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Hoy en día es frecuente escuchar, casi por todas partes, lamentos, quejas,
comentarios, protestas y hasta de variedad de casos, llevados a los estrados
judiciales, todo por cuenta de dos actores: “El arrendador y el arrendatario”
dos actores cuyas actividades son de beneficio mutuo; reciproco. Sin embargo,
esto ya no nos debe parecer raro o extraño, porque esos inconvenientes
presentados entre estos dos actores, es siempre en razón a la ley del embudo, a
la falta de responsabilidad, a la desconsideración, a falta de respeto, a la
incongruencia, o a la falta de consistencia en que se desenvuelven algunas
personas; por fortuna tan solo son unas cuantas personas.
De esta manera uno evitara que le metan gato por liebre; por ejemplo: que los
sanitarios y la grifería eran en oro de 18 kilates; que el mesón de la cocina era
en marbol puro, traído de áfrica, etc., etc.
Y el otro al entregar no salga con chichipatadas: que las puertas de los baños
estaban ya caídas; que la cocina integral tenia rotas las puertas y cajones; que
ninguna de las chapas de las puertas de las habitaciones y closet servían,
incluso que ni tenían llave y que por demás, las baldosas de los pisos solo eran
pedazos, etc, etc.
Si, así somos hoy por hoy. Y no se nos da nada. Tramar y decir mentiras eso
es cultural. Es que yo si soy muy avispado: comenta el hombre de la casa a su
mujer; aprenda mijo.
Es claro que en adelante toda actividad, ya corre por cuenta de quien toma.
Entonces que sigue:
Otra recomendación para los que tienen local: no se den garra con el
alumbrado del local; me refiero a que se vuelvan maniáticos colocando allí y
allá lámparas de toda clase, hasta colapsar la capacidad; entonces es el
momento en que yéndoles bien, tan solo se disparen los tacos; sin embargo
puede ser mayor el daño; por ejemplo: quemarse todo el encurdado que va por
la pared o provocar un encendió.
No sobra recomendar acerca de las buenas relaciones que deben existir entre
arrendador y arrendatario; para ello, insisto: debemos ser consistentes,
congruentes con nuestra forma de actuar; no practiquemos la ley del embudo;
reconozcamos que así como yo quiero que esta persona me respete y me
cumpla a cabalidad; sé muy bien que esta persona también desea que yo la
respete y le cumpla a cabalidad; lo malo que yo no quiero para mí; tampoco lo
debo desear o practicar hacia los demás.