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¿CÓMO LEER EN MISA?

La Liturgia de la Palabra: La Mesa de la Palabra


– La liturgia de la Palabra es una Celebració n. Se debe notar que es una Celebració n. Es
en la Escucha e Interiorizació n de la Palabra que alimentamos nuestra vida cristiana y
recordamos la Acció n de Dios en favor de su Pueblo – hoy para nosotros – y que
debemos acoger en nuestra vida personal y comunitaria.

– La Liturgia de la Palabra  nos recuerda algunos de los aspectos de la obra salvadora de


Dios en nuestro favor y debemos prestarle atenció n. Hace que la Eucaristía sea cada día
diferente y hace diferente los Domingos y tiempos litú rgicos.

– La Lectura – PROCLAMACIÓ N – de la Palabra debe hacerse de tal manera que


pueda ser entendida , interiorizada y acogida por los que escuchan. Tiene que haber
espacios de contemplació n y de oració n. El canto debe ayudar la participació n y la
homilía actualice y aplique a la comunidad lo que se ha leído.

El Lector debe saber y tener presente que:


– Proclamar las lecturas es misió n del lector y no del sacerdote.

- Ser Lector es un Servicio importante en la Asamblea. Los que leen deben saberlo,
hacerlo con alegría y responsabilidad pues son los que hacen posible que la asamblea
reciba bien la Palabra de Dios.

– Es bueno que las lecturas sean leídas por lectores “instituidos” =  preparados para que
así el Mensaje llegue bien a la asamblea, aunque lo puedan hacer otros. Instituidos o no,
lo importante es que se haga de  manera adecuada y se de una buena imagen de
comunidad cristiana organizada y en crecimiento.
– Es bueno que los lectores no sean siempre los mismos, pero no cambiar apenas para
que “participe má s gente”. Lo que no podemos permitir es que lo hagan personas sin
preparació n o que no tengas las condiciones necesarias. Hay que escoger a los buenos
lectores como a los buenos mú sicos… ampliar el nú mero y la variedad es bueno.

¿Cómo se debe hacer este Servicio?


En el Ordenamiento de las Lecturas de la Misa en el Nº 55 dice: “Para que los fieles
consigan un profundo y vivo afecto por la Sagrada Escritura, al escuchar las lecturas, es
necesario que los lectores que realizan este ministerio tengan verdaderas
cualidades  para la lectura y estén bien preparados. Esta preparación tiene que ser,
ante todo espiritual, pero también técnica.

1. La formació n bíblico-litú rgica


“El lector debe tener al menos un conocimiento mínimo de la Sagrada Escritura:
estructura, composició n, nú mero y nombre de los libros sagrados del Antiguo y Nuevo
Testamento, sus principales géneros literarios (histó rico, poético, profético, sapiencial,

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etc.). Quien sube al ambó n debe saberlo que va a hacer y qué tipo de texto va a
proclamar.
Ademá s, debe tener una suficiente preparació n litú rgica, distinguiendo los ritos y sus
partes y sabiendo el significado del propio papel ministerial en el contexto de la liturgia
de la palabra.
Al lector corresponde no só lo la proclamació n de las lecturas bíblicas, sino también la de
las intenciones de la oració n universal y otras partes que le son señ aladas en los
diversos ritos litú rgicos”.
2. La preparación técnica
El lector debe saber có mo acceder y estar en el ambó n, có mo usar el micró fono, có mo
usar el leccionario, có mo pronunciar los diversos nombres y términos bíblicos, de qué
modo proclamar los textos, evitando una lectura apagada o demasiado enfá tica.
Debe tener clara conciencia de que ejerce un ministerio pú blico ante la asamblea
litú rgica: su proclamació n por tanto debe ser oída por todos.
El Verbum Domini (¡Palabra de Dios!) con el que termina cada lectura no es una
constatació n (Esta es la Palabra de Dios), sino una aclamació n llena de asombro, que
debe suscitar la respuesta agradecida de toda la asamblea (Deo gratias… Te alabamos,
Señor).

3. La formación espiritual
La Iglesia no encarga a actores externos el anuncio de la Palabra de Dios, sino que confía
este ministerio a sus fieles, en cuanto que todo servicio a la Iglesia debe proceder de la fe
y alimentarla.
El lector, por tanto, debe procurar cuidar la vida interior de la Gracia y predisponerse
con espíritu de oració n y mirada de fe. Conocer cada vez mejor lo que se lee. Leer antes
la lectura, leer algú n comentario, participar en cursos bíblicos. Es bueno tener en casa un
Misal popular con las lecturas y prepararlas en casa aunque no se lea ese día. Todo esto
le capacitará para recibir el sentido de las lecturas en su propio contexto y para entender,
a la luz de la fe, el mensaje revelado.
Esta dimensió n edifica al pueblo cristiano, que ve en el lector un testigo de la Palabra
que proclama. Esta, aunque es eficaz por sí misma, adquiere también, de la santidad de
quien la transmite, un esplendor singular y un misterioso atractivo.
Del cuidado de la propia vida interior del lector, ademá s que del buen sentido, dependen
también su imagen exterior, la propiedad de sus gestos, de su mirada, del vestido y del
peinado.
El ministerio del lector implica una vida pú blica conforme a los mandamientos de Dios y
las leyes de la Iglesia.

Consejos para un buen lector en la Eucaristía


1º- Leer la lectura antes, si se puede en voz alta y varias veces. Tener cuidado con las
palabras difíciles que puedan existir.
2º- Estar atento y subir al presbiterio en el momento  oportuno.
3º- Tener cuidado con la postura que adoptamos con el cuerpo: las manos y las piernas.
4º- Ponerse a una distancia adecuada frente al micró fono para que se oiga bien.

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5º- Comenzar a leer cuando haya silencio y estén todos sentados.
6º- Muy importante: leer despacio y sin amontonar (sobreponer) las palabras.
7º- Mantener un tono de calma: respirar antes de comenzar, hacer pausa en las comas y
(una pausa mayor...) en los puntos.
8º- Vocalizar bien, marcando cada sílaba pero sin teatralizar.
9º- No bajar el tono al finalizar las frases o palabras.
10º- Procurar leer con la cabeza levantada y si fuera necesario levantar el libro.
11º- Antes de comenzar mirar a la asamblea. Al final decir “Palabra de Dios” mirando a
la asamblea. También se puede mirar a la asamblea mientras se lee principalmente en
las frases relevantes, intentando crear un clima de comunicació n.

Leer en misa es un honor, no un derecho


Esta triple preparació n, precisa el liturgista, “debería constituir una iniciació n previa a la
asunció n de los lectores, pero después debería seguir siendo permanente, para que no se
relajen las costumbres. Esto vale para los ministros de cualquier grado y orden.
Será finalmente muy ú til para él mismo y para la comunidad que todo lector tenga el
valor de verificar si siguen estando en él todas estas cualidades, y si disminuyeran, saber
renunciar con honradez.
Realizar este ministerio es ciertamente un “honor” y en la Iglesia siempre se ha
considerado así. Sin embargo, concluye, no se puede acceder a él a toda cosa, ni debe ser
considerado un derecho, sino un servicio en pro de la asamblea litú rgica, que no puede
ser ejercido sin las debidas habilitaciones, por el honor de Dios, el respeto a Su pueblo y
la eficacia misma de la liturgia.

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