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mismas a través del tiempo al restringir o eliminar el flujo genético entre los individuos de
diferentes poblaciones.176177178179
Las especies distintas pueden ser interfértiles, dependiendo de cuánto han divergido desde su
ancestro común; por ejemplo, la yegua y el asno pueden aparearse y producir la mula.180 Tales
híbridos son generalmente estériles debido a las diferencias cromosómicas entre las especies
parentales, que impiden el emparejamiento correcto de los cromosomas durante la meiosis. En
este caso, las especies estrechamente relacionadas pueden cruzarse con regularidad, pero la
selección natural actúa contra los híbridos. Sin embargo, de vez en cuando se forman híbridos
viables y fértiles que pueden presentar propiedades intermedias entre sus especies paternales o
poseer un fenotipo totalmente nuevo.181
Hay dos mecanismos básicos de cambio evolutivo: la selección natural y la deriva genética. La
selección natural favorece a los genes que mejoran la capacidad de supervivencia y reproducción
del organismo. La deriva genética es el cambio en la frecuencia de los alelos, provocado por
transmisión aleatoria de los genes de una generación a la siguiente. La importancia relativa de la
selección natural y de la deriva genética en una población varía dependiendo de la fuerza de la
selección y del tamaño poblacional efectivo, que es el número de ejemplares de esa población
capaces de reproducirse.188 La selección natural suele predominar en las poblaciones grandes,
mientras que la deriva genética predomina en las pequeñas. El predominio de la deriva genética
en poblaciones pequeñas puede llevar incluso a la fijación de mutaciones ligeramente
deletéreas.189 Como resultado de ello, los cambios en el tamaño de una población pueden influir
significativamente en el curso de la evolución. Los denominados «cuellos de botella», o descensos
drásticos temporarios del tamaño efectivo de la población, suponen una