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- Ser Lector es un Servicio importante en la Asamblea. Los que leen deben saberlo,
hacerlo con alegría y responsabilidad pues son los que hacen posible que la asamblea
reciba bien la Palabra de Dios.
– Es bueno que las lecturas sean leídas por lectores “instituidos” = preparados para que
así el Mensaje llegue bien a la asamblea, aunque lo puedan hacer otros. Instituidos o no,
lo importante es que se haga de manera adecuada y se de una buena imagen de
comunidad cristiana organizada y en crecimiento.
– Es bueno que los lectores no sean siempre los mismos, pero no cambiar apenas para
que “participe má s gente”. Lo que no podemos permitir es que lo hagan personas sin
preparació n o que no tengas las condiciones necesarias. Hay que escoger a los buenos
lectores como a los buenos mú sicos… ampliar el nú mero y la variedad es bueno.
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etc.). Quien sube al ambó n debe saberlo que va a hacer y qué tipo de texto va a
proclamar.
Ademá s, debe tener una suficiente preparació n litú rgica, distinguiendo los ritos y sus
partes y sabiendo el significado del propio papel ministerial en el contexto de la liturgia
de la palabra.
Al lector corresponde no só lo la proclamació n de las lecturas bíblicas, sino también la de
las intenciones de la oració n universal y otras partes que le son señ aladas en los
diversos ritos litú rgicos”.
2. La preparación técnica
El lector debe saber có mo acceder y estar en el ambó n, có mo usar el micró fono, có mo
usar el leccionario, có mo pronunciar los diversos nombres y términos bíblicos, de qué
modo proclamar los textos, evitando una lectura apagada o demasiado enfá tica.
Debe tener clara conciencia de que ejerce un ministerio pú blico ante la asamblea
litú rgica: su proclamació n por tanto debe ser oída por todos.
El Verbum Domini (¡Palabra de Dios!) con el que termina cada lectura no es una
constatació n (Esta es la Palabra de Dios), sino una aclamació n llena de asombro, que
debe suscitar la respuesta agradecida de toda la asamblea (Deo gratias… Te alabamos,
Señor).
3. La formación espiritual
La Iglesia no encarga a actores externos el anuncio de la Palabra de Dios, sino que confía
este ministerio a sus fieles, en cuanto que todo servicio a la Iglesia debe proceder de la fe
y alimentarla.
El lector, por tanto, debe procurar cuidar la vida interior de la Gracia y predisponerse
con espíritu de oració n y mirada de fe. Conocer cada vez mejor lo que se lee. Leer antes
la lectura, leer algú n comentario, participar en cursos bíblicos. Es bueno tener en casa un
Misal popular con las lecturas y prepararlas en casa aunque no se lea ese día. Todo esto
le capacitará para recibir el sentido de las lecturas en su propio contexto y para entender,
a la luz de la fe, el mensaje revelado.
Esta dimensió n edifica al pueblo cristiano, que ve en el lector un testigo de la Palabra
que proclama. Esta, aunque es eficaz por sí misma, adquiere también, de la santidad de
quien la transmite, un esplendor singular y un misterioso atractivo.
Del cuidado de la propia vida interior del lector, ademá s que del buen sentido, dependen
también su imagen exterior, la propiedad de sus gestos, de su mirada, del vestido y del
peinado.
El ministerio del lector implica una vida pú blica conforme a los mandamientos de Dios y
las leyes de la Iglesia.
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5º- Comenzar a leer cuando haya silencio y estén todos sentados.
6º- Muy importante: leer despacio y sin amontonar (sobreponer) las palabras.
7º- Mantener un tono de calma: respirar antes de comenzar, hacer pausa en las comas y
(una pausa mayor...) en los puntos.
8º- Vocalizar bien, marcando cada sílaba pero sin teatralizar.
9º- No bajar el tono al finalizar las frases o palabras.
10º- Procurar leer con la cabeza levantada y si fuera necesario levantar el libro.
11º- Antes de comenzar mirar a la asamblea. Al final decir “Palabra de Dios” mirando a
la asamblea. También se puede mirar a la asamblea mientras se lee principalmente en
las frases relevantes, intentando crear un clima de comunicació n.