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“AÑO DE LA UNIVERSALIZACION DE LA SALUD”

ALUMNA: GIL PEÑA, SOLANGE MIRELLA


ASIGNATURA: DERECHOS HUMANOS

DOCENTE: Dr. Sandoval Valdiviezo Jesús María


TEMA: ELABORACION DE ENSAYO
CICLO: VIII
2020

INTRODUCCIÓN

Sin duda que una de las cuestiones no sólo más importantes sino también de mayor
dificultad en la Teoría general del Derecho, es la referida a los sujetos de derecho, en
particular, a los sujetos de los derechos fundamentales. La importancia y dificultad se
definen principalmente por la extensión que ha experimentado la categoría sujetos de
derecho, desde la persona natural individualmente considerada, hasta los animales y plantas
(hoy en día no es extraño escuchar hablar de “derecho de los animales” y de “derecho de
las plantas”), pasando por los colectivos humanos organizados como personas jurídicas. En
este contexto, la cuestión que se intentará resolver a lo largo de estas páginas será la
siguiente: las personas jurídicas ¿pueden ser consideradas titulares de derechos
fundamentales?

El sujeto de los Derechos Humanos puede definirse como la persona o grupos de


personas a las que va referida la titularidad, ejercicio y garantías de los derechos.
Atendiendo a la doble posición (activa y pasiva), que pueden adoptar los sujetos de derecho
en relación a los Derechos Humanos se puede hablar de un sujeto activo de los Derechos
Humanos y de un sujeto pasivo de los derechos: Sujeto activo de los Derechos Humanos es
el titular del derecho respecto del cual se reclama la defensa y garantía (Es el titular del
poder). Sujeto pasivo es a quien se reclama el reconocimiento y garantía del concreto
derecho humano de que se trate (Es el titular del deber).

Sujeto de derecho, bien lo sabemos, es un ente al cual se le imputan situaciones


jurídicas subjetivas, es decir, derechos y deberes. Y, como está dicho, en la doctrina
generalmente se trata ambos conceptos como sinónimos en tanto no hay más sujeto de
derecho que la persona (ya sea natural o jurídica) y, por consiguiente, toda persona es
sujeto de derecho. En la actualidad, a diferencia del pasado inmediato, no se suelen
confundir, por lo general, las nociones de “sujeto de derecho” y de “persona”. Ellas se
distinguen solamente desde un punto de vista técnico-jurídico, desde una perspectiva
puramente formal. En la experiencia jurídica observamos que no sólo actúan como sujetos
de derecho, es decir, como entes a los que se atribuyen situaciones jurídicas subjetivas la
persona natural y la persona jurídica, como tradicionalmente se advertía, sino que en ella
siguen actuando, desde tiempos remotos, la “organización de personas no inscrita” y el
“concebido”. Ello, ante la indiferencia de la codificación comparada. Es decir, la
organización de personas “no inscrita” es aquel grupo o colectividad. Esta organización de
personas actúa en la realidad como si fuera una persona jurídica aunque, al no haberse
inscrito en un determinado registro público, no goza del régimen especial con que se
benefician las personas jurídicas. Así, por ejemplo, los miembros que la integran, a
diferencia de aquellos que componen la persona jurídica, son propietarios de los bienes que
posee la organización, así como, simultáneamente, responden por sus obligaciones.

La titularidad de derechos fundamentales puede definirse como un estatus normativo o


condición jurídica en virtud de la cual se constituye un sujeto de derecho que es beneficiado
con la protección del derecho, igualdad o libertad que un ordenamiento jurídico reputa
como derecho fundamental.

La titularidad ha sido entendida tradicionalmente como un atributo que gozan las


personas naturales. Su fundamento, se ha dicho, radica en la dignidad humana, lo que
tendría respaldo en el texto constitución en el artículo 1º, inciso 1º que establece que «[l]as
personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos». A su vez, la titularidad se conecta
con el principio de igualdad para dar la máxima protección de los derechos fundamentales,
sin discriminación respecto de los individuos.

Sin embargo, se ha desarrollado una expansión de la titularidad respecto de otras


categorías de sujetos, como las personas jurídicas o los entes morales. Esta ampliación es
relativamente reciente y excepcional y se explica por la razón de tutela del derecho
constitucional a los espacios de autonomía de los individuos que se congregan para
alcanzar colectivamente sus propios fines de autorrealización.

En conclusión, es peligroso igualar los derechos fundamentales inherentes a la persona


humana con la otorgación de derechos fundamentales a la persona jurídica, puesto que
ello equivaldría a desvalorizar y vaciar de contenido los derechos fundamentales de la
persona humana. Al no haber sido reconocido ni ratificado el artículo tercero de la
Constitución anterior el cual afirmaba que las personas jurídicas son titulares de derechos
fundamentales de manera expresa por la Constitución vigente, en la que se privilegia el
reconocimiento al derecho de la persona humana y su dignidad como fin supremo de la
sociedad y el Estado; en mi opinión, el Tribunal Constitucional ha reconocido
equívocamente, a través de su jurisprudencia, que las personas jurídicas son titulares de
derechos fundamentales.

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