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Pájaros que pajarean

Pajarear: la profundidad que hay del ver


al observar
Publicado por loslibelulaazul el 4 octubre, 2018

Por Cristian Mora J

Desde el sexto piso de algún edificio en el sector de Paloquemao en Bogotá, en medio de


numerosos libros sobre aves y uno que otro ornamento de The Beatles, acompañado de una
gata persa con cada ojo de un color diferente – rasgo que recuerda a David Bowie – Diego
Emerson Torres divisa el atardecer de Bogotá.

A su alrededor, en las paredes como una especie de anuario, reposan numerosas fotografías
de aves de todos los tamaños y características a las que ha tomado foto en los últimos tres
años: colibríes, búhos, jilgueros, chirlobirlos, azulejos y águilas comparten ese muro de la
fama.

Cámara Nikon D7200 y lente 200-500 Nikon 5.6.


Fotografía: Cristian Mora

La fotografía nunca fue ajena a su vida, su padre: don Fernando Torres comenzó tomando
fotos con una cámara Diana, modelo que fue popular durante la década de los sesenta para
más tarde comprar una Pentax que Diego aún conserva.

Cámara Pentax del padre de Diego.


Sabe lo difícil que resultaba escoger en una reunión familiar cuáles serían los doce
momentos que podrían ser inmortalizados con un rollo que únicamente permitía tomar doce
fotos antes de llevarlo a revelar, fue por eso que apenas salieron al mercado las cámaras
digitales compró una que – ahora con una memoria digital – le permitiría conservar más
registros gráficos.

Sin embargo este bogotano no se dedicó a la fotografía, no al menos de forma profesional.


Ferretransmisiones: una ferretería en la que se venden transmisiones y potencias, cadenas y
piñones en tamaños industriales ha sido el negocio familiar que empezó don Fernando
Torres y el lugar en el que ha trabajado Diego desde hace 30 años.

Paralelo al negocio de la familia, a la astronomía y a la misma fotografía, el sueño de Diego


es pajarear para que sus fotografías aparezcan en National Geographic y publicaciones
similares, sin embargo sabe que la realidad es otra.

“Pajarear” parece un derivado de “pajaretear”, una palabras que usaría una mamá en
Colombia y bien podría unirse a ese prestigioso club de verbos como “cacharrear” o
“arruncharse”, pero si se requiere definir este neologismo podría decirse que es el acto de
observar aves.

Fotografía: Cristian Mora J

La actividad de “pajarear” podría ser comparada con el añejar de un buen vino pues es
difícil encontrar pajareros jóvenes, el gremio está en su mayoría compuesto por personas
mayores que se jubilan y encuentran en la observación de aves un hobby al cual dedicarse,
Diego sabe que tiene tiempo pues únicamente lleva tres años en el circuito.

Dos tángaras

La tángara roja, ave que durante el verano habita en México y los Estados Unidos y que
para el otoño se desplaza hasta Brasil y México tiene una particularidad: al viajar desde el
norte, el macho baja con un plumaje amarillo justo como el de las hembras de la especie,
con las alas quizá un poco más negras, pero al regresar a Norteamérica – como parte de su
instinto reproductivo y con el propósito de atraer a la hembra – su plumaje se torna rojo.

Tángara o Piranga Olivacea con su plumaje amarillo. Fotografía: Diego Emerson Torres.

Es probable, que hace casi dieciocho años en medio de una fiesta, Diego usara una
estrategia similar a la que usan las tángaras al cruzarse con Nadia, su actual esposa.
Nadia es la única persona con la que Diego pajarea en búsqueda de las aves que gusta
fotografiar, “como comenzamos al mismo tiempo nos impulsa lo mismo, yo tomo las fotos
pero ella solo usa binoculares, ella solo observa, no competimos, somos un complemento,
ella mira y yo tomo las fotos”.

Juntos como dos tángaras, Diego y Nadia han recorrido el país, acampando en páramos,
participando en caminatas ecológicas y visitando parques naturales. Sería durante una de
estas salidas al Santuario de Flora y Fauna Otún Quimbaya en Pereira cuando Diego tendría
el primer encuentro que marcaría su pasión por las aves, “abrí la ventana del hotel y me
encontré de frente un montón de tángaras de mil colores, uno no la cree” – exclama con
cara de asombro al revivir ese día.

Fue cuando Diego comenzó a investigar sobre las aves y su curiosidad lo llevó a conocer al
cardiólogo Juan José Arango, un pajarero quien afirma que las aves le han permitido
alcanzar la felicidad.

“Pajarear lo saca a uno del mundo de los hombres y lo mete en el mundo de los pájaros y el
mundo de los pájaros reúne dos valores fundamentales, la belleza y la libertad”, afirma el
cardiólogo.

Acto seguido contacto al doctor Arango quien resolvió todas sus dudas y a través de
epístolas, poco a poco fue enganchándose al extenso mundo de la observación de aves,
“volvimos a recorrer los mismo parques pero con otra finalidad, antes el objetivo era
caminar mucha distancia, ahora no importa si solo caminamos un kilómetro vamos paso a
paso mirando cada cosa, eso ha cambiado mi forma de ver todo”.

Encarretado, como para seguir con el juego de verbos y palabras, Diego pudo experimentar
en carne propia las palabras que había mencionado alguna vez el doctor Arango y conoció
la felicidad que genera el avistamiento de aves, “es emocionante y adictivo, se maneja la
misma endorfina que proporcionaría un deporte extremo, son dos cosas diferentes pero
generan los mismo químicos en el cuerpo, imagínese que usted lleva quince días pensando
en el ave y ve fotos de otras personas y usted sabe dónde está el pájaro, se levanta a las
cuatro de la mañana, llega al sitio, espera una hora cuando de repente ¡PUM! llega el ave y
lo invaden la emoción y los nervios, la observa, la fotografía y usted quiere ver uno y otro,
y siempre la emoción es la misma, todas son igual de emocionantes de ver”.

Aprender a volar, empírico por instinto

La fotografía y la ornitología tienen algo en común en la vida de Diego: su conocimiento y


dominio del tema es totalmente empírico teniendo la experiencia como única escuela.

Para ingresar al mundo de la observación de aves, quizá lo primero que debe tenerse en
cuenta es que existen dos clases de especies: las endémicas y las migratorias, las endémicas
son aquellas que solo pueden encontrarse de forma natural en una región específica del
mundo mientras que las migratorias son las que realizan un desplazamiento de un hábitat a
otro en cierta época de su vida.
Lo segundo a tener en cuenta es que cada ave se encuentra a una altura diferente, así que no
es solo importante saber en qué hábitat o región se encuentran sino la altura correcta donde
pueden ser divisados, para ello, los pajareros y ornitólogos usan diferentes guías de aves
que no solo permiten el reconocimiento del ave sino proporcionan datos sobre su ubicación
y hábitos.

Por lo general las guías de aves, incluso las que son hechas específicamente para Colombia
vienen en inglés pues son los turistas británicos y norteamericanos los clientes principales
de esta actividad.

Seguidos de los europeos, los japoneses también son clientes potenciales de las compañías
que ofrecen tours al interior del país para avistar aves, los asiáticos – mucho más reservados
– usan lentes de siete kilos que les permiten ver a las aves a gran distancia mientras beben
un café sin necesidad de hacer caminatas tan largas. Europeos y asiáticos pueden ver
fácilmente cerca de 600 a 700 especies en un recorrido por Colombia y pagar por ello
elevadas sumas de dinero.

Por fortuna, Diego pudo nacer en Colombia, país que posee la mayor diversidad de aves en
todo el mundo con 1912 especies reconocidas según el Sistema de Información sobre
Biodiversidad en Colombia, lo que equivale al 15% total de las aves de todo el planeta,
seguido por Perú con 1338 especies y Ecuador con 1259 haciendo de América del Sur una
tierra fértil para el avistamiento de aves.

“Cuando vi mi ave 400 pensé, si yo hubiera vivido en otro país probablemente ya hubiera
visto todas las aves del entorno, incluso hay países en los que podría habría visto tres veces
sus aves, pero en Colombia llevo apenas el 20%” afirma orgulloso.

Para Colombia existen dos guías: la del irlandés Miles McMullan cuyas ilustraciones tienen
rasgos más estéticos y las del ornitólogo colombiano Fernando Ayerve quien da a sus
ilustraciones un toque mucho más científico, ninguna de las guías compite con la otra, lo
contrario: complementan su información. Estas siempre usarán ilustraciones pues incluso
una fotografía no puede mostrar todos los detalles que un fino trazo si logra.

La guía proporciona una imagen del macho y la hembra, la altura y el lugar específico de su
ubicación. Fotografía: Cristian Mora J

La información de la guía, sumada a las jornadas de avistamiento permite que el pajarero


comience a identificar a las especies desarrollando no solo la memoria visual sino auditiva
de la persona y por supuesto el conocimiento sobre el ave que se hace latente cuando Diego
habla de ciertas especies con sus nombres científicos.

El Barbudito de Páramo, ave que se alimenta de flores de los frailejones., Fotografía: Diego
Emerson Torres
“Yo le digo a mi familia, miren este pajarito, es un Oxypogon, no parece pero es un colibrí,
lo conocen como el barbudito de páramo, de estos hay tres en Colombia, uno en el Parque
de los Nevados, está el de Chingaza y el de Sumapaz en la Sierra Nevada, solo vive en los
páramos, solo está en Colombia, es un pájaro único en el mundo, ¿ Cuánto le cuesta al
observador de aves inglés el esfuerzo de verlo? mientras la gente que vive aquí en Bogotá,
que puede subir a un páramo y verlo con sus propios ojos no lo hace, no lo conoce, no ven
ese tesoro que hay ahí en la naturaleza”.

Pedagogía: del copetón al cucarachero

Para un ciudadano de a pie, la fauna de la capital de Colombia en cuestión de aves podría


reducirse a las palomas que parecen multiplicarse con el paso del tiempo, a los escurridizos
colibríes, a los copetones que se asoman de entre los arbustos en las mañanas y a las
territoriales mirlas que saltan por el suelo y ciernen su amarilla mirada sobre los peatones,
pero para los conocedores, como Diego existen numerosos tesoros escondido entre los
humedales, páramos aledaños y montañas de Bogotá.

La deforestación, la expansión de la ciudad y las recurrentes medidas del distrito han


reducido el número de árboles y zonas verdes afectando a la población de aves que habitan
en Bogotá, por ejemplo años atrás era común ver copetones incluso en las zonas
residenciales sin embargo estos se volvieron más esquivos con el paso de los años, “hay
varios mitos y mucha desinformación, les han echado la culpa a las mirlas, pero en realidad
hay una especie similar conocida como el chamón, es más tímido pero ese es el verdadero
culpable, el chamón, ave parasita, no construye nidos lo que hace es botar los huevos del
copetón y poner los suyos controlando la población de los copetones”.

Un copetón alimenta a las crías de chamón


ignorando que sus huevos fueron retirados del nido. Fotografía: Diego Emerson Torres

Diego afirma que es una condición que suele verse en las áreas urbanas pero que no habría
que preocuparse por el destino del copetón y que por el contrario hay otras especies como
la del cucarachero que se encuentran al borde de la extinción.

“Al comenzar a subir hacia La Calera se pueden avistar muchos copetones, pero para los
cucaracheros de pantano es mucho más complicado, una especie endémica que está al
borde de la extinción tanto por los chamones como por la deforestación y eso ha llevado a
que ese pajarito solo pueda ser encontrado en el páramo de Sumapaz y unos poquiticos en
el parque de La Florida, si la gente conociera más el entorno estaría más preocupado por el
cucarachero de pantano y proteger esos hábitats, no es como el copetón que llega hasta la
Argentina, los endémicos son de las aves más importantes porque solo existen en La
Sabana de Bogotá, en ningún otro lugar del mundo existen”. Explica.

Cucarachero de Pantano ¿el ocaso de una especie


endémica? : Fotografía: Diego Emerson Torres

“Aquí en Bogotá deberían haber más búhos y más lechuzas, controlan la población de
torcazas y de los roedores, pero como la gente es supersticiosa los mata, la ignorancia acaba
con lo que sea”.

Consciente del desconocimiento de los colombianos por las aves nativas del territorio,
Diego usa sus redes sociales para hacer pedagogía y a partir de fotografías enseñar a la
comunidad a identificar diferentes aves, un reconocimiento que llegó en especial con la
fotografía de un colibrí en específico un Inca buchidorado. “Twitter me ha dado esa
libertad, titulo la foto a mi gusto, y la comparto, ese es el camino de educación a la gente,
mostrarle, para que aprendan porque uno en su imaginario los escucha pero no los
identifica”.

“Mientras trabajamos no salimos de Cundinamarca pero vamos al páramo de Sumapaz, a la


laguna de Tabacal en La Vega, no importa cuántas veces vaya uno al mismo sitio, echa uno
el sandwich y arranca, siempre hay algo raro porque los pajaritos nunca están quietos, si
uno está de buena ve especies diferentes”.

Cada sábado en la noche Nadia y Diego deciden cuál será el lugar que visitarán al día
siguiente, unas vez elegido, se levantan lo suficientemente temprano para que al amanecer
puedan ser testigos del cantar de las aves y su búsqueda de alimento, vestidos con colores
que les permitan mimetizarse entre arbustos y follaje, se mueven en silencio, la paciencia y
el rastreo se vuelven habilidades necesarias para detectar cada pequeño movimiento entre la
vegetación que podría derivar en cualquier tipo de sorpresa para el espectador.

Diego se opone al uso del playback, una herramienta que reproduce el sonido que emiten
las aves, no se trata de solo poner el sonido sino de conocer a la especie, hay ciertas aves
que son muy territoriales si se pone el sonido de otro macho, este saldrá a ver quién está
invadiendo su territorio, a veces cambia y es el sonido de la hembra, “es más meritorio
capturarlos en su hábitat y 300% más difícil y esa es la parte de aventura…son
satisfacciones personales”.

“Cualquier ave es bienvenida para mi


lente”. Fotografía: Diego Emerson Torres

Y allí, mientras Diego con cámara en mano fantasea con las especies que verá en esta
nueva aventura, perdido entre colores brillantes, picos, colas y penachos, mientras Nadia a
su lado intenta divisar algún pájaro y avisar a su esposo, casi puede verse a Diego cambiar
de plumaje dejando de lado su overol amarillo, ese que usa de lunes a viernes en
Ferretransmisiones para reemplazarlo por un traje de gala rojo, ese que usa cuando sale en
búsqueda de pajaritos con Nadia y así juntos emprender el vuelo, cada ave tiene su historia
y la diversión es ilimitada.

Para conocer más del trabajo de Diego puede encontrarlo en sus redes sociales

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