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2020 | Agosto
cerrado. Nada más placentero que recorrer en un amigo dudó montarse en ella cuando se la
bicicleta las calles-museo de París, pasear por presté para dar una vuelta. Me miró a los ojos
el Sena o el Canal Saint-Martin e ir de pícnic y me preguntó: “¿Estás seguro de que sí resis-
en verano. te?”. El caso es que estaba pensada para mo-
verme en la ciudad y poder dejarla amarrada
La primera bici que compré con mi propio en cualquier lugar sin temor a que me la roba-
dinero fue una bici urbana azul en un merca- ran. Sin embargo, recientemente, la situación
do de segunda mano en Colonia (Alemania). de encierro me motivó a comprar una bicicle-
Quería una bici alta que me permitiera mante- ta todoterreno nueva, mucho más moderna y
ner una posición erguida y cómoda. Además, ligera, perfecta para subir las montañas que
esta traía varios elementos que me parecían rodean a Medellín y recorrer distancias más
importantes por aquella época: guardabarros largas.
delantero y trasero, un dínamo que generaba
luz para las farolas y un portaequipaje. Los Al parecer, no soy el único que ha comprado
fines de semana tomaba la bicicleta y me iba bicicleta. Según noticias recientes, las ventas
de paseo. A veces salía a visitar amigos o al- de bicicletas se dispararon mundialmente por
gún mercado de pulgas en otro barrio; otras la aparición y diseminación exponencial del
veces, me iba a nadar en algún lago aledaño, o coronavirus. Al parecer, las personas decidie-
subía por la orilla del Rin disfrutando del pai- ron invertir en este medio de transporte toda
saje. Barcos cargados de carbón subían hacia vez que les permite evitar el contacto con otras
el Mar del Norte y se perdían en el horizonte; personas en los medios masivos de transporte
las granjas antiguas de los arrabales se entre- como el metro o los buses. Desde esta perspec-
38 mezclaban con la zona industrial y sus ruinas; tiva, el uso de la bici no es más que una reac-
el silencio interrumpido apenas por el silbido ción suscitada por el miedo al contagio. Pero
del viento, el sonido de las hojas secas bajo las los que día a día salimos a montar y a deslizar-
ruedas y el canto de uno que otro pájaro a la nos por las calles y carreteras sabemos que es
vera del camino. mucho más que eso; hay otra forma de enten-
der el uso de la bici. Ante las medidas estrictas
Fue en esta bici azul que tuve mi segunda caí- de distanciamiento social y la prohibición de
da memorable. Una noche iba para una fiesta libre circulación en la ciudad, la bicicleta es la
con un amigo y, al bajar de manera rápida y libertad de hoy. La bici te permite salir a cual-
descuidada un escalón, perdí el control y me quier hora y a cualquier lugar, so pretexto de
fui de bruces contra el asfalto, propinándome estar haciendo ejercicio. Te permite abandonar
un golpe fuerte en el mentón. Inmediatamente tu casa, tu escritorio, y disfrutar una vez más
brotó la sangre y, al palpar la herida y sentir el de la luz del sol sobre tu piel, respirar el aire
hueso, supe que no habría fiesta y en cambio fresco y sentir el viento entre tus ropas. Usar
tenía que dirigirme al hospital (en bicicleta, la bicicleta no es una mera reacción suscitada
por supuesto). La cicatriz de tres puntos en mi por el temor, sino una reafirmación activa de
mentón aún me recuerda esa noche, cada vez la libertad.
que me miro en el espejo.
Santiago Arango Muñoz es profesor del
Hace unos años, al regresar a Colombia, com-
Instituto de Filosofía de la Universidad de
pré otra todoterreno negra de segunda mano,
Antioquia. Doctor en Filosofía de la Univer-
con rines y manubrio rojos. Era una bicicleta
sidad Ruhr de Bochum (Alemania).
sencilla y un poco desvencijada, al punto que
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