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Secip-DPPG-Lección 3 PDF
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LECCIÓN 3ª.- Fuentes, Garantías y límites del Derecho penal de un Estado social
y democrático de Derecho (I)
1.- Fuentes del Derecho penal
2.- Límites, principios y garantías penales del Estado social y democrático de Derecho
3.- El principio de legalidad
del Derecho derivado de las instituciones de la Unión Europea. Las Directivas comunitarias,
principales normas de Derecho europeo, pueden entenderse más bien como normas sin
alcance general que obligan sólo al Estado destinatario y únicamente sobre el resultado,
dejando total libertad a los Estados a la hora de determinar los medios para conseguirlo. Si,
por tanto, se afirma que una Directiva no incorporada al Ordenamiento jurídico interno no
puede hacer nacer ni obligaciones para los particulares frente a otros particulares ni, con
mayor razón, frente al propio Estado, a menos que exista una Ley interna creada por un
Estado miembro con la finalidad de hacer aplicable las obligaciones establecidas por la
citada norma comunitaria, parece indudable que aún no puedan ser consideradas fuentes
directas sino, más bien, fuentes indirectas de Derecho penal. Eso sí, como sostiene
CUERDA RIEZU, la vigencia de los principios de primacía y de eficacia directa impone al
Derecho penal estatal “[…] tomar en consideración las normas de Derecho Comunitario,
puesto que no es posible rechazar a priori la hipótesis de que el Derecho Comunitario
influya de alguna manera sobre las normas penales estatales, modificándolas en su
contenido”.
En cuanto a la jurisprudencia, la misma no tiene carácter creador, pero sí gran
importancia en la aplicación del Derecho penal. Ello es así dado que, conforme a nuestro
sistema político-constitucional, el poder punitivo del Estado se asigna en la faceta de
creación de normas al poder legislativo y en la faceta de aplicación de la sanción penal al
poder judicial.
También es usual considerar “fuente directa negativa del Derecho penal”, a la
jurisprudencia del Tribunal Constitucional, concretamente a aquellas SSTC que suponen la
declaración de inconstitucionalidad de una norma y, por tanto, su inmediata derogación. En
realidad, no se les puede atribuir a dichas SSTC el apelativo de fuentes del Derecho penal,
puesto que se ha utilizado unas líneas más arriba ese calificativo con el sentido de
creación, y las mismas no crean ni delitos ni penas. Su incidencia en la vigencia de las
normas penales es, sin embargo, más que evidente, y la referencia a ellas como “fuentes
indirectas” no hace más que representar la realidad del efecto que las Sentencias pueden
producir en los delitos.
Derecho penal, sino como principios derivados de la propia razón legitimadora del
Derecho penal. Ello se debe a dos razones fundamentales.
La primera es que algunos de los principios como el de intervención
mínima y el de proporcionalidad tienen una relación aún más íntima con el
fundamento material del Derecho penal que el de ser meros límites de este
Ordenamiento jurídico, en cuanto que configuran, junto con la necesidad de
intervención penal, el auténtico fundamento material del Derecho penal de un
Estado social y democrático de Derecho, que será aquél que intervenga en
última instancia y de forma proporcionada para evitar los ataques más graves a
los bienes jurídicos dignos de protección.
La segunda no es más que el corolario de esta primera, y fue apuntada
ya hace mucho tiempo SILVA SÁNCHEZ cuando señaló que “[e]l Derecho penal
no se legitima sólo por el fundamento utilitarista, sino que es preciso que
responda también –en toda su globalidad como institución– a las exigencias
garantísticas”. Es también la función garantística del Derecho penal, pues, la
que al final dota al mismo de legitimidad, dado que sus funciones
fundamentales son tales justamente por ser límites del Derecho penal. Como
bien dijo PÉREZ MANZANO, todo lo que limita la pena es, a su vez, su
fundamento, y si pretendemos otorgar un contenido material al Derecho penal,
el mismo no puede limitarse a la voluntad de protección de los intereses que
conforman la vida del individuo en sociedad, sino que ello tiene que
relacionarse con todos y cada uno de los parámetros materiales de carácter
político o externos a la propia norma, pero directamente derivados de la
configuración política del Estado social y democrático de Derecho. Ello no
implica, como señala QUINTERO OLIVARES, que todos estos principios deban
tener refrendo constitucional específico, dado que ni siquiera están expresados
como tales en la mayoría de los Códigos penales europeos
omisiones previstas como tales en este Código”. Finalmente, el artículo 4.2 CP 1995
establece, en garantía del cumplimiento de lo anterior, que “[e]n el caso de que un
Juez o Tribunal, en el ejercicio de su jurisdicción, tenga conocimiento de alguna acción
u omisión que, sin estar penada por la Ley, estime digna de represión, se abstendrá de
todo procedimiento sobre ella y expondrá al Gobierno las razones que le asistan para
creer que debiera ser objeto de sanción penal”.
Su existencia viene a suponer cuatro garantías de diferente contenido y
significado1: la reserva de Ley, la irretroactividad, la prohibición de analogía y la
taxatividad o determinación. Así, y como anuncia CARBONELL MATEU, el principio de
legalidad supone que “no hay delito si no hay [L]ey previa, escrita y estricta, no hay
pena sin [L]ey, la pena no puede ser impuesta sino en virtud de un juicio justo y de
acuerdo con lo previsto por la [L]ey y la ejecución de la pena ha de ajustarse a lo
previsto en la [L]ey y en los reglamentos”; son éstas las denominadas garantías
criminal, penal, procesal o jurisdiccional y de ejecución. De estas cuatro
consecuencias las dos primeras se dirigen al poder judicial y las dos siguientes al
poder legislativo:
A) “Lex scripta”, que supone la exclusión del Derecho consuetudinario como
fuente del derecho penal
B) “Lex stricta”, que supone la prohibición de analogía o, más propiamente, de
la analogía “in malam partem”.
C) “Lex certa”, que hace referencia a la determinación o taxatividad de la Ley
penal.
D) “Lex praevia” o prohibición de retroactividad (o, más propiamente,
irretroactividad de la ley penal no favorable, aunque bien es cierto que la Ley
penal favorable sólo es retroactiva bajo determinadas condiciones).
Junto con estas garantías, hay que puntualizar que la mayoría de autores
estudian el principio “ne bis in idem” de forma estrechamente vinculada al principio de
legalidad, Es cierto, sin embargo, que también existen otros autores que, pese a
estudiarlo dentro del principio de legalidad, consideran que sería más correcto
considerar incluida la prohibición “ne bis in idem” dentro del principio de
proporcionalidad de la pena Desde aquí vengo a considerar que el principio “ne bis in
idem” tiene sustantividad propia y, como tal, ha de considerarse de forma autónoma,
sin perjuicio de aceptar su constitucionalmente admitida vinculación con el principio de
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“DERECHO PENAL I” – LECCIÓN 3
Profesor: Fernando Miró Llinares
legalidad (STC 2/1981, de 30 de enero), de tal forma que abordaremos su estudio más
adelante.
La CE 1978 reconoce en su artículo 25.1 la legalidad penal como un derecho
fundamental del ciudadano cuyo contenido garantista se reconoce en una doble
exigencia: garantía de legitimación y garantía de seguridad, convergiendo ambas
direcciones “en un postulado superior y de trascendental alcance: la interdicción de la
arbitrariedad del Estado en el ejercicio de la potestad punitiva […] condensada en la
expresión que utiliza la doctrina italiana aludiendo al «monopolio de criminalización»
atribuido al poder legislativo”.
Tradicionalmente se han utilizado tres criterios para fundamentar la necesidad
y relevancia en el Derecho penal moderno del principio de legalidad.
El primero sería que el Estado de Derecho debe proteger al
individuo no sólo mediante el Derecho penal, sino también del propio
Derecho penal2, en el sentido que decía VON LISZT de convertir el
Código penal en la “Carta Magna del delincuente”. Fruto de ello puede
destacarse la profunda formalización que singulariza al Derecho penal
respecto a otros medios de control social”, lo cual tiene que ver, en una
medida muy importante, con la juridicidad de la respuesta a la
desviación.
El segundo de esos criterios tradicionales es y ha sido la
prevención del delito: “[s]i el Estado quiere prevenir el delito futuro, ha
de advertir al ciudadano, anticipadamente, con la publicidad que sólo
proporciona la [L]ey previa, la pena con que amenaza y el
comportamiento amenazado”. Conviene ser cuidadosos, sin embargo,
con una interpretación estricta de este fundamento preventivo del
principio de legalidad, debido a las consecuencias que ello podría
suponer, tales como exigir para la consideración de delito que el autor
del delito no sólo conociera que sus comportamientos suponen la
realización de un comportamiento contrario a Derecho, sino, incluso, la
clase y medida de la pena a imponer, lo cual, por supuesto, no se exige
hoy para estimar la culpabilidad del delincuente, ni, por consiguiente,
para imponerle la pena.
3 DOVAL PAIS, A.: Posibilidades y límites para la formulación de las normas penales. El caso de
las leyes en blanco, Tirant lo Blanch, Valencia, 1999, pág. 99.
“DERECHO PENAL I” – LECCIÓN 3
Profesor: Fernando Miró Llinares
4 RODRÍGUEZ RAMOS, L.: “Reserva de Ley Orgánica para las normas penales”, en COBO
DEL ROSAL, M. (Dir.): Comentarios a la legislación penal. Tomo I. Derecho penal y Constitución,
Edersa, Madrid, 1982, pág. 306.