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Informe de lectura - Juan Pablo Pardo – Moral de virtudes – P. Bernardo García.

LA VIRTUD DE RELIGION Y LA VIDA CRISTIANA


La virtud de Religión se deriva del amor a Dios. Inclina la voluntad a dar a Dios el culto que le es debido
como principio y Señor de todo.

- Adoración y culto: La adoración es el primer acto de la virtud de la religión. EL culto de


adoración es debido solamente a Dios, pues solamente Él es santo en sí mismo; el principio y fin de todo.
La humanidad de Cristo es objeto de adoración porque por virtud de la unión hipostática está llena de la
gloria de la divinidad. La Madre del Salvador, merece un culto especial, superior al que se tributa a
cualquier criatura: se llama culto de hiperdulía. Los santos son dignos de honor y veneración en cuanto en
ellos se refleja la gloria de Dios. El culto a ellos independiente de la gloria de Dios sería una idolatría.

- La virtud de la piedad: La piedad, don del Espíritu Santo, es la que despierta sentimientos filiales
para con Dios (cf. ST.2,2,121,1). Dado que la piedad es la que alimenta el amor, es preciso admitir que es
ella la causa inmediata de la devoción.

- La devoción interior: La devoción interior es el alma de todo acto de culto. Fundamentalmente la


devoción interior consiste en la amorosa disposición para adorar a Dios en espíritu y en verdad. Es fruto
del amor divino.

- El culto externo: El culto externo es exigido por la condición misma de la persona humana, ser a la
vez espiritual y corpóreo. La religión, como fundadora que es de la comunidad, pide una expresión externa
y visible del culto. En el culto de la Iglesia está Cristo presente, y ante ello es necesario tener en cuenta que
para que los actos externos de culto sean auténticos, se requiere que estén animados por el espíritu de
piedad, devoción y vida interior.

- Santificar las fiestas: Tienen deber de hacer el acto de fe: 1. Los adultos cuando van a ser
bautizados. 2. Quienes fueron bautizados cuando no tenían uso de razón, se les exige el acto de fe
cuando lleguen al uso de razón. 3. Cuando el Magisterio de la Iglesia define una verdad de fe debe hacer
acto de fe. 4. Cuando la persona está expuesta a grandes tentaciones, debe combatirlas
con el acto de fe.
Deber de confesar la fe: Hay obligación de confesar la fe siempre que así lo exija la gloria de Dios y
el bien espiritual del prójimo; y no es lícito negarla, por ningún motivo, ni siquiera por temor a la muerte.
Deber de propagar la fe: Hemos recibido del Señor el encargo de predicar la fe en todo el mundo: "Id
por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación" (Mc.16,15; cf. Mt.28,19). El hecho
mismo del don recibido nos debe mover a difundirlo.
Deber de defender la fe: Hay que preservar la fe de los peligros que la amenacen, por ello, cuando la
fe es atacada hay que defenderla sobre todo exponiendo claramente la verdad, sustentada por una vida
ordenada.
Deber de someterse al magisterio de la iglesia: El oficio pastoral del Magisterio está dirigido, así,
a velar para que el Pueblo de Dios permanezca en la verdad. Para cumplir este servicio, Cristo ha dotado a
los pastores con el carisma de infalibilidad en materia de fe y de costumbres. El ejercicio de este carisma
puede revestir varias modalidades: 1. "El Romano Pontífice”: quien goza de esta infalibilidad en virtud de
su ministerio cuando, como Pastor y Maestro supremo de todos los fieles que confirma en la fe a sus
hermanos. 2. La infalibilidad prometida a la Iglesia reside también en el Cuerpo episcopal cuando ejerce el
magisterio supremo con el sucesor de Pedro (como un concilio ecuménico). 3. La asistencia divina es
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también concedida a los sucesores de los apóstoles (los Obispos) cuando enseñan en comunión con el
sucesor de Pedro.

Pecados contra la fe. Hay diversas maneras de pecar contra la fe:


La duda voluntaria: Respecto a la fe descuida o rechaza tener por verdadero lo que Dios ha revelado y
la Iglesia propone creer.
La duda involuntaria: Designa la vacilación en creer, la dificultad de superar las objeciones con
respecto a la fe o también la ansiedad suscitada por la oscuridad de ésta.
La incredulidad: Es el menosprecio de la verdad revelada o el rechazo voluntario de prestarle
asentimiento. Se presenta especialmente bajo estas formas:
Ateísmo, teórico o práctico: El teórico niega la existencia de Dios, y el práctico, vive como si Dios no
existiera.
Indiferentismo: También se vive como si Dios no existiera.
Secularismo: Excluye de la vida humana la dimensión trascendente.
Anticristianismo: No combate la vida de Dios sino la de Cristo.
La herejía: La negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con
fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma.
La apostasía: Es el total abandono y rechazo de la fe cristiana recibida en el bautismo.
Cisma: El rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él
sometidos" (CIC can.751)
Dudas contra la fe: Se trata del caso de quien, sin impugnar las verdades de fe, no las acepta, sino que
las pone en "tela de juicio". Hay dudas que no son otra cosa que dificultad para entender lo que propone la
fe.

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