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-Andrés Torres-

NíNIVE
Soneto
A la Iglesia martirial

Árbol fuiste de ramas cobijantes,


Madre, de Cristo Esposa, que trocaba
la luz del sol y a nos, sus hijos, daba
ya demudada en frutos agraciantes.

Con sus suaves susurros sibilantes


por tu follaje el Espíritu hablaba;
mas hubo a quien su timbre no agradaba,
y al suelo te echó a hachazos chapodantes.

Y en vano fue, pues tu voz han callado,


mas ha quedado grabado el mensaje,
en tu corteza y la Historia tallado.

¡Qué desolado vese ahora el paisaje!


Empero, habiéndote en sangre abrevado,
nuevos hijatos habrá en tu linaje.

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