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000 tíos
A mis 20.000 pacientes, que tuvieron la valentía de reconocer que tenían un
problema y la inteligencia de buscar ayuda.
INDICE
En el sexo intervienen factores antropológicos (¿en qué país nací?, ¿en qué
creen mis padres?), condicionantes sociales (¿qué nivel de ingresos tengo?,
¿qué grado de educación?), aspectos psicológicos (¿qué tipo de personalidad
tengo?, ¿qué clase de persona soy?), mi relación de pareja (¿cómo nos
llevamos en general?, ¿qué importancia tiene el sexo para nosotros como
pareja?), aspectos sobre salud sexual (¿cómo somos sexualmente por
separado?, ¿cómo nos adaptamos sexualmente el uno al otro?) y
antecedentes de enfermedades o situaciones de salud (enfermedades de
transmisión sexual, fertilidad, dolor durante el coito, problemas de erección,
eyaculación precoz, anorgasmia, etc...). Pero eso no es todo: ¿cómo se mide el
sexo?, ¿en qué unidades?, ¿en minutos?, ¿en rigidez del pene?, ¿en
decibelios al llegar al orgasmo? La medición de una actividad tan compleja es,
obviamente, también alambicada.
Por otro lado, tenemos una gran limitación a la hora de realizar investigación
sobre sexualidad: la moral. El sexo ha sido tradicionalmente blanco de las
principales religiones a la hora de prohibir y limitar. Esa cortapisa y
moralización del sexo, que ha durado miles de años, ha dejado una huella
colectiva imborrable en nuestra consciencia que nos ha hecho llegar a la
conclusión de que hay cosas buenas y cosas malas respecto al sexo. Y los
científicos, que somos personas que crecemos en sociedad y que vamos a
colegios donde nos enseñan lo mismo que al resto, no somos impermeables a
esa vara de medir. “Esto es bueno, esto es malo”. Por otro lado, para terminar,
tenemos una sociedad que respira, bebe, come y sobretodo „golea‟ sexo, algo
que muy pocos reconocen. Somos una sociedad terriblemente hipócrita en la
que el sexo es uno de los valores en alza, pero sin que lo parezca. No vaya a
ser que alguien crea que somos unos depravados.
Pero, ¿sabemos realmente tan poco? Sí y no. Depende del punto de vista. Si
como científico busco la cantidad de estudios que hablan sobre la oxitocina
como factor relacionado con esto, o con la mutación del gen relacionado con
aquello, o la tasa de hombres que pierden la virginidad antes de los 16 años en
función del país de nacimiento de sus padres, entonces sí, entonces somos
unos fieras. Pero si el problema es que cuando un hombre entra en la consulta
con un problema y te pregunta “¿esto es normal?” y no tienes ni idea de qué
responderle, entonces la cosa está muy mala.
Voy a plantear varias preguntas más que son espinosas y que no tienen una
respuesta científica hasta donde yo sé. No pretendo generar polémica, sino
simplemente hacerle ver al lector lo arbitrario de algunas definiciones: ¿La
mayoría de edad sexual es a los 18 años, a los 16, a los 14? ¿En qué
momento somos „adultos sexualmente independientes y responsables?
Probablemente esta cuestión tiene una salida diferente en función de la cultura
y de la etapa de la historia, pero incluye importantes implicaciones legales. Otra
bola curva: ¿es normal la monogamia? Pues depende del país y la cultura. ¿Es
normal la infidelidad? Los datos (entiendo que esos datos son muy sesgados
de por sí) indican que un gran porcentaje de la población es infiel. Por lo tanto,
¿es normal? ¿Es adecuado? ¿Las dos cosas? ¿Ninguna? Recuerdo una
conferencia en la que un sexólogo holandés dijo que tener más de 12 parejas
sexuales en un año era anormal. ¿Para quién? ¿para él? ¿Con tu pareja
número 13 te cae un rayo? ¿Te vuelves adicto al sexo? ¿Te aparecerá una
uretritis que se venía cocinando -porque te la mereces, fistro, pecador- durante
tus doce parejas anteriores?
Si alguna vez voy a una fiesta y tengo ganas de ser el centro de atención, solo
me hace falta decir que me dedico profesionalmente al sexo. Intento poner -sin
demasiado éxito- cara de James Bond cuando lo digo, para aumentar el drama
y la intriga. Sucede que la petición de anécdotas es infinita. En cualquier caso,
a la gente le parece divertido como sujeto de estudio (como curiosidad) y como
objeto de experimentación (como usuario).
La gente, que es curiosa y busca respuestas, va donde tiene que ir: a Google.
Y en el buscador de buscadores, si buscas sexo, y eso es muy curioso, lo más
frecuente es que encuentres porno (es alarmante la poca cantidad de
información sobre sexualidad que hay comparada con la cantidad de
pornografía). Eso es como intentar entender el motor de cuatro tiempos viendo
correr a Fernando Alonso. Y eso es lo que ocurre, que la gente no entiende
nada, porque creen que el porno es un documental del National Geographic.
Aunque pueda parecer que estoy exagerando, no es así. Mucha gente objetará
que el porno como fuente de información sobre sexo es marginal: créanme, no
lo es.
¿Y qué pasa con el porno? Pues no pasa nada. Pero si yo me pongo a escribir
este libro y me comparo con García Márquez, o me pongo a jugar al fútbol en el
parque y me comparo con Iniesta, mejor me tomo un vaso de salfumán para
aliviar mi triste existencia. Con el porno pasa lo mismo: la gente se compara
con profesionales sin tener en cuenta que no son personas al azar, que les
pagan por su trabajo, que están entrenados, que en muchas ocasiones toman
substancias o se someten a cirugías para potenciar su performance (el
porcentaje de hombres operados de alargamiento de pene en el porno debe
ser de más del 90%, y el de actores que toman „ayudas‟ para durar más o tener
una erección optimizada debe ser cercano al 100%) y que el porno no suele
ser una película de Steve Sonnenberg, con planos fijos e infinitos. Los cortes
sirven para que los actores se relajen, beban agua, hablen del tiempo..., y para
que la gente se crea que duran 30 minutos cuesta abajo y sin frenos. Pero
sencillamente no es así. Sea como fuere, la gente se toma en serio el porno, y
el contraste con nuestra realidad nos angustia y nos pone el listón a una altura
a la que sencillamente no podemos llegar. Recuerden: la media europea del
coito es de cinco minutos. Estos sí: sin cortes…
Una de las soluciones más sencillas de aplicar en todo este tema del sexo
sería formar adecuadamente a los profesionales de la salud (médic@s,
enfermer@s, psicólog@s, etc…) para poder dar una atención de calidad a las
personas que se presentan con problemas de la esfera sexual. Sencillamente,
eso no ocurre. He oído a pacientes a los que sus médicos les habían dicho
“usted ya tiene una edad, ¿aún tiene ganas de juega?”, o “¿tiene usted un
problema ahí abajo? ¡Algo habrá hecho para merecerlo!”. No me cabe ninguna
duda de que son actitudes minoritarias, pero tampoco creo que en general los
profesionales de la salud atendamos los problemas sexuales con demasiada
profesionalidad, probablemente fruto de nuestros propios temores, nuestros
propios tabús y problemas en ese ámbito. Y, cómo no, por la falta de
formación, por la nula cultura sexual que impera en nuestro país.
A los lectores del libro les diría lo siguiente: ¿su médico no le atiende? Salga
de su despacho y exija que le remitan a alguien que sepa algo sobre el tema.
Su médico no es su juez, ni su cura, ni su padre. Su médico está ahí para
ayudarle.
¿Qué ocurre entonces? ¿Qué pasa si sucumbimos al temor que nos infunden
ciertos profesionales? Pues que nos vamos a Google y buscamos información
sobre nuestras dudas, encontrando una mezcla heterogénea de porno,
charlatanes, webs que venden cosas -la mayoría milagrosas- y alguna web
razonablemente fiable. Muy difícil distinguir el grano de la paja, nunca mejor
dicho. Y aquí estamos. Peor que al principio.
Para ello, el libro consta de 12 capítulos (el primero es este que estás leyendo),
en los que relato las situaciones más habituales que afectan a los hombres con
problemas en la esfera sexual. He recogido las 11 que me han parecido más
habituales y con las que creo que puedo llegar a más hombres. En cada
capítulo narro la historia un paciente real (obviamente los nombres son falsos)
para situar al lector. En segundo lugar explico, en un lenguaje sencillo pero no
vulgar, qué le está ocurriendo a esta persona. Qué alteraciones psicológicas o
físicas le están conduciendo a presentar el problema que exhibe. En la mayoría
de capítulos también apunto una solución. Para terminar, como me encantan
las listas, a cada problema le he creado una retahíla de „cosas que debes
hacer‟ y „cosas que no debes hacer‟. Con eso intento huir de contar una
historia, explicar los motivos, y no dar una solución. El último capítulo lo dedico
a las mujeres. Creo que también es justo recoger su sentir en este libro.
- Marcos, un chico responsable que está abrumado por su nueva pareja. Tan
sobrepasado se siente, que está teniendo problemas de erección a pesar de
estar muy excitado. Víctima de la mujer omega.
- Rubén, un chico muy juerguista que está empezando a notar el efecto de las
drogas, el tabaco y el alcohol, en su sexualidad.
- Javier, un joven que se pasó de rosca con el sexo en sus años en Nueva
York y que ahora, ya en casa, todo le parece poco y no hay manera de que su
deseo sexual despierte.
Quisiera hacer dos puntualizaciones antes de entrar al trapo.
“Doctor, aguanto muy poco: tardo menos en correrme que en fumarme el pitillo
de después”
Lo primero que hay que dejar claro es que el concepto de eyaculación precoz
está muy mal logrado porque confunde eyacular -emitir esperma- con llegar al
orgasmo. Se define por el tiempo corto de coito (es discutible si inferior a 60 o
120 segundos), sensación de pérdida de control sobre el orgasmo y estrés
derivado de los dos puntos anteriores. Y aquí aparece el primer problema:
¿dos minutos es mucho o poco? Diría que la mayoría de hombres (y sus
parejas) considerarían que dos minutos no es para lanzar petardos… Sin
embargo, conozco algún experto en medicina sexual que dice -y creo que tiene
razón- que dos minutos en silencio mirándose a los ojos se hacen eternos. En
cualquier caso, dos minutos no parecen una relación sexual demasiado larga.
Sin entrar en detalles técnicos, quiero aclarar estos dos conceptos. El impacto
de ambas situaciones puede llegar a afectar de manera importante a la pareja,
así que es relevante que la gente entienda si tiene o no un problema de este
tipo.
Ya hemos definido eyaculación precoz (coito de menos de 120 segundos, con
sensación de pérdida de control y estrés derivado) y quiero aclarar los cuatro
subgrupos que existen (técnicamente serían síndromes, pero no todos son
eyaculación precoz a mi criterio):
En cambio, las parejas de los hombres con eyaculación retardada suelen tener
una actitud más paciente. En este caso puede llegar a suceder lo contrario:
ellas se sienten mal porque creen que él ya no se siente atraído. En cualquier
caso, la relación queda mucho menos dañada que con el caso del eyaculador
precoz.
El problema de la duración del sexo es, igual que el del tamaño del pene, una
cuestión de género. A los hombres nos preocupa mucho, a las mujeres les
preocupa menos. Para un hombre, un tiempo de coito bajo es equivalente a
decir que eres poco machote, cuando históricamente era exactamente todo lo
contrario. Este hecho tiene dos implicaciones muy importantes en lo que
concierne a la sexualidad de la pareja.
Entró antes el olor a tabaco que el paciente. Como exfumador, tengo un olfato
nefasto para cualquier cosa, excepto para el aroma de los cigarrillos. Pocos
segundos más tarde entró Constantino, con sus cincuenta y pico años, una
gran barriga y el aire de alegría que suelen destilar los tipos bonachones. Él, su
bondad y su intenso perfume se acomodaron en la consulta.
- Pues que no funciono, -me dijo, sonriendo, juguetón. Tenía unos ojos negros
muy brillantes, con la mirada pilla que uno reconoce en un niño de siete
años.¿No funciona significa que no tiene deseo o que no tiene erección?
- Que no tengo erección. Está como muerta. ¡Por deseo no será! Toda la vida
me han gustado mucho las mujeres y cada día más..., pero nada. El pito no va.
- De acuerdo... ¿Me deja que le haga la historia clínica y vemos por qué puede
ser todo esto?
- Pues...
- ¿Qué tendrá que ver fumar o la barriga con el pene? -dijo, un poco alterando,
interrumpiéndome-.
- Pues...
En primer lugar, quisiera hablar de por qué los hombres (y también las mujeres)
con una enfermedad grave suelen presentar una disminución de su actividad
sexual. Por otro lado, y no menos importante, querría destacar el gran vínculo
que existe entre salud general y la salud sexual, y como la gran mayoría de
tóxicos y factores de riesgo que afectan a la salud afectan también a la salud
sexual.
Lo principal es curarse
Entender que cuerpo y mente son una misma cosa. El sexo es cuerpo y es
mente.
Comer cinco veces al día.
Realizar ejercicio físico regularmente.
Desarrollar estrategias para controlar el stress.
Mantener una relación abierta y dialogante con tu pareja.
Pensar que el sexo no tiene que ver con la salud. No seas ingenuo y no
hagas el mendrugo.
Fumar.
Beber alcohol en exceso (un vaso de vino al día es ideal).
Abusar del azúcar refinado, grasa y proteínas de origen animal.
No moverse.
3. JAIME, EL HOMBRE QUE SE OLVIDÓ DEL SEXO
“Doctor, nunca tengo ganas de sexo. Y soy hombre… ¿Estoy enfermo?” Sobre
por qué los hombres ocupados no tienen ganas de tener sexo con sus parejas.
El foco, el tiempo y la diferencia entre lo urgente y lo importante.
- Puede ser… ¿Cómo definirías tu deseo sexual: ¿muy alto, alto, normal, bajo o
muy bajo?
- Si, con el „jet lag‟ duermo siempre mal. Ya estoy acostumbrado. Para mí el día
y la noche no significan nada. Cuando necesito dormir, duermo.
- Sí…, hombre…, no son como cuando tenía 20 años. Pero sí, diría que son
normales.
- Jaime, ni las tuyas ni la mías. Las erecciones a los 20 son una cosa, y lo que
viene después es otra muy distinta. Pero que te quede claro: hacerse mayor no
es ninguna enfermedad.
Soltó un “uf” con 24 „f‟. Como decía Schuster: “No hace falta decir nada más”.
Me comentó que llevaba un año negociando un acuerdo a tres bandas entre
una empresa italiana, una china y otra brasileña. Estaba cerca de cerrarlo, pero
la presión era enorme. Como consecuencia de ello, tenía que programar
reuniones y contestar mails en tres husos horarios diferentes. Siempre estaba
de guardia. No había un momento del día en el que pudiera relajarse.
- Sí… -le asaltó un pensamiento divertido pero que le hizo dudar-. Respondo
mails por la noche, durante el día... Soy como las urgencias de este hospital:
no cierro nunca. Me he acordado de un par de veces en las que estábamos en
la faena con mi mujer y tuve que parar porque tenía que contestar un mail. El
abogado del chino, que me pedía un acuerdo de confidencialidad que era vital
para seguir adelante. En fin, que tuvimos que parar, con el consiguiente cabreo
de mi mujer. Yo la entiendo…, pero el trabajo es el trabajo. Me tiene
completamente loco. -Se paró a sopesar algo, mirando hacia arriba-. De hecho
todo este lío de la testosterona, el deseo y esta erección poco fiable me
empezó hace poco menos de un año, cuando iniciamos el negocio este de las
narices.
- ¿Y el sexo es urgente?
- ¿Y los mails?
- Son urgentes, sí, claro que lo son. En realidad los podría contestar un chaval
que tengo en la oficina que es un crack, pero soy de la vieja escuela: me gusta
tenerlo todo bajo control.
A Jaime lo que le ocurre es muy sencillo. No tiene foco. Bueno, sí tiene foco,
solo que no en el sexo. Nuestro cerebro es una máquina maravillosa capaz de
hacer millones de cosas. Pero no a la vez. Y si eres hombre, y me permito el
chiste fácil pero no por ello menos cierto, aún menos.
Como el sexo casi nunca es una prioridad, lo normal en estos casos es irlo
dejando de lado. Si has llegado al extremo de contestar al teléfono o responder
un mail mientras estás en la cama con alguien, no debería sorprenderte que tu
pareja se cabree y que tu deseo toque fondo (y el de ella ya ni te cuento...).
Como explicación coloquial, le estás diciendo a tu cerebro: esto que estoy
haciendo (mantener relaciones sexuales) es divertido y me gusta, pero los
mails, el teléfono y el armónico ladrido del perro de la vecina son una prioridad
que obliga a suspender la relación sexual. ¿Cómo te lo tomarías tú en su
lugar? El deseo sexual no es solo una expresión y una necesidad fisiológicas.
Lo es también sentimental, una manera de demostrar nuestra estima.
Otra de las cosas que ocurre cuando te alejas del sexo con tu pareja es que
inhibes tu comportamiento y pensamiento sexual, y eso conlleva que cada vez
te sea más complicado hablar de sexo con tu pareja, ser explícito con ella o
hacerle bromas o peticiones de contenido sexual.
• Tenéis que daros la posibilidad de ser más sexuales, tanto durante estos
episodios como durante el resto del día. Si te apetece decirle algo subido de
tono o mandarle un mensaje provocador, hazlo.
- No digo que te lo estés inventando. Simplemente creo que tal vez lo que te
ocurre no sea un problema, sino una cuestión de punto de vista.
- No. No son muy bajas; te equivocas. Esperaba que tuvieras una testosterona
mucho más alta al hacer tanto deporte, pero con el nivel que dan tus análisis
nadie puede decirte que estés bajo. Estás normal.
Esteban era paciente mío desde hacía algunas semanas, pero no había
manera de ponernos de acuerdo. Es de ese tipo de personas que entran en la
consulta con el pronóstico prefabricado. Han mirado por internet, han
preguntado a los amigos…, lo que sea menos escuchar a los que se dedican a
esto. Respetable, ojo, pero algo desesperante porque hace que todo avance a
un ritmo muy lento. En cualquier caso, la pedagogía forma parte de la praxis
médica, es decir, debemos explicarnos bien para moldear su opinión, para que
caiga en la cuenta que su idea preconcebida no es la real. Para eso está la
ciencia, las pruebas, los análisis. Y, por supuesto, la experiencia.
Básicamente la queja de Esteban era que su erección, antaño furiosamente
rápida, así como su deseo, efervescente, eran más bajos. Él comentaba que
cuando estaba muy excitado tenía una erección normal -“pero solo si estoy
muy excitado”, defendía él- y que eso era debido a un nivel anormalmente bajo
de hormonas. No era así. No porque lo dijera yo, sino porque así lo indicaban
las dos analíticas que le había hecho.
Él, de todas maneras, no aceptaba esa explicación. Había leído en una web
que las hormonas se pueden “optimizar” mediante “componentes naturales”
para quitarse 25 años de encima. Hay miles de páginas pirata que venden
mentiras y anabolizantes a los inocentes que creen que „La curiosa historia de
Benjamin Button‟ está basada en hechos reales. Vivimos en una sociedad que
no acepta el envejecimiento y los signos que los años dejan imprimidos en el
cuerpo, y en la que mantenerse joven y terso para siempre es un sueño que
muchos ingenuos de buena voluntad creen que es posible. No dudo de que en
un futuro encontraremos la manera de frenar los efectos de la edad. Cuando
eso suceda, mis palabras serán una reliquia que alguien citará en alguna
conferencia, a modo de ejemplo de lo rápido que avanza el conocimiento
médico. Ese día, que espero vivir, estaré encantado de que el tiempo me haya
quitado la razón.
Por lo tanto, que quede claro: la edad aporta conocimiento y experiencia, pero
quita aptitudes físicas. Aunque hay excepciones, como los deportes de
resistencia, tan de moda en estos últimos tiempos, y en los que la media de
edad supera los 40 años. En las carreras de ultrafondo es habitual encontrarse
atletas de más de 50 años. El italiano Marco Olmo, por ejemplo, sigue trotando
con casi 70 años, y rara es la prueba en la que no termina entre los 20
primeros, muy por delante de voluntariosos y esculturales corredores de 25 o
35 años.
¿Y cómo afecta la edad al pene? Pues igual que a las rodillas o al corazón.
¿Significa eso que con 40 somos viejos? No. Yo tengo 40 años en este
momento (nací en 1976), y no me considero un fósil en absoluto. ¿Significa eso
que tenemos un problema si nuestra erección tarda media milésima más que
cuando teníamos 17 años? No. ¿Es eso una enfermedad? En mi opinión, no.
Las cosas cambian y nuestro cuerpo muta con el tiempo. La pendiente entre la
salud y la enfermedad es gradual, y pensar que cuando nuestro cuerpo no
puede alcanzar una función óptima entonces estamos enfermos es una
estúpida simplificación de la situación. Se trata, sencillamente, de envejecer. Y
hacerlo saludablemente es maravilloso.
La arteria peneana, igual que la arteria renal o la del brazo derecho, sufren un
proceso de envejecimiento que empeora su función. Si la arteriosclerosis no
cierra más del 50% de la luz de la arteria, no suele dar problemas, cosa que no
significa que el funcionamiento sea perfecto.
¿Y eso qué conllevará? Pues muy poco deseo sexual, problemas de erección,
y testículos atrofiados. Amén de un cuadro subdepresivo, desmineralización
ósea, aumento del riesgo de enfermedad cardiaca, atrofia muscular, y un
montón de cosas más. Santa Teresa dijo que el camino corto es el correcto. En
este caso los anabolizantes se toman pensando que es el camino corto, pero
desafortunadamente no es así: es un camino largo y tortuoso. Sin vuelta atrás.
No tomes anabolizantes.
Ten cuidado con los productos para aumentar el rendimiento deportivo:
algunos llevan sustancias anabolizantes.
Si quieres ganar masa muscular, pregunta a un experto en rendimiento
deportivo.
Si tienes dudas sobre si tienes problemas hormonales y cómo solucionarlos,
pregúntale a un médico, no a un tío que tiene una tienda que vende botes de
colorines que prometen convertirte en un GeyperMan sin esfuerzo. Lo siento
chicos, para ponerse fuerte hay que sudar.
5. DAVID, EL HOMBRE QUE PENSABA DEMASIADO
- Hola, David.
- ¿Cómo está, doctor? ¿Ya tiene los resultados de las analíticas? Seguro que
sale algo mal....
- Es que a veces estoy con mi actual pareja -estaba separado- y aunque todo
va muy bien, hay ocasiones en las que…, ¡pumba! -se señaló el pene con los
dedos índices-. Nada de nada. No funciona.
- Pues mira, doctor -me hace mucha gracia la gente que te tutea y te llama
„doctor‟-, sí. Creo que con alguna otra persona, me comía la olla sobre lo que
quería, sobre si se enamoraría de mí, tener hijos... Y todo eso me daba muy
mal rollo. A ver, no es que yo no quiera. Pero no lo puedo evitar, se me pone la
cabeza a mil. No paro de pensar, y se me baja todo.
- Ya -asentí-. O sea que te había pasado antes con otras personas. Pero me
has dicho que ahora estás con una misma pareja de manera continuada. ¿Con
ella, bien?
- Bien, bien... A ver, con ella muy bien. Estamos juntos y no me como la
cabeza. La chavala es estupenda y ya no me como la olla. Por ese tema bien,
pero el problema es que el otro día me peleé con mi jefe. Bueno, en realidad no
nos peleamos. Fueron cuatro empujones, pero en plan colega, ¿me entiendes,
no?
- Disculpa -le interrumpí- ¿Qué tiene que ver tu jefe en todo esto?
- Sí, tranqui, sí. Ahora llego. Pues eso, que los proveedores nos están
fastidiando, los resultados no salen y el jefe está que arde, y yo me llevo el
trabajo a casa.
- No, hombre, no. Quiero decir que mientras estamos en la cama me pongo a
pensar y se me va. Ya sé que tendría que estar por lo que estoy, pero no lo
puedo evitar.
¿Qué les ocurre a las personas adrenérgicas? Por ejemplo, les pueden sudar
las manos si están nerviosas. O puede costarles dormir cuando algo les
preocupa. O notan palpitaciones. En general, cualquiera de estos síntomas
está relacionado con el sistema nervioso simpático (también conocido como
sistema de la lucha-huida), que es el conjunto de estructuras y mecanismos del
cuerpo que nos preparan para enfrentar un reto. Pues bien, el sistema de
lucha-huida produce un efecto muy particular sobre el área esplácnica (la
manera técnica de decir la barriga): disminuye el aporte de sangre al intestino
(las mariposas en el estómago cuando estamos nerviosos aparecen por este
motivo), aumenta la sensibilidad de la vejiga (por eso no paramos de ir a mear -
aunque orinemos muy poca cantidad- cuando nos domina el sistema nervioso
simpático) y se contrae nuestra arteria peneana.
¿Y qué ocurre cuando sucede esto último? Pues que cuando estamos
excitados sexualmente pero nuestro sistema simpático está activado (como
veréis en el capítulo de la hembra omega) sobre nuestra arteria actúan dos
efectos contrapuestos. Dependiendo del que ejerza más poder, tendremos una
erección o no.
Las personas muy nerviosas pueden sufrir ese impacto negativo. También
suele suceder al contrario: cuando viven periodos felices, su sexualidad suele
ser excelente. No veo ningún problema intrínseco en ello.
Como ya hemos comentado en otros capítulos, el sexo forma parte del cuerpo
y el cuerpo no es una máquina, por lo que no siempre reaccionamos igual en
intensidad ni ante los mismos estímulos. Nuestra manera de ser afecta a todos
los aspectos de la vida. Pero la vida también puede afectar a nuestra manera
de ser. La capacidad de controlar esto último es lo que hará que las personas
más nerviosas, las que más vueltas le dan a las cosas, vean afectada su
sexualidad si todo lo demás no está alineado y en su sitio. Recordad: el sexo
es divertido, pero también es un reflejo de nuestro estado de ánimo.
Diez cosas de debes hacer
- Don José, pase. ¿Cómo está? Siéntese. -Le doy la mano y me la estrecha
muy flojito, cosa que me llama la atención. Esperaba algo más de seguridad de
un hombre con tanto músculo y una imagen tan „masculina‟.
- Hola, doctor, ¿cómo está? Le agradezco mucho que me haya recibido tan
deprisa. -Parece que detrás de una fachada tan hercúlea se esconde un tipo
sensible. De entrada, me sorprende, aunque admito que no debería.
- ¡No! Para nada. de hecho, mi ex novia, con la que me llevo muy bien, dice
que todo eso son tonterías. ¡Pero a mi me tiene obsesionado! He leído en
internet que se puede operar, ¿verdad? -Ya estamos otra vez con la dichosa
red. Señores: ni en el bar del pueblo, ni en la tertulia con los amigos, ni en
internet; si queréis información, consultad a un profesional.
El tema del tamaño del pene, que a algunas personas les puede parecer frívolo
e infantil, es muy relevante, especialmente para los hombres. Cuando
consultamos la literatura científica, vemos que el tamaño medio del miembro en
España en erección es de 12 centímetros (sí, 12. Y sí, en erección). Eso
significa que la mitad de los hombres lo tiene más grande y la otra mitad, más
pequeño. En cualquier caso, 12 centímetros es lo que hay, nos parezca mucho
o poco.
Por otro lado, parece relevante preguntarse qué opinan las parejas. Existen
muy pocos estudios en este campo, pero se apuntan dos conclusiones lógicas
y complementarias. Primera, que el tamaño (longitud y grosor) mejora la
„experiencia del usuario‟a partir de un cierto punto y hasta un cierto punto (es
decir, tiene peor valoración un volumen excesivo). Y segunda, que es más
importante la manera de usarlo, pues es así cómo se potencia la satisfacción
sexual de la pareja.
¿Cómo puede ser eso? ¿Qué hay de esa creencia de que la mayoría de
mujeres se vuelven locas con un pene de dimensiones industriales? Pues creo
que en general no es más que eso: una creencia. El mito de la mujer
hipnotizada por un pene gigantesco creo que se deriva más de la visión de cine
porno (sí, otra vez la ciencia ficción del porno) que del análisis de los datos
científicos -y del sentido común- de que disponemos. Aceptando que la vagina
es un órgano distensible que tiene receptores solo en su tercio externo (unos
seis centímetros), no parece que tamaños de pene superiores a esos 12
centímetros de media debieran proporcionar un “extra” de placer, a pesar de
que esta afirmación no será cierta en todos los casos.
En cualquier caso, creo que igual que pueden existir mujeres que disfruten más
de su sexualidad gracias a un pene de grandes proporciones, ese número no
será mayor que el de mujeres que sufren dolor con la penetración cuando el
falo excede en demasía la normalidad.
De todas maneras, y dando un paso atrás, el tema del tamaño no es solo una
cuestión de desempeño y de resultados. Existen datos que apuntan a que los
hombres con penes mayores son percibidos como más atractivos sexualmente
por parte del género femenino. Eso nos lleva a pensar que tal vez exista un
condicionante (¿genético?, ¿social?, ¿psicológico?) que lleva a las mujeres a
„premiar‟ evolutivamente a los hombres con penes grandes. No necesariamente
como consecuencia de un mejor desempeño sexual, sino como un signo
externo de salud o de masculinidad.
Por eso es capital, bajo mi punto de vista, trasladar el dato frío -los 12
centímetros no me cansaré jamás de repetir la cifra- al paciente para que
entienda que la normalidad suele estar alejada de nuestros referentes
culturales. Como he comentado en otras partes del libro, la falta de normalidad
y de referentes validos en el sexo convierten al cine erótico en casi un
documental del National Geographic. Pero no lo es. Como todo lo que se hace
en el cine, el porno es una exageración del mundo real.
¿Por qué creo eso? Basta con escuchar a los pacientes para comprobar que
en la mayoría de ocasiones se trata de un tema de confianza en uno mismo.
Frases como “no conozco mujeres porque tengo el pene pequeño” o “si me
opero el pito me sentiré más seguro” son habituales en la consulta. No
pretendo valorar los factores que potencian la atracción de una posible pareja
sexual, pero me parece palmario que una vez que la pareja se percata del
tamaño del pene suele ser en la distancia corta, es decir, mucho más tarde -o
algo más tarde, como mínimo- de la primera interacción. Por lo tanto, es
razonable llegar a la conclusión de que, en general, la mayoría de hombres que
creen que el supuesto pene pequeño es una barrera para relacionarse, en
realidad presentan otro tipo de frenos sociales y psicológicos. En mi opinión,
ese freno es la seguridad en uno mismo. Que juzgue cada uno si la confianza
en nuestras posibilidades es un valor relevante a la hora de conocer mujeres.
Pero volvamos a la visita. José me había expuesto la posibilidad de agrandarse
el miembro porque consideraba que era el origen de sus problemas.
- Bueno… Dos o tres centímetros ya me parece muy bien. Creo que con eso
me sentiría mucho mejor y le gustaría mucho más a las chicas. Otra cosa, ¿qué
hay de los extractos de plantas que he leído en internet? En el gimnasio me
han dicho que con algunas hormonas también te crece. ¿Es verdad?
Igual que ningún aceite o producto milagroso es capaz de hacer que la rueda
de la bici crezca por arte de magia, ninguna pastilla hará que la albugínea del
pene dé de sí hasta dimensiones colosales. Respecto a las hormonas, sucede
un poco lo mismo. Ninguna hormona -en un hombre que no la necesite-
producirá que el pene crezca de tamaño. Lo que sí generará la toma de
anabolizantes, sin entrar demasiado en detalles técnicos, es una inhibición de
la parte del cerebro que mantiene a los testículos activos. Y lo que es peor, ese
efecto es posible que se mantenga durante mucho tiempo después de que nos
demos cuenta de que tomar esas hormonas fue una estupidez.
1. El pene es, además del órgano sexual masculino, un icono rodeado de mitos y
tópicos.
2. Los hombres sienten una fuerte presión en lo que se refiere al tamaño del
pene.
3. La longitud media del pene en erección es de 12 centímetros.
4. La mayoría de hombres que creen tener el pene pequeño tienen en realidad un
pene normal. Menos del 10% tienen realmente lo que se denomina un
micropene, nombre quizás no del todo afortunado.
5. En los casos en los que no existe una alteración anatómica, considero que el
mejor enfoque es trabajar con un psicólogo experto en sexualidad, ya que el
problema se centra en la confianza en uno mismo.
6. En los casos en los que pueda existir una alteración anatómica, lo primero que
hay que hacer es descartar causas médicas de micropene.
7. No hay recetas milagrosas para aumentar el tamaño del pene. Las pócimas
mágicas y las lociones crecepelo solo se vendían en el lejano oeste, y allí
tampoco funcionaban.
8. Probablemente, la mejor opción para aumentar la longitud del pene sean los
aparatos de tracción, pero hay que ser muy constante en su uso para obtener
resultados.
9. Si se tienes pareja, tener una conversación abierta y sincera sobre este tema
es probable que te resulte complicado e incómodo, pero seguro que te llevará a
conoceros mucho mejor. También te permitirá determinar con mayor certeza el
origen del problema, en caso de que lo haya. Habitualmente, el problema no es
el tamaño. El tamaño es la excusa.
Señores, como conclusión me gustaría mentar una de las frases que más daño
y que más ha alimentado los temores y las inseguridades masculinas: “el
tamaño sí importa”. Espero que haya quedado claro que las dimensiones de
nuestro miembro no tienen nada que ver con la capacidad de proporcionar y
sentir placer en nuestras relaciones sexuales. Olvidaros de internet, del cine
para adultos, de las conversaciones de bar. Centraos en vosotros, en vuestra
pareja, en el diálogo, en la capacidad de ser honestos, en la voluntad de
pasarlo bien. Sólo así, desde la sinceridad, tanto hacia nosotros como hacia
nuestra pareja, seremos capaces de mantener una relación sexual plena. Y si
nuestro pene es más grande o más pequeño, pues mira, es lo que hay.
Recordad que la mujer valora tanto o más los prolegómenos que la
penetración, que no le gusta tener la sensación de que le escondemos algo,
que no le gusta las prisas. No os comparéis con nadie, porque, sí amigos,
vuestro pito es único, indivisible e intransferible. Y si aún así consideráis que
tenéis un problema, consultad a un profesional. Escapad de las webs
milagrosas, de los consejos trasnochados, de los rumores y de las habladurías.
El tamaño importa tanto como queráis. O tan poco. Está en vuestras manos.
Nunca mejor dicho…
7. MARCOS. BAJO EL INFLUJO DE LA MUJER OMEGA
- Muy bien, Marcos. ¿Cómo te puedo ayudar? Estaba muy nervioso. Saltaba de
la silla en cada palabra. Era un chico fino, guapo, casi imberbe. Atendiendo a
mucha gente cada día acabas desarrollando un sexto sentido para estas
cosas: me podría haber jugado un mes de sueldo a que Marcos era de buena
familia, universitarios, que era un estudiante de notable, y que no había roto un
plato en su vida. Parecía muy buen chico.
- Tranquilo, hombre. Dime qué problema tienes de una manera directa, con tus
propias palabras. No creo que me asuste, que ya tengo una edad -le dije, para
intentar tranquilizarle.
- No, yo antes salía con la novia de toda la vida del pueblo. Y con ella ningún
problema. La dejé en cuanto conocí a esta chica, Montse. Excepto con ella, no
he tenido nunca ningún problema.
- Sí, sí. De hecho es raro, porque Montse me pone mucho y desde que la
conozco tengo más deseo y bueno…, me masturbo más. Pero luego cuando
estoy con ella, nada de nada.
- Me pongo muy nervioso. Ella me impone mucho. Es mayor que yo. Está
estudiando el MIR y trabajando. Y es tan guapa… Y además…
- ¿Qué? No pasa nada. A todos nos ha pasado. ¿Qué ocurre? -destilaba cierto
aire adolescente, de inseguridad, tenía que sacarle las palabras con un
destornillador.
- Bueno, pues que…, a ver…, yo…, con Loli, con mi novia del pueblo, sí, lo
habíamos hecho, pero digamos que no tengo mucha experiencia. Y Montse…
Tengo amigos que la conocen y ha salido con varios chicos. Y está tan segura
de sí misma…
- Cuando estéis juntos otra vez, lo primero que tienes que hacer es estar muy
tranquilo. Tómate tu tiempo.
- Pero ella es muy directa -me interrumpió, suplicando con la mirada que le
recetara las malditas pastillas.
-¿¡Que le diga qué!? ¡Ella no puede saber que he venido! Pensaría que… -hizo
una pausa-. No, no…, no puede saberlo. No se lo puedo decir.
- Si ella es lista como dices, sabe que tienes un problema, y además valorará
que afrontes que lo tienes y que además busques una solución, ¿no crees?
-Pero eso es como decir que no soy muy macho, ¿no? A las chicas no les
gusta eso…, ¿no?
- Opinaba igual que tú. Pero después de ver a muchos hombres y a muchas
parejas, tengo claro que las mujeres valoran a los hombres que se enfrentan a
sus problemas, no a los que hacen ver que todo va bien cuando evidente que
algo está fallando.
-No sé…, no lo veo claro -me respondió absorto, como calculando los daños
colaterales de cometer un sincericidio.
Lo que le ocurre a nuestro amigo Marcos está muy claro. Se llama ansiedad de
ejecución. Básicamente, significa que los tiene por corbata precisamente
porque la chica le gusta. Aceptando que ella le gusta mucho y que su centro
del deseo parecerá Las Vegas cuando está con ella, la inseguridad que le
genera Montse y las expectativas que él cree que tiene que cumplir le generan
una ansiedad brutal. Este estrés produce vasoconstricción en el área
esplácnica -la barriga- (las mariposas en el estómago) y, si la ansiedad es
realmente importante, vasoconstricción de la arteria peneana, produciendo
problemas de erección.
Intentar correr mucho. Tú intenta escabullirte con todo este pastel entre las
manos y ya verás. ¿Qué ocurrirá si, además de los nervios, la presión, etc…
te da por ir deprisa? Mala idea.
Ser quien no eres. No mientas. Si tienes un mal día, no pasa nada. Si lo
dices, demuestras más huevos y ella -si tiene dos dedos de frente- te
valorará más por ello. Si no, mejor perderla. Ten memoria, ella también
puede tener malos días. Todos los tenemos.
Tomar pastillas (si no te ha visto un profesional). Pueden ser un recurso en
un momento dado, pero no son una buena opción a largo plazo. No porque
sean peligrosas, sino porque no solucionan este tipo de problema.
8. ROBERTO Y LA MURALLA DE LA PATERNIDAD
Antes de que abriera la boca, ya sabía que el paciente tenía problemas. Entró
un hombre de unos cuarenta y pico. Su lenguaje corporal expresaba derrota, a
pesar de llevar un Cartier y un maletín con LV grabado por todas partes.
Se notaba que le había gustado mi última pregunta. Con el tiempo, como dice
un médico que conozco, vas ganando „pupila‟. Ves cosas. Y aprendes a
preguntar.
-¡Eso digo yo! Yo ya le dije que no había ningún problema... Pero igualmente
me ha obligado a venir. Dice que no puede ser que no tenga ganas de tener
sexo... ¡que eso no es normal!
-¿Y es cierto?
-...
-Sí, y los dos estamos bien. Nos dijo que paciencia. Que como tenemos más
de 35 años, tenemos menos números de que la cosa cuaje rápido. Nos ha
dicho que lo intentemos unos meses más, y que si no funciona, nos propondrá
un in vitro, o como se llame.
- Vale. ¿Y lo intentáis?
- Bueno..., Vamos muy liados. Ya no salimos tanto ni tenemos tiempo para salir
de juerga solos. Pero sobre todo ha sido a raíz del tema del embarazo.
- Pues mal...
- Ganas sí que tengo. Aunque en realidad menos que antes, pero sí, tengo
ganas. Lo que pasa es que cuando me manda un mensaje por la mañana con
la foto del „clearblue‟ y me dice "hoy pillas", se me baja todo... El otro día hasta
tuve un gatillazo...
- ¿Gatillazo?
- Sí, un problema de... -miró hacia abajo, señalando el pene- ... ahí abajo.
- Sí, eso. Pues que nada, que no quería -dijo, refiriéndose a su pene-. Y claro,
la parienta se agarró un cabreo de impresión, me gritó, nos discutimos y acabó
llorando diciendo que se estaba haciendo vieja y que no podría tener hijos.
Roberto no tiene ningún problema médico. El sexo ofrece una gran variedad de
recompensas, la descendencia entre ellas, pero Roberto no parece estar muy
convencido de querer dar ese paso. Queriéndola o no, el sexo se ha
convertido, con la evolución, en una actividad lúdica y de unión con otra
persona. Los humanos, de hecho, en la mayoría de ocasiones mantenemos
relaciones sexuales con fines no reproductivos. Aunque en origen el sexo
tuviera como fintener hijos, ahora tiene muchas más facetas que se deben
tener en cuenta. Podríamos introducir aquí el papel de la religión y las
creencias en el sexo, así como los tabús, los miedos, los mitos, los tópicos, y
todo aquello que ha convertido algo divertido, natural, humano, físico y
emocional en un asunto peliagudo, delicado. Incluso incómodo para según
quien.
Habla con tu pareja y dile qué te ocurre. Comparte con ella las cosas que
quieres y las que no quieres.
Habla con tu pareja y estableced una normas de comunicación con las que los
dos estéis a gusto. Ella tiene que entender que recurrir al "hoy toca" es una
mala idea, pero tú tienes que darte cuenta de que las mujeres son fértiles
durante un periodo de entre 48 y 72 horas, aproximadamente, por cada ciclo
menstrual. Aprended a comunicaros, que no cuesta tanto. El resto de vuestra
relación os lo agradecerá. Es de libro: una pareja que no habla está destinada,
primero, a morirse de aburrimiento, y segundo, a convertirse en meros
compañeros de piso, si llegan a tanto… Y no basta con una mirada, esto no es
el Barça ni somos Iniesta, capaces de avanzarnos al movimiento del delantero
con un pase imposible. No. Esto son relaciones humanas, y ahí los impulsos
están muy bien, pero la razón y el sentido común deben estar también al
volante.
Si estás nervioso, intenta relajarte.
Si el problema es la falta de repertorio, ¡amplíalo! No hay nada en contra de
tener un paleta variada respecto a la reproducción. Habla con tu pareja.
- Desde hace unos meses. Primero era solo a veces. Ahora es una lotería...
pero en la mayoría de ocasiones no funciono. Incluso... -se para y duda-,
bueno, incluso he tomado Viagra para ver si mejoraba.
- No, no. Estoy sano. Me operaron el pito de pequeño, pero eso no cuenta.
- Y por las mañanas... aunque sea sólo a veces, ¿tienes erecciones normales?
- Antes sí. Se me levantaba como el palo de la bandera casi cada día, pero
ahora nada de nada. Está muerta, doctor. Ya le digo que no tengo ganas casi
de hacerlo. Estoy fatal -dice, entre triste y bromeando.
- No hombre no -le dije entre risas, intentando calmar la cosa-. Casi todo se
puede arreglar. Pero primero tenemos que entender qué ocurre y por qué se
produce para poder solucionarlo.
- Igual es una tontería, pero... ¿El alcohol puede tener algo que ver?
- ¿¿¿Si??? ¡Pero si todo el mundo se mete! Yo no creo que sea por eso. Llevo
toda la vida fumando de vez en cuando y nunca me había dado ningún chungo.
- Ya, pero a cada uno le afecta de una manera. O no le afecta... A ver, ¿cuánto
bebes?
- ¿Y fumar?
- Pues un porrito cada noche. Me costaba dormir y con la maría duermo como
un bebé. El fin de semana depende: si estamos de tranquis, fumamos porros,
pero si salimos a tope, no.
- ¿Y si salís a tope?
Otro paciente que ve demasiadas series por internet y que cree que voy a
llamar a la Guardia Civil porque fuma porros o esnifa. Insisto: el médico no es
tu cura, ni tu padre ni la policía. Lo que hagas es cosa tuya. Nosotros, como
mucho, podemos informar sobre lo que está bien o está mal desde el punto de
vista médico.
- A no ser que pienses cometer un delito, yo no digo nada. Tranquilo. ¿Qué
tomas cuando vas a tope?
Amigo, a no ser que seas químico con interés en la materia o algo por el estilo,
no tienes ni puñetera idea de lo que lleva la droga que entra por tu nariz.
¿Nada de mierda química? ¿Qué se piensa la gente que llevan las drogas y las
pastillas? ¿Miel de romero?
- Claro, mucha calidad -le contesto, británico, y sigo, sin darle tiempo a
responder-. ¿Crees que tu problema de erección se agravó al empezar a
consumir más?
- No sé. Hace unos meses estaba bien. Fuimos de fiestas al pueblo y allí fue
una pasada. Lo pasamos de puta madre. Juerga cada día. Mucha fiesta. Igual
me pasé un poco con la merca... Ahora que lo pienso, sí que al volver me noté
que funcionaba de aquella manera... Pensé que estaba estresado, y a la
siguiente vez me tomé unas copas para relajarme. Macho, la tía estaba
buenísima y yo..., ¡tenía unas ganas! Pero nada. Yo súper caliente, pero el pito
como muerto. Y desde entonces me he ido comiendo la olla, y cada vez peor.
Ahí fue cuando pillé la Viagra, y con eso mejoré una temporada, pero es un
asco, no quiero meterme mierda química.
A buenas horas, mangas verdes. Te metes coca que volvería loco a un caballo
pero un fármaco aprobado hiere tu sensibilidad. Con algunos colegas
recogemos frases de pacientes que nos hacen gracia: “Yo no soy de tomar
pastillas ni medicamentos“ es una de ellas. Otra sería “yo no soy de tener
fiebre”. Pregúntale a cualquier médico, verás cómo se ríe.
Creo que fue Shakespeare quien escribió que "el alcohol mejora el deseo pero
empeora el desempeño". Perfecto. El alcohol nos desinhibe y por lo tanto
algunas personas pueden experimentar más deseo sexual. Por desgracia, el
alcohol es vasodilatador, por lo que es más difícil tener una erección cuando
estamos bajo sus efectos. Cuanto más alcohol, más difícil. Seguro que conoces
algún vecino o amigote que te ha explicado los 72 polvos mágicos después de
echarse ocho soberanos al coleto. Es como pensar que un ajedrecista, un
violinista o Cristiano Ronaldo son mejores en sus disciplinas cuando están
borrachos. Los 72 polvos de tu amigo no son ni muchos ni pocos. Son mentira.
En primer lugar, es muy mala idea beber para aumentar el tiempo de coito. La
cirrosis hepática y otros efectos del alcohol no ejercerán ningún efecto
maravilloso sobre vuestra sexualidad. Si tenéis un problema de eyaculación
precoz, consultad con vuestro médico. Obviamente, no hay ningún problema
en tomar una copa de más y disfrutar de sus efectos sobre la sexualidad muy
de vez en cuando, pero medicarse con alcohol para aumentar el deseo,
desbloquear el freno social o psicológico, o aumentar la duración de las
relaciones sexuales es muy mala idea.
El segundo comentario es que el alcohol aumenta el tiempo para alcanzar el
orgasmo, por lo que las personas con eyaculación retardada verán empeorada
su capacidad para llegar al clímax. Si nos tomamos un par de copas de más
tendremos un deseo efervescente, una erección regular y un aumento en la
dificultad para llegar al orgasmo. ¿Qué ocurrirá? Pues que la cosa irá mal. ¿Por
qué? Porque nos creemos King Kong pero conducimos un coche italiano de
hace 40 años que falla más que una escopeta de feria.
El alcohol y el sexo juntos, por lo tanto, mala idea. Ahora que lo pienso, ¿hay
alguna actividad, actitud o trabajo que case bien con el alcohol consumido en
exceso? ¿Por qué el sexo iba a ser diferente?
Con la coca pasa un poco como con el alcohol, pero con algunas
peligrosísimas diferencias. La coca es estimulante y euforizante. Sobre el
sistema nervioso central nos volverá más atrevidos y más agresivos, y
probablemente aumentará nuestro deseo sexual. Desafortunadamente, la coca
induce una potentísima vasoconstricción periférica, por lo que la arteria
peneana verá reducido su aporte de sangre, y nuestra erección se verá
debilitada. Además, la coca genera un metabolito tóxico cuando se mezcla con
el alcohol -el cocaetileno-, que es una de las substancias conocidas más
tóxicas para nuestro músculo cardiaco.
Por lo tanto, con la cocaína nos convertimos en ese King Kong conduciendo un
coche italiano de hace 40 años mientras jugamos a la ruleta rusa. Si se le
añade alcohol, la meta todavía queda más lejos y a la pistola le añadimos una
segunda y una tercera bala.
Pagas una fortuna para que te salga un cáncer de pulmón, te amputen una
pierna o te jodas el corazón. Mientas el tabaco tarda en matarte, además,
olerás asquerosamente a humo todo el día. Aludiendo nuevamente al sentido
común, si la erección es el pene llenándose de sangre (a través de la arteria
peneana) y el tabaco acelera la obstrucción de las arterias (arteriosclerosis),
¿cómo crees que afectará el tabaco a nuestra erección? Bingo.
Está claro que existe gente que es más resistente al daño causado por el
tabaco, que fumó 40 cigarrillos al día y a los 90 años podía romper nueces con
su erección. Pero no seamos ingenuos, lo normal es que a cualquier hombre
que no sea un superhéroe, fumar le joda el corazón, los pulmones y el pene. Y
no es ese orden.
Estoy harto de decirles a los pacientes fumadores que dejen el vicio para
preservar su erección cuando empiezan a notar que flojea. A ver si por el tema
del sexo espabilan y ven la luz. Una de las respuestas más habituales es:
“Llevo fumado toda la vida y nunca me había pasado antes”. La gente lleva
viviendo toda la vida hasta el día que se muere. La gente no tiene un infarto
hasta el día que lo tiene. La gente no vive con la cadera fracturada en secreto
hasta el día que algún médico le diagnostica. Es una excusa lamentable.
Existen tantas pruebas de que el tabaco empeora la erección que cada vez me
molesto menos en contestar: no se puede ayudar a quien no quiere ser
ayudado.
Epitafio
Iker entra en la consulta. Tiene un aire triste y estoico. Tendrá unos 50 y pico y
una diabetes que controla con insulina desde hace tiempo. Las persones
diabéticas, especialmente las que deben medirse el nivel de glucosa a diario,
suelen conocer muy bien su enfermedad y entienden muy bien -mejor que la
mayoría de médicos y que el 99% de urólogos- lo que les ocurre. Antes de que
le preguntara nada, me dijo que creía que su problema de anorgasmia tenía su
origen en una neuropatía.
¿Y qué ocurre? Pues que las personas a las que les sucede esto pueden
mantener relaciones sexuales durante mucho tiempo sin ser capaces de llegar
al orgasmo. Y sobre este aspecto, dos comentarios.
Primero, está claro que el orgasmo es una parte más del sexo y que la visión
orgasmocéntrica -el orgasmo como recompensa- es muy limitada. De igual
manera, a nadie le amarga un dulce. Y estando de acuerdo en que el orgasmo
es accesorio, mejor poder llegar que sufrir la imposibilidad de alcanzarlo. En
segundo lugar, una frase muy común en muchos (sobretodo) hombres, cuando
he compartido alguna batallita del trabajo sobre este punto: “Pues qué suerte
eso de aguantar tanto”.
No, no es una suerte. Es una putada. Porque poder controlar el momento del
orgasmo y decidir que hoy nos apetece un sexo más o menos largo, está muy
bien. Pero estar obligado a tener un sexo desmedidamente largo para alcanzar
ese orgasmo huidizo que se nos niega, no es nada divertido. Por poner un
ejemplo: ¿te gusta el foie? Pues imagina tener que comer foie un par de veces
por semana... suena bien, ¿no? Pues piensa ahora en tener, en estar obligado,
a comer foie un par de veces por semana, pero medio kilo por sentada. Alguno
dirá que el foie está muy rico y que podría comer todo el que le pusieran
delante. Que haga la prueba y me diga si dura un par o tres de días.
Pero volvamos a Iker. Me comenta que le parece que tiene una neuropatía
pero que le gustaría poder descartar otras causas. Me explica que su pareja,
con quien ha estado los últimos 15 años, y con quien siempre había tenido una
buena relación a nivel sexual, está muy preocupada, porque cree que él ya no
la desea y que por eso no consigue „llegar‟.
- Desgraciadamente, no hay mucha cosa más por mirar -le contesté, sobre su
sospecha de neuropatía.
- Es que ella está empeñada en que ya no me atrae -comenta, más para él que
para mí-. Dice que ya no me pone y que por eso ya no quiero tener sexo con
ella.
- ¿Y es así?
- Comprendo.
-Pues lo siento, pero no. Hay algún fármaco experimental pero en España no
se puede conseguir.
Existen (que se sepa a día de hoy) cuatro motivos por los que puede
producirse un caso de eyaculación retardada:
Pero me estoy yendo por las ramas... Sucede que los actores porno tienen
problemas para tener erecciones y deseo sexual. ¿Y cómo puede ser? Pues
puede ser porque habitualmente los hombres tenemos acceso a una cantidad
de sexo inferior a la que nos gustaría. En el caso de los actores porno, eso no
es así. Algunos de ellos filman diariamente cinco, seis, siete escenas, con una
mujer, o varias mujeres, y con un repertorio sexual mucho más amplio que el
típico polvete matinal del sábado. Eso hace que, si eres la estrella del Barça
que ha marcado un „hat trick‟ en la final de Champions y te has llevado el MVP,
te dé un poco de palo al día siguiente jugar los dieciseisavos de final de la
Copa del Rey contra el equipo de un pueblo (con todos los respetos para el
fútbol humilde). Pues imagina meter -nunca mejor dicho- un „hat trick‟ al día al
Madrid en el Bernabéu o en el Camp Nou al Barça ganando la final de la
Champions. Es divertido los primeros seis días, pero al final nos cansamos de
todo.
Sea como fuere, porque tenemos una predilección por una determinada
práctica sexual y esa práctica “parasita” el resto de nuestra sexualidad, o
porque sencillamente estemos hasta el gorro de tanto sexo (no es habitual,
pero tengo pacientes aficionados al intercambio de pareja que tienen
problemas para excitarse), puede suceder que no consigamos llegar fácilmente
al orgasmo.
Un hombre que se masturba tres veces por semana cuando no tiene pareja y
empieza a tener relaciones sexuales con una mujer (pongamos dos veces por
semana), substituirá la masturbación por el sexo. Al final la suma total de coitos
semanales será la misma cifra de orgasmos de antes, pero ahora con sexo con
otra persona en lugar de sexo consigo mismo.
Bueno, vale... ¿y para qué sirve saber todo esto? Pues para entender que el
deseo no es infinito y que si alguien tiene problemas para alcanzar el orgasmo,
lo primero que tenemos que hacer es aumentar su deseo de base (lo que se
conoce como deseo flotante). ¿Y cómo se hace eso? Muy fácil: nada de
masturbación.
- Hola, buenos días. -entró un chico de unos treinta y pocos. Parecía muy
normal.
- Bien -me dijo-.Me miraba algo nervioso, no muy convencido de si debía estar
ahí.
- ¿Desde cuando?
- Desde hace unos meses. He estado viviendo fuera unos años, en Nueva
York, y desde que he vuelto, hace cuatro meses, el sexo no es igual.
- Soy programador -en este caso, la relación de cercanía era más complicada:
no sé cómo empatizar con un programador.
- Porque si tienes buenas erecciones por la mañana significa que todo funciona
bien.
Vi que no estaba convencido. Otra de las cosas buenas de saber a qué se
dedica la gente es que puedes ponerle ejemplos basados en su profesión. Me
aventuré a hacer un paralelismo con la programación. Curioso cómo la gente
amplía su nivel de atención cuando llevas la conversación a su terreno.
- Bueno, sí puede ser, pero entiendo el ejemplo. Se explica mejor con algo del
„hardware‟, pero ya veo por dónde vas...
Yo no sabía hacia dónde iba todo aquello, pero intuía que Javier estaba a
punto de descubrir el origen de su problema.
- Gente muy liberal -decía-. Tan liberales, que me invitaron a un lugar al que
iban a menudo. Resultó ser un sitio de intercambio de parejas.
Pues por eso les recordaba con cariño. A veces uno tiene una vista...
¿Qué le está ocurriendo a Javier? Muy fácil. Una pista: no le ocurre nada a su
erección. Su erección está perfectamente. ¿Le ocurre algo a su pareja? No. Lo
que es más plausible es que su „termostato‟ sobre el sexo esté en un nivel
poco habitual.
El segundo tipo de deseo es el que nace de la situación. Cuando estás con una
persona el sábado en el sofá, has tenido una comida agradable y una charla
estimulante, y estás viendo una película entretenida. En ese momento de relax
aparecen las ganas de mantener relaciones sexuales. Ese tipo de deseo tiene
un sujeto específico, y si la persona con la que has compartido el día se va y
aparece otra persona, ese tipo de deseo desaparece. Es, si se quiere decir de
alguna manera, un deseo menos animal y más emocional.
El pasillo de la intimidad
¿Qué ocurre cuando un hombre tiene disfunción eréctil? Pues si la pareja goza
de una buena relación y existe un juego previo largo y el hombre es
mínimamente sensible y atento, nada. Muchas parejas con hombres con
disfunción eréctil se sienten satisfechas con una sexualidad desgenitalizada o
sin coito. Si la pareja atiende las necesidades de intimidad de la mujer y existe
sexo sin coito, es muy posible que la pareja esté feliz con la situación. Por el
contrario, las parejas con hombrescon eyaculación precoz suelen acudir con un
estado de ánimo muy distinto. La eyaculación precoz, como hemos comentado,
asocia un tiempo de coito bajo y una pérdida sobre el control del momento en
el que se desencadena el orgasmo. Algunas mujeres creen que un hombre con
eyaculación precoz es simplemente un egoísta porque consideran que sí tiene
la opción de retrasar el orgasmo. Sencillamente, no es así. Sin embargo, sea
como fuere, los hombres con eyaculación precoz viven sexualmente
atenazados por el miedo al tiempo. Tanto es así, que es habitual que vayan
„cara a barraca‟ y tengan un juego previo corto. Esa situación de escasa
intimidad, juego previo mínimo, bajo tiempo de coito y frustración son un coctel
letal para la autoestima de la mujer (por no hablar de lo mal que ya lo pasa el
hombre con su situación). Y eso hace que muchas parejas con hombres con
eyaculación precoz se muestren muy disgustadas con la situación.
Aquí es donde quiero romper una lanza a favor del sentido común, de la
educación sexual y de la comunicación en la pareja. Aquí es donde quiero
elevar a la categoría de héroes a aquellos hombres que, teniendo problemas
en la esfera sexual, han sido capaces -gracias al sentido común, la educación
sexual recibida (con muchas dudas) o por su comunicación de pareja- de
seguir teniendo una vida sexual sana y satisfactoria. Todos estos héroes
vienen a la consulta invariablemente acompañados de mujeres también
heroicas. Todo lo que se calla y no se comunica va generando un poso tóxico
con un final previsible: si el sexo no funciona, tampoco lo hace la relación. A no
ser que ambos hayan acordado que pueden tirar sin sexo.
Me gustaría poder ver a esta pareja otra vez para decirles lo mucho que
aprendí de su historia y lo mucho que han ayudado a muchos otros de mis
pacientes. Es una historia que cuento a menudo y en la que creo firmemente.
Ahí se unieron muchos elementos que son la base de lo que se supone que
debe ser una relación. Afrontaron juntos un problema pero no por ello dejaron
de mantener relaciones sexuales. Las adaptaron a su nueva situación y se
dieron cuenta de que podían ser felices igualmente, de que se atraían y se
daban placer mutuo. ¿Cómo demonios podía yo obligarles a nada? Muchas
veces la Medicina debe darse cuenta del factor psicológico. Si en este caso la
cirugía era supuestamente reparadora pero los afectados consideraban que ya
no había nada que reparar, pues aquí va mi aplauso.
De cara a barraca
Maldita cuantitofrenia
Para poder establecer una relación sexual satisfactoria, debemos entender que
hombres y mujeres tenemos idiomas sexuales parecidos pero no idénticos, que
valoramos conceptos parecidos pero no idénticos y que tenemos preferencias
parecidas pero no idénticas. Porque somos parecidos pero no idénticos.
Un último comentario para las mujeres antes de terminar. Y sin ánimo de dar
lecciones, pero sí de echar una mano. No tengáis miedo de preguntar. Es más,
os animo a todas a que habléis de sexo con vuestra pareja, porque los
hombres tenemos mucha apariencia, pero por dentro somos pequeños
jilgueros a los que, sobre esta materia, nos cuesta sincerarnos. Para evitar
malos rollos, para evitar situaciones incómodas que cuarten nuestra relación
sexual, para conseguir una mayor compenetración y poder sacar todo el
partido posible a nuestro deseo, es necesario que la conversación sea fluida,
que no nos dé miedo hablar de la masturbación (tampoco hay que sacar el
tema en la comida del domingo en casa de los suegros), que seamos capaces
de anticiparnos, de leer lo que quiere nuestra pareja. Y también de pedirle algo
concreto en un momento determinado. Porque en la vida, amigos y amigas,
hay pocas cosas tan maravillosas como el sexo.