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La Perestroika puso el fin de una era, la finalización de la Guerra Fría y la consecuente

desintegración de la URSS. En 1991, un intento de golpe de estado debilitó y destruyó la


figura política de Gorbachov y posibilitó el ascenso de Boris Yelsin, que lo sucedió en el
poder y decidió abandonar por completo el comunismo soviético.
Las consecuencias se viven en la actualidad, con una globalización que no ha hecho más
que satisfacer las ambiciones de las grandes empresas multinacionales, acentuar los
problemas del capitalismo, y la desaparición del contrapeso que otrora significaba el
régimen socialista capitaneado por la U.R.S.S.

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