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—Mickey Cohen,
—Nunca olvides tu arma, chico. Siempre necesitas esa maldita cosa aquí...
en esta cosa, la necesitas. Si eres sorprendido sin tu arma, y te garantizo que no
te gustará lo que suceda.
Antony Marcello, de cinco años, miró con interés el brillante revólver que su
padre estaba limpiando.
Ross sonrió.
—Oh.
Febrero, 1984
—¿Disculpe?
—Señorita, he visto a mi padre beber hasta morir durante los últimos diez
años desde que falleció mi madre. Lo que sea que intente suavizar para mí, no lo
haga. Puedo manejarlo, confíe en mí.
Sí, Antony entendió lo esencial. Ni siquiera sabían que Ross había fallecido.
Mierda, tal vez su padre no había sufrido entonces. Tal vez solo... se fue a
dormir y eso fue todo.
Los últimos diez años de la vida de Antony habían girado en torno a dos
cosas: mantener la cabeza de su padre fuera del agua y obtener su botón en La
Cosa Nostra. Evidentemente, había fallado con el primero. Ahora que tenía
veinticinco años, parecía que iba a joder lo segundo antes de tener la oportunidad
de ser un hombre hecho.
Aun así, Antony no guardaba rencor por su padre. Supuso que lo entendía
de alguna manera. Cuando Cella, la madre de Antony, murió hace una década
en un incidente de ahogamiento, Ross nunca había sido el mismo. El hombre no
pudo salvar a su esposa, sus hijos quedaron sin madre durante algunos de los
años más importantes de su vida, y el tiempo siguió avanzando.
Mirando a las demás personas en su vida, Antony supo que era una
rareza. Los hombres en su mundo generalmente tenían una amante o dos a un
lado: las goomah tenían hijos ilegítimos mientras las esposas de los hombres
hacían la vista gorda.
No Ross.
La enfermera asintió.
Etiquetado.
En la morgue.
No pudo.
Sería solo su suerte que la llamada que ignoró vendría del jefe. Nunca huyas
de un jefe. Era una regla.
—Habla Marcello.
Johnathan Grovatti era, y siempre había sido, uno de los mejores amigos de
Antony. Había una diferencia de edad de dos años entre los dos con Johnathan
siendo el mayor. Johnathan había recibido su botón a los dieciocho años, una de
las muchas ventajas de tener un jefe rival de una familia de Nueva York como
padre.
Antony supuso que eso era lo más importante. Incluso si eso significaba que
John tuviera que casarse con una mujer que despreciaba por el bien de los
negocios. La hija menor de Vinnie, Kate, era algo desagradable, pero tal vez
Johnathan podría domesticarla. O al menos manejarla.
Antonio se encogió. Hoy no, hombre. Todavía tenía que contactar a su familia
para hacerles saber sobre Ross y ponerse en contacto con la funeraria.
Absolutamente nada.
Antony apretó los dientes, sabiendo muy bien por qué Johnathan quería
encontrarse allí.
—¿Ella quién?
Johnathan suspiró.
—Tony…
Por lo que Antony entendía, Vinnie Catrolli quería que su hija tuviera
veintitrés años antes de casarse con John. Entonces, ella tendría tiempo para
terminar la escuela y cualquier otra cosa. Antony pensó que esa era la forma en
que Vinnie ganaba tiempo y vigilaba a John, pero a John no parecía importarle
mucho el tiempo antes de que su matrimonio ocurriera.
—Todavía no lo ha hecho.
—No quiero tener nada que ver con ese desastre, John.
John maldijo.
—Bien, imbécil. En la Meca del centro en veinte, Tony. ¿Eso funciona para ti?
Antony marcó otro número y se frotó la frente para calmar el repentino dolor
de cabeza que tenía. Cuando su abuelo atendió la llamada, Antony se preguntó
si al hombre le importaría que su hijo mayor hubiera muerto.
Andino y Ross nunca se habían visto cara a cara en la mayoría de las cosas.
—Tengo que hacer negocios en Kitchen hoy con John —respondió Antony.
Su cuenta bancaria tenía más ceros de los que podía contar, pero Antony
nunca había tratado su herencia como si fuera un viaje gratis por la vida. No, él
trabajaba su maldito trasero todos los días. Cuanto más poseía, mejor se
sentía. Era menos probable que alguien tratara de quitarle algo de esa manera.
—Recibí una llamada del hospital esta mañana —comenzó a decir Antony.
—No —intervino Andino—. Absolutamente no, Tony. Que tengas un buen
día, chico.
—Papá está muerto, tengo trabajo que hacer y alguien necesita llamar a la
jodida funeraria.
A Antony ya no le importaba.
CAPÍTULO 2
Johnathan arrojó un paquete de cigarrillos sobre el capo del Cadillac. Antony
los atrapó fácilmente, sacando uno para encenderlo.
—¿Oh?
—Sí.
John suspiró.
Excelente.
Antony notó el cubo de lata casi lleno hasta el borde con agua. Al levantar la
vista, notó que debía haber sido usado como un colector de agua porque el techo
estaba goteando. Había una docena más como esas en todo el piso vacío del
almacén.
—¿Qué es este lugar, de todos modos? —preguntó Antony.
—Jumm.
—Por favor, no estropees mi traje —dijo Antony—. Eso sería una maldita
vergüenza.
—¿Q-qué?
Antony siempre llevaba un arma, pero realmente prefería los cuchillos. Sacó
la navaja del bolsillo de sus pantalones, agitándola frente al hombre.
—Vamos a comenzar con tu cara, ¿sí? De esa manera, cada vez que grites, no
se sentirá particularmente bien. —Antony sonrió, sabiendo que parecía cruel.
—No lo sé.
Antony arqueó una ceja.
—¿No lo sabes?
—¡No lo hice!
Antony lanzó una mirada a John por encima del hombro. Su amigo estaba
estoico y silencioso. En más de una ocasión, John le había dicho a Antony que
Kate era conocida por sus mentiras. Antony no estaba completamente seguro de
si eso era cierto o no, pero John no era un mentiroso. ¿Estaba este hombre a punto
de perder la vida por otra ronda de mierda de Kate?
—No tenemos otra opción, hombre —dijo John—. Órdenes del jefe.
Tómate tu tiempo.
Febrero, 1984
Una de las reglas más importantes que aprendió al crecer fue nunca rehuir a
un Don. No llevaría nada bueno actuar como un imbécil arrogante frente a
alguien que tiene mucho más poder que tú. Especialmente en un mundo donde
lo único que importaba era si podía seguir órdenes y ganar dinero.
Dulce Cristo
Dio una vuelta más por las calles y todavía no pudo encontrar el maldito
restaurante en cuestión. Finalmente, cansado de dar vueltas, Antony detuvo su
auto en el primer teléfono público que vio. Dejó su auto en marcha, salió y corrió
hacia la cabina para escapar de la fuerte lluvia que caía. Sus manos estaban
congeladas antes de que pudiera terminar de marcar el número.
John contestó el segundo timbre. Como subjefe de Vinnie, todas las llamadas
iban a él y luego él decidiría si eran lo suficientemente importantes como para
comunicarse con el jefe. O más bien, el mensaje. Los asociados no podían hablar
ni ver al jefe en absoluto.
—John, juro por Dios, si me estás jodiendo esta noche haciéndome ir a Hell’s
Kitchen por nada, lo haré…
—Pero…
—Vuela, entonces.
Colgó.
Cristo.
El almacén estaba oscuro cuando Antony llegó. Mirando su reloj, tomó nota
del hecho de que llegó a tiempo con tres minutos de sobra. Suspiró ásperamente
cuando salió de su auto, preguntándose por segunda vez si Johnathan lo estaba
molestando de alguna manera esta noche. Sin embargo, pensó que debería
revisar el maldito almacén antes de llamar a John desde un teléfono público
nuevamente.
Antony se congeló.
—¿Qué?
—Date prisa, tienes tres minutos para estar dentro de ese almacén o pierdes
la oportunidad, hombre —dijo Johnathan—. Quítate la ropa.
—Yo no estoy…
Una vez que estuvo desnudo, Antony se encontró con la mirada de John, que
no había bajado la vista. Su amigo llevaba la sonrisa más traviesa y presumida
que Antony había visto.
El padre de Antony murió, así que eso tenía sentido. Cuando un asiento
quedaba vacío en la familia, era necesario llenarlo.
John sonrió.
—Bien.
Antony entrecerró los ojos cuando la luz cegadora brilló sobre él, haciéndole
incapaz de ver a los hombres charlando en silencio en la oscuridad. ¿Cuándo se
había establecido ese maldito foco, de todos modos? No recordaba eso cuando
estuvo aquí con John hace un mes.
—La Cosa Nostra es, en el fondo, una familia. —Antony escuchó decir a su
jefe.
—Está bien.
—Solo hay dos formas en que puede terminar —agregó Vinnie—. Sales de
aquí como un hombre hecho…
—¿Entiendes, Marcello?
Antony asintió.
—Sí.
—¿Estás preparado para seguir esta noche sin importar el resultado final?
—Lo estoy.
—Entonces comencemos.
CAPÍTULO 3
Vinnie le dio la espalda a Antony, diciendo:
—No te puedes mover, ellos querrán ver tu rostro todo el tiempo durante el
cuestionamiento. No te puedes sentar. No hablarás a menos que te hablen. ¿Qué
es lo más importante en tu vida, Marcello?
—La famiglia —dijo Antony instantáneamente, sabiendo que esa era la única
respuesta apropiada.
Antony odiaba no poder ver a los hombres mientras todos evaluaban sus
reacciones, él prefería monitorear las de ellos también. Esto lo ponía en un borde
donde no quería estar.
Antony pensó en las lecciones de su padre con el pasar de los años. Las
palabras murmuradas a través de discursos ebrios y la ocasional claridad.
Dios va segundo.
—¿Qué estás preparado para dar por La Cosa Nostra? —preguntó otra
persona.
—Mi vida.
—¿Tus hijos?
—Sí.
—Si tu esposa llama en labor de parto y tu jefe llama desde su casa, ¿a quién
responderías?
—Mi jefe.
Cuanto más tiempo estaba allí de pie, más frío se volvía Antony, hasta que
estaba temblando, y sus dientes castañeando durante las preguntas.
—No.
—No, Jefe.
—Supuse que este Santo en particular te sentaría bien, Marcello. Más allá del
nombre, por supuesto, San Antonio fue conocido por su santidad a su religión y
Dios. A mí me parece que tú eres otro hombre cuya devoción a la familia ayudará
a dejar tu marca en cualquier parte.
Antony no sonrió.
—Eso espero.
—Entiendo.
Antony ofreció su mano, con la palma para arriba para el Don. No tuvo
tiempo de parpadear antes de que el cuchillo dejara un corte de siete centímetros
a través de su palma. Los dedos de Vinnie se apretaron con fuerza alrededor de
la muñeca de Antony, casi a un punto doloroso, como un grillete encerrándolo
de por vida. La sangre hizo un charco y se derramó al suelo, salpicando la cálida
fuente de vida sobre los pies de Antony.
Dolía como la mierda. Cuanto más fuerte apretaba Vinnie, peor se volvía el
dolor.
La punta del cuchillo de Vinnnie se deslizó a lo largo del interior del labio
inferior de Antony. El corte sangró al instante, llenando la boca de Antony con el
sabor fuerte de cobre.
Antony sintió sus labios moverse, diciendo palabras que oyó susurradas con
los años, pero apenas oía algo sobre la sangre corriendo en sus oídos. Esperó un
largo tiempo por este momento; había esperado a que esto fuera suyo y ahora lo
era.
Vinnie sonrió.
—Gracias.
Antony sospechó que ese título iba a seguirlo por un largo y jodido tiempo.
—Es así, la mierda está llenando las calles, Andino. La gente lo fuma y lo
traga como un caramelo. Él puede entrar en eso o dejar que otros se abran paso
por sus calles haciendo dinero con ello.
—Que así sea, pero yo no soy el maldito jefe, Tony —respondió Andino—. Y
el jefe dice que no.
—¿Qué?
—Ya sabes, como si nos pagaran por estar en nuestras calles haciéndolo. Así
no nos pagan las ganancias de las drogas, sino que nos pagan por alquilar las
calles. Ese tipo de cosas.
2Sucio Marcello: juego de palabras con Filthy Marcello, ya que Filthy puede ser interpretado
como sucio, obsceno, tramposo e indecente
Andino tarareó, golpeando su tenedor a un lado de su plato.
—Bueno, cuando seas el jodido jefe, no dudes en hacer las llamadas sobre
eso, Tony —dijo Andino, siguiéndolo con una sonrisa.
—No andes diciendo esas tonterías. Cazzo merda3, harás que me maten.
—Te retrasaste este mes y sabes que eso agregará más a tu deuda total,
Paulie.
—Cuatro años.
Deber dinero, especialmente por ese tiempo, era algo malo. Agrega el hecho
de que Paulie tenía una deuda con un mafioso, y eso era aún peor.
—Mes lento.
Antony supuso que ahora entendía por qué Paulie mencionó el tema de
entrar en narcóticos.
—¿Para qué fue? —preguntó Antony.
Antony sabía que Paulie trabajaba duro para obtener su título de médico. El
chico tenía un par de años más en la escuela porque su tiempo era drenado entre
la familia, el trabajo y la universidad. Aun así, Antony respetaba muchísimo a su
amigo por querer ser algo más que un hombre consagrado a la mafia como su
padre.
—¿Cuánto debes?
El corazón de Antony se detuvo. Eso era mucho dinero para que alguien
como Paulie tuviera que pagar.
—¡Exactamente!
—Maldito infierno.
—Sí, pero…
—¿Cuánto se supone que debes pagarle al mes?
—Mil doscientos.
—Tu deuda con Andino está liquidada. Me haré cargo. Quinientos al mes,
Paulie. Nunca te retrases con un solo pago. No se agregará más a la deuda y no
quiero intereses, pero si te retrasas, tomaré el efectivo en sangre. ¿Entendido?
—De acuerdo.
Esta era la primera vez que fue invitado como un hombre hecho a la casa de
su jefe para una cena. Antony no podía rechazar la oferta, ni aunque quisiera, ya
que habría sido de mala educación. Lo más probable es que hubiera más cenas e
invitaciones por venir.
—¿Qué?
—Es sucia, hombre. Viciosa con sus maneras. No puedes confiar en ella en lo
absoluto, lo juro por Dios.
—¿Qué pasó?
Él tenía razón.
Antony no había pasado mucho tiempo cerca o cerca de Kate Catrolli, así que
no podía decir con seguridad si las palabras de John eran ciertas. Vinne mantuvo
a sus dos hijas encerradas. Tan ocultas, de hecho, que Antony aún no había
conocido a la hija mayor de Vinnie. Lo que Antony sabía de Kate venía en forma
de susurros de otros en la famiglia.
—Sí.
—Estuviste de acuerdo.
—Tony, escucha...
—Ella es más que eso —dijo John, la ira calentando su tono—. Hablas como
si no fuera más que mi puta, hombre. Vaffanculo4 con eso, ¿eh? Es de mala
educación.
La culpa retorció las entrañas de Antony. Sabía que John tenía razón. La
mujer con la que John tenía una relación había sido su amante y amiga durante
más tiempo del que había estado comprometido con Kate Catrolli. El padre de
John no aprobaba el bajo estatus económico de la mujer y su línea de sangre
medio italiana.
—Sí, lo sé.
—En serio, no dejes que se entere de que andas con otra persona.
—No es su lugar cuestionar lo que hago con otras mujeres, de todos modos.
Y un hombre hecho.
Antony soltó una risa amarga cuando dobló la esquina y llegó a otro pasillo
que parecía llevarle a un callejón sin salida. ¿Cuántas malditas alas tenía este
lugar? Se había excusado después de la cena para explorar un poco la casa y de
alguna manera se las arregló para perderse en el proceso.
Ahora realmente tenía que orinar, pero no quería empezar a abrir puertas al
azar hasta que encontrara la correcta. Alguien podría no estar muy contento con
eso.
Genial.
Simplemente perfecto.
Debería haber dejado el coñac.
—Tienes otros tres años para entender todo esto —dijo una voz dulce y
femenina.
—Será mejor que papá empiece a pescar dinero ahora. Además, cuanto antes
me vaya de esta casa, mejor.
—Es...
—¿Qué?
—No soy una maldita mojigata, Kate, no voy por ahí teniendo sexo con todos
los tipos que se ven bien y me prestan un poco de atención.
Kate se burló.
—Cecelia, vamos. Eres tan blanca como un lirio. ¿Alguna vez has visto una
polla?
Cecelia.
—¡Vete, Kate!
Si podía ser así de horrible con su hermana, ¿cómo era con John?
Kate se giró, todavía riéndose, y tomó unos pocos pasos hacia Antony antes
de notarlo parado allí. Ella no dijo nada acerca de él escuchando mientras ella lo
pasaba, y él estaba agradecido. Ella, sin embargo, levantó en alto la mano en una
onda burlona y movió los dedos hacia él.
—Hola.
Hola.
Pobre John.
Antony golpeó en la puerta con dos nudillos y dio un paso adentro. Ese fue
probablemente el mayor error que pudo haber hecho.
Exageradamente hermosa.
Su cabello era de color caramelo y caía en ondas sueltas sobre sus hombros.
Ojos de color verde profundo, como el bosque salpicados de rayos de sol, se
abrieron hacia él. Sus pestañas abanicaron sus mejillas mientras sus labios
rosados se abrían en sorpresa.
Seguro, Kate era una chica bonita. Antony no negaba eso, pero no era el tipo
de belleza que tenía esta chica. No sacaba el aire de sus pulmones con un solo
pestañeo o hacía que su corazón de detuviera con una alzada de ceja.
Cecelia se congeló.
¿Qué?
—Um…
¿Qué?
—Sal de mi habitación.
Antony no se movió.
—¿Disculpa?
—Pero…
—Te juro por Dios, te dispararé en el pie si no sales de aquí ahora mismo.
Él se puso serio.
Oh.
Antony asintió, todavía mirando a Cecelia como si ella pudiera saltar sobre
él. Todavía no podía respirar del todo bien y en su pecho dolía ferozmente.
—Nada.
—Mentiroso.
—Lo es. No estoy seguro. Tal vez quería reprimir los disparates de Kate y
esta era una forma de hacerlo.
—Conocí a Cecelia.
—¿Oh?
—Sí.
—¿Y?
—¿Qué?
—Amenazó con dispararme. Bueno, a mi pie, pero es la misma cosa. Ni
siquiera pestañeó cuando lo dijo. También es hermosa. Ahora me pregunto si él
está tratando de guardar a Cecelia para casarla con alguien más por cualquier
razón. Lo hizo con Kate. Es posible.
Su padre sí.
Lo sabrás, Antony.
Simplemente lo sabrás.
—Creo que sería una jodida lástima si casara a Cecelia como lo hizo con Kate.
Paulie asintió.
—He conocido a Cecelia. Es una persona dulce. Mierda, nada como Kate, de
todas formas.
Antony sonrió.
Verdad.
Mierda.
CAPÍTULO 5
—¡Marcello!
Antony asintió.
—Claro, jefe.
—¿Qué?
—Me has oído. Dijo que la acorralaste en un pasillo de arriba y actuaste como
un maldito tonto. ¿Dónde diablos te …?
—Entre nosotros, Tony, sabes que soy yo quien hace todas las llamadas.
Pensé que sería bueno que vieras a mi casa, conocieras a mi familia ahora que
eres parte de ella. Tu abuelo me aseguró de que sabías actuar como un hombre
apropiado, pero aparentemente él también mintió. Si me entero de que vuelves a
molestar a Kate…
Dios mío.
¿No se dio cuenta de que esparciendo tonterías como esa podría hacer que
mataran a un hombre? ¿Ni siquiera le importaba?
—Sí, mi hija…
La voz tranquila de Cecelia pareció quitarle toda la pelea que tenía Vinnie.
El jefe se volvió para enfrentarse a su hija mayor que estaba en la entrada de la
cocina.
—Kate mintió como siempre lo hace. Yo estaba ahí, papi. Y lo seguí abajo
después de que usara el baño para asegurarme de que no se perdiera de nuevo.
Kate estuvo conmigo en mi habitación la mayor parte de la noche antes de que
ella bajara a unirse a la fiesta por lo que no podía haberse encontrado con ella
antes de eso tampoco.
—Claro, claro.
—¿Perdón, principessa?
—Antony, quiero ir a una cita con él. Cumple con cada uno de tus estándares
para alguien que se me permite ver, ¿no es así, Papà?
¿Estándares?
—Y aún vives bajo mi techo, Cecelia. Sigue mis reglas o no. Ambos sabemos
lo que sucederá si no lo haces.
No, Antony no sabía qué mierda hacer. Su boca funcionó, sin embargo.
La había recogido alrededor de las cuatro para la cena, recibió un saludo muy
escaso de su jefe en el proceso, aunque Cecelia actuó como si Vinnie no dijo nada,
y luego procedió a sacarla.
—Gracias.
Cecelia guiñó.
—¿Es tu propiedad?
Él se encogió de hombros.
—Lo es.
Algún día, Antony quería tener la mitad de Nueva York de una manera u
otra. No se molestó en decirle a Cecelia esa aspiración en particular.
—No mentí. Tal vez no los haya presenciado en el pasillo, pero habría oído
algo. Sé lo que podría haber pasado si mi padre le creyera a Kate.
—Tesoro, ¿eh?
Antony supuso que, en realidad, ella no conocía a Tony. No como todos los
demás. Él era el volátil, un Capo con una prerrogativa de no tomar tonterías y
violencia como segundo nombre. Cecelia no necesitaba ver ni conocer a Tony en
absoluto.
—Como tú. Me gusta que sean como tú. —La boca de Cecelia se abrió, pero
Antony le ganó y agregó—: Y no creo haber conocido a alguien como tú, Tesoro
—Fino.
—¿Ninguna en absoluto?
—Actualmente no.
—No soy un santo, si eso es lo que preguntas, pero soy un hombre de una
sola mujer.
—¿Debería preguntar?
—¿Hay más?
—Hay más —confirmó Cecelia como si estuvieran hablando del clima—.
Siempre que siga las reglas y elija a alguien que él considere apropiado, puedo
salir con quien quiera.
—¿Y Kate?
—¿Qué piensas?
Antony se congeló.
—¿Qué?
Cecelia asintió.
—¿Tendría?
—Perdió al bebé a los seis meses —dijo Cecelia, demasiado bajo para que el
ejecutor escuchara—. Antes de que ella se hiciera demasiado grande y antes de
que alguien realmente pudiera comenzar a chismosear. Conveniente, ¿no te
parece?
—Nunca lo dijo. ¿Y ese tiempo antes de casarse? Sí, eso no es para que Kate
pueda terminar la escuela. Es para que ella mantenga la boca cerrada sobre por
qué él la está casado en primer lugar.
Antony no sabía qué decir, pero algo horrible brotó en sus entrañas.
—Cecelia…
—Así que yo sigo sus reglas, Antony. Porque no tengo ganas de ser vendida
al mejor postor con más para ganar. Pero puedo elegir. Y ahora mismo, te estoy
eligiendo a ti.
—No parecías muy contenta conmigo la otra noche cuando estaba en tu
habitación —señaló Antony.
—Estaba avergonzada.
No.
Cecelia le dio una mirada que no pudo descifrar. Una vez más, su corazón
comenzó a latir fuerte.
—Oh.
Cecelia le sonrió.
—Sí, yo también.
Y rápido.
—¿Hmm?
—A mí también.
—Esto.
Ella no se apartó.
Sí, inocente
—Me encanta aquí —dijo Cecelia más para sí misma que para él.
—Oh, Dios mío, eso es… Cecelia, vamos. ¿Cómo se supone que limpias algo
tan grande?
—¿Llenarla?
—Niños.
—¿Niños?
—Nuestros.
Solo habían estado saliendo dos meses, pero él la sacaba cada vez que tenía
la oportunidad, y siempre que ella se lo permitía. Lo que Cecelia quería, Antony
se lo daba. Su sonrisa era como una droga para él y solo estar cerca de ella era
suficiente para calmar su corazón y su alma.
Sí, él lo sabía.
—Perfecto.
—Cecelia...
—Dime.
Había una docena de cosas que podría haber dicho. Cosas que la harían
estremecerse o palabras que podrían haberle dado una pequeña idea de la locura
que experimentaba su mente y su cuerpo cada vez que estaba cerca.
Antony eligió decirle la verdad. Porque ella debería saber. Cecelia era tan
hermosa, tan maravillosa para él, y lo último que haría sería lastimarla o usarla.
Ella merecía mucho más que eso. Especialmente de él.
—¿Eso es todo?
—¿Oh?
—Muéstrame. Todavía quiero una casa grande —dijo Cecelia—. Tal vez una
piscina también.
Julio, 1984
—Por supuesto.
Cecelia le pidió que fuera a la iglesia de su familia todos los domingos, así
que Antony iría. Prefería la iglesia de su familia, pero sospechaba que ir a la de
ella beneficiaba de alguna manera la visión del padre de ella sobre Antony.
—La adoro. La amo. Otro año o cinco no van a cambiar eso. Sé lo que quiero
y estoy bastante seguro de que ella quiere lo mismo, jefe.
»Ella será una buena pequeña esposa de la mafia. Pondrá su mejilla como lo
hace su mamma y fingirá que no sabe lo que estás haciendo con otras mujeres. Sí,
cásate con ella. He querido que algunos bambinos para mimar.
Jesucristo.
La ansiedad que Antony sintió antes salió de su sistema, dejando atrás asco
e ira. Apenas se contuvo de decirle a Vinnie que Cecelia valía más que ser la
esposa de cualquier hombre. Que estaba destinada a ser la esposa de Antony por
alguna razón.
Reglas.
No importaba. Lo tomaría.
Ella hizo lo que él le pidió, girando en sus brazos antes de aplastar su boca
contra la de él. Antony se deleitó en el calor de su boca y la sedosidad de sus
labios moviéndose contra los de él. Adoraba la forma en que esta mujer lo besaba.
Era como si con una sola presión de su boca y el enredo de sus lenguas, ella era
su dueña.
Sí, estaba tan jodidamente enamorado de Cecelia Catrolli que era ridículo.
—¿Oh?
—No.
Cecelia era sexy sin intentarlo. Llevaba vestidos y tacones, los llevaba con un
aire de clase, y siempre lo dejaba con ganas de más, pero nunca de mala manera.
Honestamente, no habían podido hacer mucho en el sentido físico porque ella
siempre estaba siendo acompañada por los ejecutores elegidos por su padre.
Incluso más extraño era el hecho de que a Antony no le importara. Había estado
con mujeres, pero no le importaba esperar a Cecilia.
—Pero los padres suelen pagar para que sus hijas se casen, Antony.
—No dejaré que Vinnie me pague por ti, Cecelia. Si le dejo pagar por todo,
eso es exactamente lo que sentiría yo. Pagaré por nuestra maldita boda.
—Está bien.
—Me alegraré cuando pueda besarte sin una niñera —murmuró Antony.
Cecelia se rio.
Cristo. Sí, tres meses sonaban perfectos. Antony pensó que no podía esperar
más para tener a esta mujer como esposa.
—Más te vale.
—¡Cecelia!
Cuanto más tiempo pasaba Antony cerca de Kate, peor se sentía por
Johnathan.
—¿De qué está hablando? —preguntó él a Cecelia con demasiada calma para
que Kate lo oyera.
Kate bufó.
Cecelia, por otro lado, no se quedó en su lugar. Giró rápidamente sobre sus
talones, se puso al lado de Antony y miró a Kate.
—Déjalo en paz. No es tuyo para que juegues juegos estúpidos y tontos, Kate.
Intenta esa mierda asquerosa con él otra vez, y te prometo que será la última vez
que lo hagas.
Kate se rio.
—Solo haces esto porque la atención no está en ti, Cecelia. Se supone que soy
yo.
—Sí, me voy a casar solo porque tú lo harás en tres malditos años, Kate.
Vamos, eres ridícula. Esto no se trata de ti. —Cecelia ondeó una mano entre
Antony y ella. Solo ahora lo estaba captando y estaba de acuerdo con Cecelia.
Kate era ridícula—. Esto, él y yo, no tiene absolutamente nada que ver contigo. Es
sobre nosotros.
Kate giró y salió corriendo de la cocina tan rápido como llegó. Cecilia volvió
a su tarea de mezclar la masa en silencio. Antony se tomó tres minutos enteros
antes de que decidiera hablar de nuevo.
—Así que cuando trate de hacerlo sobre ella, mira para otro lado. Ella tiene
que casarse por negocios, pero yo no. No voy a dejar que haga esto sobre ella.
Nunca.
CAPÍTULO 7
Octubre, 1984
Era el día de su boda, a pesar de sentirse como que tomó una eternidad
realmente llegar a ese momento, iba bastante bien. No pudo evitar sentirse un
poco triste porque su madre y su padre se lo perderían, pero también tenía a su
hermano, primos y abuelos con quienes compartir el día. Dios sabía que Cecelia
tenía más que suficientes invitados de su lado para llenar lo que él no tenía.
—Cazzo, mírate, chico —dijo Andino, tirando de las solapas del traje de
Antony—. A tu padre le hubiera encantado verte todo elegante.
Antony se sintió aturdido. Su abuelo no había hablado una vez sobre Ross
desde la muerte del hombre hace meses.
—Porque eras igual que él y él lo sabía. Solías caminar haciendo pistolas con
las manos. “Bang, bang”, dirías. Diciéndole a todos los que podían escucharte
que tu Papà los atrapará.
—¿Sí?
—De ninguna manera. Cualquiera con ojos puede que esa chica está
perdidamente enamorada de tu estúpido trasero. Y tampoco estés jodidamente
nervioso. Es una gran multitud, pero todos están aquí por Vinnie, de todos
modos. Ignóralos. Haz lo que el sacerdote te diga que hagas. Sonríe a Cecelia.
—Todavía no la he visto.
Antony caminó hacia el altar para encontrarse con Johnathan donde estaba
esperando.
—Cristo, mírate.
John rio.
—Silencio, chicos —dijo una voz detrás de Antony y John—. Hasta ahora,
uno de ustedes ha tomado el nombre del Señor en vano y casi he tenido
suficiente.
Antony se rio entre dientes.
—Perfecto.
—Fuiste el padrino de Paulie, así que creo que él será el mío —dijo Johnathan
en voz baja.
Quería a Cecelia.
Pronto.
Ahora.
Ayer.
Sempre.
Siempre.
Para siempre.
Entonces, le agradeció a Dios por haberla hecho. No había otra como ella.
—¡Felicidades, felicidades, felicidades!
Jesucristo.
Sí.
—Hagamos eso.
—Claro, cariño.
—Pero lo soy.
—Cierto.
Antony sonrió.
—Adiós.
—Sí.
Antony no necesitaba que su amigo dijera las palabras que estaba pensando.
Eso fue probablemente por lo que Antony se sintió peor cuando se trataba
de Johnathan. Había tomado la decisión de casarse con Kate por negocios, claro,
pero ahora no había forma de retractarse. El matrimonio en su mundo no era
una cosa de por ahora.
—No lo seré.
—Mmm, bien.
Cristo.
Solo el sonido de su voz lo excitaba como nada más. Había esperado mucho
tiempo para sentirla así, para tenerla a solas y ahora ella era la que lo
sorprendía. Para una chica tan inocente, Cecelia parecía más que dispuesta a salir
de esa capa de pureza manteniéndola envuelta firmemente. Ella quería
aprenderlo, claramente.
Si había algo que más adoraba de Cecelia por encima de todo, era su sutil
confianza. A veces era solo el movimiento de su mirada lo que decía mucho. No
era el tipo de mujer que gritaba para expresar su punto de vista y no necesitaba
hacer una escena para hacerse notar.
—¿Quién soy?
—¿Y?
—Solo quería que supieras que cuando dices cosas así y me amas como lo
haces, no me importa nada de eso. Nada de eso me importa mientras seas mío,
¿bueno? Nada de eso.
—Para ti.
Algo se endureció en sus entrañas ante su declaración. Era como con esas
dos palabras, Cecelia le había hecho una promesa que nunca había pedido, pero
que necesitaba escuchar. La posesión rodó por sus entrañas como una bola de
demolición.
Para siempre.
Suya.
—Solo tú.
—Tan bien.
Cecelia sonrió.
—¿Lo prometes?
—¿Tesoro?
Cecelia se estremeció.
—Desnúdame.
—¿Eso es todo?
—Tócame.
Antony sonrió.
—¿Y?
—Ámame.
Cecelia se excitó bajo sus manos urgentes. Antony juntó sus rizos color
caramelo en sus manos y los aparto a un lado de su hombro. Él quitó las
horquillas, que mantenían la mitad de su cabello recogido, una por una,
dejándolas caer al suelo. El collar de perlas alrededor de su garganta fue por el
mismo camino.
La pálida y cremosa piel se erizó cuando sus manos vagaron por su pecho.
Los alegres montículos de sus senos llenaban sus palmas. Sus pulgares rodaron
sobre sus tensos pezones y Cecelia dejó escapar un suspiro tembloroso en
respuesta.
Ella asintió.
Cecelia ni siquiera dudó cuando sus manos se extendieron por los músculos
de su estómago.
—Por favor.
Cecelia hizo otro ruido que Antony no pudo descifrar. Una de sus manos
encontró su cabello, enredándose para sujetarlo con fuerza, mientras que la otra
rodeó su muñeca con la mano que todavía empujaba un lento golpe dentro y
fuera de su empapado coño.
—Yo... no sé... oh Dios mío —gimió ella con los dientes apretados.
—Se va a sentir muy, muy bien, Tesoro. Caliente en la tripa y frío en las venas.
Puede hacerte sentir adormecida cuando te derrumbes, o puedes sentirte
sensible. Cuando se acumule, tienes que dejarlo ir. No luches, Cecelia. Tiene que
construirse para caer, dulce niña.
Cecelia rio ligeramente, el sonido lleno de aire y felicidad total. Ella lo miró
desde arriba con un nuevo destello de conocimiento en sus ojos. Se había
mordido los labios hasta quedar de un rojo rosado y un rubor coloreó su piel de
rosa.
—Mucho más
Ella no sabía del todo dulce. Había un poco de suciedad coloreándola ahora.
Eso le gustó mucho.
Cecelia bajó sus pantalones alrededor de sus caderas junto con sus
calzoncillos. Cuando la parte posterior de las rodillas de Cecelia golpeó el borde
de la cama, él la dejó caer. Antony se quitó los pantalones y los calzoncillos lo
más rápido que pudo antes de subirse a la cama donde su esposa ya se estaba
moviendo hacia arriba para darle espacio.
—De acuerdo.
Antony le sostuvo las manos de ella con una de las suyas, por encima de su
cabeza. Usó la otra para guiar su polla dolorosamente palpitante a su entrada.
Ella estaba más que húmeda como para tomar su longitud, pero eso no
significaba que estuviera acostumbrada a él. Entró en ella en un rápido e intenso
empuje. Al instante, estaba situado dentro de su coño tembloroso, sintiendo su
cuerpo flexionarse a su alrededor y envolver cada centímetro de él. Ella era como
terciopelo ordeñando su polla.
Las manos de Cecelia sobre sus hombros se quedaron quietas antes de que
sus uñas se hundieran profundo en su piel. Esos ojos tímidos suyos se ampliaron,
un brillo cristalizándolos con humedad. Antony se inclinó para atrapar la
primera lágrima que escapó con sus labios, besándolo y acallando un sonido
reconfortante.
Cecelia asintió, pero el aire salió rápidamente de sus labios como un siseo.
—Exacto, así.
Quería asegurarse de que ella nunca siquiera pensara en alguien más luego
de esta noche.
—Pero...
—Estoy lista. Muévete, por favor... Dios, necesito que te muevas, Antony.
—¿Sí?
—Sì.
Ella era el paraíso a su alrededor cuando comenzó un ritmo lento que, estaba
seguro de que la llevaría a lo alto de nuevo, mientras que a él lo volvería loco. Su
cuerpo era un edén glorioso que se sentía mucho como su propio infierno
personal, intentando vencerlos con sus deseos.
—Mejor.
Antony besó un camino hacia abajo por la columna de Cecelia y dejó que sus
dedos bailaran sobre su magnífico trasero, bajo las suaves sábanas. Sus risitas
cansadas y sin aliento se amortiguaron en la almohada, mientras ella despertaba
por sus toques burlones.
—Buen día.
—¿Cómo te sientes?
—Celestial.
Antony rio.
—¿Sí?
—Perfetto7.
Cecelia le lanzó una mirada sobre su hombro. Tenía sus marcas dispersas
sobre toda su piel. Desde sus huellas, a sus besos, e incluso el enrojecimiento de
sus labios, por su barba incipiente y dientes. No había una parte de ella que no
fue reclamada por Antony Marcello.
Antony gimió.
—No me provoques.
—Jódeme.
—Esa es la idea.
—Dime si...
Antony encontró sus manos con las de ella, y las llevó abajo por su cuerpo.
Extendió sus dedos sobre sus labios carnosos, así podría sentir su polla
golpeando en su interior y cómo sus jugos empapaban su longitud.
—Oh, Dios.
—Sí, ahí. Tan bueno, Cecelia. El sexo es más que procreación. Es placer. Es
necesidad. Es conexión. Sigue tocándote. Quiero oír todos los sonidos que haces
mientras te follo y te tocas.
Sí, un monstruo.
Antony bajó a Cecelia. El gran vestíbulo estaba vacío, así como el resto de la
casa.
Cecelia hizo un pequeño baile, lanzando los brazos al aire mientras gritaba
de alegría. El sonido rebotó contra las paredes y e hizo eco. Antony solo se echó
a reír.
Ellos vivieron en una pequeña casa cerca de sus padres por la mayor parte
de dos años mientras la tierra se rompía, los cimientos se vertieron, y las alas se
construyeron. Cecelia hacía tres viajes a la semana al parque Tuxedo solo para
verificar el progreso.
Ella la quería algo grande, así que tuvo que esperar por ello.
—No me importa.
—Cecelia…
—Estás loca.
Ella se giró para mirarlo de nuevo, levantando una ceja de una manera
sugestiva que prometía que a él le iba a gustar lo que vendría a continuación.
Moviendo un dedo hacia él, la sonrisa de Cecelia se ensanchó.
Antony hizo lo que quería, agachándose para capturar la boca de ella con la
suya.
Alejándose del beso justo antes de que pudiera volverse realmente bueno,
Cecelia arqueó una ceja.
—Sabes que sí. Escogiste los malditos azulejos para ella. De interior y
climatizada.
Julio, 1986
Había decidido en esa cena que los dos en cuestión no eran realmente amigos
en absoluto. Los comentarios sarcásticos y la constante necesidad de competir
con las cosas que Cecelia y Antony tenían era molesta y mezquina.
Cecilia se sacudió todo, pero Antony estaba haciendo inventario. Entre más
comentarios se hacían, más herida parecía estar su esposa. Antony no podía
soportar ver a Cecelia herida por nada y ciertamente no por un grupo de
insignificantes y celosos amigos.
Era por eso Antony no tenía amigos, honestamente. Los que tenía estaban
conectados con la Cosa Nostra y habían estado en su vida por más tiempo del
que le importaba recordar. Cecelia quería amigos normales. Eso, o ella estaba de
alguna manera tratando de desconectarse de una parte de su vida de la famiglia.
Antony no sabía cómo decírselo a su pequeña y dulce esposa, pero eso nunca
sería posible.
Antony supuso que su esposa había tomado casi todo lo que podía de su
amiga.
¿Que se casó?
¿Qué mierda?
Cecelia, por otra parte, soltó una carcajada que él nunca había escuchado. Se
giró hacia su esposo, de puntillas para presionar un beso en sus labios sellados.
—Seguro, Tesoro.
—Pero…
Antony interrumpió lo que sea que Lissa iba a decir con un gesto de su mano.
—Síganme.
Antony supuso que era momento de dejarles saber lo sucio que un Marcello
podía jugar.
—Antes de que se vayan, hay un par de cosas que deberían tener en cuenta
—dijo Antony con un tono seco y aburrido.
—Sì. Entre Cecelia y yo, confía en que ella es la buena de nosotros dos. Ella
es la respetuosa. Girará la mejilla y sonreirá cuando la hagas enojar. Yo, sin
embargo, no lo haré.
—Disculpa…
»Cuando construí esta casa, lo hice con el conocimiento de que debía haber
ciertas características añadidas. Para mi negocio, ya entenderás. Necesitaba unos
cuantos específicos cambios, como un sótano con paredes tan gruesas que los
gritos de una persona no podrían ser escuchados.
Porque sí, no importaba qué especie seas, incluso los humanos sabían
cuándo un depredador los tenía en la mira.
Antony era un hombre tranquilo. Los hombres tranquilos eran un poco más
peligrosos que el resto. Ciertamente esperaba que estos dos también se dieran
cuenta ahora.
—Oh, y una cosa más —dijo Antony, hacia los dos mientras estaba de pie en
la puerta mirándolos congelarse en su entrada principal—. Si alguna vez tienen
el placer de volver a entrar en la casa de mi bella esposa, les sugiero que
mantengan su actitud y sus celos bajo control y bien ocultos, o todos
aprenderemos qué tan fuerte tienen que gritar antes de que Cecelia pueda
escuchar. Que tengan una noche maravillosa.
Diciembre de 1986
Antony contó el dinero, cada billete golpeando la mesa uno tras otro en
rápida sucesión. El teléfono de su escritorio sonó, pero lo ignoró por el momento.
Cuando el último billete llegó a la mesa, la llamada se detuvo. Antony contó el
dinero por segunda vez solo para asegurarse de que no había se saltado nada.
—¿Antony?
—Antony…
Antony colgó el teléfono y se volvió hacia el asociado que había reducido sus
cuotas semanales a su Capo en casi ochocientos dólares. Esa mierda no se podía
aceptar. Antony amaba las calles. A veces eran largas y jodidas horas, el estrés
era alto y su equipo podía ser un montón de pequeños imbéciles, pero ser un
Capo como su padre le había dado una sensación de logro.
Una cosa era tener un botón en la famiglia, era completamente diferente tener
una posición.
El chico no respondió.
—¿Cuánto?
—Mierda.
—No lo hice.
—Lo supuse.
En los negocios, Antony era volátil. La violencia venía como una segunda
naturaleza. Siempre había sido un poco despiadado con su trabajo y su equipo.
No recibía mierda y nada menos que la perfección y la obediencia eran aceptables
para él.
Este chico también lo sabía.
—Pero…
—¿Por qué?
—Si no vuelves aquí con mi dinero, lo usaré para matarte. Mejor sabes lo que
viene, ¿verdad? Te veré en cuatro horas y si no, ya verás lo pasará. Lárgate.
John se rio desde su lugar en el sofá una vez que el chico se fue.
—Estoy tan contento de no tener que lidiar con tontos como ese.
—Te gusta.
—¿Y el jefe?
—Vinnie la deja hacer lo que sea que jodidamente quiera. Yo solo tengo que
aparecer, ya sabes.
—Cecelia planeó la nuestra en tres meses. ¿Qué demonios está haciendo Kate
que necesita un año o más de tiempo para hacerlo? —preguntó Antony.
—Superando a su hermana.
Antony bufó.
Sin que John tuviera que decirlo directamente, Antony podía verlo escrito en
el rostro de su amigo. El arrepentimiento era una carga pesada y el deber era un
monstruo imposible de enterrar.
Siempre.
CAPÍTULO 10
Abril, 1987
Antony no quería admitirlo ante su amigo, pero Carl Calabrese senior era un
cabrón desagradable cuando quería serlo. Por otra parte, tal vez a John
simplemente no le importaba si el asiento de su padre como Don de la familia
Grovatti era usurpado por un Capo.
—¿Qué hay de mí? —John se rio por lo bajo—. He hecho todo lo que mi
jodido padre quiere. Estoy por encima de su mierda. Él puede limpiar su propio
desastre, tengo que proteger a mi propia familia, ¿sabes?
—En casa.
—Trabajo.
—Demasiado, tal vez.
Cristo.
Mierda.
El matrimonio era duro. Estaba aprendiendo que una persona tenía que
trabajar solo para que funcionara. Ni siquiera tenía el maldito tiempo para
hacerlo funcionar.
Antony suspiró.
—¿No lo es?
—No para mí. La amo como tú amas a Cecelia. Tengo que manejar mi
negocio en lo que a ella respecta. No puedo simplemente darle la espalda,
especialmente ahora.
—Has dejado clara tu posición con respecto a cómo te sientes sobre mis
elecciones con Lina, Tony, así que déjalo en paz. Además, cuanto menos sepas,
mejor.
—Nada malo.
—Algo realmente bueno —dijo John con una pequeña sonrisa—. Algo
sorprendente, fue estúpido de mi parte dejar que sucediera. Pero todavía no se
lo puedo decir a nadie
Agosto, 1987
Antony ayudó a su amigo a abrir la parte superior de las otras cuatro cajas y
sacar la basura que ocultaba las armas debajo.
—¿Tu punto?
—John…
—¡Antony!
Cecelia se llevó las manos a las caderas y examinó las cajas frente a las cuales
se encontraban Antony y John.
—Nada…
—Antony.
—…importante —terminó.
Porque los otros almacenes estaban llenos de mierda, Vinnie aún no podía
deshacerse de eso porque estaba etiquetado como caliente y llamaría la atención
a la venta en las calles. Nadie quería que los policías encontraran un camino que
los llevara a ellos. Antony tenía el ático más grande. Esto funcionaba.
Ella no se movió.
—Antony.
—Mía también.
Con eso, su esposa giró sobre sus talones y desapareció por las escaleras.
Antony suspiró.
—Ella está embarazada.
—¿Qué?
—¿En serio?
—Guau.
John resopló.
—¿Cecelia?
—¿Qué, Antony?
Cecelia dejó caer el trapo de la vajilla y se volvió hacia su esposo con dolor
arruinando sus hermosos rasgos.
—¿Eh?
—No.
—Bien, entonces hazlo más a menudo. Usa palabras o algo así. Cualquier
cosa menos silencio y regalos que no quiero ni necesito. No quiero excusas para
lo que estés haciendo, pero también necesitas usar tus palabras conmigo. Solo...
¿entiendes lo que estoy diciendo en este momento?
—¿Cuándo?
»No importa. Déjame en paz un rato, por favor. Estoy cansada y quiero
terminar esto para poder ir a la cama.
—¿Qué?
—¿Qué cosa?
—Sabes qué. Puede que no esté aquí todo el maldito tiempo, pero noto
mierda cuando lo estoy, Cecelia. Como el hecho de que no has cocinado huevos
en un mes y cómo has estado durmiendo hasta las diez en lugar de estar despierta
hasta el amanecer como siempre. Porque sí, cuando no estoy aquí por la mañana
para despertarte, te llamo para saludarte. No contestas. Me preocupé y vine a
comprobarte una o dos veces. Estás exhausta, no te sientes bien, y cuando estoy
en casa, tienes poco o ningún interés en mí.
—¡Eso no es cierto!
—Yo…
—¡Por qué aborté hace ocho meses, pero estabas demasiado ocupado con
todo lo demás, excepto conmigo como para notarlo!
—¿Abortaste?
—Cecelia, yo…
—No lo hagas —interrumpió su esposa—. No quiero escuchar tus disculpas,
Antony. Solo quiero que te des cuenta de que hay más en nuestra vida que el
trabajo, la mafia, las drogas que crees que no sé que están en el sótano, y las armas
en mi maldito ático. Hay más para nosotros, ¿de acuerdo? Lo hay.
Antes de que Antony pudiera decir otra cosa, Cecelia dejó su lugar en el
fregadero y los platos sucios que todavía se necesitan limpiar, empujó más allá
de su cuerpo aturdido en la entrada, y desapareció por el pasillo.
Quería tener hijos. Lo que no quería era que su esposa sufriera a través del
proceso de finalmente tener uno.
El silencio le respondió.
Nada.
Todavía nada.
Antony dio un paso atrás de la puerta y luego pateó por debajo de la perilla
de la puerta con su bota. Bajo la fuerza de su golpe, la puerta se agrietó y cedió.
Cecelia estaba en el centro de la habitación con los brazos cruzados y una
expresión severa.
—¡Iba a abrirla!
Se encogió de hombros.
Oh, bueno...
Cecelia bufó.
—Lo siento —dijo Antony otra vez, más sincero la segunda vez—. Realmente
siento… sobre todo, Tesoro. Voy a resolver algo para que pueda estar aquí contigo
más seguido.
—¿En diciembre?
Antony se estremeció. Cecelia no era de las que usaba tal vehemencia con
respecto a su religión o a la iglesia. Ella tenía a Dios por encima de todas las cosas
en su vida, incluso Antony hasta cierto punto. Antony respetaba a su esposa por
eso, porque él entendía que así era Cecelia.
—Cecelia…
—¿Por qué quitarme eso? —preguntó en voz baja, la humedad llenando sus
ojos—. ¿Por qué?
—No debiste haber pasado por eso sola, Cecelia. Esta... esta mierda no
volverá a suceder.
—Puedo hacer eso. Para que lo sepas, nunca te olvido, de todos modos. Pero
también puedo hacerte consciente.
Cecelia sonrió. Era genuina y real. Calentó su alma fría hasta el fondo.
Un bebé.
CAPÍTULO 11
Octubre, 1987
—Mucho.
Cecelia lo miró de lado, con las pestañas abanicando sus mejillas mientras
sonreía de manera sexy.
—Eso he oído.
Cecelia se rio.
Ella sonrió.
Antony nunca más tomaría ventaja de tener una esposa y amante como
Cecelia.
—Feliz aniversario.
Antony inclinó la cabeza hacia las cortinas de la cabina privada. Su mente no
ni remotamente cerca de la ópera y dada la forma en que su esposa lo miraba,
tampoco lo estaba la de ella.
—No.
—¿No?
—¿Sientes eso, Cecelia? Eso es lo que tus malditas bromas me hacen. Más
vale que estés lista y dispuesta para hacer el bien aquí y ahora.
Cecelia suspiró como si sus palabras hubieran sido la única cosa que quería
oír.
—Lo hice.
Antony hizo girar a Cecelia, de modo que su espalda estaba bien apretada
contra su pecho. Los alejó de las lujosas sillas de cuero en el balcón privado,
manteniendo un firme agarre alrededor de la sección media de su esposa
mientras se acercaban a la pared divisoria que daba al teatro de la ópera. Colocó
las manos de Cecelia en la barandilla.
—Me pregunto qué tan ruidosa tendrías que ser antes de que alguien nos
notara, Cecelia.
—Jesús, detente.
—Oh, mi...
Las palabras de Cecelia se cortaron con una tranquila toma de aire cuando
las manos de Antony se deslizaron bajo su vestido de seda, usando una mano
para palmar la redondez de su trasero mientras la otra viajaba entre sus muslos,
separando aún más sus piernas. Con los dedos, rozó la línea de sus bragas,
sintiendo la humedad de su esposa que ya estaba empapando la delgada tela.
—Lo recordaré la próxima vez. Dios sabe que follarte durante todo esto hará
que esas malditas presentaciones sean más soportables para mí.
Cecelia le contestó con una risa que se derritió en un gemido bajo cuando sus
dedos se deslizaron bajo sus bragas y acariciaron su coño empapado. Extendió
los labios carnosos de su sexo mientras su otra mano empujaba su falda hacia
arriba, exponiendo su trasero cubierto de encaje. Cecelia arqueó su espalda en
respuesta, haciendo que su trasero se estrellara contra su dura polla.
—Sigue así, Cecelia —dijo Antony, su advertencia de tono.
Cecelia gimió.
—Dios, no.
—Mira.
—¡Antony!
—Eso es lo que me gusta oír —dijo, volviéndole a meter su polla tan fuerte
como pudo.
Cecelia giró para mirar a su esposo, pero Antony obligó la cabeza de ella a
mirar fijamente al escenario del teatro y a la gente de abajo.
—Mira, te lo dije.
—Pero...
—Solo contigo.
Antony sonrió.
—Solo conmigo.
—Oh.
Mierda.
Diciembre, 1987
—Ya lo dije.
—Ajá. Lo entiendo.
Antony sonrió.
—Te ha dado uno por cada Navidad desde que se casaron, ¿verdad?
Nadie más que él tocaba sus cuchillos. No los que Cecelia le daba, de todos
modos.
—Hice la cosa familiar esta mañana y Vinnie me invitó para venir aquí, así
que por qué no, ¿verdad?
¿Cosa familiar?
Johnathan tenía muy poco que ver con su familia ahora que estaba
completamente integrado en la familia criminal Catrolli. Mezclar negocios con
otras familias era algo arriesgado, incluso si estaban relacionados. Vinnie había
dejado en claro que se mantendrían alejados de la familia Grovatti hasta que el
caos con los Capos se desvaneciera. John no era alguien que rompiera esas reglas
considerando que era el subjefe de Vinnie y que no se vería bien.
—John…
—El jefe llama —dijo John, dejando a Antony en silencio y aturdido detrás
de él.
CAPÍTULO 12
Febrero, 1988
—Cristo, bella, ve más despacio por un minuto. Tengo que atender eso. Podría
ser importante.
O algo…
A Antony no le importaba.
Cuando el teléfono empezó a sonar de nuevo, Antony apretó los ojos y deseó
que pudiera ignorarlo. No podía.
Joder.
Infierno.
—¿Estás bien?
—¿Qué pasó?
Antony rodó los ojos, ya frustrado. Cualquier cosa que incluyera el nombre
de Kate podría ser una mierda. Cómo Johnathan aguantaba a su nueva esposa,
Antony no estaba seguro. Su amigo tenía el respeto de Antony multiplicado por
diez a causa de eso, sin embargo.
—No —murmuró John—. Algo sucedió cuando ella estaba allí. Yo quería ser
el que te llamara, no nadie más.
—Había un montón de tipos allí. Ya sabes cómo es Vinnie. Tiene cenas todo
el tiempo con Andino y los Capos mayores.
No era posible. Andino era un hombre sano en cuanto a eso. Por su edad y
linaje, tenía un corazón fuerte y una actitud a juego.
—Pero... no, John, hablé con Andino esta mañana. Sabía que iba a ir a la casa
del jefe. Estaba bien. Kate debe haberse equivocado y…
Él no quería pensar en eso. Pensar en eso lo haría real. Antony pensó que era
mejor si pudiera simplemente apagar todos los sentimientos y fingir que no
estaba sucediendo.
No su abuelo.
No podía.
No había garantía.
Antony podía preguntarse por qué y pedir respuestas todo lo que quisiera,
pero Dios no tenía que dar una razón. Suponía que eso es lo que más odiaba de
su elegida deidad.
Dar y tomar.
—¿Antony?
—¿Dante?
Cecelia limpió la humedad que escapó de las esquinas de los ojos de Antony.
Justo allí…
En sus brazos.
Vida.
Él hizo eso.
Y amado.
Cecelia pensó que el bebé sería una niña. De hecho, había estado tan segura
del género que compró muy poca ropa de niño para Dante. Incluso la guardería
del niño había sido pintada de amarillo pálido, aunque Antony iba a corregir ese
problema. Dante volvería a casa a una habitación apta para un pequeño Italiano
Principe. Completo con cuatro paredes azules.
—Maldita sea, es un niño guapo, hombre —dijo John, viniendo a estar al lado
de Antony—. Se parece a ti.
—Y a Cecelia.
—Lo sé.
Antony se rio.
—Sí, si lo entrego.
Lo suficientemente cierto...
—¿Sí?
—Sería un honor.
John tendió la mano para acariciar la cabecita de Dante, una sonrisa jugando
en sus labios. La tristeza que persistía en su mirada, sin embargo, no escapó de
la atención de Antony.
Otoño, 1989
—¿Vacaciones? —preguntó Cecelia, balanceando a un inquieto Dante en su
cadera.
—¿Algo así?
—¡Papà!
—Algo así, Cecelia. Haremos lo que quieras, pero hay algunas cosas que
quiero revisar en Italia. Andino tenía una propiedad de la familia ahí y ahora es
mía. Además de eso, tenía algunos negocios. Así que sí, algo así, ¿está bien?
—Exactamente, no.
—Cómo se supone que voy a explicar que él esté maldiciendo cuando vamos
a la iglesia, ¿eh?
Su futuro, claramente.
Antony estaba esperando a otro chico. Las chicas lo asustaban mucho. Chicos
podía manejarlos. Chicas... probablemente no.
—Pero…
Quería asegurarle a Cecelia que todo estaría bien. Quería abrazar a su esposa
y disculparse por exigirle que hiciera este viaje con él. Quería fingir que su hijo
no estaba cerca de la muerte y que todo no era culpa de Antony.
¿Qué podría hacer este hospital en un pequeño pueblo siciliano con poca o
ninguna atención médica digna de la situación por su hijo?
¿Qué?
Su culpa.
En todos lados.
Cecelia no podría haberlo sabido. Nadie les había advertido cuando visitaron
las aldeas que el virus se estaba extendiendo.
—Pero mi bebé...
—Gracias.
Eventualmente.
Sabía que la enfermera solo estaba tratando de ser útil, pero en realidad, solo
quería que se fueran. Ya habían dicho que Dante necesitaba superar su fiebre
antes de que pudieran hacer mucho más. ¿Qué medicamento se le podía dar?
Ahora, no era más que un juego de espera.
—Traeré paños fríos. Tendremos que evitar que la fiebre aumente. Es
peligroso, el niño puede convulsionar durante la noche.
Antony siguió pasando las manos por los rizos suaves y sudados de Dante.
Cualquier cosa.
El doctor asintió, dándole una mirada triste al niño sentado sobre el regazo
de su padre.
—Por supuesto, podemos hacer pruebas para estar seguros, cuando alcance
la pubertad y de nuevo, cuando sea adulto. Si es encontrado estéril, hay una
oportunidad de que, cuando se vuelva mayor, su fertilidad pueda regresar, pero
es raro. Increíblemente raro.
Ella se culpaba a sí misma, él lo sabía. Porque ella creía que ciertas vacunas
eran inútiles, Dante había ido sin una y le costó caro. Aun así, Antony no culpaba
a su esposa por un error inocente en su juicio. Solo deseaba que también ella
pudiera dejar de culparse.
—Tesoro...
Enero, 1990
Antony sonrió.
—Ábranlo y veamos qué hay adentro. Tenemos mucho trabajo que hacer.
Esta mierda necesita estar en las calles y venderse para mañana. Tenemos que
irnos y tener el dinero en las manos antes de mañana en la noche. ¿Está claro?
Uno de los chicos más jóvenes se asomó desde la parte trasera del camión.
Maldición.
Nunca permanecía fuera de casa sin antes decirle a Cecelia. No era que
tuviese que hacerlo, pero le prometió a su esposa que lo haría, si era capaz.
Sumándole el hecho de que ella estaba cerca de su fecha de parto de su segundo
hijo, y Antony estaba nervioso. Por otro lado, no podía dejar a su equipo, porque
si Vinnie descubría que Antony dejó a sus muchachos en el aire, con un plan y
sin supervisarlos, seguramente lo haría pagar como el infierno.
También estaba el hecho de que tenía que ir al tributo a las siete de la mañana
en el restaurante favorito del Don. De ninguna manera sería aceptable que
Antony se perdiera el homenaje, jamás.
Era bien pasadas las seis de la mañana antes de que Antony observara los
bienes descargados y sin categorizar ser cargados dentro de la parte trasera de
varios vehículos. Desempacaron la mayoría las cosas para asegurarse de que
nadie tuviera pruebas de dónde venían los artículos. Removieron cualquier
etiqueta de identificación, y luego clasificaron las mierdas en pilas de similitud y
preferencia de dónde serían mejor vendidas en las calles. No era la primera vez
que tenían una carga como esta, llena de bolsos, joyería, zapatos y ropa.
Revisando su reloj, Antony maldijo en voz baja. Aún tenía un tributo al cual
asistir antes de poder ir a casa, pero, al menos, podía encontrar un maldito
teléfono y llamar a Cecelia de camino.
—Claro, Skip.
—Ahora, si no te importa.
—No, dará a luz y solo quiero asegurarme de que está bien. Intentaré llamar
cuando llegue al restaurante, pero quiero que alguien vaya y la vea físicamente.
Dante la mantiene corriendo sin parar y ella no sabe cómo quejarse, ya sabes.
—Muy bien, Skip.
Con un último adiós a su equipo y una advertencia de que los llamaría más
tarde para ver cómo les iba con los productos, Antony salió del almacén. Hizo un
buen tiempo viajando al restaurante, dado que superó diez veces el límite de
velocidad y logró llegar cinco minutos antes. Todos los demás ya estaban allí y
esperando cuando Antony entró en la sección privada del restaurante.
—Muy cerca del límite, Marcello —dijo Vinnie—. Estaba a punto de enviar
un par de cafones11 a buscarte.
—No.
—Alta gama.
—Bien hecho.
Debajo de la mesa, la rodilla de Antony rebotó. Golpeteó con los dedos una
y otra vez el respaldo de la silla de John mientras trataba de relajarse en su
asiento. Nada funcionó. Nada parecía ayudarlo a calmar la furiosa inundación
de preocupación que lo inundaba.
—¿Nunca?
—Tony, ella me arrojó café caliente esta mañana antes de que me fuera de la
casa.
Santa mierda.
—Porque no me quise acostar con ella anoche. Cómo follas a una mujer que
odias, ¿eh?
Ay.
—Lo siento.
—No importa, pero no le daré a esa mujer un hijo para que desquite su furia.
Si no estoy allí para detenerla cuando está en uno de sus ataques, ¿quién ocupará
ese lugar? No será mi hijo o hija. Tengo todo lo que necesito, de todos modos.
•••
—Sí, lo sé. Estaré allí esta noche. De todos modos, ¿tuviste noticias de tu
hermana hoy o anoche por casualidad? —La llamada quedó en silencio y John
apretó el auricular—. ¿A qué coño te refieres con que te llamó y no respondiste?
—Justo lo que dije, John —respondió Kate tan fuerte que incluso Antony
escuchó—. No tengo tiempo para escuchar sus quejas de mierda. Ella es la
embarazada por segunda vez. Me importa una mierda si está cansada o le duele
la espalda, está bien. No me importa.
—Antony…
—Necesito ir a casa —dijo Antony, cortando lo que sea que fuera que
estuviera a punto de decir John—. Cecelia no llama a Kate a menos que
absolutamente lo necesite.
—Ella dijo que Cecelia llamó en algún momento durante esta mañana
después de que me fui. Ella estaba bien esta mañana, Antony. Si llamó, ella estaba
bien.
—¡Skip!
—¡Skip, espera!
Sangre.
—Gio…
—Skip...
—¿Dónde está?
—Cristo.
Antony sintió que todo su cuerpo se alejó flotando por un segundo. Escuchó
al chico decir en qué hospital estaba Cecelia y que Liliana había llegado poco
antes de la ambulancia para llevar a Dante. Cecelia debe haber tratado de llamar,
o lo hizo, porque el teléfono estaba descolgado y sonaba un tono de marcado,
explicó Giovanni.
—¿Qué?
Giovanni no preguntó por qué. Era bastante obvio. Las manos de Antony
temblaban tanto que apenas podía sostener las llaves.
—Llévame con mi esposa.
El chico asintió.
—Claro, Skip.
Sin siquiera considerar que podría lastimarla, Antony cruzó el espacio entre
él y su esposa, deslizándose en su cama para abrazarla con fuerza. Cecelia hizo
una mueca, el dolor nubló sus rasgos, pero no le pidió que se moviera.
—No te vayas.
—Traté de llamar.
Realmente no lo estaba.
—¿Él?
—Otro chico.
—Se parece a Dante, pero un poco más como tú —dijo Antony, besando la
mejilla manchada de lágrimas de su esposa—. También con más cabello.
—¿Todo?
—Quería más.
—Lo sé.
—Nosotros no...
—Son tan perfectos, Cecelia. Dos niños sanos. Los malcriarás y amarás hasta
la muerte, pase lo que pase. Ya lo haces. Los niños de mama, ¿verdad?
Antony rio.
Antony conocía cada centímetro del rostro de su bebé sin siquiera verlo.
Sabía que la nariz del niño coincidía con la de su madre, pero tenía el cabello
oscuro de Antony y la forma de los labios de su padre. Sabía que los labios del
niño se retorcían a un lado mientras dormía y parecía gustarle chuparse el
costado de la mano.
—¿Oh?
—Aún no.
—¿Y?
—Planeo hacerlo.
Antony asintió.
—Creo que… —Cecelia frunció el ceño antes de decir—. Creo que te llamó
Skip.
—Probablemente.
—¿Cuál es su nombre?
—Los nuestros serán jóvenes cuando empiecen también. Así es como va,
Cecelia.
—Eso es diferente.
—Lo que sea que les haga feliz me hace feliz —explicó Cecelia, todavía
embelesada por la vista de su hijo—. Y si eso es la Cosa Nostra, entonces es lo
que es. Mi trabajo como madre no es juzgarlos, es amarlos y apoyarlos. Ese otro
joven, sin embargo, no es mi hijo. Solo me pregunto, eso es todo.
—Lo hizo.
Marzo, 1990
Giovanni David Marcello gritó con todos sus pulmones al sacerdote mientras
el agua sagrada fue salpicada en su pequeña frente. Para un bebé de ocho
semanas de edad que debería dormir dieciocho horas al día, Giovanni estaba
activo y alerta. También era ruidoso al extremo, mantenía a su madre y a su padre
despiertos por la noche, y no era nada como su hermano mayor. Giovanni no
chuparía nada a menos que fuera una botella o el dedo de su madre, tenía que
ser mecido para que se durmiera, y Dios lo ayude si podía escuchar algo
sucediendo a su alrededor.
Sí, problemas.
Antony ya lo sabía.
—Lo es.
No de la Cosa Nostra.
Suyo.
Antony sintió que los dedos de Cecelia se entrelazaban con los suyos
mientras Giovanni estaba siendo bendecido. Una vez más, a la vista del hombre
que le salpicó agua antes, el bebé empezó a chillar con toda la fuerza de sus
pulmones. Antony no se preocupó en retener su risa cansada esa vez.
Cecelia sonrió. Ella lo estaba haciendo mejor, aunque no había sido capaz de
dejar el hospital por dos semanas. Mas de una vez se había sacado sus puntos
tratando de hacer mierda que no se suponía que tenía que hacer. Antony
apreciaba la tenacidad y la independencia de su esposa. Cecelia era dura, fuerte,
y aterradora en formas que muchas personas no sabían y no podían ver. A veces
él necesitaba decirle que se calmara y dejara que otros manejen las cosas.
—Lo estamos.
Sin embargo, Antony apostaría que eso sería toda clase de diversión.
—Tengo los de papá después de que murió y Andino tenía un par de autos
agradables que me dejó —explicó Antony.
—Síp.
—¡Papà!
Un Dante de seis años se giró en sus talones con su pistola de agua de plástico
en la mano y apuntó directamente a su hermano menor.
Toda esa mierda lo que hacía era enseñarle al niño a temer a sus padres, no
a respetarlos.
—Nada.
—Pero, no…
—¿Dante?
Dante frunció más el ceño.
—Dios es segundo.
—Vayan.
Una vez que los chicos estaban fuera de vista, Johnathan se rio junto a su
amigo.
Giovanni inmediatamente sacó un pedazo de pan del lado del plato para
meterlo en su boca. Antony no logró atrapar la comida antes de que
desapareciera.
—Lo siento —murmuró Gio con la boca llena, sabiendo que estaba en mierda
solo por la mirada en el rostro de su padre.
—Lo siento.
—Lo siento.
—Deja que el niño coma —dijo Vinnie a tres asientos de él—. Es un principe
en crecimiento y necesita su comida, Marcello.
Una vez que se sirvió la mesa, Antony unió las manos con sus hijos, inclinó
la cabeza, y dio las gracias. Después, la conversación fluyó fácilmente mientras
la comida se consumía. Era algo acerca de los italianos y su comida, Antony sabía.
No solo la comida, sino la reunión de amigos y familiares. Una manera de
mantenerse conectado con aquellos que te importaban y los que se preocupaban
por ti.
—Tal vez —murmuró John antes de llenar su boca con pan con mantequilla.
—Bueno, él tendría que estar en casa más seguido para que eso pase —dijo
Kate con una risa ligera que se sentía cualquier cosa menos divertida—. ¿Y por
qué debería regresar a casa cuando tiene su goomah encargándose de todo eso por
él?
—Seguro.
Antony estaba agradecido de que el resto de los invitados no dijeran nada y
volvieron a comer como si todo estuviera bien.
Dante, como el caballero adecuado que era, comió despacio y con cuidado.
El niño no sabía cómo hacer un desastre. Le recordaba mucho a Antony, en
realidad. Dante era el recto y directo entre él y su hermano, menos ruidoso.
Siguiendo las reglas, en su mayoría.
Giovanni, por otro lado, tenía pasta y salsa regada de un brazo a otro. No le
gustaban los tenedores y no sabía cómo mantenerse limpio.
Cuando estuvo seguro de que su hijo más pequeño había hecho suficiente
desastre y terminó de cubrirse el rostro con la pasta que no había aterrizado en
la mesa, el piso o su cuerpo, Antony levantó a Giovanni de la silla. Excusándose
de la mesa, llevó a su hijo a la cocina.
—Pero…
—Bueno. Me quedaré.
—Más te vale.
—Lo haré.
Especialmente Gio.
Antony se encogió.
—Creo que nuestro apetito está más que lleno por la noche.
—Era tu cena.
—Oh, bueno.
—Si alguna vez haces un truco como ese, Val, te golpearé el trasero hasta
dejarlo negro y azul. Actúa como una perra y serás tratada como tal, ¿entendido?
No en su casa.
Indiferente y sabiendo muy bien que parecía cruel, Antony levantó a Daniel
y giró el rostro sangrante del hombre en dirección a su esposa que lloraba en
silencio.
Soltó al hombre.
—A Vinnie no le gustará que sigas así, Tony —dijo Timmie, el Capo mayor
sentado junto a su esposa atónita y sin palabras.
Volviéndose hacia sus hijos, Antony ondeó una la mano hacia el desastre que
había hecho. Esta era otra lección. Una regla más para que los niños aprendan.
Los dos niños estaban casi acostumbrados a las reacciones de su padre, tanto
físicas como de otro tipo, cuando se trataba de otros hombres ahora. Sus dos hijos
pasaban gran parte de su tiempo siguiendo a Antony, lo que también significaba
ver a su padre dirigiendo a su equipo.
Antony esperó tan pacientemente como pudo hasta que Cecelia llegó a la
puerta, con un sacudidor en la cadera y Giovanni bajo sus pies. Ese niño era un
niño de mamma de principio a fin.
No obstante, Gio conocía las reglas. Mientras tuviera cuidado con su cuchillo,
lo conservaría. Si actuaba como un pequeño cafone, lo perdería.
—Industrias
Todos los demás, excepto el jefe de Antony, tenían demasiado miedo hacerlo.
La única razón por la que Vinnie lo hacía era porque el hombre sabía que Antony
respetaba la Cosa Nostra y las reglas de la vida por encima de todo lo demás.
Antony mostró dos diseños que le habían sido entregados más temprano en
el día.
—¿Cuál prefieres?
—¿Por qué no me sorprende que hayas hecho los diseños con Industrias
Marcello en lugar de Inversiones?
Él rio.
—No lo sé. Los dos son realmente llamativos. No creo que puedas
equivocarte al elegir cualquiera de ellos
—Porque es grande.
Los chicos pasaban el día con sus abuelos. Un descanso para sus padres
mientras Antony invitaba a Cecelia a un Día de San Valentín privado. No podía
hacer estas cosas tan a menudo como quería. No había tiempo suficiente para
eso, lamentablemente.
Parecía que a medida que envejecían, y cuanto más tiempo estaban casados,
más tiempo se les escapaba de las manos. Sin embargo, Cecelia nunca olvidaba
recordarle a Antony a su manera que ella estaba allí. Él no necesitaba los
recordatorios, pero usaba todos y cada uno de ellos para darle a Cecelia su amor
y atención porque si ella lo pedía, claramente lo necesitaba. Él no necesitaba saber
por qué lo hacía, simplemente se lo entregaba.
Cuando Cecelia estaba a unos treinta pasos del lugar oculto de Antony, su
caminata se detuvo abruptamente. Pétalos de flores, tulipanes, su tipo favorito,
habían sido esparcidos por el camino de entrada. Si los seguía como Antony
esperaba, Cecelia descubriría que conducían a algo especial solo para ella.
Cecelia giró sobre sus tacones rápidamente, casi cayendo al suelo nevado.
—¿Para qué?
—Bien. Sí, una casa. Has estado diciendo que querías una casa de huéspedes
junto con la piscina, pero también necesitas algo. Un lugar puedas esconderte de
los chicos durante cinco minutos. O de mí, incluso.
—Ah, ya veo.
—Me mimas.
—¿Dónde están los chicos? —preguntó ella sin aliento y ojos brumosos.
Quería que su mujer sintiera lo que le había hecho, lo que le hacía él, todos
los días, todo el día.
Antony le quitó el abrigo a su esposa al mismo tiempo que ella le quitó sus
pantalones. Las palmas frías se deslizaron debajo de bóxer y él se sacudió en la
sensación fría en su eje duro. Antony dolía de adentro hacia afuera mientras ella
lo bombeaba lentamente, su agarre apretándose en los lugares correctos para
hacerlo soltar un gemido en su cuello.
Antony no quería perder el tiempo. Tenían tan poco de ello tal y como era.
—Quiero que te corras en mis dedos y boca antes de follarte contra esta
pared, Tesoro. Quiero que grites mi nombre tan fuerte que el sonido se incruste
permanentemente en las malditas paredes.
—¿Sí?
—Dios, sí.
—Voy a…
Movió las copas de encaje que cubrían sus pechos fuera del camino,
prodigando la misma atención en sus tetas que tuvo su boca y cuello. Trazando
su pezón entre sus dientes, Antony mordió lo suficientemente duro como para
que su esposa sintiera el aguijón de la mordida y dejar su huella atrás.
—Cristo… ¡Antony!
Ella era la dicha para él. Siempre lo había sido. Le quitaba el aliento cada vez
que tenía el placer de follar a su esposa. Nada se siente igual. Ella era nueva: sus
sonidos, olor y la sensación de ella a su alrededor.
Perfección.
—Y soy una mujer malcriada por tu culpa. Quiero sentirte follándome duro,
Antony.
—Fóllame.
—Lo que quieras.
— Fóllame.
Más que nada, Antony adoraba oír su nombre en la boca de su esposa. Como
si fuera el único hombre para ella. Como si solo él pudiera hacer por ella lo que
ella necesitaba y quería. Cuanto más duro la follaba, cuanto más ásperos se
volvían sus empujes y mientras más contundentemente fijaba su cuerpo a la
pared, más parecía gustarle a Cecelia.
»Sí, mierda, demasiado tiempo —dijo Antony—. No hay nada mejor que tú,
Cecelia.
Joder, sí.
CAPÍTULO 17
—¿Siempre vamos a ser así, ¿verdad? —preguntó Cecelia en voz baja.
—¿Nunca?
—¿Alguna vez te hice pensar que había alguien más? —preguntó él.
—¿Por qué me preguntas eso, Tesoro? Nunca ha habido nadie más que tú
desde que nos conocimos. Ni siquiera he pensado en dejarte o tener a alguien
más. No soy… eso no es lo mío, ¿bueno? Tú eres mía. Eres todo lo que necesito y
quiero. Siempre lo has sido, Cecelia.
—Pero…
—Pero tú sabías.
—¿Y?
—¿No habría sido más fácil para ti también? ¿Como lo es con John?
—No.
—Tal vez.
Antony asintió.
—Él dijo que lo hacía hace mucho tiempo. Sospecho que es la misma persona.
La conoce desde hace bastante tiempo por lo que entiendo. Desde que eran
adolescentes, creo.
—Oh.
—Esos son ellos, Cecelia. No somos nosotros. Siempre te seré fiel. Eres mía.
—Lo sé. ¿De regreso al amor entonces?
Antony sonrió.
—Lo amas.
Cecelia sonrió.
—¿Lo haces?
—Sí, tú…
»¿Hola?
Nada.
—Antony.
La palabra fue pronunciada a través de lo que sonó como una bruma total de
dolor. Antony sintió que su propio pecho se contraía por la voz familiar sonando
tan en agonía.
—¿Paulie?
—¿Qué quieres decir con que lo encontraron? Él estaba en casa esta mañana,
¿verdad?
—¿Hizo qué?
Antony podía escuchar los sollozos ahogados de su viejo amigo haciendo eco
a través del teléfono.
—Paulie, no entiend…
—Él jodidamente lo mató. Golpearon su cráneo y después dejaron caer su
cuerpo por las escaleras de la casa de su padre. ¡Vinnie lo hizo!
—Vinnie…
—No.
El ataúd era tan pesado en el hombro de Antony, que parecía que iba a caer
al suelo y nunca ser visto de nuevo. El sabor de la sal descansaba sobre sus labios
que estaban fruncidos en un ceño del que parecía no poder deshacerse. El
corazón de Antony dolía, y de nuevo, sintió que no podía respirar.
En la parte delantera del ataúd, todo lo que tenía que hacer era girar la cabeza
y ver a su mano derecha. Paulie llevaba gafas de sol de aviador oscuras, pero su
mano debajo del ataúd, sosteniéndolo al igual que a su lado, estaba blanca y
temblando.
La Famiglia lo lastimó.
Era, sin duda, una parte de su vida. Se esperaba que Antony aceptara el golpe
a Johnathan Grovatti como negocio y nada más. Estaba destinado a aceptar la
decisión de Vinnie de matar a golpes a Johnathan con un bate de béisbol antes de
dejarlo para que su padre lo encontrara ensangrentado y muerto con la cabeza
destrozada.
Se le dijo que la muerte del hombre estaba justificada, que fue honorable.
Recordó llorar mucho después de que Paulie llamara. Recordó sentirse roto
y preguntar por qué. Recordó las manos de Cecelia corriendo sobre su
tembloroso cuerpo, levantándolo del suelo mientras sus emociones controlaban
lo que no podía olvidar.
Los dolientes estaban demasiado lejos para oírlo, pero sabía que Paulie
podía.
Cuanto más tiempo Antony fingía que nada estaba mal por las apariencias,
más creía que se quedaría así para siempre. Frío, entumecido y separado del
mundo. No tenía otra opción.
Sus moretones salieron de la nada. Sus gritos eran tan falsos como siempre
lo habían sido. Cómo nadie más podía verlo, Antony no estaba seguro. Podían,
él lo sabía, pero todos miraban para otro lado porque nadie quería que fueran
ellos los siguientes.
—Me pregunto si cree que estás planeando algo —dijo Paulie en voz baja.
Marzo, 1994
Una semana sangró en dos ante los ojos de Antony. Dos se convirtieron en
tres, y luego en cuatro. No podía dejarlo ir. Lo consumía constantemente. El
asesinato de John estaba matando a Antony porque aún no había hecho algo.
Cualquier cosa.
—Lo extraño —dijo Antony en voz baja—. Dante ha pedido ir allí un par de
veces. ¿Cómo le explicas a un niño que su abuelo mató a su padrino?
—Antony, si Vinnie tiene la más mínima idea de que estás planeando algo
contra él…
—¿Cómo?
—Paulie…
Antony tragó fuerte, viendo a sus hijos perseguirse entre sí por el patio
trasero.
—Tony…
—¿Qué?
Lo era.
—Así que voy a construirlo mejor, hacerlo más grande y más fuerte. La Cosa
Nostra es lo nuestro, Paulie. Mis chicos no crecerán como nosotros lo hicimos.
Me aseguraré de ello. Son principes, es lo que se merecen. No pondré a mis chicos
en la famiglia, no en una como ésta. Ellos tendrán el control. Tomarán las
decisiones. Solo ellos.
Antony lo sabía.
Cualquier cosa.
No todos los italianos querían tener algo que ver con la mafia.
—Lo siento, eso es todo. El resto tuvo que irse. Sin embargo, es una pena,
porque Lucky tenía muchas cosas. Tal vez ella tomó las fotos de él porque no
había ninguna en el apartamento y sé que tenía varias.
—Seguro.
Una vez que Antony estuvo dentro de su auto, arrojó la caja al asiento del
pasajero. Un trozo de papel doblado que no había notado atrapado entre las
solapas internas de la caja, cayó a la parte superior de la pila. Al acercarse, lo
agarró y lo abrió, leyendo el documento.
Su corazón se hundió.
¿Algo bueno?
Algo sorprendente, incluso si fue estúpido de mi parte dejar que sucediera. Pero
todavía no se lo puedo decir a nadie.
Mientras que los momentos parpadeaban uno tras otro como imágenes fijas
de películas en los recuerdos de Antony, solo podía ver tres palabras.
Un nombre, en realidad.
Mayo, 1994
—¿Es ella?
—Estrangulamiento, parece.
A Vinnie le gustaban sus cables. Bueno, le gustaba ordenar a otros que los
usaran.
Nadie importante.
A pesar de no querer tener nada que ver con Antony, la familia de Lina lo
contactó cuando ella salió de su escondite para pedir ayuda. Dieron lo que
pudieron. Ella no se quedó mucho tiempo, pero fue un error.
Antony pasó todo su tiempo libre revisando morgues por toda la ciudad
buscando una mujer que se ajustara a la descripción de Lina. Lamentablemente,
la había encontrado.
—Señor, necesitamos…
De alguna manera.
Junio, 1994
—¿Oh?
—Sí, y te nominé.
—Al menos tú tienes clima cálido —señaló Antony, mirando hacia el cielo
oscuro de junio.
Giovanni sonrió.
Aún estaba tan oscuro como la brea fuera del almacén familiar. Incluso una
década después, Vinnie era el mismo de siempre. Al hombre le gustaba que las
cosas fueran similares. No disfrutaba el cambio en su vida. Ya siendo un mafioso,
Antony observó una docena de hombres o más ser integrados en este mismo
almacén. Igual que había ido su ceremonia de iniciación todos esos años atrás,
Antony sabía cómo le iría a Giovanni esta noche.
Bueno, parcialmente.
—¿Qué hay de ti, Paulie? —preguntó Antony—. ¿Estás listo para esto?
—Solo hay dos formas en las que saldrás de aquí —dijo Vinnie, su voz
haciendo eco a través del silencioso almacén—. Como un mafioso, o muerto.
¿Estás preparado para continuar con esta noche, a pesar de cómo podría terminar
para ti?
—Lo estoy.
—Entonces comencemos.
Planeaba.
Esa clase de hombres eran los más peligrosos. Eran hombres silenciosos. Un
hombre que no daba su golpe llevado por solo las emociones, sino que, en lugar
de eso, dejaba que la ira y la necesidad de venganza supurara hasta que lo
comiera vivo.
Antony no hizo un sonido. Solo continuó sosteniendo ese cable, contando los
segundos hasta que Vinnie dejara de luchar y su corazón dejara de latir.
—Hubiera reventado tu cráneo como lo hiciste con John, Vinnie, pero esto es
mucho más efectivo para mis propósitos —susurró Antony en el oído del hombre
asfixiado—. Verás, lo que hiciste no te hace más que un cobarde. Hiciste que
alguien más golpeara a mi amigo hasta matarlo. Hiciste que alguien tirara su
cuerpo para que su familia lo encontrara. Hiciste que alguien más hiciera todo tu
maldito trabajo sucio. ¿No lo sabes aún, Vinnie? Un buen jefe hace lo suyo.
—Me llamaste sucio una vez —dijo Antony a Vinnie, el fantasma de una
sonrisa tirando de su boca—. Es hora de mostrar lo jodidamente sucio que somos
los Marcello en realidad.
Antony sostuvo el cable por sesenta largos segundos más, antes de dejar que
el cuerpo cayera al suelo de cemento... solo para estar seguro.
CAPÍTULO 19
Como la iniciación de Antony, la del joven Giovanni tomó demasiado
tiempo.
Cuando llegó el momento de que el jefe volviera a salir a la luz para cortar al
hombre, hacerle decir las reglas y su juramento, Antony fue el que salió al círculo.
Murmullos confusos pasaron por el almacén. Antony continuó caminando hacia
adelante hasta que estuvo de pie cara a cara con un sonriente Giovanni.
Antony le había hecho esa promesa hacía mucho tiempo. Él iba a cumplir esa
promesa literalmente esta noche.
—Me matarás.
—Lo haré. —Antony sacó una navaja de bolsillo, la que su padre le había
regalado hacía tantos años. Seguía siendo la favorita de su colección. Cortó una
rebanada larga de diez centímetros en la palma de Giovanni, pero no quitó la
navaja—. Agárrate a esto, Gio. Deja que tu corte sangre alrededor de la cuchilla.
Deja que el dolor te recuerde la cicatriz que tendrás a partir de esta noche y lo
que significa. Su significado: esta cosa nuestra es tan importante que a veces
olvidamos por qué es y por qué es así. Lo más importante es garantizar que siga
siendo nuestra. Espero que hagas eso también.
No se arrepentía.
No podía.
—Entonces, di el juramento.
Esta noche, el almacén se iría, quemado hasta los cimientos. Por la mañana,
se descubriría el cuerpo de Vinnie al igual que los cadáveres de sus hombres.
—Gracias Jefe.
Sentado en el sofá, Antony miró fijamente a la pared mientras la luz del día
se filtraba a través de las grandes ventanas de su hogar. Después de haber llegado
a la mansión Marcello, encontró un lugar donde sentarse y no se movió.
Antony sospechaba que ella podría manejarlo. Ser la esposa del jefe, la reina
de la mafia. Cecelia Marcello estaba hecha para eso.
Ella no lo escuchó.
—Cecelia.
Su esposa se giró sobre sus talones, sorpresa abriendo más sus lindos ojos
verdes. Rápidamente se volvieron preocupados.
—¿Antony?
—Lamento no haber llamado anoche, Tesoro.
Siempre lo hacían.
—Nada importante.
—Estoy bien.
—Me imagino que sí. Vas a necesitar tener un par de guardaespaldas contigo
por un tiempo, ¿está bien?
Porque ella era la esposa de un jefe. Ella siempre sería un blanco. Porque
limpiar a su Cosa Nostra significaría limpiar a las familias de la Cosa Nostra en
Nueva York. Si eso significaba que la familia Grovatti tenía que ser aniquilada,
que así fuera.
—Para siempre.
Cecelia se quedó quieta, la taza de café que estaba levantando a su boca
quedó congelada también.
—¿Disculpa?
—¿Antony?
—Contesta.
No le tomó mucho tiempo a su esposa juntar dos y dos. Ella volvió a ver su
rasguño, su ropa sucia y la mancha de sangre. Probablemente estaba notando lo
cansado que lucía y sus comentarios sobre los guardaespaldas.
Ella lo sabía.
Cecelia no tocó el papel, pero lo miró. Sin decir una palabra, Cecelia colgó el
teléfono de su madre todavía llorando.
—Lo siento.
—¿Tú... lo hiciste?
—Por él.
—Pero…
—Luciano.
—Reza para que este niño pueda ser dueño de su nombre hasta que lo
encuentre.
—¿Encontrarlo?
•••
Sospechaba que la mayoría sabía, o si no, tenían un buen indicio de que fue
él quien le quitó la vida a Vinnie.
—¿Cecelia?
—Me habla.
Paulie se rió.
—Dante la hizo sentir culpable, creo. Preguntó por qué estaba enojada
conmigo, así que mintió y le dijo que no. Ella ha estado hablando conmigo por el
bien de los chicos desde entonces.
—Ella…
—Va a mejorar.
—¿Cuándo?
—Hmm, pero eres más cercano a ellos ahora que yo. Es tu trabajo como mi
consigliere saber estas cosas, ¿verdad?
—Están... conformes.
Antony asintió.
—Ella lo sabe.
—Te confesaste una semana antes de tu boda con Cecelia. Querías empezar
de cero con ella, si no recuerdo mal.
—Bueno, lo intento.
Antony dejó salir su respiración, sintiendo una presión del peso sobre sus
hombros. Por un tiempo después del asesinato de Vinnie, había desaparecido.
Ahora estaba de vuelta. Antony necesitaba que se fuera de nuevo.
—Cosas.
—Cuéntame. Sabes que esto siempre ha sido una zona segura. Nunca te
juzgo, no me corresponde hacerlo.
—¿Oh?
—Lo juzgué por sus decisiones e ignoré cosas que no quería ver. Al final, le
fallé por eso. No fui un buen amigo para él, no como debería haber sido.
—Antony, el perdón viene demasiado fácil para una mujer como Cecelia.
Sabes esto.
—Mía.
Sin otra palabra, Antony se puso de pie y abrió las cortinas confesionales
para irse. Encontró a su esposa e hijos esperando en el otro lado. La confesión
rara vez se llevaba a cabo después de los servicios dominicales, pero el sacerdote
había hecho una excepción. Antony asumió que Cecelia llevaría a sus chicos al
auto y lo esperaría.
—Vámonos a casa —dijo su esposa—. Tenemos una cena para servir, ¿hmm?
—La tenemos.
—¿Perdón?
—Pronto, Dante.
—Genial.
—¿Lucian?
—Lo harás.
CAPÍTULO 20
Marzo, 1996
—No.
—Cecelia.
—Esto sucede cada vez, lo juro. Cada vez que recibimos una llamada
telefónica y estamos en medio del sexo, algo malo ha sucedido. Esta vez no,
Antony. Eres el jefe, no tienes que contestar el teléfono. Tienen que responder a
ti. No lo contrario.
—No.
Maldita sea.
—Buena cosa.
—Habla el Jefe.
—Jefe, es posible que desee ir al lugar Jones —dijo uno de los Capos más
jóvenes de Antony.
—Son las ocho de la noche —dijo Antony—. No tengo que hacer nada.
—No.
—¿Alguien murió?
—Uh, ¿no?
—Pero…
—Sí.
—¿Nada más?
¿Podría?
¿De verdad?
Había pasado los últimos dos años buscando al hijo de Johnathan. Lina había
hecho su trabajo para mantener al niño a salvo porque Antony no solo había
buscado en refugios, pagó a la gente en el sistema de acogida en busca de un John
Doe que podría haber aparecido, además de... morgues, pero nada.
—¿Oh?
—Sí, en italiano.
—¿Por qué?
—Va a necesitar algo a lo que volver a casa, Antony —explicó Cecelia—. Una
cama, algo cálido, tal vez su... bueno, ya sabes.
—No realmente.
—Hazles saber a tus ejecutores que te vas antes de que te vayas para que
puedan seguirte, ¿de acuerdo?
Cecelia asintió.
Fue lo primero que Antony notó de los ojos color avellana que lo miraban.
Lucian se había empujado hasta el borde del asiento trasero, por lo que
estaba presionado contra la puerta. Antony sospechaba que el niño había pasado
tanto tiempo en espacio abierto que estar confinado lo ponía nervioso e inquieto.
—¿Galleta? —preguntó Antony, extendiendo los dulces para que el niño los
tomara de nuevo.
—¿Por qué?
—¿Quien?
—De acuerdo.
Septiembre, 1997
—¡Antony!
—¿Qué, Ross?
—Más vale que las próximas palabras que salgan de tu boca sean sobre el
hijo de otro o te cortaré la maldita lengua.
—¿Quién?
—Lucian.
La confusión de Antony subió un par de peldaños. Lucian era un niño
tranquilo, especialmente cuando había otras personas alrededor. Decía muy
poco, tendía a jugar solo, a menos que Dante o Giovanni lo obligaran a salir de
uno de sus escondites, y rara vez se metía en problemas como sus dos hermanos.
Era muy inteligente para ser un chico que también pasó dos años de su vida
viviendo en la calle. Solo le tomó un tutor privado y un par de meses de paciencia
y Lucian estaba listo para comenzar la escuela en su propio año y grupo de edad.
—No sé de qué hablas, Ross, pero ya basta. Tu opinión sobre mi hijo no tiene
ninguna importancia para Cecelia y para mí.
Antony dejó caer el pincel que estaba usando para untar los filetes con salsa.
—¿Qué?
—Oye, cuidado.
Ross suspiró.
—Lo siento, hombre. Es solo que... eso no es normal, ¿está bien? No lo es.
—Yo me encargo.
Antony hizo una rápida inspección del patio trasero pero no pudo encontrar
a Lucian en ninguna parte. Lo más probable es que estuviera en uno de sus
escondites dentro de la casa. Tenía muchos de esos. A Lucian le gustaba cualquier
lugar pequeño, apretado y oscuro. Los armarios eran sus favoritos en particular,
pero a veces también se metía debajo de una cama o detrás de un sofá.
Antony buscó en el ala de la mansión en la que Lucian solía jugar. A los niños
se les permitía vagar libremente por toda la casa, excepto en el sótano y el ático.
Esos estaban fuera de los límites por razones de seguridad. Después de revisar
cada armario, baño, debajo de las camas y detrás de cada sofá, Antony se perdió.
—Mi padre me dio eso, sabes —dijo Antony en voz baja—. Tenía unos cuatro
años, o un poco más.
—¿Lo hizo?
—Sí.
—En otro tiempo, supongo. También les di la suya a Dante y a Gio cuando
eran jóvenes. Se trata de enseñarles a usarla correctamente.
—Eso también.
Antony suspiró.
—Eres nuestro niño, así que sí, lo es.
—Adoptado.
—Lo sé.
—¿Qué pasó?
—¿Oh?
—Sí, y Gio no es rápido todo el tiempo porque está muy ocupado mirando
hacia arriba en lugar de a su alrededor como Dante y yo. Y la roca lo golpeó, así
que golpeé a Denny. Tampoco lo lamento. Espero que le duela.
—¿Y?
—Bien hecho, pero no deberías haber herido a Denny. Creo que vas a tener
que disculparte por eso, Lucian.
—Está bien.
Lucian no se movió.
—¿Sí?
—Sí.
—No sabía que pasabas tiempo en mi oficina.
Jumm.
Bueno, entonces...
—Aquí, topino, déjame mostrarte cómo funciona esta cosa y luego puedes
quedártela. De todos modos, ya no la necesito.
—Bueno, sí. Mi padre me la dio. Debería dársela a uno de mis niños también.
—Oh.
—Sí, la quiero.
—Pero... como si fueras el papà de Gio y Dante, quiero decir. ¿También eres
así para mí?
Era la verdad.
—Oh —dijo Lucian de nuevo, mirando la navaja que Antony estaba usando
para pelar la manzana.
—Sí, jefe. Le pidió a uno de los chicos que hiciera un rastreo. Supongo que
Lenny estaba un poco sorprendido por ello porque por lo general Lucian nunca
pide nada. Se encarga de la mierda él mismo o va con uno de sus hermanos, pero
tal vez…
—Esto era algo que no quería que supieran y que no podía hacer por sí
mismo —interrumpió Antony, suspirando—. Muy bien, entonces. Quiero lo que
sea que tu hombre encuentre enviado a mí en un archivo y no dejes que Lucian
lo sepa. Si pregunta, di que no has encontrado una mierda sobre... Jordyn Reese,
¿verdad?
—Entendido, jefe.
Antony colgó el teléfono y se frotó la cabeza ante el dolor tensional que
comenzó a golpear en la base de su cráneo. Encendiendo su teléfono de nuevo,
dijo,
—Llamar a Paulie.
La llamada solo sonó dos veces antes de que su viejo amigo contestara.
—Hola, Jefe.
—¿Qué sucede?
Paulie tosió.
—Yo también.
—Una mujer. Está involucrada con esa maldita pandilla de motociclistas con
las que tenemos problemas.
—¿Por qué?
Suficiente cierto.
—¿Y?
—¡Y!
—Detente, hombre —dijo Paulie en voz baja—. ¿Qué sucede en realidad?
—¿Qué hay que aprobar? ¡Ni siquiera conoce a esta mujer! —Antony levantó
los brazos, harto de todo—. Si él está... si él está interesado en ella, que dudo que
los sentimientos sean realmente válidos porque él no la conoce, entonces es un
enamoramiento.
—No conocías a Cecelia. Sabías de ella, pero ni siquiera la conociste hasta esa
noche en la mansión Catrolli. Y desde ese jodido momento, ya estabas loco por
esa chica, Antony. Niégalo.
—No puedo.
—¿Qué hiciste?
—Nada.
—Mentiroso.
—¿Quién hizo qué esta vez y por qué sentiste la necesidad de meterte? —
preguntó su esposa.
—Eres hermosa.
—Lo estás.
—No lo estoy.
—Lo estás.
—¡No lo estoy Cecelia! —explotó Antony en un duro aliento, apretando sus
dientes en el proceso. Odiaba levantar la voz, especialmente a su esposa—. No lo
estoy, ¿bueno? Pero esto se siente como John para mí de alguna manera, Tesoro.
Esto se siente como él. No quiero que Lucian acabe como su padre.
—¿Eso crees?
No le importaba.
Lo era.
Fin
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