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Historia de Comercio
Historia de Comercio
INTRODUCCION:
El hombre, por naturaleza, tiene propensión al intercambio de una cosa por otra, es
decir a comerciar e intentar obtener beneficios de lo que produce. Hasta llegar a la
situación actual, esta actividad ha pasado por muchas etapas.
Dirigido por la oligarquía urbana de las ciudades de Levante como Tiro, Sidón o Biblos,
el comercio lo basaban en el intercambio de materias primas, principalmente metales
preciosos (oro de Libia -África-, plata de Iberia, bronce de Chipre y estaño de Anatolia e
incluso Gran Bretaña), por productos manufacturados que se unió a la difusión de ideas
tan importantes como el alfabeto, innovaciones tecnológicas en metalurgia y nuevos
cultivos (como la vid y olivo, aunque algunos autores consideran que llegaron con
anterioridad).
En cuanto a los métodos utilizados por estas gentes del Mediterráneo oriental, la
fórmula más desarrollada fue la que se realizaba en lugares específicos normalmente
de zonas portuarias: promontorios costeros, islotes cercanos a la costa o lugares
elevados próximos a las desembocaduras de los ríos. Otro modo sería el directo, es
decir, en la playa desembarcarían y negociarían con la otra parte cara a cara la cuantía
de la transacción.
rutas marítimas
Uno de los pueblos que más hizo por el comercio en la antigüedad es el fenicio.
Crearon una gran flota naval y abrieron importantes rutas por el Mediterráneo.
También en esta época, el comercio empieza a sustituir las mercancías como medio de
pago por objetos no perecederos o metales preciosos, que iban tomando formas
variadas dependiendo del lugar (ladrillos, arcos, conchas, cuchillos…).
A partir del siglo XII, se dieron profundos cambios en Europa, el comercio en la Edad
Media: la economía rural y cerrada, propia de la época feudal se transformó,
gradualmente en una economía abierta y comercial.
Entonces, la industria, los mercados y el dinero recobraron importancia. Este
renacimiento comercial, que llegó a su auge en el siglo XIII. se debió,
fundamentalmente, a las siguientes causas:
La paz en Europa, que ofreció seguridad en los caminos y en los mares, luego
de varios siglos de conflictos.
El aumento demográfico
A pesar de las escasas fuentes que tenemos para calcular el volumen de la población
en la Edad Media, se sabe, por aproximaciones basadas fundamentalmente en la
extensión de los cultivos, que desde el siglo XII hubo un gran aumento demográfico en
Europa. Los historiadores opinan que hacia el año 1 100 la población europea era de
unos 48 millones de habitantes; hacia el 1 200 pasó a ser de 61 millones de habitantes
y en el 1 300 superó los 73 millones. Este aumento demográfico, que exigió un mayor
desarrollo económico, al mismo tiempo propició una mayor disponibilidad de mano de
obra.
El comercio local
El primer tipo de el comercio en la edad media que cobró importancia en la Edad Media
fue el comercio local, es decir, el que se efectuaba del campo a la ciudad. A través de
este comercio, los campesinos libres y los señores feudales vendían sus excedentes a
la ciudad: productos agrarios, madera, cuero y lana principalmente.
Luego, con las ganancias obtenidas con sus ventas, compraban en las urbes
mercancías más elaboradas de las que no disponían en el campo como, por ejemplo,
telas y herramientas.
El comercio local nunca desapareció. Sin embargo, fue el comercio a larga distancia o
internacional el que caracterizó el renacimiento económico de la Edad Media.
Italia
Italia se benefició del comercio internacional, pues estaba al centro de una antigua red
vial romana y al medio del Mediterráneo. Por ello, y como consecuencia de las
cruzadas, sus ciudades controlaron el comercio con Oriente. Los puertos más
beneficiados con ello fueron Venecia, Génova y Pisa.
A través del Mediterráneo, Italia vendía a Oriente productos propios y artículos traídos
del norte de Europa. De Oriente, los comerciantes italianos llevaban a Europa
especias, sedas y perfumes.
Flandes
Otra zona comercial que gozaba de una situación estratégica era Flandes que se
hallaba frente al mar del Norte y en la que desembocaban varios ríos europeos, como
el Rin y el Mosna.
Rutas y transportes
Para comerciar a larga distancia, los comerciantes medievales contaron con tres rutas:
las vías terrestres, las fluviales y las marítimas. Aunque el transporte
terrestre permitía alcanzar zonas del interior sin ríos, fue siempre el más caro y
penoso, pues los caminos eran malos e inseguros y se debía pagar gran cantidad de
impuestos.
El medio de transporte más barato fue el marítimo, por eso fue el preferido a pesar
de los riesgos de naufragio y de piratería, de la poca capacidad de las naves y de la
lentitud del viaje. Además, un solo barco podía llevar las cargas de varios comerciantes
a la vez.
Organizaciones comerciales en el comercio en la Edad Media
La liga Hanseática
En los mares del norte, comerciantes alemanes organizaron una red de casas
comerciales que compraban y vendían productos desde Inglaterra hasta Rusia. Esta
red comercial conformó una corporación, la liga Hanseática, cuya sede se hallaba en
Lübeck. La liga llegó a incluir 200 ciudades. La naves hanseáticas transportaban una
gran variedad de artículos: miel y pieles de Rusia, pescado de Escandinavia y lana de
Inglaterra, entre otros productos más.
Las ferias
La actividad comercial se impuso en toda Europa en el transcurso del siglo XIII. Dentro
de un ambiente de plenitud económica, alcanzaron gran importancia las
ferias, grandes mercados situados en zonas de contacto entre el comercio
mediterráneo y el nórdico, a las que acudían mercaderes de todos los lugares de
Europa.
De todas las ferias que se celebraban en la Edad Media, las que alcanzaron mayor
renombre fueron las ferias de Champaña, que se instalaban en la llanura francesa de
ese nombre, a medio camino entre Venecia y Brujas. Las ferias de Champaña eran, por
lo tanto, lugares de encuentro entre los comerciantes flamencos e italianos.
Otros instrumentos de el comercio en la Edad Media
Paralelamente al desarrollo comercial a larga distancia, se produjo un
desarrollo monetario a través del cual la acuñación y la circulación monetaria
aumentaron.
Las primeras monedas que cobraron un valor internacional y que por lo tanto,
tenían vigencia en varios países, se hicieron a fines del siglo XII en Venecia: los
matapanes de plata. Después, Francia, Flandes e Inglaterra acuñaron, también,
monedas internacionales de plata.
La acuñación de oro en cambio, fue propia del siglo XIII. A partir de entonces, la
mayoría de los países europeos adoptó el bimetalismo monetario: el uso de
monedas de plata y de oro.
Puesto que viajar con grandes sumas de dinero era muy incómodo como
peligroso, la mayor parte del comercio comenzó a realizarse en forma de
transacciones a crédito.
De esta manera, un mercader italiano que quisiese comprar, por ejemplo, tejidos
en Flandes, podía pedir una letra de cambio en esa región y comprar lo
necesario y un tiempo después, pagarlo en Italia. Las letras de cambio eran
empleadas no sólo por comerciantes sino, también, por otros viajeros, con el
mismo fin que los modernos cheques de viaje.
Ferias y bancos
Las ferias de Champaña
Aunque las ferias se celebraron en todos los países europeos, en los siglos XII y XIII
todas quedaron relegadas por las ferias de Champaña: seis ferias que se celebraban a
lo largo de todo el año una vez en la aldea de Lagny, otra en Bar-sur-Aube, dos veces
en Provins y tres en Troyes. Estas ferias destacaron sobre todas las demás porque los
condes de Champaña las protegieron liberando de impuestos a los comerciantes que
acudían a ellas. Sobresalieron, también, por su situación geográfica, que las convirtió
en el principal lugar de encuentro de los mercaderes. Por eso, en aquella época, la
meta más importante de cualquier comerciante eran las ferias de Champaña. Las ferias
decayeron en el siglo XIV. cuando los comerciantes se volvieron sedentarios.
INTRODUCCION
Las grandes doctrinas político económicas bajo cuyas banderas —la humanidad se ha
encolumnado— muchas veces contraponiéndose en los últimos siglos, tienen su origen
en movimien1 tos y fenómenos surgidos, a menudo, muy atrás en el tiempo. Por lo
tanto resulta imprescindible referirse a los mismos para, a partir de allí, intentar un
bosquejo de las diferentes ideologías que, hasta nuestros días, han orientado y
orientan a los hombres.
Alrededor del 1500 puede situarse la eclosión de una verdadera revolución comercial,
que conmovió los cimientos del mundo conocido hasta el momento. El dominio que del
Mediterráneo ejercían las ciudades italianas, la introducción de monedas de circulación
general, la acumulación del capital sobrante de la navegación y de la minería, el deseo
de obtener especias del Lejano Oriente, todo ello estimuló ese ímpetu.
Los viajes marítimos del descubrimiento, liderados por España y Portugal, ampliaron el
universo y nuevos productos ingresaron a la ronda del comercio. Ingleses y franceses
no tardaron en seguir los pasos de aquellos primeros exploradores, con los que
compitieron. Los grandes imperios coloniales fueron tomando forma a partir de ese
momento y la actividad comercial adquirió visos de verdadera empresa mundial: el
monopolio comercial de las ciudades italianas estaba destruido.
Y otro fenómeno complementaba al anterior: el fabuloso drenaje de metales preciosos
que se embarcaban rumbo a las metrópolis, lo que permitió que en el año 1600
circulara por Europa la cantidad de mil millones de dólares en oro y plata.
EL MERCANTILISMO
El francés Jean Bodín y los británicos Tomás Mun y Tomás Hobbes figuraron entre los
principales propiciadores del Mercantilismo. Más adelante, Oliverio Cromwell —bajo
cuyo gobierno fue aprobada, en 1651, la Ley de Navegación que establecía que todas
las exportaciones de las colonias debían realizarse a bordo de barcos ingleses— en
Inglaterra, y Juan Bautista Colbert en la Francia de la segunda mitad del 1600,
marcaron los momentos culminantes de la defensa y aplicación de los conceptos
mercantilistas. España, mientras tanto, que disponía de inmensas cantidades de oro y
plata en su dominio colonial, fue la primera potencia de la época, al menos en un
primer momento ya que, posteriormente, su escaso desarrollo de las actividades
productivas le haría perder ese destacado lugar inicial.
En el Río de la Plata, mientras tanto, se asistía a la aparición de diversas producciones
artesanales, sobre todo en el interior, estimuladas por la restricción de importaciones
impuestas por el proteccionista gobierno central.
La Revolución Industrial, por su parte, tenía ahora el camino preparado: los capitalistas
deseaban invertir, las industrias eran protegidas, las técnicas se perfeccionaban, desde
las colonias afluían multitud de nuevas materias primas. Como trasfondo de todos esos
acontecimientos novedosos, la sociedad toda cambiaba en poco tiempo, la población
crecía rápidamente y las clases sociales pudientes se nivelaban con más facilidad:
«Raspa al caballero y descubrirás al comerciante», vaticinaba un refrán.
Después de una gira por Europa, efectuada por encargo de Fernando VI, el
irlandés Bernardo Ward publicó su famosa obra "Proyecto Económico", en la que
aconsejaba la adopción de medidas liberales en el orden industrial y comercial.
Poco a poco se fue operando la evolución. Los reyes comprendieron la necesidad de
fomentar la agricultura y el comercio local, suprimiendo las medidas restrictivas que
dificultaban el intercambio de las mismas.
Ante el peligro de que resultare comercialmente eliminada a España, Felipe V firmó, en
1720, un "Proyecto para los galeones y flotas del Perú y Nueva España y para navíos
de registro y avisos, que navegaren a ambos reinos".
Al no obtenerse los beneficios esperados, el sistema de flotas fue suprimido en 1740.
Se adoptó entonces el sistema de los buques de registro, con destino a cualquier
puerto americano.
Una Real Cédula dada el 16 de Octubre de 1765 puso fin al régimen de puerto único,
disponiendo que Cádiz, Sevilla, Alicante, Málaga, Cartagena, Barcelona, Santander, La
Coruña y Gijón podrían comerciar con los de La Habana, Santo Domingo, Puerto Rico,
Margarita y Trinidad.
El Reglamento de Comercio Libre de 1778.
Debe tenerse presente que el tan comentado régimen de "flotas y galeones" nunca fue
aplicado rígidamente, porque a menudo los monarcas concedieron permisos aislados o
temporarios al margen de dicho sistema. Merced a estas franquicias, el Río de la Plata
tuvo frecuentes relaciones comerciales directas con España. Por Buenos Aires
entraban mercaderías que eran luego vendidas en el interior, como no se hacía
diferencia entre las llegadas legalmente y las introducidas de contrabando, se
estableció, como un intento de contralor, la Aduana Seca de Córdoba en 1622.
Comercio de Esclavos.
A principios del siglo XVIII, por el tratado de Utrecht, Inglaterra obtuvo se le reconociera
el privilegio del comercio negrero en las Indias por espacio de 30 años. A partir del 24
de noviembre de 1791 quedó establecida la libre internación de negros, permitiéndose
la introducción de instrumentos de labranza y la entrada de extranjeros en los puertos
para esta clase de comercio.
Comercio con colonias extranjeras.
En el mismo sentido que las disposiciones del comercio libre, pocos años después la
Real Orden del 4 de marzo de 1795 autorizó el comercio con las Colonias extranjeras
bajo las siguientes condiciones:
Podían conducirse de Buenos Aires a las Colonias extranjeras los frutos y
producciones que no fueran de retorno para España;
No podían introducirse géneros y efectos similares a los producidos en España,
pero sí negros, azúcar, café y algodón;
Su introducción no sufría gravámenes impositivos.
Una vez terminó la Primera Guerra Mundial y a raíz de la pérdida de poder como
resultado de la guerra, Gran Bretaña dejó de ser el centro del comercio mundial, lo que
a su vez, impactó las relaciones económicas internacionales.
La crisis económica mundial desatada por la depresión de 1929, aceleró la caída del
sistema comercial por lo que los países comenzaron a aplicar políticas proteccionistas
como el aumento de los aranceles aduaneros y la imposición de obstáculos a las
importaciones.
En 1930, EE UU promulga la ley Smooth Hawley con la que incrementa los aranceles
de 900 artículos. Así mismo, Gran Bretaña abandona el patrón oro (1931) y aprueba la
ley de Derechos de importación (1932). Estos acontecimientos no solo acabaron con la
época del libre comercio, sino que presenciaron una caída importante en el intercambio
de manufacturas.
El periodo entre las dos guerras mundiales tuvo su evento más significativo en la gran
crisis económica de 1929-1932 y en el posterior New Deal para superar dicha crisis,
pero también hubo otros hechos económicos relevantes como el surgimiento de
Estados Unidos como la nueva económica líder en el mundo y su transcendental
intervención a través del Plan Dawes para rescatar a las economías europeas del
desastre provocado por los acuerdos de Versalles.
El auge la coyuntura de guerra hizo que Estados Unidos pasara de ser un país deudor
a ser un país acreedor; sus inversiones en el exterior aumentaron 50% entre 1914 y
1919, en tanto que las inversiones externas en territorio norteamericano cayeron de 7
200 a 4 000 mdd en el mismo periodo. Finalmente, no debemos olvidar que los
gobiernos aliados le compraron a Estados Unidos diversas mercancías por un valor de
14 200 mdd.18
América Latina y Japón también se beneficiaron del retiro del mercado mundial de la
producción europea. Japón logró un fuerte incremento de sus exportaciones hacia los
mercados asiáticos, pero el principal efecto positivo fue sobre su mercado interno, el
cual se vio favorecido por la expansión de la industria del hierro y el acero, construcción
de maquinaria, astilleros e industria química. América Latina, por su parte, aumentó sus
exportaciones de alimentos y materias primas, y se benefició del aumento de los
precios de sus productos en el mercado internacional, en cuanto a su mercado internó,
los países más avanzados de la región comenzaron la sustitución de importaciones
más como un respuesta a la coyuntura que como una política oficial para el desarrollo
económico.19
Estados Unidos había adoptado una política aislacionista porque no quería jugar el
papel de “proveedor” de los aliados, y menos que ellos llegaran a tener control sobre
sus recursos naturales, además de que ideológicamente consideraba a la iniciativa
privada libre de trabas como el instrumento más adecuado para hacer frente a las
tareas de la reconstrucción. La principal preocupación de Estados Unidos era recuperar
los préstamos (junto con los intereses devengados) que habían hecho a sus aliados
durante la guerra, pues los consideraba como una transacción comercial ordinaria, sin
embargo, esta postura cambió cuando se agudizaron los problemas económicos en
Europa.
Sin embargo, las pésimas condiciones económicas en que había quedado Alemania le
impedían hacer frente al pago de reparaciones de guerra, por lo que en julio de 1922
pidió una moratoria que Francia no aceptó, y a finales de ese año Alemania no pudo
cumplir con los pagos acordados y en enero de 1923 Francia y Bélgica invadieron la
cuenca del Ruhr creando nuevas movilizaciones militares. A esto hay que agregar que
el Reino Unido cayó en una situación financiera insostenible porque pagaba a Estados
Unidos más de lo que recibía por concepto de deudas aliadas y reparaciones de
guerra.22
La economía alemana, por su parte, era un verdadero caos. El marco alemán se había
devaluado 3 000% entre 1919 y 1921, y para noviembre de 1923 un dólar se cotizaba
en 4 200 millones de marcos. La hiperinflación y el desempleo masivo colapsaron la
economía de Alemania, lo que obligó a la reconsideración de toda la cuestión de las
reparaciones de guerra.23
En septiembre de 1924, por iniciativa de los Estados Unidos, entró en vigor el Plan
Dawes. El Plan ponía orden respecto a la cantidad que Alemania debía pagar por
reparaciones de guerra: se pactó una reducción del monto total, se amplió el plazo de
los pagos a 72 años, y los pagos anuales se elevarían gradualmente de 1 000 hasta
llegar a los 2 500 millones de marcos en 1929. Además, se concedió a Alemania una
“moratoria virtual” durante el primer año, pues los 800 millones de marcos que debía
pagar fueron liquidados gracias a un préstamo multinacional sostenido básicamente por
Estados Unidos.24
Gracias a la puesta en marcha del Plan Dawes, hubo una mejora general de las
condiciones monetarias de toda Europa: Alemania logró equilibrar su presupuesto y
volvió al patrón oro a finales de 1924; la libra esterlina también regresó al patrón oro en
1925 con la paridad de preguerra respecto al dólar,26 y para ese año la producción en
Europa volvió al nivel que tenía en 1913. En suma, el Plan Dawes fue una contribución
útil para la mejoría de los aspectos económicos y políticos de las relaciones
internacionales.
La “Gran Depresión” de (1929-1933)
A penas se estaban disfrutando los efectos benéficos del Plan Dawes cuando
sobrevino la peor crisis que ha vivido el capitalismo mundial en toda su historia.
Conviene distinguir entre crisis financiera y crisis económica, la primera es una causa,
entre otras, de la segunda.
La crisis financiera
Las causas principales de la crisis financiera fueron: una política de “dinero fácil” de la
Reserva Federal otorgando créditos a una tasa de interés muy baja; la fragmentada
estructura del sistema bancario; la estructura monopólica de los negocios (investment
trusts y holdings companies) favorable a los fraudes de todo tipo; la falta de supervisión
de las autoridades monetarias; y las declaraciones optimistas de influyentes hombres
de negocios, banqueros27 y expertos28 que contribuyeron a incitar una especulación
general y desenfrenada en el mercado de valores.
La crisis económica
Cuadro 1.
PIB Industria
Estados Unidos - 44.7 - 28.0
Alemania - 40.8 - 15.7
Francia - 25.6 - 11.0
Reino Unido - 11.4 - 5.8
Fuente: Niveau (1974).
La crisis económica se profundizó por dos razones. En primer lugar, porque cada país
trató de “exportar su desempleo” con medidas proteccionistas y devaluaciones
competitivas ante el fracaso de la cooperación internacional. De 1927 a 1931, Alemania
aumentó su tarifa sobre el valor de las importaciones de productos agrícolas de 27 a
83%, Francia de 19 a 53% e Italia de 25 a 66%. En segundo lugar, porque los
economistas liberales, que tenían considerable influencia en el mundo de los negocios,
a pesar de la depresión continuaban proponiendo medidas ortodoxas basadas en una
“moneda sana” y “un presupuesto equilibrado” por temor a la inflación. 33
El New Deal34
En cuanto al valor del dólar se decidió: prohibir las exportaciones de oro, lograr una
emisión monetaria sin contrapartida en oro, dar seguimiento a la devaluación del dólar
respecto al oro y la acuñación ilimitada de moneda de plata. En cuanto al sector
financiero, se creó el seguro sobre los depósitos bancarios, y se impidieron los créditos
para la especulación en la Bolsa.
La segunda guerra mundial tuvo sin duda muchas causas, pero en el ámbito
económico puede decirse que los gobiernos de Alemania y Japón hicieron una elección
deliberada del conflicto armado como instrumento de política, influidos por el
convencimiento de que la guerra podría servirles para solucionar sus problemas
económicos de más largo plazo.35 Antes del inicio de las hostilidades, el gobierno
nacional socialista ya había elevado el gasto militar para el rearme como base de su
política económica, e implementado el control de precios, salarios, comercio interno,
comercio exterior, y tipo de cambio para mantener altos niveles de producción y de
empleo, medidas que terminaron por aislar a Alemania de la economía internacional.
Objetivos económicos: el concepto de Grossraumwirtschaft 36
La tesis de la Economía de las Grandes Áreas sostenía que la crisis mundial de 1929-
33 había puesto punto final a la etapa de desarrollo económico basado en el
capitalismo liberal y en el comercio internacional, por lo que la “era del Estado nacional”
como unidad económica debía ser reemplazada por la “era de las grandes áreas
geográfico-económicas”. Estas grandes áreas proporcionarían un mercado más amplio
que podía ser satisfecho, aún en una era de depresión, con sus propios recursos y
potencial productivo (autarquía de la “gran área”); de esta manera el empleo y el
ingreso ya no dependerían del comercio internacional, sino de la reordenación del
mapa mundial en áreas económicas “naturales” de mayor tamaño, tal como se habían
constituido los Estados Unidos y la Unión Soviética. Se suponía que Alemania, con
algunos territorios conquistados, sería el centro manufacturero y de desarrollo de esta
tercera gran área económica, en tanto que la periferia suministraría materias primas y
alimentos.
A la luz de los argumentos anteriores, resulta comprensible que esta tesis atrajera la
simpatía y el apoyo de ciertos círculos empresariales de Alemania que pensaban
extender sus intereses hasta las nuevas fronteras del Reich (imperio), como IG Farben,
un conglomerado químico, y Mansfeld, un grupo del ramo de los metales no férricos.
Así mismo, la tesis recibió el apoyo de aquellos grupos sociales cansados de los
vaivenes despiadados e incontrolables de la economía alemana vividos desde 1918.
Finalmente, la tesis fue aderezada con ideas raciales que reclamaban una
reconstrucción racial, política y económica de Europa.
Sin embargo, fuera de Europa la guerra había algunos efectos positivos. La URSS, por
ejemplo, logró ampliar su territorio y su esfera de influencia en Europa oriental; su zona
asiática, tradicionalmente menos desarrollada que la zona Europea, se benefició por el
traslado de la maquinaria industrial confiscada a Alemania. Otras regiones como
Canadá, Oceanía, América Latina y Asia también vieron favorecidas sus industrias
locales por el aumento de la producción de alimentos, materias primas y bienes
manufacturados. El mundo tenía ahora un potencial productivo mayor debido al
aumento de la producción de bienes de capital y al progreso de la ciencia y la
tecnología.
Pero sin duda alguna fue en la economía de Estados Unidos donde la guerra tuvo los
mayores efectos positivos. Estados Unidos logró una rápida reconversión hacia una
economía de paz, pues en 1945 la mitad de la capacidad industrial se dedicaba a la
producción bélica, pero tan sólo dos años después había culminado ya en gran medida
la transición debido fundamentalmente a la adecuada planificación estatal, a los
programas de formación profesional dirigidos al antiguo personal militar, al veloz
incremento del consumo privado, a las inversiones en equipos e instalaciones y,
finalmente, a la exportación de bienes y servicios organizada por el Estado. La
economía norteamericana también se vio beneficiada por los siguientes elementos: el
aumento del empleo de la mujer, el incremento de la producción de armamento por la
carrera armamentista contra la URSS, el aumento de la productividad, el aumento de la
producción de bienes de capital, y el desarrollo de la ciencia y la tecnología para usos
civiles y militares.
El Plan Marshall
A inicios de 1947 los países europeos tenían enormes déficits en sus balanzas de
pagos, principalmente déficit comercial con Estados Unidos, lo que causaba una
escasez de dólares que obligó a los países europeos a reducir drásticamente sus
importaciones de bienes de capital procedentes de Estados Unidos, paralizando la
reconstrucción. Así mismo, la “guerra fría” hizo aumentar el interés de Estados Unidos
por una Europa económicamente sólida que pudiese actuar de contrapeso frente al
expansionismo ruso soviético. Para hacer frente a estos dos problemas Estados Unidos
anunció el 5 de junio de 1947 el Plan Marshall, 39 cuyo objetivo central era ayudar a la
reconstrucción de toda Europa.
Una cuarta razón puede asociarse con las dificultades de integración física
prevalecientes en un vasto territorio como el de América Latina y el Caribe. Las
carencias en infraestructura física, en particular en carreteras; las deficiencias en los
sistemas de transporte y telecomunicaciones y la ausencia de sistemas de información
fueron, entre otros, elementos importantes que dificultaron el desarrollo y crecimiento
de flujos de comercio entre los países de la región.
Asimismo, en el plano político, las interminables disputas limítrofes entre varios países
de la región agudizados por la existencia de gobiernos autoritarios, conflictos bélicos y
turbulencias políticas en muchos de ellos, fueron elementos desintegradores que
desalentaron los intentos de cooperación en América Latina y el Caribe.
En tercer lugar, la adopción de políticas similares por parte de los países de la región -
en parte voluntaria y en parte inducida por los organismos financieros multilaterales a
través de programas de estabilización y ajuste estructural, orientadas hacia una mayor
apertura hacia el exterior, ha creado también un ambiente muy favorable para que los
países de la región se embarcaran en procesos integradores más ambiciosos en su
dimensión y alcance a los del pasado, buscando establecer zonas de libre comercio,
uniones aduaneras y eventualmente el establecimiento de mercados comunes.
Un aspecto final tiene que ver con la mayor conciencia que se ha ido adquiriendo a
nivel de cada país de los beneficios y los costos asociados a la integración. Es evidente
que este desarrollo significa modificaciones estructurales profundas en las economías
nacionales para ajustarse a las nuevas realidades. Pero, al mismo tiempo, el espacio
económico ampliado asociado a la integración, permite un aprovechamiento más
eficiente de las ventajas competitivas de cada país y una mejor inserción en la región y
en el mundo. La pérdida de soberanía que conlleva este proceso y que tantos temores
generaba en el pasado, se ha ido traduciendo progresivamente en una fusión de
soberanías o en una soberanía compartida, superior en su dimensión y alcance a
cualquier acción o posición individual frente a los graves problemas que se enfrentan
actualmente.
Este nuevo concepto hace que la integración traiga aparejada una menor vulnerabilidad
y dependencia de la región frente a factores externos.