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22 de Septiembre de 1887 (tres años antes del nacimiento de tu Bisabuela Materna Victoriana
Guada ¡!waouu)
El caso Sojo fue resuelto por la Corte Suprema de la Nación el día 22 de Septiembre de 1887,
con suma prontitud por hecho ocurrido el 4 de igual mes. Por entonces Eduardo Sojo
periodista del Diario Don Quijote “fue puesto en prisión por resolución de la Cámara de
Diputados de la Nación…” y “...por el tiempo en que durasen sus sesiones” (sic). Se ve que Sojo
era un díscolo (Hola Dictionary!!) cronista y editor de aquella época, mención esta que agrego
acaso para situarse en el contexto de la decisión adoptada por aquellos representantes del
pueblo en la Cámara Baja y rescatar su valor también en orden a la libertad de prensa y a las
garantías conexas con la libre expresión de ideas. El modo elegido por el afectado para
cuestionar la decisión del Poder Legislativo fue la vía del “habeas corpus”. El recurso se
interpuso en forma directa ante la Corte Suprema, y la competencia del alto tribunal para
entender en el caso se dejó fundamentada en norma expresa de la ley del 14 de Septiembre de
1963, entonces integralmente vigente (actualmente se encuentra derogado el art 20 por el art
28 de la Ley N° 23.098 B.O: 25/10/1984 Ley de procedimiento de Habeas Corpus); ley ésta la
que, hoy por hoy, conocemos como la ley 48 de Jurisdicción y Competencia de los tribunales
Nacionales , útil casi tan solo a los fines del Recurso Extraordinario. Su artículo 20, que dio
sustento al caso, se hallaba vigente por cuanto decía:
´´Cuando un individuo se halle detenido o preso por una Autoridad Nacional, o a disposición de
una Autoridad nacional o so color de una orden emitida por Autoridad Nacional; o cuando una
Autoridad Provincial haya puesto preso a un miembro del Congreso, o a cualquier otro
individuo que obre en comisión del gobierno Nacional, la Corte Suprema o los Jueces de
Sección podrán, a instancia del preso, o de sus parientes o amigos, investigar sobre el origen
de la prisión, y en caso de que esta haya sido ordenada por autoridad o persona que no esté
facultada por la ley, mandaran poner al preso inmediatamente en libertad.´´
El conflicto planteado se genera por la existencia del art 117( leer constitución comentada de
Gelli pagina 983!) de la constitución nacional en donde expresamente establece :
En estos casos (referidos al art 116) la Corte suprema ejercerá su jurisdicción por apelación
según reglas y excepciones que prescriba el congreso, pero en todos los asuntos concernientes
a embajadores, ministros y cónsules extranjeros y en los que alguna provincia fuese parte, la
ejercerá originariamente y exclusivamente.
Hay solo dos alternativas demasiado claras para ser discutidas: o la constitución controla
cualquier ley contraria a ella o la legislatura puede alterar la constitución mediante una ley
ordinaria .Entre tales alternativas no hay términos medios, o la constitución es ley suprema
inalterable por medios ordinarios , o se encuentra en el mismo nivel que las demás leyes y por
tanto puede reformarse o dejarse sin efecto por el congreso las veces que se le plazca, si es
cierta la primera alternativa , entonces una ley contraria a la constitución no es ley!.
El caso Sojo se transformó en el primer caso de control constitucional efectuado por el poder
judicial Argentino tomando como antecedente el fallo del Juez Marshall y fue resuelto por
simple mayoría, bajo tres de los cinco miembros de la Corte, a saber, Benjamín Victorica,
Uladislao Frías y de Salustiano J. Zavalia. Ello así, pues las dos disidencias pronunciadas -la
primera por C. S. De La Torre y la otra por Federico Ibarguren- no compartieron el argumento
mayoritario y ampliaron la perspectiva puesta de manifiesto por el Procurador General
Eduardo Costa, el cual entendía que procedía hacer lugar al recurso por cuanto en ningún caso
de la Constitución se encuentra prohibición de extender los casos de jurisdicción originaria”,
no siendo a su juicio necesario ejercer control alguno de constitucionalidad. Aquella cláusula
de la Constitución -a su juicio institucional- debería analizarse antes bien como “... un privilegio
conferido para los estados extranjeros” pero, de ninguna forma, como “... una prohibición para
nuestro Congreso”.