lo sabías? —murmuré, dejándome caer en la almohada.

— ¿Un tonto sexy? —se colocó sobre mí, sin dejarme sentir su peso.

—No aumentaré tu ego, Doctor Sex—volví a golpearlo haciendo que se acostara sobre su espalda, hizo un gesto de
dolor y maldijo en voz baja cuando su espalda golpeo el colchón—. ¿Estás bien? ¿Te duele la cabeza otra vez? —
pregunté al verlo fruncir el seño, lo vi suspirar fuertemente antes de negar con la cabeza.

—Estoy bien, solo que la arena no es buena para follar —sonrió—. No te dejé arriba porque sí, nena —murmuró burlón
mientras se colocaba de lado.

—Déjame verte —susurré, intentando ver su espalda.

—Estoy bien, Isabella —murmuro de vuelta, no dejándome examinarlo.

Alcé una de mis cejas y lo vi resoplar, antes de dejar que su cuerpo cayese boca arriba sobre el colchón.

— ¡Santo Dios, Edward! —Dije al ver su espalda, tenía pequeñas raspaduras en torno a su tatuaje—. Hay que hacerte
una curación.

—Bella —no lo decía mucho pero cuando lo hacía, era tan sensual que…—, no es nada. Solo son magulladuras
superficiales, no es la primera vez que me las hago —murmuró como si nada. Mentiría si dijera que su último
comentario no me dolió, así que me levanté de la cama y corrí al baño buscando algo con que curarlo, volví
rápidamente a él; afortunadamente, en su botiquín había solución salina y algodón, empapé un poco la mota de este y
la pasé por la raspadura más grande; Edward siseó como niña cuando ejercía presión.

— ¡Ouh! Duele, nena —musitó mientras seguía, lo había visto desnudo cuando salió de la tina pero mis ojos estaban
en su trasero—. Isabella, despacio —se quejó nuevamente cuando froté la última raspadura, al menos eso evitaría una
infección.

—Eres una nena, ¿lo sabías? —dije, cerrando la tapa.

—Eso pica —lloriqueó otra vez.

—Obvio niña, pero si no lo hacía, iba a infectarse alguna de esas raspaduras —le expliqué, colocando el frasco en la
mesa de noche—. Quédate así, Edward —lo regañé cuando intento girarse, dijo algo entre dientes pero no le entendí.
Pasamos varios segundos en silencio, pero era un silencio agradable; respiré profundamente antes de hablar—.
¿Edward? —lo llamé.

—Mmm…

—No quise ser tan dura esta tarde en el acantilado —murmuré, haciendo que Edward se levantara apoyándose en sus
brazos y mirando en mi dirección, me había sentado a su lado con las piernas pegadas a mi barbilla—. Simplemente
yo…

—Bella —me interrumpió—, sé lo que tenemos y créeme, no voy a ir más allá, porque no puedo permitírmelo —se
levantó completamente y se sentó a mi lado, dejando la espalda separada del cabecero de la cama—. Te haría daño,
¿me entiendes?

—Lo imagino, no eres hombre de una sola mujer —intenté ser sarcástica.

—Exacto —sonrió—. Eres hermosa, Isabella, y creo que debes verte con más claridad, tienes un estilo… extraño a la
hora de vestirte, te ocultas; los lentes, la gorra, el pelo suelto y enmarañado, no digo que no es sexy además, te ves
jodidamente bien cuando usas un vestido —lo golpeé y el sonrió—. Sé que lo que tenemos acabará pronto y, si tú
quieres ser mi amiga mientras estamos en este acuerdo, no tengo ningún problema… Solo, tengo una condición.

—Te escucho —murmuré sin mirarlo.

—No te enamores de mí, ¿quieres? —Su mano tomó mi mentón y sentí mi cuerpo temblar mientras él giraba mi rostro
—. Te lastimaría y no podría soportarlo y, cuando te digo que eres hermosa, te lo digo como hombre, como psicólogo y
como maestro, no porque tú y yo hayamos firmado un acuerdo —acercó su rostro al mío y depositó un beso en mis
labios—. Creo que es hora de dormir —musitó, separándose de mi rostro.

— ¿Crees que puedas hacerlo? —pregunté pensando en su espalda.

—Creo que puedo intentarlo, gírate de medio lado mirando hacia la puerta. —Lo hice y sentí como Edward se pagaba a
mi cuerpo, tomó una de mis piernas dejando una de las suyas entre medio de las mías y pasó uno de sus brazos por
mi vientre y el otro, por debajo de mi cuello—. Buenas noches… O lo que queda de ella, Isabella —depositó un beso en
mis cabellos y luego, inhaló profundamente. No pude evitar que mi corazón se acelerara como un maniático ante el
simple gesto.

—Buenas noches Edward… —susurré, mientras recordaba sus palabras: "Solo, no te enamores de mí, ¿quieres? Te
lastimaría y no podría soportarlo".

La única vez que había sentido algo por alguien fue cuando era una niña y no había sido nada parecido a lo que sentía
cuando Edward estaba cerca; era más que seguridad, más que emoción. ¿Estaba empezando a enamorarme de él?
La posibilidad era aterradora, hacia que mi ser se estremeciera, pero no de emoción, era miedo puro ¿qué haría yo
enamorada de un hombre que en cualquier momento estaría pasando frente a mí con otra mujer? No, no podía
enamorarme, ya había sufrido demasiado la primera vez, no, no amaría a Edward Cullen.

No lo haría….yo no…

Gemí internamente.

Esperaba con todas mis fuerzas que no.

Edward y yo tuvimos que abandonar Rocky Point mucho antes que los demás, debido a que Bree llegaba en el vuelo de
las 11:30 am, me sentía completamente adolorida y tenía unos leves moretones en mi cadera, debido a nuestra
experiencia acuática sin embargo volver a sentir el calor de su cuerpo tan cerca del mío sin que estuviésemos
envueltos en el deseo sexual, me hizo sentir segura.

Llegar al aeropuerto JFK, fue rápido a pesar que habíamos tenido que ir a casa de Edward por el Aston, el camino
había sido tranquilo. Edward y yo estuvimos hablando de trivialidades.
—Se está demorando mucho el vuelo —expresó Edward, mientras hojeaba una revista a mi lado. Lo miré a través de
mis lentes, llevábamos casi una hora esperando por Bree.

—Sí, al parecer hay un retraso —quité la gorra que llevaba y peiné mis cabellos con mis manos, antes de fijar mi vista
en la gorra. Era de los Bulls, Edward me la había dado para que me ocultase de los paparazzi, junto con una de sus
chamarras que me quedaba enorme—. Si tienes que irte… —volví a mirarlo.

—No —hizo ese gesto que tanto me gustaba—, solo tengo algo de hambre —murmuró sonriente—. ¿Te importaría si
comemos algo en el McDonals?

—Yo estoy bien —me encogí de hombros—, puedes irte. Puedo esperar y luego tomar un taxi además, aún no tengo
hambre —mi estomago rugió y Edward enarcó una ceja divertido.

—Iré por algo de comida y comeremos mientras esperamos, no voy a dejarte sola con esa manada de lobos fuera del
aeropuerto —sentenció—. ¿Quieres algo especial?

—Un combo del día estaría genial —dije sonriendo, mientras buscaba mi billetera en mi bolso.

— ¿Qué haces? —Musitó, frunciendo el ceño cuando le tendí un par de billetes—. Si crees que voy a aceptar eso —
señaló el dinero—, me insultas Swan. Yo te invito —intenté decir algo, pero Edward dejó un casto beso en mis labios
antes de dirigirse hacia donde estaba el auto servicio de McDonals. Negué con la cabeza, respirando profundamente
mientras veía que no era la única que prácticamente lo desnudaba con la mirada. Edward era una persona
sexualmente innata, cada parte de él gritaba sexo; estuviese ataviado en sus costosos trajes de tres piezas o justo
como estaba ahora, en jeans de talle bajo y camisas ajustadas, parecía un adolecente con su caminar desgarbado y
su barba de dos días, sonreí cuando vi a un par de chicas susurrar algo entre sí. Él parecía ajeno a lo que se rumoraba
a su alrededor y si no, lo disimulaba muy bien.

Negué con la cabeza y devolví mi atención a la revista entre mis manos, estaba leyendo el último "rumor" sobre
nosotros. Según la revista Ok!, estaba utilizando a Edward para reconocimiento, cosa que era totalmente falsa; lo
realmente cierto aquí, era que sí estaba utilizando a Edward pero para terminar "Atada a Ti", no para que me
reconocieran, se escuchaba horrible pero no me sentía mal al final, él me utilizaba como su muñeca sexual.

Seguí leyendo el dichoso artículo, había más fotos de la fiesta y una que otra de cuando salimos del aeropuerto varios
días atrás. Lo que más me gustaba de todo esto, eran las preguntas sin respuestas que los mismos columnistas
amarillistas se hacían; ¿cómo demonios podían inventar tantas cosas? Con razón la mitad de los artistas estaban
enojados con los parásitos, como Edward los llamaba. Me coloqué la gorra nuevamente y pasé el reportaje para no
estresarme; le envié un texto a Alice indicándole que estábamos en el aeropuerto y que el vuelo de Bree estaba
retrasado, antes de levantarme por tercera vez para preguntarle a la señorita de información cuánto tardaría el vuelo
procedente de Phoenix que, según ella, ya no debía tardar por lo cual decidí volver a la silla y esperar a Edward, pero
sentí que alguien me llamaba.

— ¿Isabella? —cerré los ojos pensando que era algún paparazzi que se había colado entre el aeropuerto. Tenía ropa
de invierno, acompañado de unos lentes oscuros, la gorra y la gruesa chamarra de Edward además, él había dejado el
auto en el parqueadero del aeropuerto, ¡era imposible que supieran que estábamos aquí! —Pequeña, ¿eres tú? —Me
tensé, solo dos personas me llamaban pequeña y una de ellas estaba bajo tierra—. ¿Bella? —Me giré suavemente,
reconociendo esa voz mientras sentía como el aire abandonaba mis pulmones y el corazón empezaba a latirme más a
prisa—. ¡Dios, Bella! —me jaló hacia su cuerpo, estrechándome entre sus brazos, me quede rígida entre ellos—.
Pequeña, ¿sabes cuánto tiempo he estado buscándote? Jasper nunca me dijo dónde estabas, pero supuse que aún
mantenías contacto con Alice. —No podía responder, mi cabeza trataba de procesar que él estaba aquí. ¡Aquí frente a
mí! Después de tanto tiempo—. Te he encontrado Bells, no sabes todo lo que te he buscado, amor —se separó de mí y
colocó sus fuertes manos en mis mejillas, yo temblaba de horror—. Estás hermosa, mi vida. Esta vez hablaremos de
todo tú y yo, voy a explicarte todo, Isabella. Nada es lo que parece, mi niña, te juro que…

—Isabella —la voz de Edward fue como si me trajesen de vuelta a la realidad, su tono de voz era enfadado, duro y fuerte
—, ¿estás bien? —Preguntó duramente, me separé de Félix centrando mis ojos en él, intentaba hablar pero no salía
palabra alguna de mi boca—. ¿Quién es tu amigo, nena? —Una de sus cejas estaba arqueada, mientras me miraba
fijamente.

— ¿Yo? ¿Quién rayos eres tú? —Félix agarró mi mano, apretándola fuertemente. Mi cuerpo se estremeció ante la
suavidad y potencia de su toque, recordé porqué había estado más que enamorada de él en la preparatoria. Félix me
daba seguridad, esa seguridad que Charles con su hosca disciplina no me daba.

— ¡Bella! —Joder ¡Cuántos más iban a llamarme hoy! Me giré lentamente, encontrándome con Bree; tenía unos jeans
rasgados y una de mis chaquetas, ni sabía que se la había llevado pero en ese momento no me importaba, lo único
que importaba era que mi hermana estaba ahí.

Caminé hacia ella abrazándola fuertemente, antes de girarme para mirar a los dos hombres que me observaban de
manera detenida.

— ¿Bella? —Edward traía en sus manos las dos bolsas de papel—, ¿me vas a presentar a tu amigo, nena? —Aunque
su voz parecía divertida, la mirada de Edward dejaba mucho que desear, al igual que la de Félix que parecía también
querer una explicación. ¡Quién diablos se creía! Decidí no dejarme vencer, no mostrarle a Félix lo que me causaba su
encuentro. Suspiré profundamente, caminando hacia Edward hasta quedar a su lado, automáticamente su mano se
cerró en mi cintura y la mirada azul de Félix, pasó de mi rostro al de mi acompañante.

No sé porqué pero el toque de Edward fue una pequeña victoria frente a la humillación de Feliz.

—El es Félix, cariño. —Porqué el apelativo cariñoso, no lo sabía; simplemente, salió de mi boca antes que pudiera
detenerlo—. Es el hermano de Jasper. —Edward colocó las bolsas con comida en una de sus manos antes de
extender la mano hacia el hombre frente a nosotros, Félix no había cambiado mucho, seguía teniendo ese porte de
galán europeo que volvía loca a las animadoras del instituto; su cabello dorado brillaba como en los viejos tiempos, su
cuerpo seguía tan atlético como siempre, llevaba un suéter de cuello alto negro y unos pantalones del mismo color,
sus ojos azules ya no tenían el brillo de la emoción que había visto cuando nos separamos.

Extendió la mano hacia Edward de forma fuerte y se estrecharon las manos.

—Edward Masen —murmuró, mientras Félix susurraba su nombre de vuelta, por un momento sus miradas batallaron,
Félix consideraba reclamar algo y Edward… Edward parecía un cavernícola marcando su territorio.

—Hello, estoy aquí —dijo mi hermana batiendo sus manos—, ya que nadie me presenta… Soy Bree Drywer, la
hermana de Isabella. —Félix arqueó una ceja en mi dirección pero no le di importancia, en ese momento en lo único
que pensaba era en montarle un altar a Bree por alejar la tensión.

—Bella, tenemos que hablar, pequeña... Tienes que decirme quién es ese hombre —susurró Félix a mi espalda,
cuando Edward se acerco a Bree su voz sonaba tensa. ¡Con qué puto derecho creía que podía preguntar! ¡Estúpido!

—Bella, amor, pronostican temperaturas bajas para esta noche, así que hoy invadiré tu departamento —dijo con burlas
abrazando posesivamente mi cintura. Nuevamente sentí cómo Félix tensaba su cuerpo, Edward parecía haber
adivinado mis pensamientos.

—Eso me gusta, traje un par de pelis que sería interesante ver contigo —murmuró Bree entre risas.

—Bueno, que les parece si les invito un picnic, ya tenemos la comida —Edward agitó las bolsas de papel de McDonald,
yo aún parecía estar en una especie de trance.

— ¡Eso suena genial! —escuché levemente a mi hermana.

— ¿Vamos bebé? —Edward se acercó cariñosamente y me dio un pequeño beso—. Félix, un gusto —murmuró con
falsa amabilidad, lo conocía lo suficiente como para saber que estaba preguntándose el porqué mi actitud hacia Félix
—. Debo llevar a estas lindas damitas a comer chatarra sentadas bajo un buen árbol en Central Park, aprovechando
que no hay tanto frío —sonrió, mostrando sus dientes blancos.

—Sí claro… Isabella ¿podrías darme tu número telefónico? Vi que cumpliste tu sueño y que escribes, me gustaría
hablar contigo… Poder explicarte —susurró bajito. Yo lo observaba minuciosamente, ese fue mi gran amor, él rompió
mi corazón, años esperándolo y allí estaba, cuantos escenarios me imagine con Félix, él abrazándome, él pidiéndome
perdón, pero nunca, nunca me imaginé algo más, yo sólo quería el decorado de un romance rosa de chocolates y
flores, sonaba con una familia porque eso era lo que mi corazón deseaba pero ahora a mi lado estaba el otro, con
quien yo vivía lo oscuro y lo peligroso lo más importante era que ahora mismo no pensaba en familias, ni en la casa
con el perro corriendo en el patio. ¿Qué había cambiado en mí?

—Quizás otro día —Edward me atrajo hacia él sacándome de mis pensamientos—. Bree, afuera hay una lluvia de
parásitos así que colócate bien esa capucha —susurró a mi hermana, ignorando completamente a Félix antes de
empezar a alejarnos de él. Hubiese querido agradecerle pero mis cuerdas vocales parecían no querer funcionar.

Caminé de forma inerte hasta llegar al auto de Edward; hacía más de cuatro años que no veía a Félix, una vez escuché
a Jasper discutir con él por teléfono, sabía que su relación se había deteriorado mucho a tal punto, que Vanessa aún
no conocía a su tío.

En camino a Central Park, me mantuve sumergida en mis propios pensamientos; Edward y Bree hablaban
animadamente mientras él conducía. Félix... Félix había sido mi primer amor. ¿Aún sentía algo por él? Seguía siendo
guapo, me había quedado casi en shock, pero mirándolo desde una nueva perspectiva, no había sentido nada. Miré a
Edward al escucharlo sonreír, su sola sonrisa hacía que se me anudara el estómago, Félix era parte de mi pasado,
pero Edward no podía ser ni mi presente ni mi futuro. Edward... Edward no era nada.

Central Park estaba como siempre: agradable, adictivo, no había sol pero tampoco helaba; el cielo estaba levemente
encapotado y la brisa era suave, a pesar de la humedad propicia de la época. Siempre había dicho que había algo
mágico en este pedacito de Nueva York. Edward había parqueado el auto en la parte Oeste del parque, lejos del edificio
donde él y G tenían un apartamento; había un montón de gente paseando por todos los lugares, personas solas,
acompañadas con perros, corriendo o montando bici. Quizás por eso amaba el lugar, por el ambiente familiar que
podía aspirarse ahí. Caminamos sin rumbo fijo, estaba aún sumida en mis pensamientos pero podía escuchar a Bree
y a Edward interactuar, sonreí cuando mi hermana dijo que le había contado a una de sus mejores amigas que conocía
al sexy Doctor Sex. Caminamos un poco más hasta quedar cerca del lago, cerca a la escultura de a escultura de Hans
Christian Andersen; Edward quitó unas hojas que habían en uno de los bancos laterales y se sentó junto con Bree; di
un suspiro largo antes de sacar mi celular y telefonearle a Alice.

—Estamos en camino, me he sentido mal. —Fue el saludo de All al descolgar.

— ¿Por qué no me dijiste que él estaba en Nueva York? —pregunté seriamente.

— ¿Quién?

—Félix. Alice, ¿por qué no me dijiste que estaba aquí?, tenía entendido que él vivía en San Diego...

—Bella —me interrumpió—, se mudo acá para dirigir un nuevo hotel, o al menos eso fue lo que le dijo a Jasper. No
puedo hacer nada, son hermanos y...

—Ali —fue mi turno de cortarla—, si me lo hubieses dicho hubiese... —caminé hacia un lado y otro— Hubiese estado
preparada para verlo al menos.

— ¿Dónde lo has visto? —inquirió preocupada.

—En el Aeropuerto —me quité la gorra y peiné mis cabellos, una vez más—. Alice, casi muero ahí...

— ¿Lo amas? ¿Sigues sintiendo cosas por él, Bella? Porque aún está casado.

—No lo sé, Alice. Verlo después de todo este tiempo, ha sido extraño para mí.

— ¿Quieres que nos veamos cuando llegue a Nueva York? Jazz dice que en unos treinta minutos estaremos en casa.

—No, Bree a invitado a Edward a ver unas películas, y tú te sientes mal... Nueva York es muy grande, es casi imposible
que nos volvamos a ver y si lo hacemos... No es como si tuviésemos algo que hablar, ¿verdad?

—Exacto —sentí cómo me abrazaban desde mi espalda, y no pude evitar que mi cuerpo buscara confort en el suyo—.
Te quiero Ali, te llamo dentro de un rato para saber cómo sigues.

—Te quierooo…

—Yo a ti —antes de colgar escuche un "detente aquí Jazz", suspiré sonoramente.

— ¿Qué sucede? —Susurró en mi cabello—. Bree fue a comprar unos hot dogs; según ella, las hamburguesas de
McDonals están hecha de carne de gusanos —sonreí pegada a su pecho mientras los dedos de Edward acariciaban
mi cintura—.Somos amigos, ¿no es así? —asentí—. Me contarás ¿por qué te puso tan nerviosa ese hombre en el
aeropuerto?

—Estoy…

—No, no digas que estás bien, no soy idiota —besó mis cabellos—. No insultes mi inteligencia, Isabella.

—Ahora no, ¿vale? —Suspiré, y él me giró entre sus brazos—. Amo Central Park; amo el ambiente, sentarme y ver el
lago.

—Y también amas comer frío y agua con sabor a Coca-Cola —murmuró burlón.

—Odio la Coca-Cola —murmuré en el mismo tono.


—No es mi culpa que el camión que abastece a Mc Donalds del aeropuerto se haya estrellado con otro camión de
Pepsi y éste, con otro y otro… agotando los recursos de Pepsi para todos los McDonald's del país —sonreí y Edward
besó mi frente—. Creo que fue mala idea lo de tu departamento esta noche.

—Igual puedes quedarte… No es como si fuese la primera vez que dormimos juntos —sabía que debía mantenerlo
alejado de mis sábanas, pero hoy más que nunca sentía que lo necesitaba.

—Cierto, yo…

—Awww, ustedes se ven tan bonitos. —Bree venía con un hot dogs en la mano y tenía su celular justo en dirección
hacia nosotros, antes que intentara siquiera decir algo, ella ya había tomado la foto.

Pasamos un rato agradable comiendo chatarra, mientras Bree nos contaba lo emocionante que había sido reunirse
con la pandilla como era llamada la banda de Peter; desafortunadamente, empezó a llover y tuvimos que correr de
vuelta al coche. Al entrar, estábamos todos mojados y riendo a más no poder. Edward condujo a mi departamento, eran
casi las seis cuando aparcó en mi sótano, abrí la puerta y Bree corrió a su cuarto; a decir verdad, nos habíamos
mojado mucho.

—Creo que debes darte una ducha y quitarte esa ropa mojada, puedo ponerla en la secadora.

—Y mientras me quedo desnudo en tu habitación, quieres aprovecharte de mí, ¿no Swan? —arqueó una de sus
perfectas cejas mientras me daba una sonrisa torcida.

¡Ups no había pensado en eso!

—Pues no vas a pescar un refriado —murmuré—. Ve a la ducha —lo empujé—, buscaré una toalla grande para que
cubras tus vergüenzas —dije riendo.

— ¿Vergüenzas? ¡Ja!—Edward me miró mal antes de dirigirse a mi habitación.

Tomé una toalla del armario del corredor y caminé a mi habitación, Edward estaba en bóxer cuando entré.

—Hey, ¿te animaste a lo de la violación? —dijo burlón, le arrojé la toalla y lo vi meterse al baño. Ganas no me faltaban
para ir y hacerle compañía; sin embargo, mi cabeza era una maraña de confusión y sentimientos encontrados. Estaba
tratando de espantar mis pensamientos cuando lo vi salir completamente desnudo del baño—. Hazme compañía,
nena —dijo, recostándose al marco de la puerta—. Es solo una ducha, Isabella —acotó cuando intenté decir algo.
Caminó hacia mí y me agarró la mano…

No pude evitar seguirlo.

—Ya pagaste el almuerzo, Edward. Es mi casa, déjame pagar la pizza. —Nos habíamos solo duchado, tal cual como
Edward lo había sugerido, Bree seguía en su habitación y Edward había dicho que pidiéramos una pizza. ¿Porqué
nunca me acostumbraría a verlo casi desnudo? La toalla que Edward llevaba puesta era grande, sabía que debajo de
ella tenía su bóxer, pero no podía vitar que mis ojos vagaran hasta su protuberancia delantera.

—Es estúpido… Estás siendo irracional, cóbrese joven. —Había empezado a llover más fuerte y estábamos aquí
agarrados con un estúpido pleito sobre quién pagaba la pizza. Entregó el dinero al chico y este lo tomó rápidamente,
una sonrisa de victoria bailaba en el rostro de Edward.

—Puedo pagar mi comida, Edward —murmuré entre dientes, con la caja en mis manos mientras caminaba hacia la
cocina.

—Yo lo sé, solamente quería invitar. —Caminó detrás de mí, dejé la caja en la isleta y saqué del refrigerador un six-pac
de Pepsi.

—Pero es mi jodida… —iba a seguir discutiendo cuando sentí las manos de Edward en mi cintura, girándome y
atrapando mis labios entre los suyos… Fue un beso suave, sin ninguna tensión sensual, lo sentí sonreír en mi boca
sabiéndose victorioso y por un momento, me hizo sentir plena.

—Deja de rezongar, —murmuró sobre mis labios— es solo una maldita pizza y…

—Whoaaa, eso debió doler —Edward se separó de mí, sonriéndole a Bree—. Es putamenteasombroso… ¡Joder!
¿Puedo tocar? —sabía que mi hermana se refería al tatuaje de Edward, él volvió a sonreír y caminó hasta la isleta,
sentándose en uno de los taburetes.

—No dolió, y claro que puedes tocar —le dio una sonrisa torcida y Bree dio un suspiro de fans enamorada antes de
acercarse a él y tocar su espalda.

—Quiero hacerme uno —rodé los ojos al escuchar—. Algo sencillo, unas notas musicales, una pluma… ¡El camaleón
de Enredados!

Edward arrugo el rostro—Bree un tatuaje se lleva de por vida así que si vas a hacerte algo, que por lo menos sea bonito
—murmuró burlón, como si sus dos grandes serpientes fueran lindas—Bree pasaba sus dedos por su espalda en
medio de esos dos feroces animales.

— ¿Que significan?—Preguntó mi hermana con curiosidad.

Edward sonrió una sonrisa que le llego hasta los ojos—Sexo...Fertilidad, sensualidad—coloque los pedazos de pizza
en unos platos —En India las cobras tienen muchos significados y fue allí en donde me hice el tatuaje, Cuando te
decidas, puedo llevarte a un lugar. Eso sí, si no estoy aquí, trata que sea un lugar limpio y con personal certificado. —
No quise decir nada acerca de eso. Pero no pude evitar sentir las palabras de Edward… "si no estoy aquí".

Podrían ser palabras inocentes y sin embargo las odiaba.

Comimos entre risas, olvidando completamente nuestra tonta discusión por el pago de la pizza. Tener a Edward aquí,
no se sentía incomodo; Bree se divertía mucho acerca de sus apreciaciones cinematográficas, estábamos viendo Man
of Steel la nueva película de Superman y todo estaba bien hasta que Edward nombró la estrategia de publicidad de
Warner, al ajustarle aún más el traje a Clark Kent para que se le viese más su entrepierna. Eso iba a hacer que las
mujeres votaran sus bragas. No estaba equivocado, por más que intenté concentrarme en la película, mis ojos
siempre terminaban en la gran protuberancia de su entrepierna, ¿en qué momento me había vuelto una jodida
pervertida?

Desde el momento que Edward Cullen llegó a tu vida, con su sentido del humor perverso y su aura sensual.

Mandé la vocecilla del infierno a... Ahí mismo, al infierno y me quedé viendo los créditos de la película. ¡Joder, Edward,
gracias por arruinarme una cosa más! Juro por Dios que nunca veré a Henry Cavill de la misma manera.

Bree revisó en mi pila de Blu Ray y al no encontrar algo "decente", según su criterio, salió a su habitación a buscar algo.
Regresó minutos después con un DVD, sacó el disco y colocó el empaque en la mesita de café.

— ¡Joder, Bree! ¡No me digas que vamos a ver al Tinkerbell del siglo veintiuno! Esas películas insultan mi inteligencia
—murmuró, agarrando el empaque.

—Es una película buena. Es de amor... —susurró mi hermana con ojitos soñadores. Ya había visto esa saga completa
y leído los libros.

—Amor, el único amor que veo ahí es el de la pedofilia; el tipo tiene 109 años, ¡109 jodidos años! Pedófilo.

—Él parece de 17 —argumenté.

—Y yo de 25, pero tengo 29 —sonrió ladinamente y Bree le lanzó un cojín.

—Tienes algo más que decir de la película o ¿puedo darle play?

—A ver, ¿déjame pensar? —Puso su mano en su barbilla, pensativo—. Tus gustos cinematográficos valen mier… —lo
miré abriendo los ojos a más no poder— Apestan.

—No tienes nada contra la película... —Se mofó mi hermana, sacándole la lengua infantilmente.

—Tengo tantas que puedo empezar con una lista.

—Muero por escucharte, genio —murmuró Bree burlonamente y yo rodé los ojos.
—La primera, esa película solo le enseña a las mujeres que no importan los medios sino, que te quedes con un buen
hombre —aventé un puñado de palomitas en su dirección—. ¿Qué? —me miró—. Además, la tipa quería violar a
brillitos —dijo señalando al vampiro, iba a lanzarle otro puñado de palomitas pero mi teléfono sonó, haciendo que yo
detuviese mi ataque y lo tomara de la mesa.

—Bueno…

—Bells… —Esa voz… Sentí mi cuerpo tensarse— Bella escúchame, por favor, tenemos que vernos, pequeña.

— ¿Cómo conseguiste mi número? —pregunté tajante.

—El cómo no importa Isabella, lo importante es que te encontré y necesito verte —respiró fuertemente—. Bella, las
cosas no son como piensas —miré a Edward que me veía preocupado y caminé con el celular hacia la cocina.

—Déjame en paz Félix. Hiciste tu vida; no me interesa saber si eres o no inocente, no me interesa nada de ti —inhalé
—. Por lo mismo no te pedí explicaciones esa vez, ¿qué te hace pensar que quiero saber cinco años después? —
exploté.

— ¡Bella, yo te amaba! ¡Yo te amo! —gritó frustrado.

—Pues ya no me interesa tu amor, Félix —mis afirmaciones eran ciertas, Félix ya no importaba.

—Es por él… —aseveró con furia, sentí cómo mi cuerpo se tensaba.

—Es por ti. ¡Me dejaste cuando más te necesitaba! Me engañaste o ¿es mentira que te casaste mientras yo pensaba
que estabas tratando de buscar un futuro para ambos? ¡Me mentiste!

— ¡Las cosas no son lo que parecen! —gritó una vez más y podía sentir su frustración en ese grito.

—No me importan tus explicaciones Félix, no me importaron hace cuatro años, ¿qué te hace pensar que pueden
importarme ahora? Yo te amaba.

—Bella... —intentó interrumpirme pero no lo dejé.

—Y a ti no pareció importarte, así que supéralo. No quiero verte, no quiero escucharte y no me importa cómo
conseguiste mi jodido número, pero no me llames. Yo te olvidé, ¡has tú lo mismo, por un demonio! —Colgué y me
agarré de la isleta intentando controlarme, sentía las lagrimas picar en mis ojos pero no iba a llorar. Yo no quería saber
nada de Félix, ¿por qué demonios llegaba a mi vida ahora? Tomé un vaso con agua y me dirigí a la sala, Edward
estaba sentado en el sofá.

—Bree se fue a dormir ya —miré mi reloj, eran casi las 11:30 pm—. ¿Quieres hablar del tipo del aeropuerto?

—Déjalo ya, Edward —peiné mi cabello con mis manos y caminé hasta mi habitación, me puse un pijama cómodo y
me metí entre las sábanas. No pasó mucho tiempo antes de sentir a Edward entrar a la habitación y acomodarse, justo
detrás de mí.

Su mano empezó a acariciar mis brazos, luego mis piernas suavemente solo la punta de sus dedos tocaban mi piel,
su mano se arrastro hasta mi vientre y dejo un pequeño beso en mi hombro.

—Sácalo de ti, Bella. —No hablé, si lo hacía iba a llorar y ya había llorado lo suficiente por él—. Sé que estás despierta
—me giró entre sus brazos quedando frente a él—. En estos momentos, no soy tu maestro ni tu amigo, si eso te hace
sentir mejor; tampoco soy un hombre medio desnudo jodedor de películas buenas, infantiles y cursis —sonreí—; ni soy
el hombre que te enseña el placer de unir dos cuerpos. —Su frente se pegó a la mía—. En estos momentos soy
Edward Masen, el psicólogo; el mismo cabrón pero con conocimientos. Déjame ayudarte. ¿Quién es él?

Si, su voz era tierna y a la vez clínica, algo en sus ojos y su expresión tranquila me relajó, yo podía hablar con él, podía
contarle, podía dejar que él me ayudara.

—Félix —susurré, bajando mi cabeza a su pecho—… Mi ex novio.

.
.

Cuando desperté en la mañana, Edward ya se había ido. Tomé su almohada y la abracé fuertemente, sin duda hablar
con él acerca de Félix había creado entre nosotros algo más grande y me di cuenta que, mientras le contaba mi historia
con Félix, él no había sentido dolor alguno. Me sentía traicionada pero no dolida.

Ahora sentí que todo mi cuerpo se envolvía en el cansancio emocional que ocurría cuando pasaba una noche llorando,
pegada al cuerpo del hombre por el cual estaba empezando a sentir cosas que no debía sentir. Edward escuchó, dejó
que mi cabeza se recostara en su pecho y sus brazos me sostuvieron mientras contaba todo acerca de Félix; él había
sido mi escape a Charles aunque no me quejo, mi abuelo no fue un mal hombre conmigo, solo muy estricto y nada
afectivo, pero siempre tuve todo lo material que necesitaba; éramos Charles y yo contra el jodido mundo… Pero yo era
una niña, necesitaba amigos, besos en las noches y pastel en mis cumpleaños.

—Bells, llegaré tarde —dijo Bree en la puerta de mi habitación.

— ¡Voy! —grité de vuelta y me levanté rápidamente metiéndome a la ducha. Diez minutos después y el baño más rápido
de toda mi existencia, estaba saliendo de la habitación, amarrándome el cabello en una coleta.

Sin duda alguna mi vida había cambiado desde que Brithany había llegado a ella; aunque cambio mucho más cuando
ella bajó sus defensas, había sido difícil para ambas enterarnos que teníamos una hermana además, luego vino las
diligencias por la custodia por parte de su padrino. Phil quería que ella se quedase con él en Arizona, pero ella
pertenecía a mí, o al menos así lo sentía.

Los primeros días no habían sido fáciles, joder… había sido una completa mierda. Bree pasaba en su habitación y yo
estaba en compromisos por la tercera impresión de Tentación. Jamás había pensado que Diego y Megan tendrían sus
fans, así que Alice se encargó de todo: colegio, ropa y todo lo que ella necesitase… Todo lo material, justo como
Charlie había hecho conmigo. En estos últimos dos meses, me alegraba de tener a Bree aquí, siempre y cuando
Renée no apareciera en nuestras conversaciones.

—Lo lamento, dije llegando a la cocina para preparar algo para desayunar. Tenía cita con Marcus, aunque se iba a
alegrar de que últimamente no estaba tomando casi hielo; solo una bandeja de cubitos por capítulo, me sentía
orgullosa de mí misma.

—Mmm… hay café en la cafetera —Bree murmuró con la boca llena—. Y tu adorable, sexy y follable novio nos envió
panquecitos —bebió un poco de leche.

—Bueno, al menos no llegarás tan tarde —murmuré sirviéndome una taza de café, la necesitaba más por salud que
otra cosa, sin mi suplemento cafeínico significaba que en horas de la tarde enfrentaría una jodida migraña y debía
estar en Volterra a las 11:30am, lo que me daría un lapso de tiempo entre mediodía y la una para escribir algo, ya que
Aro quería verme a las dos y el fin de semana, aunque había sido mágico y especial… No había escrito ni una jodida
"J" y Caleb y Danielle seguían separados.

¿Por qué?

Simple, necesitaba el drama y lágrimas para que el lector viese que no era solo sexo, eran miedos e inseguridades los
que flotaban a través de mis protagonistas; una mujer jodida hasta la médula y un hombre que el amor lo golpeaba con
todas sus letras.

Danielle había escapado de un mundo de terror; Caleb había estado de cama en cama buscando su lugar en el
mundo… Era más que sexo sin sentido, más que escribir por una calentura. Necesitaba que el lector se diese cuenta
de ello, la historia necesitaba alma y corazón, porque si no se lo daba sería un estúpido libro para amas de casa con
mal sexo, sueños húmedos y una tonta existencia para llenar vidas sin emociones, no, y yo quería más, quería belleza,
pasión en las palabras y fuego en cada letra.

Vi a Bree levantarse de la silla y correr a la habitación, tenía puesto el uniforme y su rubio cabello atado a una coleta
alta. Me puse los lentes que había dejado sobre la encimera y bebí un sorbo de café mientras miraba mi reloj, tenía
exactamente media hora para dejar a Bree en su escuela; la cita con Marcus era a las 9:00 am y tenía que ver a Garrett
por la edición del último capítulo, me dijo que tenía unas fallas en un simple correo electrónico.

Garrett; algo se había roto con él aunque no entendía el porqué, éramos amigos pero eso no le daba derecho a
meterse en mi jodida vida.

Bree apareció frente a mí y estaba nerviosa, se mordía la mejilla y su cara estaba levemente sonrojada; estas eran
pequeñas cosas que había aprendido de ella, tenía las manos en la espalda y su pecho subía y bajaba rápidamente.
Estaba a punto de preguntarle qué demonios le sucedía cuando la vi suspirar nerviosamente.

—Bells —se acercó aún más a mí—… Estos días en Arizona me ayudaron mucho —sonreí, porque solo era
escucharla contar sus anécdotas para saber que estaba feliz—. Fui a casa —traté de no sentir el puño en mi pecho. —
No hay nada de ellos —Bree siguió hablando—, Charlotte y Phill han recogido sus cosas, empacado otras y cubierto
los muebles —su voz se quebró—. Pero estar ahí me hizo estar con ellos nuevamente, me hizo recordar cuando papá
tocaba su guitarra hasta tarde o cuando huíamos de la comida de mamá porque ella…

—Bree, no vayas por ahí estoy casada… No quiero pelear —murmuré. Me sentía agotada, lo último que me faltaba era
volver a discutir con Bree; por lo mismo, hablar con Edward había sido liberador. Sí, esa era la palabra; no solo
habíamos hablado de Félix, de Alice, de Sue… Él dijo que si me sentía ahogada otra vez, solo tenía que hablar y eso
me gustó mucho. Por alguna razón, me hizo sentir especial.

—Lo siento —suspiró nuevamente—. La mayoría de las cosas estaban en el ático, así que estuve con Diego —al
mirarla, se notaba un brillito especial en sus ojos—. Estuvimos desempacando cosas, fotos y discos de la banda que
papa solía guardar —tomó aire—. En fin Bells, encontré esto —dijo colocando un libro marrón en la isleta justo frente a
mí—… Era el diario de mamá, yo lo leí y...

— ¡No! —Mi respuesta fue automática y certera—. No lo pidas, porque no lo haré.

—Bella yo… Tienes que leerlo, tú tienes…

— ¡Por un demonio, te he dicho que no, Brithanny! —grité frustrada. Renée nunca había querido saber de mí, por qué
mierdas iba querer yo saber de ella.

—Estás siendo estúpida. Solo léelo, te darás cuenta quién fue nuestra madre.

— ¡Tú madre Bree… tú madre! Renée solo fue un maldito horno, mi madre fue Sue Swan y ella murió cuando tenía
cinco años. ¡No una perra que me dejó abandonada cuando creyó que había conseguido un hogar para mí!

— ¡No te permito…!

— ¡La que no te permite soy yo, maldita sea! —Grité saliendo completamente fuera de mí—. Te he explicado hasta el
cansancio Bree, pero pareces no entender. No me interesa saber una puta cosa de Renée Swan… Ella es polvo, es un
fantasma, no significa nada para mí y si no puedes vivir con eso entonces, lo siento por ti… —Estaba respirando
malditamente mal, el pecho se me encogía y dolía. Me levanté de la silla y salí de la cocina, llegando hasta la puerta y
pegando mi frente ahí.

—Eres una cobarde —dijo Bree entrecortado—. Te aterra saber qué fue lo que pasó y prefieres huir. —No dije nada,
necesitaba salir de ahí, no quería pelear con mi hermana. Negué con la cabeza dispuesta a no seguir más con esta
tonta discusión, dolía horrible… necesitaba salir de ahí.

—Pediré un taxi para que te lleve a la escuela —dije sin mirarla, tomé las llaves de Mikey y mi celular antes de salir de
casa.

Renée estaba muerta para mí… Ella no existía, nunca existió.

No fui a mi cita con Marcus, en vez de eso di varias vueltas por la ciudad antes de llegar a Volterra, durante varios
minutos estuve con Marie mientras ella me contaba sobre su pequeño Ángel. Su historia estaba cobrando vida y me
alegraba por ella; caminé hacia mi cubículo con una taza de café y con todo el deseo de poder centrarme en Caleb y
Danielle, pero mi deseo se fue al caño cuando vi a G sentado frente a mi escritorio.

—Si quieres discutir, hoy no es un buen día —dije al entrar a mi pequeña oficina.

—Has llorado. —No fue una pregunta, Garrett me conocía demasiado bien; había contenido las lágrimas lo más que
había podido pero una vez que llegué al auto dejé salir todo; la reaparición de Félix y ahora el diario de Renée—. ¡Fue
Edward, verdad! —pasé la mano por mi cabello.

—Eso te haría muy feliz, ¿no? —ironicé, sentándome en mi silla mientras lo veía negar con la cabeza.
—Bella… —sus manos se extendieron por la madera hasta tocar las mías—.No estoy en contra tuya Bells, soy tu
amigo siempre lo he sido —suspiró profundamente—. No quiero que él te lastime. No quiero que nadie te lastime
Bella, tú eres distinta.

—Soy igual a todas las mujeres Garrett.

— Sabes que eso no es cierto, eres especial, cualquier hombre se da cuenta de eso—resoplo—¿Qué te tiene así,
hermosa? —se levantó de la silla y caminó hasta sentarse sobre el escritorio, frente a mí—. Dime que el maldito de
Masen no te ha lastimado, dímelo Bells o te juro que lo mataré —negué con la cabeza—. Habla conmigo, soy tu mejor
amigo, tu confidente, yo siempre estaré ahí Bells. Nunca te dejaré —me quebré. Las lágrimas empezaron a brotar de
mis ojos como un caudal fuera de sí, mientras sentía a Garrett levantarme y apretarme fuertemente a su cuerpo.

—Me parece que debes cambiar la forma de expresar lo que quiere decir Danielle en el párrafo cinco del capítulo trece
—murmuró Garrett, mientras yo observaba mi laptop. El cursor me mostraba que debía escribir pero mi mente una vez
más, estaba en blanco—. ¿Bells? —Después de llorar hasta sentir que ya no podía más, Garrett había hablado
conmigo y, al parecer, nuestra amistad seguía siendo la misma, o al menos eso era lo que yo quería—. Isabella…
Houston, tenemos un problema nuestra hermosa Bella esta en Bellalandia —arqueé una de mis cejas mirándolo
sobre mis lentes.

— ¿Me decías?

—Que quiero comer pasta dental, ¿crees que me ayudara a blanquear mis dientes? —lo miré sin entender—. Bells,
hay que cambiar el quinto párrafo del capítulo trece, me parece que te falta más emoción a lo que Danielle siente.

—Mi cabeza no está aquí, lo siento.

—No me había dado cuenta Bells —murmuro burlón e iba a contestarle pero alguien tocó mi puerta.

—Adelante —murmuré, viendo como Ang, la chica de recepción, llegaba con un arreglo floral.

—Bells, te han dejado esto en recepción. G rodó los ojos mientras Ang dejaba el arreglo sobre una pequeña mesa. Me
acerqué a tomar la tarjeta.

Habla conmigo, pequeña. Perdóname, por favor…

F.

—Llévatelas, Ang —dije, rompiendo la tarjeta—. Te las regalo.

¡Era el colmo! Ese hombre rompe mi corazón, daña mi vida y ahora aparece con ojos de cachorro y quiere que yo salga
corriendo a sus brazos como una tonta y hasta con música de fondo.

—Pero Bells… —Ángela tartamudeó.

—Tienes alguna conquista esta noche G, puedes llevártelas y quedar como un galán —miré a mi amigo, pero el negó
con la cabeza.

—Lo siento, no soy de flores, Bells.

—Yo me las llevaré —declaro Ang y sonreí mientras la veía salir.

— ¿En qué estábamos? —pregunté a Garrett.

—Párrafo cinco, capítulo trece. Te leeré.

"… Sencillamente, ella sabía que no podría vivir sin él, lo amaba demasiado como para dejarlo ir, pero su pasado y sus
miedos la atormentaban. ¿Podría Caleb lidiar con un pasado tan oscuro como el que ella escondía? La respuesta era
clara: él no podría. Él la rechazaría apenas se enterara, porque ella escapó de todos y de todo; él no solo la
despreciaría… él la llevaría hasta la muerte con su odio y su desprecio. Si algo Caleb no perdonaba era la mentira, y
desafortunadamente para Danielle, mentir era su mejor arma…"
—No sé, lo siento hueco Bells. Es como si ella diese vueltas en un mismo eje. —Mi celular vibró pero lo ignoré,
sabiendo que era un mensaje de texto—. Yo pienso que debes darle más profundidad a las palabras Danielle, se está
escondiendo como una niña pequeña y aunque Caleb la está buscando porque la ama, su miedo no los dejará llegar a
ningún lugar, mientras los dos sufren por algo sin sentido —culminó G.

— ¿Qué propones? —pregunté viendo mi celular de reojo y tomándolo para leer el mensaje de texto de Alice.

¿Almorzamos juntas, Bells?

Conteste rápidamente…

¿Te parece bien mañana?

Estoy en Volterra y tengo una reunión con Aro en dos horas.

No esperé la contestación de Alice, ya que G me miraba con una ceja arqueada.

—Lo siento, era Alice —dije disculpándome.

—Te parece bien si pedimos pizza, me está dando hambre —miré la hora en mi celular y vi que era casi la una de la
tarde.

—Prefiero comida china o italiana —le dije de vuelta.

—Mientras esperamos ¿arreglamos este párrafo? —asentí—. Yo propongo que sea así.

"… Una sola pregunta inundaba su ser: ¿podría un hombre como Caleb Stroux perdonar su pasado? Danielle sabía
que lo amaba, pero el miedo que recorría su cuerpo cada vez que recordaba las palabras de Dominique, la congelaba.

¿Podría Caleb aceptar que ella escapó de una vida de abusos? ¿Qué Danielle había muerto el día que el burdel de su
madre había estallado en llamas? Tan iguales pero tan diferentes… Caleb, pronunciar su nombre dolía, saber que el
hombre que amaba la seguía buscando a pesar de su rechazo y mutismo, la laceraban lentamente. Prefería el dolor de
perderlo al dolor de su rechazo cuando se enterara quién era ella en realidad, Caleb la odiaría por no haber sido fuerte,
por engañarlo y por no confiar en él; cuando le había dicho que la amaba había sido claro al referirse a las dos cosas
que él nunca perdonaría; una de ellas era la mentira, pues él había nacido en un mundo de mentiras y pagó caro por
cada una de ellas. Una mentira más en su vida y él simplemente volvería al lugar donde no quería regresar, al mundo
de desconfiar hasta de su sombra, ella era, según él, su reconciliación con la vida ¡Dios! Y estaba a punto de lastimar
su corazón, y ella no lo haría.

Por lo tanto.

Danielle Wills no existía.

Escuché atentamente lo que G me decía.

— ¿Y? ¿Te gusta? —asentí. Estuvimos un rato más hablando de algunos párrafos mientras esperábamos la comida.
Ángela volvió a entrar con el pedido, lo dejó en la mesa y se fue. Tomé una de las cajas de comida y la destapé,
inundando mi cuerpo con el exquisito olor que desprendía en Sushi.

— ¿Cómo van las cosas con Kate? —pregunté a G mientras lo veía masticar el pescado.

—Hemos salido un par de veces —murmuró, encogiéndose de hombros.

— ¿La has visto más de una vez? Voy a tener que ir a hacerle un altar, tú no sales con una chica más de una vez.

—Masen tampoco lo hacía y ahora es tu novio, ¿no? —me atacó y aunque traté que mi rostro no delatara nada, algo
pasó—. Lo siento Bells, digo, no es que la vaya a hacer mi novia o algo así, simplemente tenemos buena química bajo
las sábanas y ella es… interesante.

—No quiero saber de tus idilios sexuales, G—sonreí.

— ¿Él es bueno contigo Bella? Digo, tú no tienes nada de experiencia y sabemos que Masen no es célibe.

—Tampoco te contaré mi vida sexual.

—Lo que quise decir es… Están teniendo relaciones sexuales —afirmo con un deje de tristeza en su voz—. O sea, ya
hablas de tu vida sexual y hasta hace unos meses, te comparabas con la virgen María —intentó sonreír pero era una
sonrisa falsa.

—G, no hablemos de Edward, ¿quieres? —Él dio un gran respiro y sentí mi teléfono sonar, Closer se escucho a través
de mi cubículo, era la canción que había escogido para Edward.

— ¿Es él? —murmuró mi amigo, había algo en su mirada que no podía descifrar. Asentí tomando mi celular y
desviando la llamada—. Contéstale Bella, me guste o no, él es tu novio. —Odiaba mentirle a G, pero en un mes, ya no
tendría que hacerlo. Recordar que solo me quedaba un mes junto a Edward me hizo estremecer, pase la mano por mi
cabello y deje el celular en la mesa, no pasaron cinco segundos cuando el celular volvió a sonar. —Contesta, Bells;
conozco a Masen desde que éramos niños, así que no dejará de intentarlo.

Tomé el celular y contesté la llamada.

— ¿Bueno?

—Jodido Cristo, Isabella. ¿Dónde demonios tenías el maldito celular? —chilló al otro lado de la línea.

— ¿Perdón?

—Claro… te perdono pero joder, no vuelvas a desviar mi llamada, menos cuando hay un loco acosador tras tus bragas.

—Edward, estoy trabajando.

— ¿En la editorial?

—Ajá… —vi a G levantarse de la silla y tomar los dos recipientes de comida y salir a botarlos.

—Me preguntaba si querías almorzar conmigo; acabo de salir de un seminario y estoy cerca a la editorial.

Giré mi silla, quedando frente al ventanal de Volterra.

—Estoy con Alice, vino para la reunión con Aro —no supe porqué le dije una mentira.

—Umm, está bien —parecía decepcionado—. Nos vemos en la noche, nena; muero de ganas por enseñarte la lección
de hoy, será especial.

La forma en que lo dijo me hizo sonreír.

—Te estaré esperando, como todas las noches cuando llegues a tu departamento —murmuré siguiendo su juego—.
Nos vemos, Edward —colgué y giré la silla para encontrarme con la mirada de Garrett. Había algo en su mirada que no
podía descifrar, era como si estuviese dolido… Pero ¿por qué?

El resto de la tarde, Garrett estuvo corrigiendo en silencio mientras yo intentaba concentrarme en el capítulo catorce; era
la hora de la verdad, la hora de ser valiente y dejar todo atrás.

"… El aeropuerto estaba completamente lleno, personas que salían de viaje o simplemente llegaban por las fiestas,
pero ella sabía que él estaba ahí, en algún lugar; solo tenía que buscarlo.

Había dejado de ser cobarde y de luchar contra todo por el amor de Caleb, no permitiría que él se fuese, no permitiría
que su estúpido temor los separase; hablaría con Caleb y que él tomase la decisión correcta en cuanto a ellos. No
había querido verlo, aunque él se lo pidió día tras día, iba hasta la pequeña casa en Port Townsend —que era en
donde se había escondido de él, de su pasado y presente—. Pensaba que podía seguir resistiéndosele y así parecía
ser, hasta que él le había dicho que sería la última vez que tocaría su puerta.

No fue sino hasta cuando escuchó el auto marcharse que entendió que, si no actuaba lo habría perdido para siempre.
Intentó salir pero su cuerpo, paralizado por el miedo, se lo impedía y le llevó varios minutos el poder llegar hasta la
puerta… para ya no encontrarlo ahí. Sacudió su cabeza buscándolo entre la multitud, empujando, moviéndose entre los
ríos de personas que inundaban la terminal aérea. Había hablado con Amanda, la nueva secretaria de Caleb mientras
conducía de regreso a Nueva York y ella le había dicho que él iría a Suiza.

Necesitaba detenerlo… Necesitaba...

—Garrett, Bella —Ángela entró nuevamente al cubículo—, el señor Vulturi los espera —ambos asentimos. Garrett tomó
el ipad y se levantó peinando sus cabellos con sus manos, yo guardé los cambios al documento y, respirando
profundamente, salimos de ahí.
.

Estaba sentada en el sofá del departamento de Edward; después de la charla de anoche, me sentía mucho más
cómoda aquí. Éramos amigos, por lo menos hasta que todo esto acabara.

Protege tu corazón, Isabella.

Suspiré profundamente, el programa había acabado hace ya bastante tiempo, no había prestado mucha atención; me
sentía agotada, la reunión con Aro había sido desgastante cuando Caius volvió a tocar el tema de la continuación del
libro —lo cual Aro apoyó completamente— según ellos, debería dejar que Caleb se fuese y así tener la perfecta excusa
para hacer que el libro tuviese una segunda o tercera parte. Estaban locos, no iba a hacer un trabajo mediocre ni a
poner mi nombre en tela de juicio solo para que sus bolsillos se llenasen aún más de lo que ya estaban, las segundas
partes no siempre son buenas y las terceras, eran una completa pérdida de tiempo si no se sabe tratar la trama.

Tomé el celular para enviarle un mensaje de texto a Edward, a pesar del desgaste emocional después de una reunión
de más de cuatro horas, tenía curiosidad por la clase de hoy. Dejé el celular de regreso en la mesa, Edward debería
estar en camino y no quería verme urgida; acaricié la panza de Frey mientras cerraba los ojos y trataba de no pensar.
No solo en la nueva reunión que tendría mañana con Aro y Caius, sino en el desagradable encuentro que había tenido
fuera de las instalaciones de Volterra; suspiré tomando un trago de mi Pepsi mientras tarareaba una canción de
Rihanna. Dejé la lata sobre la mesa de café y recosté la cabeza en el sofá cerrando los ojos, no queriendo pensar ni en
Félix ni en el diario de Renée.

Había intentado comunicarme con Bree cuando salí de Volterra pero su teléfono me había enviado a buzón y ya era muy
tarde como para intentar marcarle. Tarareé la canción que sonaba ahora desde el equipo de sonido mientras seguía
haciéndole cariñitos a Frey, poco a poco este animalito se había metido en mi corazón, le había traído un nuevo juguete
para morder, la extrañaría horrores cuando todo esto acaba… Negué con la cabeza no queriendo pensar en el final.

La puerta se abrió e inmediatamente, Frey bajó del sofá corriendo hacia Edward, una sonrisa tonta se formó en mi
rostro al saberlo en casa...

No vayas por ahí, Bella…deja de hacerte ilusiones.

Susurró mi vocecita interior, la ignoré sintiendo como el aroma de la colonia de Edward llegaba a mí, intenté agudizar
mis sentidos para sentirlo cuando se acercase; desconecté mi mente y mantuve los ojos cerrados pero él no se
acercaba. Los segundos se trasformaron en minutos, podía escuchar el leve ladrido de Frey... ¿Y si no era Edward el
que estaba en la puerta? Abrí los ojos y bajé los pies del sofá.

— ¿Edward? —mi voz sonó baja y asustada. Di dos pasos antes de detenerme completamente—. Edward, ¿eres tú?
—pregunté respirando fuertemente. Estaba segura que era alguien de confianza, jamás había visto un departamento
con tanta seguridad como este, cámaras en el corredor, lector de huellas digitales, código de acceso... —Edward, si es
un juego, no me gusta —me aclaré la voz y caminé dos pasos más, preguntándome mentalmente si podría correr a la
cocina y buscar un cuchillo... Con mi mala suerte, si era un ladrón, me alcanzaría primero. Sequé mis manos en mis
muslos y dejándolas en puños, antes de dar dos pasos más y ver como la cola de Frey se movía hacia los lados
mientras tiraba del pantalón de Edward.

Estaba completamente recostado en la puerta, sus manos en ambas partes de su cabeza mientras sus dedos
tironeaban de su cabello; lucía agotado, estaba sudoroso, su cuerpo estaba tensionado y su rostro bien podía ser
comparado con el color de las paredes; sus ojos estaban fuertemente cerrados y golpeaba la cabeza en la puerta
siseando entre dientes.

—Edward... —rápidamente eliminé los pasos que me alejaban de él— ¿Estás bien? —pregunta estúpida, claro que no
lo estaba. Coloqué mis manos en sus mejillas y él abrió los ojos observándome fijamente; había tanto en su mirada,
preocupación, dolor, ansiedad…

—Bella... —su voz sonaba rota y estrangulada—, yo… —cerró los ojos nuevamente.

—Tranquilo, déjame ayudarte —murmuré, pasando su brazo por mis hombros; su cuerpo parecía pesar una tonelada,
prácticamente él se arrastraba sobre sus pies—. No habrás conducido así, ¿verdad? —dije fuertemente tratando de
camuflar mi preocupación. Edward no contestó, por un momento pensé en llevarlo al sofá pero en la cama estaría más
cómodo, Frey me seguía, metiéndose entre mis piernas y gimiendo porque Edward la ignoraba, yo solo podía pensar
en llevarlo a la habitación—. Edward, ¿debo llamar al hospital? —Pregunté sin inmutarme porque mi tono de voz
sonase más asustado de lo que ya estaba; llegamos a la habitación, lo dejé caer sobre la cama—. ¡Edward,
respóndeme! —chillé. Verlo tan desprotegido y débil me estaba provocando ansiedad, Edward parecía ser un hombre
fuerte y sano a pesar de sus jodidas migrañas, lo vi negar con la cabeza antes que su brazo se levantara e hiciese el
ademán para que me acercase a él. Lo hice con pasos vacilantes.

—Es... migraña —murmuró con voz pastosa—. Ya tomé mi medicamento y pronto pasará —movió sus dedos, así que
agarre su mano, observándolo con preocupación mientras sus ojos permanecían cerrados—. Sé que te prometí una
clase especial pero… —siseó entre dientes—. Hoy no estoy en condiciones, Isabella, y dudo que lo esté más tarde, ve
a casa y nos vemos mañana —musitó, colocando su brazo libre sobre sus ojos.

—¿Estás seguro que te encuentras bien?—me dio un seco asentimiento y yo solté su mano mientras lo escuchaba
sisear, caminé hasta la puerta apretando el pomo y suspiré fuertemente antes de girarme y recostarme a su lado en la
cama, dejando que mis dedos se escurrieran entre sus hebras rojizas—. No me iré, Edward —susurré despacio—. No
puedo simplemente irme y dejarte así —dije antes que él objetara.

—Entonces, no dejes de hacer eso —susurró sin abrir sus ojos y respirando profundamente—. Háblame de ti, ¿qué
hiciste hoy luego que dejé tu departamento?

—Tuve una discusión con Bree —Edward tenía los labios sumamente secos—. Voy por un poco de agua, tus labios…

—Mmm… —seguía con los ojos cerrados y su respiración era agitada.

—Tus labios están secos Edward, iré por un poco de agua —le respondí, pero cuando quise levantarme su mano
agarro fuertemente la mía.

—Bésame —murmuró despacio.

—Edward…

—Bésame, Isabella. —Humedecí mis labios con mi lengua y bajé mi rostro hasta el suyo, fue un beso lento en donde
yo tuve el control, los labios de Edward se amoldaban a los míos y seguían mi ritmo lento y acompasado—. ¿Por qué
discutiste con Bree?

—Algo sin importa… Tienes calentura Edward, ¿creo que llamare a Carlisle?

— ¡No! Estoy bien Bella. Dime, ¿qué más hiciste?

Era como si necesitase mi voz, como si ella lo calmara, y si eso hacía, yo me convertiría en una loca parlanchina.

—Estuve en Volterra, terminé el capítulo trece, es en el cual Caleb va por ella a Port Townsend.

— ¿Así que luchará por ella?—preguntó ansioso.

—Se supone que debe hacerlo, dejarlos separados haría que hiciese otro libro y, sinceramente, no soy amiga de las
sagas o las secuelas; muchos autores rellenan —mis dedos habían vuelto a pasearse por sus cabellos—. Hablé con
Garrett, él cree que me lastimarás; intenté decirle que estaría bien, me dijo que contaba con él para llorar o partirte las
piernas —esta vez no sonrió—. Así que cuando todo esto acabe, tendremos una ruptura limpia. Podemos alegar falta
de química —química era lo que nos sobraba—. ¿Tú qué dices? —noté que la respiración de Edward era
acompasada, no tan tranquila como cuando dormía luego de una de nuestras clases, suspiré fuertemente antes de
levantarme de la cama y caminar hasta la sala; Frey estaba en el sofá masticando su juguete de hule nuevo, la tomé
llevándola al cuarto de lavado y tomé un vaso de agua... Agarré unas toallas y un cuenco con agua conté antes de volver
a la habitación.

Edward estaba en la misma posición, su pecho subía y bajaba suavemente, tenía el cabello alborotado por mis dedos
y su expresión era contrita, aunque había recuperado un poco el color seguía viéndose pálido... Pálido y muy vulnerable
a tal punto, que me daban ganas de abrazarlo y no soltarlo nunca. Caminé hacia él, quité sus zapatos y sus calcetines,
dejándolos bajo la mesa al lado de su cama; desabroché su cinturón y lo quité rápidamente, antes de abrir cada botón
de su camisa blanca hasta dejar su duro y marmoleo pecho expuesto a mí. Lo giré un poco, agradeciendo al cielo que
no tenía el saco puesto, cuando uno de sus brazos estuvo liberado. Con mucho esfuerzo, claro está, y lo giré hacia mí
para sacar el otro, pero Edward no despertó. Su respiración se alteró, pero rápidamente se calmó; desbotoné su
pantalón bajé la cremallera tragando fuertemente mientras deslizaba el pantalón por sus torneadas piernas.
¡Jesús y los jodidos doce apóstoles! Su cuerpo era asombroso y sentí mis piernas temblar.

Humedecí las toallas y coloqué una en su cabeza, seguía teniendo calentura, tomé la otra toalla repitiendo el proceso y
la deslicé por su pecho, brazos y piernas; Edward siseó un poco pero no despertó, dio un suspiro y esperé unos
minutos antes de volver a humedecer la toalla que estaba en su cabeza.

Pensé en irme pero y ¿si me necesitaba después? Negué con la cabeza, abriendo su closet y sacando una de sus
camisas y un bóxer de una bolsa antes de caminar al baño para desnudarme, deslicé la camisa de franela por mi
cuerpo, quité mi tanga y me coloqué el bóxer; iría de compras mañana para reponérselo. Volví a la cama y me acosté a
su lado, dejando que mis dedos acariciaran su cabello mientras observaba su rostro, su perfecta y cuadrada
mandíbula, su nariz recta y elegante y sus cejas pobladas... Huir, correr, escapar ¿de qué? ¿De quién? ¿De él? ¿De
mí? ¿De esto que empezaba a sentir? ¿De proteger mi corazón? Ahora cuando Cupido ya había ensartado una de sus
demoniacas flechas. Todo era confuso, mi cabeza era un remolino de sensaciones que no podía sofocar, yo estaba
aquí con ese hombre, estaba a su lado, lo veía dormir, respirar, moverse y todo mi mundo giraba a su alrededor, cada
pensamiento y momento del día siempre confluía en Edward Masen.

Bella Swan escribía historias de amor, historias de hombres y mujeres que se amaban con todo el corazón y sin
embargo nunca en mi vida había sentido algo real y verdadero por un hombre, Félix no contaba, sólo fue una
infatuación de los sentidos, una simple necesidad de niña solitaria y perdida. Años en que creía que el amor era algo
simple: se conocen, se miran, se tocan, se besan y al final hay un altar, un sacerdote y flores blancas, después no
había nada, porque yo no sabía que había al final, es más no sabía que existía un medio y unos tonos grises entre los
amantes, y heme aquí, aquí en este momento sintiendo este miedo por él, doliéndome todo porque a él le dolía,
preguntándome qué hacer para calmar su dolor, cómo hacer para que siguiera siendo el loco, pervertido y lujurioso
Edward Masen que me hacía reír y vibrar, no este niño perdido en un jodido dolor de cabeza que lo despojaba de todo
lo que él era y que me hacía sentir tan viva.

¿Valía la pena intentar no destruir mis defensas con Edward?

La respuesta era clara, no lo valía. Terminaría el plazo para las clases y la entrega del libro, escondería lo que siento
por él al menos hasta la última clase y luego, vería que hacía. Tenía un solo camino con dos opciones: la primera le
confesaba mis sentimientos y, la segunda, me marchaba sin mirar atrás. Bajé mi rostro hasta que nuestros labios
quedaron a centímetros de distancia, dejé que su aliento me golpeara antes de rozar sus labios suavemente.

¿Qué va ser de mí, Edward Cullen?

….Me lastimarás, lo sé; me dolerá dejarte ir…

¿En qué momento empecé a sentir algo por ti?

¡Estúpida!... ¡estúpida! ¡Estúpida!

Kath tenía razón, el sexo nunca es solo sexo. Desafortunadamente, ya no hay vuelta atrás; desde hoy yo seré quien viva
con mi decisión.

Edward respiró fuertemente y decidí dejarlo dormir. Así que me recosté a su lado pero dándole la espalda, no pasó
mucho tiempo para que su cuerpo buscara el mío encajando mi espalda a su pecho pegándome más a él y enredando
su pierna entre las mías.

Estaba jodida… Completa y absolutamente jodida.

Desperté poco tiempo después de haberme quedado dormida, toqué la frente de Edward y suspiré de alivio al darme
cuenta que la calentura había cedido, ahora dormía tranquilamente. Me levanté de la cama y como era costumbre, salí
a su balcón. Eran casi las seis y faltaba muy poco para el amanecer, durante la noche no había dormido muy bien,
Edward había tenido pesadillas o sueños realmente extraños, estuve tentada a llamar a Carlisle o a Jake, no tenía sus
números pero debían estar en el celular de Edward, eran casi las tres cuando desperté a causa de unos sollozos.

—No vayas mamá, quiero que te quedes conmigo —murmuró Edward en voz baja—. Rose está enferma, yo también lo
estoy. Quédate conmigo, mami… —volvió a quedarse en silencio y aproveché para retirar la toalla, mi corazón gritaba y
él aún seguía con temperatura alta pero no tenía un jodido termómetro para saber exactamente cuánto tenía; caminé
hacia el baño y busqué su pequeño botiquín pero solo habían más pastillas para la presión y analgésicos—. ¿Me lo
prometes? —Escuché a Edward, por lo cual volví rápidamente a él, seguía dormido—. ¿Volverán pronto?, ¿volverás a
mí, mami? Yo… pronto estaré con ustedes, solo espérame mami, espera por mí. —Puse la toalla en su cabeza y volví a
humedecer su cuerpo con la toalla restante.

Estuve por largo tiempo mirando los primeros rayos del sol, mientras pensaba en todo; en Bree, en Félix, en Garrett y
en el maldito diario de Renée. Quizás Brithany tenía razón y era más miedo que odio lo que me hacía no querer leer
ese libro; hablaría con Bree, le devolvería el diario e intentaría llevar mejor el hecho que ella sí había tenido una madre,
debíamos poner un punto medio entre ambas; amaba a mi hermana y no quería perderla, era lo único que en verdad
era mío. Era lo único bueno que Renée había dejado para mí. Volví a la cama, observando al hermoso adonis entre las
sábanas antes de comprobar una vez más la temperatura de Edward. Me deslicé a su lado y cerré los ojos, no
queriendo pensar en más nada que en este momento.

—Creo que es hora de despertar —me acurruqué entre las sábanas—. Oh, vamos Bella, no me harás despertarte a
punta de cosquillas —murmuró Edward y me coloqué en posición fetal—. ¿Crees que eso impedirá que te de un
ataque de cosquillas, Isabella Swan? —Lo siguiente que sentí fueron los dedos de Edward picando mis costados, me
resistí todo lo que pude pero acabé pidiendo clemencia como Nessie, cuando jugábamos juntas—. Buenos días, nena
—Edward besó mis labios brevemente sin profundizar el beso, me levanté quedando sentada en la cama y peinando
mi cabello hacia atrás.

— ¡Estás loco! —Murmuré entre dientes, sin hacerle notar que casi lloro de alegría al ver su regreso de chico tremendo
— ¿Qué hora es? —bostecé.

—Son las 9:30, siento lo de anoche —dijo colocando una bandeja frente a mí.

—Oh mi Dios—me despabilé— ¿estás bien? —Me dio un seco asentimiento—. Edward…

—Ahora lo estoy nena, come —sonrió.

—No debiste…

—Sí, tenía que hacerlo. Es una forma de retribuirte por no haberte ido anoche —dijo, tomando un trozo de melón y
colocándolo frente a mi boca.

—No iba a dejarte solo y enfermo —Edward movió la fruta frente a mí—. Creo que debería lavarme los dientes primero
—dije con los labios cerrados, levantándome de la cama y agradeciendo mentalmente que Edward hubiese comprado
ese cepillo para mí, cuando volví a la habitación, Edward estaba sentado en la cama y su bóxer era la única prenda que
cubría su cuerpo.

— ¡Mierda! si cada vez que me ataque una jodida migraña te vas a vestir así de Sexy me enfermare a diario... Luces
jodidamente follable con mi camisa y mis bóxer— Sonreí y le enseñe el dedo del medio—Auch eso es lo que uno se
gana por intentar ser romántico, ahora come —ordenó.

—Hay suficiente para los dos —dije viendo la bandeja; compartimos la fruta y las tostadas, luego Edward fue por un
vaso de jugo de naranja para él, no sin antes refunfuñar algo acerca del café—. ¿No tienes consultas? —dije cuando lo
vi acostarse a mi lado, luego de terminar la segunda tostada.

—No, las cancelé ayer. Simplemente estoy preocupado —lo miré sin entender—. ¿Sigo siendo virgen? Digo ayer
estaba como medio muerto y bueno tú… yo…

Lo golpeé en un brazo.

— ¡Joder, porqué no pensé en eso!—murmuré—. Tu hombría está intacta —sonrió—. El cepillo de dientes eléctrico
hubiese servido… Aunque no es que me sirvas mucho si prefieres ser tuerca en vez de tornillo. —Edward frunció el
ceño y luego curvó su mano en un movimiento muy amanerado para él.

—No te sirvo mucho si juego en tu mismo equipo, Swan. Muy buena jugada —sonrió—. ¿Tienes que ir a Volterra?

—Por la tarde, ¿por qué?

— ¿Me acompañarías a un lugar, Bella?

— ¿Dónde?
—Al cementerio, —su voz fue baja— hoy es el aniversario de la muerte de mis padres —asentí y luego todo fue silencio.

Edward condujo su coche hasta Green Wood, caminamos entre las lápidas hasta llegar a un pequeño mausoleo; él
abrió las rejillas con una llave y yo me quedé a una distancia prudente. Lo vi colocar las rosas blancas que había
comprado y sentarse unos minutos frente a la pequeña bóveda familiar, pude darme cuenta que había espacio para
una nueva pequeña urna, suspiré… odiaba los cementerios.

Afortunadamente, fue muy rápida la visita y le pedí a Edward que me dejara en mi departamento. Habíamos ido en su
coche por lo que Mickey se había quedado en su edificio; él pasaría por mí esta noche, ya que él y Rose harían un
programa pre grabado. Rosalie y Emmett iban a viajar a Nueva Jersey por lo cual, Edward y ella, grabarían varios
programas en la tarde. Cuando entré al departamento estaba todo en silencio. Edward insistió en llevarme hasta
Volterra y acepté a cambio de que no me fuese a buscar en la tarde, yo llegaría a la emisora y de ahí, iríamos a su
departamento. Me di una ducha rápida y me coloqué unos vaqueros nuevos junto con unas botas marrones, estaba
empezando el frío y, aunque no se sentía con toda su fuerza, era mejor prevenir un resfriado. Me puse un suéter largo y
sencillo y tomé una de mis chamarras. Salí de la habitación peinando mi cabello, cuando vi a Edward de pie frente a la
encimera su cuerpo estaba rígido y parecía no haberme escuchado llegar.

— ¿Edward? —él se giro y yo jadeé al ver lo que estaba en su mano, era el libro marrón que Bree me había dado por la
mañana—. ¡¿Qué haces con eso?! —medio grité.

—No lo he leído… —sus labios eran dos líneas tensas—. Pero creo que debes leer esto Isabella, es de Brithany —me
extendió la hoja doblada en dos y la tomé con manos temblorosas, di un largo suspiro antes de desdoblarla pero solo
bastó leer la primera línea para confirmar mis sospechas.

"Querida Isabella,

He tomado la decisión de irme…"

Bree me había abandonado.

¡Hola! :)

Pobre mi Bells todos me la abandonan, al menos creo que ya reconoció lo que siente por Eddie, mi doctor sex es un
amor, me gusta cuando saca sus atributos de yo soy el más lindo del mundo, 15 días completos mis chicas creo que
las actos serán así.

Me han estado preguntando mucho cuando actualizaré recuérdame y Peligro, ahora mismo estoy enfocada en dsex,
cuando la termine le daré con todas mis fuerzas a peligro y a recuérdame porfis sean un tris pacientes y espérenme,
toda información sexual del Doctor Sex es real, me he basado en estudios y en muchos Internet para poder expresarla
lo mejor que puedo, si tienen alguna pregunta pueden enviarme un PM o en mi perfil esta mi face y mi correo quizás no
responda enseguida pero respondo.

Quiero agradecer a Nadia que ha estado dejándome revs toda la semana y haciéndome caer en cositas importantes
gracias por leer mu y comentar

No quiero irme sin antes no agradecer primero sus Reviews: LIOREX , paansaro cullen swan , upy, COKI CULLEN,
Gatita Cullen , BELEM28 , Lucerito11 , neily Pattz, lulillaby , Vbarby , darky1995 , Solange cerezo , , coco cullenswan ,
bella-maru, , Eve Runner , Palitatjcullen , LAUCAMI , bellysabethitha, Issa Rodriguez, orisweetcullen , DiAnA FeR , Anahi-
littrell, sakutsunade, katerin1718 , Tata XOXO , ALEXANDRACAST , kimjim , valeskaisrobstenforever , anamart05 , Kisara
Masen , ElizabethEPAY , isakristen, PequeeCullen20 karlita carrillo, Anisa Eliana, , , liduvina, Bella Kristen Marie Swa, .5
, yolabertay, wichi0705 , Fefy , , PinkLady, Iku Cullen, Beastyle, LuluuPattinson, cary , galadrielcullen, zujeyane , Elaine
Haruno de Uchiha , Miriamny , Gabs Frape , EveTWILIGHT , VHICA , vivi S R, Letieuge , Anilu-Belikov , veroc , ashleyswan
, Nyx-88 , Kikita , Glam009 , freedom2604 , PRISGPE , OsPattinsonCullen, Saha Denali, Pam Malfoy Black,
solecitopucheta , Yoa. 7, TaNiiaGG , Angie Cullen Lutz .

Gracias mil gracias por leer y comentar por estar junto a mi en esta locura a los lectores anónimos y los fantasmas Mil
Gracias

A mis pequeños Harem's (el de Whats app y el de Face) son los mejores grupos que una chica puede tener, A Eli y
Salem que son a las mejores animadoras del mundo, a Alejandra y esas bellas imágenes que me ha obsequiado, a
Veronica y Ginette Bri que a pesar de no ser la beta de este fic están ahí apoyándome leyendo y dando consejos, a Jo
que siempre esta ahí ayudándome con mi gran problema de comerme las comas, los puntos y las tildes y a Adriana
que siempre dice Yo! cuando le coloco en face SOS de verdad muchísimas gracias mi nena, no tengo como pagarte
todo lo que has hecho por mí.

Ary.
*Chapter 18*: Acompañame
Disclaimer: los personajes de Crepúsculo son propiedad única y exclusivamente de la señora Meyer, yo solo los utilizo
para mi diversión.

Capítulo beteado por Jo Beta Ffad, Betas FFAD

www facebook com / groups / betasffaddiction

NA: Es un placer para mí decirles que esta historia está debidamente Registrada por SafeCreative bajo el código
1305285174880. Cualquier distribución, copia o plagio del mismo acarraría las consecuencias penales y
administrativas pertinentes.

Acompáñame a estar solo

a purgarme los fantasmas

a meternos en la cama sin tocarnos

Acompáñame al misterio

de no hacernos compañía

a dormir sin pretender que pase nada

Acompáñame a estar solo

acompáñame al silencio

de charlar sin las palab ras

a sab er que estás ahí y yo a tu lado

Acompáñame a lo ab surdo de ab razarnos sin contacto

tú en tu sitio yo en el mío

como un ángel de la guarda

Acompáñame a estar solo

Acompáñame

Ricardo Arjona

Querida Bella:
He decidido irme. Te escrib o entre lágrimas. La angustia de despedirme me sofoca pero no tengo alternativa.

¡Te quiero!, te quiero tanto que no logro comprender que prefieras tu ceguera a escucharme.

La vida no es solo b lanco y negro, Bella, los grises tamb ién son colores y deb erías de conocerlos. Mamá, sí, nuestra
madre, fue una mujer maravillosa y sé que te amab a con todo su corazón.

El diario que escrib ió está esperando por ti. Yo no puedo ob ligarte a conocer una verdad que tú no deseas sab er. Lo
siento muchísimo en mi corazón, me duele todo esto, me lastima y me da mucha rab ia.

No te preocupes por mí, voy a estar en la casa de mi padrino pero, por favor, no vayas a b uscarme. Necesito esta
distancia, pues nuestras peleas me hacen daño.

No acepto que hab les de mamá de la manera en que lo haces y, aunque me pese, logro comprender tu postura; por
eso decidí partir, tenemos que sanar hermana.

No tengas miedo a encontrarte con quien fue Renée Swan, conocerás parte de tu historia Isab ella y creo que es hora.
No sufras más, deja el rencor y empieza a vivir.

Te quiero,

Bree.

Releí la carta una vez más mientras las lágrimas corrían por mi rostro, hacía poco más de una semana que Bree se
había ido, sabía que estaba con Phil y también sabía estaba deprimida. Sin embargo, no la había llamado, no la había
buscado y la verdad, no iba a hacerlo; ella había decidido irse entonces, ¿quién era yo para hacerla regresar?

No había visto a nadie tampoco, leer la carta la primera vez fue igual de difícil que leerla ahora. Edward había estado
viniendo todos estos días, después de que lo hubiese corrido de casa casi a empujones, había estado trayéndome
comida y Alice había estado tocando muchas veces al igual que Garrett pero yo, simplemente, no quería ver a nadie, no
quería que nadie sintiera lástima por mí. Luego de correr a Edward de mi departamento, lo primero que había hecho
era cambiar la cerradura, con la única escusa que quería que me dejaran sola. Sola, como siempre había estado. Alice
y Garrett lo habían entendido; necesitaba mi espacio pero Edward... Edward había amenazado con derribar mi puerta.
No lo hizo, en cambio, trajo un cerrajero y cuando le dije que cambiaría nuevamente la cerradura, dijo que el cerrajero
tendría un cliente fiel y que no me dejaría sola.

Cerré los ojos, respirando profundamente mientras veía hacia la nada, apretando fuertemente la arrugada nota de
Brithany a mi pecho sin poder evitar el dolor del vacío que albergaba allí; en poco tiempo, Bree se había convertido en
alguien importante y especial, ella era mi hermana, algo que pensé que yo nunca tendría. Se supone que los
hermanos son para siempre... Desafortunadamente, no era así. No para mí. Yo una vez más estaría sola

Escuché el sonido del teléfono pero no me levante del sofá, sequé mis lágrimas con rabia por seguir siendo débil ante
estas situaciones. Yo ya no era una niña, yo ya no necesitaba compañía.

—Bella... —la voz de Alice se escuchó por el contestador—. Nena, por favor, hab la conmigo Bells, no vuelvas a irte; no
estás sola Isab ella, Jasper, Vanessa y yo siempre estaremos para ti, por favor, por favor Bella, no vuelvas a ese ab ismo
de hace unos años, tú eres fuerte —su voz se escuchaba preocupada y, a pesar que no la estaba viendo, podía
asegurar que estaba llorando—. Déjame verte, hab la conmigo Isab ella —sorbió su nariz—. Te daré hasta el viernes,
Isab ella, si no hab las conmigo iré por ti y sab es perfectamente que puedo tirar esa puerta si me lo propongo. Te quiero,
sab es que siempre puedes contar conmigo.

El contestador quedó en silencio y suspiré, pasándome la mano por el cabello y levantándome del sofá, sabía que
tenía que continuar mi vida pero simplemente, había algo que no me dejaba continuar, depresión, estupidez…

Mi celular sonó y miré hacia la isleta de la cocina donde lo había dejado por la mañana, peiné mis cabellos antes de
caminar hacia él.

"G"

Tenía que contestar, pero no me sentía con ánimos como para hacerlo, así que como el teléfono fijo dejé que la
llamada se perdiera. Dos minutos después, la pantalla del celular me mostraba que tenía un mensaje nuevo.

"No sé qué más decirle a Aro y Caius, ¡se profesional maldición!Que esa desagradecida se haya ido, no te da el
derecho para que mandes tu carrera a la mierda; así que le he dicho a Caius y a Aro que mañana tendrás tu lindo
trasero en la sala de juntas a las diez de la mañana, así me toque ir por ti al departamento y arrancar la jodida
puerta, Isabella".

Di un suspiro largo luego de leer el mensaje dos veces, Garrett lo haría e incluso Alice; suspiré fuertemente y abrí los
ojos para ver el maldito libro marrón que parecía estarse burlando de mí, aun estaba donde Edward lo había dejado
hace ya varios días, recordé lo que había pasado ese día luego de leer la carta, explicar cómo sentí que algo dentro de
mí se quebró, es muy difícil, era algo que me asfixiaba. Lo tomé sintiendo una lágrima descender de mi mejilla, Renée
aún seguía jodiéndome, ni muerta me dejaba en paz. Tomé el causante de mi tristeza y caminé hacia el contenedor de
la basura; lo mejor sería deshacerme de este; Bree ya no volvería y, si lo pensaba con calma, era lo mejor que me
había pasado, no tendría que explicarle porqué Edward y yo terminaríamos tan abruptamente el próximo mes; sin
embargo, y aunque quería deshacerme del libro con todas mis fuerzas las últimas palabras que Bree me dijo antes de
dejarla esa mañana, resonaron en mi cabeza con fuerza.

—Eres una cob arde. Te aterra sab er qué fue lo que pasó y prefieres huir.

Abrí el libro, encontrándome con la pulcra caligrafía de René Swan.

Noviembre 17 de 1986

Mmm, no sé qué estoy haciendo… de verdad no lo sé. Necesito tener al menos alguien a quien contarle mis cosas; no
soy una b eb é pues tengo quince años pero necesito un amigo. Lo cierto es que no puedo tenerlos porque cuando por
fin me adapto a algún lugar papá hab la y nos trasladan. Odio mi vida, odio este pueb lo y odio a papá, el siempre está
viajando y nosotras tenemos que seguirlos como si fuésemos pulgas. Odio a mamá, con todas mis fuerzas ¿por qué no
pudimos quedarnos en Phoenix? Forks es feo, húmedo y frío, todo es gris y verde… Si papá estuviese con nosotras, tal
vez él tamb ién aguantaría este maldito lugar pero él está en Neb raska, no entiendo, por qué nos mudamos aquí.

Pasé las hojas rápidamente, mirando solo las primeras líneas de cada una de ellas en donde Renée despotricaba en
contra de Forks. Mientras pasaba las hojas, algo llamo mi atención.

Marzo 12 de 1987

No sé porque sigo escrib iendo aquí, imagino que por lo mismo de siempre, este pueb lo sigue sin gustarme. A pesar de
tener meses aquí, sigo siendo "la nueva"; lo único b ueno es que he conocido a alguien. Sí, hace unos meses me
quejab a porque papá nunca estab a aquí ahora me alegro y espero que esté b ien lejos unos años más, al menos hasta
que sea mayor de edad y pueda vivir mi vida como quiero.

Clauss es hermoso… Me llamo Bella… Es Italiano y, en su país, eso significa hermosa. Su papá vino a ver unos
negocios en Port Angels, Clauss es… Es mi primer amigo homb re y ¿mi primer amor? Y… Dios, quiere verme y yo por
supuesto que quiero verlo, se quedará aquí hasta final de cursos y ¡quizás me invite al b aile!

No sabía qué pensar, había días que yo también odiaba a Charles. Negué con la cabeza y seguí leyendo.

Junio 24 de 1987

Lo he hecho con Clauss. Dios, dolió como si me atravesaran el cuerpo con una varilla, pero luego fue placentero y muy
alucinante, quiero hacerlo otra vez, he tomado varios de los condones que Charles dejó en casa la última vez que vino.
Creo que estoy enamorada de Clauss, me dijo que me llevaría a Italia con él una vez fuese mayor.

Julio 11 de 1987

Hacer el amor con Clauss siempre es nuevo, se nos acab aron los condones que tenía, pero él ha comprado más. Lo
hacemos en todos lados: en su coche, en el b año de la escuela, en su hab itación o en la mía, cuando Sue se va a su
club de cocina. Lo amo, estoy loca, perdida e irrevocab lemente enamorada de él, de su acento de la forma en cómo
me dice Bella. Joder, deb o b uscarme una amiga para contarle todo esto, pero Stanley es una idiota quiere a Clauss
para ella, al igual que María Denali. Definitivamente, tú eres mejor lib rito, tú nunca contarás nada a nadie y contigo me
desahogo. Voy a arreglarme, tengo una tarea que hacer con Clauss, una tarea que involucra cuerpos, gemidos y
suspiros.

Octubre 7 de 1987

Claus y yo estamos cumpliendo cuatro meses saliendo, hoy me ha dicho que quiere estar conmigo por siempre, que
quiere que nos casemos porque me ama y… estoy pletórica, aunque no le contesté nada. Lo amo sí, pero tengo 15
años, casi 16; él es mayor, tiene 18… quiero casarme algún día pero no ahora, eso sería encadenarme y aún tengo que
ir a la universidad, b eb er, ir a fiestas, despegarme completamente de Sue y Charles, ¡vivir! Y b ueno, aún no estoy lista
para eso, aunque me gusta cuando me dice que me quiere llevar a Italia, y que caminemos tomados de la mano como
no podemos hacer aquí, pueb lo chico infierno grande, estoy completamente enamorada de él hasta los huesos, estab a
tan feliz… hasta que llegué a casa y encontré la desagradab le visita de Charles, lo hab ían trasladado a Port Angels por
unos meses, así que podría venir a visitarnos más seguido. Charles nunca ha estado con nosotras, siempre hemos sido
Sue y yo.

Noviembre 26 de 1987

No he visto a Clauss, la última semana Charles ha estado enfermo así que está aquí, en cama. Mamá no lo deja solo, la
casa no se queda sola; necesito a Clauss, necesito sentirlo y sab er que él me ama. Lo he visto con Mallory y no me
gusta, ¡él es mío! Le diré a papá que necesito ir a la b ib lioteca, pasaré por ahí y le diré a Tyler que me de algunos lib ros
antes de verme con Clauss.

No había nada más escrito, pasé unas cuantas páginas y jadeé al ver la fecha.

Febrero 2 de 1988

Hace dos meses no veo a Clauss, desde que Charles nos encontró en su coche. Maldito comisario Newton y su b ocota,
porqué no podía quedarse callado. Hab íamos encontrado un claro en el b osque, ahí nadie nos molestab a pero un día,
el comisario nos vio y se fue de b ocón con Charles, ob viamente el pidió un traslado y se enojó mucho con Sue. Ahora
estamos en Oregón, la última carta que recib í de Clauss fue en diciemb re y me decía que su papá ib a a volver a Italia
pero que él ib a a quedarse. Me he estado sintiendo mal, estoy deprimida, no quiero comer y el maldito retorcijón de
estomago me está matando. Odio a Charles y odio a Sue y odio a todo el maldito mundo. Quiero a MÍ novio, quiero salir
pero Charles me ha puesto un profesor particular… Odio mi vida, quiero a Clauss… Ven por mi b eb é.

Febrero 25 de 1988

Estoy emb arazada. Charles va a matarme, a mí y a Sue. Dios… No sé nada de Clauss, necesito decirle que ahora sí
vamos a tener que irnos juntos, sin importar que falten dos meses para mi cumpleaños. Necesito a Clauss… quiero a
Clauss; agradezco al cielo que Charles está lejos en Alaska y que no vendrá, deb o b uscar a Clauss o deshacerme del
prob lema. Clara, mi vecina, dice que hay una pastilla que puede sacármelo pero tengo que ir a un doctor. Tengo que
b uscar dinero para que el doctor saque esta cosa de mí.

¿Cosa? ¿Deshacerse del problema? Tragué grueso, eso es lo que yo era, ¡un problema! Porqué no se cuidó, ¡por qué
no cerró las putas piernas! Limpié las lágrimas de mis ojos, ¿esto es lo que querías Bree que leyera, lo buena que
había sido nuestra madre? ¿Que confirmara lo que yo sabía? Me dejé caer en el suelo mientras mis dedos pasaban
las páginas del viejo diario, buscando más.

Junio 10 de 1988

Cada vez crece más, cada vez tengo que decirle más mentiras a Sue. No he sab ido más nada de Clauss, idiota.
¿Dónde estab a su amor por mí? Hab lé con Tyler y me dijo que se hab ía marchado a Italia pero que no sab ía nada
más, me odio y lo odio a él… odio a todo a este maldito parasito que cada día me hace ver más gorda y vieja. Me tomé
la pastilla, varias, pero no se salió y ahora tengo que esperar a que salga, ojalá se muera. No quiero tener un b eb é, lo
dejare en la primera casa que encuentre, como en las novelas, metido en una caja. Odio cuando se mueve, odio
cuando patea, odio cuando soy consciente de lo que será en mi vida: un estorb o.

Sentí la bilis subir por mi garganta y corrí en dirección al baño; ella me odiaba, yo lo sabía. Me dejó siendo una niña,
nunca se interesó por mí y yo lo sabía, pero no por eso deja de doler… me laceraba el corazón. Vomité todo lo que
había comido y lo que no, dejando que las lágrimas me diesen alivio; el pecho me cruje, me arde, me quema, se los
dije a todos y nadie me quiso escuchar . .Ahora. No necesitaba saber que para mi madre era una cosa sin valor y que
ella me odiaba.

Todo lo que hago es imaginar, imaginar que cuando me quería muerta, cuántos deseos de matarte puede tener
aquella persona que se dice ser tu madre.

Me abracé al toilette intentando respirar, tratando de cerrar mi mente a los sentimientos de dolor, no era como si no lo
conociese, como si fuese nuevo. Cuánto tiempo estuve sentada en la fría cerámica del baño, no lo sabía, sentí unos
pasos acercarse y me encogí aún más.

—Bella —la voz de Edward llegó hasta mí como un bálsamo, un arrullo suave que arropó no solo mi corazón dolido,
sino mi cuerpo cuando sus brazos se cernieron alrededor de mí—. ¿Qué sucede, nena? —susurró, apretándome más
a su cuerpo. Me quebré nuevamente y lloré porque Edward también se iría; me aferré a su camisa como si mi vida
dependiese de ello mientras él me arrullaba y dejaba besos sobre mi cabeza—. Isabella, no puedes seguir así —
murmuró—. Si tanto te afecta que Bree se haya ido, ve por ella o llámala —por unos minutos todo fue silencio, Edward
me mecía entre sus brazos suavemente como si me arrullara, lo sentí inhalar fuertemente en mi cabello—. Habla
conmigo, Isabella, somos amigos. Ahora mismo si no quieres eso, seré tu doctor, solo háblame, nena —murmuró sin
dejar de mecerse.

— ¿Alguna vez te has sentido solo, Edward? A pesar que tienes mil personas a tu alrededor —sentí la primera lágrima
rodar por mis mejillas—. ¿Has sentido que das mucho y recibes poco? O ¿que todos te decepcionan? —No podía
parar, tenía que sacarlo de mí—. ¿Alguna vez has sentido que no sabes por qué caminas, vives y respiras? ¿Alguna vez
has querido que alguien sea sincero y constante, que te de lo que quieres? ¿Alguna vez has sentido lo que duele el
rechazo y el abandono? —Edward se quedó completamente callado, sus brazos dejaron de arrullarme y suspiró
fuertemente. Negué con la cabeza, separándome de él y levantándome del suelo; era obvio que él no lo había sentido,
bastaba ver la abnegación de Esme por él, o la fraternidad de Carlisle, el cariño de Jake y la química con Rose; Edward
nunca había estado solo. Él no podía entenderme—. ¡No lo has sentido nunca maldita sea! ¡Así que no vengas aquí
queriendo decirme que sabes lo que estoy sintiendo, porque no lo sabes! —grité, quitando las lágrimas con mis
manos—. Quiero llorar, aunque pienses que el llanto es para débiles, quiero maldecirme por ser tan confiada, tan
ilusa, tan tonta como para creer que ella se quedaría junto a mí; estupidez o no, soy yo la que estoy sintiendo cómo me
derrumbo y me hago polvo mientras el mundo gira a mi alrededor y, ¡maldición, quiero escapar! Quiero ir a un lugar
donde nadie sepa quién es bella Swan, ¡un lugar donde nadie me lastime! —grité una vez más antes de correr hacia mi
habitación, sentí como Edward venía tras de mí, pero no me importó, me tiré a la cama y abracé mi almohada dejando
salir el dolor que sentía.

Edward se sentó en la cama, a mí lado pero sin tocarme, no hizo el intento de acercarse. Lo sentí respirar fuertemente
una vez más y, nuevamente, el silencio se paseó por la habitación.

—Lo he sentido, Bella —dijo en voz baja, era más un susurro—. Eres una mujer muy fuerte para algunas cosas, pero
débil para otras. Necesitas sentirte querida y buscas ese cariño en las personas, pero tienes que entender que el ser
humano es un animal cruel, que si no te quieres a ti misma nadie va quererte; eres guerrera pero te quiebras con
facilidad. Yo quedé huérfano a los siete años, quedé solo, Isabella y eso me hizo fuerte, no te mentiré diciendo que
estaba bien, me aferré a Jake como si mi vida dependiese de ello, prácticamente se lo impuse a Carlisle y luego,
entendí que yo no podía pretender que él girara en torno a mí y por eso no permito que nadie llegue, que nadie me
toque; la soledad es mi mejor compañía, Bella. No depender emocionalmente de nadie es mi mejor arma, porque yo
era como tú y créeme, sé lo que duele y sé cómo te sientes. Llora, Isabella, grita si eso quieres hacer, ve por Bree si
tanto la extrañas ¡pero no te auto compadezcas, por un demonio! En el mundo, millones de mujeres abandonan a sus
hijos quieran o no, mi madre también me abandonó siendo un niño, yo le pedí que se quedara conmigo pero ella no lo
hizo.

—No es lo mismo, tu madre murió, la mi…

—Explícale eso a un niño de siete años, Isabella —me interrumpió—. No importan las causas aquí, lo que quiero que
entiendas es que no eres la única mujer a la que su madre abandonó, no eres la única chica que ha sufrido una
decepción amorosa y no es la culpa de ellos, es tu culpa por permitir que te afecten más de lo que deberías —terminó
fuertemente, lo sentí respirar una vez más—. Te auto compadeces Isabella, tienes miedo a enfrentar las cosas y, si
sigues así, eso va carcomerte. Lo mejor en estos casos, es enfrentar la maldita realidad con la frente en alto en vez de
estar lloriqueando por los rincones. Me costó entenderlo y aún más asumirlo, eres una mujer joven y sana, con una
maravillosa vida por delante pero para ti, es mejor estar aquí dándote golpes de pecho en vez de buscar a tu hermana e
intentar sobre llevar las cosas. Bree te ama, simplemente te está dando tu espacio al igual que Alice; llevas una
semana en este estado de llanto y depresión, cuando afuera hay un mundo hermoso, lleno de mierda, pero hermoso
ante tus pies. —La cama se movió, por lo que supuse que él se había levantado aún así, no me giré—. Vive mientras
puedas vivir, Isabella y vive por y para ti —cerró la puerta y supe que me había quedado sola con lágrimas corriendo por
mis mejillas.

Pensé que Edward se había ido, pero cuando salí de mi habitación la mañana siguiente, él estaba sentado en la isleta
con una taza de café en sus manos.

La visión de él frente a mí, alto, hermoso y fuerte, no sé porqué pero su presencia me puso más triste, pues entendí
que aquella visión de aquel ser humano perfecto físicamente se iría y yo sólo quedaría con el recuerdo.

—Buenos días —dijo al verme llegar a la cocina y sacar una botella de agua en la nevera. Que Renée no me quisiera,
no era una sorpresa para mí entonces, ¿por qué me había puesto tan mal ayer? No sabía a qué hora me había
quedado dormida pero había pensado mucho en las palabras de Edward—. Tu teléfono ha estado sonando; Alice y
Garrett. —No dije nada pero me senté a su lado mientras él bebía lo que fuera que estaba bebiendo, sabía que no
podía tomar café por su migraña—. ¿Quieres té? Ayer no comiste nada, un té le vendría bien a tu estomago —silencio
—. Genial, has dejado de llorar para volverte muda —bufó sonoramente, tomé un trago de agua de la botella mirando
hacia la nada.

Vi a Edward dejar la taza en la isleta y levantarse de la silla, salió de la cocina y caminó hasta el sofá donde estaba su
saco, antes de caminar hacia la entrada de mi apartamento.

—Edward —lo llamé, haciendo que se detenga frente a la puerta—, gracias… —susurré ahogadamente— por saber
qué decir.

—Es mi trabajo Isabella, analizar y saber aconsejar, ser duro y realista si en realidad tengo que serlo. —No se giró y yo
agradecí que no lo hiciera—. Grabaremos por la tarde el programa de esta noche, ya que Rose debe cubrir el evento
del hotel Hilton; será entre cuatro y seis de la tarde, me gustaría mucho que pasaras por la emisora, quiero enseñarte
algo —abrió la puerta—. Si no lo haces, te recuerdo que tú y yo tenemos un trato, vendré por ti y te llevaré de todos
modos —salió sin decir más, suspiré… La vida continuaba.

Me di un baño rápido y me vestí con sencillo un suéter amplio, unos vaqueros y unas botas altas, busqué una de mis
bufandas y una chaqueta para el frío; tenía exactamente treinta minutos para estar en Volterra. Salí a buscar mi celular
metiéndolo en el bolsillo trasero de mi pantalón, me giré para buscar las llaves y me encontré con el maldito diario de
Renée, suspiré sonoramente antes de tomarlo y caminar hasta el contenedor de la basura, no me interesaba nada
más de lo que ahí había escrito; abrí el contenedor dispuesta a tirarlo aunque mi lado masoquista estuviese gritando
en algún lugar de mi memoria. Mi celular sonó, era el sonido de cuando llegaba un correo electrónico a mí celular;
negué con la cabeza y tomé el diario con una mano mientras con la otra, sacaba el celular de la parte trasera de mis
vaqueros.

Brithany Drywer.

Los ojos se me anegaron de lágrimas y espabilé para alejarlas, antes de abrir el correo.

Bells,

No sab ía si escrib irte o no. Pero aquí estoy, espero que estés leyendo el diario, al principio no comprenderás… Ni yo
misma lo hacía; no podía entender que mi madre, la Renée que yo conocí, era la chiquilla inmadura que escrib ía en las
primeras hojas de ese lib ro. Durante ese fin de semana, muchas fueron las veces que dejé el diario a un lado, incluso
llegué por míseros segundos a sentir el dolor y el resentimiento que tú sentías hacia nuestra madre pero seguí leyendo,
no me dejé llevar por el dolor y esperé hasta que entré al mes de Julio de 1988. Mamá te amab a Bells, ese primer
párrafo de Julio es la clave, allí empezarás a entender todo; sé que quizás piensas que fui mala por hacerte leer eso,
pero ahí está la verdad que deb es sab er, sé que te ha costado no llamarme... Joder, te extraño, Isab ella. Extraño
sentarnos a ver películas con Edward, extraño desayunar junto a ti en la cocina, pasar tiempo con Alice y Ness y extraño
no encontrar Coca-Cola en la nevera... Pero esto no es por mí, es por ti. Sigue leyendo y entenderás.

Te quiero más de lo que imaginé jamás,

Bree

Miré el diario en mi mano y lo dejé en el contenedor, no me importaba más nada; sin embargo, algo dentro de mí me
decía que no era correcto. Maldije internamente antes de sacar el maldito libro y dejarlo en la isleta, no sabía si iba a
seguir leyéndolo pero ahora mismo, no estaba pensando con claridad. Tomé las llaves de Mickey, sabía que Edward lo
había dejado en el sótano de mi edificio y, sin pensar más en Bree o el diario e Renée, salí del departamento
dispuesta a seguir peleando con mis fantasmas.

— ¡Lo odio! —grité al entrar a mi oficina—. De verdad, ¿cómo puedes trabajar con él? —acusé a Garrett.

—No sé qué tanto peleas mujer, ganaste —se meció en la silla.

— ¿A qué precio señor Sanders? Joder, ¡me toca escribir otro puto libro erótico! No es mi rama, porqué no
simplemente me deja ser feliz con lo que escribo, "Tentación" y "Prohibido" le han dejado buenas ganancias. Victoria y
Adriana se ofrecieron, por qué tengo que hacerlo yo —me dejé caer en la silla, tenía tanta rabia que no podía celebrar
mi pequeña victoria contra Caius y Aro.

—No sé porqué te quejas.

—Será porque escribir no es como soplar y hacer botellas —murmuré hastiada, me dolía la cabeza y tenía más de
siete mensajes de texto de Edward, recordándome que si no iba a él esta noche, él vendría a mí—. Me ha costado
mucho sacar "Atada a ti" adelante, las escenas eróticas no son mi fuerte.

—Pues yo las veo bastante bien además, tu noviecito te está ayudando —murmuró irónico y rodé los ojos antes de
sacar mi celular que, nuevamente, vibraba de mis pantalones.

Te espero en dos horas, nena.

E.

Contesté con algo de irritación.

Lo sé, papá.

B.

Mi celular vibró nuevamente.

Me gusta papi… Suena más sexy, ponte algo lindo, te llevaré a cenar.

E.

Estoy en Volterra. Jeans, botas y suéter… Pasable, si no te gusta ¡jódete! Hoy he hecho muchas concesiones.

B.

Dejé el celular en el escritorio y miré a Garrett, quien me veía con una ceja arqueada.

— ¿Ya podemos trabajar o tienes que mandar más mensajitos? —preguntó sarcásticamente.

El celular volvió a vibrar y decidí apagarlo.

—Soy toda tuya —bromeé, como en los viejos tiempos pero esta vez G no se rió, cuadró los hombros y negó con la
cabeza.

—Tenemos un mes para entregar "Atada a ti" completo, estoy seguro que no has escrito una mierda desde que Bree
se fue —cerré los ojos—. Lo siento, soy un jodido gilipollas —dijo acercándose y tomando mis manos entre las suyas.

—Estás en lo correcto, no tenía ánimos para escribir, pero sabes que nunca dejo de cumplir un plazo. En menos de
una semana tendrás el capítulo 14 y antes que se cumpla el plazo, el 15 para corregir.

—Esa es mi bonita y hermosa Bells. Te parece si te invito a almorzar para celebrar que seguiré teniendo empleo, ya
que haremos otro libro —alcé una ceja.

—Haremos me suena a mucha gente, yo escribiré y…

—Y yo arreglaré tu desastre… Quizás se nos ocurre una nueva idea para el próximo libro además, tengo que contarte
algo y quiero que lo sepas antes que todos, pero no quiero hacerlo aquí; escoge el lugar, yo invito —dijo pagado de sí
mismo.

—Pues yo también voy —alcé el rostro para ver a Alice en el marco de mi puerta—. Debería matarte, Isabella Swan —
dijo caminando hacia mí mientras me señalaba con su dedo—. Por mala hermana y mala amiga —me levanté hacia
ella y antes que pudiese decir algo más, la abracé fuertemente.

.
El almuerzo con Alice y Garrett fue divertido, a pesar de que me sentí extrañamente observada. Garrett nos comentó sus
nuevos planes, quería abrir una editorial independiente junto con algunos colegas editores, yo no era una escritora
súper reconocida pero G aseguraba que "Atada" sería un hit en ventas y eso haría que más gente me reconociera
debido a que el tema, era el del momento gracias al Señor Green, bufé sonoramente cuando lo dijo. El regreso a la
editorial fue en calma, a pesar que seguía teniendo esa extraña sensación que alguien me miraba. Alice, Garrett y yo
quedamos de reunirnos en mi departamento para finiquitar detalles, Alice también estaba entusiasmada con la idea.
Con el nuevo bebé, ella tendría menos tiempo para salir de casa así que trabajar con Garrett en todo lo relacionado al
lanzamiento de la editorial le venía como anillo al dedo. Nos despedimos en la entrada de Volterra puesto que Alice
debía volver al trabajo, Garrett estaba corrigiendo un nuevo manuscrito y yo no quería volver a casa a martillarme con
los recuerdos.

Estaba sentada en mi silla con el lápiz sujeto entre el labio superior y la nariz, cuando Garrett entró a mi cubículo.
Acababa de leer por tercera vez el correo de Bree mientras pensaba qué más tenía que leer, ella decía que la verdad
era más clara cuando entrara al mes de Julio.

El problema era que yo no sabía si iba a seguir leyendo, en ocasiones, es mejor no indagar la verdad.

—¿Quieres hablar de algo? —preguntó sentándose frente a mí, lo miré sin entender—. De Brithanny, Bells, ¿quieres
hablar de lo que ocurrió con ella?

—No —murmuré tajante.

—Bells, soy tu amigo —tomó una de mis manos entre las suyas—. Si no lo sacas de ti, el…

—Me carcomerá —peiné mi cabello con mi mano libre—. Edward dijo lo mismo cuando me negué a hablar con él —
Garrett volvió a cuadrarse de hombros.

—Hablaste con él —asentí—. Entonces, supongo que no me necesitas —su voz tenía un pequeño dejo de tristeza.

—No es eso G, simplemente, no me siento preparada para hablar de esto ahora —me encogí de hombros.

—Te parece si voy esta noche a tu casa y vemos una buena película mientras comemos palomitas y tu veneno —
sonreí.

—Saldré con Edward, pero gracias G. —Vi a Garrett levantarse de la silla abruptamente.

—Así que ahora solo tienes tiempo para Edward —recriminó, y yo respiré fuertemente—. Lo nomino como mejor novio
del año —expresó sardónico.

—Estás siendo infantil —murmuré, intentando no enojarme. G solo quería darme consuelo y, de verdad, me encantaría
tirarme en el sofá y reventarnos de películas como en los viejos tiempos pero si de algo estaba segura era que, si no
iba a Edward, él vendría por mí y lo último que necesitaba en estos momentos era una confrontación entre mi mejor
amigo y mi supuesto novio.

—¡Infantil y un demonio! —gritó—. Me avisas cuando tengas un jodido espacio para mí, Isabella —dijo con voz gruesa
antes de salir de mi cubículo, pasé las manos por mi rostro antes de levantarme de mi silla y tomar mi chamarra antes
de caminar hacia donde sabía que estaba Garrett. Como lo supuse, estaba en la azotea fumándose un cigarrillo.

— ¿Sabes que fumar es malo para la salud? —murmuré llegando a él.

—Pues es bueno para mí estrés, en este momento, mi salud me vale mierda —dijo ofuscado.

—Garrett, yo siempre estaré para ti.

—No me vengas con pendejadas, Swan —tiró el cigarro al suelo y lo aplastó con su zapato— Ahora todo es Edward…

—Tenemos una relación —dije lo más convencida que pude.

—Te alejará de mí —sonreí por lo tonto que se escuchaba eso, Edward tenía razón, yo siempre pensé que estaba sola
en el mundo y quizás lo estoy pero en mi mundo, Garrett y Alice siempre estarán conmigo. Me acerqué aún más a
Garrett y dejé que mi cabeza se apoyara en su brazo. Garrett respiró fuertemente antes de pasar su brazo por mi
hombro y atraerme más a su cuerpo, me sentí incómoda pero no me alejé—. ¿Pasaras navidad con los Cullen? —
preguntó, después de un agradable silencio.

Navidad… quizás para esa época Edward y yo ya no seríamos nada. Aunque según nuestro acuerdo, el falso noviazgo
duraba hasta los primeros días de Enero.

—No lo sé. ¿Con quién lo pasaras tú?

—Kate quiere que vayamos a Alaska a ver a sus hermanas… —suspiró— Quiere presentarme y esas mierdas, y yo no
soy ese tipo de hombre.

— ¿Ella te gusta?

—Es buena en la cama —se encogió de hombros—. Sabe Kegel. —Lo golpeé separándome de él.

—Dios, Garrett, tendré que quitar esa imagen mental de mi cabeza —murmuré sonriente, él también sonrió—. ¿Por
qué no lo intentas? — me miró sin entender—. Ir con Kate, conocer a su familia, deja que alguien te ame.

—No me digas, ¿así como te ama Edward? —inquirió socarrón.

—Si me ama o no, el tiempo lo dirá —mentí, encogiéndome de hombros—. Debo irme —murmuré y él asintió. Agradecí
cuando no dijo nada sarcástico o hizo preguntas, volvimos a los cubículos y, cuando le pregunté si ya se iba, me dijo
que se quedaría un rato más.

Salí de Volterra apretando mi chaqueta a mi cuerpo, al parecer la temporada de frío este año iba ser inclemente,
cuando sentí que alguien me tomaba de la mano.

—Yo necesito hablar contigo, pequeña —dijo Félix con persuasión—. Por favor, solo escúchame —murmuró. Edward
había dicho que tenía que afrontar la realidad, así que asentí.

—¿Tienes auto? —el asintió—. Sígueme.

Aparqué en un Starbucks cerca a WTF RADIO, si salía muy lastimada de este encuentro al menos Edward estaría
cerca. Salí del auto y vi a Félix salir del suyo.

—Pequeña yo…

—Mi nombre es Isabella —dije con voz dura—. No pequeña, vamos dentro —metí las manos en mi chaqueta y caminé
dentro del local, fui a la barra y pedí un frappuccino. La chica de la barra me sonrió y pude ver en sus ojos que deseaba
decir algo más—. ¿Necesitas algo?

—Por supuesto, eres la chica de Edward Masen Cullen, más conocido en el bajo mundo como Doctor Sex. —No asentí
ni negué, tenía entendido que la identidad de Doctor Sex era totalmente ajeno a Edward Masen—. El es el soltero de
Oro de Manhattan —escuché a Félix bufar y la chica se acercó aún más a mí y yo me acerque más a ella, tanto como la
barra me permitía—. Necesito hacer una consulta con él, por favor, ¿podrías ayudarme? —No tenía ni idea cómo
ayudarla—. ¿Por favor? —susurró la chica.

—Dame tu número de teléfono y veré que puedo hacer por ti. —No se me ocurrió nada más en ese momento, la chica
anotó rápidamente en una servilleta y me la entregó, tomé mi pedido y me encaminé hacia una de las mesas vacías,
abrí la servilleta que tenía un número y un nombre Pamela junto con un mensaje por favor no lo olvides. Félix se sentó
frente a mí con su café y yo guardé la servilleta en mi chamarra.

—Bella yo…

—Si acepté hablar con usted es porque no quiero verlo nunca más, ¿me entiende señor Whitlook?

—Pequeña…

—Si vuelvo a verlo cerca de Ediciones Volterra o si sigue acosándome por teléfono, interpondré una orden de
alejamiento y lo denunciaré por acoso —no lo deje hablar—. No tengo mucho tiempo, así que lo escucho —el hizo el
amago para hablar pero una vez mas lo interrumpí—. Esta conversación no cambiará en nada nuestra situación actual.

—Las cosas no son lo que parecen —murmuró —. Bella, yo te amaba… de verdad lo hacía.
—Félix —lo interrumpí—. No quiero saber si me amabas, o no lo hacías. Querías que te escuchara, aquí estoy. Di lo
que tengas que decir de una maldita vez por todas. —Mi voz fue cortante y fría—. ¿Por qué te casaste?

—Sabes que tenía una beca de baloncesto, el equipo era bueno pero cuando yo llegué nos volvimos mejores —se
peinó su cabello con una mano—. Estábamos en los nacionales y jugábamos como los dioses; yo estaba demasiado
feliz, estaba logrando todo y solo me faltabas tú para ser completamente dichoso. Si pasábamos los nacionales la
gente sabría quién era yo, podría conseguir dinero y podría solventar tu universidad.

—Qué tengo que ver yo con que te hayas casado. ¿Ahora es mí culpa? —arqueé una ceja en su dirección.

—Deja de interrumpirme, por favor, Bella.

—Isabella.

—Isabella… Tú tenías esa estúpida condición que puso el Sargento Swan de que si te veía con un chico en la
universidad no seguirías los estudios y te devolvería a Forks y yo sabía lo mucho que tú odiabas ese maldito pueblo,
así que pensé que si conseguía un trabajo bien pagado podría ayudarte a pagar tus estudios y podríamos estar juntos
antes que acabaras tu carrera, como lo habíamos acordado.

Sonreí, cruel e irónicamente.

—Félix para lo único que eras bueno era para meter el balón en la canasta. ¿Qué buen trabajo te iban a dar por hacer
eso? —sorbí mi café.

—No, Isabella, yo soy un estratega, soy bueno en mi trabajo y estaba en la mitad de mi carrera, quizás no iba conseguir
un trabajo como CEO pero sí podría haber conseguido algo bueno, mis calificaciones eran excelentes y… —me levante
de la silla—. ¿A dónde vas Bella?

—Llevamos quince minutos aquí y aún no me has dicho lo que se suponía querías decir.

—Bella, por favor —su mano se cerró en mi brazo—. Por favor, quédate…

Suspiré fuertemente antes de sentarme nuevamente.

—Voy a verme con alguien en veinte minutos, así que por favor salgamos de esto rápido —la frialdad en mi voz era
patente.

—Heidy era la capitana de las porristas —resoplé por el cliché—. El día del último juego, estaba muy nervioso, quería
hablarte pero no tenías un puto celular Bella, jugué y ganamos y luego fue la fiesta y bebí como loco porque quería
compartir mi victoria con alguien que me entendiera, pero tú estabas jodidamente lejos, Jasper y Alice también, estaba
solo.

—Así que fue fácil para ti acostarte con la capitana de las porristas.

—Estaba muy ebrio.

—Excusas —sonreí—, sabía que eso ibas a darme, Félix.

— ¡Déjame terminar, por un demonio! —rugió quedamente—. Sí, me acosté con Heidy, era linda, joven y su papá era el
maldito dueño de una multinacional, pero no fue eso lo que me hizo casarme con ella.

—Entonces, ¿qué fue? —coloqué una mano en mi mentón y me recosté contra la silla—. ¿El dinero? No me digas,
pensabas pagar mi universidad con el dinero de tu esposa.

— ¡No! —gritó y las pocas personas que estaban en el lugar se giraron a vernos—La razón por la cual me case con
Heydi fue Mike maldita sea, Heydi se embarazó.

Lo miré fijamente antes de negar con la cabeza—. Tienes un hijo —el asintió —. Bien, ya te he escuchado —me levanté
de la silla. Algo muy extraño pasó, meses antes la noticia de un bebé me habría devastado ¿ahora? No sentía nada,
sólo decepción.

—Bells, me estoy divorciando —susurró sin mirarme—. Aún podemos ser felices, yo te amo Isabella.

—Pero yo no. —Y era cierto, yo ya no lo amaba. Caminé hasta la entrada del Starbucks y salí; me sentía extrañamente
tranquila, estaba a punto de llegar a mi auto cuando él llego a mí.
—Te enamoraste de él —no fue una pregunta, aún así, contesté.

—Es imposible no hacerlo —lo dije con tranquilidad pasmosa—Fui muy feliz el tiempo que estuve junto a ti y me dolió
mucho tu traición, eras lo único que yo consideraba mío, Félix.

—Pequeña…

—Te escuché, te explicaste; ahora olvídate de mí y, por favor, no me busques —abrí la puerta de Mickey— o me
obligarás a colocarte una caución por acoso —entré al auto y conduje hasta WTF, con una carga menos a en mis
hombros.

Edward estaba en su cubículo cuando llegué al lugar de grabación, me había encontrado con Rosalie al cruzar las
puertas de vidrio de la emisora y me había indicado dónde estaba, no pasé por inadvertida la mirada que me dio
aquella rubia con la que lo vi tener sexo el primer día que vine aquí; la revista había salido unos días después de que
Bree se hubiese marchado y Aro había quedado complacido o al menos eso pensaba, la verdad no me importaba, lo
único bueno de eso es que hoy no había visto ningún parásito… No es como si los detectara fácilmente.

Cerré con cuidado la puerta, tenía los ojos cerrados mientras movía la silla a un lado y al otro.

—Hola nena —dijo sin abrir sus ojos y una pequeña sonrisa se instaló en mi rostro—. Llegas temprano. —El escritorio
estaba completamente lleno de hojas, tanto en buen estado como completamente arrugadas y habían un par mas
tiradas en el suelo.

—Paso huracán paso por esta oficina —murmuré.

—El huracán Aro… Al viejo no le gustó el contenido del próximo mes para el programa, digamos que como no puede
joderte a ti lo hace conmigo —masajeó su sien aún con los ojos fuertemente cerrados, así que camine hacia él y dejé
que mis manos se colaran por su cabello—. Ohh… sí nena. Joder, creo que puedo tener un orgasmo con solo eso.

—No eres míster resistente —me burlé.

—En estos momentos Kate, Jane y Zafrina se decepcionarían de mí —murmuró gimiendo—Eres jodidamente buena,
Isabella.

Masajeé su cabello por varios minutos hasta que su mano me tomó por el brazo, dejándome sentada en sus piernas.

—Es bueno saber que no me toca ir por ti —su mano tomó mi mentón y su lengua humedeció sus labios—. Y de mejor
humor que en estos últimos días. ¿Sabes hace cuánto no te beso, Isabella? —Su pulgar acarició mi labio inferior—. No
sé cómo demonios he sido monógamo contigo —su voz era baja, extremadamente sensual—; por estas casi dos
semanas en que no he probado tus labios ni tu cuerpo, voy a ser egoísta… Voy a exigir Isabella y tú, vas a darme, te
entregarás a mí como no lo has hecho en este último mes. —Su otra mano bordeó mi nuca—. Aceptarás lo que te dé y
lo que no te quiera dar, serás mi sumisa —iba a hablar pero no me dejo—. Tsk … —negó con su cabeza—. Silencio
Isabella, me importa poco si tienes o no alma de sumisa, creo que me merezco tu redención —tensó su mano en mi
nuca atrayéndome más a él, haciendo que nuestros rostros quedasen separados por centímetros—. ¿Entendido? —
Sus ojos se fijaron en los míos y antes que pudiese pronunciar alguna palabra, sus avariciosos labios estaban
succionando los míos, el rudo y fuerte tacto de su lengua que dominaba el beso sometiendo la mía a un asalto casi
mortal; tiraba, mordía, succionaba mis labios, alterándolos simultáneamente mientras me pegaba mucho más a su
cuerpo, la mano que había estado en mi mentón descendió hasta tocar mi pezón. Gemí y jadeé llevando mis manos
hasta el contorno de sus rostro mientras respondía el hambriento beso que él me estaba dando; mi lengua buscó la
suya intentando dominar un poco, pero Edward se apartó tensando su mano fuertemente en la coleta baja que tenía—.
Sumisión Isabella, o me veré obligado a darte un castigo —dijo entrecortado.

—No soy una sumisa Edw…—no me dejó terminar, porque sus labios volvieron al ataque y lo seguí con un ritmo
frenético, era una guerra demostrar quién era el mejor y, por supuesto, él me ganaba con amplia ventaja. Sus labios
fueron fieros, demandantes, narcóticos y sensuales, exigían y entregaban al tiempo que mi cuerpo entero se llenó de
sensaciones que solo había experimentado con él. Edward mordió mi labio haciéndome gemir entre el dolor y el
éxtasis, lo mordí de vuelta y el tensó mucho más su amarre a mi cuerpo, quizás él me ganaría, pero tendríamos una
buena batalla y estaba dispuesta a dejar que mi lengua intentara nuevamente dominar la suya cuando la puerta fue
abierta y miles de cosas impactaron con el suelo. Edward se separó de mis labios y ambos miramos a la rubia del
parqueadero.

—Perdón —dijo falsamente, intenté levantarme pero él no me dejó—. Edward, Emmett te manda a decir que apenas
llegues a la cabina empezarán a grabar.

Edward relamió sus labios con la punta de su lengua, mirando divertido a la mujer que me estaba taladrando con la
mirada.

—Lauren —así que así se llamaba Cynthia*, sonreí internamente por mi broma—, sabes muy bien que cuando estoy
con alguien siempre hay que tocar la puerta.

—Lo siento, Edward —musitó, dándome una mirada de esas que, si mataran, el infierno estaría lleno de asesinos.

— ¿Vienes conmigo, nena? —Edward me miró a los ojos ignorando a la rubia teñida. Asentí.

—¿De qué va el programa de hoy? —pregunté a Emmett, Seth estaba ayudando a Edward y Rose a colocarse los
micrófonos.

—Creo que Edward hará programa libre —dijo, encogiéndose de hombros, lo miré sin entender—. El computador
seleccionará personas al azar y las llamaremos para que ellas hagan consulta. —Recordé vagamente a Pamela y su
petición, así que me levanté de la silla y salí hasta donde estaba Edward, buscando la servilleta entre mis bolsillos.

—¿Sucede algo? —me miró preocupado. Lo tomé de la mano y nos pegamos a una de las paredes.

—Había olvidado decirte fui a una cafetería esta mañana y una chica me dijo que sabía quién eras. —Edward tensó la
mandíbula—. En fin, ella me dio esto —le tendí la servilleta—. Me parecía querer hablar contigo —sonrió a medio lado
—. Emm me ha dicho que harás un programa libre y me preguntaba si podrías llamarla y bueno… —me rasqué la
cabeza.

—¡Entramos en cinco minutos! —gritó Emmett. Edward tomó mi mentón, acercándome a él.

—Esta noche nena... Sabrás lo que es una verdadera clase —murmuró bajo—. Esta noche, cumplirás una de mis
fantasías —me besó con la misma fuerza que había usado en su oficina, su mano apretaba mi mentón y su beso era
fiero, demandante y controlador.

—¡Edward, joder, ve a ubicarte! —volvió a gritar Emm. Se separó de mí, no sin antes tirar de mi labio superior. Cuando
me giré para ir con Emmett, Edward me dio una fuerte palmada en el trasero, me volteé a verlo pero él ya estaba
caminando hacia su silla... Bastardo.

Me senté junto a Emm y Seth mientras veía al grandote hacer una cuenta regresiva con sus manos, cuando llegó a uno,
Edward habló.

—Bienvenidos a Hablemos de sexo, con ustedes su servidor, Doctor Sex y mi compañera Rosalie Hale. Rose, ¿cómo
estás? —Tenía una sonrisita petulante y divertida en su rostro.

—Buena noche mi estimado Dsex, tienes una sonrisa de suficiencia en el rostro… ¿puedo saber a qué se debe? —
Edward sonrió de nuevo, era el rey y lo sabía ¡Idiota!

Y te encanta…

—Creo que haré muchas cosas al acabar este programa Rose, pero luego les contaré... Esta noche, no tenemos un
tema definido; queremos que sean ustedes, nuestros más fieles oyentes los que hagan el programa de hoy, si tienen
una duda o desean consultar algo llámenos y con gusto le ayudaremos. Mientras recibimos la primera llamada, los
dejamos con Hot stuff, de Donna Summer. —La música empezó a escucharse y Edward se giró hacia mi giñando un
ojo mientras sacaba su celular, Rose le decía algunas cosas pero él solo asentía.

—Vaya, le has echado el lazo —murmuró Emm, a lo que Seth solo rió.
—Mmm —le miré sin entender.

—A Edward. Lo conozco lo suficiente y me podría arriesgar a decir que está sintiendo cosas por ti. —Mi cuerpo entero
se tensó—. Aunque es Edward, el hombre de las mil caretas... Asegúrate de que sienta algo por ti antes de que te
entregues completamente a él. —Emm se colocó los audífonos dejándome algo aturdida, la canción acabó y,
nuevamente, la voz de Edward se coló en la cabina.

—Rose, mientras esperamos una de las llamadas de nuestros oyentes, ¿quieres comentar algo?

—Estuve leyendo acerca del sexo mañanero... —soltó Rosalie mirando unos papeles.

—Interesante.

—Y muy divertido.

—Touché.

—Dicen que es buenísimo para levantar los ánimos y mejorar dolencias en el cuerpo; según estudios, es la mejor
medicina para curar la gripe.

—Entre tantas cosas, el sexo mañanero otorga muchos beneficios, no hay nada más exótico y sexy que abrir los ojos y
poder tener a una mujer a tu lado dispuesta a darte los buenos días con un par de orgasmos.

—Sí, si lo dices genial Dsex pero te olvidas del mal aliento. El cabello como nido de pájaros además, si los ojos te
lloran de noche es... Asqueroso.

—Bueno, eso no suena nada atractivo, más bien como una pesadilla, pero si quieres a la mujer y te atacan las ganas,
esos detalles son lo de menos. Realmente puede disfrutarse y es que, aunque los hombres siempre piensen en sexo,
es en la mañana cuando verdaderamente lo desean.

—Claro que sí, la barra entre sus piernas se lo recuerda apenas despunta el sol —se burló Rose.

—A parte de eso, es lo primero en lo que pensamos al despertar y, a pesar de que suena como una locura, hay
fundamentos científicos que lo sostienen y hay una razón biológica para esto. Al momento de despertar, los niveles de
testosterona en los hombres alcanzan su clímax. Para los que no lo saben la testosterona es el factor principal para el
deseo sexual. No amanecemos con una erección porque seamos unos depravados sino porque la circulación de la
sangre incrementa durante la noche. Claro que esto es algo completamente inconsciente.

—Sí como no, son unos depravados. Tú acabas de decir que se la viven pensando en sexo —atacó Rose.

—Y no mentí —Edward tecleó un par de números en sus celular—. Tenemos una llamada al aire. ¿Pam, estás ahí? —
dijo cuando sentimos descolgar.

—Sí, aquí estoy Dsex —dijo la chica con evidente emoción.

—No te molesta que te llame Pam, ¿cierto? —sonreí, había llamado a la chica del Starbucks—. ¿Tienes alguna
pregunta para mí?

—Sí, de hecho la tengo —dijo apenada—. Dsex... esto no es fácil —la chica dio un largo suspiro.

—Tranquila Pam, estamos en confianza —la alentó Edward.

—Verás, perdí mi virginidad hace ya unos meses, el chico no valía mucho la pena así que lo dejamos, pero he sentido
este deseo recurrente de estar con él nuevamente y, Dios, me estoy convirtiendo en un polvo seguro y no quiero eso.

—Eso es chica, así se habla —dijo Rose.

—En fin, he estado masturbándome... mucho, podría decir —otro suspiro—. Dsex ¿está mal que me masturbe muy a
menudo? ¿Esto afectaría mi relación sexual más adelante?

—Bueno Pam, tu cuerpo está en un estado de abstinencia y eso es normal. En ocasiones, la masturbación puede
llegar a ser más placentera que el mismo coito, te estás conociendo a ti misma y eso es un gran lujo, ya que, a través
de la masturbación femenina, las mujeres tienen la posibilidad de descubrir las zonas más sensitivas y placenteras de
sus cuerpos. Aprendiendo a conocerse y a estimularse a sí mismas, las mujeres no solo alcanzarán más placer a
través de la auto-estimulación, sino que podrán educar a sus parejas para que conozcan y estimulen estos puntos, así
que no hay nada malo que te masturbes una o diez veces en una semana.
—¿De veras? Estaba pensando que me iba convertir en una ninfómana, gracias Dsex. Por cierto, tu novia es muy mona
y tu secreto está a salvo conmigo. —Lo miré para ver su reacción pero él solo sonrió y luego, escuchamos el sonido
que nos aclaraba que Pam había colgado.

—Seguimos en hablemos de Sexo, si tienes una duda o necesitas una consulta llámanos estamos aquí para
complacer, los dejamos con Like a Virgin, de Madonna. —La música volvió a inundar la cabina y Edward se levantó de
la silla caminando hacia mí.

—Te juro que no le dije tu verdadero nombre —dije apenas lo vi.

—Lo sé, te creo. Muchas personas se están dando cuenta ya... No me importa lo que habla de mí, es mi trabajo, no mi
nombre ni mi empresa —sacó una botella de agua de una de las neveras portables que había en la cabina—. Emm,
trata de pasarme varias tandas de llamadas juntas, por favor. —Emm asintió y Edward se retiró de la cabina, esperó en
la silla masajeándose suavemente su sien, Rosalie lo miró preocupada pero él solo bufó antes de recomponerse.

Emm dio la señal de que entrarían nuevamente al aire y Rose tomó el micrófono.

—Seguimos en "Hablemos de Sexo". Antes de la llamada de Pam, Dsex y yo hablábamos sobre el sexo mañanero,
Dsex nos decía que es algo realmente biológico y yo, no le creo —dijo burlonamente.

— Y lo es —la cortó Edward—. Tal vez lo último que se te venga a la mente al despertar sean las probabilidades de
tener un orgasmo, pero esta opción no deberías descartarla tan fácilmente porque, además de ponerte de buen humor
desde el principio del día, también podría hacer maravillas con otras partes de tu cuerpo —sonrió ladinamente.

—La Universidad de Queen ha descubierto que el sexo mañanero disminuye las posibilidades de tener un infarto y
ayuda a la circulación de la sangre —Rose leyó—. También es súper efectivo para eliminar la migraña, inflamación y
dolor en las arterias. Y, como todos saben, es ideal para bajar de peso ya que, en cada sesión, quemas 300 calorías.

—Por eso yo tengo tan buena forma —se burló Edward y en ese momento una nueva llamada entro—. Hablemos de
Sexo, ¿con quién tengo el gusto?

—Sophia...

—Bueno Sophia, en que puedo ayudarte. —La voz de Edward fue suave, aterciopelada, como si infundiera confianza a
la chica.

—¿Quiero aprender y hacer del sexo tántrico parte de mi vida, ¿qué me recomienda hacer para iniciarme?

—Mmm, en nuestra página Web hay varios enlaces que pueden ayudarte Sophia, pero el sexo tántrico se trata de
relajarse; el Yoga puede ayudarte a eso y sobre todo a tu pareja, recuerda que se basa en caricias e ir lento.

—Sí, pero me preguntaba si había algún libro o algo que me enseñara a hacerlo o un taller.

—Hay varios talleres de sexología que incluyen el tantra en su contenido y también libros que pueden ayudarte y
canales de video por youtube, lee el Kamasutra, más allá del morbo en sí que contiene ese libro. También esta Éxtasis
Ritual del doctor Williams Brandy, Sexo Tantra y Taoísmo de Jorge Raúl Olguín y Manual Completo De Tantra de
Houzan Suzuki. En nuestra página web hay una extensa lista de libros que puedes descargar completamente gratis.

—Ok, gracias Dsex. —Colgó e inmediatamente Emm pasó una nueva llamada. Emmett llamaba al oyente que
seleccionaba el conmutador y le explicaba qué debía hacer más no que preguntaba, lo que me daba a entender que
las preguntas eran reales. Esta vez Rose atendió.

—¡Hola Dsex! Soy una gran fan tuya y me encanta escucharte, soy V, llamo desde San Francisco, mi pregunta es
sencilla y sé que ya hablaste del tema, pero tengo curiosidad.

—¿Sobre qué es tu pregunta? —dijo Edward y bebió un poco de agua.

—La pregunta es acerca del sexo anal, más que todo es ¿por qué las mujeres lo consideran tan tabú para hablarlo en
público y por qué en la intimidad no lo son? Es tan ambiguo y a la vez, tan natural...

—Sabes, yo también me hago esa pregunta —sonrió Rose—. El sexo anal es algo completamente normal y
placentero, un orgasmo anal puede llegar a ser diez veces más placentero que uno vaginal. —Podría ser mil veces
más placentero pero no me gustaba la idea que Edward o ningún otro hombre empujara su polla por ahí. Edward
sonrió una mirada de maldad cruzo sus ojos y negué por inercia mientras él me veía y susurraba algo para mí.
Ni loca lo dejaría meter su miembro ¡en mi trasero! ¡Ni muerta! Este hombre es perverso. Lo observé para decirle con la
mirada, es más para ordenarle que si él pensaba en sexo anal, yo cortaría su pene a pedazos ¡si señor! Mas el idiota
sonreía. Tan seguro de sí mismo ¡imbécil!

Sí, pero estás loca por él.

Edward acercó el micrófono a él.

—Para la mayoría de las mujeres esta práctica no es tan placentera. Quizás el placer que tiene el sexo anal no es tanto
físico como mental y a lo mejor, no es tan excitante con una desconocida porque no implica el mismo grado de
"entrega" que sí implica con alguien que, al aceptar, está revisando sus convicciones y rompiendo tabúes para dar un
paso adelante en su vida sexual. Pero, el sexo anal, también es excitante por su rareza, por la dificultad de su
consecución y por lo extraordinario que es. No es cosa de todos los días... Creo que existe muchos tabúes todavía en
ese aspecto, hay personas que están en contra, que están a favor, todo depende del gusto de la persona ya que
muchos hombres y mujeres consideran que la práctica del coito anal es algo aventurero y divertido, mientras que otros
lo miran como algo sucio, perverso y doloroso. Esta práctica sexual requiere grandes dosis de mutua confianza,
lubricación, capacidad de comunicación y paciencia por parte del hombre, que no puede moverse tan enérgicamente
como lo haría durante el coito vaginal porque corre el riesgo de dañar tejidos muy delicados. La sumisión física y
psicológica que conlleva esta práctica, tiene para muchos hombres y mujeres un gran atractivo como alternativa
ocasional al coito vaginal. En realidad, la mujer debería controlar el ritmo y la profundidad de la penetración. Como
debe ocurrir en cualquier práctica sexual, nadie debe sentirse obligado a practicar el coito anal solo porque su pareja
se lo pida. El sexo para ser placentero, siempre tiene que ser elegido.

Una llamada más entró a la cabina.

—Hablemos de Sexo, ¿con quién tengo el gusto?

—Sal —dijo la chica con burla—. ¿Quiero saber cómo alistarme para el mañanero? Por aquello que dicen de que huele
la boca y el pelo enmarañado —Edward rió, una sonrisa abierta y limpia por la espontaneidad de la chica.

—Bueno Sal, no es como algo que podamos evitar a no ser que sujetes bien tu cabello; por el mal aliento ni te
preocupes, te aseguro que el aliento de tu pareja será igual —se burló y la chica también lo hizo.

—¡Te amo doctor Sex! —gritó Sal emocionada. Eres el mejor y espero escucharte por muchos años más. —El rostro de
Edward se contrajo y dejó de reír. La chica colgó y Emm pasó otra llamada.

—Soy Ang, quiero saber cómo carajos saben los hombres si una mujer es o no es estrecha —Edward volvió a reír.

—Mmm… cómo explicarte con un ejemplo práctico —seguía sonriendo—. El miembro del hombre no es piel muerta,
obviamente sabemos si estás más dilatada o estrecha Ang, es algo de lógica supongo, es por eso que a muchos nos
gusta el sexo anal. —Jesús se metió en el "nos", olvídalo Edward Cullen—. Por el grado de estreches del recto, es más
placentero, si podríamos llamarlo así.

—Mi amiga Clau está aquí y ella quiere saber cuáles son las posiciones que potencializan más el placer antes de
llegar al orgasmo —murmuró la chica.

—Pues, no puedo darte posturas exactamente, ya que cada posición una provoca una fricción distinta sobre las partes
íntimas de cada uno. Combinando diferentes posiciones pueden llegar a estimular diferentes zonas que los conduzcan
directamente al orgasmo. No se trata de aprenderse el Kamasutra, sino de usar la imaginación y el placer. Recuerda
que el mayor órgano sexual es tu cerebro, presta atención a sus zonas erógenas, experimenta con caricias variadas y
diferentes ritmos y lo más importante, está siempre cómoda.

La chica colgó y una nueva ronda de música fue colocada por Emmett, Edward seguía masajeándose su sien, sacudió
su cabeza mientras hablaba algo con Rosalie, a lo que ella reía. Miss you all over de Exile se escuchaba; cuando
terminó, Rose despidió el programa y la palabra Al aire, se apagó.

—Entonces, ¿ya está listo el programa? —pregunté a Emm.

—Sip y es temprano, las 7:00 pm. Rose tendrá tiempo para arreglarse para su evento —sonrió—. Seth, ven aquí —el
chico se acercó y Edward entró a la cabina—. No hay que editar nada esta vez, gracias a Dios. Excelente programa,
Edward —dijo Emm mirándolo—. Seth, ya sabes lo que tienes que hacer esta noche a la hora del programa —el
chiquillo asintió.

—Podemos irnos ya, tengo el tiempo justo para arreglarme —musitó Rose.
—Ve bajando preciosa, termino de darle instrucciones a Seth y bajo —dijo Emm sin mirarla, Rose asintió, le dio un
beso en su mano y luego simuló enviárnoslo a todos. Edward se acercó a mí, besando mi cuello suavemente y
haciéndome temblar al sentir sus labios en mi piel.

—Edward —murmuré, Emm y Seth estaban con nosotros.

—Vámonos, la noche es joven y necesitamos comer y tener fuerzas para lo que tengo preparado.

Edward me había llevado a un restaurante sencillo y elegante, agradecí mentalmente haberme vestido bien esta
mañana. Él seguía masajeándose la sien o apretándose el puente de la nariz de vez en vez pero, a pesar de eso, sus
ojos brillaban diferentes, era como si en su cabeza estuviese tramando algo oscuro... Oscuro y peligroso.

—Entonces, te toca hacer otro libro erótico —dijo antes de tomar un poco de vino de su copa.

—Sí, la verdad no quiero pensar en ello ahora, buscaré un abogado para desligarme completamente de Volterra
Editores.

—Bueno, tienes la historia de Kath —negué—. Quieres escribir otro libro.

—Creo que escribiré algo referente al sexo tántrico, cualquier cosa corta —me llevé mi copa a los labios—. Como te
dije, no quiero pensar en ello ahora. Bree me escribió —susurré. Edward colocó los cubiertos en la mesa y suspiró.

—He estado hablando con ella estos días, más como psicólogo que como amigo —estiró su mano hasta tomar la mía
—. Ella te quiere Isabella, me habló del diario de tu madre.

—Prefiero que lo dejemos en Renée, el título de madre se gana y mi madre fue Sue o al menos, eso creo.

— ¿Quieres hablarme de ella? —musitó sin soltar mi mano.

—Me gustaría hablarle a Bree pero sé que va a nombrarme el dichoso diario, va a instigarme hasta que lo lea y ya he
leído suficiente.

— ¿No lo leerás? —negué—. Entonces, por cobardía ¿no vas a saber qué fue lo que pasó realmente?

—Paso que Renée le abrió las piernas a un muchachito, se embarazó, intentó abortarme pero no pudo, me tuvo y me
regaló a Charles.

—Cobarde.

—No quiero hablar más de esto —retiré mi mano de la suya. Y el resto de la cena fue en silencio.

Mientras conducíamos por las calles de Manhattan, Linkin Park se escuchaba desde la radio; iba tan metida en mis
pensamientos que solo sentí cuando Edward aparcó el coche frente a un lugar con muchas luces.

Reconocí el lugar inmediatamente.

—No entrare ahí, Cullen.

—Quiero bailar, Isabella, hace mucho que no lo hago y quiero que me acompañes; luego te llevaré a casa y te follaré
hasta que tu cuerpo pida clemencia. Baja del auto —musitó antes de salir. Como la vez anterior camino hacia un chico
falsamente rubio y habló con él, dos minutos después ambos se dirigían al coche.

—No lo haré —dije cuando abrió mi puerta.

—Baja Bella —crucé las manos en mi pecho, finalmente, no podía obligarme—. Bien, lo diré así: o bajas del auto o yo
entro y conocerás mi peor faceta como dominante y azotaré tu trasero hasta que esté tan rojo como un tomate maduro
—su voz era ronca y cruel, estaba segura que era capaz de hacerlo.
—Solo bailar, y te digo que no soy muy buena —siseé bajándome del coche.

—Estás conmigo, y yo soy el mejor en todo. —Me dio una de sus sonrisas de autosuficiencia y bufé; él chico se llevó el
auto y juntos caminamos hasta la gran cola. ¡Joder, no podía creer que este lugar tuviese tanto público!

Un chico, también rubio, dejó que Edward se colara y entramos bajo abucheos. Genial, caminamos hasta el letrero que
tenía el nombre del lugar "Fetiches".

— ¿Recuerdas el orden de los colores? —Bufé—. Amarillo si quieres ver; rojo si quieres participar; naranja si solo
quieres bailar y blanco... El blanco no es opción.

—Dijiste que solo bailaríamos.

—Pensé que quizás habías cambiado de opinión —sonrió y lo halé de la mano hasta la puerta naranja.

Detrás de la puerta naranja era un mundo completamente diferente, las paredes estaban llenas de espejos que hacían
que las luces de colores ubicadas en el techo se viesen por todos lados, estaba oscuro como una discoteca normal y
era de dos plantas. Era el lugar más loco al que había entrado; la música estaba altísima y mientras caminaba con
Edward, él sujetó mi cintura. Podía ver cómo miles de jóvenes bailaban unos pegados contra otros una chica rubia, de
esas que son más plástico que carne, entregó un par de carpetas que intuía era como un tipo de menú. Era la primera
vez que veía que en una disco te entregaban "menúes"; había estado anteriormente en una disco con Al, Jazz y G pero
nosotros habíamos pedido directamente de la barra. La música no estaba muy alta y había más gente en la pista que
en las mesas; miré a la chica que nos atendía, tenía como una especie de uniforme: unas botas hasta la rodilla, un
pequeño pantaloncito en cuero y una blusa roja con el nombre del local. Nos llevó hasta una mesa del segundo piso,
nos sentamos frente a frente y pude notar que en ningún momento coqueteó o sonrió con Edward; al parecer, tanto
plástico le había quitado expresión. No sabía si alegrarme o enojarme por ello, Edward era hermoso, tenía una camisa
blanca remangada hasta los codos y un pantalón de lino gris, su cabello era una maraña indomable, más que todo por
mi masaje capilar cuando estábamos en su cubículo.

Suspiré sonoramente escuchando la canción mientras veía las parejas bailar abajo, miré a mi alrededor y me di cuenta
que las mesas casi todas estaban arriba, mientras que en la parte de abajo, habían unas barras sujetas a la pared y la
pista que se iluminaba bajo la multitud. Por un segundo, todos mis sentidos se concentraron en la canción que estaba
sonando, pero no la conocía.

Si deseas mi cuerpo y piensas que soy sexy, vamos dulzura, házmelo saber.

Si de verdad me necesitas, estírate y tócame, vamos amor, dímelo".

Edward miraba las carpetas y yo quería irme, no me sentía bien aquí. La gente debajo de nosotros se movía al compas
de la canción, cuerpos pegados el uno con el otro, caderas moviéndose en una misma dirección. Alice, seguramente,
se volvería loca aquí. Empezaba a hacer calor por lo que me quité mi chaqueta y mi bufanda colocándolas sobre la
mesa, la chica rubia estaba esperando por la orden a una distancia prudente. Miré un poco más el local; un Dj tocaba
desde una plataforma sobre nosotros, la música era sensual, pegajosa y vi mucha gente abandonar la pista tomar sus
cosas e irse pero así como se iban, seguían entrando muchas más.

—Betty —Edward llamó a la rubia y ella caminó hacia nosotros.

— ¿Te decidiste? —Edward asintió.

—Tráeme un Absolut XXX y un Fuck me Hard. —La chica asintió y se fue rápidamente, Edward tomó mi mano sobre la
mesa.

—Perdón si fui grosero allá afuera y gracias por bajarte del auto.

—Amenazaste con azotarme, ¿no? —dije cortante.

—Te he pedido un Fuck me Hard, contiene vodka, amaretto, licor de frambuesa, licor de durazno, jugo de naranja y
arándano —arrugué el rostro—. Sabe bien y es lo menos fuerte en esa lista.

— ¿Pediste licor para ti? Parece que eres conocido en este lugar.

—Una copa de Vodka, he venido muchas veces antes de conocerte, como te dije lo conocí por internet y me pareció
interesante.

—Se supone que no debes beber, estás tomando medicinas.

—Es solo un trago Isabella, ven —tomó mi mano—. Vamos a bailar un poco.

—No Edward, tengo dos pies izquierdos o derechos, ya vinimos hasta aquí tomémonos un trago y listo además, no sé
qué música está sonando.

—Es un clásico Do ya think I'm sexy de Rod Stewart. Diviértete Isabella, tienes 26 años y pareces de cincuenta. La vida
es una sola y, hoy estamos mañana no además, ya te dije que yo soy el mejor en todo. El baile es solo dejarse guiar,
quiero que te olvides de todo lo que ha pasado en estas dos últimas semanas y seas una chica acorde a tu edad. —La
camarera llegó con nuestras bebidas. ¡Joder, eso fue rápido!— Vamos Isabella, fondo blanco y bailamos —bebí mi
trago hasta el fondo, estaba fuerte pero delicioso. Edward sonrió y lo vi murmurarle algo a la chica antes de tomar de
golpe su trago y arrugar el rostro ante el vodka, no había que ser genio para saber que eso era lo que él había pedido.

— ¿Podemos dejar esto aquí? —dije mostrándole mi chamarra.

—Betty, ¿podrías por favor darle a Drake esto y decirle que lo deje en mi auto? —le guiñó un ojo y la chica sonrió. Bien,
no era tan plástica como parecía.

Bajamos las escaleras hasta llegar a la pista y Edward me pegó a su cuerpo para empezar a bailar; no podía mentir, él
me estaba guiando y nos movíamos según la música, no podía entenderla pero Edward la tarareaba mientras se
movía junto a mí. Sus manos repasaban mis costados y se sujetaban a mi trasero mientras él se restregaba en mí ¿o
yo en él? No lo sabía, tenía mis manos atadas a su cuello; sin duda alguna el vaso con licor había hecho su efecto y
después de un par de piezas más volvimos a la mesa. No teníamos ni cinco minutos de haber llegado cuando "Betty",
la chica rubia, que nos había atendido había dejado dos vasos más en nuestra mesa, lo tomé rápidamente bajo la
atenta mirada de Edward y agarré su mano; otra vez quería volver a la pista, quería sentirlo nuevamente tan cerca de mí.

Edward bebió el contendido de su vaso y tomó mi mano para bajar a la pista nuevamente, estaba a punto de decirle
que nos hiciéramos un lugar en la barra, la pista estaba más llena pero, aún así logré coordinarme. Bailamos una y
otra y otra pieza más y la música cambió de un momento a otro a una más rápida. Me separé de Edward un poco,
bailando por mi cuenta dejé que mis caderas siguieran el ritmo de la música, nunca había sido buena bailando pero él
me daba confianza, lo vi sonreír torcidamente antes de apretar su brazo en mi cintura y pegarme a su cuerpo, estaba
sudando por la cantidad de gente del lugar, sus cabellos se pagaban a su frente y su pecho subía y bajaba de una
manera vertiginosa; él me atrapó nuevamente después de unos minutos y anudé las manos a su cuello, moviéndome
como él lo indicaba. Edward quitó las manos de mi cintura mientras subía una por mi espalda y, joder, podía sentir
todo mi cuerpo conectado a un toma corriente, movía mi cintura apretándome contra la gruesa erección que podía notar
a través del pantalón, la mano de Edward llegó hasta mi cabello y quitó la goma que lo ataba, yo moví mi cabeza
desordenándolo un poco y entonces, me besó.

Fuerte carnal y violento, su boca sabía a soda y vodka, además del exquisito aroma que desprendía su cuerpo. Me
pegó más a él, causando que gimiera cuando sus caderas embistieron las mías, haciendo que la tela de encaje de
mis bragas rozaran mi clítoris, las manos de Edward acariciaron mis costados mientras seguíamos besándonos
como si no hubiese fin mientras bailábamos como si fuéramos uno solo.

Jadeó entrecortadamente cuando fui yo quien embistió sus caderas, soltó mis labios y me miró con hambre, el iris de
sus ojos estaba completamente calcinado, podía sentir el latir de su corazón a la par del mío; él soltó mis labios y
siguió moviéndome contra su cuerpo, el sudor había ajustado su camisa y debajo de ella podía palpar sus músculos
con mis palmas; me lancé a su boca, hambrienta por un beso y lo sentí sisear cuando mi lengua intentó dominar la
suya.

Seguimos besándonos hasta que el cuerpo reclamó por aire.

— ¡Demonios, nena! Necesito un maldito trago o reventaré el jodido pantalón —susurró sobre mis labios tomándome
de la mano y acercándose a la barra, uno de los barman le sonrió y eso me confirmó que era cliente asiduo del lugar.
Edward tomó lo que fuera que había pedido y me pasó un vaso con licor, lo probé para ver si era el mismo que había
estado tomando y así fue, por lo que tomé un sorbo intentando regular mi respiración; uno de los taburetes que
estaban en la barra central se desocupó y Edward se sentó ahí, pidiendo nuevamente un vaso de lo que él estaba
bebiendo.

Mientras se lo daban, se sentó con las piernas abiertas y encajó mis piernas entre las de él.

— ¡Cristo! —tocó mis labios con uno de sus dedos—. Si he de morir, que sea entre tus brazos —me pegó más a él,
nuestras caderas casi juntas… Lo besé porque no quería hablar de separación ni muerte, pero para Edward parecía
ser algo constante.

—No debes beber mucho, eres el conductor designado —dije riéndome, no estaba completamente ebria pero sí algo
achispada.

—No estoy bebiendo nena, es soda. —El barman entregó su trago y él lo acercó a mi nariz, tomé otro sorbo de mi
bebida y Edward sacó su tarjeta de crédito dándosela al chico; pasó sus manos por mi cintura, agarrando fuertemente
mi trasero. El chico volvió con la tarjeta y la factura, lo vi guardarla en su bolsillo antes de murmurar—: A la pista,
Isabella —se levantó y caminó a través del río de personas hasta llegar a una esquina de la pista, nuevamente me dejé
guiar por él, por lo avaricioso de su toque y la sensación de sentir su cuerpo junto al mío, Like a Virgin en la voz de
Madonna se empezó a escuchar y la gente pareció aumentar el ritmo, Edward me giró dejando que mi espalda
golpease su pecho y su erección acabara pegada a mi espalda baja, rodeó mi cintura con su brazo y ambos
empezamos a movernos a la vez. Recosté mi cabeza a su duro pecho cerrando los ojos y dejando que fuese el cuerpo
de Edward y la música que me guiaran; tarareé la canción. Cuando era niña, amaba a la reina del Pop. Las manos de
Edward acariciaron mi cintura antes de tomar mis manos dejándolas atadas a su cuello, sus manos subían y bajaban
por mi costado, las luces fuerte se apagaron dejando solo las más tenues y él, aprovechó para acariciar mis pechos
sobre la tela de mi suéter, jadeé cuando sentí mi pezón endurecerse bajo su tacto. Edward besó mi cuello y su mano
izquierda se deslizó hasta tocar mi vientre, pegándome más a su pecho si era posible; miles de sensaciones recorrían
mi cuerpo mientras sentía la mano escabullirse entre mis vaqueros, hasta llegar a mis bragas de encaje.

—Edward… —murmuré con voz ronca, sintiendo cómo sus finos dedos acariciaban los pliegues de mi sexo húmedos
por el baile, y las miles de sensaciones que solo él me daba.

— ¡Oh santo cielos! —murmuró, dejando que sus dedos toquetearan mi clítoris—. Vámonos de aquí nena... o te follaré
sin importar que estas personas nos vean —sacó su mano de mi interior rápidamente, y me giró presionando mis
labios contra los suyos por unos segundos antes de sacarme de ahí.

No recuerdo muy bien cómo salimos de "Fetiches" solo sé que Edward manejó como maniático hasta llegar a su casa
y, tan pronto el ascensor cerró sus puertas, me vi acorralada entre su duro cuerpo y las paredes metálicas del elevador;
su boca tomó la mía fieramente y sus manos subieron mis piernas hasta que quedaron enredadas en su cintura,
Edward gimió cuando nuestros sexos se rozaron a través de la ropa, envistió mis caderas mientras yo sentía que el
aire escapaba de mí, era necesidad, adicción, el deseo recorriendo cada una de mis terminaciones nerviosas, la
emoción intensa que engloba mi deseo por él, podía sentir las leves contracciones de mi sexo, mis pezones duros y
taladrando su pecho, mis manos tiraban de los cabellos de su nuca mientras él seguía embistiendo; había pasado
muchos días sin él y, en este momento, lo deseaba como el naufrago desea tierra, como el sediento anhela por agua...
Iba a morir calcinada por él, iba a reventarme contra una pared pero ya no había escapatoria para mí. Amor... No, era
más que amor, era el deseo de ser todo lo que él necesitara, su amante, su amiga, su mujer, tal cual como él había
sido para mí en estas dos semanas, aferrarme a él y disfrutar todo lo que quisiera darme para que, cuando ya no
estuviésemos juntos, los recuerdos diesen paz a mi alma.

La campanilla del ascensor nos avisó que habíamos llegado al pent house de Edward, apretó sus brazos a mi cintura y
caminó hasta su departamento sin dejar de besarme. Lo sentí digitar el código de acceso varias veces pues siempre
le daba error, colocó la palma de su mano y sentí como la puerta se abrió para nosotros. Edward entró y me recostó en
la pared con un poco más de fuerza, sus labios avariciosos besaban mi cuello y, el modesto escote de mi camisa,
siendo succionando como cada pedazo de piel que tenía a su alcance. Edward atacó mis labios con vehemencia y
lujuria; no había control, solo el deseo de unirnos y yo estaba igual. Detuvo el beso mirándome a los ojos y sus dedos
recorrieron mis labios hinchados, el fuego en sus ojos, la rigidez de su cuerpo...

¡Oh Dios, solo protégeme!, me voy a quebrar... me voy a…

— ¿Qué estamos haciendo, Isabella? —La voz de Edward salió extremadamente ronca, podía sentir su miembro
encajado entre mis piernas, aún con nuestra ropa puesta.

—No… no lo sé —acaricié su rostro con mi mano—. No quiero saberlo, ni buscarle una explicación —sus labios se
unieron a los míos, sentir su cuerpo pegándose aún más al mío, era un aliciente. En este momento no me importaba
nada, ni lo que empezaba a sentir por él, ni la dura pared a mi espalda, solo sentir sus labios moverse entre los míos
era lo que necesitaba.
—No quiero herirte... —mordió mi mentón—. Lo que tenemos acabará, eres consciente de ello —asentí, reclamando
sus labios—. No quiero lastimarte, Bella. —Sus manos quitaron unos mechones de cabello de mi cara—. Quiero que
seas consciente de esto, de lo que somos—Júrame que no te enamoraras de mi Isabella—murmuro besando mi
cuello.

—Edward —susurre con voz ronca.

—¡Júramelo Isabella!—sus ojos se encontraron con los míos —No te enamoraras de mí.

—No… No me enamorare de ti—susurre agonizante —No quiero sentir nada por ti —besé su cuello—, y sé lo que
somos, eres mi maestro —succioné su piel— y yo soy tu aprendiz. Tenemos un pacto. —No sabía si se lo decía a él o
a mí misma.

Edward separó su rostro del mío y tomó mi mentón entre sus dedos, sus ojos encontrándose entre con los míos fuego
abrazador lujuria descontrolada.

—Aclarado el punto, quiero que cumplas una de mis fantasías —susurró con voz gutural—. Quiero dominarte Bella...
Quiero que hagas cosas para mí placer —asentí—. Ve a mi habitación y espérame desnuda, Isabella... —me dio una
mirada que no supe descifrar—. Esta noche... Soy tu señor.

Mayra se esconde huyendo de amenazas Vulturi jajajaja XD, no me mate por dejarlo ahí 33 hojas chicas mas y
morimos, quiero dar gracias a todas por sus revs a Salem por aguantarme, a Jo por corregirme a Adriana por su
paciencia (mugre te amodoro), a Eve a todas las que me ayudaron con el programa de Dsex, a Vale que me presto su
pc muack! Quiero prostituto aunque no deje revs! Manana salgo de viaje no sabre de revs hasta el lunes

*Cinthya: Así se llama la muñeca de Angélica en Rugrats. Yo había visto barbies feas y esa, incluso la Stacy Malibu de
Lissa es más bonita.

Aryam
*Chapter 19*: El dolor del placer
Disclaimer: los personajes de Crepúsculo son propiedad única y exclusivamente de la señora Meyer, yo solo los utilizo
para mi diversión y la de ustedes.

Capítulo beteado por Jo Beta Ffad, Betas FFAD

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NA: Es un placer para mí decirles que esta historia está debidamente Registrada por SafeCreative bajo el código
1305285174880. Cualquier distribución, copia o plagio del mismo acarraría las consecuencias penales y
administrativas pertinentes.

NA: En el cap pasado por un error involuntario, olvidé completamente agradecer a una persona que me tendió la
mano en uno de mis momentos de Absoluto Bloqueo: Belén. Muchísimas gracias por tu ayuda, aclaro que el 98% de
la carta que Bree le dejó a Bells, es de ella.

Ven a pervertirme con tus besos


Con tus artes de maestro consumado
Prometo ser sumisa y obediente
Abandonarme entre tus manos.
Ven a pervertirme con tus juegos
Que quiero doctorarme en tus pasiones
Perderme en esos ritos tan prohibidos
Que encarecieron inquisidores.

Ven a pervertirme con tus frases


Dime palabras feas y atrevidas
Quiero contagiarme de tus vicios
Merecerme tus caricias
Ven a pervertirme con tus juegos
Que quiero doctorarme en tus pasiones.

Ven a Pervertirme

Malu

El dolor del placer…

Decir que estaba nerviosa era el eufemismo de la década, no sabía qué planes tenía Edward para mí esta noche.
Tampoco sabía qué estaba pensando yo como para aceptar este juego, me había hecho jurar que no iba a
enamorarme de él, una promesa que no estaba segura de poder cumplir.
¿Se puede mandar en el corazón?

No, no se puede, tonta de mi que creí que si se podía.

Los tres tragos que me había tomado en "Fetiches" habían desaparecido de mi sistema nervioso como por arte de
magia, en estos momentos estaba más sobria que un martes por la mañana. Peiné mis cabellos con mis manos,
como en las últimas siete veces desde que había entrado a la habitación de Edward, inhale profundamente y me senté
en la cama, secando mis manos en mis vaqueros; hacía quince minutos que Edward había dicho que esta noche
cumpliría una de sus fantasías pero eso no era lo que me tenía nerviosa, lo que realmente me ponía los nervios de
punta eran sus últimas palabras…

"Esta noche, seré tu señor".

Mierda, ¡en qué demonios estaba pensando!

Yo no era una sumisa, me parecía denigrante… Además ¿señor? Eso no sonaba bien ¿Que oscuras fantasías traía
consigo la palabra?.

Iba a levantarme para salir de ahí cuando sentí los pasos de Edward por el corredor, eran firmes y seguros, entró a la
habitación y su mirada se encontró con la mía haciéndome levantar de la cama y mirarlo de vuelta; él me mostró una
sonrisa torcida y pícara, que avecinaba una noche llena de lujuria y placer, sus ojos verdes estaban brillantes y su
cuerpo irradiaba esa seguridad que a mí me faltaba, caminó hacia mí como un cazador acorralando su presa, retrocedí
con temor encontrándome con la cama.

Joder no tenia escapatoria.

—Hey… —caminó hasta llegar a mí, una de sus manos tomó mi cintura acercándome a su cuerpo y con la otra, tomó
mi mentón alzando mi mirada hacia él—. Vamos a Jugar, nena —afirmó—, esta es una clase más, somos tú y yo.
¿Entendido? —asentí—. Tu palabra de seguridad será Black, es mi fantasía y, quizás empuje alguno de tus límites
pero si sientes que estoy exigiéndote mucho, solo tienes que decirla, ¿de acuerdo? —volví a asentir—. Háblame,
Isabella.

—Sí, Edward. —Él negó con la cabeza.

—Maestro, señor, amo… —Sus dedos acariciaron mis labios—. No Edward, no esta noche muñeca. Eres mi alumna,
mi esclava, la mujer que se entregará a mí para mi placer. —La mano en mi cintura se apretó más a mí—. Quiero que
te entregues, que te rindas… quiero que seas mía de todas las formas posibles.

—Edward yo…. —la forma en como pronunciaba las palabras me tenia al borde. Me separé de él su aroma me aturdía
y necesitaba pensar—. No soy una sumisa, no me gusta serlo, me parece que es lo más…

—Tsk… No Bella —dijo enfocando su mirada en mí nuevamente—. ¡Ven aquí! —Ordenó, sin embargo, no me moví—.
Isabella —murmuró con voz tensa—, el sexo es jugar, es abrir la mente y ser creativo en la cama, no te estoy
humillando ni me creo superior a ti, quieres saber todo acerca de esto, pues te lo estoy enseñando linda. Esperé y
esperé mucho tiempo para esto, me lo debes —sentenció—. Tenemos un acuerdo, quiero tenerte para mí, te merezco
y quiero que seas mía, de la manera que quiero… —Sus verdes ojos parecían líquidos, escrudiñando cada centímetro
de mi cuerpo—. Bella, somos tú y yo. ¿Tú no querías que McConner te enseñara esto? —asentí—. Te dije que el sexo
no era algo que podría explicarse, tienes que sentirlo, experimentarlo y vamos a experimentar esto simplemente
porque tu cuerpo y el mío quieren hacerlo —alargó su mano hacia mí y extendí mi mano vacilante hacia él—. Bien,
Bella, ¿confías en mí? —asentí y él apretó mis dedos entre los suyos—. Este será el juego, ordenaré y tú cumplirás,
exigiré y tú entregarás, si no lo haces… te castigaré. ¿Está claro? —suspiré—. ¿Está claro, Isabella?

Asentí.

Yo, dije que sí.

Mi cuerpo dijo que sí.

Toda Isabella temblaba y afirmaba en un enorme si de aceptación.

Y en ese momento, en aquel preciso momento lo supe yo había dejado de ser la niña inocente, y ahora estaba a punto
de entrar en una esfera desconocida de placer y juego, en ese momento era toda una amazona, una amante, una
mujer moldeada para el placer.

Era otra…Era yo.


—De acuerdo —agarró mi mentón nuevamente e inclinó mi rostro de tal manera que mis ojos solo pudiesen ver su
rostro—, desde ahora eres mi sumisa y yo, tu dominante…. —Se alejó de mí—. Desnúdate para mí, Isabella —ordenó
con voz gruesa.

—Edd… —Edward enarcó una ceja—. Señor —sonrió a medio lado—, yo no sé si…

Edward volvió a caminar hacia mí.

—Relájate, Isabella —murmuró suavemente quitando mi chaqueta y girándome hasta quedar reflejada en los vidrios
del balcón—. Voy a sentarme allá —señaló el sofá—, quiero que te desnudes Isabella; si no lo haces, será un
desacato a mi orden, te desnudaré y te azotaré —murmuró fuertemente.

¿Azotarme? Eso sonab a irreal…y excitante.

Por el vidrio lo vi separarse de mí y sentarse en el sofá, tal como lo había dicho. Tragué grueso y quité mi bufanda y la
dejé a un lado de la cama, mis manos temblaban pero no por temor sino por la expectativa; no sabía qué pasaría si
Edward me obligara a hacer algo que no quisiera hacer, tenía una palabra de seguridad: "Black", y esperaba que
Edward aceptara mi decisión si la usaba. Tomé mi camiseta por el borde, subiéndola lentamente hasta sacarla por mi
cabeza, Edward me observó con atención tenía un sostén rosa a juego con mis bragas, era bastante pequeño y las
bragas no eran más que un pequeño trozo de encaje, quisiera creer que me los puse esta mañana porque era lo
primero que había sacado de la cómoda pero una parte de mí —quizás la que Edward había despertado—, sabía que
no era así.

¡Dios! Él me había convertido en algo completamente opuesto a la niña que había criado Charles Swan.

Edward me hacía sentir sexy, hermosa y, si no estuviese lo bastante nerviosa por lo que sea que él estaba pensando,
me regocijaría en su mirada.

— ¿Me quito el pantalón? —pregunté tontamente. Edward arqueó una de sus cejas dándome una mirada inquisidora,
suspiré una vez más y llevé las manos hacia el botón de mis vaqueros.

—Isabella —Edward cerró los ojos y suspiró—, estás tensa, relájate nena —se levantó del sofá y caminó hasta la
cama, tomando mi bufanda—. Cierra los ojos, Bella —obedecí rápidamente y sentí como mi bufanda se colocaba
sobre mis ojos mientras Edward la anudaba detrás de mi cabeza—.Tu cuerpo, Isabella —sus manos se deslizaron por
mis brazos hasta quedar en mi cintura—, es mi templo —sentí sus húmedos labios en mi hombro y no pude evitar la
pequeña descarga que sacudió mi cuerpo— pero tú disfrutarás, no hay nada —su lengua delineó un círculo donde
antes había besado— más gratificante que entregar placer, así que no tienes que temer nunca conmigo nena… —sus
manos subieron por mis costados hasta posarse sobre mis pechos—. Relájate, obedéceme, disfrútame, así como yo
lo haré contigo chica —su voz, su maldita y enloquecedora voz, era ronca y gutural, como si estuviese conteniéndose.
Bajó las copas de mi sujetador y sus dedos acariciaron mi pezón, endureciéndolo a medida que él me acariciaba—.
Eso es, déjame moldearte, Isabella —su aliento golpeó mi pecho minutos antes que su lengua lamiese mi endurecida
carne… Jadeé entrecortado cuando mi pezón estuvo dentro de su boca mientras el otro era atendido por sus manos;
mi cuerpo temblaba, mis manos se afirmaron a sus fuertes hombros mientras sentía su lengua girando alrededor mi
pequeño botón, sus manos descendieron por mi costado sin dejar de succionar mis pechos, alternándose
simultáneamente hasta llegar a la cinturilla de mi pantalón desabrochándolo con rapidez y maestría propia de él, lo
bajó un poco y pude sentir como la gravedad hizo lo suyo.

—Edward… —murmuré entre la bruma de sus caricias. El mordió fuertemente mi pezón derecho.

Por todo lo sagrado ¿Cuándo dejaré de sentir esto?

Todo arde y se inflama, mi cuerpo es lamido por miles de lenguas en llamas que me calcinan. Soy esto, soy esto, ya no
puedo volver atrás.

Soy esto.

—Señor —murmuró sin soltarlo—, maestro —rumió otra vez y tiró de él hasta soltarlo, su mano se traslado
rápidamente a mi nuca y pude sentir su respiración errática frente a mí—. Vuelves a llamarme Edward y te azotaré. —
Tensó mi cabello e inclinó mi rostro nuevamente, antes que su pérfida lengua asaltara mi boca con alevosía y pasión,
mis manos se sujetaron fuertemente a su camisa en un beso despiadado y desesperante en donde me mostraba que
él creía tener el control absoluto de esta noche. Bajé mis manos apretando mi cadera a su cuerpo, no necesitaba verlo
para saber que sus ojos se habían oscurecido y que mi piel respondía ante la mirada cargada de deseo de Edward
Cullen, su erección golpeó mi vientre bajo y él jadeó, aproveché su distracción para apoderarme de su lengua,
asaltándola de la misma manera que él había hecho con la mía; dominé el beso por cortos y escasos segundos , los
suficientes para que Edward pegase su erección más a mi cuerpo gimiendo antes de tirar de mi cabello fuertemente,
separándose completamente de mí.

Mi cuerpo levantado en el aire, un pequeño grito salió desde lo más profundo de mi garganta ante el brusco
movimiento. Sentí que me dejó caer sobre algo mullido, pero antes que pudiese reaccionar, un fuerte azote en mi
trasero me hizo jadear.

— ¡Dios! —exclamé jadeante.

— ¿No te he dicho linda que tienes el culo más delicioso que he visto? —Un nuevo azote me tomó desprevenida.

— ¡Bastardo! —escupí iracunda, ¡este hijo de puta me estaba azotando!

¿Y qué creías? Eres su sumisa esta noche, esto no es una b roma.

—Fui claro Isabella, esta noche yo ordeno, yo controlo. Si sigues diciendo blasfemias, no solo lavaré tu boquita con
agua y clorox —acarició suavemente donde me había golpeado, mi cuerpo entero tembló ante la sensación de su
palma, —Te azotare hasta que aprendas a quien debes obedecr—separó su mano de mí y una nueva palmada seca
me hizo gemir de dolor, de… ¿placer?, mi vientre bajo se contrajo y pude sentir la leve humedad entre mis piernas.

Joder, ¡me estaba gustando! Edward besó el hueco en mi espalda baja, sus labios descendieron mordelones y
húmedos por la nalga golpeada hasta el centro del dolor.

— ¿Con que te gusta no es así, nena? —Dio otra palmada y luego un beso, palmada, —puedo olerte desde aquí
preciosa… Ambrosia…— beso, lengua y palabras sucias mientras abría mis piernas levemente al tiempo que las
empuja, dejándome con el culo al aire. Su lengua lame la parte de mi trasero que pica por sus palmadas y lo siento
inhalar mi sexo—. Esto no es nada comparado a lo que nos depara esta noche, nena… Pero me gustaría que te
dejaras llevar.

Me giró rápidamente, dejándome de espaldas contra el colchón.

— ¿Entendiste, Isabella? —El tono de su voz no admitía replica, era duro y ronco mientras quitaba mis botines y sacaba
mis vaqueros completamente—. O ¿debo darte un par de azotes más…? —sonrió socarrón.

—Sí, Maestro —murmuré un poco más relajada y casi pude sentir él como sonreía. Parpadeé ante el hecho aterrador y
excitante que entender que yo deseaba esto.

—Muy bien nena, eso no te ha dolido—acarició mi muslo y negué a pesar de que aún me picaba el trasero. ¡Claro que
había dolido, pedazo de cabrón! Pero a pesar de la picazón, la experiencia no había sido tan mala… Joder, estaba
confundida, había sido una extraña mezcla de placer, sorpresa, vergüenza y anhelo con la dosis justa de dolor, él
acarició mi rostro con uno de sus dedos y perdí completamente el hilo de mis pensamientos.

—De eso se trata el juego de Dominación y Sumisión, de entrega y confianza… —susurró lentamente mientras su nariz
se deslizaba por mi cuello—. Coloca tus brazos sobre tu cabeza, nena. —Con vacilación, acaté su orden—. Buena
chica, Isabella —sentí un leve tirón y luego algo suave rodeó mis muñecas, dejándome inmovilizada.

—Maestro… —musité con algo de temor.

—Me has desobedecido, me ha tocado desnudarte, intentaste tomar el control. ¿Crees que unas simples palmadas en
el trasero serían tu castigo Isabella? —Sonrió—tu castigo está dividido en tres partes. La primera fueron los azotes; la
segunda, como bien te has dado cuenta, es la inmovilización y la tercera —sentí la cama moverse—… la tercera es la
espera.

La habitación estaba en silencio, intenté removerme pero fue imposible, estaba sujeta firmemente. Inhalé y exhalé,
estaba con Edward en su habitación, pasaron diez… quince minutos.

¡Donde jodidos estaba!

Sabía que había salido de la habitación, había sentido sus pasos alejarse de mí…. Los segundos pasaban
lentamente, los minutos parecían horas….

—Mi… Maestro… —susurré sin respuesta alguna—. Ed… Edward.

—Aquí estoy… —dijo en un murmullo—. No aumentes tu castigo, Isabella.


—Lo siento maestro, pensé que me habías dejado sola —ni yo misma sabía de dónde había salido la voz coqueta,
como si fuese una niña mala.

Me gustaba esto más de lo que pensaba reconocer.

Agudicé mis oídos, tratando de averiguar qué estaba haciendo pero no tuve que esperar mucho cuando empezó a
escucharse una suave melodía en la habitación.

—Necesitaba unas cosas nena —sentí algo frío rozar mi cuerpo y temblé con antelación—. Me debato entre descubrirte
los ojos o dejarte así…

—Odio la oscuridad, señor… —susurré en un tono suave, a pesar de sentir como el aparato frío y metalizado ascendía
por mi vientre.

Era parte de la disciplina de Charles y yo la odiaba, desearía que me soltara y me quitase la venda.

—Me encanta tu piel, es suave… sedosa —tragué saliva fuertemente, mi piel se erizaba ante su cercanía—. Eres
absolutamente hermosa, Isabella Swan… —Sentí como rasgaba la tela y jadeé entrecortado cuando mis pechos
fueron libres de las copas del sostén. —Cristo... —Su voz cargada de deseo me excitaba a límites insospechados—.
Jodidamente bellos —acarició uno de mis pezones nuevamente, con lo que fuese que tenía en las manos y no pude
evitar sisear, su cuerpo cubrió el mío sin que yo sintiese algo de su peso y sentí sus labios en mis mejillas, mi nariz,
con su lengua delineó mis labios y mi espalda se arqueó buscando más cuando se alejó—.No tienes miedo —no fue
una pregunta, pero aún así me vi asintiendo confirmándole que una vez más entregaba mi cuerpo para satisfacción de
ambos—. He traído un par de cositas nena, pequeños juguetes que harán nuestra noche mucho más entretenida. —
Tragué saliva nuevamente, mientras intentaba calmar mi corazón que parecía correr un maratón, enfoqué todos mis
sentidos en la música, "Lenny Kravitz" era el cantante favorito de Alice, lo reconocí porque Bree había estado
escuchándolos cuando recién llegó a casa.

Sabía cuál era esa canción… Edward se levantó de la cama y podía sentir sus pasos a mi lado; estaba en su cama,
atada por algo suave, con los ojos vendados por mi bufanda, el corazón queriéndose salir por mi boca, mis pulmones
contrayéndose cada vez más a prisa, terriblemente húmeda por sus anteriores caricias y con los sentidos a flor de piel
por sus atenciones y la piel picándome por su toque.

Jodida… Malditamente jodida…

Tócame por favor….

Bésame…

Siénteme…estoy aquí, soy tu ob ra…soy tuya.

¡Dios! Ayúdame.

La canción… yo había escuchado esa canción. Intenté concentrarme en ella tarareando en mi mente.

TU ERES LA LLAMA DE MI CORAZÓN


TU ILUMINAS MI CAMINO EN LA OSCURIDAD
TU ERES MI ÚLTIMA ESTRELLA

TU ME ELEVAS DESDE EL CIELO


TU AMOR INCONDICIONAL
ME LLEVA HACIA EL PARAISO

TE PERTENEZCO A TI
Y TU
ME PERTENECES A MI

Esa canción era para mí yo le pertenecía ya no había que luchar, sin saber porque … Si lo sabia Edward me llevaba al
paraíso.

La espera me estaba matando.

Necesitaba a Edward.

Estaba a punto de hablar cuando volví a sentir la pieza de metal en mi cuerpo.


—No sabes lo que me hace verte así… estoy como una maldita roca Isabella solo de saber que me estas confiando tu
cuerpo es como… Como si te rindieras ante mí, nena. Nunca he sido dominante, así que esto es una primera vez para
ambos… —sus palabras estaban cargadas de tensión—. Sabes que nunca te haría daño —asentí. Lo sentí
nuevamente en la cama y jadeé sonoramente cuando el metal acarició la piel de mi vientre, descendiendo hasta rasgar
mis muy pequeñas bragas de encaje y, aunque hubiese querido enojarme porque de verdad me gustaban, era mucho
más eminente la contracción que se estaba formando en mi vientre bajo que el escuchar cómo rompía la tela con lo
que parecía ser algún tipo de navaja o cuchillo.

—Señor… —susurré en voz queda.

—Silencio… Por el momento, solo quiero escuchar gemidos y jadeos, Bella. Aliméntame con tus suspiros, hazme
esclavo de tu placer.

¡Dios!

—Quisiera poder ver tus ojos, Isabella. —Sus dedos acariciaron los húmedos pliegues de mi sexo, acercándose más
a mí—. Quisiera saber si tienes esa mirada de lujuria contenida o el brillo desatado que te da el éxtasis supremo.

—Quítame la venda, desátame… —murmuré con vos entrecortada, mis sentidos estaban alerta a cada movimiento de
la cama o de sus manos pero sus dedos aún permanecían acariciando superficialmente mis pliegues, quería acariciar
su cabello pero los amarres en mis manos eran imposibles de soltar. Edward bajó su cabeza hasta posesionarla en el
medio de mis pechos y dejar un pequeño beso en el camino que los dividía.

—Exquisito —murmuró guturalmente justo antes que su boca succionara fuertemente mi pecho izquierdo, como si
fuese un niño hambriento—. No te soltaré Isabella, ni te permitiré ver…Estas castigada. —Tiré de mis amarres
mientras lo sentía halar y morder levemente la pequeña piedrilla que se había instalado en mi pecho; mi espalda
entera se separó de la cama entregándome más a su succión voraz, sus dedos acariciaron mi clítoris y, por un par de
segundos, lo acarició suavemente haciéndome gemir—. Eso es mi chica… Demuéstrame que te gusta lo que hago. —
Su lengua paseó por mi cuerpo hasta tomar el pecho derecho y ofrecerle la misma atención que le había dado al
izquierdo, por segundos —o minutos— me torturó con dedos, lengua y dientes mientras yo mordía mi labio
fuertemente, intentando por todos los medios de no gritar como deseaba hacerlo.

Edward se separó de mí y estuve a punto de maldecirlo en todos los idiomas que conocía.

—No te correrás… —sentenció severamente—. Parte de este juego es que tus orgasmos me pertenecen.

Pedante… Cabrón…. Hijo de su P… ¡Joder! Crucé mis piernas tratando de calmar el ardor de mi interior.

—No hagas eso, Isabella —volví a sentirlo en la cama, me tensé. Estaba desesperada, todo esto era demasiado lento
y, si bien él no me estaba dominando, estaba controlando el momento. No me había besado y ansiaba por sentir sus
labios sobre los míos, dejar que su lengua lamiese y controlase la mía. Jesús… iba a enloquecerme.

Grité al sentir el frío quemando mi piel, un cubo de hielo… eso era. Edward lo recorrió por las puntas de mis pechos en
su diabólico juego de: torturemos a Bella. Respiré e intenté por todos los medios de normalizar mi respiración
mientras el hielo recorría mis pechos, trazando un pequeño círculo en cada uno hasta quedar en la punta de pezón
endureciéndolo aún más si era posible; mis piernas se retorcían sobre la cama y opté por agarrarme fuertemente de la
tela que me tenía sujeta. Poco a poco el cubo de deshacía en mi piel, haciendo que mi sangre acelerase el paso por
mis venas… Jadear, gemir, intentar removerme mientras sentía sus manos en mi piel, sentir cómo se alejaba, cómo el
calor corporal de su cuerpo se alejaba del mío… Tortura y más tortura, pedir que agilizara todo eso sería demostrarle
en lo que me convertía cuando estaba cerca de él.

—Abre la boca, nena —susurró suavemente e hice lo que me pidió—. Pruébate… —Su voz se enronqueció y colocó
sus dedos justo sobre mis labios, tanteé tímidamente con mi lengua, enrollando sus dedos con ella y gimiendo
quedamente al sentir mi sabor junto con la textura de sus dedos.

Edward gimió bajito y su mano libre retiró suavemente la bufanda de mis ojos. Aunque no me cegaba completamente,
tardé en adaptarme a la luz a pesar de que la habitación estaba tenuemente iluminada… Estaba a un lado de la cama,
tenía solo sus vaqueros colgando de las caderas, su pecho fuerte y marcado y su sonrisa torcida, se había pasado las
manos por el pelo, podía ver lo desordenado que estaba.

—Tienes los ojos oscurecidos por el deseo, hay tanto desespero en ellos… ¿Demasiado lento para ti, nena? —
exclamó socarrón, subiéndose nuevamente a la cama. Este era su juego alejarse y volver a mí, disfrutar de lo que hacía
con mi cuerpo e irse—. Pinzas para pezones —murmuró mostrándome las ya conocidas pinzas, antes de dejarlas
suavemente en las puntas de mis pechos.
Gemí… y el sonrió metiéndose un cubo de hielo en la boca, trituró el pequeño pedazo de agua congelada con sus
dientes y descendió hasta que su rostro estuvo a milímetros del mío, exhalando el aire frío sobre mi rostro; su mano
tomó mi mentón y dejó un frio beso en mi mejilla y sus labios se escurrieron hasta besar cada poro de la piel de mi
cuello, haciendo que me estremeciera no solo por sus besos sino por el frío que contrastaba con el calor de mi cuerpo.
Sus manos acariciaban mi costado y sus labios seguían descendiendo hasta llegar a mi ombligo, observé cómo
tomaba otro cubo de hielo de un tazón sobre la cama y volvía a besarme, ahora de manera ascendente.

— ¿Te gusta mi juego, nena? —Permanecí callada—. Tienes permiso para hablar preciosa.

—Te gusta torturarme, ¿no señor? —dije con desdén, me sentía como si algo me faltase.

—Es parte del juego, linda… —me dio su sonrisa de un millón de dólares—. Abre —susurró demandante mientras
colocaba un trozo de hielo en mi boca y lo obedecí, triturándolo levemente justo antes que sus labios salvajes y
violentos tomaran posesión de los míos.

Nos besamos entre las brumas del deseo y la pasión; él dominando completamente y yo, intentando seguirle el ritmo.
Edward se metió entre mis piernas con fuerza colocando cada una al lado de él y embistiendo mi sexo desnudo con
sus vaqueros, su erección era notable como siempre, quería aferrarme a su espalda o a sus hombros. Tiré aún más
del amarre sin ningún éxito mientras él asaltaba mi boca sin reparos, sus manos se tensaron en mi cadera y se
separó de mí, tirando de mi labio inferior entre sus dientes. Nuestros ojos se encontraron un segundo y podía ver que
estaba casi tan desesperado como yo pero haciendo uso de su autocontrol se refrenaba, quería mandar este juego al
infierno si era necesario y pedirle que me follara pero no lo haría… No aún.

Colocó cada una de mis piernas sobre sus hombros dejando mi sexo expuesto a su hambrienta mirada, lo vi estirar su
mano hasta alcanzar el tazón con hielo y tomar una porción pequeña antes de llevarla a su boca y triturarla. Su lengua
delineó los pliegues de mi sexo, haciéndome temblar de anticipación antes de zambullirse completamente en ella,
lamiendo, succionando, torturando, rozando y acariciando mi intimidad con fuerza y delicadeza al mismo tiempo que
mis gemidos se hicieron sonoros; mi cuerpo entero convulsionando ante los choques que intensamente me tenían al
borde del abismo, estaba cerca muy cerca, tan malditamente cerca que solo necesitaba un poco más para llegar pero
entonces, volvió a retirarse…

— ¡Maldición, Edward! —grité fuertemente y él le dio una sonora cachetada a mi muslo derecho, siseé y lo maldije
internamente, pero no era tonta, este era su juego y yo debía ser mucho más inteligente que él—. Por favor señor… —
susurré con voz mimosa, mi pecho subía y bajaba rápidamente. Ya nada importaba, ni la música ni lo que hacía, solo
lo quería a él… a él enterrado en mí, permitiéndome disfrutar de la falacia de sentimientos en la que él me envolvía, lo
necesitaba, era como si fuese una marca de droga personal… Mi propia marca de cocaína.

En ese momento, era todo el universo, todo lo que era importante para mí no existía, no había nada, nada en este
mundo que me importara, sólo él, él y su cuerpo sobre el mío.

Lo vi sonreír ladinamente y tomar otro cubo de hielo, acarició mis humedecidos e hinchados labios con él antes de
introducirlo dentro de mí, haciéndome sisear mientras apretaba mis músculos vaginales fuertemente. Su lengua
nuevamente estuvo en mí, dando rápidos y cortos toques en mi intimidad haciendo que el cúmulo de placer que
albergaba en mi interior creciera cada vez más, como si mi cuerpo fuese sujetado a un toma corriente, las sensaciones
eran cada vez más fuertes mientras el bebía de mí.

—Córrete bebé —murmuró sin despegar su cabeza de mi entrepierna—, dame de beber… ahora nena. —Y lo hice. Un
grito agónico escapó desde el fondo de mí ser y me corrí cerrando mis ojos fuertemente y dejando que mi cuerpo
completo se levantara de la cama, disfrutando de las embriagadoras sensaciones de plenitud que me otorgaban esos
pocos segundos de placer y éxtasis total.

No había terminado de bajar del quinto cielo, cuando Edward me giró rápidamente; mis manos habían quedado
cruzadas y el movimiento había sido inesperado y brusco, la posición incómoda pero aún así no había dolor, al menos
no el dolor que se suponía debía tener.

—Voy a follarte ahora, nena —sentí el cierre de su pantalón bajar y pequeños besos situados en mi espalda baja, en
ese momento podía hacer conmigo lo que quisiese, era un títere en sus expertas manos—. No sabes cómo me pone
tu pequeño sexo, apretado y suave —acarició mi entrepierna con sus manos y jadeé por lo sensible que estaba, su
miembro reemplazó sus dedos acariciándome, dejando que se desplazara entre mis pliegues justo antes de
empalarse en mí con una potente embestida.

— ¡Edward! —grité sin importarme el sonoro golpe que recibió mi trasero por haberlo llamado por su nombre.

—Estar enterrado en ti es el jodido paraíso —siseó entre diente—, o el maldito infierno —murmuró, acariciando mis
costados con sus fuertes manos impulsándome hacia adelante, apoyé mis codos en el colchón mientras embestía
frenéticamente dentro de mí—. ¿Te gusta, nena? —No podía verlo pero su voz me decía que lo estaba disfrutando.

—Más… —susurré agónicamente, Edward subió mis piernas a su cintura manteniéndome alzada por sus brazos, el
vaivén era jodidamente placentero, me sujetaba de la tela que ataba mis manos pero estaba perdiendo el control, la
presión justa de las pinzas en mis pezones, sentir nuestras carnes chocar era mejor que cualquier melodía que
reprodujera el Ipod, nuestros jadeos llenaban la habitación, nuestras pesadas respiraciones… el latir desesperado de
mi corazón que atronaba fuertemente en mis oídos, el olor a sexo inundando el lugar…

—¡Ohh nena!… Por todos los putos anillos del infierno, Isabella. ¡No te atrevas a correrte aún! —gritó, cuando mi cuerpo
empezó a cerrarse en torno a él… Gimió, gruñó y maldijo en voz baja mis músculos se contraen sin que pueda
contenerlo—. ¡NO! —Gritó, dándome un sonoro golpe en el trasero—. No aún, Isabella. —Su frente se apoyó en mi
espalda mientras seguía entrando y saliendo de mí.

Dios… Buda… Alá… Quién quiera que sea. Los dedos de mis pies se contraen mientras soporto la tensión de mi
cuerpo ante el placer.

—Por favor… por favor… —susurré en baja—. Por favor, maestro; amo, por favor… —mi frente esta perlada en sudor mi
cuerpo esta tenso… necesito liberarme. —Ed —mi voz temblaba—… Por favor.

La mano de Edward se coló por mi entrepierna, apretando mi clítoris fuertemente. Grité y jadeé como pez fuera del
agua, incapaz de seguir soportando el dolor, la tensión en mi vientre se intensificó, mi cuerpo se puso rígido esperando
la culminación del acto.

— ¡Córrete! —ordenó fuerte y claro, podía sentir sus brazos tensándose, él estaba cerca. Me apreté entorno a él y un
segundo espiral de tensión explotó alrededor de nosotros. Edward maldijo en voz baja antes de sentir cómo expulsaba
dentro de mí y cuando algo en mí explotaba de felicidad, el solo saber que yo le otorgaba tanto placer como él a mí, era
el jodido paraíso.

Desperté la mañana siguiente cuando el sol se coló por las puertas del balcón, miré el reloj en la mesa de noche y
gemí al ver que eran las 8:45 am, pero tenía esa imperiosa necesidad de ir al baño. ¡Joder, si teníamos dos horas de
habernos quedado dormidos era mucho! No pude evitar darle una mirada al hombre que estaba a mi lado, se veía
profundamente dormido y relajado. Estuve tentada a acariciar su hermoso rostro pero negué con la cabeza y me levanté
lentamente de la cama, siseando cuando mi pie toco el suelo, Edward había sido inclemente conmigo. Él casi nunca
se corría en mi primer orgasmo vaginal, así que como lo había hecho pensaba que hasta ahí había llegado mi clase…
Ilusa yo.

Hab ía desatado mis manos minutos después de dejar mi cuerpo casi inerte sob re la cama, él se hab ía mantenido
anclado en mí mientras mi cuerpo aún lo apretab a levemente. Sus b razos estab an plantados contra el colchón
intentando controlar su respiración.

—Por Cristo, Isab ella —murmuró guturalmente mientras salía de mi interior minutos después de hab er llegado a la
cima, girándome para b esarme como solo él sab ía hacerlo, anudé mis manos a su cuello disfrutando poder halar los
cab ellos de su nuca sin importar la rigidez de mis b razos por la antigua posesión, tiré de sus cab ellos mientras el ab ría
mis piernas con las suyas y volvía a adentrarse, retiró las pinzas de mis pechos con sus dientes y me emb istió de forma
suave y lenta, disfrutando del momento y llevándome hasta la cima del placer con un multiorgasmo. Esa vez sentí
como su cuerpo se tensab a, intentando por todos los medios que él se viniese, por más que lo apreté en torno a mí.
Edward cerró los ojos y apretó sus dientes hasta que mi último orgasmo arrasó, se levantó de la cama dejándome
desmadejada y completamente exhausta y minutos después, regresó a mí completamente desnudo y con una toalla en
sus manos.

—Creo que te lastimé —susurró mientras limpiab a los restos de mis fluidos y semen por su orgasmo. Negué con la
cab eza porque no podía hilvanar alguna palab ra coherente, ab rió mis piernas hasta dejar mi sexo expuesto
nuevamente a él y dio un largo suspiro—. Al parecer no —murmuró sonriente y visib lemente más tranquilo, tiró la toalla
a un lado de la cama y se recostó a mi lado dando pequeños b esos en mis pezones, más exactamente, en la marca de
las pinzas—. No te duermas, Isab ella —dictaminó fuertemente.
—Estoy cansada, Edward —murmuré de vuelta, sin importarme el castigo o un nuevo azote… —Quiero dormir.

—Dormir esta putamente sob revalorado esta noche, nena… —Sus lab ios succionaron la piel de mi cuello y mordió el
lób ulo de mi oreja, haciéndome gemir mientras sus dedos se deslizab an en mi interior—. Esta noche, apenas
comienza.

Negué con la cabeza intentando olvidar y me encaminé al baño, tenía unas ojeras realmente feas y, por el espejo,
podía observar las marcas rojas en mis pezones, recordé la pequeña pasta y me di un pequeño golpe en la frente
antes de correr hasta mi bolso, No podía olvidarla al menos hasta que mi periodo volviese a bajar y pudiera aplicarme
la inyección nuevamente, me dolía hasta el apellido pero involuntariamente o no, tenía una sonrisa de satisfacción que
no podía ocultar, tomé la pequeña píldora y agua del grifo. Edward me había dicho que podía beber de allí y abrí el
gabinete buscando el cepillo de dientes que Edward había comprado para mí.

— ¿Qué haces despierta Isabella? —cerré el gabinete y enfoqué la mirada en el espejo para verlo. Edward estaba
recostado en el marco de la puerta, se veía jodidamente sexy, tenia una pequeña sombra de barba y sus ojos se veían
somnolientos y cansados, aun así vagaron por mi cuerpo y una pequeña sonrisa se instaló en su rostro cuando
cambié mi peso de un pie a otro y siseé—. Vuelve a la cama, nena —caminó hacia mí y besó suavemente la unión de
mi cuello y mi clavícula—. Es temprano —murmuró pegando su torso a mi espalda.

—Debo irme —intenté separarme.

—Es sábado, Isabella, Bree no está. Solo… solo durmamos un poco más, nena. —Sus labios tocaron mi cuello y mi
cuerpo se erizó ante su toque.

—Edward…

—Solo quédate, Isabella —me giró entre sus brazos—. Quédate este fin de semana —murmuró, cepillando mis labios.
¡Joder, como se supone que debería negarme a un fin de semana juntos, cuando estaba empezando a
acostumbrarme a su compañía! Esto no podía ser… Iba a negarme pero Edward no me permitió hablar— Quédate,
nena. —Sus labios depositaron un beso en mi mentón. A pesar de acabarse de levantar su aliento no era
desagradable, besó una de mis mejillas y luego la otra hasta fundir sus suaves, carnosos y adictivos labios con los
míos, sus manos delinearon mi cuerpo hasta acariciar mi trasero, mordí su labio y él siseó, alzando mis piernas para
que las anudara a su cintura, entre besos y caricias volvimos a la habitación.

Entre jadeos y gemidos me entregué una vez más a él, con la firme convicción de sellar el corazón a este sentimiento
que no era posible entre él y yo.

Estuvimos toda la mañana en la cama, muchas de esas horas durmiendo. Cuando despertamos, él volvió a pedirme
que me quedara en medio de uno de esos besos pasionales que hacían que me olvidase de todo. Una vez que acepté,
no me dejó vestir pero luego de ese asalto mañanero, no volvimos a hacer el amor… Corrección, no volvimos a tener
sexo.

Recuérdalo es sexo Bella… Aunque empieces a sentir mas es Edward Cullen, el soltero de oro de Nueva York, el Dios
del Sexo y tu tutor…

Estaba agotada física y mentalmente, por lo cual estuvimos hablando de todo y nada; Edward me habló sobre sus
viajes y sus aventuras en India, no supe nada más del mundo exterior y la verdad, no me importaba. Algo dentro de mí
se sentía cómodo, algo en esta intimidad con Edward. Él y yo desnudos, en su cama, riendo y hablando de todo y nada,
me hacía sentir en casa… Lamentablemente, esta no era mi casa.

Cerca de las dos de la tarde decimos pedir algo de comer a domicilio. Entre sushi, pizza y pasta, el sushi fue el
ganador así que comimos mientras veíamos Spiderman 4. Confieso que de los súper héroes de Marvel, Spiderman
era mi menos favorito, yo era más Iroman o el Capitán América, a pesar de que podría compararme con Peter Parker.

—Sabes —rodé los ojos cuando lo escuché hablar—, esta película es una pérdida de dinero y tiempo —bufó—. Algo
para que los nerd gasten su dinero en cine —lo miré sonriendo porque muy en el fondo pensaba lo mismo—. Es la
misma historia del origen de Spiderman, solo que con un actor cara de muñeca, tu sabes para que las nenas vayan a
verlo… Igual que Superman. —Puntualizo— el tipo no aporta más de lo que aportó Mc Guire en su momento, bueno,
además de retorcerse como si hubiese tenido una sobredosis de cocaína, romper todas las putas cosas de la casa y
actuar como un idiota niño mimado cada vez que puede. Además de cambiar a la sexy Mery Jane por Gwen.

—Kristen Dunts no es sexy —ataqué—, es pálida y lo único que hacía en esas películas era gritar.

—Y cómo gritaba —cerró los ojos e hizo una mueca morbosa.

—Pervertido.

—Joder a estas alturas de tu vida ya deberías saberlo —sonrió torcidamente— pero volviendo la película, en
Spiderman uno —que es cuando la puta araña lo muerde— él pelea con el jodido Duende Verde y en esta, pelea con el
Doctor Lagarto además que es el personaje más cliché de toda la historia.

—Tu colocaste esa película, pensé que te gustaba —coloqué roll de sushi en mi boca y mastiqué lentamente.

—Naah… quería que supieses mis apreciaciones sobre ella y de paso, joderte un poco una película más. —Tomé otro
rollo y se lo tiré, pero él la atrapó con su boca—. Delicioso nena, debí pedir ese —dijo masticando y robándome una
rueda de pescado.

— ¡Oye, es mía! Eres un tragón —dije señalándolo con los palitos chinos, el siguiente movimiento no lo vi venir. Edward
me empujó sobre el colchón quedando sobre mí e inmovilizando mis manos con las suyas.

— ¡A quién le dijiste tragón! —dijo fingiendo enojo.

—¡A ti! —lo reté—. Eres un tragón y un ladrón. —Edward se cernió aún más sobre mi cuerpo, atacando mis costados
mientras me retorcía bajo su cuerpo, Nunca me habían gustado las cosquillas porque me dejaban sin aliento y...

—Edd… —sentía que el aire escapaba de mis pulmones—. Edward, no puedo… ¡basta! —dije riendo—. ¡Por favor! No
puedo respi… ¡Edward! —Él se separó de mí riendo mientras yo buscaba la manera de que le llegara aire a mis
pulmones.

—Isabella —dijo cuando dejó de reír—. ¡Bella! Jodido Cristo, intenta calmarte nena, respira despacio. ¡Joder, Bella!
Respira conmigo —se le veía realmente angustiado mientras yo intentaba retomar mi respiración—. Eso es nena,
despacio… Joder, ¿por qué demonios no me dijiste que sufrías de ataques de pánico? Recuéstate —ordenó,
acomodando mis piernas sobre la cama. La poca comida que quedaba estaba sobre las sábanas pero eso no parece
importarle, cerré los ojos mientras respiraba fuertemente y sentí los dedos de Edward acariciar mis cabellos, la
primera vez que alguien me hizo cosquillas me desmayé y el pobre Jasper pensó que había acabado con mi
existencia. Luego, fue Félix y el último que había intentado hacerlo, había sido Garrett—. ¿Estás bien? —murmuró un
par de segundos después, asentí suavemente.

—Nunca más vuelvas a hacerme cosquillas —jadee y lo vi soltar un suspiro, mientras colocaba un mechón de mi
cabello tras mi oreja.

—Nunca vuelvas a asustarme así. —Su voz estaba cargada de preocupación—. Casi muero antes de tiempo —abro
los ojos y me quedo absorta en sus ojos verdes.

Inhalé aire fuertemente, el rostro de Edward estaba muy cerca del mío y no puedo evitar que mi mano acaricie su
mejilla.

— ¿Por qué siempre hablas de la muerte? —Edward se tensó y suspiró fuertemente, tomando mi mano y dejando un
beso en la palma abierta.

—Porque es lo único que tienes seguro en la vida, Isabella. —Su voz fue melancólica, se había acabado el juego —
Sabes que naces, pero nunca sabes cuándo mueres, es algo de lo que no puedes escapar, seas un chico o un adulto.
—La forma en cómo sus palabras salían de su boca, me provocaban dolor en el pecho. Quería levantarme y abrazarlo,
quería decirle lo que creo sentir por él, quería… un pequeño sonido nos hace pestañear y Edward sale de la cama
buscando su celular, me siento mirándolo caminar hasta el sofá donde está el aparato.

— ¿Qué onda chucho? —Contestó, luego de ver la pantalla—. ¿Esta noche? —Sus ojos se encontraron con los míos
—. No te pongas melodramático, Jake —bufó—. ¿Es seguro que Leah vaya a ese tipo de lugares? Digo, por su estado
—se pasó la mano por el cabello. Edward se había colocado unos vaqueros cuando el pedido había llegado y yo había
aprovechado ese momento para colocarme una de sus camisas además, había abierto el balcón para que la
habitación se aireara un poco—. No lo sé, Jacob —frunció el seño—. Sé que es una de nuestras bandas favoritas…
Eres exasperante, ¿lo sabías? —sonrió—. Está bien amor, nos vemos en unas horas —se burló—. Te amo, nene —
sonrió abiertamente y luego colgó, dejando el celular en la mesa de noche y tirándose a la cama—. Jake, Leah, Rosalie
y Emmett nos invitan a un concierto de la mejor banda de Metal del mundo: Mettalica —dijo saltando en la cama.

— ¿Nos? —pregunté con una ceja arqueada.

—Sip, nos… Si tú no vas, no iré a ningún lado.

—No sabía que tocaban hoy. —Edward se sentó a mi lado y sus dedos jalaron su camiseta, hasta dejarme el hombro
expuesto.

—Mmm… yo sí sabía, pero tenía cosas más interesantes que hacer —besó mi hombro descubierto—.Entonces,
¿vamos?

—Nunca he ido a un concierto de esa banda y conozco muy pocas canciones.

—Hay que hacerte un exorcismo mujer —dijo sentándome en su regazo—. Anda, vamos con los chicos o prefieres que
nos quedemos aquí… Tengo muchos planes para entretenerte —succionó el lóbulo de mi oreja y temblé agarrándolo
por los brazos.

—Jas… Jasper ama esa banda —dije ignorando el temblor en mi voz—, los sigue desde que era un niño —recordé los
poster de revista que Jazz tenía en su habitación cuando era un niño.

— ¿Te parece que le diga a Jake que consiga dos entradas más, una para la Pixie y otra para Jasper? —su lengua
lamia toda la piel que estaba a su alcance.

—No sé si sería buena idea, tú sabes… el embarazo de Alice…Gemí.

—Creo que Leah tiene un poco más de tiempo y Jake asegura que estaremos ubicados en un buen lugar.

—Jasper estaría eternamente agradecido contigo —susurré con voz queda.

—Y tú me lo pagarás muy bien —sonrió presumido, acariciando mis pechos por sobre la tela de su camisa. Deslicé
mis manos por su nuca y lo besé.

Simplemente quería hacerlo, quería darle muchas cosas, no sólo sexo, quería hablar con él, darle de cenar, bailar junto
a él, hablarle de muchas cosas, enjabonar su cuerpo en la tina, pasar mis dedos por su hermoso cabello…quería
todo, todo con este hombre. Dejé que su lengua invadiera mi boca mientras nos besábamos sin premura, sentí cómo
mi espalda tocaba nuevamente el colchón y decidí cortar el beso.

—Tienes que llamar a Jake si quieres una buena recompensa —le dije con voz coqueta, cuando nuestros labios se
separaron Edward alcanzó su celular y oprimió una tecla rápidamente.

—Jake, Isabella, Alice y Jasper van con nosotros. Genial… Nos vemos ahí —colgó

—Nos encontraremos con Jake a las 5:45 pm… ¿En dónde estábamos? —sonrió mostrándome sus dientes perfectos.

—En que debo ir a casa para buscar ropa. —Edward frunció el seño y aproveché para salir bajo su cuerpo—. Y bragas y
sostén —enumeré y él gruño chistosamente.

— Ve a cambiarte —dijo con voz juguetona, antes de darme un pequeño azote en el trasero.

Alice y Jasper estaban emocionados por ir, afortunadamente Nessie estaba con la mamá de Alice, así que tenían la
noche libre, habíamos quedado de vernos en mi departamento para así solo llevar un coche.

Durante el viaje a mi departamento, no pude evitar ver a Edward, se había colocado unos vaqueros de talle bajo y un
suéter negro, una chamarra oscura para el frío, tenía una bufanda atada a su cuello y su cabello se había secado y
ahora, tenía ese peinado post sexo que tanto me gustaba.
— ¿Te gusta lo que ves, nena? —Arqueó una ceja en mi dirección y sentí como el sonrojo cubría mi rostro—. Eres tan
predecible, Isabella. —Sus dedos acariciaron mi mejilla intensificando el sonrojo—. ¿Tienes ropa apropiada para ese
tipo de eventos? Podemos parar en algún lugar —entrecerré mis ojos entorno a él mientras lo veía sonreír.

Llegamos a mi departamento rápidamente, para ser sábado, la ciudad estaba bastante tranquila. Dejé a Edward en la
sala y prácticamente corrí a mi habitación; me había dado una ducha rápida en casa de Edward así que era solo
buscar la ropa indicada.

Sentí el timbre de mi puerta y le grité a Edward que abriese mientras me colocaba unos vaqueros y un suéter cuello alto
negro.

— ¡Combinamos! —chilló mi amiga emocionada entrando a mi habitación.

—Ali —ella estaba prácticamente igual que yo, solo que tenía unas botas hasta la rodilla.

— ¿Botas o Converse? —dijo sentándose en mi cama.

—Converse —dije sentándome a su lado—. ¿Esto no afectara al bebé? —le pregunte preocupada.

—El doctor Malinov me dijo que siempre y cuando no hiciera movimientos bruscos, todo estaría bien con Jazzy —
acarició su hasta ahora inexistente vientre.

—¿Jazzy? No has pensado que puede ser una niña—ataque.

—Algo me dice que es un niño… Tu sabes instinto de madre—sonrió y yo sonreí con ella—Si es una niña quiero algo
con nuestros nombres he pensado en Marijaz o Jazmarie…—frunci el seño.

—Que tal Jaslice—dije terminando de anudar mis cintas.

—¡Me encanta! Lo comentare con Jazz—Alice me dio un abrazo y yo la atraje fuertemente a mi.

—Isabella —Edward llegó hasta la habitación—, nena, tenemos el tiempo justo —musitó, asentí terminando de
colocarme los zapatos y buscando una bufanda.

El trayecto hasta el Madison Square Garden fue ameno y divertido, Jasper estaba muy emocionado y junto con Edward
hablaban de Lars Ulrich y James Hetfield, que por lo que había escuchado eran los creadores de la banda. Por Dios,
no tenía idea quiénes eran esos tipos. Cuando llegamos al lugar de, encuentro solo Leah y Rose estaban
esperándonos ya que Emmett y Jake estaban en la fila de la entrada esperando por nosotros. Rose me dio un gran
abrazo pero Leah aún me miraba con cierto recelo, cosa que no entendía, Alice y Rose prácticamente se nos
adelantaron y Jasper y Edward seguían hablando de la bendita banda de la que no conocía absolutamente nada. Leah
iba a mi lado pero completamente en silencio, de esos que no son para nada cómodos, suspiré fuertemente ajustando
mi bufanda.

— ¿Cómo va todo con Edward? —musitó muy despacio, arqueé una ceja en su dirección.

—Bien, ¿cómo se suponía que debía ir? —Metí las manos en los bolsillos de mi chamarra—. ¿Cómo va el embarazo?

— Bien, cómo se supone que debe ir—se encogió de hombros y sonreí ante su respuesta. Edward tomó mi brazo,
sacando mi mano de mi chaqueta y anudando nuestros dedos.

— ¿Tienes frío, nena? —negué y luego nos quedamos en silencio.

La entrada al lugar fue caótica, nunca había visto tanta gente en mi jodida vida, poco a poco el estadio quedo
completamente lleno, Jake, Emma, Jasper y Edward se colocaron detrás de nosotros mientras se veía el personal de
logística ultimando detalles antes que los músicos saliesen a escena.

—No sabía que te gustaba este grupo —dije a Alice y ella me sacó la lengua y me enseñó el dedo, antes de gritar algo
así como "soy yo la que vive con Jasper". Leah le dijo algo y ambas se enfrascaron en una conversación amena; al
parecer, Alice le caía mejor que yo. Los minutos iban pasando y las personas se movían en las gradas, Emmett y Rose
estaban en una pequeña burbuja en donde solo cabían ellos dos, abrazados haciéndose cariñitos, Leah y Alice
estaban hablando cómodamente al igual que Jake y Jasper.

—Estás muy pensativa —dijo Edward, colocando su mentón en mi hombro.

—Ya que estoy sin hacer nada, trato de salir del bloqueo que tengo con respecto a Danielle y Caleb.
—Me dijiste que se reconciliarían.

—Sí, pero también estaba pensando que si los dejaba separados, no tendría que pensar en otra historia.

—Eso es justo lo que quiere Aro nena, quiere que hagas dos historias por una, algo se nos va ocurrir para el nuevo
libro —enarqué una ceja en su dirección—. Antes que se acabe nuestro trato, por supuesto —susurró bajo.

Sentí como si una espina se enterrase en mi corazón.

—Está empezando a hacer calor —dije quitando mi bufanda y cambiando el tema, aun teníamos un mes por delante.

—Cuando el concierto empiece, será peor. Pero eso no importa, conocerás la buena música.

— ¿Eres muy fan de la banda? —pregunté intentando quitar la sensación de mi pecho.

—Cuando teníamos trece años, Jake, Rose y yo teníamos una pequeña banda de metal en el ático de la casa Carlisle,
Jake quería ser baterista, incluso n o dejaba que le cortaran el cabello…—sonrió ante el recuerdo— Ellos eran sus
ídolos así que me contagió; no soy una fans enamorada pero tienen buenas letras, excelente sonido y la música es
fenomenal. —Las luces se apagaron en todo el recinto—. Ya van a salir, mirada al frente nena y a disfrutar —murmuró
con evidente agitación en su voz, sus ojos brillaban como los de Ness en mañana de navidad, sonreí de solo sentir su
emoción.

Luces de colores encendiendo y girando en todas las direcciones, los gritos de los miles de espectadores, los sonidos
de la guitarra empezaron a escucharse sobre los gritos y las luces blancas se centraron en el escenario mostrando a
cada uno de los integrantes. El baterista tocaba con energía mientras que los que sostenían guitarras y bajos se
alternaban por todo el espacio. Jake cargó a Leah en sus hombros no sin antes guiñarme un ojo y Emm y Jazz hicieron
lo mismo.

Edward sonrió pícaramente pero me negué a que él me alzara, así estábamos bien por el momento. Juegos artificiales
empezaron a salir del escenario y la gente enloqueció cuando el vocalista de la banda saludó a la audiencia, podía
sentir la emoción de Edward el sexólogo, el maestro y el empresario habían quedado atrás encerrados en el closet con
su colección de Armani, para dejar salir al chico de 29 años que en realidad era… Sabía algunas de las canciones
gracias a Jasper y, afortunadamente, conocía esta y solo fue que el vocalista empezara para que el Madison Square
Garden se encendiera con Enter Sandman.

Las personas saltaban, gritaban y se estremecían con brazos alzados y libertad, bajo las ondas de los instrumentos
musicales el ruido era enardecedor pero no por ello incómodo, Edward me había amarrado a la cintura con sus brazos
obligándome a saltar junto con él mientras sus hermanos, sus cuñados y mis amigos gritaban la canción a viva voz.

La banda cantaba una canción tras otra, parecíamos chiquillos saltando uno al lado de otro; Edward no me había
alzado y ahora Rose estaba a nuestro lado junto con Emmett puesto que ella le había pedido bajar, la música era
relajante, la chaqueta me asfixiaba pero estaba feliz, estaba haciendo algo que nunca había hecho: divertirme con mis
amigos, con la persona que empezaba a amar aunque no pudiese decírselo. Rose empujo a Edward y él se tambaleó
un poco mientras la empujaba de regreso, era increíble verlos así. Jasper, Alice, Emmett Rose, Leah, Jake, Edward me
estaba dando momentos únicos dentro y fuera de la cama, el vocalista dijo algunas palabras antes de empezar a
sonar la música de entrada de la siguiente canción.

Master of Puppets… O eso era lo que Edward me había susurrado al oído. Mientras me apretaba más a su cuerpo y
cantaba pegado a mi lóbulo alternando la canción con pequeños besos.

Taste me you will see

More is all you need you're dedicated to

How I'm killing you

Come crawling faster

Ob ey your master

Your life b urns faster

Ob ey your master

Master
El sudor recorriendo nuestro cuerpo, la música navegando por nuestras extrañas, la sexy y aterciopelada voz de Edward
Cullen susurrándome que lo obedeciera sumado a los recuerdos de la noche anterior, me tenían en un frenesí de
deseo que causaba escalofrió a mi cuerpo. Su voz, su cuerpo pegado al mío, sus manos apretándome a él, jadeé y él
mi giró para besarme con pasión, fuerte, completamente demandante y controlando cada uno de los movimientos.

Jadeamos por falta de aire y sonreímos como tontos cuando una nueva canción; One articuló Edward sin voz, me giré
para ver a los integrantes de la banda, los juegos artificiales y el espectáculo en sí era tremendo, avaricioso,
deslumbrante…

Una canción tras otra sin pausas, mientras las personas saltaban, brincaban y vibraban la euforia llenando cada rincón
del lugar, cuarenta y cinco minutos después estaba exhausta, pero no quería parar.

El vocalista de la banda volvió a saludar antes que una suave música inundara el lugar, Alice y Leah se bajaron de los
hombros de sus respectivas parejas y empezaron a moverse al compas de la música, Edward volvió a pasar sus
brazos por mi cintura mientras descansaba su mentón en mis hombros cantando suavemente.

Trust I seek and I find in you

Every day for us something new

Open mind for a different view

And nothing else matters.

Never cared for what they do

Never cared for what they know

But I know…

Me giré y lo abracé fuertemente sin saber porqué, solo sentía la necesidad de mantenerme cerca a él cuanto tiempo
fuese posible, No me importó sentir las miradas de nuestros acompañantes, sabia perfectamente que Alice me estaba
taladrando con sus pequeños ojos azules, pero en este momento todo el mundo podía irse al demonio. Edward me
acercó a él, abrazándome con la misma intensidad que yo lo hacía, antes de capturar mis labios en un beso
hambriento.

—Busquen una habitación —gritó Emmett pero aun así no dejé de besarlo, tenía un mes para saciarme de él y parecía
nunca estar completamente satisfecha de sus besos, en ese momento, por una ráfaga de segundo me vi en el futuro
sin este fuego, sin este hombre, sin su risa, sin su loción o sin su ser arrogante y perverso, y todo me dolió, mi alma,
mi corazón…ese futuro…sin él.

La última hora del concierto había parecido a la primera, las personas seguían llenas de energía pero la evidente
emoción de Edward había mermado, tenía su mentón sobre mi cabeza pero no estaba brincando y bailando como los
demás, yo estaba muerta.

— ¡¿Estás bien?! —ppreguntó Jake sobre la música, su rostro se veía realmente preocupado por lo que me giré para
verlo. El rostro de Edward estaba completamente perlado en sudor y alguno de sus cabellos estaban pegados en su
frente, se veía pálido, más que lo normal.

—Edward —coloqué mis manos en su rostro estaba helado y sus ojos ahora carentes de emoción me observaron
impávidos—, ¿estás bien?, ¿te duele la cabeza? —asintió levemente—. ¿Quieres que salgamos de aquí?

—Estoy bien —susurró—, vista al frente Isabella, es el final del concierto. —A pesar que los integrantes de la banda
seguían tocando con el mismo ahínco, incluso algunos de ellos se habían quitado las camisas, revelando torsos
musculosos y tatuados, no podía mirar al frente estaba preocupada por Edward había sido testigo de sus migrañas. Lo
escuché suspirar fuertemente sobre mi cabello ante de inhalar con la misma intensidad.

— ¡Chicos tenemos que irnos! —gritó Jake de repente.

—¡Estoy bien Jake! —gritó Edward de vuelta.


—No, no lo estas joder…. Dime qué sientes —lo encaró.

—Solo me duele la cabeza.

— ¿Te tomaste los medicamentos de la migraña? —pregunté, empezando a preocuparme.

—Migraña —Jake bufo—. ¿Migraña? ¡Maldición Edward! —le grito más fuerte.

—Cállate ya Jacob, estoy bien, solo es un jodido dolor de cabeza —siseó enojado.

—Chicos no discutan —Rose se acerco a nosotros—Estas muy pálido Edd—toco su rostro con cariño—. Mejor nos
vamos ya, Jake.

—Estoy malditamente bien, terminemos el concierto.

—Edward… Si quieres podemos irnos nosotros —murmuré.

—Ya está pasando nena… —metió un mechón de mi cabello detrás de mi oreja pero no era así, lo sabía, conocía a
este hombre, sabía lo rudas que podían ser sus migrañas.

La banda interpretó la última canción, bajo el sonido de gritos por parte del público que pedía más.

—Pienso que es mejor que salgamos antes —dijo Jasper fuertemente—, esto va ser un mar de gente para salir
pueden lastimar a Alice o a Leah. —Todos asentimos y empezamos a movernos entre las personas para salir del
lugar. Edward apretó mi mano fuertemente mientras salíamos, fuera de la multitud la brisa golpeaba, se notaba que
noche buena estaba cerca y Bree me había prometido que la pasaríamos juntas, al parecer no sería así.

— ¿Comemos algo chicos? —Emmett preguntó acariciando su estomago ante la mirada de divertida de Rose y Jake.

— ¿Te sientes mejor? —le preguntó con autoridad—. ¿Edward? Joder, llamaré a Carlisle y a Eleazar —señaló con
determinación.

—No me jodas William Jacob Cullen —dijo intentando sonreír pero no era una sonrisa verdadera—. Joder, tengo
hambre, vayamos a comer. —Jake no se veía tranquilo pero asintió, era casi media noche pero aún había lugares
abiertos; empezamos a caminar hacia los coches, Jasper y Emmett entablaron una conversación acerca del concierto
mientras Alice y Leah parecían que hubiesen recargado baterías, incluso Rose se veía como si acabara de salir de un
Spa, yo estaba deshecha, me dolían los pies y quería llegar a casa y dormir hasta el lunes. Rose iba escuchando a
todos y Edward iba conmigo detrás.

— ¿De verdad te sientes bien? —pregunté, anudando nuestras manos y recostándome en su brazo.

—Estoy bien nena —me dio un beso en el tope de la cabeza—, no es la primera vez que me da una migraña, siempre
me repongo —cerró los ojos y se detuvo—. Ohh… por todo lo sagrado —susurró apretándose el puente de la nariz—.
¡Joder! Maldito… —su rostro perdió aún más color, contrayéndose mientras Edward cerraba los ojos.

—Quieres que llame a Jake… —agarré su rostro entre mis manos— ¿Edward?

— ¡Ohh Mierda! —gritó haciendo que los chicos se detuviesen—. ¡Joder, solo unos días más! —gritó, agarrándose la
sien. Jake llego a nosotros rápidamente.

—Rose, llama a Carlisle dile que vamos a Otra Oportunidad y que llame a Eleazar. —la desesperación en su voz era
palpable.

—Jake…

— ¡Hazlo Rosalie! —gritó el moreno apremiante.

—Edward, mantente despierto hermano… Edward —dijo Jake, golpeando sus mejillas. Me estaba asustando, el rostro
de Jake era contrito, Alice y Jasper estaban a un lado y Emm estaba con Rose que intentaba comunicarse con Carlisle
—. Emmett ayúdame a sentarlo —dijo Jake, todos nos movimos hacia un pequeño borde—. Edward, respira despacio,
hermano… —Edward asintió abriendo sus ojos y alzando su mano la tome rápidamente y el anudo nuestros dedos
fuertemente—. Edward, escúchame. Del uno al diez ¿qué tan intenso es?

Silencio…

— ¡Edward! —A lo lejos podía escuchar a Rose pero nada me importaba, estaba demasiado nerviosa y cada uno de
mis sentidos estaba enfocado en él—. Tenemos que ir al hospital… Eres terco joder, ¡Terco! —Edward siseó entre
dientes y apretó mi agarre.

—Jake—la voz de Rose fue temblorosa— Carlisle pregunta que tan intenso es… —farfulló visiblemente consternada.

—Edward…

—Diez… ¡Joder, diez! —gritó fuertemente, su amarre en mi mano se debilitó, abrió sus ojos mostrando vacío y
desesperación y, ante los ojos de Jake, mis amigos y sus hermanos, Edward Cullen se desplomó sin que nosotros
pudiésemos hacer nada.

Mierda Mayra empaca su maleta y trata de Huir Jo, Adri lamento dejarlas con esta multitud embravecida no les hagan
nada! Ellas no saben nada de esto…

Mil gracias a todas las que me colaboran este cap tardo un poco mas por la sencilla y única razón que no se un carajo
de Metal y jamás en mi vida había escuchado un concierto de Metallica así que me toco reventarme las neuronas.
Jajaja XD.

El capi tiene casi 10 mil palabras estoy Happy pero como dije en el grupo esto esta en su recta final, Mi compu esta
sacando la mano rueguen para que no saque la mano antes que se acabe el fic o consiga trabajo (ojala lo segundo
suceda primero)

Las quiero a todas! Mil gracias por sus Revs de verdad quisiera poder nombrarlas a todas pero me tardaría mínimo
media hora mas y eso atrasaría mas la publicación prometo hacerlo en el otro.

Besitos y Buenos días o buenas noches dependiendo en que lugar del mundo estén.

Ary!
*Chapter 20*: Navidad, decepciones y tristezas
uuu

Capítulo beteado por Jo Beta Ffad, Betas FFAD

www facebook com / groups / betasffaddiction

NA: Es un placer para mí decirles que esta historia está debidamente Registrada por SafeCreative bajo el código
1305285174880. Cualquier distribución, copia o plagio del mismo acarraría las consecuencias penales y
administrativas pertinentes.

Y es que has hecho de mí lo que tú quieras, lo que sientes,

lo que has deseado,

a tu sexo, a tus ganas, a tu entorno, a tus afectos.

tú me has moldeado y en todo vives tú.

Tu

Noelia

Navidad… Decepciones y tristezas.

Si cerraba los ojos, podía volver a sentir el temor, la sangre congelándome las venas, podría recordar los gritos de Jake
y el llanto de Rose, la desesperación de Emmett, el mutismo de Leah y los ojos temerosos de Carlisle. En ese
momento estaba demasiado preocupada por Edward como para ponerme a preguntar cosas, sólo deseaba saber si él
estaba bien, el resto no me importaba…no me importaba nada.

Estábamos bien, juguetón y coqueto como siempre, pero luego sus migrañas y… ¡joder!

—Bells —abrí los ojos para ver a Alice y Jasper frente a mí, habíamos llegado al hospital en medio de una bruma de
temor, no recuerdo cómo llegamos aquí, solo sé que Jake había saltado semáforos en rojo y había conducido como
loco, como si cada segundo contara—. Está amaneciendo y tenemos que irnos —dijo Jazz cálidamente—. Nos
preguntábamos si querías que te acercáramos a tu casa, podemos compartir el taxi.

Negué. No podía simplemente irme y no saber qué estaba pasando con Edward.

—Esperaré aquí chicos a que alguien me dé razón de Edward, supuestamente, es mi novio.

— ¿Supuestamente? —Jasper enarcó una ceja y me maldije internamente por mi equivocación.

—Lo que Bells quiere decir es que tienen un algo. —Bendita sea la imaginación de Alice—. Voy a llamarte luego para
ver cómo ha seguido, no entiendo porqué Carlisle y Jake no salen a decir algo más de lo que nos dijeron hace unas
horas.
—Ellos son los que saben bebé —Jasper tomó cariñosamente el mentón de Alice, plantándole un beso en la nariz—.
¿Estás segura que quieres quedarte? —asentí—. Está bien, mantennos informados. —Nos despedimos rápidamente
y pasé las manos por mis cabellos, respirando fuertemente. Estaba aterrada. Decir la palabra era fácil, sentir este dolor
y esta impotencia ante el hecho de haber visto a Edward gritar de dolor y desmayarse ante mí, fue lo más horrible que
he sentido en mi vida.

Caminé por el pasillo Leah, Rose y Emmett estaban en la cafetería junto con Esme, yo no podía pasar nada por mi
garganta.

¡Jesús, porqué no sale nadie!

La sensación de desamparo era terrible, vulnerable y aterrada. Miré los pasillos del hospital y aquel frío de enfermedad
y ese algo irremediable que tienen estos lugares me heló la sangre.

Una lágrima cayó por mis mejillas, sola y sin nadie que me mirase, podía hacerlo, podía llorar y descansar del taco en
mi garganta.

Me senté nuevamente en las sillas plásticas, de las cuales me había levantado hace poco y metí mi cabeza entre mis
manos… Nunca había sabido esperar, la jodida espera siempre era superior a mí.

Sentí una suave mano acariciar mi cabello pero aun así no levante la mirada—Isabella —susurró Esme maternalmente
—, no has comido nada, hija —levanté mi cabeza para observar el pequeño emparedado envuelto en servilletas que
ella me ofrecía

—No tengo apetito Esme, gracias. —Le di una media sonrisa—. ¿Has hablado con Carlisle? —Ella negó lentamente
con la cabeza.

—Solo cuando nos dijo que le harían unos exámenes, le he dicho a Emmett que lleve a Leah a casa, en su estado no
es favorable que este aquí.

—Alice y Jasper acaban de irse —susurré.

—Isabella…

—Bella, Esme o empezaré a llamarte señora Cullen —sonreí.

—Bella, necesito preguntarte algo —parecía nerviosa, la vi tomar aire y colocar el emparedado en sus piernas—.
¿Estás enamorada de Edward? —Creo que mis ojos se abrieron como nunca antes—. ¿Lo amas, Bella? — ¡Diablos!
Qué se suponía que debía de hacer, decirle que estaba sintiendo cosas por él pero no sabía si podía llamarlo amor
o… Zafé mi mano de la de ella, llevándomela al cabello sin saber que decir.

—Esme… Yo…

—Sabes, conocí a Edward cuando tenía un año, era hermoso, un bebe de cabello color zanahoria y pecas que parecían
un sarpullido de chocolate, él me miró con esos ojos verdes esmeraldas, tan pícaros y hermosos, que no pude evitar
enamorarme de su pequeño ser tan pronto lo vi —sonrió con tristeza—. Cuando sus padres murieron en aquel
atentado, fui yo la que le dije a Carlisle que debíamos adoptarlo, él y yo teníamos dos años de matrimonio y
acabábamos de enterarnos que yo no podría tener hijos. —Sus ojos se humedecieron y su mirada se perdió en algún
punto de la pared detrás de mi cabeza—. Él es mi hijo del corazón, Isabella, y es muy duro tratar de entender sus
decisiones cuando sé que está tomando las equivocadas… —Una lágrima se deslizó por su mejilla y la limpió
rápidamente—. Si de verdad lo amas, Isabella, por favor habla con él —su voz era suplicante—. Convéncelo que él
tiene una vida que…

— ¿Esme? —Carlisle estaba frente a nosotras—. Edward ha despertado, y quiere ver a Isabella.

Me levanté como un resorte de la silla, dando gracias a Dios porque al fin había despertado.

— ¿Hace cuánto despertó? —preguntó Esme aún preocupada.

—Hace unos minutos, pero necesitábamos practícale unos exámenes, está con Jake ahora —se giró a verme—. Bella,
está en la habitación 405.

—Ve con él, hija —Esme apretó mi mano maternalmente y yo asentí levantándome de la silla.

Caminé por el corredor de la sala de espera hasta llegar las habitaciones y me detuve en la puerta 405, iba entrar pero
la voz de Jacob hizo que me detuviese.

—No puedes seguir engañando a todo el mundo —dijo Jake enojado

—No lo estoy haciendo Jacob , el que omite no miente —zanjó Edward, su voz se escuchaba áspera y pesada.

—Edward… —masculló impaciente Jake— Leah no se va quedar tranquila con esa explicación, tampoco Rosalie y, por
lo poco que he compartido con Isab ella, creo que ella tampoco. ¿No has pensado en lo injusto que eres con esa chica
con todo esto?

—Isab ella tiene las cosas muy claras Jake.

— ¡Es tu novia, por un demonio! Se supone que al menos con ella deb es ser sincero, es en lo que se b asan las
relaciones, por el amor a Cristo.

—Exacto Jake, en eso se b asan las relaciones, no los acuerdos e Isab ella y yo tenemos un trato. No una relación —
puntualizó.

—Esa chica estab a preocupada Edward, no has pensado en que quizás ella se enamore de ti —afirmó.

—Estás viendo cosas donde no las hay, hermanito. Solo soy un maestro para ella y lo sab e. Jake, tú y yo no tenemos
secretos te conté todo sob re el trato con Isab ella Swan, esto es sexo en un par de semana esto acab ará y ella se irá.
Volveré hacer yo… al menos el tiempo que dure —sentenció.

—Sí, como no… ¿Al menos seguirás las órdenes de Eleazar?

Edward resopló…

— ¿Sab es si Carlisle fue a b uscar a Bella? —finalizó el tema.

—Dijo que ib a a b uscarla, Edward —Jake caminó colocando sus brazos en la cama de Edward—. Te quiero hermano,
gracias a ti tuve una excelente vida y por eso, necesito que me respondas algo con el corazón.

—El matrimonio te ha vuelto gay Jake —se burló.

— ¿Estás completamente seguro que no hay nada más entre tú y Bella Swan?

—Tenemos un contrato —sus palabras eran pequeños puñales que se enterraban de manera certera en mi corazón.
Yo sabía que lo nuestro era un contrato, pero oírlo en su boca lo hacía tan frío y burocrático que parecía vulgar y
estúpido, "contrato" y mi corazón se hizo pequeño, tonta Bella y cuando él estaba dentro de ti y gemía en tu oído se
escuchaba real…como si fuese verdad….como algo parecido al amor.

—Sab es a lo que me refiero Edward.

Silencio…

—Edd

—Isab ella Swan no es mi tipo de mujer Jake —lo interrumpió—. Ella quiere casita, perros y niños correteando, yo no
quiero nada de eso. El amor es una fantasía que se inventó el comercio para vender chocolates, osos de felpa y demás
mierdas que yo jamás tenía pensado hacer, me gusta el sexo porque es divertido; para mí, es la unión de dos cuerpos
para ob tener uno de los placeres más codiciados del homb re y eso es lo que trato de enseñarle a Bella Swan, no
cursilerías de mierda, ahora puedes ir a b uscarla deb e estar asustada y no quiero eso.

— ¿Quieres sab er lo que pienso? —murmuró Jake con desdén.

—No, pero igual manera lo vas a decir.

—Eso que me acab as de decir, no te lo crees ni tú mismo, pero no hay peor ciego que el que no quiere ver, hermano…

Me alejé de la puerta negando con la cabeza, no tenía que doler, no tenía… pero lo hacía. Pasé las manos por mi rostro
intentando sofocar lo que sus palabras estaban haciendo; tenía que irme, era lo mejor, al menos hasta que pudiera
procesar todo, pero saberlo no significaba que sus palabras no doliesen. Cerré los ojos e intenté concentrarme más
en mí que en la conversación de Edward y su hermano, una enfermera me sonrió y entró a la habitación, me recosté en
la pared. Edward no estaba diciendo nada ofensivo, simplemente era la verdad: nosotros teníamos un acuerdo con
fecha de vencimiento y él, no tenía la culpa que yo empezara a involucrar sentimientos, nada ganaba con huir, porque
no podría hacerlo esos ya estaban ahí y quizás con el tiempo y la distancia, desaparecerían. Por otro lado, estaba la
extraña proposición de Esme Cullen, ella quería que convenciera a Edward pero… ¿de qué?

—Hey Bella —Jake salió de la habitación—, ya iba a buscarte. Edward está esperándote impaciente —Jake sonreía y
retorcía sus manos nerviosamente, le di una media sonrisa y peiné mi cabello, suspirando fuertemente antes de
empujar suavemente a puerta, la enfermera estaba acomodando el suero y Edward estaba sentado en la cama, su
rostro se veía cansado y tenía una pequeña barba. Observé a la enfermera anotar algo en una planilla y luego, me dio
una sonrisa más antes de irse.

—Hola… —murmuró suavemente y asentí.

— ¿Cómo te sientes? —susurré sin mirarlo.

—Mejor… Ven aquí, nena. —Estiró su brazo y me observó con esos ojos verdes que estaba aprendiendo amar… Para
qué negarlo más, estaba colada por Edward Cullen pero esto no podía ser… negación, aceptación… Solo me faltaba
resignación, esto era una fantasía y se iría tan pronto él se fuera—. Isabella —enarcó una de sus preciosas cejas en mi
dirección y movió sus dedos incitándome a moverme… Me rendí con un suspiro y caminé hasta que mi mano estuvo
apretada fuertemente por la suya—. Lamento haber arruinado la noche, nena. —Dio un beso en mi palma abierta y no
puede evitar el estremecimiento de mi cuerpo.

Dios Ayúdame…

—Tengo varios planes para más tarde —separé mi mano de la suya.

—Creo que deberías descansar —negó con la cabeza.

—Lo de ayer fue fatiga Isabella, algo de cansancio por el estrés al que me sometió Aro con los nuevos temas para el
programa, solo eso. Estoy bien.

—Es por eso que deberías descansar, sinceramente, yo también lo necesito. Además, debo enviarle a Garrett la
continuación del capítulo catorce, así que nos vendría bien algo de soledad para ambos —frunció el ceño—. Imagino
que tu madre quiere hablar contigo… Estuvimos hablando sobre ti —Edward se tensó—. Ella te quiere, Edward, está
preocupada por ti.

—Lo sé —suspiró.

—Ella quería que te convenciera de algo.

—Esme te dijo algo… —pasó su mano por la cara y maldijo quedito—. ¿Qué te dijo exactamente, Isabella? —Su voz se
endureció y parecía levemente molesto.

—Solo me dijo que te convenciera, pero no me dijo referente a qué —me senté en un lado de la camilla—. Eres
afortunado Edward, perdiste una madre pero ganaste otra y está sufriendo por tus decisiones.

—Exacto Isabella mis decisiones, cosas que solo me comprometen a mí.

— ¿Cuál es esa decisión que tu madre quiere que cambies?

—Son cosas que no te incumben, Isabella.

—Genial —musité frustrada—, se me olvidaba que tú y yo solo somos un polvo —me levanté de la cama dispuesta a
salir de ahí, no sabía si enojada con él por hijo de puta, o conmigo por ilusa.

—Bella… —su mano tomo mi muñeca suavemente—. Esme no quiere que viaje a India el otro mes, voy a pasar un
largo tiempo viajando y no volveré, simplemente está asustada —acarició suavemente mi brazo haciéndome sentar
nuevamente—. Jake dice que te asustaste mucho anoche, yo lo siento mucho —negué con la cabeza y llevé mi mano
libre a su mejilla rasposa.

—Obvio que me asusté, tus migrañas son cada vez más fuertes —tomó mí otra mano y llevó sus labios a ella—.
¿Cuándo te dan de alta?

—En unas horas, Carlisle no quiere que vaya a casa aún pero me siento muy bien, tanto que podría hacerte mía en
estos momentos.

Me separe de él nuevamente… Joder, joder, joder.


—Creo que es mejor que me vaya, le diré a Esme que venga a verte. Como te dije, está muy preocupada.

—Bella…

—Nos vemos mañana, Edward. —Quería quedarme, quería ir con él a su departamento, quería… Quería tantas
malditas cosas pero en este momento era mejor irme.

Me despedí de Esme y salí de las instalaciones de Otra oportunidad, necesitaba enfocarme en lo realmente
importante… Mi libro y no estúpidos sentimientos que, lo que hacían, eran complicar mi vida.

Estuve todo el día en casa pero, por más que me senté a escribir, nada salió de mí. Alice había llamado un par de
veces e incluso me propuso cenar en mi casa, sería bueno que trajera a Ness, hacia mucho tiempo que mi pequeña y
yo no estábamos juntas y me haría bien los pequeños mimitos de mi enana, pero simplemente no tenía ganas de
nada.

Salí de la cama y corrí a la cocina, dispuesta a tomar algo de leche que me ayudara a conciliar el sueño, había llamado
a Rosalie para preguntarle por Edward y me había dicho que estaba en casa de Esme y Carlisle.

Saqué una lata de Pepsi del refrigerador y me recosté en la puerta metálica, mirando mi casa. Todo estaba ordenado y
el crepúsculo se filtraba por el vitral del balcón, mi mirada recorrió el lugar hasta encontrarme con el libro de Renée,
desvié mi mirada y terminé la Pepsi, aplastando la lata entre mis manos y tirándola al contenedor de la basura antes
de caminar a el.

¿Leerlo o no leerlo? He ahí el dilema…

Ya me había hecho daño y, según Bree, en ese diario estaba la verdad… mí verdad. Era hora de dejar todo el temor a
un lado. ¿Qué más podría haber ahí que me destrozara el corazón?

Abrí el archivo, ubicando rápidamente la última que había leído. Suspiré fuertemente y lo cerré, las palabras de valentía
eran buenas cuando las pensaba pero del dicho al hecho, había mucho trecho. Volví al refrigerador y saqué uno de los
tarros de helado; "Atada" esperaba por mí.

Llegué a mí habitación y tomé el laptop... Ok Bells, esto es sencillo —me dije a mí misma, mirando la pantalla de Word
—, son Caleb y Danielle tus personajes, solo mira desde arriba. Cerré los ojos e imaginé el aeropuerto… las
personas, la desazón.

— ¡Caleb ! —el grito de Danielle retumb ó por el aeropuerto—. No puedes irte —gritó una vez más, cuando el moreno de
cab ellos negros giró su rostro y sus ojos, negros como el carb ón, se enfocaron en los azules de ella—. Te amo —su voz
se queb ró y sus ojos se inundaron en lágrimas. Frente a ella, Caleb Strux la mirab a sin sab er qué decir o qué hacer y
entonces ella lo supo, él hab ía ido a ella muchas veces pero ella lo hab ía rechazado, era su momento de ir ella por él
—. Estoy asustada… Jodidamente nerviosa —dijo mientras caminab a hacia él—, pero te amo y si a ti no te importa mi
pasado, a mí no tiene porque importarme… —se detuvo a dos pasos de él—. Si tú quieres estar conmigo a pesar de lo
que sab es yo… —Dos lágrimas descendieron sus rostro— yo… —No necesitó decir más, las manos del homb re frente
a ella sujetaron sus mejillas, uniendo sus lab ios en un b eso capaz de derretir al Polo Norte. Hab ía amor, ternura,
pasión, intensidad, arrepentimiento y perdón.

Se b esaron sin prisas mientras las lágrimas de ella empapab an su rostro, en medio de un estallido de aplausos por los
espectadores improvisados que inundab an el lugar.

—Te amo —susurro él entre b esos salteados—. Te amo tanto Daniella… Danielle, no me importa cómo te llamas,
perdóname por hab er sido tan tonto por hab erme llenado de perjuicios.

—No digas más —murmuró ella, tomando sus mejillas—, yo deb í hab erte contado todo, yo deb í… —Él la b esó.

—No más, no importa nena…—volvió a b esarla con toda la pasión y fuego que solo tenía para ella, haciendo que
nuevos aplausos lo sacaran de su pequeña b urb uja de amor, arrepentimiento y perdón—. Vámonos de aquí, te
necesito preciosa.

Sonreí al releer el final del capítulo, a pesar de las escenas de sexo que contenía el libro como tal, había más aquí y
ese era mi sello; amaba esto, amaba escribir y poder expresar mis ideas, darle vida a un par de chicos mientras yo era
la espectadora número uno, yo guiaba sus vidas y manejaba su destino, siempre de la mejor manera.

No supe en qué momento me quedé dormida supongo que, una vez terminado el capítulo, mi cuerpo había cobrado
factura por dormir mal dos noches seguidas a parte de la preocupación por Edward. Se me había olvidado cerrar la
ventana, así que la claridad se filtraba por ella; no había sol, era la primera semana de Diciembre y pronto, Alice me
volvería loca porque no había nada navideño en este departamento; luego de eso, insistiría en hacer compras
navideñas. Abrí los ojos lentamente y vi mi laptop apagada a un lado de la cama, lo más seguro era que la batería se
hubiese descargado, agradecí mentalmente haber guardado los cambios del archivo pues aún necesitaba releer antes
de enviárselo a G.

El lunes fue un día muy rápido para mí; tal como lo suponía, Alice llegó arrastrándome al primer centro comercial para
empezar las compras navideñas, en una semana sería navidad y Bree no estaría conmigo, intenté en no pensar en ella
mientras escogía los juguetes para mi pequeña enana: una barbie, un set de cocina, miles de muñecos de felpa y un
pequeño par de botitas para J. Sí, Alice lo llamaba J ahora, según ella, Jasper estaba feliz con Jaslice, así que el bebé
llevaría esa primera letra. Después de comprar los obsequios de la familia Whitlook-Brandon, compré algo para Alice,
un par de Cds de Lana del Rey y Leni Kravitz, Alice me había dicho que amaba la música de esos dos artistas. Mientras
observaba los Cd's, no pude evitar tomar el nuevo álbum de David Garrett, más de una vez había escuchado a Edward
colocar su música en el auto o en su Ipod, pagué los tres Cd's y luego Alice me llevó hasta una tienda para bebés. Solo
ver a Alice me hacía feliz, a pesar de que nuevamente era un embarazo no planeado, Alice estaba tranquila con su bebé
y eso era mi tranquilidad también, mientras Alice buscaba una botitas de lana blanca no pude evitar perderme entre la
diminuta ropa de bebé.

¿Sería una b uena madre algún día?

Suspiré fuertemente y tomé la pequeña camisita de recién nacido; si de algo estaba segura, era que sería mejor madre
que Sue… Mejor madre que Renée ¡Dios! Mil veces mejor.

Quizás, con un poquito de suerte, sería como Esme.

Sonreí acariciando con ternura la prenda de franela justo antes que llegara Alice.

— ¿Almorzamos? —dijo con una sonrisa radiante—. Luego, me acompañas a la cita con el doctor Malinov, así
aprovechas y programas tu cita del próximo mes.

—El próximo mes no tendré sexo, así que no hay razón para sacar cita —sentencié divertida.

—Oh por amor a Cristo, Isabella. Edward Cullen no es el único hombre en Nueva York, tú solo pronuncias la palabra
sexo y más de uno caerá rendido a tus pies dispuesto a hacerte pasar unas horas de placer.

— ¿Quién eres y que has hecho con Alice? —enarqué una ceja en su dirección.

—Soy la misma pero ya has descubierto los placeres de la carne amiguita, no te digo que serás una puta pero
buscarás con quién divertirte Isabella.

—Ya veremos All… Ya veremos.

Pasé el resto de la tarde con Alice y luego me fui a casa a terminar el capítulo catorce de "Atada", estaba a punto de
terminar y con ello, mi trato con Edward Cullen.

Desperté casi después de mediodía al día siguiente, me había quedado hablando por WhatsApp con Garrett y
estructurando el final y el epílogo de "Atada". Me levanté de la cama, estirándome todo lo que podía y caminé al baño
para cepillarme los dientes, abrí el botiquín sacando la caja de píldoras; tenía una en la cartera y otra en mi botiquín
personal, estaba atada a estas pastas por la simple razón que luego que bree se fuera y con el diario y todo en la
cabeza había olvidado completamente inyectarme el anticonceptivo, saqué la pastilla y bebí un vaso de agua justo
antes de sentir como tocaban la puerta… Si a eso podíamos llamar tocar, más bien querían tumbarla.

Grité un "ya voy" mientras agarraba mi cabello con la liga que tenía en mi muñeca y miraba mi pijama rosa de
pantaloncito y camiseta de tirantes, antes de correr descalza hasta la entrada de la puerta, los golpes eran rudos y
contundentes; quién sea que estaba afuera, estaba desesperado por entrar.

Quizás tiene ganas de ir al b año.

Rodé los ojos ante mi vocecita interior y abrí la puerta, dispuesta a decirle sus cuatro verdades al troglodita que
esperaba tras esta.

— ¡Qué demonios! —le grité a Edward cuando abrí—. ¡Te caíste de la puta cama o te levantaste con el jodido pie
izquierdo! —Edward estaba enojado, lo sabía por la vena en su frente, parecía que estallaría en cualquier momento y
sus ojos eran lava líquida mientras las aletas de su nariz se dilataban.

— ¡Me puedes explicar qué mierda es esto! —Explotó tirándome el periódico en el pecho—. Joder Isabella, tus malditas
reglas y ahora yo soy el puto cornudo. —Sí, estaba muy enfadado, abrí la hoja del periódico justo para ver la primera
foto de las páginas sociales.

¿Dónde está Edward Cullen?

Ese era el enunciado pero lo peor de todo, era la foto… La maldita foto del viernes, cuando acompañé a Félix al
Starbucks.

—Edward… —doblé el periódico— esto no es lo que parece.

— ¡Que no lo es, Isabella! —Me quitó el periódico—. ¡Mira esto y dime qué demonio es, porque yo no estoy putamente
ciego y sé lo que es, joder!

Mire el periódico, más bien la fotografía. Era cuando Felix me había tomado de la mano—. Incumpliste tus propias
reglas, Isabella. ¿De qué vale haber montado todo el show de las fotografías y la revisa? Si querías poner en práctica lo
que te he enseñado, debiste haber esperado a que se cumplieran los putos noventa días.

No lo pensé, mi mano se estiró fuertemente pegándole en la mejilla.

— ¡No me trates como una puta, Edward! —jadeé—. ¡Estas fotos no dicen nada! ¿Hay besos, caricias? ¡Míralas bien!
Son solo dos personas charlando, ¡estaba siguiendo tu maldito consejo! —grité.

Edward estaba enojado… No, estaba enfadadísimo, pero si algo había de cierto en esto era que yo no tenía por qué
darle explicaciones, no estábamos frente a las cámaras, ni estábamos diciéndoles a todos que éramos Romeo y
Julieta, aquí solo éramos Edward y Bella, dos personas que bajo la luz de un contrato habíamos firmado para y ¡Dios!
sonaba horrible, pero eso era, para el simple acto de follar.

— ¡Y mi consejo era tirarte a tu ex novio! —gritó Edward de vuelta y negué con la cabeza.

Estaba harta, harta de todo en ese momento, sólo quería descansar del torbellino emocional que era estar al lado de
aquel hombre. Nunca en mis veintiséis años de vida llegué a vislumbrar que una relación fuese así, ni mis libros, ni
mis años, ni mi supuesta inteligencia. Ahora lo sabía, tener sexo, al menos para mí, no era un acto mecánico, era
mucho más y estaba agotada.

De luchar contra mí misma.

De mentir.

De hacer como si nada sucediese.

—Fuera de mi casa, Edward —sentencié enojada—. ¡Basta ya! Vete y piensa lo que quieras creer, no tengo por qué
demonios darte explicaciones —siseé entre dientes.

— ¡No! Es muy fácil para ti decir basta, ¿no es así, Isabella? ¡Es eso lo que siempre has querido! Al final has
conseguido lo que deseabas.

¡Dios! Ayúdame a no matarlo.

— ¿Y qué se supone es lo que deseo, Edward? —enarqué una ceja en su dirección, intentando controlar el torbellino
de sentimientos que me inundaban en estos momentos.

—Ya terminaste tu jodido libro, así que piensas que puedes deshacerte de mí… Lo siento linda esto no se acaba hasta
que no se cumplan los malditos noventa días —me encerró entre sus brazos, su mirada enfurecida, sus ojos parecían
inyectados de sangre.
— ¡Quizás eso es lo nos conviene ahora, acabar esto de una buena vez por todas! —Edward respiró iracundo, su
mirada se intensificó y me sentí arder en sus orbes verdes embravecidos.

—Eso te gustaría, ¿no Isabella? —Resopló con desdén—. Pues no seré el cornudo en esta farsa, linda… —todo su
cuerpo temblaba de ira como si estuviese carcomiéndose por dentro, su respiración errática—. Esto se acaba en
treinta días o cuando yo lo decida, Isabella. —me besó… Su boca se posó sobre la mía, salvaje y violenta;
poseyéndome con fuerza mientras me pegaba furiosamente contra la pared, mis manos tiraron de sus cabellos y eso
lo alentó a incrementar su ritmo—. Tú eres mía Isabella, mía, ¡joder! —Su frente se pego a la mía—. Dilo —rugió
empujándome aún más en la pared—. Dilo… Di que eres mía, di que me perteneces, solo yo he tocado tu cuerpo, solo
yo puedo hacer que tu sangre arda, que tu corazón se acelere —sus labios en mi cuello, su cuerpo pegado al mío, la
fricción de nuestras ropa, la orden implícita y la verdad en sus palabras me tenían envuelta en un frenesí absoluto, yo
era suya, solo él había tocado mi cuerpo, me había moldeado a su antojo—. Dilo.

—Soy tuya… —dije en un jadeo ahogado por la fuerza de sus labios, lo mordí fuertemente haciéndolo sisear—. Tuya,
pero tú también eres mío —jalé el cabello de su nuca separándolo de mi boca—. Tú me has creado —expresé a
milímetros de su boca—, pero no eres nada sin mí —uní mis labios a los suyos, dominándolo completamente… Besé
sus labios suaves alternadamente, tirando del inferior y dejando que mi lengua se introdujera en su boca a un ritmo
candente y voraz.

Caminamos envueltos entre las brumas del placer y el deseo tropezando con todo lo que estaba en nuestro camino; en
este momento nada importaba, solo éramos él y yo; dos cuerpos pidiendo a gritos fundirse en una acto que ya no era
del todo carnal, iba más allá de la cordura y la razón, lo necesitaba… lo necesitaba ahora, sin importar el mañana
porque, en estos momentos, era yo la que obtenía sus besos y sus caricias, era yo la que estaba siendo devorada por
sus ansias; en este momento Edward Cullen me pertenecía y lo seguiría siendo hasta que mi cuerpo estuviese
totalmente saciado de él, la ropa desapareció con premura e impaciencia, dejándonos en ropa interior, con el corazón
acelerado y los pensamientos nublados, pensando solamente en algo preciso: los dos juntos, sin importar más nada
que este momento, que mi cama. Mi cama, que sería testigo de una nueva tanda de pasión desenfrenada y entrega
total.

Edward se separó de mí mirándome con el mismo endemoniado deseo de siempre.

— ¿Qué haces conmigo, Isabella Swan?

—Supongo que lo mismo que tú haces conmigo, Edward —me tomó de la mano, sentándose en mi cama y
atrayéndome hasta quedar sentada sobre sus piernas.

— ¿Qué va a ser de nosotros, nena? —Su aliento hacía que mi cordura fuese un torbellino donde la lógica no servía de
nada, donde yo sólo era una masa, unos músculos, una piel que sólo deseaba ser arrasada por las manos de este
hombre. Respirando con dureza y excitada contesté.

—No pienso en eso o al menos, lo intento —susurré ante su ardiente mirada. Se separó de mí, sus manos tocando
suavemente mi cara, desde los ojos trazando caminos imaginarios hasta la mandíbula. Sus ojos ardían de deseo, su
respiración era errática, sus labios entre abiertos mientras su pulgar acariciaba mis labios con devoción y ternura. Bajó
su mano desde mi cara hacia mi cuello lentamente, hasta acariciar mis pechos con un leve movimiento de sus dedos,
sin quitar su vista de la mía, sin dejar de ejercer la fuerza y el control que siempre mostraba ante mí. Jadeé atrapada
por el hechizo mortal que él ejercía sobre mí; la rabia en sus ojos había sido remplazada por la pasión demoledora que
siempre hacía acto de presencia en nuestros encuentros, mientras mi espalda se arqueaba ofreciéndome a él.
Acarició con sus pulgares mis pezones provocando descargas frenéticas a través de ellos, por mi espalda, hasta mi
entrepierna; mi cabeza se inclinó hacia atrás mientras intentaba controlar mi respiración

—Eres tan hermosa, Isabella… —me besó. Su boca en la mía, exigiendo, controlando, su lengua se hundió en mí y
pellizcó mi pezón suavemente, incitándome a gemir y a que mis manos capturaran su nuca mientras mis labios
demandaban un poco de él. Edward, de manera gentil, me cedió el control total del beso dejando que fuese yo quién
guiara, fuerte y con precisión. Sus manos acariciaban mi piel bajando por mi torso, mi cintura, mis caderas… Jadeé por
falta de aire y mis ojos se encontraron con los suyos, podía verme reflejada en ellos: los labios hinchados por nuestros
besos, la forma en que mi nariz se contraía mientras intentaba que mis pulmones recibieran oxígeno… Él en ese
momento no era diferente a mí, sus ojos eran lava líquida oscurecidas por la lujuria y sus labios, gruesos y carnosos,
estaban rojos por mis pequeños mordiscos.

¡Dios, sálvame del infierno! Charlie, tu nenita no existe… ya no existe, adiós pequeña e inocente Isabella, esta soy yo
ahora.

Sexual.
Hambrienta.

¡Oh Dios…Dios sálvame!

Enamorada de este idiota.

Uní nuestros labios nuevamente, hasta dejarlo recostado en la cama con mi cuerpo sobre él. Solo con nuestra ropa
interior cubriéndonos del deseo demoledor de ser uno solo, Edward me giró dejándome bajo su cuerpo, besando mi
barbilla, mi cuello mientras mi rostro se alzaba dejándolo abarcar aún más; besó la división de mis pechos y su boca
libertina siguió besando hasta llegar al ombligo. Alzó su rostro mirándome con diversión justo antes de comenzar a
bajarme las bragas, tirando de un lado y otro lenta y tortuosamente; sus dedos acariciaban mis piernas y mi corazón
luchaba por quedarse del lado dentro de mi pecho, no me había tocado completamente y yo ya lloriqueaba envuelta en
una nube de pasión ansiaba su cuerpo, necesitaba sus besos.

—Edward… —gemí vergonzosamente cuando él descansó su cuerpo sobre el mío, completamente desnudo, tal cual
como yo estaba.

—Te —beso— deseo —beso— tanto —beso—, quiero —beso— follarte hasta —mordió mi barbilla— no saber dónde
mierda empiezo yo, Isabella, y dónde culminas tú. —Sus brillantes ojos en mi rostro—. Muéstrame que he hecho yo
contigo Bella… Muéstrame todo lo que te he enseñado, hoy soy el esclavo de tu placer, hoy no soy tu maestro ni tu mi
aprendiz, hoy mi cuerpo es tu pizarrón demuéstrame de qué estás hecha, preciosa —y en un rápido giro estuve
nuevamente sobre él—. Bésame, Swan.

Bésame…b ésame.

Y sus palabras y deseo me elevaron a la estratosfera…fuera del planeta.

Mis manos tomaron su cabeza y mis labios se unieron presurosos a los suyos, tanteé sus labios con mi lengua
empujando y pidiendo un acceso que no me fue negado. Edward gimió, y su gemido me supo a gloria, a victoria y
satisfacción. Dejé que mis pechos se aplastaran aún más a su duro torso mientras me restregaba contra su
prominente erección, jadeando y gimiendo en su boca besando su perfecta mandíbula cuadrada, descendiendo
mientras mi boca absorbía el sabor narcótico de su piel, de sus duros músculos mientras entregaba todo de mí en
cada movimiento, vanagloriándome de la tensión en su cuerpo cada vez que mi lengua acariciaba su piel, al principio
quise ser algo más alzada buscar algo con que jugar, tal cual como él lo hacía, pero no necesitaba más que esto: él y
yo juntos. Él entregando su placer en mis manos.

Lo degusté, lamí, bese su piel, su cara, sus labios sus mejillas… Edward Cullen era mío. Edward Cullen me
pertenecía en este preciso instante; no importaba el mañana, importaba el calor que inundaba nuestros cuerpo, el
sudor que nos apresaba, separé mis piernas sobre su torso guiando su miembro dentro de mí, jadeando cuando
nuestros cuerpos estuvieron completamente unidos. Las manos de Edward tomaron mis caderas, sin guiar el ritmo y
yo me quedé completamente sentada sobre su cintura, disfrutando del calor que solo él provocaba en mí.

—Bella —Edward siseó entre dientes.

—Córrete conmigo —murmuré como pude.

—Lo haré… No te muevas, no aún… Déjame sentirte, Isabella. —Su voz salía como una súplica y las palabras no
salían de mi boca, asentí y me quede quieta completamente erguida sobre él.

Suspiré fuertemente antes de impulsarme sobre mis rodillas y subir por su miembro.

— ¡Ohh por Cristo! —Siseó Edward, apretando los dientes—. Eres tan estrecha Isabella… —Bajé entorno a él,
apretando mis dientes para no gritar—. Encuentra tu ritmo, nena —expresó—. Por favor mírame, si quieres apóyate en
mí, en mis hombros…

No lo hice. En cambio, volví a ascender por su miembro descendiendo de golpe, las manos de Edward se tensaron en
mis caderas aún sin dominar, me estaba entregando el poder absoluto de nuestros cuerpos, de nuestro placer y no iba
a defraudarlo.

—Edward…

—Dime…

—Tócame —mis ojos se encontraron con los de Edward mientras tomaba sus manos y las colocaba sobre mis
pechos—. Tócame… —repetí sintiendo el calor de la palma de sus manos sobre mi piel, pegadas a mis pezones;
apretó su agarre y siseé de placer antes de subir nuevamente en torno a él; arriba, abajo… rotando mis caderas,
sintiendo todo su cuerpo en mí, el calor extendiéndose, las sensaciones multiplicadas, arremetiendo rápido y fuerte,
escuchando el choque de nuestras carnes mientras los jadeos de Edward se envolvían con los míos, cada vez más
deprisa… más unidos, el sudor recorriendo mi cuerpo, sus manos masajeando con rudeza y dedicación, el verde de
sus ojos transformarse en carbón por el deseo mientras lo dejaba entrar y salir de mí.

Nuestras respiraciones eran erráticas, Edward subía sus caderas cuando yo bajaba, coloqué mis manos a los lados
de su cabeza, las palmas contra el colchón mientras Edward trasladaba sus manos hasta mi trasero, manteniéndolas
ahí, sin hacer ningún movimiento que me indicara que quería el control de esto. Tomé su boca con la mía, mordiendo
su labio inferior, su barbilla, mi lengua pidiendo acceso a su boca, a su aliento, a su deseo, enredando mi lengua
contra la suya simulando los movimientos de mis caderas mientras seguía ondulando sobre su miembro. Tiré de sus
labios, absorbí sus gemidos, me llené de él mientras contraía mis músculos alrededor de su falo.

Edward maldecía, rugía y siseaba incoherencias con sus manos sujetas a mi trasero, su frente perlada en sudor, su
respiración acelerada… Todo esto por mi causa, hacía que mi adrenalina aumentase. Besé sus labios
alternadamente, trazando un camino por sus mejillas su mentón dejando que mi lengua degustara su sudor; Edward
estiró su cabeza, moviéndola hacia un lado mientras gemía entrecortado por los trazos de mi lengua húmeda en su
caliente piel. Sin dejar de penetrarme, me separé de su rostro impulsándome hacia delante y ofreciendo mis pechos
dejando mi pezón justo sobre su boca y cuando él trataba de capturarlo, yo lo alejaba.

—Nena… —murmuró jadeante y no pude evitar sonreír, dejando que su avariciosa lengua se enroscara sobre mi
pecho izquierdo, succionando fuertemente. Un grito escapó de mi garganta, desgarrando mis cuerdas vocales
mientras me empalaba a mayor velocidad. Lo dejé mamar durante varios minutos antes de volver a colocarme en
posición horizontal, las manos de Edward recorrieron mi vientre, mis costados hasta descansar nuevamente en mis
pechos por breves segundos, se impulso sobre el colchón hasta quedar levemente inclinado moviendo sus caderas
con las mías y siseando en cada embestida; una de sus manos rodeó mi espalda y se sentó sobre la cama tomando
el control de las embestidas presuroso y certero, entraba y salía de mí a una velocidad impactante, todos sus
músculos tensados, mi cuerpo avisándome que el final estaba cerca, que pronto llegaría al momento culminante del
clímax, me abracé a él con todas mis fuerzas, pasando mis uñas por sus espalda, succionando el lóbulo de su oreja
mientras lo escuchaba maldecir.

—¡Edward! —Grité, cuando el primer corrientazo atravesó mi cuerpo amenazando partirme en dos—. ¡Oh… Dios!

—Mierda, Isabella… ¡Joder! —Su brazo se cerró más a mí, mientras revotábamos en la cama, entregándonos el uno al
otro.

—Bésame, Edward —mis manos firmes en su mejilla—. Estoy cerca… No puedo —lloriqueé—, bésame… —me besó
profundamente, despacio… saboreándome, y yo le devolví el beso desde lo más profundo de mi alma, queriendo
trasmitirle todo lo que mis palabras no podrían. Mi cuerpo entero convulsionó ante el placer exquisito del orgasmo,
elevándome en una avalancha de frenesí desbocado, notando cómo convulsionaba dentro de mí con una estocada,
embistiéndome más fuerte. Edward se separó de mi boca y un rugido de éxtasis salió de su pecho mientras que
echaba la cabeza hacia atrás, mostrando la musculatura del cuello, la vena en su frente se pronunció aún más,
mientras yo reventaba no en dos pedazos… sino en mil.

Edward se desplomó en mi cama, llevándome con él… No supe en qué momento me quedé profundamente dormida
con él, aún anclado en mi interior.

Un pequeño roce en mi rostro, dedos recorriendo mi espalda hasta acariciar mi trasero me hicieron abrir los ojos,
Edward me observaba divertido, su pelo era un desastre y sus ojos se mostraban pícaros y extasiados…

—Despertaste —murmuró besando mi frente, me removí un poco al ser consciente de que él aún estaba sobre él y que
aun su miembro seguía en mi interior—. Quédate así…

—Edward no, debe ser cómodo para ti…

—Si te digo que te quedes así, es porque estoy cómodo, Isabella. —Sus manos acariciaron mi espalda hasta llegar a
mi trasero, separó mis glúteos y me tensé—. Tranquila no haré nada, quizás antes de que se acabe nuestro trato…
Sueña, querido, por nada del jodido mundo.

—Voy a levantarme. —Edward quitó sus manos de mi cuerpo y me levanté de su cuerpo gimiendo un poco, enrollé la
sábana en mi cuerpo y me senté en la cama, tratando de asimilar todo.

—Hey —sus labios se posaron en mi hombro—. ¿Qué sucede? Si no quieres practicar el sexo anal yo no tengo ningún
problema nena, eso depende de la confianza que tienes con la otra persona.

—No es eso, pensaba en Bree —mentí, en realidad pensaba que, en tres semanas, no volvería a sentirlo ni besarlo.

— ¿La has llamado? —negué—. No pienses en ello —miré por el balcón y vi como el crepúsculo se cernía sobre
Nueva York.

— ¿Qué hora es? —pregunté, mirándolo por encima de mi hombro.

—Casi las cinco, porque no nos damos una ducha, te invito a cenar y me acompañas a la emisora —susurró
cepillando sus labios contra los míos.

Lo besé suavemente por unos minutos.

—Mejor toma una ducha, y yo preparo algo de pasta —era lo único que sabía hacer.

—Y desperdiciar agua preciosa, acuérdate que ese líquido es vital para la humanidad. —Se levantó de la cama y me
tendió la mano, dándome su sonrisa ladeada, arqueé una ceja en su dirección—. Prometo que solo nos
ducharemos… Palabra de boy scout —dijo llevando sus dedos a la frente.

Se veía glorioso desnudo ante mí con esa seña de promesa absoluta.

— ¿Alguna vez fuiste boy scout? —dije tomado su mano.

—Jamás, señorita Swan, pero siempre —me atrajo hacia él y dejó que la sábana resbalase por mi cuerpo—…
Siempre cumplo mis promesas.

Cocinar con Edward fue toda una odisea pero pudimos hacer unos saludables macarrones con queso y los
acompañamos de mi bebida favorita, teníamos tiempo para ver una película pero Edward prefirió llegar temprano a la
emisora, por varias horas tuve que aguantar la mirada lanza dagas de Cinthya mientras chateaba por WhatsApp con
Alice y Edward cuadraba todo con Rosalie y Emmett.

—Señorita Swan —Seth estaba frente a mí con una bolsa de McDonals—, Edward pidió que por favor le llevase esto a
su oficina, pero tengo que hacer una diligencia en el piso de abajo, ¿podría por favor dárselo? —asentí y tomé el
paquete de Seth. Abrí mi historial de chat y le escribí a Edward:

Seth te dejó un paquete de McDonalds.

¿Aún tienes hambre?... ¡Eres un tragón! :P

Edward contestó rápidamente:

De lo único que tengo hambre, no puedo degustarlo ahora…

Pero tan pronto llegue a casa, pienso darme un festín… Es mi turno :)

No pude evitar reír por el pequeño diablito, cuando la puerta de la oficina fue abierta.

—Lauren no nos pases llamadas de nadie… Ven aquí nena, aliméntame —sonrió pícaramente y con satisfacción vi
como el rostro de Cinthya se volvía del color de la grana, entré al cubículo de Edward y él le tiró a Rosalie la bolsa con
comida. Se sentó en su escritorio, dejándome sobre sus piernas, estaba completamente segura que mi rostro estaba
del color de Cinthya, frente a nosotros estaban Emm y Rose, pero no parecía importarle.

—Sigo pensando a que a Aro va darle un patatus… Piénsalo Edward, está viejo, un ataque al corazón puede ser
fulminante a su edad —dijo Emmett con burla.

—No, nos ganemos la enemistad de Aro, Edd.

—No hablaré sobre enfermedades de trasmisión sexual, chicos. Lo siento. Hasta el niño más estúpido sabe cómo
ponerse un jodido condón. ¡Esto es Nueva York! —Tomó el teléfono—. Lauren, comunícame con Aro.

—Edward…—sentenció Rose.

—Este es mí jodido programa, Aro no va a venir a mandar en él, al menos no hasta que me vaya —su voz fue dura—.
Hablaré sobre las fiestas swinger le guste o no —pronunció fuertemente pulsando el altavoz del teléfono.

—Edward… —el tono de voz de Aro me causo escalofríos—. Me ha dicho mi secretaria que tienes urgencia en
hab larme.

—Así es…

—Te escucho….

—Aro —Edward presionó el puente de su nariz y yo acaricié su cabello en un acto reflejo—, Rosalie me ha dicho que
prefieres que cambie el contenido del programa de hoy.

—Eso es cierto, mi querido Edward, me parece que hab lar de las fiestas Swinger, es una falta a la moralidad del grupo
Volterra.

— ¡Moralidad! Por un demonio Aro, este programa se llama Hab lemos de Sexo —expresó exaltado, a lo que Rose le
sugirió en voz baja que se calmara, me levanté de sus piernas y caminé hasta la pequeña ventana que había en su
cubículo.

—Hemos recib ido quejas de los temas tratados en el programa.

— ¡No me jodas, Aro!

—Señor Vulturi —Rose habló—, Hab lemos de Sexo está siendo trasmitido en un horario adulto, es casi medianoche
cuando el programa es llevado a cabo además, hablamos de temas cómodos y muy profesionalmente, el programa es
más informativo que vulgar.

—Mi querida, Rose —la voz de Aro fue lasciva y Emm apretó los dientes—. Entiendo lo que quieres decir y no estoy
diciendo que no esté de acuerdo con el formato del programa, en estos nueve meses de trasmisión, nos ha ido muy
b ien.

—Bien… —Edward bufó—. Tenemos el mejor índice de audiencia, Aro.

—Edward, querido —Edward apretó nuevamente el puente de su nariz—. Tampoco puedo negar eso… Simplemente, el
tema de hoy no me parece adecuado…

— ¿Y prefieres que hablemos de métodos para prevenir una enfermedad sexual, Aro? ¡Hasta un nene sabe que si
quiere meter su pito en un coño debe usar mínimo un puto condón!

—Cuida tu tono, Edward… Sigo siendo tu jefe.

—Pero este es mi programa, te entregué un formato el viernes antes de comenzar el programa, estuviste de acuerdo
con el, no puedes simplemente venir a cambiar todo un par de horas antes.

—Puedo, y quiero…

—Este es mi programa…

—Es mi emisora… —Edward oprimió el botón del altavoz tapando la bocina del teléfono.

—Déjenme solo —murmuró enojado, Rose trató de hablar con él, pero Edward fue enérgico en su orden.

—Edd solo recuerda que debes tener tu presión estable —le recordó Rosalie, antes de cerrar la puerta tras ella.

¿Presión?
—Rose —la llamé antes que entrara a su cubículo—, ¿Edward tiene problemas de presión? —Rosalie asintió.

—Eso fue lo que dijo Eleazar a la familia por eso su desmayo, debe mantener las emociones fuertes a raya, pensé que
te diría.

—Estuvimos ocupados con el libro —murmuré. Un gran grito se escuchó desde la oficina de Edward, minutos después
él salía de la oficina sus ojos eran rojos de ira.

—Emmett, dile a Seth que coloque un regrabado, presionó fuertemente el puente de su nariz .

—P..Pero Edward… —Emmett lo encaró—. No tenemos ninguno.

— ¡Me importa una mierda! Isabella, nos vamos —rugió.

—Edward… —Rosalie trató de calmarlo.

—Veamos cómo Aro le parece el índice de sintonía mañana, este es mi maldito programa y si no le gusta puede… —
Lo vimos tambalearse y Emmett corrió hacia él.

— ¿Te sientes bien? —pregunté cuando Emm lo dejó en una silla y Cinthya salió a buscar agua por orden de Rosalie.

—Edward —Rose se sentó a su lado—, tienes que calmarte, hermano.

—Estoy bien Rose, solo fue un mareo —besó su frente—. Le he dicho a Aro que no hablaría sobre ETS, fue nuestro
primer jodido programa —miró a Emm—. Búscalo en los archivos del programa y dáselo a Seth, yo me largo de aquí.

— ¿Estás seguro Edward?

—Como que algún día tenemos que morirnos, Emmett. —No me gustó su frase y a Rose tampoco. Cinthya llegó con el
agua pero Edward solo tomó un sorbo, le dio el vaso a Emmett y tomó mi mano—. Vámonos —ordenó.

—Yo conduzco —dije cuando llegamos al elevador, él se recostó en la cabina e inhaló fuertemente cerrando los ojos—.
¿Seguro te sientes bien? ¿No quieres que te lleve al hospital? —negó con la cabeza e hizo ese gesto con la boca que
me hacía temblar.

—Estoy bien, nena… —me dio su sonrisa torcida y sus ojos brillaron peligrosamente—. Ven aquí, solamente adelanté
mis planes para contigo —sonrió nuevamente y me jaló con su mano; me refugié en su abrazo y alcé mi rostro para
que me besara. Su beso me dejó en claro que lo de esta tarde, solo era la entrada de una noche que, prometía placer
sin medida.

Me removí de mi posición, abriendo los ojos al notar que estaba sola; el lado de Edward estaba frío supe que estaba
despierto hacía mucho tiempo. Miré el reloj en su mesa de noche y noté que eran las cinco de la mañana, el vitral del
balcón estaba corrido, así que supuse dónde estaba mi acompañante. Me levanté de la cama con cuidado, la noche
había sido arrebatadora, culminante y placentera; Edward me había hecho suya a un lado de la puerta con nuestras
ropas aún puestas y con nuestros sentidos pidiendo más.

Suspiré profundamente, me dolía todo mi cuerpo y cada sensación era perfecta. Nunca creí que el dolor tuviese ese
efecto, dolor—placer, pasión—necesidad. Mi sexo se contraía y en cada contracción éste parecía tener memoria de la
posesión de aquel hombre dentro de mí, y era perfecto y era fatal. Cerré los ojos por un segundo y en aquel momento
todas las veces en que yo había hecho el amor con Edward se concentraron y mi cuerpo se sobrecargó con miles de
las sensaciones que ese hombre me había provocado, cada una, todas en mi boca, mi piel, mi sexo y mi corazón. En
este momento de mi vida, yo Isabella Swan era una pila, una bomba, llena de él, llena de deseo y aún así hambrienta.

Tomé la sábana enrolándola en mi cuerpo antes de salir al exterior, Edward tenía solo su bóxer puesto y al parecer,
estaba fumando. Por breves segundos, me quedé observando su ancha espalda, ese tatuaje que si lo miraba de
cerca, me intimidaba. La forma en cómo su cuerpo yacía recostado en la baranda, observando todo y nada a la vez.
Caminé el trayecto que nos separaba y pegué mí frente a su espalda, cerrando los ojos para no ver los ojos rojos de
las cobras, que adornaban su piel.
— ¿Qué haces despierta, preciosa? —susurró divertido.

— ¿Qué haces fumando?

—Yo pregunté primero y esto, es electrónico —me mostró el tubito plateado—. Un pajazo mental, ahora es tú turno.

—Desperté y no te sentí, pensé que te habías puesto mal. —Edward se giró apoyando su espalda en el barandal y
mirándome de arriba abajo, antes de quitar mi sábana, dejándome completamente desnuda.

Me estremecí ante el frío y Edward pasó la sábana por su espalda y me atrajo a su cuerpo, cubriéndonos a ambos con
la tela blanca. Mi cuerpo se estremeció ante el tacto entumecido de su piel, pero solo fue obra de segundo para entrar
en calor, buscó mis labios y me besó suavemente mientras lo dejaba guiarme, lo sentí sonreír en el beso y no pude
evitar hacerlo también.

—Ven conmigo al almuerzo de mis padres, por su aniversario de bodas —susurró, cepillando mis labios—. Es el 24 de
Diciembre, luego mis padres ofrecen una pequeña recepción.

—Yo…

—A Esme le encantaría que fueras, y la verdad, me gustaría que me acompañases —me dio un corto beso—. Di que sí,
nena.

—No podemos seguir engañando a tu familia Edward…

—Bella… Solo acompáñame, odio esas fiestas elitistas y Carlisle quiere que este ahí. Iré más que todo por Esme.

—No conozco la casa de tus padres.

—Es en los Hamptoms, Carlisle y Esme no usan mucho esa casa, tienen un departamento cerca de aquí, pero las
ocasiones especiales las celebramos allá, crecimos ahí… —dijo con melancolía—. Anda nena… —me besó
nuevamente—, dime que sí, preciosa.

No dije nada solo me limité a asentir, con él iría hasta el infierno si fuese necesario… No importaba si después me
quedaba vagando en el purgatorio.

Las semanas pasaron muy rápido y, en un abrir y cerrar de ojos, Edward estaba pasando por mí para que lo
acompañara al almuerzo donde su familia celebraría sus treinta años de matrimonio, Alice me había ayudado a
escoger un vestido para la noche, era la primera navidad que no íbamos a pasar juntas y Alice estaba sentimental, le
había prometido que la llamaría a medianoche, eso fue antes que ella insinuara que estaba empezando a engordar…
Tenía una pequeña llantita, pero todas las mujeres del mundo la tenemos.

Alice se había atrevido a llamarla Neumático de Michellin… El vestido era hermoso, straple, con un escote en forma de
corazón no muy pronunciado, en color coral que quedaba perfecto con mi tono de piel —palabras de Alice, no mías—.
Poseía un ribete bordado en cristales y quedaba entallado completamente a mi torso como si fuese una segunda piel,
de ahí caía como una cascada gracias al drapeado de la falda que daba la ilusión de que fuese como una cola de
sirena, gracias a los pliegues sesgados que ostentaba. Alice se había encargado de todo, accesorios y unos Louis
Vuitton, muy altos y excesivamente costosos que —según ella— quedaban perfecto con el vestido, al igual que un par
de bragas nuevas.

Llegamos a los Hamptoms, que era el lugar donde los Cullen tenían una hermosa casa al estilo victoriano. Era
hermosa, de dos plantas, de color marfil, rodeada de un hermoso césped. Edward detuvo su auto frente una gran
fuente que decoraba la entrada, bajó del auto rodeándolo hasta que abrió mi puerta, tomándome de la mano hasta
guiarme a los peldaños de la puerta principal.

Toco la puerta suavemente y una mujer de apariencia madura le abrió, dándole una leve sonrisa. Entramos al hall de la
casa luego que Edward preguntara por sus padres, habían muchas personas caminando de un lado para otro,
acomodando las mesas, colocando manteles, supuse que allí sería la recepción.

—Edward —Un hombre se acercó a él y, mientras hablaban, observé todo. El lugar se veía amplio y elegante, paredes
completamente blancas y dos balcones o ventanales que daban paso a un pequeño jardín; una lámpara de araña
colgaba del techo y los finos acabados de las columnas…
— ¿Bella? —Dejé mi inspección para observar a Edward—. Billy me ha dicho qué habitación vamos a ocupar, mis
padres han ordenado prepararte una recamara de huéspedes, lo que me parece una completa estupidez, puesto que
te quedarás conmigo.

—Quizás para que me cambie de ropa a la hora de la recepción —dije mientras él me guiaba por la casa, los pisos
eran de una cerámica blanca y brillante, hasta llegar una escalera en forma de caracol—. Es una hermosa casa —dije,
observando todo a mi paso.

—No has visto nada, hermosa… —sonrió ladinamente y siguió caminando por el extenso corredor del segundo piso—.
La fiesta será en el salón, como ya has visto. Mis padres están en su habitación, al igual que mis hermanos. —Puertas
y más puertas iban quedando tras nosotros—. El almuerzo se servirá en una hora, puedes refrescarte un poco o hacer
cosas más interesantes —subió sus cejas sugestivamente y lo golpeé en el brazo—. La recepción será a las 9:00 pm;
Rose, Jake y yo, por lo general, estamos recibiendo a los invitados, me gustaría que me acompañaras; siempre nos
turnamos, pero Jake es muy flojo y estoy seguro que usará el embarazo de Leah como escusa para hacer que Rose o
yo estemos la mayor parte del tiempo en eso… Trataré de librarme de eso.

—Pierde cuidado —Edward se detuvo y tomo mi mentón.

—Aún eres mía por una última semana —traté que por mi rostro no se notara el dolor que sus palabras me causaban
—. No voy a dejarte sola —relajó su postura—. Rosalie ama esa mierda, así que lo más seguro es que ella esté
recibiendo a los invitados. —Nos detuvimos frente a una puerta blanca—. Mi habitación —sus ojos brillaron con malicia
y giró la perilla, cediéndome el paso.

La habitación de Edward era la de un típico adolecente, había una televisión colgada a la pared, un teatro en casa y una
consola de Xbox además, un pequeño mueble con libros y Cd's, tal como en su casa de campo. Edward tenía una
mesa y una computadora de escritorio, unos parlantes de Ipod y varios poster de mujeres semi desnudas; al ver bien
la habitación, te dabas cuenta que hacía mucho tiempo que este hombre no estaba aquí.

—No pasas mucho tiempo aquí —dije acariciando los Cd's, no era una pregunta pero él asintió, y yo saqué uno de los
discos, David Garrett Rock Symphonies -Live... On a Summer Night.

—Ven aquí —Edward me arropó con sus brazos—, está haciendo un poco de frío, nena, y estoy algo cansado. ¿Te
parece si coloco el Cd en el reproductor y descansamos un poco? —Sus manos se posaron en mis mejillas—. Te juro
que solo descansaremos, no lo hicimos mucho anoche —me sonrojé furiosamente de solo recordar todo lo que
habíamos hecho anoche en mi departamento, asentí y él sonrió—. Ven, quiero mostrarte algo. —Caminamos hacia su
ventana y él corrió las cortinas, permitiéndome observar el paisaje.

El césped se veía hermoso desde ahí, había un laberinto de arbustos como en las películas y varios empleados
colocaban la mesa donde se llevaría a cabo el almuerzo junto a la piscina, la propiedad en sí era hermosa.

—Ven —me tomó de la mano y me guió hasta su cama, entre los dos quitamos los cojines y el cobertor de color
dorado. Edward se quitó los zapatos y la camisa y yo hice lo mismo con mis Converse, quedándome en medias y
acostándome a su lado, Edward me atrajo a su cuerpo y me acomodé, descansando mi cabeza en su pecho siendo
arrullada por el latido de su corazón y los suaves acordes de David Garrett de fondo.

Se escuchó un suave golpe en la puerta, me miré el espejo una vez más sin reconocerme, era más de las ocho treinta;
el almuerzo había sido ameno y divertido entre las bromas de Emmett y Jake. Al principio, pensé que me sentiría
desubicada puesto que era una tradición, un almuerzo familiar y yo estaba de extraña allí, pero ninguno de los Cullen
me hizo sentir menos… A excepción de las miradas de Leah, tampoco pasaron por desapercibidas las miradas quee
Jake, Carlisle y Esme hacia Edward, sobre todo Esme, que siempre estuvo mirándolo con amor y tristeza. Ella lo
observaba como si en cualquier momento Edward se evaporaría de sus manos. Leah tenía la misma mirada que
Esme, pero ella lo veía con impotencia, también noté que ella y Edward se retaban con la mirada, más de una de esas
miradas me tomó desprevenida.

Esta mujer me ponía de nervios…

—Bells —la voz de Edward tenía un poco de nerviosismo. Abroché la pulsera que Alice había escogido para mí, Rose
me había ayudado con el peinado, recogiendo todo mi cabello en un moño alto en mi cabeza, dejando un pequeño
flequillo en mi frente además, me había ayudado a elegir el maquillaje minutos atrás, cuando por casualidad me
escuchó hablando con Alice.
—Isabella, ¿estás bien? —Edward volvió a llamarme, y suspiré a la Isabella que me observaba a través del espejo.

No sabía por qué me sentía tan nerviosa, caminé hacia la puerta y con las manos temblorosas giré la perilla; Edward
estaba frente a mí, tenía un traje gris plomo de tres piezas confeccionado a su medida, la corbata negra resaltaba en el
traje y su cabello estaba peinado hacia atrás dándole un aspecto más maduro, se veía jodidamente hermoso, mi
mirada se vanaglorió recorriendo su cuerpo a la vez que él me observaba a mí.

—Jodidamente hermosa, nena —murmuró con voz lasciva—. Tendré que tener los ojos en ti toda la maldita noche —
sus manos se aferraron a mi cintura, subiendo por mis costados hasta descansar en mi rostro, mis piernas temblaban
ante su toque, perfecto y fuerte; gracias a mis tacones éramos casi del mismo alto, sus dedos delinearon mi mentón y
alzó mi rostro trancando su mirada verde con la mía—. ¿Qué me sucede contigo, Isabella…? —susurró cerca de mi
rostro. Su aliento envolviéndome en una neblina a la que solo pertenecíamos los dos—. Porqué nunca puedo dejar de
observarte. —Su lengua mojó sus labios y mi vientre se contrajo—. ¿Por qué siento que lo que hay entre los dos es
mutuo?, ¿por qué creo que separarnos no será correcto…? ¿Por qué tengo que dejarte ir…? —Su boca se acercó a la
mía suavemente—. ¿Por qué no nos conocimos antes? —me besó.

¿Por qué no nos conocimos antes?

Yo gemí, la pregunta sonó irremediable en mi oído, era una de esas preguntas que yo como escritora conocía, era
aquella que hablaba de tiempos perdidos, de tristes desencuentros, de personas que se pierden en la geografía del
mundo esperando por ese alguien que lo complemente y que cuando lo encuentras ya es demasiado tarde.

Si.

¿Por qué no nos conocimos antes?

Lamento haberme demorado, tuve un pequeño accidente con un vaso del mal y me cogieron unos puntitos a mi harem
del doc sex gracias por la preocupación estoy bien y les alegrara saber que llevo mas de medio cap siguiente
adelantado, mil gracias por sus comentarios sus revs no los contesto porque de verdad chicas mi tiempo es limitado.

Mil gracias a Salem a Jo y a mi querida Adri sin el apoyo de estas chicas este fic no fuera lo que es.

A mis Locas por Dsex el grupo de Whats app que me sonsacan y me sacan grandes Spoiler son las mejores

Les dejo un pequeño adelanto del próximo cap (sin beteo)

—Estas helada nena—coloco algo suave en mi espalda y mire sob re mi homb ro…Era su saco y no pude evitar
inhalarlo fuertemente, grab ando en mi memoria su olor, sus b esos… eso es todo lo que quedaría recuerdos—¿Bella?..

—¿Te iras de viaje tan pronto acab e nuestro trato? —pregunte sin mirarle, Edward se colocó a mi lado y saco de su
pantalón el tub ito metálico encendiéndolo y llevándoselo a la b oca.

—Estaré un par de días en la emisora… Una semana si es mucho, he trasladado casi toda la totalidad de mis pacientes
al doctor Mclean, así que eso está cub ierto —inhalo de su cigarro—¿Es eso lo que te tiene así Isab ella? Pensar en el
final de nuestro trato…—respiro fuertemente sin mirarme—Traspasaste los límites estab lecidos en tu acuerdo y estas
sin…

—No. —le corte sin verle—simplemente quería darte una copia del manuscrito de "Atada a ti"

—Puedes llevarlo a mi departamento si eso quieres…—se encogió de homb ros—Carlisle quiere b ailar contigo,
¿Entramos? —apago el aparatito luego de dar un par de caladas y me ofreció su b razo, le devolví el saco y tome su
b razo… Ya nada quedab a.

Ary
*Chapter 21*: La Despedida
Disclaimer: los personajes de Crepúsculo son propiedad única y exclusivamente de la señora Meyer, yo solo los
utilizo para mi diversión.

NA: Es un placer para mí decirles que esta historia está debidamente Registrada por SafeCreative bajo el código
1305285174880. Cualquier distribución, copia o plagio del mismo acarraría las consecuencias penales y
administrativas pertinentes.

Desde el momento en que te vi yo supe que eras para mí

Que al menos por un rato, tan solo un rato te haría tan feliz

Pero al mismo tiempo comprendí que todo era fugaz

Que sería tan intenso, todo lo nuestro y tan fugaz

Que hab ría un final con b esos amargos, inciertos y en silencio

Con lágrimas cayendo al sonreír

La despedida

Julio Cesar

Edición

Verónica Pereyra-Adriana S.

La Despedida—

¿Por qué no nos conocimos antes?

El beso de Edward fue diferente, pausado como si quisiera retener mi sabor, su lengua no pidió acceso al interior de
mi boca era solo el movimiento pausado de labios tan tierno e intimidante que rogaba a todos los dioses no
convertirme en un río de lágrimas, cerré los ojos fuertemente dejándome arrastrar por su tierna caricia, sus manos
acercaron mi cuerpo al suyo y mis brazos encontraron posición en su cuello mientras yo también grababa su sabor en
mí.
En mis memorias…

En mis recuerdos…

En mi piel…

—Edward…—la voz de Jake hizo que Edward se detuviera sin separar mis labios de los míos—. Rose te está
buscando hermano, ve a ella cuando te desocupes —murmuró incómodo, sabía que mi rostro debía estar más rojo
que un tomate maduro, sobretodo por que Edward no había separado su rostro del mío.

—Maldito chucho… —murmuró entre dientes—, debí dejarlo en el orfanato cuando tuve oportunidad —su frente se unió
a la mía e inhaló fuertemente—. Hueles jodidamente bien, nena —mis ojos aún estaban cerrados…— ¿Tenemos que
bajar?

Sonreí. —Es la fiesta de tus padres…

— ¡Mierda! —acaricié el cabello de su nuca con ternura.

—Creo que deberíamos bajar —él colocó un pequeño puchero y yo alcancé sus labios dándole un pequeño beso…

—Vamos —dijo en un susurro, parecía un niño pequeño al que su madre está obligando a tomarse una fotografía
familiar.

—Espera… —acomodé su corbata y alisé su saco—. Estás listo —sonreí nuevamente y él me dio su brazo de apoyo,
suspiré fuertemente y tomé su brazo, dispuesta a ser su compañera una noche más.

Eran nuestros últimos momentos juntos.

Habían algunos invitados cuando bajamos la escalera, Jake y Emm silbaron discretamente al verme bajar de la
escalera del brazo de Edward a lo que él les dio una sonrisa presumida, Rose tenía un traje negro que delineaba su
esbelta figura y Leah llevaba un vestido blanco suelto debajo de su pecho y se podía apreciar la pequeña curvatura de
su vientre, se veía radiante, los hombres estaban en frac de color negro.

—Mamá está arriba —dijo Rosalie—. Ha estado triste desde el almuerzo… Ya sabes, las fechas…Creemos que tú
puedes hacer algo ya que no ha querido hablar ni conmigo ni con Jake —Edward suspiró larga y profundamente antes
de girarse a mí.

—Volveré en un momento nena —unió sus labios a mi frente dejándome un casto beso antes de subir las escaleras.

— ¿Puedo ayudar en algo? —Rosalie asintió.

—Acompáñame a recibir los invitados, en este momento papá está ahí —caminé detrás de Rosalie y Emm mientras
Edward hablaba con su mamá, no había pasado por alto el gesto sombrío que cruzó su rostro antes de subir. Había
notado la tristeza de Esme y algo me decía que esa tristeza tenía que ver con Edward, no podía entender el porqué se
oponía tanto a su viaje, él iba a regresar en cualquier momento, por lo poco que lo conocía sabía que amaba a Jake y a
Rose, y tenía la misma adoración con Esme que ella le profesaba a él.

Carlisle dijo algunas palabras a Rose y luego desapareció, por un segundo me quedé observando la fuente y la
entrada de la casa, la habían decorado con luces navideñas de color claro y pequeños muérdagos ubicados
estratégicamente, de la fuente salían luces de colores navideños. Rose me iba diciendo los nombres de los invitados y
estuvimos un rato hablando de cosas banales… Como por ejemplo, el enojo de Aro porque Edward no había hecho el
programa que él quería y la forma en cómo él manejó todo hasta hacer que Aro dejara el programa en sus manos al
menos este último mes.

En esa charla me enteré que Edward había dado su carta de renuncia a Aro casi al mismo tiempo que había empezado
nuestro trato, Aro había intentado por todos los medios que Edward se quedara pero Edward había sido tajante al decir
que se iría a otro lado y que no podría continuar el programa desde ahí, sentí que me observaban y giré mi rostro para
ver a Edward caminando hacia nosotras, Emmett nos había acompañado unos cuantos minutos y luego había
argumentado estar aburrido… Cosa que era realmente cierta.

—Rose, Esme necesita que la ayudes con el maquillaje —expresó tan pronto llegó justo delante de nosotras, sus
manos fueron justo a mi cintura atrayéndome a él—. ¿Te dije ya lo hermosa que te vez con ese vestido, nena? —asentí
y él acarició mi rostro con el dorso de su mano, sentí cómo el pequeño estremecimiento ya conocido por mí recorría mi
cuerpo.
— ¿Te sientes bien? —pregunté al ver sus ojos acuosos y su semblante desmejorado, él sonrió.

—Estoy bien, mamá suele ponerse sentimental en estas fechas —una pareja se acercaba así que Edward se separó
de mí para saludar con un fuerte apretón de mano al hombre que recién llegaba. Estuvimos ahí varios minutos más,
minutos que parecieron horas en una obra de teatro, sonreír y asentir mientras las parejas cruzaban un par de
palabras con Edward, entendí porqué él odiaba esto. Un joven se acercó hacia nosotros y murmuró unas palabras a
Edward, él sonrió antes de asentir al joven.

—Mis padres van a bajar ya, debemos estar en el final de las escaleras, Rose bailará el primer baile con papá y a mí
me toca con Esme así que Emmett estará contigo, nena —asentí y Edward tomó mi mano conduciéndome a las
escaleras.

El baile fue mágico, perfecto, amaba la forma en como Carlisle veía a Esme, sus ojos eran de infinito amor y esperaba
que fueran felices muchos años más, bajaron de la escalera tomados de la mano. Esme trataba de mantener una
sonrisa pero había algo en su mirada algo que me hacía creer lo contrario, sobre todo cuando en medio del baile se
aferró a Edward como si la vida se le fuese en ello, apoyó su rostro a su pecho y luchó para no quebrarse mientras
Edward la movía al compás de la música, dos temas después estaba bailando con Edward mientras Carlisle lo hacía
con Leah dándole la oportunidad a Jake de bailar con su madre.

Edward estaba ido, a pesar que me tenía aferrada por la cintura mientras nos movíamos bajo el ritmo de la música, no
estaba ahí, era como si su alma estuviese en cualquier lugar menos conmigo.

—Hey… —lo llamé mirándolo a los ojos—. ¿Sucede algo? —él negó con la cabeza, frunciendo el ceño y haciendo ese
gesto con el labio que amaba.

Joder Bella, no puedes amarlo… Repítelo como mantra. Como Bart Simpson escrib iendo en el pizarrón.

—Estoy bien… Algo cansado nena.

— ¿Tomaste tus medicinas? —él asintió girándome en la pista, pasó una mano por su cabello alborotándolo un poco y
sonrió pícaramente haciéndome mirar hacia arriba.

—Un muérdago —dije como tonta.

—Sabes lo que significa… —No era una pregunta.

Rodé mis ojos. — Edward, el salón está lleno de esos —expliqué.

—Es tradición, Isabella… —levanté la ceja en un claro gesto de reto—. Si no lo hacemos estamos exponiendo el
matrimonio de mis padres al fracaso.

—Mentiroso…

—Bueno lo dejo en tu conciencia —dijo socarrón.

—Eres insoportable, ¿lo sabías? Este salón tiene más de cien personas, no te besaré en público.

—Somos pareja —me hizo girar—. Bésame, Swan — me dio su sonrisa torcida y automáticamente mis braguitas
estaban empapadas, por solo su sonrisa—. Swan… —ordenó tácitamente y no pude resistirme… Le besé.

El beso fue suave, lento, sin presiones ni prisas, me encantaba besarlo así sin el deseo desenfrenado que recorría
nuestro ser cuando nuestros cuerpos se acercaban. Era maravilloso sentir que entre él y yo estaba un sentimiento de
ternura, de amistad, de complicidad y dulzura.

Nadie nos observaba, Carlisle y Esme ahora bailaban juntos y no alcanzaba a ver ni a Rose ni a Emmett. Me acurruqué
nuevamente en el pecho de Edward mientras el chico que amenizaba la fiesta empezaba otra canción.

Edward inhaló en mi cabello mientras ambos escuchábamos la letra de la canción, cerré los ojos fuertemente
intentando no escuchar lo que era inevitable, esa canción era como una versión de nuestra historia. Hablaba de un
comienzo con fecha de caducidad y la presión en mi pecho era fuerte y certera, hablaba de la pasión, del
entendimiento, de sentimientos entrelazados pero también hablaba de algo que temía… Un corazón roto.

Edward me apretó aún más a su cuerpo y podía sentir el latir de su corazón contra su pecho.

Sí, yo sabía que esto acabaría, pero eso no me había impedido no sentir cosas por él, a pesar de su sexualidad innata
y de lo cabrón que podía llegar a ser, Edward era diferente y me alegraba poder conocer esa faceta de él. Seguimos
moviéndonos suavemente entre las parejas que bailaban alrededor de nosotros pero para mí, solo estábamos él y
yo… Y el amargo sabor de que pronto llegaría la despedida.

Inhalé fuertemente al finalizar la canción, no quería llorar, no podía permitírmelo

— ¿Sucede algo? —Edward me tomó del mentón y negué con la cabeza a pesar de que estaba segura que mis ojos
decían lo contrario—. ¿Segura? —asentí—. Vamos a tomar algo.

—Neces… —tragué saliva para quitar el nudo en mi garganta—. Necesito algo de aire.

— ¿Quieres que te acompañe? —negué.

Edward suspiró fuertemente dejándome ir y caminé lo más rápido que me permitieron mis pies a la parte trasera de la
casa… Llorar ¿Para qué? ¿Serviría de algo hacerlo? La respuesta era clara.

No serviría de nada, igual el día noventa llegaría.

No sabía cuánto llevaba afuera, y a pesar de que estaba haciendo frío, no me importaba, el viento había refrescado mis
pensamientos, sentí como alguien acariciaba mis hombros, no tenía que girarme para saber que era él, reconocería la
fragancia natural de su cuerpo aunque lo tuviese a kilómetros de distancia.

—Estas helada, nena —colocó algo suave en mi espalda y miré sobre mi hombro. Era su chaqueta y no pude evitar
inhalarlo fuertemente, grabando en mi memoria su olor, sus besos… eso es todo lo que quedaría… recuerdos—
¿Bella?

— ¿Te irás de viaje tan pronto acabe nuestro trato? —pregunté sin mirarle, Edward se colocó a mi lado y sacó de su
pantalón el tubito metálico encendiéndolo y llevándoselo a la boca.

—Estaré un par de días en la emisora… Una semana si es mucho, he trasladado casi toda la totalidad de mis
pacientes al doctor Mclean, así que eso está cubierto —inhaló de su cigarro—. ¿Es eso lo que te tiene así, Isabella?
¿Pensar en el final de nuestro trato? —respiró fuertemente sin mirarme— No me digas que te enamoras…

—No —le corté sin verle—. Simplemente quería darte una copia del manuscrito de "Atada a ti".

—Puedes llevarlo a mi departamento si eso quieres… —se encogió de hombros—. Carlisle quiere bailar contigo,
¿entramos? —apagó el aparatito luego de dar un par de caladas y me ofreció su brazo, le devolví la chaqueta y tomé su
brazo… Disfrutaría nuestros últimos momentos y al final de esta locura enterraría esos recuerdo en el baúl, más
oscuro y lejano de mi corazón.

Todas mis fuerzas por lograrlo, sin embargo me temía que no lo haría jamás.

Dios, dame fuerzas.

Desperté enredada entre los fuertes brazos del hombre que estaba a mi espalda, no sabía a que hora exactamente
nos habíamos despedido de la familia de Edward que era los que quedaban en el salón luego de la fiesta pasada la
noche buena, tampoco sabía qué hora era.

—Edward… —susurré suavemente tocando sus brazos con la punta de mis dedos, lo sentí removerse incómodo pero
no despertó—. Edward, necesito que me sueltes.

—Joder Isabella aún no debe ser medio día y es mañana de navidad déjame dormir unos jodidos cinco minutos más.

—Edd… Tú puedes seguir durmiendo solo déjame salir de la cárcel de tus brazos —murmuré quedamente.

—No quiero…

—Actúas como un niño pequeño.

—No, un niño pequeño no podría tener una de estas —pegó su erección a mi espalda baja haciéndome estremecer
completamente—. Feliz navidad, Isabella —besó mi cabello y luego mi hombro.

—Feliz navidad, Edward—ahogué una risa, él siempre sería un animal necio y encantador— Necesito hacer algo
urgente en el baño, ¿me podrías soltar?

—Con una condición.


— ¿Condición? —pregunté extrañada.

—Sí, condición, quiero que regreses del baño completamente desnuda —sonrió mordiendo mi hombro.

—Déjame salir…

Edward aflojó su amarre. —Recuerda, Bella, desnuda —dijo colocando ambos brazos debajo de su cabeza y
quedando boca arriba en la cama con la sabana cubriendo su masculinidad semi erecta.

Entré al baño rápidamente y respiré un poco más tranquila cuando pude vaciar mi vejiga, iba a tener que ir al médico,
estaba teniendo unos cambios muy extraños en mi cuerpo como levantarme con esas ganas de ir al baño que
parecían urgentes. Tomé mi neceser que estaba en el tocador del baño y lo abrí buscando mi cepillo de dientes y una
liga, cuando estaba guardando mi cepillo vi el regalo de navidad de Edward y lo tomé con cuidado, no sabía si le
gustaría pero quería darle un pequeño detalle, destrabé la puerta y observé por unos segundos el glorioso espécimen
que estaba aún acostado en la cama. Estaba relajado, tranquilo y jodidamente hermoso…

— ¿Espero que estés desnuda cuando abra los ojos nena? —murmuró sonriente.

—No voy a desnudarme —dije caminando hacia la cama.

Edward abrió los ojos y su mirada vago por mi cuerpo cubierto por mi pijama. —Es navidad… —refunfuñó—. Joder, le
quitas lo diversión a lo bueno Isabella.

No sabía como darle el cd así que pensé que era mejor sin ceremonias. —Feliz navidad, Edward —musité estirando la
mano que contenía el cd—. Es un regalo más simbólico —él se sentó sobre la cama y tomó el paquete quitando su
envoltura—. Sé que te gusta la música de David Garrett.

—Isabella… —me abrazó—. No tenías que… Gracias —sus ojos traspasaron los míos como si quisieran decirme mil
cosas y a la vez nada. Se giró un poco y busco entre la mesita de noche hasta mirarme nuevamente—. Feliz navidad,
Isabella —me tendió una pequeña bolsa de lona.

—Edward… No tenías que…

—Ábrelo nena, además no costo nada —abrí la bolsita y la volteé sobre la palma de mi mano, una pequeña esclava de
plata salió de ella, la miré fijamente, tenía una pequeña estrella de oro en todo el centro y en la parte de atrás una
inscripción grabada.

(1) Dēkhanē sē dūra sitārā mujhē na tō

—(1) Dēkhanē sē dūra sitārā mujhē na tō —susurró Edward con voz profunda y sensual.

—No debiste… Es muy hermosa—dije observando la pieza en mis manos.

—Era de mi madre —enfoqué mi mirada en él.

—Edward no puedo —estiré la esclava hacia él, la tomó y luego abrió mi mano dejándola ahí y cerrándola entre la suya.

—Dice: Gracias por la oportunidad —me incliné hacia él abrazándolo fuertemente, él me atrajo sentándome sobre su
regazo y coloqué mi cabeza en el hueco de su hombro mientras él dejaba pequeños besos sobre el mío.

Era el comienzo de nuestro fin.

Edward me llevó a casa poco antes de que anocheciera. — ¿Estás segura que no quieres quedarte en mi casa esta
noche? —susurró acariciando mi mejilla suavemente, estábamos en su coche en las afueras de mi edificio.

—Necesito hablar con Garrett por Skype para ultimar detalles sobre el epílogo de la historia.

—Nena…. —colocó ojitos de cachorro abandonado.

—Necesitamos descansar, Edward —y guardar distancias, dije para mí misma.

— ¿Nos vemos mañana entonces?

—Es nuestra última semana —Edward tensó su cuerpo y cuadró sus hombros.

—Sip, es nuestra última semana, has aprendido bastante Isabella, espero que cuando no esté consigas una buena
persona con la cual puedas explorar tus límites pero sobre todo, por esta última semana eres mía—sus palabras
fueron secas, su voz era carrasposa y su bello rostro una máscara sin emociones.

—Conozco las cláusulas de nuestro trato—le contesté casi con indiferencia, no quería que viese como mis emociones
ante el inminente fin eran dolorosas.

—Quiero que pases conmigo año nuevo…

—Edward… Quiero hablar con Bree.

—Sabes que no vendrá hasta que no leas ese diario.

—Yo iré a verla, necesitamos arreglar nuestros problemas—acomode mis lentes y peine mis cabellos en un vago
intento de no mirarlo a los ojos.

—Isabella son noventa días y se cumplen exactamente en una semana, ¿por qué me da la impresión que quieres
huir? —agarró mi mano—. Pasa año nuevo conmigo, tú y yo juntos.

— ¿Y tus padres?

— ¿Qué pasa con ellos?

—Querrán pasar contigo—dije lo obvio.

—He estado con ellos en acción de gracias y noche buena, entenderán que quiero estar contigo —aclaró su garganta
—. Eres mi "novia" —hizo comillas con sus dedos.

—Iré con Alice, siempre lo hago, si quieres venir… —dije dándome por vencida, esperando la posibilidad que él se
negase. Qué equivocada estaba, la sonrisa de Edward no tenía precio.

—Esa será nuestra última noche, nena —sus dedos acariciaron mi labio inferior.

—Lo sé. Tengo que irme —me giré para salir del auto.

—Bella —me giré mirándolo a los ojos—. ¿No se te olvida algo?

Alcé una ceja sin entender.

—Ven aquí y bésame, Isabella —me dio su sonrisa ladeada y pude sentir el estremecimiento de mi entrepierna. Jesús,
aún no me tocaba ni lo iba a hacer—. Swan... —soltó su cinturón y se acercó a mí, su rostro a centímetros del mío
pidiéndome en miradas silenciosas que tomara la iniciativa, deslizo su mano por mi nuca dejándola en la parte baja de
mi cabeza sin presionar—. Hazlo nena —murmuró anulando mis sentidos con su aliento y no fui consiente hasta que
sus labios empezaron a moverse bajo los míos, suaves, carnosos… Exquisitos.

Y lo llevé hasta mi habitación y le hice el amor sin restricciones, dejando ir mis miedos, sintiéndolo dentro de mí sin
pensar en nada, queriendo creer que lo nuestro sería para siempre.

Mintiéndome… Una vez mas.

Los días habían pasado en un abrir y cerrar de ojos, no sabía muy bien si era porque me sentía mucho más cansada
que de costumbre o porque Edward prácticamente estaba viviendo conmigo en casa, él había intentado que leyéramos
el diario juntos pero yo tenía muchas cosas que hacer y demasiada tristeza oculta como para querer leer algo que
sabía me quebraría nuevamente, grande había sido mi sorpresa cuando lo había visto en la puerta de mi departamento
al día siguiente con Frey atada fijamente a un collar de cachorros.

"No pensaras que la dejaría una semana completa en casa y ya que tú no quisiste ir pues yo he venido. Te hace falta
aprender mucho, Isab ella, creo que el tiempo nos quedó corto".

De ahí habíamos pasado toda la semana juntos a excepción de cuando Edward iba a la emisora para preparar todo
para el programa, o cuando simplemente salía a atender uno de sus pacientes.

No estuvimos juntos… Al menos no íntimamente durante esos días, para cuando Edward llegaba a casa yo estaba
sumergida en el computador, habían juegos, caricias y muchos besos, pero nada mas, la cita con Aro era dos días
después de año viejo. Garrett estaría en la fiesta de All y debía entregarle el epílogo de "Atada", así que cuando él
llegaba del programa que estaban regrabando, se sentaba junto a mí con helado y palomitas a ver películas en donde
me hacía saber sus muy divertidas apreciaciones.
—Isabella… —la voz de Edward me hizo despegar la mirada del computador—. Son mas de las dos, creo que
deberíamos darle de comer a Nessie.

Ness… Era tradición que el último día del año yo me quedaba con ella mientras Alice y Jasper preparaban la cena de
fin de año, era una extraña tradición del padre de Jasper que él cumplía a cabalidad. Ness estaba con Edward en la
habitación viendo caricaturas, alcé mi mirada y por unos segundos mis ojos se quedaron trabados en él. Edward
vestido elegantemente era hermoso, informal, era magnífico, desnudo era una gloria pero no podía negar que se veía
divino en esos viejos pantalones de yoga y camisa sin mangas, sus pies descalzos y cabello alborotado.

Negué con la cabeza enfocándome en lo importante. Nessie…

—Dios —susurré pasándome la mano por el cabello, aún no podía enfocarme completamente en el epílogo—.
Pidamos algo de comer.

— ¿Pizza?

—Edward tiene cuatro años—replique.

—No sé nada de niños —bufó.

—Vas a tener un sobrino en un tiempo, te vendría bien aprender —una pequeña sombra de tristeza cruzó por su rostro
pero se recompuso rápidamente—. Pidamos lasaña, a Ness le gusta de pollo.

—Ok… ¿Te falta mucho? —inquirió preocupado.

—No, solo un poco, aún no sé cómo encajar a la madre de Caleb con Danielle… Se odian.

—Cliché… —Edward se burló mientras desaparecía por el corredor.

Afortunadamente la comida llegó bastante rápido. Alice me mataría si se entera que descuidé a Ness, tenía tantas
cosas en mi cabeza: Bree, el diario, Edward, "Atada"… Después de tener su pancita llena mi pequeña se quedó
dormida como era lo habitual en ella.

Edward había estado leyendo mientras yo terminaba los ajustes del epílogo, había querido no mirarlo pero era
imposible. Había salido de la habitación con unos pequeños lentes de montura fina y vidrios cuadrados haciéndolo ver
sexy como el infierno… Frey estaba echada a sus pies y teníamos la calefacción alta puesto que estaba haciendo un
frío de los mil demonios, suspiré sonoramente al releer y no gustarme el resultado final.

— ¿Sucede algo? —preguntó levantándose del sofá y caminando hacia mí.

—Intento dar un buen final, una promesa de amor eterno, mientras hacen el amor —Edward acercó el taburete a mi
lado sentándose en él y moviendo el computador hasta que pudiera leer.

—Eres la señora Strouxx ahora —susurro él suavemente—. No sab es como te deseé anoche… Dormir sin ti es un
suplicio, nena.

Danielle sentía como su cuerpo empezab a a cosquillar ante la magnífica presencia de su marido y no pudo evitar
temb lar cuando su cuerpo se acercó por detrás de ella acariciándola suavemente, ella podía sentir el deseo emanando
del cuerpo de Caleb y del suyo propio pero mas que eso ella quería que fuese especial, quería que esa noche su vida
se dividiera en dos… Un antes y un después del maravilloso homb re de cab ellos alb orotados y mirada encantadora,
ese homb re que le hab ía dado una sonrisa mágica haciéndola ver que hab ía un camino diferente para ella. Danielle
moría definitivamente ese día para ser, la señora Stoux como él la hab ía llamado.

—Te deseo… —susurró él despacio.

—Yo tamb ién —se giró entre sus b razos acariciando suavemente la melena de su homb re.

—Nena tú…

Ella sab ía lo que le diría, así que coloco sus dedos sob re los lab ios de él. —Basta, eso no existe —murmuró con voz
pequeña—, somos tú y yo.

—Lo somos.

—El pasado no existe.


—No existe nena… Solo quiero pensar en el presente y en el futuro contigo a mi lado, quiero b eb és… Muchos b eb és,
quiero…

—Amariconaste al hombre… —Edward se burló—. No me mires así, fuiste tú quien escribió esto y el hombre está
claramente mariconeado.

—Joder, ¿esa palabra existe? —reí cuando Edward movió su mano en un gesto muy amanerado—. Él está enamorado
es así como debe actuar.

—Estas cayendo en un cliché muy jodido, es algo por lo que detesto a Green… si él ha sido serio y seco simplemente
no puede ser una almíbar ahora por mucho que la ame, nena. Debe ser tierno sin llegar a la zalamería pero más que
todo mostrar el deseo que siente por ella.

—Bueno, ¿cómo lo detallarías tú, señor escritor? —alcé una ceja y lo reté.

— ¿Me reta, señorita Swan?

—Lo reto, señor Cullen.

—Sabes lo cachondo que me ponen los retos —su voz era baja sensual, varonil.

—La cama está ocupada —zanjeé el tema.

—Soy un hombre de recursos, tenemos el baño, el sofá, la habitación de Bree… ¿El balcón?

—Exhibicionista —lo golpeé en el brazo—. ¿Vas a ayudarme si o no? —lo vi jalar el computador y colocar una sonrisa
ladina en sus rostro, antes de teclear furiosamente en mi laptop.

Cuando terminé su relato no tuve ningún argumento para rebatir lo que había escrito, era pulcro, limpio y daba al
párrafo cierta sensualidad propia de una noche de bodas. Mi celular sonó desde la mesa de noche y salté del taburete
sacándole la lengua a Edward que me miraba con suficiencia.

Alice nos esperaba a las seis en su casa y Edward quería pasar antes por la casa de Carlisle y Esme así que
estábamos justos de tiempo…

— ¿Ness? —preguntó Edward, cuando había entrado a la habitación, él estaba duchándose por lo que ahora me
encontraba de espaldas buscando que me colocaría esta noche.

—Vestida como la princesa que es viendo caricaturas en la sala —contesté mientras escogía un suéter negro y unos
vaqueros.

— ¿Por qué no usas este? —dijo pasando la mano por mi hombro y sacando un vestido que había conseguido en mi
última compra con Alice, lo había adquirido más por su insistencia que por otra cosa. No me extrañaba que Edward
supiese la existencia de ese vestido, de hecho había estado inmiscuyéndose en todas mis cosas estos últimos días,
sacó el vestido del armario dejándolo frente a mí.

Era negro, manga larga y cuello alto, además que quedaba como cuatro dedos antes de mis rodillas.

—Edward —me giré para rebatirle por qué no usaría ese vestido pero no pude, mis ojos y cada una de mis neuronas
se quedaron truncadas en el pecho del hombre frente a mí, tenía una toalla atada a su cintura y pequeñas gotas de
agua recorrían su pecho, no se había rasurado y esa barba de tres días lo hacia lucir jodidamente sexy, me sentía
muda, mi cuerpo no respondía las ordenes de mi cerebro. Ciertamente no era la primera vez que veía a Edward en esta
situación, pero no por ello pude evitar sentir cómo la temperatura de la habitación subía considerablemente mientras
mi cuerpo se sentía arder.

—Me gusta cuando me miras así —su mirada brilló con picardía y diversión.

— ¿Cómo? —inquirí haciéndome la desentendida.

—Como si quisieras atarme a la cama y violarme —se burló—. Pero creo que estamos algo corto de tiempo y cierta
enana esta despierta así que no podemos ser recursivos.

—Arrogante.

—Mi mayor cualidad, nena —sonrió ladinamente—, pero el vestido me gusta más, no sé mucho de moda pero sé lo
suficiente sobre sexo y créeme cuando te digo que te verás tan ardiente como el infierno… Entonces yo tendré esa
mirada que tú tienes ahora lo que hará que quiera violarte de todas las formas que conozco... Y créeme son muchas…

Cerré los ojos y negué con la cabeza, caminando hacia el baño, lo mejor sería una ducha, en lo posible bien fría.

Salí del baño más relajada y respiré profundamente, Edward no estaba en la habitación y podía escuchar las risas de
mi pequeña desde aquí junto con las de él, tomé el vestido decidiendo si ponérmelo o usar vaqueros como siempre. Al
final deje que la toalla descendiera por mi cuerpo y busqué ropa interior. Iba a ponerme ese vestido y a acompañarlo
con unas botas hasta la rodilla, ricé un poco mi cabello y opté por dejarlo suelto, mientras me maquillaba suavemente.

Al mirarme en el espejo me sentí hermosa y sencilla, tomé un abrigo negro y salí en busca de Edward y Vannesa.

Hicimos una parada en la casa de Jake para desearles a Carlisle y Esme un feliz año nuevo, Rosalie había
acompañado a Emmett a casa de sus padres. Leah había quedado huérfana cuando estaba en la universidad hacia
unos cinco años atrás, Edward había decidido pasar año nuevo conmigo y mis amigos así que Carlisle y Esme
estarían con Jake.

Llegar a ese departamento fue difícil, la tensión entre Leah y yo era demasiado latente y aun no entendía que carajos le
pasaba conmigo, aferre a Ness a mi mientras Edward hablaba con su hermano y sus padres dejándonos a las dos en
un incomodo silencio no nos miramos, no hablamos, no nada… Pude apreciar que ella miraba a Edward de una
manera diferente mientras él hablaba con sus padres. No podía negar que yo también lo estaba mirando, se veía
jodidamente sensual y varonil en ese pantalón y camisa negra, se había quitado su gabardina café al llegar al
departamento y remangado las mangas de su camisa debido a que el clima en el departamento era más cálido.

Por un momento nuestras miradas se cruzaron y el me dio su sonrisa patentada levantando la copa que tenía en sus
manos, lo que hizo que Leah se levantara del sofá dejándome sola me encogí de hombros y apreté a mi pequeña
parlanchina a mi cuerpo mientras veía a Esme acercarse a nosotras deseándome un feliz nuevo año al igual que
Carlisle. Los besé y abracé fuertemente pensando que quizá esta fuese la última vez que los viera.

Suspiré fuertemente cuando algo en mi pecho se contrajo, había intentado no pensar que hoy era nuestro día noventa,
pero si algo era real en estos últimos meses era esto: nuestro final. Edward se despidió rápidamente prometiendo a
sus padres encontrarse con ellos al día siguiente y el camino a casa de Alice fue en absoluto silencio, un ambiente
pesado y tenso se había instalado entre nosotros y no sabía muy bien porqué, salí del auto tan pronto Edward aparcó
fuera del edificio de Alice sin necesidad de esperarlo, se suponía que no teníamos que llevar nada pero Edward había
insistido en llevar una botella de Champagne libre de alcohol por Alice.

Dentro del departamento de mis amigos se desprendía ese cálido aliento de fin de año, Alice había decorado todo muy
navideño y mi pequeña había corrido hacia su mami tan pronto habíamos llegado dejándome extrañamente sola.

Garrett llegó minutos después, pensé que vendría solo pero Kate estaba a su lado, al parecer las cosas entre ellos
iban bien ya que se veían aparentemente cómodos juntos. Edward Y Jasper estaban jugando con una consola de Play
3 el último juego de God of Wars según lo que Jasper le había dicho a Alice, Garrett se unió al juego sin siquiera
saludar a Edward lo cual noté curioso, congraciamos rápidamente con Kate, era una buena chica, abogada que amaba
a su familia y aunque ella dijera que no sentía nada por Garrett era solo ver como lo miraba para saber que no era así.

Terminamos la cena entre una conversación amena Alice había preparado pernil en salsa agri-dulce junto con una
ensalada verde y un tipo de arroz que solo ella sabía hacer mientras que Carmen y la madre de Jasper se habían
encargado de colocar el vino, las uvas y todo lo demás en la mesa, era una costumbre irregular pero los Whitlook la
seguían fervientemente, recuerdo los año nuevos con Charles. Él y yo comiendo Pizza en el porche de la casa junto con
una Pepsi.

Sin celebraciones, ni tradiciones.

Charles era un hombre duro y silencioso el cual no mostraba sentimiento alguno por nadie, pero eso no significaba
que no los tuviera, era un hombre estricto a la hora de la disciplina y sus castigos eran algo retrógrados pero siempre
recordaba la pequeña arruguita que se formaba en su entrecejo cada vez que llegaba a casa con una excelente
calificación, su voz me decía que era mi obligación hacerlo, pero sus ojos y su arruguita me mostraban lo orgulloso que
estaba de mí.

Siempre, en estas épocas me acordaba de él, era como si de alguna manera el espíritu navideño y de año nuevo yo
pudiese por unos segundos atrapar a aquel hombre que siempre fue para mí un misterio.

Y mi única familia...hasta Alice y después Bree. Negué con mi cabeza el pensamiento que amenazaba con aparecer…
si, familia, hasta que llegó Edward a mi vida.
Edward … ¿Qué era Edward en mi vida?

No era mi primer amor, desafortunadamente Félix ostentaba ese puesto, Edward seria un amor pasajero que
esperaba olvidar pronto, el hombre que me enseño a sentir, a amar, no el amor adolecente e ingenuo que Félix me
había dado.

El timbre de la entrada sonó anunciando que alguien más había llegado y sacándome de mis cavilaciones. Estábamos
todos por lo cual miré a Alice de manera interrogante a lo que ella solo se encogió de hombros, la madre de Jasper fue
la encargada en abrir haciendo que Alice se limpiase las manos con un limpión, tomándome la mano para ir a ver
quién era al no escuchar la puerta cerrarse.

Felix estaba ahí, solo que no estaba solo, una mujer alta de cabello negro lo acompañaba y con ellos un pequeño niño
que se escondía detrás de una de las piernas del hombre que una vez creí amar.

Los ojos de Felix azules como el hielo se encontraron con los míos pero una vez mas no sentía nada, ni dolor, ni
pena… Nada… Felix era simplemente un mal recuerdo algo que sucedió y eliminaste de tu vida.

Edward Jasper y Garrett salieron del estudio de Jasper y no pasó por desapercibido para mí que la mujer que venía con
Félix se le dio una mirada depredadora a Edward, la rabia inundó cada segundo de mi ser, quizás hoy era nuestro
último día pero aún Edward Cullen era mío.

Caminé hacia él y sus brazos me recibieron como si no hubiese nadie en la sala, se le daba tan natural al maldito que
mi corazón se encogía cada vez que hacía algo como esto. —No es real Bella— me repetí. Quité un mechón de cabello
de su frente vanagloriándome de su sexy sonrisa ante de dejar un beso en mi frente, me felicité mentalmente por haber
aceptado el consejo de Edward y haber cedido en el vestido.

Por un momento me pareció ver algo de tristeza en el rostro de Garrett pero no fue hasta que Kate se acercó a él y
acarició su barbilla que medio sonrió, conocía muy bien a mi amigo y sabía que algo sucedía, luego le preguntaría.

Jasper me pidió disculpas con la mirada, pero no podía hacer nada, Felix era su hermano, así que simplemente me
encogí de hombros y deje que los brazos de Edward me hicieran sentir segura, mientras observaba la felicidad de la
madre de Jasper, la mirada reprobatoria de Alice y la confundida de Garret.

La cena fue tensa, Felix no dejaba de mirarme haciéndome sentir incómoda, Edward se portaba como el perfecto novio
encantador, parecía no notar las miradas furtivas que Heidy, la esposa de Felix, le daba y si las notaba la estaba
ignorando olímpicamente, incluso cuando ella se acerco a él sutilmente se alejo, por otro lado podía sentir los ojos de
Felix en mi, pero no se acerco… Tampoco creo que Edward lo hubiese permitido estuvo a mi lado casi todo el tiempo,
luego de la cena Felix se despidió de su familia alegando que debía asistir a un compromiso social. Garrett había
traído el postre así que Alice dispuso sentarnos en la sala para comerlo, no era muy tarde aún ya que nos iríamos
antes de la media noche siempre era igual. Salí al balcón de la casa de Alice, estaba helando pero en ese momento no
parecía importar, en solo un par de meses ella se había metido profundamente en mí y necesitaba escucharla, respiré
profundamente y marqué rápidamente los números de su teléfono

Pitido…

Pitido…

—Bueno… —silencio—. Bells, ¿eres tú? —la voz de Brithany fue suave.

—Hola Bree —dije en un murmullo, sentía un nudo en mi garganta pero no quería llorar.

—Hola Bells…

Silencio… Maldito silencio

— ¿Cómo estás? —Bree rompió el hielo, de fondo podía escuchar música por lo que me pareció que estaba en una
fiesta.

—Estoy bien, con Edward y los chicos… Tú… ¿Cómo estás?

—Mi padrino y los chicos están tocando en una fiesta privada…Te extraño, Bells —su voz se quebró y tomó todo de mí
para no quebrarme en ese momento.

—También te extraño —reconocí.


— ¿Has leído el diario? —suspiré—. Ese suspiro me da a entender que no lo has hecho.

—No he tenido tiempo Bree, sabes estoy algo corta de tiempo con la entrega del libro.

—Son excusas Bells…

—Es difícil Bree —peiné mis cabellos con una mano—. Tengo miedo de descubrir más cosas que en vez de ayudarme
me lastimen.

—Lo sé, pero hasta que no lo leas no sab rás la verdad Bells y no podré volver contigo, si tenemos fantasmas en el
pasado, si tenemos una madre que es una desconocida para amb as, es empezar desde cero Bells.

—Entiendo… Pero no se puede obligar al corazón a querer a alguien que solo te ha despreciado.

— ¿Cómo se está portando Edward, sigue siendo el novio perfecto y seductor? ¿Cuántas películas te ha arruinado? —
no pasó por desapercibido el cambio de tema.

—Varias —sonreí y pude escuchar que alguien la llamaba—. Quería desearte feliz año nuevo —dije en un murmullo.

—Feliz año nuevo, Bells, te llamaré mañana, te quiero.

—También te quiero —dije antes de colgar.

Respire fuertemente y fije mi mirada en los edificios que rodeaban el departamento de Alice observando todo y nada, la
cuidad parecía tranquila de este lado.

— ¿Por qué te gusta exponerte a un resfriado voluntario? —Edward acarició mis brazos suavemente.

—Hablaba con Bree.

— ¿La llamaste?

—Lo hice, es mi hermanita —dije encogiéndome de hombros.

—Vamos dentro —me giró y acarició mi mentón—. Esta helando aquí afuera —tomó mi mano entrelazándola con la
suya.

—Edward… —él se giró un momento y suspiré fuertemente, la pregunta había rondado en mi cabeza gran parte de la
noche—. ¿Conoces a la esposa de Félix? —me observó inexpresivo.

— ¿Importa si la conozco o no? —él arqueó una de sus cejas centrando su mirada verde en mí.

— ¡Te acostaste con ella! —ataqué sintiendo la ira bullir en mí.

— ¿De verdad quieres que te responda esa pregunta Isabella?—ironizó soltando mi mano—. Los caballeros no
tenemos memoria, Bella.

—Tú no eres un caballero —me reí irónicamente.

—Exacto, pero eso no significa que me gusta ventilar mi vida, sencillamente no es importante el que tú sepas cuantas
mujeres han pasado por mi cama, si me he acostado con la mitad de la población femenina de Nueva York o no, que
me haya o no me haya acostado con la señora Withlook no afecta nuestro contrato —soltó mi mano—te espero
adentro, no demores.

Pasaron varios minutos antes de que entrara de nuevo a la casa Edward no estaba en la sala pero Garrett, Alice,
Jasper y Kate reían por algo que había dicho G.

—Me ha encantado este párrafo, Bella —hasta ese momento me di cuenta de la Tablet en las manos de Garrett.

G leyó el párrafo que acababa de leer era el que Edward había corregido esta tarde en mi departamento, Edward entró
en ese momento al salón y mi mirada se enfocó en él, en cada palabra, en cada movimiento de su cuerpo. Parecía
disgustado, su mandíbula estaba tensa y la vena en su frente estaba resaltada algo que solo sucedía cuando estaba
enojado o excitado.

Luego de media hora de plática Garrett y Kate dijeron que debían irse así que aproveché para que Edward y yo nos
marcháramos también. Alice me apretó en un fuerte abrazo mientras murmuraba que tenía que ser fuerte y esconder
mis sentimientos, All me conocía mejor que yo misma y ella había redactado ese loco contrato conmigo, ella sabía que
hoy era nuestro último día, el camino a casa fue tenso y silencioso, Edward parecía aún disgustado y no tenía idea del
porque… O bueno sí tenía idea, más bien una pequeña noción del porqué.

Heidy …

El silencio me estaba matando, odiaba que se interpusiera entre los dos era como si estuviésemos separados por un
maldito elefante rosado, Edward estaba completamente rígido, podía notar la tensión de sus músculos debajo de su
gabardina café. Dentro del elevador el ambiente fue mucho más pesado la tensión entre ambos era tan espesa que
necesitaba romperla a como fuera lugar, era nuestro último día y mi cuerpo anhelaba tenerlo dentro de mí, deseaba ser
arropado por sus brazos… Dios, estaba tan perdida, simplemente no quería que esto terminara con él y yo
disgustados. — No quise hurgar en tu vida privada, Edward —dije sin mirarlo.

Silencio…

—Edward… —iba a hablar nuevamente pero él se movió hacia delante deteniendo el elevador.

—Esto no se trata de mi vida privada —dijo moviéndose rápidamente y encerrándome entre sus brazos —. No la vi, no
caí en sus insinuaciones.

—Te diste cuenta… —dije para mí misma.

—No soy ciego, Isabella —se burló—. Por supuesto que la vi, pero estaba contigo—sus manos tomaron mi rostro—.
Estaba contigo… —atrajo mi rostro al suyo besándome fuerte y pausadamente, una de sus manos bajó a mi cintura
mientras la otra se posesionaba en mi nuca manteniéndome pegada a él, coloqué mis manos en su pecho, mientras
disfrutaba de su sabor en mí, su aliento mentolado y su calor corporal; reteniendo cada segundo en mi mente, en mis
recuerdos, en mi corazón. Dejé que mis manos recorrieran su espalda hasta jugar con los cabellos en la parte baja de
su cabeza, Edward tomó mis manos colocándolas sobre mi cabeza y manteniéndola sujeta con una de sus manos. El
beso duró minutos, segundos, mi corazón latiendo a mil por segundo, su respiración errática mientras besaba
vorazmente mis labios, los sentidos abandonando mi cuerpo, mi voluntad destrozada por él, las barreras de mi corazón
resquebrajándose en cada jadeo ahogado por sus labios. Mis pulmones ardían pidiéndome aire pero no importaba,
solo importaba él, solo importaba el deseo que me estaba consumiendo, las ganas de llorar trabada en mi garganta.
Edward dejó pequeños besos en mi boca, mi nariz y dejó sus labios fijados a mi frente por unos cuantos minutos
mientras nuestras respiraciones volvían a su cauce.

Mi corazón tamborileaba en mis oídos mientras latía con normalidad, él dio un largo suspiro dejando que mis brazos
bajaran de donde los había colocado y aferrando una de mis manos con las suyas y separándose de mí para colocar
el elevador en marcha, el camino a mi departamento fue un borrón solo era consciente del agarre de Edward en mi
mano mientras caminábamos a mi puerta.

—Ve a tu habitación… —susurró con voz queda acariciando mi mano suavemente una vez estuvimos dentro del
departamento—. Espérame ahí.

Asentí y depositó un beso en la comisura de mis labios.

Entré a mi habitación enfocando mi mirada en el reloj colgado en la pared en treinta minutos se acababa este año,
suspiré fuertemente sentándome en la cama, ¿se suponía que debía desnudarme? ¿Esperarlo? Pasé las manos por
mis cabellos sintiendo el corazón martillando en mi cabeza y suspiré fuertemente acariciando mis sábanas blancas.
Negué con la cabeza no permitiendo que mis sentimientos me dominaran y abrí los ojos encontrándome con Edward
en el marco de mi habitación.

—Pensé que sería buena idea —dijo suavemente enseñándome las dos copas y la botella de vino, caminó lentamente
hacia la cama hasta colocarse de rodilla frente a mí, dejó la copa y la botella en un lado del suelo exhaló fuertemente y
tomo mis manos entre las suyas jugando con mis dedos y la esclava que me había regalado en navidad, fije mi mirada
en su cabello y zafe una de mis manos enredándola en sus cabellos cobrizos hasta descansarla en su cuello. Edward
negó con la cabeza y soltó mi mano para servir el vino tinto en las dos copas que había traído.

—Porque el nuevo año te dé todo lo que tú corazón espera, Isabella.

Te quiero a ti.

Tú eres lo que yo espero.

Eres lo que yo quiero.


Eres mi año nuevo, mi alegría, mi risa…tú solamente tú ¿porqué no te das cuenta? ¿Por qué?

Sin embargo sonreí.

—Lo mismo, Edward —chocamos nuestras copas y bebimos el contenido de las mismas rápidamente, Edward se
levantó quitando mi copa vacía y colocó ambas sobre el tocador, conectando su Ipod a los parlantes que él había traído
antes de volver a mí y ofrecerme su mano.

—Baila conmigo, nena —murmuró mientras las letras de los Rolling Stones inundaban mi habitación con Street of love,
nos movimos suavemente uno al lado del otro sintiendo nuestra cercanía, capturando estos momentos y negándome a
que mi rostro, mi cuerpo, o mis sentidos demostraran lo que estaba sintiendo. Edward tomó mi rostro entre sus manos
y lo guió de tal manera que nuestros labios estuviesen separados por centímetros.

—Mujhēdōbāra, baccēkōpyāra, Ājamujhēdōbārapyāra, Mujhēdōbārapyāra, laṛakī, Maiṁdūrajārahāhūm̐ ,


Mujhēdōbāralaṛakīsēpyārahai. Kalakēli'ēēkaĀjakēli'ēēkahī, Mujhēdōbārapyāra, Maiṁdūrajārahāhūm̐ (2) —sus labios se
unieron con urgencia y necesidad, no tenía ni idea que me había dicho, hundió las manos en mi pelo girando mi rostro
conforme a su beso, raudo, pasional y deseoso. Su barba picaba en mis mejillas pero no importaba, las manos de
Edward vagaban por mi cuerpo, apretando mis pechos, aferrándose a mi vestido, marcando la piel bajo la ropa. Sus
manos sujetaron mis caderas fijándome más a su cuerpo mientras acariciaba mi trasero y subía mi vestido, sus
manos expertas acariciaron mis bragas y sisee por lo bajo. — ¿Estás húmeda para mi, nena? —Acarició mi sexo sobre
la tela de encaje—. Por el amor de Dios… Isabella… Isabella —con sus dedos corrió la tela y acarició suavemente mis
húmedos pliegues, ya no había nada más para mí solo existía él, su cuerpo, sus manos, su erección caliente y fuerte
—. Tócame —susurró, mis manos temblorosas tocaron su miembro duro, ardiente y fuerte haciéndolo emitir un jadeo
ahogado—. Eso es nena… —ahogué un grito contra su hombro cuando dos de sus dedos me penetraron a la vez, baje
el ziper de su pantalón introduciendo mi mano y acariciándolo todavía más, Edward iba comando por lo que su
miembro quedó expuesto a mi mano… Piel con piel, deseo con deseo, masturbándonos mutuamente, besándonos
con lujuria y deseo, con la fuerza de un volcán que quiere estallar. Bombeo, penetraciones, respiraciones agitadas y
entrecortadas, el miembro de Edward endureciéndose en mis manos mientras mi centro se contraía estrepitosamente,
una mano en mi cintura, la otra mano en mi sexo, una de mis manos en su cuello y la otra en su miembro, labios
colisionando al compas de una canción desconocida, dos movimientos más, un punto en el interior de mi cuerpo y
pude ver los juegos artificiales antes de fin de año.

Jadeé aferrándome a su cuello intentando por todos los medios no desatenderlo mientras él me proporcionaba mi
primer orgasmo, sacó sus dedos de mi interior y me dejó probarme, lamí sus dedos con la destreza que él me había
enseñado y dejé su duro miembro entre sus pantalones para comenzar a desvestirlo, solté botón a botón con manos
temblorosas, saqué la camisa deslizándola por sus hombros y fue el turno de Edward para deshacerse de mi vestido.
Cuando ambas prendas estuvieron en el suelo solté su cinturón y el botón y la gravedad hizo su trabajo dejándolos
caer al suelo.

Él desnudo…

Yo en ropa interior…

Quince minutos para que el año acabase…

Edward tocó mi rostro con la punta de sus dedos y luego sus manos volvieron hacer el mismo recorrido por mi cuerpo,
suave y fuerte, dulce y violento. Se inclinó un poco alzándome hasta que mis piernas estuvieron fijas en sus caderas y
caminó conmigo en brazos hasta mi cama.

—Esta noche… —besó mi nariz y mis parpados—. Sirphasaccēpyārakōmahasūsakaranācāhatāhūm̐


,maiṁrahatēhaiṁgharamēṁlagarahā. Maiṁmērīnasōṁkēli'ē cala rahāhaibahutaadhikajīvana, haikyōṅkiBarbādakiyā.
Maranānahīṁcāhatāhai, lēkinamaiṁbhījīnācāhatēhaiṁ. Pahalēpyāramēṁ gira jātēhaiṁ aura
maiṁchuṭṭīkēli'ētaiyārakaratēhaiṁ.(3) —besó mi cuello con suavidad—. Nahīṁ, tumamērēli'ēkiyāthā,
lēkinamaiṁāpaisābēlāsvānapyārahaikimaiṁmahasūsakar atāhūm(4)

—Edward… —quería saber que me decía, la voz de Edward siempre sonaba sexy, era suave como si tocases seda…
Dios, lo amaba tanto… Quería saber, quería...

—Shssts —sus besos empezaron desde mis labios descendiendo por mi cuerpo mientras me estremecía bajo su
cuerpo, bajó los tirantes de mi sostén con sus dientes y dedicó el tiempo justo en cada pecho hasta dejarlos duros y
excitados. Descendió mordiendo suavemente la piel expuesta sobre mis bragas que desaparecieron de un ágil tirón.
Llegó hasta mis pies y bajó el cierre de cada una de mis botas hasta sacarlas de mí. Mi respiración era irregular y
entrecortada, notaba como el deseo hacía un rápido recorrido por mi cuerpo consumiéndome lentamente. Edward se
posicionó entre mis piernas abiertas guiando su miembro hasta mi sexo en un rose sensual, erótico y dedicado que
estaba llevando mi cordura a perderse en algún lugar del infinito y mas allá. Mi vientre se contrajo de anticipación,
humedeciéndome rápidamente mientras el jugaba a torturarme como cada uno de nuestros encuentro
demostrándome quién era el que llevaba el control, el glande encontró camino fácilmente hacia mi interior y Edward
tomó su tiempo para empalarme complemente, jadeando, gruñendo cosas mientras yo me aferraba a sus hombros
intentando por todos los medios de no estallar ante la sensación de su fuerte miembro tocando mis paredes interiores
con lentitud, cuando estuvo completamente dentro de mi, tomo una de mis piernas y la colocó sobre su hombro
empujando dentro de mí haciéndome arquear mi espalda y sentirlo aún más adentro si era posible.

— ¡Dios!… —iba a morirme del placer incontrolable que él me estaba dando solo con permanecer dentro de mí, mi
interior adaptándose a su grosor, a su tamaño. Su ceño fruncido, su mirada verde penetrante.

—Tan cálida, tan estrecha… Dios Isabella… A veces siento que nunca es suficiente para saciarme de ti… Siempre
quiero mucho más —comenzó a moverse dentro y fuera, imponiendo un ritmo constante y fuerte, respiraciones juntas,
corazones latiendo a un mismo latir, caderas entrelazándose, mi pierna libre enredada a su cintura, sus ojos mirando
los míos mientras él entraba y salía de mí. Los juegos artificiales coloreando el exterior, un año que había terminado
con él, un año que empezaría sin él. Aferré mis manos a su cuello y me impulsé para unir nuestros labios.

Nada importa solo el momento, ¡vívelo! Me grité a mi misma mientras mi cuerpo se consumía en el calor del infierno
provocado por Edward Cullen, mientras el espiral en mi vientre se contraía lenta y dolorosamente anunciando que
quedaría reducida a cenizas después que él me consumiera.

—Córrete, nena —y esa era la frase, ¿qué jodido poder tenían esas dos simples palabras? Siempre pensé que los
libros mentían pero era la orden implícita en ella la que hacía que el cuerpo reaccionara—. Dámelo Bella, me
pertenece, nena… Apriétame —y con la última campanada el grito escapó de mi garganta y me dejé ir en unos de los
orgasmos más placenteros que Edward me había entregado.

Edward no paro ahí y tampoco paré yo, durante las siguientes horas estuvimos uno enredado con el otro haciendo el
amor, follando como animales, teniendo sexo… No importaba como lo llamaba, en ese momento él era mío yo era
suya y lo demás era un contrato estúpido con clausulas ridículas con las cuales intente proteger mi corazón pero que
no había servido de nada porque había fallado en el intento.

Le pertenecía a Edward Cullen, solo esperaba que el dolor y la pena pasaran rápido.

Era suya, su propiedad, cerré los ojos mientras miles de electrodos de placer me hacían vibrar, en ese momento,
ese…yo retuve su piel en mi memoria, su boca carnosa que no volvería a besar, su rozar contra mi vientre, su aliento
fresco y menta, la sensación de su cabello entre mis dedos, sus jadeos, sus palabras sucias y demoledoras, su
lengua en mi boca, en mi ombligo en mi sexo, su penetración salvaje, todo él…todo, allí jadeando quise captar su
esencia, robarme su alma, guardarlo dentro de mi…no dejarlo morir, no permitir que mi amor por él se fuera con la
decepción hacerlo mío por toda la eternidad.

Edward se había quedado dormido luego de darme mi quinto orgasmo de la noche, era oficialmente primero de Enero
del 2013, me había cobijado con sus fuertes brazos y por varios segundos estuvo besando el tope de mi cabeza
mientras su mano vagaba distraídamente por mi espalda haciéndome erizar levemente, había apoyado mi cabeza en
su duro pecho acariciando con mis dedos sus abdominales fuertes y esculpidos, inhalé fuertemente reteniendo un
poco más su aroma en mí, mientras nuestras piernas yacían enredadas mutuamente, no fue hasta sentir su
respiración acompasada que subí mi mirada, había algo extraño en mí cuando lo observaba dormir, era como si
quisiera protegerlo lo que no entendía era ¿de qué? Edward era un hombre fuerte y sano además era un hombre que
no me pertenecía.

Desenredé mis piernas de las suyas y me zafé de su amarre sentándome en la cama del lado de los pies, para
observarlo, grabarlo en mi retina, busqué mi cartera con mi mirada, quería sacarle una fotografía; él era hermoso, su
cuerpo, su nariz perfecta, su mandíbula fuerte y vigorosa, su cabello post sexo… Todo él era una invitación a tener
pensamientos sucios y pervertidos. Negué con la cabeza y miré el reloj en mi pared.

4:25 AM

Dormir esta sobre valorado para mí esta noche, dormir era perder segundos en los que pudiera atrapar su esencia,
dormir era saber que despertaría sin él a mi lado y eso me estaba jodidamente matando.

Salí de la cama con cuidado de no despertarlo me coloqué su camisa negra y salí de la habitación necesitando un
poco de tiempo para mí, me sentía abrumada y triste. No quería llorar pero el nudo en mi garganta me estaba
colocando la tarea muy difícil, acaricié la cabeza de Frey cuando llegué a la sala y no pude evitar suspirar. Cada lugar
de mi departamento tenía un recuerdo de él y yo sabía que era una puta mala idea que él viniese aquí, todo esto era
una puta mala idea.
Yo sabía que terminaría entregando el corazón, había intentado no hacerlo pero ¿era posible? "El sexo no es solo sexo"
me habían dicho una vez, cuánta razón tenían en esas palabras, dos lágrimas descendieron sin permiso y las limpie
rápidamente negando con la cabeza y levantándome del sofá.

No tristezas… Por tres meses fue mío, me dio exclusividad, aun cuando él no es un hombre para una mujer… y si
fuese el caso no creo que podría soportar la carga que se obtenía al llevar una relación.

Tomé una Pepsi del refrigerador y abrí el balcón de mi sala buscando algo que enfriara mi alma, el cielo estaba opaco,
ninguna estrella lo iluminaba, estaba tan oscuro como estaría mi alma a partir de unas horas.

Estúpida… Estúpida… Estúpida

El corazón es nuestra conciencia y nuestra máquina de sentimientos y sensaciones. ¿Quién de nosotros no ha querido
aferrarse a la ilusión para ser felices un instante? Definitivamente al corazón no se le miente, siempre se desarma y
por muy hermético que lo conserves, siempre descubrirá la grieta que delatará tus verdaderos sentimientos que hay en
el interior aunque siempre queramos mentirnos auto engañarnos, pero solo con la mente... El corazón conoce la
verdad y es ahí la gran lucha interna. Crees que podrás abstenerte cuando simplemente te engañas, es una maldita
falacia que creas tú mismo para escudarte para no herirte pero al final… ¿Al final qué queda?

— ¿Qué haces aquí, nena? —Edward colocó una de sus manos en mi cintura mientras con la otra acomodaba mi pelo
a un lado de mi hombro dejando mi piel expuesta a sus labios, respiré profundamente y mi cuerpo entero tembló
cuando la humedad de sus besos se posaron en mi cuello mientras acomodaba mi cabeza dándole más acceso—. La
cama está fría sin ti, preciosa.

—Estabas dormido así que… —jadee—Edward por el amor a Dios —murmuré cuando sus dientes mordieron mi
hombro y su mano acarició mi entrepierna.

—No. Solo descansaba los ojos, no tengo intención de dormir esta noche nena… —su lengua lamió el lóbulo de mi
oreja y me pegué completamente a su pecho dejando que sus manos recorrieran mi vientre hasta apretar mis pechos
suavemente—. Es una maldita pérdida de tiempo —desbrochó un botón e introdujo su mano sobre la tela tocando mi
pezón—. ¿Te he dicho cuan jodidamente sexy te ves con mi maldita ropa Isabella? —su voz era ronca, sensual, mi
cuerpo se encendía lentamente bajo la sutil caricia de sus manos, mi espalda se arqueaba buscando más contacto
con él—. Pero me gusta más verte completa y absolutamente desnuda… —Me giro entre sus brazos y apoyo su mano
libre en mi nuca.

Engañar al corazón… Nunca.

Me entregué a sus besos, a sus caricias, al toque mágico de sus manos y la frescura de su aliento, dejé que mi cuerpo
expresara lo que mis cuerdas vocales se negaban a decir, dejé que una vez más él se fundiera en mí, dentro de mí, en
mi piel, en mi corazón, en mi alma. Edward lamió, besó, mordió cada pedazo de mi piel mientras yo hacía lo mismo
con él, nos dimos placer mutuamente, dejamos que nuestros cuerpos danzaran la música más antigua del mundo
entregados a una pasión indeleble, dejando huellas en la piel del otro. Succioné su cuello queriendo dejar una marca
allí y un grito de satisfacción salió de la boca de él haciéndome sentir poderosa al lograr que él obtuviera placer, utilicé
cada uno de sus consejos, de sus lecciones, hasta llevarlo al límite del deseo al clímax fulminante de entregarle su
satisfacción.

Edward se mantuvo unos minutos sobre mi sin dejarme sentir un gramo de su peso sus fuertes manos a lado y lado
de mi cabeza, su cabello pegado a su frente, y el sudor recorriendo los contornos de su rostro, sus ojos verdes
amatistas se fundieron con los míos mientras respiraba entrecortadamente, mis manos acariciaron su cabello y alcé
mi rostro uniendo nuestros labios en un beso que expresaba todo y nada… Era nuestro fin.

—Así como cuando la presa acorrala al cazador —murmuró entre dientes empujando fuertemente dentro de mí y
logrando un estallido de juegos artificiales mientras nuestros cuerpos llegaban a la cima del cielo.

Desperté la mañana siguiente completamente sola, la maleta de Edward no estaba a un lado de mi closet y no se
escuchaban los ladridos de Frey como en esta última semana.

Él se había ido y de la mejor forma, sin despedidas insulsas ni frases de cajón. Nuestro trato había terminado
oficialmente, me dejé ir, giré boca abajo en la cama aspirando el aroma entre las sábanas que aún olían a él…

No me rompí, no lloré pero tampoco me sentí bien, algo dentro de mí se sentía vacío y ausente…

Las siguientes semanas estuve bastante ocupada con la edición de "Atada a ti", Garrett y yo trabajábamos en conjunto
y aunque lo extrañaba terriblemente en las noches me conformaba con escucharlo hablar en el programa, un nuevo
chico estaba con él, Alec, era el nombre del nuevo sexólogo del programa y aunque no tenía la chispa y picardía que
Edward no era mal conductor.

Aun así las admiradoras de Edward estaban muy tristes y cada llamada era para rogarle que no se fuera. Más de una
vez estuve tentada a ir a la emisora simplemente para verlo. En más de una ocasión llamé y me quedé escuchando su
voz al otro lado del auricular. Hablaba con Bree esporádicamente y había intentado seguir con la lectura del diario de
Renée pero hasta ahora todo era lo mismo, ella seguía odiándome y deseando que me hubiese muerto por lo que no
le dedicaba mucho tiempo. A Alice había empezado a notarse su pequeña pancita curvada, Kate estaba de viaje por un
caso en su trabajo por lo que había retomado mi amistad con G, no había sido fácil explicarle el porqué Edward y yo
habíamos "terminado" pero Garrett siempre entendía y esta vez no fue la excepción, me atrajo a su pecho y besó el tope
de mi cabeza diciéndome que podía llorar si era lo que necesitaba.

Quería hacerlo… Pero no lo haría.

No con espectadores…

Un mes después me sentía hueca, hacía una semana que no leía el jodido diario, había llegado a la parte en donde
Renée había firmado los documentos para entregarme en adopción tan pronto saliera de ella y eso era más de lo que
podía soportar, Alice me había invitado a cenar con ella y Jasper puesto que mi amigo había ganado un caso y querían
celebrar pero Felix estaría allí. Últimamente él y Jasper estaban intentando recuperar el tiempo perdido y no quería
incomodar.

Así que estaba en mi sofá con un bote de helado de vainilla y chocolate mientras veía Titanic y sufría con Jack y Rose.
¿Algún día podría amar así? Negué con la cabeza suficiente sufrimiento tenía con haber abierto mi corazón al soltero
de oro de Nueva York, había dejado de escuchar el programa en un vago intento de sobre protegerme, pero todo me lo
recordaba: mi cama, mi ropa, el vino. Todo estaba relacionado con él.

Negué con la cabeza una vez más antes de que mis ojos se encontraran con la copia del manuscrito de "Atada" Garrett
me lo había traído en la tarde encuadernado y listo para que formara parte de mi pequeña biblioteca especial, recordé
la noche de navidad en la casa de Carlisle y Esme

— ¿Te irás de viaje tan pronto acab e nuestro trato? —pregunté sin mirarle, Edward se colocó a mi lado y sacó de su
pantalón el tub ito metálico encendiéndolo y llevándoselo a la b oca.

—Estaré un par de días en la emisora… Una semana si es mucho, he trasladado casi toda la totalidad de mis pacientes
al doctor Mclean, así que eso está cub ierto —inhaló de su cigarro—. ¿Es eso lo que te tiene así Isab ella? ¿Pensar en el
final de nuestro trato? —respiró fuertemente sin mirarme—. Traspasaste los límites estab lecidos en tu acuerdo y estas
sin…

—No —le corté sin verle—, simplemente quería darte una copia del manuscrito de "Atada a ti".

—Puedes llevarlo a mi departamento si eso quieres…

Quité la manta de mi cuerpo y corrí al baño moría de ganas por verlo aunque fuese solo un momento y yo había
prometido llevarle el manuscrito, me di un baño rápido mientras una verdadera sonrisa iluminaba mi rostro, me
coloqué unos vaqueros rasgados y un suéter cuello alto, estábamos a principio de febrero y estaba en mis días pero
nada importaba volvería a verlo hoy, era sábado y no había programa, él estaba en su departamento.

Ricé mis pestañas y alisé mi cabello en tiempo record, me coloqué unas botas y busqué una gabardina, el celular, las
llaves de Mikey y el manuscrito. Necesitaba verlo, necesitaba. Necesitaba ver a mi Edward, el hombre que me habló en
hindú aunque aún no supiese bien qué había dicho, necesitaba ver al hombre que me hizo besarlo, necesitaba su
calor, la seguridad que trasmitía. Lo extrañaba, su arrogancia, sus besos violentos y cariñosos, su toque erótico y
sensual, extrañaba hablar con él luego de una sesión de sexo, extrañaba todo lo que Edward Cullen representaba...
Amor, si, si lo era. Tenía la imperiosa necesidad de tenerlo a mi lado como en estos últimos tres meses.

Paul me saludó al verme llegar y tomé el elevador con el corazón tronándome en los oídos, no sabía qué haría Edward
al verme, tampoco sabía qué iba a suceder esta noche pero estaba preparar para llegar hasta donde Edward deseara
llegar, no importaba si mañana tenía que recoger los pedacitos de mi corazón del piso de su departamento, quería vivir
el ahora, este momento.

Llegue al Pent-house y me coloqué frente a la cerradura de Edward, busqué entre mis bolsillos el celular donde había
anotado el código era la fecha en la que habíamos firmado nuestro trato, digite los números rápidamente pero la
maquina me arrojo un error… Negué con la cabeza y sequé mis manos en mis vaqueros digitando con mas calma los
números pero la puerta no abrió, coloque mi palma en el lector y salió como "No Identificada".
Esto era extraño, llevaba tres meses digitando ese código era imposible que me hubiese equivocado… A menos que…
Cerré los ojos no pensando en la posibilidad, saqué mi celular y le envié un mensaje a Edward.

¿Estás en tu departamento? Tengo un paquete para ti. B-

EL mensaje no se envió por lo que intente con un texto y me recosté a la pared… Lo esperaría hasta que él llegase.

Era casi media noche y habían pasado varias horas desde que había llegado y había acabado sentada en el suelo
pensando qué había sido primero, la gallina o el huevo, cuando el elevador se abrió y sentí pasos pesados cerca. Alcé
la mirada para encontrarme con Edward caminando hacia mí.

— ¿Isabella? —mire a Edward de arriba abajo, estaba levemente encorvado, tenía una barba descuidada y se veía de
mal color, sus ojos verdes se veían opacos como si llevara muchas noches sin dormir… Como la mañana siguiente
después de muchas horas de sexo... —no pienses en ello— me reprendí a mí misma—. ¿Qué haces aquí? —su voz
como siempre fue suave, sensual y profunda.

Me levanté del suelo e intente sonreírle pero él seguía observándome indescifrable. —Estuve intentado entrar pero al
parecer he olvidado el código —me encogí de hombros evaluando su reacción.

—Bloqueé tu código —dijo fríamente y fue como si una pequeña daga se enterrara en mi pecho, Edward pasó a mi
lado sin mirarme y digitó su código rápidamente abriendo la puerta del Pent-house.

—Entiendo… —claro que lo entendía, yo no significaba nada para él.

—Tú sabes Bella que esto era por tiempo limitado, odio no tener privacidad en mi casa, es una de las razones por la
que solo Esme tiene un código. Debido a que nuestro trato se ha acabado no había ninguna necesidad de tener tu
código vigente —tiró el maletín que traía en las manos en uno de los sofá, no me había dado cuenta que traía uno, lo
que significaba que él no había estado en el departamento—. ¿Ya terminaste el libro, nena? —se quitó su chaqueta y la
dejo sobre el sofá—. ¿Quieres algo de tomar?

Asentí sin saber qué decir o hacer.

Edward se fue a la cocina y yo intenté controlar mi corazón, no parecía tan buena idea el haber venido, él no parecía
"feliz de que estuviese aquí", sus palabras habían sido frías y calculadoras, dándome a entender lo que ya yo sabía:
que esto se terminaría, que era un simple contrato de trabajo. "¡Hey yo te follo, te enseño, disfrutamos y se acab ó!" Y no,
yo no quería eso, no lo quería, pero no me humillaría, él no me amaba, yo fui un buen polvo, pero él no me amaba.

Regresó a la sala y me ofreció una lata de Pepsi cola —supe que el libro estará listo e impreso, pronto empezarás la
gira de firma de autógrafos, te felicito.

—Gracias —tomé la lata y no pude dejar de sentir el pequeño toque eléctrico cuando mis dedos rozaron su piel, pase
un mechón de cabello tras mi oreja intentando tranquilizarme—. El libro esta listo y pronto iremos a Nueva Jersey, allí
empezaremos la firma de autógrafos —este Edward no parecía al chico que yo había conocido tres meses atrás, era
tan… Distante, frío y duro.

— ¿Qué haces aquí Isabella? —la voz de Edward fue rasposa, su rostro estaba tenso, una máscara de dureza
realmente intimidante y cruel lo curvaba y sus ojos estaban inexpresivos, no había la chispa retadora que siempre tenía
—. Aún no me dices que hacías frente a mi puerta.

—Venía a entregarte el manuscrito de "Atada a ti" tal cual como te lo prometí.

—Podías haberlo dejado con Paul o enviarlo a la emisora, no era necesario que esperaras frente a la puerta de mi
casa —sentenció tajantemente, el dolor me laceraba pero por fuera estaba intacta, sus palabras no me dolían… No,
sus palabras eran dardos certeros a mi pobre y estúpido corazón.

—Yo… —suspiré profundamente y pasé saliva por mi garganta—. Quería entregártelo personalmente… Tú sabes,
gracias a ti el libro…

—Pude traer compañía, Isabella —me interrumpió—. No hubiese sido agradable para ella —recalcó la palabra ella—,
verte aquí, y ese libro es lo que es gracias a ti, yo simplemente fui un buen maestro —dejó la lata con refresco en la
mesa de café y fue hasta su bar dejando caer licor en una copa y bebiéndoselo de un trago para llenarla nuevamente
—. Terminaste el libro, nena, sabes todo lo que debes saber de sexo, ¿no soy un buen samaritano? Que no se diga
que Edward Masen Cullen no ha hecho su buena labor por la humanidad, he formado a una diosa del sexo —me guiñó
un ojo irónico y una sonrisa sardónica cruzo su rostro—. El hombre que te tenga será afortunado, linda.
Intenté que no notara lo que pasaba en mí pero sentía que las lágrimas amenazaban por salir. — ¿Cuándo es tu viaje?
—cambié de tema.

— ¿Te importa? —Murmuró alzando una de sus cejas y negó con la cabeza—. Mi viaje será pronto… —sonrió burlón—.
Estoy ansioso por viajar y darme una gran vida… Me amarán donde voy.

—Mmm… ¿Regresarás?

— ¿Quieres que regrese?

—Garrett va a abrir una nueva editorial junto con unos amigos, estoy escribiendo el nuevo libro que debo entregarle a
Aro para terminar los nexos con Volterra Editores… —peiné mi cabello hacia atrás—. Bueno tengo que escribirlo aún
no sé de qué tratará... Me preguntaba si tu… —Dios esto no era buena idea.

—Si yo…

—Si querrías darme una mano con esta nueva historia… —trague saliva—. Tú sabes teorías, me gustaría que se
centrara en el sexo tántrico y tú sabes mucho de eso.

—Sabes todo lo que tienes que saber de practica y teoría, consulta Google y Wikipedia y pon a volar esa imaginación
Isabella. Estas más que calificada para un libro de ese calibre, nada que ver a la insípida escritora que fue a hablarnos
de erotismo hace cinco meses a hablemos de sexo.

—Y eso fue gracias a tus enseñanzas.

Edward negó con la cabeza. —Eres muy receptiva, Isabella, puedes hacerlo tú misma, no me necesitas.

Quería gritarle que sí lo necesitaba.

—Tus conocimientos…

—Isabella —su voz fue fría como un iceberg, dura como un hierro—. No hay nada en lo que pueda ayudarte, te enseñé
todo lo que sé y más —sus orbes eran esmeraldas… Piedras frías y penetrantes—. Lo único que me interesaba de ti
ya lo obtuve —tragué saliva una vez más ocultando el dolor de sus palabras—. No estoy dispuesto a soportar estar con
una misma mujer y eso te haría daño, si vuelvo a tener un acuerdo sexual contigo sería más de lo mismo —mi pecho
se contrajo fuertemente—. El sexo se volvería monótono puesto que ya conozco cada rincón de tu cuerpo. Recuerda
que en la variedad esta el placer Isabella.

Huye… Te esta destrozando… ¡Vete, sal de aquí!—gritaba mi subconsciente—. ¡Sal de aquí ahora Bella!

Pero mi cuerpo parecía pegado firmemente al suelo de madera del departamento de Edward.

—No tienes nada más que darme y yo nada más que enseñarte —cada palabra era como mil puñales directos a mi
cuerpo, a mis ojos por ciega, a mi mente por idiota, a mi corazón por ilusa—. Tú oferta no me parece atractiva y no
puedo aplazar mi viaje, es algo que tiene que suceder, leeré el libro antes de irme y te enviare por E-mail con mis
apreciaciones… —murmuró con voz lacónica. Caminó hacia mí y tuve el instinto de retroceder pero no lo hice. Sus
labios quemaron en la piel de mi frente y luchaba por que ni una lágrima saliese de mí—. Busca quien te haga feliz,
Isabella —murmuró separándose de mí—. Tengo una cita importante, cuando te vayas cierra la puerta —dejó el vaso
en la mesita y tomo el manuscrito antes de perderse por el corredor.

Correr… Gritar… Huir…

¿Cómo respirar, cómo caminar, cómo vivir cuando tu maldito corazón está roto? ¿Cómo seguir aquí cuando sabes que
tu corazón ha tomado otro camino y que ya no te pertenece?

Si.

Mi corazón era de Edward Cullen.

Y eso jamás estuvo en el contrato. Ese fue el precio, un precio que yo pagué por sentirlo dentro de mí.

¡Dios! Que alguien me ayude, porque pueden pasar muchos años y no me arrepiento de nada.

Yo. Lo. Amé.

Lo amaría siempre.
.

Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh Llego el día del adiós! Como fue de difícil chicas espero que no quieran matarme hay una
canción que dice " todo tiene su final… Nada dura para siempre" Pos sabíamos que era un contrato y que se acabaria
en noventa días, que mejor manera de despedir un año que así…. En cuanto a Edd… Dios Edd esta matándome
porque lo que viene es mucho peor que haber bloqueado su código o dejarla en la sala para que se vaya seamos
fuertes y compremos klinex!

Mil gracias por esos MIL QUINIENTOS REVS! De verdad no me los creo es satisfactorio que una historia que nace de ti
llegue a esa cifra, porque significa que esta locura les gusta y eso hace que ponga mi mejor esfuerzo para que cada
cap sea mejor que el anterior, quiero como siempre agradecer a mis chicas, Vero, Gine, May, Salem, Eve, Adriana y Jo
(aunque no nos acompañe en este cap) los grupos Diana y sus chistes, El Harem del Doctor Sex y Locas por Dsex
Gracias chicas hacen mis días muy felices…

Quiero agradecer a los anónimos, los fantasmas, los que dejan y no dejan Rev, los que me han apoyado desde el
primer cap y los que se han ido uniendo en el camino, soy bastante flojita para contestar Revs, a no ser que me hagan
una pregunta no puedo estar todo el día en el pc solo un ratin y por las noches pero desde el cel leo todos sus
comentarios y rio con muchos de ellos, amo las teorías y mas de una vez me ha tocado cambiar el rumbo de la historia
pero no importa gracias!

Ahora sin mas chachara les dejo las traducciones de lo que Edward hablo en Hindu o "HINDI"

(si se dan cuenta a alguien le creció la nariz la mañana de navidad)

1. Ni la Estrella más lejana me impedirá verte.

2. Extracto de la canción Love me twotime : Ámame dos veces, nena. Ámame dos veces hoy, ámame dos veces, chica
me estoy yendo lejos. Ámame dos veces chica. Una para mañana. (Gracias a Lamb por prestarme su canción)

3. Extracto de la canción: Feel de Robin William: sólo quiero sentir el amor verdadero, sentir el hogar en que vivo.
Porque tengo demasiada vida corriendo por mis venas, desperdiciándose.

No quiero morir, pero tampoco tengo deseos de vivir. Antes de enamorarme ya me preparo para dejarla.

4. No se que hiciste conmigo pero creo que te amo Isabella Swan...


*Chapter 22*: Outtake: Elecciones EPov
Disclaimer: los personajes de Crepúsculo son propiedad única y exclusivamente de la señora Meyer, yo solo los
utilizo para mi diversión.

NA: Es un placer para mí decirles que esta historia está debidamente Registrada por SafeCreative bajo el código
1305285174880. Cualquier distribución, copia o plagio del mismo acarraría las consecuencias penales y
administrativas pertinentes.

Capítulo beteado por Jo Beta FFAD

www . facebook groups / betasffaddiction

No quiero morir,
pero tampoco tengo deseos de vivir.
antes de enamorarme
ya me preparo para dejarla.

Me asusto mucho,
por eso sigo corriendo.
antes de llegar
ya me puedo ver volviendo.

Feel

Robin Williams

Elecciones…

Bree se había ido y yo temía por Isabella, se había sumido en una depresión absoluta de la cual me tenía jodidamente
asustado, pasé la mano por mis cabellos y tallé mis ojos; me dolían mucho, era como si un par de dedos traviesos me
hubiesen pinchado, necesitaba hablar con Eleazar, no me gustaba mucho las sombras oscuras que estaba viendo,
supongo que eran los síntomas del final, la muerte me estaba rondando pero pelearía con la maldita, al menos hasta
que mi trato con Isabella estuviese claudicado.

Aparqué el coche en el sótano de Isabella y me bajé caminando hacia el elevador, algo en mí no estaba bien y ese algo
tenía que ver con ella. Isabella se estaba metiendo dentro de mí, bajo mi piel; en lugares que no conocía, que ni
siquiera sabía que latían, el ascensor paró en su piso y caminé hasta su puerta, tentado en abrir con la llave que Alice
me había dado o tocar… Me decliné por tocar.

Una… Dos… Tres veces, Isabella no abrió, saqué la llave de mi bolsillo y abrí rápidamente, podría decir que el
apartamento estaba en silencio y eso me hubiese dado menos temor, pero no era así gemidos y lamentos salían del
baño acompañados con arcadas, corrí hacia los sonidos.
—Bella… —susurré suavemente levantándola del frío mármol, se veía tan triste, tan rota… Negué con la cabeza,
prometiéndome a mí mismo que encerraría lo que fuera que sentía por ella, ella no estaría así por mí… nunca.

—¿Qué sucede nena? —Era una pregunta estúpida, pero sentía que ella necesitaba eso. No me equivoqué, Bella se
derrumbó aún más ante mis ojos, mostrándome que la chiquilla fuerte que se resistió por casi mes y medio a mí no
era más que un escudo protector que estaba tan golpeado, que un golpe más lo podría destruir; no quería eso, no para
Isabella, era una de las razones por la cual intentaba ser distante aunque era casi imposible. Cada vez que nuestras
pieles se rozaban la electricidad entre nuestros cuerpos era demasiada, me hacía querer más, sentir más—. Si tanto te
afecta que Bree se haya ido, ve por ella o llámala —sentencié, pero ella no dijo nada, la mecí entre mis brazos como si
fuese un bebé delicado—. Habla conmigo Isabella… —traté de darle confianza, habíamos quedado en que seríamos
amigos.

—¿Alguna vez te has sentido solo, Edward? ¿A pesar que tienes mil personas a tu alrededor? —Dios cuánto la
entendía, yo siempre me había sentido solo. De pequeño, mis padres siempre pasaban en reuniones sociales, creo
que fue una de las razones por la cual me aferré a Jake, porque quería a alguien junto a mí, pero no fue así. Ni Esme y
su abrazo profundo y cariñoso, ni Jake que estaba tan aferrado a mí como yo lo había estado a él, nadie llenó ese vacío,
nadie excepto…— ¿Has sentido que das mucho y recibes poco? O ¿que todos te decepcionan? ¿Alguna vez has
sentido que no sabes por qué caminas, vives y respiras? ¿Alguna vez has querido que alguien sea sincero y constante,
que te de lo que quieres? ¿Alguna vez has sentido lo que duele el rechazo y el abandono? —No dije nada. ¿Qué podía
decirle? Yo no era más que un egoísta que solo pensaba en mí, nunca daba más de lo que sabía que podía darle a
nadie, tenía una familia, dos hermanos unidos y una madre amorosa… No, yo no había pasado por lo que pasaba
Isabella, aunque tampoco sabía por qué exactamente ella había pasado. Isabella se levantó de mi regazo limpiándose
las lágrimas con fuerza—. ¡No lo has sentido nunca, maldita sea! ¡Así que no vengas aquí queriendo decirme que
sabes lo que estoy sintiendo, porque no lo sabes! Quiero llorar, aunque piense que el llanto es para débiles, quiero
maldecirme por ser tan confiada, tan ilusa, tan tonta como para creer que ella se quedaría junto a mí; estupidez o no,
soy yo la que estoy sintiendo cómo me derrumbo y me hago polvo mientras el mundo gira a mi alrededor y, ¡maldición,
quiero escapar! Quiero ir a un lugar donde nadie sepa quién es Bella Swan, ¡un lugar donde nadie me lastime! —
¡Joder! Grité mentalmente cuando ella corrió alejándose de mí, metí la cabeza entre mis manos gritando internamente
no estaba ayudando, no estaba haciendo una jodida cosa aquí y, sinceramente, no sabía cómo lidiar con esto. Sentía
perdido mis años de universidad, ¿podía darle consuelo? Yo, el hombre que simplemente estaba con ella para "follar",
sentí su llanto ahogado por la almohada y me levanté del suelo caminando hasta su habitación, me senté a su lado en
la cama sin tocarla ni hablarle, buscando las palabras exactas para animarla.

¿Por qué no? un buen amante no es sólo el que las hace gritar de placer, es aquel que está para escuchar, mimar,
comprender, sólo estar.

Le conté de mis padres, de mi familia y de lo solo que siempre me había sentido, la ataqué, la coaccioné, fui cruel pero
era lo que ella necesitaba, no auto compadecerla, necesitaba que ella misma quisiera tener la fuerza suficiente para
levantarse y mostrarle el culo a la vida a no depender de nadie. Caminé fuera de la habitación después de charlar con
ella, me dejé caer en el sofá de su sala, la cabeza empezaba a palpitarme y traté de serenarme y respirar
profundamente, no supe cómo me quedé completamente dormido.

Desperté la mañana siguiente irritado, la cabeza me dolía y había vomitado dos veces, tenía que atender a los Williams
y estaba harto de su maldito problema de comunicación; el sexo va ligado a todo eso, si no se comunican nunca van a
saber lo que de verdad les gustaba.

Rose tenía que cubrir un evento, por lo cual había que hacer un regrabado y odiaba los malditos programas
regrabados, sentía que perdía la esencia del programa. Como aderezo, Aro quería que hiciera una nueva programación
de todo el mes de Diciembre para el programa. Vi a Isabella aparecer por el corredor y, aunque quise sonreír no lo hice,
en cambio le di un frio y cortante buenos días. En sí, Isabella no contestó como para hacer mi día mejor, a pesar que se
veía mucho mejor que ayer, se mantenía callada y no había nada que me molestara más que el maldito silencio.

El día empezaba como una mierda completa.

Me levanté de la silla y tomé mi saco dispuesto a irme, pero ella me detuvo cuando estaba a punto de salir.

—Edward —me detuve frente a la puerta—, gracias… Por saber qué decir.

—Es mi trabajo Isabella, analizar y saber aconsejar, ser duro y realista, si en realidad tengo que serlo. —No me gire—.
Grabaremos por la tarde el programa de esta noche, ya que Rose debe cubrir el evento del hotel Hilton; será entre
cuatro y seis de la tarde, me gustaría mucho que pasaras por la emisora, quiero enseñarte algo. —Abrí la puerta
dispuesto a irme pero también dispuesto a arrancar a Isabella de ese abismo oscuro en el cual ella se estaba
enterrando—. Si no lo haces, te recuerdo que tú y yo tenemos un trato, vendré por ti y te llevaré de todos modos —
sentencié tajantemente.

Llegué a mi departamento y alimenté a Frey, atendí a los William con el jodido dolor de cabeza en su punto máximo y el
corazón palpitándome en la sien, tomé los dos comprimidos y me relajé por unos minutos antes de salir a la
inmobiliaria, por fin le habían conseguido un comprador al picadero, necesitaba deshacerme de él antes de que se
acabara todo esto.

En la entrada del edificio me encontré con Garrett, no fue un encuentro cordial, por supuesto, pero tampoco nos
agredimos, agradecí mentalmente que él fuese de salida.

Cuando terminé la negociación le envié un mensaje a Isabella, quería que ella estuviese segura que si no venía a mí,
yo iría a ella.

Su mensaje fue animado y algo sarcástico por lo que me atreví a jugar un poco con ella, mientras me subía al coche,
tan pronto terminé con Bella, un nuevo mensaje llego a mi celular: Heidy.

La había conocido en un bar dentro del campus de la universidad, sabía que tenía novio pero eso no nos impidió pasar
un muy buen rato en uno de los baños del gimnasio, había estado jodidamente asustado cuando supe que estaba
embarazada, afortunadamente, y por las cuentas no cuadraban las fechas, lo que me dejo más tranquilo. Luego ella se
casó con el jugador estrella del equipo de baloncesto… un cliché más: porrista y jugador estrella ¡bah! El celular volvió
a sonar con un nuevo mensaje de Heidy.

Había estado insistiendo con que nos viéramos pero no estaba de humor para hacerlo, además que Isabella ocupaba
todo mi tiempo libre, eliminé el mensaje del celular sin leerlo, por un momento pensé en llamarla pero a mi mente vino
ella…

Ella, Isabella. Aún puedo ver sus ojitos asustados cuando yo le propuse el jodido contrato. Sí, lo siento, lo siento, sólo
quería follármela, seamos sinceros, la cosita ni me miró cuando nos encontramos en el elevador y joder, Yo. Soy.
Edward Cullen. Se veía tan inocente y tan indiferente a mí que golpeó fuertemente mi ego, así que fue fácil y práctico
aprovecharme de su necesidad para llevármela a la cama, no me importaba un pepino su novela, yo sólo quería
quitarle su aire de inocencia, su moralidad virginal y su mirada de juzgamiento para conmigo. Sí, sí… lo sé, ¿eso
querían saber? Yo. Me. La. Quería. Tirar.

Pero ahora era todo tan diferente que me abrumaba. No era amor, estaba seguro como que el infierno quema que no
estaba enamorado de ella, era… atracción, química. Isabella era arcilla en mis manos, yo la estaba forjando y sentía
como si ella fuese una posesión, como si ella fuese mía; yo la estaba creando y la estaba moldeando para que ella
satisficiera mis deseos.

Miré mi celular encenderse con un nuevo mensaje pero eso no fue lo que me llamó la atención, la fecha me recordaba
que mi tiempo con Bella se estaba agotando y quería experimentar muchas cosas con ella, quería tenerla a mi merced,
quería ser el dueño total de su placer.

Sonreí ante el retrovisor del Aston tenía muy buenos planes para Isabella Swan… Todos ellos la incluían atada a mi
cama y a mi completa merced. El celular me hizo negar nuevamente, al parecer, Rosalie estaba impaciente.

—¿Qué pasa Princesa del hielo? —dije aquel viejo apodo que le teníamos de niña.

—¡Donde demonios estás! Aro está aquí y quiere hab lar sob re los camb ios del programa. —Miré mi reloj de pulsera.

—Lo olvidé completamente Rose, dile que en diez minutos tendrá mi trasero en la emisora. —Colgué y aceleré a fondo,
con una sonrisa de satisfacción en mi cara por lo que se me había ocurrido.

La pelea con Aro fue dura, el viejo simplemente quería joder, sí, JODER con mayúsculas y resaltados. La programación
para "Hablemos de sexo" era limpia pero él quería que reacomodáramos los temas, así que había pasado toda la
tarde en esto: reacomodar la presentación del programa, al menos había desistido de que cambiáramos el formato
como había sugerido en un principio. La cabeza me dolía como ya era normal desde hacía cuatro meses atrás, esa
maldita punzada nunca se iba, se apaciguaba pero siempre estaba ahí como una puta sombra. Me recosté en el sofá,
mirando mi cubículo fijamente, parecía como si un tornado hubiese pasado por él; resoplé audiblemente y cerré mis
ojos, presionando el puente de mi nariz y moviendo mi silla, un mal hábito que papá me había enseñado cuando tenía
unos cinco años, era uno de los pocos recuerdos que tenía de papá. Él estaba ocupado al teléfono y yo lo jalaba del
pantalón, así que me había subido a su silla y la había movido con su mano para que yo me quedara quieto.

No sentí la puerta abrirse pero sí el aroma de Isabella inundado todos mis sentidos, era jodidamente difícil entender
cómo ella me hacía sentir, mi cuerpo entero entraba en estado de pausa y el animal sexoso y brutal que exigía que la
fundiera, se calmaba bajo el arrullo de sus dedos en mi cabello. Lo sabía, estaba jodido, aunque me lo negara día tras
día Isabella Swan estaba metida bajo mi piel, pero si algo había de cierto en todo esto, en el placer que obtenía de su
cuerpo, en la forma en cómo mi corazón latía cuando nuestras pieles se rozaban. Debía exterminar cualquier cosa que
me uniera a ella, no es como si tuviese vida para empezar a ser un hombre de bien y correcto.

No, ya no era el momento, éste se había ido, se había ido para siempre.

El programa fue tema libre, empezaríamos la nueva programación la semana siguiente; fue entretenido, coqueteé con
varias chicas y me atreví a enviar un mensaje entre líneas a la mujer que me miraba desde la cabina, hacían muchas
semanas que no la tenía y mi cuerpo pedía que me enterrara en su coñito tibio y prieto.

Luego del programa nos fuimos a cenar, había hablado con Brithany y me había comentado una vez más sobre el
diario pero Isabella estaba completamente negada a hablar sobre el tema, decidí dejarlo pasar y llevar a cabo mi plan y
observar hasta donde llegaban los límites de Isabella, llevándola al mismo lugar en la que lo había llevado la primera
vez que la tomé como alumna, a diferencia de aquella primera vez Isabella me condujo hasta la discoteca.

Entre tragos y palabras lascivas, la llevé a la pista de baile, su cuerpo se amoldo al mío en la pista, que estaba
completamente abarrotada; chicos que más que bailar, parecían follar en seco. Agarré su cintura mientras sonaba una
de las tantas canciones de la reina de pop, mis manos recorrieron su cuerpo mientras nos mecíamos lentamente al
compas de la música, el aroma de su sexo era fuerte y penetrante nublando mis sentidos, haciendo que mi miembro
se empalmara como un puto mástil, las luces jugaron a mi favor opacándose hasta que lo único que podíamos ver
eran masas removiéndose una con la otra, podía sentir las puntas de sus pezones pidiendo a gritos que los girara con
mi lengua; los acaricié lentamente, dándole a entender que solo era cuestión de horas para poderlos degustar
libremente. Mientras sentía el éxtasis de los previos envolviendo mis sentidos. Isabella se entregada completamente a
mis caricias, introduje mi mano entre su ardiente piel y la tela de sus jeans, exclamando una maldición cuando me
encontré con su tibia carne completamente empapada por mis caricias.

Ella ahogó mi nombre en un murmuro y la toqué sin vergüenza y con maestría deseando por estar cerca a una pared y
enterrarme en ella hasta que dejase de existir.

Joder, si moría con ella apretándome, sería la muerte más jodidamente placentera que pueda tener. Presioné mis
labios sobre los suyos, calmando los pocos espasmos que recorrían su cuerpo o calmando mi necesidad de
penetrarla hasta que mi cuerpo se saciara del suyo.

Conduje a casa como un verdadero maniático y la acorrale en el elevador, como el leopardo que acorrala a un cervatillo
inocente. Rocé mi sexo con el suyo, deseando que el puto aparato fuera más rápido. Por lo general, nunca perdía el
control de una situación pero, sinceramente, mis estudios me importaban un infierno, quería Isabella desnuda y
dispuesta a entregarme tanto o más placer del que yo le daba a ella. La soldé a mí hasta llegar a mi departamento,
maldiciendo el puto sistema de seguridad autoimpuesto cuando el aparato me dio error dos malditas veces.

Era mi jodida casa y no podía anotar bien el maldito código, en lo único que podía pensar era en Isabella atada a mi
cama con las piernas abiertas y su coño rosado y calentito abierto para mí; era una necesidad superior a lo que había
sentido en otras ocasiones, era el deseo de marcarla como mi propiedad a pesar que sabía que no podía hacerlo, ella
no era para mí, mis días estaban contados y mi vida escapaba de mi cuerpo como un jodido reloj de arena
disolviéndose en el tiempo. La entrega de Isabella era absoluta, intachable y, joder, ya había sentido esa entrega de
parte de Emily y no podía soportar hacerlo nuevamente, la recosté a la pared embistiendo mi polla en su centro abierto
y protegido por sus jeans, lanzando mis labios con los suyos, mordiendo cada trozo de piel nívea y que solo había sido
tocada, besada e infamada por mis labios y por mis manos. Estrellé su espalda pequeña y delicada contra la pared sin
parecer que a ella le afectara y mordí sus labios con toda la lujuria que corría por mis venas, como un ejército
buscando guerra. La imagen de Emily, pequeña e inocente, se coló por mis sentidos haciendo que rompiera el beso
de forma tajante y brutal.

— ¿Qué estamos haciendo, Isabella? —Mi voz salió gutural por el esfuerzo sobre humano que estaba haciendo para
no romper sus ropas y tomarla contra la pared.

—No… no lo sé. —Mis ojos se encontraron con los de ella y acaricié su rostro como si la fuese a destrozar, como si
ella despareciera en cualquier momento—. No quiero saberlo, ni buscarle una explicación. —La besé nuevamente, tiré
de sus labios porque ella no me pertenecía, yo no tenía derecho a poseerla y porque esto acabaría y yo me iría. Ella
encontraría a alguien que en verdad la mereciera, tal vez sería el infeliz de Garrett o ese maldito novio que la buscaba
como un perro que ha recordado que olvidó un hueso en su patio trasero y ahora lo busca desesperadamente.

La besé con fuerza, con pasión, recordándome internamente que tenía los días contados, que el jodido aneurisma
estaba ahí, jodiendo mi puta vida y que si no fuera por este, quizás…
¡No!

¡No! no podía pensar así, no sería como esos hombres que se veían a minutos de su muerte y sólo pensaban en: Y
si…y si yo la hubiese encontrado, y si la hubiese conocido años atrás, y si yo pudiera sanar, y si yo pudiese tener una
vida junto a ella.

—No quiero herirte... —mordí su mentón—. Lo que tenemos acabará, ¿eres consciente de ello? —Ella asintió y buscó
mis labios, dándome a comprobar que había hecho un buen trabajo con ella; estaba tan sedienta de deseo como yo—.
No quiero lastimarte, Bella. Quiero que seas consciente de esto, de lo que somos —murmuré sin dejar de besarla,
necesitaba mantener ese contacto—. Júrame que no te enamorarás de mí, Isabella —dije, ignorando completamente
la opresión de mi pecho, ella murmuró mi nombre presa del placer, de sentir mi miembro palpitante de deseo por ella
presionando su clítoris sobre la tela del pantalón—. ¡Júramelo, Isabella! —Sus ojos se encontraron con los míos—. No
te enamorarás de mí.

—No… No me enamoraré de ti —gimió—. No quiero sentir nada por ti y sé lo que somos, eres mi maestro y yo soy tu
aprendiz. Tenemos un pacto. —Eso era lo que teníamos, un pacto, un tic tac que anunciaba que mi muerte estaba
cerca, todo estaba dicho, hecho, consumado y aclarado.

Esa noche entre las brumas del placer y la lujuria, Isabella se entrego a mí como nunca nadie lo había hecho,
dejándome el total y absoluto control de su placer, la frase en el dolor está el placer, nunca había sido tan real para mí
como cuando Isabella lo soportó por mis deseos, su pequeño cuerpo temblaba ante mis órdenes, nunca había sido
Dominante y nunca lo sería. El sumiso es quien tiene el absoluto placer, era el que colocaba los límites a la hora de
sentir; yo llevaba las riendas del placer pero ella me controlaba a mí con sus caricias tímidas e inexpertas, a pesar de
haberla tomado de todas las maneras que creía posible. Su culo se tornó rojo bajo el toque fuerte y brusco de mis
manos, jugué con su cuerpo, empujé sus límites y bebí de su cuerpo, me ahogué en sus gemidos, palpé su deseo y
me introduje tan dentro y profundo en ella, que gocé un placer sublime, que no había experimentado jamás.

Tenerla tan entregada a mi placer, era el punto suficientemente alto para estallar junto con ella en la altitud exclusiva de
éxtasis total.

La tomé una y otra vez esa noche, incluso volví a hacerlo por la mañana más de una vez, algo en mi interior quería que
el tiempo se detuviese pero, desafortunadamente, mi reloj biológico seguía haciendo tic tac y la bomba de tiempo hacía
su conteo regresivo.

Tenía grandes planes para ese día todos, incluían a Isabella apretada por alguna parte de mi cuerpo mientras gemía,
jadeaba y gritaba mi nombre entre maldiciones…

Lo sé, soy genial.

Isabella me preguntó porqué hablaba de la muerte y estuve a punto de decirle que me estaba familiarizando con ella,
ya me veía caminado por el túnel, porque… ¿había un jodido túnel, no?

¿Pero que era la muerte en sí? No estaba seguro si había un jodido cielo o un infierno y si existía, había cometido
bastantes pecados como para ir a asarme como pollo allá abajo, empecé a divagar sobre la muerte sin saber bien que
decirle y agradecí mentalmente cuando mi celular sonó.

—¿Qué onda chucho? —contesté al ver quién llamaba.

—¿Qué harás esta noche hermano?

—¿Esta noche? —miré a Isabella a los ojos, quería estar con ella, corrección quería estar enterrado en ella. Sus ojos
se encontraron con los míos, la voz de Jake me distrajo.

—Esta noche, Metallica dará un concierto en el Madinson, Emmett ha conseguido los boletos y tú sabes, quizá este es
el último concierto al que asistirás por terco y cara dura.

El tono de la voz de mi hermano era tranquilo y algo bromista, él me conocía, sabía que si me mostraba el dolor que
sentía, yo saldría corriendo.

—No te pongas melodramático, Jake —bufé—. ¿Es seguro que Leah vaya a ese tipo de lugares? Digo, por su estado.
—Pasé una mano por mi cabello pensándolo, Metalica había sido uno de mis grupos favoritos cuando era un
adolecente, pero si colocaba en una balanza a Isabella y a James Hetfield* el coño de Isabella, ella misma le ganaban
por goleada—. No lo sé, Jacob. Sé que es una de nuestras bandas favoritas…

—Vamos Edd por los viejos tiempos hermanos, mujeres y Rock and Roll, puedes llevar a Isabella si quieres.
—Eres exasperante, ¿lo sabías? —sonreí.

—Pero me amas, baby —dijo mi hermano con una mala imitación de chica—. Anda bebé, dime que me amas —se
burló.

—Está bien amor, nos vemos en unas horas —me burlé.

—Edward Anthony Masen Cullen, dime que me amas —refunfuño al teléfono.

— Te amo, nene —sonreí colgando antes de contarle los nuevos planes a Bella. Y tal como lo sospechaba, mis
anteriores planes se fueron al infierno.

El concierto estaba bien, a pesar que había visto ciertas miradas discrepantes de Leah a Isabella, entendía a Leah le
había jurado que ninguna mujer —que no fuera Esme— me tocaría el corazón cuando ella fue a reclamarme por herir
el corazón de Emily, poco antes del accidente que acabó con su vida.

Las luces, la adrenalina cantar a coro con los integrantes de la banda y tontear con Jake como cuando teníamos trece
años, me dejó un sabor agridulce en mi boca, esta era la última vez que haría esto con mi hermano y con Rose; bajé mi
mirada a Isabella que parecía una nena pequeña observando todo alrededor, cantarle a Isabella que yo era el dueño
de su placer mientras dejaba que su cuerpo se pegase al mío, la noche era jodidamente perfecta.

Sentí silbidos y varios comentarios sueltos de mis hermanos cuando atrapé los labios de Isabella en un beso
demandante y dejé que su figura se ajustara a la mía, nada me importaba; lo único importante para mí eran los labios
de Bella moviéndose contra los míos, el calor de su cuerpo y sus brazos aferrados a mi cuello… Podía morir en ellos y
sería jodidamente feliz.

Una pequeña punzada bordeó mi rostro y me separé de ella intentando no hacer ninguna mueca de dolor, sentía como
si nuevamente me estuviesen taladrando la cabeza, giré a Isabella dejando mi pecho pegado a su espalda y tomando
su cuerpo como apoyo, la vista se me nubló dejándome completamente en una oscuridad siniestra, no como las veces
anteriores que podía ver destellos de luz. Inhalé fuertemente el aroma de sus cabellos, tratando de no caer en pánico y
no alertar a mis hermanos y sus parejas; poco a poco a medida que cada canción acababa, el Madison entraba en un
frenesí de algarabía; mi vista fue cediendo poco a poco mientras sentía como el sudor frío corría por mi cuello hasta
descender por mi espalda.

Cristo… Inhalé más profundamente cuando las sombras empezaron a verse, relajé mi postura justo en el momento en
que Jake me preguntaba si me sentía bien y si teníamos que ir al hospital, Isabella también se asustó lo sentí en su
voz, ya que no podía observarla. Colocó sus manos en mis mejillas y le dije que estaba bien, sin poder verla
completamente. Jacob me conocía mejor que nadie y sabía que algo estaba mal. Bufó cuando Isabella mencionó mis
medicamentos para la migraña pero afortunadamente, ella no sospechó nada, Jasper recomendó salir antes de que el
concierto acabara y era lo mejor para Leah y Alice, traté de caminar sin tambalear, me aferré al brazo de Isabella
cuando sentí que las piernas me fallaron… Lo intenté, intenté no preocupar a nadie pero el taladro era infernal y cuando
Jake preguntó del uno al diez qué tan intenso era el dolor tuve que decir la verdad.

Diez… Era un jodido cien, pero él no había dado la opción. Mis brazos se sintieron pesados, mis piernas se volvieron
gelatina, dejé de escuchar el murmullo a mí alrededor y mis ojos se vistieron con un manto negro…

Me perdí.

No supe cuántas horas había estado inconsciente. Mi preocupación era Isabella, ella no podía enterarse de nada, pasé
mis manos por mi rostro sin saber dónde estaba y abrí los ojos lentamente, adaptándome a la luz blanca y
reconociendo dónde estaba: Un Hospital.

Miré a mí alrededor, observando a Eleazar, Jake y Carlisle y dejé caer la cabeza en la almohada, gritando una maldición
interna y cerrando los ojos. Que el jodido dolor de cabeza ¿nunca se iría?

—Edward —habló Eleazar, suavemente—, ¿puedes escucharnos? —asentí, aunque no quisiera. Más que sus voces,
escuchaba un pequeño zumbido que podía volverme loco—. Quiero que abras los ojos y me digas qué vez.

—Veo un hombre vestido con un manto negro y una especie de arma en su mano derecha supongo que entonces se
acerca la hora señalada —dije socarronamente mirando a Eleazar, no recordaba cómo jodidos había llegado al
hospital pero aquí estaba, enfundado en una sexy bata con horripilantes lunares negros mientras la maldita cabeza me
quería estallar; y Jake, Carlisle y Eleazar mirándome como un jodido fenómeno.

—No es un juego, Edward. —Carlisle me miró serio.

— ¿A no? —Enarqué una ceja mirando a mi padre.

—Ese es tu maldito problema, ¡joder! —gritó Jake—. Que tomas tu vida como un maldito juego y ¡no lo es! —
Nuevamente Jake vociferó y rodé los ojos.

—¿Y qué diablos quieres qué haga? —espeté—. ¿Qué dramatice porque me voy a morir?

Demonios Jake no lo hagas tú, el que tiene una jodida bomba en su cabeza soy yo ¡maldición! —Cerré los ojos y me
apreté el puente de la nariz enfadado con la actitud de Jake.

—¡Basta! —Carlisle se acercó a mí—. Basta ya, estoy cansado de esto Jake —miró a mi hermano con determinación—.
Sabes perfectamente bien que estos disgustos no le hacen bien a Edward.

—Su enfermedad es la que no le hace bien. —Refunfuñó mi hermano.

—Sal de la habitación Jacob. —Sentenció tajante Carlisle.

—Pero … Pa...

—Es lo mejor Jake —murmuró Eleazar con pesadez, sentí a mi hermano bufar y luego la puerta cerrada fuertemente—.
Edward, abre los ojos y déjame terminar de revisarte. —Suspiré largamente antes de que pegara mi cabeza en la
almohada y abrí los ojos, Eleazar hizo varios exámenes de rutina pero su ceño fruncido y la preocupación en su mirada
me dio a entender que no habían buenas noticias, casi reí, con Eleazar siempre las noticias no eran buenas.

—¿Y?

—¿Qué has pensado de la operación, Edward?

—Lo mismo que te dije la última vez que nos vimos, Eleazar. —De soslayo miré a mi padre, nos veía fijamente pero no
decía nada—. Ambos procedimientos son riesgosos y quizás tú lo ves como una salida cobarde para lo que está
sucediendo.

—Soy tu médico Edward, yo estoy aquí para apoyarte sea la decisión que tomes, pero por cariño hacia tu padre y
porque prácticamente creé este imperio con Anthony debo tratar de persuadirte, no estamos apostando mucho, la
resonancia ha revelado que el coagulo se ha extendido y, si sigue creciendo, va empezar a presionar tejidos y arterias.
Estás jugando tiempo extra y, lamentablemente, la pelota es de fuego, hijo. Vas a perder el equilibro más a menudo. —
La expresión de Eleazar era seria—. La visión se te irá completamente a ratos y el dolor de cabeza va a incrementar. —
Se acercó más a mí—. Se vale tener miedo Edward, pero no jugar con la felicidad de tu familia ni con tu vida, he estado
hablando con varios colegas en Houston, el doctor Tramell ha llevado a cabo varios casos como el tuyo, está dispuesto
a hacerte un examen exhaustivo y someterte a la operación.

—¿Sin riesgos?

—La vida misma es un riesgo hijo —murmuró Eleazar y yo asentí—. Tienes las pupilas dilatadas y te recomiendo que
descanses unos días, nada de sobre saltos, evita discutir con Jake o cualquier persona, tu presión es una bomba de
tiempo y es recomendable que la mantengamos estable —asentí nuevamente—. Piensa muy bien en todo lo que estás
haciendo y a cuántos puede afectar tu decisión, hay una chica en la sala de espera, se ve realmente preocupada por
ti… Incluso más que tu familia, me atrevería a decir, es la única que no se ha movido de la sala en toda la noche y ya
está amaneciendo —extendió su mano—. Confió en que harás lo correcto.

Eleazar dejó la habitación y el silencio se apoderó del lugar.

«Hay una chica en la sala de espera, se ve realmente preocupada por ti… Incluso más que tu familia, me atrevería a
decir, es la única que no se ha movido de la sala en toda la noche y ya está amaneciendo».

Miré a Carlisle de soslayo nuevamente, ya no me observaba, estaba ahí apoyado en la pared como si diez años le
hubiesen caído encima de sopetón, sabía que gran parte de esa carga era mía.

—Carlisle…
—¿Sabes cuánto está sufriendo Esme por esto? —dijo sin mirarme—, ¿te alcanzas a imaginar Edward?

—Lo sé, papá. Sé que mamá está triste pero no es la decisión de nadie. Yo…

—Cuando te adopté —me interrumpió y pasó la mano por su cabello—… Edward, se supone que tú me enterrarías a
mí, es la ley de la vida.

—Sabes perfectamente que no será así —Carlisle se acercó a mí.

—Siempre fuiste un chico fuerte e independiente, no me extrañó para nada tu deseo de emanciparte a los dieciséis
años, nunca. —Su voz se quebró y pude ver el atisbo de lágrimas en sus ojos—. Nunca he rebatido tus decisiones,
Edward, pero no puedo simplemente quedarme aquí y verte morir, es una decisión cobarde y egoísta, carente de todo
lo que tú eres.

—Nadie me entiende —murmuré era mi turno de interrumpir—. Fuiste —negué con la cabeza, corrigiéndome—… Eres
un excelente padre pero por nada del mundo dejaré de ser yo, no podría soportar el verme postrado en una cama, o
perder facultades que he tenido hasta ahora. Estoy cagado de miedo Carlisle, y si no puedes entender eso y ser el
padre que has sido hasta ahora, entonces creo que tendré que irme antes del desenlace final.

—Escúchame bien, Edward Cullen —bufó con irritación—. No irás a ninguna parte y se hará tu voluntad, como siempre
se ha hecho, aunque eso no signifique que nos estés causando dolor desde este momento. Le diré a tu madre que
has despertado.

—Quiero ver a Isabella —dije suavemente— antes que nada y sé que Jake está fuera, dile que pase. —Carlisle asintió
antes de salir de la habitación.

Me senté en la cama colocando las manos en mi cara, ¿qué demonios está pasando conmigo? ¿Qué carajos estoy
haciendo? Yo era el Casanova, el hombre que sólo pensaba con su maldita polla, no me importaba una mierda nada,
¡ni nadie!

Y toda mi jodida vida se fue a pico el mismo día que un par de ojos oscuros se cruzaron con los míos, es como si todo
se derrumbara; si al principio pensé que sería genial bajarle los humos de monjita muerta y remilgada, y ahora…

Ahora solo quería tenerla para mí, pero eso era un imposible.

La puerta se abrió lentamente y Jake entró haciéndome mirarlo, estaba cabizbajo. Suspiré fuertemente, volviendo a
armar la máscara indestructible que debía tener, por el bien de los que amaba.

A veces me asombraba la capacidad que Jake tenía para leer a las personas, él era el único en quien había confiado al
contarle el trato que me unía a Isabella y mi hermano, estaba completamente seguro que Bella sentía mucho más de
lo que admitía por mí y que sería sincero con Leah si ella le preguntaba qué estaba pasando, no podía obligar a Jake a
mentir por mí. Carlisle se estaba demorando en traer a Bella y Jake me estaba desesperando con su pequeño e
inofensivo interrogatorio.

— ¿Sab es si Carlisle fue a b uscar a Bella? —dije finalizando el tema "Bella".

Pero era Jake, por un demonio, me hizo saber muy a su manera lo que pensaba de mi "relación" con Isabella, aparte
de decirme su repertorio de consejos no solicitados y los que estaba ignorando olímpicamente, con preguntas
escuetas y sonrisas irónicas; lo último que necesitaba en este momento era que alguien se enterara lo que creía que
estaba sintiendo, era mejor así, sin más testigos que yo mismo. Traté de cambiar el rumbo de la conversación pero
como les dije, era Jake, siempre le valía mierda si sus concejos eran bien recibidos o no pero si lo hiciera, no sería mi
hermano del alma… Afortunadamente, una enfermera entró y eso lo obligó a mantenerse callado. Unos minutos
después se despidió y fue en busca de Isabella… Dios, solo esperaba que no empezara a hacer preguntas y que no
estuviese muy asustada.

Jamás me tomé la muerte en serio, la muerte solo había sido una puta que se había llevado a Elizabeth, la mujer
florero devota de un hombre, que me cantaba canciones de cuna, me daba un beso en la frente y me horneaba galletas
de miel y Anthony, el hombre de negocios que nunca tuvo tiempo para jugar a la pelota con su hijo… ¡Y una mierda! La
jodida muerte podía llevarse a todo el mundo menos a mi pequeño círculo MI FAMILIA, la que yo elegí. La muerte era
eso que le ocurría a los demás no a mí, y no quería morir, no quería, pero yo simplemente he sido un cobarde… Lo
sigo siendo, preferí dejar entrar a la parca en mi vida que a cualquier otra persona que no fuese Carlisle, Esmerald,
Rose y Jake.

Y sin embargo, heme aquí muriendo, siendo un bastardo con esa familia que digo amar, intentando apartarlos,
haciéndome el fuerte para que con el tiempo ellos no sufrieran, diciéndoles que estaba preparado para este paso, y
haciéndoles creer que yo no era necesario en la vida de ellos.

Ahora, a punto de morir, entendía, que si yo no era necesario para ellos, ellos lo eran para mi.

Eran todo.

Todo lo que me importaba, y si he de hacer este sacrificio, comportarme como un maldito egoísta para que todos
sintieran que al final yo sólo era una carga.

La enfermera me sonrió, avisándome que pronto volvería para cambiar la intravenosa, pero todos mis sentidos se
enfocaron en el aroma de la chica que apenas había abierto la puerta.

Mi corazón dio un latido agónico, al ver las sombras oscuras debajo de sus preciosos orbes, tenía una mueca dolida y
triste pero si mirabas bien, si te enfocabas en esos orbes oscuros encontrabas algo que no quería ver en nadie:
preocupación. Inhalé fuertemente y reinstalé mi mueca fanfarrona antes de invitarla a acercarse; al principio se mostró
resistente pero moví mis dedos invitándola a tomar mi mano y apretándola fuertemente, sintiendo su calor, el
cosquilleo que se formaba en mi piel era tan diferente que cuando estábamos desnudos en la cama era… era
especial. Di un beso en su palma abierta y sintiendo su temblor y mi deseo subir a niveles que solo subían cuando ella
estaba junto a mí.

Una vez más negué que fuese amor. No podía permitírmelo y tampoco podría destruirla, esto iba a acabar en poco
tiempo, solo esperaba llegar hasta ahí.

Traté de quitar la melancolía y la tristeza de sus ojos, incitándola a pasar la tarde conmigo pero ella se negó, habló algo
sobre una petición de Esme pero ella no sabía exactamente qué era, a pesar de mi propuesta y mis vagos intentos de
seducción, Isabella se fue arguyendo que tenía que terminar un capítulo de su obra. Dos horas más tarde, estaba en
mi vieja habitación en la casa Cullen.

A pesar de lo que pensaba, Esme no me había dicho nada, no había llorado ni había intentado que cambiara de
opinión; una cosa era decirlo, expresarlo con palabras y otra muy diferente era no verlo en su mirada. Estaba
quedándome dormido cuando un sonoro portazo me hizo brincar en mi antigua cama.

—¡Eres un maldito hijo de puta! —Gritó Leah fuertemente.

—Vaya… ya veo que mi pequeño sobrino tendrá que limpiarse los oídos con antiséptico —ironicé.

—Joder Edward, no me vengas con esas putadas, que carajos está pasando por tu maldita cabeza.

—Leah…

—¡Que Leah ni que mierda! ¡Es tu vida Edward!

—¡Por eso! Es mi maldita jodida vida Leah, a nadie debe importarle, toda mi puta vida he hecho lo que me ha dado la
jodida gana, que te hace pensar que esta vez iba a hacer diferente.

—¡Tienes una opción! —La puerta se abrió, Carlisle y Jake entraron a la habitación; Jake abrazó a Leah que tenía
gruesas lágrimas en sus mejillas pero no eran de tristeza, no eran como las lágrimas de Esme, eran lágrimas de
frustración; ella había jurado que me vería sufrir por amor pero, al parecer, no llegaría ese día; yo no permitiría que
nadie supiera lo que me pasaba con Bella, eso sería un placer para ella.

—Es una opción que no quiero.

—Eres una gallina… Te enamoraste de ella y aún así no quieres luchar, ni por ella ni por tu familia, no eres más que un
maldito cobarde Edward Cullen, tal cual como te dije que eras. —Sonreí sardónico porque de hecho sí lo era, no puedo
decir que nunca había sentido algo por alguien, conocí a la familiar Clearwater cuando tenía diez años, Tom era amigo
de Carlisle y hacía muchos años que él había estado fuera del país en una reserva indígena en baja California México.
Recuerdo el día que lo vi, era muy parecido a Jake físicamente, al menos en el color de sus pieles y algunos gestos, mi
hermano estaba feliz que hubiera alguien más que pudiera llamarme cara pálida, tal como lo hacían él, Leah y los
mellizos Emily y Seth.

Cuando Charlotte me enseñó a besar, mi segundo beso fue con Emily, era linda y usaba ropa linda, no como Leah que
usaba vaqueros y camisas anchas muy de chicos. Ella y Jake se metían al garaje y que —según ellos— para reparar la
moto que Jake estaba reconstruyendo; a los 14 años, Jake tenía una altura superior a su edad, aún así no era más alto
que yo, solo que Jake era músculos; él se interesaba en su cuerpo.
Yo me interesaba en el cuerpo de Charlotte y en Emily…

Emily era dos años mayor que yo, ella ya había besado antes y me enseñó algunos trucos, dos años después ellos
volvieron a México y Emily y yo teníamos conversaciones por E-mail; nuestra amistad creció, siempre le escribía.
Incluso a los 16 empecé mi viaje nómada… Cuando Emily regresó, yo no estaba. A los años yo regresé y me topé con
ella, una verdadera diosa color ébano. La hice mía aplicando en ella todo lo aprendido en mis viajes… Emily se
ilusionó, pero yo tenía planes diferentes. Ella quería el vestido blanco y los bebés llorones, el perro ladrando y lo
demás; yo quería disfrutar de mi sexualidad, experimentar, tenía 20 años y estaba en la época de tirarme cuanta mujer
pasara por frente de mí, no es que esa época hubiese cambiado ahora, sólo que Emily no me importaba, no como yo
le importaba a ella. Dos meses después, ella, Seth y sus padres murieron en un extraño accidente de auto.

A raíz de mi rechazo, Emily estaba deprimida y sus padres habían decidido hacer ese viaje por carretera para animarla
un poco, Seth se les había unido pero Leah estaba con Jake, ella no quiso viajar, al perder a su familia Leah dirigió su
frustración a mí. Yo no tenía la culpa de su muerte, pero Leah me recriminó no haber tomado el amor de su hermana;
yo me culpaba de haber perdido a mi mejor amiga. Leah juró ver el día que yo sufriera por amor… Ella se alejó de la
familia mucho tiempo, sabía que mi hermano y ella se hablaban pero no volví a verla. No hasta que Jake fue a buscarla
y le propuso matrimonio hace varios años.

Leah siguió despotricando ante la mirada de Jake y Carlisle, entendía a mi hermano y a mi padre; no es como si
pudieran hacer algo, en este país estaba permitida la libre expresión. Una pequeña punzada me hizo cerrar los ojos y
apretar fuertemente mi tabique, medio segundo después Carlisle estaba junto a mí, diciéndome que debía mantener la
calma y Jake se había llevado a su esposa de la habitación.

Carlisle me aplicó algo y caí en la inconsciencia.

El lunes desperté alrededor de las diez, Esme me informó que Gianna se había hecho cargo de todos mis pacientes y
que colocarían un regrabado del programa debido a que era mejor que no saliera de casa, me sentía como si tuviese
cinco años, lo único bueno del jodido día fue que pude jugar Play, el nuevo juego de GTA estaba de puta madre. En la
tarde Esme me hizo brownies y cené en familia, como hace mucho tiempo no lo hacía, estuve tentado a marcarle a
Isabella muchas veces pero al final me quedaba mirando una de las fotos que me había tomado de ella mientras
dormía, estaba boca abajo su cabello se deslizaba por su espalda en ondas castañas dispersas y la sábana negra
cubría solo su trasero. Miré la fotografía por horas bueno, mi celular estaba topado con fotos de Isabella, deslicé mi
dedo en la pantalla táctil hasta llegar a una foto en especial, Bree la había tomado en Central Park el día que habíamos
tenido el percance con aquel tipo que fue su "novio", la tenía tomada por la cintura mientras la besaba. Su cintura era
delgada y pequeña tal cual como a mí me gustaban, su piel era suave y blanca, casi tan traslucida como la mía, sus
pechos tenían el tamaño adecuado: hermosos y voluptuosos, sin ser exagerados; coronados con dos aureolas rosas y
un muy bien proporcionado pezón. Sus manos eran finas y delicadas, sus piernas largas y esbeltas a pesar de pasar
tanto tiempo en converse y su coño… Jesús, su coño era tan perfectamente pequeño, apretado, delicado, caliente,
suave y me quedaba malditamente corto. Con una sonrisa en el rostro y mi miembro pidiendo un poco de atención, me
quedé dormido en mi pequeña cama de adolecente.

El martes me levanté con ánimos renovados, el jodido obrero que trabajaba en mi cabeza taladrando mi cráneo había
decidido tomarse un día libre —o al menos eso esperaba—, iba a ir a mi oficina porque necesitaba atender a los
Wilson, una pareja joven que lidiaba con una infidelidad de parte de Henry Wilson —no podía culparlo, su esposa
parecía un espantapájaros—Tenían un bebé de tres años llamado Thor… Bueno no me asustaba, el señor Wilson era
aficionado a los comics y Thor parecía darle seguridad, ¿era el dios del trueno? ¿O ese era Percy Jackson? ¡Mierda!

Esperaba que fuera al infierno y no al Olimpo o a Asgard.

Bajé las escaleras silbando animadamente, quería ver a Isabella, la invitaría a almorzar y luego de ahí la llevaría a la
casa para hacerle el amor toda la tarde. Cerré los ojos y me corregí a mí mismo. Yo no hacía el amor, yo follaba y listo;
con Isabella hice una excepción la primera vez simplemente porque era virgen. Yo nunca había estado con una virgen y
se sintió jodidamente placentero, supongo que debo tacharlo de mis diez cosas que tengo que hacer antes de morir,
aún me faltaba montarme a un taxi y pasear por el puente de Brooklyn y decirle al taxista que tenía diez años de
haberme lanzado del puente y muerto, sonreí por mi propia broma y llegué al comedor donde Carlisle y Esme estaban
desayunando.

Le di una mirada pícara a Vicky, la nueva empleada de mis padres… Genio y figura hasta la sepultura y a mí, me
quedaba poquito para estar tres metros bajo tierra, la chica se sonrojó y salió corriendo como si hubiese visto al diablo.
Carlisle negó con la cabeza colocando el periódico sobre la mesa antes de tomar su taza de café y Esme me miró mal,
me encogí de hombros y les sonreí llevando un bocado de huevo a mi boca justo antes de desviar mi mirada hacia el
periódico, más específicamente a una maldita foto.
¿Quién mierdas era el imbécil que la tocaba?

Manejé como un maldito maniático hasta el departamento de Isabella, veía rojo, negro, malditamente endemoniado,
me importaba una verdadera mierda si me chocaban; no es como si fuese a disfrutar una gran vida. Mientras conducía,
mi mente recreaba al maldito tocando a mí mujer, ella era mía, ¡mía! Tocando su piel como sólo yo podía tocarla y eso
me encolerizaba mucho más, Isabella Swan no iba a burlarse de mí, no iba a quedar como un maldito cornudo solo
porque lo nuestro ya acababa. No, eso no podía permitirlo, no supe cuántos semáforos me pasé en rojo ni si iba a la
velocidad adecuada, lo único que quería era tener el cuello de Felix Witloock en mis manos y retorcerlo hasta que el
maldito jadeara como pez fuera del agua y luego, enseñarle a Isabella que con Edward Cullen no se juega.

Entré al edificio sin saludar al portero, estaba seguro que si abría la boca no saldría nada bonito de ella, llevaba el
maldito periódico atado como una puta roca a mi mano, golpeé el elevador fuertemente, al ver que estaba demorando
mucho para llegar. Isabella vivía en el cuarto piso y yo aún conservaba un buen estado físico, así que tomé las
escaleras sin importar si el jodido aneurisma le daba por estallar, necesitaba una explicación, necesitaba encarar a
Isabella Swan, ¡ya!

La cabeza me palpitaba, para cuando toqué la puerta de Isabella estaba exaltado, malditamente furioso, pude sentir la
voz somnolienta de Isabella, me abrió enojada por mi manera de tocar pero le tiré el periódico en el pecho, sin
importarme si le hacía daño o no; estaba enfadado, no… estaba puto, cabrón, jodida y absolutamente cegado. ¿Qué
demonios hacía Isabella con su ex? Si algo me había enseñado la jodida vida, era que la mejor arma del ser humano
era herir al otro antes que este te hiriera a ti y, con las palabras, yo era el mejor. La acorralé, empujé sus límites, dije
todo lo que pasaba por mi maldita cabeza sin detenerme a pensar.

Se enojó.

Me enojé aún más, sangre diluyendo en mis venas. Ira recorriendo mi ser, mi respiración errática, la maldita punzada
que decía que debía calmarme.

—Tú eres mía Isabella, mía, ¡joder! —Uní nuestras frentes porque ella era mía. ¡Yo la había creado!—. Dilo —La
empujé contra la pared sin importarme ser delicado con ella—. Dilo… Di que eres mía, di que me perteneces, solo yo
he tocado tu cuerpo, solo yo puedo hacer que tu sangre arda, que tu corazón se acelere —besé su cuello, pegué su
cuerpo al mío, oliendo el exquisito olor de su excitación, solo yo podía hacerla sentir así, yo podía tomarla, yo podía
enterrarme en ella y follármela hasta que ambos estuvieron exhaustos. ¡Ella era malditamente mía! Y esa era la única
verdad—. Dilo… —ordené estrujando aún más su cuerpo.

—Soy tuya… Pero tú también eres mío. —Y no era mentira, lo era—. Tú me has creado… Pero no eres nada sin mí. —
No medité en sus palabras, ella me besó con hambre, con furia, tal cual como yo besaba, con la misma hambre con la
que yo devoraba su cuerpo noche tras noche, ella era perfecta para calmar el animal interior que habitaba en mí, el gen
sexual que afloraba cada vez que veía a una linda mujer… Isabella solo era una de las tantas mujeres reprimidas que
vagaban por el mundo sin despertar su verdadero yo, un yo que Edward Cullen había traído a la luz, un yo que se
consumía cuando nuestros cuerpos se rozaban… Una amazona, una afrodita en mis manos. No supe cómo diablos
llegué a su habitación, la pasión era exorbitante, el deseo clamaba por más y la lujuria se había levantado como un
tsunami exorbitante que anulaba todos mis demás sentidos, en ese momento no me interesaba más que estar
fuertemente enterrado en Isabella, su cuerpo sudado sobre el mío, que me enseñara cuánto había aprendido conmigo,
y aumentar mi ego de semental al saber que yo había creado a la mujer perfecta a la hora de follar.

Entregada, apasionada, cooperativa, estimulante, incitadora, sexual… Y malditamente hambrienta por el deseo.

Sus besos, sus caricias, su manera de moverse… Toda ella era una invitación al pecado, al deseo, a fundirse tan
malditamente dentro de ella hasta ser una sola persona y joder, creía que algo estaba pasando, algo en mí que yo
pensé que no sucedería jamás. Isabella Swan se estaba convirtiendo en más que un coño en mi vida, ella se estaba
convirtiendo en todo.

Y no podía permitírmelo…

La observé dormir porque era un pequeño placer culpable, aún estaba erguido y enterrado fuertemente en ella gracias
a mis prácticas sexuales, amaba el tantra tanto como las mujeres. Acaricié la curvatura de su espalda con las yemas
de mis dedos vanagloriándome de la suavidad de su piel, de su aroma dulce mezclado con el olor a sexo que estaba
impregnado en la alcoba, había pasado casi una hora desde que ella había caído sobre mí después de encontrar su
liberación, también me había corrido, había maldecido cuando alcance al clímax luego de un par de contracciones
pélvicas de Isabella, ella sabía cómo hacerme estallar, no sabía cómo lo había averiguado pero no era la primera vez
que lo hacía. Muchas mujeres habían pasado por mi lecho y no con muchas llegaba al punto total del éxtasis, sabía
gracias a mis aventuras y enseñanzas, que se puede alcanzar el placer sin expulsar ni una gota de semen pero con
Isabella, a veces era imposible controlarme, mi miembro se irguió más si era aún posible. Acaricié su trasero,
imaginando que antes de que todo esto acabara debía hacer una pequeña exploración por ahí, enseñarle que el sexo
anal no es tan traumático ni espantoso como lo suponían la mayoría de las mujeres. La sentí removerse sobre mí y
sus ojos somnolientos se enfocaron en los míos, quiso apartarse pero no se lo permití, se sentía bien tener su peso
sobre el mío; acaricié su espalda nuevamente hasta separar los cachetes de su trasero y guiando mi dedo a su orificio
anal, su cuerpo tenso me indicó que al parecer su plan no era el mismo que el mío.

La dejé ir, extrañando el calor de su cuerpo y luego, recordé que estábamos cerca de navidad y a la fiesta de
aniversario de Esme y Carlisle…

Su historia era bastante extraña, Carlisle había conocido a Esme en una competencia de equitación; viudo y con una
hija de cinco años a quién criar, no quería estar en una relación pero —según él— cuando había visto a Esme, supo
que era la indicada. Habían tenido un momento de separación pero fue una navidad en la que él supo que quería pasar
el resto de su vida con ella. Esa tarde Carlisle fue por Esme y le pagó una suma bastante grande para que un juez los
casara. De niños, Carlisle siempre nos decía que cuando el amor llegaba, había que hacer lo posible para poder
conservarlo.

Jake y Rose lo habían hecho yo.

Yo era un alma libre.

O eso creía.

Salí de mis pensamientos al ver la mirada cabizbaja de Isabella, ella estaría sola en navidad y no quería que estuviese
con Alice o con el perro sarnoso de Garrett. No cuando su lugar era conmigo, así que la invité/obligué a ir conmigo.

Las semanas pasaron rápidamente, entre delegar mis pacientes a un colega, la emisora y mis momentos con Bella
se me iba casi todo el día, quería tenerla para mí completamente y, la fiesta de Carlisle y Esme era la ocasión perfecta.

Llegamos a los Hamptons antes de almuerzo familiar, me sentía fatigado y el obrero en mi cabeza había decidido
saltarse las fiestas y seguir moliendo mi cráneo… Joder, porqué no me moría de una sola vez y ya. Coloque un CD en
mi viejo reproductor y me tomé una de las pastillas para el dolor, quité los cojines de la cama y me recosté con
Isabella, solo quería que el mundo dejara de girar, que el taladro se detuviera aunque fuera solo un momento.

Alguien allá arriba aún intercedía por mí. Cuando desperté unas horas más tarde sin dolor extrañamente. Almorzamos
con mis padres entre miradas nada agradables de Leah que había dejado de hablarme desde aquella discusión en
casa de mis padres, Esme me miraba con dolor y me dolía lastimar el corazón de una mujer que solo había tenido
para mí amor y más amor; trataba de no mirarla de frente, rehuía de su compañía, ella no podía hacer esto más
placentero. He tenido una buena vida, solo que mi vela se acabó más rápido, pasé la mano por mi cara cuando Leah
se acercó a mí con mala cara.

—Por favor, Leah, no ahora —dije dándole una mirada de suplica, si bien no tenía dolor de cabeza, estaba aún fatigado
y más de una vez la vista me había fallado; claros síntomas de que mi final estaba cerca, solo esperaba poder durar
una semana más, que era lo que faltaba para que Bella y yo termináramos nuestro trato.

—No quiero que te mueras y luego vengas a jalarme el pie, solo porque estamos disgustados —sonreí—. Edward, ¿no
hay nada que podamos hacer para que cambies de decisión…? —Negué—. ¿Ni siquiera por tu sobrino? —La observé,
se podía ver una pequeña curvatura en su vientre—. Jake dice que puede ser un niño, ¿quién va enseñarle a conquistar
chicas? —Volví a sonreír—. Sabes que Jake es un asco.

—Tú te encargarías de enviarlo a una academia militar antes de que yo pueda darle alguno de mis trucos —Leah
sonrió—. Es mi decisión, Leah.

—Pero hay una opción —me interrumpió.

—Riesgosa como los mil infiernos.

—No tienes miedo… —cayó unos segundos, de soslayo la vi suspirar—. Tienes miedo de morir —negué.

—Tengo más miedo a quedar como una escoria. —Llevé el vaso con soda a mi boca—. A ser una carga para alguien
más, tengo 29 jodidos años Leah, no quería morir así pero ya llegó mi hora, todos tenemos una —Leah asintió.

—No llamaré a mi hijo Edward —dijo tajante.

—No, él merece llamarse como tu padre o tu hermano, Seth era muy joven y Tom era un buen hombre. No como un
follador empedernido como yo. —Leah sonrió pero sus ojos se llenaron de lágrimas—. No llores, Leah —dije,
abrazándola fuertemente—. No quiero esto, ¿vale? Quiero verlos feliz.

—Esme no lo está.

—Era una de las razones por la cual no quería que se enterara.

—Es la última navidad que pasarás con nosotros.

—Por ello, debería ser feliz. —Le di un último abrazo y caminé hacia Isabella, era hora de prepararse para la fiesta. No
había visto su vestido pero sabía que se vería hermosa, usara lo que usara. Ella era hermosa en jeans y camisillas,
aunque era mucho más hermosa desnuda. La dejé en mi habitación mientras iba a vestirme a una de las habitaciones
de huéspedes.

Estaba terminando de atar mi corbata, cuando Carlisle entró a la habitación pensé que iba a decirme algo pero como
cuando tenía diez años arregló mi corbata, me dio un fuerte abrazo y susurró que estaría abajo recibiendo a los
invitados.

Terminé de arreglarme, intentando controlar mi típico peinado de recién follado y tomé mis pastillas para el dolor. El
telón estaba puesto y la función debía continuar, hasta que mi reloj biológico dejara de hacer tic…tac.

Ver a Isabella enfundada en ese vestido rosa, que se adhería a su cuerpo como una segunda piel ajustándose a cada
una de sus curvas era más de lo que podía pedir o desear, decir que se veía hermosa era poco para lo que veían mis
ojos, iba a tener un ojo puesto en ella toda la noche.

Tenía tacones supremamente altos, por lo cual estábamos casi de la misma altura, no pude evitarlo y la besé; la besé
suave y pausado tal como mi corazón dictaba, nuestros labios parecían bailar al compás de una hermosa canción,
canción que me hacía sentir unido a ella.

Por un segundo cerré los ojos, y aspiré fuertemente su olor, mi corazón palpitó con fuerza al entender que en uno o dos
meses aquel olor se perdería para siempre. Yo no era un hombre religioso, sin embargó algo en mí rogó que si existía
el cielo, éste tuviese el olor de Isabella Swan.

¡Era tan hermosa! Quizás no iría al cielo pero llegaría al infierno sabiendo que yo tuve a un ángel en mis manos,
besando su piel, no, no era un hombre religioso, pero en aquel momento entendí que Dios me había dado un regalo.

Me di cuenta lo que había estado negándome desde hacía unas semanas atrás, me di cuenta que bajo la perspectiva
de estos meses junto a ella la vida anterior de maldito casanova se ve asquerosa, vana, arrogante y tonta. Con Isabella
en mí vida ésta tenía luz, la muerte no existía para mí, mi mente la bloqueaba pero eso no quería decir que no estaba
ahí, la parca me seguía los pasos cada vez más de cerca. Aunque nada importaba; si no le decía no la lastimaría y eso
era lo importante, lo realmente importante era lo que había comprendido, no sabía que me faltaba hasta que dormí
junto a ella, no entendía el concepto de intimidad hasta cuando su piel danzó junto a la mía. ¡Dios!, nunca creí que tenía
un corazón hasta que la vi en el baño de su departamento tan triste y dolida que mi alma lloraba junto a la suya. No
sabía que podría amar, hasta que mi alma vio que ella tenía lo que yo —en el fondo de mi corazón aquel deseo estaba
guardado bajo miles de candados— buscaba y lo peor de todo, lo había comprendido cuando mis días eran una
bomba de tiempo.

—¿Por qué no nos conocimos antes? —La pregunta salió de mi boca antes de poder evitarlo, Isabella gimió y tensó su
cuerpo, el tono y la connotación era triste y melancólico, antes que pudiera decir algo la besé de nuevo, tratando de que
ella viera que no todo era un juego. La besé intentado retener en mis sentidos el aroma de su cuerpo, el contacto de su
saliva, impregnándome en ella.

No es como si pudiera amarla….no había posibilidad, mi futuro no existía.

No había tiempo.

No es como si ella mereciera a alguien como yo.

Yo no la merecía.
La voz de Jake nos hizo separarnos, Rosalie quería que bajáramos, así que jugué un poco con Bella y ella retiró el
labial de mis labios antes de bajar, Rose no tenía buenas noticias: Esme estaba arriba y no quería salir de la
habitación, Leah me dio una mirada de muerte y Jake bajó su rostro para que no viese sus ojos, suspiré dando un
beso en la frente de Bella y diciéndole que bajaría pronto, le había prometido no dejarla sola.

Subí las escaleras, sabía lo que me esperaba al atravesar la puerta de la habitación de mis padres, había estado
evitando hacer contacto visual con Esme o quedarnos solos en algún momento, quería que ella disfrutara y sabía que
estaba siendo fuerte. Leah tenía razón en algo, esta sería mi última navidad con ellos e inconscientemente, estaban
todas las personas por las cuales sentía mucho más que un cariño especial. Suspiré fuertemente al llegar a la puerta
e hice sonar mis nudillos, preparándome para lo que me esperaba dentro, toqué dos veces y el suave "adelante" de mi
madre me dio la fuerza para entrar.

La habitación estaba semi oscura pero podía ver a mi madre sentada frente al gran espejo de su tocador, su rostro se
veía tan desolado, tan triste, parecía una muñeca rota, rota por mi culpa, yo la estaba haciendo sufrir ¡pero no quería! no
quería que nadie sufriera, porqué no podían entender que eso era justamente lo que estaba evitando, el dolor de verme
postrado en una cama, o no saber valerme por mí mismo. Inhalé profundamente, evitando las lágrimas, recordando la
primera vez que la vi. Recuerdo cuando ella parada frente a mí luego de la muerte de mis padres, me decía que no
intentaba remplazar a mi madre pero que desde ese día en adelante yo sería su bebé, y era un niño grande pero aún
así me emocioné por eso, porque yo quería a mamá y ahora que no la tenía estaba solo, porque papá también se
había ido; solo tenía a Jake pero más bien él me tenía a mí. Yo quería llorar porque ya no iba ver más a mi mami pero
cuando estaba a punto de hacerlo, me di cuenta que tenía un ángel que me llamaba bebé; sí, Esmerald hizo que yo
fuese un niño feliz, ella me dio todo su amor y yo la hacía sufrir.

—Mama… —No sabía cómo empezar una conversación que sabía traería más dolor y tristeza a su alma—. Rose… —
Esme negó con la cabeza y una solitaria lágrima se deslizó por su mejilla—. No mamá… No… —caminé hacia ella,
postrándome de rodillas frente a su silla y tomando su rostro con sus manos—. No llores mamá, por favor. —Pasé una
mano por mi cabello y luego la devolví a su rostro—. Por favor, no lo hagas más difícil mamá, no tú. —Mi voz se quebró
—. Quiero ser feliz mamá, quiero que estés feliz.

—¿Cómo puedo estar feliz? —Acarició mi rostro con sus manos quitando con sus suaves dedos las lágrimas que
habían salido sin mi autorización—. Tú eres mi hijo, Edward. —Sus ojos se anegaron en lágrimas, nuevamente—. No
puedes pedirle a una madre que sabe que su hijo va a morir, que haga como si nada estuviera sucediendo, Edward —
sorbió su nariz—. Es imposible que me pidas que disfrute de esta fecha sabiendo que puede ser la última en la que
pueda verte, abrazarte o bailar contigo—negó con la cabeza—. No puedes pedirme que haga como si nada estuviese
pasando cuando la vida se escurre entre tus dedos.

La apreté contra mi pecho, no quería que hablara, no quería que dijera más nada; la quería feliz ahora conmigo,
celebrando que aún estaba aquí con ella, que pasaríamos navidad como siempre, que bailaría conmigo su primera
canción como la primera navidad que pasamos juntos como familia, cuando ella tomó mi mano y me dijo que debía
bailar con ella porque yo era su hijo del alma, quizás no compartíamos ADN pero ella era mi madre; la real, la que pasó
noches enteras conmigo cuando estaba enfermo, la primera que me apoyó cuando le dije que quería emanciparme.

—Sé feliz por mí mamá —le dije con la voz quebrada evitando llorar y que Isabella o Rose se dieran cuenta de lo que
había sucedido aquí arriba cuando bajara—. Siempre me has apoyado, y sé que es duro pero es mi decisión, sé que
es dolorosa pero será momentáneo; con el tiempo, el dolor pasará mamá —dije sin separarme de ella—. No será un
dolor permanente.

Esme se separó de mí, negando lentamente y tomando mi rostro con sus suaves manos, tomé una de ella y la llevé a
mis labios, besándola suavemente.

—Antes de adoptarlos, Carlisle y yo intentamos tener un bebé por todos los medios, estuvimos a punto de lograrlo pero
yo no era lo suficientemente fuerte y él se fue. —Una lágrima rodo por su mejilla—. Han pasado casi veinte años desde
que aquello sucedió, fue algo natural pero él estaba completamente formado, nunca he podido olvidar cuando Carlisle
lo trajo a mí envuelto en una manta. —Junté mí frente a la de ella—. Una madre no olvida, Edward —su voz volvió a
apretarse—. Tú has vivido conmigo mucho más que ese bebé que no llegó a nacer. No debes decirme que el dolor
pasara porque el dolor estará siempre aquí —me separó de ella y apuntó su corazón—, tú siempre estarás aquí. —No
pude controlarme y volví abrazarla, hundiéndola en el hueco de mi cuello mientras mis barreras se derrumbaban,
dejando al hombre de 29 años que estaba muerto de miedo, por un final que estaba demasiado cerca y que nadie
podía evitar.

Después de un par de abrazos y besos, pude convencer a Esme de bajar aún así, se aferró a mí en el baile mientras
me decía que debía luchar por mi vida. El resto de la noche alejé el hecho de que estaba desahuciado y me limité de
absorber todo de Isabella, la besé bajo el muérdago y bailé con ella, disfrutando de su aroma y su cercanía, hasta que
llegó esa jodida canción que no sé porqué la hizo huir de mí. Le di su tiempo y bailé un par de piezas con Leah, ella no
volvió a decirme nada con referente a mi aneurisma y yo lo agradecí en silencio. Salí a buscar a Bella y la encontré en
una de las terrazas laterales, con la cabeza cabizbaja; acaricié sus hombros notando que estaba helada. Tuvimos la
conversación más extraña que habíamos tenido desde que empezó nuestro trato y, por un momento, solo por un
segundo, me pareció que ella intentaba decirme algo pero al final, cambió la conversación drásticamente. Volvimos al
salón y seguimos disfrutando de la noche.

No sabía a qué hora me había dormido, de lo único que estaba seguro era que no quería despertar, era uno de esos
días que mi cabeza estaba en calma. Sentí la voz de Isabella en mi rostro pero no quería moverme, es más, me parecía
una idea genial pasar todo el día en la cama con ella pero como siempre, Isabella no compartía mi magnifico plan, la
dejé ir no muy contento pero, mientras ella estaba en el baño, saqué algo que había encontrado en mi habitación, en el
departamento de Esme y Carlisle. Para ser más exacto, en mi antigua habitación de adolecente.

Isabella volvió, no estaba desnuda como se lo había solicitado pero se veía nerviosa como el infierno, ella estiró su
mano hacia mí, atragantándose con las palabras y entregándome un CD de uno de mis artistas favoritos, me giré en la
cama alcanzando mi pequeño obsequio, era la esclava que mi madre me había dado la noche del accidente. Mamá
había pasado vacaciones en India —uno de mis países favoritos— poco antes de casarse con papá, ahí había
comprado esa pequeña joya. No era el valor económico que esta contenía, era de oro blanco con una estrella en el
centro en oro amarillo; la inscripción en la parte de atrás era el regalo real: "Ni la Estrella más lejana me impedirá verte"
pero cuando ella preguntó, no fui capaz de entregarme a ella.

—Dice: Gracias por la oportunidad —murmuré mintiendo, sus brazos se enredaron en mi cuello antes de colocarla en
mi regazo y besar su hombro. Inhalando y guardando profundamente en mi interior su aroma. Iba a morirme pero al
menos, podría decir que conocí a alguien que trastabilló mi mundo completamente.

Al llegar a su departamento, la invité a quedarse en mi casa pero ella se negó. Si Mahoma no iba a la montaña, la
montaña iba a Mahoma, así que alisté una pequeña maleta con mis cosas personales y a Frey, decidido a no
despegarme de Isabella por los próximos siete días. Pasando el resto de la semana en su departamento, quería
disfrutar y aprovechar cada uno de los minutos que me quedaban con Isabella; estar con ella en los momentos de la
recta final, recordar su rostro, sus labios suaves y sensuales, ella no caía en los clichés de morderse un labio para
verse sensual, ella era sensual… con sus sonrisas tímidas. Vimos películas, me enterré en su cuerpo sin importar el
lugar o la hora; los dolores de cabeza seguían, mi visión se apagaba por momentos en las noches y, mientras
encendía el cigarro electrónico, la observaba dormir. Era malditamente feliz viendo cómo el sol se reflejaba en la
curvatura de su espalda, había noches en que sólo la abrazaba a mí mientras hablábamos de todo y nada, esos eran
los mejores momentos los que atesoraba en el corazón. Cada día veía como Isabella se colocaba frente al diario que
Bree había traído de Arizona, en el que supuestamente estaba la verdad de la madre que compartían. Tenía curiosidad
sobre ese libro por eso, una noche después de hacer que Isabella llegara a la cima tres veces, caminé hasta la cocina
sentándome en el taburete y abriendo el jodido libro.

Sabía que no debía hacerlo, esto no me pertenecía ni debía de importarme, pero algo me impulsaba a leerla. Pasé las
primeras páginas en blanco y luego una letra bastante infantil apareció… Era Renée.

La mujer al principio era despreciable pero poco a poco con el pasar de las hojas, pude darme cuenta que todos los
seres humanos temíamos algo, el miedo era algo jodido, pero siempre nos dejábamos envolver. No podía culpar a
Renée, aunque al principio quería tenerla viva y frente a mí para estrangularla después, desde el punto vista profesional
podía entenderla: era una niña, asustada por su padre y con una madre marioneta… Si supiera Renée cuánto la
entendía, cerré el diario no queriendo invadir más la vida privada de Bella; respiré fuertemente colocándolo donde ella
estaba y volviendo a la cama junto a Isabella. No pude evitarlo, cuando mi piel estuvo cerca de la suya, supe que la
necesitaba más de lo que creía, me coloqué sobre ella y mordisqueé el lóbulo de su oreja.

—Te necesito nena —susurré en su oído, mi corazón dolía solo por el hecho que Isabella había pasado por mucho y
aún le faltaba mucho más, si la intuición de Jake era cierta—. Bella… —susurré nuevamente. Entre las brumas del
sueño, sus brazos se aferraron a mi cuello mientras mi miembro se perdía en su cuerpo, mañana era treinta y uno de
diciembre y con ello, el final de mi acuerdo con ella.

El último día del año había sido el más loco que había tenido, empezando porque desperté delante de una pequeña de
ojos azules y cabellos rubios como el sol que me miraba con su dedo metido en la boca, Alice entró como un trombo
detrás de Ness.

—¡Oh por Dios! —dijo colocando las manos en los ojos de Ness. Isabella se despertó con el pequeño grito y yo
agradecí internamente que estuviéramos vestidos a pesar de la noche que habíamos tenido, Isabella había
murmurado cosas como Alice y cena de año nuevo, cuando estaba cayendo en la inconsciencia, así que me había
obligado a colocarme mi pantalón de pijama mientras ella buscaba unos pants y una camisilla de tirantes, ahora
entendía qué quería decir.

Isabella se levantó de la cama como si tuviese un resorte en el trasero, yo necesitaba dormir un poco más, Vanessa no
pensaba lo mismo.

La pequeña de cuatro años tenía planes completamente diferentes a los míos e Isabella también, así que pasé toda la
mañana con Ness en la habitación, viendo los dibujos animados más raros del universo, una esponja que vivía en una
piña debajo del mar cuyos mejores amigos eran una ardilla y una estrella y aparte, hacían concursos del que mejor
surfeara. Insisto ¿una playa dentro del mar?, algo muy en mi interior me decía que la esponja amarilla y la estrella rosa
eran más que amigos tenían pintas gays a morir, luego llegaron otros un par de niños que construían las cosas más
alocadas del mundo y, para colmo de males tenían un ornitorrinco verde que era un súper agente especial. ¿Dónde
quedaban los perros y gatos? Debo reconocer que sentí lástima por Candace, la hermana de Phineas y Ferb —como
se llamaban esos engendros—, luego llegaron unos súper pingüinos espías; ese me gustó cómo el suricato movía el
bote, me subí a la cama tratando de imitarlo causando risas en Nessie y completamos la mañana con el dibujo
animado más raro de todos: un perro y un gato unidos por la mitad, no quería imaginar por dónde defecaban esos
animalitos… ¿Donde habían quedado Tom y Jerry, Los Loney Tones, los Picapiedras o los Supersónicos? Esas
mierdas que Rose nos hacia ver cuando llegamos a la casa Cullen. Cuando miré la hora, eran casi las dos de la tarde;
no había comido nada desde anoche cuando Bella y yo nos sentamos a ver la película de Los Miserables, era una
adaptación de una obra del Maestro Víctor Hugo, Isabella me sorprendió al decirme que con ese libro había empezado
su amor por la literatura, yo pensé que había sido como esas típicas chicas que leen "Orgullo y Perjuicio" o "Cumbres
Borrascosas" y había quedado enamorada de Heathcliff y Darcy, por eso su amor a la escritura… qué equivocado
estaba. En fin, Bella había leído ese libro a los ocho años, recordé que yo también lo había leído casi a los 13 por
imposición de mi maestra de literatura, el libro era bueno, la película…

La película era una jodida mierda…

Empezando porque no habían jodidos diálogos, todo eran cancioncitas, menos las que cantaba Rosell Crowe ¿Que no
podían decir eso en diálogos? Sin la musiquita suicida parecía que la película durara diez años y no las supuestas dos
horas y media que debía durar, lo único bueno era ver el crecimiento actoral de Anna Hateway pero la pobre cae muerta
veinte minutos después de que la peli comience, todo un fastidio. Al final, terminé apagando la televisión y llevando a
Bella donde más me gustaba tenerla… a la cama.

Mi estómago gruñendo y la risita infantil de Ness me recordaron qué había algo que hacer… ¡Comer!

Después del almuerzo estuve ayudando a Bella con partes de su libro o jugando con Nessie, esa pequeña tenía más
energía y fuerza que un jodido huracán; cuando por fin cayó rendida fui al cuarto a vestirme para la cena, Alice había
dicho que debíamos estar allá a las 7pm. Mientras buscaba mis cosas —que había acomodado dentro del pequeño
closet de Bella—, me encontré con algo que me hizo sonreír, había visto a Isabella en biquini, desnuda, en vestidos
largos, pants y jeans varias veces pero solo una vez la había visto con un jodido vestido corto, solo aquella vez para las
fotos y no pude quitárselo después porque estábamos apurados por la cena, hoy era la última noche que tendría con
Isabella y pensaba fundirme en ella hasta el momento de decir adiós.

Coloqué el vestido dentro del closet y me fui a bañar.

Antes de llegar a casa del pequeño duende, tuve que hacer una corta parada en casa de Jake y Leah, Rose se había
ido a casa de los padres de Emm por lo tanto Esme y Carlisle estaban junto a ellos, mi madre seguía teniendo dolor
en su mirada pero era más llevadero desde nuestra última conversación, le había prometido pensar nuevamente sobre
la operación y a pesar que ella sabía que era una promesa hueca y vacía, tenía la esperanza que la cumpliera. Jake me
dio un gran abrazo ofreciéndome un vaso con soda, extrañaba el alcohol, pero no era un suicida; una cosa era morir
porque el aneurisma hiciese ¡Kaboom! y otra, era morir al mezclar alcohol con medicamentos.

Isabella se veía hermosa con ese vestido corto y ajustado que le había sugerido. Había salido de la habitación y no
pude dejar de recorrerla con la mirada, contaba los segundos para llegar a su departamento y cogerla con ese par de
botas puestas, mi miembro dio un respingo al imaginarme el cuero abrazando mi cintura. Negué con la cabeza y traté
de enfocarme en lo que me decía Carlisle pero mi mirada estaba centrada en los movimientos de Isabella, estaba
sentada en el sofá de Leah jugando a palmear con Ness. Leah había entrado en la cocina, parecía difícil para ella estar
en la misma habitación que Isabella, después de nuestra última conversación. Respiré fuertemente cuando Carlisle
me preguntó si estaba bien que la junta de año nuevo para Otra Oportunidad fuera en la segunda semana del año
entrante. Asentí diciendo que mis acciones se repartirían equitativamente entre él, Rose y Jake. A lo que Carlisle solo
negó; mamá me abrazó desde la espalda, dándome un gran abrazo al que correspondí con cariño dándole un beso en
sus cabellos, sus ojos estaban vidriosos cuando alzó la mirada, así que negué con la cabeza y le dije que teníamos un
pacto. Sentí la mirada de Bella en mí y la miré dándole mi sonrisa torcida mientras articulaba una hermosa, ella lo era.
El trayecto a casa de Alice estuvo lleno de risas por parte de Ness, ella me amaba y es que no había una mujer que no
lo hiciera. Yo tenía mis encantos, coloqué una de mis manos en el muslo de Isabella y acaricié la suave piel de su
pierna mientras ella contestaba las preguntas de Ness.

Encontré la dirección de Alice rápidamente y aparqué el coche fuera de su edificio y me bajé del coche mirando el reloj
de mi padre que solo me lo colocaba en ocasiones especiales y esta ocasión, lo era. Faltaban doce horas para que
todo nexo con Isabella terminara, inhalé profundamente abriendo la puerta de Bella y la de Ness, tomando a la
pequeña en brazos y anudando mi mano a la de la mujer que había vuelto mi cabeza una maraña de confusión,
dispuesto a pasar mis últimas horas con ella, dispuesto a entregar todo lo que no podía decir.

Garrett se había unido a la celebración, acompañado de una mujer alta rubia de ojos azules, si unos meses atrás me
hubiesen dicho que esta mujer no iba a mover ninguna parte de mi anatomía, le hubiese ofrecido terapia gratis de por
vida, pero simplemente hoy no podía despegar mi vista de mi pequeña castaña de piel de porcelana, mi amistad con
Garrett estaba realmente arruinada lo que era una verdadera mierda, nos conocíamos desde niños y era jodido dejar
de ver a un amigo por un par de tetas, o eso le había dicho a Jake cuando me dijo que se casaría con Leah. La tensión
era latente en la sala, por lo cual Jasper nos ofreció jugar un video juego en su consola de Play 3, así que los tres
hombres nos dirigimos hacia el estudio de Jazz mientras que las chicas terminaban la cena y Ness veía caricaturas.

—Entonces, ¿qué crees tú de los hombres que juegan con las mujeres? —preguntó Garrett a Jasper con el mando en
la mano, estábamos jugando GTA* porque GoW* era de un solo jugador.

—¿En serio estás preguntándome eso? —bufó Jazz, pausando el juego y mirando a Garrett con una ceja alzada—. Tú
eres el mejor jugador.

—Tu hermano jugó con Bella. —Me tensé al escuchar que Garrett conocía la historia.

—Félix no sabía lo que hacía —pulsó play y miró al frente—. Él era joven y se equivocó.

—Y su error le costó una gran depresión a mi bonita —carraspeé fuertemente—. ¿Algún problema, Edward?

—Para nada —bufé mirando al frente.

—¿Es que esa rubia te ha cambiado? ¿Cómo es que se llama? —dijo Jazz tratando de recordar.

—No, uno es como es, Kate sabe quién soy y estamos simplemente dejándonos llevar, no me pongo etiquetas para
que crean que soy un santo cuando he hecho mucha mierda en mi vida.

Inhalé profundamente, era mi última noche con Bella, por lo que no quería arruinarla.

—Yo soy transparente, no como otros —soltó con desdén.

—Si tienes algo que decirme, creo que el sarcasmo sobra —dije sin mirarlo.

—Tú y yo no hemos conversado —dijo Jazz, nuevamente pausando el juego—. ¿Qué te traes con Isabella, ya tienen
varios meses?

—Ten por seguro que no quiero que Bella sufra, el día que ella me pida que me vaya de su vida, lo haré.

—¿Pero te vas de viaje? ¿La dejarás sola? —afirmó Garrett.

—Isabella sabía de mi viaje de investigación a India, yo simplemente le ofrecí ayudarla con su libro; lo que ha pasado
entre nosotros estos meses fue sin proponerlo.

—No me digas. —Garrett se burló, agradecí mentalmente que Jasper estaba entre los dos, mi paciencia era muy poca
estos días—. Estarás célibe durante tu viaje de investigación.

—¿Célibe? —arqueé una ceja—. Me conoces tan bien como yo a ti Garrett, mi vida gira en torno al sexo —Jasper volteó
observándome.

—¿Y Bells? No permitiré que nadie vuelva a hacerle daño si en mis manos está detenerlo.
Garrett sonrió, una sonrisa de autosuficiencia que mis nudillos se morían por hacer desaparecer.

—Ya te dije que lo último que quiero es que Isabella sufra, he hablado con ella, es ella quién tiene que tomar una
decisión: acompañarme o simplemente dejar todo aquí.

—¡Te la vas a llevar! —Vi como los nudillos de Garrett se colocaron blancos por lo fuerte que apretaba el mando.

—Es una decisión de Isabella, lo que sea que ella decida, yo lo respetaré.

—¿La amas?

Cómo contestar a esa pregunta. ¿Amor?… Es algo que no había sentido en mucho tiempo, a la única mujer que podía
decir que amo es a Esmerald pero es un amor completamente diferente, esto que sentía por ella era distinto era…

—¿Te da miedo contestar, Cullen? —ironizó Garrett.

—No me da miedo, yo… —El timbre anunciando que alguien había llegado y salvándome de contestar esa pregunta,
Jasper se levantó del sofá y no quería empezar a discutir con Garrett así que fui con él, ese hombre estaba ahí.

Félix…

Y no pasó por desapercibido la mirada que le lanzaba a mí mujer, ella caminó hacia mí haciendo que en mi cara se
formara esa sonrisa de satisfacción, abrí mis brazos para ella estrechándola fuertemente a mi pecho, ella quitó un
mechón de mi cabello rebelde y yo le di un beso en la frente. Por el rabillo del ojo pude ver la cara de Garrett ¡jódete
muñeco, tuviste tu oportunidad y la perdiste! Me dije mentalmente antes de recordar que yo también la perdería; la giré
entre mis brazos y entonces mi mirada se enfoco en Heidy… Así que el hermano de Jasper era su esposo.

Qué pequeño es el jodido mundo.

La mujer me lanzaba miradas, sin importar la mujer entre mis brazos y el hombre a su lado; coloqué mi rostro más
serio y traté de ignorar sus insinuaciones durante toda la jodida noche, incluso cuando la sentaron frente a mí y su pie
subió por mi pierna hasta tocar mi miembro debajo de la mesa, la ignoré completamente dándole un pequeño beso el
cabello de Isabella sin importarme las miradas de los presentes, los ojos del maldito perro estaban sincronizados con
los movimientos de Bella. En un jodido segundo me arrepentí de que hubiese usado vestido, si hubiese podido, el puto
la hubiese desnudado frente a todos; me disculpé un segundo para ir al baño no sin antes dejarle claro a Félix y a
Garrett que Bella estaba conmigo.

Pasé la mano por mi cabello y me tomé los dos comprimidos para la inflación, lo último que necesitaba era que la
cabeza empezara a palpitar. Quería tener una noche plena con ella, abrí el lavado y me lavé el rostro justo antes que la
puerta se abriera y Heidy entrara por ella.

—Hola, guapo. —Lamió sus labios y apretó sus caderas a las mías.

—¡Qué demonios haces aquí! —dije entre dientes.

—Nunca te ha importado que haga esto, has estado ignorando mis mensajes y mis llamadas y no quiero creer que es
por la pobre cosita que está en la sala, o que todos esos chismes son ciertos —se burló—. ¿Cuánto te pagaron para
dar la entrevista a Stars?

—Isabella es mi novia —dije tajantemente y separándola de mí.

Ella se burló, una carcajada abierta e irónica.

—Y yo soy santa Teresa de Calcuta, lindo, tú no tienes novias, no eres un hombre de eso, tienes ligues y follas. Joder,
cuando te dije que fuéramos exclusivos me saliste con que "en la variedad está el placer", "que tu religión era el cuerpo
de una mujer" y no sé qué chorreadas más. —Agarró mi mandíbula con sus uñas pintadas de rojo.

—¡Basta, Heidy! —dije sujetándola con las manos—. Sal de aquí, ahora —estaba empezando a dolerme la cabeza.

—Vas a decirme que ya olvidaste nuestras largas noches de pasión. —Me reí, eso era sexo sin sentido, hueco y vacío
no como lo que tenía con Isabella. Qué diferente es follar por hacerlo y hacer el amor. El sexo se tiene con cualquiera,
mujeres como Heidy, Tania o Irina; qué diferencia hay en deslizarme entre las sábanas con Isabella, sentir su piel
desnuda y sudada adherirse a la mía—. Podemos tener un rapidito, eres bueno con ellos tigre. —Trató de besarme
pero me alejé de ella.
—No me llames, Heidy. Nuestro jueguito se acabó, ve a atender a tu marido y sé una madre para ese niño; aún puedes
hacer algo con tu jodida existencia. —Salí del baño encontrándome con los ojos incriminatorios de Alice.

—Eres un jodido hijo de puta. La vas a lastimar si sigues comportándote como si la amaras, cuando esto es un juego
más para ti.

—No sabes lo que dices.

—No. Yo hablo con hechos o ¿estabas jugando el té con la mujer de mi cuñado en el baño?

—¿Dónde está Isabella? —dije con voz fuerte—. Ella…

—Está en la cocina con la mamá de Jasper, terminando el postre. —Pasé a su lado y Alice me tomó fuerte por el brazo,
quién iba a pensar que para ser tan pequeña, tenía tanta fuerza—. Isabella es mi hermana, su corazón es noble y
tiende a elegir lo que no le conviene, estaba loca cuando le propuse este juego y más loca cuando la animé a seguir.
Ha pasado por mucha mierda en su vida y tú no la vas a lastimar.

—No sufrirá por mí Alice, te lo aseguro. —Me solté de su amarre y fui a buscar a Bella. Alcancé oír a Alice murmurar un
zorra justo después que se cerrara una puerta, supongo que la del baño.

Me detuve al ver a Bella recostada en la baranda del balcón, acababa de negarme a un polvo rápido en el baño con
Heidy, cuando yo la había incitado a eso la primera vez que la vi, le había enseñado a adaptarse a mí en espacios
reducidos y a controlar sus gemidos… ¡Joder!¿Qué había hecho Isabella Swan conmigo? La observé detenidamente,
ella no era mi tipo de chica, sin duda alguna, al menos no el tipo que yo había creado para mí, pero ella era perfecta y
había evolucionado tanto en estos últimos meses, no solo como la diosa en la que se convertía cuando ella y yo
éramos uno, no, ella era una mujer. No me había dado cuenta de todo, cómo caí en su juego: yo, el cazador más
grande de Nueva York, estaba jodida y putamente loco por la escritorcilla que había llegado a mi programa para intentar
hablar de sexo y había sacado a la mujer lujuriosa que existía en Isabella Swan, su sub como la llamaba Kath.

Cuando volví al comedor, Félix se disculpaba debido a un compromiso social que tenía que asistir. Me mantuve alejado
de Heidy hasta que la vi salir y Alice sugirió que comiéramos el postre en la sala, mi teléfono sonó y me levanté
apartándome del grupo para atenderlo. La voz de Rose me decía que estaba algo pasada de tragos, su suegra no la
quería mucho y ella tampoco es que la amara, así que era un amor-odio mutuo con algo en común: Emmett.

Cuando regresé, Bella no estaba en la sala seguí la mirada de la acompañante de Garrett y pude verla en el balcón.

La vi temblar cuando el viento se intensificó y no pude contenerme y caminé hacia ella. Acaricié sus brazos y me
coloqué a su lado, mirando las luces de la ciudad, ella me preguntó por Heidy y no supe porqué me enojé. Pero lo hice,
entré a la sala sin mirar a nadie en especial y me senté en uno de los sofás, sacando mi celular y enviándole un
mensaje a Jake. Me disculpé con Alice y Jasper y les pedí el favor que me prestaran su estudio, cuando mi hermano
me devolvió la llamada. Demoré casi media hora intentando calmar mis pensamientos. Como me había dicho Jake, no
había manera en el infierno que Isabella y yo pudiéramos tener algo más que este contrato vacío porque primero, ella
desconfiaría de mí siempre y segundo, yo no tenía tiempo como para iniciar una jodida relación; mi tiempo como
caminante en este mundo estaba cada vez más agotado. Cuando salí del estudio, Garrett y su rubia amiga iban
saliendo así que Isabella y yo aprovechamos para despedirnos también. El camino a casa fue horriblemente
silencioso, como si un maldito elefante rosa estuviese entre ambos.

Di un pequeño golpe en el volante maldiciéndome a mí mismo por idiota. Exclusividad, hábito, cariño eran cosas que te
llevan al jodido amor. Esa mierda no debería de pasarme a mí, menos ahora que no lo necesitaba. Yo, el que vivía
siempre burlándome de todo, de Emily cuando me ofreció su corazón, de Heidy cuando quiso exclusividad… de Bella,
cuando simplemente quiso que la ayudara. Siempre escuché o leí esas estúpidas preguntas sobre ¿qué haría si
tuvieses unos pocos meses de vida? La contestación para mí siempre fue muy fácil: reír, divertirme y, sobre todo, follar
con cuánta mujer se me presentase. Era fácil, era bueno, era yo y ¿ahora? Ahora estaba malditamente confundido,
aparqué el auto en el sótano de Isabella y bajé de él caminando hacia el elevador, no quería pasar nuestra última
noche así, quería tenerla entre mis brazos y…

Joder, ¡me voy a morir! No puedo ponerme a pensar en pendejadas y cursilerías que no iban a llevarme a ningún lugar.
Entré al elevador diciéndome a mí mismo que llegaría al departamento, arrancaría la ropa del cuerpo de Isabella y me
enterraría en ella tan fuerte y profundo como pudiera, como si no hubiese mañana porque, efectivamente, no lo había.

Detuve el ascensor en medio de nuestro trayecto, hablándole fuerte y dolido; tomé su rostro entre mis manos, la besé
fuerte y pausado; ella paseó sus manos por mi pecho y luego, arañó mi espalda, jalando los cabellos de mi nuca, esa
solo acción mandaba corrientazos a través de mi cuerpo que rompían en mi miembro, tomé sus manos y las alcé
sobre su cabeza, aprisionándola entre mi cuerpo y el elevador, besando sus labios con devoción, con fuerza,
llevándome en mi paladar el exquisito sabor de su saliva, impregnándome con el aroma dulce de su cuerpo,
queriéndome fundir entre su piel y no soltarla hasta que estuviese completamente saciado de ella. Con mucha fuerza
de voluntad oprimí el botón para que el elevador siguiera su camino y caminé con ella hasta la puerta de su habitación,
con su mano sujeta a la mía demostrándome que era real, que ella estaba aquí.

Con el deseo desenfrenado de tenerla desnuda frente a mí y la tristeza de descubrir que había encontrado a alguien
perfecto para mí, alguien que yo mismo había moldeado a mi voluntad y que, desafortunadamente, la tendría otro. Ese
pensamiento me llenó de amargura como hiel amarga, ponzoña subiendo por mi garganta; quería fundirla, hundirme
en ella, maldecir a los infiernos por mi aneurisma, aunque sin el no la habría conocido. Fue por saber que iba a morir
que decidí hacer este trato con Isabella, mi orgullo estaba herido porque una mujer no me había visto. Caminé a la
cocina y saqué la botella de vino que había llevado de mi casa junto con dos copas, disfrutaría cada minuto que tuviese
con Isabella, cada segundo lo devoraría, la consumiría como ella lo había hecho conmigo.

Caminé a la habitación con las copas y le serví una cuando estuve frente a ella, bailamos al ritmo de una de mis
canciones favoritas y le dije en Hindi lo que había descubierto. Robin Williams y Feel me golpearon en ese momento,
no quería morir pero tampoco quería ser un jodido inútil, me estaba enamorando y tenía que dejar a la única mujer que
me había dado más que jadeos y gemidos; estaba asustado como la mierda y quería huir despertar en mi cama de mi
departamento-motel y creer que esto no existía. Despertar aquella mañana que vi a Isabella en el elevador del edificio,
hacer las cosas de manera distinta, pero ¿a quién engaño?, estoy seguro que ni siquiera la miraría si ella me hubiese
dado lo mismo, hueco y vacío que me daban todas. Le deseé un año nuevo a mi manera: adorándola, besándola,
fundiéndome en ella, haciéndole sentir lo que no le había hecho sentir a nadie y solo después de haberla llevado a la
cima varias veces, me dejé ir junto a ella a un camino sin retorno.

Moriría… pero me llevaría su recuerdo en mi cabeza, en mis sentidos y en mi corazón.

Desperté completamente solo, aún era de noche y la cama estaba fría. Me levanté sin ninguna intención de buscar con
qué cubrirme y caminé buscando a Isabella, la necesitaba; necesitaba saciarme de ella aunque cada vez me decía que
era imposible, la encontré en el balcón de la sala, solo con una de mis camisas. Acaricié su cuerpo con reverencia y la
hice mía varias veces más en esa noche, no dejé de besarla y tocarla, susurrarle lo que sentía en un idioma que sabía
ella desconocía; un idioma que me escudaba de hacer cosas estúpidas. No había tiempo, no había lugar ni
arrepentimientos; Isabella había sido parte de mi vida, me había hecho un hombre mejor en el poco tiempo que me
quedaba, sentí su corazón arrullarme suavemente mientras mi cabeza descansaba entre su pecho, atesorando la
suave melodía que producía mi miembro aún en su interior, mi cuerpo pegado al suyo. Salí de ella y la giré, dejándola
sobre mí, como sintiendo nuestro momento; ella se dejó hacer. Tarareé una vieja canción India, acaricié sus brazos y
su espalda con la yema de mis dedos; besé sus cabellos inhalando como un maldito drogadicto su esencia, evitando
quedarme dormido, acaparando la mayor parte de tiempo hasta que cayó profundamente dormida.

Yo no lo hice… No podía.

Yo estaba perdido.

Yo me había enamorado.

Me levanté de la cama y saqué mi maleta hasta la sala, arreglando todo para irme. Frey levantó su cabeza hacia mí,
acaricié su panza diciéndole que ella pronto volvería; volví a la habitación, observando a la mujer que me había dado
todo y más de lo que yo había necesitado, me vestí sin dejar de verla mientras mi pecho se oprimía. Desde que había
empezado todo esto, desde que me había enterado que iba a morir no me había permitido llorar, solo lo hice cuando
Esme quebrantó mis defensas pero en este momento, quería hacerlo con todas mis fuerzas. Tomé un par de
fotografías de su cuerpo desnudo y en paz en la cama, besé el tope de sus cabellos con suavidad antes de salir de la
habitación; el sol despuntaba sus primeros rayos y era mejor irme así, sin despedidas huecas y vacías.

Nuestro contrato había llegado a su fin.

Un mes… Un maldito y jodido mes. No dormía, no comía… ¡No nada! Necesitaba oler su cabello, necesitaba platicar
con ella, necesitaba aunque fuera verla por unos minutos… Me levanté de la cama y caminé hasta la sala, Frey estaba
ahí y me miró sus grandes ojos grises observándome.

—Tú también la extrañas, ¿verdad bonita? —susurré y ella se volteó boca arriba, dejando su panza expuesta para mí.
Acaricié la motita de pelo de mi bebé y suspiré fuertemente, mi vida se había convertido un verdadero infierno desde
hacía un mes, los dolores de cabeza eran cada vez más frecuentes, los mareos, la perdida de la visión y, en las
noches, el recuerdo de ella, desde nuestra primera vez… hasta la última.

Soñaba, soñaba con volver a ver fijada en mí una dulce mirada suya, soñaba con volver a tenerla bajo mi cuerpo,
saberme dentro de ella, sentir sus labios rozarme. Sueño cada día con esos fabulosos meses en que compartimos
las bromas, las películas, las cenas, todo. Sueño con lo que pude haber tenido y con lo que había renunciado y cuando
pensaba que podría cambiar de opinión, la realidad me golpeaba con toda la fuerza. Yo no tenía un granito de arena en
el culo, tenía un jodido aneurisma que amenazaba con dejarme tonto, lisiado o simplemente, como un jodido muñeco,
entonces, recordaba que nada de lo que pudo ser y no fue, era suficiente como para meterme a un quirófano y dejar
que me abrieran la cabeza en dos.

Sin embargo, aún tenía estos sueños, estas ansias, esta hambre de ella, estaba seguro que a segundos de dejar de
respirar, seguiría sintiendo igual, o más ¡demonios! ¡demonios! ¿Dónde están los jodidos milagros cuando uno los
necesita?

Cerré los ojos, apretando el puente de mi nariz. Ansiaba tanto poder verla pero ya no tenía mi teléfono, ni siquiera podía
mirar sus jodidas fotografías porque dos semanas después de haber terminado todo trato con ella, había acabado con
el alcohol de mi bar y reventado el maldito aparato contra la pared más cercana. No había comprado otro celular, no
quería saber de nadie, no quería nada con nadie; había dejado de tomar píldoras, deseando que los tiempos se
acortaran pero nada sucedía… nada pasaba. Había ido al bar había intentado ligar a una chica pero no pude encontrar
una que me hiciera sacar a Isabella de la cabeza.

Estaba jodido, completa e irrevocablemente jodido.

Pasé la mano por mis cabellos, sintiendo el pequeño zumbido en mis oídos y fui a la habitación, necesitaba dormir
aunque fueran algunas malditas horas.

El día empezó como todos, pasé gran parte de la mañana y la tarde en el departamento; tenía barba pero no tenía
ganas de afeitarme, mi piel estaba pálida y tenía grandes ojeras debajo de mis ojos, incluso mi jodido cabello se veía
opaco, me estaba volviendo niña. Caminé a la sala y me senté con la laptop en las piernas, investigando y leyendo
sobre aneurismas intracraneales, buscando una posibilidad, algo que a Eleazar se le hubiese pasado decirme, lo
único que me había comentado era que un amigo suyo daría una conferencia sobre mi tipo de aneurisma, el hombre
parecía ser una eminencia en el campo neurológico y había practicado varias operaciones similares a la que yo debía
someterme salvando la vida del paciente.

Carlisle y él tenían la esperanza que, si hablaba con el Doctor Thomas Hans, podría cambiar mi parecer sobre la
operación, ellos garantizaban mi vida pero no que saliera de quirófano tal cual como entraba con todas mis facultades
mentales y en perfecto estado, y no iba a arriesgarme… No lo haría.

Entré a mi cuenta de Skype, e inmediatamente se me abrió una ventana de chat.

Kath McConner: Hola guapo.

Dsex: Hola b onita, ¿te ab urriste del b astardo que tienes por marido y vienes a mí?

Kath McConner: Nunca me ab urriría de mi esposo, está en Rusia así que estoy algo ab urrida.

Dsex: Y ¿quieres que te sirva de payaso?

Kath McConner: No sé qué tan b ueno eres para contar chistes, pero podrías hab larme de ti, ¿cómo van tus cosas?

Dsex: ¡Genial! Aquí, viendo el tema del programa de esta noche… Lo normal, soy un angelito juicioso ;)

Kath McConner: Bella te tiene soñando X) hab lando de ella, he tratado de comunicarme para ver cuándo empezamos
a hab lar sob re mi historia, ¿podrías decirle que conteste alguno de mis correos cuando la veas?

Dsex: No creo poder… No nos estamos viendo ya, digamos que soy como soy y lo jodí, me voy a India un tiempo, tú
sab es… renacer.

Bufé porque yo moriría, no iba a nacer de nuevo.

Kath McConner: Eres un idiota, ¿lo sab es? Esa mujer estab a loca por ti.

Tan loca que no la he visto desde que la dejé dormida en su cama.

Dsex: Tengo que dejarte Kath, pero antes quiero que sepas algo, cuando te conocí, me gustab as.

Kath McConner: Edward a ti te gusta cualquier cosa que se mueva, use faldas y tenga un par de tetas.

Sonreí.
Dsex: Dame un poco de crédito mujer.

Kath McConner: Pensé que hab ías camb iado, creí que Bella era especial.

Dsex: Lo es, pero no es la mujer para mí.

Kath McConner: : Pero…

Dsex: ¡Vas a dejarme hab lar mujer!

Kath McConner: Te leo…

Dsex: Eres especial para mí Laura Katheryne Cortéz, nunca dejes de ser tú y nunca me olvides.

Kath McConner: Hab las como si te fueras a morir Edd, ¿está todo b ien?

Dsex: Todo Ok, solo quería que supieras que te quiero, ¿vale?

Kath McConner: Yo tamb ién te quiero tonto. :3

Dsex: Tengo que irme Kath, te recordaré… Siempre.

Kath McConner: ¡Joder me harás tomar un avión a NY!

Dsex: Como la chica que me dijo No :) ¡No me dejas terminar! Tengo que irme, te quiero.

Salí de ahí antes que Kath quisiera preguntarme algo más, saqué todo lo que necesitaba acerca del programa de hoy,
era mi último programa e iba a hablar sobre las fiestas Swinger; había pospuesto ese tema muchas veces y hoy sería
un día más, sin duda alguna Alec y Rose podrían tocarlo otro día, hoy quería programa libre.

Alec era bueno, no tan bueno como yo claro está, pero se desenvolvía bastante bien con el público, muchas fans
habían llamado solo para despedirse, otras aún lloraban mientras me pedían que no las dejara; varias fueron las
ocasiones que mis ojos se aguaron y mi voz se quebró, durante todo el programa estuve esperando la llamada de ella,
pero nunca llegó.

—Y con esa última llamada nos despedimos esta noche —dijo Alec con diversión—. Quiero darle las gracias a Dsex
por su ayuda en esta semana, hermano esta es tu casa, lo sabes —asentí.

—Nos vemos el lunes con un programa más de Hablemos de Sexo. Dsex, ha sido un verdadero placer haber
compartido junto a ti tres años este espacio radial. —Las lágrimas se formaron en sus ojos y su voz se quebró—. Te
quiero mucho, hermanito. —La halé hacia mí, dándole un beso en el tope de su cabeza—. Quieres decir algo más
antes de salir del aire —asentí.

—Nunca olvidaré estos años junto a ustedes —traté de que mi voz sonase fuerte, no solo estaba renunciando a la
única mujer que me había hecho sentir, estaba despidiéndome de mi familia, de algo que amaba y por lo que había
luchado mucho—. Rose, gracias por apoyarme en esto cuando te lo planteé. Alec, sé que no defraudarás a las chicas.
Chicas, antes de irme quiero dejarles algo que encontré mientras navegaba por internet dice así: Nunca te des por
vencida, siempre levanta la mirada y ve al frente; eres hermosa y guerrera. Que nadie haya sido tan afortunado de darse
cuenta la mina de oro que tú eres, no significa que brilles menos. Que nadie haya sido lo suficientemente inteligente
para darse cuenta que mereces estar en la cima, no te detiene para lograrlo. Que nadie se haya presentado aún para
compartir tu vida, no significa que ese día está lejos. Que nadie haya notado los avances en tu vida, no te da permiso...
para detenerte. Que nadie se haya dado cuenta la hermosa mujer que tú eres, no significa que no seas apreciada. Que
nadie haya venido a alejar la soledad con su amor, no significa que debas conformarte con lo que sea. Que nadie te
haya amado con esa clase de amor que has soñado, no significa que tengas que conformarte con menos. Que aún no
hayas recogido las mejores cosas de la vida, no significa que la vida sea injusta. Que Dios está pensando en un
hermoso príncipe para ti, no significa que tú no seas ya una reina. Solo porque tu situación no parece estar
progresando por ahora, no significa que necesites cambiar nada. Sigue brillando, sigue corriendo, sigue esperando,
sigue viviendo, sigue siendo exactamente como ya tú eres: ¡Una Mujer Completa! Que nadie te diga nunca que no eres
suficiente —suspiré deseando que Isabella estuviese escuchando—. Que nadie te diga nunca que no eres única.

—Bellas palabras, compañero —anunció Alec, le sonreí y tomé el micrófono.

—A ti que estás escuchando, recuerda que siempre estarás en mí. —Esperaba que entendiera el mensaje—. Y para
despedirnos una canción.
Miré a Emmett y él inmediatamente asintió. Los acordes de Goodbye My Lover de James Blunt se dejaron escuchar en
la cabina.

Did I disappoint you or let you down?

Should I b e feeling guilty

Or let the judges frown?

Because I saw the end b efore we'd b egun

Yes I saw you were b linded and I knew I had won

So I took what's mine b y eternal right

Took your soul out into the night

It may b e over b ut it won't stop there

I am here for you if you'd only care

You touched my heart you touched my soul

You changed my life and all my goals

And love is b lind and that I knew when

My heart was b linded b y you

I've kissed your lips and held your head

Shared your dreams and shared your b ed

I know you well, I know your smell

I've b een addicted to you

Goodb ye my lover

Goodb ye my friend

You have b een the one

You have b een the one for me

Goodb ye my lover

Goodb ye my friend

You have b een the one

You have b een the one for me

I am a dreamer b ut when I wake

You can't b reak my spirit

It's my dreams you take

And as you move on, rememb er me

Rememb er us and all we used to b e

I've seen you cry, I've seen you smile

I've watched you sleeping for a while

I'd b e the father of your child


I'd spend a lifetime with you

I know your fears and you know mine

We've had our doub ts b ut now we're fine

And I love you, I swear that's true

I cannot live without you

Goodb ye my lover

Goodb ye my friend

You have b een the one

You have b een the one for me

Goodb ye my lover

Goodb ye my friend

You have b een the one

You have b een the one for me

And I still hold your hand in mine

In mine when I'm asleep

And I will b ear my soul in time

When I'm kneeling at your feet

Goodb ye my lover

Goodb ye my friend

You have b een the one

You have b een the one for me

Adiós mi amante, adiós mi amiga, has sido especial, has sido la única para mí. Estoy tan vacío cariño, estoy tan vacío,
estoy tan, estoy tan, estoy tan vacío…

Salí de la emisora sin despedirme de nadie, odiaba las despedidas. Simplemente le di un abrazo a Seth y Lauren,
conduje a mi departamento queriendo desparecer, caminé hasta mi bar, había vuelto a comprar botellas y más botellas
de alcohol porque sabía que las necesitaría, hoy las necesitaba.

Jack Daniels me ayudó en la primera hora, luego Johnny Walker se estaba convirtiendo en mi mejor amigo, una
punzada fuerte me hizo gritar y agarrarme la cabeza fuertemente. Era tan intensa como la que había tenido la última vez,
mi corazón latía fuertemente sentía los vellos de mis brazos erizarse, suspiré fuertemente intentando calmarme cuando
las sombras remplazaron mi visión periférica, el zumbido se hizo más fuerte, taladrando mis sentidos embotando mi
cuerpo, no supe cómo llegue al maldito teléfono y oprimí las teclas completamente ciego, escuchando vagamente el
sonido del pitido.

¡Contesta! ¡Contesta!

¡Mierda! Tenía miedo.

—Buenas noches —susurró Jake adormilado.

—Diez, cien ¡Mil! —grité sin saber qué decir y luego, todo fue oscuridad.

Abrí los ojos encontrándome con la familiar blancura impoluta del cuarto de hospital, pensé que ese sería mi fin…
mezclar diversos tipos de alcohol, podría haber acabado conmigo pero, al parecer, la maldita parca se estaba
divirtiendo a mi costa porque aquí estaba en un cuarto de la fundación con Jake mirándome fijamente.
—Dile al doctor Denali que ya despertó —escuché la voz de mi hermano susurrarle a alguien—. Edward, estás
despierto.

—Para mi desgracia sí —mi voz salió rasposa—. ¿Qué día es hoy? —Sentía que había dormido mucho tiempo.

—No estuviste mucho tiempo inconsciente, un par de horas. —Jake pasó la mano por su rostro—. La familia está
afuera.

—¿Todos? —pregunté tontamente.

—Tuve que llamar a Esme, ella es la única que tiene código para entrar a tu maldita casa. ¡Qué demonios estabas
pensando, Edward! Sabes cuántas botellas encontré en tu sala, quieres morirte.

Me reí abierta y sarcásticamente.

—Voy a morir Jake, por si no lo sabías —dije con burla—. Mi jodida cabeza es una bomba de tiempo. —Moví mis
manos sobre mi cabeza.

—El doctor Hans adelantará su viaje a la ciudad, Eleazar le habló de ti y quiere verte, analizar tu caso. Edward, hay una
opción, hermano. —Jake se acerco a mí.

—¿Va entrar a mi cabeza con tele trasportación y sacará de mí el jodido aneurisma? —Me burlé una vez más—. Si no
es así, no me interesa.

—Tú no entiendes que… —La puerta se abrió y Eleazar llegó junto con Carlisle, ninguno de los dos traían caras
agradables, así que cerré los ojos y respiré profundo, enfrentándome con los mismos regaños de siempre.

Luego de dos horas de indicaciones y exámenes, Eleazar me habló nuevamente del doctor Hans, acepté verlo solo por
la mirada de suplica de Esmerald, pero verlo y cambiar de decisión, era muy diferente.

Luego de una pequeña discusión con Esme, aceptó dejarme ir a mi departamento, Jake me llevó en su auto sin decir
una palabra; su cuerpo estaba tenso y su mandíbula rígida.

—Suéltalo ya Jacob —dije, hastiado de su silencio.

—¿No lo harás verdad? —preguntó entre dientes.

—¿Qué no haré? —Me hice el tonto.

—No aceptarás ninguna recomendación que te dé el doctor Hans Tramell y no me vengas con ese maldito cuento de la
tele transportación, no tenemos diez años y estamos pensando ser Goten y Trunks y tratar de colarnos en la cocina
para comer las galletas de chocolate que Esme acababa de hornear.

—¿Por qué preguntas lo que no quieres saber? —dije con fastidio.

—¿Por qué eres tan terco?

—Basta, Jake —abrí la puerta para salir del auto—. Si vuelve a pasar algo, no te llamaré —dije saliendo del auto y
abriendo la puerta trasera para agarrar mi maletín. Saludé a Quil cuando me abrió la puerta trato de decirme algo pero
le dije que luego lo llamaría, caminé hacia el elevador, oprimiendo los botones; una vez dentro, me recosté en la caja
de metal e inhalé fuertemente. No podía dejarme vencer, escucharía lo que el doctor iba a decir pero ello no cambiaría
mi opinión.

La puerta se abrió en mi piso y salí con la cabeza baja hasta que el aroma dulzón se coló en mi nariz, alcé la vista
deseando que fuese mentira, que alguien hubiese usado su perfume pero no… allí estaba ella, Isabella, sentada
frente a mi puerta como si llevase mucho tiempo ahí, se veía absolutamente hermosa y quería correr y abrazarla; darle
un beso llevarla adentro y hacerle el amor tan dulcemente que caeríamos en un coma diabético ambos pero
simplemente no podía, reconstruí mi máscara de frialdad y me dirigí hacia ella.

Había bloqueado su código hacia un par de días, cuando perdí las esperanzas de encontrarla aquí alguna noche
después del programa, aunque fuese para una última vez. Solo deseaba poder besarla, abrazarla, hundir mi cabeza en
su cabello e inhalar su aroma pero no podía darle posibilidades porque yo sinceramente no las tenía, no la quería ver
sufrir con mi muerte; suficiente tenía con las miradas de Leah y el dolor en los ojos de Esme, la decepción de Carlisle y
la frustración de Jake, ver alguna de esas cosas en Isabella le daría un sabor agrio a mi muerte.
Ella traía el manuscrito de su novela, estaba ansiosa y se veía nerviosa. Dios mordía su mejilla y quería ir a ella y
decirle que no lo hiciera, mi corazón latía a mil por segundo. Fui a la cocina a buscarle algo de beber y algo para no
cometer la estupidez que tenía en mente: acorralarla con alguna pared. Negué con la cabeza y salí, noté la pequeña
electricidad que recorrió mi cuerpo cuando sus dedos rozaron los míos y, aunque mi corazón gritara que no
desaprovechara, mi mente me decía que no podía arrastrarla conmigo, así que le hice ver que había vuelto a hacer el
Edward cabrón que ella había conocido; fui indiferente, cruel e hiriente, ella trató de hablarme de su nuevo libro ese que
la rata repugnante de Aro le estaba obligando a hacer. Quiso que la ayudara y no pude evitar negarme, aunque no
quería hacerlo, dejé la lata de soda porque necesitaba algo más fuerte para apartar la ponzoña de mi garganta; mi voz
nunca salió tan fría, mis palabras nunca fueron tan ofensivas, mi pecho contrayéndose mientras veía las lágrimas
inundar sus ojos pero ella era fuerte, ella sobreviviría a esto. Mi voz fue lacónica antes de caminar hacia a ella
inhalando por última vez su aroma, dándole un último beso que quemó mis sentidos y dando el tiro de gracia al hacerle
ver que me vería con una mujer antes de tomar lo que quedaba del whisky en mi vaso, tomar el manuscrito y perderme
por el corredor antes de correr hacia ella y pedirle… rogarle una última vez entre sus brazos.

Me encerré en mi cuarto y me senté en mi cama, enterrando mi cabeza entre mis piernas, maldiciéndome por ser tan
hijo de puta con ella y no haber podido evitar herirla, su rostro contraído me decía cuánto daño le habían hecho mis
palabras; sentí la puerta cerrarse y tragué la hiel amarga acumulada en mi boca, dejándome caer en la cama. Suspiré
fuertemente, queriendo reventar el jodido departamento; tomé el sobre con el manuscrito y comencé a leer, necesitaba
hacerlo, necesitaba sentirme junto a ella.

¿Por qué? ¿Por qué? Mi vida era fácil. Era tan malditamente fácil, mi risa torcida patentada en: Yo follo sin parar y puedo
hacer que tus b ragas vuelen, era una de mis armas, mi conocimiento sobre el sexo, mi cabello salvaje, mi caminar de
"Puedo hacerte venir con un guiño"; eran mis armas, alcohol, trago y mujeres era mi lema, follar, follar antes que el
mundo se acabara, no sentir este dolor que parecía partirme en varios pedazos. Era un fanfarrón, un cabrón
despreciable, no tenía ley ni sentimientos de apego a nada ni a nadie, lo había jurado en la tumba de mis padres, lo
había vuelto a jurar frente a la lápida de Emily pero había sido un idiota, ¿puede uno escapar del amor?

La respuesta era sencilla: No. Yo simplemente, no quería depender emocionalmente de nadie, no como mamá, no
como Emily; yo quería ser libre y disfrutar la vida, yo no sé en qué momento Isabella se metió dentro de mí, bajo mi piel;
ella solo fue la chica vestida de niño que no me dio ni una sola mirada abierta en el elevador hace cuatro meses atrás,
ella se había convertido en mi presa y yo quería jugar, era el mejor, era un maestro. Yo sabía qué hacer, cómo actuar y
qué proponer; yo era un águila esperando el momento preciso para atacar, es más, nunca creí ni por un jodido
segundo que Bella Swan diría que no.

Y no lo hizo.

No lo dijo.

Y ahora me gustaría que ella lo hubiese hecho, no estaría sufriendo como lo hago. Pero ella dijo si y la única verdad en
este momento es que estoy muriendo, estoy muriendo y dejo a mi familia, mi madre, mis hermanos mi padre y sobre
todo… la dejo a ella.

Awwww vieron el también sufreeee mi pobre nene espero que les haya gustado chicas mil gracias a todas las que
colaboran para que esto salga tal cual como ustedes lo están leyendo, también mil gracias por sus Revs chicas no
saben como hacen Feliz a esta Autora.

NOTA IMPORTANTE!

Bueno espero que la negrilla haya funcionado, lamento decirles que el próximo es el capitulo final de enseñame, por
esa razón NO puedo dar un día fijo de actualización estoy en clases y es un cap que necesita tiempo porque hay
muchas cosas por decir aun, algunas me preguntan si estoy segura cuando digo es el FIN lo digo SI ESTOY SEGURA,
es lo que los personajes me dicen y est oy de acuerdo con ellos, si es un cap muy largo lo dividiré en dos aun no lo se
todo de pende de cómo salga el capitulo completo, perdón por haberlas hecho llorar solo los corazones fuertes podrán
entender y soportar el desenlace final.

Las quiero

Ary
*Chapter 23*: El Final de Nuestras Vidas Parte I
Disclaimer: los personajes de Crepúsculo son propiedad única y exclusivamente de la señora Meyer, yo solo los
utilizo para mi diversión.

NA: Es un placer para mí decirles que esta historia está debidamente Registrada por SafeCreative bajo el código
1305285174880. Cualquier distribución, copia o plagio del mismo acarraría las consecuencias penales y
administrativas pertinentes.

Nunca hab ía sentido algo así,

la vida me mantuvo siempre en paz,

llegaste a ab rir las puertas del dolor

y a regalar la soledad.

Tu piel envenenó mi corazón,

dejándome en completa oscuridad

y así en lugar de olvidarte yo,

te fui queriendo mucho más.

Y ahora estás aquí.

Viéndome sufrir.

Dime, ¿cómo deb o hacer

para olvidarme de tus b esos

y sacarte para siempre de mi?

De mi... De mi... De mi....

De mi

Camila

Editado por: Veronica-Elizabeth-Adriana y Ginette (Dios el capítulo más beteado de la historia!, gracias chicas!)

El Final de Nuestras Vidas

Un mes… Treinta largos y jodidos días. Había colocado mi mejor máscara de indiferencia y frialdad, solo yo sabía lo
que en realidad pasaba cuando cerraba los ojos y… Alice.

Al salir del apartamento de Edward sentí que todo mi mundo colapsaba ¿dónde ir? ¿Podría escapar de todo lo que me
estaba pasando en ese momento? Siempre fui de esas personas que a pesar de todo lo malo que le ocurría
encontraba una solución para todo, nunca me dejé vencer por nada ni por nadie, ni el desamor de mi madre, ni el
abandono de Félix había sido capaz de menguar mi fuerza de voluntad. Ese día había salido de casa de Edward con el
corazón sostenido por pequeñas tiras. En ningún momento había pensado que Edward me recibiría con besos y
abrazos, tampoco esperaba que me llevara a su cama y me hiciera el amor pero pretendía tener una oportunidad para
ser amigos, quería conocerlo más, quería…
A quién engaño, yo quería eso, quería una ultima vez con él, quería sentir sus labios fundirse con los míos, quería
volver a respirar su aroma almizclado, sentir sus manos marcando cada parte de mi cuerpo y sus labios quemando mi
piel, pero había obtenido algo completamente diferente, frialdad, indiferencia… Burla.

Eso había sido yo para Edward Cullen, una burla, una chica más que cayó como una perfecta idiota entre sus redes.
Una marioneta que cayó rendida a sus encantos de gigoló.

Yo era una más, la verdad era tan irrefutable como aterradora, yo era una más.

Mantuve firme mis manos mientras conducía sin dirección alguna, Edward no era el culpable de mi corazón roto ni de
mi tristeza. Fui yo la ingenua que se enamoró sabiendo que esto tenía un final, fui yo la que se entregó con la plena
certeza que no éramos nada; fui yo la que bajó la guardia. La que se expuso ante la falacia de caricias falsas. La que
abrió el corazón.

Me bajé en Central Park cuando sentí que ya no podía conducir más. Mi primera opción había sido Garrett. Ir a él,
fundirme en sus brazos y llorar pero Garrett y yo habíamos quebrado nuestra amistad, aparte de eso él era muy capaz
de ir a Edward y golpearlo, no quería que Edward se enterara que todo esto me afectaba; era mejor así.

Algo limpio.

Caminé por los jardines del parque sin importar el frío o intentar llorar; llorar era para débiles y yo era fuerte, yo había
soportado muchas cosas, Edward Cullen no me derrumbaría… No lo haría, o al menos eso pensaba.

Llegué a la estatua de Romeo y Julieta, estaba semi cubierta por la nieve pero sin embargo no le quitaba esa parte de
su aura romántica, allí los dos amantes a punto de besarse. Envidia, dolor y crueldad, la metáfora de una vida que solo
estaba escrita en cuentos de hadas o en novelas insulsas que habían en la televisión. El amor no era real, era
destructivo. Observé la escultura como lo más preciado del parque… donde yacían dos amantes que se consumen en
la brevedad del momento por el deseo del beso. La alegría y la tragedia unidas por el abismo del amor tras un destino
incierto, marcado por la muerte. Romeo inclinándose sobre ella y ella subiendo su cabeza para alcanzar sus labios;
una escultura realmente hermosa por la inocencia del momento. Pero detrás de la inocencia de un simple beso estaba
la traición, el engaño y el gran problema: uno silencioso, uno que se entierra en tus entrañas, uno que te mata
lentamente… El deseo de pertenecer a otra persona fuera de ti mismo, el poder que le das a tu amante para destruir tu
vida.

Saqué mi celular del bolsillo de mi pantalón y le marqué a la única persona con la que podría llorar y que no haría
preguntas.

—Estoy en Central Park… —suspiré para no llorar—. Frente a la estatua de Romeo y Julieta —mi voz se quebró—. Ven
por mí… Por favor, ven por mí.

En ese momento sentada en el pasto con mi espalda apoyada en la estatua de los eternos amantes de Verona
recordé aquel poema de William Blake:

¡Soñé un sueño! ¿Cuál será el significado?

Era yo una reina virginal

Guardada por un ángel b ondadoso.

¡El tonto lamento nunca fue encantado!"

¿Era Edward mi Ángel?... Mi Ángel de la destrucción, el ángel que había llegado a mi vida a robar mi alma a jugar con
mis sentimientos, a volverme una esclava adicta a él, a sus besos y sus caricias para luego irse llevándose consigo mi
corazón roto. No supe cuánto tiempo estuve sentada, solo cuando sentí sus pequeños brazos envolverme mis muros
se derrumbaron y lloré… Sólo esa noche acompañada de mi mejor amiga y un bote de helado de Ben & Jerry`s de
chocolate me permití ser una chica que se había atrevido a soñar aún sabiendo que el sueño podía convertirse en
pesadilla.

Estaba en mi oficina con el primer ejemplar empastado de "Atada a Ti" hacia casi tres semanas desde que había
salido a las librerías y ya era número uno en varios estados del país. Odiaba la portada demasiado masoquista para
mi gusto, brusca, pesada y oscura, el chico de espalda con la chica finamente atada a sus caderas, según Aro y Caius
mostraba deseo y erotismo, yo prefería verla desde mi punto de vista, para mi mostraba la obsesión controladora del
hombre que era Caleb y la sumisión absoluta que Danielle entregó a él, lo único que me mantenía de pie era que
pronto empezaríamos con la gira de promoción. Era la última en la que Alice estaría debido a su embarazo, firma de
autógrafos y entrevistas nada de eso me gustaba pero me ayudarían a no pensar, ellas me mantendrían lo
suficientemente ocupada como para olvidar que mi vida estaba convertida en un simple castillo de naipes tan frágil y
inestable que podría derrumbarme en cualquier momento, cosa que por supuesto no quería.

Ajusté mis lentes y me concentré en la pantalla de Word abierta en mi computador; "Bajo tu piel" era un libro bastante
sencillo: un policía amargado por los sucesos de su vida y una jovencita que la vida le había costado bastante.

"La vida del comandante Darren Tramell se terminó el día en que su esposa murió, el agrio policía de homicidios de
Chicago ha perdido la fe entre la muerte y la violencia hasta que su camino se tropieza con Angélica Rob ert; ella que es
dureza y dolor, música y ternura, una historia que demuestra como los corazones rotos tamb ién pueden
complementarse, una historia que nos enseña que aún sin deseos de nada podemos meternos b ajo la piel de la
persona que menos esperas"

Había algo en ese párrafo que no me gustaba del todo, pero no sabía qué exactamente. Me recosté sobre la silla
meciéndola de un lado a otro, era una mala manía que le había visto a… A Edward. Resoplé cerrando los ojos y
sintiendo como cerraban la puerta levemente y un suspiro largo y pesado.

—Las mujeres son una jodida mierda —dijo Garrett enojado.

—Gracias por lo que me corresponde.

—No era contigo —bufó.

—No sabía que tenía algo colgando entre mis piernas —contesté tajante.

— ¡Jesús, Bells! — apoyó el codo en mi escritorio y se pasó una mano por el cabello—. Es Kate —murmuró.

— ¿Quieres contarme, vaquero? —pregunté olvidándome de "Bajo tu piel", Garrett bufó nuevamente. Y mi teléfono
celular sonó distrayéndonos momentáneamente.

— ¿Es Edward? —preguntó G cuando demoré para contestar, ignoré la punzada en mi pecho y negué.

—Número desconocido —dije a Garrett mirando la pantalla fijamente y debatiéndome si contestar o no,
afortunadamente la llamada se fue a buzón pero rápidamente sonó nuevamente.

—Contesta Bells, quizá es Bree y esta usando alguno de esos teléfonos privados —la relación con mi hermana no es
que hubiese mejorado mucho pero desde año nuevo hablábamos un par de veces por semana, seguía en su posición
de no regresar hasta que no leyese el diario, cosa que por supuesto no iba a hacer—. ¿Bella? —la voz de G me hizo
salir de mis pensamientos—. El teléfono, Bella, contesta el teléfono —presioné la tecla verde de mi celular
llevándomelo al oído.

— ¿Bueno? —Contesté con aprensión.

— ¿Isab ella Swan?

—Con ella —miré a Garrett que me veía con expectativa—. ¿Con quién tengo el gusto?

—Alexander McConner, Isab ella, ¿se acuerda de mí?

—Señor McConner, ¿a qué debo su llamada? —estaba extrañada, Katheryne me había enviado un par de correos pero
mi cabeza era un nudo, estaba empezando Bajo tu piel y no sabía si podría con un nuevo libro además que la editorial
de G no estaba lista y no quería seguir trabajando con Aro.

—Isab ella estoy en Nueva York por unas horas y me gustaría que se reuniera conmigo en… Media hora, restaurante
Barb etta, por favor sea puntual —colgó, el tipo daba por hecho que iría a verlo, estaba loco, tenía una reunión con Aro
en tres horas para enseñarle la idea del nuevo libro.

— ¿Quién era?

—Alexander McConner…

— ¿Quién? —G arqueó una de sus cejas.

—Alexander McConner, dueño de McConner Corp., su esposa quiere que escriba su historia y en este momento no…

—Alto ahí, Bells, ¿te ha citado? —asentí—. ¿Y no piensas ir?


—Eres un genio —ironicé—. No tengo tiempo G, además Aro…

—Aro puede irse al demonio, es una oportunidad, Isabella, vamos yo te acompaño —propuso.— Fruncí el ceño entorno
a él pero Garrett tenía razón, era una oportunidad y necesitaba saber que quería el señor McConner de mí.

Llegamos a Barbetta con cinco minutos de retraso, Garrett preguntó al maître si había alguna reservación a nombre de
McConner Corp., el señor asintió llamando a uno de los meseros para que nos acompañara a la mesa del señor
McConner, caminamos por el salón principal del restaurante hasta llegar al privado donde en una mesa
estratégicamente escondida por una planta estaba sentado Alexander, su rostro era serio y frío, parecía distante y
tenso, había visto solo una vez anteriormente a este hombre sin embargo seguía produciendo en mí la misma
sensación inquietante hacia él, era como si su aura se expandiera más allá de su mesa, él era como un depredador
peligroso, me alegré de que Garrett estuviese conmigo. Tenía un traje azul hielo como su mirada, su barba estaba
pulcramente recortada y su cabello era tan bajo como lo recordaba, no estaba sólo, un hombre más lo acompañaba.

—Señor McConner —dije al llegar a su mesa, Alexander y su acompañante se levantaron y Garrett tomo mi mano entre
la suya cuando mi cuerpo tembló, ¡El hombre era imponente!

—Señorita Swan —ambos hombres inclinaron su cabeza a nosotros y nos acomodamos en la sillas luego de breve
saludos.

Rápidamente un mesero nos trajo un folleto con el menú. —Él es Garrett Sanders —presenté a mi amigo—. Es mi
editor y ya que vamos a hablar de la historia pues sería bueno que él estuviese aquí y usted lo conociera —el ceño de
Alexander se frunció y observo al hombre que lo acompañaba.

—No contaba con ello —murmuró con voz gruesa—. Isabella ya sabe mi punto de vista con toda esta locura que
Katheryne quiere hacer, no tengo mucho tiempo pero creo que lo mejor es que ordenemos y luego de la comida
hablemos de ese tema.

Miré a G que asintió suavemente y colocó una de sus manos en mis rodillas, Alexander y su invitado ya habían
ordenado así que Garrett y yo hicimos lo mismo de manera rápida, el servicio fue excelente y la comida estaba
realmente deliciosa, al finalizar los caballeros pidieron un café yo sin embargo me fui por un pequeño flan de chocolate,
había visto a un mesero pasar con uno para una mesa y mi boca se había hecho agua literalmente.

—Ok, a lo que nos reúne aquí Isabella —expuso McConner con voz suave—. Richard —señaló al hombre que estaba
con él—, es mi abogado, él trae los acuerdos de confidencialidad de los que te hable el día de la inauguración del hotel
—G colocó su café en la mesa y enarcó una ceja en dirección a Alexander, él no sabía lo que había sucedido esa
noche, Garrett y yo estábamos tan lejanos que parecíamos más conocidos que mejores amigos—. Sabes
perfectamente que nadie además de ti o nosotros tendrá acceso al manuscrito original.

—Garrett es mi editor.

—Pues no lo será en este libro —miró a G—. No tengo nada contra usted, ni siquiera lo conozco pero esto es algo que
no estoy dispuesto a negociar, Isabella.

—Lo que usted pide es ilógico. ¿Cree que publicar es como inflar un globo? Se necesita un editor y sobre todo una
casa editorial; estoy terminando mi contrato con Volterra Editores y me quedaré un tiempo sin casa editorial, podemos
enviar el manuscrito a otras casas pero esto requerirá que lo lean y vean…

—Parece que usted no entiende, he dicho sólo lo veremos usted y nosotros—dijo con voz sucinta.

—Definitivamente es usted el que no me está entendiendo.

—Estoy dispuesto a colocar la casa editorial que usted quiera a su disposición.

—Pues déjeme decirle que ellos leerán el manuscrito original —dije con fastidio.

—Será una editorial de mi entera confianza que firmará los acuerdos correspondientes para la buena divulgación del
libro.

—Disculpe… —Garrett carraspeó y tomó un poco de agua—. Isabella, junto a dos amigos editores y mi persona
estamos en el proceso de creación de una casa editorial.

—Escogeré la casa editorial —dijo con convicción—. Eso no voy a negociarlo. Lo único que usted tiene que hacer
Isabella, es firmar el puto acuerdo de confidencialidad y dedicarse a escribir. Lo demás corre por mi cuenta.
—Nuestra casa editorial podría ofrecerle lo que busca, somos aún pequeños, solo tres editores, una representante y
pues Isabella es nuestra principal escritora. Todos firmaríamos los acuerdos que usted disponga y contará con
nuestra absoluta confidencialidad —propuso G—, Isabella conoce al equipo y…

—Señor Sanders —Alexander lo interrumpió, esto era cosa de ricos, Edward tenía la misma mala manía, suspiré
pensando en que estaría haciendo ahora mismo. Quizás ya estaría en India y yo aquí pensando en él, un movimiento
del abogado de Alexander me trajo a la realidad, el hombre se acercó a él y susurró unas palabras en su oído haciendo
que asintiera—. Tengo entendido según mis fuentes que su casa editorial está en pañales —G asintió—. ¿Qué
garantías puede darme usted?

—Tenemos que sacar algunos permisos aún —Alex frunció el ceño—, pero Sam, mi compañero, está en ello. Lo que
nos puede retrasar un poco sería la infraestructura, pero hemos ingresado una solicitud de préstamo en el banco y
pronto estará solucionado.

El cuerpo de Alexander Mcconner se inclinó en la mesa colocando sus codos como apoyo y uniendo sus manos
mientras nos miraba fijamente. — ¿Sabe que es lo único que he escuchado de toda tu diatriba? Peros… —musitó con
voz fuerte, ahora entendía porque este hombre era quién era—. Su propuesta no me convence —se recolocó en la silla
—, así que lo haremos a mi manera. McConner Corp. creará la nueva editorial para que Isabella escriba el libro tal cual
como mi esposa lo quiere contar, será mi empresa la que los contrate a ustedes y se encargará de contratar al
personal que se necesite, Isabella tendrá contacto con Katheryne vía Internet en los días que mi esposa disponga y
cuando el relato acabe tendrá dos meses para terminar la edición. A cambio se le cancelará la suma acordada en el
contrato de confidencialidad que tiene en sus manos, en caso de que usted incumpla alguna de esas cláusulas puedo
hacerle pasar una larga y nada agradable temporada en una cárcel para mujeres —enarcó una de sus cejas en mi
dirección.

—No acepto —la cabeza de Garrett giro como la de la chica del exorcista, sus ojos se agrandaron mirándome con
incredulidad—. Le prometí a mi amigo no volver a buscar una casa editorial.

—Bella… —Garrett susurró—. ¿Qué estás haciendo? —siseó bajito, los ojos de Alexander relampaguearon, eran tan
oscuros que me daban escalofrió.

—Le tengo una propuesta.

—El que la escuche no quiere decir que la apruebe, pero diga —murmuró seriamente.

—Financie la editorial que Garrett y yo estamos creando. A cambio de mi trabajo y nuestra discreción usted podrá tener
todo el poder que quiera pero siempre hay perros que se venden por un fajo de dólares, así que es más sencillo
trabajar con personas en las que pueda confiar.

— ¿Qué le hace creer que confió en usted? —murmuró agarrando su barbilla.

—Usted no confía ni en su sombra —pude ver un pequeño atisbo de sonrisa—. Pero su mujer confía en mí, y yo nunca
defraudo al que lo hace —nuevamente el abogado susurró algo en el oído de Alexander—. Entonces… ¿Qué dice?

—Lo pensaré y mi abogado se contactará con usted, señorita Swan, la cuenta está saldada, revise su contrato y luego
hágame saber por e-mail lo que le parece y lo que no, hay dos cláusulas subrayadas que no pueden ser removidas —
Alexander salió del restaurante con su presencia intimidante y retadora, él era uno de esos hombres a los que se les
daba el rol controlador…Seres oscuros que en sí mismo representan la frialdad y la incapacidad de aceptar
contrariedades en su vida. Seres multiformes que poseen demonios capaces de devorarte en el menor atisbo de
indiferencia, seres aterradores, excitantes, ellos que van por el mundo diciendo que no puedes escapar, no lo
permiten. Terminé mi flan mientras G leía el contrato de confidencialidad.

—Pensé que este tipo de documentos solo lo firmaban las sumisas —dijo con burla G—. Al menos te va a pagar muy,
muy bien. Es una gran cifra con muchos ceros a la derecha.

—Con eso podemos empezar a buscar un buen lugar para nuestra editorial —dije lamiendo la cuchara de mi postre.

— ¿Te vas a comer el plato? —le mostré el dedo del medio—. Tienes suerte que no sea gay si no ya sabrías donde
puedes meter ese dedito —dijo burlón—. Lamento informarte que tenemos que irnos, la reunión con Aro es en veinte
minutos —se levantó de la silla dándome la mano hasta salir del restaurante.

La reunión con Aro había sido tediosa y bastante discutida, era el día en el que presentaríamos nuestra renuncia, Aro
se había mostrado sorprendido e intentó sobornarnos para quedarnos pero la decisión estaba tomada. Después de
ver que sus esfuerzos eran en vano decidió empezar a presionarme con el nuevo libro "Bajo tu piel" debía estar listo
para mediados de Mayo lo que me daba tres jodidos meses para terminar, editar y entregar. Sabía que podía hacerlo,
lo había hecho con "Atada" ahora que haría con esta nueva historia. Caius presentó el final de "Atada a ti" a los demás
compañeros y Adriana junto con Marie se habían acercado para felicitarme, lo siguiente que hizo fue programar la gira
de quince días, varias ciudades y muchas entrevistas; cerraríamos la gira en Nueva York y tendría dos pruebas de
fuego, la primera era Star, sólo esperaba que Rosalie fuese la misma que había conocido hacía unos meses,
desconocía qué les había dicho Edward sobre nuestra separación pero la que más miedo me daba era "Hablemos de
sexo", ir a ese programa sin él no sería lo mismo.

Salíamos temprano por la mañana a Seattle donde sería la primera firma de autógrafos, solo nos quedaríamos tres
días en cada estado y estaba realmente feliz de pasar por Phoenix, quizá Brithany y yo podríamos hablar cara a cara.
Tomé mi libro y caminé para salir de la editorial, debía hacer maletas y coordinar con Alice todo acerca de hoteles, a
pesar que la reservación ya estaba lista y los tickets comprados. Aún debíamos coordinar las entrevistas, odiaba esto a
pesar de la satisfacción de saber que mi libro tomaba vida con cada persona que lo leía. Decidí primero ir por G, él nos
acompañaría en esta gira debido al embarazo de Alice, no era muy común que el editor hiciera este tipo de viajes pero
Alice lo había solicitado cuando habló con Aro y él tenía cierta debilidad por Al.

—Joder Kate, ¿cómo demonios quieres que te explique no hay nada? ¡Joder, estoy contigo! —Garrett se pasó la mano
por el pelo mientras caminaba de un lado a otro en su cubículo—. ¡Es que eso es lo que no quieres entender mujer!
Cuanto tiempo llevamos en esto, estoy sólo contigo —Garrett siguió con su paseo—. ¿Sab es qué? Piensa lo que te de
la jodida gana maldición —colgó pegándose en la frente con la pared, pasó la mano por su rostro y peinó su cabello
hacia atrás antes de verme—. ¿Cuánto tiempo llevas ahí? —dijo entre dientes mirándome fijamente.

—Alto ahí, vaquero que conmigo no es tu lío —lo vi apretar el puente de su nariz—. ¿Problemas en el paraíso?

— ¿Ves porqué jodido no me gustan las relaciones?

—Son… Complicadas.

—Son un jodido infierno —murmuró.

—Bueno, yo venía a invitarte a comer y quizás luego podríamos coordinar con Alice algunas entrevistas en Seattle.

—Lo que sea para dejar de pensar en Kate por esta noche —dijo mirándome esperanzado.

—Vamos —dije extendiéndole la mano como en los viejos tiempos, luego de una parada por comida llegamos a mi
departamento, G se veía preocupado así que lo mantuve entretenido mientras Alice ladraba ordenes y bañaba a Ness,
me sentí como en los viejos tiempos cuando éramos sólo los tres, cuando yo no era una persona que caminaba,
respiraba y sobrevivía con el corazón pegado con cinta adhesiva; comimos con suave música de fondo y Garrett estuvo
con su celular casi toda la noche intentando marcar pero luego se arrepentía y lo dejaba a un lado del sofá. Estábamos
viendo Los Vengadores y a pesar de estar en tranquilidad viendo una película normal con un amigo, necesitaba
escuchar aquella vocecilla molesta que a todo le encontraba un pero, le di una sonris él acarició mi cabello con ternura
antes de levantarme y caminar a la cocina en búsqueda de mi amigo Ben*. Ni Garrett, ni yo estábamos prestando
atención a las locuras de Hulk.

—Toma —dije entregándole el bote con helado—. ¿Quieres contarme qué sucede? —tomé el mando del televisor y lo
apagué.

— ¿Con esto olvidaste a Edward? —G enarcó una de sus cejas.

—Lo mío con Edward no tuvo importancia, él debe estar en India ahora —dije intentando que no notara el quiebre de mi
voz.

—Y así pretendes que yo te cuente… Mintiéndome —pasé un mechón de cabello detrás de mi oreja—. En fin, Bells…
Kate cree que estoy con ella y otra mujer.

— ¿Es eso cierto? —pregunté sentándome frente a él y metiendo mi cuchara en el bote.

—Sí y no —lo miré sin entender—. Bells, no entenderías.

—Tal vez si me explicas… Quizá yo.

—Cuando empecé a salir con Kate le dejé muy en claro que no tendríamos una relación exclusiva, ella lo aceptó así
porque tampoco quería comprometerse y estábamos bien, hasta navidad —iba a preguntarle qué había sucedido en
navidad pero él hablo—. Kate se dio cuenta que había alguien… Bella, antes que preguntes algo. Sí había alguien o al
menos eso pensaba, joder… Estoy tan confundido.
— ¿Amas a Kate?

— ¿Amaste a Edward? —aunque lo intenté no fui tan buena ocultando el dolor que causaban sus palabras—. Lo siento
Bells… Debería haberlo golpeado, él te hizo daño —intenté hablar pero G no me dejó—. Vamos no soy estúpido, no me
insultes Isabella, puedes mostrar una máscara de indiferencia pero yo conozco a la verdadera Isabella. Tus ojos son
dos lumbreras apagadas y ya no sonríes como mi Bells.

— ¿Quien es la chica? —dije cambiando de tema. No quería hablar de Edward mucho menos con Garrett. G enarcó
una ceja—. La chica quien amas, si no amas a Kate es porque amas a esta chica.

—Yo creí amarla —dijo bajando la mirada—. Bells, tú eres muy importante para mí —agarró mis manos—. Olvídalo
bonita, debo irme —dio un beso en mi frente y se levantó para irse.

—Garrett, huir de los problemas no te los solucionará.

—Joder, Bella. ¿Te estás escuchando? —me interrumpió exasperado—. Joder… Aplica lo que estás diciendo en ti, no
creo una mierda eso que tú y el nene de oro de Nueva York terminaron por que no funcionaban cuando el día de año
nuevo se les veía tan bien.

—No estamos hablando de mi G, en cuanto a Ed… —decir su nombre dolía—. Él y yo nos dimos cuenta que no
duraríamos, pero tú estás en tu derecho de creerlo o no.

—No vale la pena hablar de ello Isabella, no cuando ella siente por mi algo netamente fraternal, lo único que quiero es
protegerla, ella se ha convertido en alguien muy importante para mí, quería protegerla hasta de mí mismo, ella es mi
familia —tragué saliva sin saber porque—. Pero ella se ha enamorado, aunque se lo niegue y yo solo soy su amigo, no
vale la pena hablar de cosas que no significan nada —musitó con melancolía—. Ella es mi hermana —suspiró
fuertemente—. Debo irme, mañana nos vemos temprano en el aeropuerto, bonita —me dio un gran abrazo y un beso
en mi frente—. Te quiero Bella, siempre te querré.

No había que ser un genio, ni siquiera tenía que preguntar pero antes de que Garrett abandonara mi departamento las
palabras abandonaron mis labios. —Soy yo, ¿verdad G? —no era una pregunta y G lo interpretó así al quedarse de pie
frente a mi puerta unos segundos antes de girarse.

—No sé que siento por Kate, Isabella, no sé que mierdas esta pasando conmigo pero no quiero que se vaya de mi
lado y estoy asustado como el infierno.

La puerta se cerró suavemente haciéndome sentir completamente sola, en ese instante sentí el vacío sumergirme en
las profundidades. Al menos G intentaba no huir de sus sentimientos inconclusos; él no era un cobarde el enfrentaba
sus miedos, actuando de una manera que yo simplemente no podría, Garrett afrontaba, en cambio yo, simplemente
simulaba que nada había sucedido. Estaba simplemente en la nada, por elección propia.

La gira había sido buena si excluíamos las entrevistas y las estúpidas preguntas de mi "relación" con Edward, me
parecía muy extraño que los medios no se hubiesen enterado de nuestro ruptura, pero tampoco iba ser yo la que les
daría qué hablar, a pesar que Alice y Garrett revisaban las preguntas nunca faltaba la conductora lagartona operada por
todos lados que me preguntaba qué se sentía estar en una relación con el soltero de oro de Nueva York, otras con
menos tacto preguntaban que se sentía besar y poseer el cuerpo de ese hombre en exclusiva. Si de algo era conocido
Edward era por su capacidad de poseer a cualquier mujer que se le acercase. Por un momento desee reventar el
mundo y acabar con esta agonía, deseando no haber aceptado su trato.

Seattle, Orlando, San Diego, Los Angeles, Phoenix, Virginia y por fin Nueva York, había hablado con Bree en Phoenix a
pesar de que seguía con su insistencia de que leyera el condenado diario, discutimos en el restaurante del hotel y la
comida me cayó jodidamente mal, las entrevistas y la tarde de autógrafo en Virginia resulto un desastre, Alice tampoco
la estaba pasando bien por lo cual Garrett llamó a Aro y le dijo que cancelaríamos los compromisos en Chicago. Aro
aceptó con la condición que no canceláramos las entrevistas en Star, Hablemos de sexo y la firma de autógrafos en la
librería.

— ¿Segura que estas bien? —G preguntó y asentí sin abrir los ojos. El vuelo de regreso a casa me había
descompensado y estaba algo mareada—. Estaré con Kate, solo una llamada y estaré aquí —no había vuelto a hablar
con Garrett acerca de su relación con Kate y lo que sentía por mí… ¡Jesús! no había que ser estúpida, si unía todos los
cabos la mujer que G amaba era yo, su enfrentamiento con Edward, su distanciamiento conmigo, todo calzaba,
desafortunadamente él tenía razón. Lo que yo sentía por él era un cariño fraternal; sí, me hacía temblar cuando estaba
cerca ¿Quién no temblaba con Garrett Sanders cerca? Él era realmente recreable para la vista, sexy, musculoso,
chistoso sin rayar en lo vulgar, dedicado a su trabajo, honesto y no me cansaría enumerando sus virtudes, pero yo
estaba enamorada de Edward, aunque él no quisiera nada conmigo. Bufé frustrada porque necesitaba olvidarlo.
Sacarlo de mí—. ¿Bells? —asentí dándole a entender que lo haría—. Genial, nos vemos mañana —besó mi frente y se
fue dejándome en el sofá.

No supe cómo llegué a mi cuarto, tampoco si comí o no lo hice, solo sé que cuando toqué mi cama caí profundamente
dormida.

—Hora de levantarse —gruñí audiblemente y me volteé enterrando la cabeza en mi almohada—. Joder Isabella, es
hora que levantes tu perezoso trasero de la cama, G esta afuera haciendo café —la ignoré—. ¡Bella! —me quito la
sábana y gemí levantando mi rostro y dándole una mirada matadora—. Ya sé de dónde aprendió Vanessa esa jodida
mirada, ahora todavía no matan para tu infortunio, levántate, dúchate y te espero afuera tenemos un día largo, hizo
énfasis en la "o".

Hice lo que me pidió porque entre más temprano hiciera la entrevista con Star más rápido saldría de ello, solo me
quedaría la firma de autógrafos para la tarde y la visita a HDS*, me duche rápidamente y me coloqué unos vaqueros
con algo de trabajo debido a que había aumentado algunas libras, tomé un suéter de cuello alto, estábamos a
principios de Marzo, coloqué mis botas y saqué una de las chaquetas de mi closet, peiné mi cabello recogiéndolo en
una cola suelta y salí a mi cocina.

Alice y Garrett estaban sentados en mi isleta ambos disfrutando de café recién hecho y Croissant, tomé mi taza de café
y fui a sentarme con ellos.

—Te ves terrible —dijo Garrett con burla, le mostré mi dedo medio, tenía sueño aún y el estómago me punzaba.

—Has descuidado tu rutina y estas subiendo de peso —dijo Alice comiendo su croissant.

Si no la amara tanto también le hubiese mostrado mi dedo del medio en un claro "vete a la mierda".

Tome uno de la canasta y bebí mi café arrugando la cara y apartándolo de mi. — ¿Con qué lo hiciste? ¿Con lodo? —
musité levantándome de la isleta y sacando una Pepsi de mi refrigerador, y bebiéndola suavemente agradecí
mentalmente que Jasper hubiese surtido mi despensa y que mi amigo supiese lo que me gustaba… Al menos lo
básico.

No quise comer, sin embargo esperé paciente a que Ali terminara, Garret tenía que ir a la editorial, así que Alice y yo
salimos al hotel a la sesión de fotos de la revista Star y donde se llevaría a cabo el lanzamiento para Nueva York de
"Atada a ti". Afortunadamente para mi, Rosalie no era la reportera, era un chico llamado Riley que a pesar de su muy
extraña manera de ser se veía que era un buen muchacho.

—Tómale unas en el jardín, Stefan —dijo al fotógrafo que estaba encargado de la sesión caminamos hacia la fuente
del hotel en donde se llevaba a cabo la entrevista, habían cambiado mi camisa por algo mas formal habían alisado mi
cabello y maquillado discretamente.

— ¿Podrías darme un minuto? —dije agarrándome el vientre y respirando profundamente mientras me sentaba en la
fuente, Alice fue rápidamente junto a mí, tenía un vestido de pre-mamá en color azul y se podía notar cada vez mas su
pancita de casi seis meses.

— ¿Te sientes bien? Estás algo pálida —dijo Al pasándome una botella con agua.

—Me duele el estómago —tapé mi boca cuando sentí arcadas y respiré nuevamente.

— ¿Quieres que paremos aquí? —preguntó frunciendo el ceño.

—Terminemos con esto, me recostaré un rato antes y después del almuerzo y estaré como nueva para la presentación
—intente sonreír y Alice alzo una ceja—. Te juro que sólo es dolor de estómago.

Stefan tomó un par de fotografías más y luego Alice y yo subimos a la habitación que Aro había reservado para
nosotras, pedimos comida suave para almorzar y mientras esperábamos Alice y yo nos dedicamos a descansar.

— ¿Cómo estás? —dijo Alice, llevábamos varios minutos acostadas una al lado de la otra mirando al techo sin decir
nada.

—Mejor, estoy segura que tan pronto comamos estaré lista para la noche, la comida del avión empeoró mi malestar
estomacal —respondí sinceramente.

—No me refiero a eso —Alice se quedó en silencio—. Me refiero a Edward —dijo con cautela.
Respiré fuertemente antes de contestar hablar con plena honestidad delante de Alice serviría solamente para
derrumbarme, lo cual llevaba tiempo tratando de evitar. Su recuerdo me perturbaba de sobremanera y lidiar con ello era
una batalla constante, se necesitaba demasiado esfuerzo para llevarlo a un lugar oscuro y apartado de mi corazón.
Costaba horrores hablar de ello así que dije lo que mejor podría responder en este momento. —No podía dedicarme a
morirme Alice, además no es la primera vez que me rechazan —traté de burlarme de mí misma.

—No digas eso Bells, yo te conozco se que tu corazón está…

—No tengo corazón Alice, estoy aburrida de tenerlo, mi corazón se hizo polvo —Alice se giró a medio lado en la cama
colocando el codo en la almohada y la mano en su cabeza clavando sus ojos en mí cuando pase mi brazo por sobre
mis ojos. Negarme a hablar de ello era lo mejor que se me daba, sí era tonta, pero no necesitaba más dolor.

—Te conozco mejor que a mí misma, puedes parecer muy fuerte pero sé que lo estás escondiendo. —Bufé
sonoramente, ante el comentario de Alice.

—No escondo nada. Simplemente no he tenido tiempo como para pensar en él, seguramente ya ha de estar en India
haciendo lo que más le gusta… Follar —Alice iba a decir algo más pero un leve toque nos hizo mirar hacia la puerta,
me levanté de la cama sintiéndome levemente mareada aún así llegue a la puerta y le abrí al camarero que traía
nuestra orden.

Alice y yo comimos mientras ella organizaba los últimos detalles de la firma de autógrafos, olvidado quedó el tema de
Edward Cullen al menos para ella. Yo solo estaba sobre llevando todo ahora, "Atada" me mantenía ocupada y luego
sería con "Bajo tu piel". Todavía no tenía noticias sobre Alexander McConner ni su esposa pero no era algo que me
esperara ahora, Alexander era un negociante y sabía que consideraría mi propuesta.

No me sentía bien, sentía el sudor correr por mi espalda y ni Alice ni Garrett estaban cerca, había visto a Alice salir del
salón con el celular pegado a su oreja mientras que G estaba verificando cuantas personas faltaban por firma, mi
amigo había estado pensativo y cabizbajo lo que me decía que no le había ido tan bien con Kate, sólo esperaba que
pudiesen arreglar sus diferencias. Aro se había ido luego de la presentación de "Atada" a los medios, afortunadamente
la rueda de prensa había sido enfocada en la historia de Caleb y Danielle, alcé la vista dando mi mejor sonrisa falsa a
una chica que me extendía el libro con timidez.

— ¿Dedicado a quién? —pregunté tragando la bilis que había subido por mi garganta.

—Alexandra Shalon —dijo ella—. He leído todas tus obras —asentí sabiendo que si abría mi boca podría ocurrir un
accidente, le di una sonrisa tímida y estampé mi firma en el libro antes de regresárselo—. Me gusto mucho el del
sacerdote y si soy sincera contigo leí el libro en pdf, ¿es verdad que Dsex te ayudo a hacerlo? —tragué saliva antes de
comentar.

—El sólo fue un tutor, alguien que daba ideas —susurré sin despegar mis labios completamente, entregué el libro a
Alexandra y tomé mi celular escribiéndole a G.

¿Quedan muchas personas? No me siento muy bien.

G respondió rápidamente y antes que pasara el siguiente lector.

Unas siete u ocho bonita, te vi hace dos minutos. ¿Necesitas algo?

No contesté, bajé la cabeza cerrando los ojos un momento respirando profundamente mientras llegaba el siguiente
lector, había firmado más de cien libros y Garrett me daba pequeños espacios de tiempo entre uno y otro. Sentí un
golpe brusco frente a mí y abrí los ojos observando un ejemplar del libro en el escritorio. — ¿Dedicado a quien?

— ¡A la perra que utilizo a mi hermano y luego lo dejó como si fuese un maldito trapo viejo! —miré a la mujer frente a mi
con desconcierto, Rosalie era la que estaba ahí, su postura, su porte y su mirada trasmitían ira, desesperación y
desconsuelo—. ¡Lo dejaste cuando más te necesitaba! Sabía que debía confiar en la intuición de Leah, eres una
maldita oportunista Isabella —no entendía nada así que me levanté intentando quedar a la misma altura de la mujer
frente a mí.

—Rosalie, no sé de qué me hablas.

—Lo único que te interesaba era tu maldito libro, ¡pues ahí está! Espero que lo disfrutes. No eres más que una puta
mosquita muerta, Isabella Swan —vi a Garrett acercarse a mí y la gente en la cola murmurar cosas, traté de mantener
la calma, no era el momento ni el lugar, tampoco sabía qué demonios le había dicho Edward.

—Si tienes algo que decirme puedes esperar a que termine y hablar como personas civilizadas —dije lo más bajo que
pude.

—No hablo con hijas de puta, espero que tu maldito libro sea un éxito Isabella y deseo no volver a verte nunca en mi
jodida vida —Rosalie dio la vuelta dejándome completamente consternada.

Sentí como la bilis volvía con más fuerza sobre mi garganta y salí del salón sin importarme nada más que buscar un
baño donde devolver mi almuerzo.

Alice estaba fuera del baño cuando salí, sentía que el mundo me daba vueltas, ella me tendió una toalla y una botella
de agua enarcando una ceja en mi dirección.

— ¿Qué fue lo que sucedió con Edward? —abrí la botella y tomé un sorbo de agua—. Rosalie estaba frenética, me
golpeó al salir del salón.

— ¿Te hizo daño? —pregunté preocupada.

—No. ¿Qué fue lo que sucedió, Isabella? No me digas que nada —Alice me dio una mirada que no aceptaba replicas.

—No sé qué diablos les habrá dicho Edward acerca de nuestro ruptura—pasé la toalla por mi cara.

—Isabella, tú no estarás… —Alice acarició su vientre y yo negué frenéticamente con la cabeza.

—No… Ni lo pienses All, me cuidé. ¡No todos los anticonceptivos son inseguros!

—Isabella, cuando mi anticoncep…

—No, me hice una prueba y salió negativa —dije tajante. No. Estaba. Embarazada. Tomé otro sorbo de agua—. Es
simplemente el virus que pesqué en Phoenix yo…

—Mujeres —Garrett tocó la puerta—. Lamento interrumpir la tertulia pero hay personas esperando tu firma, Isab ella —
asentí aún sabiendo que Garrett no podía verme y devolví a Alice la botella de agua y la toalla, G me dio un chicle de
menta y entre al salón con una sonrisa en el rostro… Como si nada hubiese pasado.

El resto de la tarde había sido "tranquilo" después de devolver, mi estómago parecía haberse acentuado, había que
coordinar el vuelo a Chicago para la semana entrante, Aro lo exigiría después de lo ocurrido con Rosalie, había
intentado marcarle a Edward pero su teléfono se iba al buzón, Jasper entró con Alice y conmigo al departamento ya que
G, se había quedado en el piso de Kate.

—Iré por Ness donde mi mamá —dijo Jasper dando un beso en la frente de mi amiga y dándole dos bolsas plásticas,
Ali sonrió dándole un beso en la comisura de sus labios, cuando la puerta se cerró, Alice atacó.

— ¿Cómo te sientes del estómago? —preguntó quisquillosa.

—Borra lo que sea que estés pensando —caminé hacia el refrigerador y saqué una lata de Pepsi.

—Salgamos de dudas —All se apoyó en la isleta y extendió una bolsa hacia mí.

—He tenido mi periodo todos estos meses Alice, Edward y yo terminamos nuestro trato hace dos meses y no me he
acostado con nadie.

—Hazte la maldita prueba Swan —tomé la bolsa rodando los ojos.

—Está bien, me haré la maldita prueba y luego tendrás que comerte los jodidos palitos cuando den negativo —bufé
contrariada caminando hacia mi habitación, saque las dos cajas y negué con la cabeza. Tenía práctica en esto aunque
estas eran diferentes, no era la del signo más; leí las indicaciones rápidamente y me senté en el wáter humedeciendo
primero una y luego la otra en los lugares indicados, tomé los dos palitos y salí de mi habitación. No estaba asustada,
no tenía ningún síntoma y nada que indicara que podría estar embarazada, tampoco se había ausentado mi periodo y
como adicional yo había tomado anticonceptivos durante los 90 días que había estado con Edward.

Alice me quito los palitos colocándolos sobre mi cama y esperando el tiempo pactado mientras leía las instrucciones.

—All… —ella alzó la vista mirándome suavemente—. ¿Quién compró las pruebas?

—Jazz —contestó ella como si me hablase del jodido clima—. Le dije que Garrett creía que había embarazado a Kate
así que las necesitaba pero como estábamos ocupados no había podido comprarlas, también le dije que fuera
discreto por eso me entrego la bolsa a mí —que debía reconocer que por cosas como estas yo amaba a Ali.
— ¿Cuánto hay que esperar? —pregunté secando mis manos con mis vaqueros.

—Cinco minutos.

—Voy por una Pepsi, ¿quieres?

—No puedo —acarició su vientre—. Y si esto nos da positivo tú tampoco —puntualizó.

—No va a resultar positivo—salí de allí y caminé hasta la cocina, decliné por el refresco y tomé lo que había quedado
del helado de anoche, cuando volví a la habitación Alice miraba los palitos… Su mirada no decía nada bueno.

— ¿All?

— ¿Seguiste las instrucciones al pie de la letra? —asentí

— ¿¡Alice que dice!? —caminé hacia ella y me senté con miles de pensamientos cruzando mi cabeza—. ¿Alice?

—Esta dio un error —dijo colocando el primer palito en mis manos y esta tiene dos rayas.

—Estoy… —All negó con la cabeza.

—No lo sé, una de las líneas es perfecta y la otra está difuminada, es muy débil, así que supongo que es otro error,
tengo cita con el doctor Malinov mañana en la tarde para saber el sexo de este ratón —apunto su vientre—. Salgamos
de dudas, ven conmigo mañana, Jasper estará en juicio así que no iba a poder acompañarme, hazte una prueba de
laboratorio y…

—Mary Alice Whitlook, no estoy embarazada —sentencié tajantemente.

—Bella, es mejor salir de dudas —su celular sonó en ese momento, Jasper ya estaba abajo—. Vendré por ti mañana
Isabella, hablaremos con Aro, almorzaremos y luego me acompañarás a mi consulta… Suceda lo que suceda, yo estoy
contigo.

No había dormido, no porque creyese que estaba embarazada, era prácticamente imposible. Me había cuidado, había
tomado todas las pastillas en el último mes porque con la partida de Bree había olvidado aplicarme la inyección, sin
embargo, Alice había sembrado en mi la duda, y la duda envenenaba el alma, mataba lentamente, te hacía pensar de
más. Salí al balcón de mi habitación apenas eran las 5:05 a.m., y el sol resurgía entre las edificaciones de Nueva York.

"Nunca sabes cuando puedes ver el último amanecer"

Las palabras de Edward hicieron que mi pecho se contrajera, apoyé las manos en el barandal de mi balcón sintiendo
cómo la melancolía me embargaba, él me había hecho suya aquí en este lugar mientras los dos veíamos como el sol
salía de su escondite. Llorar estaba sobrevalorado para mí, mi vida había sido llanto y desdicha y de niña había
aprendido que llorar solo era una perdida de tiempo y líquido pero, ¿cómo evitarlo cuando sientes que te reduces a
polvo, cuándo sabes que caminas sin el corazón latiéndote en el pecho? Estaba rota, estaba destrozada y estos eran
los momentos en los que se evidenciaban mis verdaderos sentimientos. Me sentía estúpida por llorar por un hombre
que me había usado como una muñeca más en su harem, algo que pertenecía a su colección. Llevé las manos a mi
cara y me giré completamente dejando mi espalda pegada al barandal, dejándome caer al suelo, reventándome contra
el mundo, sacando el dolor y la frustración, el miedo por el futuro, por no poder seguir, la duda sobre el embarazo, todo
lo que me rodeaba. Dolía, me dolía el pecho, me faltaba el aire… Estaba jodida con letras mayúsculas, resaltadas y
cursivas pero estaba segura que saldría de esta, como había salido de todas las demás.

Sin embargo este era mi momento de niña. Todo lo que una vez había en mí, él lo quebró, mis ideas, mis prioridades,
todo. Ahora es diferente, no tengo nada, nunca fuimos nada. Ahora lo sé. La única que amó en todo este embrollo fui
yo, él se volvió mi ilusión y fue poesía para mí. Ideas estúpidas de un corazón que todavía creía en el amor aunque
sabía que no obtendría nada de ello. Luché con ese sentimiento, luché hasta no poder más, pero lo único que hacía en
cada lucha era arraigarme más a él pero sabiendo que él jamás sentiría algo por mí. Sí, era tonto, era ridículo ¡pero era
mi fantasía! Sin príncipes, sin cuentos de hadas. Él era egocéntrico, arrogante, pesado y cabrón pero era mío… ¡Él fue
mío!

Lo amé.

Lo amaba.

Lo amaría siempre. En algún punto de mi vida, esa niña a la cual su madre abandonó, que fue criada por un hombre
duro y reacio a toda emoción, esa, siempre creyó que no amaría jamás, Isabella Swan se sostuvo bajo la certeza de
que ella no merecía amor, y que por lo tanto al no merecerlo tampoco amaría a nadie. Ella se sostuvo con fuerza, sola,
era una hoja frente a la tormenta, firme y orgullosa. Un día salió de su casa y se dijo que podría sobrevivir en el mundo
sin necesidad de nadie, que el amor era algo que ella podría prescindir de su vida. Sin embargo un día un hombre
llegó a su vida y le hizo saber que el amor era lo más importante, se vio rota cuando éste la abandonó y se fue con otra
mujer, como siempre la niña fuerte se paró frente a un espejo, limpió sus lágrimas y se repitió hasta el dolor no amaré
nunca…no amaré más, el amor es una rosa hermosa con terrib les espinas y ella se levantó orgullosa y continuó, me
mentía, pues mi necesidad de amar se hizo palabra y me convertí en escritora, porque mi inconsciente pedía amar a
gritos.

De pronto como un huracán violento vino él y derrumbó mi frágil muro, mis torpes defensas, Edward llegó para
enrostrarme mi hambre de amor y amar y simplemente caí, me dejé llevar, la niña solitaria deseosa de amor se aferró
a él como un náufrago en mar abierto.

Lo amo y él no me ama, pero estoy aquí, sabiendo que ya no puedo negar quien soy, ya no puedo huir, ya no puedo
cerrar los ojos ante este sentimiento, Edward es parte de mi vida, es mi alma, mi corazón, mi risa, mi sonata, él estará
siempre en mí y yo viviré sabiendo que ya no temo al amor, porque yo amo con todo mi corazón, lo amo a él.

Amor, palabras tontas de mis libros, palabras tontas de mi imaginación, sin embargo son todo, lo sé ahora, son todo lo
que soy, soy lo que él hizo de mí, él me forjó y de alguna manera retorcida me liberó.

Cierro mis ojos y siento sus manos en mi cuerpo, sus labios en mi piel, dolor y pasión, dulzura y pasión. Él lo era todo y
ahora no hay nada, destruí mi barrera, quebré mi voluntad y no pude sostener mi promesa. Me enamoré de Edward
Cullen y ahora tenía que pagar las consecuencias.

Soy libre de mis miedos, y aún así él no estaba conmigo.

Limpié mis lágrimas y entré a mi habitación, sabía perfectamente que no dormiría así que ni intente recostarme, en
cambio caminé hasta llegar a la cocina y sacar una lata fría de mi refresco favorito, sentándome en el taburete de mi
isleta y pasando mis manos por mi cabello. Mi cabeza era una maraña de confusión, una neblina que aunque se
dispersaba por momentos volvía más fuerte; quería dormir y despertar en unas cuantas décadas cuando el corazón no
sangrara por Edward Cullen. Mi mirada se fijó en la esquina de mi isleta y en el diario de Renée, leerlo sería traer más
dolor a mi vida, pero este sería un tipo de dolor diferente, un rechazo por otro, como aquel viejo adagio de un clavo saca
a otro. Me levanté de la silla llegando hasta el libro y tomándolo firmemente, suspiré y abrí el libro rápidamente.

Agosto 05 de 1988

Un mes. Sue lo sab e, me mira y mira mi ab domen. No dice nada ya que prefiere ob viarlo, sab e que estoy fajada.
Charlie la matará, lo hará con amb as, el b eb é no patea, he decidido darlo en adopción es lo mejor para él y para mí…
He encontrado un lugar en donde puedo dejarlo, no exigen mucho así que es perfecto, voy allí todas las tardes mientras
Sue está en sus estúpidos cursos de pastelería, no sé para qué los hace, Charles es diab ético y a mí no me gusta
mucho el caramelo. Hoy fui al hospital de caridad y estoy asustada, el doctor Cooper dice que tendrá que hacerme una
cesaría, lo que me pondrá en desventaja porque tendrán que operarme, no será un parto normal. Lo único b ueno de
todo esto es que Charles no vendrá hasta Noviemb re.

Agosto 14 de 1988

¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! ¿Qué jodidos hace Charles en casa?, Me vio y dijo que estab a gorda, que ib a a pagarme un
gimnasio como si no tuviera suficientes preocupaciones… Si antes estab a asustada ahora estoy peor, me han
programado la cesaría para el próximo mes 15 de Septiemb re, el hospital se hará cargo de llevar al b eb é hasta al
centro de adopción, he decidido no verlo, es mejor no encariñarme con él, hace mucho que no patea. ¡Joder! El
prob lema real es Charles, si me descub re estoy muerta… Bien muerta.

Agosto 26 de 1988

Charles sospecha, lo sé, el viejo es un ser astuto y malicioso está aquí desde hace unos quince días y no se irá, su
pierna le duele desde que se la lastimó en la guerra, sus ojos me siguen por todas partes, parece un cuervo tras de mí,
una somb ra que no me deja, es horrib le tengo que vivir con el miedo tras mis espaldas, cualquier momento un paso en
falso y Charles sab rá mi secreto.

Septiembre 12 de 1988

Se ha enterado, alguien me ha visto entrar al centro, él mismo ha averiguado, ha usado sus contactos y presionado al
doctor Cooper, me ha golpeado, y ahora estoy en mi hab itación encerrada, ha golpeado a Sue, me sacó del hospital
casi arrastrando mis propios pies. Lo sab ía, él me seguía, deb í ser más cuidadosa, deb í calcular b ien mis pasos…
Ahora ya nada vale, él se ha enterado, casi me ha matado de no ser porque Sue se colocó frente a mí, ha culpado a mi
madre por algo que ella no tiene la culpa. Tengo miedo… Mucho miedo, Clauss… ¿Por qué me hiciste esto a mí?

Levanté mi vista dejando el diario a un lado y enterrando mi cabeza en mis manos, la letra de Renée era casi ilegible
pero podía entender su miedo más no su desprecio ¿Clauss porque me hiciste esto a mí? Eso no podía ser una
pregunta, Clauss no había sido el único que había tenido relaciones sexuales sin protección para hacer un bebé, se
necesitan dos personas. La que no tenía culpa en todo este embrollo era yo. Una parte de mí no quería leer más, la
otra estaba intrigada. Si Renée estaba decidida a darme en adopción, ¿por qué fue Charles mi padre?

Respiré profundamente y tomé un sorbo de mi Pepsi dejándolo pasar lentamente por mi garganta, antes de pasar la
hoja para leer la siguiente.

Estaba en blanco y la siguiente también, la fecha en la siguiente hoja me dejó completamente aturdida.

Septiembre 25 de 1988

La mañana del jueves estuvo bastante movida. Ninguna reunión con Aro era placentera y a pesar que mi estómago
estaba menos delicado solo verlo hacía que la bilis se me revolviese. Alice se encargó de cuadrar las fechas,
estaríamos tres días de la semana entrante en Chicago. Estaba nerviosa no tanto por la consulta con el doctor Malinov,
en la noche tendría la entrevista con Rosalie Cullen y Alec Macdoving en "Hablemos de sexo". No había podido hablar
con Edward puesto que su teléfono aún seguía en buzón y no sabía que actitud tendría Rosalie después de su
comportamiento de ayer, afortunadamente, la prensa no se había percatado del altercado con ella en la firma de
autógrafos. "Atada a ti" tenía muy buenas críticas y además contaba con importantes críticos literarios que auguraban
grandes éxitos para la historia.

No vi a G en toda la mañana y a la hora del almuerzo Alice me sacó de Volterra Editores y me arrastró hasta un
restaurante de comida italiana, la tensión en mi estómago era tal que casi no toque mi plato, no comí en lo absoluto mi
cabeza era una maraña de pensamientos encontrados, por una parte la cita con el doctor Malinov y por otro las últimas
palabras de Rosalie.

¡Lo dejaste cuando más te necesitab a!

No sabia a qué se refería, no es como si Edward me necesitara para mantener su polla caliente, Alice parloteaba de la
visita que haría al centro comercial que para comprarle ropa a "J" y un regalo para Vanessa ya que su cumpleaños se
acercaba, el camino del restaurante a la fundación en donde el doctor Malinov tenía su consultorio fue bastante largo,
Feeling Good de Muse se escuchaba desde las bocinas del auto. Alice aparcó en el sótano y salimos juntas hasta
llegar al elevador y subir al piso siete de la fundación donde se encontraba el área de Ginecología.

Alice caminó hasta la recepción y habló varios segundos con la señorita que estaba allí, suspiré fuertemente y sequé
mis manos sudorosas en mis jeans deslavados.

—Bells, Dayanne dice que el doctor Malinov puede atenderte si no se le presenta ninguna emergencia —Alice se sentó
a mi lado tomando mis manos entre las de ella—. ¿Estás asustada?

—Te mentiría si te digo que no, All no sé qué hago aquí, hoy amanecí mucho mejor, no he tenido mareos ni he devuelto
nada —intenté levantarme de la silla pero Alice no me lo permitió.

—Bells es sólo para salir de dudas, si estas embarazada has descuidado a tu bebé por dos meses, necesitas
cuidados médicos —sus ojos se trancaron con los míos—, si no lo estás pues no ha pasado nada es un piquete o una
ecografía y salimos de dudas.

—All…

—Pase lo que pase, yo estoy contigo Isabella, apoyaré la decisión que tomes —apretó mis manos—. Sea la que sea —
suspiró—. Solo quiero que sepas que si estas esperando un bebé, él es un ser inocente que no tiene la culpa de nada.

— ¿Estás diciendo que yo…?

—No digo ni insinúo nada, Bella —me interrumpió—, solo quiero que sepas que cuentas conmigo.

—Es remotamente imposible que esté embarazada.

—Cuando mantienes relaciones sexuales nunca es remotamente imposible.

Iba a decir algo más pero el nombre de Alice por el altavoz me hizo callar, nos levantamos y caminamos hacia el
consultorio el doctor Malinov, era increíble que el hombre siendo el accionista mayoritario de esta fundación estuviese
atendiendo personal como un medico más. El doctor Malinov parecía un personaje callado y reservado pero si
observaba sus ojos con determinación podías darte cuenta que bajo el hombre de bata blanca se encontraba uno
mucho más interesante, algo peligroso y juguetón, un demonio en piel de cordero, un lobo contenido por la fina
emoción que mucho de nosotros llamamos amor, sus ojos relucían cuando la chica pelirroja que había visto la última
vez que estuve por aquí estaba cerca, era algo similar a lo que había sentido la noche de la inauguración del hotel entre
Alexander y Katheryne.

Alice tocó suavemente la puerta antes de girar la perilla para entrar, Dimitri hablaba por el teléfono pero igual nos indicó
que podíamos tomar asiento.

—Entonces no quiere operarse, ¿te imaginas lo que va a suceder si la prensa se entera? —bufó al teléfono—. Típico
hijo de papi y mami. ¿Qué piensas hacer? —su dedo se movió sobre el escritorio—. ¿Crees que vas a retenerlo con
eso?… Hans, somos una fundación no una maldita cárcel, si el tipo quiere irse la puerta es muy grande, no podemos
hacer nada para retenerlo… Obvio que sé quién es Hans, solo mi mujer no se desvivía por él, obvio que ella me tiene a
mí —dio una sonrisa torcida—, es tu paciente, haz lo que consideres necesario y dile a los padres que el grupo GEA no
se hace responsable por recaídas o deceso, el paciente se está retirando del área de neurología voluntariamente
asumiendo sus riesgos. Lo sé Hans, lo sé, estás haciendo esto por tu amistad con el doctor Denalli… Practica los
exámenes que hacen falta y llámame cuando estén listos quiero dar un vistazo antes que el paciente se retire. No
tienes nada que agradecerme amigo, el GEA es tu casa —colgó pasando las manos por sus cabellos. Dando un
suspiro.

—Lo siento señora Witloock, señorita Swan —asintió hacia nosotras—. ¿Tomaste el agua como te lo pedí, Alice? —mi
amiga asintió—. Bueno, vamos a ver si el bebé coopera hoy y luego atenderemos las dudas de Isabella —Alice se
levantó de la silla y caminó hacia la camilla descubriendo su vientre, era algo magnifico el saber que dentro de su
cuerpo había una pequeña personita, algunas personas podían verlo aterrador, sin embargo era maravilloso que
alguien dependiera de ti. No sabía si estaba embarazada, de hecho había dejado de pensar en ello, aunque no pude
evitar llevar la mano a mi vientre cuando mi amiga tembló mientras el Doctor Malinov aplicaba una especie de gel en su
piel, Alice me miró y respiré fuertemente antes de levantarme de la silla y caminar hacia ella. Ambas enfocamos
nuestras miradas al monitor mientras el doctor Malinov colocaba el transductor presionando suavemente el vientre de
Ali—. Aquí esta nuestro pequeño o pequeña, intentaremos girarlo para ver si logramos descubrir el sexo.

Alice apretó mi mano cuando empezamos a ver a su bebé, tenía las piernas cruzadas y el dedito metido en la boca,
Dimitri arqueo una ceja colocando su mano en un costado del vientre de Ali haciendo que el bebé se moviera un poco
"J" cambio de posición dándonos una excelente vista de su trasero, haciendo que Alice y yo nos riéramos.

—En pocas palabras nos está mostrando el dedo del medio o… —dijo Dimitri con una sonrisa, volvió a presionar su
palma abierta en el costado contrario haciendo que por fin "J" se diese la vuelta y abriera sus piernas y dejándonos ver
por fin su sexo—. Una niña Alice —los ojos de mi amiga se llenaron de lágrimas y no pude evitar derramar un par sin
soltar la mano de Alice, saqué mi celular de la parte trasera de mis jeans y textee a Jasper:

Saca el bate Jazz, otra niña. Felicidades

B.

No sabía si había hecho bien, quizá había arruinado la sorpresa de Alice pero había sido un impulso, Dimitri siguió con
su examen y varios minutos después le tendió una toalla a All para que se retirara el gel, me acerqué a Alice
suavemente y le susurré que le había dicho a Jasper el sexo del bebé, ella hizo un ademan con su mano dándome a
entender que no importaba, la ayudé a bajar de la camilla luego de darle un gran abrazo y felicitarla porque "Jaslice"
venía al mundo. Caminamos hacia las sillas frente a Dimitri que escribía en su recetario los medicamentos para All,
imprimió un par de imágenes de la ecografía entregándole todo a mi amiga.

—Isabella —me sonrió—, tenía varios meses sin verte. ¿Cómo te ha ido con el nuevo anticonceptivo?

—De hecho no estoy tomando anticonceptivos —Dimitri arqueó una de sus negras y pobladas cejas—. Estoy inactiva
sexualmente desde hace dos meses así que suspendí los comprimidos, pero no es eso lo que me trae aquí doctor
Malinov, Alice piensa que puedo estar embarazada —bufé en dirección a mi amiga.

— ¿Y porque Alice piensa eso? —colocó sus codos en el escritorio y tocó su mentón.

—Pesqué un virus en Phoenix, estuve devolviendo el estomago durante varios días y esta mañana no pude tomar mi
taza de café —Dimitri observó a Alice.

—Es una posibilidad doc —All sonrió—. Ella estuvo sometida a relaciones sexuales frecuentes —joder, estaba segura
que mi rostro estaba como un tomate maduro—, y siempre hay un margen de riesgo con los anticonceptivos para la
muestra basta un botón —señalo su vientre y Dimitri sonrió.

—Ok, esto es lo que vamos a hacer, podemos realizarle una prueba cuantitativa que es un examen de sangre para
verificar si hay una hormona llamada gonadotropina coriónica humana en la sangre. Esta es una hormona que
normalmente se produce en el cuerpo durante el embarazo o podemos realizarte una ecografía trasvaginal o una
abdominal eso sería más rápido y muchísimo más exacto.

—¿Podríamos hacer la ecografía ahora? —pregunté nerviosa.

—Claro, solo necesito que una de mis enfermeras venga a desinfectar todo y te tomes una botella de agua para
realizar la ecografía y podemos… —la puerta fue abierta abruptamente y una enfermera entró mirando a Dimitri.

—Permiso doctor Malinov, el Doctor Hans necesita verlo urgentemente, es por el paciente del doctor Denalli —
¿Denalli? Había escuchado ese apellido dos veces desde que había llegado aquí y me resultaba familiar.

—Esta bien Sophie, dile a Hans que estaré allá tan pronto me desocupé.

—El doctor dice que es urgente —musitó la chica, Dimitri asintió y la puerta fue cerrada suavemente y Dimitri pasó la
mano por su rostro tamborileando sus dedos en su escritorio.

—Lo siento Isabella… —Dimitri suspiró—. Tengo un colega atendiendo un caso delicado y aunque no es mi área le
pedí que nos permitiera a mí y a varios colegas presenciar una serie de exámenes que tiene que hacerle a este
paciente, voy a ordenar que te hagan la prueba cuantitativa y que se entreguen urgentemente en mi despacho, cuando
digo urgente es en más o menos una o una hora y media, no creo que el doctor Hans tarde más de media hora
practicando estos exámenes así que estaré desocupado para cuando los exámenes estén listos en caso de que estés
embarazada me gustaría practicar la ecografía para poder tener mas conocimiento de cómo se encuentra el feto —
asentí—, puedes esperarlos en la cafetería Isabella y te pido mil disculpas.

El doctor se despidió de nosotras y salió del consultorio, cuando Alice y yo salimos él estaba hablando con la chica de
recepción, ella asintió antes de llegar hasta nosotras y guiarnos hasta laboratorio. Odiaba las agujas, de verdad las
detestaba pero traté de obviar el piquetazo mientras me sacaban la sangre para hacer el examen, el chico de
laboratorio dijo que los exámenes estarían listos en una hora por lo que Alice y yo caminamos hasta la cafetería.

Ali estaba emocionada con su nueva bebita a pesar que ella quería un nene, Jasper la llamó minutos después que nos
hubiésemos sentado y estaba realmente feliz. Mi amigo deseaba este bebé con todas las fuerzas de su alma, él quería
un compañero para Nessie y que mejor que una nueva nena. Gracias a Alice la hora que debía esperar pasó muy
rápido, mi amiga hacía planes para decorar la habitación que estaba al lado de la de Ness, incluso cuando le dije que
lo mejor era que Nessie durmiese con la bebé ella decía que Ness necesitaba su espacio y Jaslice necesitaba el suyo.
Cuando la alarma del celular de Alice sonó ella pagó la cuenta y juntas caminamos al piso diez de la fundación; cuando
salimos del ascensor pudimos ver que indicaba que Neurología estaba hacia el lado izquierdo y laboratorio al derecho
no había notado eso cuando me habían sacado la sangre una hora atrás. Suspiré fuertemente caminando hasta la
señorita que estaba en la recepción del piso, mis manos sudaban, mi corazón latía desesperado, podía sentir la
sangre correr mucho más a prisa por mis venas, Alice tomó el sobre blanco al ver que no podía anunciar palabras, mi
seguridad se había ido al trasto y aunque siempre había pensado cuando sería madre, este definitivamente no era un
momento indicado y sobre todo Edward no era el papá indicado.

— ¿Quieres abrirlo tú o prefieres que lo haga yo?

—Hazlo tú —dije secando mis manos con mis jeans.

Alice asintió. —Bells, pase lo que pase Jasper, Garrett y yo estamos para ti —Alice estaba dilatando el asunto.

—Alice por favor —Al, rompió el sobre y para mí los minutos se transformaron en horas, mi visión captó todo en cámara
lenta, mi estómago se contrajo furiosamente mientras All sacaba el papel del sobre y lo desdoblaba frente a mí—. Ali…

—Espera, no entiendo estos porcentajes y números Bells —Alice siguió leyendo hasta el final, su cara palideció un
poco y un leve susurro salió de sus labios—. Positivo…

Las palabras resonaron fuertes y claras como pelotas de pin pon rebotando en mi cabeza, un sudor frio descendió
desde mi cuello y mis manos comenzaron a sudar, mi estómago se contrajo todavía más y la bilis comenzó a subir por
mi garganta amenazando con salir, en ese momento solo hice lo primero que se me pasó por la cabeza… Correr.

Devolví absolutamente todo lo que estaba en mi estomago, estaba aturdida, en shock, sin saber qué pensar, decir o
actuar, limpié mi boca con un poco de papel toilette y salí del cubículo no sin antes bajar la palanca, coloqué mis
manos en el lavado sin saber si llorar de felicidad o por estupidez, abrí la llave del lavado y dejé que el agua corriera
antes de enjuagar mi boca y mi cara. Alice me estaba dando tiempo, lo sabía, sabía que mi amiga estaría
esperándome en recepción para darme un abrazo y consolarme.

Embarazada… Un bebé, un bebé mío y de Edward Cullen…

Miré mi reflejo en el espejo y dos espesas lágrimas rodaron por mis parpados… Edward no iba a querer un bebé, él
me dejó en claro muchas veces que no iba a ser padre nunca y yo… Dios… ¡Yo había tenido un desastre como madre!
Miré mi cuerpo completamente en el espejo, específicamente mi vientre, había una vida ahí desde hacia dos meses,
una vida que no tenía la culpa de lo que estaba sucediendo, humedecí mis manos nuevamente y las pasé por mi rostro
eliminando mis lágrimas, en el fondo de mi tenía mucho miedo, no era más que una chica cobarde que dependía
emocionalmente de las personas que llegaban a mi vida, pero este bebé era mío, él me pertenecía. Llevé mis manos a
mi vientre buscando una pequeña curvatura algo que me dijera que estaba ahí pero no había nada a pesar de haber
subido un par libras en los últimos meses, levanté mi suéter descubriendo mi piel pero no podía notar nada, la puerta
del baño se abrió y escuché un jadeo detrás de mí, alcé la vista al espejo observando a la mujer detrás de mí… Leah
Cullen.

Hola chicas!

Primero es una sorpresa no capi hoy a mitad de semana! Segundo esta es la primera parte del final y de verdad espero
que les haya gustado, mis betas-amigas y yo quedamos satisfechas (aunque una quiso matarme por el bebe) quiero
agradecer por sus revs la gran mayoría lo agradecí con un pequeño adelanto de este capi… a mis chicas del harem de
dsex Gracias! Igual a mis loquitas por dsex, a los fantasmas, los anónimos, los que sufren conmigo (mi bella salem) y
a todas las que colaboran para que este cap saga preciosísimo. No estaba segura de subir hoy porque no he
adelantado mucho con la segunda parte… pequeños problemas que hacen la vida entretenida… Nos vemos antes de
mitad del otro mes OS JURO! Un beso enorme a todas las que me dan la oportunidad de distraerse un poco.

Aryam.
*Chapter 24*: El final de nuestras vidas Parte II
Disclaimer: los personajes de Crepúsculo son propiedad única y exclusivamente de la señora Meyer, yo solo los utilizo
para mi diversión.

NA: Es un placer para mí decirles que esta historia está debidamente Registrada por SafeCreative bajo el código
1305285174880. Cualquier distribución, copia o plagio del mismo acarraría las consecuencias penales y
administrativas pertinentes.

Tienes que sab er qué es lo último que pido,


que estoy desesperado, según mis latidos
no me queda mucho tiempo a mi favor.

Y antes de perder de vista mi camino


quiero mirarte un poco y soñar que el destino
es junto a ti mi amor.

Quédate un segundo aquí a hacerme compañía


y quédate tantito más quiero sentirte mía
y ab rázame… y ab rázame... y ab rázame… y ab rázame…

Abrázame

Camila

Editado por: Eve Runner-Elizabeth Rodríguez-Adriana S.

El Final de Nuestras Vidas II Parte.

Nuestras miradas se encontraron por varios segundos hasta que reaccioné, bajando mi suéter y agradeciendo
mentalmente no tener el vientre abultado.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Leah acercándose más, su mirada barrió mi cuerpo completamente de arriba abajo.

—Creo que lo que hago aquí no es de tu incumbencia, pero ya que estas tan interesada, acompaño a Alice a consulta
—A pesar que mi corazón latía trabajosamente traté de estar normal ante Leah.

—Pensé que estabas aquí por…—Leah suspiró. Se le notaba cansada tenía un vestido de pre mamá en color lila y su
cabello estaba totalmente recogido en una coleta—. Me enteré lo ocurrido con Rose… Ella está demasiado devastada
con lo de Edward.

Quise preguntar qué pasaba con Edward, pero no lo hice, él no debía importarme pero… ¡Joder! Necesitaba saber qué
le había dicho a su familia y lo más importante si quería ser parte de la vida de su hijo. Respiré profundamente antes
de hablar.

—Necesito comunicarme con él, ¿sabes si ya se fue de viaje? He intentado comunicarme pero ha sido imposible.

—¿Viaje? Así que eso fue lo que te dijo el muy cabrón, ¿A dónde diablos se suponía que iría de viaje? ¿Al purgatorio?
—Miré a Leah sin entender, notando una actitud extraña de su parte, algo que no comprendí del todo. Había
preocupación y agotamiento en su rostro. No tenía esa mirada, esa suspicacia y altivez que ella poseía. No sé si
estaba teniendo alguna clase de alucinación, lo cierto es que me encontré en una situación mucho más mortificante
ante aquella imagen de Leah cansada y preocupada.

Sus ojos cansados eran la evidencia de que algo no estaba bien.

—Leah, no entiendo nada de lo que dices. Si estás haciendo preguntas retóricas no veo la necesidad de perder mi
tiempo escuchándolas; lo único que quiero es que Edward me dé una explicación del por qué Rosalie cree que yo lo
dejé, cuando él sabía perfectamente que fue una cuestión de mutuo acuerdo.

—¿Acuerdo? ¡Eran novios joder! —explotó saliendo de su imagen calmada.

—Mira, no voy a hablar de mi relación con Edward, es un asunto que ni te compete a ti, ni al resto de la humanidad.
Estoy harta de que todos, y eso te incluye a ti, quieran meter sus jodidas narices en mi vida y en lo que fue mi relación
con Edward. Pero si piensas decirme algo además de tus ironías o sandeces, pues ve diciéndolo de una buena vez y
así nos evitamos seguir hablando por pura cortesía hipócrita. —Leah se quedó completamente en silencio y yo respiré
profundamente tratando de calmarme—. Bien, si ves al cretino de tu cuñado, por favor dile que me urge hablar con él.
—Iba a girarme para irme harta de toda esta situación cuando Leah habló.

—Pues ya que no nos andamos por las ramas y quieres sinceridad, es importante decirte que él está aquí Isabella. Es
un bastardo cobarde que no te contó nada… y tal como dijiste antes, no es una situación que merezca de mi tiempo,
así que sea él quien te aclare el por qué se encuentra aquí, y créeme que no seré yo la que devele su gran misterio —
murmuró entre dientes

—Genial —bufé—. Que tengas buen día, Leah. —Quería salir de allí; primero, porque estaba nerviosa; segundo, no
quería que Edward me viera, no me sentía preparada para enfrentar su mirada fría. En este momento no podría
soportar su acritud e indiferencia. Caminé al lado de Leah y estaba a punto de salir cuando la voz de esta me detuvo.

—Lo amas. —No fue una pregunta—. Te enamoraste de él y te dejó como el cobarde que es. El imbécil se enamoró. —
Soltó con palabras afiladas lo que por un instante pareció una provocación. Pensé antagónicamente que podría estar
equivocada. Un hombre enamorado no humilla, no maltrata, no hace que el corazón sangre; pero hablábamos de
Edward, un hombre capaz de poseer de una mujer, casi cualquier cosa, así eso incluyese su alma—. Intentó protegerte
pero no de la manera correcta.

Quiso burlarme, ¿protegerme…? ¿Protegerme? Cuando él había sacado y lastimado mi corazón sin piedad. Negué
con la cabeza mirando a Leah a través del espejo, habíamos cambiado de posición y ahora era yo la que estaba tras
ella.

—Edward Cullen no ama…

—Eso era lo que yo pensaba —musitó interrumpiéndome—. No me diste buena espina cuando te conocí, te parecías
tanto a Emy…. Sabía que ibas a terminar con el corazón roto. ¡Joder! Edward no tomaba enserio a ninguna mujer…
hasta que llegaste tú, lo veía en sus ojos en sus…

Leah estaba jugando sucio. Eran mis sentimientos los que estaban en juego, sentía que cada segundo que pasaba
cerca de ella representaba una puñalada adicional a mi corazón, quería desgarrarme, devorarme entera con sus
palabras hirientes; me parecía estar viendo una medusa que desea saciarse con mi alma y transformarla en piedra,
así que antes de romperme de mostrarle que su cruel juego estaba surtiendo efecto la interrumpí.

—Si esta es tu táctica para herirme, no sé qué ganas con esto...

—¿Táctica? —Una de sus cejas se arqueó y su mirada se tornó irascible—. ¡No sabes nada! —gritó—. ¡No eres más
que una pobre niñita estúpida que se dio cuenta que el amor no es como lo pintan en los malditos cuentos de hadas!

—No tengo porque soportar esto —dije con furia abriendo la puerta.

—No te da curiosidad saber por qué demonios está aquí, en un hospital, en el área de neurología… Sus dolores de
cabeza, la cantidad de medicamentos que consumía… ¡No te dice nada! —Sentí el suelo temblar bajo mis pies, el frío
colarse en todo mi cuerpo, helándome hasta la médula. El tiempo por un momento se detuvo, como si me sacaran el
aire de lo más profundo de mis entrañas y todo fuese oscuridad… En caída libre. Algo sucedía y desde un principio
Leah era conocedora de algo que yo desconocía y se estaba vanagloriando que fuese una ignorante del tema—. Si
prefieres irte ahora hazlo ya, pero si en verdad no me equivoco, si en verdad sientes algo por él entonces escúchame…
—Empujaron la puerta levemente y Alice entró cuando di un paso atrás.

—Joder, Bella. Sabía que la noticia te iba a caer como un yunque pero… —Algo en mi rostro la hizo callar, su mirada se
dirigió hacia Leah que se había girado y ahora me miraba fijamente—. ¿Estás bien? —preguntó preocupada. Asentí
levemente.

—No eres más que una cobarde.

—Vámonos, Bells. —Alice tomó mi mano para ayudarme a salir.

—Eres tan cobarde como él, tal para cual. —No seguí escuchando, salí de ahí rápidamente pero las palabras de Leah
se repetían una y mil veces mientras caminábamos en dirección a los elevadores. Las migrañas de Edward no eran
normales, sus vómitos, sus mareos. Podía sentir a Alice hablar pero no sabía que decía. Mi cabeza estaba a punto de
explotar mis neuronas eran como engranajes encajando uno con otro, atando cabos y verificando las palabras de
Leah… Edward había tenido una pérdida de conocimiento cuando estábamos en el concierto de Metallica

¿Por qué estaba aquí y no en "Otra Oportunidad"? Mis pies dejaron de moverse y Alice se giró al ver que no avanzaba.

—Necesito ver a Edward.

—Bella…

—Necesito saber que está bien, Alice. —La miré a los ojos—. Lo amo, Ali. Él es el padre de mi hijo aunque sea un
jodido cabrón, sólo quiero saber si está bien.

Alice me atrajo a su cuerpo, éramos casi de la misma estatura.

—Te acompaño, Bells. —Caminamos de regreso al baño y justo antes de llegar vimos a Leah salir.

—Leah. —Ella alzó su mirada vidriosa, como si hubiese estado llorando, hacia nosotras.

—¿Qué quieres? —Su voz fue áspera y ruda.

—No voy a comentar contigo sobre mi relación con Edward pero quiero saber si está bien. —Ella rio, su risa fue irónica
y cortante.

—Acompáñame —dijo con voz rota antes de empezar a caminar. Sacó su celular y tipió algo rápidamente. Estuvimos
de vuelta en el ascensor y el trayecto hasta la cafetería fue en silencio. Leah escogió una mesa, y Alice y yo nos
sentamos junto a ella—. Me gustaría solo hablar contigo. —Miró a Alice—. Me caes bien, Alice, pero es delicado.

—Alice se queda. —Tomé la mano de mi amiga—. Ella sabe todo de mí, no tenemos secretos.

—¿Amas a Edward? —inquirió tensa.

—¿Por qué preguntas algo que te atreviste a asegurar hace unos minutos atrás?

—Edward tiene poco tiempo de vida... —Mi corazón dejó de latir. Esto no podía ser cierto—. Tiene un coágulo de sangre
ubicado en el cerebro, presionando varias arterias. —Leah habló tan rápido que no me dio tiempo suficiente para
reaccionar, sentí como si mil manos me agarrasen por el cuello dejándome sin posibilidad de respirar, si antes sentí
que el mundo se movía debajo de mí, en este momento literalmente todo a mi alrededor desapareció, sentí que mi
pecho se contrajo fuertemente. Aún así al parecer Leah tenía preparado más dosis de dolor y continúo con su verborrea
—. Su vida se agota y si quiere hacer algo debe operarse inmediatamente. —Leah comenzó a hablar de la enfermedad
de Edward pero no podía escucharla. Oía lo que decía pero en mi cabeza lo único que podía pensar era que él lo sabía
muchos meses atrás, incluso antes de que empezara nuestro trato. Meses con aquel enemigo acabando con su vida.

Y él callaba, fingía salud, buen humor…

Estúpida… ¡Estúpida! ¡Estúpida!

Sus dolores de cabeza, sus mareos, ¡los vómitos! Pero él siempre sonreía, siempre decía chistes, me daba uno de
sus besos destructores y me envolvía en caricias que terminaban con él y yo haciendo el amor. No era más que un
maldito cabrón manipulador. Sus silencios y miradas en puntos fijos, sus palabras extrañas y cripticas, su necesidad
de hacerse ver superficial y cínico. El agujero vacio que era para él la muerte.

"Nunca sab es cuándo puedes ver el ultimo amanecer."

"La muerte es algo que nos llega a todos."

¡Tonta! Él estaba jugando conmigo. Su último coño antes de morir. El dolor en mi pecho se debatía entre amarlo y
odiarlo, no supe cual fue más fuerte sólo sé que era implacable. El estómago se me contrajo aun más y antes de hacer
alguna estupidez corrí al bote de basura más cercano, expulsando lo poco que quedaba en él; sentí una mano frotar mi
espalda mientras alguien me tendía una servilleta, limpié mi boca y respiré fuertemente cerrando mis ojos y contando
hasta diez

—No lo necesitas, Bella —dijo Alice con voz suave—. Vámonos y olvídalo, tendrás a tu bebé, te ayudaremos entre todos

—¡Qué no lo necesito! —grité a Al. En ese momento la rabia invadía mis sentidos—. ¡Cómo te atreves a decir eso,
maldición! —Rabia con Edward por dejarse morir, rabia conmigo porque no quería que se muriera—. ¡Estoy
embarazada, Alice! —Un jadeo ahogado me hizo girar, me había olvidado completamente de Leah—. ¡Joder! —Dos
gruesas lágrimas se derramaron por mis mejillas—. Joder, joder, joder. —Alice me abrazó lo máximo que su vientre lo
permitió mientras sentía como mi frágil castillo de naipes se venía al piso—. No puedes decirme que no lo necesito
cuando sabes que lo amo. —Me aferré a su cuerpo sin importarme Leah y las personas que nos observaban con
lástima. Lloré por frustración, por tristeza, lloré por la locura de estar embarazada de un hombre que no me amaba, que
prefería morir y no luchar por su vida, un hombre que se había burlado de mí completamente.

—Eres fuerte, Bells. Tú eres fuerte, no eres como yo cuando me enteré del embarazo de Ness. Yo estoy aquí, Jasper,
Garrett estamos para ti, nunca te dejaremos sola. —Sentía el abrazo de Alice, protector, amoroso. Mis lágrimas
empezaron a cesar.

—Sácame de aquí Alice... Por favor —susurré pegada a ella. No quería pensar más en Edward… ¡No quería saber más
de él! Alice asintió antes de separarse de mí y tomar mi mano para irnos de allí. Ya me haría la ecografía otro día, ahora
solo quería acostarme en mi cama y olvidarme que el mundo existía, quería pensar en mí y en la vida que estaba en mi
vientre, Una nueva vida atada por un hilo invisible que representaba su sangre y la mía, unidas hasta dar como
resultado la creación la vida, que ahora estaba creciendo en mí.

Es irónico comparar ese hilo en donde *Ariadna busca recuperar el amor en medio de un destino terrible; *Teseo es en
este caso el vehículo de la salvación de su propia pureza, el tema no es en sí el amor, no existe un interés romántico,
eso se lo dejamos a *Dante con la búsqueda de la gloria en la inspiración divina para alcanzar a su *Beatriz idealizada.
No, aquí se habla de la realidad, de pisar sobre suelo putrefacto, ir a ciegas en la oscuridad al que tu vida depende de
un hilo, de un paso en falso. De un monstruo que devora el alma de aquellos que visitan su casa, su palacio. Un
mercenario de la justicia, que corre como tonto tras la muerte. No sé si reír o ver esto como una desgracia que se me
ha autoimpuesto, pero el hilo que pudiese salvarlo yace en mi vientre. ¡Oh! Terrible destino le espera Teseo si deja
romper el hilo, si cae presa de su miedo y es derrotado por el monstruo multiforme y no consigue retornar a Ariadna.
Pobre de mí ¿pobre de él? Pobre de nada, sólo de la soledad y miseria del alma, de su cobardía

Leah se había sentado en la mesa, su rostro estaba entre sus manos y trataba de controlar los pequeños hipidos que
purgaban de su interior.

—Nos vamos, Leah —Alice avisó haciendo que su rostro se levantara en dirección hacia nosotras yo sin embargo
permanecía en estado ausente, fuera de mi cuerpo incapaz de trazar una línea.

—¿Te irás? —Había desconcierto e incredulidad en su voz—. Te acabo de escuchar decir que lo amas. —Leah no era
la mujer altiva que había visto estos últimos tres meses, parecía una mujer que sufría ante la tragedia de una familia
completa. Pensé… ¿realmente es humana? Por un momento lo dudé y ahora veo otra cara de esta mujer—. ¡Te acabo
de escuchar decir que estás embarazada! —Se alzó chillando en voz alta. Leah no era Rosalie, a ella le importaba
mierda si se formaban murmullos o no.

—Lo estoy, pero eso no quiere decir que él sea el padre, te recuerdo que hace dos meses no estoy con Edward. —Era
una mentira, la más grande falacia que hubiese dicho en mi vida, pero ella tenía que creerlo. Yo necesitaba pensar.

—Rosalie tenía razón. —Leah sorbió su nariz suavemente—. No eres más que una arribista. —Alice intentó hablar pero
no la dejé.

—Piensa lo que quieras, Leah. —Sequé una lágrima con el dorso de mi mano—. Ya no me importa nada. —Estaba
demasiado cansada, por el día de hoy solo quería descansar.

Alice y yo abandonamos la cafetería antes que Leah pudiera decirnos algo más. Estaba segura que no diría nada de mi
embarazo, sembré en ella la duda, lo había visto en su rostro. Mientras que Alice y yo íbamos en el elevador en
dirección al sótano solo podía pensar en todo lo que había sucedido en menos de dos horas. Primero, estaba
embarazada; segundo, no podía seguir negándome que amaba a Edward y tercero, él iba a morir. Sin embargo a pesar
de que él me había mentido, que me expulsó de su vida, que no me dejó ni ser su amiga, yo le debía a él muchas
cosas, le debía el éxito de un libro, mi seguridad como escritora, él era la razón por la que había madurado y la más
importante, él era el padre de mi hijo, tal vez no me necesitaba, pero si de algo estaba segura era que mi hijo lo
necesitaría a él. Que yo lo necesitaba en mi vida aunque fuese solo como el padre de mi bebé. Edward necesitaba
saber que iba ser padre, aunque en este momento fuese un insensato no podía negarle el derecho de saberlo; quizá el
saber de mi bebé podría hacerlo cambiar de opinión, no podía perdonarme si él muriese y sin que supiese lo que
sucedía con mis sentimientos y mi cuerpo, lo liberaba de cualquier responsabilidad conmigo y que iba a tener un hijo,
después si él no nos quería, era su decisión, se lo debía por las muchas noches que enredada entre sus brazos
disfruté de sentirme mujer, querida y protegida aún sabiendo que todo hacía parte de un trato, yo me iría con mi corazón
roto pero sabiendo que había hecho lo mejor.
¡Dios mío! que cruel era el destino, al final no sólo terminé amando a ese hombre, me convertí en un ser maduro y
responsable de mis acciones, ahora, con la posibilidad de la maternidad en mi vida y con la muerte de alguien que
amaba yo Isabella Swan era alguien adulto.

Esta era mi graduación, dependía de mí si estaba apta para tan alta responsabilidad.

¿Lo estas Bella? ¿Lo estás?

El elevador llegó rápidamente a su destino. Alice salió delante de mí pero no pude moverme haciendo que Al me
mirara sin entender.

—No puedo irme —susurré—. Necesito verlo aunque sea una última vez. —Alice intento decir algo—. Por favor,
necesito que me apoyes.

—¿Quieres que te acompañe…? —dijo con voz condescendiente.

—Creo que es algo que debo hacer sola.

—¿Quieres que te espere? —Negué—. Toma un taxi y avísame apenas llegues a casa —dijo dándome un abrazo—.
Toma. —Me entregó el sobre con los resultados—. Pueden ser necesarios allá arriba, y pase lo que pase, siempre
contarás conmigo.

—Lo sé, te quiero, Alice…

—Y yo a ti, Bella. —Quité la mano de los sensores del elevador haciendo que la puerta se cerrara y marqué el piso de
neurología. Necesitaba hablar con Edward, definir de una buena vez esta relación, era decidir cerrar un capítulo más de
mi vida o buscar más hojas para poder escribir. Darle, tal vez, el hilo metafórico que lo salvaguarde, un resquicio de
esperanza. Una última prueba de valor."

Mientras el elevador subía pensaba una y otra vez lo que iba a decirle… Pero no se me ocurría absolutamente nada.
Mis manos empezaron a sudar por lo que doblé el sobre metiéndolo en el bolsillo trasero de mis jeans. El elevador se
detuvo en el piso diez y sentí mis piernas temblar, iba a empezar a odiar ese número. Sequé una vez más mis manos y
caminé hacia la chica de recepción, preguntando dónde estaba la habitación de Edward Masen, luego de un par de
indicaciones caminé hacia allí con el corazón tronándome en las orejas y peinando mi cabello hacia atrás con mis
manos.

Rosalie fue la primera en verme y como era de suponerse el gesto de su rostro no fue agradable, su reacción hacia mí,
menos.

—¡¿Qué demonios haces aquí?! —gritó cuando estuve mucho más cerca. Respiré profundamente mientras la veía
zafarse de los brazos de Emmett—. Vienes a ver cómo está mi hermano por tu maldita culpa.

Conté mentalmente hasta diez antes de contestar.

—Estoy aquí por Edward, Rose, no por lo que tú creas que ha pasado entre nosotros.

—Regresaste. —La voz de Leah me sorprendió, parecía que ella no me esperaba ahí y ni yo misma sabía qué estaba
haciendo. Solo tenía un sobre de papel en el bolsillo trasero de mis jeans que pesaba como un maldito yunque.

—Me pediste que hablara con Edward, o al menos eso quiero creer que intentaba hacer. —Rose le dio una mirada fría
a Leah y ella reconstruyó su pose altiva.

—No te entiendo, Isabella.

—No eres la única —bufé para mí misma.

—Bella… —La voz rota de Esme me hizo girar mi rostro, ella salía de una habitación junto Jake y Carlisle, los tres
parecían haber envejecido muchos años en estos dos meses. No fui consciente de nada hasta que Esme me cobijó
en su abrazo maternal llorando en mi pecho. No pude reprimir mis lágrimas, pero intenté no derrumbarme mientras
Esmerald Cullen se sostenía en mí, la dejé llorar porque parecía que eso era justamente lo que Esme necesitaba…
llorar—. Viniste a verlo —susurró—. Habla con él, Bella. —Ella era una madre desesperada—. Por favor al menos hazlo
entrar en razón. No sabía por qué diablos creían que Edward iba a escucharme.

—¡Esme! —Esme se separó de mi al escuchar Rose—. ¡Edward está mal desde que ella lo dejó!
—Edward está mal desde hace muchos malditos meses, Rosalie —dijo Leah enérgicamente.

—El doctor Hans dijo que no podía recibir sobresaltos, Leah. Su visita puede ocasionarle daño —dijo colérica Rosalie
—. No vas ser la causante de la muerte de mi hermano. — Su mirada gélida me atravesó de lado a lado, era como si
un rayo de hielo fuese lanzado desde una gran altura directamente a mi pecho. Rosalie me odiaba tanto como amaba
a su hermano, ella lo protegía, lo protegía de mí.

¡Qué gran ironía!

—¡A Edward lo está matando su estupidez y cobardía! —gritó Jacob de vuelta acercándose a Leah. Vi a Emmett
acercársele a Rosalie hasta arroparla con sus brazos mientras le daba besos al tope de su cabeza. Me sentía en un
mundo completamente paralelo pero por más extraño que pareciese no las estaba escuchando, las oía, oía su
diatriba, pero no las escuchaba; mi mirada y cada uno de mis sentidos estaba en el hombre a un lado de la puerta de
la habitación… Carlisle Cullen, parecía estoico. El hombre parecía tener unos cien años, no era el hombre parco y
amable que había visto varias veces, lucía agotado y triste. Su mirada azul se encontró con la mía y dio un seco
asentimiento y eso era todo lo que yo necesitaba.

Solté a Esme cuando Carlisle llegó hasta a mi susurrando un suave "Ve con él", creo que oí como Rose decía algo
más y Carlisle le ordenaba callar, pero todo en lo que podía pensar era en cómo decirle a Edward que esperaba un
bebé suyo… Sobre todo cuando yo acababa de enterarme que él se estaba dejando morir

Él estaba ahí, recostado en la cama con su cabello despeinado y el brazo sobre sus ojos, respirando fuertemente y
apretando la mano en la que tenía una vía intravenosa, por varios segundos solo pude observarlo ¡Estaba ahí! ¡Era real!
Mi corazón latiendo más a prisa como si estuviese en una carrera a muerte, de hecho el lo estaba, lo estábamos
ambos. De esta conversación dependían muchas cosas. Caminé varios pasos hasta quedarme frente la cama de
Edward, si me escuchó quiso no verme, puesto que no se había quitado el brazo de los ojos, minutos después lo hizo,
sin embargo sus ojos no se abrieron. Por unos segundos pude observar al hombre que se había apoderado de mis
pensamientos, mi alma y mi cuerpo de forma irremediable. Sin duda alguna no estaba bien, tenía grandes ojeras
debajo de sus parpados, había bajado de peso considerablemente, su piel se veía de mal color y su cabello había
perdido ese brillo que lo caracterizaba, estaba considerablemente largo al igual que su barba. Suspiré fuertemente
sintiendo el dolor en mi pecho al verlo así. ¿Dónde estaba mi sarcástico y arrogante Edward? El hombre frente a mi no
parecía ser él. Sus ojos se abrieron y su mirada verde opaca se encontró con la mía. Por un instante pude ver como su
cuerpo entero se tensó al verme de pie frente a su cama. Todo tipo de emoción se reflejó en su mirada… sorpresa,
miedo, aturdimiento pero todo eso fue remplazado rápidamente por una mirada glacial. Lo vi tomar aire fuertemente y
quise huir pero mis pies parecían pegados al mármol del suelo.

—¿Qué haces aquí? —Su voz fue seca y gutural, sin duda alguna él no esperaba verme aquí.

—Supe que estás enfermo. —No sabía cómo empezar—. Me encontré con Leah en la cafetería. —Mentí.

—Leah es una maldita chismosa —murmuró entre dientes.

—Necesito hablar contigo.

—Tú y yo no tenemos nada más de que hablar. —Frunció el ceño—. Isabella, creo que fui claro contigo la vez que nos
vimos en mi departamento, te dije que…

—Sé lo que dijiste. —Mi voz salió más filosa de lo que pretendía—. No vengo aquí por ti. —Aunque me estaba muriendo
por estar entre sus brazos—. Rose me hizo una visita no muy agradable hace unos días, necesito saber que está
sucediendo.

—Sucede que estoy rodeado de personas indeseables —bufó—. Pensé que ya me había deshecho de ti. —Golpe uno,
bajo y certero. Traté que no se notara lo que sus últimas palabras habían hecho en mis ya quebrados sentimientos.

—Si no te operas morirás. —Tuve la necesidad de decirlo, no importaba si él no me amaba, si Leah estaba
equivocada, mi hijo necesitaba tener a su padre.

—¡Bingo! Isabella Swan te has hecho acreedora a un viaje con todos los gastos pagos a la luna, ¡mujer, has
descubierto que el agua moja! —dijo sarcástico

—Edward… —Tanteé el terreno obviando su actitud déspota hacia mí.

—Isabella, es mi vida, maldita sea. Si no me ha importado una mierda las opiniones de mi familia, ¿qué te hace
pensar que las tuyas sí? —Golpe dos, tan doloroso como el primero—. Te crees con derecho a intervenir en mi vida
solo porque me serviste para unos cuantos polvos. —Golpe número tres, sentí como mi corazón estalló en diminutas
partículas de polvo—. Te informo, querida, que solo fuiste un coño, nada más eso, no fuiste especial, ni mucho menos
extraordinaria. — Sentí una lágrima derramarse por mi mejilla—. Tú no fuiste nada.

Mi garganta tenía un nudo pero aún así me las arreglé para hablar ¿podía ser más cruel?

Si, si podía.

—Tienes razón. —Mi voz salió quebrada y por un segundo pude ver un atisbo de tristeza en su mirada, quizás fue idea
mía para sentirme menos miserable—. No somos nada, no fuimos nada y no significamos nada el uno para el otro…
— ¡Falacia! Dentro de mí sentía como todo colapsaba—. No entiendo como un hombre como tú quiere morirse.

—Si pensabas que tendríamos otro polvo alguna vez, lo siento, nena; salgo del mercado— me interrumpió dándome
una sonrisa cínica.

Negué con la cabeza. ¿Cómo podía amar a esto?

—¿Sabes qué? Espero que ardas en el infierno. —Una lágrima descendió por mi mejilla pero no importó—. Muérete,
jódete, has con tu vida lo que te plazca. —Me giré para salir de ahí con el alma más rota de lo que había entrado, pero
antes de salir tenía que darle mi estocada final, sin duda alguna esta era la última vez que él y yo nos veríamos, y
aunque no se merecía saberlo, era su derecho—. No estaba aquí por mí. —Negué con la cabeza sin verlo y metí la
mano en el bolsillo de mis Jeans—. Pensé que merecías saberlo, pero sin duda alguna mi hijo no te merece a ti… Él
no merece tener una basura como padre… —Dejé el sobre blanco en la cama y salí de ahí antes de romperme
completamente. En definitiva concluí que el Minotauro no era la enfermedad que le acaecía, era él orgullo cobarde de
Edward, así pues, se ha roto el hilo. Se ha roto la razón, no había regreso.

Necesitaba salir de aquel laberinto, yo era Teseo, tenía la fuerza, el poder, tenía a mi hijo, y me tenía a mí misma.

Había evitado llorar hasta que salí de la clínica, quise gritar por ser tan estúpida, no me importó la mirada de Esme al
salir, ni siquiera los gritos de Jake cuando corrí. Necesitaba alejarme y eso fue lo que hice, tomar el primer taxi que
estuvo a mi alcance e intentar ser fuerte pero la estación radial del taxista no ayudaba y menos la canción que se
escuchó en ese momento… "Alguien" de Kany Garcia, hizo que todo el muro que había construido a mí alrededor
colapsara. Lloré mucho, y me maldije mucho más por tonta, por crédula. Llegué a mi departamento con el corazón
ardiendo. Edward Cullen podía irse al infierno, ya no me importaba, mi hijo era lo único que me importaba en este
momento… Él sería mío, lo único bueno de toda esta estupidez, por más loco que pareciera me sentía fuerte, por él,
por mí. Mi bebé aún no se veía pero él estaba ahí y yo lo cuidaría, junto a él nunca más estaría sola y yo sería mucha
mejor madre que Renée o Sue. No supe en qué momento me quedé dormida pero cuando desperté tres cosas
llamaban mi atención.

El teléfono sonaba, mi estómago rugía y alguien tocaba la puerta de mi departamento como si quisiera derrumbarla.
Grité un "Ya voy" mientras miraba la hora en mi teléfono celular, tenía varias llamadas perdidas, había olvidado
completamente colocar el sonido una vez habíamos salido del consultorio de Dimitri. Me di cuenta que eran más de las
diez de la mañana, había llegado a casa alrededor de las seis y no había cenado. Tomé un paquete de galletas que
Jasper había dejado en mi despensa mientras la persona del otro lado de la puerta seguía tocando como si un
apocalipsis zombie estuviese tras él. El teléfono había dejado de sonar momentáneamente y por el contestador se
escuchó una vocecilla bastante conocida para mí.

¡Isab ella Marie Swan! ¿Sab es lo preocupada que estoy por ti? Joder, mujer, soy una chica con seis meses de
emb arazo. Isab ella, no puedes hacerme esto, prometiste llamar pero no contestas tu celular. Por favor, Bells, dame paz
mental, comunícate conmigo

Había olvidado a Alice completamente, iba a llamarla cuando nuevos toques en la puerta me alertaron que había
alguien del otro lado. Pasé por el nuevo espejo que G había traído para mi, estaba hecha un desastre aún lucía la ropa
del día anterior, mis ojos estaban hinchados y mi nariz aún podía observarse roja por el llanto, pero a pesar de todo
esto me sentía tranquila, dolida, rota y decepcionada pero tranquila… fuerte. Peiné mi cabello con mis manos y sin
mirar por el ojillo de la puerta abrí, para encontrarme cara a cara con la persona que menos imaginaba. Frente a mi
estaba Jacob Cullen.

—Buenos días, Bella. —En un primer momento quise sacarlo de mi casa, tirarle la puerta en su cara y mandarlo a
comer espárragos… Mierda, era más sencillo, pero Jake no tenía la culpa de ser hermano de quien era. Lo más
seguro era que Edward hubiese leído los exámenes y lo había enviado a ver si era cierto. Lo dejé seguir no sabiendo si
era una buena decisión, lo hecho, hecho estaba. Vi a Jake sentarse en el sofá y le ofrecí algo de beber, él solo pidió
agua pero cuando abrí el refrigerador mi estómago me recordó que necesitaba comer. Saqué una Pepsi de mi
refrigerador y le llevé una botella con agua a Jake que alzó una ceja cuando me vio abrir las galletas y destapar mi
bebida. Quizás fue algo inconsciente pero en este momento mi lado más egoísta no le importaba si estaba
embarazada, sólo quería comer y saciar mi apetito junto con una Pepsi.

—Deberías dejar de beber eso. —Arqueé una ceja en su dirección—. En tu estado es malo para el embrión. —Iba a
contestarle pero mi teléfono volvió a sonar. Atendí a Alice rápidamente y quede en llamarla para ir juntas al consultorio
de Dimitri, necesitaba practicarme una ecografía y mirar en qué estado estaba mi embarazo, sobre todo porque había
sangrado en el último mes. Cuando colgué Jacob dio un gran suspiro.

—¿Qué demonios haces aquí, Jake?— dije tajante esta no era una visita social, ni deseada.

—Edward me envió.

—Eso, ya lo sé, Jake. No ibas a venir a darme los buenos días luego de que no nos hemos visto dos meses. —A pesar
que no tenía nada contra Jake mi voz era cortante y carente de emoción—. Por un momento llegué a pensar que ibas a
tirar mi puerta. —Aparté la Pepsi de mí aunque moría por darle un sorbo.

—Lo siento, pensé que no estabas en casa y bueno no tengo más dirección para ubicarte excepto esta. Edward quiere
verte— dijo en un suspiro.

—Y yo quiero tener un millón de dólares Jake, pero nadie tiene lo que quiere—respondí sarcástica.

—Estás embarazada.

—¿De verdad?— arqueé una de mis cejas—. Si eso es lo que viniste a hacer aquí, puedes irte, tú y tu familia se
pueden ir al infierno… Con Edward de cabeza.

—Bella tienes que entender que…

—Que es un gillipollas, arrogante, un completo y perfecto hijo de puta. Créeme, ya lo sabía y ayer quedó más que
comprobado, Jake. No vengas a hablar bellezas del Edward que tú y yo conocemos.

—Se puso como un maniaco ayer. —Jake metió la cabeza entre sus manos—. Quería venir a verte, se quito la vía
intravenosa a la fuerza; su presión arterial se elevó demasiado, en su estado es peligroso, cualquier emoción fuerte
puede matarlo. —No me dejé llevar por sus palabras, traté que mi postura siguiera siendo la misma—. Tuvieron que
sedarlo, antes de caer en la inconsciencia me mostró los exámenes, Bella. —Pasó la mano por su cabello—. Mi
hermano está a punto de morir y acaba de enterarse que va ser padre, quiere cerciorarse que tú estés bien en todos
los sentidos.

—Jacob, cuando fui a decirle a Edward, acerca del embarazo, no lo hice por los beneficios económicos, no soy rica
pero vivo bastante bien— musité comiendo una de las galletas. Tenía hambre—. No necesito ni a tu hermano, ni a tu
familia para sacar este bebé adelante.

—Bebés, Bella. —Lo miré sin entender—. Estuve leyendo tus análisis, los niveles de la hormona Gonadotropina
Coriónica están algo elevados, sin embargo habría que hacer otra prueba, no soy ginecólogo, pero soy médico y sé de
esto, Bella. Estoy casi seguro que tu embarazo es múltiple.

¡Múltiple! Más de un bebé. Dejé la galleta a un lado del sofá y corrí lo más rápido que pude al baño y devolví lo poco que
había comido. Jake no podía estar en lo cierto. Sentí alguien acariciar mi espalda mientras que aguantaba mi cabello.
Bajé la palanca del toilette y me levanté con la cabeza baja hasta el lavado.

—No tenías que hacer eso— musité cuando ya había lavado mis dientes y limpiado con enjuague bucal. Jake estaba
en el marco de la puerta y no lucía incomodo.

—Recuerdas que Leah pasó por ello. —Salí del baño y me senté en el sofá respirando profundamente, Jake por
supuesto me siguió—. Tienes varias semanas de embarazo, Isabella, posiblemente de gemelas, no te has practicado
ningún control prenatal, ¿o sí?— Arqueé una ceja en su dirección—. ¿Entiendes la preocupación de Edward? ¿Mi
preocupación?

Rodé los ojos ante las palabras de Jacob.

¡Por favor! Cuéntame una de vaqueros.

—¿Edward, preocupado por mi salud? ¿Por la de mi bebé? No puedo simplemente creerte eso, Jacob. No puedo creer
que un hombre que hace unas horas se llenaba la boca diciendo que sólo fui un coño más en su vida, puede de algún
modo mostrar sensatez o "preocupación" por algo que más que quererlo le causaría dudas. Dime, algo Jake, ¿acaso
no viniste porque Edward quería comprobar si efectivamente el bebé, o como dices tú, los bebés que llevo dentro, son
de él?

—Las semanas de gestación concuerdan, fue concebido en el tiempo que estaban juntos.

—Y es por eso que se cree con derecho de venir a manejar mi vida, pues te diré algo, no me importa lo que él opine de
mi embarazo. Si él ha decidido acabar con su vida, pues está bien, es su decisión. Creí que estaba en su derecho de
saber sobre su paternidad, luego de eso poco me importa si lo acepta o no

—Si tan solo hubieses estado ahí, si tan solo lo hubieses visto cuando leyó los análisis, Bella. —Sentí su mano en mi
cabeza—. Mi hermano estaba como loco, él solo ha intentado…

—Protegerme. —Lo interrumpí con ironía—. Yo estuve ahí, yo lo vi Jacob. —Levanté mi rostro para ver a Jake sentado a
mi lado—. Vi al cabrón que obtuvo de mí lo que quería desde un principio: mi cuerpo.

—Qué equivocada estás, entiendo que estés dolida y herida. Edward nunca fue un santo, pero tampoco es un ser vil y
calculador, quiso protegerte como lo hizo con todos. ¿Crees que fue sencillo para él enterarse que iba a morir? ¿Qué
sus posibilidades son nulas? ¿Qué la operación a la que tiene que someterse no le da garantías? ¡Lo juzgas! Lo
juzgas sin conocer quién es realmente Edward y me decepcionas terriblemente Isabella, porque por un momento
pensé que eras diferente pero no, eres como todas. No conoces al Edward Cullen que yo conozco Isabella; al niño que
negó irse a vivir a casa de sus padres adoptivos si no me iba con él, al chico que me defendió de los chicos que
practicaban esgrima con nosotros y que se burlaban de mi porque tengo dos malditos pies izquierdos. —Un par de
lágrimas rodaron por sus mejillas pero me resistí a llorar, aunque todo mi ser me gritaba que me desahogara—. Solo
habla con él, está decidido a dejarse ir… Al menos dale paz a su alma— susurró completamente destruido.

—Lo siento… —murmuré con voz ahogada—. No puedo verlo, no una vez más. He tenido suficiente, Jake. Es mi
decisión sufrir o no hacerlo y he decidido no hacerlo…—Jake suspiró profundamente—. Lo siento por tu familia y en
cuanto a mi bebé…

—Es un Masen-Cullen— refutó Jacob—, o son.

—No necesitan ni el dinero, ni la opulencia del apellido de Edward. Cuando fui a verlo solo quería que supiera que iba
a ser padre, no lo hice por dinero. Ahora, si me disculpas vete, por favor. —Le señalé la salida.

—Isabella…

—Adiós, Jacob. —Señalé una vez más la puerta, dándole a entender que esta conversación se había acabado. Jake se
levantó sin decir nada más, no lo miré, solo escuché el leve sonido de la puerta cerrarse y eso bastó para que las
lágrimas volvieran a mí. Caminé hacia mi habitación, buscando desesperadamente lo único que tenía de él además de
mis recuerdos. Saqué la camisa del cajón de mi closet y me la llevé a la nariz, el olor estaba desapareciendo, pero
nunca olvidaría el aroma de Edward, nunca lo sacaría de mí aunque él me hubiese destrozado de todas las maneras
posibles. Aunque hubiese negado la conexión que hicimos en estos meses, me podría incluso desterrar pero yo me
llevaría un pedazo de él, más que esa franela, más que su olor. Llevaría conmigo un hijo que me uniría a él el resto de
mi vida. Toqué mi vientre y pensé en esa pequeña cosita que estaba dentro de mí y en que mi amor por él se
extendería a este bebé.

Iba a ser mamá, madre con todas las letras, eso me daría fuerza, era lo que necesitaba.

Me senté en la cama y dejé que las lágrimas corrieran libres mientras todo hacia clic en mi cabeza, mientras me
aferraba a la camisa que había encontrado varias semanas después en mi closet. Tomé mi celular de la mesa de
noche, lo había dejado ahí cuando desperté y marqué a la única persona que sabía que siempre estaría para mí. Mi
incondicional Alice.

El camino de mi departamento al consultorio del doctor Malinov fue sosegado. Alice llevaba, en su reproductor,
canciones suaves y tranquilizantes, según ella ayudaban a la tranquilidad del bebé, no quise comentarle de la visita de
Jacob, tampoco quise hablar de Edward, ya no valía la pena. Afortunadamente, Dimitri había aceptado verme
enseguida, tan pronto había pedido una copia de mis exámenes a laboratorio, según él era importante que empezara a
controlarme y a comer adecuadamente, por lo que iba a practicarme una ecografía y a recetarme las vitaminas que
debía tomar. De acuerdo a mis cuentas, debía tener unas ocho semanas de embarazo, quizás nueve, pero solo Dimitri
me diría cuántas semanas tendría exactamente.

Dimitri empezó a hablarme rápidamente de etapas de gestación y vitaminas pre natales, ácido fólico, también me dio
una pequeña agenda con mi ciclo de citas, los exámenes que debía practicarme y varias recomendaciones más, luego
me hizo varias preguntas de rigor en las que le expliqué que aún seguía menstruando, él me explicó que no era mi
periodo si no pequeñas pérdidas de sangre que tienden a confundirse con el ciclo menstrual. Un par de minutos
después me ordenó subir a la camilla en la que Alice se había sentado algunas horas atrás. Decir que estaba nerviosa
era una gran mentira, mi corazón parecía estar a punto de salir de mi pecho, un sentimiento repentino de ansiedad se
apoderaba de mí, aún así obedecí al doctor y me recosté en la camilla descubriendo parcialmente mi vientre y Ali sujetó
mi mano con cariño. Dimitri recolocó su silla y ajustó la camilla, tomando el gel para aplicarlo. La puerta del consultorio
fue abierta abruptamente y todos enfocamos nuestras miradas a las personas que interrumpieron sin tocar.

Edward y Jake.

Alice apretó mi mano antes de jadear un poco al ver a los dos hombres en el umbral, sobre todo al hombre en que se
había convertido Edward, incluso hoy parecía que muchos años hubiesen caído de un solo golpe en su cuerpo.

—Buenas tardes, doctor Malinov. —La voz de Edward fue gruesa un poco ansiosa.

—Edward. —Dimitri lo miró alzando una de sus cejas—. Deberías estar en tu cama, no podemos repetir una crisis
como la de ayer. Si tienes alguna duda busca al doctor Hans. Jake, en el estado de tu hermano no es bueno que esté
aquí. —Mis ojos se enfocaron en Edward, mi corazón se contrajo dolorosamente, mi precioso adonis, mi príncipe de
cuentos, era sólo un hombre enfermo, muy enfermo, alguien que parecía haber perdido su batalla contra el monstruo
que lo devoraba. Su aspecto demacrado y ojeroso, en la silla de ruedas que Jake empujaba, sin embargo, a pesar de
verse débil su rostro permanecía con esa mueca de arrogancia que siempre me había llamado la atención—.
Podemos hablar en cuanto me desocupe.

—Estoy en el lugar que tengo que estar —musitó Edward dando una de sus sonrisas ladeadas—. Ni usted, ni el puto
aneurisma va a impedirme que vea a mi hijo. —Dimitri me miró dubitativo y yo asentí. Para nadie era un secreto que el
soltero de oro de Nueva York y yo habíamos sido pareja, de hecho estaba extrañada que Dimitri Malinov no hubiese
preguntado nada. —Déjame solo, Jake.

—No hay lugar en el infierno, Edward. Yo te saqué de tu habitación vivo y vivo voy a meterte así tenga que patear tu
blanco trasero.

—Señores —Dimitri habló—, si gustan dejarme trabajar. —Jake condujo la silla hasta un lugar en el consultorio en
donde Edward pudiese ver el monitor y yo me aferré aun más a la mano de Alice. No supe identificar qué emociones
sentía en ese preciso instante al tener la presencia de Edward en una situación tan bizarra como esta. Lo cierto es que
me aferré a lo único que me podía mantener cuerda y eso era estar en manos de mi amiga—. Bien, Isabella, sentirás
un pequeño halo frío pero es por el gel, ¿de acuerdo? —Asentí y respiré profundamente—. Veremos él o los embriones
en tercera dimensión. Isabella, he decidido realizar esta técnica ecografía debido a que podremos observar mejor y
detallar si hay alguna anomalía, dado a que no hemos tenido ningún tipo de control prenatal. —Mi corazón martillaba en
cada parte de mi cuerpo—. Tranquila, todo saldrá bien. —Me dio una sonrisa amable y traté de tranquilizarme. Me
sentía en un mundo completamente paralelo, como si estuviese dormida y podría despertar en cualquier momento—.
Cuando terminemos te explicaré todo lo que necesitas saber, ¿está bien? —Asentí suavemente, siseando cuando él
colocó el gel en mi piel—. Te dije que era frío —dijo con coquetería, sonreí y Edward bufó.

El transductor empezó a pasearse por mi vientre mientras que se escuchaba un sonido disfuncional por los altavoces.
Traté de enfocar mi mirada en el monitor cuando Alice emitió un jadeo ahogado mientras cubría su boca con su mano
libre. Dimitri sonreía abiertamente. Miré de reojo a Jake, sus ojos estaban anegados en lágrimas mientras tenía una
mano apoyada en el hombro de Edward que miraba el monitor como un sediento observando un oasis.

—Tal como lo arrojó en el examen, es múltiple —dijo Dimitri haciéndome observarlo—. Dime qué alcanzas a observar.

—Nada —dije y Alice apretó más mi mano.

—Son tres, Bella —susurró Al derramando unas cuantas lágrimas.

—¿Tres? —pregunté a la nada.

—Son trillizos, Isabella. —La sonrisa de Malinov era brillante, como si en verdad amara dar este tipo de noticias. Mi
mente estaba en trance, sólo podía observar el monitor pero no alcanzaba a ver más que masas sin forma—. Mira aquí.
—Dimitri guió un bolígrafo láser a la imagen en el monitor—. En la parte superior podemos observar un primer bebé,
"en solitario", con su bolsa y placenta independiente; aquí tenemos una membrana gruesa, lo separa de sus
hermanos y en la parte inferior —El láser se trasladó hasta ahí—, podemos observar a los dos gemelos, en bolsas
también independientes, aunque comparten placenta hay una fina membrana de separación entre ellos, a diferencia
del que está arriba que posee su placenta propia. En efecto son trillizos, Isabella, parecen tener el peso adecuado para
su etapa de gestación y el latido de su corazón se escucha fuerte y normal, son bastante quietos para tener quince
semanas de gestación —inquirió burlón.
La imagen era perfecta ahora que podía verla con más claridad, no sabía qué decir o pensar. Tres vidas… tres bebés.
En ese momento mi mundo estaba de cabeza... ¿Tres? ¿Tres pequeños seres creciendo dentro de mí? Mi cuerpo
completo era una maraña de sentimientos encontrados; amor, miedo felicidad, desconcierto, no saber ni qué decir, ni
que hacer, simplemente estar ahí y ser espectadora del milagro de la vida. Mis ojos anegados en lágrimas apenas me
permitían ver y reconocer los tres pequeños renacuajos que nadaban y crecían dentro de mí, no lo podía creer, pero en
efecto, allí estaban. Ni en mis más remotas fantasías había imaginado que yo sería madre, yo la niña que nunca tuvo
nada ahora tenía tres seres hermosos, tres pequeños milagros que vivían en mí. Sin siquiera notarlo en el instante, las
lágrimas descendían sin descanso sobre mis mejillas. Una alegría indescriptible, que no conseguía como expresar
sino a través de mis lágrimas, nunca más estaría sola, nunca más nadie me abandonaría, ahora tenía por quien
luchar, un motivo de suficiente peso para superarme; tendría una razón para seguir respirando y estaba empezando
amar esa razón. Ellos eran reales, tan reales como el aire que respiro. Ya eran parte de mí y así mismo los aceptaba.
Mi entrega sería completa y no existiría fuerza en el mundo que me separara de ellos. Dejé de escuchar cuando mi
mirada se enfocó en Edward.

Lo que daría para que él estuviese aquí, junto a mí, soñando con el final feliz que siempre creí, pero estaba lejano. Él
moriría, esto era la realidad. Había sido un sueño, un buen sueño de tres meses… Pero verlo ahí oprimía mi pecho
más de lo que ya estaba, tenerlo tan cerca y a la vez tan lejos era lo agridulce de este momento.

Él tenía su cabeza entre sus manos mientras su cuerpo convulsionaba levemente y pequeños sollozos se le
escapaban, al tiempo negaba con la cabeza. Lo veía debatiéndose con pensamientos que no era capaz de descifrar
con sólo detallar su postura, no podía odiarlo. No podía evitarlo, su dolor era mi dolor, su necesidad la mía, ambos
estábamos tan cerca pero tan lejos y este milagro era compartido por los dos. Como si supiese que lo observaba,
Edward alzó su rostro y nuestras miradas se conectaron por unos segundos, sus ojos verdes se veían llenos de paz,
emocionados y asustados. Su nariz estaba completamente roja por el llanto mientras su pecho subía y bajaba con
rapidez, antes que pudiera decirme algo volteé mi mirada hacia Alice que escuchaba atenta al doctor Malinov.

Dimitri retiró el gel de mi vientre y me ayudó a levantarme de la camilla. Sabía que mis ojos y mi nariz debían estar
completamente rojos, pero no importaba nunca en mi vida había estado tan feliz como ahora, ni siquiera recordaba las
amenazas de Charles, él ya no estaba aquí y mis bebés serían felices. Evité hacer contacto visual con Edward mientras
me sentaba al lado de Alice frente a Dimitri. Jake y Edward no se movieron de su lugar

—¿Estás bien, Isabella? —Asentí. El nudo en mi garganta era fuerte y no podía hacer más nada que llorar, mi mano
estaba sujeta por la de Alice y eso lo hacía más real—. Tendremos que reorganizar la agenda, Isabella, deberás venir
una vez por semana, no quiero emociones fuertes, debes estar lo más tranquila posible, tienes quince semanas de
gestación. —Traté de recordar el momento exacto de concepción pero no podía recordar nada en el momento—. Nada
de levantar cosas pesadas o hacer fuerza, controlaremos tu alimentación. Hay posibilidades de un nacimiento
prematuro pero esto es normal en embarazos múltiples, consume lácteos, leche, queso y te enviaré un complemento
de calcio, eso es importante. Tenemos una baja en hierro que solucionaremos rápidamente… Isabella, es importante
que sigas mis recomendaciones al pie de la letra si quieres que tus bebés sean sanos y fuertes

—Lo haré… —dije casi sin voz.

—El hierro se absorbe más fácilmente cuando se combina con alimentos ácidos, como el yogur, y con aquéllos ricos
en vitamina C, como el jugo de naranja. —Dimitri imprimió un par de fotografías, entregándome una a mí y pasando
una a Jake. Mi mirada se desvió a Edward que veía la foto como lo más deslumbrante del mundo—. Coordina con mi
asistente la próxima visita, ahora si me disculpas yo debo dejar de ser doctor un momento y ser papá. —Sonrió—. Mi
próximo bebé está tan pudoroso como el tuyo, Alice.

Dimitri se levantó para salir, y Alice y yo estábamos a punto de hacer lo mismo cuando Edward se hizo notar.

—Isabella —su voz salió entrecortada—, ¿podemos hablar por favor? —La mirada de Alice se enfocó en la mía.

—Tú y yo ya hablamos, Edward…

—Por favor. —Me interrumpió. Le di una mirada a Alice para que esperase fuera del consultorio y él tocó la mano que
Jake tenía en su hombro. Dimitri presintiendo todo dijo que podíamos usar su consultorio antes que la enfermera
entrase a limpiar lo que él había utilizado. Cosa que agradecí en silencio. Al y Jake salieron junto con el doctor,
dejándonos a Edward y a mí completamente solos, con sentimientos encontrados y heridas abiertas que aún
sangraban—. Gracias —dijo después de un momento de silencio.

—Dime lo que tengas que decir y salgamos de esto, Edward. Cuando mandaste a Jake fui clara al decirle que no
necesito ni de tu dinero, ni de tu apellido. El hecho que sean tres no cambia para nada ese mensaje.

—Lo siento… —susurró con voz queda—. Lamento haber sido tan cabrón el día de ayer, Bella. —Estaba cabizbajo. No
dije nada, no había nada que decir—. Bella…

—No. Edward, la que lamenta esto soy yo. —Él levantó la vista, enfocando sus orbes en mí—. No mis bebés, lo que
realmente lamento es haberte buscado después de que todo cesó, incluso lamento haberte visto ayer, pero soy una
persona ecuánime y era tu derecho saber que estaba embarazada, y que por las semanas es tuyo.

—Voy a morir —me interrumpió.

—Esa es tu decisión —dije con enojo—, tienes una opción y no quieres considerarla.

—Esa opción y nada es lo mismo, Isabella, es riesgosa como el infierno y puedo morir ahí.

—O puedes salvarte —fue mi turno de interrumpirle—. Es un 50-50 Edward, tienes en tus manos la posibilidad de vivir.

—Junto a ti… —Negué con la cabeza.

—No hagas esto porque estoy embarazada.

—No lo hago, Isabella. Yo siempre fui un hombre mujeriego y solo estuve de cama en cama disfrutando de diferentes
placeres. —Traté que sus palabras no me afectaran—. Nunca le tomé apego a nada porque amaba a mi madre…
Isabella, desprenderme de ella es lo más difícil que he afrontado en la vida, amar a una mujer y tener el terror que en
algún momento ella no estuviese fue mi terror inconsciente Bella, ahora lo sé. Me desvincule completamente del sexo
femenino, solo quería sexo algo casual el frenesí de una noche… Una mirada, una sonrisa y ellas caían solas, aquí, en
India, donde fuera, tal vez fueron los genes de mi padre, el cabello alborotado y los ojos verdes. No lo sé —hizo un
ademan con sus manos— Me especialicé en satisfacer, en lograr ver el placer sublime y era malditamente sencillo
encontrar esa otra mitad para obtenerlo, el placer le daba sentido a mi vida, era como si me alimentase de él… Hasta
que te vi, te vi y tú no sentiste nada… Eras tan indiferente a mí pero cuando tus labios chocaban con los míos… Eras
fuerte, retenías el placer que te daban mis besos, yo casi nunca besaba Isabella, pero contigo era tan difícil obviarlo y
luego cuando te acaricié… Cuando nuestros cuerpos colisionaron la primera vez, cuando te acaricié me di cuenta que
no tenía nada, había vivido los últimos siete años de mi vida con las manos completamente vacías… Tú fuiste mía, yo
me apegué a ti, eras lo que yo temía, lo que yo deseaba.

—¿Lo que deseabas? ¡Te apegaste tanto a mí que apenas me dejaste volviste a tu vida! —dije con desdén—, o eso fue
lo que me diste a entender cuando fui a verte. ¿A quién engañas Edward? ¿Qué ganas con todo esto? Porque si
querías ganar alguna clase de atención o drama… creo que no estabas lejos de alcanzarlo. —Negué con mi cabeza—.
No entiendo por qué me das esta explicación cuando tú y yo nunca fuimos más que un polvo cada noche, no soy más
para ti que el ultimo coño que te tiraste, creo que ayer me lo reiteraste sin temor alguno.

—No es así, Isabella… Es lo que necesitaba que creyeras —masculló molesto—. Es lo que yo necesitaba que tú
pensaras para que no sufrieras.

—No me digas —ironicé—, querías protegerme… ¿De qué querías protegerme? Si me destruiste.

—Te amo. — Las palabras más hermosas que pude haber escuchado salir de sus labios no fue, para ese instante
especial, sino un acto puramente cruel, era como si mil puñales se clavasen directo a mi corazón. No podía mostrarme
afectada ante esas palabras, y justamente era una lucha que no estaba dispuesta a enfrentar en este instante—. Te
dejé porque te amo, te maltrate porque te amo, te destruí porque te amo… Maldición, el hombre que juro no apegarse a
nadie se enamoró.

No pude evitar que la sonrisa sarcástica y algo lúgubre saliera de mí.

—Así cómo me amaste ayer cuando fui con el corazón en tiras a tu habitación, ¡así como me amaste la última vez que
nos vimos! —Traté que mi voz fuese suave pero estaba dolida, llena de rabia, de frustración—. ¡Me amas! —satiricé—.
¡Qué interesante, vas a morir y todos debemos correr de terror para hacer que tu miseria sea peor! ¡No! Inspirar nuestra
lástima, ¿eso quieres, Edward? Pues bien, has aceptado un boleto de no retorno a la muerte. Al menos deja de ser un
maldito cobarde y ten los cojones para enfrentar tu realidad.

—Isabella…

—¡Isabella, nada! —grité ya fuera de mí. Cerré los ojos y conté hasta diez recordando las recomendaciones de Dimitri
—. Basta ya, Edward, no me importa. —Tenía que huir de allí, hacer a un lado el sentimiento que me embarga cuando
lo veo y absorbo sus palabras—. Si al menos ver a tus hijos hoy te ha dado una esperanza de vida, haz lo correcto
Edward, deja de actuar como un cobarde y colócate en manos de los mejores especialistas. Mientras hay vida, hay
esperanza, pero hazlo por ellos, porque en esta historia ya no hay un tú y yo… De hecho nunca lo hubo. —Camine hacia
la puerta dispuesta a irme.

—No miento cuando digo que te amo, no quiero morir pero tampoco quiero tener una vida si tú no estás ahí, estos dos
meses sin ti han sido un infierno, Isabella Swan, un completo purgatorio. —Abrí la puerta porque no quería escuchar
más, salí de ahí sin girarme, sin saber qué creer ni qué decir. Derramé un par de lágrimas antes de llegar donde Alice,
quien hablaba con Jake.

—Vámonos —susurré—. No tengo más nada que hacer aquí, otro día agendo mis consultas con el doctor Malinov.

—Isabella… —Jake me tomó por el brazo y me zafé de un tirón

—Todo esta hablado contigo Jake y con Edward. No necesito, ni quiero saber más de ustedes.

—Mi hermano te necesita, Bella…

—Tu hermano ha tomado sus decisiones, Jacob —dije con frustración, — y es tarde para corregir algunas. —Empecé a
caminar hacia el elevador y Alice oprimió los botones para salir.

—¡Isabella! —La voz de Edward me hizo girar—. Dēkhanē sē dūra sitārā mujhē na tō. Es la inscripción de la pulsera —
sollozó—: "Ni la estrella más lejana me impedirá verte" —gritó desde la recepción de la consulta del doctor Malinov—.
Nahīṁ, tumamērēli'ēkiyāthā, lēkinamaiṁāpaisāb ēlāsvānapyārahaikimaiṁmahasūsakar atāhūm —gritó aun más
fuerte—. Te lo dije en año nuevo, Isabella: "No sé qué hiciste conmigo pero creo que te amo, Isab ella Swan" ¡Por qué
demonios tengo que estar mintiéndote ahora! —Se levantó de la silla quitándose la vía intravenosa de un tirón—Tengo
todos los boletos para una jodida muerte segura, por qué mentir justo en este momento, ¿tiene algún sentido mentir
en este punto de mi vida? No quiero huir más de todo lo que mueves en mí. Quizás mi final esté cerca pero no lo
suficiente para no decirte que te amo.

Mi corazón latía frenéticamente mientras lo veía avanzar hacia mí con pasos cortos y algo atolondrados, mientras por mi
mente pasaban los recuerdos de esa mañana de navidad y esa noche. Las lágrimas caían sin cesar como si fuese
una cascada después de un día de lluvia, tenía las manos fijamente apretadas mientras lo veía venir a mí, el dolor en
mi pecho incrementándose cada vez más, mis piernas parecían no moverse y lo único que quería era correr en otra
dirección, huir como siempre lo había hecho, pero antes de siquiera pensarlo los fríos dedos de Edward tomaron mi
barbilla.

—Mujhēdōb āra, b accēkōpyāra, Ājamujhēdōb ārapyāra, Mujhēdōb ārapyāra, laṛakī, Maiṁdūrajārahāhūm̐,


Mujhēdōb āralaṛakīsēpyārahai. Kalakēli'ēēkaĀjakēli'ēēkahī, Mujhēdōb ārapyāra, Maiṁdūrajārahāhūm̐ —dijo en hindú
mirándome a los ojos—. Love me two times, b ab y Love me twice today, Love me two times, girl, I'm goin' away, Love
me two times, girl, One for tomorrow, one just for today, love me two times, i'm goin' away (1). —Limpió las lágrimas de
mi rostro—. No me dejes sólo, nena, por favor, no me dejes ahora. —Su cuerpo perdió fuerzas y sus piernas
flaquearon, haciéndome sostenerlo hasta quedar abrazada a él—. Estoy desesperado y no me queda mucho tiempo,
nena, antes de morir quiero creer que si hay una vida más allá, que si existe el destino es junto a ti. —Su mirada no se
despegaba de mí—. Quédate conmigo, nena, solo un poco. Quiero sentir que al menos en mis últimos días pertenecí a
alguien. Que pertenecí a ti, Isabella. —Jacob agarró el cuerpo de Edward de mis brazos, aún así el sujetó con una de
sus manos las mías—. No te vayas, Isabella. —Negué con la cabeza. Yo amaba a este hombre, amaba a ese hombre,
lo amaba ¡lo amaba!—. Dilo.

—No me voy, Edward —susurré.

—Te amo, nena, perdóname por…

—Tsks —murmuré colocando mis dedos en su boca al tiempo que Jake lo dejaba en la silla de ruedas. Me agaché
hasta quedar a su altura—. No vas a morirte, me escuchas. —Él negó y yo agarré su cabeza, enterrando mis dedos en
sus cabellos tan carentes de vida—. Vamos a hablar con el doctor, Edward, vamos a enfrentar esto.

—Bella…

—Deja la cobardía. —Mis manos tomaron sus mejillas y su barba raspaba mis palmas—. ¡No me quedaré junto a ti a
esperar tu muerte cuando hay una opción! —Él giró su rostro y lo obligué a mirarme—. ¿Quieres que crea en lo que
dices? Demuéstramelo, Edward. No te dejes vencer, lucha por tu vida, por ti, por mí… —Llevé mis manos a mi vientre
—. Por ellos, no huiré si tú te mantienes firme. No puedo simplemente quedarme contigo y dejar que la vida se te
escape por entre los dedos. Dejarte vencer sin al menos intentarlo. Es perder la guerra sin haber intentado ganarla. —
Edward bajó la mirada, besando mis manos que seguían en sus mejillas—. Decide, Edward… ¡Ahora!

Edward asintió.
—Lo haré —susurró—, pero si algo falla. —Volví hacerle callar con mis dedos.

—Nada fallará.

—Vamos a la habitación, hablarán mejor allí —dijo Jake y fue mi turno para asentir. Edward estaba sangrando por
haberse quitado la vía intravenosa. Necesitaban curarlo y estabilizarlo.

—Ve con él, Isabella —susurró Alice—. Buscaré con quien dejar a Ness y volveré, nena. Por favor recuerda las
recomendaciones del doctor. —Asentí mientras caminábamos hacia el elevador. De lo único que era consciente era de
los labios de Edward pegados al dorso de mi mano dando pequeños besos mariposas.

Cuando llegamos a la habitación de Edward la mayoría de los Cullen estaban ahí. Esme cubrió su boca con sus
manos al verme llegar de la mano con Edward, incluso Carlisle que parecía enojado cubrió con una medio sonrisa
falsa su enojo cuando me vio. Había un doctor allí que miró con malos ojos a Jacob antes de hablar.

—Dimitri me avisó que estabas en su piso, sabes lo peligroso que es en tu estado abandonar la habitación, Edward—
dijo mientras Jake ayudaba a Edward a subir a la camilla.

—Estaba donde debía estar —musitó Edward.

—¿Qué hace ella aquí? —La voz de Rosalie fue cortante.

—Algo que no te importa— contestó Edward de igual manera—. Déjenme sólo con Isabella.

—Señores, no es momento de discusiones —rebatió el doctor—. Nada de esto le hace bien a Edward y no podemos
repetir un episodio como el de ayer. —Su voz era calmada, incitaba a la tranquilidad—. Déjame revisarte, Edward. —Me
alejé un poco de él.

—Bella…

—Estoy aquí, Edward —dije agarrando su rodilla—. Te prometí que no me iría. —El doctor revisó sus pupilas mientras
una enfermera limpiaba la sangre seca de su mano y volvía a colocarle la intravenosa

—Presión arterial 120/90 mmHg, pulso 100 pulsaciones por minuto, doctor —dijo la enfermera quitando el tensiómetro
de su brazo. Edward alargó la mano, flexionando los dedos para que yo los tomara nuevamente, cuando la enfermera
se alejó.

—Tienes las pupilas reactivas, Edward, aunque los valores están entre lo considerado normal, necesito saber si estás
dispuesto a escuchar la opción que tengo —habló el doctor, podría tener la edad de Carlisle, de ojos negros y
penetrantes, de barba finamente recortada y anteojos de pasta gruesa.

Edward enfocó su mirada en la mía y yo apreté la mano que aún tenía sujeta, dándole a entender que teníamos que
escuchar todas las opciones posibles. No muy convencido él asintió al doctor

—Ella no tiene por qué estar aquí —dijo Rose nuevamente—, son cosas que les competen solo a la familia.

—Rose, Bella hace parte de la familia, ella es la novia de tu hermano —dijo Carlisle con voz cansina.

—Ella lo dejó cuando él más la necesitaba —farfulló Rosalie con enojo.

—¡Cállate Rose! —gritó Edward en su dirección—. O tendré que pedirte que te retires. —En su voz había dolor y no
sabía qué hacer—. Quiero escuchar las opciones, doctor —dijo Edward apretando mi mano y enfocando su mirada en
él.

—He estado evaluando tus exámenes junto con Eleazar y un par de colegas más, necesitamos intervenir, Edward, es
ahora o ahora. Como sabes bien existen dos técnicas para tratar los aneurismas cerebrales. Una técnica es la
quirúrgica, que consiste en realizar una craniectomía, que es retirar un segmento de hueso del cráneo y bajo control
microscópico en la sala de cirugía, colocar un clip de metal para producir la oclusión del aneurisma. —Edward negó—.
La otra técnica es la oclusión endovascular, es un nuevo procedimiento, bastante seguro aunque como toda
intervención tiene sus riesgos, pero a diferencia de la primera técnica no tendremos que abrirte la cabeza.

—¿Podría explicarnos mejor, doctor? —inquirió Carlisle.

—Claro, doctor Cullen. Este procedimiento tiene como único objetivo el ocluir y excluir de la circulación a los
aneurismas, para evitar su ruptura —explicó—, lo que quiero decir es que introduciremos un catéter por la arteria
femoral y navegaremos por la arteria hasta llegar al polígono de Willis, es donde está alojado el aneurisma y poder
canalizarlo. Los catéteres están constantemente irrigados con agua y dosis baja de anticoagulante esto para evitar
formación de trombos y coágulos en los dispositivos. El aneurisma es de cuidado y está entre los rangos de longitud y
tamaño a usar por esta técnica.

—Todo eso se escucha muy bien, doctor, pero necesito saber los riesgos.

—Edward… —Carlisle masculló pasándose las manos por los cabellos.

—Es importante para mí, Carlisle —dijo con voz dura—. Ya no debo solo pensar por mí. —Apretó mi mano suavemente.

—Tienes que pensar en nuestra familia —dijo Rosalie—, en ti.

—¡No! —Miró a Rosalie—. Tengo que pensar en Isabella en… en… mis hijos. —Sentí todas las miradas de la
habitación puestas en mí, pero aún así no levanté el rostro para ver a nadie. Nada importaba más que Edward—. Bella
está embarazada.

—El niño no es tuyo.

—Leah… —La voz de Jake fue condescendiente.

—Yo me vi con ella, me dijo en mi cara que el bebé no era de Edward —justificó Leah.

—Además de perra, cazafortunas —dijo Rose. Suspiré fuertemente, no queriendo exaltar a Edward—. Te quieres
aprovechar que mi hermano está en las últimas para engancharle a tu bastardo. —Alcé la mirada, mis bebés no tenían
la culpa de esto.

Edward rio, una risa sarcástica y sin humor.

—Rosalie… —dijo con burla—. He comprobado que los niños son mis hijos.

—Los… —Escuché la voz ahogada de Esme pero no me giré a verla.

—¡Qué sea la última vez que trates a Bella como una jodida puta! —dijo enérgico—. Tanto ella como tú no tenía ni idea
de que yo estaba enfermo, solo lo sabían Jake, Carlisle y Esme. —Rosalie miró a su padre con dolor—. No quería que
nadie se preocupara, este era mi maldito problema no de más nadie, fue por eso que dejé a Isabella y luego le hice
creer que ella había sido un experimento para mí. No acostumbro a dar explicaciones de mi jodida vida, Rosalie y tú lo
sabes más que nadie, así que sea la última vez que te refieras así a Isabella, ¿entendido? —puntualizó—. Doctor
Hans, necesito conocer los riesgos. —Pasó la mano por su rostro y apretó el puente de su nariz.

—Te sientes bien, Edward. ¿Algún tipo de dolor? —Edward negó—. Necesito que estés tranquilo, nada de alteración,
puede afectar tu presión sanguínea y eso nos haría las cosas difíciles. Los riesgos pueden ir desde isquemia cerebral,
infarto cerebral, hemorragia subaracnoidea por ruptura, crisis convulsivas. —Cada riesgo era como si me dijeran que
iba morir, era agónico y espeluznante, como si fuese una punzada directa a mi pecho, las esperanzas eran muy pocas,
me sentía pésimo por haber pensado tan mal de él. Ayer decía que me daba lo mismo su muerte cuando sabía que
mis fuerzas serían muy pocas si él no estaba conmigo. Por primera vez en mi vida recordé que existe Dios y si el existía
podía aferrarme a él, de hecho me aferraría a cualquier cosa, en este momento me sentía casi sin aire, eso sin contar
la mano de Edward que temblaba levemente ante la mención de cada riesgo—. También podemos encontrarnos con
infecciones, hematomas arteriales, hipotensión arterial, arritmias cardiacas y alergias por la anestesia.

—¿Algo más? —dijo Edward irónico.

—Edward, quiero que entiendas que estas posibilidades son muy poco frecuentes. Estás en manos de especialistas,
he hecho este tipo de operaciones anteriormente y han sido exitosas, solo que no lo había considerado para tu caso.
Tus exámenes marcan buenos niveles y tienes los valores estables, no sufres de ningún tipo de enfermedad
secundaria, lo que hace todo un poco más sencillo, si estás de acuerdo podemos programar la operación.

La mirada de Edward se posó en la mía por breves segundos antes de asentir.

—Prepare todo, doctor —murmuró mirándome. Una vez el doctor se fue Esme se abalanzó hacia él y yo me alejé,
quedando en un rincón de la habitación mientras mi mente daba vueltas una y otra vez. Estos últimos días habían sido
demasiado para mí, enterarme de varias cosas acerca de Renée, estar embarazada de tres bebés, Edward me amaba
pero habían grandes posibilidades que la operación que tenía que realizarse no fuera un éxito. Me sentía cansada,
quería cerrar los ojos un minuto y despertar de esta pesadilla. El abrazo fraternal de Esme me hizo recordar que en
estos momentos yo debía ser fuerte.
—Trillizos… —Tocó mi vientre.

—Increíble pero cierto —murmuré viendo su mano apoyada en mi piel.

—Edward está feliz, ¿pudieron ver el sexo de los bebés? —Negué—. Bueno pero están ahí, has logrado un milagro,
Isabella, y ni se te ocurra negarlo. Mi hijo ha aceptado operarse. —Lagrimeó—. Ahora hay una esperanza. —Me abrazó.

—Sí, ahora la hay…

Alice volvió un par de horas después. Habían estado haciéndole algunos exámenes médicos a Edward de rutina, y no
habíamos estado solos un momento. Esme se ofreció a quedarse en la noche con él, pero Edward no quería que yo
me fuera y solo una persona podía quedarse. Leah y Jacob se fueron un rato después, junto con Rosalie y Emmett.
Rose se acercó a pedirme una disculpa y la acepté porque en este momento no podía existir rencores entre nosotros
considerando que debíamos estar unidos para ofrecerle apoyo a Edward. Carlisle trajo comida para nosotros, y se lo
agradecí enormemente porque moría de hambre. El doctor Hans había coordinado todo y llevarían a cabo el
procedimiento después de mediodía. Antes de caer la noche todos se fueron. Edward estaba dormido así que Esme
depositó un suave beso en su frente, Carlisle y Esme llevaron a Alice a su casa dejándome sola en la habitación me
senté en el sofá y envié un mensaje a Garrett para que supiera que estaba bien. No nos veíamos desde ayer y tenía
varias llamadas perdidas de él.

—Bella… —murmuró Edward con voz adormilada. Me levanté de la silla tomando sus manos entre las mías.

—Aquí estoy, ¿quieres comer algo? Carlisle trajo ensalada —susurré pasando la mano por sus cabellos.

—Pensé que había sido un sueño pero estás aquí. —Besó mi mano—. Tengo miedo nena, no quiero morir.

—No vas a morir, es natural que sientas miedo, no serías humano si no lo sintieses, tenemos que mantener las
esperanzas, el doctor estaba tranquilo.

—Es su trabajo, nena, dar tranquilidad.

—¿Por qué no comes, mejor? —Me alejé de él y busqué el recipiente de polietileno que Carlisle había dejado para él.
Edward comió poco, pero al menos había algo en su estómago además del suero.

—Ven aquí, nena —dijo rodándose un poco y dejando un espacio en la camilla, me negué—. No vas a dormir en ese
sofá, estás embarazada y yo soy un maldito egoísta por querer que te quedaras esta noche. Los dos cabemos aquí. —
Me sentía con sueño a pesar que no pasaban de las siete, así que asentí. Nadie vendría a molestarnos, puesto que ya
habían aplicado los medicamentos a Edward. Me quité los zapatos y me subí al lado de él—. Gracias, nena.

—Porque…

—Por estar aquí y perdonar lo cabrón que fui contigo. —Besó mi frente y su barba me hizo cosquillas, haciéndome reír.

—Tu barba me hace cosquillas —musité—. Pareces un hippie inglés, con ese aspecto desaliñado.

—¿No te gusta mi look vagabundo? —Enarcó una ceja y yo negué—. No tenía para quien verme bien. Cuando pase
todo esto, si salgo vivo de quirófano —Tapé su boca con mis manos y él dejó un beso—, me quitaré lo que no te gusta,
volveré a ser Edward sexy Cullen.

—Puedo ayudarte con el pelo y la barba si hay alguna máquina de afeitar —dije mirándolo a los ojos.

—Mañana, ahora solo quiero que me abraces, nena. —Deslizó un brazo bajo mi cabeza, dejando que descansara
sobre su pecho y la mano libre la deslizo hasta que toco mi vientre, levantó la camisa y tocó mi piel—. ¿Están ahí,
verdad?

—Lo están…

—Te amo, Isabella Swan. —No me sentía capaz de repetirlo así que solo levanté mi mirada observando sus hermosos
ojos verdes—. ¿Puedo besarte, nena? Hace mucho que no lo hago y muero por hacerlo. —Asentí y el humedeció sus
labios antes de posarlos levemente sobre los míos. Sus labios estaban resecos y rasposos pero aún así el beso me
supo a gloria, como si nuevamente estuviera en casa. Nos besamos sin prisas hasta que el cuerpo nos pidió aire. Me
acomodé en su pecho y cerré los ojos, deseando que todo saliera bien. Coloqué mi mano sobre la mano de él que
descansaba sobre mi vientre y di un suspiro antes de cerrar los ojos y dormir.

Desperté algo desorientada y con muchas ganas de vomitar, la mañana siguiente, por lo cual aflojé el agarre de
Edward en mi cuerpo y me bajé con mucho cuidado para no despertarlo. Vomité toda la cena antes de decidir tomar
una ducha rápida y cambiarme de ropa. Afortunadamente, Alice me había traído algo de ropa. Peiné mi cabello con mis
manos, cuando salí del baño Edward estaba despierto.

—¿Estás bien? —Asentí—. Te escuché vomitar.

—Estoy bien, son los bebés, al parecer ahora que se han visto descubiertos están haciéndose sentir. —Traté de
sonreír. No me sentía para nada bien, estaba algo mareada—. ¿Puedes levantarte sólo o llamo a alguien para que te
ayude?

—Yo puedo, ¿me afeitarás antes que me duche? —Sonrió ladeadamente. Negué con la cabeza y luego asentí—. En la
maleta debe estar mi rasuradora.

—Ve al baño y siéntate en el toilete. —Caminé hacia su maleta y efectivamente ahí estaban la espuma y su máquina de
afeitar. Busqué entre los cajones hasta encontrar unas tijeras que sirvieran para cortar su cabello y saqué un peine del
bolso que All me había traído con mis cosas. Cuando entré al baño Edward me esperaba sentado en donde le había
dicho, se había quitado la camisa y los vaqueros quedando en boxer, a pesar que había bajado varias libras se veía
jodidamente sexy, tal como lo recordaba. Él me atrajo a su cuerpo mientras colocaba su frente en mi vientre. Decidí
empezar por el cabello humedecí un poco mis manos con la regadera manual y la pasé por sus cabellos antes de
peinarlos. Cuando vivía con Charles él me enseñó a cortar su cabello, ese dinero que se ahorraba en barberías era mi
fondo extra para la universidad, así que sabía hacerlo casi a la perfección. Corté su cabello un poco, ya que no iban a
operarlo en la cabeza luego un barbero lo haría mejor. Cuando terminé Edward depositó un pequeño beso en mi
vientre y alzó su mirada hacia mí.

—¿Has pensado cómo llamarlos? —preguntó.

—Nop —remarqué la "P"—, apenas hace dos días me enteré que existían. —Sonreí.

—Quiero que tengan su propio nombre, nada de Edwards o Anthony, Carlisle, nada de eso. Quiero que sean sus
nombres, ¿me entiendes? —Asentí—. ¿Me dejarías que yo colocara sus nombres?

—Aún no tenemos el sexo, no sabemos si son niñas o niños —dije terminando de cortar unos mechones en su frente.

—No importa, deja que yo les de sus nombres. —Asentí colocándome algo de espuma de afeitar en las manos y
pasándola luego por su barba antes de deslizar la cuchilla. Edward cerró los ojos y sus manos vagaron lentamente
hasta tocar de manera sutil mis pechos, la corriente de deseo que recorría mi cuerpo cuando él me tocaba no hizo
esperar, me hizo separarme de él mirándolo a los ojos, ese par de orbes verde bosque que hacía que me perdiera en
ellos había picardía y lujuria ahí, quizás la misma que mi mirada reflejaba. Baje sus manos a mis caderas haciéndolo
sonreír antes de retomar mi trabajo con la cuchilla, Edward centro su mirada en mi rostro hasta que termine con el vello
facial. Lo ayudé a levantarse y salí del baño escapando de la tienda de campaña en sus pantalones, y de sus
comentarios sucios y soeces. No esperaba menos de él.

Y amaba eso, amaba que a pesar del trance aterrador por él que pasaba aún seguía siendo aquel del que me
enamoré, así, pervertido, burlón y dulce.

Arreglé la camilla y encendí la televisión en un vago intento de distraer mis ganas de devolverme y encerrarme con él,
en aquel baño. Sentí su mirada calentar mi piel y me gire observándolo en su pose de depredador, su sonrisa torcida y
sensual adornaba su rostro y su mirada se paseaba por mi cuerpo deseosa y ardiente, vestía solo un pantalón que se
sostenía de sus caderas, marcando aún más su estrecha cintura. Camino hacia mí como un felino encarcelando a su
presa, y sus brazos me atraparon entre la cama y su torso. Trague saliva al observar sus intenciones, su cuerpo, su
piel, su mirada, todo en él emanaba sexo, coloque mis manos en su pecho intentando alejarlo de mi, mis piernas
temblaban levemente y mis bragas empezaban a empaparse y si se acercaba mas iba a saltar sobre él, Edward se
aparto sonriendo antes de bordear y recostarse en la cama haciéndome una invitación silenciosa para que yo hiciera lo
mismo, me acerque y me acosté de medio lado dejando que mi espalda se amoldara a su pecho.

—Tienes una barra de metal ahí o estas feliz de verme —dije entre risas nerviosas pretendiendo quitar el ambiente
tenso y sexual que se cernía sobre nosotros.

—¿Tú qué crees? —Besó el lóbulo de mi oreja pegando su cadera a mi trasero, no pude evitar temblar entre sus
brazos.

—Edward…—lo reprendí en un jadeo ahogado.

—Lo siento… No, sabes que no siento eso. —Sonrió—. Fue en Villa Cullen… —Giré mi cabeza, mirándolo sin entender
—. Tu fantasía sexual, ¿la recuerdas? Cuando lo hicimos en el mar como los vampiros/hadas que brillan con el sol. —
Le di un golpe en su pecho—. Las semanas concuerdan. —Asentí sacando cuentas—. He pensado en los nombres,
he escogido tres de niña y tres de niño.

—Es pronto para pensar en ello… —dije reprimiendo un bostezo no eran aún las siete de la mañana pero podía
escucharse todo lo que sucedía fuera de la habitación de Edward.

—Quiero decírtelos por si…

—Basta, Edward. No quiero escucharte hablar con pesimismo —expresé molesta, Edward se quedó en silencio y no
supe en qué momento volví a dormirme.

Mi celular sonaba en alguna parte de mi conciencia. Abrí los ojos adaptándome a la claridad de la habitación, estaba
sola en la cama. Me desperté de golpe creyendo que había pasado la hora de la intervención de Edward, pero lo vi
sentado en el sofá con Esme.

—¿Sucede algo, nena? —Negué con la cabeza y él se levantó hasta acercarme el celular—. Ha estado sonando varias
veces pero creí que era mejor dejarte dormir, es un número privado. —Tomé el celular justo cuando volvía a sonar.
Aclaré un poco mi garganta antes de contestar.

—Isabella Swan.

—Señorita Swan, soy Richars Campb ell, el ab ogado del señor McConner, ¿cree usted que podríamos reunirnos en una
hora?

—Sí, está bien —musité sin entender bien del todo—. ¿Le parece bien en el Grupo empresarial de las Américas, en la
cafetería del lugar? Estoy algo ocupada hoy y no puedo salir de las instalaciones del lugar. —Luego de acordar todo
quedamos en vernos en una hora. Me levanté de la cama completamente somnolienta y avergonzada con Esme por
haberme encontrado dormida cuando se suponía que estaba cuidando a su hijo, después de ir al baño y lavarme los
dientes me senté junto con Edward en el sofá. Esme me tendió una bolsa con un par de croissant y un jugo de naranja.

—Ya que no puedes beber café —murmuró cuando vio la decepción en mi rostro. Asentí comiendo suavemente el
croissant mientras Esme y Edward hablaban.

La hora pasó rápidamente y mi teléfono volvió a sonar, avisándome que el Dr Richards estaba en la cafetería de la
fundación. Peiné mis cabellos con mis manos y le di un beso a Edward en la frente, prometiéndole que demoraría lo
menos posible, él no soltó mi mano me dio una sonrisa torcida antes de decir que había besado el lugar equivocado,
le di un beso suave en los labios, sonrojada porque nunca había sido yo la que tomase la iniciativa, menos delante de
sus padres. Carlisle había llegado poco después que hubiese desayunado y había aconsejado a Edward volver a la
cama, necesitaban que él estuviese tranquilo para el momento de la intervención, justo cuando iba saliendo de la
habitación tropecé con un hombre rubio de ojos azules ataviado en un traje de marca, se presentó como James Jenks,
disculpándose por haber estado distraído con el celular, el abogado de Alexander estaba esperándome, así que no le
di importancia, pero al verlo ingresar a la habitación de Edward me causó aprensión.

Negué con la cabeza y caminé al elevador rápidamente, necesitaba salir de McConner rápido. No iba a cambiar de
opinión con la editorial, ahora menos, tendría las manos llenas en los próximos meses. McConner era un tipo
inteligente así que confiaba que su decisión sobre apoyarnos fuese positiva, marqué a Garrett mientras iba en el
elevador.

—Bells ib a saliendo para la clínica —dijo al contestar—, Alice me contó acerca de Edward y lo de tu… lo de tu
emb arazo… ¡Trillizos! Ese Edward sí que no hace nada a medias —intentó bromear pero había algo en su voz que me
hacía pensar que él no estaba tan feliz como intentaba parecer, lo malo es que en este momento no tenía cabeza para
ponerme a explicarle algo a G, o sentarnos a charlar sobre sus sentimientos hacia mí, él los estaba ocultando y yo
ignorándolos, así estábamos bien, por ahora.

—G, voy saliendo a una reunión con el abogado de McConner —zanjeé el tema—. No sé si alcances a llegar hasta la
clínica, ¿estás en tu departamento?

—Sí, ¿sucede algo? —manifestó preocupado.

—Nada que no pueda solucionar, quédate ahí, te colocaré en alta voz para que puedas escuchar y participar en la
reunión. —Salí del elevador, divisando al abogado en una de las mesas. Caminé hacia él, colocando el celular en la
mesa y saludando el abogado que empezó a hablar de cláusulas y requerimientos que Alexander quería para poder
financiarnos. Muy dentro de mí esperaba que Garrett estuviese tomando nota, lo único que yo quería era volver con
Edward, eran casi las once de la mañana y el procedimiento sería llevado a cabo a las tres de la tarde. Un par de
minutos después el abogado de Alexander me extendió una carpeta para que leyera los requerimientos de su
representado antes de firmar cualquier documento, asentí por mera inercia. Le daría los documentos a Garrett y que él
junto con Alice y Sam se harían cargo de todo.

Me despedí del abogado y caminé de nuevo al elevador. Al llegar al piso de Edward Carlisle y Esme estaban fuera de la
habitación. Los miré con el terror reflejado en mi mirada, pero Carlisle me tranquilizó diciendo que Edward estaba con
un amigo y que les había pedido esperar fuera. No les dije que iba a entrar simplemente lo hice porque tenía un
presentimiento, un dolor en el pecho que no me auguraba nada bueno.

—¿Entonces, crees que estará listo para esa hora? —preguntó Edward firmando un documento.

—Me va a tocar sob ornar unos cuantos perros pero lograré darle validez a estos documentos antes de las tres —dijo el
hombre rubio frente a él—. ¿Estás seguro, Edward? Estás dejando todo en mis manos, es una responsab ilidad grande,
hermano.

—Completamente. James, te pago para esto y estoy dando un b ono más que generoso para que hagas cumplir mi
voluntad. —Abrí la puerta completamente mirando a los dos hombres a los ojos, sus miradas eran imperturbables.
Edward entregó una carpeta al hombre antes de enfocar nuevamente su mirada en mí.

—Hola, nena. —Me dio su sonrisa torcida y estiró su mano hacia mí, caminé hacia él y anudé mis dedos con los suyos
—. Mi prometida, James, Isabella Swan.

—La escritora. —El hombre fingió no conocerme y yo le seguí el juego porque en efecto tampoco lo conocía,
estrechamos nuestras manos mientras lo miraba escudriñando que había pasado allí, ¿por qué Edward había
mandado a sus padres a salir de la habitación?

—Edward tengo que irme —musitó el hombre—, necesito darle trámite a estos documentos.

—¿De qué son esos documentos? —pregunté a la nada.

—Cosas de la empresa —expresó Edward sin importancia—. Haz lo que tengas que hacer JJ. —El hombre asintió con
la cabeza antes de salir de la habitación la mirada de Edward vagó hasta que el hombre se fue y luego volvió su mirada
a mí—. Todo bien, nena.

—¿Quién era él?

—Es el abogado de la empresa, Isabella. Necesitaba mi firma en ciertos documentos. ¿Podrás hacer el libro de Kath?
—Sabía que estaba cambiando de tema pero aún así asentí, sentándome a un lado de la cama mientras él dejaba sus
manos en mi vientre— ¡Te digo los nombres que pensé! —Parecía un niño en mañana de navidad su emoción y
entusiasmo me hacían pensar que si había esperanza. Me acerqué a su rostro y lo besé, por la simple razón que
necesitaba hacerlo.

La tarde la habíamos pasado entre amigos y familia. Garrett había llegado y hablado con Edward, gracias al cielo les
tomó unos segundos arreglar sus diferencias, le di un gran abrazo. G siempre seria mi amigo, mi casi hermano, él y
Alice eran toda la familia que había necesitado, hasta ahora, y sabía que pasara lo que pasara ellos siempre estarían
para mí, no importaba lo duro que había sido Charles, lo poco que recordaba de Sue o el abandono de Renée en este
momento importaba esto: Mi nueva familia, conformada por mis dos amigos, el hombre, que ni en mis más remotos
sueño había pensado amar, y mis tres renacuajos.

—¿Todo bien? —preguntó Garrett con cautela. Había salido de la habitación de Edward y observaba desde una de las
ventanas la majestuosa ciudad, el cielo azul y los rayos de sol iluminando todo. Los Cullen habían entrado a la
habitación para estar con Edward y yo les había dado privacidad porque ellos la necesitaban como familia. Alice y
Jasper habían estado aquí pero se habían ido a comer. All había intentado que lo hiciera pero en este momento no
podía pasar nada, tampoco quería pensar.

—Estoy bien, solo quería darles privacidad. —G me atrajo a sus brazos y yo me apoyé en él, necesitaba esto,
necesitaba algo de apoyo.

—Siempre estaré para ti… Lo sabes, bonita. —Asentí en su pecho—. Y para los mocosos —indicó entre risas. Lo
golpeé en el pecho, separándome de él—. ¡Qué! ¡Son tres, Isabella! Tres ladillas —dijo haciendo ademanes con sus
manos—. Te vas a volver Willy en unos meses.

—¿Me estás llamando gorda? —dije con una ceja alzada intentando no reírme.
—No, simplemente que en unos meses vas a ser una jodida ballena. —Lo empujé riendo—. Eso es, bonita, ríe
siempre, ahora tienes tres razones para sonreír. —Me atrajo nuevamente a él—. Sé que estas asustada… Es una
operación complicada. —Suspiré y luego asentí—. Prométeme que pase lo que pase no te dejarás vencer. No puedes
vencerte, tres vidas dependen de tu fortaleza. —Tomó mi barbilla con sus dedos fijando sus ojos azules en los míos—.
Promételo, Swan.

—Lo prometo. —Una lágrima resbalo por mi mejilla, estaba asustada, me sentía sola e indefensa además no eran de
mucha ayuda la carga de hormonas. G dio un beso en mi nariz antes de volver a arroparme con sus brazos.

—Bella… —Me separé de Garrett para ver a Bree frente a mí.

—Brithany —dije corriendo hacia ella, no esperaba verla allí, de verdad no esperaba verla hasta que no tuviese la fuerza
para leer el resto del diario—. ¿Qué haces aquí? —dije después de un fuerte abrazo.

—Edward habló conmigo anoche, sé que está enfermo y que estás embarazada. —Unas pequeñas lágrimas surcaron
sus mejillas—. Estoy aquí para ti, Bells, no importa el diario, no importa nada, lo que importa es que tú eres mi
hermana y me necesitas ahora. —Asentí porque fue solo ver a Bree para que toda mi fortaleza empezara a
desquebrajarse. Bree me llevó hasta una silla y se sentó junto conmigo, mientras ella limpiaba mis lágrimas que
parecían no tener fin ahora—. Hay que pensar positivo, Bells, él va estar bien.

—Buscaré algo para que comas —habló G—, en tu estado no es bueno que saltes comida… Bienvenida a casa, enana
del infierno.

—Gracias, estúpido troglodita. —Sonreí. Bree y Garrett nunca se llevarían bien. Un extraño sentimiento de paz me
albergó, nunca más estaría sola. En efecto nunca lo había estado… Bree empezó a contarme sobre su viaje y como
Phil había movido la mayoría de sus contactos para encontrar un vuelo lo más pronto posible, sentí la puerta de la
habitación de Edward abrirse y los Cullen salieron de ahí, aunque parecían esperanzados sus ojos llorosos delataban
que como familia no estaban pasándola bien.

—Quiere estar contigo antes que se lo lleven —murmuró Esme con voz entrecortada. Tomé la mano de Bree y la
obligué a que me acompañara. Al entrar pude ver los ojos llorosos de Edward, caminé hacia él y pasé mi mano por sus
cabellos mientras unía nuestras frentes. No se asombró de ver a Bree ahí, se saludaron brevemente y ella salió
dándonos intimidad.

—Acuéstate a mi lado, nena. —Edward se corrió, dejándome espacio para acostarme. Me aferré a su camisa, dejando
que mi cabeza se recostara en su pecho y que su corazón me arrullara, no había palabras solo las respiraciones
pausadas de Edward y el sonido de su corazón y el mío. Inspiré su aroma natural mientras sus brazos me sostenían,
no tan fuertes como hacía un par de meses atrás pero era él y me amaba, la habitación quedo en absoluto silencio
mientras sentía la barbilla de Edward apoyada en la coronilla de mi cabeza y su mano vagaba en mi vientre, subí mi
rostro para observarlo y mi mano se deslizo hasta su mejilla, todo lo que quise decir en ese momento se quedo en mi
garganta, Edward me observaba con amor, en su mirada había ternura y el temor ante lo desconocido yo también tenía
miedo, ahora que sabía que lo tenía, que él era mío no quería perderlo, necesitaba a Edward lo necesitaba junto a mí,
nuestras miradas se sostuvieron por varios segundos y me moví hasta dejar nuestros rostros frente a frente, apreté su
mejilla y uní nuestros labios en un beso suave en donde ambos expresábamos lo que sentíamos sin palabras, cuando
el beso termino descanse mi frente en la suya disfrutando el momento.

Sentimos como la puerta se abría después de un corto tiempo, mostrando al doctor Hans, a Eleazar y a Dimitri Malinov.
Me levanté de la cama quedando sentada mientras Edward se acomodaba mejor.

—Ha llegado la hora, Edward —musitó el doctor Hans—. Necesito que estés tranquilo, vamos a aplicarte anestesia
general y no sentirás nada hasta cuando la retiremos completamente, estarás a salvo y podrás disfrutar de tus hijos y
tu esposa. —Me sonrojé ante el término esposa puesto que Edward y yo éramos solo dos conocidos con un contrato
que había terminado, con un amor que nació sin querer y con un embarazo en común

—Eso espero, doctor. —El doctor Hans sonrió.

—Eleazar me acompañara en la operación, por petición de Dimitri hemos accedido a un quirófano especial que tiene la
fundación, es una especie de galería en donde otros especialistas podrán observar cómo se lleva a cabo el
procedimiento, últimamente esto se ve considerado como una alteración a la privacidad del paciente, pero solo Dimitri,
tu hermano y tu padre estarán ahí de observadores, hemos omitido los residentes y demás colegas, para esto
necesitamos contar con tu aprobación. —Edward asintió.

—Solo mis padres y Jake —meditó—, no entiendo por qué el doctor Malinov.
—Bueno, mi área es la ginecología pero me gustaría observar el procedimiento, como socio mayoritario de esta
empresa y vicepresidente de la fundación puedo acceder a ciertas cirugías, pero si es tu decisión que yo no esté ahí la
acataré —explicó Dimitri.

—No tengo ningún problema. —Tomó mis manos entre las de él—. Salgamos de esto de una buena vez. —Una
enfermera llegó y Edward se bajó de la cama, ella ayudó a Edward a sentarse en la silla de ruedas sin quitarle la
intravenosa—. Nena —me llamó y estuve junto a él—, pase lo que pase recuerda que te amo… —Su voz se entre cortó
—. Los amo mucho.

—También te amo. —Las palabras brotaron de mí—. Vuelve a mí, Edward, es todo lo que te pido. —Él asintió besando
mis manos y luego mi vientre antes que los doctores abandonaran la habitación y luego la enfermera empujara la silla
de ruedas. Caminé detrás de él, observando como Jake apretaba su mano. Carlisle se había ido con los doctores y
Jake tomó la silla de rueda para acompañarlo. Alice, Bree, Rosalie y Leah se despidieron de beso y Garrett dio un gran
apretón de manos. En ese instante, verlo partir por aquel pasillo, me pareció ver la partida de Teseo sosteniendo el hilo
que se iba tensando a medida que él se alejaba. Es justo sentir la vida escaparse con un simple rasgar del aire, un
simple suspiro o un último aliento… Sentir que el temor es más grande a medida que pasa el tiempo en medio de la
ausencia, es ver en retrospectiva todo aquello que se ha construido y decir sin vergüenza alguna que cada error y cada
cosa lograda ha válido. Por Dios que ha válido cada puto instante desde que le conocí.

Por Dios que ha válido cada puto instante desde que le conocí.

Cada uno, hasta los más terrible mi amor…porque sé, tengo esperanzas que los que vendrán serán mejores,
maravillosos y soleados.

Vuelve a mí…

Vuelve por mí...

A mis brazos.

A mi boca.

Vuelve…

—Tenemos que ir al piso once —dijo Esme abrazándome fuertemente—. Estaremos en la sala de esperas mientras
Carlisle y Jake están en las galerías. —Asentí y caminamos junto con las mujeres. Jasper no estaba pero cuando
llegamos al piso once Edward estaba con James Jenks. Edward me dio una sonrisa torcida y susurró un te amo mudo
mientras la enfermera lo conducía detrás de unas puertas.

Suspiré fuertemente, ahora todo estaba fuera de nuestras manos…

El tiempo había trascurrido lento, como si los minutos fuesen horas, hacia más de una hora que habían ingresado, mi
mente y cada parte de mi estaba enfocada en las puertas dobles por las que Edward había desaparecido. Bree había
llegado en el momento justo y ahora sostenía mis manos sin decir nada, todos estábamos dispersos pero al tiempo
estábamos juntos, orando porque todo saliera bien porque el presentimiento de Edward se quedara solo en un
presentimiento… Suspiré fuertemente y pasé la mano por mi vientre, tenía tres vidas ahí. No eran producto de un amor
eterno, pero ellos serían amados, me corregí, ellos ya eran amados. Pasé la mano por mi cabeza y sequé mis palmas
en mis vaqueros, esta mañana me había sido imposible cerrarlos, afortunadamente tenía una camisa bastante amplia.

—Todo estará bien —susurró Bree suavemente. Asentí queriendo estar tan positiva como ella y mi mirada se fue hasta
Esme que con rosario en mano hacía una plegaria silenciosa. Leah y Rose estaban junto a ella y por mucho que
quisiera unirme lo sentiría muy hipócrita, yo no era muy devota y hacerlo en este momento sería usar a Dios como un
Dios emergente… Me levanté de la silla y caminé pasando las manos por mi pelo nuevamente. Carlisle y Jake estaban
observando el procedimiento desde la parte alta del quirófano o la Galería como había explicado el doctor Hans.
Suspiré por tercera vez, pegando mí frente a la pared debía tener fe en Eleazar y en el doctor Hans…

Caminé un par de veces más. Alice se había ido aunque no había querido, había un problema es su sitio de trabajo,
ella había prometido solucionarlo y volver pronto. Solo Dios sabía que la necesitaba con todas mis fuerzas, al final
había terminado sentada junto a Esme pero sin acompañarla en su plegaria, Bree había ido por algo de comer a la
cafetería, puesto que la comida que había traído G para mí, me había hecho vomitar, no quería comer nada, tenía la
garganta cerrada pero aunque no me apeteciera tenía que hacerlo por mis bebés. El ascensor se abrió y Bree llegó
junto con Emmett, me tendió una bolsa con comida. Me sentía nerviosa y no me gustaba para nada la presencia de
James Jenks en este lugar, el hombre parecía una estatua, apoyado a la pared, sus cabellos rubios estaban
perfectamente peinados hacia atrás y había aflojado su corbata, viéndose visiblemente nervioso.
—Bella, tienes que comer, es solo un sándwich de jamón y queso —musitó mi hermana—, debes hacerlo por los
renacuajos. —Acarició mi vientre plano, nadie creería la cantidad exacta de semanas que tenía, antes de salir de la
habitación Edward me había hecho prometer que los nombres escogidos por él serían los nombres de los bebes, eran
extraños pero exóticos muy de un hombre cuyo 90% del tiempo era empleado para conocer, actuar y hablar sobre
sensualidad, no pude resistirme a su puchero y a su mirada penetrante, sabía que él saldría de esta y tendría tiempo
de rebatir esos nombres, —suspire— quizás algunas parejas ni siquiera se acordarían en qué momento. Edward y yo
teníamos relaciones sexuales casi a diario, pero tanto él como yo sabíamos en qué momento habíamos creado vida…
Vida, cuando él creía que la suya acababa, cuando yo pensaba que la mía no existía, esa noche en la que Edward me
tomó entre sus brazos y me enseñó como la fantasía a veces puede hacerse realidad.

—Bells, a Edd no le gustaría no verte comer, al menos medio sándwich. —Asentí abriendo la bolsa mientras Bree
colocaba la pajilla en el vaso plástico del jugo natural, miré a mi hermana a los ojos dispuesta a comer un pedazo de
pan que no quería comer… cuando las puerta dobles que conducían a la galería se abrieron, en ese preciso instante
todos los ojos se la sala se giraron para ver a Jake con congoja y ojos rojos. Sentí como si el mundo empezase a girar
mientras veía agarrar sus cabellos con desesperación y gruesas lágrimas corrían por su rostro, mientras mi mayor
temor y el de Edward se hacían realidad.

Algo había sucedido…

Primero que todo Hola :) como vieron tan pronto llego actualice, esto es duro para mi nos queda solo el epilogo y yo
ya tuve que dejar ir a este hombre que me parecía maravilloso, (modestia aparte), pero este trabajo no es solo mío,
si yo escribo el fic pero Salem y May me echan porras, Gine me ayuda cuando me quedo colgada con ideas, Eve me
corrige los horrores, Ely es la que lo pule hasta que quede brillante y Adriana… Adriana es la que me hace saber
que las cosas están perfectas, en este capitulo le saque canas verdes a Andrea Sumosa, fue ella la doc que me
ayudo a tratar con el maldito Aneurisma, Tambien Tania G, me paso un poema hermoso, A estas chicas Mil Gracias
de verdad ellas han estado conmigo en la composición del cap en su totalidad, Mis dos grupitos el Harem del doctor
Sex (Face) y Locas por Dsex (Whats App) que están ahí animandome comentándome que hacen que en cada capi
entregue lo mejor de mi, muchas gracias por las imágenes, coloque un asterisco (*) referencia al libro la casa de
Asterion del autor Jorge Luis Borgues quien hace alusión a la historia entre Ariadna, teseo y el minotauro y Dante y
Betariz personajes de la Divina Comedia, no queda mas que decir que solo las personas valientes leerán el próximo
Capi, espero que este capitulo les haya gustado porque de verdad a mi me encanto ver esa faceta de Edward…
Quedamos en la espera de los trillizos Masen Cullen-Swan.

Esta vez no conteste los Revs, mi mama estuvo hospitalizada y he tenido mil cosas en la cabeza así que pido perdón
por no responder, pero los lei todos! Gracias por ellos porque me animan a seguir en esto incluso cuando no quiero
hacerlo mas, gracias a los anónimos a los fantasmas a los que están desde el primer cap y los que se han unido
con el tiempo. Alguien me pregunto si había una secuela, No la hay, no soy partidaria de segundas partes.
Recuerden que después de la tormenta siempre hay un arcoíris al menos en mis Fics lo hay.

Para los grupos no habrá adelanto esta semana, espero tener el epilogo pronto!

¿Quién se atreve en su Rev, dejarme los nombres de los trillizos y que sexo serán? Recuerden que los nombres los
escogió Edd, la que me adivine al menos uno tendrán un super adelanto del epilogo

Un beso y gracias por seguirme hasta aquí!

Aryam Shields Masen


*Chapter 25*: Epilogo
Los personajes de Crepúsculo son propiedad de Stephanie Meyer, la historia me pertenece completamente, esto lo
hago por Diversión

Es un placer para mí decirles que esta historia está debidamente Registrada por SafeCreative bajo el código
1305285174880. Cualquier distribución, copia o plagio del mismo acarraría las consecuencias penales y
administrativas pertinentes.

Te he b uscado tanto, y hoy que te he encontrado, se,


que no hay nadie mas, nunca he sido un santo, deb o confesarlo, ya,
con honestidad, fueron tantas horas tan solo
y triste hasta que te vi
tu llenas mi vida, tu llenas mi alma por eso siempre quédate aquí,
solo déjate amar

Solo déjate Amar

Kalimba

El ayer es historia El mañana es un misterio…

9 meses después…

Mientras el auto andaba, recordaba todo lo que había sido mi vida, el dolor, la crueldad, el engaño y el rechazo siempre
habían estado en posesión absoluta de mi vida. Pero aún estaba aquí de pie, con tres hijos hermosos que amaba más
que mi propia vida y una carrera que había despegado como jamás pensé que lo haría. Amaba escribir, amaba dejar
parte de mí en cada relato ¿quién diría que hace dos años atrás me iba a gustar la rama erótica? él me había
enseñado a ver el sexo mucho más allá de lo que las personas creen que significa; a expresar entre caricias y besos
que el amor no necesitaba de palabras tiernas o de un idioma fijo. El amor era sentir, era entregar y era arriesgarse…
ahora si miraba hacia atrás podía darme cuenta que a pesar de todo no podía renegar de mi vida todo lo que había
pasado: cada castigo de Charlie, el engaño de Félix y haberme enamorado del soltero de Oro de NY, todo
absolutamente todo me había convertido en la mujer fuerte que era hoy. La mujer que sobrevivió antes las
adversidades, con la piel más dura, capaz de soportar cargas mayores sin reticencia alguna.

—Hemos llegado preciosa —Mire a G, él había sido mi mejor amigo durante mucho tiempo, y lo amaba, lo amaba
como se ama a alguien que es tu igual, como si fuese de tu propia sangre, un hermano… como amaba a Bree y a
Alice. Esa clase de amor desinteresado que sólo se ofrece cuando se ha creado un vínculo parecido a la hermandad,
la que es capaz de traspasar fronteras. G había estado ahí siempre, en las buenas, en las malas y en las peores; era
de esos amigos pilares en los que tú sabes que puedes apoyarte y no te dejará caer. Saber que sentía por mi más que
un amor fraternal había sido duro pero en ese momento no tenía más cabeza que para Edward, él era todo— ¿Estás
segura de esto? —Asentí bajándome del coche y reuniéndome con mi hermana y su novio en la entrada.

—¿Estas completamente segura? —Bree arqueo una de sus rubias cejas, no había vuelto a presionarme y desde que
regreso se había quedado conmigo, a mi lado, dándome el apoyo que yo necesitaba sobre todo con los trillizos. A sus
seis meses eran muy traviesos, ya se sentaban en su corral y reconocían muchas cosas, Jake decía que eran
sumamente despiertos para su edad.

Son hijos de Edward…


—Hagamos esto rápido —dije a mi hermana, desde que me había enterado de todo no había querido venir aquí, había
tenido mi tiempo de duelo de llorar por dentro y recomponerme para finalmente levantarme, Bree me guió hasta el
lugar yo ni siquiera recordaba en donde estaba ubicado.

Quería dejar el pasado atrás, no era como si pudiera volver a él y pedir explicaciones o peor, hacer algo para cambiarlo.
Bree se acerco a la bóveda quitándole un par de hojas secas y colocando el ramo de flores que había traído, Diego su
novio era el baterista de la banda de Phil y en ocasiones se pasaba varios días junto con Bree gracias a que sus
padres vivían en Nueva York.

—¿Quieres quedarte sola? —Asentí, Bree y Diego se retiraron dándome privacidad. Me senté en el césped que
rodeaba la bóveda sin saber que decir o hacer era tanto lo que quería expresar que sentía un nudo en mi garganta.
Desearía que él estuviese aquí.

—Lamento no haberte conocido mejor —pestañee para evitar soltar las lágrimas que batallaban por salir, era una
completa llorona—. Pero he entendido que necesitaba hacer esto para que pudieses descansar en paz. Me dejaste
sola en el momento que mas te necesitaba, dejaste de luchar y preferiste irte, y yo te culpe por eso, porque tú me
amabas y debías protegerme y no lo hiciste, estaba dolida, herida y no puedo decirte que lamento no haber venido
antes pero yo tenía que librar mi propia batalla. Si realmente puedes escucharme, y si es cierto que no te permitía
descansar al no dejarte ir, pues en este instante tengo la voluntad de desprenderme, te perdono e intentaré no
guardarte rencor, pero es tan difícil no hacerlo. Me heriste y me dejaste a merced de la oscuridad. Permitiste que te
fuese arrebatada y no luchaste por mí. Merecía un poco más de ti, merecía ser querida y protegida. Pero ya no valen
reproches, supongo que así tenía que ser y es en este instante cuando se lo que significa ser madre, entender hasta
cierto punto los sacrificios que tuviste que hacer. Te perdono. —Me levanté, no sabía que más hacer ahí, decidí cerrar
en definitivo el circulo y continuar— Espero que hayas sido feliz el tiempo que viviste y hoy te digo adiós para siempre
Renée. Descansa en paz, yo seguiré mi camino y procuraré de buscar mi propia felicidad. —limpie un par de lágrimas
esquivas, sentía como si me hubiese quitado un gran peso de encima. Bree me dio un gran abrazo cuando llegue junto
a ella y las dos salimos de allí, el cementerio no era mi lugar favorito en el mundo odiaba el aire helado y el olor a
humedad que existía en el lugar.

— ¿Nos vemos en la noche? —Bree me pregunto al detenernos—. He hecho que Diego compre un esmoquin ¡sabes
lo churrisimo que se va a ver en él! —sonreí no me imaginaba a Diego sin sus converse, sus vaqueros y sus
chaquetas de cuero.

—¿Sabes cómo llegar?

—Jake me indico todo, iremos en la motocicleta de Diego. Necesitaras ayuda con AEA —fruncí el ceño por el apodo
que Bree y Alice habían inventado para referirse a los trillizos.

—Rosalie y Leah van a ayudarme con ello, de hecho Garrett me acompañó a verlos a casa de Esme antes de venir
aquí.

—¡Bella, vamos retrasados! —Grito G. desde el auto—, ¡Alice esta histérica! —sonrió burlón.

—¿Seguro no quieres que este ahí contigo? —Bree arqueo una de sus cejas.

—Vete ya, así puedes ayudar a Rosalie con los niños, Leah tiene las manos llenas con William.

—Esta bien —Bree me envolvió en un abrazo—. Te quiero Bells, gracias por esto. —la abrace fuerte sin decirle nada,
era algo que tenia que dejar ir.

Camine hacia G y me subí al coche porque en efecto íbamos retrasados—. Esto de ser tu chofer, voy a cobrarlo algún
día.

—Tú te ofreciste, así que no te quejes. —le reproche.

Hace ya una semana que estaba fuera por la firma de autógrafos de mi último libro "Contrato", había sido una
experiencia gratificante, la historia de Lex y Kath, había cobrado vida bajo los nombres de Robert y Casse, era la
primera vez que dejaba a los trillizos solos, afortunadamente habían dejado de tomar pecho a los tres meses de vida,
Jake decía que era normal yo me había asustado un poco, habían nacido prematuros, razón por la cual habían estado
en incubadora un mes completo por orden del doctor Stroux, un amigo de Dimitri. Incluso en ese tiempo habíamos
estado juntos, casi vivía en el hospital, así que tan pronto había llegado a Nueva York lo primero que hice fue ir a verlos
a casa de Esme, pero solo los vi unos segundos y fue un suplicio, parecían tres angelitos dormidos cuando los deje
¡mis ángeles!... Aunque la gira de "Contrato" era más corta, a mí me parecía una eternidad, estar lejos de ellos, de sus
risas y balbuceos era mi mundo.
La historia de Kath y Lex lideraba las listas de ventas en varias ciudades perfilándose como uno de los best-seller de la
temporada. Katheryne está muy contenta con el resultado final y Lex había permitido publicarlo, después de todo, podía
tomarlo como que también le había gustado el resultado; "Contrato" era el primer libro lanzado por Editoriales Fenix,
Garrett y Alice estaban muy complacidos. "Atada a ti" y "Bajo tu piel" seguían siendo mis obras más queridas, pero aún
estaban bajo el sello de la Editorial de Aro. Estos meses habían sido muy buenos con sus Pro y sus contras.

Llegar al hotel fue rápido a pesar de la fecha y la hora era navidad y por primera vez Esme y Carlisle no harían su fiesta
tradicional para celebrar que habían unido sus vidas, en cambio se celebraría una cena tradicional en Villa Cullen,
Garrett y Kate estaban invitados junto con Alice y su familia y por supuesto Bree.

—Ya era hora—Alice tenía las manos en las caderas y se veía tan enojada como cuando Nessie pintaba la carita de
Jaslice mientras jugaba a muñecas Barbie…Vanessa y el maquillaje ya le habían sacado su primera cana a Alice… Y
eso que apenas tenia cinco años.

—Sabes que necesitaba hacerlo.

—Sí, lo que sea, tengo a la prensa esperando por ti. —dijo en su modo mamá regañona mientras me empujaba al
salón.

Antes de entrar saco su cartera de maquillaje y empezó a disimular mis ojeras.

—Hasta que horas te quedaste hablando por Skype anoche —murmuro disgustada.

—Alice hace un par de horas bajamos del avión. Ten piedad de mí… —susurre dramáticamente.

—Adentro —ordenó— he revisado las preguntas, ni una personal y si lo hacen… Mándalos a la mierda. —dio un
pequeño gritito, entendía a Alice era nuestro primer libro, nuestro bebé a pesar que entre las dos teníamos cuatro
Jaslice solo era un par de meses mayor que los trillizos, ella no había viajado a la gira con nosotros Ness tenia
síntomas de varicela así que G y yo habíamos ido juntos.

Al entrar al salón los flases me cegaron momentáneamente, me senté junto a Sam, Garrett y Alice y por más de veinte
minutos conteste las mismas preguntas que había estado contestando en los últimos cinco días. Habíamos pensado
dejar la gira para después de año nuevo pero quería vacaciones, las necesitaba, y pensaba irme con mi familia a
Hawái o algún lugar muy lejos del frío de Nueva York; este año había sido difícil, tres libros, tres giras, tres hijos que
atender, todo eso sin contar lo que había sucedido con Edward.

Aro había exigido que hiciera la gira de "Bajo tu piel" sin importarle mis casi seis meses de embarazo, al final y gracias
a James Jenks había logrado reducir la gira a sólo Nueva York, aun así había sido exhausto, mis pies estaban
inflamados y parecía la hermana gemela de Willy.

James Jenks, quien diría que algún día podría ver a ese hombre como amigo, luego de todo lo que me hizo sufrir. De
cada una de las penurias vividas, sus decisiones manejadas por él como el titiritero de mi alma. Pero igual estaba una
esperanza resguardada, sólo que a diferencia de Pandora, yo conocía su existencia al final del túnel. James Jenks era
todo lo demás en esa caja*.

Habían pasado varias horas y me dolía la mano de tanto firmar, había firmado más de cien ejemplares, no que no
estuviera feliz pero si no acababa en menos de media hora llegaría muy tarde a la cena de Carlisle y Esme, además
moría de ganas por alzar a mis bebes, Bree me había enviado varias fotografías durante toda la semana y hoy, pero
para una madre eso no era suficiente y eso me hacía regresar a Renée, después de releer las páginas del diario me
había dado cuenta que estaba completamente equivocada, no que Renée fuese inocente, una madre hace todo por
conservar a sus hijos. Renée me había conservado hasta los dos años cuando conoció a Peter, según sus palabras
estaba decidida a darme en adopción hasta que me tuvo entre sus brazos prometió a Charles ser la hija perfecta si
podía estar con ella, su mayor error fue haber permitido que Charles y Sue me registraran como su hija, su declive:
enamorarse.

Charles había ejercido su poder de padre legal y había hecho a Renée elegir entre Peter y yo. Ella me eligió a mí, aun
así no lucho por mí, una noche cansada de Charles, el encierro y la estricta disciplina de mi abuelo, hizo lo que toda
adolescente enamorada hacía… Huir. Tomo lo poco que tenía ahorrado, una mochila con lo necesario y a mí, huimos
pero no pudimos ir muy lejos, Charles era militar, nos encontró pronto y uso todos sus contactos para mantener
alejada a Renée de mí alegando que usaba drogas, que no tenía estabilidad emocional y muchas cosas más que en
su momento me habían hecho odiarlo. Él me había separado de mi madre, pero aunque Charles tenía un grado de
culpa, Renée se había dado por vencida sin siquiera intentarlo. Ella simplemente bajo los brazos y se dedicó a vivir una
vida, olvidándose de mí. Cuando Charles murió quiso acercarse, pero nunca lo hizo, quizás resultó ser mejor así, yo
creía ahora que era lo mejor. Su ausencia fue determinante para continuar mi camino, para establecer los límites y las
actitudes propias en mi vida. Me llevo a él, a mis hijos y lo que hoy en día soy, en lo que por fin me transforme: en una
mujer completa.

Sin embargo decidió que debía educar a su hija y dejarme seguir el curso de mi vida, libre de escoger en el camino las
decisiones propias a mi criterio; así, de esa misma forma me vi forzada a madurar, sobrevivir sin ella. Decidí vivir mi
vida sin razón de ella, sin ir tras ella o tener interés alguno en buscarla. Había quemado el diario y había sido una
terapia para mí, pero para lograr ese objetivo debía cerrar ese ciclo, necesitaba decirle adiós… hoy por fin lo había
hecho.

Salí de mis pensamientos cuando colocaron fuertemente un libro sobre mi mesa, me estremecí por la impresión fue
como un pequeño Dejavu, de algo ocurrido a principio de año, cuando Rose fue a la firma de autógrafos de "Atada a ti",
solo que ahora no era Rose, podría reconocer ese aroma a kilómetros de distancia, él había dicho una vez que yo era
como una droga, bueno… Él era mi droga.

—¿Alguna dedicatoria en especial? —dije sin mirar a mi interlocutor, aún así pude sentir su sonrisa, esa que hacía que
mis bragas temblarán desde la primera vez que la había visto en aquel elevador; su tibio aliento soplar sobre mi rostro,
como un aire de dulce frescor al que no temería jamás en sentir sobre mis labios. Aquel que aún bajo el influjo de su
presencia causaba caos en mi cuerpo y en mi alma. Me inspiraba certeza y seguridad. Me inspiraba amor en su estado
más puro.

—Sí por favor coloque ahí —Su dedo señaló una parte en específica del libro—. Para el hombre más guapo y sexy del
universo y sus alrededores… —dijo con voz grave. Sonreí negando con la cabeza— que además me da los mejores
orgasmos que existen en este jodido mundo. —Finalizo sonriente, alcé la vista mirando su magnífica sonrisa de
comercial de dentífrico.

—Eres un engreído ¿lo sabías? —Enarque una de mis cejas en su dirección.

Edward coloco sus dos manos en la mesa bajando su mirada para encontrarse con la mía—. También soy putamente
sensual nena. —y de nuevo esa sonrisa que hacía que mi mundo me diera vueltas—. Es por eso que estas junto a mí
—volvió a sonreír—. Soy un Dios del sexo —Ambos nos reímos mientras firmaba el libro.

—¡Oh Sí…! Soy tu esclava, esta noche me pondré el collar de perro y te daré las esposas para que me ates a la cama.
—dije en voz baja.

—No des ideas nena. — alzo sus cejas pícaramente.

—No tienes remedio. —Le entregue el libro, Edward hojeo la inscripción y sonrió.

¡Gracias! esto es real por ti. Siempre tuya.

— Estoy para Instruirla mi lady —sonrió— Podemos irnos el Mastodonte de allá afuera dice que la prensa se fue y yo
soy tu último lector que viene por una firma, Alice acaba de irse y él está en el sótano.

—¡Alabado sea Dios! —dije moviendo mi mano, y mirando a mi hombre, no necesitábamos casarnos para que él fuese
mío, el matrimonio era sólo un pedazo de papel.

—Tengo hielo en la camioneta, así no se te inflamará, —beso mis nudillos— mamá me dijo que fuiste esta mañana
para ver a los niños —asentí y me levanté de la mesa refugiándome en sus brazos un momento —Te extrañe nena…

—Yo también, ¿Dónde estabas esta mañana? —pregunte cuando empezamos a caminar, Edward colocó su mano en
mi espalda baja guiándome.

—Tuve una consulta de emergencia, Los Banks sabes que están teniendo problemas por la inseminación fallida, los
referí a Otra Oportunidad, quizás Irina puede ayudarlos con ello.

—¿Retiraste las muestras de semen del banco? —pregunte distraídamente mientras caminábamos al sótano del
hotel.

—Ups…

—Edward.

—Claro que lo hice, solo tú tendrás mis hijos.


—Solo tendrás tres hijos.

—Soy joven, sexualmente activo nena, y tengo una vida por delante para convencerte de lo contrario. —Entramos al
elevador y me vi enjaulada entre sus brazos fuertes—. Dame un beso Swan, me debes muchos por los cinco días que
te fuiste —su mirada era fuerte y penetrante, como un águila observando a su presa con hambre, me coloque en
puntillas colocando mis brazos por sus cuello y uniendo mis labios a los de él, amaba besarlo tanto o más que tenerlo
dentro de mí.

Su beso me supo a menta y hierbabuena, el sabor de la crema dental que Edward usaba. Estos meses viviendo juntos
había compensado el mal momento que sufrimos cuando nos reencontramos, Edward seguía siendo arrogante,
quisquilloso, jodidamente coqueto, pero sólo yo conocía el verdadero Edward. Sus manos se colaron por todo mi
cuerpo acariciando los lugares justos para hacerme temblar de deseo.

—¿Te das una idea de cuánto te extrañe? —susurro con voz ronca clavando su erección en mi vientre bajo, —Por cristo
puedo olerte nena.

—¿Te das una idea de cuánto te extrañe yo? —succione su labio inferior mientras acariciaba su erección con mi mano
haciéndolo sisear.

—Eres Cruel… —se separó de mí y ajusto su pantalón.

—Tu creación —pase la mano por mi cabello y luego limpie el labial de la comisura de sus labios justo cuando el
elevador se abría en el sótano y veía a Garrett hablando animadamente con Kate. Las puertas del volvo V50 de Edward
estaban abiertas—. ¿Los trajiste? —Pregunte emocionada.

—Pues, termine temprano así que le hable a Garrett para ver si pasaba por ti, —sonrió —sigue sin gustarme que
pases tanto tiempo con él —musito entre dientes, pero lo ignore, G estaba muy enamorado de Kate y yo solo tenía ojos
para dos hombres además de Edward, esos dos hombres estaban dentro de la camioneta—. Como me dijo que sí,
pues le dije a mamá que iría por ellos y ¡Woila! —volvió a darme la sonrisa marca registrada.

—Te amo ¿lo sabes? —le di un beso en la mejilla antes de correr como niña pequeña en mañana de navidad hacía el
coche, mi tesoro más preciado estaba ahí, ni siquiera salude a Kate, simplemente metí la cabeza dentro del coche
observando a mi tesoros —Los tres estaban despiertos, ella mirándome con sus grandes ojos verdes mientras mis
campeones jugaban con unas llaves de juguetes, el ruido les llamaba mucho la atención.

Saque a Afrodita de la silla portable pegándola a mi cuerpo y aspirando su aroma de bebé, mientras besaba su
cabecita zanahoria y me disculpaba con Kate por no saludarla. Mi pequeña se pegó a mi cuerpo colocando sus
regordetas manos en mi rostro como cerciorándose que era yo, la que estaba ahí, ella era la viva imagen de Edward
desde el color cobrizo de su cabello hasta sus ojos verdes y su piel pálida, a diferencia de los niños, que habían
sacado el color de mis ojos, Edward decía que eran marrón tronco y los de Afrodita verde hoja, le di besos en su rostro
hasta que Eros y Adonis reclamaron mi atención.

Eros Josue, Danielle Afrodita y Adonis Eliud Masen- Cullen Swan; Esos eran los nombres que Edward me había
susurrado minutos antes de su operación había intentado por todos los medios cambiar los nombres de los niños,
una vez Edward había superado la fase crítica de su enfermedad, una complicación en el quirófano que casi hace que
quedase en coma con él. Sin embargo el coma no había sido el problema más difícil de sortear, el verdadero problema
era el poder firmado por Edward que tenía James Jenks y lo que el debía hacer como representante legal de Edward:
cumplir la última voluntad de su cliente… Tener una muerte digna y mi dolor ante lo desconocido.

El llanto de Adonis me hizo dejar de pensar en el pasado y enfocarme en lo que tenía ahora: una familia… Edward
entro en la periferia de Afrodita y mi niña era la típica nena de papá, ella extendió sus bracitos hacia él y la reclamó
como el padre dedicado que era haciéndole mimos y mordiendo sus deditos, mientras yo veía la manera de calmar a
Adonis y acariciar a Eros que parecía entretenido con su juego de llaves plásticas.

Edward y yo intercambiamos palabras por breves segundos con Garrett y Kate y quedamos de vernos en la noche en la
casa de Rocky Point. Acomodé a los bebes en sus sillitas asegurándolos para el viaje y cuando me subí en el auto
recosté mi cabeza a la cojinería del auto cerrando los ojos un momento.

—¿Te sientes bien? —Inquirió preocupado, asentí para tranquilizarlo y moví mi mano hacia él— ¿Has comido algo
nena? —Edward me preguntó nuevamente masajeando suavemente mi mano. Aunque actualmente conservábamos,
él por su parte su Aston Martin y yo a Mickey, había sido preciso comprar una camioneta familiar. Edward se había
empecinado con ella tan pronto desde Eleazar le había dado un pase médico donde informaba que podía conducir
hacia tres meses atrás.
—Comí un sándwich de pavo en el avión —con los ojos cerrados y respirando profundamente, Edward coloco su mano
en mi rodilla acariciándome suavemente.

—Tenemos tiempo para comer algo rápido si gustas y emprender el camino hacia Villa Cullen. —abrí los ojos y mire
los orbes verdes del hombre que amaba.

—¿Comida Japonesa?

—Hay un lugar cerca. —susurro, asentí y mire por el retrovisor a mis chiquitines. Edward tenía música instrumental en
el auto, habíamos descubierto que eso los mantenía tranquilos.

Tener tres bebes era una completa odisea si a eso le agregábamos la testarudez de Edward y mis compromisos como
escritora, mientras estaba con "Contrato"… Edward empleo a una mujer para que me ayudara con ellos en las tardes
que era cuando Katheryne y yo encontrábamos un espacio para comunicarnos. Kath era una excelente amiga y una
gran mujer, valiente y aguerrida por el solo hecho de haber descubierto el interior de aquel hombre de piedra, en las
noches Edward y yo nos turnábamos, aunque al principio fue muy difícil. Edward estaba en cama debido a la única
secuela que había tenido después de la operación: debilidad en sus miembros inferiores. Había estado huraño y
amargado durante casi siete meses. Había sido cruel e hiriente en muchas ocasiones juzgándonos por no dejarlo
morir pero en las noches cuando él y yo estábamos solos, era yo la que con cariño y delicadeza le hacía entender que
lo habíamos hecho por amor. Aun así habían momentos que él parecía no entenderlo pero cuando nacieron los bebés
todo cambio, trataba de incluirlo lo más que pudiese cuando ellos llegaron al departamento, Bree ahora tenía el mío
mientras yo vivía con Edward en el Pent house, la silla de ruedas lo hacía sentir inservible, pero cuando se dio cuenta
que los bebes se calmaban mientras él estuviese rodando le encontró algo de sentido a estar sentado, sus terapias
habían sido difíciles, extenuantes tanto para él como para mí, al principio se había negado a hacerlas, pero cuando
comprendió que sus niños merecían mucho mas de su parte que crecerían y que lo necesitarían , la silla de ruedas
había pasado a mejor vida como él mismo lo llamaba, había retomado sus consultas y su lugar en "Hablemos de
Sexo". Ahora los programas eran grabados en un horario más flexible, en la noche Edward y yo nos metíamos entre las
sabanas y escuchábamos el programa entre besos, caricias y… Tratábamos de escuchar lo más que podíamos.

Me había colocado un implante subdermico con duración de cinco años como anticonceptivo. Nada de pastillas,
inyecciones o alguna otra cosa que me cuidase de un embarazo, no me fiaba de ello. Edward aparco el coche frente a
un restaurante de comida Japonesa y salí del coche mientras el sacaba dos de las tres sillas portable, dejándome la
pañalera y la silla restante a mí, Adonis estaba quedándose dormido, él era un pequeño bello durmiente a diferencia
de sus hermanos, Eros se comía sus llaves en una clara muestra de "tengo hambre" y Afrodita miraba a todos lados
reconociendo el lugar.

Mi chiquita era la bebé independiente, ella era muy parecida a Edward no solo en lo físico si no en su carácter, era
curiosa, todo lo observaba y a sus seis meses de edad tenía una extraña adoración por su padre, los gemelos como
Edd y yo los llamábamos, debido a que eran idénticos, eran más cercano a mí que a su padre a pesar de su cabello
rojo fuego y lo pálido de su piel, Eros era fácil de entretener y Adonis era el más tranquilo de los tres.

Tomamos una de las mesas más grandes para poder acomodar las sillas de los bebes, apenas tomamos asientos
Eros se hizo notar. Edward saco un biberón, de la pañalera batiéndolo un poco antes de colocarlo en la boca roja de
nuestro hijo—, Mi madre dijo que no había querido comer. —comentó mientras miraba el menú, cada día mas
admiraba su forma de ser con los niños, era un padre dedicado y cooperativo, Afrodita lo tenía en la palma de su mano,
y era muy bueno con Eros y Adonis, ni en mis más remotos sueños podría haberlo imaginado así, sentimos un Flash a
nuestras espaldas y Edward presiono el puente de su nariz con su mano libre— Malditos perros. —murmuró con
enojo, coloque una de mis manos en su espalda y una chica con rasgos asiáticos se acercó para entregarnos el menú
del local.

La prensa se había enterado del estado de salud de Edward atacando a la familia Cullen con preguntas e invadiendo
completamente nuestra privacidad. El embarazo solo aumento su sed por noticias sensacionalistas, y saber que
habían sido trillizos fue peor, le dimos la exclusiva a dos revistas ¡Hola! Y People; el dinero que Edward pidió por ello
fue donado al GEA y a Otra Oportunidad respectivamente, ambas publicaciones fueron bastante reservadas al no
publicar el real estado de salud de Edward, otra cosa que le debía a James Jenks.

Edward pidió Oyakodon, yo me fui más por lo tradicional y pedí El pollo Teriyaki, afortunadamente cuando los pedidos
llegaron Eros había tomado su biberón y ahora dormía como su hermano.

Comimos rápidamente sin importar los flases, había llenado mi cuenta de Instagram con imágenes de los trillizos y
Edward también lo había hecho porque no teníamos nada que esconder, de dónde habían salido los paparazzi, no lo
sabía, eran como fantasmas o chulos siempre al asecho.
Salimos del restaurante sin importar las preguntas de los reporteros siempre eran las mismas.

¿Cuándo se casan?

¿Edward cómo has llevado la recuperación?

¿El éxito de tus lib ros se deb e a la fama de Edward?

¿Los niños fueron por inseminación artificial?

Y más tonterías que no valía la pena nombrar, Edward Estaba tenso así que tan pronto habíamos salido de la ciudad
tome su rodilla llamando su atención.

—Aparca el coche Edd—apreté su rodilla mirando los bebes por el retrovisor Afrodita estaba peleando con el sueño…
Lo normal en mi pequeña niña renegona. Edward vacilo antes de detener el coche en una esquina, apretó el puente de
su nariz y respiro fuertemente.

—Detesto que digan que tu éxito se debe a que estas conmigo, ¡cuando esos malditos no saben nada! —Golpeo el
volante del coche haciendo saltar a Afrodita, me quite el cinturón y coloque la mano en el vientre de mi niña sus ojitos
se cerraron nuevamente y tome la mano de Edward llevándola a mis labios—Eres malditamente buena nena.

—Lenguaje…

—Lo siento —Respiro—. Es navidad y debería estar acostumbrado a esto, no entiendo porqué nos siguen, ¿qué no hay
infidelidades o escándalos en otro lugar? ¿no ha dado a luz Angelina Jolie, o no hay ningún actor poniéndole el cuerno
a su pareja?¿Por qué nosotros? Pensé que se acabaría con el tiempo, porque es muy molesto—susurró con fastidio.

—Les debe parecer extraño que llevemos mas de un año juntos, eras algo así como la competencia de George Cloney,
—sonreí y él sonrió— además acuérdate la tela araña que se tejió con el nacimiento de los trillizos. —Edward sonrió.

—Tienes razón es navidad y esos pu... —Arquee una ceja en su dirección— Perros no dañaran la primera navidad de
mis pequeños—, le di un pequeño beso y emprendimos la marcha. Villa Cullen estaba a casi dos horas de Nueva
York.

Durante el camino a Rocky Point Edward entrelazo su mano con la mía, estaba más calmado y eso me hacia calmarme
a mí. Cerré los ojos recordando los meses atrás, exactamente en el momento que Jake salió de quirófano anunciando
lo que tanto Edward como yo habíamos temido…

—Hay una maldita complicación —dijo Jake entre lágrimas— ¡Joder! —gritó—Edward no tiene ningún derecho a irse,
¡va ser padre maldita sea! —Me sentía sin aire sin aliento, eso no podía ser cierto.

No lo es, no lo es, no lo es. —gritab a mi mente una y otra vez. Mientras veía a Jake sentarse en una silla plástica, Leah
tratab a de tranquilizarlo para que nos dijera exactamente que hab ía sucedido pero no estab a teniendo éxito.

Carlisle no salía del quirófano, Jake seguía llorando y ahora Esme tratab a de consolarlo, Bree estab a junto a mi pero
no decía nada, Rosalie se ab razab a a Emmett negando con la cab eza, todo parecía una maldita pesadilla—. Él está
b ien, Él prometió no dejarme—murmurab a una y otra vez sin entender nada. Pasaron varios minutos y nada pasab a,
sentía un nudo en mi garganta, el aire llegab a difícilmente a mis pulmones pero necesitab a sab er que estab a
sucediendo, me desprendí del amarre de Bree y llegue hasta Jake.

—Jacob — su mirada llorosa se encontró con la mía haciendo mi pecho doler, estrujando mi corazón, Jake amab a a
Edward, algo realmente malo hab ía sucedido ahí, temía lo peor y pensar en ello me descontrolab a. No tenía fuerzas
para asumirlo, para enfrentarlo. Necesitab a respuestas—. Jake necesito que me digas que Edward esta vivo aún —dos
lágrimas rodaron por mis mejillas y Jake b ajo su cab eza enterrándola entre sus manos— ¡Jacob ! —grité llamando su
atención, James Jenks se acercó hasta nosotros el homb re parecía nervioso hab ía sacado su corb ata y lucia algo
despeinado.

—Jacob es importante que nos digas que sucedió allá dentro por favor —demandó el ab ogado.

—Todo empezó b ien —Jake sorb ió su nariz —lo anestesiaron, hicieron la incisión en la femoral e introdujeron el
catéter, de un momento a otro su presión empezó a sub ir y sub ir y sub ir… —Jake metió nuevamente la cab eza entre
sus manos—, 170 sob re 100 y no podían b ajarla y si seguía sub iendo yo simplemente no pude estar más ahí…

—¿Cómo está Edward? —James pregunto mucho antes que yo lo hiciera.


—No lo sé —negó con la cab eza—, yo simplemente no pude soportarlo, mi hermano está prácticamente muerto en esa
maldita hab itación. —Gritó desesperado.

—¡No, joder no! Maldito Cullen me dijiste que no ib as a morir —dijo James pasando las manos por sus cab ellos.

Pero yo no podía escuchar mas ni sentir más, los latidos de mi corazón se hacían cada vez más lentos, el sonido de las
voces era sólo un eco, luchab a con todas mis fuerzas por no cerrar los ojos por no dejarme vencer pero todo esto era
mayor que yo, más fuerte, hiriente, desgarrante. Sentí un par de b razos tomarme y pegarme a su pecho.

—Vamos Bella vuelve —la voz de Emmett era clara y preocupada—, Carlisle esta ahí aún, Jake solo se asustó y salió,
se fuerte Isab ella, por Edward por tus b eb es, —sentí a alguien más tomar mi mano.

—Tiene el pulso acelerado. —Dijo Jake intentando recomponerse—. Tráele algo de agua —sentí como colocab an algo
en mis lab ios—, b eb e Isab ella despacio…

Las siguientes horas fueron horrib les, no hab lab a, no decía nada, sólo esperab a que Carlisle saliese de quirófano, que
alguien nos dijera algo ¡lo que fuera! Confiab a que Edward estaría b ien, Esme seguía rezando, Rosalie y Leah ahora
parecían más compenetradas con ella. Garrett hab ía vuelto, junto con Alice estab an a mi lado pero ninguno de los dos
decía nada, Bree hab lab a por teléfono, Jake estab a con Emmett y Jenks… Jenks hab ía perdido completamente la
compostura, caminab a de un lado a otro sumamente nervioso algo en él no me hacia confiar del todo, estab a a punto
de levantarme para preguntar que hab ía entre él y Edward cuando la puerta del quirófano se ab rió, Carlisle y Dimitri
salieron de él, Dimitri estrecho las manos con Carlisle antes de volver al quirófano y Carlisle se giro hacia nosotros con
el rostro humedecido y los ojos irritados, su rostro aunque tenso parecía aliviado, Carlisle suspiro fuertemente antes de
hab lar :

— Ha terminado —susurro con voz queda.

—¿Cómo está? —Esme fue la primera en preguntar— Jake dijo que…

—Lograron controlar su presión arterial, fue un procedimiento b astante difícil, sus valores b ajaron considerab lemente,
han hecho lo mejor que han podido, lograron rellenar el aneurisma con el Stent sin roturar, así que solo queda esperar
las horas correspondientes.

—¿Pero está b ien? —James pregunto contrariado.

—El doctor Hans vendrá a explicarnos mejor, yo sólo puedo decirles lo que vi desde la galería. —Carlisle se sentó en
una silla al lado de Jake que no hab ía levantado la cab eza desde que su padre hab ía salido, Carlisle le dio una
palmada de consuelo en la espalda—Edward es fuerte… —Esme se acercó a su esposo y él la ab razó apoyando su
cab eza en su homb ro, Carlisle se veía cansado y muy ab atido.

Pasaron alrededor de diez minutos antes que saliera el doctor Hans, explicándonos el contratiempo y lo que hab ían
tenido que hacer para controlarlo; de las explicaciones del doctor Hans sólo entendí una frase: Coma Farmacológico

—¿Nena? —Edward apretó mi mano— ¿sucede algo? —su rostro se mostraba preocupado así que negué—. Estas
llorando. —pase la mano por mi mejilla en efecto estaban húmedas.

—No es nada a veces volver al pasado es difícil. —peine mi cabello con mi mano libre.

—Garrett me conto que fuiste al cementerio —Edward tomo mi mano y dejó un beso en la palma abierta sin despegar
la mirada del camino, mire a mis chiquillos por el espejo retrovisor— Están profundos… —Anudo mis dedos entre los
suyos.

—Lo están. —afirme—. empacaste todo, bloqueador, bañadores, flotadores y demás.

—Síp, Anne me ayudo con todo nena, está listo y empacado pero no me cambies el tema, fuiste al cementerio. —No
preguntó, aún así asentí.

—Necesitaba cerrar ese ciclo. —Edward freno el auto con suavidad y tomo mi barbilla y depositó un suave beso en mis
labios.

—Me hubiese gustado acompañarte —susurro mirando mis ojos.

—Lo sé, pero era algo que quería hacer sola.

—Está bien nena —Emprendió la marcha atravesando la entrada del pueblo, hace un año que había visitado este
lugar, un año en el que habíamos creado vida… Edward condujo por las calles del hermoso lugar hasta subir la colina
que nos llevaba a Villa Cullen, donde el resto de la familia ya debería haber llegado.

El resto de la tarde me entretuve con los pequeños, habían despejado la sala y Esme había mandado a colocar una
alfombra nueva que estaba llena de pequeños juguetes. Eros, Adonis, Jaslice, William y Afrodita jugaban mientras
Nessie estaba distraída con su nuevo video juego portátil. Edward había traído "la cerca", era algo que él había creado
para que los bebes quedarán como en una especie de Corral; los trillizos se sentaban y era cómico verlos en cuatro
patas intentando imitar a Jaslice y a Will, teniendo en cuenta que aún no gateaban. Teníamos pensado estar aquí hasta
año nuevo, al menos nosotros, Kate tomaría un avión mañana en la noche con destino a Alaska y G la acompañaría y
Alice y Jasper pasarían noche buena con la familia de Félix y su madre en Chicago, era el primer año nuevo que
pasaría sin mis mejores amigos pero ahora no estaba sola, Edward los trillizos y los Cullen eran mi familia, además
de Bree.

Sonreí, en menos de dos años mi vida había cambiado radicalmente, antes era una chica solitaria, rumiando su vida,
tratando de sobrevivir en una ciudad tan terrible y despiadada como Nueva York, haciendo el gran show de niña fuerte
que levantaba su cabeza y decía: no necesito a nadie, estar sola es mil veces mejor que cualquier otra cosa, no
necesito de nada ni de nadie, soy fuerte, poderosa e independiente, pero no, no lo era, sólo era una mujer asustada
dando el discurso que toda mujer aterrada con la soledad, pero que no quiere aceptarla diría. Yo era una mujer sin
familia, envidiando lo que los demás tenían y con una costra de dolor y tristeza que parecía amenazar con obnubilar mi
vida, y de pronto ¡pum! Como una explosión a mis sentidos llego ese hombre dulce que ahora tengo frente a mí y que
me ha dado una gran regalo.

Me dio vida de nuevo, y una hermosa tribu de familia, amigos y la seguridad de que mis días y mis noches futuras
estaré siempre con el horizonte repleto de rostros amados y una vida cálida y llena de cosas y seres hermosos.

La cena había sido hermosa, cada uno había dado gracias por lo recibido en el año, Edward apretó mi mano mientras
agradecía por los niños que yacían dormidos en sus sillas portables a un lado del comedor. Por nuestra relación,
teníamos días buenos, días malos y peores, no todo había sido miel sobre hojuelas pero en ello se basaban las
relaciones, en personas completamente opuestas que se complementaban. Edward y yo éramos como piezas de
puzzle, nos complementábamos. Había encontrado mi lugar en el mundo y estaba feliz por ello, Esme había hecho de
la comida una pequeña celebración, debajo del pino, hermosamente decorado, descansaban varias cajas de
obsequios, después de la cena todos nos fuimos a uno de los gran salones y alrededor del árbol con el fuego de la
chimenea dándonos calor entre anécdotas esperamos que llegase la navidad…

A media noche entre besos y abrazos nos deseamos lo mejor para este nuevo año, dejando atrás todo el dolor y los
obstáculos que nos había tocado vivir, sentados frente al pino Carlisle comenzó a repartir los obsequios navideños, la
gran mayoría eran juguetes. También habían regalos para Kate y Diego que se veía algo incómodo pero feliz de estar
junto a mi hermana, tenía a Adonis en brazos mientras mi hijo tiraba de su coleta larga, Afrodita estaba en brazos de
Edward mientras que Eros era la completa adoración de Rosalie, cada vez que Carlisle la miraba diciéndole que le
sentaba ella sacaba la lengua en un gesto infantil mientras murmuraba que no era el momento

Pasadas las 2:00 am, Edward y yo nos retiramos. Mientras tomaba a Afrodita de los brazos de Bree y Emmett colocaba
a Eros en los brazos de Edward junto con Adonis, caminamos hasta la cabaña detrás de la casa principal. Entrar a ese
pequeño lugar traía consigo recuerdos vívidos de lo ocurrido un año anterior. Momentos en los que Edward y yo
pretendíamos ignorar todo el amor que rezumaba la cercanía de nuestros cuerpos, la posesión creada entre ambos.
La vida que desde un inicio merecíamos y desechábamos por mero capricho… Edward me ayudó a cambiar de ropa a
los pequeños, haciéndome amarlo más por su rol como padre, él era atento, juguetón. Un padre alcahuete, quien
siempre estaba abierto a los juegos y con ello mostrar su adoración por los niños que jamás creímos ser capaces de
crear juntos.

—Cuando termines con Afrodita baja a la playa nena —susurró Edward con voz suave—, sobre la cama hay una caja
con algo que me encantaría que usaras, —Acaricio mis brazos haciendo que la ya conocida sensación de deseo se
apoderara de mí, tomo el radio del cuarto de los bebes y camino hacia afuera saltando el balcón de la habitación.

Deje un beso en la cabecita de mi hija y la recosté junto a sus hermanos en la cama cuna que Edward había mandado
a traer para ellos. Cerré las puertas dobles del antiguo estudio de Edward y caminé hacia la habitación conjunta y mire
la caja blanca que reposaba sobre la cama. Tenía un lazo en color plata y una pequeña nota, la tomé rápidamente
observando la estilizada caligrafía de Edward.

Se que esta haciendo frio nena, pero compláceme por favor

Edward
Quite la tapa de la caja, desenvolviendo el papel brillante y encontrándome con tres prendas de vestir,saqué el kimono
en gasa transparente de color blanco junto con el diminuto biquini que lo acompañaba. El embarazo me había hecho
subir varios kilos, que había perdido gracias a una rutina en el gimnasio, aún así Edward sabía que habían marcas,
esas que una madre porta orgullosa porque significan vida, él decía que no le importaban, pero aunque mi autoestima
había mejorado mucho al lado de un hombre que emanaba sexualidad no me sentía del todo segura en usar esto.
Levanté la tanga de biquini dando un largo suspiro, mi mirada se fijo en el espejo del tocador. Edward había
redecorado esta cabaña con ayuda de Esme haciéndola más acogedora y sacando varias de sus cosas, ahora en vez
de su colección de Cds había un tocador con un espejo de cuerpo completo, pegado a este, se hallaba un pedazo de
papel, caminé hasta él intentando controlar los latidos de mi corazón y lo tomé abriéndolo para leerlo.

No lo pienses mucho, eres hermosa Isab ella, colócate mi regalo y ven por la segunda parte del mismo nena.

Esta nota no tenía firma, negué con la cabeza y camine hacia la habitación de baño, Alice me había metido de cabeza a
un spa al principio de la gira, razón por la cual estaba completa y perfectamente depilada. Me quité el vestido que había
usado para navidad, mirándome en el espejo nuevamente las pequeñas líneas se veían en mi piel, no tan
escandalosas como en un principio, pero si lo suficientemente claras como para recordarme el porqué estaban allí.
Acaricie cada una de ellas y suspire, Edward me amaba con estrías, me amaba sin ellas… lo nuestro venía del corazón
y no de lo exterior, habíamos pasado por mucho para estar hoy aquí, aun sin siquiera intentar detenerlo deje que mis
recuerdos me envolvieran como había pasado en la mayoría del día.

Llegué a la puerta del hospital con lágrimas escondidas. Hoy era el último día, hace dos semanas Edward hab ía sido
intervenido y entrado en coma, hab ía intentado no derrumb arme, estar en pie, luchar contra el rub io ab ogado de
Edward.

James Jenks tenía una misión, no sólo era el encargado del testamento de Edward, era su curador, representante o
como fuese que él quería llamarse.

Él era la persona encargada de la vida de Edward, tenía en su poder un documento firmado por él en donde le cedía el
poder ab soluto si algo fallab a en la intervención. No hub o en su momento alguna impresión o sorpresa cuando supe su
verdadera función en todo este circo, lo cierto es que comprendí muchas cosas lo cual no sab ía con certeza como
reaccionar. En ese momento lo odiab a a él por querer arreb atarme a Edward, no necesitab a más reacción que la de
desear su no existencia, odiab a a Edward por siquiera pensar que su familia o yo lo dejaríamos ir sin luchar.

Carlisle y Emmett trab ajab an con los ab ogados alegando que el documento que tenía James firmado hab ía sido
producto de la desesperación de Edward, hab ía un juicio en camino y Jasper tratab a de representarme con uñas y
dientes, Edward no moriría si en mis manos estab a su vida y por los tres pequeños que llevab a en mi vientre ese
homb re era mío. Ingresé apurada pero mis tiempos racionales no respondían a la urgencia de mi cuerpo por tocarlo.
Me senté en uno de esos asientos que aparecen en las películas, su plástico envolvió mi espina dorsal acunándolo. La
muerte estab a a un latido, en la punta de mis dedos, tal como si fuese de a poco penetrando en mi piel, llegando hasta
mi alma, en la de Edward, invitándolo a un camino de no retorno. La muerte se convertía en mi mayor rival. En este
momento me sentía Otelo, celosa de no tener ese poder letal que ella ejercía sob re nosotros. Nos envolvía con su
manto de oscuridad, de desasosiego al que no estab a dispuesta a ceder

La muerte ib a a lib erarlo. Sus agonías quedarían presas con su cuerpo b ajo un asfalto de gritos, risas y recuerdos. No
podía aceptar que su alma se escapara de mí. Podía sentir como él echab a gasolina al motor de la inercia, nub e de
humo de un vehículo esperando al pasajero. La muerte era fácil en un mundo vacío de colores, una epidemia
melancólica apuntando a los suicidas.

Dispuesta a no dejarme vencer, acaricie mi vientre que se empezab a a notar y me levanté de la silla caminando hacia
la hab itación en donde Edward se encontrab a, a esta hora Esme y Rose estarían junto a él, empuje suavemente la
puerta encontrando a las dos mujeres frente a mi.

—Bella —Esme susurró, su rostro se veía agotado y su estado de ánimo estab a empezando a resqueb rajarse,
Esmerald era una mujer fuerte, lo hab ía entendido en estos días junto a ella, Ella pasab a el día aquí y yo las noches
velando su sueño, alejando a la muerte, tomando su mano y colocándola para que sintiera el correr de sus hijos ¡No se
podía dejar vencer!

—¿Ha hab ido algún camb io Esme? —pregunté caminando hacia Edward, ella negó con la cab eza y yo acaricie su
cab ello, hab ía crecido considerab lemente y tenía una b arb a de tres días. Acaricie sus cab ellos y dejé un b eso en su
frente mientras tomab a su mano lib re y la colocab a en mi vientre, Esme se acercó a mí y su ab razo me reconforto
cuando las lágrimas ab andonaron mi rostro y empecé hundirme, apreté la mano de Edward más fuerte mientras mis
sollozos y ahora los de Esme llenaron la hab itación, me senté a un lado de la camilla ab razándome a su pecho,
sintiendo que no podría más.
Quince días hab ían sido suficientes para permanecer fuerte, para creer que Edward volvería a mí pero cada día veía
más lejano que él ab riese sus ojos. La amenaza de James estab a latiéndonos como el cielo cuando avisa sob re una
tormenta. Si en el juicio del día siguiente el juez aprob ab a la solicitud de James, Eleazar tenia que desconectar la
maquina que lo mantenía vivo, inerte pero vivo.

Hab ían colocado el ventilador luego de una pequeña crisis que hab ía ob tenido, luego que le retiraran los
medicamentos, lo hab ían colocado más por prevención que por necesidad. Esme tomo mi mano y me ab race a ella
dejando salir todo de mí, poco a poco mis sollozos fueron cesando y el estremecimiento de mi cuerpo tamb ién ¿era
posib le, acaso poder sostenerme con todo lo que veía suceder alrededor de Edward? ¿de alguna forma intentar
justificar el deseo de no lucha por su parte?

No, no podía hacerlo.

Cuando nos quedamos solos en la hab itación tomé las tijeras y un peine para cortar su cab ello con cuidado, mientras
los mechones de cab ello caían al suelo recordab a cuando lo hab ía hecho hace unos días atrás, sus manos sinuosas
recorriendo mí cuerpo. La picardía de su mirada y el calor de su cuerpo… las lágrimas b ajab an por mi rostro como
cascadas, retire los cab ellos en la almohada y saque la crema para afeitar de Edward. Rosalie lo hab ía rasurado hace
varios días, pero aún así quería hacerlo, acaricie su rostro con mis manos sin dejar de llorar, me sentía sin fuerzas,
destruida, quería ver su sonrisa torcida, anhelab a sus miradas, necesitab a su alma… pegue mi frente a su pecho
llorando sin cesar, apretando su camiseta b lanca.

—Vuelve a mi b eb é —solloce— me lo prometiste Edward, vuelve a mí… Por Eros, Afrodita y Adonis, dejaré que los
llames como quieras pero vuelve por favor. —Golpee su pecho, dejando de respirar y cayendo ab atida sin más que
hacer —¡Me prometiste que volverías! ¡Me lo prometiste cuando hab ías firmado tu muerte! Juraste que no me dejarías
sola, lo prometiste y pretendes dejarme. Eres un cab rón, pero escúchame b ien ¡No te lo pienso permitir! ¡no me dejaras
sola y desentenderte de mis tres hijos, de nuestros hijos! Si crees que permitiré que tu último acto de cob ardía sea una
ofrenda a la muerte y termines siendo carne de carroña, pues te equivocas, te amo y no descansaré hasta verte de pie y
salir de aquí a mi lado— no parab a de sollozar, no pude reprimir mi congoja al sab er que cualquier cosa podría
arreb atármelo. Sentía que mi alma se comprimía en mi pecho y que si decidía desfallecer todo hab rá terminado. Deb ía
ser fuerte pero ya no estab a para orgullos tontos. Tenía que ser sensata y eso involucrab a pelear por él, así fuese sólo
hab lándole a la nada, al silencio... al mutismo de su alma.

Rasure su rostro con dedicación dispuesta a no llorar nuevamente a levantar mi muro y volver a tener fe, camine hacia
el b año de la hab itación limpiando la maquina de afeitar y colocando la crema en el pequeño b otiquín, era casi las 6:30
pm hab ía cenado algo ligero y me hab ía traído la tab leta para intentar escrib ir algo de "BTP", me senté en el sofá y
suspire sonoramente empezando el capitulo 4 de un lib ro en el que no estab a colocando todo mi potencial, la
experiencia vivida con Edward no me estab a ayudando a desarrollar al 100% cada personaje, sin emb argo mientras
creab a a Angélica podía ver en ella a Edward, el miedo amar de esa pequeña niña, escrib ir era mi aliciente a seguir
viviendo por Edward y por mi, cerca de las nueve de la noche mis pequeños revoltosos empezaron a moverse, salte del
sofá en dirección a la camilla b uscando la mano lib re de Edward y colocándola en mi vientre para que sintiera los
movimientos, Carlisle y Jake asegurab an que él podía escuchar, que podía entenderme, acerqué mis lab ios a los
suyos mientras sonreía por el movimiento— despierta cariño —susurre— vuelve. —Un pequeño agarre en mi piel me
hizo tensarme, los dedos moviéndose suavemente hicieron que el nudo en mi garganta creciera, levanté el rostro
ob servando a Edward, hab íamos sentido sus dedos moverse pero Eleazar lo hab ía atrib uido a impulsos.

—Edward —mi mano lib re acaricio sus cab ellos—, si me estas escuchando Edward trata de ab rir tus ojos por favor
nene, por favor. —Una de mis manos tenía una de las suyas en mi vientre mientras con la otra acariciab a su cab ello—.
Por favor cariño, si me escuchas ab re tus ojos para mí. —Los siguientes segundos transcurrieron como en cámara lenta
Edward apretó aún más la piel de mi vientre antes de pestañear y entreab rir sus ojos, a pesar de que la hab itación
estab a tenuemente iluminada pude ver el color verde jade que tanto amab a, Edward suspiro, por un segundo mi mente
voló a algún lugar lejos de esa hab itación, pensé estar alucinando o estar sufriendo alguna clase de elevación
espiritual. Pero él ab rió los ojos completamente y luego los cerró, dándome a entender que no estab a en un sueño, que
era realidad, ver que no era mentira, fue catártico para mí, pero sentir sus dedos presionando mi piel y ver sus ojos
mirándome fijamente me trajo de nuevo a este plano, y aceptando lo que mis ojos veían. En ese instante pude
nuevamente volver a respirar. Volver a dejar a mi corazón latir.

Llame a la enfermera inmediatamente y un doctor de turno llegó varios minutos después, estuve a un lado mientras lo
examinab an. Edward hab ía vuelto, él estab a conmigo…

Sentí una corriente de aire colarse por el resquicio de una pequeña ventana ubicada en el baño, ésta me despertó de
mi larga ensoñación y me hizo volver a la realidad. Estaba desnuda en el baño de la cabaña, con Edward esperándome
en la playa que colindaba con la casa, la playa que había sido testigo de un encuentro fantástico en el cual habían sido
concebidos nuestros hijos; mire mi cuerpo con escrutinio observando mis pechos ahora un poco más voluptuosos
debido a la lactancia, mis caderas estaban mas anchas al igual que mi cintura, rellenando los lugares correctos. Sí, mi
vientre bajo tenia estrías y aún tenía libras demás a pesar de haber bajado de peso, pero él seguía diciéndome que me
amaba, cerré los ojos y negué con la cabeza antes de amárrame el cabello en un moño alto y abrir la regadera… un
baño rápido e iría con el hombre que amaba.

Mientras caminaba hacia Edward en mi mente tarareaba Us against the world de Coldplay, intentaba calmar el nervio
por la sorpresa, no sabia que había planeado Edward, pero intuía que me dejaría sin aliento. El frío nocturno se adhería
a mi cuerpo, lo sentía traspasar en cada poro de mi piel, sin embargo podía soportarlo. Me sentía arder, y conocía la
sensación, era la anticipación a la lujuria, al deseo de sentirlo junto a mí.

Antes de salir de la casa había dado un último vistazo a mis chiquitos; el kimono era corto y trasparente, había decidido
darle una sorpresa a Edward, por esa razón no llevaba el biquini debajo, sabía que le agradaría conocía demasiado
bien su sentido de morbosidad, y sabía perfectamente que no íbamos a la playa a charlar… Al menos no esperaba
charlar esta noche, hace una semana que no estaba con él y lo necesitaba, esta playa era especial, era donde
nuestros pequeños habían sido concebidos y no me opondría si él quería repetir la experiencia. La noche estaba
despejada y un centenar de estrellas podían divisarse en el cielo, la luna estaba clara reflejándose en el mar y la arena
se sentía suave bajo mis pies, atravesé la cerca que separaba la casa de la playa, no veía a Edward pero aun me
faltaba un poco para llegar a la orilla, el viento hacia que mis cabellos se movieran, me sentía sensual, poderosa,
presa de un deseo que sabia que era igual de correspondido.

Salte el pequeño banco de arena encontrándome con la playa iluminada por antorchas y pequeños recipientes de
vidrio bastante anchos, dentro de estos habían velas flotando en agua estaban colocados todos estratégicamente
iluminando el lugar, un pequeño camino iluminado hasta llegar mas cerca a la playa al final del camino deje de andar
observando la majestuosidad frente a mí. Había una sábana blanca sobre la arena rodeada de cojines de diferentes
tamaños y colores, había un dosel hecho con troncos secos, cubierto por lienzos en organza desde arriba y cayendo
hacia abajo, el viento las movía dando un toque romántico y especial, del dosel estaban colgados pequeños faroles de
velas rojas, la arena fuera de la sabana estaba decorada con conchas de mar y velas con aroma a vainilla y sándalo,
me sentía visiblemente emocionada y buscaba a Edward con la mirada pero no lo veía por ningún lugar.

— ¡Edward!—grite, mi voz hizo un pequeño eco pero no se escuchó más nada, intente agudizar mis sentidos pero lo
único que podía escuchar era las olas estrellándose en el acantilado, camine un poco más hasta estar bajo del dosel,
habían varios platos tapados, una cubeta llena de hielo donde reposaba una botella descorchada junto con un par de
copas en la arena y una pequeña mochila en la arena, me agache para ver el contenido y sentí su presencia detrás de
mí.

Su aroma natural envolvió mis sentidos mucho antes que sus manos tomaran mis brazos y los acariciaran levemente
girándome hasta encontrarme con su pecho.

—Eso es jugar bajo nena —susurro enfocando su mirada en mis pezones que apuntaban como lanzas hacia él, no
sabía si por el frio o por la excitación… Edward acaricio mis brazos suavemente, hasta subir sus manos a mis mejillas
y descender su rostro hasta acariciar mis labios con los suyos, la sola caricia de su boca en la mía enviaba miles de
estremecimientos por todo mi cuerpo, mis manos sujetaron sus caderas, disfrute de su beso suave, sólo labios
rozándose uno con los otros, su lengua pidió acceso a mi boca y se lo di, el beso se tornó más eufórico posesivo, me
pegue a él sintiendo su miembro semi erecto en mi vientre bajo, podía sentir mis pezones clavándose en su pecho
pero no por ellos dejábamos de besarnos, era como si hacía mucho tiempo no lo hubiéramos hecho, como si
fuéramos náufragos divisando tierra firme, mis piernas flaquerón cuando su lengua venció a la mía y tomo el control
total del beso. Todo en ese momento colapso para mí, sus manos acariciaban toda la piel descubierta, mis brazos,
mis piernas… agarro mi trasero con sus dos manos impulsándome hacia arriba para que mis piernas rodearan su
cintura, mis uñas acariciaron su espalda mientras el beso seguía como un frenesí pagano. Edward camino sin
despegar sus labios de los míos dejándome sobre algo mullido, entendí que la sábana blanca solo cubría el colchón
al parecer de aire que nos serviría de cama esta noche.

Sus labios dejaron el beso violento y voraz que me daban para empezar a acariciar mi cuello succionando mi piel con
suavidad, mientras sus manos empezaban a acariciar mis piernas, mordió mi clavícula y dio un pequeño suspiro en mi
cuello antes de separarse completamente de mí.

Sus ojos verdes se veían negros por el deseo y la lujuria. Gracias a las antorchas el frio parecía haber quedado en un
segundo plano; en todo lo que podía pensar era en el fuerte pecho de mi hombre, en el hambre que sentía por él, en
como mis ojos lo devoraban lentamente y como su mirada parecía marcar mi piel. Trate de acercarme a él pero
Edward se alejó sonriendo.

—No nena… —susurro con voz ronca, podía ver su erección alzándose dentro del pantalón holgado de yoga que tenía
puesto, estaba descalzo y su cabello estaba despeinado dándole un toque desaliñado, saco la botella de la cubeta y
se sentó sobre sus talones antes de servir el contenido en dos copas—. Feliz navidad preciosa —dijo tendiéndome
una copa, llevo la suya a su boca degustando del contenido y haciéndome temblar levemente, me sentía acalorada y
las velas y las antorchas no tenían nada que ver con mi acaloramiento. Tomé un sorbo de la copa y sentí las burbujitas
propias del champagne estallar en mi boca—. ¿Te he dicho lo sexy que se ven tus pezones cuando apuntan hacia mí
nena…? Me hace querer mamar de ellos—suspire y él tomo uno de los platos dejándolo a un lado de su cuerpo—. Ven
aquí nena —Palmeo sus piernas y lo obedecí de inmediato.

—¿Qué es todo esto? —pregunté sentándome a horcajadas en él.

—Esto es mi regalo de navidad nena, celebro que hace un año me di cuenta que no quería perderte, pero que por ciego
y estúpido no quise —Bese sus labios callándolo.

—Shsss… —susurre— Ya no importa —, acaricie su nariz con la mía—. Te amo.

—Te amo a ti —Edward destapo el plato habían diversos trozos frutas y pedazos de chocolates, su brazo me pego más
a él y yo conocía esta técnica, conocía esa mirada, y la posición en la que estábamos—. Dame de comer Pyāra —Tome
una fresa de la bandeja y él abrió la boca para que lo alimentara—, en la mochila hay aceites, unta tus manos y dame
para untar las mías —saque el primer frasco que toque y lo deje caer en sus manos y en las mías, minutos antes que
sus palmas volvieran a atacar mis brazos con caricias suaves y placenteras, haciéndolo de manera lenta y sosegada,
una de sus manos se apartó de mi piel tomando un pequeño chocolate y ofreciéndolo, Edward respiraba y yo inhalaba,
yo respiraba y era su turno de inhalar, moría por besarlo, por fundir nuestros labios como la fresa con el chocolate
derretido pero cada vez que lo intentaba él como el maestro que era se alejaba—. Siente nena, recuerda el tantra, se
trata de sentir. Cierra los ojos y concéntrate en las olas preciosa… En el murmullo de mi voz —cerré mis ojos
enfocándome en el sonido de las antorchas el mar o al menos haciendo mi mejor esfuerzo por hacerlo, Edward volvió
con sus caricias, desanudo el kimono en la parte de atrás.

—Edward… —lo llame con voz queda

—Shsss…

—No podemos demorar… —gemí en voz baja cuando el frio viento acaricio mis pezones fuera de la tela —Los niños…

—Diego y Brithany están con ellos —, saco primero un brazo y luego el otro del kimono dejándome completamente
desnuda —. Eres mía esta noche nena… O lo que queda de ella… —sonrió— tócame nena… —murmuro, dejando que
mis manos se resbalaran por su fuerte pecho. Edward había recuperado su figura asombrosamente luego de uno par
meses de estricta dieta y gimnasio, ahora su torso estaba mucho más trabajado, él también me acariciaba, mis
brazos, mis piernas en forma circular y con movimientos largos, deslice mis manos por sus brazos imitando sus
movimientos—. Me gusta que no hayas usado el biquini, gracias por ello —guiño uno de sus ojos sin dejar de tocarme,
era maravilloso sentir la suavidad de su piel bajo mis palmas mientras sentía como las suyas me marcaban a fuego
lento, nos turnamos para darnos de comer los pedazos de fruta y Edward coloco otra bandeja con quesos y jamón
cortado a cuadros. La brisa salina nos golpeaba y moría de ganas por deslizar mi lengua por la piel de sus omoplatos,
él se dejó caer adoptando una nueva posición tántrica rodé al lado contrario de las bandejas mientras nos mirábamos
fijamente.

—Bésame —su orden fue sumisa y doblegada uní mis labios a los de él pero dejándolo llevar el beso, sabía que le
gustaba marcar un ritmo, llevar una respiración, sabía que el tantra se trataba de eso, de hacer el amor con las manos
y la boca… de acariciar y de experimentar. Nuestras respiraciones eran acompasadas recostados uno frente del otro
con el cielo como nuestro techo y el mar como música de fondo, la noche era perfecta el momento era mágico.

Edward me ordeno apoyar mi espalda contra el colchón y se colocó parcialmente sobre mí dejando que sus labios se
escurrieran entre mi cuello y el valle de mis pechos, mi cuerpo era una bomba de tiempo para este mundo, no estaba
muy relacionada con el tema pero sabía que no podía besar mis zonas erógenas y me moría por algún tipo de contacto
en alguna de ellas, era como una olla de presión con el tiempo exacto en el fuego—. Edward —susurre arqueando mi
espalda hacia él, su lengua bordeo mi pecho y dejó besos regados por todo mi montículo sin llegar al pezón, jugueteo
con uno luego con el otro hasta introducir la fina piedrecilla en su boca y succionar de ella— ¡Oh por Dios! —chille ante
el contacto de su lengua contra esa parte de mi anatomía, sus manos acariciaron mi cintura y cadera deslizándose
desde ahí hasta llegar a mis rodillas, mi respiración era trabajosa, sus dedos deslizándose dentro y fuera de mi muslo
mientras su boca mamaba de mi pecho teniéndome al borde de una combustión espontánea y ni siquiera estaba
tocando en donde más lo necesitaba. Acaricio mi sexo sin adentrarse y dio un sutil tirón de mi pezón haciéndome
jadear.

—Ven… —Me llamo tendiéndose él de espaldas contra el colchón—, guíame dentro de ti —sus manos se situaron en
mi cintura, baje su pantalón acariciando su erección de arriba abajo con movimientos rítmicos y acompasados antes
de colocarme sobre su glande y descender lo más lentamente posible, Edward jadeo contrito mientras bajaba sobre
su eje y nos quedamos estáticos durante varios segundos mientras nos acostumbrábamos a estar juntos, mis manos
acariciaron sus brazos nuevamente y su pecho mientras él hacía lo mismo—. Conmigo nena, trata de mantener el
ritmo. —murmuro antes de moverse, todo era lento pausado no buscábamos el orgasmo como tal, buscábamos la
experiencia del poder complementarnos durante varios segundos. Me moví siguiendo su ritmo, Edward se sentó sobre
la manta acariciando mi espalda y besándome lentamente mientras nos estremecíamos en perfecta sincronización.

Se separó levemente colocando sus manos como apoyo a su espalda y dejándome mover libremente incremente mis
movimientos un poco cuando sentía que la necesidad era más poderosa que yo.

—Despacio… —balbuceo cuando mis paredes internas empezaron a contraerse—. Respira nena, retenlo, no lo dejes
ir aún —. Habíamos tenido sexo normal luego del segundo mes de los mellizos éramos más silenciosos y cuidadosos
pero no habíamos repetido la experiencia tántrica y yo no la dominaba en este momento, adoraba a Edward pero lo que
más quería en el mundo era liberarme—. Quieta —Edward tomo mis caderas reteniéndome a él— Lento…

—Edward quiero correrme —susurre frustrada mientras pegaba mi cabeza a su pecho.

—Respira profundo preciosa —respire porque sentía que si no hacia iba a morir—, eso es, se que te falta aprender,
pero yo seré tu maestro, estoy aquí para enseñarte y satisfacerte. Para mostrarte lo que sé y lo que quiero que
aprendamos juntos.

Asentí y respire profundo, Edward se metió un pedazo de piña en la boca y luego me beso haciendo que saboreara el
néctar de la fruta y luego yo hice lo mismo con una cereza y un chocolate blanco, lo bese como nunca lo había besado
mientras apretaba mis anillos vaginales entorno a él, sabía lo que le gustaba que aplicara esta técnica y si quería mi
orgasmo debía utilizar todas mis cartas, lo hice cinco veces haciéndolo maldecir por lo bajo mientras sus dedos se
enterraban en mis caderas, no me importó si en unas horas empezaban a verse los moretones, bese su clavícula y
succione el lóbulo de su oreja sintiendo como empezaba a moverse dentro de mí.

—Cuenta hasta treinta de forma pausada. —musito abrazando mi espalda y pegándome más a él si era posible.

—Vente conmigo —dije besándolo suavemente, sus embestidas que empezaron tiernas cobraron velocidad
rápidamente, en mi mente trataba de no saltarme ningún número mientras contaba en voz alta y gemía por sus
arremetidas… al llegar a quince el espiral de placer de mi vientre bajo amenazaba con explotar, llegar a veinte fue una
verdadera hazaña para cuando me faltaban los últimos números nuestros cuerpos sudorosos se movían bajo el ritmo
de las olas del mar. Edward besaba mi cuello o cualquier pedazo de piel que estuviera a su alcance, yo sólo podía
aferrarme a él mientras mis uñas rasguñaban las cobras de su espalda, mientras sentía como cada vez llegaba más
dentro, más profundo, el orgasmo se alzó ante mí como una ola de un tsunami que amenazaba con impactar
fuertemente en la orilla de la playa con dejarme completamente deshecha en sus manos. Un par estocadas y llegar al
número treinta le dio a mi cuerpo la satisfacción total y sublime de alcanzar el clímax con la persona amada. Edward se
tensó mientras mi espalda se arqueaba completamente dejándome llevar por la ola de placer.

Edward me retuvo entre sus brazos unos segundos antes de dejarse caer sobre el colchón su miembro enterrado
profundamente en mi interior continuaba erecto como si no acabase de obtener su liberación, sus manos se movían
suaves por mi espalda mientras controlábamos los acelerados latidos de nuestros corazones, estábamos sudados,
podía sentir la sal del mar en su piel, y el cansancio empezaba a vencerme, pero no quería moverme de su pecho todo
se me hacía mágico e irreal.

— No te duermas nena —quito varios mechones de mi cabello— ¿Has pensado en lo que te propuse antes de salir de
gira? —levante la cabeza de su pecho y cuando intente levantarme de su cuerpo las manos de Edward sujetaron mi
trasero reteniéndome en donde estaba.

—¿Por qué quieres hacerlo? —respondí su pregunta con otra.

—Porque es lo correcto, eres la mujer que quiero, la única que me ha llamado la atención lo suficiente para abrir mi
corazón a ella, me conoces perfectamente, te amoldas a mis gustos, eres la madre de mis hijos y te he hecho una
jodida diosa en la cama —movió sus cejas sugestivamente.

—Eres un presuntuoso —bese la comisura de sus labios—. Si hubieses dicho lo de sólo diosa primero quizás mi
respuesta hubiese cambiado—. Edward nos giró de manera que ahora él estaba sobre mí con sus manos a lado y
lado de mi cabeza mientras su mirada verde me traspasaba.

—Eso quiere decir que sigues pensando lo mismo — asentí— ¿Por qué?

—Porque no quiero coaccionarte, tú me amas yo te amo, lo que me pides es solo un pedazo de papel —quite los
mechones que se habían adherido a su frente—¿Revocaste el testamento? —Negó— Edward…

—Nena los aneurismas regresan…

—Cállate —coloque un dedo en su boca—, odio cuando hablas así, — él mordió mi dedo haciéndome estremecer.

—Es una posibilidad… Quiero que lo mío sea tuyo.

—Lo único tuyo que me interesa está dentro de mí —moví mis caderas entorno a él y una de sus manos bajo de mi
cabeza hasta acomodar mi pierna en su espalda, acaricio mi muslo y trasero antes de darme una fuerte palmada
haciendo que la vibración acabara en mi clítoris.

—Señorita Swan, estamos hablando por favor, no me distraiga —repuso serio—, sigo siendo su maestro. — Su
sonrisa fue juguetona— ¿Así que lo único que le interesa de mí es mi polla?— Expreso con dramatismo—, sabe que
ha ofendido a mis ojos verdes, mi cabello post sexo y mis abdominales de muerte —sonreí.

—Entonces debería decir que lo único tuyo que me interesa está aquí conmigo

—rectifique paseando mis manos por su espalda hasta llegar a su duro trasero—, modifica el testamento, no me
siento bien sabiendo que tu fortuna está a mi nombre.

—No lo hare. —Suspiro— Dejemos los documentos así, mi fortuna es de los trillizos a excepción de lo que he dejado
para William y el primogénito de Rose y el fidecomiso para los estudios de Vanessa; ellos son mis hijos y tienen
derecho a tener lo que les pertenece.

—¿Y si tenemos más hijos?

—¿Vamos a tener más hijos? —Me devolvió la pregunta divertido—. Yo estoy más que dispuesto a empezar con la
tarea —fue su turno de mover las caderas haciéndome temblar bajo él.

—No ahora.

—Sí, no ahora —el sol empezaba a despuntar sus primeros rayos Edward había acomodado el colchón de tal manera
que nuestras cabezas quedaran del lado correcto para apreciarlo, ambos nos quedamos unos segundos absortos
mientras veíamos los primeros rayos iluminar tenuemente el océano— (2) Mai b accē kī jarūrata hai jab a tuma mērē
prakāśa thē— dijo dándome un beso en los labios.

—(3) Aura tuma mērē jīvana rēkhā thē—le respondí en hindú, nunca más me quedaría sin saber que me había dicho.

Siempre profundizaría en el significado casi místico de sus palabras.

Y yo…

Nunca callaría lo que sentía, jamás retardaría un beso, una caricia o un te amo, yo lo arrebate de la muerte, él era mi
triunfo, mi batalla ganada, la victoria sobre mi soledad, Edward Masen era todo lo que yo deseaba, y por mis hijos y por
él mismo, esta mujer en que me había convertido estaba dispuesta a todo por ellos, a todo; por lo tanto mis te amos,
mis besos y mis palabras siempre estarían dirigidas a hacerle saber que la vida estaba de su lado y que la muerte era
algo lejano que no lo tocaría durante muchos años, porque en su futuro estábamos quienes lo amábamos y lo
veíamos como parte misma de nuestra alma.

Edward me beso paulatinamente mis hombros, mis mejillas, mis manos, hasta capturar mis labios entre los suyos y
empezar moviéndose suavemente. No necesitábamos nada más… Sólo saber que nos amábamos, que habíamos
creado una familia y que seriamos felices mientras durara… Con todos nuestros deseos que fuese como en los
cuentos de hadas.

Para Siempre...

.
.

Lloro…. Muero lentamente solo las chicas que estuvieron junto a mi sab en lo difícil y lo que sufri escrib iendo este fic, fue
genial, me acerco a muchas personas, conoci el otro lado de muchas otras, cree nuevas amigas y me enamore
completamente de Edward con sus miedos y pendejadas.

Esto ha llegado a su fin chicas, creo sinceramente que era lo que amb os merecían y espero de corazón que le s haya
gustado

Quiero agradecer a cada una de ustedes que se tomo el tiempo para escrib ir un Rev, los que leyeron de manera
fantasma y los que estuvieron ahí para mi caundo mas los necesite, a todas las b etas que pasaron por este fic, Ginette,
Vero, Jocelyn, Eve, Ely y mi muy querida Adriana, que no es mas que mi hermosa Sachita Simon, estuviste ahí mi reina
cuando apenas estab a empezando, gracias por creer en mi, gracias por ayudarme, enseñarme y aceptar que te jodiera
a cada rato, no hay palab ras para agradecer cada minuto de tu tiempo, en realidad a todas mis b etas gracias, a Noe,
salem, Mayra que leían y me jalab an las orejas cuando era necesario, a Belen que me tenio la manoe n ocasiones
Tania y sus hermoso poemas Diana y los chistes del Harem, a Marje que creo el grupo de Whats app, Yessi, Jesik,
Maru, Anguie, sole, gene, noe, tania, jenn, paola y mi samu (MIO) lenith, yas, yorgelys, alejs, joa, kat,Anilu-Chiky
Karen,Eliana, Coudy, A Yoap, Alejandra Cast, Gab riela piña y Valentina peña y a Maarie por los montajes e imágenes
que le hicierona este fic y por Dios que llenaría la hoja solo nomb rando las personas que estuvieran ahí, Mis docs: Pao,
Cris, Mimi y Andrea que hicieron mas creib le todo esto del aneurisma, Mi b ruja del alma que me tiro de los pelos en
mas de una ocasión, Gracias mil Gracias!

Ahora no pueden quedar por fuera los Reviews mas de 2000 nunca en mis mas remotos sueños lo hub iese imaginado
Gracias! Gracias gracias! A los que llegaron a los que se unieron en el camino, a los que apenas leyeron en el cap final.

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valestarosten forever-stefanilena-robstenmivida-Olvia y Carlice culen.

Gracias mil gracias a todas y perdón si olvide a alguien!

A continuación les dejo referencias!

** Referencia JJ: Mitología griega, La caja de Pandora, en ella estaba contenida todos los males del mundo y al
fondo de esta se resguardaba la Esperanza. La cual no fue liberada por Pandora al ignorar su existencia.

(1) Amor.

(2) fuiste mi luz cuando más lo necesitaba nena.

(3) y tú fuiste mi salvavidas.

** Referencia JJ: Mitología griega, La caja de Pandora, en ella estaba contenida todos los males del mundo y al
fondo de esta se resguardaba la Esperanza. La cual no fue liberada por Pandora al ignorar su existencia.

(1) Amor.

(2) fuiste mi luz cuando más lo necesitaba nena.


(3) y tú fuiste mi salvavidas.
*Chapter 26*: Regalo : Outtake
Los personajes de Crepúsculo son propiedad de Stephanie Meyer, la historia me pertenece completamente, esto lo
hago por Diversión

Es un placer para mí decirles que esta historia está debidamente Registrada por SafeCreative bajo el código
1305285174880. Cualquier distribución, copia o plagio del mismo acarraría las consecuencias penales y
administrativas pertinentes.

Tú has llegado a encender

Cada parte de mi alma

Cada espacio de mi ser

Ya no tengo corazón

Ni ojos para nadie

Solo para ti

Solo para ti

Camila

El Ayer es sólo un recuerdo; mañana es lo que yo quiero que sea.

Outtake: Regalo E pov.

Aparque el auto en el sótano mirando fijamente mi reloj, Isabella iba a matarme, iba a cortar todo tipo de servicios a
Edward Jr. Que ya había sufrido durante mucho tiempo. Había sido clara que quería que llegase temprano, pero
cuando iba saliendo de la consulta, Maya Lader, había llegado al consultorio en plena crisis y pidiendo que la atendiera
de urgencia. El matrimonio Lader estaba bastante mal se habían casado. Eran sólo dos críos que se habían casado a
temprana edad, por un embarazo no deseado.

¡Qué rayos! ¿No sabían lo que eran los métodos anticonceptivos?

Sus padres habían pactado todo para que el matrimonio fuese pronto y rápido, sobre todo antes que se le notara el
vientre, pero una vez casados el bebé que esperaban había fallecido y los dos se habían jodido completamente... A los
22 años Luigi Lader quería lo que todo joven desearía: fiesta, chicas y cerveza. Maya de 20 buscaba llenar la ausencia
de su marido comprando compulsivamente, antes de ser Sexólogo era Psicólogo y atendía varios casos similares a
este. Todo empeoró cuando Maya encontró mensajes de textos en el celular de Luigi bastantes subidos de tono y en
medio de su desconcierto intento acabar con su vida, Luigi la quería, ella había sido su novia desde los dieciséis así
que él había buscado mi ayuda para salvar su matrimonio, sin embargo Maya tenía cada crisis, dando pocas
esperanzas a que este matrimonio pudiese ser salvado, estaba condenado al fracaso.
Luigi era un alma libre, Maya dependía de él, no había comunicación y su relación íntima había desaparecido, ninguno
de los dos era consciente de lo que sucedía; ellos eran dos individuos que tiraban cada uno para un lado
completamente opuesto y así no se podía llevar ninguna relación.

Era una de las razones por las que yo odiaba las relaciones en el pasado, sabía que no podría conservar, una mi
placer era las mujeres, dicen que en alguna parte del mundo se encuentra tu media naranja, yo me había vuelto un
limón así que era incompatible con muchas hasta que me llego mi media toronja.

Aunque pasara el tiempo, lo que sentía por Isabella seguía ahí, creciendo, amaba la manera en la que ella se acoplaba
a mí y los " Te Amo" eran parte de nosotros, pero sabíamos que la palabra era muy corta para lo que sentíamos en
realidad, al menos lo que yo sentía.

Enterarme del embarazo de Bella fue mi salvación, que Carlisle luchara por mí como siempre lo había hecho era solo
un plus, mientras estaba dormido escuchaba sus palabras, la forma en la que acariciaba mi cabello, quería despertar,
pero había algo que me lo impedía, y si fui un poco... Idiota cuando desperté pero estaba aterrado de no volver a
caminar, sin embargo cuando ella dio a luz, ver a nuestros pequeños llenos de vida a pesar de lo pequeño que eran
me hizo recapacitar. Yo quería a mis pequeños quería ser parte de su vida, 4 meses después de una ruda y larga
terapia pude deshacerme de los apoyos y dar mis primeros pasos, era como si comenzara de nuevo, dar un primer
paso como mis pequeños bebes. Alzar mi orgullo y equilibrarlo para fortalecerme por mí y por ellos.

Bella estaba ahí, ella y mis pequeños eran el aliciente para salir adelante, un par de meses después volvía ser Edward
Cullen, el de antes: coqueto, medio cabrón pero enamorado hasta los huesos de su mujer y sus hijos. Carlisle me
había dicho cuando Emily murió que cuando el amor pega es como si fuese un proyectil de un bando enemigo. No
sabias por donde atacaba, sentías el golpe de lleno, era como si el resto del mundo desapareciera y solo pudieras
saciarte con una mujer o un hombre en específico, ese en el que tu mirada se reflejaba.

¡Tonterías! le había dicho en su momento, a mí me gustaban todas las mujeres, mi corazón era un perfecto condominio
en donde muchas podían vivir, pero se volvió casita hogareña cuando Isabella Swan me dejó ser su maestro, cuando
me obsesionó como depredador, cuando se quedó conmigo por más que la humille y cuando me dio el regalo que yo
tanto ansiaba. Una familia, mi familia. Mi vida se complementó, y todo encajo en su lugar.

Me había vuelto un cursi de mierda...

Digité el código de mi departamento rápidamente, hacia un par de años había vendido mi viejo Pent House y había
comprado uno más amplio para los niños, la puerta se destrabo y entre encontrándome con mi inquisidora.

—Papitooo —alzo sus brazos para que la cargara, una vez en India, Savir el líder de una aldea en la que viví durante un
tiempo, me dijo que el Karma era una perra... Claro el muy puto había regresado más de una vez a morderme el culo,
pero con Afrodita estaba divirtiéndose el cabrón.

—¿Y hoy eres? —dije dándole un beso.

—Soy Rapunzel —Genial Rapunzel, la puta que metía el novio a escondidas de su mamá al chuzo. Al menos no me
había dicho que era putanieves o perrahontas, en un principio me había negado que mi hija conociera de toda la
mierda Disney, incluso había anulado Disney Channel, Junior y XD del cable de la televisión por mucho que Isabella
dijera que Afrodita era una niña y que pronto le gustaría ser una princesa sin importar que todas fueran perras, porque
a los ojos de mi nenita ellas serian lindas, había logrado mantener a mi hija a salvo de esas malas mujeres hasta un
día que se me ocurrió la brillante idea de dejar a mi hija a cargo de Rose. Ella era la jodida culpable de todo, Rosalie y
su jodido dvd de colección de las princesas de Disney.

Su mirada diabólica cuando mi hija salió a mi encuentro aquella vez diciéndome que había visto "La sirenita" y que
quería vivir bajo el mar como Sebastián y Flouder, me había dicho que lo había hecho a propósito.

—Ohm Rapunzel... ¿tendré que revisar tu cuarto esta noche Rapunzel? —dije haciéndole cosquilla con mi barba.

—No papito no... No me gusta —me apartó frunciendo el ceño, sus ojos verdes se veían altivos y enojados.

—No te gusta mi barba —le pique en la mejilla.

—Pica y te ves feo —cruzo sus bracitos a la altura de su pecho.

—Ok, que te parece si yo me quito la barba y tú te quitas ese feo vestido.

—¡Es de princesas! —Afrodita defendió su disfraz.


—Es de... —Que adjetivo era el mejor para una niña de cinco años, perra, puta, golfa, zorra... Mujeres de la vida alegre.
Negué con la cabeza—Es de niñas que se portan mal y no tienen papitos sexys —le di un beso en la mejilla y ella me
aparto con sus manitas.

—Balba —balbuceo— ¿Me trajiste algo?

—Mmm… —me rasque la barbilla con mi mano libre —¿qué eres? ninfa del bosque o princesa...

—Soy una ninfa del bosque vestida de princesa. — dijo batiendo sus ojitos hacia mí. Sonreí, mi hija nunca perdía, ella
las ganaba todas, saque de mi pantalón el chocolate que debía comprar obligado cada vez que salía del trabajo.

—¿Donde está mami y los mocosos?

—Mami esta con los mocosos arriba —se removió en mis brazos para que la bajara, hasta ahí había llegado el amor,
cambiado vilmente por una escueta barra de chocolate.

Mujeres...

Subí las escaleras de dos en dos implorándole a Buda para obtener algo más que un beso el día de hoy. Habían
pasado los dos meses que Dimitri había recetado como cuarentena, el maldito doctor me había jodido con todos las
letras como si los meses anteriores no hubiesen importado.

¡Hoy anotaría un penalti! Había pasado mucho tiempo sin mi mujer. Con la idea de una noche llena de lujuria llegue a
la habitación de los chicos.

—Ha llegado el rey del hogar —dije con una sonrisa mientras entraba a la habitación Isabella rodo los ojos pero tenía
la comisura de su boca alzada escondiendo una sonrisa.

—Llegas tarde Rey del hogar —puntualizo sin enojo—. Es hora de que me ayudes con tus hijos, porque no quiero
llegar con retraso, no se quieren lavar los dientes, Afrodita anda vestida de princesa y Eros insiste en solo ponerse los
mismos pantalones de siempre.

—Pero me veo sexy nena —Contesto mi pequeñuelo y joder si no me sentí malditamente orgulloso que él pareciera
estar en sintonía con mis genes.

—¡Sí! ese es mi chico, creo que voy a llorar, —hice un gesto de limpiar unas lágrimas en mi rostro—, estoy haciendo un
excelente trabajo ¿no nena? —di un beso a mi mujer y levante a mi hijo por los aires.

—¡Dios mío! ¿qué haré con el nuevo gigoló de la casa? —Isabella alzo las manos rogando al cielo.

—Amarlo como lo haces conmigo nena —, levante mis cejas y le guiñe un ojo.

—Sí como digas —farfullo—, podrías ayudarme con ellos mientras yo voy por Afrodita —coloque dos dedos en mi frente
haciéndole un saludo militar—. Dime por favor que no le trajiste chocolate. —le di mi mejor cara de perro regañado —
¡Por Dios Edward!

—Sabes que las mujeres son mi debilidad... —susurre pellizcando su trasero, Adonis y Eros empezaron a reír —A ver
mocosos es hora de ir al baño a lavarse los dientes y colocarse guapos para ir a atrapar chicas...

—Quiero verte cuando Afrodita empiece a atrapar chicos —sonreí, mi nena sería la más seductora, la más bella; ella
sería mejor que la misma Diosa, pero ningún jodido muchachito calenturiento se acercaría a ella.

—Empezaré a preocuparme cuando el momento llegue, ahora estos chicos y yo tenemos que ir a ponernos sexys. —
Dije altivo antes de cargar a los mocosos escuchando a Bella resoplar divertida y salir de la habitación.

Hoy era el matrimonio de Bree y mis padres habían ofrecido su casa de los Hampton para la recepción, Isabella quería
llegar temprano ya que los pajecitos eran los niños y Jaslice.

Metí a los dos cabezones al baño y les di sus cepillos de dientes, Adonis empezó a lavarlos inmediatamente pero
Eros...

—Quiero ponerme los pantalones azules —dijo frunciendo el ceño.

—Mama no quiere.

—Pero me veo sexy papá. —Reviro— ¿Cómo voy a atrapar nenas sin mis pantalones azules? —A veces no pareciera
que ese renacuajo tuviese cinco años.

Mire a Adonis que se lavaba los dientes ajeno a la conversación, Eros y Afrodita eran coquetos, aprendían rápidamente
cualquier movimiento que les enseñara, Adonis era mas como Isabella, él era más callado y reservado, tenía mi
misma sonrisa juguetona y era un encanto de niño.

—Anda papito —Negué, si cedía con esto Isabella me dejaría sin noche de juegos artificiales —Pero me veo sexy, tú
dices que siempre tenemos que vernos sexys para las nenas.

¡Touche!

—Yo me veo sexy con barba pero a mamá no le gusta, así que me la quitaré. —Eros cruzo los brazos en su pecho y
Adonis me tendió el cepillo tendiendo los brazos para que lo ayudara a bajar del banco —Los dientes Eros —ordene
bajando a Adonis y espere a que el mayor de mis hijos varones cepillara sus dientes y bajara del banco.

Ayude a Adonis con su camisa y coloque el pantalón azul sobre el closet dándole el pantalón negro del esmoquin a
Eros que lo tomo malhumorado. Por el rabillo del ojo vi a Isabella pasar con Afrodita en brazos hacia su habitación, mi
nena llevaba la boca cubierta de cacao y me dijo adiós con sus manitas sucias —Vamos a hacer algo, vamos a
terminar de vestirnos y luego pueden ir a jugar Esgrima en la Wii, termine con Adonis dejando su pajarita y el chaleco
para cuando fuésemos a salir del departamento, peine los cabellos de ambos niños pero no había caso ahí eso era
como intentar peinarme a mí, me distraje solo un segundo y cuando me di cuenta Eros tenía mi perfume en sus
manos.

—Joder a qué horas te fuiste de aquí —Mi perfume estaba en mi habitación sobre el tocador de Isabella. Eros me dio
una sonrisa ladina.

—Papá dijo malas palabras —se burló Adonis tapando su boquita con ambas manos.

—Tienes que poner un billete grande —Eros hizo espacio con sus brazos—en el frasco de las malas palabras —O se
lo diremos a mamá.

Los acosté a ambos en la cama y les hice cosquilla sin importar que su camiseta blanca se saliese de nuevo,
después de unos cuantos minutos de "por favor" y "ya papi" los volví a arreglar y los envié al estudio de Esgrima donde
estaba el televisor que tenía conectada las consolas de video juegos.

Desabotone mi camisa mientras caminaba a mi habitación, Isabella ya había vestido a Afrodita con un hermoso vestido
blanco mientras acomodaba los accesorios de su cabello.

—Los gemelos están listos —susurre a mi esposa que sólo me dio un seco asentimiento.

La primera vez que le había pedido matrimonio le había dicho que lo había hecho porque era lo correcto, varios años
después me di cuenta que no era lo correcto; el matrimonio era algo que se volvía necesidad, mi mujer estaba
jodidamente hermosa y no tenía nada que la identificara como mía cuando no estaba con ella, había salido por un café
a la cafetería en un descanso entre consulta y consulta y me había topado con una entrevista que le hacían a mi mujer
sonreí al verla tan preciosa en la pantalla, vestía unos simples Jeans y unas botas junto con un suéter casual. Isabella
se había convertido en una de las mejores autoras de erotismo y pasión y estaba promocionando uno de sus últimos
libros, todo estaba bien y por un momento me había quedado absorto en los ojos cafés de mi ninfa, pero cuando el
imbécil del entrevistador le pregunto sobre si tendría oportunidad con una belleza como ella me di cuenta que no
estaba haciendo las cosas a mi modo. Isabella odiaba hablar de nuestra relación o de los niños a los medios, él tipo
siguió coqueteándole descaradamente haciendo que un pequeño sonrojo cubriera su rostro y fue lo único que pude
soportar. Tenía una parte posesiva y cavernícola así que hable con mi secretaria despeje mi agenda y salí de Otra
Oportunidad dispuesto a hacer callar a ese y todos los reporteros que querían algo con mi mujer. Fui a las oficinas de
Editorial Fénix no sin antes llamar a Jake y a Alice para que nos sirvieran de testigos, sin fiestas ni alharacas. Ella y yo
delante un juez y listo, esa noche repartí mis hijos entre Alice y Jake y me lleve a mi mujer a las vegas, el Caesars
Palace nos esperaba con su opulencia y reflectores.

Reserve una de las habitaciones del Nobu Deluxe y secuestre a mi mujer todo el fin de semana, no fueron días de sexo
tántrico y comprensivo, por mucho que Isabella había aprendido a retener su orgasmo gracias al tantra, mi ahora
esposa era como una esponja absorbiendo cada nueva posición. El sexo era nuestro complemento, teníamos casi
cuatro años viviendo juntos en donde siempre experimentábamos algo nuevo para que la monotonía no nos enfriara.
Fueron tres días de sexo maratónico, rudo, duro y salvaje de ese en el que las paredes se aporrean, en que los dientes
hacen parte de la acción y los movimientos son frenéticos y locuaces... De ese fin de semana de desenfreno nació
Ethan.
Me acerque a la cama donde mi hijo menor de dos meses de nacido descansaba plácidamente.

—Shsss… —Afrodita sonrió hacia mí— Ethan está dormido papito —dijo mi nena llevando sus dedo a la boca. Asentí
en su dirección pero aún así me apoye en la cama y deje un beso en la cabecita de mi bebé, que aunque se removió
no dejo de dormir.

—Voy a ducharme —murmuré a Isabella, termine de quitarme la camisa y la camisilla entre a la habitación de baño y
saque el gel para afeitar recordando aquel día en que nació Ethan, más bien el día en que lo trajimos a casa...

—Hola—susurro Isab ella cuando ab rí puerta de la hab itación, Carlisle y Esme se hab ían hecho cargo de los trillizos
durante los dos días que Isab ella hab ía estado en el hospital, Eros y Adonis tenían mis piernas rodeadas con sus
b razos mientras afrodita estab a en mis b razos— Quiero un b eso. —susurro mi esposa llamando a los gemelos, ellos
se miraron cómplices antes de ab andonar mis piernas y sub irse a la cama para saludar a su mamá, b ajé a Afrodita
para que ella hiciera lo mismo pero sus ojos verdes mirab an a Isab ella desde su posición... Bueno más que a Isab ella
ob servab a el pequeño b ultito que ella tenía entre sus b razos, Adonis llego hasta la cab ecera primero que Eros dándole
un sonoro b eso a Isab ella en la mejilla antes de señalar lo que ella tenía en sus manos, en el momento justo en el que
Eros llegab a hasta su madre.

—¿Es un b eb é? —pregunto Eros mirando la cab ecita sin pelo de Ethan a diferencia de cuando ellos eran b eb es.

—Es su hermanito —murmuro mi esposa acariciando la mejilla de Adonis que era el que estab a más cerca de ella, no
hab íamos hab lado su nomb re pero Isab ella hab ía sido tajante al decir que ella lo nomb raría quitándome toda la
diversión o hab ía considerado llamarlo Kamadevra... No me miren así es el nomb re hindú del Dios de la lujuria.

—Mi hermanito es Eros —dijo Adonis mirando a su madre.

—Sí —Ella sonrió—. Pero él tamb ién será tu hermanito.

Adonis asintió, Eros se acercó aún más a Bella y ob servó al pequeño renacuajo de la familia —¡Ya no está en tu panza!
—, dijo notando el vientre ahora mas plano de mi esposa —Como Nana en la de la tía Kate.

Nana era la hija aun no nata de Garrett y Kate, a ellos aún les faltab an tres largos meses para tener a su b eb é.

—Exacto, —Isab ella miro a Afrodita aún en la orilla de la cama —Ven amor. —tendió su mano hacia ella en una
invitación clara pero mi nena se volteo mirándome con ojos llorosos.

—Quiero irme donde mamá Esme. —hizo un puchero de esos que yo no soportab a así que la alce en b razos y su
cab ecita se acomodó en el hueco de mi homb ro, Isab ella me miro sin entender y yo le di la misma mirada
desconcertada.

Los días pasab an sin algún camb io, Eros y Adonis se hab ían adecuado al llanto de Ethan... Pero Afrodita... Ella parecía
no aceptarlo, Isab ella estab a preocupada aunque yo le dijera que sería pasajero.

Al menos eso esperab a.

Si lo mirab as b ien Ethan se parecía mucho a su madre, sus ojos eran oscuros como los de los gemelos y su cab ello o
las pelusas de él se veían claramente caob as, era un pequeño gruñón que tenía los pulmones más saludab les del
mundo, era una maquina de b erreo y popo. Aún así nos tenía a Isab ella y a mí comiendo de su pequeña mano. Era tan
diferente como cuando los trillizos nacieron, Isab ella y yo nos turnáb amos en la noche para que amb os pudiéramos
descansar, y me sentía mucho mas compenetrado con él que cuando los trillizos nacieron y estab a en cama sin poder
ayudar más que a mecerlos en la silla de ruedas para tranquilizarlos si tenían algún gas.

Ese día llegue del trab ajo y encontré a mi pequeña chiquitina en el pie de la escalera jugando con su muñeca lula.

—Hola nena —me senté a su lado ante su mutismo—. ¿Qué pasa mi amor? —la senté en mis piernas.

—No me gusta él b eb é... ¿podemos devolverlo papito? —una sonrisa de esperanza adorno su rostro...

¡Genial!

—¿Por qué quieres devolverlo? —le pregunte tranquilamente.

—Está roto —siguió jugando con su muñeca— Llora y huele mal.

—Todos los b eb es lloran y huelen mal, incluso tú cuando eras así de chiquitita —le enseñe mis dedos para explicarle.
—Él no me gusta... ¡Camb iémoslo por una nueva muñeca! —sonrió.

¡Jesús!—Ni siquiera porque eres la hermana Mayor—desvié el tema.

—Mami no quiso jugar conmigo y lula, porque Ethan estab a llorando entonces ella le dio su… Su… —se rasco la
b arb illa como pensando, al igual como yo lo hacía.

—¿Le dio pecho?

—Sí eso, ella dijo que tenía que darle de comer y Ethan, se está comiendo su pecho y yo no quiero que se la coma toda
—repuso muy seria, no sab ía si reír o simplemente explicarle.

—No va a comérsela —refute.

—Si va a comerse a mamá, yo lo vi papito. —sus ojos se anegaron en lágrimas.

Hice lo mejor que se podía hacer en estos casos…— ¡Isab ella! —llame a mi esposa, seguro ella podría ayudarme con
esto, porque no tenía ni puta idea como explicarle este tema a mi niña.

Ella acudió rápidamente a mi llamado, me levante del escalón no sin antes levantar a Afrodita de mis piernas y le sugerí
a mi esposa hab lar con ella, fingí irme y dejarlas solas cuando ella me lo pidió, quedándome cerca por si ella
necesitab a mi ayuda. Pero Isab ella era una excelente madre y aunque Ethan no estab a entre nuestros planes ya que
ella estab a metida en un nuevo proyecto supo llevar la situación, tomo a mi nena en b razos llevándola a la hab itación
que hab íamos elegido para el b eb é, pasaron varios minutos sin que nada sucediera y empecé a desesperarme por no
sab er qué pasab a en aquella hab itación. Salí de mi escondite y me dirigí allí encontrándome con una escena casi
perfecta, sólo faltab an mis mocosos para complementarla, Isab ella tenía a Afrodita en sus piernas mientras mi
pequeña sostenía a Ethan que estab a envuelto en una gruesa cob ija.

—Papito —mi b eb e susurro— ¿Sab ías que mami se come la comida de Ethan y luego ella se la da por su pecho? —
parecía asomb rada por la información—. Ethan no tiene dientes así que no puede comerse a mamá, —mi hija mirab a
emb elesada a su pequeño hermano, antes de enfocar su mirada en la mía— ¿Papito puedo comer yo y darle a Ethan
de mi pecho? —Mis ojos se ab rieron sin tener una respuesta coherente, Afrodita era especial para lograr dejarme
mudo.

—Eso sólo pueden hacerlo las mamás tesoro. —Dijo Isab ella acariciando sus cab ellos. Afrodita sonrió y su mirada
verde amb arina volvió a centrarse en el gruñón de los Cullen. Le lance un b eso a mi mujer por sacarme una vez mas
de mi mutismo.

—¿Entonces ya no deb emos llamar para devolverlo? —Isab ella arqueo una ceja en mi dirección en el preciso
momento que Ethan se removía entre sus b razos.

—Me gusta papi, es como una muñeca, pero se mueve —mi hija sonrió. "Dios que no le dé por empezar a maquillarlo"
Pensé.

Salí de mi ensoñación al sentir dos suaves brazos acariciar mi cintura, Isabella respiro suavemente tomando mi
espalda como apoyo.

—¿Y Afrodita? —Acaricie su brazo con la punta de mis dedos.

—Está velando el sueño de Ethan —suspiro con cansancio.

Me gire con la mitad del rostro lleno de espuma de afeitar—. Estas agotada nena, he estado pensando que es mejor
que contratemos a alguien más, aparte de la señora Cope —ella negó.

—Esme pudo criarlos a ustedes tres y además trabajar en sus fundaciones y atender la casa. —Me quitó la máquina y
alzo mi rostro para empezar a deslizar la hoja, mis manos agarrón sus caderas.

—Rosalie, Jake y yo teníamos casi diez años amor—enfatice—Afrodita, Eros y Adonis tienen cinco y Ethan dos meses,
al menos hoy hubieses llamado a Annette, ella te hubiese ayudado con los trillizos.

— Sí, tomando en cuenta que además ella te hubiese comido con los ojos cuando llegaras y empezaras a pasearte
por medio departamento sin camisa. De seguro hasta trabajaría gratis si fuese a ti a quien pudiese cuidar… Gracias
pero no.

—Pero...
—Tengo una hoja de afeitar en mis manos y estoy deslizándola por tu muy bonito rostro, no me hagas enojar Edward
Cullen.

—¿Tengo un bonito rostro? —La acerque a mi cuerpo enarcando una ceja.

—No voy a subir más tu ego, sabes lo que tienes —deslizo la hojilla por otro lado de mi rostro.

—Sé que te amo —ella se relajó en mis brazos y yo aproveche para atacar su cuello sin importarme el gel.

—Y sabes que yo te amo a ti —medio jadeo cuando succione entre el cuello y la clavícula—. Edward, Alice vendrá en
cualquier momento —su voz salía cortada y con dificultad, amaba tener el poder para calentarla en segundos.

—No sabes lo que te deseo nena —Y no mentía, desde hace más de seis meses no tenía a mi esposa y joder que la
necesitaba, nunca en mi puta vida había sido célibe y menos me gustaba trabajar con mis manos.

Isabella temblaba gracias a mis besos, mis manos se movieron avariciosas por su cintura acariciando la suave piel de
mi esposa, había recuperado mucho su autoestima y a mí no me importaban las estrías que habían adornado su piel
luego del embarazo de los trillizos. Para mí ella era hermosa como su nombre; mientras mis labios saboreaban su piel
y mis manos recorrían su cuerpo nos olvidamos que Afrodita estaba en la habitación con Ethan que estábamos
retrasados para el matrimonio de Bree, que estaba hospedándose en un hotel cerca de la capilla y que Alice llegaría
pronto para torturar a mi esposa, en ese momento sólo importaba ella y los jadeos ahogados en mi cuello, ella y el
temblor que solamente yo le hacía sentir cuando experimentaba el placer de mi mano, no me importaba empezar con
un rapidito, el anterior implante se había movido razón por la cual Isabella había quedado embarazada. Isabella había
decidido hacerse la ligadura de trompas para evitar más niños, cuatro era un buen numero. Estaba a punto de recostar
a mi mujer en el lavado justo cuando el timbre del departamento se dejó escuchar y con ello la voz de tres niños
gritando y un bebe llorando.

Respire profundamente e Isabella me imito justo antes de que Afrodita tocara la puerta del baño.

—¡Ethan está llorando mami! —grito mi nena.

—Pronto —toco mi miembro con la palma de su mano haciéndome sisear—. Esta noche tengo una sorpresa para ti. —
Mi esposa tomo mi rostro y me beso en los labios. El timbre se escucho de nuevo y ella tomo aire antes de alejarse.

—Ve con Alice yo me hago cargo de Ethan y le diré a Afrodita que me ayude a cuidarlo mientras me ducho.

—Le daré un vistazo a los gemelos —asentí y cuando ella se giró zurre su trasero sin poder evitarlo, respire
profundamente y limpie mi rostro con la toalla de mano antes de salir a calmar a mi hijo menor.

Ethan se calmó rápidamente y Afrodita se acercó para darle un beso en su mejilla, saque mi celular que aún estaba en
mi pantalón y capture el momento en donde mi nena cuidaba a su hermanito, le di la misión de cuidarlo y me metí al
baño.

Estaba arreglándome la pajarita en el espejo de la habitación cuando enfoque a Afrodita mirándome por el espejo,
cuando ella miraba tan fijamente era porque su cabecita se estaba moviendo a la velocidad de la luz.

—Papi —y ahí está la pregunta señores— ¿Cómo llegan los bebes a la barriga de mami?

Ella ya había preguntado eso hacía mucho tiempo atrás cuando Isabella les explico que estaba embarazada.

—Mami ya te contó la historia de la abejita y la flor —le dije quitándome la jodida pajarita y tomando una de mis
corbatas.

—Pero tú no eres una abejita y mami no es una flor. —Ahí está la verdadera pregunta— Y tía Kate dijo que una cigüeña
traía él bebé.

Amarre el nudo de mi corbata y me senté en la cama junto a ella, — papá le escribe a la cigüeña.

—¿Por el Facebook?

—No, por el Twitter. —Mi hija asintió—. Uno le escribe que quiere un bebé y luego por correo el papá recibe una
pastilla, mami se la come y ya, el bebé crece en la barriga de mami, —Joder ese era el cliché mas reventado de la
historia pero no era como si le pudiera explicar a mi hija de cinco años sobre sexo tántrico y lo demás.

—¿Y por dónde salen? —su cabecita se inclinó hacia un lado.


—Mmm… ¿Recuerdas cuando vimos a Goku? —Afrodita asintió fuertemente—. Bueno va a la clínica y el tio Jake hace
la teletransportacion y listo hay un bebé. —Mierda mi hija me mataría por eso cuando conociera la verdadera historia,
no era el momento para una charla… Para esa charla.

—Y papi porque...

—Porque mejor no vamos a ver que hacen tus hermanos —zanjee el tema o nunca acabaría, tome a mi bebé y a mi
hija de la mano y salimos de la habitación.

Un par de horas después había un duelo en el cuarto de Esgrima, Jugábamos Mario Kart en el Wii, mientras Ethan
descansaba en su moisés, la puerta se abrió y Alice se asomó para dar un beso volado a los niños e irse, seguimos la
partida mientras esperábamos a Isabella, media hora después de jugar varios juegos en conjunto mi esposa entro al
estudio.

Estaba enfundada en un vestido azul que resaltaba en su pálida piel, su cabello estaba recogido y su rostro
tenuemente maquillado. Miles de palabras cruzaron mi cabeza para describir lo hermosa que se veía y ella era mía.

Acomodé el esmoquin de los gemelos mientras ella arreglaba el cabello de mi pequeña. Cuando estuvimos todos
listos salimos a la ceremonia. Eran las cuatro y treinta y cinco, la ceremonia debía empezar a las cinco.

La ceremonia fue bastante emotiva, Phil el padrino de Bree había sido la persona que la entregaba a Diego en el altar,
el hombre quería a Britany como una hija y sus palabras en el brindis fueron muy emotivas, Isabella decía que me
preparara para el momento pero yo negaba y fruncía el ceño mientras apretaba a mi pequeña pelirroja a mi cuerpo,
faltaban unos cuarenta años para que eso sucediera. Bree parecía emocionada mientras cuchicheaba algo con
Isabella.

La vida había sido buena conmigo, Esme y Carlisle sonreían ante el baile improvisado de Afrodita, Jaslice y Carlie la
hija de Rosalie y Emmett, William, Adonis y Eros estaban jugando con sus coches en un lado de la pista de baile del
salón, Vanessa a sus 10 años bailaba con Jasper mientras Alice intentaba que Jacob moviera esa masa de musculo y
huesos que él llamaba cuerpo, mientras yo... Yo bailaba con la única mujer que había puesto un stop en mi vida, si
alguien hace unos seis años atrás me hubiese dicho que yo, Edward Cullen iba a ser monógamo, que una mujer de
cinco años me dominaría y que preferiría una partida de Mario Kart que un reventón en fetiche, le hubiese recomendado
un viaje con todo pago al sanatorio. Pero la verdad el cambio le había dado aire fresco a mi vida.

Amaba mi nueva vida, todos los años viajaba a Chicago donde el doctor Hans quien era mi doctor de cabecera me
practicaba exámenes para verificar que no apareciera un nuevo aneurisma; si volviese a pasar por lo mismo no sabría
qué decisión tomar, ya no estaba sólo. Mi vida ahora no me pertenecía, también era de mi esposa y mis 4 hijos. Ellos
sostenían ahora el peso de mi vida y definían cada una de mis acciones. Mi felicidad dependía de la de ellos, sin su
presencia mi vida se tornaría vacía, desolada… Sin sentido.

—¿Sucede algo?—Isabella tomo mi mejilla haciendo que mis ojos se encontraran con los de ella.

—No, todo quedo muy bonito—Dije mientras nos movíamos suavemente con la música.

—Rosalie y Alice hicieron un buen trabajo, me hubiese gustado tener un poco más de tiempo libre pero con el libro, el
trabajo y los niños fue imposible.

—Has estado muy misteriosa con el nuevo libro —susurre mordiendo el lóbulo de su oreja, haciéndola temblar.

—Pronto lo sabrás.

—Quiero irme de aquí, quitarte este jodido vestido y perderme en tu cuerpo hasta que salga el sol.

—Edward...

—¿Qué? —fingí inocencia—Ha pasado mucho tiempo nena —la pegue mas a mi cuerpo, aspirando su aroma—Creo
que los niños estarán tan cansados que no escucharan nada...

—Alabadas sean las habitaciones a prueba de sonido—mi mujer sonrió.

—Te voy a robar a tu esposa —la voz de Garrett me hizo bufar—. Así aprovechas y bajas la tienda de campaña en tus
pantalones. —Enarque una ceja hacia él— No me mires así, la mía está muy embarazada y Diego no deja a la enana,
por descarte tu esposa es la única disponible.

—Gracias por lo que me corresponde —murmuro mi esposa.


—Ve al baño y moja tu rostro…o hazte una paja. —Entrecerré mi mirada a Garrett—. Joder vez que soy un santo —le di
un beso a mi esposa y salí en busca de mi nueva pareja de baile.

Tome a mi pequeña niña por la espalda que rió cuando la apreté a mi cuerpo— ¿Bailamos ninfa? —bese su mejilla.
Afrodita colocó sus manos en mi rostro. Mientras le hacía monerías y causaba su risa, yo amaba que mi pequeña
brujita se riera, era como si descansara mi alma ahí.

Conduje a casa con tres niños completamente agotados. Una vez Bree y Diego salieron a su luna de miel, Carlisle y
Esme habían ordenado todo para que nos quedáramos en mi vieja habitación reformada pero negué rotundamente.
Cuando llegamos a casa nos dividimos la tarea de desvestir y colocar las pijamas de los trillizos y luego di el biberón a
Ethan mientras Isabella atendía una llamada en su teléfono celular, mi bebé cerro sus ojos y lo deje en su cuna luego
que expulsara los gases, busque a Isabella en su estudio pero aún seguía atendiendo la llamada... Suspire antes de
caminar a la habitación y despojarme de mi ropa me senté en la cama y espere... Espere…

Estaba quedándome dormido cuando Isabella entro a la habitación, me senté en la cama de golpe mirándola de arriba
abajo tenía puesto un baby doll de color rojo que se ajustaba a sus ahora más grandes pechos y a su fina cintura
quedaba a medio muslo, su cabello estaba suelto en ondas debido al elaborado peinado que se había hecho para la
fiesta se veía jodida y putamente sensual, ella era la reencarnación de una diosa, mi Diosa.

—¡Joder! —susurre despertando del todo.

—Esa era la reacción que quería provocar en ti, —se acerco a la cama con un aire gatuno y contoneando sus caderas,
estaba seguro que parecía un lobo con los ojos llenos de deseo y la respiración trabajosa, cuando la vi llegar a la
cama, me lance a ella pero antes de poder tocarla ella se aparto—. Pero antes, tengo algo para ti. —No había notado
que tenía las manos en sus espaldas, Arquee una ceja interesado y ella tendió el paquete marrón hacia mí.

Suspire fuertemente intentando relajarme, Isabella no podía estar pensando que quería un regalo, cuando el regalo
más importante para mí lo tenía al frente envuelto en una seductora malla de encajes. Mire el paquete antes de tomarlo
sacando lo que sea que hubiese dentro de él, esperaba todo, todo menos lo que mis manos sostenían...

Forrado en una tapa dura en color negro con letras rojas y la imagen de un hombre acariciando el cuerpo desnudo de
una mujer. Estaba el nuevo libro de Isabella. Ese era su misterio, su nuevo "hijo" el libro de mi mujer. Pero no era el
libro en sí, era la historia que contenía, los personajes que le daban vida.

Enséñame...

Porque en cuestiones de Sexo nunca se Explica... Se practica.

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