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La construcción del significado

El funcionamiento de una empresa o de un robot


y el significado de un mensaje se rigen por las
mismas leyes.

El todo es más que la suma de sus partes. Y además de “ser más”, el todo
resultante es otra cosa diferente.

La clave de este asunto es que un “todo” no es una cosa. Es un corpus, una


totalidad orgánica. Y es por eso que ese todo funciona o significa, según si se
trata de un sistema complejo o de un mensaje.

Por tanto, ese todo no puede ser una simple suma porque ella es un agregado
de cifras puestas una debajo de otras, y el orden en que se coloquen no altera
el resultado, que siempre será el mismo. En esta operación, cada cifra expresa
una cantidad, y la suma no es otra cosa diferente, sino otra cantidad mayor.

Pero esto no es así en un todo complejo como una empresa, un robot o un


mensaje. Para empezar, sus componentes, además de ser cuantiosos y
diversos, son de naturaleza diferente y cumplen distintas funciones
especializadas. Obviamente, el funcionamiento del todo es infinitamente
diferente y es más complejo que el funcionamiento de cada una de sus partes.
¿Un ejemplo? Tu propio cuerpo.

Por consiguiente, las partes que hacen un todo no son sumables. ¿Por qué?
Pues porque en un todo orgánico complejo hay un principio que para nada es
sumativo o aditivo. Se trata de un principio de organización. Y eso obliga a
olvidarse de sumas y pensar en las disposiciones de los órganos cada uno en
su lugar, y en sus constantes relaciones y sus interacciones. Cuestión múltiple,
por cierto, que incluye y combina: partes, estructuras, mecanismos, funciones y
leyes.

Relaciones

Lo que determina un todo complejo es, pues, la organización, la disposición de


las partes y las relaciones e interacciones entre ellas. Ese modelo está en tu
computadora, en una sociedad y en un cuadro de Van Gogh. Es la estructura,
la anatomía del todo. Ella determina, y al mismo tiempo está determinada, por
las necesidades vitales del funcionamiento del todo.

De ahí la complejidad de los sistemas, como el sistema solar o el sistema


planetario, el sistema nervioso o el sistema inmunitario; el sistema social, el
sistema educativo o el sistema económico. O también la complejidad de una
construcción compleja, como un ministerio, la organización del tráfico en una
ciudad como Sâo Paulo, un concierto de Bach o un espectáculo del Cirque du
Soleil.
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Lo que caracteriza un todo complejo, además de su estructura fundamental y


de la cantidad y las características diversas de sus componentes, es que éstos
sólo tienen sentido dentro del todo. Cada parte tiene su función, y eso es lo que
la justifica como integrante de la totalidad. Esto lo entiendes muy bien si
desmontas una bicicleta. Pero también lo entenderás, y con menos esfuerzo, si
suprimes algún elemento de un cuadro de Miró. Cada componente tiene su
razón de ser y es indispensable en la bicicleta y en el cuadro. Y también en tu
propio organismo

Estructura

“El todo es más que la suma de las partes” es el principio simple del
estructuralismo. El concepto estructuralista entiende la realidad que estudia
como una serie de estructuras más pequeñas (subestructuras) formadas por
elementos solidarios entre sí, de manera que ninguno de ellos puede ser
suprimido o modificado sin que esto afecte a los demás, a la estructura en su
conjunto a y su funcionamiento (si es un organismo vivo o artificial) o a su
significado (si es un mensaje).

En el campo de la psicología, el estructuralismo fue revelado por la psicología


de la Forma (Gestalt). Y sus fundamentos están presentes en toda
construcción (incluso si es mental) y en todo producto de comunicación. Así, un
diseño gráfico es un sistema semiótico. Su función es producir en la mente del
espectador, significados (junto con una experiencia estética de propina). En
cambio, un objeto construido, como un coche o una computadora, no están
hechos para significar (esa es la propina), sino para desplazarse por la ciudad
o para el tratamiento de datos.

La estructura de un todo complejo se rige por una ley, tanto para funcionar
como para significar. Es la ley de niveles de organización, o de observación o
de significación. Puede ser que la cosa que observamos sea relativamente
sencilla, tenga varios niveles estructurales -cuantos más, más complejo será el
todo-, pero siempre hay, en los extremos que delimitan toda realidad, un nivel
mínimo inferior absolutamente simple, y un nivel superior que puede ser
hipercomplejo. Entre ambos niveles-límite se articula el funcionamiento o el
significado. La complejidad del todo aumenta no sólo con el número de
elementos que contiene, sino también con el número de niveles (de
organización, de funcionamiento o de significación). La complejidad crece hacia
arriba.

Esta ley de niveles estructurales nos ayuda a comprender el todo y las partes
de los fenómenos y de los problemas. Y es tan válida para una obra de
ingeniería, como por ejemplo el Gran Colisionador de Hedrones que está en
Ginebra y costó 6.000 millones de euros, como para una estructura simbólica:
una poesía o una canción.
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Signo

Recordemos que, para la Semiótica es signo todo aquello que significa algo
para alguien. Por tanto, cada elemento, cada subgrupo y cada nivel de un
mensaje, es signo porque significan, aunque parcialmente.

Ahora tendremos que combinar signos y estructuras. Pensemos en un todo


significante, por ejemplo, un gran libro de la literatura clásica como Madame
Bovary, y veamos cómo funcionan sus niveles de significación.

En el nivel inferior de la estructura literaria hay simplicidad en grado máximo: es


el nivel de los signos alfabéticos. Los llamamos “signos” porque las letras ya
comienzan a significar fónicamente: la letra A equivale al sonido “a”. Pero esa
equivalencia es sólo funcional, y corresponde a la mecánica de la lectura. Y no
tiene significado semántico, como sí lo tienen las palabras.

Ahora bien, por debajo de los signos alfabéticos tenemos el nivel mínimo de los
infrasignos, llamados así porque ellos no poseen significado alguno. Son los
trazos simples, verticales y horizontales con que componemos las letras
/E/F/H/I/L/T/, y los inclinados y curvos con que se forman las demás letras del
alfabeto. Pero como los trazos simples no tienen estructura formal, no
significan. No llegan a ser signos, ni siquiera funcionales, porque no tienen
estructura.

El término Estructura tiene el sentido de Forma, Gestalt, o más exactamente,


configuración (un punto o una línea también tienen forma, pero no son
configuraciones, no son estructuras).

La estructura gráfica del signo alfabético (o numeral, o musical, etc.) es lo que


hace que cada signo del sistema sea diferenciable, memorizable y utilizable.
Sobre todo en las mayúsculas, que por ser más simples formalmente que las
minúsculas gracias a su estructura geométrica, son las más adecuadas para el
aprendizaje de la lectura.

Niveles

Hemos pasado del nivel de infrasigno (trazo no significante) al nivel de signo


(significante unívoco). De ahí pasaremos al nivel sucesivo: el supersigno
(significado complejo). La secuencia es: letra-palabra-sintagma-oración-
párrafo-capítulo-libro. Niveles de observación de mínimo a máximo.
El elemento que elijamos será signo, su inferior infrasigno y su superior
supersigno. Si tomamos un libro como un todo (supersigno), un capítulo será
signo, pero un párrafo será un infrasigno o relación al capítulo entero, cuyo
significado es nulo fuera del todo.

Por supuesto que se puede cambiar el nivel de observación, dependiendo del


elemento que se quiera observar.
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Empezando por el nivel superior, el Quijote o el Kamasutra es el supersigno.


El siguiente nivel será un capítulo, el sucesivo un párrafo, acto seguido una
oración, después un sintagma, luego una palabra y al final una letra. Pero aquí
lo que realmente importa no son las palabras infrasigno, signo y supersigno
(igual como podemos hablar de infraestrucura, estructura y superestructura).
Lo que importa comprender es el concepto estructuralista.

Pero después de todo, tal vez lo más interesante es que el relato del Quijote
emerge de las mismas 26 letras del Kamasutra. Igual como esas 26 letras son
construidas con los 6 trazos básicos. Cuando se desciende al fondo de lo más
complejo se llega a lo más simple.

Todo eso indica que:

― el significado de un mensaje o el funcionamiento de un sistema está en el


todo: la superestructura más compleja (si una organización es un sistema
funcional, un mensaje es un sistema semiótico)
― en el paso de la infra a la superestructura hay niveles de creciente
complejidad, y los niveles, igual como el contexto, son parte constitutiva del
funcionamiento o del significado
― la complejidad no es simplemente una cuestión cuantitativa. Aunque más
páginas, más capítulos y más letras en un libro sugieren mayor
complejidad, el aspecto cualitativo es fundamental. Es la creatividad y la
innovación, la complejidad combinatoria de la idea, las ideas supeditadas y
sus asociaciones, las explicaciones del texto, la retórica, el simbolismo, el
estilo, la historia contada… ¡y la experiencia vivida por el lector!. donde
está el significado.

En la interpretación del lector, o del observador de una imagen, asoma también


la psicología de la percepción. Y ello muestra la riqueza del concepto de
Forma. Porque nosotros percibimos simultáneamente el mensaje semántico y
el mensaje estético. Ambas experiencias son inseparables e instantáneas
porque son intrínsecas al hecho de ver.

El concepto de Forma es tan rico y diverso como la diversidad de los modos de


percibir de nuestro sistema sensorial. Como que los humanos somos animales
predominantemente visuales, privilegiamos la idea de forma en lo visible, y
también en lo táctil (las dos maneras fundamentales de aprehender el mundo).
Pero todo cuanto percibimos son formas: visuales, auditivas,táctiles, térmicas,
gustativas, etc. y, por supuesto, formas mentales, como cuando leemos un
texto, cuando pensamos, recordamos o imaginamos. Así lo muestro en mi libro
La forma de las ideas.

© Joan Costa

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