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BLAS MATAMüRO
,una hormiga;
un hombre puede producir a otro hombre pero no
«...
y un rey, que se hace obedecer por todo un
.
el hombre es libre en tanto espontáneo, deseo, conclusión a la que llegan esos dos
indeterminado y, por ello, no s610 es libre egresados de los jesuitas que son Descartes
de hacer el bien, sino de hacer el mal. Y y Calderón.
responde ante su propia consciencia moral,
y no ante un código legitimado por su
autor. En este sentido, la libertad humana nI
es absoluta y, por ello, trágica: entre Dios
como causa principal y única, y el hombre
como libre querer autofundado e indeter- Si se quiere, estos vaivenes traducen la cri-
minado, hay un vínculo verdadero e irra- sís religiosa y política del siglo XVII: guerras
zonable. de religión, busca de una salida intelectual
La respuesta diferida a Descartes es la a la confrontación entre sistemas religiosos
de Spinoza: «Los hombres se creen libres incompatibles, desplazamiento de la aris-
porque no son conscientes de sus acciones tocracia territorial por la nobleza de toga,
e ignoran las causas que las determinan.» contrarreforma como reforma interna de
Cabe traducir: el hombre se cree libre pero la Iglesia, etc. Para los aficionados al alma-
no lo es. Sólo la razón, que permite inves- naque: el Tratado de laspasiones se escribe
tigar las causas de la conducta humana, a la vez que el Tratado de Westfalia, que
puede adquirir la libertad. Entonces, el acaba con la Guerra de los Treinta Años
hombre puede actuar de modo no causaL (1648).
La libertad no es espontaneidad original, Dentro de lo que nos interesa, señalo
sino adquisición racional. Pero Spínoza y algunos indicios. La religiosidad barroca
Descartes convergen en la fórmula barro- tiende a ser extraña a las instituciones, más
ca: libertad es indeterminación. interior: una espiritualidad que propende
Una posible síntesis de ambos senderos al abandono y la pasividad, contrarios al
divergentes que se encuentran donde el compromiso político de la Iglesia. En sus
punto de partida de uno es el punto de expresiones extremas: el galícanismo, el
llegada del otro, la hallamos en el teatro quietismo. Los fieles se organizan en
de Calderón (aclaro que cada vez que men- pequeños grupos privados. Se tiende a la
ciono el teatro de Calderón me refiero a ceremonia secreta y a la reverencia por
su producción mayoritaria, dramas y come- lo oculto. Si Dios existe, es un dieu caché,
dias, y no a sus autos sacramentales, que como San Pablo propone a Pascal. En
ocupan no más de un tercio de su obra). Occidente, barrocamente, Dios se disimula
La pregunta crucial acerca de la libertad como el sol tras el ocaso. El escepticismo
es allí: ¿es libre el hombre ante una Pro- ilustrado reemplazará a esta esquiva divi-
videncia que todo lo sabe, puede, prevé nidad por una divinidad manifiesta, la
y provee? La respuesta es: sí, el hombre Razón Universal. Y saldrán las Luces a
es libre en la medida en que puede des- iluminarlo todo.
cifrar el sitio que la Providencia le ha asig- Apartadas de esta religiosidad privada,
nado en el orden del mundo. Las pistas las masas se entregan a la brujería y a la
para tal desciframiento están borradas y magia, formas de paliar la ausencia de
el hombre debe reconstruirlas guiándose Dios. En cualquier caso, se busca una reli-
por su instinto moral, que tiene tanto de gión natural, no dogmática, ni tampoco
la espontaneidad cartesiana como del razo- impuesta por el Estado como instrumento
namiento spínocíano. El hombre no es de dominación. Una moral sin religión
libre porque se le imponga el código del aparece en el movimiento de los libertins
bien revelado ni porque a Dios le da la (lo que hoy llamaríamos librepensadores).
gana, sino porque es capaz de razonar su Individual y privada, la moral barroca tien-
porque la moral es algo utópico, un mundo bién acaba siéndolo el conflicto entre estas
que entrevemos cuando el arte nos lo dos locuras «legítimas».
representa, pero que no integra nuestra Algo similar ocurre en la Fedra de Rací-
vida efectiva. Porque, como dice Ofelia, neo Fedra se enamora de su hijastro Hipó.
«sabemos lo que somos, más no lo que lito en ausencia del marido Teseo, Pero,
podemos ser». El mismo Hamlet, que se en realidad, no es Fedra quien se enamora,
propone como justiciero, en rigor no quie- sino la diosa Venus quien la posee, la otre-
re hacer justicia, sino vengarse. dad de la pasión. Incestuosa y adúltera,
En el delirio de su libertad, Hamlet se su falta de razón consiste, justamente, en
finge loco y denuncia lo convencional de no ser ella misma, o sea un instrumento
los roles sociales, que equivalen a los dis- de su razón y una correcta reina, esposa
fraces de una comedia. La locura del mun- y madrastra, ya que la razón es el principio
do, tópico barroco, señala al gran teatro ordenador del mundo a través de las iden-
del mundo, tópico barroco. En algún lugar, tidades sociales. Fedra es una posesa de
sin embargo, debe estar la cordura que nos Venus, un ser inhumano y divino. Por eso,
permite distinguir la locura, y la realidad Enana, su criada, representante de la
que nos permite distinguir la ficción. Dc moral fáustíca barroca, sostiene su inocen-
nuevo, es el arte el que provee de tales cia, pues no es Fedra quien ha faltado a
categorías, el arte como ensueño de la la ley, sino la fatalidad misma, personifi-
razón. cada en una divinidad.
Ahora bien, el resto de los personajes,
La conclusión shakespearíana es trági-
aunque invocando propósitos inmejora-
ca. No sólo porque Hamlet es instrumento
bles, tampoco es un ejemplo de raciona-
de la pasión, como su madre y su tío, sino
lidad. Es cierto que Fedra propone un
porque su fingida locura, que le permite
embrollo inmoral fuerte (se deja enamorar
liberarse de toda convención y alcanzar la
por su hijastro, lo acusa falsamente ante
libertad de lo indeterminado, lo conduce su marido, quiere cargarse a Aricia, que
asimismo al descontrol de sus pasiones y se ama con Hipólito), pero Teseo, que
a la anulación de su identidad, proceso sim- representa la autoridad de la razón, es lle-
bolizado por el fantasma del padre. Ham- vado por una injusta ira, y el pobre Hipó-
let no puede inhumar a su padre muerto lito se permite amar a Aricia, mujer que
ni, por 10 tanto, ocupar su lugar. El padre le prohíbe la ley de sus mayores. Fedra
sigue reapareciendo, como si ignorase que sólo recupera la razón al morir ante su
está muerto, y a tener.Ia apariencia cor- esposo, confesando todas sus faltas. O sea:
poral de un vivo. Hamlet es un buen ins- aquí nadie hace lo que debe y el valor ético
trumento, pero del cual nadie puede de la pasiones consiste en mover al sujeto
extraer ningún sonido (buena definición de a gobernarlas, cosa que sólo ocurre en el
la psicosis). Ni siquiera el sonido del nom- arte, que muestra cómo somos víctimas de
bre propio, pues Hamlet se llama como nuestras pasiones, que nos convierten en
su padre. Cuando se habla del fantasma dioses, con funestos efectos. La moraleja
de Hamlet, se habla, justamente, del fan- es que el hombre debe ser humano y enca-
tasmade Hamlet. jar en la geometría social de la ley, o alcan-
Vale la pena retener este concetto barro- zar la divina locura de la pasión. Es decir:
co; para denunciar la locura del mundo, la antigua fatalidad pagana, revista por la
aparecen tres locos fingidos de notable responsabilidad individual del cristianis-
calidad: Don Quijote, Hamlet, el rey Lear, mo, que considera trágica una vida moral
y así como el conflicto de dos naturalezas dominada por la pasión, a la vez que ejem-
igualmente ilegítimas resulta trágico, tam- plar la obra de arte que exhibe este trágico
escenario. Las fuerzas trágicas, que en el adverso, priva a su hijo de historia, o sea
mundo clásico son exteriores al sujeto, de identidad. El problema de Segismundo
espacio vacío, se intcrnalizan en Racine, será llegar a su reconocimiento y a la cons-
pues el suyo es un individuo dotado, pre- titución de su sentimiento y su código
cisamente, de alma individual. Surgen tales moral, a partir de sí mismo, en medio de
fuerzas del interior anímico y se proyectan lo que define Glotaldo: «Es todo el ciclo
sobre el mundo. Responsable de su fata- un presagio! y es todo el mundo un pro-
lidad pasional, el héroe racíniano, como dígio.» La maestra de Segismundo es la
observa Bénichou, se encamina hacia la que señala el mismo personaje: «... las
angustia del remordimiento y el autodes- letras! humanas que le ha enseñado! la
precio. Ya no es la víctima de su sino gran- muda naturaleza! de los montes y los cie-
dioso ni se enfrenta a la hostilidad de los los! en cuya divina escuela! la retórica
dioses; se muestra, más modestamente, aprendió! de las aves y las fieras».
incapaz de gobernar sus impulsos. Disgus- Puesto en libertad, Segismundo se porta
tado por su naturaleza, siente malestar por de modo criminal: mata a un criado, está
su condición y vuelva su pesimismo ético por violar a Rosaura, amenaza de muerte
en la tragedia raciniana: el mouvement que a Clotaldo. Devuelto a la prisión, cree
conduce al malaise. Su utopía moral puede haber soñado y pone en duda, cartesia-
ser la propuesta por Gracián (Oráculo namente, la calidad real del mundo, salvo
manual y arte de prudencia, VIII): «Hom- su amor por una mujer. Éste puede ser
bre inapasíonable, prenda de la mayor alte- el punto de vigilia que permita considerar
za de ánimo.» La utopía moral kantiana, que la vida es sueño. Como Hamlet, Segis-
de un sujeto que sólo se determina, con mundo cree que estamos hechos de la
ánimo alto, por pautas racionales. materia/madera de los sueños y que nues-
Vamos a terminar con Calderón, que tras identidades son convencionalismos
nos propone un final feliz. Salgamos de teatrales. Pero nada de ello impide que
la tragedia, que es el conflicto entre dos su naturaleza moral, en contacto con la
legalidades igualmente válidas, y vayamos pasión y la otrcdad, se proponga como real.
al drama, que es el conflicto entre la única El bien es la realidad. «Que estoy soñando
ley legítima (valga la redundancia) y una y que quiero/ obrar bien, pues no se pierde!
percepción equivocada de la misma. obrar bien, ni aun entre sueños.»
En La vida es sueño (el drama, no el Rosaura, el otro, ese personaje que pue-
auto sacramental) tenemos al típico per- de emblernatizar a la humanidad, y que
sonaje barroco, arrojado a un mundo aparece vestida de mujer o de varón, cuan-
extraño, ignorante de su origen y sin refe- do es capaz de contar su propia historia
rencias identificatorias. Segismundo, cria- a Segismundo (la historia de él), como si
do en una prisión, sólo ve a un semejante, fuera su madre-padre, consigue dotarlo de
Clotaldo, que es su carcelero, quien siem- realidad, de una realidad que el mismo
pre se le aparece barrocarnente enmasca- Segismundo acaba por admitir como tal.
rado. Su naturaleza moral le enseña, obser- Cuando alguien lo interpela, no sueña. El
vando la «política» (sic) de los animales, ser le viene del otro, en tanto él lo acepte
que no es como ellos, que la libertad existe como tal otro. Gozo real del momento pre-
y él no la goza, y que hereda el pecado sente, vivido entre dos sueños: la vida.
original, el mayor pecado: haber nacido. Dije que el final era feliz. Efectivamen-
Basilio, el rey, su padre, cree en la astro- te, por sus buenas acciones guerreras y
logía, como tantos poderosos de su tiempo políticas, Segismundo termina reconocido
(ver Gracián, op. cit., CXCVI, «Conocer por su padre Basilio, que advierte su cali-
su estrella») y, por temor a un vaticinio dad moral, preescríta en las estrellas por