Está en la página 1de 26

CERVANTES Y LOS JUDÍOS

Carlos Alvar
Universidad de Ginebra
Centro de Estudios Cervantinos
(Alcalá de Henares)

El estudio de Cervantes y el mundo judío debe plantearse tomando


como base dos pilares obvios: el autor y su obra.
Por lo que se refiere al autor, se ha discutido desde hace tiempo
acerca de los orígenes conversos de nuestro escritor. Sin embargo, son
lllUy escasos los datos de que disponemos para llegar a una conclu-
sión científicamente válida, pues en el mejor de los casos nos apoya-
remos en intuiciones más o menos fundamentadas. En este sentido, se
puede considerar que la profesión de su padre, la escasa utilización que
el propio escritor hizo de las ejecutorias de limpieza de sangre que
sirvieron para sacar a su padre de la cárcel (1569), o que el matrimo-
nio de conveniencia en Esquivias que le daba la oportunidad de em-
parentar con una familia rural castellana cristianovieja, son elementos
suficientes para suponer que en su pasado había sangre judía. Si a esto
añadimos las sospechosas lagunas en su biografia y algunos síntomas
más, como su fracaso en el intento de ir a América, resultará imposi-
ble no aceptar ese origen converso, lo que en modo alguno significa
tibieza en sus creencias, sino, simplemente, la conciencia de la estig-
matización, con todo lo que ello conlleva de marginación social y de

CERVANTES Y LAS RELIGIONES. Carlos ALVAR. Cervantes y los judíos


30 CERVANTES Y LOS JUDÍOS

continua reflexión acerca de un sistema de valores. Pero es poco más


lo que se puede decir acerca del <0udaísmo» de Miguel de Cervantes.
Cualquier otra afirmación -en uno u otro sentido- siempre será
discutible.
Tampoco la obra de nuestro escritor ofrece mayores pistas. La in-
vestigación podrá encaminarse hacia las alusiones a los judíos y a los
conversos contenidas en sus textos o podrá dirigirse hacia las referen-
cias a determinadas lecturas o formas de pensar que se puedan iden-
tificar como características exclusivas, o al menos representativas, de
los seguidores de Moisés, labor dificil de llevar a cabo dado el sincre-
tismo religioso entre Cristianismo y Judaísmo que se ha producido a
lo largo de siglos de relaciones de todo tipo.

El Concilio de Trento, que marcó las pautas para el comporta-


miento religioso de los católicos, estuvo reunido desde 1545 hasta
1563, aunque no de forma continua. A partir de 1564 los decretos
emanados del Concilio adquirieron plena vigencia en la Iglesia y en
la Monarquía Hispánica por decisión de Felipe lI.
La infancia de Cervantes queda marcada por las nuevas formas de
entender la Religión, que partían de un enfrentamiento claro y deci-
dido al Protestantismo. El hecho de que las normas tridentinas se apli-
caran como norma de vida en España supuso, además, un efectivo
control de la religión sobre la vida cotidiana, con plena aceptación y
sumisión del poder político. Dios, la Virgen y todos los Santos inter-
venían a diario realizando todo tipo de milagros, reales y ficticios, que
ayudaban a creer y acababan con cualquier planteamiento crítico. Y,
naturalmente, el demonio -con el apoyo de brujas y hechiceras-
acechaba a quienes se distanciaban de la ley divina y se resistían a las
enseñanzas de las jerarquías eclesiásticas.
De todo ello hay abundantes testimonios en el Quijote: desde el
cura como protector espiritual de Alonso Quijano, hasta el sospecho-
so Maese Pedro y su mono capaz de conocer el pasado y, quizás tam-
bién el futuro, con los peligros que ello podría acarrear ante los guar-
dianes de la ortodoxia, los inquisidores.
En este ambiente, las dudas acerca de la sinceridad religiosa de los
descendientes de judíos conversos venían a añadir un elemento de ten-
sión social.

CERVANTES Y LAS RELIGIONES. Carlos ALVAR. Cervantes y los judíos


C.ALVAR 31

La relativa facilidad con que se podía identificar a los conversos,


ya sea por sus características fisicas, ya sea por sus actividades labora-
les, permitía la persecución selectiva, bajo acusación de prácticas se-
cretas de la religión de sus antepasados, o lo que es igual, de cripto-
judaísmo.
Los conversos nlás ricos intentaban escapar del acoso o de las sen-
tencias de la Inquisición apelando a la Santa Sede, pero estos recursos
tropezaban con demasiada frecuencia con todo tipo de impedimentos
por parte del poder real, que de este modo intentaba mantener la au-
toridad del tribunal del Santo Oficio. Así, pues, el único recurso que
quedaba a muchos de ellos -además de la posibilidad de abandonar
el Reino- era el de comprar ejecutorias de caballeros o hidalgos; es
decir, encubrir el origen mediante la adquisición de un título falso de
hidalguía: el recurso fue muy utilizado en Sevilla, donde la concen-
tración de conversos dedicados al comercio era especialmente eleva-
da. Las Cortes de 1578 y de 1592 presentaron sus quejas al respecto,
pero sin resultados positivos evidentes, pues este tipo de adquisición
de hidalguía continuó también durante el siglo XVII.
En todo caso, la compra de títulos por parte de una burguesía ur-
bana conversa tuvo COlno consecuencia que los campesinos fueran me-
nos sospechosos de sangre conversa que los hidalgos, tema que se re-
pite con relativa frecuencia en la literatura de los Siglos de Oro y que
se refleja también en el QuUote. Para controlar el ascenso social de los
conversos, que ya han conseguido en numerosos casos ejecutoria de
hidalgos, o sea, llegar al nivel más bajo de la nobleza, se impusieron
los estatutos de limpieza de sangre para el acceso a determinadas dig-
nidades eclesiásticas, políticas, militares, docentes o municipales: nue-
vo obstáculo que defendía los intereses de los cristianos viejos y li-
mitaba las posibilidades de los cristianos nu evos. Los estatutos de
limpieza de sangre regulaban el acceso, simplemente prohibiéndolo a
los descendientes de judíos y musulmanes, en contra de la igualdad de
todos los cristianos.
Quizás el más significativo de estos estatutos fue el de la catedral
de Toledo (1546), que se intentó implantar en el cabildo en 1547, dan-
do lugar a un pleito entre defensores y opositores que duró diez años,
con la victoria final de los que pretendían el máximo rigor, dejando
fuera del ámbito capitular a quienes tuvieran alguna mal1[ha en su san-
gre.

CERVANTES Y LAS RELIGIONES. Carlos ALVAR. Cervantes y los judíos


32 CERVANTES Y LOS JUDÍOS

Volvemos a encontrarnos con los años de la infancia de Cervantes,


con los años de la Contrarreforma tridentina. En 1598 murió Felipe
11 y con su desaparición llegó la esperanza de que las tensiones so-
ciales y las exigencias religiosas se relajarían.

2
Dadas las circunstancias históricas, las alusiones de Cervantes a los
judíos no podían ser muchas, y las escasas veces que éstos aparecen en
la obra de nuestro escritor, se reparten en unos pocos textos: El aman-
te liberal, Los baños de Argel, La gran sultana y Los trabajos de Persiles y
Sigismunda. Es decir, tres obras de cautivos, en las que los elementos
autobiográficos se presentan de forma muy desigual, y una novela de
carácter bizantino. Ninguno de estos textos transcurre en España.

2.1. El mundo de los renegados y de los apóstatas, de los turcos,


de los musulmanes y de los cristianos, de los sicilianos y de los grie-
gos constituye la base de El amante libera/. La pasión amorosa y el ma-
trimonio completan un cuadro en el que la religión de los persona-
jes parece servir sólo para establecer mayores dificultades entre todos
ellos.
En este conjunto, la presencia del mercader judío no hace sino aña-
dir una nota más de verosimilitud y realismo:

En esto entró un chauz, que es como alguacil, y dijo que estaba a la


puerta de la tienda un judío que traía a vender una hermosísima cristia-
na; mandó el cadí que le hiciese entrar, salió el chauz, y volvió a entrar
luego, y con él un l'enerable judío, que traía de la mano a una mujer ves-
tida en hábito berberisco. (Amante liberal, p. 546a)1 [La cursiva es mía].

El codicioso judío respondió que cuatro mil doblas, que vienen a ser
dos mil escudos; mas, apenas hubo declarado el precio, cuando AJí Bajá
dijo que él los daba por ella, y que fuese luego a contar el dinero a su
tienda. (Amante liberal, p. 546b) [La cursiva es mía].

Verosimilitud acrecentada por la narración de los acontecimientos


con la perspectiva de la protagonista, Halima:

1 Todas las citas de las obras de Cervantes corresponden a la edición de F Sevilla


Arroyo de las Obras Completas, 1999.

CERVANTES Y LAS RELIGIONES. Carlos ALVAR. Cervantes y los judíos


C. ALVAR 33

y los moros los recibieron en su bajel, en el cual venía un judío, riquísimo


mercader, y toda la mercancía del bajel, o la más, era suya; era de barraganes
y alquiceles y de otras cosas que de Berbería se llevaban a Levante. En el
mismo bajel los turcos se fueron a Trípol, y en el camino me vendieron al
judío, que dio por mí dos mil doblas, precio excesivo, si no le hiciera liberal
el amor que el judío me descubrió. (Amante liberal, p. 551a-b) [La cursiva es
mía].

2.2. La visión del cautiverio que ofrecen Los baños de Argel es mu-
cho más completa que la de El amante liberal, o al menos parece más
cercana a la experiencia biográfica de Cervantes; pero en realidad, re-
sulta dificil no pensar en la existencia de una estrecha relación de Los
baños con Los tratos de Argel.
Ya se ha señalado en alguna ocasión el paralelismo de situaciones
que se da en estas dos obras, en las que el amor y la religión desem-
peñan un papel similar, con el correspondiente final feliz en todos los
casos. En definitiva, se trata del viejo esquema argumental de la no-
vela bizantina, con dos parejas entrecruzadas trasplantado al mundo de
los cautivos, y enriquecido, en el caso de Los baños con la intriga que
supone la relación de Lope y Zahara, en claro diálogo textual con la
novela del Capitán cautivo intercalada en la primera parte del Quijote.
Poco a poco se va completando un panorama, perfectamente di-
señado por Cervantes, en el que debe tener lugar toda la casuística
amorosa: moras enamoradas de cristianos, nloros prendados de cristia-
nas, cristianos atraídos por moras y, finalmente, cristianas que quieran
a moros, aunque este caso necesitará aún de algún tiempo para en-
contrar la madurez en La gran sultana, como han señalado A. Rey Hazas
y F. Sevilla Arroyo".
Los baños de Argel se nos presenta como una tragicomedia en la que
Tristán, el Sacristán, se convierte en el referente cómico, apoyado en
un eje ajeno a las vicisitudes amorosas de los protagonistas, los judí-
os. Así, el representante de la Iglesia se burla con acidez -desde el
punto de vista actual- de los judíos de Argel, con una actitud que
ante todo busca la connivencia con los sentimientos del público al que
va dirigida la obra.

2 Rey Hazas y Sevilla Arroyo, 2006.

CERVANTES Y LAS RELIGIONES. Carlos ALVAR. Cervantes y los judíos


34 CERVANTES Y LOS JUDÍOS

La comicidad surge desde la primera aparición del Sacristán en la


obra, por su atuendo, por sus palabras, por su fe acomodaticia, en las
que las obligaciones desaparecen ante las necesidades cotidianas: no en
vano el Viejo le recrimina que come carne los días prohibidos y que,
en eso, en nada se parece a los famosos Macabeos.

VIEJO Ya vos
tenéis ancha la conciencia;
ya coméis carne en los días
vedados.
SACRISTÁN ¡Qué niñerías!
Como aquello que me da
mI amo.
VIEJO Malos hará.
SACRISTÁN ¡Que no hay aquí teologías'
VIEJO ¿No te acuerdas, por ventura,
de aquellos nii10s hebreos
que nos cuenta la Escritura?
SACRISTÁN ¿Dirás por los Macabeos,
que, por 110 C0l11er grosura,
se dejaron hacer piezas?
VIEJO Por ésos digo.
SACRISTÁN Si empiezas,
en viéndOlne, a predicarnle,
por Dios, que he [de] deslizarme
en viéndote.
VIEJO ¿Ya tropiezas?
Que no caigas, plega al cielo.
SACRISTÁN Eso no, porque en la fe
soy de bronce.
(Los baños de Arftel, vv. 1160-1180)

No olvidemos que tanto los sacristanes como los judíos eran fre-
cuentes sujetos de burlas en el teatro de los Siglos de Oro, y por eso
no ha de extrañar que nuestro Sacristán la emprenda a continuación
con un moro y que el centro de sus burlas sean, inmediatamente des-
pués de los sarcasmos contra el musulmán, los judíos:

CERVANTES Y LAS RELIGIONES. Carlos ALVAR. Cervantes y los judíos


C. AlVAR 35

Entra un Judío.
VIEJO ¿No es aquéste judío?
SACRISTÁN Su copete lo muestra,
sus infames chinelas,
su rostro de mezquino y de pobrete.
Trae el turco en la corona
una guedeja sola
de peinados cabellos,
y el judío los trae sobre la frente;
el francés, tras la oreja;
y el español, acémila,
que es rendajo de todos,
le trae, ¡válame Díos!, en todo el cuerpo.
(Los baí'ios de Argel, vv. 1258-1269)

Es el inicio de un acoso continuo del Sacristán contra los segui-


dores de la de Moisés en clave humorística, lo que no quiere de-
cir que no sea un ataque injustificado y cruel, que seguramente no
hace más que apelar a los más bajos sentimientos del imaginario co-
lectivo castellano del momento. Bajos sentimientos que propician la
risa popular, como ya indicó Meregalli 3 •
Las "bromas» del Sacristán consisten en obligar a uno de los judí-
os a que cargue con un barril de agua: el judío se niega porque es sá-
bado y su le prohíbe trabajar:

Junío ¿Qué me quieres, cristiano?


SACRISTÁN este barril te cargues,
y le lleves en casa de mi amo.
Junío Es sábado, y no puedo
hacer alguna cosa
que sea de trabajo;
no pensar que lo lleve, aunque me mates.
Deja venga mañana,
que, aunque domingo sea,
te llevaré docientos.

3 Meregalli. 1972.

CERVANTES Y LAS RELIGIONES. Carlos ALVAR. Cervantes y los judíos


36 CERVANTES Y LOS JUDíos

SACRISTAN Mañana huelgo yo, perro judío.


Cargaos, y no riñamos.
JUDío Aunque me mates, digo
que no quiero llevallo.
SACRISTAN ¡Vive Dios, perro, que os arranque el hígado!
JUDÍO ¡Ay, ay, mísero y triste!
Por el Dío bendito,
que si hoy no fuera sábado,
que 10 llevara. ¡Buen cristiano, basta!
VIEJO A compasión me mueve.
¡Oh gente afeminada,
infame y para poco!
Por esta vez te ruego que le dejes.
SACRISTAN Por tí le dejo; vaya
el circunciso infame;
mas, si otra vez le encuentro,
ha de llevar un monte, sí le llevo.
JUDÍO Pies y manos te beso,
señor, y el Dío te pague
el bien que aquí me has hecho.
Vase el Judío.
VIEJO La pena es ésta de aquel gran pecado.
Bien se cumple a la letra
la maldición eterna
que os echó el ya venido,
que vuestro error tan vanamente espera.
SACRISTAN Adiós, que ha mucho tiempo
que estoy contigo hablando,
y, aunque mi amo es noble,
temo no le avillane mi pereza.
Toma su barril y vase.
(Los baños de Argel. vv. 1271-1309)

Más adelante, el Sacristán quita al judío una cazuela en la que tie-


ne preparada la comida para el sábado, lo que le deja sin comer, dada
la prohibición de cocinar el día de «Sabbat»:

CERVANTES Y LAS RELIGIONES. Carlos ALVAR. Cervantes y los judíos


C. AlVAR 37

Sale el Sacristán con l/na cazuela mojí, y tras él el Judío.


JUDío Cristiano honrado, así el Dío
te vuelva a tu libre estado,
que me vuelvas lo que es mío.
SACRISTAN No quiero, judío honrado;
no quiero, honrado judío.
JUDío Hoyes sábado, y no tengo
qué comer, y me mantengo
de aqueso que guisé ayer.
SACRISTÁN Vuelve a guisar de comer.
JUDío No, que a mi ley contravengo.
SACRISTÁN Rescátame esta cazuela,
y en dártela no haré poco,
porque el olor me consuela.
JUDío No puedo en mucho ni en poco
contratar.
SACRISTAN Pues llevaré la.
JUDío No la lleves; ves aquí
lo que costó.
SACRISTÁN Sea ansí,
que a los dos es de provecho.
¿Dó el dinero?
JUDÍO Aquí, en el pecho
lo tengo, ¡amargo de mí!
SACRISTÁN Pues venga.
JUDÍO Sácalo tú,
que mi ley no me concede
el sacarlo.
SACRISTAN ¡Bercebú
así te lleve cual puede,
decendíente de Abacú!
Aquí tienes reales
justos de plata y cabales.
JUDío No contrates tú conmigo;
concíértaJo allá contigo.
SACRISTÁN Di, cazuela: ¿cuánto vales?
"Paréceme a mí que valgo
cinco reales, y no más».

CERVANTES Y LAS RELIGIONES. Carlos ALVAR. Cervantes y los judíos


38 CERVANTES Y LOS JUDíos

¡Mentís, a fe de hidalgo!
JUDio ¡Qué sobresaltos me das,
cristiano!
SACRISTÁN Pues hable el galgo.
¿Que no quieres alargarte?
Mas crédito darte:
tomadla, y andad con Dios.
JUDío ¿Los diez?
SACRISTÁN Son por ocras dos
cazuelas que pienso hurtarte.
JUDío ¿y pagaste adelantado?
SACRISTÁN Y, aun si bien hago la cuenta,
creo que voy engañado.
JUDÍO ¿Que hay Cielo que tal consienta?
SACRISTÁN ¿Que hay tan guscoso guisado?
No es carne de landrecillas,
ni de la que a las costillas
se pega el bayo que es trefe.
JUDíO ¡Haced, cielos, que me deje
este ladrón de cosillas.
Elltrase el Judío.
SACRISTÁN cosillas? ¡Vive Dios,
que os tengo de hurtar un niño
antes de los meses dos;
y aun si las uñas aliño ... !
¡Dios me entiende! jVámonos!
Éntrase.
(Los Baños de A~r;eI, vv. 1673-1726)

y aún faltará la tercera agresión, ya anunciada en la escena que


acabamos de ver, y que consiste en el rapto de un niño judío con el
propósito de cobrar una cantidad por él que permita al Sacristán pa-
gar su propio rescate y abandonar Argel:

Entra el Sacristán con Utl m!lo en las mantillas,fing/do, y


tras él elJ"d{o de la cazuela.

CERVANTES Y LAS RELIGIONES. Carlos ALVAR. Cervantes y los judíos


C. ALVAR 39

JUDÍO Este cristiano


me acaba de robar a este mi hijo.
CADÍ ¿Para qué quiere el niño?
SACRISTÁN ¿No está bueno?
Para que le rescaten, si no quieren
que le críe y enseñe el PadrenUL\·tro.
¿Qué decís vos, Raquel o Sedequías,
Fares, Sadoc, o Zabulón, o diablo?
JUDÍO Este español, señor, es la rüina
de nuestra judería; no hay en ella
cosa alguna segura de sus uñas.
REY Di: ¿no eres español?
SACRISTÁN ¿Ya no lo sabes?
REy ¿Quién es tu amo?
SACRISTÁN El dabají Morato.
REy Tocadle, por mi vida.
CADÍ Por la mía,
que tienes gran razón en lo que has dicho
de la canalla bárbara española.
[ ... ]
REY Pápaz, vuélvele el niño a este judío,
y no le hagan mal a este cristiano,
que, pues a tal peligro entregó el cuerpo,
en grande cuita debe estar su alma.
Y tú, ¿eres español?
CRISTIANO Y de Valencia.
REY Vuélvete, pues, a huir, que si te vuelven,
yo te pondré en un palo.
SACRISTÁN Señor, haga
que este puto judío dé siquiera
el jornal que he perdido por andarme
tras él para robarle este hideputa.
CADÍ Bien dice; desembolse cuarenta ásperos
y délos al pápaz, que los merece.
SACRISTÁN ¿Oye. amigo judío?
JUDío Muy bien oigo;
mas no los tengo aquí.

CERVANTES Y LAS RELIGIONES. Carlos ALVAR. Cervantes y los judíos


40 CERVANTES Y LOS JUDÍOS

SACRISTÁN Vamos a casa.


CADí Con españoles, esto y más se pasa.
Élltranse todos.
(Los baños de Argel, vv. 2514-2551)

La estratagema del Sacristán ha tenido el resultado previsto y pue-


de abandonar Argel, dejando en paz a los judíos y la judería, «gracias
a Sedequías y al rabí Netalim, que dio el dinero»4.
Las escenas en las que aparecen el Sacristán y el judío son del ma-
yor interés, pues suministran materiales para iniciar una aproximación
al asunto que nos ocupa.
En efecto, abundan los elementos que remiten a una tradición cul-
tural o religiosa judía: personajes del Antiguo Testamento como el pro-
feta Abacuc; los hermanos Macabeos o como Datán y Virón, enemi-
gos de Moisés y Aarón; también alude a Raquel, la esposa de Jacob;
al rey SedecÍas, al sumo sacerdote Sadoc o a Zabulón, hijo de Jacob.
Una nómina nada despreciable, pero que no supera la relación de per-
sonajes de la Antigüedad clásica citados en la misma comedia.
También hay referencias a las costumbres de los judíos: al modo de
vestir; a las obligaciones del sábado: no trabajar, no cocinar y no «con-
tratar».
En cuanto a la cornida, sabemos que el judío iba a comer una ca-
zuela mojí; es decir, un plato que es una «torta cuajada que se hace
en cazuela con queso, pan rallado, berenjenas, miel y otras cosas», se-
gún nos informa el Diccionario de Autoridades.
Y, si atendernos al Sacristán, el guisado de la cazuela «no es carne
de landrecillas, / ni de la que a las costillas / se pega el bayo que es
trefe» (vv. 1717-1719). Es ahora Covarrubias quien nos ayuda, indi-
cando en el Tesoro que la <<landrecilla» es:

cierto nervio viscoso que está en medio de! muslo del animal, que por
otro nombre le llaman baba; tiene alguna gordura y en e! carnero será de
cantidad de una nuez pequeña o una avellana, la cual landrecilla los ju-
díos la sacan de la pierna del carnero, y no la comen en memoria de ha-

4 Los baños de A~~el, vv. 2H54-2H55.

CERVANTES Y LAS RELIGIONES. Carlos ALVAR. Cervantes y los judíos


C.ALVAR 41

bérsele secado a Jacob aquel nervio, cuando luchando con el ángel le tocó
en él y quedó algo cojo.

A la vez que trife pasa por. ser un término de origen hebreo (t're-
Ja 'carne prohibida'), que se encuentra en castellano con el significa-
do de 'delgado, flojo' o 'tísico'. Así, el Sacristán parece estar bien in-
formado de las limitaciones alimentarias de los judíos.
A estos datos, se puede sumar la forma «Día» puesta en boca de
la víctima de las bromas, judaísmo frecuentísimo en los textos litera-
rios aljamiados O vinculados a judíos y conversos. Y habría que aña-
dir las palabras del Viejo, que alude a la vana espera del Mesías, ya ve-
nidos.
En este conjunto, el judío es un «perro», «gente afeminada, infame
y para poco», «circunciso infame», «puto» o «hideputa». Todo un re-
pertorio de los insultos que circulaban en Castilla durante el siglo XVI
y a comienzos del siglo XVII.
Que los hechos se sitúen en tiempo de Semana Santa y de la
Resurrección, o que se establezca un paralelismo entre los suplicios
de Francisquito -hecho un Ecce horno-- y la pasión de Cristo, que
la liberación del Sacristán se produzca el domingo de Resurrección,
etc. puede servir para explicar el sentido de las burlas, pero no añade
más información acerca de los judíos, o quizás sí, que son motejados
de cobardes.
Sin embargo, creo que sí que es pertinente señalar el acusado co-
lor local que Cervantes ha querido dar a esta tragicomedia. Se justi-
ficaría así la presencia de los judíos con sus costumbres y también se
justificaría la gran cantidad de términos árabes o turcos con que tro-
pezamos: pápaz, burche, chuJetreJende, dabají, almal~fa, archí, zaque o cadí.
Ninguno de ellos forma parte de la lengua común castellana, como
tampoco es habitual la jaculatoria «lla, ilalá),c,. En este contexto se in-
serta la peculiar forma de hablar de los dos muchachos moros, que
sólo emplean el infinitivo: «Non rescatar, non t1.1gin)7.

5 Los baños de Argel, vv. 1302-1305.


6 Los baños de Argel, v. 1983.
7 Los baños de Argel, vv. 1217 y ss.

CERVANTES Y LAS RELIGIONES. Carlos ALVAR. Cervantes y los judíos


42 CERVANTES Y LOS JUDÍOS

2.3. La redacción de La gran sultana se podría situar en torno a los


años 1607 o 1608, según J. Canavaggio H• Los hechos narrados ahora
fueron inspirados por los amores del sultán Murad lB o Amurates lII,
hijo de Selim 11, el derrotado en Lepanto, y Safidje, dama de origen
cristiano de la conocida familia veneciana de los Basso. Sería, pues,
una historia más de amor; en esta ocasión, de amor entre cristiana y
turco, única variable no tratada hasta ahora por Cervantes.
El tema podía ser enriquecido con aportaciones de todo tipo: es-
tructura bizantina de viajes por mar, raptos y reencuentros; decorado
y análisis de las pasiones según los modelos de los novellíeri italianos;
aportaciones personales del propio Cervantes, vividas en unos casos,
o elaboradas con la característica ironía y sentido del humor de nues-
tro autor, que a veces contrastan con los planteamientos de las dos
piezas argelinas, a la vez que acercan La gran sultana a El gallardo espa-
ñol. Todo ello, sobre una trama amorosa en la que, de nuevo, hay pa-
rejas entrecruzadas entre las que destaca la del mismo sultán de
Constantinopla, Amurat, y su esclava cristiana, Catalina de Oviedo: un
mundo digno de admiración, sin duda:

Cosas he visto aquí que de admirables


pueden al már gallardo entendimiento
suspender.
(La gran sultana, vv. 25-27)

La gran sultana tiene una vertiente biográfica, vivida por Cervantes,


a pesar de los hechos se sitúen en Constantinopla, ciudad que el es-
critor no llegó a conocer. Cervantes ha construido el ambiente de la
corte turca a partir del mundo que conoció durante su cautiverio, y
de ahí que el realismo acerque esta obra a Los baños de Argel.
De acuerdo con estas premisas, no sorprenden los tonos antijudí-
os que reaparecen ahora, ni sorprende la actitud cómica de Madrigal,
equiparable al Sacristán de Los baños. Tampoco extrañará que una par-
te de la comicidad del texto descanse sobre las bromas de Madrigal
contra los judíos; bromas que, como las del Sacristán, nos resultan de
mal gusto, pero que debían provocar de inmediato la risa entre el pú-
blico castellano de finales del siglo XVI:

8 Canavaggio, 1980.

CERVANTES Y LAS RELIGIONES. Carlos ALVAR. Cervantes y los judíos


C. ALVAR 43

Salen Madrigal, cautivo, y Andrés, en hábito de griego.


MADRIGAL ¡Vive Roque, canalla barretina,
que no habéis de gozar de la cazuela,
llena de boronía y caldo prieto!
ANDREA ¿Con quién las has, cristiano?
MADRIGAL No con naide.
¿No escucháis la bolina y la algazara
que suena dentro desta casa?

Dice dentro un judío.


JUDío ¡Ah perro!
¡El Dío te maldiga y te confunda!
¡Ulamás la libertad amada alcances!
ANDREA Di: ¿por qué te maldicen estos tristes?
MADRIGAL Entré sin que me viesen en su casa,
y en una gran cazuela que tenían
de un guisado que llaman boronía,
les eché de tocino un gran pedazo.
ANDREA Pues, ¿quién te lo dio a ti?
MADRIGAL Ciertos jenízaros
mataron en el monte el otro día
un puerco jabalí, que le vendieron
a los cristianos de Mamud Arráez,
de los cuales compré de la papada
lo que está en la cazuela sepultado
para dar sepultura a estos malditos,
con quien tengo rencor y mal talante;
a quien el diablo pape, engulla y sorba.
Pónese un judío a la l/entana.
JUDío ¡Mueras de hambre, bárbaro insolente;
el cuotidiano pan te niegue el Dío;
andes de puerta en puerta mendigando;
échente de la tierra como a gafo,
agraz de nuestros ojos, espantajo,
de nuestra sinagoga asombro y miedo,
de nuestras criaturas enemigo
el mayor que tenemos en el mundo!
MADRIGAL ¡Agáchate, judío!

CERVANTES Y LAS RELIGIONES. Carlos ALVAR. Cervantes y los judíos


44 CERVANTES Y LOS JUDÍOS

JUDío ¡Ay, sin ventura,


que entrambas sienes me ha quebrado! ¡Ay triste!
ANDREA Sí, que no le tiraste.
MADRIGAL ¡Ni por pienso!
ANDREA Pues, ¿de qué se lamenta el hideputa?
Dice dentro otro judio.
JUDío Quítate, Zabulón, de la ventana,
que ese perro español es un demonio,
y te hará pedazos la cabeza
con sólo que te escupa y que te acierte.
¡Guayas, y qué comida que tenemos!
¡Guayas, y qué cazuela que se pierde!
MADRIGAL ¿Los plantos de Ramá volvéis al mundo,
canalla miserable? ¿Otra vez vuelves,
perro?
JUDío ¡Qué!, ¿aún no te has ido? ¿Por ventura
quieres atosigarnos el aliento?
MADRIGAL ¡Recógeme este prisco!
Dicen del/tro.
¿No aprovecha
decirte, Zabulón, que no te asomes?
Déjale ya en mal hora; éntrate, hijo.
ANDREA ¡Oh gente aniquilada! ¡Oh infame, oh sucia
raza, y a qué miseria os ha traído
vuestro vano esperar, vuestra locura
y vuestra incomparable pertinacia,
a quien llamáis fIrmeza y fee inmudable
contra toda verdad y buen discurso!
Ya parece que callan; ya en silencio
pasan su burla y hambre los mezquinos.
(LA J?ran sil/tima, vv. 420-475)

El episodio busca la comicidad, pero no sólo; también pretende re-


alzar la verosimilitud de los hechos a través de situaciones realistas, o
asumibles como tales por un público castellano. Es posible, incluso,
que los espectadores o lectores no llegaran a creer en la veracidad de
la historia contenida en la comedia, pero las fugas cómicas sitúan la

CERVANTES Y LAS RELIGIONES. Carlos ALVAR. Cervantes y los judíos


C.ALVAR 45

acción en un nivel no pretencioso, perfectamente aceptable en su ló-


gica interna.
¿Qué nos enseña este texto? Que los judíos comen «un guisado
que llaman boronía» con «caldo prieto» y que no pueden comer to-
cino.Además, los cristianos parecen saber que se cubren la cabeza con
«barretín», que invocan al «Dío», que se lamentan con los «plantos de
Ramá» y que esta «raza» se encuentra en tan lamentable situación por
su «vano esperar» y su «incomparable pertinacia». Todo ello hace que
reciban insultos como ~~perro», ~(malditos», (~hideputa», ~(canalla misera-
ble», «gente aniquilada», «infanle y sucia raza» o «nlezquinos». Ante el
rencor y mal talante de Madrigal, los judíos de la sinagoga sienten
asombro y miedo, pues es el mayor enemigo que tienen en el mun-
do.
Si se compara el episodio con el de Los baños de Argel, vemos que
aquí se encuentran los mismos elementos que habíamos señalado en
la tragicomedia argelina, enriquecidos ahora con la referencia a los
«plantos de Ramá», lamentaciones de Raquel ante la pérdida de sus
hijos (Jeremías, 31, 15). El resto, apenas añade nada a lo ya sabido: un
judío llamado Zabulón y la cazuela con boronía y caldo prieto, que
podría ser un guiso de día festivo. La boronía se describe en el Diccionario
de Autoridades como un guiso de berenjenas, tomates, calabaza y pi-
miento, todo ello mezclado y picado, que regularmente sirve para los
días en que se prohíbe comer carne. Hay que advertir que en la épo-
ca de Cervantes la boronía no debía llevar tomates. En cuanto al cal-
do prieto, posiblemente se trate de arroz con caldo de carnero y man-
teca de vaca y pasas negras de Alejandría, según se anota en el Viaje
de Turquía. Pero ninguno de los dos platos son característicos de los ju-
díos, más inclinados a las delicias de la adatlna.
En las obras que hemos analizado, la presencia de los judíos res-
ponde a unas mismas necesidades de realismo y verosimilitud, por más
que el tono pueda resultar despectivo o hiriente, pues al tln y al cabo,
Cervantes no hace sino recoger y expresar los sentimientos de la so-
ciedad en la que vive, buscando la complicidad del público y, con ello,
resaltando el valor cómico de los episodios en los que aparecen los
judíos.
Encontramos una situación levemente distinta cuando Sancho
Panza hace su profesión de fe y expresa sus esperanzas de pasar a la
posteridad:

CERVANTES Y LAS RELIGIONES. Carlos ALVAR. Cervantes y los judíos


46 CERVANTES Y LOS JUDÍOS

y cuando otra cosa no tuviese sino el creer, como siempre creo, firme
y verdaderamente en Dios y en todo aquello que tiene y cree la Santa
Iglesia Católica Romana, y e! ser enemigo mortal, como lo soy, de los ju-
díos, debían los historiadores tener misericordia de mí y tratarme bien en
sus escritos. Pero digan lo que quisieren; que desnudo nací, desnudo me
hallo: ni pierdo ni gano; aunque, por verme puesto en libros y andar por
ese mundo de mano en mano, no se me da un higo que digan de mí
todo lo que quisieren» (II, 8, p. 614).

2.4.Y los judíos reaparecen en la parte final de Los trabajos de Persdes


y Sígísmunda, compuesta en los últimos meses de vida de Cervantes,
compendio de lo que pensaba nuestro escritor del arte, de la vida y
de la religión, así como sus más grandes amores, expresado todo en el
tono más alto, vivo y exaltado, en palabras de E. Orozc0 9 .
Son cuatro los personajes judíos que se dan cita en los episodios
romanos de las peripecias de Persiles y Sigismunda: Zabulón y su mu-
jer, Abiud y Manasés. El nudo se organiza en torno al primero de ellos
-que, por cierto, lleva el mismo nombre que los judíos que apare-
cen en Los baños de Argel y en La gran sultana-, pues es el más ca-
racterizado, el primero en tomar la palabra y presentarse:

Porque habéis de saber, señor -dijeron-, que nosotros somos judí-


os: yo me llamo Zabulól1, y mi compañero Abiud; tenemos por oficio
adornar casas de todo lo necesario, según y como es la calidad de! que
quiere habitarlas, y allí llega su adorno donde llega e! precio que se quie-
re pagar por ellas. (Persiles, IV, 3, p. 1337).

El oficio es la hostelería, apoyada en el engaño:

-Que me maten -dijo Abiud-, si no es éste el francés que ayer se


contentó con la casa de nuestro compañero Manasés, que la tiene adere-
zada como casa real. (Persílcs, IV, 3, p. 1337).

No es sólo la hostelería y el engaño; también la magia, pues Hipólita


la Ferraresa recurre al judío Zabulón para conseguir el amor de
Periandro: la mujer de Zabulón debe torcer la voluntad del peregri-

9 Orozco, 1992.

CERVANTES Y LAS RELIGIONES. Carlos ALVAR. Cervantes y los judíos


C. ALVAR 47

no y, en caso de no lograr sus propósitos, deberá causar la muerte a


su antagonista, Auristela:

Si este peregrino tuera pobre, no trujera consigo cruz tan rica, cuyos
muchos y ricos diamantes sirven de claro sobrescrito de su riqueza: de
modo que la fuerza desta roca no se ha de tomar por hambre; otros ar-
dides y mañas son menester para rendirla. ¿No sería posible que este mozo
tuviese en otra parte ocupada el alma? ¿No sería posible que esta Auristela
no fuese su hermana? ¿No sería posible que las finezas de los desdenes
que usa conmigo los quisiese asentar y poner en cargo a Auristela? ¡Válame
Dios, que me parece que en este punto he hallado el de mi remedio!
¡Alto! ¡Muera Auristela! Descúbrase este encantamento; a lo menos, vea-
mos el sentimiento que este montaraz corazón hace; pongamos siquiera
en plática este disignio; enferme Auristela; quitemos su sol delante de los
ojos de Periandro; veamos si, faltando la hermosura, causa primera de
adonde el amor nace. falta también el mismo amor: que podrÍa ser que,
dando yo lo que a éste le quitare, quitándole a Auristela, viniese a redu-
cirse a tener más blandos pensamientos; por lo menos, probarlo tengo,
ateniéndome a lo que se dice: que no daña el tentar las cosas que des-
cubren algún rastro de provecho.
Con estos pensamientos algo consolada, llegó a su casa, donde halló a
Zabulón, con quien comunicó todo su disignio, confiada en que tenía
una mujer de la mayor fama de hechicera que había en Roma, pidién-
dole, habiendo antes precedido dádivas y promesas, hiciese con ella, no
que mudase la voluntad de Periandro, pues sabía que esto era irnposible,
sino que enfermase la salud de Auristela; y, con limitado término, si fue-
se menester, le quitase la vida. Esto dijo Zabulón ser cosa tacil al poder
y sabiduría de su mujer. Recibió no sé cuánto por primera paga, y pro-
metió que desde otro día comenzaría la quiebra de la salud de Auristela.
No solamente Hipólita satisfizo a Zabulón, sino amenazóle asimismo;
y a un judío dádivas o amenazas le hacen prometer y aun hacer imposi-
bles. (Persiles, IV, 8, pp. 1357-1358).

Así es, en efecto. La judía hace sentir a Auristela-Sigismunda el po-


der de sus hechizos, y la bella joven enferma y pierde su belleza, lo
que lleva al conde de Nemurs a desamarla, dejando el terreno libre a
Periandro, que no soporta los sufrimientos de su amada y, que en de-
finitiva, también le llevan a enfermar. Ante el nuevo rumbo de los
acontecimientos, Hipólita pide a la judía que interrumpa el hechizo,
lo que hace que tanto Auristela como Periandro recuperen la salud y,
con la salud, la belleza.

CERVANTES Y LAS RELIGIONES. Carlos ALVAR. Cervantes y los judíos


48 CEIWANTES y LOS JUDÍOS

Aposentadores de incautos peregrinos y mujer hechicera; todos


ellos atraídos por el dinero: ésa es la imagen de los judíos en la últi-
ma obra de Cervantes.

3
Llegamos al final. ¿Qué sabía el autor del Quijote de los judíos?
Poca cosa, y lo poco que sabía se puede considerar superficial, o al
menos, al alcance de cualquier español medianamente culto.
A juzgar por los textos, la mayor parte de ellos se llaman Zabulón,
y a este nombre sólo lo acompañan los de Abiud y Manasés. Hay que
señalar que Zabulón no es sólo el nombre del décimo hijo de Jacob,
sino que también, según Covarrubias, «algunos escritores eclesiásticos
le toman por el diablo»lO, y el hecho de que, en el v. 2520 de Los ba-
/105 de Argel, Cervantes cite al diablo tras el nombre de Zabulón, hace
pensar que nuestro autor posiblemente no discreparía de la opinión
de esos «escritores eclesiásticos».
La mujer de Zabulón recibe el nombre de Julia, si es que no se
trata de un error por (~udía». Y el otro nombre femenino hebreo es
Raquel; ningún otro nombre propio de mujer judía, si exceptuamos
Judit, que se había convertido en otro tópico de los Siglos de Oro.
Todos ellos son codiciosos, dedicados al comercio en distintas fa-
cetas, visten copete, chinelas y llevan los cabellos sobre la frente, con
rostro mezquino. No trabajan los sábados y no comen cerdo, y al pa-
recer el día de fiesta guisan cazuela mojí y boronía y caldo prieto,
pero en realidad se trata de platos poco característicos, pues también
podían encontrarse en ¡TIesas cristianas, sin despertar las suspicacias in-
quisitoriales.
¿Qué nos queda? Quizás Cervantes conociera alguna palabra he-
brea, igual que conocía muchas turcas o italianas, pero no. Ni los tér-
minos culinarios, ni los referidos a la vestimenta reciben denomina-
ciones que puedan asociarse a la lengua semítica. Sólo se ha hablado
en alguna ocasión de la fornla «desnlazalado», que aparece en tres oca-
siones a lo largo de la obra de Cervantes, en la Señora Comelia, en el
Coloquio de los perros y en el Quijote, siempre aplicado a un estado de
ánimo:

10 Covarrubias, Tesoro.

CERVANTES Y LAS RELIGIONES. Carlos ALVAR. Cervantes y los judíos


C.ALVAK 49

¡Ay señora de mi alma! ¿Y rodas esas cosas han pasado por vos y es-
táisos aquí descuidada y a pierna tendida? O no tenéis alma, o tenéisla
tan desmazalada que no siente (SC, p. 653a) [La cursiva es mía].

y así, quedando el alma inútil, floja y desmazalada, no puede levantar la


consideración siquiera a tener algún buen pensamiento (CP, p. 678b) (el
énfasis es mío).

No andes, Sancho, desceñido y flojo, que el vestido descompuesto da


indicios de ánimo desmazalado, si ya la descompostura y flojedad no cae
debajo de socarronería, como se juzgó en la de Julio César (II, 43, p. 429a)
[La cursiva es mía].

Covarrubias, contemporáneo de Cervantes, recoge el término y lo


define como equivalente a «desaliñado y mal compuesto»; sería una
metáfora «tomada de las mercadurÍas, que vienen atadas y hechas ma-
zos, y así amazoladas y desatadas va cada pieza por su parte y esto se
puede decir desmazolar». Y parece claro que, aunque de origen he-
breo, formaba parte del patrimonio léxico castellano por lo menos
desde 1425, pues se atestigua en el Callcionero de Baena, como han
puesto de relieve J. MalkieP 1 y, siguiendo su huella, J. Corominas en
el Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana (5. v. desmazalado).
También de origen hebreo es trtIe, como ya hemos indicado, que
se documenta en el español de Nebrija y de Lucas Fernández, en fray
Luis de León y en Pedro de Espinosa; es decir, también formaba par-
te de nuestro patrimonio léxico desde finales del siglo xv y resultaba
término común todavía en el siglo XVI], aunque de connotaciones vul-
gares, según el mismo Espinosa.
En cuanto a las alusiones al Antiguo Testamento, numerosas y des-
perdigadas a lo largo de toda la obra de Cervantes, sólo atestiguan un
conocimiento que poseía todo cristiano, y a mi modo de ver no va-
len para extraer conclusiones sólidas que vayan más allá.
En fin, mucho ruido y pocas nueces. Cervantes era muy posible-
mente de origen converso, lo que no es igual a decir que fuera con-
verso, ni mucho menos, criptojudÍo. Tras dos o tres generaciones, o

11 Malkiel, 1947.

CERVANTES Y LAS RELIGIONES. Carlos ALVAR. Cervantes y los judíos


50 CERVANTES Y LOS]UDíos

más, no le quedaba más cultura judía que a cualquiera de sus con-


temporáneos, también ellos en gran parte de origen converso.

CERVANTES Y LAS RELIGIONES. Carlos ALVAR. Cervantes y los judíos


C. ALVAR 51

BIBLIOGRAPÍA

AAVV, Cervantes y el teatro, Cuademos de Teatro Clásico, 7, 1992, núm. mono-

La huella del caulil'cri" cn el pensamiento y 1'11 la obra de l"ligHel de Cerml1tes,


Madrid, Fundación Cultural Banesto I Instituto Internacional de Teatro
del Mediterráneo. 1994.
Cervantes, Alcalá de Henares, Centro de Estudios Cervantinos, 1995.
ABELLÁN,]. L., (,Función cultural de la presencia judía en Espafía antes y des-
pués de la expulsióm, en Judíos. Sefarditas. COI1VeYSM. La e:xpulsión de 1492
y sus cOl1secuel1cias, ed. A. Alcalá, Valladolid, Ámbito, 1992, pp. 395-407.
ALPERT, M., Criptajudaísmo e Il1quisiciól1 el1 los siglos XVII y XVIIl, Barcelona,
Ariel, 200 l.
ALVAR, c., (dir.), Gral1 enciclopedia cervamil1a, Madrid, Castalia, vals. I-lIl, 2005-

ARATA, S., "La cOl1quista de Jerusalén, Cervantes y la generación teatral de 158()",


Criticól1, 54, 1992, pp. 9-112.
ARELLANO, L, Historia del teatro e-,patiol del siglo XVII, Madrid, Cátedra, 1995,
3'> ed.
ARMAS WILSON, D., de, Allegories of lave. CerFa/¡tes' Persiles and Sigismunda,
Princeton, Princeton University Press. 1991.
ARRONIZ, 0., Teatros y escel1aríos del Siglo de Oro, Madrid, Gredas, 1977.
AVALLE-ARCE,]. B., «Los trabajos de Persíles y S(~ismlmda, historia setentrional»,
en Suma certJamina, Londres, Tamesis Books, 1973, pp. 199-212.
BAÑI!ZA ROMÁN, C., (,Instituciones y costunlbres eclesiásticas en Cervantes»,
Anales Cert'al1 til1 os. 19, 1991, pp. 73-92.
BENNASSAR, B., LiS espllñole;~ actílHdes y metltalidad, Madrid, Espasa Calpe, 1978.
- Illql.ísicíÓI1 española, poder político }' control social, Barcelona, Crítica, 1988.
BLÁZQUEZ,]., Inquisición y Criptajudaísmo, Madrid, Kaydeda eds., 1988.
BLEcuA, A., "Cervantes y la retórica (Persiles, IIl, 17)>>, en Lecciones cervantinas,
ed. A. Egido, Zaragoza, Caja de Ahorros y Monte de Piedad de
Aragón y Rioja, 1985, pp. 131-147.
CAMAMIS, G., Estudios sobre el cautiverio en el Siglo de Oro, Madrid, Gredos,
1977.
a
CANAVAGGIO, ]., Cervantes dramawrgue. UI1 théátre naítre, Paris, PUF, 1977.
- «Las figuras del donaire en las comedias de Cervantes)" en Acres du 3eme
colloque du Grol.pe d'ÉIt<des sur le Théátre EspaJ<nol, Paris, CNRS, 1980, pp.
51-67.
CARO BAROJA,]., Il1quisiciól1, brujería y aiplt:íl/lJísmo, Barcelona, Ariel, 1970, 2:
ed.
- Las formas compleJas de la uida religiosa (sZ~los XVI y xvu), Madrid, Akal, 1978.
- Los Judíos e/1 la Espaiia Alodcma y Comemporánea, Madrid, Istmo. 1986.

CERVANTES Y LAS RELIGIONES. Carlos ALVAR. Cervantes y los judíos


52 CERVANTES Y LDS]UDÍOS

CASALDUERO, J., Sentido y forma del teatro de Cervantes, Madrid, Gredos, 1974.
- Sentido y forma de Los trabajos de Persiles y Sigismunda, Madrid, Gredos,
1975.
CASTRO, A., El pensamiC/lto dc Cervantes, Madrid, Casa Editorial Hernando,
1925.
- Cervantes y los casticismos espaiioles, Madrid, Taurus, 1967.
CERVANTES, M. de, Obras Completas, ed. F. Sevilla Arroyo, Madrid, Castalia,
1999.
CHRISTIAN,W.A.]r., ReliRiosidad local en la España de Felipe JI, Madrid, Nerea,
1991.
CONTRERAS, J, "Procesos culturales hegemónicos, de religión y religiosidad
(Reflexiones sobre el hecho religioso en la Espai'ia del Antiguo
Régimen»>, en La Monarquía de Felipe JI a debate, ed. L. A. Robot GarcÍa,
Madrid, Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, 2000, pp. 329-
350,
COROMINAS,]., Di[cionario crítico etimolóRico de la Icn,r¿ua castellcma, Madrid,
Gredos, 1974,4 vols.
CORREA, G .. «El concepto de la fama en el teatro de Cervantes», Hispani[
Review, 27,1959, pp. 280-302.
COTARELO VALLE DOR, A., El teatro de Cervantes, Madrid, Tipografia de la Revista
de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1915.
COVARRUBIAS, S., de, Tesoro de la LenRua Castellana o Española, ed. F. C. R.
Maldonado, Madrid, Castalia, 1995.
DEDIEU, J-P., "Christianisation en Nouvelle Castille, catéchisme, messe et
con[¡rmation dans l'archevéché de ToJede, 1540-1650», Méla¡¡RcS de la Casa
de Velázquez, 15,1979, pp. 261-294.
DESCOUZIS, P, Cervantes a nueva luz. El Quijote y el Concilio de Trcnto, Frankfurt
am Main, Vittorio Klostermann, 1966.
DOMÍNGUEZ ORTIZ, A., La clase social de los COfll'erSOS en Castilla efl la Edad
Moderna, Madrid, [reed. 1995, Granada, U ni versidad], 1955.
- Las clases privilegiadas en el AntiRuo Régimen, Madrid, Istmo, 1985, 3.' ed.
- LlS judeo-col/versos en España y América, Madrid, Mapfre, 1992.
FERNÁNDEZ TERRICABRAS, L, «Religiosidad», en C. Alvar (dir.), Gran Enciclopedia
Cervantina, Madrid, Castalia, en prensa.
FINE, R., «Lo hebreo, lo judío y lo converso en la obra de Cervantes, dife-
renciación o sincretismo», Misgav Yenishalaym, en prensa.
GAOS, V, Cervantes. Novelista, dramaturgo, poeta, Barcelona, Planeta, 1979.
GARCÍA CÁRCEL, R., «La psicosis del turco en la España del Siglo de Oro»,
en Los imperios orientales C/l el teatro del SiRIo de Oro, Actas de las XVI Jornadas
de Teatro Clásico de Alma.>!ro, ed. F. B. Pedraza y R, González Cañal, Ciudad
Real, Universidad Castilla-La Mancha, 1993, pp. 15-28.
GARCÍA CÁRCEL, R., La inquisición, Madrid, Anaya, 1990.

CERVANTES Y LAS RELIGIONES. Carlos ALVAR. Cervantes y los judíos


c:.ALVAR 53

GARCÍA LORENzo, L., «Cervantes, Constantinopla y La gran sultana», Anales


Cervantinos, 31,1993, pp. 201-213.
GARCÍA MARTÍN, M., Cerl'antes y la collledia española en el siglo XVII, Salamanca,
Universidad de Salamanca, 1980.
GONZÁLEZ NOVAlÍN, J. L., «Religiosidad y reforma del pueblo cristiano», en
R. García Villoslada (dir.), La Iglesia en la España de 105 siglos XI' y XI"!,
Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1980. t. I1I-l, pp. 351-385.
GONZÁLEZ ROVIRA, J., La nove/a bizantina de la Edad de Oro, Madrid, Gredos,
1996.
GRANJA, A. de la, «Apcgeo. decadencia y estimación de las comedias de
Cervantes», en AAVV, Cen'alltrs, Alcalá de Henares, Centro de Estudios
Cervantinos, 1995, pp. 225-254.
HUERGA CRIADO, P., En la raya de Portu,Ral, solidaridad y tensiones en la comu-
nidad judeoconversa, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1994.
ISRAEl, J.. Empires and Entrepots, the Du tch , the Spanislz Monarc/¡y and t/¡e JeU/s
1585-1713, Londres, Hambledon and London, 1990.
JULIÁ MARTÍNEZ, E., «Estudio y técnica de las comedias de Cervantes», Revista
de Filología Española, 32, 1948, pp. 339-365.
LEWIS-SMITH, P., «La Gran Sultarza doña Catalina de Oviedo,A Cervantine Prac-
tical Joke», Forum for Modern Language Studies, 17, 1981, pp. 68-82.
LÓPEz ESTRADA, E, «Vista a Oriente. la española en Constantinopla», en
Cervantes y el teatro, Cuadernos de Ti'atro Clásico, 7, 1992, pp. 31-46.
LÓPEz ¡BOR, M., Los jlJdíos en España, Madrid. Anaya, 1990.
LOZANO RENIEBlAS, l., Cervantes y el mur/do del Persiles, Alcalá de Henares,
Centro de Estudios Cervantinos, 1998.
MAQUEDA ABREU, C., «Conversos», en C.Alvar (dir.), Gran Enciclopedia Cerl'all -
tina, Madrid, Castalia, 2006, vol. III.
MÁRQuEz VILlANUEVA, E, Trabajos y días cervantinos, Alcalá de Henares, Centro
de Estudios Cervantinos. 1995.
MARRAST, R., Miguel de Cervant¡)s dramatU/gue, Paris, L'Arche, 1957.
MENÉNDEZ PElAYO, M., Historia de las ideas estéticas en España, Madrid, CSIC,
1947, vol. 11.
MEREGALLI, E, «De Los tratos de Argel a Los baños de Argel», en Homenaje a J.
CasaldlJero, Madrid. Gredos. 1972, pp. 395-409.
MOLHo, M., «Algunas observaciones sobre la religión en Cervantes», en Atti
delle Giornate Cervantine, Padova, Unipress, 1995, pp. 11-24.
MORGADO GARCÍA, A., Ser clérigo en la España del Antiguo Ré,~imen, Cádiz,
Universidad de Cádiz, 2000.
N ETANYAH U, B., Los marranos españoles seJ?rJ/1 las juentes hebreas de la época (si-
,Rlos XIV-XVI), Valladolid, Junta de Castilla y León, 1994.

CERVANTES Y LAS RELIGIONES. Carlos ALVAR. Cervantes y los judíos


54 CERVANTES Y LOS JUDÍOS

OROZCO DÍAZ, E., «Recuerdos y nostalgias en la obra de Cervantes (Una in-


troducción al Persiles),), en Cervantes y la novela del barroco, ed. J. Lara
Garrido, Granada, Universidad de Granada, 1992, pp. 263-323.
RAWLINGS. H., Chureh, Religion alld Society in Early Jl,10dem Spain, Basingstoke
y Nueva York, Palgrave, 2002.
REY HAZAS,A., «Las comedias de cautivos de Cervantes», en Los imperios orien-
tales er! el teatro del Siglo de Oro, Actas de las XVI Jamadas del Ti'atro Clásico
de Almagro. Ciudad Real, Universidad de Castilla-La Mancha, 1994, pp.
29-56.
REY HAZAS, A. Y E SEVILLA ARROYO, «Los baños de Argel», en C. Alvar (dir,),
Gran Ellciclopedia Cervantina, vol, Ir, s. v. Baíios de Argel, Los, Madrid,
Castalia, 2006.

CERVANTES Y LAS RELIGIONES. Carlos ALVAR. Cervantes y los judíos

También podría gustarte