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Las Ordenes y La Complacencia - La Mimosa PDF
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¿Es posible entonces educar “sin poner límites”? ¿Por qué la mayoría de los padres
creen que es necesario “poner límites”?
Los límites no tienen nada que ver con el tipo de relación entre las personas que se
encuentran dentro de esos límites. La complacencia se produce siempre dentro de unos
límites, de lo que es posible.
La cuestión no está en los límites (los límites se utilizan como excusa), sino en el
tipo de relación desde la que se abordan los límites, lo que podemos o no podemos
hacer. Los padres siguen la inercia social y desconocen la vía de la complacencia
porque nadie la practicó nunca con ell@s, y por ello no saben que existe ni saben cómo
son sus hij@s y de lo que son capaces. Desconocen la capacidad de amar, de
complacer, de entender, de tener iniciativas y de ser responsables de sus actos, es decir,
las cualidades de sus hij@s. Y tratándoles como si no tuvieran esas cualidades, como si
fueran egoístas, tontos, inútiles, irresponsables, etc., les atrofian y les hacen egoístas,
tontos, inútiles e irresponsables. Esto es lo que explica Ruth Benedict en su
Continuities and Discontinuities in cultural conditioning. Detrás de la supuesta
protección que damos a nuestr@s hij@s lo que se ejerce es una mutilación de sus
principales cualidades, un bloqueo de su desarrollo justo en el momento en el que
depende su formación. Este es uno de los aspectos más importante de ese magma
dogmático que sustenta nuestra sociedad basada en la dominación: no sabemos de que
están hechas las criaturas humanas.
La preguntas y el asombro que suscita mi afirmación de que ni mi madre ni mi
padre me dieron jamás una orden, ni grande ni pequeña, da la medida del dogma que
sustenta la dominación. ¡Si hasta la relación con la carne de mi carne tiene que ser de
imposición y de dominación, como no va a ser así en el resto de la sociedad¡ Y sin
embargo lo que tendría que ser difícil de creer sería lo contrario, que una madre o un
padre mantuvieran con sus hij@s una relación otra que no fuera la basada en la
complacencia.
En resumidas cuentas, cuando se ama a una persona se desea complacer sus deseos
para hacerla feliz. Y si esa persona también me ama, también desea complacer mis
deseos para hacerme feliz. La relación entre las dos personas es de mutua
complacencia, y en una relación de mutua complacencia las órdenes carecen de sentido.
Ciertamente la cuestión suscitada nos coloca en la frontera del dogma conceptual
básico de la dominación.
Como parece que mi afirmación de que mis padres no me dieron nunca órdenes carece
de credibilidad, añado aquí una pequeña anécdota, que para mí es significativa, por si
pudiera ayudar a dicha credibilidad.
Estaba yo con mi hijo recién nacido y le pedí por favor a mi hija de cinco años, que
debía estar entretenida jugando con algo, que me trajera una cosa, no recuerdo si un
jersey o algo por el estilo, que estaba en otra habitación. Mi madre allí presente se
adelantó a cualquier reacción de mi hija, y dirigiéndome una mirada de reproche que no
olvidaré jamás, dijo que cómo era posible que no me diera cuenta de lo que eso
fastidiaba a los niños, se levantó y fue ella a buscar y traerme lo que le había pedido a
mi hija. No era ninguna teoría pedagógica ni nada por el estilo; solo la empatía con una
criatura de cinco años que le salía de dentro. No recuerdo si esas fueron sus palabras
exactas, pero lo de fastidiar a l@s niñ@s y el reproche de que no me diera cuenta, lo
recuerdo perfectamente, lo mismo que su mirada, su gesto y su acción de adelantarse a
ir a buscar ella lo que yo había pedido.