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LA PRESENTACIÓN DE LOS DOCE SENTIDOS EN EL “ESTUDIO DEL

HOMBRE” Rudolf Steiner

Desarrollo de la Teoría de los Sentidos. Representación de diez sentidos

Traducción: Ana María Rauh

8ª Conferencia, 29/08/1919

Si queremos aproximarnos a la realidad, en especial a la realidad de la naturaleza humana, tenemos que tomar
en cuenta, que toda membración es llevada a cabo en un conjunto; al valernos de una conjunción abstracta,
nada podríamos saber. Si nunca membraríamos, el mundo permanecería dentro de la incertidumbre, tal como
decimos: de noche, todos los gatos son grises. Por lo tanto, las personas, que todo intentan comprender en
conjunciones abstractas, ven al mundo sumido en color gris. Y si tan sólo procederíamos a la membración, la
separación, al mantener todo des-unido, jamás podríamos llegar a una verdadera cognición, comprenderíamos
tan solo una diversidad y el real conocimiento no se produciría.
Sucede, que todo lo que compone al hombre, en parte es de naturaleza de cognición, en parte de naturaleza de
sentimiento y en parte de naturaleza volitiva. Y aquello que es cognitivo, es principalmente cognitivo, pero
asimismo es sensitivo y volitivo; lo que es sensible, es principalmente sensible, pero asimismo es cognitivo y
volitivo y lo mismo sucede con lo volitivo. Este hecho lo podemos implementar asimismo con aquello, que el
día de ayer lo hemos caracterizado como esfera sensoria. Para poder comprender un capítulo como aquel, al
cual me referiré a continuación, tenemos que dejar de lado toda pedantería, dado que de otro modo, tal vez
hallaríamos la contradicción más severa justamente en aquello que he dicho ayer en mi conferencia. Pero,
sucede, que la realidad se compone de contradicciones. No comprendemos la realidad, si no contemplamos
las contradicciones existentes en el mundo.
El hombre tiene doce sentidos. El hecho, que en la ciencia común diferenciamos tan solo cinco, seis o siete
sentidos se debe tan solo al hecho, que estos cinco, seis o siete sentidos son muy llamativos y los otros, que
concluyen al número doce, son menos llamativos. A menudo me he referido a estos doce sentidos del
hombre: hoy, los contemplaremos una vez más. Habitualmente estamos hablando del sentido de la audición,
el sentido del calor, el sentido de la visión, el sentido del gusto, el sentido del olfato, el sentido del tacto,
siendo que puede suceder, que el sentido del calor y el sentido del tacto se registran de manera común, lo cual
sería similar, a que en el registro uniéramos “humo” y “polvo”, por su semejanza aparente. No hace falta
mencionar, que el sentido del calor y el sentido del tacto son dos maneras muy diferentes de relacionarse con
el mundo. Los psicólogos de la actualidad distinguen estos sentidos, y, a los sumo aún el sentido del
equilibrio. Hay alguno, que adiciona uno más, pero aún así, no se llega a la totalidad de una fisiología
sensoria y de una psicología sensoria, por el hecho de no tomar en cuenta, que el hombre tiene una relación
similar a su medio circundante, al percibir a otra persona, como lo tiene, cuando percibe un color a través de
su sentido de la vista.
En la actualidad, las personas tienen la tendencia del entrevero de las cosas. Cuando alguien piensa en la
representación del yo, en principio piensa en la entidad propia de su alma; por lo que, en general, esto lo
satisface. En alguna medida, los psicólogos también proceden así. No toman en cuenta, que es algo
completamente diferente, si a través de la conjunción de aquello que estoy vivenciando en mí mismo, en
definitiva a la suma de esa vivencia la señala como “yo”, o si me paro frente a una persona y a través de la
manera de la cual me relaciono con la misma, también a esa persona la señalo como un “yo”. Se trata de dos
actividades anímicas-espirituales completamente diferentes. En una de las veces, cuando a las actividades de
mi vida las resumo en la abarcativa síntesis “yo”, me hallo frente a algo plenamente intrínseco; la otra vez,
cuando me encuentro frente a la otra persona y, a través de la relación que a ella me une, que también es algo
así como mi yo, estoy frente a una actividad, que transcurre en la reciprocidad entre yo y la otra persona. Es
por ello, que tengo que decir: la percepción del otro yo, se basa sobre el el sentido del yo, así como la
percepción del color sobre el sentido de la vista, la del sonido sobre el sentido de la audición. La naturaleza
no le facilita al hombre la tarea del reconocimiento del yo de manera tan abierta como por ejemplo en el caso
de la vista. El órgano de la percepción del color se encuentra en el exterior del cuerpo del hombre; el órgano
de la percepción del yo, se halla expandido sobre todo el hombre y consiste de una muy fina sustancialidad,
por lo cual las personas no hablan de un órgano perceptivo del yo. Este órgano perceptivo del yo, es algo
diferente que aquello que promueve, que vivencio mi propio yo. Y hasta existe una enorme diferencia entre
el vivencial al yo propio y la percepción del yo de otro. Dado, que la percepción del yo en otra persona, en
esencia es un proceso cognitivo, al menos, un proceso similar al conocimiento; la vivencia del propio yo en
cambio, es un proceso volitivo.
Y entonces acontece aquello, que podría ser del agrado de un pedante. Podría decir: En la última conferencia
has dicho, que toda acción sensoria, con preferencia es acción volitiva; y ahora construyes al sentido del yo y
dices que de manera principal es un sentido cognitivo. Cuando empero caracterizamos al sentido del yo, tal
como lo he intentado en mi “filosofía de la Libertad”, podremos descubrir, que este sentido del yo de hecho
actúa de una manera muy complicada. ¿Sobre qué se basa en realidad la percepción del yo de otra persona?
Las ideas abstractas de la actualidad no dicen cosas peculiares al respecto. Dicen: en realidad de la persona
externa estamos viendo su figura, escuchamos sus sonidos y entonces sabemos, que nosotros mismos tenemos
ese aspecto humano, semejante a aquella persona y que en nuestro interior tenemos un ser que piensa, siente y
quiere, que por lo mismo también en lo anímico-espiritual es un ser-humano. Y así se supone a través de
analogía: tal, como en mismo existe un ser que piensa, siente y quiere, eso mismo acontece en el otro. Se
lleva a cabo una conclusión análoga no es otra cosa que una tontera. La relación recíproca entre un ser
humano y otro, incluye algo muy diferente. Al hallarnos frente a otra persona, acontece lo siguiente: durante
un breve tiempo percibimos al otro; allí, causa una impresión sobre nosotros. Esta impresión nos incomoda
en nuestro interior: sentimos, que la persona que es un ser semejante a nosotros, nos causa una impresión a
modo de un ataque. A consecuencia de ello, nos defendemos en nuestro interior, nos ponemos a la defensiva,
oponemos agresividad interior. Luego la agresividad se reduce, desaparece; de esta manera, nuevamente
puede ejercer una impresión sobre nosotros. Esto nos permite, aumentar otra vez, la fuerza de nuestra
agresividad y llevar a cabo una agresión, que después se reduce y desaparece, con lo cual el otro vuelve a
ejercer una impresión sobre nosotros. Y así sucesivamente. Esa es la relación que existe, cuando una persona
se encuentra frente a la otra, percibiendo al yo: entrega hacia la persona-resistencia interior; entrega hacia el
otro-resistencia interior; simpatía-antipatía; simpatía-antipatía. No estoy hablando aquí de la vida referida al
sentimiento, sino tan solo del perceptivo estar el uno frente al otro. Allí, vibra el alma; vibran: simpatía-
antipatía, simpatía-antipatía, simpatía-antipatía. Lo podemos leer en la “Filosofía de la Libertad”.
Pero, acontece algo más. Mientras que se desarrolla la simpatía, quedamos dormidos integrándonos a la otra
persona, al desarrollarse la antipatía, despertamos, etc. Se trata de un alternar de poca duración, entre el estar
despierto y el estar dormido en vibraciones, al estar frente a la otra persona. El hecho de que puede ser
llevado a cabo, se lo debemos al órgano del sentido del yo. Ese órgano del sentido del yo está organizado de
manera tal, que a través de una voluntad dormida explora al yo del otro, para luego de rápida manera,
conducir esa exploración que ha sido llevada a cabo estando dormido, a la cognición, vale decir, al sistema
nervioso. Así, contemplando de correcta manera al asunto de la voluntad es lo más importante en el caso de
la percepción del otro, pero, la voluntad como se desarrolla de manera dormida; dado que entretejemos a cada
rato, instantes dormidos en el acto de percepción del otro yo. Y lo que yace en el intermedio, ya es
conocimiento; y es desviado a la región donde impera el sistema nervioso, de modo tal, que podemos llamara
a la percepción del otro de hecho un proceso cognitivo, sabiendo empero, que ese proceso cognitivo, es tan
solo una metamorfosis de un proceso volitivo dormido. De modo tal, que también este proceso sensorio es un
proceso volitivo, sucede empero que no lo reconocemos como tal. No vivenciamos de manera consciente,
todo aquel conocimiento que experimentamos dormidos.
Cuando tenemos que tomar en cuenta como sentido siguiente, pero de manera separada del sentido del yo y de
todos los demás sentidos, el que señalo como sentido del pensamiento. El sentido del pensamiento no tiene la
finalidad de la percepción de los pensamientos propios, sino la finalidad de la percepción de los pensamientos
de las otras personas. Acerca de ello, los psicólogos desarrollan representaciones grotescas. La gente está
muy influenciada por la mutua pertenencia del habla y del pensar, de modo tal que cree que de manera
conjunta, con el lenguaje se asimila y adopta también el pensar. Eso es un absurdo. Dado, que podríamos
percibir a nuestros pensamientos, a través de nuestro sentido de los pensamientos, en externos gestos
espaciales, al igual como en el lenguaje de los sonidos. El lenguaje de los sonidos tan solo transmite los
pensamientos. Tenemos que percibir a los pensamientos por sí mismos, a través de un sentido propio. Y
cuando alguna vez los símbolos euritmísticos estarán formulados para todos los sonidos, la persona tan solo
puede realizar esa expresión, y a partir de esos movimientos, podemos leer los pensamientos, tal como si
fuesen expresados de manera sonora. En definitiva, el sentido del pensamiento es algo diferente que aquello,
que en el sentido del sonido actúa para el lenguaje sonoro. Luego, tenemos al sentido del habla propiamente
dicho.
Tenemos además, el sentido auditivo, el sentido calórico, el sentido de la visión, el sentido del gusto, el
sentido del olfato.
Luego, el sentido del equilibrio. Tenemos una conciencia de índole sensoria, del hecho de que nos hallamos
en equilibrio. A través de una determinada percepción sensoria interior sabemos como mantenernos con
respecto a derecha e izquierda, a adelante y atrás, como permanecer en equilibrio, para no caer. Y cuando se
destruye el órgano de nuestro sentido del equilibrio, caemos; entonces, no podemos permanecer en equilibrio,
tal como no podemos establecer relación con los colores, cuando el ojo esta destruido. Y de la misma
manera, como tenemos un sentido para la percepción del equilibrio, también tenemos un sentido para el
movimiento propio, mediante el cual diferenciamos, si estamos en reposo o en movimiento, si nuestros
músculos están flexionados o no. Por lo tanto, al lado del sentido del equilibrio, tenemos un sentido del
movimiento, y tenemos además, para la percepción del estado de nuestro cuerpo, en un sentido amplio, al
sentido de la vida. Muchas personas tienen una gran dependencia de ese sentido vital. Perciben, si han
comido en exceso o si han comido poco, y de esa manera se sienten a gusto o se sienten a desagrado, o
perciben si están cansadas o no, y de esa manera, se sienten con bienestar o con malestar. En definitiva, la
percepción de los estados del cuerpo propio, se refleja en el sentido de la vida.
Así obtenemos el cuadro de los sentidos con doce sentidos. De hecho, el hombre posee doce de esos sentidos.
A continuación podemos entonces proceder a la membración de estos sentidos, sabiendo que lo cognitivo de
misteriosa manera se basa sobre lo volitivo. En un principio tenemos cuatro sentidos: sentido del tacto,
sentido de la vida, sentido del movimiento, sentido del equilibrio. Estos sentidos de manera principal están
compenetrados por la acción volitiva. La voluntad actúa en la percepción a través de estos sentidos.
¡Sentimos, como en la percepción de movimientos, aún, cuando realizamos estos movimientos estando
parados, cobra efecto la voluntad!
La voluntad en reposo, también cobra efecto sobre la percepción de nuestro equilibrio. En el sentido de la
vida, su efecto es muy fuerte, y también actúa en la acción del tacto: ya que, cuando algo estamos palpando,
esto, en definitiva es un debate entre nuestra voluntad y el medio circundante. Podemos decir entonces: el
sentido del equilibrio, el sentido del movimiento, el sentido de la vida y el sentido del tacto, son sentidos
volitivos en el sentid más estrecho. En el sentido del tacto, la persona observa de manera externa que, por
ejemplo, está moviendo la mano cuando algo está palpando: por eso, para ella es evidente, que ese sentido
para ella esta presente. En el caso del sentido de la vida, el sentido del movimiento y el sentido del equilibrio,
no es tan evidente la existencia de estos sentidos. Dado, que de especial manera se trata de sentidos volitivos,
el hombre las vive de manera dormida, por el hecho que se halla dormido, en lo que a la voluntad se refiere.
En la mayoría de las psicologías, estos sentidos no se mencionan, dado que la ciencia comparte placidamente
al sueño de la persona exterior, con respecto a muchas cosas.
Los sentidos siguientes: sentido del olfato, sentido del gusto, sentido de la vista, sentido del calor, de principal
manera son sentidos referidos al sentimiento. La conciencia ingenua percibe de manera especial, al oler y al
gustar, el parentesco con el sentir. El hecho que al ver y frente al calor no se siente de igual manera, tiene sus
motivos especiales. En el caso del sentido del calor, no tomamos en cuenta su cercano parentesco con el
sentimiento, sino que lo adherimos al sentimiento del tacto. Se confunde y a su vez se diferencia de manera
inexacta. El sentido del tacto de hecho en mayor medida es volitivo, mientras que el sentido del calor se debe
al sentimiento. El hecho, que el sentido de la vista también es un sentido del sentimiento, las personas no lo
descubren, por no establecer consideraciones tales, como las podemos hallar en la teoría de los colores de
Goethe. Allí hallamos expuesto con claridad, todo lo familiar de los colores, lo cual en definitiva hasta
conduce a impulsos volitivos. ¿Pero, por qué el hombre descubre con tan poca frecuencia, que en el caso del
sentido de la vista, sobre todo existe un sentimiento?
En definitiva, a las cosas las vemos casi siempre de manera tal que, al coordinar los colores, también nos
muestran los límites de los colores: líneas, formas. Resulta, que no solemos prestar atención a la manera en la
cual estamos observando, cuando a su vez contemplamos colores y formas. Al estar mirando un círculo
colorido, decimos burdamente: veo el color, veo asimismo la redondez del círculo, la forma circular. Resulta
empero, que al así decirlo, se están entreverando dos cosas diferentes. Mediante la separada actividad del ojo,
vemos tan solo al color.
La forma circular la vemos, al valernos en el subconsciente del sentido del movimiento, llevando a cabo de
manera inconsciente, en el cuerpo etérico, un trazo circular en el cuerpo astral, elevándolo luego al
conocimiento. Y, al elevarse al conocimiento, el círculo reconocido se relaciona con el color percibido.
Extraemos por lo tanto, la forma de la integridad de nuestro cuerpo, apelando al sentido del movimiento,
expandido sobre todo nuestro cuerpo. Esto luego lo implementamos en algo que ha he debatido, cuando dije:
en realidad el hombre realiza las formas de la geometría en el cosmos, y luego las eleva al conocimiento.
La ciencia oficial de la actualidad, no se eleva a tan refinado modo de la observación, viendo, que la
diferencia se produce entre la observación del color y la percepción de la forma con la ayuda del sentido del
movimiento, sino que todo lo entrevera. En el futuro empero, ya no se podrá educar mediante un entrevero
tal. Dado que ¿cómo podemos educar para el ver, si no sabemos, que en el acto de la visión, al interior del
mismo se vierte el hombre entero con todo su ser, pasando por el sentido del movimiento? Ahora empero,
aparece otra cosa. Contemplamos al acto visual, al percibir formas coloridas. En un acto complicado, ese
acto visual, la percepción de formas con color. Pero, al ser un ser humano uniforme, aquello, que percibimos
en dos rodeos, el camino por el ojo y el camino por el sentido del movimiento, lo podemos re-unificar.
Miraríamos de manera indiferente a un círculo rojo, si no percibiríamos por un camino diferente a lo rojo y
por otro diferente, lo circular. No estamos empero mirando de manera insensible, por estar percibiendo por
dos lados –el color por lo ojos, la forma con la ayuda del sentido de movimiento- sintiendo la necesidad
interior, de unir estas dos cosas. Allí estamos juzgando. Y entonces comprendemos al juzgar, como proceso
dotado de vida en nuestro propio cuerpo, que se genera por el hecho de que los sentidos nos presentan al
mundo, analizado en miembros. Dentro de doce miembros diferentes, el mundo nos ofrece aquello que
vivenciamos y en nuestro juzgar unimos las cosas, por el hecho de que lo aislado no quiere mantenerse en esa
condición. En principio la forma circular no admite ser tan sólo forma circular del modo en el cual ha
llegado al sentido del movimiento; el color no admite ser meramente color, tal como se lo percibe en el ojo.
Las cosas nos obligan en lo interior a unirlas, y nos declaramos entonces dispuestos a decretar la unión.
Entonces, la función del juicio se convierte en expresión de todo nuestro ser.
De esta manera, podemos echar una mirada al sentido más profundo de nuestra relación con el mundo. Si no
tuviéramos doce sentidos, miraríamos con apatía nuestro entorno, no podríamos vivenciar al juzgar en nuestro
interior. Como empero tenemos doce sentidos, con ello tenemos una considerable cantidad de posibilidades,
de unir lo separado. Lo que vivencia el sentido del yo, lo podemos unir con los once sentidos restantes y esto
cobra validez para cada uno de los sentidos. De esta manera, obtenemos una gran cantidad de permutas par
los contextos de los sentidos. Pero, además obtenemos asimismo, un gran número de posibilidades al
respecto, al relacionar por ejemplo al sentido del yo, con el sentido de los pensamientos y el sentido del habla
en conjunto, etc. Vemos aquí de manera misteriosa, el hombre esta relacionado con el mundo. A través de
sus doce sentidos, las cosas se descomponen en sus elementos y el hombre tiene que estar en condiciones de
recomponer las cosas a partir de sus fragmentos.
De esta manera, participa de la vida interior de las cosas.
Podemos comprender entonces, cuan infinitamente importante es, que el ser humano sea educado de manera
tal, que en ecuánime cuidado, mucho se desarrolle en un sentido, así como también en el otro, dado que de esa
manera, de modo consciente-sistemático, se buscan las relaciones entre los sentidos y las percepciones.
Tengo que agregar aún, que el sentido del yo, el sentido de los pensamientos, el sentido de la audición y el
sentido del habla, en medida mayor son sentidos cognitivos, por el hecho de que la voluntad en los mismos, es
la voluntad dormida, que en sus expresiones participa de la vibración con una actividad cognitiva.
De esta manera, ya en la zona del yo del hombre, viven voluntad, sentimiento y conocimiento, y viven con el
aporte del estar despierto y del estar dormido.
Tengamos en claro entonces, que al hombre tan solo lo podemos conocer, contemplándolo a partir de tres
aspectos, al contemplar su espíritu. No basta empero, cuando tan solo digamos: ¡Espíritu! ¡Espíritu!
¡Espíritu! La mayoría de las personas siempre habla del espíritu, sin saber manejarse con aquello que el
espíritu nos brinda tan solo lo tratamos de correcta manera, cuando operamos con estados de conciencia. Del
espíritu nos podemos apodera a través de estados de conciencia, tales como el estar despierto, el estar dormido
y el soñar. De lo anímico nos apoderamos a través de simpatía y antipatía, vale decir, mediante estados
vitales; y es lo que el alma realiza de manera constante en lo subconsciente. Al alma en realidad lo tenemos
en el cuerpo astral, la vida la tenemos en el cuerpo etérico, y entre ambos, una constante correspondencia en
el interior, de modo tal, que por sí mismo lo anímico se expresa en los estados vitales del cuerpo etérico. Y al
cuerpo lo percibimos a partir de estados formativos. Ayer he empleado la forma del globo para la cabeza, la
forma lunar para el pecho y la forma lineal para los miembros y aún tendremos que hablar de la morfología
real del cuerpo humano. Pero, no hablamos de correcta manera del espíritu, si no describimos, como se
expresa en estados de conciencia, no hablamos de correcta manera del alma, si no mostramos como se expresa
entre simpatía y antipatía y no hablamos de correcta manera del cuerpo, al no definirlo en formas verdaderas.
De la oscura noche
llega el alma renovada.

Cuánto habrá transitado


en la inmensidad del espacio,
respirando al unísono con ángeles
liberada de lo cotidiano.

Cuánta luz habrá absobido


para volver tan pura y calma…
cuánta vida fluye por sus venas,
cuánta esperanza…

Amada noche,
ahora sé por qué fuiste creada,
por qué del día fuiste separada.

Eres balanza eterna que equilibra


lo que la conciencia diurna
disloca, enferma y mata.

Sanadora noche
entre crepúsculo y aurora blanca
eres morada del alma humana.
Cristina Martinez

DESARROLLO DE LA TEORÍA DE LOS SENTIDOS: REPRESENTACIÓN DE


DIEZ SENTIDOS (Rudolf Steiner)

(de: Antroposofía, psicosofía, pneumatosofía”, 23-27 de octubre de 1909)

…¿Qué tiene que interesarnos de manera especial, al tomar en cuenta al mundo físico-sensorio? Aquello, que
el hombre mismo en sí porta. Eso, en principio son los sentidos, dado que ellos son mediante lo cual obtiene
información y conocimiento del mundo físico-sensorio. Al partir del plano físico, en la Antroposofía en
primer término tenemos que hablar de los sentidos humanos, dado que son ellos, los que permiten al hombre
saber algo del mundo físico-sensorio. Y veremos, que para conocer de verdad al hombre tenemos que partir
de la contemplación de sus sentidos. Por lo tanto, es nuestro primer capítulo. Luego ascenderemos a la
consideración de los diferentes ámbitos espirituales en la naturaleza humana.
Al contemplar los sentidos humanos, como antropósofo entramos en conflicto con la antropología, dado que
anotroposofía siempre que partir de aquello, que sensorialmente es real, pero a su vez tiene que saber, que el
espíritu cobra efecto desde arriba…
Lo trivial resulta ser siempre, que se habla de los cinco sentidos humanos: el sentido del tacto, el sentido del
olfato, el sentido del gusto, el sentido de la audición y el sentido de la vista. Vemos, que con esta definición
de los cinco sentidos, todo está alterado. De hecho, la ciencia de la actualidad ha adicionado ya tres sentidos
adicionales, con los cuales no tiene una mayor conexión. Hoy colocaremos los primeros fundamentos para
una teoría antroposófica de los sentidos…
El primer sentido del hombre que viene al caso, es aquel, que en la ciencia espiritual podemos llamar el
sentido de la vida. El mismo es un sentido real, y, al igual como estamos hablando del sentido de la vista,
tenemos que hablar del sentido de la vida. ¿Qué es el sentido de la vida? Es algo en el ser humano, que en
realidad, cuando todo está en orden no lo sentimos, que tan solo lo sentimos cuando algo no está en orden. El
hombre siente fatiga, la que percibe a modo de una vivencia interior, de la misma manera como percibe un
color. Y aquello, que se expresa en el sentimiento del hambre o de la sed, aquello que podemos llamar un
sentimiento de fuerza especial, también lo tenemos que percibir en lo interior, a semejanza de un color o un
sonido. Por lo general, esto lo percibimos tan solo, cuando algo no está en orden. La primera percepción
propia-humana, la obtenemos a través del sentido de la vida, mediante el cual el ser humano como un todo,
toma conciencia de su corporeidad. Se trata del primer sentido real y debe ser tomado en cuenta, en la misma
manera como el sentido de la vista, del oído o del olfato. Nadie puede entender los sentidos, quien no sabe
que brinda una posibilidad de sentirse como integridad, de tomar conciencia de ser un conjunto corporal,
interiormente cerrado.
Lo segundo, que como sentido es completamente diferente a este sentido de la vida, es aquello que podemos
experimentar, al mover alguno de nuestros miembros. Movemos un brazo, o una pierna. No seríamos un ser
humano, si no podríamos percibir nuestros propios movimientos. Una máquina no percibe sus movimientos
propios, esto lo puede tan solo un ser viviente, mediante un auténtico sentido. El sentido con respecto a
nuestros propios movimientos, desde el guiño de un ojo hasta el movimiento de las piernas, es un real
segundo sentido, el sentido del movimiento propio.
T tomaremos conciencia de un tercer sentido, al pensar que el ser humano diferencia entre arriba y abajo.
Cuando ya no percibe esa diferencia, esto se torna muy peligroso para él, ya que no podrá sostenerse y tendrá
que caer. Podemos señalar un órgano que mucho tiene que ver con ese sentido, y son los tres canales en
forma de semicírculo instalados en el oído. En ocasión de la lesión de este órgano, el hombre pierde su
sentido de la orientación. Este sentido se observa asimismo en el reino animal. Allí se evidencia a modo de
determinados órganos de equilibrio. Cuando determinadas pequeñas formaciones, las así llamadas Otolitas,
de manera determinada se encuentran en un determinado lugar, obtenemos la postura del equilibrio; en caso
contrario, tan solo un tambaleo. Ese es el sentido del equilibrio, o sentido estático.
Con los sentidos que hasta ahora hemos mencionado, el hombre percibe algo dentro de sí mismo, siente algo
en su interior.
Ahora salimos del interior del hombre, llegamos al lugar donde comienza a entrar en relación recíproca con el
mundo exterior.
La primera relación recíproca con el mundo es aquella, en la cual el hombre relaciona la materia consigo
mismo y percibe esa materia. Esto es posible tan solo, cuando esa materia de manera real puede reunirse con
el cuerpo humano. Esto viene al caso tan solo para materias en forma de gs. Las mismas se recepcionan a
través de los órganos del sentido del olfato. Es allí, donde se inicia la circulación con el mundo exterior. Sin
que un cuerpo exhale materia gaseosa, no puede ser olida. La rosa tiene que exhalar materia gaseosa, para
poder ser olida. El cuarto sentido por lo tanto es el sentido del olfato.
El quinto sentido se genera, cuando el hombre no percibe tan solo la materialidad, sino que ya da el primer
paso, entrando a la materialidad, vale decir, que entra a una relación más profunda a la materialidad. Allí, lo
material ya tiene que ejercer un efecto en él. Esto es el caso, cuando un cuerpo líquido toca nuestros órganos
del gusto. Allí no percibimos de manera directa la materialidad, sino que el cuerpo en primer término tiene
que ser disuelto a través del líquido bucal. Allí tan solo puede ser percibido, una relación recíproca entre la
lengua y el cuerpo. Las cosas no tan solo nos dicen lo que son como materia, sino lo que puede promover.
La relación recíproca entre el hombre y la naturaleza se ha convertido en más íntima. Eso, es el quinto
sentido, el sentido del gusto.
El sexto sentido es aquel, donde aquello que el hombre percibe en las cosas, todavía manifiesta la esencia de
las cosas. Allí, las cosas al hombre le dicen más que aquello que tan solo le dicen a través del sentido del
gusto. Esto acontece de manera tal, que existen disposiciones especiales, para que las cosas puedan
manifestarse al hombre de determinada manera. En el caso del olor, el cuerpo humano toma las cosas tal
como son. El sentido del gusto ya es un poco más complicado, allí las cosas ya manifiestan algo más de su
interioridad. En el caso del sexto sentido empero, podemos definir si existe alguna transparencia o no. El
hecho de que de alguna manera permite el paso de la luz, se evidencia en el tinte, Un cosa, que permite el
paso de la radiancia verde, con ello ostenta, que en su interior es de manera tal, que puede permitir el paso de
esa luz. Mientras que en el sentido del olfato se manifiesta la superficie más externa, en el sentido del gusto
ya conocemos algo de la naturaleza interior de una cosa; en el sentido de la vista en cambio, se revela algo de
la penetración integral de las cosas. Esa, es la esencia del sexto sentido, el sentido de la visión. Por esa razón,
es un órgano tan maravilloso, porque permite la penetración más profunda de las cosas, que los órganos
sensorios a los cuales nos hemos referido. En el caso del sentido de la visión estamos frente a algo muy
peculiar. Cuando con el ojo por ejemplo vemos al color rojo de la rosa, su interior se manifiesta a través de la
superficie. Vemos tan solo a la superficie, y porque está condicionada por lo interior, hasta cierta medida
podemos conocer ese interior,
Al tocar con la mano un trozo de hielo o un pedazo de hierro candente, penetramos aún más al interior de una
cosa. En el caso del color tenemos tan solo aquello, que tiene lugar en la superficie. El hielo en cambio posee
un frío pasante, y en el hierro candente, el calor pasa por la integridad de ese cuerpo. Por lo tanto, en el caso
del calor y del frío tenemos un conocimiento aún más profundo de la naturaleza de las cosas, como en el caso
del sentido de la visión, que nos revela tan solo la condición superficial. El sentido del calor avanza con
intimidad aún mayor, hacia las profundidades de las cosas. De ello se trata el sentido del calor, o sea, el
séptimo sentido.
Investigamos ahora, como sigue este asunto. ¿Acaso el hombre, mediante sus sentidos aún puede avanzar
hacia una profundidad mayor de las cosas? ¿Puede conocer al íntimo interior de las cosas en medida aún
mayor que en el caso del sentido del calor?
Sí, lo puede, al mostrarle las cosas, como son en su interioridad, al comenzar a resonar. En las cosas, el calor
está distribuido de manera ecuánime. El tono, no está distribuido de modo uniforme en las cosas. El sonido
conduce al temblar la interioridad de las cosas. De esta manera, se ostenta una determinada calidad,
naturaleza.
La movilidad interior de la cosa, la detectamos mediante el sentido de la audición más íntimo. Nos suministra
un conocimiento más íntimo del mundo exterior, que aquél que nos brinda el sentido del calo. Ese, es el
sentido octavo, el sentido de la audición. En el tono, una cosa nos revela como es en su interior, cuando lo
hacemos resonar. Diferenciamos las cosas según su naturaleza interior, de la manera, como en su interior
pueden estremecerse, cuando las conducimos al resonar. Allí, en cierto modo, nos está hablando el alma de
las cosas.
¿Existen acaso sentidos aún superiores al sentido de la audición? Aquí, tenemos que proceder con un cuidado
aún mucho mayor, para investigar los sentidos superiores; puesto que, a los sentidos no nos podemos
confundir con otra cosa. En la vida común, allí, donde nos detenemos abajo, donde todo lo entreveramos,
hablamos de otros sentidos, por ejemplo del sentido de la imitación, del sentido del ocultamiento, etc. Allí
empero, la palabra sentido no está empleada debidamente. Sentido es aquello, mediante lo cual nos
proporcionamos un conocimiento, sin la colaboración del juicio. Donde nos proporcionamos un
conocimiento a través de un juicio, allí no estamos hablando de un sentido, sino únicamente allí, donde
nuestra facultad del juicio aún no ha entrado en función. Al observar un color estamos empleando un sentido.
Al querer juzgar entre dos colores, no estamos empleando un sentido.
¿Existen aún otros sentidos de esta manera? Sí, existe todavía un noveno sentido. Lo encontramos, al
reflexionar, que de hecho en el hombre existe aún, una cierta facultad perceptiva. Este hecho es
esencialmente importante para la fundamentación de la Antroposofía.
Existe una facultad perceptiva, que no se basa en el juicio, que empero así y todo, se halla presente en la
misma. Es aquello que percibimos cuando a través del habla, no entendemos con otras personas. En la
percepción de aquello, que nos es dado a través del don de la palabra, no tan solo yace una expresión del
juzgar, sino que subyace allí un real sentido del habla. Este sentido del habla es el noveno sentido. Del
mismo tenemos que hablar, cuando hablamos de un sentido de la visión, o un sentido del olfato. El niño
aprende a hablar, antes de que pueda formular un juicio. El pueblo en su conjunto posee un lenguaje; el
juzgar es facultad de una sola persona. Aquello que se orienta al sentido, so subyace a la actividad anímica de
cada persona en particular. El escuchar nos aumenta el temblor interior. La percepción de que un sonido
significa esto o aquello, no es una facultad auditiva. El sentido que allí se expresa como sentido del lenguaje,
se manifiesta a otro sentido, el sentido del habla. Es por eso que el niño, mucho antes que aprende a formarse
un juicio, aprende a hablar o entiende lo hablado. Recién a partir del lenguaje aprende a juzgar. ¡Durante los
primeros años de vida, el sentido del habla es un gran educador, al igual como el sentido de la visión y el
sentido de la audición! Nada podemos modificar en aquello que el sentido percibe; ni nada podemos echar a
perder allí. Sucede lo mismo como en el caso del color, como así también en la percepción del interior del
sonido del habla. El sentido del habla, necesariamente tiene que ser señalado como un sentido especial. Es el
noveno sentido.
Y así llegamos al décimo sentido. Y es aquel, que es el más elevado para la vida humana común. A través
del mismo, e hombre se faculta a entender al concepto, que se expresa en sonidos hablados. Es un sentido
como todos los demás. Para poder formar un juicio, tenemos que tener conceptos. Para que el alma pueda
movilizarse, tiene que poder percibir conceptos. Y esto lo logra mediante el sentido del concepto. De modo
tal, que mediante el mismo hemos contabilizado el décimo sentido.
Pero podríamos alegar, el olvido del sentido del tacto. De hecho, a menudo el sentido del tacto es añadido al
sentido calórico. El hecho de que esto puede suceder, se debe al entrevero promovido por aquellos, que no
dominan al hilo espiritual. En principio, el sentido del tacto tiene valor tan solo como sentido del calor.
Hablando a grandes rasgos, toda la piel puede ser señalada como tal.
En cierto modo, la misma está en existencia para el sentido del tacto. De hecho empero, el palpar no se limita
al acontecer cuando tocamos un objeto, recorremos su superficie; palpar asimismo es, cuando algo estamos
buscando con la mirada. También el sentido del olfato y el sentido del gusto pueden palpar. Cuando
olisqueamos, estamos palpando con el sentido del olfato. Hasta el ascenso al sentido del calor, el palpar es
una condición compartida de los sentidos cuatro a siete. De estos sentidos por lo tanto podemos hablar de
sentidos del palpar. Tan solo un modo de contemplación tan burdo como lo es el de nuestra fisiología, puede
adjudicarle a un sentido aquello, que le incumbe a toda una serie de sentidos, al sentido del olfato, al sentido
del gusto, al sentido de la visión y al sentido del calor. En el sentido de la audición, se termina la posibilidad
de calificarlo como sentido del tacto; y menos aún es el caso con respecto al sentido del habla, y menos
todavía con respecto al sentido del concepto. Por lo tanto, estos conceptos son señalados como sentidos de la
comprensión. Mientras que en el sentido tenemos algo que permanece en la superficie, aquello, que no puede
penetrar a las cosas, en el caso del sentido del calor en principio penetramos en las cosas, para profundizar
luego más y más. Estos sentidos superiores nos suministran la comprensión y el entender de las cosas en su
interior, por lo cual los denominamos los sentidos de la comprensión.
De ello se desprende, de que, antes de llegar al sentido del olfato, tenemos que pasar con la cuenta por otros
tres sentidos, que nos brindan información con respecto al propio interior humano. Desde allí, aportan sus
noticias. Luego llegamos al límite entre el mundo interior y el mundo exterior, en principio a través del
sentido del olfato y luego, mediante los sentidos superiores, entramos a una profundidad cada vez mayor del
mundo exterior.
¿Acaso, hay algo por debajo y algo por encima? Aquello, que ha sido nombrado, es tan solo un recorte. Por
debajo y por encima se encuentran otros sentidos. Desde el sentido del concepto podemos ascender hasta el
primer sentido astral y llegaríamos entonces hasta los sentidos que penetran a lo espiritual. Encontraríamos
un décimo-primer sentido, un décimo-segundo y un décimo tercer sentido. Estos tres sentidos desconocidos,
por ahora tan solo los mencionamos. Nos referiremos a los mismos, cuando mañana o pasado mañana, desde
lo físico ascenderemos a lo espiritual.
Nos conducirán a una profundidad mayor de la vida espiritual, hacia la cual no llega el concepto. El concepto
se detiene en un determinado lugar. Más allá del concepto se encuentra aquello, que puede ser percibido
recién a través de los sentidos superiores. El olfato se detiene frente al interior propio. Así, como debajo del
olfato tenemos aún tres sentidos, así también tenemos aún tres sentidos superiores por encima del concepto,
mediante los cuales penetramos en lo exterior de las cosas espirituales, así como con aquellos sentidos
inferiores penetramos en lo exterior de las cosas físicas.
Hoy empero, quedaremos en el plano físico. Es por ello que hemos enumerado aquello, que pertenece a la
percepción de lo físico…
Hemos comenzado con el sentido, que hemos denominado sentido de la vida, sentimiento de vida o sentido
vital. Tendremos que preguntarnos: ¿Sobre qué se basa en realidad, en el real sentido de la palabra, ese
sentido de la vida? Para ello, tenemos que descender hacia los inconscientes fondos del organismo humano,
para pode obtener una imagen de aquello, desde donde emana aquello que denominamos sentido de la vida.
Por supuesto, aquí tan solo podemos esbozar las cosas. En principio se encuentra en existencia, un particular
accionar conjunto del cuerpo físico con el cuerpo etérico. Este hecho resulta, cuando tratamos de constatar
aquello que subyace al sentid de la vida. El miembro más bajo de la entidad humana, el cuerpo físico y el
cuerpo de vida, entran en una determinada relación recíproca. Esto acontece por el hecho de que en el cuerpo
etérico aparece algo diferente, se acumula allí, lo embebe. El cuerpo etérico es transpuesto, transfluído por
algo diferente. Esto otro es algo, que el ser humano aún no conoce de manera consciente. La ciencia
espiritual empero, puede decirnos, qué está actuando allí, en el interior del cuerpo etérico y lo embebe a
semejanza como el agua embebe la esponja. Al investigar este hecho de manera científica espiritual,
hallamos que se asemeja a aquello, que el hombre otrora, en un lejano futuro desarrollará a modo de hombre-
espiritu o, el Atma. Hoy, por sí mismo no tiene dentro de sí ese Atma; recién se le será otorgado, sin que él
mismo pueda tener una participación consciente de este hecho. Más tarde, en un futuro lejano, lo tendrá
desarrrollado dentro de sí mismo. El hombre-espíritu, o Atma, es entonces aquello que allí compenetra el
cuerpo etérico. ¿Qué hace entonces ese Atma en el cuerpo etérico? En la actualidad, el ser humano aún no
está en condiciones de tener dentro de sí, un hombre-espíritu, o Atma, dado que la época actual, esto aún es
una entidad supra-humana en el hombre. Esto supra-humano, el Atma, se expresa por el hecho de que contrae
al cuerpo etérico, y hasta lo conduce al espasmo. Si al respecto queremos usar una imagen del mundo
sensorio externo, lo podemos comparar con el frígido efecto del frío. Aquello, que otrora será el Supremo
miembro del hombre, para el cual en la actualidad no ha adquirido la suficiente madurez, esto es lo comprime.
La consecuencia de ello, que de hecho el cuerpo etérico se comprime, es que el cuerpo astral resulte ser
exprimido, y en la medida en la cual el cuerpo etérico sea estrujado, también el cuerpo físico resulta ser
tensado. En él se producen tensiones glaciales. Resulta ser, como si exprimimos una esponja. Por así
decirlo, el cuerpo astral se libera, es presionado hacia fuera. Ahora, los procesos en el cuerpo astral son
vivencias del sentimiento, vivencias de agrado y desagrado, de alegría y de dolor, etc. Este proceso del ser
presionado hacia fuera es aquello que en nosotros se manifiesta como sentimiento vital, por ejemplo, como
sentimiento de libertad, como sentimiento de fuerza, como sentimiento de extenuación.
Ahora, ascendemos un poco más. Como segundo sentido tenemos al sentido del movimiento propio. Aquí,
en el cuerpo etérico del hombre actúa nuevamente algo, que en la actualidad aún no poseemos de manera
consciente. El cuerpo etérico es embebido y transpuesto como una esponja con agua y aquello que ahora lo
transpone y recorre es el espíritu de vida, o Buddhi, lo cual otrora lo desarrollará a partir de sí mismo. Hoy,
por cierto, esto de manera preliminar nos es dado desde el mundo espiritual. El Buddhi, o el espíritu vital,
actúa de manera diferente que el hombre espíritu. Actúa de manera tal que en el cuerpo astral se produce un
equilibrio, a semejanza del agua en estado de calma. El equilibrio en el cuerpo etérico y luego en el cuerpo
físico, tienen como consecuencia una regularidad, un equilibrio en el cuerpo astral. Cuando esa simetría es
afectada desde afuera, intenta por sí mismo llegar nuevamente al equilibrio. Al llevar a cabo un movimiento,
entra otra vez en equilibrio aquello, que se había alterado. Al extender por ejemplo la mano, una corriente
astral fluye en dirección opuesta de retorno y así acontece en todos los movimientos que realizamos. Siempre
cuando se produce un cambio en una postura física, en el organismo se mueve una corriente astral en
dirección opuesta. Esto acontece en el caso del parpadeo, en el caso de mover las piernas. Dentro de ese
proceso vivenciad interiormente, de una equiparación en el cuerpo astral se manifiesta el sentido del
movimiento propio.
Llegamos ahora a un tercer elemento, que puede transponer al cuerpo etérico del hombre. Este tercer
elemento también es algo, que el hombre en mínima parte ha incorporado a su conciencia: Manas, o yo
espiritual. De hecho, en la actualidad le incumbe al hombre, a modo de misión cognitiva. Es por ello, que
cobra otro efecto sobre el cuerpo etérico, como por ejemplo el espíritu de vida. Cobra un efecto de expansión
sobre el cuerpo etérico y la consecuencia de ello es, que se produce lo opuesto a aquello, que en el sentido
vital se ha señalado como lo gélido. Podríamos comparar al efecto de Mansas sobre el cuerpo etérico, con el
flujo de calor a un recinto. Algo así como una corriente cálida, se produce con la entrada de Manas al cuerpo
etérico, dilatándolo de manera elástica. La consecuencia de ello es, que entonces también el cuerpo astral se
diluye, pero , sin ser estrujado y puede permanecer dentro del cuerpo etérico en expansión. Mientras que la
percepción sensoria en el sentimiento de vida se basa en el hecho de que el cuerpo astral es presionado hacia
fuera, se genera aquello que fuera denominamos sentido estático, o sentido de equilibrio, por la razón de que
el cuerpo etérico se expande, lo cual otorga un espacio mayor al cuerpo astral. El cuerpo astral dentro de sí se
torna menos compacto, más delgado. A causa de ese adelgazamiento del cuerpo astral y del cuerpo etérico, se
brinda asimismo a la sustancia física, la posibilidad del alargue y la expansión. Por el efecto de Atma, el
cuerpo físico fue comprimido, por el efecto de Buddhi, fue mantenido en equilibrio, por el efecto de Manas
empero, el cuerpo físico se descarga y como también el cuerpo etérico se expande, en determinados lugares
puede empujar hacia fuera sus partículas. A través de tal empuje hacia fuera, también se han generado
órganos aquellos, como los tres canales semicirculares diminutos en el oído, ubicados de manera vertical los
unos sobre los otros, en correspondencia a las tres direcciones espaciales. Son, por así decirlo, el esparrancar
de la materia sensoria del cuerpo físico. Órganos de este tipo, se generan del modo más diverso a la manera
de nuevas formaciones, como generaciones maravillosas, que no se producen a causa de presión interior, sino
de que se alivia desde afuera y termine la presión. Por el hecho de que el cuerpo astral puede seguir
expandiéndose, puede entrar en relación con el mundo exterior. Tiene que ubicarse en equilibrio con ese
mundo exterior. Al no acontecer eso, la persona se planta de manera torcida, o hasta se cae.
Esto no vino al caso para los dos sentidos primeros, pero, a este sentido le incumbe la tarea, de obtener el
equilibrio. Al intentar de entrar en cualquier lugar, tenemos que entrar de la manera como sea posible; al
espacio por ejemplo, tenemos que intentar de entrar en tres direcciones. Es por ello, que estos tres canales
semicirculares en el oído, crecen en las tres direcciones del espacio de manera vertical, uno sobre otro.
Cuando estos órganos se lesionan, el sentido estático deja de funcionar y la persona sufre ataques de mareo,
desvanecimientos, etc. Con lo que a los animales respecta, el asunto es el siguiente: han descendido
prematuramente a la materia física, de manera tal, que en ellos, la materia física, se ha endurecido aún más.
De hecho aparecen formaciones pétreas, las estolitas. Se disponen de manera tal, que las mismas pueden ser
medidas y percibidas en equilibrio.
Con ello, nos hemos referido a tres sentidos, desde adentro hacia fuera. El último de los sentidos se ubica
sobre el límite de aquello que el hombre vivencia en el interior y aquello que tiene que vivenciar, para poder
integrarse al mundo exterior..
..¿Por qué será que se omite aquello, que la ciencia denomina sentido del tacto, y acerca de lo cual por lo cual
se discute en mayor medida.
En el caso de una limitada cantidad de conferencias acerca de todo este ámbito, tenemos que avanzar con una
determinada prisa. El sentido del tacto fue omitido, porque así como por lo general es referido, es un invento,
una fantasía de la fisiología. Como tal, de hecho no existe, dado que toda una serie de sentidos, puede ser
señalada, como pertenecientes al tacto. No empero podemos hablar de un sentido propio del tacto. ¿Qué
sucede en el momento en el cual estamos palpando? Supongamos, que estoy tocando un objeto. Lo que allí
acontece, se agota en realidad de manera plena, en el sentido del equilibrio. Al presionar una parte del
cuerpo, se altera el equilibrio en esa parte del cuerpo y no acontece otra cosa que aquella que se produce
dentro del sentido del equilibrio.
Lo mismo sucede, cuando presionamos una mesa, cuando acariciamos la superficie de un terciopelo o tiramos
de una soga.
Se trata tan solo de cambios dentro de nosotros mismos, cuando presión, caricia, etc. se llevan a cabo como
procesos del tacto. El sentido del tacto lo tenemos que buscar siempre, donde actúa el sentido del
equilibrio…
¿Qué acontece empero con el sentido del olfato?
Allí el organismo humano se apodera de algo ya más cercano a nuestra conciencia, es decir, el alma
consciente misma. Aquello que en la ciencia espiritual se denomina alma consciente, entra en acción cuando
algo estamos oliendo. Promueve en un determinado lugar del organismo, que no tan solo se produzca
expansión, dilución, sino que allí el cuerpo astral envía su efecto hacia fuera y por lo tanto ese efecto
sobrepasa al organismo. Mientras que al oler, la sustancia con forma aérea penetra en la mucosa de la nariz,
en la misma medida la sustancia astral puja hacia afuera. En el caso del estar implementando al olfato, esta
sustancia astral abandona el organismo, se sumerge en el asunto y vivencia algo no tan solo en sí, sino en esa
cosa, que denominamos como aroma, fragancia, hedor, mal olor, etc., y lo vivenciamos de esa manera. Es
como un tanteador del cuerpo astral, que se genera a través del alma consciente.
El sentido del gusto actúa a su manera, porque en él se elabora el organismo del alma racional. El mismo
vierte las corrientes astrales hacia fuera a través del órgano del gusto y las envía en dirección a las sustancias
imperantes sobre la lengua.
Lo que en el cuerpo astral acontece en ocasión de oler, es de una naturaleza muy especial ¿Qué fluye del
cuerpo astral cuando estamos oliendo? Esto, efectivamente es de naturaleza volitiva. Lo que en nuestro
interior sentimos como impulso volitivo, en ocasión del estar oliendo, fluye, yendo al encuentro de la materia
entrante. El proceso del oler es una práctica defensiva, un querer oponerse a la sustancia entrante. La
investigación espiritual puede informar, que aquella sustancia entrante, no es tan solo una sustancia aérea –eso
tan solo es maia, alucinación- sino que es voluntad que fluye desde afuera. La consecuencia es, como alguien
alguna vez ha intuido, que aquí, la voluntad de adentro y la voluntad de afuera, se combaten mutuamente y se
traban. Sobre esa intuición Schopenhauer –que es aquel- ha fundamentado una filosofía de la voluntad. Esto
empero, es una metafísica errónea. Lo que Schopenhauer está diciendo acerca de aquellas fuerzas de la
voluntad, en realidad tiene vigencia tan solo con respecto al oler; todo lo demás es interpretado de manera
erronea.
Tal como posee naturaleza volitiva aquello que se vierte por el sentido del olfato, aquello que emana del
sentido del gusto al encuentro con el alimento, es de naturaleza sensible y también aquello que fluye hacia
adentro es de naturaleza sensible. Aquí, en el gustar, el sentir entra en acción recíproca con el sentir. Todo lo
demás pertinente es tan solo maia, tan solo indicio exterior. Aquí, el efecto de un sentimiento, se muestra a
modo de sentido, vale decir, el gustar es percibido como agradable, desagradable, repugnante, etc. De hecho
no tenemos que ver con el sentimiento como tal, sino con los correspondientes efectos recíprocos de
sentimientos.
El siguiente sentido, es el sentido de la visión. Aquí sucede que aquello que elabora el cuerpo etérico se
vierte en él, es el alma sensible. El acontecer allí, es de naturaleza del pensamiento. Impera un principio del
pensar. El alma sensible ya tiene integrado aquello que toma conciencia en el alma consciente; de hecho, el
pensamiento aún es inconsciente en ella. Se trata de un pensar en el alma sensible, que allí fluye hacia fuera a
través del ojo. De hecho, allí fluye hacia fuera real sustancia del pensar. Posee una elasticidad mucho mayor
que las otras dos sustancias, que emanan en el sentido del olfato y el sentido del gusto, razón por la cual, su
alcance es mucho mayor. De hecho es así, que realmente del ser humano emana lo astral, fluyendo hacia las
cosas. ¡No se trata de ondas etéricas de luz que llegan al ojo, que luego proyecta hacia fuera la imagen!
En ese caso, alguien tendría que hallarse allí adentro, ocupándose de esa tarea de proyección. Se trataría de
una presunción terriblemente supersticiosa, ese algo que está proyectando. La ciencia, tan orgullosa de su
naturalismo, en el caso dado recurre a la tan difamada fantasía. La contradicción de lo astral contra lo astral
que acontece así afuera, implementa al color que percibimos en las cosas. El color se genera en el límite de
las cosas, donde lo astral que fluye de la persona, se encuentra con lo astral de las cosas. En el límite de lo
astral externo e interior, se genera el color.
Es muy asombroso, si por ejemplo tomamos en cuenta, que en realidad ya en el alma sensible, de manera
subconsciente ya existe un pensar, que recién aparece en el alma racional, y llega a nuestra conciencia, recién
en el alma consciente.
Aquello, que de hecho, cuando miramos las cosas con ambos ojos aparece como dos impresiones, es
promovido por un hecho del pensamiento, que por de pronto no llega a la conciencia. Para que esto llegue a
la conciencia, tienen que coincidir ambos momentos del pensamiento; tienen que recorrer el camino del alma
sensible, ascendiendo, para internarse al alma consciente. Este camino lo podemos visualizar a través de una
señal externa: aquí tenemos las dos manos. Cada mano puede sentir por sí misma, pero, tan solo, cuando
ambas manos se cruzan, llega esa sensación, que una mano siente el contacto con la otra mano, y tomamos
conciencia de ello, que un objeto externo recién mediante el contacto es elevado a la conciencia real. Para
que las impresiones obtenidas por el trabajo de los pensamientos son obtenidos entren a la conciencia del
hombre, tiene que ser cruzadas.
Esto, en ocasión del mirar en consecuencia del hecho, que los dos nervios de la vista se cruzan en el cerebro.
Este cruce de los nervios de la visión, tiene su motivo en el hecho de que una tarea del pensamiento llevada a
cabo en el alma sensible, a través del cruce es elevada al alma consciente, siendo que así,, una tarea puede
entonces ser sentida en la otra. Así, lo físico se va construyendo a partir de lo espiritual, y el ser humano
recién puede ser entendido hasta en sus más finos pormenores anatómicos, a través de la antroposofía.
Como siguiente, sigue el sentido del calor. Aquí, nuevamente es algo que mediante su efecto en el hombre,
transmite al sentido del calor. Se trata aquí, del cuerpo sensible mismo, que pone en efecto su sustancia astral,
haciendo que fluya hacia fuera, cuando debe acontecer una vivencia calórica. Esto se produce, cuando el
hombre realmente está en condiciones de enviar su sustancia astral hacia fuera, sin sufrir impedimento al
respecto.
En el baño no nos sentimos calentados, cuando el agua tiene igual temperatura que nuestro cuerpo, cuando
por lo tanto existe equilibrio entre nosotros y nuestro medio, siendo, que nada integramos. Tan solo, cuando
de nosotros fluye calor, o cuando el mismo puede fluir hacia nuestro interior, sentimos calor o frío. Cuando el
medio externo es pobre de calor, hacemos que el calor fluya hacia fuera, hacía él. Cuando tenemos carencia
de calor, dejamos que el calor entre a nuestro interior. Aquí nuevamente estamos frente al fluir entrante y
saliente. En el caso del estar equiparado el interior y el exterior, el calor no es percibido. La vivencia del
calor, siempre esta relacionada con el efecto del cuerpo sensible humano. Cuando tocamos un objeto que se
torna más y más caliente, el mismo fluirá con intensidad cada vez mayor. Se nos impone en medida cada vez
mayor lo que quiere entrar y el cuerpo sensible entonces tiene que aumentar al flujo saliente. Esto empero es
posible tan solo hasta un determinado límite. Cuando ya no existe la posibilidad del despido de fuerza del
cuerpo sensible, entonces ya no soportamos al calor y nos quemamos.
Debería ser también así, que sintamos un quemar, cuando ya no podemos hacer fluir sustancia de nuestro
cuerpo sensible, en ocasión de tocar algo muy frío. Al tocar un cuerpo muy frío, que nos impide hacer fluir
sustancia de nuestro cuerpo sensible, porque nada nos entrega, entonces el frío supremo también se nos figura
como un ardor y genera ampollas. Ambos se basan en el mismo efecto.
Nos orientamos a continuación al ámbito que señalamos sentido de la audición. Allí forma parte, el cuerpo
etérico del hombre. Ese cuerpo etérico, tal como el hombre lo tiene en la actualidad, esta incapacitado de
entregar algo, sin pérdida duradera para nosotros, tal como lo logra realizar aún, el cuerpo sensible. El cuerpo
etérico se encuentra formado así, ya desde la época atlántica, de no poder ceder nada, dado que esto lo
padecería el hombre en su fuerza vital. Para poder obtener un efecto auditivo, esto por lo tanto tiene que
acontecer en un camino completamente diferente. Allí, el hombre nada puede ceder. Por sí mismo, el
hombre no puede desarrollar un sentido superior a aquel que es el sentido del calor.
De no ser, que algo superior, algo que el hombre mismo no tiene, pueda acontecer en el hombre, no podría
producirse un estado de audición, un sentido auditivo. Con esa razón el hombre tiene que estar transpuesto
por entidades, que ponen a su disposición, su propia sustancia. Por ello, el organismo humano está
transpuesto por entidades, que o compenetran a modo de una esponja. Se trata de los seres que denominamos
Angeloi, que en lo pasado ya han transpuesto la etapa humana. Envían su sustancia astral a nuestro interior, a
modo de una sustancia astral a nuestro interior, a modo de una sustancia astral ajena, de la cual el hombre se
apropia, permitiendo que en él actúe. A través del oído fluye al encuentro de aquello, que hacia nosotros llega
a través del tono. Como sobre las alas de entidades, nos encaminamos a aquel interior, que reconocemos
como el alma de las cosas. Por lo tanto, aquí estamos tratando con seres, ubicados por encima de los
hombres, que colman al ser humano, que empero son de la misma naturaleza que su propia sustancia astral.
Existe empero, un sentido aún superior: el sentido lingüístico, de la palabra, del sonido. Donde el mismo
viene al caso, el hombre nuevamente nada posee, que de sí pueda participar. Aquí, por lo tanto tienen que
intervenir entidades, que según su sustancia se asemejan con aquello, de lo cual consiste el cuerpo etérico
humano. Naturalmente también poseen la correspondiente sustancia astral; la misma empero, al respecto es
desplazada hacia el mundo circundante.
Las mismas tienen que penetrar al hombre, ofrendan su cuerpo etérico y a esa fuerza, el hombre luego la
puede hacer fluir nuevamente al mundo circundante. Los mismos son los Arcángeles. Los mismos adoptan
un rol aún muy diferente que los Angeles. Promueven no solamente que el hombre no tan solo puede
escuchar al sonido, sino que lo puede vivencia entendiéndolo. Promueven que el hombre no tan solo tenga
capacidad de escuchar un tono, un sol o un do sostenido, sino también que, cuando escucha un sonido,
vivencia algo, vale decir aquello que es interior del sonido; que por ejemplo un la lo perciban según el sentido
del sonido. Estas entidades no son otra cosa que aquello, que solemos llamar los espíritus de los pueblos, los
espíritus de las diferentes individualidades de los pueblos. Mientras que en el caso de la audición, los
Ángeles expresan exteriormente su tarea a través de efectos del aire, por el hecho de tratar al aire en el oído,
los Arcángeles, a aquello que acontece afuera en el aire, le oponen otros efectos. Mediante los mismos se
promueven efectos de humores en una sustancia acuosa. Mediante aquello que promueven, la circulación de
los humores es conducida en una determinada dirección. Para que por ejemplo el hombre escuche en el LA al
correspondiente sentido del sonido, lo promueven también los humores más finos. La expresión externa para
esa tarea está dada en el hecho de que se forman las fisonomías de los pueblos, la expresión especial del
organismo humano, en la medida en la cual pertenece al pueblo en cuestión. Allí actúan sobre todo esas
entidades. Por eso podemos decir, que los humores en las persona fluyen de otra manera, y todo el organismo
actúa de modo diferente, según como ese ser arcangelical le inculca al pueblo al cual pertenece, esto o
aquello, a modo de sentido sonoro. Cuando por ejemplo para decir “Yo”, un pueblo en el Sanscrito dice
“Aham”, sean cual fuesen además sus teorías acerca del yo humano, esas teorías no adquieren un rol
importante, pero, las dos A, una seguida de la otra, otorgan una organización original, y la persona
perteneciente a ese pueblo tiene que tener una percepción tal del yo, como es pertinente ala sucesión de estas
dos A. Cuando un pueblo incluye una I con CH (ich- ch suena como j) se produce un efecto muy diferente.
Ese pueblo tiene que tener una concepción muy diferente del yo. En la I está dado un matiz muy especial, un
tinte especial; es aquello, que el espíritu del pueblo inocula al organismo, con respecto a la concepción del yo.
Existe además una gran diferencia entre la señalización a través de una sucesión de A y O, o de I y E. A
causa de ello, se modifica todo el sentimiento popular. “Amor” por ejemplo, posee un matiz sensible diferente
a “Liebe” (amor en alemán- ie: como una i larga). Allí, estamos viendo de típica manera, al espíritu del
pueblo en su tarea. No es indiferente, que por ejemplo la palabra “Adán” para los israelitas se emplea para la
primera forma humana, en la antigua Persia en cambio para el “Yo”. Se trata de diferentes valores del
sentimiento, que de esa manera se despiertan en los diferentes pueblos. Hemos señalado aquí, el misterio del
habla, o más bien sus primeros elementos.
Se trata aquí del efecto del espíritu, que en la secuencia jerárquica en que se encuentran los Arcángeles y que
compenetran al hombre con aquello que es sentido del sonido y con el temblor de su sustancia acuosa.
Pertenece además a las vivencias más importantes, para la persona que asciende a lo suprasensorio, cuando
comienza a sentir la diferencia en la fuerza configuradora de los sonidos. La fuerza de los sonidos muestra su
efecto más preponderante en el elemento acuoso, la fuerza tonal la evidencia en el aire.
Puede sentirse también la importancia, cuando alguien se siente impulsado a señalar algún ser con el nombre
de “Eva”. Siendo, que ese alguien quiere expresar algo distinto, algo que se comporta al respecto como lo
espiritual con referencia a lo sensorio, entonces podría valerse de la imagen-espejo, obteniendo entonces
“Ave”, como secuencia de sílaba del saludo a María. Esto genera un sentimiento opuesto en el organismo
humano al dicho de “Eva”.
Otra inversión de “Eva” sería colocándole adelante la J, obteniéndose la palabra “Jave”, con la cual se señala
a Dios en el Antiguo Testamento. Aquel que avanza a conocimientos mayores podrá reconocer todas las
relaciones entre Jave y Eva, al penetra en el sonido.
El habla no se ha generado de manera arbitraria; es un producto espiritual. Para poder percibirlo en su
espíritu, tenemos al sentido del sonido, que en todo el sistema de los sentidos, tiene la misma legitimidad
como los otros sentidos. Y existen razones de profundidad mayor, por las cuales los sentidos justamente
tienen que ser enumerado en esa secuencia….
Hemos ascendido en nuestras reflexiones hasta aquello que hemos denominado el sentido lingüístico, y
pasaremos a contemplar ahora a lo que hemos denominado sentido del concepto. Aquí, no podemos tomar la
palabra en el sentido del puro concepto, sino en el sentido en el cual hablamos en la vida común; de que,
cuando alguien nos dice algo, una palabra cualquiera, podamos tener un concepto del significado de esa
palabra.
Podríamos haber dicho por lo tanto, sentido de representación. Tendremos empero que llegar a comprender la
manera, en la cual se produce ese sentido de la representación.
Para ello, tenemos que retornar a los dos últimos sentidos a los cuales nos hemos referido, el sentido del tono,
el sentido de la audición y el sentido del habla, para formularnos la pregunta: ¿qué significado tiene el hecho
de tener el sentido del habla, el sentido del sondo? ¿Cómo se produce la percepción del sonido de la manera
como lo hemos caracterizado? Es decir, en primer lugar, tendré que caracterizar aquello que acontece, cuando
un ser humano percibe un sonido A o I, o cualquier sonido. Tendremos que llegar a la comprensión del
aparato de la percepción del sonido. Dado, que no puedo hablar toda una hora acerca de un asunto tal, daré
unos datos, que les ayudará a descubrir eso o aquello, mediante la reflexión o la investigación.
Sabemos, que en lo musical podemos diferenciar entre el tono, la melodía y la armonía. Sabemos, que la
armonía se basa sobre la percepción de tonos simultáneos, la melodía sobre la conjunción de tonos que se
suceden y que entonces viene al caso el tono singular como tal. Podemos comprender al mecanismo de la
percepción del sonido tan solo, cuando tomamos en cuenta la relación de aquello que suena, lo que está
contenido en el sonido, con ese sonido mismo. Tomemos aquello que es la armonía: tenemos un simultáneo
accionar conjunto de tonos; y tomemos aquello que es una melodía: tenemos un accionar conjunto de tonos
que se suceden unos a otros. Imaginemos ahora, que podríamos hacer consciente ahora, lo que
inconscientemente estamos haciendo en la percepción del sonido: acontecería lo siguiente.
Tenemos que recordar, que en el sentido subyace algo inconsciente, algo subconsciente. Si aquello, que está
dado de manera inconsciente en ocasión de la percepción sensoria se tornaría consciente, dejaría de ser un
sentido, una percepción sensoria, sino que tendríamos que hablar de un juicio, la formación de un concepto, o
algo así. Tenemos que imaginar entonces,.como acontecería aquello –lo que allí se está siendo llevado a cabo
en ocasión de la percepción del sonido, si podríamos llevar a cabo esa tarea de manera consciente.
Imaginemos estar escuchando una melodía. Al percibir esa melodía, escuchamos los tonos uno tras otro.
Imaginemos ahora, poder realizar una conjunción, pudiendo escuchar en el mismo instante, los tonos de una
melodía. Para ello, de hecho sería necesario, empujar el pasado y el futuro, amalgamándolos.
Preferentemente, en medio de una melodía, ya tendrían que ser conocedores de lo siguiente, para desplazarlo
del futuro al presente. Lo que así el hombre de manera consciente no puede llevar a cabo, de hecho acontece
de manera inconsciente en el sentido del sonido. Cuando escuchamos A o I, u otro sonido, mediante una
actividad subconsciente, una melodía de manera momentánea es transformada en una armonía. Ese, es el
misterio del sonido. Esta maravillosa actividad subconsciente, es llevada a cabo de una manera similar, pero
sobre un nivel más espiritual, como son llevados a cabo en el interior del ojo las diferentes refracciones de
rayos, según las leyes físicas pertinentes, de las que tomamos conciencia recién de manera posterior.
Hacemos ahora lo mismo que hace el físico, cuando muestra, como se produce la refracción en el ojo. Y
bien, momentáneamente, una melodía es convertida en armonía. Esto empero, no es suficiente. Si tan solo
sucediera esto, el sonido aún no saldría, para ello, algo resta en ser adicionado.
Tenemos que saber, que cada tono musical, no es un tono simple, sino que, cuando cualquier tono es un tono
musical, lo es por el hecho que, aunque de una manera por demás leve, siempre lo acompañan en el sonar, los
tonos concomitantes. Esto es lo tan particular del tono musical, frente a los demás ruidos, estallido, o
semejantes, que siempre se escuchan los tonos concomitantes, aún cuando prácticamente no son audibles. Al
tener una melodía, no tenemos tan solo los diferentes tonos, sino que con cada tono tenemos asimismo, los
tonos concomitantes en cada tono. Cuando de manera momentánea resumimos una melodía en una armonía,
no tenemos tan solo una acumulación de los diferentes tonos básicos, sino también, presionando, de cada
tono, el tono concomitante. La actividad subconsciente empero, algo todavía tiene que llevar a cabo: tiene
que desviar la atención de los tonos básicos, en cierto modo, los tiene que des-oír. Esto de hecho lo realiza el
alma al percibir el sonido A o I. No, como que los otros tonos no existieran, sino que tan solo la atención se
desvía de los mismos y solo se concibe aquella armonía de tonos concomitantes.
Recién esto es el sonido. El sonido se produce por el hecho de que una melodía de manera momentánea se
transforma en una armonía, luego prescindir de los tonos-base, concibiendo tan solo el sistema de los tonos
concomitantes. Lo que estos tonos concomitantes luego brinda, es el sentido, A (La) o I.
Tenemos entonces aquello, que en realidad es percepción del sonido, explicado de la misma manera, como se
explica la visión en el ojo de manera física.
Se plantea entonces una pregunta difícil, pero importante: ¿qué es entonces la percepción de la representación,
la percepción del sentido como tal –y se trata con ello de una pregunta difícil, pero importante- de manera,
que escuchamos la palabra y a través de la palabra comprendamos al sentido? ¿cómo se produce esto?
El hecho, de que se trata de algo muy especial, ya se desprende de la consideración de que a cualquier cosa,
en los diferentes idiomas, la podemos señalar con los más diversos sonidos. A una cosa por un lado lo
llamamos “amor”, por el otro “liebe”. Así, en estas dos imágenes del sonido, diferentes entre sí, está
expresado algo, que en ambos casos es lo mismo. Esto está indicando al sentido de la representación.
Mientras que por lo tanto al sonido lo escuchamos de diferente manera en cada pueblo, en cada idioma, a
través del sonido escuchamos la misma representación, aquello que en realidad se encuentra de por detrás y
que a pesar de la diferencia de las imágenes del sonido, es lo mismo. Esto también tiene que ser tomado en
cuenta. ¿Y cómo puede ser percibido?
Para entender esto, contemplaremos al proceso de la percepción de la representación, bajo la condición
previa, de que la representación la obtenemos por la vía del sonido. Cuando en la percepción del sonido
tenemos una melodía, transformada en una armonía, no tomando en consideración los tonos básicos –lo cual
nos ofrece al sentido del sonido o el sentido de la palabra- para obtener al sentido de la representación es
necesario, que se aparte también la atención de todo el sistema de los tonos concomitantes. Cuando esto lo
llevamos a cabo también de manera anímica, nuestra mirada retorna hacia aquello que ha tomado cuerpo en
los tonos concomitantes, hacia aquello que a nosotros llega como representación. Con ello empero está dado
al mismo tiempo aquello, que la persona, al escuchar los sonidos y las palabras de su lenguaje, a aquello que
es humano en general, lo recibe algo graduado: la representación, que pasa por todos los sonidos y todos los
lenguajes. Al haber dicho, que mediante el habla, en tanto que el habla tiene sus sonidos, se manifiestan
elevadas entidades espirituales, que tienen su misión especial en relación con la vida terrenal, los espíritus de
los pueblos, que no tan solo actúan en el misterioso susurrar, sino en la igualmente misteriosa formación de
humores, en aquello que allí se integra vibrando al sistema de los tonos concomitantes al organismo humano,
tenemos que decir que aquello que se encuentra detrás del resonar de los tonos concomitantes, como lo
humano en general, es el espíritu humano común, que ondula por sobre toda la tierra, por lo tanto puede ser
reconocido tan solo, cuando cada uno en su lugar, por decir así, a través de los tonos concomitantes, penetra
con su audición a lo inaudible, a lo meramente representativo. Por el hecho de que los hombres han adquirido
la posibilidad de no detenerse en los matices, ni prestar oído a los mismos y tomar conocimiento de algo
compartido, que recorre y envuelve a la tierra toda, recién han adquirido la facultad en el curso de la
evolución histórica de la humanidad, de comprender aquello, que es humanamente compartido.
Dado que tan solo en la vida representativa, puede ser comprendido el Espíritu-crístico en su figura real, en lo
mancomunado humano. Aquellas entidades espirituales que deben hacer saber y lo comunican de las más
diversas formas, que por El han sido elegidos, cada una en su lugar, como lo vemos representado de bella
manera en la poesía de Goethe “Los Misterios”, esos espíritus, emisarios del Cristo, que de El han recibido la
misión, esos son los Espíritus de los pueblos, de las diferentes individualidades de los pueblos.
Todo esto, recién nos da una imagen de aquello, que en realidad es sentido de la representación. Con ello
empero, hemos recorrido un camino muy especial. Por así decirlo, en principio hemos agotado aquello, que
en la vida humana común es en nosotros el sentido y lo hemos agotado por el hecho de haber contemplado la
facultad anímica subconsciente aquella en el hombre, que posee la capacidad de desplazar ciertamente los
tonos concomitantes. ¿Cuál podría ser una facultad aún superior? ¿Qué es lo que empuja hacia atrás a ee
sistema de los tonos concomitantes? ¿Qué es aquello en el ser humano, que actúa a modo de tentáculo,
desplazando hacia atrás al sistema de los tonos concomitantes?. Es el cuerpo astral del hombre. Cuando el
cuerpo astral del hombre adquiere la capacidad de empujar hacia atrás los tonos concomitantes, lo que en el
lenguaje trivial significa, desviar la atención de ellos, esto significa un mayor poder del cuerpo astral, como
cuando su empuje es menor. Este cuerpo astral ¿cuándo tendrá una fuerza aún mayor?.
Habrá adquirido una potencia aún mayor, cuando no tan solo tenga la capacidad del retro-empuje de los tonos
concomitantes, no logrando las representaciones por el hecho del empuje de los tonos concomitantes, con lo
cual llega al límite del mundo exterior, pudiendo observarlo en su límite a modo de representación, sino
cuando se faculta, sin la existencia de una resistencia, expulsar sus sustancia astral, mediante su propia fuerza
interior.
Para llegar a la representación, es necesario el retroempuje de una resistencia: el sistema de los tonos
concomitantes. Cuando estamos en condiciones de extender nuestros tentáculos, sin que medie un
requerimiento externo, entonces se produce aquello, que en un sentido superior podemos llamar la percepción
espiritual Se forman los órganos perceptivos espirituales propiamente dichos. En el momento, en el cual el
hombre adquiere la facultad de empujar hacia atrás al sistema de los tonos concomitantes no tan solo
mediante su atención, sino, donde en un determinado lugar del entrecejo puede empujar hacia fuera su
sustancia astral a modo de tentáculos, entonces, en ese lugar está formando aquello que llamamos la flor de
loto de las dos hojas, el primer órgano espiritual, que también podemos llamar sentido imaginativo. Y se trata
allí, del undécimo de los sentidos. Y en la medida en la cual el hombre se capacita en medida cada vez mayor
de expandir su sustancia astral sin ser obligado por el mundo exterior, está dedicado a la formación de
adicionales sentidos superiores. A través de esta tarea, en la región de la laringe va formando un sentido muy
complicado, la flor de loto de dieciséis pétalos, el sentido de la inspiración. En la región del corazón, se
encuentra el sentido, que también podemos llamar sentido intuitivo, la flor de loto de los doce pétalos, y luego
otros sentidos superiores, que empero, por llegar a lo puramente espiritual, ya no podemos denominar sentido,
a modo de los sentidos comunes. Es suficiente, que a los sentidos físicos propiamente dichos, tengamos que
adicionar el sentido imaginativo, el sentido de la inspiración y el sentido intuitivo.
Podemos preguntarnos entonces: ¿estos tres sentidos están activos tan solo en los seres humanos clarividentes
o, acaso, existe también en las personas comunes algo, que puede concebir como actividad de estos sentidos?
Si, también en las personas comunes existe algo, que puede ser tomado como una actividad de estos sentidos,
del sentido imaginativo, del inspirador y del intuitivo. Al haber comprendido de manera exacta el acciona de
estos sentido en la persona clarividente, nos podemos decir, que los mismos actúan, extendiéndose hacia fuera
como tentáculos. También existen en las personas comunes, tan solo con la diferencia de que en ese caso no
se extienden hacia fuera, sino hacia adentro. Justamente en el lugar, en el cual en la persona clarividente se
genera la flor de loto de dos pétalos, en la persona común existe algo así como dos de estos tentáculos
orientados hacia el interior, que tan solo se cruzan en la región delantera de cerebro. Así, la conciencia
común orienta simplemente estos dos tentáculos hacia adentro, en lugar de enviarlos hacia fuera, como en el
caso del clarividente.
Lo que aquí acontece, puedo explicarlo tan solo mediante una comparación. Tendría que meditarse mucho,
para poder salir de la comparación y llegar al hecho. Dado, que de un hecho se trata. Tan solo hace falta
comprender, que el hombre ve aquello que tiene fuera de si y no ve aquello que tiene dentro de si. Nadie
pudo ver su propio corazón o su cerebro (ahora, si mediante los aparatos).
Lo mismo acontece en lo espiritual (y allí no hay aparatos). Los órganos no tan solo no se ven, tampoco
tomamos conciencia de los mismos, razón por la cual tampoco podemos hacer uso de los mismos. Pero
actúan. Por el hecho de no tener conciencia de algo, eso impide su accionar (eso no impide su accionar?). La
conciencia no decide con respecto a la realidad. De otro modo, todo aquello que se encuentra a nuestro
alrededor en esta ciudad de Berlín, lo cual no estamos viendo, no debería existir. De hecho es una lógica
empleada por aquellos que niegan la existencia de los mundos superiores, porque no los ven. Estos sentidos
son activos, pero se orientan hacia el interior. Y ese efecto de la actividad orientada hacia el interior, es lo
que el hombre ahora percibe ¿De qué manera la percibe?
Al volcarse hacia el interior el sentido imaginativo, se genera aquello, que en la vida común denominamos la
sensación de una cosa cualquiera, la sensación externa, la percepción exterior.
El hecho de que vemos las cosas afuera, se basa en el hecho de que ese sentido está trabajando hacia el
interior. Lo que hacia fuera tenemos como sensación, como percepción, lo podemos tener tan solo por el
hecho de que aquello que hace su aparición en el sentido imaginativo, se esta introduciendo a nuestro interior.
Diferenciemos aquí empero, lo que aquí es sensibilidad de aquello, que por ejemplo es tono. Es aún diferente,
escuchar un tono, ver un color, o tener una sensación al respecto. Ver un color y decir que es rojo, es algo
diferente que tener una sensación al respecto: es lindo, o feo, es agradable o desagradable en la impresión
directa, inmediata.
También el sentido inspirador vierte su actividad hacia el interior y mediante esa actividad se genera aquello,
que entonces es una sensación más complicada: el sentimiento. Toda la vida del sentimiento, que posee una
interioridad mayor que la mera vida sensible, es una actividad del órgano inspirador, que tan solo ejerce una
actividad orientada hacia el interior, en lugar de ejercerla hacia el exterior. Y cuando el sentido intuitivo se
vierte hacia fuera, se genera aquello, que ahora en realidad denominamos el pensar, la formación de
pensamientos. Esto es el resultado de la actividad del sentido intuitivo hacia el interior. En un primer
término, el ser humano tiene una sensación de una cosa, luego llega el sentimiento y finalmente forma sus
pensamientos al respecto.
Esto nos muestra, que desde la vida de los sentidos ya hemos ingresado a la vida del alma. Desde afuera,
desde el mundo de los sentidos, en el hombre hemos tomado posesión del alma misma, en sensaciones, en
sentimientos, en pensamientos. Si avanzaríamos para contemplar los sentidos superiores, que ya no podemos
definir como sentidos, que se corresponden con las otras flores de loto, nos encontraríamos con toda la vida
anímica en su conjunto. Cuando por ejemplo la flor de loto de los ocho pétalos, o aquella de los diez pétalos,
vierte su actividad hacia el interior, entonces se genera una actividad aún mas refinada del alma. Y, al final de
esa serie, nos encontramos con esa actividad anímica refinadísima, que ya no señalamos como mero
pensamiento, sino como el pensamiento pudro, el pensamiento tan solo lógico. Eso, es lo que se produce
mediante el accionar de las diferentes actividades de las flores de loto. Cuando a su vez finaliza esa tarea
integradora, para convertirse en tarea orientada hacia fuera, cuando esos tentáculos que de otro modo se
extienden hacia el interior, se cruzan por doquier y se vierten hacia fuera como flores de loto, entonces se
produce esa actividad superior, desde la cual, desde el alma ascendemos al espíritu, donde aquello, que de
otro modo tan solo aparece como vida interior en el pensar, el sentir y el querer, ahora aparece en el mundo
exterior, portado por entidades espirituales.
Así, hemos podido comprender al hombre, al haber ascendido desde los sentidos, a través del alma hacia
aquello que en realidad ya no está dentro del ser humano, sino que como ente espiritual actúa hacia el interior
desde afuera y que pertenece al hombre de igual manera como a toda la naturaleza y todo el mundo exterior.
Hemos ascendido hacia lo espiritual.
Lo que acabo de referirles hoy y en las dos últimas conferencias, es el hombre de manera intrínseca. Es el
hombre a modo de una herramienta para percibir al mundo, vivenciarlo anímicamente y comprenderlo de
manera espiritual. Y esto, lo que es el hombre, recién forma su cuerpo. No les he referido aquello que el
hombre es, cuando se para frene a nosotros, concluido. Les he referido aquello, que es ejercicio activo en el
interior del hombre. Aquello empero, que allí actúa en conjunto –de manera sensoria, anímica y nuevamente
espiritual- eso, es lo que forma al hombre de manera tal, como lo vemos parado allí, sobre la redondez de la
tierra…
En el ser humano, de hecho confluyen todas estas corrientes: una desde arriba hacia abajo, una desde abajo
hacia arriba, una de atrás hacia delante, una de adelante hacia atrás, una de la derecha a la izquierda una de la
izquierda a la derecha.
Generar una cadena de luces
de norte a su
de este a oeste
contra el embate de la oscuridad,
mantener viva la LUZ
de generación en generación
para que no deje de arder
el fuego de lo humanitario
Annemarie Schnitt

¡Sí, así sea!


EL PARENTESCO DE LOS SENTIDOS DEL CONCEPTO, DEL SENTIMIENTO Y
DE LA VOLUNTAD Y SU RECLACIÓN HACIA EL MEDIO CIRCUNDANTE Y
EL INTERIOR DEL SER HUMANO Rudolf Steiner

Desarrollo de la Teoría de los Sentidos. Representación de diez sentidos

Traducción: Ana María Rauh

“El hombre como ser sensorio y perceptivo”, Dornach, 22/07/1921

Estas regiones, que aquí les he referido como ámbitos sensorios, las podemos separar nítidamente entre sí, y a
su vez podemos hallar en ellas aquello que las une, el hecho de que nos mantenemos perceptivos a través de
estos sentidos. Es nuestra comunicación con el mundo exterior, lo que estos sentidos nos ofrecen –de hecho,
de una manera muy diversa, con respecto al mundo exterior-. De inmediato nos damos cuenta, que cuando
percibimos al yo de otra persona, con toda nuestra vivencia estamos en el mundo exterior, de igual manera,
cuando percibimos los pensamientos o las palabras de otro. No tan convincente debería ser con referencia al
sentido de la audición; esto empero se debe al hecho, de que a partir de una especie de concepción abstracta,
hemos vertido sobre todos los sentidos, un matiz de concepto conjunto, a modo de una idea conjunta de una
vida sensoria, en la cual no tomamos en cuenta, lo propiamente específico de cada uno de los sentidos.
El pensar de manera común, no se ocupa, tal como lo hace por ejemplo el escuchar –por el hecho de que el
aire en movimiento, mediador del escuchar es algo físico- nos conduce de manera directa al mundo exterior.
Y cuando tomamos en cuenta, cuan externo el sentido de la audición en realidad es, frente a nuestra vivencia
interior en lo orgánico, pronto podremos descubrir, que de esta manera, el sentido de la audición lo tenemos
que tomar de manera diferente, como por ejemplo al sentido de la visión. A partir de la contemplación del
órgano del ojo en el caso de la visión, pronto podremos darnos cuenta de que aquello que allí se transmite, en
elevada medida es un proceso interior, al menos de manera relativa es un proceso interior. Al dormir,
cerramos al ojo, pero no cerramos al oído cuando dormimos. En estas cosas, que aparentemente son cosas
triviales, se expresa sin embargo algo de profunda importancia para toda la vida del hombre. Cuando al
dormir estamos obligados a cerrar nuestro interior, porque no tenemos que tener una percepción a través de la
visión, no estamos obligados a cerrar nuestro oído porque el mismo vive de manera muy diferente en el
mundo exterior que el ojo. El ojo en medida mayor es componente de nuestro ser interior, la percepción
visual está orientada mucho más que la percepción auditiva… No, la sensación de lo escuchado, eso es otra
cosa… La sensación de lo escuchado, que subyace a lo musical, esto es otra cosa que el proceso auditivo
propiamente dicho.
Estos sentidos entonces, que en lo esencial, diríamos, transmiten exterior y lo interior, esos son los sentidos
expresamente exteriores. Los sentidos aquellos que por así decirlo, se encuentran al vilo entre exterior e
interior, que son, tanto vivencia interior como vivencia exterior, son los siguientes cuatro sentidos: el sentido
del calor, el sentido de la vista, el sentido del gusto, el sentido del olfato. Intentemos tan solo, recordar toda la
suma de las vivencias dadas por uno de estos sentidos y veremos, como por un lado en todos estos sentidos
existe una convivencia con el mundo exterior, pero, al mismo tiempo, una vivencia en el interior propio.
Si tomamos vinagre, es decir, se involucra nuestro sentido del gusto, por un lado tenemos una vivencia
interior con el vinagre y por el otro lado una vivencia orientada hacia fuera, a la cual podemos comparar con
la vivencia del yo externo o de las palabras. Pero, sería algo muy grave, si en el mismo sentido a la audición
de las palabras, le adicionaríamos una vivencia subjetiva, interior. Imaginemos entonces: cuando tomamos
vinagre, desfiguramos la cara; esto nos señala con toda claridad, de que con la vivencia externa, tenemos una
vivencia interior, que la vivencia externa y la vivencia interna se confunden. Si esto mismo sería el caso en
las palabras. Si esto mismo sería el caso con las palabras, cuando por ejemplo alguien le dedicaría un
discurso y tendríamos que experimentarlo de la misma manera como en el caso del beber el vinagre, o el
beber vino, entonces jamás podríamos obtener claridad acerca de aquello que el otro nos está diciendo. En la
misma medida como en el caso del vinagre tenemos una sensación desagradable y en el caso del vino tenemos
una sensación agradable, en la misma manera le otorgamos un tinte a una vivencia exterior. A esta vivencia
exterior no le debemos colocar un tinte, al percibir las palabras del otro. Podemos decir: Aquí estamos viendo
la aparición de lo moral en el momento, en el cual podemos ver las cosas de la correcta manera. Dado, que
existen persona, que sobre todo con respecto al sentido del yo, pero también con respecto al sentido de los
pensamientos se comportan de manera tal, que podemos decir: las personas se encuentran metidas de tal
manera en sus sentidos del medio, en el sentido del calor, en el sentido de la visión, en el sentido del gusto y
en el sentido del olfato, que evalúan también a las otras personas, o los pensamiento de ellas, de la misma
manera. Entonces empero, no pueden escuchar los pensamientos o las palabras de los demás, sino que los
perciben así como por ejemplo, diríamos, al vino de Mosela, o el vinagre, o cualquier otra bebida o comida.
Vemos aquí, como algo moral resulta simplemente a partir de un criterio de otro modo completamente
amoral. Tomemos por ejemplo una persona, en la cual el sentido auditivo, sobre todo empero el sentido de la
palabra, el sentido del pensamiento y el sentido del yo se encuentran desarrollados de manera deficiente. Una
persona de esta índole, vive ciertamente, digamos, sin cabeza. Vale decir, que emplea a sus sentidos de la
cabeza de un modo similar, como los sentidos orientados ya orientados hacia lo animal. El animal no puede
percibir de manera objetiva, como puede percibir objetiva-subjetivamente, mediante el sentido del calor, el
sentido de la visión, el sentido del gusto, el sentido del olfato. El animal huele. Podemos imaginarnos que el
animal en medida muy reducid, de manera objetiva puede definir aquello con lo cual se confronta, por
ejemplo, en el caso del sentido del olfato… en algo grado, se trata de una vivencia subjetiva.
Naturalmente, todas las personas también tienen al sentido auditivo, el sentido de la palabra, el sentido del
pensamiento, el sentido del yo; pero aquellos, que en mayor medida se involucran con toda su organización en
el sentido calórico y en el sentido de la visión, sobre todos empero, en el sentido del gusto o en el sentido del
olfato, modifican todo según su parecer subjetivo, o según su subjetivo olfatear del entorno.
Todo esto, lo podemos observar a diario en la vida. A modo de ejemplo, podemos observar que existen
personas, que nada pueden observar de manera objetiva, perciben todo de manera tal, como solemos percibir a
través de los sentidos del gusto y del olfato. Todo esto lo podemos hallar en la publicación más reciente de
x?.
El mismo se halla imposibilitado, de comprender las palabras o los pensamientos del otro, todo lo comprende
de manera tal como se bebe el vino o el vinagre o se ingiere una comida cualquiera. Todo se convierte en
vivencia subjetiva. De la misma manera se convierte en inmoral, al obligar a los sentidos superiores, a
descender al carácter de los sentidos inferiores. De hecho existe la posibilidad de conducir a la moral a un
contexto con toda la concepción del mundo, mientras que en la actualidad lo destructivo, aquello socava toda
nuestra civilización radica en el hecho que no podemos plasmar un puente entre aquello que denominamos ley
natural y aquello que llamamos moral.
Al avanzar hacia los cuatro sentidos próximos, al sentido del equilibrio, el sentido del movimiento, el sentido
de la vida y el sentido del tacto, estamos llegando expresamente a los sentidos interiores. Nos hallamos allí,
frente a sentidos explícitamente interiores. Dado que, aquello que nos transmite el sentido del equilibrio, es
nuestro propio equilibrio, lo que nos transmite el sentido del movimiento, es el estado del movimiento en el
cual nos encontramos. Nuestro estado vital es esa percepción general de cómo funcionan nuestros órganos, si
son provechosos a nuestra vida o desfavorables, etc. En el caso del sentido del tacto, podría haber una
desorientación, así y todo, cuando palpamos algo, aquello, que tenemos como vivencia, es una vivencia
interior. Por cierto no sentimos la tiza, sino la presión ejercida sobre la piel.
Naturalmente, el proceso es mucho más refinado. Es la reacción de su propio interior con respecto a un
proceso exterior que se halla presente en la vivencia, que en ninguna otra vivencia sensoria se halla presente
como en la vivencia del tacto.
De hecho, este grupo de los sentidos mencionado en último término, es modificado por otra cosa. Al respecto
tenemos que recordar algo, que he dicho aquí, algunas semanas atrás (“El velo sensorio, discurso del
3/7/1921: Leyes terrestres y leyes cósmica”) Si tomamos al hombre con respecto a aquello que se percibe a
través de estos últimos cuatro sentidos, a pesar de estar observando las cosas, son: nuestro propio movimiento,
nuestro propio equilibrio –y a pesar de que aquello que percibimos, lo percibimos de manera decididamente
subjetiva hacia el interior, son empero procesos plenamente objetivos. Y esto, es lo interesante del asunto.
Percibimos las cosas con orientación hacia el interior, lo que percibimos empero, son cosas objetivas en su
totalidad; dado, que en lo físico es indiferente, si se mueve un tronco de madera o un hombre, si un ronco de
madera guarda equilibrio o un hombre. Para el mundo físico exterior en su movimiento, el hombre que se
mueve se contempla de la misma manea como un tronco de madera; lo mismo acontece con respecto al
equilibrio. Y si tomamos al sentido de la vida sucede, que aquello que transmite nuestro sentido de la vida,
son procesos objetivos. Imaginemos un proceso en una retorta: acontece según leyes determinadas, la
podemos describir de manera objetiva. Lo que el sentido de la vida percibe es un proceso de esa índole,
orientado hacia el interior. Cuando ese proceso está en perfecto orden, el sentido de la vida se lo transmite y
cuando no lo está, el sentido de la vida también se lo trasmite. Aún, cuando el proceso se halla encerrado en
su piel, el sentido de la vida se lo transmite.
Un proceso objetivo en definitiva no es nada que posee un contexto especial con el contenido de nuestra vida
del alma. Lo mismo acontece en el caso del sentido del tacto: siempre hay un cambio en toda la estructura
orgánica, cuando de hecho estamos empleando al tacto. Nuestra reacción es un cambio orgánico en nuestro
interior. En aquello que nos es dado con estos cuatro sentidos, nos es dado algo objetivo, algo, que nos ubica
como seres humanos en el mundo, tal como en definitiva somos a modo de seres objetivos, que también
pueden ser vistos exteriormente en el mundo sensorio.
De modo tal que podemos decir: Se trata expresamente de sentidos interiores, pero aquello que mediante los
mismos percibimos, en nosotros, es igual a aquello que percibimos de manera externa en el mundo. El hecho,
si ponemos en movimiento un tronco de madera, o si el hombre se encuentra en movimiento exterior, es
indiferente para el proceso físico de los acontecimientos. El sentido del movimiento existe tan solo, para que
aquello que acontece en el mundo exterior, llegue también a nuestra conciencia subjetiva, siendo percibido.
Vemos así, que de hecho subjetivos son de verdad los sentidos explícitamente externos; aquello, que a través
de ellos se percibe, en sentido manifiesto tiene que ser trasladado a nuestra humanidad. Por lo tanto, el grupo
del medio de los sentidos constituye un vaivén entre el mundo exterior y el mundo interior. Por el último
grupo de los sentidos nos es transmitido, una expresa convivencia de algo de lo que somos por pertenecer al
mundo y no a nosotros.
A esa consideración, la podríamos expandir de amplia manera. Mucho podríamos hallar que es característico
para un sentido u otro. Tan solo tenemos que asumir la idea, de que el estudio de los sentidos no debe ser
tratado de manera tal, de que tan solo describimos los sentidos según los órganos sensorios más relevantes,
sino según el análisis del campo de las vivencias. No es correcto, que por ejemplo no existe un órgano
separado para el sentido de la palabra; sucede tan solo, que la fisiología materialista ordinaria no ha
investigado aún en el mismo sentido en su delimitación, como digamos el órgano auditivo. O, el sentido del
pensamiento… también está presente pero no está investigado, digamos como el sentido de la vista o
similares.
Al revisar de esta manera al hombre tendrá que llamar nuestra atención, que en realidad esa vida, que en el
habitual sentido de la palabra denominamos VIDA DEL ALMA, se encuentra sujeta a los sentidos superiores.
Al querer abarcar el contenido de aquello que en el habitual sentido de la palabra llamamos vida del alma,
casi no podemos ir más lejos que del sentido del yo, al sentido de la visión. Tengamos presente todo aquello
que tenemos mediante el sentido del yo, el sentido del pensamiento, el sentido de la palabra, el sentido del
sonido, el sentido del calor, el sentido de la vista, entonces tendremos aproximadamente, la envergadura de
aquello, que denominamos vida del alma. Sucede, que de estos sentidos explícitamente externos, de las
cualidades de estos sentidos, algo aún penetra en el sentido del calor, del cual en la vida anímica dependemos
en medida mucho mayor que de hecho pensamos. El sentido de la visión posee una importancia
inmensamente amplia, para el conjunto de la vida del alma. Con el sentido del gusto ya descendemos a lo
animal así como el sentido del olfato y descendemos de íntegra manera a nuestra corporeidad, con el sentido
del equilibrio, el sentido del movimiento, el sentido de la vida, etc. A los mismos por cierto, los percibimos
yendo ya a lo profundo del interior.
Para trazar de manera esquemática nuestro ser, tendríamos que proceder así: tendríamos que decir: abarcamos
la región superior, y allí, en esa región superior, reposa nuestra vida interior propia.
De hecho, esa vida interior no puede existir, sin que tengamos estos sentidos externos. ¿Qué seríamos
nosotros como seres humanos, si no tuviéramos otros seres dotados de un yo? ¿Qué seríamos como ser
humano, si jamás hubiéramos escuchado palabras, pensamientos, etc? Imaginemos tan solo, como sería eso.
En cambio aquello, que luego desde el sentido del gusto se encuentra en dirección descendente, eso, percibe
hacia el interior, eso transmite en principio procesos orientados hacia adentro; esos empero, se tornan cada
vez más carentes de nitidez. Por cierto que el hombre tiene que tener una percepción muy nítida de su propio
equilibrio, de no ser así, sufriría un desmayo y se caería. Para el sentido del equilibrio, el caer desvanecido
significa lo mismo, como el quedar ciego para los ojos. Sucede empero: se torna carente de nitidez aquello,
que transmiten estos sentidos. El sentido del gusto se desarrolla aún, próximo a la superficie –allí existe una
clara conciencia de ese sentido del gusto. Pero, a pesar de que todo nuestro cuerpo, al menos con excepción
del organismo de los miembros (pero, en definitiva, también él), a pesar de que todo nuestro cuerpo posee la
condición de ejercer el gusto, la minoría de las personas está en condiciones de descubrir las cualidades de las
diferentes comidas que se hallan en el estómago, porque en esa dirección la civilización, o la cultura, o tal vez
pueda decir el sibaritismo, no están desarrollados en tal medida: la menor cantidad de personas pueden aún
gustar las comidas llevadas al estómago. Apenas logran gustarlas en los demás órganos; pero, por una vez
integradas al estómago, a la mayoría de las personas les es indiferente como son, a pesar de que, de manera
inconsciente, el sentido del gusto posee continuación a través de todo el tramo digestivo.
El hombre en su conjunto en definitiva degusta aquello que ingiere, pero se neutraliza rápidamente, cuando lo
ingerido se participa al cuerpo. A través de todo su cuerpo, todo su organismo, el hombre desarrolla su
sentido del olfato, el comportamiento pasivo referido a los cuerpos oledores; esto a su vez se concentra a los
más superficial, mientras que en realidad el hombre en todo su ser es afectado por e perfume de una flor o el
olor de otra materia, etc. Por el hecho de saber como el sentido del gusto y del olor compenetran a todo el ser
humano, también sabemos lo que se halla contenido en esa vivencia del oler, del gustar y como esto prosigue
hasta el interior del hombre -y nos alejamos entonces, de todo tipo de concepto materialista, cuando sabemos
por ejemplo, a lo que equivale el gustar-. Y teniendo la certeza de que ese proceso del gustar pasa por todo el
organismo, ya no estamos en condiciones de referir al consecutivo proceso digestivo, de manera tal, como en
la actualidad es referido por la ciencia materialista de la actualidad.
Por el otro lado empero, no podemos negar, que existe una gran diferencia entre aquello que aquí he marcado
con amarillo y aquello, que de manera esquemática he marcado con rojo: una diferencia enorme entre el
contenido que tenemos en nuestra alma, en nuestra vida del alma a través del sentido del yo, el sentido de la
palabra, etc. y las vivencias que tenemos a través del sentido del gusto, el sentido del olfato, el sentido del
movimiento, el sentido de la vida, etc.
Se trata de una diferencia enorme, radical y podremos evaluar esa diferencia de mejor manera, al tomar
conciencia de aquello que vivenciamos dentro de nosotros mismos, al escuchar las palabras de otra persona o
estar atentos a un sonido. Aquello, que estamos vivenciando dentro de nosotros mismos, en principio no tiene
importancia para el proceso externo: ¡Qué le importa a la campana que la estemos escuchando! Allí tan solo
hay una conexión entre nuestro interior, nuestra vivencia interna y el proceso que tiene lugar en la campana,
en tanto que estemos escuchando.
No podemos decir lo mismo, cuando contemplamos al proceso objetivo en ocasión del gustar o en ocasión del
oler, o hasta digamos al emplear al tacto. Allí, estamos frente a un proceso universal. Lo que allí acontece en
su organismo, no lo podemos separar de aquello que acontece en nuestra alma. En esa oportunidad no
podemos decir como en el caso de la campana: ¡a la campana le es indiferente que la escuchemos! Es así, que
no podemos decir: ¡a aquello que acontece sobre la lengua, nada le importa lo que vivenciamos cuando
estamos bebiendo vinagre! Eso, no lo podemos decir así: allí impera una íntima relación; allí, lo que es
íntimo proceso, se unifica con el proceso subjetivo.
Los pecados que sobre ese terreno se cometen por la fisiología moderna, de hecho rayan en lo inaudito, por la
razón de que un proceso tal como el gustar, se le presentan al alma de similar manera como el mirar o el
escuchar. Y existen tratados filosóficos, que de simple manera y en general, hablan de cualidades sensorias y
su relación hacia el alma. Locke, y hasta Kant, hablan en términos generales de una relación del mundo
exterior sensorio, con respecto a la subjetividad humana, mientras algo completamente diferente está dado,
con respecto a todo aquello que desde el sentido de la visión se halla consignado hacia arriba y en aquello que
desde el sentido del gusto está consignado hacia abajo. Es imposible, abarcar estas dos regiones con un solo
precepto. Y como así se ha hecho se ha planteado esta tremenda confusión, que desde Hume o Locke y aún
con anterioridad a ellos, ha devastado los conceptos modernos, llegando hasta la fisiología moderna. NO
podemos tomar conocimiento de la naturaleza y la esencia de los procesos y con ello tampoco del ser del
hombre, al analizar las cosas según conceptos pre-establecidos y sin observarlas de manera imparcial.
Por lo tanto, tenemos que tener en claro, que al contemplar de esta manera al hombre, por una parte tenemos
una vida orientada hacia el interior, que el hombre vive para sí mismo al mantenerse perceptivo frente al
mundo exterior; por otra parte, de hecho también percibe… pero, con aquello que percibe, se ubica en el
mundo. Si me permiten expresarme de manera radical, en definitiva es así, que tenemos que decir: aquello,
que acontece en mi lengua mediante el sentido del gusto, se trata de un proceso objetivo dentro de mí; a tener
lugar en mi interior, se trata de un proceso mundial. Mientras que no puedo decir, que aquello que se genera
en mi interior como imagen a través de la visión, es un proceso del mundo, del universo. Podría desaparecer,
y el mundo seguiría siendo lo que es. Tenemos que fijar con firmeza la diferencia entre el hombre superior y
el hombre inferior. Al no fijarla, tendremos la imposibilidad de acceder a determinadas orientaciones.
Disponemos de verdades matemáticas, verdades geométricas. La contemplación superficial del hombre
considera: y bien, de su cabeza o de alguna parte, el hombre saca la matemática (no son tan definidas las
suposiciones que realizamos). Pero, no es así. La matemática procede de regiones muy diferentes. Y si
contemplamos al hombre, nos hallamos frente a las regiones, desde las cuales procede lo matemático: se trata
del sentido del equilibrio, el sentido del movimiento. Desde estas profundidades hasta cuales ya no
accedemos con nuestra habitual vida anímica, procede el pensamiento matemático. Debajo de nuestra vida
anímica habitual vive aquello, que nos eleva, aquello que desarrollamos en formaciones matemáticas. Y
vemos entonces, que lo matemático en realidad se arraiga en aquello, que en nosotros a su vez es cósmico. En
realidad somos subjetivos tan solo con aquello, que desde el sentido de la visión AQUÍ, se encuentra hacia
arriba (ver esquema). Y con aquello, que ALLÁ se encuentra hacia abajo arraigamos en el mundo; estamos
insertos en el mundo: con aquello empero que se encuentra abajo, somos como un tronco de madera –al igual
como todo el mundo exterior restante-
Por ello, jamás podemos decir que la geometría posee algo subjetivo, dado que proviene de algo dentro de
nosotros en lo cual nosotros mismos somos objetivos. Es exactamente el mismo espacio que transponemos al
caminar, y el cual nos proporciona nuestros movimientos… es con exactitud el espacio aquel que empleamos
luego, cuando mediante la imagen lo hemos extraído de nosotros, con referencia a lo contemplado. Con
referencia al espacio, jamás se afirmaría, que pueda tratarse de algo subjetivo, dado que no proviene de la
región de la cual proviene lo subjetivo.
El modo de contemplación como el aquí expresado, le es ajeno a todo el Kanteanismo, porque desconoce esa
diferenciación radical entre estas dos regiones en la vida humana. No sabe, que el espacio no puede ser algo
subjetivo, porque el espacio se genera en la región en el hombre, que de por sí es objetivo, frente al cual nos
comportamos de manera objetiva. Tan solo resulta, que con él nos relacionamos de diferente manera que con
el mundo exterior –y todas las noches se convierte en mundo exterior, cuando estamos dormidos, nos
replegamos con nuestra subjetividad, el yo y el cuerpo astral.
Es necesario comprender: de nada vale, reunir gran cantidad de hechos externos, referidos a una supuesta
ciencia, que a su vez está destinada al fomento de una cultura, cuando existen conceptos completamente
confusos acerca de la comprensión del mundo, cuando acerca de las cosas más importantes, no existen
conceptos claros. Y es aquello, que tenemos frente a nosotros, como misión ineludible, para poder oponernos
a las fuerzas de decadencia y en apoyo a las fuerzas del bien: que tener que reconocer sobre todo, que es
necesario llegar a conceptos claros, no difusos.
Tenemos que tener en claro, que de nada sirve el partir de conceptos, el partir de definiciones, y que lo
importante es, la contemplación desprejuiciada de las regiones de los hechos.
Ninguna persona tiene el derecho, de limitar por ejemplo a la región de la visión a algo, que luego caracteriza
a modo de un ámbito sensorio, cuando no a su vez delimita digamos, al ámbito de la percepción de la palabra
como ámbito de la misma índole. Intentemos membrar al ámbito de experiencia global de manera tal como
ya lo hice reiteradas veces, y podremos ven entonces, que no podemos decir: tenemos ojos, por lo tanto
tenemos un sentido de la visión y contemplamos al sentido de la visión…. Y en cambio tendremos que
decirnos: por cierto, está relacionado con algo, que la facultad de la vista posee órganos tan expresamente
físicos sensorios; esto empero no justifica, delimitar al ámbito de los sentidos a aquello, en lo cual se hallan en
existencia órganos físicos claramente perceptibles. Con ello, por mucho no nos aproximamos a cualquier
contemplación superior, sino que tan solo accedemos a aquello, que tiene lugar en la vida común del ser
humano. Accedemos al hecho importante, que tenemos que diferenciar entre aquello que es subjetivo en el
hombre, lo que es vida anímica interior en el hombre, en lo cual, de hecho el hombre está dormido. El
hombre es un ser cósmico por ejemplo en relación a todo aquello que transmiten sus sentidos: allí, es un ser
cósmico. En nuestra vida común del alma –al menos, no sin contemplación superior –nada sabemos de
aquello que acontece, cuando movemos nuestro brazo: esto, es desarrollo de la voluntad. Se trata de un
proceso, que se halla fuera de nosotros, al igual como cualquier otro proceso exterior- así y todo, está
íntimamente ligado con nosotros. Pero, se encuentra fuera de nuestra vida anímica. En cambio no puede
haber una representación, sin que participemos con nuestra conciencia. Al membrar estos tres ámbitos, por lo
tanto aún obtenemos otra cosa.
Con todo aquello, que nos transmiten nuestro sentido del yo, nuestro sentido del pensamiento, nuestro sentido
de la palabra y nuestro sentido de la audición, y al convertirse esas transmisiones en vida del alma, obtenemos
en sentido eminente todo aquello que es ALLEGADO A LA NOCIÓN, AL CONCEPTO.
En el mismo sentido, todo aquello que es sentido del calor, sentido de la visión, sentido de gusto, sentido del
olfato, es ALLEGADO AL SENTIMIENTO. En alguno, no es tan ostensible, como en el caso del sentido de
la vista. En el caso del sentido del gusto, en el sentido del olfato y del sentido calórico es llamativo, pero, en
el sentido de la vista, aquel que pone dedicación, también lo podrá encontrar.
En cambio aquello, que está relacionado con el sentido del equilibrio, el sentido del movimiento, el sentido de
la vida, y también con el sentido del tacto, aunque allí es más difícil notarlo, por el hecho de que el sentido del
tacto se retrotrae hacia el interior…. Todo es ALLEGADO A LA VOLUNTAD. De hecho, en la vida del
hombre todo se halla entre-emparentado y a su vez todo se encuentra metamorfizado.
De esta manera he tratado de resumir lo dicho en las diferentes otras oportunidades, para adherir luego, el
contenido de los encuentros de mañana y pasado-mañana.
LOS SENTIDOS DIURNOS Y LOS SENTIDOS NOCTURNOS.
PARALELISMO ENTRE LOS SENTIDOS Y LOS SIGNOS DEL ZOODÍACO.
Rudolf Steiner

(de “La Ciencia de la evolución del hombre”, GA 183- 25/08/1918)

Traducción: Ana María Rauh

Con todo aquello que hasta aquí he desarrollado, tiene cruzarse otro discernimiento en la entidad del hombre.
De hecho es necesario, que acudamos a discusiones tan complejas, dado que de oro modo, no podremos
acceder a comprensiones más exactas. Tengo el ferviente deseo, que para estos debates, no impere tan solo
“un soportar el asunto” sino que, justamente para estos asuntos difíciles, -por ser algo tan necesario para la
humanidad de la actualidad- se genere un poco de entusiasmo, un poco de participación temperamental, algo
tan difícil para ser logrado por la sociedad de la época actual.
Como sabemos, orientamos nuestros sentidos hacia fuera. Allí, mediante los sentidos encontramos expandido
al mundo exterior, a modo manifiesto. Trazo de manera esquemática aquello, que de manera manifiesta se
encuentra expandido a nuestro alrededor.

Aquello, que afuera rodea (ver dibujo) debe ser azul. Cuando orientamos nuestros ojos, nuestros oídos,
nuestro sentido del olfato, etc., hacia el mundo exterior, hacia nosotros se orienta, hacia nuestros sentidos se
orienta, aquello, que es el lado interior de ese lado exterior- y bien: el lado interior del lado externo
(izquierda). Supongamos, que orientamos nuestros sentidos hacia aquello que acabo de dibujar (flechas),
entonces, estos sentidos se hallan orientados hacia el mundo exterior y vemos aquello, que en el interior se
inclina hacia adentro. Ahora viene la difícil idea a la que tengo que arribar. Todo aquello que estamos
mirando, se nos está mostrando desde adentro. Imaginemos, que esto también tiene que tener un lado
exterior. Y bien, esquemáticamente lo quiero presentar a nuestra mirada, diciendo: al mirar hacia fuera,
vemos como límite de nuestra contemplación al firmamento: lo que he dibujado, se asemeja a esto, solo, que
en forma diminuta. Imaginemos ahora, que podemos salir volando por aquí, para estar mirando desde allá
afuera, observar nuestras manifiestas impresiones desde el otro lado (ver dibujo, flechas arriba). De hecho no
lo estamos viendo; pero, si pudiéramos ver de esa manera, eso sería el aspecto respectivo. Tendríamos que
salir de nosotros mismos, para mirar del lado opuesto, todo nuestro mundo manifiesto. Por lo tanto, aquello
que se orienta a nosotros a través de un color, lo tendríamos que mirar del lado opuesto, aquello que se nos
manifiesta a modo de un tono lo tendríamos que contempla del lado opuesto, etc.; aquello que, hacia nosotros,
llega en forma de un olor, lo contemplaríamos del lado opuesto en la nariz. Es decir: la contemplación del
mundo se llevaría a cabo del lado opuesto: las cosas manifiestas, expandidas a modo de un tapiz, para luego
contemplar al tapiz del lado opuesto. De este lado opuesto, tan solo vemos un trozo pequeño, un trozo muy,
muy pequeño. Este trozo muy pequeño, aquí tan solo lo puedo conducir a la visibilidad de la siguiente
manera: imaginemos ahora, que dibujo aquello que veríamos del lado opuesto con color rojo; de modo tal que
puedo decir que, de manera esquemática, lo manifiesto lo vemos así: tal como lo vemos de manera habitual,
lo vemos de color azul; al verlo del lado opuesto, lo vemos de color rojo, pero, naturalmente, no lo vemos. En
aquello, que veríamos de color rojo, en primer lugar está contenido todo aquello que podemos vivenciar entre
la muerte y un nuevo nacimiento, en segundo lugar, aquello que se encuentra descripto en “La Ciencia
Oculta”, como la evolución de Saturno, Sol, Luna y Tierra, etc. Allí se encuentra atesorado aquello, que se
halla oculto para la contemplación manifiesta. Esto se encuentra en el otro lado del globo. Pero, podemos ver
un trozo muy pequeño de ello; esto tan solo lo puedo dibujar de manera tal que ahora digo: tomemos este
pequeño trozo de lo rojo, yendo hacia ese lado (abajo en el dibujo), cruzándose con el azul, de modo tal que el
azul, en lugar de encontrarse adelante, ahora se encuentra atrás. En realidad aquí tendría que dibujar de
manera de la cuarta dimensión. Y bien, allí (a la izquierda), los sentidos se hallan orientados hacia el azul;
allí, no están orientados hacia el azul, sino al rojo, que de otro modo no lo vemos. Pero, detrás del rojo se ha
cruzado aquello, que de ordinario se ve, y que ahora está por debajo. Y esa pequeña pieza que allí se cruza
con el otro, esa la estamos viendo de manera constante en la conciencia común. Y se trata de nuestras
memorias almacenadas. Todo aquello que se genera a modo de memoria, no se genera según las leyes de ese
mundo de las percepciones exteriores, sino que se genera según las leyes, que se corresponden a ese mundo
posterior. Esa parte interior, que tenemos a modo de memoria, se corresponde con aquello que se encuentra
en el otro lado (derecho). Al orientar nuestra mirada hacia el interior, hacia aquello, que son nuestros
recuerdos, de hecho estamos viendo al mundo sobre un tramo del otro lado; allí, se vislumbra un poco lo otro,
vemos al mundo del otro lado. Y si entonces podríamos abrirnos paso a través de nuestras memorias, tal
como están registradas, si pudiéramos descender hasta allí, ver por debajo de nuestras memorias, par mirarlas
del otro lado (ver dibujo por la derecha); entonces, veríamos las memorias a modo de nuestro aura. Veríamos
al hombre como un ser áurico, espiritual-anímico, tal como de otro modo vemos al mundo exterior, manifiesto
en las percepciones. Solo, que esto no sería muy grato, por el hecho de que el hombre allí aún no es bello de
este otro lado.
Y bien, esto es lo interesante, que tenemos que cruzar con la otra comprensión del hombre trimembrado. Este
cruce aquí, se encuentra en el hombre del medio, el hombre del pecho. Recordemos el dibujo que hice hace
ocho días, en el cual vimos las lemniscatas en sí mismas enroscadas, con los lazos orientados hacia atrás (ver
dibujo en la página 12, abajo, a la izquierda ¿?): esto concordaría con la esfera de la memoria. De modo tal,
que este hombre trimembrado, aquí, en esta parte del medio tiene su giro humano, donde lo interior se
convierte en externo y lo externo en interno, donde una imagen, que solemos considerar como la gran
memoria universal, ahora estamos viendo como nuestra propia memoria pequeña, microcósmica. Mediante
nuestra conciencia habitual, vemos aquello que ha acontecido desde los tres años hasta ahora: se trata de un
apunte interior, un pequeño tramo para aquello, que muestra las mismas características, que por otra parte es
apunte referido a toda la evolución universal que se encuentra en el lado opuesto.
No sin motivo, con anterioridad he hablado, y también lo he remarcado en mi libro “Los enigmas del alma”,
del hecho, que el hombre en realidad tiene doce sentidos. Y a esos sentidos los tenemos que imaginar de
manera tal, que una cantidad de estos sentidos se halla orientada hacia lo manifiesto y otra cantidad de estos
doce sentidos, se encuentra orientada retrospectivamente.
Los mismos, en el dibujo, allá abajo (página 12 ¿?) se encuentran orientados hacia aquello, que ha sido
girado. Los sentidos orientados hacia lo exterior-manifiesto son: el sentido del yo, el sentido del pensar, el
sentido del hablar, el sentido auditivo, el sentido de la visión, el sentido del gusto, el sentido del olfato. Estos
sentidos están orientados hacia lo manifiesto.
Los demás sentidos no llegan a la conciencia del hombre por estar orientados hacia su propio interior, y
luego, hacia lo inverso del mundo. Estos, de manera preferente son: el sentido del calor, el sentido de la vida,
el sentido del equilibrio, el sentido del movimiento, el sentido del tacto. De modo tal que podemos decir: para
la conciencia común, siete sentidos se encuentran iluminaos (arriba) y cinco sentidos se encuentran en la
oscuridad (abajo). Y estos cinco sentidos que se encuentran en la oscuridad, están orientados hacia el otro
lado del mundo, y también orientados al otro lado en el hombre (dibujo de la página 12 ¿? ).
Podemos tener entonces, un perfecto paralelismo entre los sentidos y entre otro asunto, al cual ahora nos
vamos a referir (ver dibujo del círculo). Supongamos entonces, que tengamos que registrar como sentidos, el
sentido de la audición, el sentido del hablar, el sentido del pensar, el sentido del yo, el sentido del calor, el
sentido de la vida, el sentido del equilibrio, el sentido del movimiento, el sentido del tacto, el sentido del
olfato, el sentido del gusto, el sentido de la vista, entonces, de manera esencial, tenemos todo aquello, que
desde el sentido del yo va hasta el sentido del olfato, ubicado en la claridad, en aquello, accesible a la
conciencia común (ver parte rayada del dibujo). Y todo aquello que se halla opuesto de la conciencia común,
del mismo modo como la noche está apartada del día, eso, pertenece a los demás sentidos.
Naturalmente, el límite tan solo esta esquematizado; existe una confluencia; las realidades no resultan ser tan
cómodas. Esa membración del hombre en dirección a los sentidos empero es así, que en el esquema de los
sentidos tan solo es menester trazar los signos celestes y obtenemos: aries, tauro, géminis, cáncer, leo, virgo,
libra; siete símbolos zodíacos referidos al lado iluminado; cinco, para el lado oscuro: Escorpio, sagitario,
capricornio, acuario, picis; día, noche; noche, día.

Y tenemos un paralelismo perfecto entre el hombre microcósmico –aquello que está orientado a sus sentidos y
aquello que se aparta, pero, en realidad orientado a sus sentidos inferiores- y entre aquello, que en el cosmos
exterior conforma al cambio del día y de la noche. En cierto modo, en el hombre acontece lo mismo que
aquello que sucede en el universo. Allí, se suceden día y noche; en el hombre también se suceden día y
noche, en el dormir y el estar despierto aún, cuando ambos se han emancipado entre sí con respecto al cielo
actual de la conciencia del hombre. Durante el día, el hombre se encuentra orientado hacia los sentidos
diurnos; a su ver podríamos decir: aries, tauro, géminis, cáncer, leo, virgo, libra, así como podríamos decir:
sentido del yo, sentido del pensar, sentido del habla, etc. Podemos ver el yo de cada persona, podemos
comprender los pensamientos de la otra persona, podemos escuchar, ver gustar oler: tratándose de sentidos
diurnos. Durante la noche la persona es así, como cuando la tierra se encuentra orientada hacia el otro lado,
sucede tan solo, que esos sentidos aún no están plenamente desarrollados. Recién al cabo de la época de
Venus, se habrán desarrollado de manera tal, que podrán percibir aquello que acontece del lado opuesto.
Están sumidos en la noche, como en el caso del tránsito por las otras regiones celestes, las otras imágenes
zodíacas, cuando la tierra está sumida en la noche. El tránsito del hombre por sus sentidos, puede ser
paralelizado con el paso –ya sea del sol alrededor de la tierra, o de la tierra alrededor del sol, lo cual es
indiferente al caso; pero, estas cosas están relacionadas. Y estos contextos eran bien conocidos por los sabios
de los antiguos misterios.
Esto ha desaparecido para la conciencia paulatinamente, durante la cuarta época post-atlante, pero, tiene que
ser recuperado aún frente a las resistencias que se levantan en oposición, tiene que ser restituido para la
cultura de la humanidad. Dado que en los conceptos que de esa manera adquirimos, yace aquello que nos
permite comprender, lo que está sucediendo en la vida social, en lo histórico. Mientras separamos la vida
natural y la vida espiritual de la manera, como hoy lo acostumbra la humanidad moderna, no podemos llegar a
conceptos tales, que en la evolución de la historia puedan asumir un rol, sino que son sometidos por los
conceptos que adquieren un rol en la vida histórica. Son derrotados, subyugados. Al respecto, hay muchos
ejemplos..

EL ZOODÍACO Y LAS REGIONES DE LAS DOCE CONCEPCIONES DEL


MUNDO. Rudolf Steiner

Traducción: Ana María Rauh

Con respecto a lo espacial- material, Rudolf Steiner ha valorado la relación del zodíaco con referencia a las
partes del cuerpo –tal como Agrippa Von Nettesheim apunta a partir de antiguas tradiciones- a modo de una
concepción fructífera. Se trata sin embargo de un aspecto unilateral, que Rudolf Steiner mismo varía
reiteradas veces.

Aries Ojo, frente, cabeza Sentido del Yo


Tauro Laringe Sentido del Pensar
Géminis Hombros Sentido de la Palabra
Cáncer Costillas, pecho Sentido de la Audición
Leo Corazón Sentido del Calor
Virgo Fosa estomacal Sentido de la Visión
Libra Caderas Sentido del Gusto
Escorpio Fuerzas Sexuales Sentido del Olfato
Sagitario Muslo superior Sentido del Equilibrio
Capricornio Rodilla Sentido del Movimiento Propio
Acuario Muslo inferior Sentido de la Vida
Picis Pies Sentido del Tacto
EL PENSAMIENTO HUMANO Y EL CÓSMICO. Rudolf Steiner

Tercera Conferencia, del 22 de enero de 1914, Berlín

Traducción: Ana María Rauh


Las relaciones que existen entre las diferentes imágenes zodíacas con respecto a lo externo material-espacial,
de hecho están presentes en el ámbito del espíritu, entre estas concepciones del mundo y las relaciones que
establecen los planetas por nosotros mencionados durante su girar a lo largo del zodíaco, se corresponden con
las siete circunstancias de la concepción del mundo, pero de modo tal que a la gnosis lo percibimos como
Saturno, el lomismo como Júpiter, el voluntarismo como Marte, el empirismo como Sol, la mística como
Venus, el trascendentalismo como Mercurio y el ocultismo como Luna.

Hasa en las imágenes exteriores –esto empero no es lo principal; lo principal de hecho es, que las relaciones
más profundas, se corresponden con esta paralelización- pero, hasta en las imágenes exteriores, donde algo así
debe ser constatado, podemos hallar algo similar. La luna queda oculta, cuando es luna nueva; tiene que
recibir la luz del sol, del mismo modo como las cosas ocultas siguen siendo ocultas, hasta que se eleva la
capacidad anímica, a través de la meditación, la concentración, etc., iluminando las cosas ocultas. El ser
humano que pasa por el mundo, confiando tan solo en el sol, que solo asimila aquello que el sol ilumina es
empirista. Quien aún reflexiona un poco acerca de aquello que el sol ilumina, y aún conserva los
pensamientos cuando el sol ha descendido, ya no es empirista, porque no tiene ese vínculo de dependencia
con el sol. “Sol” es el símbolo del imperimismo (será empirismo?). Podría entrar en mayores detalles con
respecto a estas cosas; pero, disponemos tan solo cuatro horas, para este tema tan importante y quedará a
vuestro cargo, recabar relaciones más exactas, mediante vuestros pensamientos o vuestra investigación. Lo
cual no es tan difícil, una vez que hallamos al esquema.
Sucede con demasiada frecuencia en el mundo, que las personas no se encuentran en la búsqueda de la
universalidad. De hecho tendríamos que poder representar en el alma, los doce matices de la concepción del
mundo, y en nuestro interior, tendríamos que haber vivenciado algo, referido a: ¿Qué vivenciamos siendo
gnósticos? ¿Qué vivenciamos como lógico, como voluntarista, como empirista, como místico, como
trascendentalista? ¿Y qué vivenciamos como ocultista? En definitiva, todo aquel que quien penetrar de hecho
a los misterios del mundo en el sentido de la investigación espiritual, tiene que pasar por esto. Y, aunque
aquello, que está indicado en “¿Cómo obtenemos conocimientos de los mundos superiores?” no está definido
con exactitud a estos argumentos, todo lo contenido, desde otros puntos de vista nos puede conducir a los
diferentes estados anímicos, que aquí se señalan con el estado anímico gnóstico, con el estado anímico de
Júpiter, etc.
En el mundo sucede a menudo que el hombre es tan subjetivo, que se expone a una sola constelación, o a un
solo estado anímico. Justamente, grandes personajes en el campo de las concepciones del mundo con
frecuencia tienen esa unilateralidad. Así, por ejemplo, Hamerling es un expreso monadisto voluntarista o
monadológico voluntarista, Schopenhauer es un expreso psíquico voluntarista. Con frecuencia los grandes
hombres tienen dispuesta su alma de manera tal, que su estado anímico de la concepción del mundo
planetario, se encuentra en una determinada constelación espiritual. Las demás personas, con mayor facilidad
se manejan con los diversos criterios. Pero, también puede suceder, que desde diferentes lados son
incentivados con referencia a su concepción del mundo, aquello que imponen a modo de concepción del
mundo.
Puede suceder por ejemplo, que alguien es un destacado Logista, que empero su estado anímico logístico se
encuentra en la constelación del sensualismo; a su vez puede ser un buen empírico, pero su estado anímico
empirista se encuentra en la constelación del matematismo. Esto puede suceder. Al ser así, se impone una
muy definida imagen de la concepción del mundo. En la actualidad justamente tenemos esa imagen de la
concepción del mundo, que se ha producido por el hecho, de que alguien a su sol –visto espiritualmente- lo
tiene en géminis y su Júpiter en leo; y se trata de Wundt. Y comprenderemos todo aquello que aparece en la
literatura filosófica de Wundt, cuando se nos revela el misterio de su especial configuración del alma.

REPRESENTACIÓN RESUMIDA DE LOS DOCE SENTIDOS de “Enigmas del


Alma”. Rudolf Steiner

Traducción: Ana María Rauh

Lo que aquí puedo mencionar, son RESULTADOS en breve representación de bosquejo. Y ruego a los
Lecroz, recibirlos por ahora como tales. No se trata de “ocurrencias”, sino de algo, que he ensayado mediante
un trabajo a lo largo de años.
En ocasión de la vivencia del alma, que por Franz Brentano fue señalado como JUZGAR, a la mera
representación, que consiste en una configuración interior de imagen, se agrega una aceptación o un rechazo
de las imágenes representadas. Para el investigador del alma se genera la pregunta: ¿en la vivencia anímica
qué es aquello, por lo cual no tan solo se produce la imagen de representación “árbol verde”, sino el juicio “es
un árbol verde”?
Dentro del círculo más estrecho de la vida representativa, que circunscribimos en la conciencia ordinaria, no
puede hallarse este “algo”. El hecho de que allí no puede ser hallado, ha conducido a aquellas ideas teóricas-
cognitivas, que he señalado en el segundo tomo de mi libro “Los enigmas de la filosofía”, en el capítulo “El
mundo a modo de ilusión”. Al respecto se trata de una vivencia, que se halla fuera de este círculo. Depende
de hallar al “dónde”, en el ámbito de las vivencias anímicas.
Estando ubicado el hombre frente a un objeto sensorio en actividad perceptiva, ese “algo” no puede ser
hallado en todo aquello, que el hombre recibe en el proceso perceptivo de manera tal, que esa recepción es
captada a través de las representaciones fisiológicas y psicológicas, que por un lado se refieren al objeto
exterior y por el otro, al sentido que viene al caso de manera directa.
Al tener alguien la percepción “árbol verde”, el estado del asunto del juicio “es un árbol verde”, no puede ser
hallado en la relación fisiológica o psicológica directamente evidenciable entre “árbol” y “ojo”. Lo que en el
alma se vivencia a modo tal de hecho interior del EMITIR JUICIO, es aún una relación diferente entre
“hombre” y “el árbol”, que aquella entre el “árbol” y el “ojo”. Sucede, que tan solo esta última relación es
vivenciada con agudeza plena con la conciencia común. La otra relación permanece en una vaga
subconciencia y aparece tan solo en el RESULTADO, que yace en el RECONOCIMIENTO del “árbol verde”
a modo de algo existente. En cada percepción que se agudiza en dirección a un juicio, estamos frente a una
DOBLE RELACIÓN del hombre hacia la objetividad.
Tan solo obtenemos conocimiento de esta doble relación, reemplazando la fragmentaria teoría sensoria, por
una completa. Quien toma en consideración todo aquello que viene al caso con respecto a la característica de
un sentido humano, hallará que tenemos que denominar “sentido”, aún algo más que aquello que por lo
común lo hacemos. Aquello, que al “ojo” lo convierte en “sentido”, se halla en existencia por ejemplo
también cuando vivenciamos al estado de cosas: “se observa a OTRO yo” o “se reconoce a un pensamiento
humano de otro como tal”.
Frente a tales estados de cosa, por lo general cometemos el error, de no llevar a cabo una justificada y
necesaria diferenciación. Creemos por ejemplo, que al escuchar las palabras de otro, hablar de “sentido” es
menester tan solo tomar en cuenta el “oído”, mientras que todo lo demás lo adjudicamos a una actividad
interior, no sensoria.
El asunto empero no es así. Al estar escuchando voces humanas y su comprensión a modo de pensamientos,
viene al caso una triple actividad. Y cada miembro de esta triple actividad tiene que ser considerada por sí
misma, para que pueda establecerse una justificada concepción científica. El “escuchar”, es una de las
actividades. El “escuchar” por sí mismo empero, no es un percibir de palabras”, como el accionar del “tacto
es un “estar viendo”.
Y como tenemos que diferenciar de manera objetiva, entre el sentido del “palpar” y aquel del “ver”, también
lo tenemos que hacer entre el “escuchar” y la “percepción de palabras” y el sucesivo “captar de
pensamientos”. El no separar debidamente “la captación de pensamientos” de la actividad del pensar,
reconociendo al carácter propio de los sentidos, conduce a una deficiente psicología y una cadenciada teoría
cognitiva. Cometemos ese error tan solo por el hecho de que el órgano “de la percepción de palabras” y el
órgano “del captar pensamientos”, no resultan ser tan notorios como la oreja para el “escuchar”. En realidad,
para ambas actividades perceptivas a su vez existen “órganos” como el oído para el escuchar.
Al llevar a cabo, lo que la fisiología y la psicología indican en ocasión de una contemplación plena al
respecto, llegamos a la siguiente contemplación con respecto a la organización sensoria humana. Tenemos
que definir: el sentido para la “percepción del yo” de la otra persona; el sentido para “el registro del
pensamiento”; el sentido para “la declaración de palabras”; el sentido de la audición; el sentido del calor; el
sentido de la vista; el sentido del gusto; el sentido del olfato; el sentido del equilibrio (la vivencia perceptiva
del hallarse en una determinada postura de equilibrio frente al mundo exterior); el sentido del movimiento (la
vivencia perceptiva de la calma y el movimiento de los miembros propios por un lado, o de la calma o el
movimiento frente al mundo exterior por el otro lado); el sentido de la vida (la vivencia de la constitución en
el organismo, el sentimiento del esta subjetivo); el sentido del tacto. Todos estos “sentidos” llevan dentro de
sí las características, por las cuales al “ojo” y al “oído” de hecho los denominamos “sentidos”.
Quien no reconoce la justificación de una diferenciación tal, entra en una confusión con su reconocimiento
frente a la realidad.
Con sus nociones padece el destino, de que no le permiten vivenciar lo real y verdadero. Para quien por
ejemplo al “ojo” lo califica como “sentido”, y no adopta un “sentido” por la “percepción de palabras”,
también la noción que se forma del “ojo”, es una estructura irreal…
Al situarse el hombre frente a un objetivo sensorio, sucede, que recibe una impresión tan solo mediante UN
sentido, sino además AL MENOS POR UN SENTIDO MÁS, de la serie arriba mencionada. La relación
hacia un sentido, entra con especial agudeza a la conciencia común; la otra permanece en un estado menos
nítido.
Existe empero entre los sentidos la diferencia, que una parte de los mismos, hacen vivenciar la relación hacia
el mundo exterior en medida mayor que una relación exterior; la otra, en medida mayor que algo, que con el
propio ser se halla en íntima relación.
Los sentidos, que poseen un íntimo vínculo con el propio ser, son por ejemplo, el sentido del equilibrio, el
sentido del movimiento, el sentido de la vida, y también el sentido del tacto. En la percepción de tales
sentidos frente al mundo exterior, siempre, de manera vaga, sentimos asimismo al ser propio. Y podemos
decir, aparece una imprecisión de la percepción consciente, a causa de que la relación hacia fuera es acallada
por la vivencia del propio ser.
Cuando acontece por ejemplo, que se ESTÁ VIENDO un objeto, y a su vez el sentido del equilibrio está
transmitiendo una impresión, entonces, lo observado se percibe con nitidez. Esto, que se está viendo, conduce
a la representación del objeto. La vivencia obtenida por el sentido del equilibrio permanece vaga como
percepción; cobra vida en el juicio: “lo visto es” o “es lo visto”.
En la realidad, las cosas no están situadas una al lado de la otra, ostentando abstractas diferencias, sino que se
traspasan con sus características. Esto ocasiona, que en la serie completa de los “sentidos” existen tales, que
en menor medida tienen relación con el mundo exterior y en cambio en medida mayor transmiten la vivencia
del propio-ser. Estos últimos se sumergen más bien en la vida interior del alma, en mayor medida por
ejemplo que el ojo y el oído; así, la transmisión del resultado de su percepción, aparece como vivencia
anímica interior. Tendríamos empero también en ellos, que diferenciar lo propiamente anímico del elemento
de la percepción de la manera tal, como por ejemplo en lo que hemos visto, diferenciamos los hechos externos
de las vivencias anímicas interiores, realizadas a partir de los mismos.
Para aquel que se sitúa sobre el aspecto antroposófico, no puede haber atemorización frente a tales sutiles
diferenciaciones de conceptos, como allí se realizan. Tiene que poder diferenciar el “percibir de las palabras”
por parte del oído por un lado y ese “percibir de las palabras” del “comprender las palabras”, transmitido por
los pensamientos propios de manera tal, como diferencia la conciencia común entre un árbol y una roca.
Si en mayor medida se tomaría en cuenta esto, nos daríamos cuenta, que la Antroposofía no tan solo tiene este
lado, que de común se señala como místico, sino también el otro, mediante el cual conduce a una
investigación científica no menos importante que la ciencia natural, sino a una más científica, que requiere
una elaboración metódica más refinada de la vida conceptual, que aún la filosofía tradicional
Creo que Wilhelm Dilthey con sus investigaciones filosóficas se hallaba en camino hacia la teoría sensoria tal,
que aquí he presentado, que empero no pudo llegar a una meta, por no poder avanzar hacia una elaboración
plena de las respectivas nociones.

REPRESENTAR, SENTIR, QUERER de “Enigmas del Alma”. Rudolf Steiner

Traducción: Ana María Rauh

A modo de bosquejo, quisiera presentar también lo indagado acerca de las relaciones entre lo anímico y lo
físico-corporal. Puedo afirmar, que con ello estoy registrando los resultados de una investigación científica-
espiritual llevada a cabo durante treinta años. Recién en los últimos años me ha sido posible, plasmar en
palabras aquello que viene al caso, de manera tal que a lo buscado pude conducir a una especie de cierre
previsional. Permítanme, presentar aquí los RESULTADOS de manera alusiva. Su fundamentación puede
ser dada mediante los medios científicos existentes en la actualidad. Sería el tema de un libro voluminoso,
que este momento las circunstancias me impiden redactar.
Al buscar la relación de lo anímico hacia lo corporal, no podemos implementar la membración de la vivencia
anímica, dad en la representación, en el juicio y en las manifestaciones del amor y del odio. Esta
membración, en el apelar a estas relaciones, conduce a una desviación de todas las condiciones que vienen al
caso, de modo tal, que no podemos llegar a resultados apropiados. En oportunidad de una consideración de
esta índole, tenemos que partir de una membración en representación, sentir y querer, rechazada por Brentano.
Al resumir todo aquello, que vivenciamos anímicamente a modo de representación, y buscamos los procesos
corporales con los cuales tenemos que relacionar este hecho anímico, encontramos al contexto respectivo,
conectándonos en amplia medida, a los resultados de la actual psicología fisiológica. Los contrastes
corporales a lo anímico de la representación, por un lado lo tenemos que ver en los procesos del sistema
nervioso, con su desborde hacia los órganos sensorios, por un lado, y por el otro, en la organización interior
física.
Por más que desde el criterio antroposófico diversas son las cosas que tendremos que re-pensar, pensar de
manera diferente a aquella que emplea la ciencia de la actualidad: en esa ciencia existe na base de excelente
naturaleza. No sucede lo mismo, cuando queremos determinar los contrastes físicos referidos al sentir y al
querer. Con referencia a ello, tenemos que encontrar primero, el camino certero en los resultados de la
fisiología de la actualidad. Una vez logrado esto, hallaremos, que del mismo modo como al representar lo
tenemos que relacionar con la actividad de los nervios, así al sentir lo tenemos que relacionar con el ritmo de
la vida, que tiene su centro en la actividad de la respiración y tiene relación con la misma. Al respecto
tenemos que tomar en cuenta, que para acceder a la meta buscada, tenemos que observar al ritmo de la
respiración, con todo aquello que con ello se relaciona, hasta en las partes periféricas más extremas de la
organización. Para llegar a resultados concretos en este campo tienen que ser seguidas las experiencias
concretas de la investigación fisiológica en esta dirección, que en la actualidad aún son poco conocidas.
Recién cuando esto se logra, desaparecen todas las contradicciones que en principio resultan, cuando se
reúnen el sentimiento y el ritmo respiratorio. Lo que en principio promueve la contradicción, en ocasión del
abordar el asunto se convierte en comprobación de esta relación.
Del vasto campo que aquí debe ser tomado en cuenta, destacamos tan solo un ejemplo. La vivencia de lo
musical se basa sobre un sentimiento. El contenido de la estructura musical empero, vive en la
representación, que es transmitida por las percepciones del oído. ¿A través de qué se genera la vivencia del
sentimiento musical? La REPRESENTACIÓN de la estructura tonal, que se basa sobre el órgano auditivo y el
proceso nervioso, no es aún esa vivencia musical. El mismo se genera, cuando en el cerebro el ritmo
respiratorio en su continuación que llega hasta el interior de este órgano, se encuentra con aquello, que es
llevado a cabo por el oído y el sistema nervioso. Y el alma entonces no vive tan solo en lo oído y lo
representado, sino que vive en el ritmo respiratorio; vivencia aquello, que es promovido en el ritmo
respiratorio por el hecho de que por cierto aquello que acontece en el sistema nervioso, choca con esa vida
rítmica. Es menester tan solo, contemplar debidamente la fisiología del ritmo respiratorio, para llegar al
reconocimiento del emblema: el alma vivencia sintiendo, apoyándose sobre el ritmo respiratorio, tal como lo
hace sobre los procesos nerviosos, al representar. Y con respecto al querer hallamos, que el mismo se apoya
de manera similar, sobre los procesos metabólicos. En ese caso debe ser tomado en cuenta, todo aquello que
viene al caso en todo el organismo, referido a ramificaciones y ramales. Y como luego, cuando algo “se
representa”, tiene lugar un proceso nervioso, a partir del cual, el alma toma conciencia de aquello que se está
representando, y como luego, cuando “algo se siente”, tiene lugar una modificación del ritmo respiratorio,
mediante la cual se produce un sentimiento: así, cuando “algo se quiere”, se produce un proceso metabólico,
que es la base física para lo vivenciado en el alma a modo de querer.
Sucede, que en el alma existe una vivencia plenamente consciente tan solo con respecto a la representación
promovida por el sistema nervioso. Aquello, que es transmitido por el ritmo respiratorio, cobra vida en la
conciencia común, en la envergadura aquella, que posee las nociones de los sueños. A ello pertenece todo lo
referido al sentimiento, también, todos los afectos, todas las pasiones, etc. El querer, que se apoya sobre
procesos metabólicos, no es vivenciado en grado superior a aquél, muy vago, existente durante el sueño.
En ocasión de la contemplación detenida de aquello que aquí viene al caso, notaremos, que al querer lo
vivenciamos de manera muy diferente que la representación. Esto último lo vivenciamos de manera tal, como
vivenciamos una superficie pintada con color; al querer lo vivimos como una superficie negra, dentro de un
campo colorido. Dentro de la superficie sobre la cual no existe color, estamos “viendo” algo por el hecho de
que a diferencia del medio circundante del cual parten impresiones de color, de esa superficie no provienen
tales impresiones: “estamos representado al querer”; porque dentro de las vivencias representativas del alma,
en determinados lugares se inserta un no-representar que se introduce en la vivencia plenamente conciente, de
similar manera como las interrupciones de la conciencia sucedidas en el estado dormido, en el consciente
curso de la vida. A partir de estos tipos diversos de la vivencia consciente, resulta la multiplicidad de la
experiencia anímica en el representar, el sentir y el querer…
Cuando en este ámbito queremos establecer conceptos claros, tenemos que contemplar los resultados
fisiológicos y psicológicos dentro del contexto requerido por la realidad; pero no de manera tal, como suele
acontecer en la fisiología y la psicología, procedente de un criterio proveniente de opiniones pre-establecidas,
definiciones, y hasta de simpatía y antipatías teóricas. Sobre todo, tenemos que prestar atención a la relación
de actividad nerviosa, el ritmo respiratorio y la actividad metabólica. Dado, que estas formas de la actividad
no se sitúan una al lado de la otra, sino que se encuentran MUTUAMENTE INMERSAS, se compenetran, se
entretejen. La actividad metabólica existe en todo el organismo; compenetra los órganos del ritmo y aquellos
de la actividad nerviosa. En el ritmo empero, NO es la base física del sentir, en la actividad nerviosa NO es
aquella de la representación; sino que en ambas tenemos que concederle la efectividad volitiva, que
compenetra al ritmo y a los nervios. Lo que en el nervio existe como actividad metabólica, tan solo un
prejuicio materialista puede ubicar en una relación con el representar. La contemplación arraigada en la
realidad, muestra algo muy diferente. Tiene que reconocer, que en el nervio existe metabolismo, en tanto que
lo compenetra el querer. Lo mismo acontece en el aparato físico para el ritmo. Lo que en él es actividad
metabólica, tiene que ver con el querer existente en ese órgano.
Tenemos que relacionar con la actividad metabólica, el querer con el acontecer rítmico, el sentir,
indiferentemente al órgano, en el cual se manifiestan el metabolismo o el ritmo.
En los nervios empero acontece algo muy diferente aún, que en el metabolismo y el ritmo. Los procesos
físicos en el sistema nervioso, que a la representación le otorgan la base, en lo fisiológico son difíciles de
capturar. Dado que, donde tiene lugar actividad nerviosa, se halla en existencia representativa de la
conciencia común. Esta oración empero, puede ser presentada de manera invertida: donde no se representa,
jamás puede ser hallada actividad nerviosa, tan solo actividad metabólica en el nervio, y de manera indicativa,
acontecer rítmico. La fisiología jamás podrá llegar a conceptos útiles y reales para el estudio de los nervios,
mientras que no reconoce, que la real actividad nerviosa, jamás puede ser objeto de la observación fisiológica
de los sentidos.
La anatomía y la fisiología tienen que llegar a la conclusión, que la actividad nerviosa solo puede ser hallada a
través de un MÉTODO DE EXCLUSIÓN. Lo que en la vida nerviosa NO es observable mediante los
sentidos, de lo cual empero lo propio de los sentidos indica la necesidad de su existencia y también la
particularidad de su accionar, esa, es la actividad nerviosa. Llegamos a cuando en ella descubrimos al
acontecer material aquel, mediante el cual la esencia espiritual-anímica del vívido contenido representativo, es
reducido al representar exento de vida de la conciencia común. Sin este concepto, al cual tenemos que
introducir a la fisiología, en la misma no existirá posibilidad alguna, para definir lo que es la actividad
nerviosa. La fisiología ha desarrollado métodos, que en la actualidad a este concepto más bien lo ocultan en
lugar de revelarlo. Y también la psicología en este ámbito se ha cerrado el camino. Observemos por ejemplo
tan solo, como la psicología Herbart ha actuado en esa dirección. Ha orientado su mirada tan solo hacia la
vida representativa, y en el sentir y en el querer está viendo tan solo un accionar de la vida representativa.
Todas esas eficacias empero, se diluyen frente al criterio, cuando no al mismo tiempo orientamos la mirada
imparcial, a la realidad del sentir y del querer. Debido a un desfasaje tal, no llegamos a una coordinación
apropiada del sentir y del querer hacia los procesos del cuerpo.
EL CUERPO COMO UN TODO, y no tan solo la actividad nerviosa en él contenida, es la base de la vida del
alma. Y como esta última puede ser circunscripta mediante representar, sentir y querer, así podemos
circunscribir la vida corporal a través de actividad nerviosa, acontecer rítmico y procesos metabólicos.
De inmediato entonces se presenta la pregunta ¿En el organismo de qué manera se incorpora por un lado la
real percepción sensoria en la cual la actividad nerviosa tan solo finaliza y cómo la capacidad del movimiento
por el otro lado, en el cual desemboca el querer? La observación imparcial indica, que ambas no pertenecen
en el mismo sentido al organismo como la actividad nerviosa, el acontecer rítmico y los procesos metabólicos.
Lo que en el sentido acontece es algo, que no pertenece al organismo de manera directa. El mundo exterior se
extiende hacia los sentidos a la manera de golfos en la esencia del organismo. Al abarcar el alma el acontecer
que tiene lugar en el sentido, no participa de un acontecer orgánico interior, sino en la continuación del
acontecer externo, hacia el interior del organismo.
En el proceso de un movimiento, en lo físico tampoco tenemos que ver con algo, cuya esencia se encuentra en
el interior del organismo sino con una efectividad del organismo en las relaciones de equilibrio y de fuerzas,
en las cuales el organismo está ubicado frente al mundo exterior. Dentro del organismo, al querer tan solo se
le concede un proceso metabólico; el acontecer promovido por ese acontecer empero, a su vez es un hecho
esencial dentro de las relaciones de equilibrio y de fuerzas del mundo exterior; y, al actuar de manera
volitiva, el alma abarca al ámbito del organismo y con su accionar, participa del acontecer del mundo exterior.
La membración de los nervios en nervios sensibles y nervios motrices, ha provocado una gran confusión para
la contemplación de todas estas cosas. Por más firme que esta membración aparece en la concepción
fisiológica de la actualidad: no se halla fundamentada en la observación imparcial. Lo que la fisiología
expone a partir de la trans-sección nerviosa o un proceso neuropático no demuestra lo que resulta sobre la
base de la ensayo o de la experiencia, sino algo muy diferente. Muestra, que la diferencia no existe, que se
supone entre los nervios sensorios y los nervios motrices. Ambos tipos de nervios más bien son
SIIMILARES EN ESENCIA. El así llamado nervio motriz NO ESTA AL SERVICIO del movimiento, como
lo supone la teoría de esta membración, sino COMO PORTADOR DE LA ATIVIDAD NERVIOSA, se halla
al servicio de la percepción interior del proceso metabólico aquel que subyace al querer, del mismo como el
nervio sensible de la percepción se halla al servicio de aquello que tiene lugar en el órgano sensorio. Recién
cuando la teoría de los nervios trabaja con claros conceptos podrá generarse una correcta coordinación de la
vida del alma con la vida del cuerpo.
De modo similar como podemos buscar de manera psico-fisiológica las relaciones de la vida anímica hacia la
vida corporal dentro de la representación, el sentir y el querer, así de manera antroposófica, podemos ir en
búsqueda de conocimiento de las relaciones que lo anímico de la conciencia común posee hacia la vida
espiritual.
Entonces, en los referidos métodos antroposóficos encontramos, que para la representación, como en el
cuerpo la actividad nerviosa, así en lo espiritual encuentra una base. El alma se encuentra en relación hacia
un ente espiritual ubicado en el lado opuesto al cuerpo, que es la base para la representación de la conciencia
común. Ese ente espiritual empero tan solo puede ser vivenciado mediante el reconocimiento contemplativo.
Y es vivenciad de manera tal, que su contenido se presenta a modo de membradas imaginaciones para la
conciencia que las contempla. Tal como en dirección hacia el cuerpo, el representas se basa sobre la actividad
nerviosa, así, desde el otro lado fluye desde un ente espiritual, que se revela en imaginaciones. Este ente
espiritual es aquello, que en mis publicaciones he llamado cuerpo etérico, o cuerpo de vida (siendo cuando así
lo empleo, siempre recuerdo que tanto “cuerpo” como “eter” no deben ser entendidos en el sentido
materialista).
La percepción de la conciencia común, en dirección hacia el lado del cuerpo, se basa sobre el acontecer
rítmico. Proveniente del lado espiritual, fluye desde un ente espiritual, que dentro de la investigación
espiritual, es hallado mediante métodos, que en mis escritos los señalo como aquellos de la inspiración
(siendo, que deberá ser tomado en cuenta, que dentro de ese término, entiendo tan solo lo por mí referido, de
manera tal, que a mi especificación no la tenemos que confundir con aquello, que por novicios es entendido
con esa palabra). A la conciencia contemplativa se revela aquello que le es propio al hombre como ser
espiritual, más allá de nacimiento y muerte. En este ámbito es, donde la Antroposofía realiza sus
investigaciones científicas espirituales acerca de la cuestión de la inmortalidad. ASÍ COMO EL CUERPO A
TRAVÉS DEL ACONTECER RÍTMICO SE REVELA LA PARTE MORTAL DEL SENSIBLE SER
HUMANO, ASÍ EN EL CONTENIDO DE LA INSPIRACIÓN DE LA CONCIENCIA CONTEMPLATIVA,
SE REVELA EL NÚCLEO DEL SER ANÍMICO ESPIRITUAL, INMORTAL.
El querer, que con referencia al cuerpo se basa sobre los procesos metabólicos fluye a partir del espíritu para
la conciencia contemplativa, a través de aquello que en mis escritos he denominado las intuiciones
verdaderas. Aquello, que en el cuerpo se manifiesta a través de la activación ciertamente mínima del
metabolismo, le corresponde en lo espiritual lo supremo: aquello, que se expresa mediante intuiciones. Es
proceso, que el representar, que se basa sobre la actividad nerviosa, llega a exposición casi por completo en lo
corporal; el querer tiene tan solo un leve reflejo en los proceso metabólicos, que corporalmente le son
coordinados. La representación verdadera, es la VIVIENTE; la representación físicamente condicionada, es
la reducida. El contenido es el mismo. El querer verdadero, también aquel que cobra realidad en el mundo
físico, tiene lugar en regiones accesibles tan solo a la contemplación intuitiva; su contraste corporal, casi nada
tiene que ver con su contenido.
En aquello, espiritualmente esencia que se revela a la intuición, se halla contenido aquello, que desde
anteriores vidas terrenales se extiende a las siguientes. Y es en el ámbito aquí concerniente, donde la
Antroposofía se aproxima a las cuestiones de las reiteradas vidas terrenales y el asunto del destino. Así como
el cuerpo se profesa en actividad nerviosa, en acontecer rítmico y procesos metabólicos, el espíritu del
hombre lo lleva a cabo en aquello que se manifiesta en imaginaciones, inspiraciones e intuiciones.
Así como el cuerpo vive y se expresa en la actividad nerviosa, el acontecer rítmico y en los procesos
metabólicos, así el espíritu del hombre lo hace en aquello que se manifiesta en imaginaciones, inspiraciones,
intuiciones. Y así como el cuerpo en su ámbito permite co-vivenciar hacia dos lados la esencia de su mundo
exterior, vale decir, en los procesos sensorios y los procesos del movimiento, así el espíritu lo hace hacia un
lado, vivenciando la vida anímica representativa, de MANERA IMAGINATIVA, también en la conciencia
común; y hacia el otro lado, configurando impulsos INTUITIVOS en el querer, que se plasman a través de
procesos metabólicos. Al orienta la mirada hacia el cuerpo, encontramos la actividad nerviosa, que existe
como ser representativo; al contemplar al espíritu, vemos al contenido espiritual de las imaginaciones, que
fluye justamente hacia el interior de ese ser-representativo.

EDUCACIÓN: APRENDER A RESPIRAR CORRECTAMENTE. “El Estudio del


hombre”, primera conferencia, 21/08/1919. Rudolf Steiner

Traducción: Ana María Rauh

..La Educación puede comenzar recién, cuando el niño se encuentra integrado al orden mundial del plano
físico, y esto es, cuando el niño comienza a respirar el aire exterior.
Cuando el niño ha salido al plano físico, tenemos que tomar conciencia, de aquello que ha acontecido para el
niño, en la transición de un plano espiritual a un plano físico. Tenemos que tomar conciencia sobre todo, que
el ser humano se compone de dos miembros. Con anterioridad a que el ser del hombre llaga a la tierra física,
se entra a una relación entre el espíritu y el alma; el espíritu, en la medida que con esto entendemos aquello,
que hoy aún se halla muy oculto, lo cual en lo científico-espiritual lo llamamos: Hombre-espíritu, Espíritu de
vida, Yo-espiritual. Con estos tres miembros del ser del hombre sucede que en cierta manera existen en la
esfera suprasensoria, hacia la cual nos tenemos que abrir paso y, entre la muerte y un nuevo nacimiento, y nos
encontramos en una determinada relación hacia el Hombre-espíritu, Espíritu de vida y Yo espiritual. La
fuerza que parte de esa trinidad, compenetra lo anímico del hombre: Alma conciente, alma racional y alma
sensible.
Y si contemplaríamos al ser del hombre, al cabo de pasar por la existencia entre la muerte y un nuevo
nacimiento, y se dispone a descender a la Tierra, veríamos lo espiritual que acabamos de mencionar, entre-
sujeto con lo anímico. Por cierto, el hombre desciende a la existencia terrenal, como espíritu-anímico, o alma
espíritu, desde una esfera superior. Se rodea con la vestimenta de la existencia terrenal. De igual manera
podemos caracterizar a ese otro miembro del ser, que se une con el recién mencionado, podemos decir: allá
abajo, en la Tierra, al Alma-espíritu se le aporta aquello, que se genera a través de los procesos de la herencia
física. Entonces, al alma-espíritu, o espíritu-alma, se le acerca el cuerpo-físico, de modo tal, que nuevamente
se hallan unidas dos trinidades: hombre espíritu, espíritu de vida y yo espiritual, con lo anímico, que consiste
de alma consciente, alma racional y alma sensible. Las mismas están conectadas entre sí, y al descender al
mundo físico deben conectarse con el cuerpo sensible o cuerpo astral, el cuerpo etérico y el cuerpo físico.
Estos empero, por su parte se hallan conectado en primer término en el cuerpo de la madre, luego en el mundo
físico, con los tres imperios del mundo físico: el mineral, el vegetal y el animal, de modo tal, que también
aquí, se encuentran unidas dos trinidades.
Al contemplar al niño que ha crecido para integrarse al mundo con la necesaria imparcialidad, entonces
podremos percibir con la correcta imparcialidad: allí, en el niño aun se encuentra unido es espíritu del alma o
el alma espiritual, con el cuerpo físico o el físico corporal. La misión de la educación, entendida en el sentido
espiritual, significa el conducir a la consonancia al espíritu del alma con el cuerpo físico o el físico corpóreo.
Los mismos tienen que llegar a la armonía mutua, a la consonancia dad que, al nacer el niño en el mundo
físico, aún no han llegado a la concordancia. La misión del educador y también de la enseñanza s, la
afinación de estos dos miembros.
Concretemos algo más esta tarea. Entre todas estas relaciones que el hombre tiene hacia el mundo exterior,
la más importante es la respiración. Con la misma comenzamos, al entrar al mundo físico. La respiración en
el cuerpo materno, es aún una respiración preparatoria, n conduce aún a una conexión plena con el mundo
exterior. Aquello, que en el real sentido de la palabra, el hombre lo inicia recién después de abandonar al
vientre materno. Ese respirar cobra una enorme importancia para la entidad humana, dado que en el mismo
yace ya, todo el sistema trimembrado del hombre físico.
Atribuimos el metabolismo a los miembros del sistema humano físico trimembrado. El metabolismo empero,
en una de sus terminaciones se encuentra íntimamente ligado con la respiración. Asimismo es de índole
metabólica la conexión entre el proceso respiratorio y la circulación sanguínea, pues esta 1 recibe las materias
introducidas por otra vía, del mundo exterior, de modo tal, que por el otro lado, la respiración está relacionada
con todo el sistema metabólico. Por lo tanto, tiene sus propias funciones, pero asimismo esta relacionado con
el sistema metabólico.
Esta respiración asimismo está relacionada con la vida nervio-sensoria del hombre- Al inhalar, de manera
constante presionamos hacia el interior del cerebro el líquido cefálico; al exhalar, lo presionamos de retorno al
cuerpo. De esta manera, trasladamos al ritmo respiratorio al cerebro. Y, tal como la respiración por un lado
está relacionada con el metabolismo, así por el otro lado con la vida nervio-sensoria. Podemos decir: la
respiración es el mediador más importante del hombre que llega al mundo físico, con el mundo exterior físico.
Tenemos empero asimismo que tener conciencia, de que ese respirar aún no se lleva a cabo de manera tal,
como tiene que acontecer con plenitud, para el mantenimiento de la vida física del hombre, sobre todo, con
respecto a un lado: en el ser humano que llega a la existencia física no está establecido aún la correcta
armonía, entre el proceso respiratorio y el proceso nervio-sensorio.
Al contemplar al niño, tenemos que decir: el niño aún no ha aprendido a respirar de manera tal, que la
respiración de correcta manera mantenga al proceso nervio-sensorio. Allí yace nuevamente la refinada
característica de aquello, que debe hacerse con el niño.
En primer lugar tenemos que entender la entidad humana, de manera antroposófica antropológica. Las
medidas más importantes de la educación, por lo tanto deberían darse en la observación de todo aquello, que
de manera correcta organiza al proceso respiratorio hacia el proceso nervio-sensorio. En un sentido superior,
el niño tiene que aprender, a recepcionar en su espíritu aquello, que le puede ser dad por el hecho de que ha
nacido para respirar. Vemos, que esa parte de la educación se inclinará hacia lo espiritual-anímico: por el
hecho que armonizamos la respiración con el proceso nervio-sensorio, introducimos lo espiritual-anímico a la
vida física del niño. Dicho de manera burda, podríamos decir: el niño aún no puede respirar de correcta
manera interior y la educación deberá consistir, en enseñarle esta correcta manera.
Hay otra cosa más aún, que el niño no domina correctamente, y a ello nos tenemos que dedicar para poder
crear una consonancia entre los dos miembros del ser, el cuerpo físico y el alma espiritual. Aquello, que el
niño no domina en el comienzo de su existencia –puede llamar nuestra atención, que por lo general, aquello
que tenemos que remarcar espiritualmente, parece contraír al orden mundial externo- es, llevar a cabo el
cambio entre el estar dormido y el estar despierto de un modo correspondiente al ser humano. Visto desde
afuera podemos decir: el niño duerme muy bien; duerme mucho más tiempo que el hombre más adelante en la
vida, de hecho entra a la vida durmiendo. Pero aquello que interiormente subyace al dormir y al estar
despierto, esto aún no lo domina. El niño vivencia múltiples cosas en el plano físico. Utiliza sus miembros,
como, bebe y respira. Pero, mientras hace todas estas cosas, en el plano físico, al variar entre el dormir y el
estar despierto, lo que experimenta en el plano físico, lo que ve con sus ojos, lo que escucha con su oído, lo
que lleva a cabo con sus manitos y sus piernas, no o puede trasladar al mundo espiritual, elaborarlo allí y
retornar al resultado del trabajo al plano físico. Su sueño se caracteriza por el hecho, de que se trata de un
sueño diferente al sueño del adulto. En el sueño del adulto, con preferencia se elabora aquello, que el hombre
experimenta entre el despertar y el quedar dormido. El niño aún no puede trasladar al sueño aquello que
experimenta entre el despertar y el quedar dormido y con el dormir se integra al orden mundial general, que a
ese orden mundial durante el estar dormido no aporta aquello que ha experimentado exteriormente en el
mundo físico. A través de la educación apropiada tenemos que lograr, que aquello que el hombre
experimenta en el plano físico, sea conducido hacia aquello, que el alma espíritu o el espíritu alma hace,

1
Copia textual en las líneas omitidas de la edición de Editorial Antroposofíca
desde el quedar dormido hasta el despertar. Omo educadores o como docentes, al niño nada le podemos
inculcar cerca de los mundos superiores. Dado que aquello que entra al hombre procedente de los mundos
superiores, entra durante el tiempo que transcurre desde el quedar dormido, hasta el despertar. Tan solo
podemos emplear el tiempo que el hombre pasa en el plano físico, que justamente aquello que con él
hacemos, lo pueda conducir al mundo espiritual y que mediante este traslado a su vez, al mundo físico pueda
fluir de retorno la fuerza que pueda llevar consigo desde el mundo espiritual, para luego ser un hombre de
bien en la existencia física.
Así, en principio toda la actividad docente y educativa es guiada a un campo muy elevado, a la enseñanza de
la correcta respiración y a la enseñanza del ritmo correcto entre el dormir y el estar despierto. Al educar y al
enseñar, naturalmente conoceremos reglamentos de comportamiento tales, que no se limitan a un
entrenamiento de la respiración o un entrenamiento del dormir o del estar despierto. Todo esto permanecerá
relegado a un segundo plano. Lo que conoceremos, serán reglamentos concretos. Pero, hasta en los
fundamentos, tenemos que tener conciencia de aquello que hacemos. Y tendremos que tomar conciencia del
hecho, de que al suministrarle un objetivo didáctico de determinada índole, estamos actuando sobre el integrar
del alma-espíritu al cuerpo físico y, en la dirección opuesta sobre la integración de la corporeidad al alma-
espíritu.
No sub-valoremos la importancia de aquello que acabo de decir dado, que no podemos ser buenos educadores
y buenos docentes al prestar atención tan solo a lo que HACEMOS, sin prestar atención a aquello que
SOMOS…
…Un maestro que se ocupa con pensamientos acerca del ser humano en evolución, cobra un efecto muy
diferente sobre los alumnos, que un maestro que de todo esto nada sabe, que jamás a sus pensamientos ha
guiado hacia ese destino. Dado que ¿qué acontece en el momento, en el cual meditamos acerca de tales ideas,
vale decir , en el cual comenzamos a saber, qué importancia cósmica tiene el proceso respiratorio y su
transformación en la educación, qué importancia tiene el proceso del ritmo, entre el dormir y el estar
despierto? En el momento en el cual tenemos estos pensamientos, algo en nuestro interior se debate con todo
aquello que es mero espíritu personal. En ese momento se moderan, se atenúan todas las instancias, que
subyacen al espíritu personal; desaparece algo de aquello, que existe en mayor medida en el ser humano, por
el hecho de ser un hombre físico.
Y, al vivir en esa instancia de desaparición, y al estar entrando en el aula, una fuerza interior promueve, que
se genere una relación entre los alumnos y nosotros…
… Toda nuestra postura como docente no sería completa, si no tuviéramos la conciencia: el hombre ha
nacido; de esa manera se le ha dado la posibilidad de realizar aquello, que no pudo llevar a cabo en el mundo
espiritual. Tenemos que educar y enseñar, tenemos que dar a la respiración, la armonía certera hacia el
mundo espiritual. En el mundo espiritual, el hombre no pudo llevar a cabo de la misma manera, el cambio
rítmico entre el estar despierto y el estar dormido, tal como lo hace en el mundo físico. Mediante educación y
enseñanza tenemos que regular ese ritmo de manera tal, que de correcta forma pueda membrarse el físico
corpóreo (Körperbeib) o el cuerpo físico (Leibeskörper) en el espíritu anímico (Seelengeist) o alma
esourutyak (Geistseele).
Esto es algo, que naturalmente no tenemos frente a nosotros a modo de una abstracción, para implementarla
de manera inmediata, pero debe dominarnos a modo de idea referida a la entidad humana.

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