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ERNEST HEMINGWAY
El propio Hemingway declaró que su labor como periodista lo había influido incluso
estéticamente, pues lo obligó a escribir frases directas, cortas y duras, excluyendo
todo lo que no fuera significativo. Su producción periodística, por otra parte,
también influyó en el reportaje y las crónicas de los corresponsales futuros.
Otros cuentos de parecida factura también son antológicos, como "Un lugar limpio
y bien iluminado", "La breve vida feliz de Francis Macomber", "Las nieves del
Kilimanjaro", "Colinas como elefantes blancos", "Un gato bajo la lluvia" y muchos
más. En algunas de sus mejores historias hay un vago elemento simbólico sobre
el que gira el relato, como una metáfora que se desarrolla en el plano de la
realidad.
Uno de los personajes de Hemingway expresa: "El hombre puede ser destruido,
pero no derrotado". Y uno de sus críticos corrobora: "Es un código que relaciona al
hombre con la muerte, que le enseña cómo morir, ya que la vida es una tragedia.
Pero sus héroes no aman mórbidamente la muerte, sino que constituyen una
exaltación solitaria de la vida, y a veces sus muertes constituyen la salvaguarda de
otras vidas". A este tipo de héroe suele contraponer Hemingway una especie de
antihéroe, como su conocido personaje Nick Adams, basado en su propia
juventud, y que hilvana buena parte de los relatos como una línea casi novelesca.
Sus novelas tal vez sean más populares aunque menos perfectas estilísticamente
que los cuentos. Sin embargo, Fiesta (1926) puede ser considerada una
excepción; en ella se cuenta la historia de un grupo de norteamericanos y
británicos, integrantes de la llamada "generación perdida", que vagan sin rumbo
fijo por España y Francia. En 1929 publicó Adiós a las armas, historia sentimental
y bélica que se desarrolla en Italia durante la guerra. En Tener y no tener (1937),
condena las injusticias económicas y sociales. En 1940 publicó Por quién dobla
las campanas, basada en la Guerra Civil española. Esta obra fue un éxito de
ventas y se llevó a la pantalla.
(París, 1905 - id., 1980) Filósofo y escritor francés. Precoz lector de los clásicos
franceses, en 1915 ingresó en el liceo Henri IV de París y conoció a Paul Nizan,
con quien inició una estrecha amistad. Al año siguiente, el segundo matrimonio de
su madre (considerado por Jean-Paul Sartre como «una traición») lo obligó a
trasladarse a La Rochelle; hasta 1920 no regresó a París. En 1924 inició sus
estudios universitarios en la École Normale Supérieure, donde conoció a Simone
de Beauvoir, con quien estableció una relación que duraría toda su vida.
Tras cumplir el servicio militar, empezó a ejercer como profesor de instituto; en
1933 obtuvo una beca de estudios que le permitió trasladarse a Alemania, donde
entró en contacto con la filosofía de Husserl y de Heidegger. En 1938 publicó La
náusea, novela que pretendía divulgar los principios del existencialismo y que le
proporcionó cierta celebridad, al tiempo que se convertía en símbolo de aquel
movimiento filosófico. Movilizado al iniciarse la Segunda Guerra Mundial, fue
hecho prisionero, aunque consiguió evadirse en 1941 y regresar a París, donde
trabajó en el liceo Condorcet y colaboró con Albert Camus en Combat, el periódico
de la Resistencia.
Por esa época, Sartre inició una fluctuante relación con el comunismo, hecha de
acercamientos (uno de los cuales provocó su ruptura con Camus en 1956) y
alejamientos motivados por su denuncia del estalinismo o su protesta por la
intervención soviética en Hungría. En su última obra filosófica, Crítica de la razón
dialéctica (1960), se propuso una reconciliación del materialismo dialéctico con el
existencialismo, al cual pasó a considerar como una ideología parásita del
marxismo, y trató de establecer un fundamento de la dialéctica marxista
mostrando que la actividad racional humana, la praxis, es necesariamente
dialéctica.
FRANZ KAFKA
(Praga, 1883 - Kierling, Austria, 1924) Escritor checo en lengua alemana cuya
obra señala el inicio de la profunda renovación que experimentaría la novela
europea en las primeras décadas del siglo XX. Franz Kafka dejó definitivamente
atrás el realismo decimonónico al convertir sus narraciones en parábolas de
turbadora e inagotable riqueza simbólica: protagonizadas por antihéroes
extraviados en un mundo incomprensible, sus novelas reflejan una realidad en
apariencia reconocible y cotidiana, pero sometida a inquietantes mutaciones que
sumergen al lector en una opresiva y asfixiante pesadilla, plasmación de las
angustias e incertidumbres que embargan al hombre contemporáneo.
Los años universitarios le dejaron tiempo para cultivar sus aficiones filosóficas y
literarias; leyó a numerosos autores y conoció al futuro escritor y crítico literario
Max Brod, con quien trabó una íntima amistad destinada a perdurar toda una vida.
La personalidad enérgica y activa de Brod, totalmente opuesta a la del temeroso e
introvertido Kafka, mitigó su soledad y su marcada tendencia al aislamiento.
La obra de Kafka
El estallido de la Primera Guerra Mundial y el final del noviazgo con Felice Bauer
señalaron el inicio de una etapa creativa prolífica en la que redactó las obras más
características de su producción. Su legado, que plantea numerosas dificultades
de interpretación, se caracteriza en cambio por una extrema y deliberada claridad
estilística, como se observa en la más conocida de sus narraciones, La
metamorfosis (1915). Su protagonista es un mediocre viajante de comercio,
Gregorio Samsa; un mañana, al despertarse, Samsa descubre que se ha
transformado en un enorme insecto, lo que es narrado con normalidad pese a la
monstruosidad de la situación. Este doble juego será una constante en la creación
del autor, y en él reside en buena medida su singularidad y eficacia.
Casi contemporáneo al anterior y escrito en una sola noche es el relato de un
conflicto paternofilial: La condena (1913), en el que un padre viejo y
aparentemente enfermo recobra de repente su vitalidad y autoridad opresiva para
maldecir a su hijo, que tan sólo deseaba vivir su propia vida. Años después
aparecerían impresos el cuento En la colonia penitenciaria (1919) y el volumen de
relatos Un médico rural (1919). Todas las restantes obras de Kafka no serían
publicadas hasta después de su muerte. Títulos esenciales de su producción,
como El proceso o El castillo, se hubiesen perdido para siempre de no haber
incumplido Max Brod su orden de quemar los manuscritos; de hecho, el propio
Brod se encargó de preparar las ediciones.
1. El viejo y mar.
2. La puerta cerrada.
3. La metamorfosis.
EL VIEJO Y MAR:
Un día el viejo salió a la mar con el objetivo de terminar con su mala racha en
la pesca. El muchacho le había conseguido cebo. Al cabo de unas horas de
navegar, tras haber perdido de vista la costa, un pez picó el anzuelo. Era un pez
enorme, dispuesto a luchar hasta la muerte, si era preciso. La barca navegó a
capricho del pez mar adentro. Las fuerzas del viejo cada vez iban a menos y
predecía que el pez le podía matar, pero tenía una fuerte determinación por
conseguir sacarlo del agua, y no le importaba si tenía que dejar su vida en el
intento. Tras una larga y dura batalla, el pez tuvo la peor suerte, y el viejo,
rebosante de felicidad, ya que no creía que el pez fuese tan inmenso, lo amarro al
costado de la barca, para poner rumbo a la costa. “Era tan grande, que era como
amarrar un bote mucho más grande al costado del suyo". Todo su empeño habría
sido inútil si no consiguiese llevar el pez a tierra firme. Sin embargo, y para su
desilusión, apareció un tiburón. Cuando el escualo se acercó a comer el pez el
viejo le asestó un mortal golpe en la cabeza con su arpón. Se había librado del
tiburón, pero no tardarían en acercarse otros más siguiendo el rastro de
la sangre desparramada del pez herido. El viejo logró batirlos, pero se habían
comido medio pez. Por la noche se le acercaron más, que acabaron con él,
dejando solo la cabeza, la espina y la cola, suficientes para dar testimonio de la
hazaña.
Así, llego por fin a puerto. Era de noche y no había nadie para ayudarle a recoger.
Cuando terminó se fue a su casa a dormir. A la mañana siguiente el muchacho,
muy preocupado, fue a su casa para ver cómo estaba y le prometió que saldría a
pescar con él.
Los demás pescadores reconocieron el mérito de Santiago, al ver los restos del
pez, que era un tiburón.
LA PUERTA CERRADA:
Escena I
(Un salón estilo Segundo Imperio. Una estatua de bronce sobre la chimenea.)
Escena II
Escena III
El camarero instala a Inés y le dice que todo lo referente a los cepillos de dientes,
la estatua y el timbre le pregunte a Garcin que ya está enterado y se va. Inés le
pregunta a Garcin por una tal Florence que garcin no conoce y le pregunta
también si él es el verdugo porque tiene cara de miedo. Garcin le confiesa que
hubiera preferido estar solo porque tiene muchos pensamientos por ordenar pero
ante la necesidad de estar juntos tienen que actuar cortésmente y llevar la fiesta
en paz. Inés le reprocha a Garcin su tic de los labios argumentando que eso le da
más miedo. Garcin se lleva las manos a la cara y se cubre el rostro. Se abre la
puerta y son ahora Estelle y el camarero.
Escena IV
Estelle mira a Garcin que no ha levantado la cara y le dice sé lo que ocultas con
las manos, sé que ya no tienes rostro, y Garcin responde que él no es el verdugo.
Pregunta al camarero si esperan a alguien más. El camarero dice que no, Estelle
se ríe de los sillones tan feos que tienen, cada uno escoge el suyo y se presentan:
Estelle Rigault, Inés Serrano y Joseph Garcin. El camarero pregunta si lo
necesitan, se inclina y sale.
Escena V
Inés dice a Estelle que es muy hermosa. Por la conversación de los personajes
empieza a entenderse que están muertos, cosa que no se ha dicho explícitamente
durante la obra. Se preguntan ahora hace cuánto tiempo que murieron y a causa
de qué: Estelle murió de una pulmonía, a Inés la mató un gas y Garcin recibió
doce balas en el pellejo y exclama que no es un muerto recomendable, Estelle le
aconseja que se hagan llamar ausentes.
Hace mucho calor y Garcin intenta quitarse la chaqueta pero Estelle se lo impide
argumentando que le horrorizan los hombres en mangas de camisa. Al preguntarle
a Inés por su preferencia hacia los hombres en mangas de camisa, dice que a ella
simplemente no le gustan los hombres.
Acuerdan en contar los motivos por los que está ahí. Estelle cree que es un error,
ella se casó con un anciano amigo de su padre al que cuidó y hacía dos años
conoció a un hombre al que amó. Garcin dirigía un periódico pacifista y al estallar
la guerra lo fusilaron, pregunta dónde está la falta y Estelle lo llama héroe. Inés les
dice que no se hagan los santos que ya no pueden engañar a nadie y les hace ver
que el hecho de estar en el infierno no es error de nadie, están condenados. La
razón que encuentra Inés para estar juntos es que cada uno será verdugo de los
otros dos. Garcin propone ignorarse y quedarse cada quien en su lugar. Estelle le
pide un espejo, Garcin no contesta e Inés se ofrece como tal y se acerca
demasiado a Estelle para que se vea a través de sus ojos, se coquetean
mutuamente. Inés le confiesa que le gusta mucho pero Estelle está más
preocupada por Garcin que finge no darse cuenta de nada. Lo llaman y él les pide
que respeten el acuerdo. Inés dice que no puede porque están en el mismo cuarto
y eso no se puede dejar de sentir. Garcin confiesa que está ahí por haber
torturado a su mujer con sus actitudes e infidelidades. Inés les cuenta que en su
historia hay tres muertes: un hombre y dos mujeres, él murió atropellado por un
tren (al parecer era el marido de Florence), meses después estando Inés dormida,
Florence abrió la llave del gas y se volvió a dormir, así murieron las dos. Estelle se
vio orillada a contar que el joven que había sido su amante se suicidó: Estelle
sostenía relaciones con él y quedó embarazada, se fue cinco meses a Suiza y el
muchacho estuvo con ella. Él estaba feliz con la niña pero Estelle no y un día la
arrojó al lago. El muchacho lo vio todo y de regreso a paría se voló la tapa de los
sesos. Estelle volvió con su marido que nunca sospechó nada. Los tres se torturan
observando lo que pasa en la tierra con la gente que dejaron y en los lugares que
vivieron. Inés trata de tener a Estelle pero ella la rechaza, Estelle le pide consuelo
a Garcin porque no quiere sentirse sola ni acosada por Inés, Garcin le responde,
Inés le recuerda que ella también está ahí. La pareja empieza a besarse, Garcin
se detiene y le pide a Estelle su confianza. Les cuenta que huyó del periódico a
causa de la guerra y ahí lo agarraron. Su mujer murió dos meses atrás por pena.
Garcin se atormenta porque su imagen ante los demás es de un cobarde. Inés le
dice que Estelle también piensa eso pero le dirá lo contrario para agradarlo. Garcin
se separa molesto e intenta salir por la puerta que no abre, la golpea y suplica que
la abran y la puerta se abre bruscamente (Garcin está a punto de caer). Estelle se
lanza contra Inés y le dice a Garcin que la echen y cierren la puerta. Garcin le
ordena que la deje porque si él está ahí es por Inés. Inés y él son iguales, si ella le
cree él se salvará porque sólo Inés ha comprendido la esencia de Garcin. Inés le
dice que será difícil porque ella es de cabeza dura y le creerá. Garcin dice que
murió demasiado joven para haber realizado sus actos. Inés responde que no es
justificación, dice que uno muere siempre muy pronto o muy tarde pero la vida
está ahí y ella habla por nosotros, sin embargo, está dispuesta a escuchar a
Garcin que trata de convencerla. Se acerca a la estatua y la acaricia, dice que
todo estaba previsto y dice que no se había imaginado el infierno así: «No hay
necesidad de parrillas; el infierno son los otros». Estelle se ofrece a Garcin y él la
rechaza porque no podrá amarla mientras Inés esté entre ellos. Estelle se precipita
contra Inés con el cortapapeles y la golpea con rabia pero Inés le recuerda que
está muerta ya y es imposible lastimarla. Tendrán que estar juntos para siempre y
terminan riéndose. (Caen sentados, cada uno en un sofá. Largo silencio. Dejan de
reír y se miran. Garcin se levanta.) Garcin pide que continúen. Se cierra el telón.
METAMORFOSIS:
Capítulo 1
— Gregorio —dijo ella— van a ser las siete, ¿te pasa algo malo?
También llamó su padre y hasta escuchó la voz de su hermana, pero él los calmó
diciéndoles que no pasaba nada y que enseguida se levantaría. Pero no podía
levantarse aunque lo intentaba. Quiso rendirse, decir que estaba enfermo y
descansar un día. Pero no era tan fácil, vendría su jefe a buscarlo, traería a un
médico (el que se daría cuenta que Gregorio no estaba enfermo) y lo botarían de
su empleo por perezoso. Y Gregorio no podía perder su trabajo, por lo menos
ahora no, en cinco años podía ser, cuando termine de pagar la deuda de su padre,
pero ahora no, su familia lo necesitaba.
Miró una vez más el reloj: eran las siete, había perdido el segundo tren,
definitivamente estaba en problemas. En ese momento oyó que tocaban a la
puerta y que alguien decía:
Era la voz del gerente, ya no era tiempo de estar jugando o perdería su trabajo.
Giró con todas sus fuerzas y cayó de la cama a la alfombra. Sus patas se
acomodaron perfectamente al piso y se acercó a la puerta. Tocaron a la puerta, el
gerente le increpó su actitud:
—No lo puedo creer, señor Samsa, yo había confiado en usted y usted ni siquiera
quiere ir a trabajar. Además, es muy sospechoso que ayer usted tenía que hacer
unas cobranzas y hoy, en vez de llevar el dinero, se queda en casa. Muy
sospechoso, señor Samsa, muy sospechoso.
Gregorio estaba disgustado, ¿por qué lo trataba así? Él sería incapaz de robarle a
sus patrones, además tenía años de un trabajo impecable, pero ni eso valoraba el
gerente.
—Un momento por favor, —dijo Gregorio— ya me levanto, me he sentido mal por
la mañana pero ya estoy bien y voy a trabajar, así que no se preocupen.
— ¡Al fin!
Exclamó el gerente y entró antes que los demás a la habitación. Cuando vio al
insecto se quedó estático y mudo, la madre cayó desmayada y el padre amenazó
a Gregorio con el puño para que no se acerque. El único que mantuvo la calma
fue Gregorio.
Capítulo 2
El resto de ese día Gregorio lo pasó durmiendo. Cuando despertó encontró una
bandeja con su alimento preferido: leche, y en ella nadaban pedacitos de pan. Al
instante Gregorio supo que su hermana había puesto ahí la comida. Se acercó
emocionado a comer pero al primer sorbo sintió asco y se sorprendió pues nunca
la leche le había causado esa sensación. Intentó de nuevo, pero era imposible,
asqueroso. Así que se arrinconó debajo del sofá y pasó durmiendo y con hambre
la primera noche de insecto.
Cuando volvió la madre al cuarto, vio al insecto pegado al vidrio y se desmayó por
el espanto. Grete intentó auxiliarla y le desabrochó la blusa, mientras amenazaba
a Gregorio con la mirada. Gregorio, asustado, se despegó como pudo del vidrio y
huyó hacia el comedor y trepó por las paredes y el techo. Pero su nerviosismo lo
traicionó: se despegó del techo y cayó pesadamente sobre la mesa. En ese
momento llegó el padre del trabajo. Cuando vio la expresión de Grete, lo adivinó
todo.
El padre no quiso escuchar más, tiró la gorra sobre el sofá y empezó a perseguir
al insecto. Gregorio huía, pero pronto se dio cuenta que era preferible no huir y
dirigirse al cuarto para que su padre vea que él tenía la intensión de encerrarse
por sí mismo. Pero el padre no entendió y empezó a arrojarle manzanas, una de
las cuales se encajó en el caparazón de Gregorio, quien se cruzó con su madre
que corría espantada para detener a su esposo y pedirle llorando que por favor no
mate a su hijo.
Capítulo 3
Por esos días los padres decidieron recibir inquilinos en casa para tener un
ingreso adicional. Acogieron a tres amigos a los que trataban con demasiada
sumisión (ni siquiera se sentaban en su sofá si los inquilinos estaban cerca) pues
nunca habían tenido huéspedes en casa y querían tratarlos bien para que no se
vayan. Una noche, mientras cenaban, Grete tocó el violín en la cocina; los
inquilinos se sintieron conmovidos por la música y le pidieron que toque para ellos
y que a cambio le darían una propina. Grete lo hizo, el padre colocó el pentagrama
y la muchacha empezó a tocar.
Cuando Gregorio oyó la música, se sintió conmovido. Recordó que soñaba con
enviar a su hermana al conservatorio y pensó que la música habría enternecido a
todos tanto como a él así que se atrevió a salir del cuarto y asomarse al comedor
(la asistenta había olvidado cerrar la puerta). Uno de los inquilinos vio al insecto
pero mantuvo la calma.
—Señor Samsa, debo decirle que me siento ofendido por el trato que se nos ha
dado —dijo uno de ellos—. Así que nos vamos de su casa sin pagarle ni un
centavo, al contrario creo que les voy a pedir una indemnización.
Pero Gregorio no iba hacia ella, sino que daba la vuelta para regresar a su
encierro. Estaba tan débil que demoró mucho en llegar, pero cuando cruzó el
umbral, Grete cerró la puerta violentamente y la aseguró con llave. Toda esa
noche Gregorio la pasó despierto, convencido (aún más que su hermana) de que
debía morir. Cuando el reloj de la iglesia dio las tres de la madrugada, Gregorio
encogió su cabeza y murió.
A la mañana siguiente fue la asistenta la que notó la muerte de Gregorio. «Al fin
estiró la pata», le dijo a la familia que no le prestó atención, intentó explicarles lo
que tenía planeado para el cadáver pero tampoco fue tomada en cuenta, hasta
que ella misma arrastro el cadáver con la escoba para que lo vean.
—Demos gracias a Dios —dijo el padre.
La familia se tomó el día libre de sus trabajos, sacaron sus cuentas y vieron que lo
que ganaban entre los tres les alcanzaba para vivir y hasta sobraba un poco para
ahorrarlo, así que sintieron un alivio por la carga que se les quitaba con la muerte
de Gregorio. Decidieron salir, pasear, como hace meses no lo hacían; y, mientras
viajaban en el tranvía, los padres notaron la belleza de Grete, que ya estaba en
condiciones de tomar un buen marido.
EL VIEJO Y MAR:
LA METAMORFOSIS:
Tiene una idea de que lo que le está pasando es solo un sueño y al despertar
llegara a su normalidad.
Pero empieza a darse cuenta que no es solo un sueño sino su vida real, y no le
toca de otra que adaptarse a su manera de verse y empezar a hacer las cosas así
como es.