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BIOGRAFIA DE LOS SIGUIENTES AUTORES:

ERNEST HEMINGWAY

(Ernest Miller Hemingway; Oak Park, 1899 - Ketchum, 1961) Narrador


estadounidense cuya obra, considerada ya clásica en la literatura del siglo XX, ha
ejercido una notable influencia tanto por la sobriedad de su estilo como por los
elementos trágicos y el retrato de la época que representa. Recibió el premio
Nobel en 1954.

Ya se había iniciado en el periodismo cuando se alistó como voluntario en


la Primera Guerra Mundial, como conductor de ambulancias, hasta que fue herido
de gravedad. De vuelta a Estados Unidos retomó el periodismo hasta que se
trasladó a París, donde alternó con las vanguardias y conoció a Ezra Pound, Pablo
Picasso, James Joyce y Gertrude Stein, entre otros. Participó en la Guerra Civil
Española y en la Segunda Guerra Mundial como corresponsal, experiencias que
luego incorporaría a sus relatos y novelas.

El propio Hemingway declaró que su labor como periodista lo había influido incluso
estéticamente, pues lo obligó a escribir frases directas, cortas y duras, excluyendo
todo lo que no fuera significativo. Su producción periodística, por otra parte,
también influyó en el reportaje y las crónicas de los corresponsales futuros.

Entre sus primeros libros se encuentran Tres relatos y diez poemas (1923), En


nuestro tiempo (1924) y Hombres sin mujeres (1927), que incluye el antológico
cuento "Los asesinos". Ya en este cuento es visible el estilo de narrar que lo haría
famoso y maestro de varias generaciones. El relato se sustenta en diálogos cortos
que van creando un suspense invisible, como si lo que sucediera estuviera oculto
o velado por la realidad. El autor explicaba su técnica con el modelo del témpano
de hielo, que oculta la mayor parte de su materia bajo el agua, dejando visible sólo
una pequeña parte a la luz del día.

Otros cuentos de parecida factura también son antológicos, como "Un lugar limpio
y bien iluminado", "La breve vida feliz de Francis Macomber", "Las nieves del
Kilimanjaro", "Colinas como elefantes blancos", "Un gato bajo la lluvia" y muchos
más. En algunas de sus mejores historias hay un vago elemento simbólico sobre
el que gira el relato, como una metáfora que se desarrolla en el plano de la
realidad.

La mayor parte de su obra plantea a un héroe enfrentado a la muerte y que


cumple una suerte de código de honor; de ahí que sean matones, toreros,
boxeadores, soldados, cazadores y otros seres sometidos a presión. Tal vez su
obra debe ser comprendida como una especie de romanticismo moderno, que
aúna el sentido del honor, la acción, el amor, el escepticismo y la nostalgia como
sus vectores principales. Sus relatos inauguran un nuevo tipo de "realismo" que,
aunque tiene sus raíces en el cuento norteamericano del siglo XIX, lo transforma
hacia una cotidianidad dura y a la vez poética, que influiría en grandes narradores
posteriores como Raymond Carver.

Uno de los personajes de Hemingway expresa: "El hombre puede ser destruido,
pero no derrotado". Y uno de sus críticos corrobora: "Es un código que relaciona al
hombre con la muerte, que le enseña cómo morir, ya que la vida es una tragedia.
Pero sus héroes no aman mórbidamente la muerte, sino que constituyen una
exaltación solitaria de la vida, y a veces sus muertes constituyen la salvaguarda de
otras vidas". A este tipo de héroe suele contraponer Hemingway una especie de
antihéroe, como su conocido personaje Nick Adams, basado en su propia
juventud, y que hilvana buena parte de los relatos como una línea casi novelesca.

Sus novelas tal vez sean más populares aunque menos perfectas estilísticamente
que los cuentos. Sin embargo, Fiesta (1926) puede ser considerada una
excepción; en ella se cuenta la historia de un grupo de norteamericanos y
británicos, integrantes de la llamada "generación perdida", que vagan sin rumbo
fijo por España y Francia. En 1929 publicó Adiós a las armas, historia sentimental
y bélica que se desarrolla en Italia durante la guerra. En Tener y no tener (1937),
condena las injusticias económicas y sociales. En 1940 publicó Por quién dobla
las campanas, basada en la Guerra Civil española. Esta obra fue un éxito de
ventas y se llevó a la pantalla.

En 1952 dio a conocer El viejo y el mar, que tiene como protagonista a un


modesto pescador de La Habana, donde vivió y escribió durante muchos años
enfrentado a la naturaleza. Algunos críticos han visto en este texto la culminación
de su obra, porque en él confluyen el humanismo y la economía artística; otros, sin
embargo, opinan que éste no es el mejor Hemingway, por una cierta pretensión
didáctica. Hacia el final de una vida aventurera, cansado y enfermo, se suicidó
como lo haría alguno de sus personajes, disparándose con una escopeta de caza.
Para muchos, es uno de los escasos autores míticos de la literatura
contemporánea.

JEAN PAUL SARTRE

(París, 1905 - id., 1980) Filósofo y escritor francés. Precoz lector de los clásicos
franceses, en 1915 ingresó en el liceo Henri IV de París y conoció a Paul Nizan,
con quien inició una estrecha amistad. Al año siguiente, el segundo matrimonio de
su madre (considerado por Jean-Paul Sartre como «una traición») lo obligó a
trasladarse a La Rochelle; hasta 1920 no regresó a París. En 1924 inició sus
estudios universitarios en la École Normale Supérieure, donde conoció a Simone
de Beauvoir, con quien estableció una relación que duraría toda su vida.
Tras cumplir el servicio militar, empezó a ejercer como profesor de instituto; en
1933 obtuvo una beca de estudios que le permitió trasladarse a Alemania, donde
entró en contacto con la filosofía de Husserl y de Heidegger. En 1938 publicó La
náusea, novela que pretendía divulgar los principios del existencialismo y que le
proporcionó cierta celebridad, al tiempo que se convertía en símbolo de aquel
movimiento filosófico. Movilizado al iniciarse la Segunda Guerra Mundial, fue
hecho prisionero, aunque consiguió evadirse en 1941 y regresar a París, donde
trabajó en el liceo Condorcet y colaboró con Albert Camus en Combat, el periódico
de la Resistencia.

En 1943 publicó El Ser y la Nada, su obra filosófica más conocida, versión


personal de la filosofía existencialista de Heidegger. El ser humano existe como
cosa (en sí), pero también como conciencia (para sí) que sabe de la existencia de
las cosas sin ser ella misma un en sí como esas cosas, sino su negación (la
Nada). La conciencia sitúa al hombre ante la posibilidad de elegir lo que será; ésta
es la condición de la libertad humana. Eligiendo su acción, el hombre se elige a sí
mismo, pero no elige su existencia, que le viene ya dada y es requisito de su
elección; de aquí la famosa máxima existencialista: «la existencia precede a la
esencia».

Dos años más tarde, alcanzada ya la popularidad, abandonó la enseñanza para


dedicarse exclusivamente a escribir; en colaboración con Raymond Aron, Maurice
Merleau-Ponty y Simone de Beauvoir, fundó Les Temps Modernes, una de las
revistas de pensamiento de la izquierda más influyentes de la posguerra.

Por esa época, Sartre inició una fluctuante relación con el comunismo, hecha de
acercamientos (uno de los cuales provocó su ruptura con Camus en 1956) y
alejamientos motivados por su denuncia del estalinismo o su protesta por la
intervención soviética en Hungría. En su última obra filosófica, Crítica de la razón
dialéctica (1960), se propuso una reconciliación del materialismo dialéctico con el
existencialismo, al cual pasó a considerar como una ideología parásita del
marxismo, y trató de establecer un fundamento de la dialéctica marxista
mostrando que la actividad racional humana, la praxis, es necesariamente
dialéctica.

En 1964 rechazó el Premio Nobel de Literatura para no dejarse recuperar por el


sistema; decididamente contrario a la política estadounidense en Vietnam,
colaboró con Bertrand Russell en el establecimiento del Tribunal Internacional de
Estocolmo para la persecución de los crímenes de guerra.

Tras participar directamente en la revuelta estudiantil de mayo de 1968, multiplicó


sus gestos públicos de izquierdismo, asumió la dirección del periódico La Cause
du Peuple y fundó Tout!, de orientación maoísta y libertaria. En 1975 se inició el
progresivo quebranto de su salud; la ceguera lo apartó de la lectura y la escritura
durante los últimos años de su vida, tras haber completado su postrera gran
obra, El idiota de la familia (1971-1972); dedicada al tema de la creación literaria,
era el fruto de los diez años que dedicó a la investigación de la personalidad
de Gustave Flaubert.

FRANZ KAFKA

(Praga, 1883 - Kierling, Austria, 1924) Escritor checo en lengua alemana cuya
obra señala el inicio de la profunda renovación que experimentaría la novela
europea en las primeras décadas del siglo XX. Franz Kafka dejó definitivamente
atrás el realismo decimonónico al convertir sus narraciones en parábolas de
turbadora e inagotable riqueza simbólica: protagonizadas por antihéroes
extraviados en un mundo incomprensible, sus novelas reflejan una realidad en
apariencia reconocible y cotidiana, pero sometida a inquietantes mutaciones que
sumergen al lector en una opresiva y asfixiante pesadilla, plasmación de las
angustias e incertidumbres que embargan al hombre contemporáneo.

Nacido en el seno de una familia de comerciantes judíos, Franz Kafka se formó en


un ambiente cultural alemán. Su padre, Hermann Kafka, había obtenido una
cómoda posición con un matrimonio ventajoso y pudo costear una buena
formación para el primogénito en uno de los colegios alemanes de Praga.
Concluido el bachillerato (1901), el cabeza de familia lo obligó a cursar estudios de
leyes, materia por la que nunca sintió el menor interés, y se doctoró en derecho en
1906.

Los años universitarios le dejaron tiempo para cultivar sus aficiones filosóficas y
literarias; leyó a numerosos autores y conoció al futuro escritor y crítico literario
Max Brod, con quien trabó una íntima amistad destinada a perdurar toda una vida.
La personalidad enérgica y activa de Brod, totalmente opuesta a la del temeroso e
introvertido Kafka, mitigó su soledad y su marcada tendencia al aislamiento.

Finalizados sus estudios, trabajó en diversos bufetes de abogados y, desde 1908,


en una compañía de seguros de Praga. Allí desempeño sus tareas con eficiencia y
puntualidad, llegando a merecer un ascenso; sin embargo, carecía por completo
de ambición profesional. El aburrido empleo (que no abandonaría definitivamente
hasta 1920, a causa de su deteriorada salud) le ocupaba solamente las mañanas
y podía dedicar las tardes y las noches a la literatura, su verdadera pasión.

En 1911 conoció a Yitzchak Lowy, actor de teatro yiddish; pronto empezó a


interesarse por la mística y la religión judías, que ejercieron sobre él una notable
influencia y favorecieron su adhesión al sionismo. Su proyecto de emigrar a
Palestina se vio frustrado en 1917 al padecer los primeros síntomas de
tuberculosis, que sería la causante de su muerte. El diagnóstico decidió a Kafka a
romper definitivamente su compromiso matrimonial con Felice Bauer, a la que
había conocido en 1912 a través de Max Brod. Durante los cinco años que duró, la
relación con Felice había sido repetidamente abandonada y retomada debido a las
interminables vacilaciones de Kafka.
La enfermedad obligó a Kafka a pasar largas temporadas en diversos sanatorios,
primero en los Alpes italianos y finalmente en Kierling, cerca de Viena. En uno de
ellos se enamoró de la joven checa Julie Wohryzek, pero la radical oposición del
padre de Kafka imposibilitó el matrimonio. Este episodio originó el más revelador
documento de aquella conflictiva relación paternofilial: la célebre Carta al
padre que Kafka escribió en 1919. Publicada póstumamente, nunca llegó a ser
enviada a su destinatario.

En 1920, el encuentro con la traductora y periodista checa Milena Jesenská se


transformó en una relación profunda, testimoniada en las Cartas a Milena, que
verían la luz en 1952. Pero ni Kafka ni la propia Milena, casada con otro hombre,
tuvieron el aliento necesario para romper el matrimonio, y a partir de 1921
comenzaron a distanciarse. Se estableció entonces en una casa de campo
adquirida por su hermana, en la que escribió El castillo. En 1923, con la
enfermedad ya muy avanzada, conoció a la jovencísima y vital Dora Diamant, el
gran amor que había anhelado siempre, y que le devolvió brevemente la
esperanza. Pero en abril del año siguiente sus dolencias se agravaron; en
compañía de Dora Diamant, de su amigo Max Brod y de su tío Siegfried, falleció el
3 de junio de 1924 en el sanatorio de Kierling.

La obra de Kafka

A pesar de la enfermedad, de la hostilidad manifiesta de su familia hacia su


vocación literaria, de sus cinco tentativas matrimoniales frustradas y de su empleo
de burócrata en una compañía de seguros de Praga, Franz Kafka se dedicó
intensamente a la literatura. Su obra, que nos ha llegado en contra de su voluntad
expresa (ordenó a su íntimo amigo y consejero literario Max Brod que quemara
todos sus manuscritos tras su muerte), constituye una de las cumbres de la
literatura alemana y se cuenta entre las más influyentes e innovadoras del siglo
XX.

En la línea de la Escuela de Praga, de la que es el miembro más destacado, la


escritura de Kafka se caracteriza por una marcada vocación metafísica y una
síntesis de absurdo, ironía y lucidez. Ese mundo de sueños, que describe
paradójicamente con un realismo minucioso, ya se halla presente en su primera
novela corta, Descripción de una lucha, que empieza con una lección de danza en
Praga, traslada muy pronto al héroe al Japón y le sitúa en el centro de salvajes
aventuras espirituales; fragmentos de este relato fueron publicados en 1909 en la
revista Hyperion, dirigida por Franz Blei.

En 1913, el editor Rowohlt accedió a publicar su primer libro, Meditaciones,


pequeños fragmentos en prosa de una inquietud espiritual penetrante y un estilo
profundamente innovador, a la vez lírico, dramático y melodioso. Los textos eran
en realidad extractos de su diario personal: a instancias de su amigo Max Brod,
Kafka seleccionó una serie de pasajes del Diario que había iniciado en 1910 y que
continuaría, casi sin interrupciones, hasta el mismo año de su muerte. El libro pasó
desapercibido; los siguientes tampoco obtendrían ningún éxito, fuera de un círculo
íntimo de amigos y admiradores incondicionales.

El estallido de la Primera Guerra Mundial y el final del noviazgo con Felice Bauer
señalaron el inicio de una etapa creativa prolífica en la que redactó las obras más
características de su producción. Su legado, que plantea numerosas dificultades
de interpretación, se caracteriza en cambio por una extrema y deliberada claridad
estilística, como se observa en la más conocida de sus narraciones, La
metamorfosis (1915). Su protagonista es un mediocre viajante de comercio,
Gregorio Samsa; un mañana, al despertarse, Samsa descubre que se ha
transformado en un enorme insecto, lo que es narrado con normalidad pese a la
monstruosidad de la situación. Este doble juego será una constante en la creación
del autor, y en él reside en buena medida su singularidad y eficacia.
Casi contemporáneo al anterior y escrito en una sola noche es el relato de un
conflicto paternofilial: La condena (1913), en el que un padre viejo y
aparentemente enfermo recobra de repente su vitalidad y autoridad opresiva para
maldecir a su hijo, que tan sólo deseaba vivir su propia vida. Años después
aparecerían impresos el cuento En la colonia penitenciaria (1919) y el volumen de
relatos Un médico rural (1919). Todas las restantes obras de Kafka no serían
publicadas hasta después de su muerte. Títulos esenciales de su producción,
como El proceso o El castillo, se hubiesen perdido para siempre de no haber
incumplido Max Brod su orden de quemar los manuscritos; de hecho, el propio
Brod se encargó de preparar las ediciones.

Su primera novela propiamente dicha (las narraciones anteriores deben


considerarse cuentos o novelas cortas por su extensión) es El proceso, que había
comenzado a escribir hacia 1914 y fue publicada póstumamente en 1925. El
protagonista de El proceso es Joseph K., empleado en un banco. Una mañana,
dos individuos de uniforme le notifican su detención en virtud de un proceso que
se ha incoado contra él. Es inútil que quiera conocer el delito de que se le acusa:
son simples funcionarios que se limitan a cumplir su cometido, a saber, notificarle
su detención. Pese a ello, es dejado provisionalmente en libertad; será citado en
domingo para los interrogatorios a fin de no perturbarle en su trabajo.

RESUMEN DE LAS OBRAS:

1. El viejo y mar.
2. La puerta cerrada.
3. La metamorfosis.

EL VIEJO Y MAR:

Un día el viejo salió a la mar con el objetivo de terminar con su mala racha en
la pesca. El muchacho le había conseguido cebo. Al cabo de unas horas de
navegar, tras haber perdido de vista la costa, un pez picó el anzuelo. Era un pez
enorme, dispuesto a luchar hasta la muerte, si era preciso. La barca navegó a
capricho del pez mar adentro. Las fuerzas del viejo cada vez iban a menos y
predecía que el pez le podía matar, pero tenía una fuerte determinación por
conseguir sacarlo del agua, y no le importaba si tenía que dejar su vida en el
intento. Tras una larga y dura batalla, el pez tuvo la peor suerte, y el viejo,
rebosante de felicidad, ya que no creía que el pez fuese tan inmenso, lo amarro al
costado de la barca, para poner rumbo a la costa. “Era tan grande, que era como
amarrar un bote mucho más grande al costado del suyo". Todo su empeño habría
sido inútil si no consiguiese llevar el pez a tierra firme. Sin embargo, y para su
desilusión, apareció un tiburón. Cuando el escualo se acercó a comer el pez el
viejo le asestó un mortal golpe en la cabeza con su arpón. Se había librado del
tiburón, pero no tardarían en acercarse otros más siguiendo el rastro de
la sangre desparramada del pez herido. El viejo logró batirlos, pero se habían
comido medio pez. Por la noche se le acercaron más, que acabaron con él,
dejando solo la cabeza, la espina y la cola, suficientes para dar testimonio de la
hazaña.

Así, llego por fin a puerto. Era de noche y no había nadie para ayudarle a recoger.
Cuando terminó se fue a su casa a dormir. A la mañana siguiente el muchacho,
muy preocupado, fue a su casa para ver cómo estaba y le prometió que saldría a
pescar con él.

Los demás pescadores reconocieron el mérito de Santiago, al ver los restos del
pez, que era un tiburón.

LA PUERTA CERRADA:

A puerta cerrada, obra en un solo acto. La historia se desarrolla en el infierno, en


una habitación cuya puerta está cerrada para siempre, y es ahí donde se perfila la
personalidad de los tres protagonistas (dos mujeres y un hombre) que habrán de
convivir eternamente. Una vez desnudos como gusanos según palabras de uno de
ellos- fallan en su intento de vivir armónicamente, pues cada uno es espejo del
otro, comprobándose así la teoría sartreana del infierno son los demás. Este
encuentro llevará a los personajes a analizar su vida terrenal, en un acto de crítica
que no los conducirá a nada.

Pieza en un acto de cinco escenas. Personajes: Inés, Estelle, Garcin y el


camarero.

Escena I

(Un salón estilo Segundo Imperio. Una estatua de bronce sobre la chimenea.)

Se encuentra Garcin conversando con un camarero que lo condujo a un salón


estilo segundo imperio, sin espejos y sin ventanas. Garcin comenta que se
imaginaba diferente el lugar, pregunta por los palos de espetar, las parrillas y los
embudos; el camarero dice que todos los clientes preguntan lo mismo y todos se
quejan del hecho que les quiten sus cepillos de dientes a la entrada, además
explica al nuevo inquilino que la falta de camas y las luces encendidas todo el
tiempo son para no dormir. Garcin pregunta por el timbre que está junto a la puerta
y el camarero responde que no funciona pero que él estará a sus órdenes y se
retira.

Escena II

Solo en la habitación, Garcin camina, acaricia la estatua, se sienta, se levanta,


llama al camarero y toca el timbre sin obtener respuesta. Lanza puñetazos contra
la puerta y va a sentarse, en ese momento se abre la puerta y entra Inés con el
camarero.

Escena III

El camarero instala a Inés y le dice que todo lo referente a los cepillos de dientes,
la estatua y el timbre le pregunte a Garcin que ya está enterado y se va. Inés le
pregunta a Garcin por una tal Florence que garcin no conoce y le pregunta
también si él es el verdugo porque tiene cara de miedo. Garcin le confiesa que
hubiera preferido estar solo porque tiene muchos pensamientos por ordenar pero
ante la necesidad de estar juntos tienen que actuar cortésmente y llevar la fiesta
en paz. Inés le reprocha a Garcin su tic de los labios argumentando que eso le da
más miedo. Garcin se lleva las manos a la cara y se cubre el rostro. Se abre la
puerta y son ahora Estelle y el camarero.

Escena IV

Estelle mira a Garcin que no ha levantado la cara y le dice sé lo que ocultas con
las manos, sé que ya no tienes rostro, y Garcin responde que él no es el verdugo.
Pregunta al camarero si esperan a alguien más. El camarero dice que no, Estelle
se ríe de los sillones tan feos que tienen, cada uno escoge el suyo y se presentan:
Estelle Rigault, Inés Serrano y Joseph Garcin. El camarero pregunta si lo
necesitan, se inclina y sale.

Escena V

Inés dice a Estelle que es muy hermosa. Por la conversación de los personajes
empieza a entenderse que están muertos, cosa que no se ha dicho explícitamente
durante la obra. Se preguntan ahora hace cuánto tiempo que murieron y a causa
de qué: Estelle murió de una pulmonía, a Inés la mató un gas y Garcin recibió
doce balas en el pellejo y exclama que no es un muerto recomendable, Estelle le
aconseja que se hagan llamar ausentes.

Hace mucho calor y Garcin intenta quitarse la chaqueta pero Estelle se lo impide
argumentando que le horrorizan los hombres en mangas de camisa. Al preguntarle
a Inés por su preferencia hacia los hombres en mangas de camisa, dice que a ella
simplemente no le gustan los hombres.

Acuerdan en contar los motivos por los que está ahí. Estelle cree que es un error,
ella se casó con un anciano amigo de su padre al que cuidó y hacía dos años
conoció a un hombre al que amó. Garcin dirigía un periódico pacifista y al estallar
la guerra lo fusilaron, pregunta dónde está la falta y Estelle lo llama héroe. Inés les
dice que no se hagan los santos que ya no pueden engañar a nadie y les hace ver
que el hecho de estar en el infierno no es error de nadie, están condenados. La
razón que encuentra Inés para estar juntos es que cada uno será verdugo de los
otros dos. Garcin propone ignorarse y quedarse cada quien en su lugar. Estelle le
pide un espejo, Garcin no contesta e Inés se ofrece como tal y se acerca
demasiado a Estelle para que se vea a través de sus ojos, se coquetean
mutuamente. Inés le confiesa que le gusta mucho pero Estelle está más
preocupada por Garcin que finge no darse cuenta de nada. Lo llaman y él les pide
que respeten el acuerdo. Inés dice que no puede porque están en el mismo cuarto
y eso no se puede dejar de sentir. Garcin confiesa que está ahí por haber
torturado a su mujer con sus actitudes e infidelidades. Inés les cuenta que en su
historia hay tres muertes: un hombre y dos mujeres, él murió atropellado por un
tren (al parecer era el marido de Florence), meses después estando Inés dormida,
Florence abrió la llave del gas y se volvió a dormir, así murieron las dos. Estelle se
vio orillada a contar que el joven que había sido su amante se suicidó: Estelle
sostenía relaciones con él y quedó embarazada, se fue cinco meses a Suiza y el
muchacho estuvo con ella. Él estaba feliz con la niña pero Estelle no y un día la
arrojó al lago. El muchacho lo vio todo y de regreso a paría se voló la tapa de los
sesos. Estelle volvió con su marido que nunca sospechó nada. Los tres se torturan
observando lo que pasa en la tierra con la gente que dejaron y en los lugares que
vivieron. Inés trata de tener a Estelle pero ella la rechaza, Estelle le pide consuelo
a Garcin porque no quiere sentirse sola ni acosada por Inés, Garcin le responde,
Inés le recuerda que ella también está ahí. La pareja empieza a besarse, Garcin
se detiene y le pide a Estelle su confianza. Les cuenta que huyó del periódico a
causa de la guerra y ahí lo agarraron. Su mujer murió dos meses atrás por pena.
Garcin se atormenta porque su imagen ante los demás es de un cobarde. Inés le
dice que Estelle también piensa eso pero le dirá lo contrario para agradarlo. Garcin
se separa molesto e intenta salir por la puerta que no abre, la golpea y suplica que
la abran y la puerta se abre bruscamente (Garcin está a punto de caer). Estelle se
lanza contra Inés y le dice a Garcin que la echen y cierren la puerta. Garcin le
ordena que la deje porque si él está ahí es por Inés. Inés y él son iguales, si ella le
cree él se salvará porque sólo Inés ha comprendido la esencia de Garcin. Inés le
dice que será difícil porque ella es de cabeza dura y le creerá. Garcin dice que
murió demasiado joven para haber realizado sus actos. Inés responde que no es
justificación, dice que uno muere siempre muy pronto o muy tarde pero la vida
está ahí y ella habla por nosotros, sin embargo, está dispuesta a escuchar a
Garcin que trata de convencerla. Se acerca a la estatua y la acaricia, dice que
todo estaba previsto y dice que no se había imaginado el infierno así: «No hay
necesidad de parrillas; el infierno son los otros». Estelle se ofrece a Garcin y él la
rechaza porque no podrá amarla mientras Inés esté entre ellos. Estelle se precipita
contra Inés con el cortapapeles y la golpea con rabia pero Inés le recuerda que
está muerta ya y es imposible lastimarla. Tendrán que estar juntos para siempre y
terminan riéndose. (Caen sentados, cada uno en un sofá. Largo silencio. Dejan de
reír y se miran. Garcin se levanta.) Garcin pide que continúen. Se cierra el telón.

METAMORFOSIS:

La metamorfosis (algunas traducciones prefieren llamarle Ia transformación, título


que parece ser el más fiel al original en alemán) continúa el tema recurrente en
Kafka: el ser humano vive en un mundo absurdo, sin sentido, donde sólo es una
víctima del destino y de las obligaciones. Es más: el ser humano no es valioso en
sí (es decir, como persona), sino que es valioso en tanto es útil, en tanto se
acomoda a las necesidades de la sociedad y cumple con su deber así deba
sacrificarse para realizarlo. Solo así podemos considerar que un ser humano es
valioso.

En la Metamorfosis se cuenta la historia de Gegorio Samsa, dependiente de una


fábrica textil, que viaja todos los días para cumplir con su trabajo. Su vida es muy
dura: debe levantarse a las 4 de la mañana todos los días, debe mantener a su
familia, debe pagar la deuda del padre (que tiene para cinco años más) y sueña
con que su hermana Grete pueda ir al conservatorio a seguir clases de violín. Por
si esto fuera poco, lleva tantos años en su trabajo que su familia cree que tiene un
gran puesto, pero en realidad, Gregorio sabe que con cualquier pretexto lo pueden
despedir y su familia quedaría en la calle, y ahí está su mayor temor.

A continuación, el resumen del libro.

Capítulo 1

Una mañana, después de un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se despertó


transformado en un monstruoso insecto. Tenía muchas patitas que se movían sin
que él pueda controlarlas, y todo indicaba que no se trataba de un sueño: el reloj
indicaba las seis y media, y el tren salía a las cinco. No podía comprender cómo
pudo quedarse dormido si el despertador sonaba todos los días a las cuatro de la
mañana, y tan fuerte que hasta hacía vibrar los muebles. Pero no era momento de
lamentarse, debía levantarse o perdería su trabajo. Si bien había perdido el tren
de las cinco podía alcanzar el de las siete si se daba prisa. Pero no era posible
salir de la cama, se balanceaba sobre su enorme caparazón, pero no lograba
llegar ni al borde. Su mamá llamó a la puerta:

— Gregorio —dijo ella— van a ser las siete, ¿te pasa algo malo?

También llamó su padre y hasta escuchó la voz de su hermana, pero él los calmó
diciéndoles que no pasaba nada y que enseguida se levantaría. Pero no podía
levantarse aunque lo intentaba. Quiso rendirse, decir que estaba enfermo y
descansar un día. Pero no era tan fácil, vendría su jefe a buscarlo, traería a un
médico (el que se daría cuenta que Gregorio no estaba enfermo) y lo botarían de
su empleo por perezoso. Y Gregorio no podía perder su trabajo, por lo menos
ahora no, en cinco años podía ser, cuando termine de pagar la deuda de su padre,
pero ahora no, su familia lo necesitaba.

Miró una vez más el reloj: eran las siete, había perdido el segundo tren,
definitivamente estaba en problemas. En ese momento oyó que tocaban a la
puerta y que alguien decía:

— Buenos días, ¿está Gregorio en casa?

Era la voz del gerente, ya no era tiempo de estar jugando o perdería su trabajo.
Giró con todas sus fuerzas y cayó de la cama a la alfombra. Sus patas se
acomodaron perfectamente al piso y se acercó a la puerta. Tocaron a la puerta, el
gerente le increpó su actitud:

—No lo puedo creer, señor Samsa, yo había confiado en usted y usted ni siquiera
quiere ir a trabajar. Además, es muy sospechoso que ayer usted tenía que hacer
unas cobranzas y hoy, en vez de llevar el dinero, se queda en casa. Muy
sospechoso, señor Samsa, muy sospechoso.
Gregorio estaba disgustado, ¿por qué lo trataba así? Él sería incapaz de robarle a
sus patrones, además tenía años de un trabajo impecable, pero ni eso valoraba el
gerente.

—Un momento por favor, —dijo Gregorio— ya me levanto, me he sentido mal por
la mañana pero ya estoy bien y voy a trabajar, así que no se preocupen.

Al otro lado de la puerta, el gerente y la familia de Gregorio no habían escuchado


palabras, sino sonidos monstruosos, silbidos, gruñidos y resoplidos. Grete fue a
buscar a un médico y la criada corrió a buscar a un cerrajero para forzar la puerta
y saber que le pasaba a Gregorio. Pero Gregorio logró abrir la puerta antes. Usó
su mandíbula sin dientes y se hizo daño, pero giró la manija de la puerta.

— ¡Al fin!

Exclamó el gerente y entró antes que los demás a la habitación. Cuando vio al
insecto se quedó estático y mudo, la madre cayó desmayada y el padre amenazó
a Gregorio con el puño para que no se acerque. El único que mantuvo la calma
fue Gregorio.

—No se preocupen —dijo Gregorio— cualquiera tiene una indisposición, pero ya


estoy bien, en un minuto me cambio y voy a trabajar. Además, voy a trabajar el
doble para compensar mi tardanza, pero no piensen que soy un perezoso.

Nuevamente lo que oyeron todos no fueron palabras sino balbuceos monstruosos.


El gerente huyó casi a la carrera, Gregorio fue tras él pues temía perder su trabajo
y como estaba apoyado en la puerta pudo pasar su ancho caparazón de lado.
Pero cuando quiso regresar a su habitación, no podía pasar por la estrecha
puerta. Su padre había salido a detenerlo pensando que atacaría al gerente, y con
la rabia que sentía no se fijó que Gregorio tenía el caparazón incrustado en el
marco de la puerta y de un empujón lo envió al fondo del cuarto. El caparazón de
Gregorio se hirió y de las llagas salía un líquido verdoso.

Capítulo 2
El resto de ese día Gregorio lo pasó durmiendo. Cuando despertó encontró una
bandeja con su alimento preferido: leche, y en ella nadaban pedacitos de pan. Al
instante Gregorio supo que su hermana había puesto ahí la comida. Se acercó
emocionado a comer pero al primer sorbo sintió asco y se sorprendió pues nunca
la leche le había causado esa sensación. Intentó de nuevo, pero era imposible,
asqueroso. Así que se arrinconó debajo del sofá y pasó durmiendo y con hambre
la primera noche de insecto.

En la mañana su hermana entró al cuarto, y al ver que Gregorio no había comido,


como adivinando sus pensamientos, sacó el plato con leche y a cambio le trajo
varios alimentos descompuestos: vegetales, restos de comida, un queso mohoso;
y dejó solo a Gregorio que sólo entonces pudo comer y esta vez también se
sorprendió pues lo que antes habría sido repulsivo para él, ahora era delicioso.
Terminó y volvió a esconderse bajo el sofá. Más tarde, Grete limpió todo mientras
Gregorio estaba escondido, pero la muchacha podía ver el bulto tenebroso debajo
del mueble y aunque evitaba mirarlo, sentía su presencia y eso incomodaba a
ambos. Y aunque la única que se encargaba de cuidar a Gregorio era su hermana,
la situación se hizo cada vez más tensa: ella abría de par en par las ventanas de
la habitación cada vez que entraba en ella para que escape el hedor del insecto,
pero eso mortificaba a Gregorio que habría preferido que las ventanas no solo
estén cerradas sino que también estén corridas las cortinas.

Una noche, Gregorio escuchó la conversación de su familia (la puerta de su cuarto


daba al comedor). Las conversaciones en casa ya no eran alegres ni joviales, casi
no se hablaban, todo había entrado en un estado de petrificación. La criada se
había ido y habían contratado otra bastante mayor. Y aunque la hermana era la
única que se encargaba de Gregorio, continuamente su madre declaraba su
intención de ver a su hijo y conocer su estado; pero su padre y Grete se lo
impedían. Gregorio estaba de acuerdo con ellos, no quería que su madre, ni su
hermana (ni nadie) pase malos momentos por su culpa. Así que, aunque demoró
cuatro horas, arrastró la sábana de su cama y la llevó bajo el sofá, donde se tapó
con ella y evitaba que su hermana se aterrorice cada vez que entraba a limpiar la
habitación.

Por ese entonces, Gregorio había encontrado un pasatiempo: había descubierto


que sus patas viscosas se adherían a las paredes y que podía caminar por ellas,
incluso podía pasear por el techo. Su hermana había notado eso pues quedaban
las huellas de sus patas. Se le ocurrió entonces que si su hermano quería pasear
por las paredes y por el techo, lo más sensato sería quitarle todos los obstáculos
que pueda encontrar: los muebles, el escritorio, la cama. En ese momento no
tenía quién la ayude en la labor, y como la única en casa era la madre, tuvo que
pedírselo a ella. Gregorio se escondió bajo la sábana y las dos mujeres
comenzaron la labor. Sin embargo Gregorio no quería que desalojen sus cosas,
no quería sentirse un animal, no quería que le quiten lo último que le deba una
apariencia humana a su habitación. «Es ahora o nunca», pensó, y salió de debajo
de la sábana y se apoyó sobre un cuadro pegando su vientre viscoso al cristal del
retrato.

Cuando volvió la madre al cuarto, vio al insecto pegado al vidrio y se desmayó por
el espanto. Grete intentó auxiliarla y le desabrochó la blusa, mientras amenazaba
a Gregorio con la mirada. Gregorio, asustado, se despegó como pudo del vidrio y
huyó hacia el comedor y trepó por las paredes y el techo. Pero su nerviosismo lo
traicionó: se despegó del techo y cayó pesadamente sobre la mesa. En ese
momento llegó el padre del trabajo. Cuando vio la expresión de Grete, lo adivinó
todo.

—Gregorio se ha escapado —dijo ella abrazándose al pecho del padre—, mi


mamá lo ha visto y se desmayó, pero ya está bien.

El padre no quiso escuchar más, tiró la gorra sobre el sofá y empezó a perseguir
al insecto. Gregorio huía, pero pronto se dio cuenta que era preferible no huir y
dirigirse al cuarto para que su padre vea que él tenía la intensión de encerrarse
por sí mismo. Pero el padre no entendió y empezó a arrojarle manzanas, una de
las cuales se encajó en el caparazón de Gregorio, quien se cruzó con su madre
que corría espantada para detener a su esposo y pedirle llorando que por favor no
mate a su hijo.

Capítulo 3

A partir de entonces, la relación con Gregorio cambió drásticamente. Todos en


casa debieron buscar un empleo: el padre era mensajero, la madre costurera y la
hermana encontró trabajo en una tienda. Además tuvieron que despedir a la criada
y contrataron una asistenta que venía por unas horas para limpiar la casa. Grete
atendía a Gregorio con desdén: le arrojaba la comida y ya no limpiaba su cuarto,
pronto abandonó el cuidado de su hermano y se lo encargaron a la asistenta,
quien, a diferencia de todos, no le tenía temor: lo insultaba, le picaba el caparazón
con la escoba y ponía todas las cosas de sobra en su cuarto. En poco tiempo
Gregorio tenía un estado deplorable: estaba cubierto de polvo, viviendo entre los
desechos, con restos de basura y comida adherida a su cuerpo, sin nadie que lo
atienda de verdad.

Por esos días los padres decidieron recibir inquilinos en casa para tener un
ingreso adicional. Acogieron a tres amigos a los que trataban con demasiada
sumisión (ni siquiera se sentaban en su sofá si los inquilinos estaban cerca) pues
nunca habían tenido huéspedes en casa y querían tratarlos bien para que no se
vayan. Una noche, mientras cenaban, Grete tocó el violín en la cocina; los
inquilinos se sintieron conmovidos por la música y le pidieron que toque para ellos
y que a cambio le darían una propina. Grete lo hizo, el padre colocó el pentagrama
y la muchacha empezó a tocar.

Cuando Gregorio oyó la música, se sintió conmovido. Recordó que soñaba con
enviar a su hermana al conservatorio y pensó que la música habría enternecido a
todos tanto como a él así que se atrevió a salir del cuarto y asomarse al comedor
(la asistenta había olvidado cerrar la puerta). Uno de los inquilinos vio al insecto
pero mantuvo la calma.

—Señor Samsa —dijo uno de los inquilinos—, ¿qué es eso? —y señaló a


Gregorio.
El padre, espantado por el suceso, en lugar de meter a Gregorio en su cuarto,
empujó frenéticamente a los huéspedes al suyo sin darles una explicación. Grete
soltó el violín y corrió al cuarto de los huéspedes donde arregló las camas antes
que ellos ingresen. Entonces, cansados de tantos empujones los inquilinos se
detuvieron en seco.

—Señor Samsa, debo decirle que me siento ofendido por el trato que se nos ha
dado —dijo uno de ellos—. Así que nos vamos de su casa sin pagarle ni un
centavo, al contrario creo que les voy a pedir una indemnización.

Los dos compañeros de este, asintieron con la cabeza y se encerraron en su


cuarto.

El padre se dejó caer en el sillón, la madre y la hermana lloraban y Gregorio, por la


falta de fuerzas que le ocasionaba el hambre, no podía moverse de regreso a su
cuarto. No lograba entender como su buena intención se había convertido en una
maldición para los demás.

—Debemos deshacernos de él —gritó la hermana—. Yo ya no aguanto más. Esa


cosa nos va a matar a todos. Nuestro error ha sido creer que eso es Gregorio, y
no lo es. Echémoslo de casa, suficiente tortura es que todos nosotros trabajemos
y que aparte debamos encargarnos de ese insecto. ¡Papá! —dijo con un débil
chillido y corrió a esconderse detrás de él— ahí viene.

Pero Gregorio no iba hacia ella, sino que daba la vuelta para regresar a su
encierro. Estaba tan débil que demoró mucho en llegar, pero cuando cruzó el
umbral, Grete cerró la puerta violentamente y la aseguró con llave. Toda esa
noche Gregorio la pasó despierto, convencido (aún más que su hermana) de que
debía morir. Cuando el reloj de la iglesia dio las tres de la madrugada, Gregorio
encogió su cabeza y murió.

A la mañana siguiente fue la asistenta la que notó la muerte de Gregorio. «Al fin
estiró la pata», le dijo a la familia que no le prestó atención, intentó explicarles lo
que tenía planeado para el cadáver pero tampoco fue tomada en cuenta, hasta
que ella misma arrastro el cadáver con la escoba para que lo vean.
—Demos gracias a Dios —dijo el padre.

En ese momento salieron los inquilinos, quienes pidieron el desayuno y fueron


sorprendidos por la asistenta que les mostró el insecto muerto. El padre, enojado,
se paró frente a ellos y los botó duramente de su casa. También la criada salió
muy enojada pues nadie le tomaba atención a sus planes sobre qué hacer con el
insecto.

La familia se tomó el día libre de sus trabajos, sacaron sus cuentas y vieron que lo
que ganaban entre los tres les alcanzaba para vivir y hasta sobraba un poco para
ahorrarlo, así que sintieron un alivio por la carga que se les quitaba con la muerte
de Gregorio. Decidieron salir, pasear, como hace meses no lo hacían; y, mientras
viajaban en el tranvía, los padres notaron la belleza de Grete, que ya estaba en
condiciones de tomar un buen marido.

EL TRANSFONDO SOCIOLITERARIO DE LAS SIGUIENTES OBRAS

EL VIEJO Y MAR:

El viejo y el mar es sin duda una parábola sobre un aspecto de la condición


humana: la lucha heroica de alguien que, pese a estar en sus horas más bajas, es
capaz de enfrentar las dificultades de la naturaleza, representadas en el gran pez
que captura, aunque después de vencerlas deba sufrir las consecuencias de la
fatalidad, que encarnan los tiburones que terminan devorando al pez.

La destreza y experticia con la que Santiago logra vencer a su adversario, superan


con creces a la fuerza física que ya no posee y al hecho de encontrarse solo. Es
también, pues, una reivindicación de la vejez, en la medida que esté acompañada
de coraje y determinación.

El viejo y el mar es un canto de optimismo y motivación, a la vez de conmovedor y


descarnado. Sin proponérselo, su efecto es similar al de los más populares libros
de autoayuda.

Su mensaje puede resumirse en una de las frases más célebres de El viejo y el


mar: "un hombre puede ser destruido, pero jamás derrotado".
A PUERTA CERRADA:

Jean Paul Sartre fue un filósofo, escritor y dramaturgo francés, perteneciente a la


corriente  existencialista.

La Obra en cuestión "a puerta cerrada" cuyo  título original en francés es Huis


clos puesta en escena para 1944 justo antes de la liberación de París en el teatro
"Vieux-Colomber", pertenece al género literario  teatro, famosa por el ser la
primera en que aparece el término: el infierno son los otros.

Los personajes que actúan son: el mayordomo Garcín, Inés (mujer desconfiada,


especialmente de los hombres) y Estela.

El autor plantea una situación existencial donde un acto de maldad puede


justificarse mediante la racionalidad humana buscando justificaciones.
Recordemos el pensamiento existencial negativo que manifiesta hacia el ser
humano.

LA METAMORFOSIS:

Se da inicio con Gregorio en el cuarto al amanecer ya con la transformación


convertido en insecto. No se estaba percatando que estaba en proceso de una
metamorfosis. Su único interés es trabajar y mantener a su familia.

Tiene una idea de que lo que le está pasando es solo un sueño y al despertar
llegara a su normalidad.

Pero empieza a darse cuenta que no es solo un sueño sino su vida real, y no le
toca de otra que adaptarse a su manera de verse y empezar a hacer las cosas así
como es.

Su Jefe empieza a hablar mal de Gregorio pensando que es un vago y que no


acude al trabajo solo porque es irresponsable, a pesar de que o que más desea
Gregorio era trabajar.
Allí su familia se da cuenta que su hijo se transformó en un insecto y lo aíslan,
tratándolo mal. Su hermana al principio se hacía cargo de llevarle comida.

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