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Había una vez un príncipe que quería casarse con una

princesa, pero tendría que ser una princesa de verdad. Así


que viajó por todo el mundo para encontrar alguna. Pero
siempre había algún problema: princesas había de sobra, pero
que fueran princesas de verdad no estaba del todo claro;
siempre había algo que no estaba del todo bien, Así que
volvió a su casa preocupado, porque tenía muchas ganas de
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encontrar una auténtica princesa.
Una noche, hacía un tiempo espantoso. Había relámpagos y
truenos y llovía a cántaros, ¡Era horrible! Llamaron a la
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puerta y el viejo rey fue a abrir.………………………………………….
Allí fuera había una princesa. ¡Pero, Dios mío, qué aspecto
tenía, con aquella lluvia y aquella tormenta! El agua le
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escurría por el pelo y la ropa, le caía desde la nariz a las
punteras de los zapatos y salía……..……………………………………..
por los talones. Y dijo que era
una princesa de verdad.
“Bueno ahora veremos”, pensó la anciana reina, pero no dijo
nada.
Entró en el dormitorio, quitó toda la ropa de la cama y puso
un guisante sobre el somier de tablas; luego cogió veinte
colchones, los puso encima del guisante y luego veinte
edredones de plumas encima de los colchones.
Allí dormiría aquella noche la princesa.
Por la mañana le preguntaron qué tal había dormido.
-¡Oh, terriblemente mal! Dijo la princesa.
- Casi no he podido pegar ojo en toda la noche.Dios sabe lo
que habría en esa cama. Debajo había algo duro y tengo todo
el cuerpo lleno de moretones. ¡Es horrible!
Así pudieron comprobar que era una princesa de verdad,
pues había notado el guisante a pesar de los veinte colchones
y los veinte edredones. No podía haber nadie tan sensible, a
no ser una auténtica princesa.
El príncipe se casó con ella, porque ahora sabía que había
encontrado una princesa de verdad y el guisante acabo en el
museo y allí sigue para que lo vean, si no se lo ha llevado
nadie.
¡Esta historia sí que es bonita!
HANS CHRISTIAN ANDERSEN

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Guisante

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Princesa
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Auténtica

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Edredones
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-- Moretones

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Museo ------------------------------------------------------------------------------
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Historia
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Realiza oraciones con las palabras del VOCABULARIO.

Guisante

Princesa

Auténtica

Edredones

Moretones

Museo
Del texto que leíste extrae cuidadosamente los siguientes parámetros que te
pedimos…

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Hace muchos años había un emperador al que le gustaban tanto los


trajes nuevos y elegantes, que gastaba todo su dinero en ropa. No le
interesaban sus soldados, no le interesaba el teatro ni ir al bosque:
solo, tener trajes nuevos. Tenía una levita para cada hora del día; y
si de los reyes se suele decir que están en Consejo, de el siempre se
decía: “El emperador está en el probador”.

La gran ciudad donde vivía era un lugar muy alegre; todos los días
llegaban muchos forasteros y un día llegaron dos embaucadores. Se
presentaron como tejedores y dijeron que sabían tejer las telas más
preciosas que pudiera imaginarse. No sólo los colores y los dibujos
eran muy hermosos; sino que cortaban trajes con una tela que tenía
la propiedad de ser invisible para cualquier persona que no
mereciera su cargo o que fuera absolutamente tonta.

“Sería un traje estupendo, pensó el emperador. Poniéndomelo


podría averiguar qué hombres de mi reino no merecen los cargos
que ocupan. Podría distinguir a tantos y listos.¡Tienen que tejer
inmediatamente esa tela para mí”.

Y entregó muchísimo dinero a los dos embaucadores para que


comenzaran el trabajo.

Así que instalaron un telar y fingieron que trabajaban, aunque en el


telar no había nada. Al poco pidieron la seda más fina y el oro más
precioso. Se lo metieron en las bolsas y trabajaron en el telar vacío
hasta bien entrada la noche.

“Me gustaría saber cuánto han progresado con la tela”,pensó el


emperador, pero le dio un vuelco el corazón pensando que sí era
tonto o no estaba a la altura de su cargo no la vería. En realidad
creía no tener nada que temer, pero prefirió enviar a alguien a ver
cómo iban las cosas. Toda la gente de la ciudad conocía la
extraordinaria propiedad de la tela y todos estaban por ver lo inútil o
lo tonto que era su vecino.
“Enviaré al telar a mi anciano y noble ministro, pensó el emperador.
Él podrá ver mejor que nadie cómo es la tela, porque es inteligente
y no hay nadie que esté a la altura de su cargo como él”.

Así que allá fue el anciano y bondadoso ministro a la sala donde


estaban trabajando en el telar vacío.

“¡Válgame Dios!,pensó el anciano ministro abriendo ojos como


platos.¡ Pero si no veo nada! ”…Pero no lo dijo.

Los embaucadores le pidieron que hiciera el favor de acercarse más


y le preguntaron si no era un dibujo precioso y unos colores
hermosísimos. Y señalaban al telar vacío, y el pobre del viejo
ministro siguió abriendo los ojos como platos sin poder ver nada,
pues nada había.

“¡Dios mío!,pensó .¿Seré tonto? Nunca se me había ocurrido y


nadie debe saberlo. ¿Será que no estoy a la altura de mi cargo?
No,no puedo decirle a nadie que no he visto la tela”.
Bueno, decid algo, dijo uno de los tejedores.
¡Oh, es preciosa! ¡Maravillosa!, dijo el anciano ministro mirando a
través de las gafas.
¡Qué dibujo qué colores! ¡Sí, le diré al emperador que me agrada
muchísimo!. Nos alegraremos, dijeron los dos tejedores.

Y nombraron los colores y explicaron el extraordinario dibujo. El


anciano ministro prestó mucha atención para poder decir lo mismo
cuando fuera a ver al emperador y así lo hizo.

Los embaucadores pidieron más dinero, más seda y oro, diciendo


que lo necesitaban para la tela. Se lo guardaron en la bolsa, al telar
no llegó ni una hebra y continuaron, como hasta entonces, tejiendo
en el telar vacío.

El emperador envío a otro buen funcionario a ver como iba el tejido


y a preguntar si la tela estaría lista pronto. Pasó igual que con el
ministro ,miró y miró, pero, como no había nada más que el telar
vacío,
no pudo ver nada.

- ¿ No es una tela preciosa?, dijeron los dos embaucadores,


señalando y explicando el precioso dibujo inexistente.

“Tonto no soy, pensó el buen hombre. Debe de ser entonces que no


estoy a la altura de mi cargo. ¡Qué raro! Pero no puedo dejar que
nadie se dé cuenta”.Así que elogió la tela que veía y les expresó su
alegría por los magníficos colores y el precioso dibujo.

¡ Es maravillosa!, le dijo al emperador.


Toda la gente de la ciudad hablaba de aquella preciosa tela.
Entonces el emperador quiso ver por sí mismo la tela mientras aún
estaba en el telar. Con un gran cortejo de hombres elegidos, entre
ellos los dos buenos funcionarios que ya habían estado allí, fue a ver
a los dos astutos embaucadores, que estaban tejiendo a más no
poder, aunque sin hebra ni hilo.

¿ Verdad que es magnifiqué?, dijeron los dos buenos funcionarios.


Vea Vuestra Majestad qué dibujo, qué colores.
Y señalaron el telar vacío, porque creían que los demás sí podían
ver la tela.

¡Anda! ,pensó el emperador.¡No veo nada! ¡Pero qué extraño! ¿eré


tonto? ¿No estaré a la altura de un emperador? ¡Es lo más terrible
que podía pasarme!”.
¡ Oh, qué bonito! ,dijo el emperador. ¡Tenéis mi más sincero
aplauso!

Y se inclinó satisfecho para observar el telar vacío; no quería


reconocer que no veía nada. Todo el séquito que lo acompañaba
miró y remiró y aunque no pudieron ver más que los otros, le
dijeron al emperador:
- Es muy bonita, le aconsejaron que estrenara un traje ancho con
aquella tela nueva y maravillosa en el gran desfile que iba a
celebrarse pronto. ¡Es magnifique, estupenda, excelente! , se decían
unos a otros, todos estaban de lo más contentos.
El emperador regaló a cada uno de los embaucadores una cruz de
caballero para que se la colgaran del ojal y el título Barón Tejedor.

La noche de la víspera del desfile, los tejedores se la pasaron


levantados y con dieciséis luces encendidas. La gente estaba
convencida de que estaban de lo más atareados terminando el traje
nuevo del emperador. Ellos fingían coger la tela del telar, la
cortaban en el aire con grandes cuchillas, la cosían con agujas sin
hilo y al terminar dijeron:
¡El traje está listo!
El emperador fue allá en persona acompañado de sus principales
caballeros ;los embaucadores levantaron los brazos como si
estuvieran sosteniendo algo, y dijeron:
Aquí están las calzas, aquí está la casaca, aquí está el manto, y así
sucesivamente. Es tan sutil como una telaraña. Parece que no se
lleva nada en el cuerpo, pero esa es precisamente su virtud.
¡Sí ,dijeron todos los caballeros, aunque no veían nada, pues nada
había.
Tenga Vuestra Majestad Imperial la amabilidad de quitarse la ropa,
dijeron los embaucadores y le pondremos el traje nuevo delante del
espejo grande.

El emperador se quitó toda la ropa y los embaucadores hicieron


como si le fueran poniendo las prendas nuevas que habían cosido; lo
cogían por la cintura y hacían como si ataran algo, que eran los
faldones y el emperador daba vueltas y vueltas delante del espejo.

¡Dios mío, qué bien le sienta! ¡Qué espléndida caída!,decían todos.


¡Qué dibujo! ¡Qué colores! ¡Es un traje magnífico!
Ahí fuera está dispuesto ya el palio con que acompañarán a Vuestra
Majestad en el desfile, dijo el maestro de ceremonias.
Ya estoy lista, dijo el emperador.¿Verdad que me sienta
estupendamente?
Y volvió a darse la vuelta delante del espejo, porque tenía que fingir
que contemplaba su elegancia.

Los chambelanes que llevaban los dos faldones tantearon con las
manos en el suelo para coger la cola. La sostuvieron en el aire in
atreverse a reconocer que no veían nada.

Y así marchó el emperador en el desfile bajo el sagrado palio y la


gente que llenaba las calles y las ventanas decía:
- ¡Dios mío, qué magnífico es el traje del emperador!
- ¡Qué preciosos faldones tiene la levita! ¡Qué bien le sienta!

Nadie quería reconocer que no veía nada, porque al hacerlo


mostraría que no estaban a la altura de sus cargos o que eran muy
tontos. Ninguno de los trajes del emperador había tenido tanto éxito.

¡Pero si no lleva nada encima!,dijo un niño pequeño.


¡Dios mío, escuchad a este inocente!, dijo el padre, y unos les
susurraban a otros lo que había dicho el niño.
¡No lleva nada encima, es un niño pequeño el que ha dicho que no
lleva nada encima!
¡No lleva nada encima!, gritó por fin la gente.

Y el emperador se dio un buen susto, pues estaba convencido de que


tenían razón, pero pensó: “Tengo que terminar el desfile.” Y
continúo aún más orgulloso, con los chambelanes llevando unos
faldones inexistentes.

HANS CHRISTIAN ANDERSEN


Había una tetera muy orgullosa, orgullosa de su
porcelana, orgullosa de su pitorro largo, orgullosa
de su ancha asa. Tenía algo por delante y algo por
detrás y era de eso de lo que hablaba, Pero no
hablaba de su tapadera, estaba rota, estaba rajada,
tenía un defecto y a nadie le gusta hablar de sus
defectos, ya lo hacen los demás. Tazas, azucarero y
jarrita de leche, todo el juego de té se fijaba más en
el desperfecto de la tapadera y hablaba de ella más
que de la estupenda asa y del magnífico pitorro. La
tetera lo sabía.

“¡Lo conozco!,se decía ella. También yo conozco


mi defecto y lo reconozco, en él están mi
mortificación y mi humildad. Todos tenemos
defectos pero también tenemos virtudes. Las tazas
tienen asa, el azucarero tiene tapadera, yo tengo las
dos cosas y además otra delante que ellos no
tendrán nunca, tengo un pitorro que me convierte
en la reina de la bandeja del té. El azucarero y la
jarrita de leche se consideran magníficos
servidores, pero yo soy la que manda, yo reparto
las bendiciones a la humanidad sedienta. En mí
interior, esas hojitas chinas se transforman en pura
agua hirviente.”

Todo esto decía la tetera en su alegre juventud. Y


ahora está sobre el mantel, una mano delicada la
está levantando. Pero aquella mano tan delicada era
torpe, la tetera se cayó, el pitorro se rompió, el asa
se rompió, de la tapadera mejor ni hablar, ya hemos
dicho suficientes cosas de ella. La tetera estaba
desmayada en el suelo, el agua hirviendo se había
derramado. Fue un duro golpe y lo peor de todo era
que se rieron, se rieron de ella y no de aquella
mano torpe.
- Nunca perderé los recuerdos, dijo la tetera
cuando, más tarde, se contaba su vida a sí misma.
Me llamaron inválida, me pusieron en un rincón y
al día siguiente me regalaron a una mujer que
mendigaba comida. Me vi en la pobreza, estaba
muda por fuera y por dentro pero entonces, en el
estado en que me encontraba, fue cuando comenzó
mi buena vida. Eres una cosa y empiezas a ser otra
completamente distinta. Me llenaron de tierra. Para
una tetera eso es igual que ser enterrada, pero en la
tierra pusieron un bulbo de flor. No sé quién lo
puso allí ni quién lo

regaló, fue un regalo, un sustituto del pitorro y el


asa rotos.

Y el bulbo estaba dentro de la tierra, estaba dentro


de mí, se convirtió en mi corazón vivo, nunca antes
había tenido algo así. Había vida dentro de mí,
había fuerza y energía: latía el corazón, el bulbo
echó brotes, era para romperse, tan llena estaba de
ideas y sentimientos. Brotó una flor. La vi, la tenía
yo, me olvidé de mí misma ante su belleza. ¡Qué
bueno es olvidarse de uno mismo ante los demás!
¡Ni siquiera me dio las gracias! No se fijaba en
mí… todos la admiraban y la alababan. Yo estaba
tan contenta, cómo no iba a estarlo. Un día oí decir
que merecía una maceta mejor. Me rompieron por
la mitad, sentí un dolor horrible: Pero a la flor la
pusieron en una maceta mejor… y a mí me tiraron
al patio, ahí estoy convertida en un casco viejo…
pero tengo los recuerdos y no puedo perderlos.

HANS CHRITIAN ANDERSEN


Había una vez veinticinco soldaditos de plomo, que eran hermosos porque habían
nacido todos de la misma cuchara de plomo. Llevaban el fusil al hombro, miraban al
frente y sus preciosos uniformes eran rojos y azules. Lo primero que oyeron en este
mundo cuando los sacaron de la caja en que estaban fueron las palabras:

“¡Soldadito de Plomo!”, qué gritó un niño dando palmas.

Se los habían regalado porque era sus cumpleaños y los colocó encima de la mesa.
Todos los soldaditos eran iguales, menos uno que tenía una sola pierna, pues lo habían
fundido el último, cuando no quedaba plomo suficiente. Pero estaba tan firme sobre su
única pierna como los demás sobre las dos y era él precisamente el que más llamaba la
atención.

En la mesa donde los colocaron había otros muchos juguetes; pero el que más
destacaba era un precioso castillo de papel. Por las ventanitas se veía el interior de los
salones. Por fuerza se alzaban arbolitos en torno a un espejito que hacía las veces de
lago, en el que nadaba reflejándose cisnes de ceras. Todo era precioso, pero lo más
hermoso de todo era una doncellita que estaba delante de la puerta abierta del castillo.
También ella estaba recortada en papel, pero tenía puesta una falda de finísimo lino y
una estrecha cintita azul en los hombros. En la cintura tenía una brillante lentejuela,
tan grande como su rostro. La doncella tenía los dos brazos extendidos hacía adelante,
porque era bailarina y tenía una de las piernas tan levantada, que el soldadito de
plomo no llegaba a verla y creyó que sólo tenía una pierna.

“¡Sería una buena esposa para mí! ,pensó. Pero es muy distinguida, vive en un palacio
y yo no tengo más que una caja y además para veinticinco; ella no cabría. ¡ Pero tengo
que conocerla!”
Y se puso detrás de una caja de rapé que había encima de la mesa, para ver a la
distinguida señorita que parecía tenerse sobre una sola pierna sin perder el equilibrio.

Cuando llegó la noche, los otros soldaditos de plomo se fueron a su caja, y las
personas de la casa se fueron a la cama. Los juguetes empezaron entonces sus
diversiones dieron la bienvenida a los nuevos, hicieron la guerra y bailaron. Los
soldaditos de plomo se agitaban dentro de la caja porque querían participar, pero no
podían quitar la tapa.

El cascanueces daba volteretas y la tiza hacia cuentas en la pizarra. Era todo un


espectáculo y el canario se despertó y empezó a parlotear también y además en verso.
Los dos únicos que no se movían de su sitio eran el soldadito de plomo y la pequeña
bailarina que se tenía sobre las puntas de los pies con los brazos extendidos. El
soldadito estaba firme sobre su única pierna, y sus ojos no se apartaban un solo
instante de la bailarina.

El reloj dio las doce y zas , la tapa de la caja de rape se abrió, pero dentro no había un
pequeño troll negro que pasaba por figurita artística.

Soldado de Plomo , dijo el troll. Mira a otro lado.

Pero el Soldadito de Plomo se rió como si no lo hubiera oído.

Pues ya veras mañana, dijo el troll.

Cuando llego la mañana y los niños se levantaron, colocaron al soldadito de plomo en


la ventana y ya fuera por culpa del troll o debido a una corriente de aire el caso es que
de pronto la ventana se abrió y el soldadito cayo de cabeza desde el tercer piso. Fue un
viaje horrible; al fin se quedo cabeza abajo, con la pierna en el aire y la bayoneta
clavada entre los adoquines.

La criada y el niño bajaron en seguida a buscarlo, pero aunque estuvieron a punto de


pisarlo no lo vieron. Si el Soldadito de Plomo hubiera gritado:

Estoy aquí .Habrían podido encontrarlo, pero no le parecido conveniente gritar


pues iba de uniforme.

Empezó a llover, las gotas caían cada vez mas apretadas, cayo un autentico aguacero.
Cuando acabo, llegaron dos mozalbetes.

Anda, dijo uno de ellos. Aquí hay un Soldado de Plomo. Pongámoslo a navegar.

Así que hicieron un barco con una hoja de periódico, metieron al Soldadito de Plomo
y allá se fue el barco navegando junto al bordillo. Los mozalbetes corrían a su lado
dando palmas. Cuidado Que olas tan grandes se formaban en el arrollo que corriente
había .Y es que había llovido a cantaros. El barco de papel se balanceaba arriba y
abajo y cuando daba vuelta a una esquina el soldado se estremecía. Pero era valiente y
no cambió el semblante; seguía mirando al frente con el fusil al hombro.

De pronto el barco cayó por un largo desagüe. Todo estaba tan oscuro como dentro de
su caja.

Me pregunto i podré regresar a casa, pensó. Si es culpa del troll. Ay si la doncellita


estuviera conmigo en el barco, me daría igual que todo fuera aun más oscuro.

En esto llego una gran rata de agua que vivía en la alcantarilla.

Tienes pasaporte, pregunto la rata. A ver el pasaporte.

Pero el Soldadito de Plomo no dijo nada y sujeto aun mas fuerte su fusil. El barco
siguió su marcha y la rata quedo tras. Uhf Como rechinaba los dientes y gritaba
echando sapo y culebras.

Detenedle, detenedle. No ha pagado el peaje .Seguramente no tiene pasaporte.

Pero la corriente era cada vez mas fuerte, el Soldadito de Plomo veía la luz del día al
final de la alcantarilla, pero también oía un fragor que asustaría a un valiente.
Imaginaos, la alcantarilla se precipitaba a un gran canal y aquello
valiente. Imaginaos, la alcantarilla se precipitaba a un gran canal y aquello podía ser
tan peligroso para nuestro soldadito como lo seria para nosotros caer por una enorme
catarata.

Estaba ya tan cerca que no había forma de detenerse. El barco cayo, el soldadito se
mantuvo todo lo tieso que pudo, nadie hubiera podido decir que había parpadeado. El
barco dio dos o tres vueltas y se lleno de agua hasta el borde; empezó a hundirse. El
Soldadito de Plomo estaba con el agua hasta el cuello y el barco seguía hundiéndose.
El papel se deshacía más y más. El agua ya cubría la cabeza del soldadito… Entonces
pensó en la preciosa bailarina a la que no volvería a ver más y en los oídos del
Soldadito de plomo sonó la canción:

A marchar; soldado, a marchar.


Ante la muerte no debes temblar.

El papel se rompió y el Soldadito de Plomo se hundió rápidamente…, pero en ese


mismo momento se lo trago un gran pez.

Caramba, que oscuridad había allí dentro .Era aun peor que en la alcantarilla y además
había muy poco espacio. Pero el Soldadito de Plomo era valiente y seguía allí
tumbado muy firme con su fusil al hombro.

El pez hizo unos movimientos de lo mas terribles. Por fin se quedo completamente
quieto y apareció algo así como un rayo de luz. La luz brillo con ma claridad y alguien
pregunto:

Un soldadito de plomo

Habían pescado al pez, lo habían llevado al mercado, lo habían vendido y había


acabado en la cocina, donde la muchacha lo abrió con un gran cuchillo. Cogio con dos
dedos al soldadito por la cintura y lo llevo al salón, donde todos querían ver a aquel
hombre tan curioso que había viajado en el interior de un pez. Pero el Soldadito de
Plomo no estaba nada orgulloso. Lo clocaron encima de la mesa y allí… anda, las
cosas tan extrañas que pueden suceder en esta vida, el Soldadito de Plomo estaba en la
misma habitación donde había
estado antes. Vio a los mismos niños y los juguetes sobre la mesa. El precioso castillo
con la bellísima bailarina, que seguía erguida sobre una sola pierna, con la otra
levantada. También ella era valiente y el Soldadito de Plomo se conmovió tanto al
verla ,que estuvo a punto de llorar lágrimas de plomo, pero no era propio de un
soldado. La miro y ella lo miro a el, pero no dijeron nada.

En esto, uno de los niños tiro al soldadito a la chimenea, sin dar ninguna razón para
ello. Seguramente seria culpa del troll.

El Soldadito de Plomo quedo deslumbrado y sintió un calor horroroso, pero no sabia


bien si era por el fuego o por el amor. Los colores se le habían ido, nadie sabia si por
el viaje o por la pena. Miro a la muchachita, ella lo miro a el.

Y el soldadito noto como se derretía, pero siguió valiente con el fusil al hombro.
Entonces se abrió una puerta, el viento arrastro a la bailarina, que voló como una
sílfide hasta la chimenea y cayo al lado del Soldadito de Plomo se derritió y quedo
convertido en una bolita y la muchacha de servicio, cuando al día siguiente limpio las
cenizas, encontró algo que precia un corazón de plomo. De la bailarina no quedaba
mas que la lentejuela, ennegrecida por el fuego.
Hacia un frío horrible .Nevaba y empezaba a
oscurecer. Era Nochevieja, la última noche del año. En
medio de aquel frío y aquella oscuridad iba por la
calle una niñita pobre con la cabeza descubierta y los
pies descalzos. En realidad había salido de casa en
zapatillas, pero no le servían: eran unas zapatillas
demasiado grandes; las había usado su madre, así que
eran muy grandes. La pequeña las perdió al cruzar la
calle a toda prisa, los carruajes pasaban a gran
velocidad y no consiguió encontrar una de las
zapatillas y la otra se la llevo corriendo un muchacho
que decía que la podría usar de cuna cuando tuviera un
hijo.

Allá iba entonces la niñita con sus piececitos


descalzos, enrojecidos y azules de frío. En el viejo
delantal llevaba un montón de cerillas, y en la mano
llevaba otro manojo. Nadie le había comprado ni una
miserable moneda de cobre. Estaba hambrienta y
helada y parecía asustada, pobrecita. Los copos de
nieve caían sobre sus largos cabellos rubios con
preciosos rizos en el cuello, pero la niña no pensaba en
ello. En las ventanas se veían luces y en la calle había
un delicioso olor a ganso asado. Era Nochevieja, y en
eso pensaba la niña.

En un rincón que había entre dos casas, porque una


estaba más adelante en la acera que la otra ,se sentó la
niña y se quedó encogida. Se sentó sobre sus
piernecitas, pero
Se sentó sobre sus piernecitas, pero seguía teniendo
cada vez más frío y no se atrevía a volver a casa; no
había vendido ni una sola cerilla, no había conseguido
ni una sola moneda de cobre, su padre la pegaría y en
casa también hacía frío, no tenían más que un tejado
encima de la cabeza y el viento entraba soplando
aunque las grieta más grandes estaban tapadas con paja
y telas. Sus manitas estaban muertas de frío. Ah, una
cerillita le vendría bien. Si se atreviera a sacar una del
manojo, a frotarla contra el rascador para calentarse los
dedos. Sacó una .Richch. Cómo chisporroteaba al arder
.Era una llama caliente y clara, como la de una veleta
y puso las manos encima de ella. Era una luz extraña.
La pequeña imaginó que estaba sentada delante de una
gran estufa de hierro con brillantes esferitas y rodillos
de latón. Ardía tan magníficamente aquella llamita,
calentaba tan bien. Pero qué pasó… La niña iba a
estirar también las piernas para calentarlas… y ella
estaba allí sentada, con un trocito de cerilla
carbonizada en la mano.

Encendió otra, ardió, brilló y el trozo de pared donde


se reflejaba la luz se volvió transparente, como un
velo. La niña se vio en una habitación con la mesa
puesta; en ella había un mantel deslumbrantemente
blanco, porcelana fina y un ganso asado, que olía
estupendamente, relleno de ciruelas, pasas y manzanas.
Y sucedió algo aún mejor: el ganso saltó de la
bandeja y empezó a patojear por el suelo con el
cuchillo y el tenedor en la espalda y se acercó a la
pobre niña. Entonces se apagó la cerilla y no quedaba
más que el grueso y frío muro.

Cogió otra. Y se encontró debajo de un precioso árbol


de Navidad,
aún mayor y con más adornos que el que había visto
por la puerta de cristal de la casa del rico comerciante
la Navidad pasada. Miles de velas lucían en las verdes
ramas y cuadros multicolores como los que adornaban
los escaparates de la tienda dirigían sus ojos hacía ella.
La pequeña alzó los brazos… , y la cerillera se apagó,
las lucecitas de Navidad subieron más y más alto y la
niña las vio convertirse en claras estrellas; una de ellas
cayó dejando tras de sí una línea de fuego en medio
del cielo.

Alguien ha muerto, dijo la pequeña, porque la anciana


abuela, que era la única que e portaba bien con ella
pero que ya había muerto, le había dicho: Cuando cae
una estrella, es que un alma sube hacía Dios.

Frotó otra cerilla contra la pared, surgió la luz y en el


resplandor apareció su anciana abuela, tan clara, tan
luminosa, tan dulce y tan buena.

Abuela, gritó la pequeña. Oh, llévame contigo


.Cuando se apague la cerilla te irás igual que se fueron
la estufa caliente y el maravilloso ganso asado y el
precioso árbol de Navidad.

Y encendió rápidamente todas las demás cerillas que


llevaba en el manojo, porque quería conservar a su
abuela. Y las cerillas brillaron esplendorosas, había
tanta claridad como en pleno día. La abuela nunca
había sido tan grande ni tan bella; tomó a la niña en sus
brazos y echaron a volar llenas de resplandor, llenas de
alegría, más arriba. No hacía frío, el hambre y el miedo
habían desaparecido… estaban al lado de Dios.
Pero en el rincón de las casas apareció por la mañana
la niña, con las mejillas rojas y una sonrisa en los
labios… Estaba muerta, la última noche del año la
había hecho helare. El primer día del año amaneció
sobre el pequeño cadáver que estaba sentado allí con
las cerillas en la mano; tenía un manojo casi entero
quemado. “Quería calentarse “, dijo alguien .Nadie
sabía las cosas bellas que la niña había visto, con qué
esplendor había subido con su anciana abuela hacía la
alegría del Año Nuevo.
El pozo era hondo, por eso la cuerda era larga. El molinete
para sacar el cubo de agua sobre el pretil del pozo estaba muy
duro. El sol nunca conseguía reflejarse en el agua, aunque era
clara; pero, hasta donde llegaba a iluminar crecían hierbas
entre las piedras.

Allí vivía una familia de la especie de los sapos, eran


inmigrantes, en realidad habían llegado allí debajo de cabeza,
cuando la vieja madre sapo aún vivía. Las ranas verdes que
vivían allí desde hacía mucho más tiempo nadando en el
agua, reconocieron el parentesco y los llamaron “invitados del
pozo”. Pero ellos tenían intención de quedarse allí. Vivían
muy cómodamente en la parte seca, como llamaban a las
piedras húmedas.

La madre sapo había viajado, había estado una vez en el cubo


de agua cuando lo subieron, pero había demasiada claridad
para ella, le pinchó en los ojos; afortunadamente se salió del
cubo. Cayó al agua con un golpe tremendo y tuvo que pasarse
tres días acostada por el dolor de espalda. Mucho no podía
contar del mundo, pero sabía, como lo sabían todos, que el
pozo no era todo el mundo. La madre sapo podría haber
contado algunas cosillas, pero nunca respondía cuando le
preguntaban, de modo que nunca le preguntaban.

Es gorda y fea, es rechoncha y repugnante, decían las ranitas


verdes. Sus niños serán igual de feos.
¡Pues muy bien! Decía madre sapo. Pero uno de ellos tiene
una piedra preciosa en la cabeza, o quizá la tenga yo.
Y las ranas verdes la oían y la miraban con los ojos bien
abiertos y como no le gustaba daban un brinco y se iban al
fondo. Pero los niños sapo estiraban las patas de atrás llenos
de orgullo. Todos ellos creían tener aquella piedra preciosa.
De modo que se quedaron allí quietecitos, pero al final
preguntaron por qué tenían que estar tan orgullosos y qué
piedra preciosa era aquella.

- ¡Es algo tan magnífico y valiosísimo, dijo madre sapo,


que no puedo describirlo! Es algo que se lleva para tu propio
placer y que molesta a los demás. Pero no me preguntéis,
porque no responderé.
- Bueno, yo no tengo la piedra preciosa, dijo el más
pequeño de los sapos; era de lo más asqueroso que se puede
imaginar. ¿Por qué iba a tener yo semejante maravilla? Y si
molesta a otros ¿Cómo me va a divertir a mí? No, no sólo
deseo poder llegar alguna vez al perfil del pozo y echar un
vistazo. ¡Qué bonito debe ser!
- ¡Mejor será que te quedes donde estas!, dijo la vieja. Lo
conoces y sabes cómo es. Ten cuidado del cubo, te aplastará.
Y si te metes dentro, te puedes caer. No todos tienen la suerte
que tuve yo de seguir con los miembros enteritos.
-¡Croac!,dijo el pequeño y es lo mismo que cuando las
personas decimos ¡Ay!.

Tenía muchísimas ganas de subir al perfil del pozo a echar un


vistazo. Sentía como añoranza del verdor de allá arriba. Y
casualmente, cuando a la mañana siguiente el cubo lleno de
agua iba subiendo y se detuvo un momento delante de la
piedra donde estaba posado el sapo, el animalito sintió un
estremecimiento dentro de sí, saltó al cubo lleno,cayó hasta el
fondo del agua, salió y todo se lleno de luz.
¡Uy! ¡Qué desgracia!, dijo el hombre al verlo.¡Es lo más feo
que he visto nunca!, y le dio una patada con el zueco al sapo,
que se quedó casi atontado, pero escapó y consiguió meterse
entre las altas ortigas. Miró un tallo tras otro, también miró
hacía arriba.

El sol brillaba sobre las hojas, que eran totalmente


transparentes para él, igual que para nosotros, personas,
cuando de pronto llegamos a un gran bosque donde brilla el
sol entre ramas y hojas.

¡Esto es mucho más bonito que el pozo! ¡A uno le entran


ganas de quedarse aquí toda la vida!, dijo el sapito.

Se quedó allí una hora, se quedó dos horas.¿Qué habrá


fuera?. Ya que he llegado hasta aquí, debo ir todavía más
lejos. Se arrastró lo más rápido que sabía arrastrarse hacía el
camino, donde el sol brillaba y donde el polvo lo espolvoreó
mientras cruzaba el camino.

Esto sí que está seco, dijo el sapo.¡Casi es demasiado bueno,


qué hormigueo siento!

Llegó a la acequia. Allí crecían nomeolvides y reinas de los


prados, había un seto vivo muy cerca, de saúco y espino
albar; crecían correhuelas entre las enredaderas. Se veían
muchos colores. También volaba una mariposa; el sapo creyó
que era una flor que se había soltado para ver mejor el
mundo, lo que resultaba de lo más lógico.
- ¡Ojala pudiera viajar como ella!, dijo el sapo. ¡Croac! ¡Ay!
¡Qué preciosidad!

Se paso ocho noches y ocho días en la acequia sin que le


faltara la comida. Al noveno día pensó:”¡Más lejos!” ¿Pero
encontrar acaso algo más bonito? Quizá un sapito o algunas
ranas verdes. La noche pasada había oído unos ruidos con el
viento, como si hubiera “primos” suyos en las proximidades.

¡Vivir es maravilloso! ¡Salir del pozo, tumbarse entre las


ortigas, atreverse el camino llenote polvo y descansar en la
húmeda acequia! ¡Hay que ir más lejos! Intentaré encontrar
ranas o algún sapito, no se puede prescindir de eso, la
naturaleza sola no es suficiente y volvió a su excursión.
Llegó al campo, donde había un gran canal rodeado de
juncos. Se metió entre ellos.

¿No estará esto demasiado húmedo para usted?, dijeron las


ranas. Pero es usted bienvenido de todos modos.

Y lo invitaron al concierto de esa noche, un concierto


familiar: gran entusiasmo y poca voz, ya sabemos cómo son.
No había banquete, sólo bebidas: todo el dique, si eran
capaces de bebérselo entero.

¡Seguiré mi viaje!, dijo el sapito. Siempre sentía el impulso


de conseguir algo mejor.
Vio titilar las estrellas, grandes y claras; vio brillar la luna
llena, salir el sol, que subía cada vez más alto.

-¡Aún estoy dentro del pozo, aunque sea un pozo más grande!
¡Tengo que seguir subiendo! ¡Qué intranquilidad, qué ansia
siento! Y cuando la luna se volvió llena y redonda, el pobre
animal pensó: “Ese debe de ser el cubo bajado por la polea,
en el que debo subir para llegar más alto. ¿O será el sol el
cubo grande? ¡Qué grande es, cómo brilla, en él cabemos
todos, tengo que aprovechar la ocasión! ¡OH, qué luz ciento
en la cabeza! No creo que la piedra preciosa brille más, pero
yo no la tengo y tampoco lloro por ella, no, ¡quiero ir más
arriba, al brillo, a la alegría! ¡Siento ansia y angustia a la
vez…! ¡Es difícil dar un paso semejante, pero hay que darlo!
¡Adelante! ¡A la carretera!

Y dio el paso, tal como lo puede dar un animalito que repta y


se encontró en la carretera, por donde pasan las personas.
Había jardines de flores y huertos de coles. Descansó al lado
de un huerto de coles.

-¡Cuántas criaturas diferentes existen, nunca las había visto!


¡Y qué grande y estupendo es el mundo! Pero hay que verlo
todo y no quedarse en un solo sitio y dijo un salto y se metió
en el huerto.¡Qué verde es todo esto, qué bonito!
- ¡Ya lo sé ,dijo la oruga que estaba en una hoja de col. Mi
hoja es la más grande que hay aquí dentro. Tapa medio
mundo, pero puedo prescindir de él.
- ¡Cloc, cloc, se escuchó. Llegaban unas gallinas. Iban
patojeando por el huerto. La primera de las gallinas tenía muy
buena vista; vio la oruga sobre la hoja rizada y le dio un
picotazo haciéndola caer a tierra, donde se retorció y se
volteó. La
gallina miró primero con un ojo y luego con el otro, porque
no sabía qué resultaría de aquel retorcimiento.

“No lo debe estar haciendo voluntariamente”, pensó la


gallina y levantó la cabeza para dar un picotazo. El sapo se
horrorizó de tal modo que se arrastró hasta llegar al lado de
la gallina.

¡De modo que tiene tropas de refuerzo!, dijo ésta. ¡Fíjate


cómo repta ese bicho! Y la gallina se dio la vuelta. No me voy
a preocupar por ese bocadito verde, no sirve más que para
hacer cosquillas en el cuello. Las otras gallinas eran de la
misma opinión, de modo que se fueron.
¡Me salvé gracias a mis retorcimientos!, dijo la oruga. Es
bueno tener presencia de ánimo. Pero aún queda lo más
difícil, volver a subir a mi hoja de col,¿Dónde estará?

Y el sapito llegó y expresó su simpatía. Estaba contento de


haber asustado a las gallinas con su repugnancia.

-¿Qué quiere usted decir?, preguntó la oruga. Yo solita me


libre de ellas. ¡Usted es muy feo! ¿Me permitiría que siguiera
yo sola? ¡Huelo a col! ¡Ya estoy en mi hoja! No hay nada tan
bueno como el propio hogar. ¡Pero aún tengo que subir más!

-¡Sí, más arriba!, dijo el sapito. ¡Más arriba! Ella siente lo


mismo que yo, pero hoy no está de buen humor, será por el
susto. ¡Todos queremos llegar más arriba y miró tan arriba
como pudo.
La cigüeña estaba en el nido sobre el tejado de la alquería.
Crotoraba y madre cigüeña también crotoraba.
“¡Qué alto viven!”, pensó el sapo. “¿Cómo llegarán hasta
allí?”

Dentro de la alquería vivían dos jóvenes estudiantes. Uno era


poeta, el otro naturalista. Uno escribía y cantaba la alegría por
todo lo que Dios había creado y que se reflejaba en su
corazón. Lo cantaba en versos cortos, claros, ricos y sonoros.
El otro se apropiaba de las cosas mismas, incluso las abría en
canal cuando hacía falta. Veía la obra de Nuestro Señor como
una gran operación matemática y hacía restas,
multiplicaciones, quería entenderla de cabo a rabo para hablar
de ella con conocimiento y con conocimiento y alegría
hablaba de ella. Los dos eran personas buenas y alegres.

Allí hay un magnífico ejemplar de sapo, dijo el naturalista.


¡Lo tengo que meter en alcohol!
¡Ya tienes otros dos!, dijo el poeta. Déjalo tranquilo, que se
divierta.
Pero es tan maravillosamente feo, dijo el otro.
Si pudiéramos encontrar la piedra preciosa que tiene en la
cabeza, dijo el poeta, yo mismo me ofrecería a hacer la
disección.
¡La piedra preciosa!, dijo el otro.¡Vaya si sabes historia
natural!
Pero hay algo hermoso en esa creencia popular de que el
sapo, el más feo de los animales, suele ocultar una
valiosísima piedra preciosa dentro de la cabeza. ¿No sucede
también con las personas? ¿No tenían una piedra preciosa
Esopo o Sócrates?
Más el sapo que lo oyó no entendió ni la mitad. Los dos
amigos se fueron y se salvó de acabar metido en alcohol.

¡Así que también ellos hablaban de la piedra preciosa!, dijo el


con Qué
sapo. las alas
biendesplegadas.
que yo no la tenga, si no, me habría
Y madre cigüeña hablaba en el nido, hablaba de Egipto, de
encontrado en un apuro.
las aguas del Nilo y del maravilloso fango que había en
tierras extranjeras.
Oyó crotorar sobreAlelsapito,
tejado aquello
de paja.lePadre
sonócigüeña
nuevo yestaba
precioso.
dando una conferencia a la familia, mientras miraban a los
dos jóvenes del huerto.
¡Tengo que ir a Egipto!, dijo.¡Ojalá la cigüeña me llevara con
Elellas o una dees
ser humano suslacrías! Yo les serviré
más engreída de lasacriaturas,
ellos el día
dijodelasu
boda. Sí, iré cómo
cigüeña.¡Oíd a Egipto, porqueYsoy
crotoran! muy feliz.
ni siquiera saben hacer bien la
carraca. Presumen de sus dotes oratorias, de cada día de
Toda que
viajes la andia y toda
hacemos la añoranza
nosotros. que siento,
Los unos todo esoa los
no entienden vale más
que una
otros. piedrapodemos
Nosotras preciosa hablar
en la cabeza.
nuestra lengua en todo el
mundo, sea en Dinamarca o en Egipto. ¡Y las personas
De modo
tampoco que sívolar!
pueden tenía la piedracon
Viajan preciosa; el ansia
un invento que yllaman
la
añoranza eternas
“ferrocarril”, de subir,
pero con él se de subir,elsincuello
rompen parar,muchas
brillabaveces.
dentro
Sedeme
él,hiela
brillaba de alegría,
el pico cuandobrillaba
lo pienso.de El
placer.
mundo puede existir
sin personas. ¡Podemos prescindir de ellas! Pero eso sí, mejor
noEnquedarnos
ese mismo sininstante
ranas yllegó la cigüeña. Había visto al sapo en
lombrices.
la hierba, descendió y cogió al animalito sin ninguna
consideración.
“¡Que estupendoEldiscurso!,
pico se cerró,
pensóelelviento
sapito.silbó, novive
El que era nada
tan
cómodo, pero subió y subió; hacía Egipto, de eso
alto debe ser toda una personalidad y nunca he visto a nadie estaba
seguro.
que Y poralto
viva más esoque
le brillaron
él”. los ojos, era como si
chisporroteara:
- ¡Y qué bien nada!, exclamó cuando la cigüeña se lanzó al
¡Croac! ¡Ay!
aire
El cuerpo estaba muerto, habían matado al sapo. Pero las
chispas de sus ojos, ¿qué fue de ellas?

El rayo de sol se las llevó, el rayo de sol se llevó la piedra


preciosa de la cabeza del sapo. ¿A dónde?

No tienes que preguntárselo al naturalista, pregúntaselo al


poeta. El te lo contará como si fuera un cuento. Y en él está
la oruga de la col y también está la familia de cigüeñas.

¡Piénsalo! La oruga se metamorfoseaba y se convierte en


mariposa. La familia de cigüeñas vuela sobre montes y
océanos hasta la lejana África y es capaz de encontrar el
camino más corto par regresar a tierras danesas. Es verdad.
Puedes preguntarle al naturalista, él te lo explicará. Y tú
mismo lo sabes, porque lo has visto.

… Pero ¿ y la piedra preciosa de la cabeza del sapo?

¡Búscala en el sol, si puedes!

El fulgor es demasiado fuerte. Aún no tenemos ojos para


poder mirar toda esa hermosura creada por Dios, pero los
tendremos y ése será el más maravilloso de los cuentos.

Porque también nosotros formamos parte de ella.


Señor, tú que eres bueno y proteges a todos los niños de la tierra, quiere pedirte un
favor : transfórmame en un televisor…

Para que mis padres me cuiden como lo cuidan al televisor, ara que me miren con
el
Mismo interés con el que mi mamá su telenovela preferida o mi papá el noticiero

Quiero hablar como algunos animadores, porque cuando ellos hablan, toda la
Familia se calla para escucharlos con atención y sin interrupciones.

Quiero sentir que mis papás se preocupan por mi, tanto como se preocupan
cuando
el televisor se descompone y rápidamente llaman al técnico.

Quiero ser un televisor para ser el mejor amigo de mis padres… y ser un héroe
favorito.

Señor por favor, aunque sea por un día, déjame ser un televisor… Amén.
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Proteges

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Favor
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Transformar

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Televisor
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-- Interés

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Interrupción ------------------------------------------------------------------------------
--

Técnico
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--
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Realiza oraciones con las palabras del VOCABULARIO.

Proteges

Técnico

Interrupción

Interés

Televisor

Transformar
Del texto que leíste extrae cuidadosamente los
siguientes parámetros que te pedimos…

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El principito observo el crecimiento de un enorme capullo y tuvo el convencimiento de
que habría una aparición milagrosa; pero la flor no acababa de preparar su belleza bajo
de su envoltura verde. Elegía con cuidado sus colores, se vestían lentamente, acomodaba
uno a uno de sus pétalos. No quería salir llena de arrugas como las amapolas. Quería
aparecer en todo el esplendor de su belleza. ¡ah , era muy coqueta aquella flor .! Su
misteriosa preparación durante días
Yo vivía en Bolognia, un ybarrio
días. de
Hasta queciudad
la fría una mañana, precisamente al salir
de La Paz.
el sol, apareció hermosa.
Cuando la casa de mi abuelo se estaba construyendo, había un
La flor, queturril
habíadonde
trabajado con tanta
se recibía aguapresión , dijo
de lluvia. Mi bostezando:
abuelo Julio les daba de
comer y beber a los pájaros. Un día cuando el llegaba a su casa en
- ¡ah , perdóname ….. Apenas
construcción, vio enacabo delos
uno de despertar… estoy
turriles había untoda despeinada…!
pájaro ahogado.
El principito
Unnodomingo
pudo contener
mamá, su
miadmiración:
hermana Maria y yo , fuimos a la casa a
visitar al abuelo como de costumbre y el muy triste nos contó lo
- ¡Qué hermosa eres!
que paso.
- ¡Verdad!
- Dulcemente respondió
Aquella tarde la flor. arreglamos al jardín, en el que había una
mientras
- He nacidoretama,
al mismo tiempo que había
el sol,enterrada al pájaro, mi abuelo nos
junto a la cual
dijo a María y a mi con algo de tristeza “CUANDO CREZCA
El principito pensó que ella era muy modesta ciertamente, pero ¡era tan conmovedora!
ESTA RETAMA, VA A SER LA UNICA QUE PUEDE
TRINAR”.
- Me parece que ya es hora de desayunar.
- Dijo la flor.
Pasó mucho tiempo y la retama creció y floreció, ahora cuando
- Si tuvieras la bondad de pensar un poco en mí… Y el principito, muy confuso fue
sopla el viento la retama canta como un pájaro feliz.
a buscar una regadera y la roció abundantemente.
Yo y mi hermana desde la distancia la oímos cantar………

Canta tan fuerte que en los fines de semana la oímos cantar desde
Santa Cruz.
Su coro son los tucanes, tiluches , búhos y totais , carnavales ,
toborochis y todos los pájaros árboles de la linda Santa Cruz.
EL GENERAL DE LOS GATOS
En este momento declamaron la guerra a los ratones.

LOS GATOS ¡bien! ¡viva nuestro general! ¡todos a luchar!

EL GENERAL DE LOS GATOS.


Gracias ,gracias, soldados gatunos.¡ A las armas! ¡A la lucha!

EL GENERAL DE LOS RATONES.


Escuchen ratoncitos .Los gatos nos acaban de declarar la guerra a muerte. Su general
es valiente, pero es muy dormilón. Cuando esté dormido tenemos que cortarle los
bigotes. Necesito dos voluntarios.

VOLUNTARIOS
¡A tus ordenes1
Nosotros lo haremos. Nosotros cortaremos los bigotes al general de los gatos.

EL GENERAL DE LOS GATOS.


(Esta tocando una guitarra y se queda dormido.)

VOLUNTARIOS
(Llegan los ratones, despacito y en silencio , y con unas tijeras le cortan los bigotes )

EL GENERAL DE LOS GATOS


(Se despierta. Se mira en un espejo. Se ve sin bigotes) ¡Traición , traición! … ya no
puedo luchar… ¡Soldados a nuestras casas! (se marchan todos)

LOS RATONES
¡Viva nuestro jefe … Hemos ganado la guerra. ¡Viva1… ¡Mueran todos los
gatos1…
Angélica, graciosa y juvenil, avanza por la calzada de la avenida produciendo con sus tacos un

acompasado “tic” “tic” que rebota con sonoridad sobre las grises baldosas de la acera.

Aunque la calle está casi desierta. Angélica logra capitalizar las miradas de los pocos transeúntes

que circulan por la zona, arrancando de no pocos de ellos exclamaciones de admiración.

Cuando llegó a la esquina formada por las calles 17 y Costanera de la zona residencial, extrajo de

su bolso una libreta de apuntes, donde había anotado una dirección la víspera.

No tuvo que buscar mucho para ubicar el número 346 de la calle 17; precisamente a media cuadra,

se levantaba la residencia de la familia Herrera.

Parada ahora frente a la puerta, presiona el botón del timbre, demandando la atención de sus

moradores y mientras espera, repasa mentalmente el anunció insertado en los avisos

“clasificados” del diario.

Se necesita secretaria dactilógrafa, horario cómodo y buen sueldo; presentarse sólo mañanas de

horas 09:00 a 12:00 en la calle 17 número 346, zona “Los Rosales”.

La puerta principal se abrió casi sin ruido.


- Buenos días vine, por el aviso.
- Buenos días señorita, pase usted.

- Contesta la mujer que le franqueará la entrada; Angélica deduce que se

trata de la mucama de la casa.

Terminadas las presentaciones de rigor, el señor Herrera dice:

El trabajo consiste en pasar al limpio estos manuscritos observando ortografía y sobre todo

absoluta limpieza, comprendes?

Sí desde luego.

Bien, entonces si no tiene inconveniente le tomaré una prueba.

Sí, como no.

¿Empecemos?

Cuando guste señor Herrera.

Bien… Humm, la primera edición que salió a la luz pública del diario “El Comercio” , data del
“Se necesita secretaria dactilógrafa, horario cómodo y buen sueldo; presentarse sólo mañana de
año … La tensión inicial de la atmósfera fue decreciendo paulatinamente a medida que el señor
horas 09:00 a 12:00 en la calle 17 número 346, zona “Los Rosales”.
Herrera dictaba, de manera que unos minutos más tarde, Angélica había recobrado el aplomo y en

este momento se hallaba completamente concentrada a la prueba.

Al cabo de unos interminables 15 minutos, el señor Herrera termina diciendo:

… , fue precisamente en esa época que se desató una terrible persecución contra la gente de prensa

por parte de los esbirros del gobierno … punto aparte y suficiente señorita: ¿me permite…?

Angélica, graciosa y juvenil, avanza por la calzada de la avenida produciendo con sus tacos un
acompasado “tic” “tic” que rebota con sonoridad sobre las grises baldosas de la acera.

Aunque la calle está casi desierta. Angélica logra capitalizar las miradas de los pocos transeúntes

que circulan por la zona, arrancando de no pocos de ellos exclamaciones de admiración.

Cuando llegó a la esquina formada por las calles 17 y Costanera de la zona residencial, extrajo de

su bolso una libreta de apuntes, donde había anotado una dirección la víspera.

No tuvo que
Angélica buscar
saca mucho para
con solicitud ubicardeellanúmero
el papel 346
máquina dede la callepara
escribir, 17; presentarlo
precisamenteal aseñor
media cuadra,
Herrera.
seLiberada
levantaba la residencia
ahora de lasefamilia
del examen, da a laHerrera.
tarea de poner toda su atención en el rostro del periodista,

para tratar de percibir el más mínimo detalle de su semblante, como manifestación principal del
Parada
trabajoahora frente a lajustamente
desarrollado; puerta, presiona
en plenoelanálisis,
botón del timbre,maravillada.
escucha demandando la atención de sus

moradores
¡Perfecto!y,sin
mientras espera,
un solo error!,repasa
¡Sin mentalmente
un solo error!el¡Completamente
anunció insertadolimpio!...
en los avisos
señorita…señorita…
“clasificados” del diario.
Ondarza… Angélica Ondarza.

Señorita Ondarza, la felicito de veras, el trabajo es suyo.


“Se necesita
Gracias secretaria
señor Herrera.dactilógrafa, horario cómodo y buen sueldo; presentarse sólo mañana de
horas
Ahora09:00 a 12:00
considero en la calle
necesario 17 número
indicarle 346, zona
el horario “Los Rosales”.
de actividades y por supuesto sus honorarios.

Angélica abrió sus ojos al máximo para escuchar lo que el señor Herrera se proponía revelarle.

La iniciación del horario es a partir de las 09:00 hasta las 11:30 de la mañana de lunes a viernes;

una oficina aparte y un sueldo de dos mil quinientos pesos semanales, ¿está usted de acuerdo?

La joven secretaria apenas podía creer lo que estaba oyendo y sin pensarlo dos veces dice:

Acepto señor Herrera.

Entonces, ¿podemos empezar desde mañana?

De acuerdo, empezamos desde mañana.

Y… para evitarle molestias en el transporte, José el chofer , irá cada mañana a recogerla de su

domicilio, ¿está bien?

¡Oh!, muchas gracias señor, pero la verdad es que no debería


molestarse por el transporte, mi casa no queda tan lejos de este lugar.

Herrera, había heredado la dirección de “El Comercio”, uno de los diarios más importantes del

país y ahora pretendía escribir una extensa crónica de la misma historia del periodismo nacional,

en la que estaría insertada en la carrera del periodismo, de manera que calculaba el nacimiento del

primer volumen en los próximos cuatro meses, necesaria unos siete adicionales para finalizar esta

gigantesca relación histórica.

Jorge Herrera, casado por tercera vez con una joven y hermosa mujer, se sentía orgulloso de saber

que Julieta, figuraba entre las mujeres mejor vestidas de la república, por lo cual su extenso

guardarropa, podría haber competido con ventaja con cualquiera que presumiese de elegante.

Al cabo de unos meses Angélica había logrado hacerse de la estimación tanto del señor, como de

la señora Herrera; por ello, pasó muchas veces por el comedor de los solitarios esposos para

acompañarles ya a almorzar, ya a cenar o a participar de algún acontecimiento social, y fue

precisamente en un almuerzo, que surgió este diálogo:

Angélica, queremos hacerle una consulta, pero respondamos con toda sinceridad por favor.

Señor Herrera, estoy a sus órdenes.

Repuso Angélica.

Julieta y yo, viajamos a Europa la semana entrante por unos tres meses, de manera que estamos

pensando en la casa que tendría que quedarse sin una persona que la gobierne y precisamente

hemos pensado en usted para cumplir con esta tarea durante nuestra
ausencia; usted Angélica.

Continúo el periodista.

No solamente ha demostrado talento para el trabajo, sino que sus condiciones de administradora,

nos dá la pauta que podrá cumplir con ventaja esta labor.

Yo les quedo muy agradecida por la confianza, pero considero necesario consultar, en casa.

¡ No faltaba más Angélica!. Tómese el tiempo que crea necesario para darnos una respuesta, desde

luego que esto significará un aumento de sueldo a cinco mil pesos semanales, con la única

condición de venirse a vivir aquí.

Claro, son varias las cosas que tendrá que atender .

Completa Julieta por ejemplo, pagas las suscripciones de las revistas que recibimos semanalmente,

cancelar el consumo del agua, la luz, el teléfono: asegurarse de que el jardinero viene día por

medio y sobre todo verificar que “Otto” reciba su alimentación con toda regularidad.

La señora Herrera se refería al enorme mastín que cuidaba la casa.

Bordeando el mediodía, Angélica retorna a la casa y se sorprende al ser informada que un señor de

apellido Westmacott, le había hecho llegar un hermoso “bouquet” de rosas.

Westmacott? , se pregunta, mientras trata de relacionar el apellido con algún conocido.

Señorita, teléfono para usted.

¿Hola?
- La señorita Herrera?
Angélica que en primera instancia desea aclarar que no tiene ninguna relación de parentesco con la

familia Herrera, decidió seguir la corriente de su interlocutor.

Sí, habla usted con ella, ¿ con quién habló?

Con Robert …, Robert Westmacott.

Angélica percibe el acento extranjero y se aventura en seguir con el juego.

¡Ah!, ¿es usted el del ramo de flores?

Exactamente, espero que las rosas hayan sido de su agrado.

¡Oh!, si, ¡ son muy lindas, muchas gracias!--- pero ¿ a usted no lo conozco verdad?

Tiene usted razón señorita Angélica, pero, sin embargo, yo sí la conozco y sé bastante de usted.

¿Qué sabe de mí?

Por ejemplo que es usted la hija del periodista Herrera.

Angélica piensa (De dónde habrá sacado eso) pero responde:

Va usted por buen camino, ¿qué más?

Que sus padres están de viaje por Europa, ¿cierto?

Exactamente.

Si le parece, permítame darle también algunas referencias mías.

Adelante señor Westmacott…

Bueno …,le puedo decir que soy el primer secretario de la Embajada Británica, diplomático de

carrera, hacen como dos semanas que estoy en su país y vivo precisamente frente a su casa y sobre

todo
que estoy impresionado con su belleza.

Angélica (pensando) , a tan ilustre inglés sería bueno conocerlo personalmente, quizás es un buen

partido.

Señorita Angélica.

Continúa el inglés.

Si usted no se opone, me gustaría invitarla a cenar esta noche.

Mire señor Westmacott, no sé qué decirle.

¡Por favor!, le ruego que acepte. La joven determina seguir más allá.

Está bien.

Le parece que pase a recogerla a las 19:00 esta noche.

Conforme.

A la hora convenida, Angélica vio por primera vez al enamorado inglés y desde luego que quedó

muy bien impresionada.

Después de esa noche, pasaron varias veladas, y fines de semanas juntos; ambos estaban realmente

enamorados y quizás por temor a asustar al ingresito, Angélica jamás quiso aclarar que no era la

hija de los Herrera y que su trabajo solamente consistía en administrar la casa de la dadivosa

familia.

Un día cuando vio agotada su guardarropa, se atrevió a salir con un traje de la señora Julieta; desde

entonces, los bien provistos colgadores de ropa de la dueña, que le caían a la perfección, fueron el

argumento que esgrimió durante varias semanas, para impresionar al señor Westmacott, que cada

día se sentía más acosada por Cupido y hasta hacía planes para casarse con Angélica. La quietud

reinante de la sala de estar de la casa, de pronto se ve interrumpida por el zumbido del teléfono.
- ¿La casa del señor Jorge Herrera?
- Sí señor.

- Por favor, le rogamos pasar por la Embajada de Inglaterra, para recogerán paquete de

documentos consignado a nombre del señor Jorge Herrera; en todo caso, debe recabarlo de la

oficina del primer secretario.

- Muchas gracias, dentro de una hora aproximadamente lo recogeremos.

Apenas colgado el tubo del teléfono, Angélica se lanza al guardarropa de la señora Julieta, para

elegir uno de los más costosos trajes e impresionar de esta manera a los compatriotas de s futuro

esposo, según se dijo.

Más tarde, José, el chofer, miraba a través del espejo retrovisor que la joven secretaria, se daba los

últimos toques al maquillaje mientras se acercaban al edificio de la Embajada Británica.

- ¿en qué podemos servirle señorita?

Interrogó el empleado de la sala de recepción.

- Vea señor, hace como una hora llamaron a la casa de señor Herrera, para recoger un paquete

conteniendo documentos.

- ¡Ah! Sí, justamente están en el despacho del primer secretario de la Embajada…. Eh …¿quiere

tomar asiento mientras tanto?

- Gracias.

- Responde, Angélica, mientras se acomoda en uno de los sillones de la sala de recepción y piensa

que es una verdadera suerte, el hecho de que hayan rotulado el paquete a nombre del señor Jorge

Herrera, de lo contrario Robert habría descubierto la mentira; pues, daba por descontado que

Robert estaría en poder del paquete.

- Más tarde le explicaré todo a Robert.


- Cavilaba temerosa de espantar a tan magnífico pretendiente.
A medida que los minutos pasaban, su imaginación voló al Palacio de Buckingham para verse

rodeada de los nobles, que arropados de rigurosa etiqueta, deseaban conocer a la muchacha que

había logrado robar el corazón del primer secretario de la Embajada; no faltó también el marco de

elegancia militar que suelen caracterizar estos acontecimientos; esbeltos guardias reales vistiendo

sus tradicionales guerreras rojas contrastando con sus pantalones negros y tocados, con sus

morriones de piel de oso, saludaban presentando armas ante la aparición de la mismísima reina

Isabel y el Duque de Edimburgo; se imaginaba todo esto; ayudada precisamente por las fotografías

que decoraban la estancia.

De pronto se abren las puertas de la oficina del primer secretario de la Embajada de su Majestad

Británica y la invitan a pasar al interior; Angélica visiblemente emocionada, se acerca a la oficina.

Cuando está frente al primer Secretario, sus ojos se abren al máximo.

Pase usted por favor señorita, aquí precisamente tengo el paquete enviado al señor herrera.

¡Eh!....yo…

Vamos, ante todo no permitiremos que sea usted quien lleve este pesado paquete, lo hará el

portero.

Pero…

¡Oh! , no se preocupe.

Sigue el atento diplomático.

¡Pastor!. Lleve esta paquete a la señorita.

Gracias señor.
- No lo agradezca señorita, es un honor para nosotros y …
Y en ese preciso momento, se escucha el timbre.

- ¡Oh! , es el señor Embajador que llama, perdone que utilice a Pastor señorita.

- Se disculpa el primer secretario.

- ¡Pastor!, llama al señor Robert para que lleve a su excelencia a la biblioteca.

- Luego dirigiéndose a Angélica dice…

- Nuestro Embajador es mutilado sabe, perdió las dos piwernas durante un bombardeo en Londres,

al tratar de socorrer a una niña, es todo un héroe.

- Pero, ¿usted dijo Robert?

- Sí, dije Robert … Robert Wetmacott, ¿acaso lo conoce? Es un hombre realmente insuperable,

maneja con extraordinaria destreza la silla de ruedas de su excelencia el señor Embajador, es su

asistente personal…
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Mentira
……..
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Baldosas
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Víspera

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Dactilografía
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-- Franquear

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Manuscritos ------------------------------------------------------------------------------
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Semblante
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Crónica
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Suscripción
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Interlocutor
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Dadivosa
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Esgrimir
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Realiza oraciones con las palabras del VOCABULARIO.

Esgrimir

Baldosas
Dadivosa

Mentira

Interlocutor

Víspera

Del texto que leíste extrae cuidadosamente los siguientes parámetros que te
pedimos…

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Datos del Texto

Autor :
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Título: ----------------------------------------------------------------------------------------

Edición:
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País : ----------------------------------------Editorial:
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¿Por qué del Título?

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Idea Motivadora
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Al principio sólo sintió una fugaz punzada atravesándole el buche, un rápido


dolorcillo que le hizo lanzar un áspero graznido. El día era igual a otro, su
situación era la misma, sin embargo, era la primera vez que asentía la
necesidad de estar junto al cálido cuerpo de su madre. Estiró el cuello
cubierto por una especie de pelusa y trató de ver lo que ocurría en el mundo
exterior. No vio nada. Sólo oyó el zumbido del viento corriendo, incansable, por
el fondo del abismo. No podía saber qué le causaba esa inquietud, tal vez,
oscura, instintivamente, su sangre percibía los misteriosos mensajes que la
brisa traía a la boca de la cueva. Se movió con dificultad en el ancho nido, lanzó
dos o tres graznidos y luego se quedó mirando el cielo azul, donde el sol de
mediodía apacentaba un disperso rebaño de nubes.
En las dos horas de vuelo, no había apartado, su poderosa vista, del bulto
blanco que se destacaba en el fondo pardo de la llanura. Sólo cuando estuvo
segura que allí abajo no había otros movimientos que los que la suave brisa
imprimía a arbustos y pajonales, se decidió a descender. Como por una espiral
imaginaria, fue reduciendo la amplitud de sus círculos y perdiendo altura, hasta
distinguir, nítidamente los contornos de la presa. Era evidente. Estaba inmóvil.
Y era una buena presa que atrajo otros compañeros de festín, cuya codicia los
hizo volar en círculos más pequeños y por debajo de donde ella planeaba. Todo
estaba bien. Eran tres para compartir la presa. Era grande y no había
necesidad de pelear por ella. Siguió descendiendo y se quedó a cierta altura,
esperando que los otros dos, macho y hembra, bajaran y reconocieran el
terreno. Ella era precavida. Por más que el hambre la apremiara, prefería
obrar con cautela, no quería exponerse a ningún peligro. Y mucho más ahora,
que tenía que alimentar a su polluelo de pocos meses. Cuando los otros dos
asestaron, a corta distancia de la oveja, ella ubicó el lugar del descenso y
tomando la dirección con el pico, bajo la cola, aflojo las patas y aleteando
vigorosamente para frenar la caída, aterrizó, en medio de una ligera nube de
polvo. Miro a las otras dos aves y cambió su breve saludo con ellas. Luego se
fue acercando, con pasos lentos, a la oveja degollada. El olor de la sangre la
excitó súbitamente. Dio un pequeño salto y se coloco frente a la cabeza.
Afirmó bien sus patas y lanzó un tremendo picotazo al ojo de la victima. Y
como si esa hubiera sido señal para su desgracia, la tierra se removió y dejó al
descubierto dos hoyos de donde emergieron, veloces como rayos, fuertes como
garfios, dos manos que se cerraron en sus patas y la sujetaron al suelo.
El terror, de un solo envión, encendió su sangre, lanzó al aire sus terribles
graznidos y movió las alas con frenética desesperación. Flan, flan, flan. Cruaj,
cruaj, cruaj. Inútilmente. Había caído en una trampa bien preparada por el
hombre. El cóndor macho también se debatía en las manos de otro hombre que
reía a carcajadas en el fondo del hoyo cuya entrada había sido disimulada con
ramas, piedras y paja brava. En cambio, la otra hembra, había logrado
emprender el vuelo y se alejó velozmente del peligro.

Las aves prisioneras, impotentes, aterradas, con los cuellos enrojecidos y los
ojos relucientes, graznaban y aleteaban sin parar. Y su miedo y su furor
acrecieron su agitado plumaje despidió un fuerte olor a aceite descompuesto,
cuando varios hombres, rientes y eufóricos, salieron de sus escondites y las
maniataron torpemente, con gruesas cuerdas, el drama quedó consumado.
Entonces las aves cautivas supieron, con fuerza de su instinto, que estaban
definitivamente perdidas. Que mas se levarían hasta las nubes, ni abarcarían
con la vista horizontes lejanos ni hallarían las nevadas cumbres ni aspirarían los
aires purísimos, ni se extasiarían de ser aladas criaturas. A los hombres se les
pareció escuchar, antes que las aves enmudecieran, una exacta imitación de
sollozos humanos. Pero negaron su importancia y siguieron riendo:
Ahora, al zoológico……
Si, nuestros afanes tendrán buena recompensas……….
Tuvimos suerte. Son hembra y macho……

Mientras la luz del crepúsculo le permitía mirara hacia el infinito, esperaba


oír, de un momento a otro, los vigorosos aletazos de su madre. Esperaba verla
entrar, como de costumbre, con un trozo de carne fresca en el pico. Luego de
ayudarle a comer, trocito a trocito, lo cobijaría bajo el ala y le daría su calor y
su ternura y acabaría con el hambre y el frió, con el miedo y la soledad. Tal
esperanza apaciguaba, por momentos, su ánimo. Entonces dejaba de graznar y
esturaba el cuello tratando de percibir el leve zumbido que precedía a los
súbitos y sonoros aletazos en la boca de la cueva.
Pero otra vez volvían las punzadas del hambre que atravesaban su buche y
otra vez no podio a controlar su gaznate y sus graznidos se sacudían uno tras
otro, estridentes, monótonos, cuya intensidad iba en aumento a medida que
disminuía la claridad crepuscular. Llegada la noche, tétrica, gemebunda, los
desesperados gritos del ave hacían contrapunto a las estremecedoras letanía
que la ventisca modulaba en la boca de la cueva. Fue noche de espantosa la
desamparada criatura, y aunque al día siguiente, el sol, como contraste, se
levanto en un cielo límpido y sereno, sus graznidos siguieron tan fuertes y
clamantes como el principio. Y así seguirían por todo el día.
Si bien ahora eran producidos mas que por el miedo y la soledad, por el
hambre, torturante, cruel. Y el hambre, que hizo mas largos sus días de su
sufrimiento, acicateo su instinto de vivir y lo obligo a moverse y salir, al
atardecer del séptimo día. A la boca de la cueva: Agitando compulsivamente las
tiernas alas y afirmando sus patas inexpertas en el irregular terreno, quedo,
por unos instantes, colgado sobre el abismo. Luego sucedió lo inevitable: perdió
el equilibrio y el pequeño cóndor se sintió caer y caer, mientras chillaba y
agitaba las alas con pánico desesperación. Su caída tal vez hubiera sido fatal si
es que un golpe de viento no lo hacia cambiar de rumbo y lo llevaba, por
milagro, contra nublando colchón de nieve que empezó a deslizarse, por una
oquedad de la montaña, arrastrándolo suavemente, hasta dejarlo, ileso, en una
saliente. No bien repuesto del susto, el polluelo sacudió su cuerpo
emblanquecido y recomenzó sus desolados graznidos. Miro a su alrededor y vio,
a poca distancia, la boca escura de una cueva. Otra vez su instinto lo indujo a
moverse. Penosamente, agitando las alas, dando saltitos, bamboleándose sobre
el aristado suelo, luego alcanzar el refugio. Una extraña sensación, mezcla de
curiosidad y recelo, acallo sus graznidos y lo obligo a prestar atención.
Entonces oyó, claramente, que del fondo de la cueva, venían otros graznidos,
semejantes al suyo, pero mucho más agudos. Tembloroso, medroso, avanzo, con
torpes movimientos, hasta detenerse al borde de un hoyo, donde un pichón de
cóndor, con el cuerpo filamentoso, ligeramente emplumado, piaba a desgano. El
pequeño invasor se sintió reanimado con su presencia, `pero un fuerte olor a
carne podrida, agudizo su hambre de varios días. Y sin hacer caso de su
huésped involuntario, se puso a engullir, ávidamente, los retos de una rata,
minúsculos trozos de carne fétida que aun conservaban el pellejo y estaban
desanimados en el suelo. Escudriñando, buscando, metiendo su pico en los
resquicios, alcanzo a mitigar su hambre. Luego, como si hubiera encontrado el
hogar perdido, se acurruco junto al polluelo y se quedo tranquilo. Sin lograr
comprender, seguramente, las diferencias. Porque, mas tarde, cuando oyó
fuertes aletazos en la boca de la cueva, los asocio a los de su madre y
poniéndose a graznar, con entusiasmo, creyó, sin dudad, que nada había
cambiado. Pero la recién llegada, viendo al intruso, reacciono con furia.
Emitiendo agudos silbidos, se fue encima del condorcito que apenas logro
esquivar la primera acometida. Pero en seguida, a tiempo de meterse al fondo
de la cueva, fue alcanzado por un tremendo picotazo en la base del cuello.
Chillando adolorido, empavorecido, el pequeño cóndor encontró su salvación en
una hendidura donde se introdujo con rapidez, constriñendo su cuerpo. La
madre del polluelo, luego de lanzar, con los ojos destellantes de ira, con las
alas encrespadas y el pico entre abierto, incomprensibles amenazas al invasor,
se retiro a su nido. Allí, al lamentar a su bullicioso hijuelo, fue calmado,
paulatinamente, su furia elemental. El pequeño cóndor se había salvado, una vez
más, de una muerte segura
Esa noche, sangrante, tembloroso, lleno de terror, se quedó en su refugio,
quietecito, gañendo imperceptiblemente, como si hubiera comprendido, por la
fuerza, que vivir era una aventura plagada de peligros y amenazas. La herida, el
miedo y la oscura sensación de hallarse solo en el mundo, lo mantuvieron
acurrucado en su hueco por espacio de dos días. Pero el hambre, al promediar
el tercer día, lo obligo a salir. Primero saco la cabeza y miro hacia el nido. No
había peligro. La madre ya había salido a su excursión cotidiana y junto a su
polluelo, inmóvil, adormilado, se hallaba un trozo de carne sanguinolenta. El
pequeño cóndor, excitado, abandonó su refugio y con descontrolada avidez se
estuvo, por más de una hora, aplicando inhábiles picotazos, desmenuzando y
engullendo briznas de alimento. Aunque no logró llenar bien su buche, el
hambre dejo de atormentarle. Un tanto sosegado pero aun adolorido por la
herida que había comenzado a cicatrizar, se acurrucó junto al polluelo que
emitió un suave silbido, como si se sintiera complacido de su compañía. Toda la
tarde alerta, tratando de percibir ruidos extraños, el condorcito no se movió
de su sitio, hasta la luz que venía de afuera, comenzó a declinar. Entonces,
precavido, volvió a meterse en su hueco, obrando como si la necesidad hubiera
aguzado su inteligencia al punto de hacerle ver claramente su situación. Día
tras día, con la misma regularidad, realizaba el juego de salir cando la madre
estaba ausente, engullía los restos de carne, cada vez con mayor facilidad, se
entretenía con el pichón por espacio de varias horas, luego, al caer la tarde
,minutos antes que llegue su enemiga, volvía a meterse en su refugio. Así halló
el modo de sobrevivir. Y así fue pasando el tiempo, esperando cumplir su
oportunidad, con lo que le deparaba el destino.
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Fugaz

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Buche
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Graznido

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Zumbido
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Apacentaba ------------------------------------------------------------------------------
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Frenética
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Hollar
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Sollozos
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Crepúsculo
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Gemebunda
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Bamboleando
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Realiza oraciones con las palabras del VOCABULARIO.

Abismo

Sollozos

Gemebunda

Frenética
Crepúsculo

Apacentaba

Del texto que leíste extrae cuidadosamente los siguientes parámetros que te
pedimos…

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Datos del Texto

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¿Por qué del Título?

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to el héroe niño, nos da la más grande prueba de valor, es la figura tierna y subyugante de la Guerra del Pacífi

página ejemplar que honra a Bolivia.

saltan lágrimas, midiendo su cruel sacrificio.

monios de la historia de aquella memorable batalla del “Alto de la Alianza”, está consignado como el Tambor d
n Colorados de Bolivia”.

del combate, en medio del terrible fuego, el niño Juancito Pinto, arrojó su tambor inutilizado, y corriendo se ap
entos de la “Cruz Roja Boliviana”, y cuestionado por uno de los sanitarios, a causa de haber dejado su puesto e
licó cuasi lloros de despecho “que no le había dado arma alguna”, e instantáneamente forcejeó con uno de los
el rifle, y una vez que consiguió arrebatarle y obtener con amenaza sus municiones, se dirigió corriendo resue
cuentro de su batallón que seguía combatiendo, para pelear con los invasores araucanos, como jugar con la mu
Patria.

parece en la batalla, se pierde entre el humo de la pólvora, entre el montón de soldados que sucumbieron en la
es de ese distrito.

más admirable.

edio día los chilenos triunfantes arrollan a nuestras escasas fuerzas, proceden al degüello y ultiman a los malhe
pasándolos” a punta de sable y bayoneta.

episodio que narramos no está la gloria total de Juancito Pinto. Tenemos su vida de campaña.

gloria si averiguamos cómo supo sentar plaza e incorporarse a las filas del valeroso Batallón “Colorado”, desd
dad patria hacía la línea de fuego.
pidió el 17 de Abril de 1879 a las tropas que salían al frente acompañándolas hasta las afuera de la ciudad dan
uios, halagos. Fue tal el entusiasmo cívico que grupos de muchachos de corta edad se plegaban a las filas, neg
ogares. Entre ellos encontrábase nuestro héroe.

aquellos días luctuosos marcaba estos detalles de la movilización.

mpeño de “cometa de órdenes y tambor”, recibió la rígida disciplina e instrucción militar empleada en esos tie
inatas hasta la costa, atravesando distancias infinitas, puna y cordillera, no doblegó su temple. La vida de cam
ro lo habían formado hombre capaz de afrontar toda adversidad.

r soportado tan agobiantes jornadas, se haría merecedor de elogios.

o fue testigo de los momentos dramáticos de la desigual y traidora guerra de invasión chilena.

as hallándose en Tacna en espera de órdenes. Los comandos del Cnel. Camacho boliviano, Montero, peruano
obre la estrategia de las operaciones. Nuestro compatriota de sorprender al enemigo en la quebrada de Sama pa
mayor probabilidad por las ventajas del terreno; en tanto el jefe del país hermano porfiaba no abandonar la al

Unidad fue fatal.

arga espera frente al desierto, el monótono paisaje viendo cielo y mar, fiebres, enfermedades, tedio y desesper
sombra fantasmal del “camanchaca”, la humedad y el silencio carcomían los huesos en la trinchera. El ejército
e por aburrimiento, más que por las balas. Sin pelear estaba casi deshecho.

las deliberaciones de ambos comandos. Perder el tiempo, es perder la batalla.

e, los chilenos se adelantaron en ocupar Sama.


ma equivalía a obtener por anticipado la victoria, allí desembarcaron sin contratiempo los regimientos
”,”Santiago”. “Esmeralda”. “Chillán”, al mando de Baquedano.

para escuchar o para remediar el plan del Cnel. Camacho, desde aquella quebrada (los conocedores tacneños
on el barrio de Miraflores de La Paz), y por el vallecito de Locumba, el enemigo apareció de sorpresa y atacó

nto estuvo en ese escenario, héroe entre los héroes, es el símbolo altivo de los defensores del mar, el niño subli
anta muy en alto el nombre de la Patria, que llenará de orgullo y dará fuerza vivificante a las generaciones del

lación de sus veteranos amigos de tropa y de los bravos jefes de la batalla.

os los últimos instantes:

de sangre” acá. Más allá los batidos campamentos de la Cruz Roja Boliviana sobre la altura del “Intiorco”, co
l Alto de la Alianza. A poca distancia tronaba el combate. Al claror de aquella mañana del 26 de Mayo de 188
leaban contra veinte mil invasores.

os cuadros angustiosos, la tormenta de fuego y de balas. El Capitán Ravelo, muerto en el campo. El General J
izando en el desierto. El General Camacho al ver el desastre decía: “Que una bala me mate en este instante”…
con un casco de bomba. El bravo Coronel Ildefonso Murguía, con graves heridas no cesaba de exclamar terrib
nes y voces de mando.

infortunio. En pleno combate los “Colorados” desafiándole peligro tocaban la marcha de “La Cantería”. El Sa
alazar arrebató una bandera enemiga del regimiento “Navales” y la entregó como trofeo al jefe Murguía.

n cumplido su deber, desde el primer jefe, hasta el último soldado. ¡Honor para ellos!

nto, supo ser digno de haber vestido la casaca de


oso Ejército en la guerra del Pacífico.

e merece de verás llamarse hombre se le conoce en las señales siguientes:

e quiera, se mantiene inquebrantable; ni huye del peligro ni lo busca sin necesidad, ni ofende a nadie ni se deja
la grandeza, fuerte en la adversidad, antepone la justicia al bienestar y la gloria, cuida mucho de su reputación
e sus hijos, pero sin exceso de amor propio. Y sí no es sabio, ama el saber y respeta la sabiduría.
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Valor

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Subyugante
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Honra

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Fragor
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Vítores
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Luctuoso
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Ímpetu
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Vivificante
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Realiza oraciones con las palabras del VOCABULARIO.

Valor

Vivificante

Subyugante

Ímpetu

Honra
Porfiar

Del texto que leíste extrae cuidadosamente los siguientes parámetros que te
pedimos…

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¿Por qué del Título?

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La “Casa Mocha”, era una vivienda abandonada, que causaba


escalofríos.
Se contaba cientos de historias, a cuál más espantosas, sobre
los personajes de
ultratumba que la habitaban. Nadie pasaba por allá, después
de la oración, sin sentir un cosquilleo en la columna vertebral.

Sin embargo, aquella noche don “Juan Mareado” estaba


corajudo como un león, al pasar junto a la Casa Mocha. Con
la valentía del borracho se paró frente a la puerta y lanzó un
sonoro ¡carajo! contra los fantasmas. Inmediatamente se oyó
un horrible aullido, a la vez que se encendieron dos llamitas
dentro la habitación.

A don “Juan Mareado” casi se le quitó el apodo de puro susto,


pero sacó su cuchillo, le dio un feroz mordiscón para
infundirse coraje y lanzó todo su repertorio de malas palabras
contra el espíritu maullador. Luego hizo chispear el cuchillo
sobre las piedras del muro. Esto seguramente bastaba para
asustar a un fantasma, porque dio un nuevo maullido; las
llamitas temblaron y crecieron, acercándose, y luego ¡rass!
Algo cruzó, rozando la cabeza del borracho y le tumbó el
sombrero. Después se perdió en las sombras…. Entonces don
Juan Mareado lanzó una carcajada de héroe que ha ganado
una batalla. Y siguió calle arriba, rumbo a la chichería de la
“Tumbadora”. Tocó la puerta con el mango del cuchillo. Salió
la “Tumbadora” en persona.

- ¡Acabo de correr al diablo!


¡Lo saqué

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